Voces de Mujeres en la Literatura Centroamericana
3 0 S A C I T Í R C S E N O I C I D E
H A U
Julia Barella y Concepción Bados Editoras
VOCES DE MUJERES EN LA LITERATURA CENTROAMERICANA
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H A U
Esta publicación se ha realizado en colaboración entre las siguientes instituciones:
UNAN-León
Esta obra ha sido publicada dentro del proyecto de investigación “Voces de mujeres de la literatura centroamericana” (Ref. 10-CAP2-2173) financiado por la AECID.
VOCES DE MUJERES EN LA LITERATURA CENTROAMERICANA Julia Barella y Concepción Bados Editoras
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El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. © De los textos: los autores © Universidad de Alcalá, 2012 Servicio de Publicaciones Plaza de San Diego, s/n 28801 Alcalá de Henares www.uah.es ISBN: 978-84-15595-91-5 Depósito Legal: M-23814-2012 Impresión y encuadernación: Imprenta de la UAH Impreso en España - Printed in Spain
PRESENTACIÓN Este libro es resultado del proyecto de investigación “Voces de mujeres en la literatura centroamericana” financiado por la AECID (Ref: 10.CAP2-2173). Su realización se llevó a cabo en la Universidad de Alcalá, dentro de las actividades de la Red Interuniversitaria de Cooperación para el Desarrollo de Centroamérica –Red GIRA- en el área de Humanidades e Intercambio Cultural con la participación de las universidades de El Salvador (UES), Pedagógica Nacional Francisco Morazán de Honduras (UPNFM), Nacional Autónoma de Nicaragua en León (UNAN-León), y la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). El intercambio cultural es imprescindible en las relaciones de cooperación para, en cierto modo y por una parte, equilibrar los tras vases que se realizan entre unos países y otros. Desde Centroamérica, las aportaciones culturales más diversas (literarias, artísticas, musicales o pictóricas) compensan muy ampliamente las que desde España llegan al otro lado del Atlántico. Por otra parte, permiten conocer más matizada y profundamente los países y culturas centroamericanas, desarrollar la interculturalidad y romper los estereotipos. Tienen, asimismo, un componente de promoción de valores como la solidaridad entre las comunidades universitarias y los pueblos, así como una mayor proyección y visibilidad de la producción literaria escrita por mujeres. El proyecto se inició recogiendo las propuestas de escritoras por las Universidades centroamericanas implicadas, finalmente las elegidas fueron seis: Elena Salamanca y Laura Zavaleta (El Salvador), Helen Umaña y Lety Elvir (Honduras) y Vidaluz Meneses y Gloria Elena Espinoza de Tercero (Nicaragua). -7-
A lo largo de la realización del proyecto, hemos tenido la oportunidad de reunirnos en la UNAN-León (julio de 2011), en una primera fase, en la que las escritoras presentaron el panorama de la literatura femenina en Centroamérica y sus aportaciones más personales. Una segunda fase se desarrolló en España, en las Universidades de Alcalá y Autónoma de Madrid, así como en Casa de América, y contó en todo momento con el apoyo de las Embajadas de El Sal vador, Honduras y Nicaragua. Ambos encuentros, que hicieron posible la participación activa de las seis escritoras en las aulas universitarias a través de conferencias, mesas redondas y recitales de poesía, culmina con la publicación de Voces de mujeres en la literatura centroamericana. Agradecemos, desde las Universidades de Alcalá y Autónoma de Madrid, y en nombre de la Red GIRA, la aceptación y el apoyo recibidos de las Universidades centroamericanas, así como la atención y la participación entusiasta en todas las actividades realizadas de parte las Embajadas y de Casa de América en Madrid. Agradecemos a las escritoras centroamericanas su disposición a participar en este proyecto, así como la cesión de sus excelentes aportaciones, sin las cuales no hubiera sido posible la publicación de esta obra.
Julia Barella, Escuela de Escritura, UAH Concepción Bados, Universidad Autónoma de Madrid Fernando Cerezal, Programa de Cooperación con Centroamérica, UAH
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ESTUDIO INTRODUCTORIO I Identidades trasatlánticas, género y literatura en Centroamérica Concepción Bados y Julia Barella
La publicación de Voces de mujeres en la literatura centroamericana se enmarca en un contexto particularmente evocador en el plano histórico para los países latinoamericanos: en 2012 se cumplen doscientos años del inicio de los movimientos de independencia que culminaron a lo largo del siglo XIX en el establecimiento de las distintas repúblicas que hoy día conforman Latinoamérica. En plena celebración del bicentenario de las independencias iberoamericanas numerosas voces provenientes de distintos medios de la comunicación y la cultura han destacado con energía y entusiasmo la participación femenina en una insigne causa que trasformó para siempre el devenir político y socioeconómico de los antiguos territorios españoles de ultramar. Con el reconocimiento de los Estudios de género en el mundo académico, principalmente a partir de los años setenta, han surgido voces alternativas a las de la historiografía oficial, con el fin de revisar el papel de las mujeres que participaron en los procesos de independencia de los distintos países latinoamericanos; asimismo, se han interpretado desde los enfoques de género, numerosos documentos obviados por la historiografía oficial. Estas voces alternativas se han propuesto rescatar y sacar a la luz las estrategias de las que se sirvieron las mujeres latinoamericanas para contribuir a la causa independentista, demostrando que, en su mayoría, rebasaron los controles y límites impuestos por el sistema patriarcal dominante, aunque para -9-
ello tuvieran que superar condicionantes como el género, la raza y la clase social1. Sabido es que los Estudios de Género están particularmente interesados en analizar la incidencia y la repercusión que tales acontecimientos han podido tener en la historia de las mujeres en toda Latinoamérica. En esta línea, han coincidido en aclarar que los efectos de la participación f emenina en la lucha por la independencia de sus respectivos países han sido muy positivos. Así, doscientos años después, las latinoamericanas sobresalen por su plena incursión en la esfera pública, tanto en el ámbito político como en el intelectual y cultural. La lucha de las mujeres por la independencia en Centroamérica a lo largo del siglo XIX puede ser extrapolada al ámbito cultural más actual, el de los inicios del siglo XXI, ya que del mismo modo que se ha revisado la historia oficial para otorgar al sexo femenino su capacidad de agencia en tan magno proceso, los Estudios de género promue ven, cada día con más éxito, la repercusión que la producción literaria femenina centroamericana tiene, tanto en su entorno, como en ámbitos más lejanos. En esta línea, tratan de hacer visibles a un buen número de intelectuales, poetas, novelistas y escritoras en general, que han sido silenciadas durante siglos por la ideología patriarcal para darles el lugar que les corresponde en la historia de la literatura de sus países y en resto del mundo. Si los últimos decenios se han caracterizado por la reordenación de los mapas sociales, políticos, económicos y étnicos del planeta, no es menos cierto que han sido testigos de la eclosión en los espacios públicos de grupos emergentes. Uno de los más notables es el integrado por las escritoras que han roto fronteras y han marcado diferencias en este planeta dominado por la globalización y los avances tecnológicos. Resulta evidente que la creación literaria femenina ha tenido una participación prominente en el proceso de empoderamiento de las mujeres de distintas etnias y grupos sociales a lo largo y ancho de la esfera terrestre, sin 1.Catherine Davies, Claire Brewster y Hilary Owen en South American Independence: Gender, Politics, Text. Liverpool Uniersity Press, Liverpool, 2006.
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duda alguna, gracias a la intervención de los Estudios de Género que han promovido el establecimiento de conexiones identitarias a partir de textualidades individuales, con el fin de integrarlas en una perspectiva histórica universal2. Volviendo a nuestra publicación, cabe destacar que un rasgo determinante de la literatura centroamericana es su carácter trasatlántico. Teniendo en cuenta datos históricos asumidos a lo largo de cinco siglos, es inevitable reconocer la vocación trasatlántica de la literatura del ámbito hispánico, desde sus albores en el siglo XVI, comenzando por Hernán Cortés y continuando con los numerosos cronistas españoles y americanos; sin olvidar al Inca Garcilaso, quien, precisamente, desarrolló toda su carrera literaria en Córdoba, traduciendo del latín al castellano arcaizante que aprendió en el Cuzco una obra que celebraba al jesuita mestizo Blas Valera, como él mismo, quechua hablante. Como prueba del carácter trasatlántico de los primeros textos escritos en español después de la conquista de América, Julio Ortega afirma que Cervantes tuvo intenciones de trasladarse a la América española, y que Sor Juana, a su vez, quiso viajar a la península; en este sentido, parece muy oportuno que Ortega sugiera una geotextualidad trasatlántica a nivel de instituciones académicas para el estudio del hispanismo3. Por otro lado, es un hecho indudable que el intercambio trasatlántico se ha producido a lo largo de cinco siglos con brillantes resultados. Como primer ejemplo, el modernismo hispanoamericano, con Rubén Darío como líder, marca uno de los momentos cumbre de la vocación trasatlántica americana. El siglo XX ha sido un constante ir y venir de escritores y escritoras de un lado al otro del Atlántico. Del lado americano, se venía a Europa con la intención de 2. Véase Magdalena León: “Poder y empoderamiento de las mujeres”. Región y Sociedad . El Colegio de Sonora, México. Vol XI, No 18, 1999, pp. 189-197) y en “El empoderamiento de las mujeres: Encuentros del primer y tercer mundos en los estudios de género”. La ventana. Revista de estudios de género. No 13, Vol 11, Universidad de Guadalajara, México, 2001. pp. 94-106. 3. Consúltese “El hispanismo y la geotextualidad atlántica”, de Julio Ortega. En El pe- ruano. Identidades: reflexión, arte y cultura . No 59, Lima, Lunes, 19 de abril de 2004.
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revalidar una obra literaria que en la metrópoli encontraba el respaldo definitivo para una difusión más amplia y universal; Jorge Luis Borges cruza el océano en los años 20, y algo más tarde, lo hace Miguel Ángel Asturias. La década de los años sesenta marcará un antes y un después en el mundo de la edición de textos trasatlánticos en España. Nos referimos a la conocida como “generación del Boom” integrada por José Donoso, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, entre otros; todos ellos contribuyeron a cambiar por completo la actitud peninsular respecto a la literatura latinoamericana4. Asimismo, la producción literaria femenina participó con entusiasmo en el establecimiento de puentes entre las dos orillas. Gertrudis Gómez de Avellaneda, Teresa de la Parra, Gabriela Mistral y Lydia Cabrera son algunas de las escritoras más representativas de este intercambio cultural y geográfico que refleja una impronta peculiar en la literatura en lengua española, desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Al profundo impulso transformador en materia literaria se suman otros nombres como los de Blanca Varela, Claribel Alegría, Isabel Allende, Elena Poniatovska, Luisa Valenzuela, Gioconda Belli, unas escritoras que han contribuido en las últimas décadas al enriquecimiento del extraordinario panorama literario integrado en las letras hispánicas. En este sentido, diversos galardones literarios como El Premio Cervantes, El Príncipe de Asturias de las Letras o el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana han contribuido, más aún si cabe, a reconocer la prolífica y rica creación literaria de ultramar: recordemos a Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Carlos Fuentes, Dulce María Loynaz, Augusto Monterroso y Ernesto Cardenal, entre otros. A tenor de estas premisas, nuestra publicación se enmarca en una línea de investigación de largo alcance, ya que partiendo de un acuerdo de Cooperación con Centroamérica se ha convertido en un 4.Consúltese Joaquín Marco y Jordi Gracia: La llegada de los bárbaros. La recepción de la litera- tura hispanoamericana en España, 1960-1981. Edhasa, Barcelona, 2004.
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proyecto, más amplio, de cultura trasatlántica. La publicación de Voces de mujeres en la literatura centroamericana se ha llevado a cabo teniendo en cuenta la repercusión, la recepción y el diálogo que estos textos han provocado entre los lectores y creadores de este lado del Atlántico. Sin duda alguna, la facilidad con la que ha discurrido esta enriquecedora experiencia ha encontrado su asiento en el carácter intercultural de los poemas, cuentos y relatos aquí compilados. Este dato nos conduce, lógicamente, a la necesidad de contextualizar la producción literaria objeto de este estudio: si de un lado se observa una clara versatilidad y pluralidad en los textos, por otro lado, se identifican temas, preocupaciones, motivos y paisajes afines. No podía ser de otra manera, ya que nos hallamos ante seis escritoras de tres países diferentes, aunque con la particularidad de que todos ellos se encuentran hermanados por un espacio geográfico común como es Centroamérica. Lo cierto es debemos acudir a los Estudios de género como disciplina académica y, más concretamente, a la crítica literaria feminista para ofrecer una interpretación que ilustre los aspectos que, a nuestro parecer, reflejan un denominador común en las seis escritoras objeto de este estudio. Nos referimos a la confirmación de una identidad femenina que se construye mediante la subversión de una realidad social regida por criterios androcéntricos. Lógicamente, cada una de las seis escritoras se sirve de unas estrategias retóricas propias, pero, en cualquier caso, y como veremos a continuación, esta pluralidad de voces es capaz de expresar experiencias heterogéneas, todas ellas generadoras de significados transformadores del universo simbólico dominante, a partir de motivaciones homogéneas. De ahí que, siguiendo a la feminista chilena Nelly Richard, sea imposible separar lo personal, lo político y lo teórico a la hora de interpretar la producción literaria de las seis escritoras centroamericanas5.
5.Nelly Richard en “¿Tiene sexo la escritura?”. Debate feminista: crítica y censura . México, año5, Vol 9, 1994. pp. 130-140.
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Lety Elvir La escritora hondureña muestra una notable soltura tanto en el verso como en la prosa. Los poemas de una etapa juvenil, publicados en Luna que no cesa (1998), dan cuenta de una identidad femenina que pugna por abrirse paso en su camino, aunque para ello tenga que enfrentarse a los estereotipos tradicionales aprendidos. Así, en el poema Caperucita , el yo lírico se afirma en una identidad femenina que se realiza a través de la entrega amorosa. Los poemas publicados en Mujer entre perro y lobo (2001) exponen, sin ningún pudor, la cruel realidad de un yo lírico escindido entre el deseo masculino y la realidad femenina6. En Imperfecta dama , leemos: Él quería tener/ mujer con día y noche/mañanitas de aderezo/ domingos de pastel./ Una cocina blanca/paredes sin agenda/ mujer de azúcar/ovejita de algodón./Pero ella solía ser/ metáfora al ajillo/ ambigüedad al tiempo/ agua entre las manos/punto de fuga en el retrato del despiste/ sexo y amor/ imperfecta dama/ mujer entre perro y lobo (39). En cuanto a los poemas presentados como inéditos, escritos a partir de 2008, es inevitable relacionarlos con el conflictivo contexto sociopolítico hondureño, en el que Lety Elvir, como escritora y profesora universitaria, se ha visto involucrada, muy a su pesar, al tomar partido por José Manuel Zelaya7. De la zozobra y la angustia experimentadas por el yo lírico testigo de unos acontecimientos injustos y terribles se da cuenta en los poemas “La historia rota”, “Murallas de amor”, “Ustedes” y, muy especialmente, en el titulado “Algunas íes sobre el golpe de estado”, un poema a todas luces testimonial. El 6. Lety Elvir. Mujer entre perro y lobo, Tegucigalpa, Litografía López, 2000. 7. José Manuel Zelaya, candidato del Partido Liberal, fue elegido presidente de Honduras en 2005, aunque fue depuesto y expulsado del país tras el golpe de estado del 28 de junio de 2009. Este hecho ha sumido al país en un ambiente de extrema violencia entre los partidarios del presidente derrocados y sus opositores.
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yo lírico se erige en denunciador de los acontecimientos vividos, al tiempo que relata detalladamente las tropelías llevadas a cabo por los enemigos de la democracia, aquéllos a los que únicamente les mueven las ansias de poder. De este intenso y dramático poema, firmado el 21 de octubre de 2009, destacamos los versos siguientes porque sorprenden, tanto por el tono acusador, como por el deseo de renovación inherente a la voz lírica: Para entonces ya se habían adueñado de gran parte del país de las aceras, las plazas, puertos y universidades de las urnas, las armas, los ríos y los mares de los surcos del espacio, los Mass Media y del aire de la leche de la infancia y los Derechos de las mujeres del Código del Trabajo y la Constitución de la República de las tierras de indígenas, campesinado y garífunas de las fichas de los jugadores y la sobriedad de los hombres de los trapitos de la justicia y los legisladores de los aeropuertos clandestinos y también los oficiales (pero no pudieron robarse la alegría la esperanza el ejemplo de Morazán y Lempira Visitación Padilla y muchas más (75).
Tras la enumeración de los distintos espacios ocupados por el tirano, el poema concluye con unos versos que invitan a la resistencia, al rescate y a la renovación del país. Para ello, es pertinente la evocación de tres figuras históricas que se aúnan para conformar la multicultural identidad hondureña: de un lado, Lempira, el cacique indígena que resistió a los conquistadores españoles; de otro lado, Francisco Morazán, el caudillo reformador de los países centroamericanos tras la independencia y, por último, Visitación Padilla, considerada una pionera del feminismo en las primeras décadas del siglo XX en Honduras. Los últimos versos expresan la capacidad de supervivencia del país: - 15 -
Y a pesar de tanta sangre derramada sobre el pavimento, la maleza, los cañales sobre la tierra polvorienta o en postas policiales sobre el piso de alguna cárcel o casa de torturas en el sótano del Congreso, en ambulancias u hospitales, este pueblo se levanta, camina y marcha sobre el siglo XXI resiste, se enoja y canta rescata Honduras y renueva al mundo ( 75 ).
Los poemas de Lety Elvir descubren a una escritora comprometida con su realidad social, abierta a la disección de los asuntos pri vados y, sobre todo, de los públicos, de aquéllos que afectan a los individuos como integrantes de una colectividad. Como contrapunto, la prosa que se plasma en los cuentos pertenecientes a la colección Sublimes y perversos (2006), refleja los entresijos más íntimos y secretos de unas identidades femeninas que se caracterizan, principalmente, por ser sujetos sexuales, es decir, porque confirman sus diferencias con el sujeto masculino mediante la expresión, sin trabas, de una sexualidad intensa, rica, sin límites ni obstáculos. La crítica feminista Consuelo Meza afirma que estos cuentos se presentan como un laberinto donde los personajes femeninos subvierten y trastocan el orden patricarcal; también invitan a la sororidad, a la complicidad, a la alegría y al gozo de ser mujeres8. El cuento “Un asunto de olores y honores” narra el desencuentro entre Sara y Adriano, cuando la alegría ante la llegada del primer hijo de la pareja se torna en discordia porque Sara es incapaz de vivir su estado como algo ideal, tal y como la tradición ha venido imponiendo a las mujeres durante siglos. No puede soportar el olor a pollo frito, y lo peor, es que el propio Adriano lo transpira, de manera que le provoca vómitos a Sara cada vez que se le acerca. Lo trágico es que el olor a pollo frito tan asfi8. Consuelo Meza Márquez. “Prólogo”. Sublimes y perversos. Tegucigalpa, Litografía López, 2006.
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xiante para Sara se halla relacionado con los rumores “que circulaban y decían que las mafias de narcos y asesinos de pollos se habían apoderado de la nación, las pruebas se basaban en que las drogas y las comidas rápidas a base de pollo frito se vendían por doquier” (82). Bien por el temor, bien por la duda o la sospecha, lo cierto es que Sara repudia el contacto con Adriano, quien termina abandonándola. Ella se queda sola cambiando pañales, aunque se reconoce feliz y tranquila en su soledad. El cuento “Comunes y corrientes” plasma la horrible experiencia sufrida por Helen ante la infidelidad de su primer marido. Para evitar futuros abandonos, Helen idea una extraña artimaña que pone en práctica con su segundo esposo, Lorenzo. Tras someterse a una liposucción, encarga que se hagan, con su propia grasa, todo tipo de jabones que pone al alcance de su esposo con la intención de poseerlo a cada instante y de no dejarlo solo ni un minuto, evitando así, la tentación de la infidelidad. Por último, el cuento titulado “Diario de guerra: el diario de Rebeca” plasma la construcción de la identidad de Rebeca, su protagonista, a través de distintos encuentros sexuales con hombres y mujeres. Finalmente concluye aceptando una soledad que no solo le va a procurar disfrutar con plenitud de sí misma físicamente, sino que además, le va a permitir dedicarse a la escritura de su diario íntimo sin que nadie venga a importunarla ni a descubrir sus secretos. Rebeca escribe en la entrada del 31 de diciembre de 2003: “Es agradable la sensación de sentirme sola en la privacidad de mi habitación, sin espías, sin tener que mentir hasta en mi diario íntimo; ahora sí podré escribir solo para mí, dejar el diario en cualquier lugar, abierto en cualquier página o en cualquier renglón a medio comenzar. Este diario queda abierto…”(80). En definitiva, la escritura de Lety Elvir confirma la experiencia fundamental del ser en busca de la singularidad, de la infinitud, de la trascendencia anclada en lo cotidiano y en lo problemático de la materia; las conflictivas relaciones humanas y las contradicciones que conlleva el esfuerzo por la supervivencia se inscriben, tanto en su obra poética como en la narrativa. Ante todo, los personajes femeninos de Lety Elvir son seres sexuados, orgullosos de su cuerpo y abiertos al ero- 17 -
tismo, unos personajes que rompen definitivamente los estereotipos tradicionales establecidos durante siglos por la ideología patriarcal.
Gloria Elena Espinoza de Tercero La escritora nicaragüense afincada en León destaca por una producción literaria particularmente polifacética, la cual participa de otras expresiones artísticas, entre las que destacan la música y el folklore centroamericanos, si bien no se pueden negar los guiños constantes a la pintura universal de esta prolífica narradora y dramaturga nicaragüense. Jorge Shen, uno de los investigadores más conocidos de Gloria Elena Espinoza ha destacado, entre otras cosas, que su escritura se inscribe en las propuestas cercanas al modelo hermenéutico que ofrece la Postmodernidad9. En efecto, la obra literaria de esta escritora, tanto la dramaturgia como la narrativa propiamente dicha, apuestan por la interrogación de las posibilidades del lenguaje, así como por desmontar mecanismos del estatuto ficcional de la literatura (Shen, 2007:7). En esta línea, hemos creído oportuna la selección de diferentes extractos de cinco novelas publicadas entre 2006 y 2011, ya que nos ha permitido interpretar unos contenidos que, enmarcados dentro de unas estrategias retóricas ciertamente subversi vas, han conseguido confirmar a Gloria Elena Espinoza como una alternativa innovadora dentro de la novelística centroamericana de la última década. Túnica de lobos (2006), Conspiración (2007), La casa de los Mondragón (2008), Aurora del ocaso (2010), El sueño del ángel (2011) son los títulos de cinco novelas muy diferentes en cuanto a estrategias y estructuras narrativas, pero que reflejan temas y motivos afines. Uno de los más destacados se refiere a la afirmación de identidades femeninas que se 9. Jorge Chen Sham. “Un nuevo entendimiento para acabar con el desencanto (Introducción minimal a Conspiración )” en Conspiración , de Gloria Elena Espinoza de Tercero, Managua, Centro Nicaragüense de Escritores, 2007.
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enfrentan a la autoridad patriarcal, al tiempo que se reconocen como capacitadas para comprometerse, tanto a nivel privado como público, en asuntos que atañen a la historia de su propia nación. Todavía más, los ricos personajes femeninos recreados en estas novelas ofrecen un complejo tapiz de relaciones familiares, domésticas, humanas, en definitiva, que plasman la alegoría de una nación mestiza y poscolonial, como es Nicaragua. En Conspiración, el extracto elegido ofrece una descripción de Yadira, la jovencita que sirve como criada en casa de don Juan Carvajal y su esposa doña Estela, en León. Yadira simboliza la unión entre el campo y la ciudad, también la unión de razas, culturas y, sobre todo, de clase sociales. Si la casa de los Carvajal es el microcosmos de la nación nicaragüense—la única hija entre cuatro varones lleva el nombre de América—Yadira remite a la fundación mítica de Nicaragua, a los orígenes de una identidad compuesta por una diversidad de etnias y culturas que a menudo fueron despreciadas por la burguesía citadina tradicional. Así evoca la voz narradora el espacio natural en el que se crió Yadira: la vida y la historia para Yadira era el rancho, el río, el mono, las lianas, las culebras, la mula, el macho, el chagüite, la crecida del río, el temporal y hasta la piedra de moler que usó su tatarabuela, bisabuela, abuela, la mama, la tía, la prima, la cuñada y la otra mujer… ni siquiera tiene retratos para recordar a sus tatas ni a sus primos ni a las mujeres, todas las mujeres que han molido el maíz en esa piedra de moler... los nombres van pasando de generación en generación… o era tan vieja que se ha consumido igual que los árboles han engrosado su tronco y se han arrugado y abrigado con liquen y era joven y murió joven… sin álbum ni retratera… sin herencia, más que aquellos cuentos y aquella voz débil y cansada que se va diluyendo con el tiempo (42-43).
Yadira se identifica con la naturaleza y sus elementos; asimismo, es descrita como una joven abierta al conocimiento y a la curiosidad, lo cual aplaca la tragedia en la que vivió y de la que fue rescatada - 19 -
por un proyecto de capacitación campesina. Yadira sobrevivió a las lluvias torrenciales que asolaron el cerro donde vivía y una vez en León, en casa de los Carvajal, está siendo alfabetizada al tiempo que es instruida en otras habilidades, de manera que podrá integrarse en el proyecto de unidad nacional. Sin duda alguna, como el título indica, “Conspiración” propone una renovación en cuanto al modo de entender los afectos en las relaciones humanas, incluidas las que conforman la identidad nicaragüense. Un motivo semejante se plantea en La casa de los Mondragón , una novela donde el espacio familiar constituye, como en Conspiración , un microcosmos de la nación nicaragüense10. Como asegura María Amoretti Hurtado, esta novela es una revisión crítica de los espacios históricos, lingüísticos y culturales fijados por el discurso colonial en el que la clase, la etnia, pero sobre todo el sexo, son los criterios de exclusión11. De nuevo, los personajes femeninos de la novela se enfrentan a la autoridad patriarcal, de modo que don Buenaventura Mondragón se convierte en caricatura al ser nombrado “don Venturita”, mientras su esposa Marcelina, su sobrina Lucrecia y la hija de ésta, Lidia, así como las criadas de la casa, son el símbolo de la nueva mujer independiente, resueltas a romper con las ataduras del pasado tradicional. En este ámbito, no podía faltar la revisión de motivos relativos al entorno más íntimo de las protagonistas femeninas, es decir, aquellos que se refieren a la sexualidad: lo cierto es que la nueva mujer de La casa de los Mondragón , especialmente Lucrecia y su hija Lidia representan la libertad sexual propia de una época que ha conseguido sobreponerse a los límites de la cultura represiva y excluyente del pasado. En el extracto de La casa de los Mondragón , descubrimos a Lidia bajo el agua de la ducha, mientras proyecta un encuentro amoroso con Rolando, una vez alejado el fantasma del luto por su madre:
10. Gloria Elena Espinoza de Tercero. La casa de los Mondragón . Managua, Centro Nicaragüense de Escritores, 2008. 11. http://www.escritorasnicaragua.org/criticas/74
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Los recuerdos se fueron diluyendo... sintió el líquido deslizando por su piel al compás de la respiración y espuma jabonosa. Salió relajada, pensando en lo que el padre Santolín le dijera; lo repetía como para justificar su alegría. La toalla que aún conservaba las iniciales en puntada de raso de doña Marcelina la secaba y confortaba como un manto benevolente. En lugar de gas se untó crema, sonriente y divertida, recordando la procedencia del cosmético barato que compraba en la pulpería “El yanki”. La dueña, en sus tiempos, se juntó con un norteamericano durante una de las guerras; aunque vieja y pellejosa, se ufanaba tanto de la relación que así le puso a su caramanchel. De esa unión nació Gringalinda, de ojos azules, pelo amarillo, alta, y blanca. Le decían “la yanka”. Lidia pasaba sus manos recorriéndose, sintiéndose, palpándose, adivinando la respuesta que daría a Rolando en cuanto llegara del trabajo (100).
Lidia, en efecto, sugiere la renovación en su vida privada, pero también en la pública, al establecer una ruptura con la tradicional casa solariega de los Mondragón, anclada en el pasado y encerrada entre sus altos y excluyentes muros. Para terminar, nos vamos a referir al que consideramos el personaje femenino más subversivo de los creados por Gloria Elena Espinoza en sus novelas. Se trata de Augusta, la protagonista de El sueño del ángel , una novela compuesta de fragmentos estructurados en 34 capítulos que propone una interpretación de la realidad nacional nicaragüense desde perfectivas feministas12. Augusta es una joven acostumbrada a la soledad desde su niñez, una soledad inculcada por su propia madre al confesarle que su alumbramiento casi le cuesta la muerte. Sin embargo, su imaginación se convierte en una válvula de escape que la ayuda superar esa suerte de exilio en el que vive; su subversión se produce a través de diferentes encuentros amorosos, bien entre los muros de la catedral, bien en plena naturaleza. Como ejemplo, el Capítulo XXIV, bajo el título Augusta se traslada en espíritu al paraje de la montaña donde quedó embarazada , una brillante muestra de la sensualidad en el lenguaje de la autora leonesa Gloria Elena Espinoza; también de su capacidad
12. Gloria Elena Espinoza. El sueño del ángel. Ediciones Distribuidora Cultural, 1a. edición, 2ª reimpresión, 2011.
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de generar sentidos transformadores en el universo simbólico masculino dominante.
Vidaluz Meneses En unas declaraciones concedidas a La Brújula digital , el 18 de febrero de 2012, la poeta nicaragüense afirmaba lo siguiente: Me reconozco hija de mi tiempo, por lo tanto no puedo separar mi espiritualidad del humanismo y del compromiso social que es el trasfondo de todos mis textos. Escribo por necesidad espiritual y publico porque considero útil compartir mis sueños con el pueblo en que me tocó nacer y por quien todos los días renazco en la esperanza. Igual con personas de otras latitudes a las que me acerca el canto. Escribo sobre la vida y la muerte, sobre el amor, la amistad, la familia. Escribo unas veces con humor y otras con dolor. La poesía para mí ha sido catarsis, consuelo, explicación última de lo inexplicable e inasible 13.
A tenor de lo expresado, se hace evidente que la obra poética de Vidaluz Meneses abarca los múltiples motivos comunes a los poetas que, hombres o mujeres, desde distintas latitudes y desde los orígenes del género lírico, han hecho de la poesía un modo de ahondar en el conocimiento de sí mismos, y también, un medio de comunicación de sus vivencias, sentimientos y emociones. Sin embargo, hemos puesto el foco de este estudio en los Estudios de género y su influencia en rescatar y hacer visible la escritura femenina y sus aportaciones subversivas e innovadoras, también peculiares, dentro del universo simbólico masculino dominante en Centroamérica. En este sentido, los poemas elegidos para esta ocasión por la poeta nicaragüense plasman la confirmación de una identidad femenina, cuya construcción se realiza en la solidaridad y la complicidad de otras 13. http://www.labrujula.com.ni/noticia/139.
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mujeres, tanto en los espacios colectivos y públicos como en los pri vados y personales. Para ilustrar los primeros, sirve el poema “Compañera”, portador de resonancias revolucionarias, pues no en vano, Vidaluz Meneses colaboró activamente en el proceso revolucionario que cambió los destinos de Nicaragua a lo largo de la década de los años ochenta14. Sacudís con firmeza las cadenas y su atronadora caída no te estremece. Vas al encuentro de tu destino infinito de persona. Hacés propio tu nombre y lo sembrás como bandera en territorio liberado. Ya nada te detiene Ya vos misma reconocés tu propio paso. Dueña de tu camino. Consciente de la porción de historia que te corresponde, Compañera. (132).
Si bien este poema se enmarca dentro del contexto histórico re volucionario y se presenta como homenaje a las miles de mujeres nicaragüenses que tomaron una parte activa en el mismo, lo cierto es que la poesía de Vidaluz Meneses refleja con mucha más intensidad la evolución de su propia identidad en relación con asuntos de la esfera privada, los cuales, engloban la heterogeneidad femenina que se extiende a lo largo y ancho del planeta. Como ejemplo, el poema “In-
14. La revolución sandinista es el nombre con el que se conoce al proceso revolucionario que consiguió derrocar en 1970 la dictadura de los Somoza. Entre esta fecha y 1990 gobernó en Nicaragua un grupo liderado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, de marcada ideología socialista y marxista.
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terrogantes”, incluido en el poemario Todo es igual y distinto (2002).15 Esta colección de poemas, que abarca la producción escrita entre 1992 y 200, inscribe una voz lírica incisiva y punzante que se atreve a inquirir acerca de la verdadera realidad de la condición de toda mujer cualquiera que sea su raza, cultura o clase social. Como sugieren los versos que siguen, no es otra que la que se concreta en la soledad existencial: ¿Quién comprendió a la mujer rescatada de haber sido la cabellera flotante entre los Nenúfares? ¿Quién osó penetrar su real intimidad para encontrar la uña en el pecho? ¿Quién escuchó su grito solitario en la madrugada? ¿Quién vio su cuerpo recogido, fetal, entre las sábanas? ¿Quién escuchó el sollozo en el trasfondo de sus palabras? ¿Quién descubrió la sombra gris debajo de sus párpados maquillados? ¿Quién, su mano crispada entre la cruz y el puño? ¿Quién vio en la sensualidad de sus hombros la corva sombra del agobio? ¿Quién supo acariciar sus pechos con la ternura que se da a un recién nacido? ¿Quién le penetró las entrañas y se le acomodó como manso pájaro en el tibio cuenco? ¿Quién le da a esa mujer su verdadero sitial en el paraíso? (142).
La anáfora inscrita en el pronombre interrogativo marca el deseo de afirmación de la identidad femenina, obstinada en hacerse un lugar propio con el fin de superar la frustración y el escepticismo al que, a menudo, ha sido condenada por el universo simbólico dominante. En este sentido, la exaltación del cuerpo físico, con sus glorias y miserias, incluidos los fantasmas que conlleva el paso del tiempo,
15. Vidaluz Meneses. Todo es igual y distinto. Poesía. Managua, Centro Nicaragüense de Escritores, 2002.
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contribuye a dotar de nuevos significados transformadores aquellos antiguos estereotipos prefijados por prácticas sociales establecidas desde presupuestos exclusivamente masculinos. El poema “Convocatoria a la belleza” es un ejemplo de subjetividad femenina que se reconoce como identidad indispensable en el inevitable transcurrir del paso del tiempo: No soy la primera mujer que recorre su rostro y descubre la intensidad de lo vivido en el peso de sus párpados abultados sobre el hundimiento de los ojos . El pliegue vertical en la confluencia de las cejas hondura del paso de las preocupaciones los paréntesis de la risa abiertos de la nariz a las comisuras (hondamente pronunciadas) de los labios y el cuello de anfibio que ya perdió su elasticidad Tal visión descarnada en el espejo, me llevan, mujer del mestizaje, a recurrir al consejo de mis mayores: cuidar la armonía del rostro con el corazón. Y eso me hace inmortal (134).
En la entrevista citada más arriba, Vidaluz Meneses confesaba que la poesía había sido el motor de su desarrollo como mujer comprometida con la realidad sociopolítica que le ha tocado vivir. Además, señalaba cuáles habían sido sus influencias en materia literaria: La poesía ha sido para mí, la puerta de mi propia liberación. Ética y estética han ido de la mano, posiblemente porque los poetas decisivos en mi obra y en mi vida fueron, en ese orden: Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal; desde los poemas nicaragüenses y los “Escritos a máquina” de PAC, hasta “La hora cero” de Ernesto, con un trasfondo de - 25 -
Darío, Amado Nervo, Bécquer y Neruda, que coronó más tarde Rosario Castellanos.
De esta forma, Vidaluz Meneses se adhiere a la tradición poética en lengua española que abarca las dos orillas del Atlántico, incluyendo a una poeta mexicana, Rosario Castellanos, una de las iniciadoras de la escritura feminista en lengua española. El poema “Sola conmigo misma” plasma la búsqueda de los orígenes de la voz lírica a través de la genealogía materna, un asunto recurrente en las escritoras objeto de nuestro estudio como veremos a continuación: Observo los nenúfares sobre la superficie acuosa. Su apacible estar me lleva a indagar sobre mis raíces, no por las inmediatas, la Abia Ayala de mis antepasados, sino por la planetaria causa por la que estoy aquí. Por la que el Innombrable que sabe y me llama por mi propio nombre me hace sentir esta nostalgia de lo desconocido de donde vine y adonde sé que tengo que volver (145).
El poema resulta autobiográfico a todas luces. Como en otras poetas, también para Vidaluz Meneses el agua remite al retorno a los orígenes, mientras que el devenir existencial discurre feliz y placentero, gracias al reconocimiento de la soledad plenamente aceptada como modo de sentir y de vivir. En definitiva, la poesía de Vidaluz Meneses evoca la experiencia humana en femenino y, en este decir en femenino, surge la cotidianeidad como red que sustenta la existencia, aprecia la rutina y dignifica los espacios privados e íntimos, aquéllos que se reconocen a través de la complicidad entre mujeres, la cual incluye, sin duda alguna, la variopinta pluralidad de las necesarias relaciones humanas.
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Elena Salamanca La joven poeta y narradora salvadoreña se sirve del quehacer literario como de un aliado para caminar en busca de soluciones a los conflictos existenciales. También, para aprender a vivir en medio de una realidad social adversa en la que, como mujer y escritora, se ve obligada a romper con los límites impuestos por un orden cultural establecido desde la mirada masculina. La afirmación de una identidad femenina con raíces históricas y literarias propiamente dichas es un proyecto que se inscribe plenamente en los poemas que Elena Salamanca publicó en el año 2011 bajo el título Peces en la boca . La serie de poemas incluidos en “Sor Juana en el espejo” propone, en consonancia con las propuestas feministas, la identificación de Salamanca con una de las precursoras literarias más notables del ámbito hispánico. Por otro lado, el espejo como motivo literario en el que se refleja la imagen de Sor Juana superpuesta a la de la joven poeta salvadoreña promueve la construcción de una nueva identidad femenina que lucha por saltar las prescripciones patriarcales con el objetivo de afianzarse como mujer autónoma e independiente. En el poema “Bodegón con Sor Juana”, la voz lírica habla en primera persona, en femenino, mientras invita a otras mujeres ávidas de participar en los manjares inherentes al bodegón con la fuerza, el deseo y la resolución inscritas en el tiempo futuro de los verbos del poema. El deseo de transformación y renovación se plasman de este modo en el poema: Morderé la fruta. Mancharé los baberos de encaje que tejí por tres siglos como la araña: siempre sujeta a la mosca, siempre sujeta al aire. La fruta escurrirá por mi boca - 27 -
como escurre la baba, como escurre la sangre. Clavaré las uñas sobre los gajos de la mandarina: mujeres que se abren en espera de dientes mayores que los míos. Seré animal como el negro que carga la fruta en el mercado: no lee vocales y nunca ha visto el sol. Yo no bajaré el ojo, como el negro, puedo ver el sol entre tus piernas. Gajo de mandarina has sido (155).
Elena Salamanca sugiere un toque irónico con resonancias históricas y culturales en su poesía, algo que muchas veces resulta imperceptible si no se conoce bien el contexto en que se producen. El relato titulado ID plasma una situación que remite a una realidad social en la que la violencia afecta al protagonista que, con apenas 26 años, afirma sacarse una foto para una próxima muerte que será publicada en los periódicos: Yo veo hacia el frente, al lente de la cámara, y sonrío. Mi mejor sonrisa. La más amplia, con más dientes. La fotografía del documento de identidad es la única que quedará después de mi muerte. Cuando me maten, recogerán mi cuerpo y mis documentos. Meterán mi cuerpo en una bolsa negra y mi dinero en sus bolsillos. El documento de identidad dice cómo nos llamamos y qué tan profunda es la sombra debajo de los ojos. Cuánto hemos vivido y lo opacos que nos vemos en ese preciso momento en que somos un cuerpo en una bolsa.(152)
La escritura de Salamanca se dirige al corazón de los lectores, pero también al estómago, si tenemos en cuenta que reflejan un contexto cruel y violento que, inevitablemente, sugiere respuestas difícilmente - 28 -
digeribles. En su interés por la experimentación con el lenguaje y otros modos de expresión, Elena Salamanca se acerca a la fotografía y a las instalaciones en espacios abiertos con el objetivo de comunicar mejor sus emociones y sentimientos. Es frecuente el uso de un tono conversacional que invita a la interacción acorde con los más modernos medios tecnológicos, de ahí la publicación digital de algunos de sus últimos libros, entre ellos, La familia o el olvido. Como ejemplo del intercambio entre distintos medios de representación, leemos un extracto de "Fotografía escaneada de Irene y Pablo en Facebook”: Llevan diez años riendo de la misma manera desde esa escalera a la entrada de una casa de pueblo. Tienen el cabello hermoso y la sonrisa de la verdad. Yo voy a verlos. Con algo de dolor y envidia. Y añoraré algo que no he tenido. Yo voy a verlos. Hasta que el amarillo los coma definitivamente: primero, las hojas serán más verdes, de verdes más claros, casi amarillos; luego, los cabellos tan negros y hermosos, se teñirán de rubio, anémicos. Solo quedarán las bocas. Oxidadas. Yo voy a verlos con algo de envidia: Nunca tendré una gran historia de amor: Mis fotografías son digitales.(150).
La nostalgia de un pasado que permanece en la memoria mediante la evocación de los objetos que han contribuido a la conformación de la identidad de la voz narrativa es un motivo recurrente en Elena Salamanca. Pero lo son, y con mayor fuerza, las figuras femeninas sobre las que construye su genealogía personal, como ocurre en el relato que lleva por título “Usted”, incluido en el libro electrónico, La familia o el olvido.16 En efecto, Salamanca realiza su propio autorretrato a través de su bisabuela, su abuela y su madre y, para ello, acude a la inscripción de asuntos relacionados con la sexualidad femenina reprimida a las mujeres a lo largo de su vida por razones de tipo religioso. El último capítulo, “Purísima”, persigue la desmitificación de las cre16. http://www.big-sur.com.ar/arte/texto.arte.
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encias, imágenes y símbolos religiosos que durante siglos han castigado a las mujeres que han ejercido con libertad su sexualidad. Como contrapunto, la voz narrativa se erige en una conquistadora de hombres que no se resigna a la soledad impuesta a las mujeres. Ella misma, la protagonista narradora, acaba identificándose con la imagen dolorosa de la Virgen de la Soledad en procesión por las calles, entre miles de mujeres que la lloran. La voz narrativa se reconoce como protagonista en una procesión llena de dramatismo, si bien el tono de escarnio plasma la decisión de la protagonista de romper con las mujeres que la precedieron. En el párrafo siguiente se ilustran dos perspectivas di vergentes en cuanto al modo de vivir las relaciones amorosas: Detrás de la virgen, los únicos viejos del pueblo empujan la carreta que arrastran solo una vez al año. Nunca había muerto una vieja el día de La Soledad. Corro, los alcanzo. Las viejas voltean, me miran, me reconocen, se lanzan a mis pies, caen, se arrastran, limpia mis zapatos, se aferran a mis piernas, besan mis manos, me tocan el rostro, me halan el pelo. Lloran. Lloran, gimen, aúllan. Lloran. Lavan mi cara con su llanto. Mejor habría sido nunca comprender por qué lloran. No haberlas recibido en mis brazos, no haberlas olido, podridas. Una vieja me dará una vela y me arrastrará adelante de La Soledad. Yo soy también la virgen y cada uno de los siete puñales se clavará en mi pecho como un hombre equivocado.(185)
En definitiva, Elena Salamanca cultiva una escritura llena de imágenes sugerentes, definitivamente subversivas por cuanto cuestionan prácticas culturales históricas y religiosas establecidas durante siglos por la ideología patriarcal dominante. La construcción de significados - 30 -
alternativos femeninos en un contexto particularmente problemático como el salvadoreño, sugiere, como no podía ser de otra manera, la necesidad de rescatar la participación de las mujeres en la lucha por constituirse como sujetos independientes y libres, mientras se enfrentan a un orden social que las empuja a vivir sometidas de acuerdo a roles tradicionales ya superados. No cabe ninguna duda de que Elena Salamanca consigue ser para sí misma a través de la literatura.
Helen Umaña Nacida en Honduras, Helen Umaña ha vivido entre Guatemala y Honduras, dos países que se reflejan de manera cruda y trágica en el poemario Península del viento (2000). La “Contextualización necesaria” que precede al poemario, creemos, a manera de aclaración sino de justificación, pergeña la génesis de unos poemas que, como su autora indica, son evocaciones de las vivencias dolorosas provocadas por la represión militar acontecida en Guatemala en 1981, hecho que la obligó a exiliarse en Honduras, su país de nacimiento, hasta el año 2011.17 La poeta confiesa que una vez en el exilio, sintió la urgente necesidad de expresar la realidad vivida y para ello escribió diversos poemas entre 1982 y 1986, aunque los relegó, por considerarlos de escaso valor, a un rincón de su escritorio. A su reescritura con vistas a una posterior publicación en el año 2000 se refiere de esta guisa: Sin embargo, en enero de 1999, al reorganizar mi casa, escondido en cientos de papeles de toda índole, encontré el legajo amarillento. Empecé a leerlo y percibí cierto valor testimonial que, aunque personal, también entrañaba una situación colectiva […] La mayor parte de los textos sobrevivieron sin ninguna modificación, tal como los conocieron, por los años ochentas, algunos amigos. En esencia, el libro corresponde, pues, a este período (9). 17. Helen Umaña. Península del viento. Guatemala, Letra Negra Editores, 2004.
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A tenor de estas palabras, no cabe duda de que para Helen Umaña la poesía es un medio que le ha permitido, como a otras muchas escritoras, aunar lo personal con lo colectivo y, por lo mismo, lo pri vado con lo político, con el fin de denunciar una realidad que contradice la impuesta por la historia oficial de un país, es decir, la establecida por la ideología dominante en el poder. En este sentido, Península del viento es un poemario que viene a integrar el amplio y esplendido corpus de la conocida como “literatura testimonial”, un género literario nacido en Latinoamérica con el objetivo de hacer visibles en formato escrito—a partir de narraciones orales—las situaciones de exclusión y represión ejercidas, por razones de etnia, sexo o clase social, sobre determinados sujetos de una comunidad18. Rigoberta Menchú, Ana María Rodas, Claribel Alegría, Daisy Zamora, Clementina Suárez, Margarita Carrera, o Gioconda Belli son algunas de las escritoras centroamericanas que han destacado en las últimas décadas en esta modalidad literaria, aunque con resultados muy diferentes. En este sentido, Isabel Aguilar asegura en el estudio preliminar a Península del viento, que la producción testimonial femenina se aleja de los códigos académicos con que se define a este género porque “buena parte de ese otro testimonio de las mujeres es una literatura escrita sin mediaciones intelectuales, y surge desde una voz individual que proviene y da cuenta, o denuncia el espacio pri vado”19. Sin duda alguna, los poemas de Helen Humaña se adhieren a la propuesta defendida por Isabel Aguilar, puesto que ella, como las escritoras centroamericanas mencionadas más arriba, así como las seleccionadas en esta antología participan de un denominador común: la denuncia de una realidad política particularmente hostil para el desarrollo adecuado de sus identidades, no solamente en la esfera privada y personal, sino también en la colectiva y pública. 18. Sobre el género testimonial existe una amplia bibliografía: véase John Beberly en “Anatomía del testimonio”. Revista de crítica literaria latinoamerica , 25, pp. 7-16, 1987. 19. Isabel Aguilar Umaña en “Testimonio sobre testimonuio:el otro, el nuestro”. Península del viento, Guatemala, Letra Negra Editores, 2004, pp. 11-26.
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En cuanto a la forma, el poemario Península del viento se presenta integrado de tres partes bien distintas, las cuales se complementan entre sí. La primera, bajo el título “El círculo de hierro” incluye seis poemas que reflejan el origen de la situación de terror vivida por el yo lírico. A destacar el poema “Crónica de la infamia”, en el que se citan con nombres y apellidos los caídos para siempre en la lucha contra la tiranía. La voz lírica expresa, a modo de letanía, el deseo de que los muertos permanezcan vivos para siempre, a través de su evocación en estos versos: La sangre impregnó hasta las piedras. Su voz clama en el desierto: Que nada quede oculto. Que se escudriñen los recuerdos. Que se ubiquen los fragmentos soterrados. Que surja la palabra y restaure la memoria.
Sólo así se apaciguarán los huesos violentamente desgajados. Sólo así la sangre llegará al lugar de su quietud (193).
Los poemas que componen la primera parte están escritos en su mayoría en versículos, lo cual contribuye a plasmar un tono de solemnidad cercano a la plegaria. En contraposición, la segunda parte del poemario, con el título “Los pájaros violentos” está compuesta de veintidós poemas, muy breves, los cuales transmiten a modo de destellos rápidos y fugaces, la angustiosa situación personal del yo lírico. En efecto, en estos versos fugaces, se retrata la propia poeta alejada de los suyos, condenada al exilio y, por lo tanto, destinada a - 33 -
vivir en la soledad obligada de quien, como superviviente de una catástrofe, no puede regresar al espacio original convertido en un paraíso perdido. Títulos como “Sobrevivencia”, “Ponerle cadenas al mar”, “Pregunta”, “Desarraigo”, “Envidia”, “Paradoja”, “Contrapared” sugieren emociones reprimidas, también obsesiones acentuadas, si bien, por encima de todo, sobresale el dolor que imprime la soledad en medio de lo cotidiano de la existencia. Como ejemplo, el poema titulado “El punto límite”: El aroma del geranio mordía en cada uno de tus pasos. En tus ojos el mar dibujaba sus abismos. Luego, el golpe de la noche. E1 duro aprendizaje de la cama solitaria (211).
Sin duda alguna, este poema remite al ámbito personal y privado del yo lírico, que se torna colectivo por la ausencia de marca de género y condenado a vivir en una soledad impuesta, pero no por ello desprovisto de la necesidad de amar y ser amado. En el mismo sentido se expresa en el poema “Sin tregua”: Dejé encendido el fuego de mi casa. Al caminar, trituré pedernales con los dientes. Toqué los muros del silencio y en carne viva me comió la soledad.
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Después, la lucha para matar el frío y volver tras las huellas de mí misma. La necesidad de reinventarme cada día (227).
A tener en cuenta en este poema que la marca del femenino se presenta como indicador de un sujeto lírico determinado: es una mujer que ha sobrevivido al desastre, que ha luchado por sobreponerse a la soledad devoradora, que prosigue su camino, a pesar de las dificultades, con la conciencia de su propia capacidad de recrearse a sí misma. Se podría decir que estos poemas preconizan, en cierto modo, los que componen la tercera parte del poemario, bajo el título “El nivel del mar”. Tras el arduo camino recorrido, el yo lírico parece anhelar el descanso, el bálsamo capaz de aliviar sus heridas, aunque de momento solamente sea una utopía. Lo cierto es que el agua es el motivo más recurrente en estos poemas; un dato significativo, ya que este elemento, caracterizado desde las culturas más antiguas por sus dotes de purificación, pero también de fecundidad, es invocado por la voz lírica para confirmar su esperanza en un futuro que nace cuando se expresa el deseo de iniciar el retorno al centro del origen. No de otra manera se puede interpretar el poema “Agua sobre agua”: Descifraste mi signo en la alta oscuridad del mar. Y en la hora precisa Fuiste ala y estruendo, pez, en busca de su centro. Agua rotando sobre agua (240).
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El yo lírico convertido en agua gozosa, por fin, sugiere una imagen característica de la escritura femenina; a su manera, Helen Umaña expresa la necesidad de creer en la conciliación por medio del encuentro amoroso. Como ya dijimos más arriba, la reinvención mediante la alusión a la utopía deseada es un rasgo común a las escritoras que componen esta antología. Porque, si bien la poesía de Helen Umaña es realista, descarnada e incisiva, como no puede ser de otra manera, cuando su intención es ofrecer el crudo testimonio de una realidad política que aniquiló a miles de sus ciudadanos y la obligó a un exilio de más de 30 años, lo cierto es que los poemas escritos en “El nivel del mar” transmiten un atisbo de esperanza y de gozo al final del viaje; y ello gracias a la ternura y al sosiego que se imponen entre los gritos y los golpes de los versos más oscuros y trágicos.
Laura Za aleta v
La escritura de esta joven poeta salvadoreña nace de lo cotidiano, del espacio familiar y doméstico en el que recrea sus modelos en la búsqueda de la construcción de una identidad femenina que pugna por manifestarse con libertad y sinceridad. Lo cierto es que sus versos destacan por la capacidad de síntesis en el uso del lenguaje a la vez que por su inmensa intuición poética. En esta línea nos acercamos al poemario Sentada sobre todo lo imposible (2011), en el que destaca la imagen de la abuela materna como centro y origen al que vuelve la poeta con el fin de reconstruir un pasado histórico y familiar. El poema “La abuela niña” enlaza la infancia de la voz lírica con aquella otra vivida años atrás, para cantar, a modo de elegía, las pequeñas acciones que se convierten, por medio del hechizo poético, en hazañas imposibles: Comenzó a trabajar desde muy niña lejos de casa. Los animales la siguieron, cual Blancanieves moderna, - 36 -
la cuidaban. Por las noches tendían sus vestidos en un pentagrama que ella ató a su cabeza. Hoy no se despertó a medianoche sobresaltada. Hoy olió aquellas flores lejanas antes de dormir (254)
La afirmación de una genealogía femenina representada en las dos abuelas, es uno de los rasgos más distintivos en la poesía de Laura Zavaleta. En una entrevista concedida a Roselia Nuñez, a propósito del significado de esta figura en su escritura, Laura Za aleta se expresaba en estos términos: v
Mi abuela fue una persona fundamental para mi desarrollo, me cuidaba, me enseñaba a leer, a rezar… en fin, yo necesitaba escribir sobre ella en determinado momento. Pero mi abuela también ha sido una persona con determinada historia, con determinadas circunstancias y decisiones. Ella para mí es un espejo de su tiempo. A través de ella me explico un pasado que no conocí. Muchas personas me han dicho “me gusta tu libro porque mi abuela también fue importante para mí”. Es ahí donde la literatura es un instrumento de identificación y cohesión, algo colectivo.20
Como asegura la poeta, en el interés colectivo se halla una de las claves para confirmar una identidad femenina personal que se reconoce como parte indiscutible en la construcción de la historia vital de su país. El poema “1948” plasma la realidad social de la abuela, luchando por la supervivencia diaria mientras las noticias de una re volución la alcanzan sin que ella apenas pueda intervenir: 20. http//genero.ues.edu.sv/index
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Mi abuela es joven y mira a través de las ventanas. La casa está vacía a su espalda, las paredes, de hielo las sillas, de ceniza. Sola, los ojos se le multiplican. Llueven gotas negras sobre el rostro. Es la navidad de 1948: las mujeres más pobres en las fiestas dibujan la costura de sus medias de nylon, tan imaginarias como amores de película, amores blanco y negro. Por la ventana pasa un viento instantáneo con polvo de la serranía. Mi abuela escucha el ruido de las fiestas que toca sus fronteras, enciende la radio; escucha “el Consejo Revolucionario de Gobierno…” Apaga la radio. Cierra los ojos (251).
No podemos dejar de aludir a la particular situación que se vivió en este pequeño país centroamericano a lo largo de casi 20 años de guerra civil. Como señala la escritora Consuelo Triviño Anzola, los versos de Laura Za aleta rinden homenaje, a la vez que empoderan, a unas mujeres que llevaron sobre sus hombros, en silencio, el peso de una lucha fratricida mientras sostenían con orgullo y firmeza un delicado entramado familiar.21 Lo cierto es que El Salvador de esta poeta ya no es el mismo que el que vivieron sus abuelas; ella, al igual que Elena Salamanca, pertenece a la llamada “generación precoz” según palabras de Vladimir Amaya.22 El escenario para estas autoras ya no es un país en guerra, pero sí es, en lo que concierne a su situación personal, un país en el que las voces femeninas buscan con te v
21. Consuelo Triviño Anzola. http//www.auroraboreal.net/index. 22. Vladimir Amaya. Una madrugada del siglo XXI. Poesía joven salvadoreña . El Salvador, Imprenta Ricaldone, 2010.
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nacidad y empeño hacerse un lugar en la historia de la literatura sal vadoreña, no solas y aisladas, sino al lado de todo un colectivo de poetas para los que la esperanza en un futuro mejor se plasma, día tras día, en el quehacer literario. El poema “Melodías vitales” recoge, a modo de aseveración, la posibilidad de un futuro renovado en boca de la abuela que ha sobrevivido pese a los horrores porque ha sido capaz de crear su propio mundo interior con el que sobreponerse a la tragedia: I Este pedazo de tierra es mío sobre él pasan todos los astros existentes, cambia la luna, yo caminaré y floreceré. Soy de otro lugar. II Tengo un país en la palma de la mano. Un país sin nieve, sin nostalgia. Yo soy mi corazón botánico, ardo en semilla, siembro a tiempo. Aunque viva un país que entreteje hierro con ceniza. Cerraré los ojos y mi Señor me mostrará la nieve (255).
Resulta evidente que Laura Za aleta consigue generar significados transformadores del universo simbólico dominante, en tanto que plasma con un lenguaje fresco y rotundo no solo las vivencias cotidianas, sino también las emociones más íntimas y los sentimientos más profundos de unas identidades femeninas que han conseguido hacerse un lugar propio en la historia intelectual y cultural de El Salvador. v
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La publicación de Voces de mujeres en la literatura centroamericana acontece en un tiempo de celebración a nivel histórico y cultural de los países de lengua española. Al tiempo que nos unimos a la misma, no queremos concluir este estudio sin antes señalar que la producción literaria de las seis escritoras centroamericanas elegidas para este proyecto muestra el doble impulso característico a las identidades trasatlánticas: por un lado, el de la filiación a una lengua de la que son herederas y parte indiscutible; por otro lado, el de la afiliación a ciertas intervenciones, intenciones y actitudes, precisamente, ideológicas, en relación a su propio contexto histórico, geográfico y social, entre las que sobresale la cuestión de género.23 En definitiva, la obra de estas seis escritoras se presenta como el paradigma de una actitud abierta, conciliadora, exploradora de diversas fuentes y raíces; su meta, como la de todo artista que se precie, es la de afianzar la fuerza creadora más allá de la adversidad que suponen los conflictos sociopolíticos que las rodean. Sus escritos trascienden el rasgo transnacional hasta convertirse en obras literarias de carácter universal, porque su quehacer en el plano de la creación las reconoce, allende las fronteras de ultramar, como ciudadanas del mundo. Leer, escuchar, dialogar, editar y publicar parte de la creación literaria de Lety Elvir, Gloria Elena Espinoza de Tercero, Vidaluz Maneses, Elena Salamanca, Helen Umaña, y Laura Za aleta —escritoras centroamericanas— ha sido un excelente ejercicio que permite dejar memoria, no solo del valor literario y estético de una breve muestra de su escritura, sino también de la fuerza vital que cada una de estas mujeres hace visible en las páginas de un libro que sale a la luz en la Universidad de Alcalá. v
Concepción Bados y Julia Barella, Alcalá de Henares, 30 de mayo de 2012
23. Edward Said, The World, the Text and the Critic , Harvard University Press, pp. 170-175.
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II De polinizaciones y otros frutos colaterales Helen Umaña
Hasta bien entrado el siglo XX, en Centroamérica, el paso de un país a otro no requería de mayores trámites. En los pequeños pueblos situados a ambos lados de las fronteras se mezclaban los sentimientos, la sangre, los intereses… Abundaban las familias con miembros que habían venido al mundo más allá o más acá de la línea divisoria. El obviar las instancias oficiales podría indicar que, en la práctica, germinaban las semillas de la muy permeabilizada idea de la unión centroamericana por la que bregaron, por más de un siglo, políticos bienintencionados y destacadas personalidades de las letras. No es fortuito que, en las escuelas del istmo, se enseñasen los himnos nacionales de los cinco países y que, en los actos cívicos o en las inol vidables «veladas» nocturnas, en alegóricas obras de teatro, alumnos o alumnas, representasen a las distintas repúblicas y el personaje simbólico más destacado luciese el famoso gorro frigio. Tal vez por ese sustrato colectivo, el tránsito o las largas estancias en el territorio vecino se solucionaban mediante una explicación verbal ante las dos o tres autoridades que resguardaban el orden y la tranquilidad. Tal, mi vivencia en familia propia. Abuelos y tíos pasaban largas temporadas, ya en uno, ya en otro hogar de parientes residentes en la zona del Trifinio. Judit y yo nacimos en Honduras. Siete hermanos más, en Guatemala. Una de mis abuelas, cuando el sol aún no había salido, horneaba aromáticas quesadillas y preparaba un suave y cremoso requesón. La otra tejía arabescos en tapetes y cubrecamas y de sus manos brotaban espléndidas rosas de papel. El abuelo paterno, pala en mano, de la salida al ocaso del sol, hacia florecer los más inhóspitos predios. Nítido, aún, a sesenta años de distancia, el recuerdo - 41 -
de sus manos que se extendían generosas para mostrar las vainitas esmeralda de las recién cosechadas arvejas. Padres y tíos solventaban el día con pequeñas transacciones comerciales. Por varias generaciones, extracción popular de pura cepa. El constante deambular también ocurría en niveles de prestigio social. Revisar la historia aporta luces. Rubén Darío caminando por tierras de Honduras, El Salvador, Guatemala y Costa Rica, consolidó su personalidad literaria y empezó a ejercer un permanente e indiscutido magisterio. Rafaelita Contreras, la añorada «Stella» de su poesía, fue hija de Álvaro Contreras, connotado orador y periodista hondureño cuyo exilio, en El Salvador, encontró un lenitivo en el hogar que forjó con una ciudadana de ese país. Al joven Juan Ramón Molina lo embrujó la «vieja y apacible Xelajú»; sus compañeros le adjudicaron el apelativo de «Morazán» y escribió una obra teatral en la que, según parece, revivió el amor a una bella quezalteca. En la capital del valle de la Ermita, participó en animadas tertulias con su compatriota Froylán Turcios, el guatemalteco Ramón A. Salazar, el salvadoreño Arturo Ambrogi y el mexicano Fedro Guillén. Como remate de esa trashumancia, acabó sus días en El Salvador en un tugurio de fatídico nombre. ¿Evocaría los cielos de su infancia antes de caer en la inconsciencia? Froylán Turcios fue de los primeros autores que atrapó la atmósfera de la ciudad de Antigua Guatemala en dos de sus mejores relatos. Mucho del afecto a la «ciudad de las perpetuas rosas», la que «cerró los ojos a la edad presente», quizá provenga de comentarios en rueda de amigos, entre los cuales no sería remoto que hubiese estado un imberbe Carlos Wild Ospina, autor de los celebrados versos. El ambiente intelectual, con personalidades procedentes de diferentes latitudes, era propicio para que se exaltase la belleza del país. El poeta César Brañas traza un animado cuadro sobre las dos primeras décadas del siglo XX: La Guatemala de entonces preocupábase intensa, febrilmente, por las bellas letras; se discutían los versos casi con tanto calor como las óperas o los toros… o –sotto voce- los desmanes de la dictadura o - 42 -
los deslices de bellas mujeres de la recatada y rigurosa sociedad metropolitana; se excitaban los elementos intelectuales al contacto, en la convivencia, con las vibrantes y ávidas juventudes centroamericanas, predominantemente hondureñas y nicaragüenses, que Guatemala, y su desarticulada pero aún influyente universidad –decapitada por la dictadura de Barrios, artificiosa y efímeramente recompuesta para lucimiento de la dictadura de Estrada Cabrera en 1918-, albergaba y sobornaba con su prestigio tradicional. Son memorables los nombres que, en montón, saltan al recuerdo: entre ellos José María Moncada (nicaragüense), Antonio Barquero (salvadoreño), Andrés Largaespada (salvadoreño), Virgilio Zúñiga (¿mexicano?), Alfonso Guillén Zelaya (hondureño), Gustavo A. Ruiz, Salvador Ruiz Morales, Hernán Robleto (nicaragüense), Ramón Ortega (hondureño), Hernán Rosales, Roberto Barrios, Julián López Pineda (hondureño), Juan Ramón Avilés (salvadoreño), Heberto Correa, Manuel Andino (salvadoreño), Andrés Vega Bolaños (nicaragüense), Mario Sancho, y tantos más (…) El ambiente literario guatemalteco de 1914, con sus veladas poéticas, sus concursos literarios y las reuniones estudiantiles atraían a la capital de Guatemala muchos de los escritores y poetas de los demás países de América. Había una alegría y una camaradería literaria que jamás se había visto antes. (…) Se discutían los nuevos movimientos de literatura, sus propias obras literarias y las filosofías de Darwin, Comte, Marx, Freud y Nietzche. (Hugo Cerezo Dardón, Porfirio Barba-Jacob en Guatemala y en el recuerdo, 1995: 4748). Augusto Monterroso, figura señera de las letras universales, nació en Tegucigalpa porque allí vivían dos singulares guatemaltecos, promotores de espectáculos y de proyectos editoriales de escaso éxito: el general Vicente (su padre) y Augusto (su tío). Luego pasó a Guatemala, patria por decisión propia, a la que, por décadas, tampoco pudo retornar. Su tío, en Honduras, tuvo una proyección cultural de largo impacto. El fino trazo de su pluma mostró las posibilidades artísticas e ideológicas de la caricatura y mucho del posterior florecimiento que tal género ha tenido en suelo hondureño (cfr. Allan McDonald) quizá esté en deuda con el inquieto dibujante. Aunque - 43 -
la nostalgia de su entrañable Guatemala le impidió gozar a plenitud del singular encanto de las noches tegucigalpenses, Rafael Arévalo Martínez, en la redacción del diario El nuevo tiempo, fue eficaz colaborador de Froylán Turcios. Clementina Suárez, la hondureña emblemática, en su temporada salvadoreña, fundó «El Rancho del Artista» que, por un tiempo, animó la vida cultural cuzcatleca. De paso, intercambió votos matrimoniales con el pintor José María Vides. Mientras que, en sus visitas a la antigua capitanía, fraternizó, entre otros, con Alberto Velásquez, Carlos Wyld Ospina, Carlos Samayoa Aguilar, Humberto Hernández Cobos, Otto René Castillo y Miguel Ángel Asturias que fue su huésped en Tegucigalpa. Sus más de cien retratos –respaldados por firmas que van de México a Colombia- pregonan su estatura continental. También sus paisanos Alfonso Guillén Zelaya, Medardo Mejía y Ventura Ramos transitaron por el Cerrito del Carmen y no sería raro que hubiesen presenciado más de alguna pieza dramática en el teatro Colón o en el Abril. Todavía falta recopilar y estudiar sus enjundiosos aportes en los diarios de Guatemala. Mediando el siglo, la salvadoreña Claudia Lars, en uno de sus tantos periplos por la tierra del quetzal, casó con el cuentista Carlos Samayoa Chinchilla. Por la misma época de la «Primavera democrática», hermanados en su gran amor por el arte, el hondureño Francisco Salvador y el guatemalteco Hugo Carrillo demostraron su talento histriónico en cuarenta pueblos de Guatemala. Francisco Salvador nunca olvidó sus días de estudiante en la vieja Facultad de Humanidades en donde, en la densa atmósfera de su cafetería (cuando el cigarrillo era imprescindible en los ambientes bohemios o intelectuales), pudo haber participado en estimulantes discusiones con Luz Méndez de la Vega, Carlos Mencos Deká, Matilde Montoya, Carlos Ziphel y García y Manuel José Arce (los dos últimos fallecieron en el destierro). El día de la inauguración de dicha casa de estudios, con un flamante Juan José Arévalo Bermejo presidiendo el solemne acto, la conferencia magistral corrió a cargo del hondureño Rafael Heliodoro Valle, uno de cuyos secretarios, en México, fue el escritor guatemalteco Alfonso Enrique Barrientos. Su connacional Otto René Castillo dejó su si- 44 -
miente literaria y, a la vez, recibió gérmenes fecundos en tierras cuzcatlecas, donde fraternizó con el imprescindible Roque Dalton, otro obligado viajero hacia inhóspitas regiones extranjeras. En 1979, con la ola eufórica que levantó el triunfo sandinista, la salvadoreña uni versal Claribel Alegría y su inseparable compañero, el escritor estadounidense Darwin J. «Bud» Flakoll, anclaron su hogar en la tierra de los lagos, que también abrió sus brazos para recibir a Franz Galich, una de las primeras víctimas de la gran represión que, en el ochenta, se abatió sobre estudiantes y trabajadores de la Universidad de San Carlos. En Nicaragua levantó las cuatro paredes de su casa y, antes de morir, dejó su gran legado: una obra narrativa como penetrante escalpelo de una realidad muy diferente a la que sus utópicos sueños proyectaron. El hondureño Julio Escoto, el salvadoreño Manlio Argueta, el nicaragüense Sergio Ramírez Mercado y los guatemaltecos Mario Roberto Morales y Roberto Cabrera (un maestro de la plástica latinoamericana), quizá, en algún momento, coincidieron en las calles josefinas. Juega en el cálculo de lo posible que Sergio Ramírez, con sano orgullo, les hubiese presentado a sus compatriotas las poetas Daysi Zamora o Gioconda Belli, proscritas, por ese entonces, de Nicaragua. Hacia los años fin de siglo, la salvadoreña Flor Alvergue, después de haber acumulado vitales experiencias en Guatemala, con mano experta, empezó a esparcir el germen del arte danzario en San Pedro Sula, ciudad en donde Julio Escoto, cierta vez que la vio bailar a la luz de la luna, renunció a su soltería. Actualmente, teniendo a sus espaldas la verde cortina del Merendón, día a día, bregan por el arte y la cultura. Horacio Castellanos Moya nació en Honduras pero, en su deambular por el triángulo norte de Centroamérica, ha dejado magistrales páginas que radiografían aspectos neurálgicos de los tres países. Hemos hablado de hombres y mujeres dedicados a la actividad intelectual o artística que, obligados por circunstancias adversas, abandonaron su suelo natal y transitaron por tierras extrañas. Como lógica salida, buscaron a sus pares. Los encuentros pudieron ser de - 45 -
días, de años o de toda la vida. En cualquier caso, se generaron situaciones inéditas en donde el acto más sencillo pudo adquirir una trascendencia insospechada. La palabra o el acto solidario como respuesta a una catártica confidencia sobre afectos vulnerados por la violencia demencial que irrumpió en sus vidas. El fragmento de un poema escuchado al azar. El eco de una melodía escapándose por una ventana. El rebelde grafiti sobre un blanco muro… Para una sensibilidad siempre alerta a las vibraciones del entorno, todo puede marcar rumbos. Abrir ventanas hacia horizontes más amplios o lanzar a oscuridades más profundas. En situación de destierro la batalla es cotidiana. Y tal vez porque operen ancestrales patrones de resistencia, el ansia de sobrevivir estimula la búsqueda de tablas o asideros espirituales que sanen heridas y se produzca un renacimiento hacia nuevos derroteros. En esencia, lazos que se tejen o destejen. Oasis momentáneos o terrenos fértiles, propicios al afincamiento definitivo. En ese ir y venir, mentalidades que se fecundan mutuamente. Rectificación o consolidación de caminos. Reacomodos mentales. En el arte o en la vida, el trazo de nue vas rutas. Auténtica polinización cultural que ha enriquecido la historia centroamericana. El anterior recuento no es exhaustivo. Casos al azar y sólo como ínfima muestra de una diáspora que, las más de las veces, ha sido provocada por las feroces dictaduras militares y sus cíclicas olas represivas. Innumerables son los casos en los que el escritor y el artista, dejando girones de sí en los escollos que se alzan a su paso, se han visto compelidos a poner tierra de por medio como desesperado recurso para salvar la vida. Sobre el exilio y sus secuelas (incluido el no menos doloroso ex exilio) hay páginas ejemplares que traducen el amargo sabor del «pan ajeno», de la «mesa extraña» y de «primaveras» que, para siempre, han quedado con «la esquina rota». Con frecuencia, la aclimatación en los nuevos escenarios ha sido ardua. Pero, de la experiencia de aquel que logró sobrevivir han brotado frutos espléndidos. La historia de la literatura de cada país exhibe un conjunto de obras que nunca se hubiesen podido concebir de haber sido otras - 46 -
las circunstancias económicas, políticas y culturales que prevalecen en Centroamérica. Ubicados en ambientes propicios, los forzados viajeros pudieron expandir su talento y accedieron, en el plano artístico y humano, a sitiales de privilegio. ¿Cómo no evocar el legado de Manuel Galich, Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Mario Monteforte Toledo, Otto-Raúl González, Carlos Illescas, Roberto Armijo o Ítalo López Vallecillo? ¿Cómo ignorar el exquisito trabajo de Alaíde Foppa en México? (Exilio con trágico final: a los tres o cuatro días del retorno a Guatemala -su madre estaba enferma- a la poeta la secuestraron y desaparecieron… El terror galopando por tierras de Centroamérica…). Apuntes para entender en qué condiciones se ha generado y frutecido el arte y la literatura centroamericana. En un párrafo precedente, César Brañas trazó una estampa de la Guatemala de principios del siglo XX. Cuando trasladarse de un lugar a otro implicaba días de camino, empleando, la mayoría de las veces, incómodos medios de transporte. Pero los viajes propiciaron el acercamiento y la comunicación. En sus gastadas maletas (tal como relata Fernando Vallejo de Porfirio Barba-Jacob), siempre portaban sus libros y manuscritos. Además, los compartían y la respuesta no se hacía esperar. Aquéllos se reproducían o comentaban en periódicos y revistas. (La labor de estas últimas fue extraordinaria; casi no había ciudad, institución o escuela que no las tuviese). En esta forma, muchos escritores se convirtieron en auténticas cajas de resonancia o correas de transmisión a través de las cuales se conoció qué rumbos tomaba la literatura de cada país. Demostraron que Centroamérica no sólo era tierra de volcanes. Baste recordar algunos nombres: Froylán Turcios, Rafael Heliodoro Valle, Alejandro Castro, Joaquín García Monge, Alberto Mansferrer (perseguido político que, en San Pedro Sula, conoció la solidaridad de la escritora Graciela Bográn), Luis Cardoza y Aragón, César Brañas, Óscar Acosta, Roberto Sosa, Pablo Antonio Cuadra... A un nivel que la mayor parte de los escritores mencionados ni siquiera sospecharon, las tareas de intercambio y difusión crecieron - 47 -
en forma exponencial. Actualmente, con la explosión electrónica que, de un día para otro, redujo el tamaño del mundo, no se necesita ni siquiera del traslado físico para establecer un contacto casi instantáneo. ¿Qué escritor, especialmente si es joven o está en la medianía de la vida, no tiene su flamante y bien diseñado blog ? Los autores de última generación –hombres y mujeres- se han labrado caminos desde la habilidad e inteligencia con la cual encararon el reto informático. Con desenfado, día a día, externan sus preferencias artísticas, literarias, políticas o simplemente humanas. Derriban ídolos; publican sus fotografías; hacen bromas; promocionan sus libros y, con frecuencia, organizan encuentros y festivales, tanto para la proyección de sus obras, como para el siempre saludable encuentro personal. Con su iconoclasia, desenfado o causticidad, desbordan ideas y creatividad. Siempre están conectados a las redes sociales. Sus máquinas electrónicas sólo entran en estado de reposo cuando sus dueños se ven precisados a conciliar el sueño. Tanto ayer como hoy, en la patria de las letras, han existido puentes y redes de comunicación. Palestras en donde se precisan y definen conceptos. Lugares de encuentro que trazan líneas de acción. Cierto para cualquier lugar del mundo, pero más cierto en Centroamérica en donde, por el pasado compartido, por las confluencias de parentesco físico o espiritual que se fueron generando en los tres siglos de la colonia o en los casi doscientos años de bregar republicano, lo usual es pensar la región como un bloque geopolítico. Como una entidad relativamente homogénea. Centroamérica, un ámbito que no es la suma de seis o siete países, sino una entidad cualitativamente distinta cuyas particularidades todavía están por dilucidarse. La literatura aporta elementos para considerar que, sin perder la singularidad de cada país, existe líneas de interpenetración en donde se difuminan las diferencias. En donde prevalece el rasgo que nos asemeja o equipara. Un común denominador es vivir en sociedades signadas por la violencia (estructural e institucional), en donde, impune, reina un terror prohijado por gobiernos autoritarios y de vocación militarista. Describir, explicar o cuestionar esa situación ha - 48 -
sido tópico recurrente desde el albor mismo de nuestras literaturas, cuando todavía la independencia de España era la meta por conquistar. Y también han sido recurrentes la censura y las inquisiciones. El caso de Simón Bergaño y Villegas lo comprueba. Fue un poeta y un periodista implacable. Antimonárquico, cuestionó a los sectores de poder en periódicos de Guatemala. El castigo no se hizo esperar. Fue capturado y se le condenó a una cárcel española; en el trayecto hacia la península ibérica, en la soledad de una prisión habanera, lo sorprendió la muerte. Para Roberto Fernández Retamar, en Latinoamérica, ha habido dos maneras de enfrentar el hecho literario. En contraposición a una literatura que deliberadamente ignora, tergiversa o manipula textos y contextos, la rama más fecunda ha sido la que escarba en el entorno y no teme mostrar sus más purulentas llagas. Cada nombre citado a lo largo de este trabajo da la razón al escritor cubano. Justamente, la persecución política y su clásica trilogía (encierro, destierro y entierro), en la mayoría de los casos, han tenido su origen en el hecho de ventilar temas que irritan a los sectores de poder: la verdad en letra de molde causa paroxismos que han hecho correr ríos de sangre. Pero la lista es incompleta. Innumerables son los autores y autoras que han calibrado la dimensión monstruosa del cáncer social que abate a sus respectivos países. Asimismo, con frecuencia, en sus escritos, como sustrato o trasfondo, se perciben anhelos de un mundo mejor. Gioconda Belli, una de las «Hijas de Sandino», según la acertada filiación que a ella, y a otras mujeres de similar temple, les adjudicó Margaret Randall, en una plática con esta investigadora, le dijo: «Yo creo en la necesidad de las utopías», frase que, sin lugar a dudas, traduce el impulso que ha determinado que mujeres y hombres, a lo largo de la historia, hayan hecho del arte y la literatura, los insustituibles mecanismos para un mejor conocimiento e interpretación del mundo. Por su parte, Roberto Castillo, lúcido pensador hondureño recientemente fallecido, frente a los entusiastas defensores del fin de la historia, y respaldándose en el utopismo presente en Ernst Bloch, Martin - 49 -
Buber, A. L. Norton, Herbert Marcuse, Lezek Kolakowski, Edgar Morin y Adolfo Sánchez Vásquez, en el umbral mismo del siglo XXI, escribió: «No estamos, pues, en la posutopía, sino en el centro de un movimiento vigoroso cuyo constante producirse nos pone ante el futuro y nos compromete con él». Ernesto Sábato lo precisa: «(…) me obsesiona lo utópico. A estos años es lo que me importa. Digo más, es lo único por lo que vale la pena escribir». Convicciones de esa índole han generado, en todas los tiempos e idiomas, incontables obras literarias. En ellas palpita la expresa o tácita propuesta de construir una realidad en donde, atacando la raíz que carcome el cuerpo social, se supere el cúmulo de males derivados de la injusticia y la depredación de siglos.
*** Lo que hemos expuesto nos ubica en algunos de los temas abordados por las autoras que aparecen en la presente antología la cual surgió al calor de un encuentro entre docentes de letras y escritoras centroamericanas que se realizó, en 2011, en la ciudad de León. Con ella culmina un ciclo de trabajo en el que fueron parte activa la Universidad de Alcalá de Henares y algunas universidades estatales de Nicaragua, Honduras y El Salvador. Y aunque es una muestra del trabajo de las escritoras invitadas a dicho encuentro, también puede tomarse como un indicativo de los rumbos por los que, en diferentes etapas, han transitado las escritoras de la región. Las fechas de nacimiento señalan claramente que pertenecen a generaciones diferentes. Y esto, como muestra, también es útil. Ellas son: Vidaluz Meneses y Gloria Elena Espinoza de Tercero de Nicaragua; Elena Salamanca y Laura Zavaleta de El Salvador y Lety Elvir y quien esto escribe de Honduras. Vidaluz Meneses es otra de las «Hijas de Sandino». Como haciendo honor a su nombre, su voz y su presencia concitan al diálogo y al equilibrio. Siempre iluminan y celebran la vida a la que visualiza - 50 -
no sólo en términos tér minos ultraterrenos. ultraterrenos. El gozo y la felicidad también son asuntos del aquí y del ahora y no los circunscribe a quienes nacieron en cuna de privilegio. A partir de un férreo compromiso cristiano, sintió la necesidad de aportar en la construcción de una Civitas Dei terrena. Por esta razón, contrariando lazos de sangre y de clase, se incorporó al movimiento insurreccional que dio al traste con la dinastía somocista, uno de las regímenes más oprobiosos de Latinoamérica. Estas circunstancias contribuyeron a definir su decir poético. Decir que emana de la vivencia del día a día. Anécdotas y con versaciones. versacion es. Encuentros Encue ntros con viejos amig amigos. os. Feminismo y solidariso lidaridad de género. El infaltable trato con la muerte. Los necesarios adioses a afectos entrañables. Recuerdos de sus días de entusiasta militancia en la revolución. Madurez en la perspectiva crítica de aquello que adversa. Expresión de la plena realización amorosa y, a la vez, de la tranquila convicción de haber conquistado la independencia emocional. Con la mirada serena de la madre que, orgullosa, cosecha ya los frutos de su sangre en segunda generación. Satisfecha por el rostro que ella misma se ha ido forjando. Poesía tan natural como fluye en el habla cotidiana. Poesía de aristas con versacionales, versacion ales, aparentemente aparen temente fácil, pero que qu e precisa preci sa muchas horas h oras de vuelo. vuelo. Vidaluz sortea sus peligros gracias g racias a su sentido del ritmo y a una especie de contención verbal que no empaña el concepto, el punto central al cual quiere llegar. Poesía que provoca la reflexión. Por lo mismo, que ilumina la conciencia. con ciencia. Representando a la ciudad anfitriona, tenemos a Gloria Elena Espinoza de Tercero, una personalidad polifacética. Su vida ha transcurrido en trato constante con la pintura, la música y el canto. En literatura, sus inquietudes la han conducido a los terrenos de la no vela, el cuento y la dramaturgia. Una obra fincada fuertemente en su entorno social, especialmente la histórica ciudad de León que, gracias g racias a su labor creativa, puede considerarse paradigma de cualquiera de nuestras ciudades provinciales. En su extensa bibliografía, abundan los personajes con los cuales cualquier lector o lectora se siente familiarizado.. Mujeres de gran fortaleza, miliarizado for taleza, columna vertebral de hogares hog ares - 51 -
y sociedades matriarcales. La infaltable e imprescindible tía soltera. El cura consejero interviniendo en familias y relaciones de pareja. Vidas dominadas por prejuicios y creencias creencias.. Vírgenes y presagios en el fin de milenio milenio.. La útil pulpería de la esquina. Los siempre lacrimosos pero entrañables tangos gardelianos. La sexualidad al trasluz de la cortina verbal. Sin faltar la fantasía en la que se esconde la crítica social y la sugerida visión de algo distinto. El chispeante giro del habla popular salpimentando la pulcritud del culto lenguaje que predomina en el texto. Tampoco podía faltar, el plato especial de la cocina nicaragüense a la que, por cierto, José Coronel Urtecho dedicó sabrosas páginas. Acoplándose a técnicas tradicionales tradicion ales de narrar, Gloria Elena Espinosa, una autora que enriquece a la literatura de la región. A Elena Salamanca le gusta proporcionar pistas falsas. falsas. En verso, verso, suele partir de una anécdota. Con hábil atrape del lenguaje y de las expectativas axiológicas que prevalecen en su generación, con frecuencia, el yo poético asume las características de una chica despreocupada y superficial. De pronto, mediante un giro inesperado, emerge la intención demoledora que los versos esconden. La autora, jugando, jugando, nos ha lanzado a profundidades pro fundidades de doloroso signo. Posee un ojo analítico y no complaciente que la lleva a planteamientos viscerales. Sus cuentos pueden provocar una sonrisa. Pero el derroche imaginativo posee un trasfondo que estremece. Tanto en prosa como en verso (en más de un texto acopla los dos géneros), el enfoque ligero, lige ro, el dato irreal o el hiperbólico detalle, detall e, constituyen sólo una máscara. Una manera de decir que, exorcizando sentimentalismos y evadiendo imágenes de canonizada factura, deviene en cáustico acercamiento a una realidad terrible y dolorosa. Una escritora alérgica a la idealización y al autoengaño. Véase, por ejemplo, el moroso regodeo en la toma de una fotografía para una cédula de identidad. Una especie de humor negro que apunta, nada menos, que al feroz torbellino de violencia que, por décadas, ha estigmatizado la historia de su país. Sin previo aviso, una lúcida crítica al entorno sal vadoreño.. Elena Salamanca, una mujer con vadoreño co n una marca de rebeldía inscrita en la frente. En conexión directa con la mejor tradición poética de la región centroamericana. - 52 -
Laura Zavaleta Zavaleta es tan joven como Elena y posee una visión de la vida menos acre. Firmemente asida a las fortalezas familiares, familiares, se visualiza enriquecida –confluencia viva- de legados antagónicos de los cuales extrae sabiduría y conocimiento del mundo. En uno de los espacios más violentos de la tierra, tal vez un subterráneo mensaje o invitación a la reflexión y a la tolerancia. Laura sabe que puede conquistar el horizonte. Para ella, los cielos todavía permanecen abiertos. abier tos. Por eso es capaz de escribir: «Yo lo miraba sabiendo que escondía / dioses en los dedos / (…) De su ombligo emergían / seres mitológicos diciéndose / el nombre de la hermosura». O este otro ejemplo: «Este pedazo de tierra es mío / sobre él pasan todos los astros existentes, cambia la luna, / yo caminaré y floreceré». f loreceré». Formalmente, también acude a la anécdota y, sin llegar al hermetismo, propende al oscurecimiento del signo verbal y a construir un lenguaje al margen de lo convencional. Indiscutiblemente, su trabajo es una muestra de la efervescencia poética que existe actualmente en su corajudo país. Auténtica y valiente valiente en su rebeldía. Son las palabras con las cuales pienso a Lety Elvir. Desde sus días de estudiante tomó sobre sus hombros la responsabilidad del mundo y decidió cambiarlo. Supo, entonces, de la acción política y del poder de la palabra. Previsible era que hiciese de la literatura su campo de batalla. Privilegia los temas del feminismo y la equidad de género. Disecciona tumores purulentos y lo hace sin anestesia. Directa en la expresión, renuncia a ponerle una pudibunda hoja de parra a las palabras palabras.. Al sexo le llama sexo y no ve razón alguna para cubrirlo, atenuarlo o disfrazarlo. Si ocurre en la realidad, ¿por qué no en la literatura?, pareciera ser el principio que la guía. De ahí, el desenfado verbal y la crudeza en el abordaje temático. temático. Algunas veces despliega la ironía y el humorismo humorismo.. Una especie de burla al pensamiento y al actuar machista. No extrañe, pues, que conmocione y despierte profundas animadversiones. Especialmente de las buenas conciencias de las cuales habló Carlos Fuentes. En la obra de Lety, como sustrato, nunca como lección moralista, un objetivo muy definido: desnudar la hipocresía y la doble moral que prevalecen. - 53 -
Lety Elvir, como la mayoría de escritores, escritoras, artistas e intelectuales del país, país, cerró filas contra el golpe g olpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya Rosales. En párrafos precedentes, al escribir «El terror galopando por tierras de Centroamérica», incluía dos términos («antes y ahora») y aclaraba que el segundo adverbio aludía a Honduras. Para atenuar la digresión, di marcha atrás y borré esas referencias.. Ha llegado la ocasión de exponer la magnitud de lo que con rencias ese «ahora» quería significar. Desde 2009, invisibilizados por una prensa integrada casi en su totalidad a los sectores de poder, los muertos y perseguidos políticos llegan a centenares. Una realidad insoslayable para entender las últimas composiciones de Lety Elvir. También También explica por qué utilicé la palabra «valiente» cuando intenté definirla. Escribir –ya lo apuntamos- se paga caro en circunstancias de dictadura o de falsa democracia. Honduras, en la hora actual, es una nación secuestrada por las fuerzas más oscuras de la historia. Que su poesía despierte la solidaridad del mundo con esa «patria vacilante e incierta», la «Honduras de la espera», según el decir de sus poetas. De uno de ellos, José Antonio Rivas, es la frase «Península del viento» la cual alude a Morazán y a Centroamérica. La escogí para nombrar mi libro porque pretendía que este fuese el testimonio de la situación violenta que, en la década del ochenta, prevalecía en toda la región. Lo concebí como un documento personal y colectivo a la vez: mi mi experiencia no era solo mía; miles y miles de hombres y mujeres podrían refrendar mis versos. versos. La primera sección refleja la gran g ran represión que, a partir de la masacre de Panzós (1978), se desató en Guatemala y la cual arrastró arrast ró a la tortura, a la muerte o al exilio, a doscientas mil personas. A quien esto escribe, la devolvió a Honduras en calidad de auténtico exilio. A esa época aluden las dos primeras secciones del libro («El círculo de hierro» hier ro» y «Los pájaros violentos»). La última («Nivel del mar») representa el momento de asentamiento espiritual, producto, sobre todo, de la solidaridad de manos fraternas que fueron surgiendo a lo largo de los días. Gracias a ello, gané un sentido de pertenencia a la patria primera, la que mi padre perdió - 54 -
cuando muy joven, en 1944, la dictadura del general g eneral Tiburcio Carías Andino lo obligó a salir de Ocotepeque y lo condujo a Guatemala: «El exilio / es práctica p ráctica vieja / en tierras de Centroamérica», escribo en el poema que dedico a su recuerdo recu erdo y a su juventud rebelde, el momento quizá más digno de su existencia. Cuando redacto estas palabras, todavía con el temblor de la evocación dolorosa, un pensamiento reconfortante cruza por mi mente: la experiencia del destierro es otro de los lazos que a él me unen. Hicimos el mismo trayecto. En mi caso, por partida triple. De Honduras, con Judit en brazos de mi abuela y yo en los de mi madre, vadeando,, en vadeando en sendas mulas mulas,, el el peligroso peligroso río Lempa, hasta llegar a Esquipulas en 1944. Luego, Lueg o, en 1981, a través de la frontera de AguacaAg uacaliente, me refugié en Honduras huyendo de la gran represión a los miembros de la Universidad de San Carlos Carlos.. La tercera vez, en 2011, el hostigamiento hostigamien to de sicarios, antes del plazo que yo me había trazado, trazad o, acortó mi permanencia en la Universidad Nacional Autónoma del Valle V alle de Sula y me obligó a la búsqueda de aires más benignos… El terror galopa aún en la península del viento… Helen Umaña En algún lugar de Centroamérica, 10 de mayo de 2012
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Lety Elvir (Honduras, 1966) Poeta, ensayista, crítica literaria y narradora. Licenciada en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, UNAH. Graduada como Profesora de Español, por la Universidad Pedagógica Nacional "Francisco Morazán"; diplomada en Literatura española, Madrid, 2001. Candidata a Doctora en Letras y Artes en América Central. Además, Fulbright Scholar In Residence, en Delaware State University, DE, 2006-2007. Cátedra Estudios de la Mujer. Profesora del Departamento de Letras de la UNAH, desde 1996. Como narradora ha obtenido el Primer Lugar en el Certamen Internacional de Cuentos de la Universidad Nacional de Costa Rica, UNA-CR (Sede Brunca), 2002. Obtuvo una mención Honrosa en el I Concurso Mundial de Poesía Erótica, Lima- Perú, 2007; recibió en Honduras el “Premio a cuatro voces” 2010. Co-fundadora del Taller literario "Casa Tomada" y de la Asociación Nacional de Escritoras de Honduras , ANDEH. Directora fundadora de la página literaria “Poesía Nómada/ Nomade Poetry”, del semanario bilingüe El Tiempo Hispano, del Estado de Delaware. Miembra del Comité de Dictaminación de Géneros, Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género, Universidad de Colima, México. Ha publicado los poemarios: Luna que no cesa , 1998; Mujer entre perro y lobo, 2001; y el libro de cuentos: Sublimes y perversos, 2005. Sus escritos han aparecido en varias revistas, periódicos, antologías y libros de Centroamérica y otros lugares. - 57 -
Mi casa
Mi casa está llena de letras, vacíos poemas sin nombre y lunares perdidos. Del libro Luna que no cesa , 1998
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Caperucita La abuela ya me había alertado sobre lobos y otros riesgos. Entraba al bosque con muchas flores y prudencia, siempre salía ilesa. Pero, un día cuando más dudaba de su existencia, encontré uno de ojos suaves y cansados -sin un un pelo de lobolobose echó en mi regazo... Cuando desperté, había devorado hasta mis esquemas. Del libro Luna que no cesa , 1998
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Existen versos A los familiares de los desaparecidos desaparecidos en Honduras Existen versos que trascienden las esquinas del papel: parir una hija o un hijo morir de hambre o amor en los estertores del siglo veinte. Asaltar tu piel besito a beso. Enviernizar con pañuelos blancos la plaza de La Merced, atizar el alma para que no anide olvido ni indiferencia. Llorar por los cuerpos huérfanos de sita y ataúd. Desgajar el tiempo a torrentes tor rentes,, a pedradas, de ese reloj colonial en pared de colonia nueva y poner nuestra hora. Del libro Luna que no cesa , 1998 - 60 -
Luna que no cesa Madre solitaria te nombro búfala de Venus espejo de mar. Estás completa vacía, siempre adolescente sobre los hombros del ocaso -un día ya no serás samaritana apedreada-. Multiluna única, incesante como la muerte, la mujer, la vida. Igualita que mi América Latina. Del libro Luna que no cesa , 1998
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Imperfecta dama Él quería tener mujer con día y noche mañanitas de aderezo domingos de pastel. Una cocina blanca paredes sin agenda mujer de azúcar ovejita oveji ta de algodón. Sabihonda en medidas exacta al caminar puntual en la cita precisa en el acierto perfecta en el orgasmo sin amor Pero ella solía ser metáfora al ajillo ambigüedad al tiempo agua entre las manos punto de fuga en el retrato del despiste sexo y amor imperfecta dama mujer entre perro y lobo. perr o y lobo, lobo, 2001 Del libro Mujer libro Mujer entre perro - 62 -
Exorcismo Vaciar, exhalar sacudir hasta lo invisible que todo resbale como agua de lino. Voy a vomitar quitarme la ropa dejar las maletas quedarme liviana. Es mi éxodo expulsión expresa hoy me amo más. Del libro Mujer entre perro y lobo, 2001
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El puente He tenido que morder piedras morir un poco dejar la soga para otro día remar, remar marchitar olas hasta cruzar el puente sin que se partiera en dos. Del libro Mujer entre perro y lobo, 2001
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La historia rota A Camille Claudel
Con sabor a locura se va contando los dedos hablando quedito para no herir la lluvia Con sabor a locura se va cortando el cabello lloviendo despacito para no ahogar la Luna Con sabor a locura se va tragando el deseo sorbiendo a poquito todo el bar de dudas Con sabor a locura se va desnudando bailando en penumbras al que ya no la espera se ha ido en silencio robó su cuarto, su nombre - 65 -
también los aplausos Con sabor a locura se dibuja la mente lagartos sus brazos serpientes sus pechos Venus, la del saurio monte pájaros sus manos amapolas sus ojos tucanes los pies sus nalgas son olas aluvión sus ideas quetzalcoatl su lengua de barro sus piernas cintura choques eléctricos ¡callate, loca! Su piel, sabana mármol para que el fantasma esculpa su firma escupa su semen Con sabor a locura se va escribiendo la historia con palabras mudas ciegas camisas de fuerza
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Con sabor a locura vamos todos por el mundo aplastando sonrisas caballitos azules. (Inédito)
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Murallas de amor Cadáveres sobre cadáveres rodeados del zumbido de las moscas de las balas y el terror es lo que queda de tu pueblo, mi Dios hastiada estoy de holocaustos sitiada y asolada tu ciudad está por ladrones, prevaricadores y asesinos todos aman el petróleo y el soborno poné tus manos sobre ellos danos las murallas de amor. (Inédito)
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Ustedes Ustedes, los que dejan hablar un rato y luego mandan callar, masacrar y desaparecer ustedes que entregaron Palmerola, la dignidad ustedes, los que un día no tenían nada ahora tienen todo lo que no les pertenece. Ustedes, los que roban a los pobres no tendrán paz ni para comer ni para amar, ni para dormir. Ustedes, usureros que invierten uno y sacan millones ustedes, los mismos que robaron los padres y las madres a los niños y a las niñas de Honduras y en emigrantes los convirtieron ustedes que como perros y buitres hambrientos caen sobre las remesas de los exiliados del hambre y desempleo de los que a la desesperación sometieron y cruzaron los desiertos, los trenes y las muertes para trabajar como esclavos y sirvientes ustedes que amasan sus fortunas y levantan sus castillos con la sangre de los pobres .
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Ustedes, los que no creen que la voz del pueblo es la de Dios pero el pueblo lo sabe, alza su palabra y dice: Mi palabra acusa tu maldad, yo convoco a todas las familias y vendrán una a una y construirán multitudes y destruirán la larva de la corrupción y corregirán al ladrón y doblegarán la soberbia de los que se adueñaron de la voz de los que se alejaron del camino de la decencia violaron las leyes, se llenaron de condecoraciones y azotaron a las hijas y a los hijos del pueblo. Ay de aquellos que no creen que las montañas encierran lava y fuego, entre otros misterios. Ay de ustedes, los que construyeron caminos de dolor y aflicción los que atraparon la esperanza y la educación, ustedes que amontonaron el oro y la plata ustedes que todo lo borran o incendian que todo lo tapan como el gato a su pestilencia ustedes que hacen las leyes para irrespetarlas que piden el voto y luego traicionan a quienes se los dan ustedes que se reparten la patria cual si fuera un pastel de fresa y chocolate ustedes que fruncen el ceño y llaman la policía - 70 -
cuando la juventud se amotina o las mujeres se rebelan o cuando los campesinos e indígenas reclaman la tierra o los fiscales en huelga de hambre, la decencia ustedes que comulgan y se liberan de pecados los domingos después del futbol a cambio de la bula o la burla de los dioses ay de ustedes, los que se reúnen en la sombra a preparar la siguiente mordida al famélico y al desnutrido. Ustedes no tienen nombre ni partido -pero sabemos sus apellidosustedes no tienen raza ni religión pero adoran el dinero, su único dios. Ay de ustedes que nos roban el reino de la tierra y nos piden que esperemos cabizbajos por donde salen la Luna y el Sol ay de ustedes, los que han olvidado que abundan las agujas y sus ojos les esperan ay de ustedes, los que ven la copa de un sombrero donde en realidad hay un volcán ay de ustedes, los que olvidan que aquí hay hambre de justicia y pan, que todo lo que inicia tiene su final. (Inédito, 3 de mayo de 2008)
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Algunas íes sobre el golpe de estado Estos muertos, estas muertas ya han huido de la muerte los asesinos jamás podrán huir de sus víctimas, aunque desconozcan del remordimiento y las culpas. Y de las cavernas salieron con decretos y metrallas con dictámenes y palos con perros y cadenas con cinismos y mentiras con gases y tanquetas y vinieron hasta aquí. Demonizaron libros, bibliotecas transformaron el significado de las palabras (sucesión constitucional por Golpe de Estado dictadura por democracia bala de goma por balas que matan cuatreros chusma y mareros por defensores de la patria son tan sólo unos ejemplos) cambiaron el nombre de las calles y las vistieron de blanco por fuera -mugre por dentro- 72 -
y las pintaron de rojo cadáveres mujeres violadas costillas hígados pulmones de espaldas flageladas manos y piernas fracturadas dientes brazos y zapatos quebrados. Para entonces ya se habían adueñado de gran parte del país de las aceras, las plazas, puertos y universidades de las urnas, las armas, los ríos y los mares de los surcos del espacio, los Mass Media y del aire de la leche de la infancia y los Derechos de las mujeres del Código del Trabajo y la Constitución de la República de las tierras de indígenas, campesinado y garífunas de las fichas de los jugadores y la sobriedad de los hombres de los trapitos de la justicia y los legisladores de los aeropuertos clandestinos y también los oficiales (pero no pudieron robarse la alegría, la esperanza el ejemplo de Morazán y Lempira Visitación Padilla y muchas más). Y a pesar de tanta sangre derramada sobre el pavimento, la maleza, los cañales sobre la tierra polvorienta o en postas policiales sobre el piso de alguna cárcel o casa de torturas - 73 -
en el sótano del Congreso, en ambulancias u hospitales, este pueblo se levanta, camina y marcha sobre el siglo XXI resiste, se enoja y canta rescata a Honduras y renueva al mundo. (Inédito, 21 de octubre de 2009)
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Debajo de un manzano te desnudé
I Debajo de un manzano te desnudé chupé tus pezones y entre los vellos de tu pecho mi lengua enredé. Vi tu carne creciendo como una amapola de roca firme y dulce fue tu beso en mi beso como la leche y miel y tibio fue tu sudor sobre mi sudor como vino puro. ¡Oh, mi Dios! nunca apartés de mí este paraíso.
II Al caer la noche mi cabello envuelve el cuerpo de mi amado derramo mi perfume sobre sus pies su cabeza, su boca y el lunar de su espalda y él me pide más. - 75 -
Que nadie lo impida que nadie se meta ni siquiera la muerte que aguarda por él. III Entré a la casa de mi amado y sobre sus piernas me senté sus manos cual hábiles palomas desgranaron una a una las mazorcas y juntos conocimos que las mejores tierras tienen siempre al lado suyo un río o las cicatrices de un volcán IV Acostada en mi lecho mi amado me encontró acarició mi rostro mamó mis pechos, mi clítoris y su lengua hablaba en ninguno -y todos los idiomas lamió mis entrañas llenas de tierra y espinas sangraron sus venas. Ya sé que no es fácil amarme -le dije. Tampoco es fácil quererme a mí -me respondió su voz - 76 -
y la corona se quitó, desató sus pies y de nuevo me conoció. V Me acordé de vos, amado mío y al bosque a buscarte corrí me gusta el brillo de tus dientes la pelambre de más en tu cuerpo o el pelo de menos en tu frente me gusta el hambre de tu boca la fuerza de tus garras y el olor de tu semen. Por eso siempre vuelvo a devorarte el corazón. VI Mi amado se ha ido enferma de amor estoy me acuerdo de sus amores más que del vino me acuerdo de sus sabores más que del pan y el trigo. Díganle que se devuelva pronto que desnuda lo busco por toda la ciudad VII Tus besos no vienen, amigo mío y las orquídeas aún tienen tu nombre - 77 -
apresúrate a volver que otros besos podrían borrarlo mas yo no quiero aún llueve fuego sobre Bagdad. ( Inédito )
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Un asunto de olores y honores Dos años de casados, los más felices de sus vidas. -“Amor, estoy embarazada”. Él saltó de alegría, besó la barriga de su amada y habló como niño de dos años para conversar con el ser del otro lado de la piel de su mujer; le prometió carros, montar caballos y muchas novias por conquistar. Ella, cada mañana, puntualmente a las seis, es un solo vomitar: bilis verde, bilis negra, bilis amarilla, casi, casi, el hígado entero; pero no había que preocuparse porque esos síntomas desaparecerían después de los tres primeros meses de gestación, decían todos a su alrededor, y así lo pensaron ellos también. Pasaron los tres meses, Sara comenzó a engordar de la cintura como globo de anuncio navideño, dejó de mirarse al espejo porque la del reflejo era una perfecta desconocida, con ojeras, encías sangrientas y un tufito a hierro que le salía en cada exhalación. Definitivamente, esa no era ella, sin embargo había dejado de vomitar, excepto si sentía olor a grasa o a pollo frito; cuando esto sucedía, Sara le daba la razón a los rumores que circulaban y decían que las mafias de narcos y asesinos de pollos se habían apoderado de la nación, las pruebas se basaban en que las drogas y las comidas rápidas a base de pollo frito se vendían por doquier. Todo olía a pollo frito, hasta su marido, Adriano, había comenzado a transpirar ese mismo olor. La ciudad, el país entero eran un grasiento, drogado y asqueroso pollo frito. Con el transcurrir de las semanas, la situación se volvió tan difícil que Sara le pidió a Adriano que durmieran en camas separadas porque ya no soportaba su olor. Adriano la miró estupefacto, con una pregunta en la boca: - 79 -
—¿Estás loca, Sara? mi papá me dijo que el hombre de la casa jamás debe abandonar su lecho conyugal porque pierde el honor, y no dormiré en otro lugar que no sea con mi mujer, que para eso me casé. —Por favor, Adriano, esto es superior a mí, no lo puedo controlar, dormí en el otro dormitorio —suplicaba Sara a punto de llorar. Adriano intenta abrazarla, ella siente el olor y sale al baño a vomitar. Adriano no entiende, pero tiene claro lo que le dijo su papá. Sara siente que lo odia. Lo odia, se lo dice en cuanto lo ve llegar cada tarde después del trabajo, se lo repite cuando lo ve meterse en la cama. Adriano está desencantado, ya ni del bebé se acuerda, no tiene cabeza para nada, tampoco tiene ropa planchada, ni lavada, porque el olor está ahí y Sara odia ese olor y con la nariz tapada echa en bolsas de basura la ropa sucia de Adriano. Él apesta, él es el culpable de su estado, él la rechaza, así lo siente ella. Nadie lo duda, están en crisis. La familia de Sara, la suegra de Sara, las cuñadas y cuñados de Sara, todo el mundo sufre por la suerte de Adriano. -Hijo mío, un hombre no puede estar solo, mejor búsquese otra compañía que lo cuide como un hombre se merece, yo no lo traje al mundo para verlo sufrir —le recuerda la suegra de Sara entre lágrimas, a Adriano. Los días han seguido su curso, ya pasaron siete meses y en cada esquina se vende pollo frito, es como si todo golpe cayera en el tropezón. Adriano es el culpable, insiste Sara, si no fuera por él, no estaría embarazada, Adriano malo, Adriano apestoso, Adriano necio, que no se sale de la cama... y Sara lava las sábanas cada mañana. Adriano no entiende, está herido; Sara no entiende, está herida. Adriano se marcha de la casa, Sara cambia las sábanas. Adriano no vuelve a casa, nueva dama lo acompaña. Sara está sola, Sara cambia los pañales. - 80 -
Comunes y corrientes Helen era una mujer común y corriente como cualquier otra mujer, felizmente casada, hasta que un día encontró a su esposo encima de la empleada doméstica. Este, al verse descubierto, la puso a escoger: o aguantás o te vas. Helen aguantó, pero las ganas de hacerlo chanfaina o picadillo. Agarró sus pocas pertenencias, regresó con sus padres y comenzó a trabajar en la farmacia de Lorenzo. Lorenzo era un hombre común y corriente como cualquier otro hombre soltero, poseía la velocidad de un colibrí para viajar de flor en flor. Ninguno de sus amigos contaba tantas aventuras y anécdotas con mujeres como él: “lo que más me gusta es que me la chupen” , les decía entre carcajadas y cervezas. Sin duda, Lorenzo era un hombre felizmente soltero, hasta que embarazó a Helen. El padre de ella al saber que sería abuelo de nieto sin padre llegó hasta la farmacia con un revólver en mano y lo puso a escoger: o usted se casa con mi hija o yo lo mato a usted. Por supuesto, semanas después hubo boda con champagne. Pronto se regalaron tres retoños más. Lorenzo recibía la noticia de cada embarazo con un ¡Puta, Helen, otra vez no te cuidaste!; por su parte, Helen sólo sonreía y se encargaba de tenerlo siempre contento. Ella sabía todos sus gustos y preferencias, y lo complacía. Esta vez nadie le quitaría a su marido, ni al padre de sus hijos, ¡no faltaba más!, que para eso aplicaba estrategias comunes y corrientes: contrató a una empleada varicosa, con labio leporino, más arrugada por desnutrida que por flaca y le impuso con rigor llevar diariamente un delantal estampado con vegetales, esos frutos de la naturaleza que Lorenzo tanto aborrecía. - 81 -
Helen pasaba pendiente de que la casa estuviera limpia, brillante, olorosa, sobre todo a la hora en que Lorenzo regresaba, para que esa fuera el aposento añorado, el descanso del guerrero. Todos los días de la semana se servían platos de comida italiana, las pastas eran el manjar preferido del señor de la casa, que cada día engordaba más y más hasta parecer un cerdo listo para la cena de Navidad. Y en la cama, Helen era la amante perfecta, nunca decía no a nada, nunca tenía jaquecas ni cansancio; además, Lorenzo no generaba agotamiento muscular, él era como el correcaminos: ¡bip, bip!... ¡bip, bip!, cuatro bips, bips y terminaba su función, después comenzaba a roncar. Helen, por si las dudas, porque hay mujeres que adoran a los gordos, nunca dejó de trabajar como asistente de Lorenzo en la farmacia, ni siquiera en los días de las dietas de posparto; era un sacrificio en nombre del amor y de cuidar sus intereses: a los hombres no se les debía dejar ni un momento solos . Tampoco descuidaba su apariencia física, comía poco, tenía una especie de gimnasio en su casa que casi no usaba y para el cumpleaños de Lorenzo le regalaba un aumento de tamaño y firmeza de sus senos- los de Helen- con pequeños agregados de silicona ¡Cómo amaba Lorenzo esos inmensos pechos! Para cerrar la estrategia con broche de oro, Helen se hizo una liposucción. Dos kilos de grasa fueron desalojados de su cuerpo en un santiamén, pero juró no volvérsela a hacer nunca más porque por culpa de ella se había tenido que quedar en la cama varios días, inmóvil por los dolores, alejada de Lorenzo más allá de lo prescrito. Con la grasa extraída, Helen se mandó a fabricar una veintena de jabones de diferentes olores y colores, unos eran de canela, otros de avena, o almendra, o naranja, o zanahoria, unas verdaderas piezas de arte postmoderno que una vecina colombiana hacía para exportar, y cada uno de ellos fueron colocados en lugares estratégicos de la casa como aromaterapia. Cuando los insectos comenzaron a devorarlos, Helen los guardó cuidadosamente y uno a uno fue entregándoselos a Lorenzo para su baño diario. No había sensación más estimulante ni generadora de tanta seguridad como la de poseer cada poro de Lorenzo las veinticuatro horas del día. - 82 -
Quizá esta estrategia parezca cansada, pero Helen y Lorenzo siguen felizmente casados.
Diario de guerra: el diario de Rebeca
“Tengo hígado, estómago, dos ovarios, una matriz, corazón y cerebro, más accesorios. Todo funciona en orden, por lo tanto río, grito, insulto, lloro y hago el amor. Y después lo cuento.” Ana María Rodas. Viernes
27 de septiembre de 2002, 8:00 p.m.
Me urge. Es urgente que me lo cuente a mí misma, necesito escucharlo de mi propia voz, a nadie quiero importunar con cosas que me pasan porque luego cambio de opinión. Lo que ahora me parece grave, mañana me provoca risa. Además, algo de mi situación le comenté a Vero y se puso a llorar, claro, ella lloraba por verse en mi espejo, cuando lo mío es nuevo, lo de ella ya es viejo; cuando lo mío sea cosa pasada, lo de otras será nuevo: es la infinita cadena de las pérdidas. Ayer se fue Reynaldo. Mi corazón está herido, no sé qué haré sin él, sin sus medias asomándose por debajo de la cama, sin la mancha vertical que deja el encuentro de sus nalgas en el centro de sus calzoncillos. Suena tonto pero es verdad, desde que vivimos juntos cambió mi rutina por otra rutina, una no se acostumbra del todo a esos detalles poco eróticos pero esa es la ley: el hombre se junta con - 83 -
una mujer, la mujer lavará los sucios de él. Eso es parte del contrato social y sexual. No se firma, pero está dicho de antemano, es lo lógico, lo natural, es como un premio por tener hombre a tiempo completo. Creo que moriré sin él. (Lágrimas, muchas lágrimas). Sábado 28 de septiembre de 2002, 9: 00 a.m.
Hoy me he despertado con el sabor de Reynaldo (Rey, para los íntimos) pegado en el paladar de mi boca. Rey decía que yo hacía el amor como estrella, nunca me aclaró si era estrella de Rock, de mar, de cine o de cielo, o como alguna ex novia con ese nombre. En todo caso, los méritos eran suyos porque el de la experiencia y el que sabe es él, pero cuando se fue me gritó que yo no sabía hacer el amor, que había encontrado a otra mujer que sí lo hacía como estrella. De nada me valió aferrarme a sus piernas, guindarme de sus pantalones, besar sus tobillos hasta quedarme doblada, con la cabeza en el piso, mientras él jaloneaba sus piernas y repetía: “Re - be – ca, vos – no - te - nés - dig – ni - dad”. Dignidad, dig-ni-daaaaaaaaaad. Tengo grabado el retumbar de puertas que dejó a su paso y el sonido del manojo de llaves del apartamento. Volverá, sé que volverá... No sé qué haré sin él. ¡Creo que moriré!. (Lágrimas, muchas lágrimas). Martes 24 de diciembre de
2002, 12:00 a.m.
Odio la Navidad. ¡Brindo por la muerte! Rey no ha vuelto. Martes 31 de diciembre
2002, 5:00 p.m
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Reynaldo sigue sin volver. Anoche soñé que yo era una mariposa atravesada por un alfiler de cabecita amarillo pálido, pegada en el álbum de un muchacho filatélico que soñaba que era un rey. Jueves 2 de enero 2003, 8:00 a.m.
Estoy viva. He cambiado de empleo, el lunes comienzo a trabajar. Lunes 6 de enero de 2003, 6:00 p.m.
Hoy inicié mi nuevo trabajo, me gusta lo que hago, siempre soñé con escribir reportajes en una revista literaria. No pagan tan bien; pero, mientras me gradúo en la universidad ¡pasa!. Viernes 14 de febrero de 2003, 5:00 p.m.
Estoy en el café de un centro comercial, desde aquí veo a los hombres que pasan, me gustan los que tienen las nalgas redondas y las piernas largas como Rey. Me pregunto si harán el amor como él. Viernes 14 de marzo de 2003, 9:33 p.m.
Lo he confirmado. Un poco más, un poco menos, pero en general hacen el amor como él. Me pregunto si los hombres de nalgas planas y piernas no tan largas hacen el amor como Rey. Sábado 26 de abril de 2003, 11:00 p.m.
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Lo he confirmado, ninguna novedad. A veces mejor, a veces peor, en definitiva lo hacen como él. Todos dicen lo mismo, que hago el amor como una estrella, que mi vulva es bella, aunque a veces ni la miren, ni sepan encontrar el clítoris, mucho menos el punto G. La educación sexual en este país es un atentado en contra del placer de las mujeres y de los hombres, ellos también, a veces, tienen que fingir orgasmos; en las mujeres ese fingir ya es una pandemia, tendrían que oír nuestras conversaciones para saber la verdad. ¿Alguien querrá escucharnos? Jueves 1 de mayo de 2003
Después de conocer a varios hombres, después de haber estado hoy con Felipe, después de todo, me pregunto si habrá alguno que no padezca alguna disfunción sexual, o que no pida antes o durante el orgasmo que yo le asegure y le jure que él es el rey, que su pene es el mejor entre todos los penes. Antes, yo creía que sólo Rey era así, y no es que esté malo que quieran elevar su autoestima, todo lo de sus cuerpos me encanta, pero me parece un poco curioso que no quieran saber qué pienso sobre otras partes de su cuerpo, como sus nalgas, su pecho, sus labios, sus piernas, sus testículos, sus pies... Domingo 22 de junio de 2003, 9:00 a.m.
Anoche conocí a César en la fiesta de Fátima, se ve interesante. Le acepté su invitación a cenar el próximo sábado. Miércoles 25 de junio de 2003, 9:00 a.m.
Hoy ha sido un día abominable en mi trabajo. Antes no había querido hablar nada de esto, era como meter ratas en mi diario; pero los - 86 -
diarios son esto, para botar, para sacar las emociones más íntimas y que nadie se entere. En mi empleo la mayoría son hombres, desde el primer día de trabajo supe que no me agradarían: El otro reportero, Pancho Mumbrález, piensa que la mujeres somos “agujeros complacientes”, “ricas sólo violadas”, y cuando la mamá de sus hijos llega a visitarlo al trabajo se pone más nervioso que una gelatina, es el ser menos auténtico y más despreciable que he conocido. Aristóteles, el del financiero, dice que somos lunáticas y brutas, que por eso prefiere la amistad de los hombres; jamás había conocido un maricón que odiara tanto a las mujeres. Calín “el curador” pasa de chisme en chisme, su malestar conmigo es porque no le gusta mi manera de escribir, considera que soy muy subjetiva, que redacto casi siempre en primera persona y me involucro demasiado con lo que investigo, que hago los reportajes como si fueran poemas “pésimos poemas, sin metáforas, esas tatascanes de las figuras literarias...”; sin embargo, hoy lo encontré masturbándose en el baño mientras leía mi nuevo reportaje, la envidia lo está matando. Los demás no son más que risitas despectivas, celebradores de las majaderías de esas ratas gordas. Mis otras compañeras prefieren hacerse las desentendidas, dicen que a palabras necias, oídos sordos. Yo... es que no aguanto el asco. Pero lo de hoy fue el colmo: robaron y escondieron mi agenda, des-configuraron mi computadora; paso que yo doy, paso que comentan y debaten. Creo que renunciaré. Este trabajo ya es una cárcel, menos mal que existe el afuera y que no todos los hombres son como esta caterva de roedores. ¡Qué alivio después de vomitar, para algo sirven los diarios! Viernes 27 de junio de 2003, 7:15 p.m.
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Cambié de idea. No voy a renunciar, este trabajo y este puesto me los gané en concurso, nadie me ha regalado nada. Supongo que no nací para andar complaciendo a nadie, por cada bofetada que me den, dos les devolveré. Me iré cuando más me convenga, cuando pueda ofrecer mi fuerza de trabajo a un mejor postor. ¡Viva el Capitalismo! Atentamente, La mejor im-postor-a. Domingo 27 de julio de 2003, 8:00
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Creo que estoy enamorada. César me hace feliz. La poliandria en suspenso. Sábado 23 de agosto de 2003, 11:23 p.m
Hoy supe que César está casado. No entiendo por qué a los hombres les gusta tanto jugar a las escondidillas. Aman y dependen de la comodidad del matrimonio pero no están enamorados de sus esposas. ¡Ah, las esposas!, esas bellas/ feas durmientes/ fingidoras. ¡Ah, las amantes!, esas bellas/ feas durmientes/ paréntesis; ¡Ah, los esposos, ah, los amantes! Paréntesis ellas, paréntesis ellos. ¿Y voy a llorar?. ¿Seguiré con él? Tal vez sí, quizá no. (Bostezos, muchos bostezos). Lunes 25 de agosto de 2003, 11:00 p.m.
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Alguien ha estado entrando a mi apartamento desde hace varios meses, mi diario ha sido profanado. Estoy segura que es Reynaldo, además de mí sólo él tiene llaves. Jueves 28 de agosto de 2003, 6:00 p.m.
Ayer conocí a un estudiante de Ingeniería, se llama Octavio. Hace el amor como estrella, como decía Rey. Viernes 29 de agosto de 2003, 11:55
p.m.
Octavio me presentó a su primo Julio. Julio está guapo, me regaló su tarjeta de presentación con un mensaje: “Por favor, llámame”. Si le interesa que me llame él. ¿Qué tal si lo llamo yo? ¿Por qué no? ...
Domingo 31 de agosto de 2003, 9:00 a.m.
Julio hace el amor como estrella. Tiene novia y pronto se casará. Dice que Marieta, su prometida, estudia en el extranjero y regresará la próxima semana. Martes 2 de septiembre de 2003, 9:27 p.m.
Me siento mal, hoy me equivoqué con los nombres. Dije Julio en vez de Octavio, o le digo Octavio a César. Es difícil, la próxima vez, antes de pronunciar un nombre lo repetiré mentalmente. (Concentración, mucha concentración). - 89 -
Sábado 6 septiembre de 2003
Hoy acompañé a Julio al aeropuerto para recibir a Marieta, pues al pobre le robaron su carro. Ella es simpática, hacen buena pareja, me gustó su estilo alegre, le va bien su especialidad de diseñadora de interiores; si hubiera un color para nombrarla yo le daría el naranja. Quedamos en almorzar mañana, los tres, en el hotel que acaban de inaugurar en la ciudad. Lunes 15 de septiembre de 2003, 8:00 a.m.
Pronto vendrá Marieta a terminar la nueva decoración del apartamento. Dice que es su regalo de cumpleaños. Cómo pasa el tiempo, pronto cumpliré los veintitrés. Martes 16 de septiembre de 2003
Marieta hace el amor como una estrella. Tiene las piernas largas y la mirada triste como Reynaldo, pero realmente son incomparables. Dice que los hombres tienen nombre de reyes y nosotras, de vírgenes. Hombres y mujeres, temas ineludibles. Reímos y conversamos hasta el amanecer. Viernes 19 de septiembre de 2003
RE-BE-CA:
NO TENÉS DIGNIDAD Tu Rey . Viernes 19 de septiembre de 2003, 8:00 p.m.
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Reynaldo estuvo aquí hoy. Escribió lo anterior en mi diario, no entiendo por qué no renuncia a las llaves. Sábado 20 de septiembre de 2003, 4:30 p.m.
La vida te da sorpresas... Hoy me contaron que Rafael Leonardo, uno de mis ex, es un estafador, un vulgar ladrón y un acosador de muchachos. Lo que haga con su cuerpo me tiene sin cuidado, ¿sin cuidado?, pero acabo de corroborar que me robó los condones femeninos, la piedra que Jhon me trajo de la Luna, las bragas comestibles que me regaló Bill, el collar del sex shop que me negué a usar con George porque tenía cara de asesino en serie, las confesiones de Rousseau y el nuevo Kamasutra. Rafael ele, maldito ladrón. ... Sorpresas te da la vida. Sábado 20 de septiembre de 2003, 1:00 p.m.
¡Qué susto! Rey estaba en la casa cuando llegó Alejandro, pero no hizo nada más que esconderse en el ropero y espiar todo desde ahí. Creo que disfruta verme hacer el amor con otros. Después de que Alejandro se fuera, salió de su escondite con su mirada exclusiva, insultante y deseante. Levantó la sábana que me cubría, se metió en la cama, besó, chupó mis genitales aún calientes y absorbió todo el semen de Alejandro; me penetró con la ricura de hace años, mientras balbuceaba a mi oído: “Rebeca, vos no te-nés dig-ni-dad”. Eyaculó al instante. Me devolvió las llaves en cuanto se las pedí. Sábado 27 de septiembre de 2003
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Hoy es mi cumpleaños, nunca antes había recibido tantas flores. ¿Será que estoy muerta, como el año pasado? No, estoy más viva que nunca. Viernes 4 de octubre de 2003
Hoy es la boda de Marieta y Julio. Marieta está preocupada por mí y me preguntó si yo estaba bien. -¿Cómo me siento? -Bien, a la gente le gusta casarse, qué le vamos a hacer. -¿Bien, Rebeca? -Un poco enamorada, un poco poeta, un poco loca: “muerte amarte amor mátrix la mar mortaja Mater mortem postmortem amame después de la muerte amarte madre matriz amarme muerte ” A veces siento que nadie podrá tocarme el alma ni el cuerpo si no me ama como mi madre, si no me acaricia como Marieta. Lunes 6 de octubre de 2003, 4:00 p.m.
Marieta y Julio vinieron ayer para despedirse de mí, vivirán en Miami. Todavía no lo puedo creer, vivimos tiempos nuevos, mi cama fue buena para tres. ¿Qué sentí?
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Placer, celos, mucho placer, muchos celos, placer, celos, placelos, mucho pla- ce... Viernes 10 de octubre de 2003, 12:00 p.m.
Hoy nacieron los hijos de Luna. Estoy feliz y no estoy segura por qué. Miércoles 24 de diciembre de 2003, 11:30 p.m.
Rey quiere que volvamos pero yo ya no estoy. Brindaré por él, por la Navidad, por sus alegrías y por sus tristezas. Brindaré por las mariposas sin dueño y sin dignidad. Miércoles 31 de diciembre de 2003
Es agradable la sensación de sentirme sola en la privacidad de mi habitación, sin espías, sin tener que mentir hasta en mi diario íntimo; ahora sí podré escribir sólo para mí, dejar el diario en cualquier lugar, abierto en cualquier página o en cualquier renglón a medio comenzar. Este diario queda abierto… (Cuentos de Sublimes y perversos , 2006)
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Gloria Elena Espinoza de Tercero (Nicaragua, 1948) Escritora Licenciada en Humanidades por la UNAN-Managua, graduada de Honor. Es profesora de Educación Media especialidad Ciencias Sociales con mención de Honor. Ha publicado diversas obras como: El mundo de Cuxi . Ed. Universitaria UNAN-León, Nicaragua, 2011; Aurora del Ocaso. Ed. Universitaria. UNAN-León. 1ra. Edición. León. Nicaragua, 2010; Sangre atávica Ed. Universitaria UNAN-León, Nicaragua, 2009; Gritos en si- lencio Ed.Universitaria. UNAN-León, Nicaragua, 2009 o Túnica de lobos Centro Nicaragüense de Escritores, Nicaragua, 2005 entre otras. Fue nombrada Hija Dilecta de la ciudad de León en el año 1988. Es miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua desde 2007 y del Centro Nicaragüense de Escritores desde 2008.
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La casa de los Mondragón24 (novela), fragmento La tela de punto en el sofá En ti subió el deseo los más altos peldaños. Yo era la rada abierta y tú llegaste: barco de mediodía y lluvia, tibio beso de nácar, mujer cuyo perfil canta en mi sangre y vibra. Eliseo Carranza
La muerte de Lucrecia fue un dolor que se impregnó en la endeble fortaleza de Lidia. Esa pérdida desprendió parte de su ser llevándoselo a la tumba. A Rolando le desesperaba su ausentismo. Pidió a la tía Prudenciana cuidar al niño, por supuesto que a escondidas de don Venturita. Rolando debía trabajar y desde el amanecer, se percataba de su ausencia. Su esposa iba a llorar al cementerio, apretando su muñeca de trapo con ojos permanentemente asustados. Parecía empeñada en sustituir a la llorona. Conversaba con Lucrecia yaciente en la tierra. La cubría de flores marchitas, nuevas, silvestres, pequeñas y grandes. Enfermaba con su comportamiento. Lo volvía loco, porque, deseándola intensamente no podía tocarla. A Lidia le parecía sacrilegio gozar de los placeres y entrega de su amor recién muerta su madre. En el cementerio le contaba sus temores, el sufrimiento padecido desde su muerte, antes de su muerte y desde que nació. Prácticamente, la hacía culpable de su dolor intemporal. Lloraba desde que se levantaba de la cama. Parecía ángel de luto, podría ser el serafín de algún poeta triste; porque lucía descuidada y errante con las alas caídas en la calle que conducía al panteón.
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Doña Carmelita de vez en cuando la acompañaba creyendo que era ángel de la noticia. La miraba volando con alas azules, vestida de tul amarillo claro, brillante, zapatos de oro. Pisando el suelo de nubes nacaradas que le gustaban tanto. Doña Carmelita adoptaba porte elegante y discreto de acuerdo al lugar; porque otorgaba movimiento a las estatuas del camposanto, conversaba con ellos con solemnidad. Cuando se sentía cansada, sin emitir palabra, dejaba a Lidia sin tocarla, sin interrumpir su conversación con la muerta. Lidia quedaba sentada en una piedra a la orilla del tumulto de tierra de su mama. Tomaba un palito y comenzaba a dibujar en el polvo. El viento ele vaba su pelo enredándolo, secándolo como rama decadente. El cementerio estaba inmerso en calor, el calor sobaba las tumbas, paseaba por los caminos de tierra, correteando pétalos, ramas, y flores desperdigadas. El calor se introducía por los poros de la tierra allanando el recinto de los muertos. Burlaba lozas y aldabas, mármol y cemento, se metía en el tiempo y acariciaba las almas. Lidia se arrodillaba frente al promontorio, y quedaba hierática como una más de las estatuas. Cuando llegaba Rolando del trabajo se quedaba con el niño. La tía Prudenciana protestando, iba al cementerio a rescatarla del suicidio voluntario. Era un ritual sofocante y tedioso, cada día se volvía más pesado. Lidia reflejaba en sus ojos atribulados, adoloridos, el deseo insatisfecho, reprimido. Los reproches y advertencias de su tía no surtían efecto. Rolando necesitó recurrir al padre Santolín. El anciano fue a buscarla en compañía de la tía Prudenciana, quien muy a su pesar, quedó a prudente distancia, y el cura se fue lentamente hasta la tumba de Lucrecia. Apenas se encontraron, Lidia comenzó a llorar encima de la sotana niste de Santolín sin importarle el tufo a sajino. El sacerdote con paciencia le aconsejó: —Hija, la vida no ha terminado para vos. Vuestra madre se os fue con la esperanza de que vosotros fuerais felices, de que fuerais felices. Ella, que en gloria esté, se sacrificó por vuestra felicidad. Con tu actitud no la dejáis descansar, no la dejáis descansar, con esa pose obstinada, que tenéis hacia vuestro pobre esposo. Podéis perderlo - 97 -
mujer, podéis perderlo; si os ponéis en posturas tan cerradas; os va a pesar, hija mía, os va a pesar. Vuestra obligación es vuestro marido que os ama, y ese vástago recién nacido. Anda, no seas necia. Cumplid tu obligación y dejad de lloriquear, parecéis el espanto de la llorona por la calle del cementerio; parecéis el espanto, sí señor. No os queda bien ese abatimiento a vos criatura. Habéis sido educada en la religión, por tanto, debéis dar muestras de fortaleza, por Cristo Nuestro Señor, muestra de fortaleza, sí señor. Lidia parecía estar esperando el permiso del padre Santolín, por pudor y para no ofender a Dios ni a su madre. No se le había ocurrido ir a confesar. Se levantó de inmediato, agarró del brazo a Santolín, y salió tan rápido como era posible por el paso lento del viejo sacerdote. Para colmo, descansaba bajo los árboles después de subir pretiles, y conversaba con la tía Prudenciana; hasta llegar a catedral, donde los dejó. Nunca, durante sus depresivos arrebatos, advirtió el largo trecho entre su barrio y el cementerio. Ahora tenía prisa; el tiempo pasaba lento, sentía lo tardío del trayecto. Desde antes de llegar a la puerta se quitó la chalina que había vuelto a usar como cuando vivía en casa de los Mondragón. Entró sofocada, y se despojó del vestido negro, horrible, que la transformaba en una bolsa oscura de tristeza y desencanto. Apresurada entró al baño, su mano temblaba al coger la pana flotando en la pila; ni siquiera se acordó de las recomendaciones que le daba su mamá: «Cuando estés agitada no te bañés porque te puede hacer daño. No te lavés las manos después de bordar en la máquina; a la larga da reumatismo y se resfrían los ojos. Acordate del cuento de Sofonías, después de estar cortando leña se fue a beber agua del pozo en un guacal; el frescor del agua lo cegó para toda la vida. Cuando te mojés por casualidad, untate gas. Otra cosa, cuando terminés de comer, ni
24. Espinoza de Tercero, Gloria Elena. La casa de los Mondragón . Centro Nicaragüense de Escritores. 2da edición. Managua, Nicaragua. 2008. Págs. 308-312.
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un sobre leer; acordate que don Nereo murió al terminar de comer por cortar una flor de avispa, miró para arriba, y ¡pás!, calló». Los recuerdos se fueron diluyendo... sintió el líquido deslizando por su piel al compás de la respiración y espuma jabonosa. Salió relajada, pensando en lo que el padre Santolín le dijera; lo repetía como para justificar su alegría. La toalla que aún conservaba las iniciales en puntada de raso de doña Marcelina la secaba y confortaba como un manto benevolente. En lugar de gas se untó crema, sonriente y di vertida, recordando la procedencia del cosmético barato que compraba en la pulpería “El yanki”. La dueña, en sus tiempos, se juntó con un norteamericano durante una de las guerras; aunque vieja y pellejosa, se ufanaba tanto de la relación que así le puso a su caramanchel. De esa unión nació Gringalinda, de ojos azules, pelo amarillo, alta, y blanca. Le decían “la yanka”. Lidia pasaba sus manos recorriéndose, sintiéndose, palpándose, adivinando la respuesta que daría a Rolando en cuanto llegara del trabajo. Sus párpados languidecían en sus ojos ardorosos. No repasaba un nocturno de Chopin como lo tararearía Lucrecia, pero sí cantaba... —Farolito que alumbras apenas mi calle desierta. Cuántas veces me has visto llorando llegar a su puerta. Sin dejarle más que una canción, o un pedazo de mi corazón, Sin dejarle más nada que un beso, violento, travieso, amargo y dulzón”. Tararararán, tararararán, tararararán, tararararán… - 99 -
tararararán, tan..., ta, tán..., tan..., ta, ta, tá.. Titatita, tán... Tatitatita, tán... Tatitatitatín, ta, ta, tin, tan, tan, tán, plim, plim plím... Se preparaba para deshojarse. Como no tenía nada sensual para ponerse, buscando en el ropero se encontró una tela de punto de mosquitero que compró recientemente, y se acomodó en el sofá de la sala, adoptando las mejores poses. Rolando estaba por llegar; recostada, esperó. La única puerta de la casa estaba cerrada. El niño dormía plácidamente porque la Chona sustituyó a Prudenciana que fue con el padre hasta el cementerio por la recuperación de su sobrina. En cuanto llegó Lidia, se abrazaron como si se encontraran después de un viaje lejano. La tía Chona le dio la bendición y regresó a casa presurosa y temblorosa. Tapando sin taparse en el sofá, atisbaba sus encantos dentro de la tela. La espera era eterna, aunque su esposo no tardaría en llegar. Sintió su arribo. Rolando introdujo la llave en la cerradura que sintió hasta el sofá. Su respiración se paralizaba y luego se agitaba. Entró y, al advertir la insinuante pose de su mujer como una maja desnuda entre velos blancos, dejó caer los papeles. El asombro por un momento lo paralizó. Sin dejar de verla, se dejó llevar con la prisa de sus reprimidas ausencias hasta penetrar entre los tules que la cubrían, que parecían cojines de nubes.
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Partieron a parajes de exóticos aromas por mares e impetuosos torrentes, tempestades de estrellas, polvo cósmico y luces astrales. Abrasadas las entrañas al compás de rumbas y mambos trepidantes. El niño soltó el llanto a causa del rumor de suspiros y lamentos deleitosos, emitidos por sus padres, en la danza con que había sido creado. Desde el cementerio llegó el canto dulce de los versos que Lucrecia pronunció a través del viento... —…El hada entonces me llevó hasta el velo que nos cubre las ansias infinitas, la inspiración profunda y el alma de las liras. Y lo rasgó. Y allí todo era aurora...
El sueño del ángel25 (novela), fragmentos: Capítulo XVI El ángel vuelve a soñar y huye de La Tierra
ero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón. Antoine de Saint-Exupéry. P
Un día el ángel soñó con una serpiente que crecía. Paseaba por todos los confines de la Tierra estrujándola, abría sus fauces para comer a la humanidad que peleaba entre sí. Ejércitos de diferentes banderas, razas, religiones, de todo color apuntaban con cohetes, asaltaban inocentes, mataban.
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Vio desolación, agua pestilente, árboles calcinados, desperdicios y muerte como en un gran colage... y en el planeta negro sólo deambulaban bichos horrendos que comían los despojos... Asustado despertó y dispuso bajar para alertar a los hombres. Anduvo en las calles y oficinas viéndolos dentro del humo, pero a él ni siquiera lo presintieron. Subió y vio al frágil Guernica acojinado en una nube en exhibición ante todos los espíritus. […]
Capítulo XXIII José tiene un sueño con don Fito, donde salvan al género humano de sí mismos
El problema del Mal, o sea la conciliación de nuestra decadencia, aun simplemente física, con la bondad y el poder creadores, seguirá siendo siempre, para nuestra alma y nuestro corazón, uno de los misterios del Universo que más nos conturban. Pierre Teilhard de Chardin
Juan Laguna vivía con su familia dentro del cráter del volcán Casita. Un día de tantos bajó al pueblo de Posoltega para pronosticar otro deslave semejante al que produjo el huracán Mitch. Esta vez decía él, sería desde la cumbre solitaria... Todos los periódicos daban cabida a las noticias del fin de siglo y del milenio. Angelita y Amparo, sentadas frente al televisor, esperaban el programa de Cristina, que según anunciaba, presentaría a una mujer que sin ser católica le aparecía la Virgen María, a unos visionarios de dos soles en nuestro Sistema Solar y a unos estudiosos de Nostradamus que formularían toda una gama de predicciones sobre el fin del mundo. - 102 -
José y Honorio llegaron de la finca. José tenía una cita con el doctor a las cinco de la tarde, pero se detuvo a escuchar; decían que Florida, Baja California y otros lugares desaparecerían del mapa y sin darle importancia fue a su habitación y entró al baño. Recordó la voz en el avión, la nube, el libro... Dio vuelta al grifo y el agua chorreó produciéndole placer. Dirigió la regadera hacia la pared, cerró los ojos y recostado experimentó una relajación hipnótica. El marasmo delicioso le disolvió en la corriente donde apareció don Fito desnudo, con aspecto de extraterrestre arrugado, color terracota, con puntos plateados en el corazón, las sienes, pulmones, estómago, hígado... la cola de caballo arrastraba ruidosamente latas y basura. Iba montado en un triciclo estilizado con paneles solares. Mojado y desnudo también, subió al estrambótico aparato que rodaba por calles desoladas. Luego, con la fuerza solar se elevaron, atra vesaron el globo terráqueo y llegaron sin necesidad de sherpa hasta la cumbre del Everest, donde sintieron el viento helado de las nieves perpetuas del techo del mundo y rindieron honores a Edmund Hillary y Tesing Butia y oraron por Marian Nitelet. Una corriente de espíritus los envolvió produciendo un clima que pudieran soportar sus cuerpos desnudos. Pasaba un satélite y don Fito colocándose frente a él, dijo: —Todos los seres que habitan entre el cielo y la zona interna del núcleo terrestre deben prosternarse ante el Dios Supremo, y pedir con toda la fuerza de la mente y del corazón que rompa esa fuerza maligna que nos acecha, que destruya esa enredadera venenosa de odio que se introduce por todas las latitudes en la historia y germina como un engendro desde dentro de los cuerpos formando generaciones perversas. Estamos destruyendo el mundo... Desde este momento, ¡háganlo! EnQomolangaFengPuntaSabbioniUshuaiaLeónKamchatkaMenphisSanMarcosMadisonLimaSanJoséMontrealNuevaYorkLeedsBos25. Espinoza de Tercero, Gloria Elena. El sueño del ángel. 1ra edición, 3ra. reimpresión. Distribuidora Cultural. Managua, Nicaragua. 2011. Págs. 73; 95-98.
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quimanosAmazonasTierradelFuegoMakkahRomaParísBuenosAiresGuadalajaraMoscúAnchorageAdelaideAucklandAntananarivoSriLankaWarszawaOrléansPrahaTorinoKanoLusakaColombiaPalestinaIsrae lNigeriaChinaVenezuelaKosovoMacedoniaChecheniaJohannesburgE… En todos los confines de La Tierra entendieron las palabras y obedientes hicieron lo indicado por aquél a quien llamaron profeta, extraterrestre, ángel, demonio, judío errante, anticristo, astrólogo, charlatán; no obstante, por si acaso, cayeron de rodillas: MusulmaneShinduístasJudíosCatólicosOrtodoxosProtestantes AnimistasBautistasMetodistasUnitasAnglicanosBudistasEspiritistasBudúsTaoístasPresbiterianosCongregacionistasSimkyosConfusionistasChamanistasArmeniosMaronitasLuteranosCoptosBaptistasEsp iscopalianosCalvinistasParsismandeosBahaisZoroástricosCristianayHebreaSunitasShintoístasWahabitasChiítasMahayaCristianosLama ístas y hasta los que no tienen libros para fundamentar su creencia... besaron el suelo, los animales doblaron sus patas, los árboles arquearon sus tallos, los montes murmuraban, el viento susurraba, las olas reverenciaban, los peces doblaban su espinazo, las bacterias y los seres infinitesimales tenían movimientos a velocidades insospechadas clonaban hombres nuevos y seres mutantes salían de las chimeneas y sentinas. Brotó un gran eco y una fuerza espiritual tomó la forma de halo que bordeó la esfera más allá de la atmósfera, como las auroras boreales, hasta formar el blanco. El monstruo negativo desapareció y los seres del planeta, libres, pintaban su mundo en Presente Inmóvil en una íntima comunión entre el hombre y el hombre; entre la naturaleza y el hombre, más una cantidad de puntos plateados que brillaron, señalando un futuro luminoso… Pero… una nube se acercó… José, cerró la regadera, aturdido...
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[…]
Capítulo XXIV Augusta se traslada en espíritu al paraje de la montaña donde quedó embarazada
El grito del amor de una joven, un pequeño grito estrangulado, arrancado de ella, ese grito que ha venido resonando a través de las edades. James Joyce
Recostada sobre su cama, Augusta leía pronunciando las palabras como si sólo así pudiera entenderlas. —Se fue a un país remoto, a una tierra lejana... donde se volvió como son los seres humanos y se quedó vacío. Un calendario colgaba de la pared con la litografía de un lago azul claro rodeado de coníferas cubiertas de nieve. La enfrió como si azotara el viento del Müritz. Resbaló el libro de entre sus manos y escuchó a la Julia que lavaba el inodoro y oía música por la radio a todo volumen. Cerró el libro y salió a la calle. Caminó cuadras largas hasta llegar al puente de Guadalupe y bajó hasta la ribera. Los arcos de piedra y ladrillo de más de doscientos años deploraban el paso del agua humillada, destruida, mancillada, nauseabunda. El río agonizaba diariamente.
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El sol estaba fuerte. En el cauce ancho crecía el monte incipiente, de esos que nacen en cualquier lugar. Echó una ojeada a la devastación, recordó el huracán que hizo llover como nunca... ¿Culpables? El torrente llevó a miles de campesinos en el volcán Casita. La naturaleza no habla con palabras. Los periódicos decían que en el lodo petrificado observaban el rostro del demonio, escuchaban lamentos de niños entre los surcos flanqueados por paredones y una procesión vestida de blanco subía hacia la cúspide. El miedo cundía entre la gente cuando llovía aquí, allá y acullá... El miedo... Todos tenían miedo del fin del mundo. Augusta, con dolor sin tiempo, sentada en una piedra cerca de la pobre corriente, perdió su mirada en el río sibilante... Shuuuiiishuuiiishuiiishuiiiishuiiiii... cauteloso iba, sobando la tierra y las hierbas de su ladera. Una pelota correteó entre los surcos seguida por los chavalos que jugaban. Ella no se movió. Un niño fue perdiéndose en la distancia... La sombra de Augusta huyó por el monte, por la greda y entró a la miserable corriente que, como una lengua delgada, lamía la tierra; la abrazó y arrastró su pensamiento... shuuuuuuuuuuiiiiiiiiiiiii... Pasó debajo del árbol de ceiba gigante que daba valor al río al soltar sus hojas para acariciarlo, amarlo. Augusta vivía el pretérito en el escenario del soto del río Chiquito, sumergiéndose sin dejar huellas en el agua. La imagen de Augusta era tan irreal como si John E. Millais volviera a pintar la Ofelia de Hamlet en dos escenarios que no concordaban. Y la realidad fue en un frondoso ambiente que llegaba por la vía delgada e inestable de la evocación. Otro árbol, exuberante, voluptuoso, abundaba de verdes, azules y negros en la montaña, donde alfabetizó voluntariamente. Augusta, debajo de aquél árbol con… pasó inadvertida. Al sol le costó mucho trabajo, como un flash indiscreto, mirar por algún segundo entre el tupido follaje. Un terremoto en la tierra húmeda, con helechos y árboles milenarios, raíces y troncos, gotas de agua y aguaceros, arrullaron el torrente fogoso de la entrega. Nunca como el de - 106 -
la primera vez, el sacrílego, sobre las cúpulas, bajo el cielo, con el viento, llevando suspiros llenos de miedo. El tiempo había pasado desde aquél otro pecado y cubierta por la sombra selvática, deseaba que Dios, esa vez, no la hubiera visto. El tronco quedó marcado con el corazón traspasado por la flecha y sus nombres. Una bandada de chocoyos chilló por el nuevo árbol de un Edén quimérico que nacía del vientre de Augusta. Sus pecados los purgaría en el quinto infierno de su vida. El río Chiquito sollozó con ella. Sentada en la piedra sudaba con su respiración entrecortada, sus manos entre las piernas, la falda mojada, los ojos cerrados y tirada su cabeza hacia atrás con el cabello volado ligeramente por el viento; copiosas lágrimas humedecían sus sienes serpenteando entre la melena y la boca abierta, con su lengua erecta como la de una serpiente lamía el cielo... El río escuálido y Augusta silenciaron el universo, abrazados, dolidos, concupiscentes, hablaron lenguas muertas. Cada vez más rápido flotaron, fusionaron sus almas... Y allá... ¡Bum! En el éxtasis de su cópula con el mar, encontraron entre la viscosidad de aceites, pinturas y pinceles, al Bosco que seguía pintando en la eternidad y hacía modificaciones existenciales con Augusta y su compañero en un tríptico, igual al que está en El Prado, sin saber si debían estar en El Infierno o en el Jardín de las Delicias.
Túnica de lobos26 (novela), fragmento
Siento olor a tocino, huevos fritos y café negro. Mmmmm… ¡Qué rico! Por el olor, sé que mamá ya está en la cocina… y yo en la cama aún, con este no sé qué…
26. Espinoza de Tercero, Gloria Elena. Túnica de lobos . Centro Nicaragüense de Escritores. 2da edición. Managua, Nicaragua. 2006. Págs. 50-60.-
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Enrique ya no está, seguramente salió con papá y los muchachos; ayer acordamos ir al mall … Tal vez no quiso despertarme, es tan considerado… Es raro que haya dormido hasta esta hora. ¡Son las nueve y media! Voy a bajar a desayunar y después me baño. La casa está inundada con la música de mister Kenny. ¡Qué bonita! —Buenos días, mami. Nos damos un beso y me toca la barbilla como siempre. —¡Qué bonita! —me lo dice por lo general cuando me acabo de arreglar, ahora creo que por amor. Está con su bata larga. Mamá es una morena muy guapa aún, nunca ha dejado de arreglarse. Son lindas sus cejas arqueadas, se las ordena con los dedos pulgar y anular; Helenita por fortuna, las heredó. Su porte elegante, aunado a su firmeza de carácter, me hace recordar a la abuela Adela. Y según papá, lo más lindo de mamá son sus piernas. «¡Qué lindas pantorrillas!», dice. Y sus manos, nunca las ha descuidado, no sé como hace. Siempre he admirado a mamá. Quizás hubiera querido ser como ella, o... ¿nunca quise serlo?… Me regala una sonrisa. Deja lo que está haciendo y se sienta en la mesita donde voy a desayunar. —¡Qué milagro dormiste tan tarde! Hay de todo lo que te gusta. Sírvete, amor —expresa dulzona y risueña. —¿Se fueron al mall ? —e pregunto por preguntar pues ya lo sé, y comienzo a tomar los cubiertos. —Sí, tú sabes… Andan como si nunca hubieran visto Randolph, ni un mall . Tus tres hijos hacen un colocho al abuelo tonto, ¡eh!... Tonto, bien tonto se pone, derrama la baba, sobre todo con Helena. Y bueno, la verdad, con los tres: uno porque es tu primogénito, la otra porque es tu única mujer y el otro porque es tu cumiche. De todas formas se muere por ellos… Así es con los de Tony. Va a los partidos de beisbol o de tenis con ellos y a las veladas de la escuela. Le van a hacer mucha falta… Y a mí… - 108 -
Se le ensombrece el rostro pero se repone de inmediato. Hacemos un silencio... —Mmmm… ¡Qué delicia! Pastel de caramelo. —Cierro los ojos de gusto. —Tu preferido, ¿no? —Sube la ceja y sigue el juego evasivo. La noto inquieta, me trata como siempre pero con un dejo de… ¿Será su eterno reproche porque vivo en Nicaragua? ¿Será por el viaje de mi hermano? ¿Le dará tristeza, mi tristeza por separarme de mi hijo por primera vez? ¿Será porque deja la casa donde vivió tantos años? ¿Será por la incertidumbre de la futura vida en Hernando? ¿Será su última vida en este mundo? Ya te pusiste macabra otra vez. —Sí, es mi preferido —digo sin ver. Me sirvo jugo de manzana, café con leche, un poco de huevos re vueltos con tocino, frijoles que nunca dejó de cocinar, pan tostado con mantequilla derretida y por supuesto, pastel de caramelo. Mientras tanto, mamá se levanta y se dispone a preparar al vino, los riñones que ya tiene en el pantry . —¿No le gustaría a Helena tener cerca de casa un mall? —Me mira inquisitiva y a la vez tararea la música de mister Kenny. —Mamá no insistás. Mi vida en León es buena, a mí me gusta. El mall o ir de tiendas no es todo en la vida. —Reprocho. Va a la refrigeradora, toma unos limones, los parte y deja al lado de los riñones. Continúa sus preparativos y saca de uno y otro lado lo que va a necesitar, y complacida, me observa comer de vez en cuando. Verla así me recuerda los “Días de Acción de Gracias” cuando preparaba dos pavos enormes para toda la familia. Sustituyó a la abuela Elizabeth, pues nuestra casa se convirtió en el lugar de reunión desde su muerte. Una vez, se le apagó el horno a medio hornear y rezó para que no se le arruinaran sus pavos. Los metió en el microondas y resultaron más jugosos; de allí tomó la receta para - 109 -
siempre, primero en el microondas y después, al horno de la cocina para dorarlos. —Hasta he llegado a pensar que quieres más a tu suegra que a mí. Enrique es más apegado a ella que tú de mí —me reclama y se da cuenta de su imprudencia—. No me hagas caso. ¿Acostumbras ir al mercado? —Vuelve con lo del mercado como para borrar lo antes dicho. —Es de las cosas más pintorescas y bonitas —continúo, sin comentar su imprudencia—. Una vez recién llegada entablé conversación con las vendedoras. Quería saber de donde venía el sabor tan especial de sus comidas. Vos sabés que soy medio socióloga, a lo mejor hubiera sido antropóloga social, quizá psicóloga… —declaro indecisa, como siempre, al referirme a mi profesión. —Mmmm…—Me mira con reproche. —Pues… le pregunté a una de ellas y me contestó con picardía: «Me llamo Rosa, chelá. Y lo que pasa es que nosotros hacemos la comida con las manos llenas de amor»... Mamá sonríe; le gusta escucharme. Tony y yo tenemos esa característica por mi abuelo Róger y el tío abuelo Steven y hasta por ella misma. Mamá es melodramática, habla con los ojos, con las cejas, con las manos. —Rosa usaba una flor de avispa roja prensada en el pelo —continúo—. Era joven y coqueta, de pechos frondosos destacados en el escote de tirantitos casi al reventar, y labios floronudos pintados de rojo encendido; tenía un no sé qué sensual y atrayente. Ya no digamos sus ojos pintados de negro con sombra celeste escarchada y sus pestañas cargadas de mascarilla negra. Se le alegraron cuando vio a los de la camioneta que llegaban a descargar mercadería, chorreando sudor, bajo el calor sofocante. —¿Te gusta el calor? —Me hostiga y se sopla pero no le hago caso a su ironía. Corta hasta el último sobrante de la cosa blanca de los riñones. - 110 -
—Andan chavalos con panas llenas de bolsas de agua helada. Pregonan su mercancía con un cantadito. ¡Ay mami! ¿No te acordás?, en Jinotepe hacían lo mismo —Levanto la voz un poco exasperada. —Sí, me acuerdo, ¡claro que me acuerdo!; y te aseguro que no me provoca nada, nada. Me vuelve a ver un instante para captar mi reacción. —La gente compra y chupa el agua de las bolsas. Luego las tiran a la acera o a la calle sin ningún cuidado. —Y… —Me mira con su ceja levantada—. ¿Te parece lindo que tiren la porquería a la calle? Nunca aprendieron, es falta de educación. Cambia de tono y de semblante. —Tenías hambre, amor —atestigua con dulzura. Tararea un poquito La Malagueña del casete de mister Kenny—… Me encanta verte comer. ¡Quien no come se muere! Si un enfermo come, tiene esperanza; si no, se acabó quién te quería. —Sí, claro... mmmm… Tenés razón en lo de la porquería y en lo de la comida, pero… hay cosas tan pintorescas… O tal vez no sea el verdadero calificativo. Tal vez sería: encantadoras, divertidas, o tal vez son una burla, un sarcasmo a la propia realidad. A mí me han seducido, pero bueno, te voy a seguir contando. Mamá levanta otra vez la ceja y sonríe. Pone los sobrantes de la cosa blanca en una bolsa y limpia alrededor. Lava bien los riñones en agua caliente y después en agua fría. Les restriega limón. Yo me sirvo más café con leche. —Al lado de Rosa estaba una niña de unos nueve años, quizá era su hermana o a lo mejor su hija, ataviada en forma no muy adecuada para su edad. De ojos vivísimos y con una flor de avispa encima de la oreja, grande para su carita. Se miraba extraña su extraña inocencia. —A saber qué historia tendría la pobre criatura. —Juzga, mordaz. La quedo viendo y pone expresión como si no quebrara un plato— . ¿Quieres más huevito, amor? —me consulta melosa para enarbolar la paz. - 111 -
—No mami. No sé si me va a alcanzar el pastel, me serví mucho —le explico tocándome el estómago, gesto que a ella nunca le ha gustado; sin embargo, no me dice nada. —No niña, eso es poquito, come suficiente. Tenemos pastel y todo el tiempo del mundo; tu padre y Enrique les andan colmando el gusto a tus hijos incansables. —Bueeeno… Pero lo cuento, ¿sí? —insisto en mi relato del mercado. —¿Si quieres y te gusta, soy toda oídos Mariíta. Pone los riñones a cocer en una olla y les deja caer ajo y cebolla. – …De repente, opina otra mujer gorda, vestida de tallado, con
un enorme busto que seguramente amamantó a muchos niños. – De eso, ¡ni hablar!, parecen conejas. Tienen niños y no saben si los pueden mantener. ¿Y los papás?, muy bien, gracias. Una madre nunca debe criarle los hijos a su hija, pues se va a fabricar otros con uno y con otro. Nunca se responsabiliza ―declara mi mamá, regañona. Se lava y seca las manos. Se sienta frente a mí y comienza a doblar unas servilletas. – Bueeeno… Este tema no quisiera abordarlo en este momento. Y conociéndote… – le señalo entre irónica y risueña. – Tú sabes… Me refiero a que se meten con muchos hombres y
tienen hijos de todos; a eso me refiero. Y si las mamás les ayudan a cuidarlos, es como si les dieran permiso para tener más. No está bien, no está bien. Y, ¡claro!, no tengo nada en contra de los niños. Ellos son unos angelitos, los pobrecitos. – Considera esta vez con cara de ángel. – Estamos de acuerdo… Pero lo sigo contando, como decía mi abuelo – insisto risueña pero ya impaciente. Con la mano me da venia para continuar. Termina de doblar las servilletas y las va colocando en una gaveta.
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– ¿Sobre qué?... – pregunta distraída y ahora sí me pone de mal
humor. Casi me levanto, pero me revisto de paciencia. Entiendo cómo está su corazón, pues el mío también está impresionable y me exaspero con facilidad. – …sobre las manos llenas de amor, mamá… – repito para hilvanar el relato, y de alguna manera, revestirme de paciencia. – ¡Ah…! Sí, síiii… las manos llenas de amor… Perdón, hijita, ¿te he molestado? – dice con el ánimo de apaciguarme. Está turbada, en sus ojos veo la tristeza, igual a los míos cuando me miro en el espejo... – No… no te preocupés… La mujer era de piernas brillantes, gruesas, morenas y tilintes; usaba la falda corta. Se soplaba con un abanico de palma y a pesar de eso sudaba copiosamente. Ahora pica cebolla y la vuelca a la paila de teflón donde el aceite hierve. Echa el arroz y con la cuchara de madera lo mueve con estilo. – Dijo la mujer: «También de otra clase de sentimientos, mamita.
Puede ser de arrechura como estoy ahorita que me cortaron la luz por un mes ingrato que debía. ¡Vieras cómo se siente, mamita! – se dirigía a mí – . Es jodido estar con una candela. Cuando llegás a tu casa querés descansar. Ponés tu abaniquito y te sentás a ver novelas y noticias. Por lo menos ves a las artistas bien vestidas y maquilladas en sus mansiones llorando todo el tiempo. Eso lo aliviana a uno». Mamá levanta la tapa de la olla donde están los riñones y con un tenedor grande, los pincha. Vuelve a taparlos y me mira con su amplia sonrisa, como para insinuarme continuar. Yo sigo. «…Hay que mandar a pagar la reconexión, aunque nos deje sin un centavo. A uno le interesa saber si van a subir las cosas, si hay medicinas, si robaron los de saco y corbata que andan ahí sueltos y bien ricos, y hasta con la gran sonrisa de yo no fui. ¡Qué hijueputas más cínicos! ¡Desgraciados! Cuando los quieren agarrar, se escapan como si les soplara el diablo. A un pobre igual a mí, lo encierran por una gallina robada o por un mango». Mamá no ha dejado de reír durante esta última parte. Vierte agua al arroz y lo tapa. Sigo comiendo y pienso en la realidad del pueblo; su pobreza, la corrupción, la infancia desvalida, los ancianos aban- 113 -
donados. Y gente como mamá sólo ve la chabacanería, lo malo que hacen y no el fondo, ese fondo lodoso del tercer mundo donde he querido vivir, porque a lo mejor creo componer con mi presencia. ¡Cuánta presunción María!, vano pensamiento el tuyo. Como si tu bandera de estrellas y sólo tu deseo fuese sinónimo de protección y de arreglar el mundo desvalido. Deja de reír e interrumpe mi reflexión que tan solo me hace sentir culpable, culpable de que haya un tercer mundo y que yo haya tenido acceso al primer mundo. – Continúa… está simpatiquísimo, me encanta; te sabes la perorata
con punto y coma. Eres igual a tu abuelo, hasta las malas palabras te sabes y se te oyen campechanísimas. – Gracias – musito. Saca los riñones, los enfría, va cortando en trocitos y les restriega sal. – Otra vendedora se abanicaba con un cartón y se movía como
un porfiado27 . Debo detenerme porque a mamá le causó mucha risa lo del porfiado. – ¡Lástima que no están!, disfrutarían de oírte tan graciosa. Hoy lo repites cuando vengan… Ahora termínalo, anda… – me manifiesta
apesadumbrada pero riéndose. Se vuelve a sentar frente a mí, y esta vez sí pone atención.
– Pues… la que se movía como porfiado estaba frente a su perol
de sopa de res, con hueso, posta, ñervo, yerbabuena, culantro y toda clase de verduras. ¿No te dan ganas, mami? A mí se me hace agua la boca de sólo pensar. – No puedo negarlo. Me parece sentirlo… me convenciste, es inigualable.
27. Muñeco que se mueve para todos lados, sin desplazarse.
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Se levanta de nuevo, mientras casi termino de comer. Echa otra vez los riñones en una paila de tefló ara quitarle la cáscara), ajo picado, chiltoma verde también rasgado con la mano, quitando las semillas con gran maestría, gotas de naranja agria exprimida con todo y cáscara, y un poquito de agua tibia. Los tapa con el fuego bajito, bajito. Me explica que la ciencia de este plato es el fuego bajito, bajito, de esa manera suelta y no quede chirre, que la cocina requiere paciencia para darle el punto de sabor y sua vidad. – Me complace que te guste y te parezca inigualable, mamá. En
cuanto llegue a León, voy a tomar esa sopa en tu nombre. También voy a tratar de hacer los riñones, tu receta me va a quedar exquisita, mamá… ¿Era de la abuela Adela, no? – le recuerdo endulzándole el oído. Carraspea, sube la ceja y hace un mohín en su boca. – No sólo en León comes comida deliciosa. ¿O sí?... – Me sermo-
nea. Comprendo su sarcasmo, sonrío, y le tiro una mirada de ¡ay mami!... – Pues, como te iba diciendo… La que se mecía como porfiado
se sentó en un banco de madera y dijo en tono revelador: «Puede ser de pasión, chelita, y también de celos. Aquí le quitan el hombre a cualquiera y no se tocan el corazón para ver si tiene hijos; se parecen a las de las telenovelas». Vuelve a llenar su vaso con agua y toma un poco para calmarse la tos (a ella le da tos cuando ríe). Quita la tapa del arroz y lo revuelve de los lados al centro, con parsimonia como si lo acariciara, y después lo deja sin tapa. Y mientras el vaho se va por el extractor yo continúo con voz teatral para divertirla. – De inmediato, Rosa, con el rostro encendido y los ojos como de
un cuchillo, contestó indignada: «Aquí no es cuestión de celos, de hijos, ni mierda. El hombre ya no te quiere y si se enamoró de mí… ¿Qué culpa tengo yo? ¡Ah!, ¿decime?». Por supuesto la respuesta no - 115 -
se dejó esperar. Dijo la otra: «Componéte de la lengua. Te estás exhibiendo delante de la gente decente hijuelagramputá». Riendo, mamá apaga el fuego del arroz y lo deja tapado. Va a la refrigeradora, saca la lechuga, los tomates, las cebollas y el dressing . De la despensa saca un pote de hongos, mientras termino mi último sorbo de café. – «Tengan respeto, ¡jodido! Se están peleando por hombres. Creen
que la vida es cajeta y el porvenir moronga… ¡Qué jodarria!, espantan a los clientes» – espetó la de los tamales, mientras otra, altiva y muy enjoyada, dijo: «Hay que saber manejar la plata, yo no me busco enredos con hombres, que sólo para joder sirven; me conformo con mi marido. Y hasta le regalo dinero a mi hermana enfermera, y a mi cuñada maestra; yo gano más y no me cocí los ojos estudiando. Este negocio da, si no andás regalando los centavos para oír palabras bonitas que para ni mierda sirven». Mamá mira el reloj de la cocina y devuelve un poco turbada las legumbres a la refrigeradora. – «Los pobres – habló otra, apresurada – , tenemos más desgracias,
pero por suerte nos desahogamos; se las gritamos a quien nos quiere joder. Ningún hijueputa nos va a matar de sufrimiento, ni de ni mierda». Me levanto y hago una reverencia para dar por finalizada mi actuación. Mamá aplaude, se levanta, me da un gran abrazo y me colma de besos. Siento algo extraño… tristeza, soledad, miedo… sensaciones absurdas para el instante. Miedo, María Esperanza, tenés un miedo terrible. Te dolió el cuerpo cuando hiciste la reverencia…
Mamá alza la tapa, vierte vino en los riñones, vuelve a taparlos y baja el fuego. Lava y seca sus manos, voltea el casete de mister Kenny y la casa se llena otra vez del tañido de sus cuerdas.
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Conspiración28 (novela), fragmento
Yadira es una jovencita blanca, pecosa, risueña, pelo y ojos claros, con andar cadencioso hacia delante y un deje al hablar que la identifica como de tierra adentro. Llegó de esa montaña donde nadie sabe de actualidad, modernidad o posmodernidad… donde el tiempo está detenido entre el barro de las eras... no conocen el cine, la televisión, el teatro, los libros, la guerra biológica, la globalización, la política de los políticos, la constitución, lo que gana ni qué es un diputado, las plantas nucleares, el petróleo… sólo la sabiduría del paso del tiempo heredada de quienes habitaron esas cumbres neblinosas, frías, de selva, lluvia y mosquitos que zumban en la noche y pican con luna o sin luna en Semana Santa sin Santo Entierro o en Navidad sin árbol ni nacimiento ni el encantador Santa Claus que desde su trineo volador deja regalos por las chimeneas… allí donde las moscas no molestan al morral de las tortillas porque las cuelgan arriba del tenamaste ardiendo y también se ven los gajos de carne de venado o de mono, salados y sanos, limpios, porque el humo sube, ahuyenta los insectos y todo es limpio allá en la montaña… donde Yadira lavaba ropa con agua del río y aplanchaba con plancha de hierro...
28. Espinoza de Tercero, Gloria Elena. Conspiración . Centro Nicaragüense de Escritores. Managua, Nicaragua. 2007. Págs. 41-44.
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donde comía frijoles secos y majados con cuchara de guacal como lengua fingida de frijoles con cuajada y tortilla tostada... donde la historia ha sido el paso de los hombres en guerra, unos blancos, otros morenos, otros achinados y pequeños, descalzos o con caites, botas raídas, con lepra de montaña, tos, heridos y engusanados, calenturientos, temblorosos de miedo o de frío, de hambre o de rabia, lujuria, vileza, o llenos de ideales y ardor patrio… otros porque no tenían más remedio que andar allí… unos quedaron muertos gritando un ¡viva! otros pensando que mejor no hubieran nacido, que mejor morir en vez de sufrir semejante pesadilla, porque andar en la montaña era una pesadilla que no se la deseaban a nadie ni a su peor enemigo… que el infierno ya lo habían vivido allí y esa bala los libraría de más infierno o esa enfermedad desconocida acabaría con ese cuerpo podrido entre el lodo, entre el fango, entre la lluvia, entre la hojarasca, entre las culebras, entre las ratas, entre las hormigas asesinas, entre todo lo podrido que había, hasta su carne ya podrida entre el lodo… allá, donde les han dado de comer y beber al uno y al otro, donde los escondieron, donde han visto pelear al uno contra el otro, donde han visto y olido y se les ha pegado la sangre del uno y del otro… donde la pobreza ha reinado siempre, esté el cabecilla de aquel o de éste en el poder, donde ni siquiera el político ha necesitado llegar y el misionero ha escuchado pecados limpios en confesión… la vida y la historia para Yadira era el rancho, el río, el mono, las lianas, las culebras, la mula, el macho, el chagüite, la crecida del río, el temporal y hasta la piedra de moler que usó su tatarabuela, bisabuela, abuela, la mama, la tía, la prima, la cuñada y la otra mujer… ni siquiera tiene retratos para recordar a sus tatas ni a sus primos ni a las mujeres, todas las mujeres que han molido el maíz en esa piedra de moler... los nombres van pasando de generación en generación… - 118 -
y era joven y murió joven… o era tan vieja que se ha consumido igual que los árboles han engrosado su tronco y se han arrugado y abrigado con liquen… sin álbum ni retratera… sin herencia, más que aquellos cuentos y aquella voz débil y cansada que se va diluyendo con el tiempo… y Yadira ha visto correr el tranquilo río, con ímpetu, contado lunas, suspiros, noches con las pasadas del puma, con el chillido de los monos, con los ojos del mapache y el sonido sigiloso de la culebra… y ha visto llegar la civilización porque se ha acortado la distancia entre su rancho y el claro de la selva… los árboles centenarios enormes, rollizos, perfectos, con sus arrugas ungidas por el tiempo, los vientos y los aguaceros, donde el musgo lució su terso verde, las arañas tejieron incansables, y las orugas ofrecieron mariposas con alas de colores, asiento milenario de generaciones de pájaros, donde las enredaderas han bebido savia y se han criado las orquídeas más bellas… ahora van a ser puerta o mesa o cama o techo, o papel, o… alejados de su tierra, sin su fronda ni raíz… mutilados, a la deriva del río se estancan, desordenados en su desplazamiento… a veces ya malolientes en su humillante postura horizontal… ¡gigantes caídos!... reciben soles, lunas, lluvias y la mirada de los árboles que quedan esperando tarde o temprano el mismo destino, llorando el paso del conjunto mortuorio… con sus ramas y hojas, los sobrevivientes a la orilla del río tocan el agua, espesa de troncos pasados por cuchilla… sus raíces yacen resignadas en lo profundo con el río de luto, atragantado, podrido… moribundo también… y se escucha el colisionar de los muertos y un mudo lamento que estremece a Dios… - 119 -
y las estrellas se esconden ante los focos de los hombres… Yadira ha visto los muñones formando un cementerio triste, quemado por el sol ardiente y bañado por la luna como si se mirara al espejo… y los gusanos, serpientes, ratones, armadillos, guardatinajas y ardillas se han tenido que marchar de lo que ya es páramo a otras tierras másadentromásadentro… y Yadira ha escuchado el llanto del árbol y el de los pájaros que allí tenían sus nidos, el de la lluvia que los mojaba persistente sólo para nutrirlos… y que ahora, violenta, surca el lecho de tierra y arrastra todo… a Rosa, a Juan, a Chepe, a Terencio, a la vieja Paca, al niño de Chilo Rodríguez, a la vaquita de Zeledón y a la chancha de don Perfecto Armas con sus chanchitos y al perro flaco de Eusebio y la ranchita de los Gutiérrez y los ocotales de don Juan Marín y las mulas de los Matute… todos quedaron en la quebrada, regados, boca abajo, boca arriba, medio cuerpo, una mano salida, ahogados, soterrados, enlodados, muertos... como para una foto de primera plana de alguna revista famosa que hasta recibe un premio.
Aurora del Ocaso29 (novela), fragmento
Regina, sentada en la mecedora, estaba fija en un cuadro desleído por el tiempo, litografía de una ciudad brumosa como su espíritu en esa tarde. El marco dorado ya no era dorado. Lo cubría esa pátina que ni siquiera marca la antigüedad, sino polvo, descuido, desaliento. 29. Espinoza de Tercero, Gloria Elena. Aurora del Ocaso. Editorial Universitaria UNAN-León. León, Nicaragua. 2010. Págs. 351-359.
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Si bien ella no bebía, se fue al bar y se sirvió un trago de Amaretto, el licor preferido de Guillermo, y lo comenzó a saborear. Miraba desde su asiento el mismo cuadro brumoso. Un aguacero caía como diluvio ese final de octubre, con rayos y truenos como si el mundo se fuera a acabar. El agua salpicaba por las persianas abiertas y se metía por el corredor de la enorme casa de habitaciones solitarias. Todo está en mi contra. Debo defenderme. Nadie se va a burlar de mí. No me dejaré embaucar ni que me tome el pelo cualquier pendejo, cavilaba. Estaba íngrima. La nueva empleada apenas había llegado el día anterior y se había retirado a dormir porque ella así se lo ordenó. Se levantó y fue por el corredor hasta donde las terrazas hacían marco a la piscina. El viento azotaba y la lluvia las empapó. Regresó, cerró la puerta de vidrio y corrió las cortinas. Caminó por el pasillo. Abrió una de las habitaciones, en un principio destinada para invitados. Encendió la luz, quedó viendo sus muebles. Todo para cualquier huésped exigente. Nadie la habitaba, ¿desde cuándo…? El aguacero continuaba con rayos y retumbos. Cerró la puerta con violencia y regresó. Fue otra vez hasta el mueble en el que guardaba sus licores que servían ya solo para decorar… y ni para eso... Todo estaba como el tiempo quería. Todo igual como una vieja fotografía, descolorida por el tiempo… el tiempo… el tiempo…: solo el tiempo es capaz de comprender cuán importante es el amor en la vida…, repitió en su mente, sin querer. Los rayos se reflejaban en el espejo adosado en la pared y se descubrió entre las botellas y toda su fina cristalería, flores deshojadas, lámpara, como si fuera la camarera de El bar del Folies-Bergère en una decadencia profunda, sin el peso de los pecados que la camarera dejaba entrever en sus ojos idos y tristes, en su rostro joven de dig-
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nidad explotada por el vicio y el deleite de momento ofrecidos tantas veces como el vino o las mismas frutas y viandas. – Estoy vieja y horrenda. Solo el tiempo es capaz de comprender
cuán importante es el amor en la vida… Vienen a mi mente los recuerdos. Pero, debo mandarlos a la ¡mierda! Se irguió y volvió a mirarse al espejo. Frunció el rostro.
– ¡Barón de Monte Neboso!, nunca te serviste en este elegante y
bello bar ni en el de la piscina. ¡Qué guapo y distinguido te hubieras visto en este espejo enorme! Los rayos y retumbos apagaban su voz. Y gritó: – ¡Estúpido!, no los disfrutaste nunca y ¡cómo te hubiera lucido!
Tan elegante, tan bello, y tan ¡estúpido! No gozaste del esplendor que construí con tu dinero. Hizo una pausa y siguió hablando: – Mi gusto no puede ser comparado con el de la perra marinera
que vive zampada en una casa como la decoró tu mama. Con los mismos cachivaches viejos, por un sentimentalismo imbécil. ¡Hipócrita! Así te echó entre su bolsa solo para vivir revolcándose con vos. Perra sin carácter. Y vos Guillermo, menos. Acomplejado... Y continuó: – A lo mejor primero se revolcó con todos los marineros del barco
ése hasta que llegaste a traerla. ¡Estúpido, Guillermo! A saber por qué te gustó la sardina en lugar del caviar. Se sentó nuevamente.
– Este bar fue mi obra maestra, perfecto para tomar tu Amaretto.
Aquí está… lo miro y me conmueve todo lo que hay en él. ¿Me conmueve? ¡A mí no me conmueve nada! ¡Ni verga jodido, no me conmueve nada! Lloriqueó un poco. – Pero aunque no lo hayas tocado, es como si te hubiera visto aquí,
¡muñeco precioso! Este es un momento como si estuvieras aquí y no
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allá con la puta ésa. Este bar era tuyo. Todo en él es falso, estúpido como todo lo mío, como mi vida ¡FALSA! Se voló la carcajada pero le salieron lágrimas como si la lluvia se las prestara. Estornudó. Tenía la ropa mojada. Fue al equipo de sonido y lo hizo sonar a todo volumen. Desde el parlante apareció la voz de Carlos Gardel a pesar del aguacero, rayos y retumbos: Si supieras, / que aún dentro de mi alma, / conservo aquel cariño / que tuve para ti... / Quién sabe si supieras / que nunca te he olvidado, / volviendo a tu pasado / te acordarás de mí... / Los amigos ya no vienen / ni siquiera a visitarme, / nadie quiere consolarme / en mi aflicción... / Desde el día que te fuiste / siento angustias en mi pecho, / decí, percanta, ¿qué has hecho / de mi pobre corazón? / Sin embargo, / yo siempre te recuerdo / con el cariño santo / que tuve para ti. / Y estás en todas partes, / pedazo de mi vida, /… y aquellos ojos que / fueron mi alegría / los busco por todas partes / y no los puedo hallar… Se sirvió una copa de coñac. La tomó como agua. Se escapó de ahogar. Tosió. Cuando se recuperó, se limpió las lágrimas con el dorso de su mano, y agarró la botella. – ¡Y a mí qué puta me importa que mis amigos no vengan a visi-
tarme! Ni quiero que ningún ¡hijo de puta!, que nadie deba consolarme en mi aflicción. ¡Qué aflicción ni qué mierda! ¡Yo no pido consuelo de nadie! Volvió tambaleante a su asiento, sosteniéndose del mueble con una mano y luego de la pared. Como nunca bebía, el piso parecía tragársela. Se sentó con la botella en su regazo oyendo el mismo disco, los estruendos... Los relámpagos se reflejaban en las paredes, las cortinas, los muebles… todo resplandecía… – Y yo no te tuve cariño santo. ¡Qué santo ni qué mierda! Yo te
quise con toda mi alma, mi Barón hijo de puta. Te quise con todo mi cuerpo, con todo mi cuerpo hijo de la gran puta, ¡que no sirvió nunca para nada! Fui como el papel de regalo di-vi-no. Se paraba el - 123 -
sol, al verme tan bella, ¡jodido!, pero por dentro la caja está vacía. Salí fallada ―se carcajeó― fallada… fallada… falladafalladafallada ¡fallada! ¡hija de puta! ¡Salí fallada! ―Suspiró profundamente. Y su llanto no pudo más, se volvió convulsivo. El grito le salió como loba herida. Con el viento, con la lluvia, con los rayos y retumbos, con el tango de Gardel: Quién sabe si supieras / que nunca te he olvidado, / volviendo a tu pasado / te acordarás de mí... Terminaba y volvía a comenzar. Pero al levantar la cabeza rápido, volviéndole su altivez, algo tremendo la exaltó: las puertas se reían con una macabra e insoportable carcajada. Los rayos estallaban con estrépito y hacían vibrar las cosas… se reflejaban en el espejo del bar. Era una macabra danza luminosa producida por la electricidad ondulante y hasta seductora. Parecía una danza del fuego, que con la travesura de los rayos luminosos adquiría temblorosos reflejos de llama… Comenzó con unos resplandores leves. Después se fue formando la llama de incendio que abrazó todo como torbellino de luz. Regina se sentía la propia llama. Los rayos se disputaban su luz. Ella se hundía entre las cenizas de aquellas cartas de amor que nunca pudo ol vidar. Y volvía el fuego dentro de ella que era el de Guillermo con su marinera. Como si ella fuera León Viejo hundido entre las cenizas del Momotombo, cuando de sus cinco bocas escupió lava de las entrañas de la tierra. Estaba empapada, en medio de las brasas, entre las cenizas odiadas, con una túnica de fuego del cielo y del infierno. El viento que escuchaba formaba una espiral que creaba su propio fantasma. Regina era un fantasma, una sombra. La noche de los amores entre la tempestad y la verdad de aquella aurora que ellos vivieron. Detestable.
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Ese amor era su muerte en vida. Vivía siempre esa tempestad como intrusa en aquél barco… fantasma de aquél barco… – Soy ceniza esparcida en el Báltico… como la del imbécil padre
de la marinera. Súbitamente cambió de pensamientos.
– Ni siquiera la puta española marinera, ignorante, supo jamás de
tu gusto por Manet. ¡Qué va a saber la muy puta!, si en el barco a duras penas tendría otra mudada, como dicen las campesinas. ¡Marinera puta! No pudo seguir profiriendo ofensas porque sus ojos miraban también la carcajada en el espejo, entre las botellas, las flores y la lámpara. En todo había una carcajada. El espejo de bar también se reía y deformaba. Pasaban como fantasmas las cosas por sus ojos. Parpadeó la luz y se apagó. De inmediato se encendieron los faroles de emergencia. Pero los relámpagos se miraban como flash dibujando siluetas negras dando tumbos. Gritó, pero el aguacero era más sonoro. Una vez más arremetió contra Rocío: – Zorra! ¡Perra! Nunca le daré el divorcio a Guillermo, mi Barón
de Monte Neboso. No porque lo ame. ¡No! Lo odio por estúpido. Lo odio por idiota. Acomplejado ¡hijo de puta! Bebió de la botella, tosió, se escapó de ahogar. Pero volvió a beber, a reír llorando y balbuceando: – Si su…pieee…ras, / que aún den…tro… de mi alma, / con-
servo aquel cari… ño / que tuve para ti... A la luz de los faroles de emergencia y los relámpagos, se levantó vacilante con la botella en la mano. Volteó y quedó mirando el bar entre los lamparazos. Pudo advertir sus ojos con los párpados caídos sobre ellos y tristeza profunda. Fue al baño a orinar siempre balbuceando: conservo aqueeeel cariñoooo / que tu…ve para ti...
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Puso la botella en el mueble de mármol del lavamanos. Los relámpagos le dejaron ver la ducha por el espejo y se acordó de los escándalos que le hacía a su Barón. – Así te maltraté, así te confirmé que me podía matar. Así te chan-
tajeé toda la vida y no te di el divorcio. Así te expresé mi amor, manejándote a mi antojo. Tomó la botella y bebió otro poco. Volvió la tos.
Canturreaba… conservo aqueeeeel cariñoooo / que tuuuu ve para ti... – ¡Cobarde! ¡Estúpido Barón de Monte Neboso! ¡Estúpido!
Acomplejado de mierda. Tosió, parecía ahogarse. Pero siguió bebiendo…
– Regina jamás se hubiera quitado la vida. ¡Nunca! ¡Estúpido! ¡Es-
túpido! ¡Idiooooooota! No me conociste. No conociste mi arte para retenerte siquiera en el papel, para que nunca, ¡nunca! ¿Me oíste? Nunca pudieras darle su lugar, tu nombre, a esa advenediza marinera española ¡mal nacida! ¡Sardina! ¡Perra! Siempre será tu puta ante el mundo. Y cantaba ya ebria: – conservo aquel cariiiiiñooooo / que tuuuuu ve para ti...
Y se tiraba más carcajadas… Bebía más…
– Y meeeenos a tus basssstardos. Looos que no pude tener… pe-
daaaa zo de mi viiii da… Volvió a reír y llorar.
Se levantó del inodoro. Se lavó y miró en el espejo. – Por su culpa soy una vieja amargada y horrible. Horrenda como cerote – se carcajeó – … pedazo deeee mi vida…
Tomó un sorbo grande. Arrugó la cara. No estaba acostumbrada a beber. No era vicio que pudiera achacársele.
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Se desnudó como pudo, aún rasgando la ropa. Agarró por el cuello la botella de coñac que aún tenía un resto al fondo, abrió la ducha y se metió bajo el chorro. El cielo seguía furioso, los azulejos brillaban a la luz de los relámpagos y el agua. Tomó otro trago abundante hasta casi vaciar la botella. Tosió y volvió a hacer el gesto de disgusto. Balbuceó: … pedaaaaaaazo de mi vi… da… Un rayo hizo chisporrotear los alambres, quizás en la calle, ella no sabía ni le importaba. Tomó el último trago. La botella se le resbaló de la mano y se quebró. Miró sangre a sus pies… y comenzó a rasgar su piel, ahora marchita, arrugada, sin brillo, con sus uñas que ya no herían como antes, sin fuerzas. Canturreaba: – …conservo aquee-eel cari… ño / que tuve para ti...
Un mareo…
Cayó sentada… La lluvia arreció y los rayos por todas partes brillaban y retumbaban. El agua se iba con su sangre por el hoyo del albañal. Regina ya la miraba sin mirar.
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Vidaluz Meneses (Nicaragua, 1944) Poeta, articulista, promotora cultural. Licenciada en Humanidades con mención en Bibliotecología de la Universidad Centroamericana (UCA), Managua. Fue Decana de la Facultad de Artes y Letras de esa universidad. Es cofundadora de la Asociación Nicaraguense de Escritoras (ANIDE) y su primera Presidenta; integró su Junta Directiva (2007-2009). Cofundadora y Coordinadora de la Red Nicaragüense de Escritoras y Escritores (RENIES); Representante Propietaria por Nicaragua ante la Asociación Centroamericana de Escritoras/es (ADECA) y miembro de la Junta Directiva del Pen Internacional, capítulo Nicaragua. Entre otras obras, ha publicado: Guía temática y analítica de los escritos a máquina de Pablo Antonio Cuadra (1974-1978). Es autora de varios ensayos y artículos en diarios y revistas. Ha publicado su obra poética en suplementos culturales nacionales e internacionales. Ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, francés, portugués y noruego. Ha recibido numerosas distinciones por su amplio trabajo cultural.
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Compañera Sacudís con firmeza las cadenas y su atronadora caída no te estremece. Vas al encuentro de tu destino infinito de persona. Hacés propio tu nombre y lo sembrás como bandera en territorio liberado. Ya nada te detiene Ya vos misma reconocés tu propio paso. Dueña de tu camino. Consciente de la porción de historia que te corresponde, Compañera. 1980
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Inmersa en las multitudes Inmersa en las multitudes En esos brazos, abrazos compartidos de agrietadas epidermis que trasladan tu tersura a la otra orilla de la vida, a esa mitad de noche de los que van recuperando amaneceres. Allí, donde muy a pesar tuyo te soy cada vez más cercana, donde me crees compartida y casi diluida, allí me tenés plena. Mujer capaz de abrasarte con el fuego más certero y perenne. Si te dejaras alcanzar por la llama más frágil de mi mano ¡Incendiaríamos la noche! 1980
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Convocatoria a la belleza No soy la primera mujer que recorre su rostro y descubre la intensidad de lo vivido en el peso de sus párpados abultados sobre el hundimiento de los ojos . El pliegue vertical en la confluencia de las cejas hondura del paso de las preocupaciones los paréntesis de la risa abiertos de la nariz a las comisuras (hondamente pronunciadas) de los labios y el cuello de anfibio que ya perdió su elasticidad Tal visión descarnada en el espejo, me llevan, mujer del mestizaje, a recurrir al consejo de mis mayores: cuidar la armonía del rostro con el corazón. Y eso me hace inmortal. Mayo de 1998
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Dueña del canto A mis hijas Karla y Vidaluz
Que yo recuerde, no tuve esa vigorosa actitud de mi hija a los 18 años mucho menos a los catorce, sino la confusa adolescencia deambulando por las habitaciones, incapaz de responder con eficiencia a los insignificantes requerimientos cotidianos de pasamanos: pasar la ropa, pasar las tijeras llevar el sombrero colgado detrás de la puerta.
Todos los objetos jugando al cero escondido y yo, a la gallina ciega, palpando al mundo, rodeada de aparente perfección, - 133 -
calles delineadas, señales precisas. altos, muchos altos: por ahí no. a esa hora no cuidado con la oscuridad¡, mucho menos si musitan a tu oído: “de desnuda que está brilla la estrella”
Las veredas derechas eran falsas Las izquierdas prohibidas Mi cuerpo, un enajenado territorio. Mi voz, inaudible. Mi nombre, diluido. Cuánto camino hubo que recorrer para llegar a ser lo que soy: Mujer que mira orgullosa tercera generación de su descendencia y se reconoce mojón; punto de partida puerto para zarpar con velas indoblegables. Dueña y señora de su canto.
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Evocación A Dolores Cantarero de Meneses In memoriam
Esta casa fue eficiente gracias a la mujer que hoy se ha marchado. En este zaguán queda su sombra menuda y diligente. Aquí vendió la mantequilla escurrida y la leche de vaca recién ordeñada. Esa mujer fuerte procuró el abrigo de diez hijos logrados en catorce partos y los reunió a todos a la hora del Ángelus para agradecer la vida. Se levantó al alba y en horno de leña hizo marquesotes y pan de maíz que precavida almacenó durante el invierno. En sus manos confió el corazón de su marido. Dejémosla dormir, que por primera vez hijos y nietos la vemos en reposo aunque extrañemos su quietud, y su aparente indiferencia ante nuestra cercanía - 135 -
acomodando los ramos de flores de quienes la conocieron. Aprendamos una nueva forma de tenerla entre nosotros. Apaguémosle la luz para que continúe el sueño.
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Vivas estamos Vivas estamos sobre su memoria. I La osadía intelectual de la adoradora de la diosa blanca, Virginia Woolf, preparando el rito, la palabra mágica, invocadora del andrógino ordenador del caos. Sólo en sus manuscritos la armonía bajo el bombardeo a su casa en Taviostod Square. Ella escribiendo: “Gotas de sudor en la frente de la señorita La Trobe”, presagio de su propio fin: Todo está consumado,
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“La vejez es el camino natural hacia la muerte”
Y se sumergió con serenidad en las apacibles aguas del Ouse.
II Poco le duró el sueño a Silvia Plath. Apresada en lo doméstico. Aturdida entre la libertad y el desamparo. Expuesta como bebé desangrado para ser arrastrado por el mar. El alma columpiada: Eros o Tánatos hasta sucumbir, el día preparado con la rigurosidad de un orfebre, cuando de rodillas metió su cabeza rubia en el horno de la estufa de gas.
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III Alfonsina, apasionada, consciente que ningún canto sería más alto que su propia vida de mujer, se defendió con torrentes de carcajadas que la llevaron hasta el llanto y amó hasta la consumación de sus días. ¡ Tanto fuego, sólo las olas del mar de La Plata pudieron aplacar! Vivas estamos sobre su memoria. Inolvidables hermanas que nos precedieron. Poetas, criaturas agónicas, sobrevivientes, ¡Triunfalmente vivas estamos sobre su memoria!
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Interrogantes ¿Quién comprendió a la mujer rescatada de haber sido la cabellera flotante entre los Nenúfares? ¿Quién osó penetrar su real intimidad para encontrar la uña en el pecho? ¿Quién escuchó su grito solitario en la madrugada? ¿Quién vio su cuerpo recogido, fetal, entre las sábanas? ¿Quién escuchó el sollozo en el trasfondo de sus palabras? ¿Quién descubrió la sombra gris debajo de sus párpados maqui[llados? ¿Quién, su mano crispada entre la cruz y el puño? ¿Quién vio en la sensualidad de sus hombros la corva sombra del agobio? ¿Quién supo acariciar sus pechos con la ternura que se da a un recién nacido? ¿Quién le penetró las entrañas y se le acomodó como manso pájaro en el tibio cuenco? ¿Quién le da a esa mujer su verdadero sitial en el paraíso? Junio de 1991
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Yoo y las múltiples Y
Cierto que soy yo y las múltiples. Desde el umbral de la tercera edad diviso el sonrojo quinceañero como semáforo estático en el tiempo. Asumí velos y veladas veladas hogareñas sin dejarme someter al milenario mandato patriarcal y pagué el precio. Pero salté invencible: Yo y las múltiples continuamos abiertas al amor y a la vida. Embanderada en calles y avenidas banderillas le puse a la vida con certeras consignas: “Derecho que no se defiende, derecho que se pierde” Yoo y las múltiples con mi descendencia. Y Cuatro hijos y nueve nietos de mi sangre en quienes me reconozco como en juego de espejos.
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Yoo y las múltiples Y Nacida en mayo y trenzada en varias varias generaciones con quienes celebro mi fiesta de sesenta años en el país que se le queda chiquito a tanta mujer crecida. En el mes de la fertilidad le canto al vientre de esta nación prolífera que he amado tanto y en cuya tierra espero fundirme cuando me sea dado el tiempo del retorno a mi raíz primera, a los brazos del supremo Hacedor que me formó mujer, gestora de humanidad, en quien he resumido amores amores y afanes. A quien se llega como el agua de todos los ríos a un mar y en quien puedo tener la certidumbre de su espera. Mayo de 2004
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Sola conmigo misma
Observo los nenúfares sobre la superficie acuosa. Su apacible estar me lleva a indagar indag ar sobre mis raíces, no por las inmediatas, la Abia Ayala de mis antepasados, sino por la planetaria causa por la que estoy estoy aquí. Por la que el Innombrable que sabe y me llama por mi propio nombre me hace sentir esta nostalgia de lo desconocido de donde vine y adonde sé que tengo que volver.
Octubre de 2008
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Elena Salamanca (El Salvador Salvador,, 1982)
Ha publicado Último Viernes , con la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador (2008); y Daguerrotipo y Daguerrotipo,, con el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México (2009); Peces en la boca (2011), boca (2011), (2011), La familia o el olvido (2012). Landsmoder (2011), Landsmoder Antologada en Nuevas en Nuevas voces femeninas salvadoreñas femeninas salvadoreñas.. Antología poética, selección de Manlio Argueta, Editorial Universitaria, Universitaria, Univer Univer-sidad de El Salvador (2009); y Una y Una madrugada del siglo XXI . Antología de poesía joven salvadoreña , selección de Vladimir Amaya, El Salvador (2010). En 2009, fue becada para escribir la novela Sobre todo de vos en el programa de Estancias artísticas para creadores de Iberoamérica y Haití del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes de México y la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo. Desarrollo. Ha expuesto instalación en la II muestra de Arte iberoamericano en el Centro Nacional de las Artes Ar tes de México, DF (2009); y en la selección del XI Precio de Arte Joven del Centro Cultural de España de El Salvador (2010).
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La primavera
Quiero tener un novio presuntamente formal. Vivir con él: él en su cuarto, yo en el mío. Habrá un espejo pequeño en mi cuarto al que me asomaré de vez en vez: En verdad fui la más guapa del reino, Blancanieves, pero los espejos son excusas para ser otros -y quizá no haya sido yo-. Lloraré un par de veces frente al espejo sobre todo cuando en la madrugada escuche que mi novio abre la puerta de [la casa. Regresa, va a la cocina por cervezas, ríe. Camina hacia su cuarto - 146 -
y una mujer ríe con él. Sabré entonces que hay años en que no llega la primavera o quizá nunca llegó. Ejercicio mientras sirven la cena: Novia inconclusa Yo fui una novia inconclusa. Me regalaron flores que nunca olí. Alguna abeja venenosa, adentro de la flor, podía picarme. Y yo, alérgica, no quería morir de amor. Del Peces en la boca (2011)
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Fotografía escaneada de Irene y Pablo en Facebook Ahí están ellos, alterados e inalterables. Tienen la belleza de los relojes detenidos. Una belleza un poco cítrica, casi amarilla, que come la imagen. Yo no dejaré de verlos porque las manos de león que crecen atrás de ellos son del verde de las manos de león del patio de mi abuela; o quizá no sean manos de león, y yo ya esté delirando, porque el tiempo, porque las cosas. Llevan diez años riendo de la misma manera desde esa escalera a la entrada de una casa de pueblo. Tienen el cabello hermoso y la sonrisa de la verdad. Yo voy a verlos. Con algo de dolor y envidia. Y añoraré algo que no he tenido. Yo voy a verlos. Hasta que el amarillo los coma definitivamente: primero, las hojas serán más verdes, de verdes más claros, casi amarillos; luego, los cabellos tan negros y hermosos, se teñirán de rubio, anémicos. Solo quedarán las bocas. Oxidadas. Yo voy a verlos con algo de envidia: Nunca tendré una gran historia de amor: Mis fotografías son digitales. —
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(De Peces en la boca , 2011)
ID —Siéntese. Edad: 26 años. Profesión u oficio: … En los documentos de identidad siempre salimos ojerosos, el cabello despeinado. —Mueva el cabello atrás de la oreja. En los documentos de identidad somos parcos, no sonreímos. —Mire de frente. Yo veo hacia el frente, al lente de la cámara, y sonrío. Mi mejor sonrisa. La más amplia, con más dientes. La fotografía del documento de identidad es la única que quedará después de mi muerte. Cuando me maten, recogerán mi cuerpo y mis documentos. Meterán mi cuerpo en una bolsa negra y mi dinero en sus bolsillos. El documento de identidad dice cómo nos llamamos y qué tan profunda es la sombra debajo de los ojos. Cuánto hemos vivido y lo - 149 -
opacos que nos vemos en ese preciso momento en que somos un cuerpo en una bolsa. ¡Flash! Esta foto será la que aparecerá en la noticia de los periódicos y los telediarios para que puedan identificarme, ir por mí a una morgue, enterrarme. Es lo único. Yo no quiero morir seria. Ni infeliz. Yo sonrío para la foto. Para la muerte. (De Peces en la boca , 2011)
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Los espejos En su casa hay un espejo igual al de mi casa. En su casa, hay una foto de un niño que es él: el niño se detiene en el espejo con la boca. Se besa. En mi casa hay un espejo igual al de su casa. Mi madre guarda una fotografía en la que me doy besos en ese espejo: las piernas aún indecisas de soportar el cuerpo, con toda la debilidad vertical del primer año de vida, la cabeza apenas con cabello, la boca... La boca no existe, está sostenida en el espejo. ¿Me estás besando? Yo me paro frente al espejo, tiro besos. Entro a mi espejo, salgo en el suyo. Conozco a su padre. Beso a su padre, concibo al niño que es él. Lo llevo en la lengua, regreso a su espejo, sin foto, sin niño, entro. Vuelvo a mi espejo. Me veo. Saco la lengua, la llevo al espejo. Lamo. Desde su espejo, el niño se detiene con la boca. Una boca es una boca hasta que ha sido besada. Él ha nacido. Lo acabo de nacer. (De Peces en la boca , 2011)
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Sor Juana en el espejo El agua, como el espejo, cae de las paredes. Siempre temimos asomarnos al espejo: Podía ser un estanque. Y esta boca que ha buscado tanto tiempo podría besar a esta boca que puede ser cualquier otra y caer dentro del agua como la humedad que nace en lo profundo del cuerpo. (De Peces en la boca , 2011)
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Bodegón con Sor Juana Morderé la fruta. Mancharé los baberos de encaje que tejí por tres siglos como la [araña: siempre sujeta a la mosca, siempre sujeta al aire. La fruta escurrirá por mi boca como escurre la baba, como escurre la sangre. Clavaré las uñas sobre los gajos de la mandarina: mujeres que se abren en espera de dientes mayores que los míos. Seré animal como el negro que carga la fruta en el mercado: no lee vocales y nunca ha visto el sol. Yo no bajaré el ojo, como el negro, puedo ver el sol entre tus piernas. Gajo de mandarina has sido. (De Peces en la boca , 2011)
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Sor Juana en la jaula
Dame una miga de pan como al pájaro, la gente tiene compasión a los que no hablan. Dame una miga de pan, enciérrame en la jaula, quiero ser motivo de cuadro japonés. Búscame un novio de pecho henchido, rojo corazón de salvaje; los machos siempre serán los libres. Ármame un nido, pondré un par de huevos. Cantaré. Y cuando muera, ponme en la sala sobre una rama de árbol que jamás conocí. Precioso motivo de cuadro japonés. Sor Juana derrama la tinta Las palabras desaparecerán en unos años. - 154 -
La tinta todo lo puede, todo lo come con sus colmillos de hierro: hiere la pluma el papel y en la distancia el rojo de su fuente será costra, sombra. Las cosas serán los pies verdes del rey mínima estatua de estiércol de palomas. Y mi boca estará rota como estas palabras. (De Peces en la boca , 2011)
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Sor Juana vomita la cena Mira, Juana, este panecillo será abundante como la tierra, con él se alimentarán los hijos de los hijos de tu vientre, Jesús. Juana no contiene el asco del fruto de un vientre de donde salió un hombre del que manó agua y vinagre, y se lleva las manos a la boca y se dobla en la cocina. Reconoció el negro a su mujer en la pulpa fresca de la fruta y el indio cayó de hinojos ante el pájaro: antes eran iguales, vivos en esa tierra, ahora no puede siquiera mirar el vuelo: El pájaro está más cerca de Dios –le han dicho-, no mereces verlo. Ese pan tiene la sangre de los pájaros y de las frutas, la sangre negra estancada del negro y la sangre roja derramada del indio. Y Juana se dobla, tose, se retuerce frente al pan. - 156 -
Qué pasa, Juana. Y Juana escupe: pajarillos peces de acuario y dos hostias blancas como papel (De Peces en la boca , 2011)
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La memoria I En algún lugar del mundo una mujer ve a un hombre. Lo reconoce, lo persigue. Corre por la calle tras él como corren las adolescentes detrás de las estrellas de cine. Lo alcanza. Frente a frente, el hombre no la reconoce. Nunca antes la ha visto, no la conoce. La mujer le pide tomarse una foto, como piden las adolescentes a las estrellas de cine. El hombre, un viejo, accede como acceden las estrellas de cine. Posan para la cámara, medio sonríen y medio se abrazan, como posan, abrazan y sonríen las estrellas de cine con desconocidas. Un día la mujer volverá a su casa, correrá a un álbum familiar y encontrará al hombre. Es igual. Es como si su padre hubiera envejecido veinte años. Es como si su padre nunca hubiera muerto.
La memoria II Como un desterrado. Pasando. Sos el porvenir, el mañana. Un recuerdo. - 158 -
Dedicatoria detrás de una fotografía del abuelo tomada entre 1954 y 1957. El abuelo con una pierna cruzada sobre un ladrillo de un enorme zócalo de un edificio desconocido. La pierna detenida en ese pedazo de un país que recién conocía, la pierna sobre un país al que llegó después de engendrar hijos en otros países. Atrás de ese edificio, la dedicatoria escrita en tinta con plomo, fuerte y precisa, que casi rompe el papel, escrita a esa mujer que seguramente era el porvenir. El abuelo vio a la abuela en una ciudad que no era la del edificio, en 1957. La amenazó con hacer un escándalo, gritar, enloquecer, matar a unos cuantos hombres, si ella no se fugaba con él. La muchacha que era abuela tuvo miedo, dejó la casa, se fue con él. El hermano del abuelo advirtió a la abuela: - A malas manos has ido a caer. A ese hombre le gusta trabajar, pero también le gusta tomar, le gusta golpear, le gustan las mujeres. Le gustaba dedicar fotografías. Nunca dedicó una foto a la abuela. Seguramente jamás la amó. La familia o el olvido
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USTED (fragmentos): USTED en el retrato de su bisabuela
La mutilación Cada noche, antes de dormir, mi bisabuela me trenzaba el cabello. Yo no quería. Me dolían esas manos que me halaban la carne hasta atrapar un pelo, hasta alisar las hebras, una por una, hasta armar mechones, seis. Yo me negaba, corría. La bisabuela estiraba su mano, cuan larga era, y me detenía de un jalón. Las niñas no pueden dormir con el pelo suelto. De lo contrario, vendrán los ángeles. A contar el pelo. Uno por uno, hebra por hebra. Si una niña no se recoge el pelo para dormir, vienen los ángeles y le cuentan el pelo. Y cada cuento que cuentan cae, ya la niña amanece calva. Yo imaginaba a los ángeles muy gordos, nalgones, piel azul y cabello rojo. Sentados sobre mi cabeza, en mi cara, en mi nariz. Contando. Uno, dos, tres. Y contando. Un pelo menos, dos pelos menos, tres pelos menos, cuatrocuarentaychosesentaycincoquinientosdiezsetecientosuno Contando. - 160 -
Contando. Uno. Dos. Tres.
USTED en el retrato de su abuela La enhebradora de agujas
Cuando la abuela se quedó ciega, fui nombrada enhebradora de agujas. Porque el oficio de las abuelas es coser, zurcir y remendar, aunque se queden ciegas. Andan por ahí, tocando las paredes y las ropas y los rostros de las gentes, reconociendo los agujeros, las heridas, zurciendo todo. A una madre que no quiere a un hijo por feo, le cosen la boca y no la dejan nunca que lo diga y hiera el alma del hijo; soplan el bocado caliente para el que no quiere comer, y cuando el nieto cae, limpian la sangre con un trapito bordado, cosen la herida. Sanan. Cuando mi abuela quedó ciega, tenía 60 años, y yo diez. Antes de ser la enhebradora, me gustaba acercarme al cuarto de mi abuela y ver sus sábanas bordadas con iniciales de familiares o amores muertos, los calcetines zurcidos, largos y de colores, las agujas, los alfileres. Los alfileres tenían cabezas redondas y de colores brillantes, como perlas de collar de muchacha que nunca se casó, de seguro porque las perlas, dice mi abuela, se convierten en lágrimas. Mi abuela los clavaba en su alfiletero, que era un corazón rojo y peludo. El pobre corazón estaba lleno de alfileres, como si de un embrujo de amor se tratara. Yo sacaba los alfileres uno por uno y veía que el corazón es- 161 -
taba agujerado para siempre. Luego volvía a ponerlos, y sentía el dolor del corazón abandonado; pensaba cómo, en su cuarto de cortinas y santos, las abuelas están abandonadas y llenas de agujeros. Y nadie las remienda. Mis padres notaron cómo yo pasaba las tardes ordenando los alfileres y las agujas y cómo, cuando estaba a punto de salir a jugar con mis amigas, la abuela me gritaba: ¡Niña, tengo un nudo ciego y no puedo deshacerlo! Y yo regresaba y desenmadejaba y desenredaba, y hasta entonces podía salir a jugar. Pero ya era tarde, y mis amiguitas se dedicaban a las lecciones, a aprender a cocinar garbanzos o a coser botones. Entonces mi abuela tenía 60 años, y yo diez. Han pasado diez años, y las dos tenemos 70. Empecé a envejecer con mi abuela. Un día me vi en el espejo y un par de canas brillaba en mis trenzas. Mi madre las veía orgullosa, pensaba que las canas eran signo de sabiduría. Pero yo olvidaba las tablas de multiplicar, las estaciones, los puntos cardinales. Lo único que recordaba era los nombres de las agujas: la delgadilla, de agujero ínfimo por donde nunca pasaría un camello; la punta chata, para coser cueros; la agujalágrima, para hacer encajes; la capotera, que es gigante, para coser telas gruesas; no hay que bordar durante una tormenta porque la aguja llama al rayo. Mis padres decidieron que me mudara al cuarto de mi abuela. La vieja no estaría tan sola y ya no mancharía de sangre todas sus costuras. Se estaba quedando ciega y cuando lograba enhebrar una aguja sola, se pinchaba los dedos al coser, y sangraba. La vejez es una cosa cruel. Llevamos diez años encerradas en este cuarto lleno de santos que ya no existen en los calendarios y hemos bordado mil doscientos - 162 -
manteles, zurcido quinientos cuarenta y nueve pares de calcetines y tejido unos cien suéteres. A veces, cuando bordamos, mi abuela me pregunta por algún amigo: “Ya murió, abuela”, le digo, Pero ella insiste: - La niña que vendía frutas en el mercado, la de los melocotones. - Ella murió la semana pasada. -¿Y el zapatero? - También. - Hacía unos zapatos preciosos, con tacón de muñeca. - Ese tacón ya pasó de moda. Y bordamos otro poco. -¿Y la cocinera de los Vega? -También se murió. -¿Y la Bertita, mi prima? -Ella murió hace siete años. -Ya no queda nadie. Suspira. -Usted queda, abuela. Y nos quedamos calladas. La abuela se asoma a la ventana y no ve el atardecer ni las calles, pero sabe perfectamente dónde estaba la - 163 -
zapatería y por dónde cruzaba la vendedora de frutillas, el gato de los vecinos, el tranvía. -En esa esquina esquin a vivían los Vega, Vega, ahora aho ra no hay nada porque es una escuela. Y en la casa que tiene unos patos a la entrada vendían barquillos con dulce de leche, a dos centavos. En esa casa que ves ahí, la del zaguán negro que pintaron de verde, ¿la ves? En esa casa cocinaban galletas con chile. -No la veo. -¿Cómo no la vas a ver? Es la casa de portón negro que ahora es verde.. verde -La recuerdo, pero no la veo. -Aquí está, sobre la calle Chávez. - No la veo. Dejé de ver las calles lejanas, las palomas que se refugiaban de la lluvia en el techo de la casa de enfrente, la puerta final del cuarto cuar to.. Entonces la abuela me tomó de la mano y me enseñó a reconocer personas por la nariz angulosa o las cejas espesas, a tomar un dedal y usarlo al palpo y a adivinar el color de un hilo: los hilos rojos son más calientes y gruesos que los azules, que casi no se sienten, son como una corriente helada entre los dedos. Yo seguía enhebrando Yo enhebrando,, porque porque mi ojo aún no se perdía en el túnel por el que no pasarán nunca los camellos, pero comenzaba a pincharme y a dejar manchas manchas calientes en las flores, en en los pañuelos. pañuelos. Un día vino mi madre y dijo que los lo s ojos se me habían vuelto vue lto azules, y me veía hermosa con mi cabello blanco. Yo Yo quise verme en el espejo, encontrarme linda, pero al buscarlo tropecé con un costurero. - 16 164 -
Cayeron los hijos, las tijeras, tijeras, los alfileres, y el espejo se quebró en setenta pedacitos. Setenta agujas.
USTED en el retrato de su madre
La sábana III
La sangre fue la señal. La última de su cuerpo, sucia y oscura. La sangre turbia de las viejas mata a los no bautizados bautizados,, recordó, empaña los espejos. Una mujer que ya no mancha no puede verse al espejo porque ya no es hermosa. Una vez al mes no se inflamará su boca y no se iluminarán sus ojos con el brillo extraño que la anuncia lista para el deseo. deseo. Ya no habrá en ella nada flor, nada naturaleza, naturaleza, nada vida. La encerrarán en el cuarto de bordado y le pedirán que haga hag a sábanas nuevas para las preciosas, para las jóvenes jóvenes,, para las vírgenes. Decidió bordar la sábana para p ara ella. Celebrar. Celebrar. -
Quéé fi Qu fies esta ta má máss ra rara ra,, ¿c ¿cum umpl plee añ años os la se seño ñora ra??
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No.
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¿Se casará de nuevo?
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Esoo cel Es celeb ebra ramo mos: s: qu quee no vol olvver eráá a ca casa sars rsee.
Las sirvientas dejaron escapar una risilla de juguete descompuesto. Ciertas mujeres piensan que la sequía es mala en todas partes: en la tierra y en el cuerpo. Las sirvientas de la casa creen que una mujer - 16 165 -
que no puede tener hijos ya no será habitada por un hombre. Con la última sangre aparece un calor que sube de las piernas al cuello, asfixia, empaña la vista, hace débil la voluntad y quiebra los huesos como los cuerpos de los muñecos de dulce. Esa mujer no es más mujer. Pero Pero ella, distinta a las sirvientas, sir vientas, celebraba no llevar más entre las piernas la pestilencia de la vida, un olor más parecido a la muerte. Organizó la fiesta, pidió a la cocinera que invitara a las viejas que besaron su sábana, las que aún vivían, alguna ciega y otra paralítica, pidió a las sirvientas que lavaran la sábana, lienzo de hilos podridos y flores f lores marchitas. Mientras esperaba la noche, recordó que las mujeres que no sangran empañan empañ an los espejos. Se asomó a uno. El tiempo había marcado su cara como había deshilado la sábana. Podía ver a las flores muertas alrededor de su boca. Cogió un carmín y se dibujó una boca perfecta, muy parecida a una flor. Las sirvientas entraron con la sábana recién lavada, recién seca, recién planchada, recién perfumada. La colocaron en la cama. Pidió que llevaran su cofre de costura. Lo llevaron, enhebraron las agujas. Salieron. La sábana era imposible como una nube. Inaudita. Las flores rojas que había bordado al día siguiente de conocer a su marido se mantenían intactas. Cada uno de sus hijos era una flor distinta, azaleas, margaritas. Incluso los hijos muertos, floripondios marchitos. Tomó la aguj Tomó agujaa y se deci decidió dió a cerra cerrarr las flore flores, s, en punt puntoo atr atrás ás,, por porque que nunca debieron abrirse. Bordó. Zurció. Remendó su boca para evitar repetir las palabras de su madre. Mujer que deja de sangrar no es más una mujer importante. Tu cuerpo será vigilado por el mundo. Nuestra vida, hija, pende de un hilo hilo.. No es de extr extrañar añar que las parca parcass sean sean mujeres. Siguió hasta la madrugada, selló narcisos y campánulas, cerró rosas, cegó margaritas, hasta la última flor, la única roja. Hasta sangrar. - 16 166 -
II
Tengo las piernas fuertes para sostener al mundo Tengo mundo.. Para Para sostener sostener a mi marido. Durante varias noches he visto mariposas en las lámparas, he bordado nuestros nombres en las almohadas, he lavado mis piernas con leche, he mojado mi pelo en jugo jugo de naranja. Lo espero como se esespera a la lluvia. El día que bordábamos mi sábana lo vi en el cielo. Él era la lluvia que venía, arrasó con las flores del jardín. Es tormenta. Todo T odo cuerpo y pujanza, ha entrado entrado en mí. Ha Ha roto mi flor. flor. No la ha abierto como el rocío abre a la flor de la madrugada, me ha herido. He nacido para que me rompa, para que su sello queme mis piernas como quema todo lo que es suyo. Yaa nada en mí es mío. Y mío. Me levantaré aún de noche y tenderé mi sábana en el jardín. El sol la iluminará. Mi madre y las viejas que me criaron y han esperado este día para morir en paz verán la señal inequívoca de mi sangre. Llorarán un poco, caerán de hinojos, se abrazarán a mis piernas. Podré sostenerlas, sostenerlas, mis piernas pier nas son fuertes. Mi marido escupirá su tabaco. Lo limpiaré. I
La sangre era una señal inequívoca.
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Es una buena noticia. Esto confirma con firma que estás lista lis ta para ser mujer –señaló la madre la sábana de la niña-. Durante años años he guardado la sábana en que te envolví al nacer, y ahora vamos a bordarla. Parir mujeres casi siempre es motivo de desgracia: dilapidan las herencias y chismean en las cocinas. Pero las familias sobreviven por la fe de que la hija ande por el camino de la pureza, ese camino de flores únicamente blancas, y honre su apellido. Por eso cuando una niña ve la sangre por primera vez, como dicen las viejas, debe bordar la sábana de la virtud. Es un secreto, hija. No debes contarlo a nadie excepto a tus hijas cuando vean la sangre sang re por primera vez. Vamos a hacerlo –la levantó de la cama y al ropero. La niña siguió a su madre con miedo. Habría esperado que le diera una medicina, algún té, que la mandara a dormir. Pero la hizo caminar descalza mientras un chorrito de sangre iba bajando por sus piernas hasta gotear el piso piso.. La madre sacó una sábana blanca, enorme, y le dio indicaciones: Debes bordar una flor cerrada, cer rada, un capullo, en el centro. centro. Esa es la flor guardada de tu honestidad –acercó la caja de hilos, la abrió, los mostró blancos, cegadores, tomó una aguja, la enhebró, la entregó a su hija-. Las flores de tu sábana confirmarán tu pureza, se abrirán hasta el día en que tu esposo te conozca. La niña tomó la aguja y se pinchó un dedo, cuidó de limpiarse en el camisón para no manchar la sábana. La madre se sentó frente a la ventana y le dijo: Mira las flores, míralas bien, entiende sus formas. Bordaremos lirios, jazmines y azucenas en esta sábana. Debemos bordarla bien: te acompañará toda la vida, dice quién eres. La niña se asomó a la ventana: el cielo era un pañuelo de ceniza bordado con manchas blancas: caprichosas orquídeas, absurdas amapolas. Su madre dibujó el contorno de un capullo. capullo. - 16 168 -
Esta puntada se llama cadenilla. Usarás esta: tu sábana debe ser hecha con la ternura de tus manos de mujer recién descubierta. Nunca la puntada simple, ni el punto atrás. La sábana debe ser bordada con los mejores hilos de la casa: es la sábana con la que las mujeres se protegerán del miedo o del abandono. La sábana que habrá de cubrirlas cuando sus órganos de pudran y su piel se arrugue. La mortaja. Cuando tu marido rompa la flor de tu honestidad, deberás volver a la sábana y bordar una flor abierta sobre el capullo. Roja. Esta es la única flor que puede ser roja, que será roja. Se abrirá como se abre tu cuerpo para tu marido y para tus hijos. Tu cuerpo hasta ahora ha estado cerrado, en espera de tu marido, y cuando él llegue ya no será tuyo, será para tu familia, para el mundo. La niña volvió la mirada hacia el piso: sus pies, tan pequeños, se iban salpicando de rojo. No podía sostenerse ni sabía cómo bordar amapolas. Pensaba en la sangre: debía cesar, alguna vez ese dolor que bajaba por las piernas pararía. No parará hasta dentro de cuarenta años –aclaró la madre-. Y cuando ese día llegue, todo terminará: serás vieja. No serás más una mujer importante. Cubrirás tu cara con velo al ir a misa y al teatro. Las viejas empañan los espejos y ponen turbia la sangre de los niños; si tus ojos empañados ven los ojos de un no bautizado, lo matarán. La niña tuvo miedo, la madre le ató el hilo a la mano, hizo un nudo, cortó el hilo. La niña murió un poco. Nuestra vida, hija, pende de un hilo. No es de extrañar que las Parcas sean mujeres.
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USTED está sola
La Purísima
La segunda vez no me di cuenta hasta ver la sangre, un hilito rojo como con el que mi abuela bordaba los manteles de la iglesia. Mi abuela iba a verme a los ojos y lo sabría. Las viejas siempre lo saben. Ojalá a mi regreso, la abuela esté ciega.
* Criada en un pueblo de viejas, solía ver más gatos que niños en las calles. Encerrada en casa con mi abuela, aprendí a coser vestidos de santos, hacer manteles, oír la radio. No supe nada de los hombres. Eran una voz polvosa que emitía la radio. - ¿Cómo son los hombres, abuela? - Son unos desgraciados. - Pero tienen bonitos ojos. - ¿Adónde los has visto? Mi abuela no sabía que yo había visto al primer hombre en la calle. El primer hombre me había esperado afuera de la iglesia y me había dicho algo sobre unos santos tallados en 1500 algo: los indios cortaban el árbol para hacer un Dios que no era suyo y era tres a la vez, y el árbol antes había sido Dios. O algo parecido. Una se pone nerviosa cuando ve y habla por primera vez con un hombre que no es el cura o el anciano con retraso mental que barre la iglesia. Yo no había es- 170 -
cuchado bien la historia del primer hombre y tuve que acercarme a él para preguntar. Tenía ojos de pozo. Eran húmedos y oscuros y no tenían final. Empecé a ahogarme dentro de ellos. - Los ojos de los hombres son mentirosos –dijo mi abuela-. Pueden ser bonitos, pero no son sinceros. -
A veces tienen pestañas rizadas, como las de los niñosdioses.
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Los niñosdioses son santos, los hombres son el demonio.
La abuela no decía más. Al terminar un nuevo mantel, me mandaba a entregarlo a la iglesia. Antes de salir a la calle, tenía que recogerme el cabello. Mi cabello era largo y enredado como las bolas de hilo con las que bordábamos. La abuela me obligaba a sentarme en el patio y me trenzaba el cabello. En trenzas iba a misa, rezaba en los rosarios, cantaba en las procesiones. Las ancianas del pueblo querían peinarme. Desfilaban por la casa con sus peinetas y sus pequeños ganchos de marfil que se clavaban en mi cuero cabelludo como garrapatas de fantasía. Una de ellas tenía el cabello blanco hasta los pies y me peinaba con la peineta de concha nácar que su abuela le había heredado cuando era niña, un siglo atrás. Otra era gorda y con poco pelo, me hacía rizos y colocaba flores sil vestres en mi pelo. Una vez, lo solté. El pelo largo es signo del diablo, dijeron las viejas. Sonreí. Se persignaron. Me dejé suelto el cabello y salí a la calle. Las viejas cayeron de hinojos.
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En este pueblo debió pasar algo. Los hombres que quedaron son viejos y barren la iglesia o pasan por la basura. Cuando hay una muerta, cada año muere una vieja, pasan con una carreta y la llenan de rosas. Cuando la vieja ha muerto niña, cuando no conoció nunca hombre, la rosas son blancas. En este pueblo las viejas viven en eterna cadena de oficios. Unas cocinan pescados con garbanzos, quesos, frutas en conserva. Otras tejen las telas con las que nos vestiremos todo el año. Algunas cosechan huertos, otras hacen el pan. Han sido designadas, o condenadas, a transmitir de generación en generación el mismo oficio. Mi abuela aprendió de su abuela a bordar y coser. La iglesia del pueblo tiene los santos más antiguos de la región y mi abuela fue educada por su abuela para cuidarlos. Aprendió a coser, aprendió a vestirlos. No todas las viejas tenían el privilegio de la abuela de mi abuela. No a todas les nacían nietas para educarlas, a algunas ni siquiera les nacían hijas. Y cada vez nacían menos hijas y menos nietas. Mi abuela al igual que su abuela, repetía, era afortunada: me tenía a mí. Algunas mujeres del pueblo eran designadas para tener hijas. Salir al mundo, entrar al mundo, conocer un hombre. Parir. Educar hijas en los oficios generacionales. Nunca he sabido de dónde salen los esposos y qué pasa con los hijos hombres. Las viejas se cosen las bocas como cosían los vestidos de los santos y nunca he escuchado el nombre de un hombre que no fuera San Juan, San Sebastián o San Nicolasito. Yo imaginaba que los hombres debían tener nombres distintos, vitales, y cuerpos viriles, sin estigmas. Yo siempre imaginaba a los hombres.
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Cuando mi abuela creyó que yo tenía suficiente edad para aprender a vestir santos, me encomendó coser el ajuar de San Juan y María Magdalena. Cada año, la abuela y yo nos sentábamos horas frente a la ventana y veíamos la montaña y el campo y pensábamos qué color y qué tela, qué brocado, qué seda, qué lana cardada o listón usaríamos para los trajes de de la semana mayor. De toda la región venían viejos a requerir nuestros servicios de costureras con sus cargas de tela para vestir a sus santos: chantús, brocados, terciopelos. Vestir santos no es fácil. Uno tiene que lavarse las manos antes de tocar la imagen que va a vestir, cubrir los ojos de las otras tallas, cerrar los suyos al desnudar al santo, y, sobre todo, no haber conocido varón. Conocí al primer hombre el día que me solté el cabello. Era el único hombre en la calle. Se acercó a mí y me dijo que había visto cómo limpiaba los ojos de San Juan y cómo, al limpiarlos, los ojos parecían ver de verdad. Verme. Sabía mucho de santos, era aprendiz de tallador, me dijo. Rondaba por los pueblos en busca de los santos más antiguos, observando sus rostros, aprendiendo de sus cuerpos. Un crucificado jamás tendría cabello real, uno yacente, en cambio, tendría el cabello recogido en rizos reales, y la madera de cada uno sería distinta. Lo sabía por el olor. Yo nunca había olido a un hombre. Desde la ventana de la casa veía pasar a los viejos que vivían en el pueblo y presentía que apestaban como limones olvidados. El cura que venía de un seminario al orde de un barranco para oficiar la misa cada domingo olía a incienso. Nunca un hombre joven había estado cerca de mí, y este hombre, el primero, olía a árbol después de la llu via. El primer hombre siguió estando en la calle todos los días cuando yo volvía de la iglesia. Me esperaba. Hasta una tarde que lo encontré afuera de La Perpetua, la única pensión del pueblo. En este pueblo no había hombres como no había forasteros, las mujeres no deben - 173 -
viajar nunca solas, decía mi abuela, y la pensión era una casa deshabitada que se iba despintando y llenando de polillas. Entramos. Él no llevaba maletas. El primer hombre volvió a hablarme de los santos y me dijo que sabía que el cabello de las vírgenes era cabello real, de niña. Mi abuela había dejado crecer mi cabello durante años para un día ofrecerlo a la Inmaculada. El primer hombre lo sabía. Me había visto, decía, me miraba. Sus pestañas eran redes dentro del pozo donde me ahogaba. Y en la pensión, el piso rechinaba y era azul como un ojo muerto, y la cama, blanca como un ojo ciego, y el primer hombre, húmedo. Blanco y desnudo como estaba, parecía también un santo. Cerré los ojos y lo dejé hacer. Sus manos habían sido talladas con prodigio y se deslizaban por el vestido bordado por mi abuela, por mi cuerpo convulsivo. Lo dejé seguir haciendo. Nunca había sentido dolor y nunca había llorado como lloré bajo el primer hombre. Miré sus ojos y me ahogué. Cerré mis ojos de nuevo. Él siguió haciendo y doliendo. Sentí su humedad sobre mi vientre y tuve frío. Abrí los ojos y vi que se preparaba para irse. Murmuraba algo, una maldición. Mi sábana no estaba manchada. Se fue. Volví a vestir santos.
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Un día, mientras cosíamos el traje que llevaría María Magdalena el Jueves Santo, mi abuela se acercó a la ventana y suspiró: - Es una pena que hayan cerrado el Convento de las Arrepentidas. -
¿Por qué, abuela?
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Para enviarte ahí.
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¿Por qué, abuela?
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Deberías arrepentirte de lo que hiciste.
Y volvió la mirada con sus ojos blancos de azúcar. Había dejado de bordar canutillos y cristales porque estaba perdiendo la vista. Con la vejez, todos los dulces comidos en la juventud se parecen a la muerte y estaban llenando el cuerpo de mi abuela, sus ojos. Regresó a la mesa de costura y suspiró de nuevo, buscó un canutillo naranja y quiso enhebrarlo. No pudo. La abuela sabía que una vez me encontré afuera de la iglesia con un hombre. -
Es un muchacho tallador de santos –le dije entonces.
- Los muchachos también son peligrosos. Ese nunca ha tocado más que madera y su carne reclama carne. La abuela no supo más del primer hombre. Pensó que me dejé acompañar por él al mercado y que incluso nos sentamos en el parque a ver la fuente central. Nunca supo de la pensión. Nada en mí había cambiado: ni la mirada, ni la sonrisa, ni la forma de caminar. Ni se me había formado un hueco en la muñeca como ella afirmaba. Mi sábana no estaba manchada, y mujer que no mancha sábana no es pura. El marido debe devolverla a la casa y repudiarla, y, en casos de escarmiento público, quemar el velo del ajuar sobre sus manos de cualquiera. El fuego todo lo purifica. Yo no me había casado con el primer hombre. Quizá por eso era peor. Él no podía devolverme a la casa de la abuela y romperle el - 175 -
alma como me la había roto. El alma debía ser como la tela con la que hacíamos las mantillas de la Señora de los Dolores, y el primer hombre había rasgado la mía con sus manos de santo de alabastro.
***** Ninguna de las puntadas que la abuela me había enseñado para remendar podía zurcirme el alma. Y cuando la abuela giraba los ojos a la montaña o al fogón, yo lloraba, en el cuarto de costura, en el jardín, en la cocina. Me habían dicho que se lloraba al partir cebollas, pero lo mismo sucedía con el pan, el queso y las fresas. Es cierto que el primer hombre nunca se olvida.
* Había un cuarto viejo al lado de la iglesia en el que había muchos libros. Yo corría a leerlos después de misa. Mi abuela pensaba que leía las vidas pías de San Mauro o Santa Rita, pero yo buscaba un libro sobre el olvido. Y todos, Santo Tomás y Santa Teresa, hablaban de amor. El amor era un ardiente dolor, un corazón dibujado en alguna miniatura de los libros, un trozo de madera tallada sobre el pecho de Cristo. El amor, me dijo el segundo hombre, es una idea. Cuando vi al segundo hombre, supe que haría el amor con él.
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Mi abuela veía cada vez menos. Ya no podía enhebrar agujas, bordar con canutillos, coser. Teníamos que coser los ajuares de la semana mayor de ese año, ella había elegido un terciopelo para la virgen, necesitaba ver. Me envió a la ciudad a comprar medicamentos. Las viejas que me peinaban la cuidarían en mi ausencia. Yo no tendría que preocuparme, solo apresurarme. La ciudad estaba a dos días de viaje en tren. Regresaría en menos de una semana. Preparé apenas una bolsita para el viaje, caminé sola a la estación. En el camino de polvo ensucié mis zapatos y no vi más que gatos y viejas. Las viejas me decían adiós desde sus ventanas, que Dios me socorriera y volviera pronto y con bien. Una tenía un bebé entre los brazos. Ojalá no fuese niña. El segundo hombre apareció en las bancas de espera de la estación. Tampoco llevaba maletas. Era alto y combativo como un arcángel. Mi abuela decía que los arcángeles eran altos y de ojos encendidos. Los ojos del segundo hombre eran dos túneles, no tenían fin. Pensé en San Miguel y en su enérgica pierna que doblega al diablo, pensé en San Rafael, con su cabello encendido y largo, cuando salía en procesión sobre una lancha y lo llevaban los pescadores viejos del pueblo vecino. Yo había visto pocas veces a los arcángeles. La abuela me había encargado pasar a la ciudad también por telas, encajes y canutillos para los nuevos vestidos de las fiestas. Intenté concentrarme en la cuenta de pedidos y en cómo podía bordar la túnica de San Juan este año. Le diría a mi abuela que bordaría un dragón sobre el pecho del evangelista. Mi abuela se opondría y diría que es San Jorge el que se enfrentó al dragón, que San Juan, en cambio, representa la juventud y la pureza y que lo mejor sería bordar una flor, un lirio. Yo le diría que el dragón sobre su pecho representa la fuerza del evangelio y que lo imaginara brillando sobre el pecho de San Juan, la noche del miércoles santo. Haría caer de rodillas a todas las ancia- 177 -
nas; se vería hermoso y brillante recamado con canutillos. Cuando se llevan muchos años cosiendo el traje de San Juan, es fácil atribularse al pensar en el tono de verde que usará ese año. La naturaleza no nos ha dado tantos colores como telas merecemos. Pensando en esto estaba cuando el maquinista sonó el silbato, era hora de abordar el tren. La abuela nunca me había enviado de viaje. Una mujer nunca debe hacer un viaje sola. Mucho menos, una mujer joven. Me levanté y corrí a mi vagón. Cuando llegué a mi asiento, el segundo hombre estaba sentado en la ventana junto a mi lugar. Todo el camino reímos y vimos a la vera las hileras de chopos desnudos, como una gran maraña de pestañas de santo. El segundo hombre había leído a todos los tomases: Santo Tomás el incrédulo, Santo Tomás de Aquino y Santo Tomás Moro. Y no estaba de acuerdo con ellos. La religión, me dijo, es también una idea. Todo, dijo, es una idea. Yo no conocía muchas ideas. Había sido educada en una casa de una vieja; ahí nos reuníamos cinco niñas, y ella nos enseñaba a leer, escribir y bordar. Pero nunca a pensar. Las niñas hablaban de sus bodas y cómo sus vestidos serían blancos y enormes, como un campo de nardos florecidos. Una vez, en la única boda celebrada en el pueblo, mi abuela me dijo que la mujer que se casaba no era más señorita. Era una maestra de unos treinta y cinco años y se casaba con un hombre de su misma edad, pero ya calvo. “Ese ramo de rosas rojas que lleva significa que está embarazada”, me dijo la abuela. A las mujeres del pueblo las habían educado para casarse, tener hijos, enviudar y coser vestidos para santos. O envejecer solteras y vestir a los santos. A mi abuela la había criado su abuela, severa y vieja como una estatua. La abuela la hacía dar vueltas en la casa cada noche para comprobar que no hubiese dado el mal paso. Mi abuela nunca lo dio y las flores de su ramo de novia fueron blancas como - 178 -
los campos de nardos florecidos que serían los vestidos de las niñas de la escuela. Esas niñas nunca se casaron. El segundo hombre se dedicaba a pensar. Viajaba de pueblo en pueblo buscando los libros más antiguos, comprándolos en las iglesias, en viejas bibliotecas, leyéndolos. Llegó a nuestro pueblo porque equivocó la dirección. Ahora buscaba libros sobre la memoria, me dijo. Se hizo tarde. Saqué el pan y el queso que había preparado y le entregué la mitad. El segundo hombre mordía el pan y las migas se quedaban prendidas en su boca. El tren hizo una parada en un pueblo para que los viajeros almorzaran y nosotros bajamos a conocer, y al reanudar la marcha nos equivocamos de tren. Llegamos a otro pueblo. En ese pueblo había una tienda de listones y encajes. El segundo hombre me llevó a hacer mis compras. Metía las manos en las bolsas con canutillos y las llevaba a su boca. Los canutillos se pegaban en sus labios. Algo pasaba con la boca del segundo hombre. Era como las leyes de atracción que la maestra jubilada nos enseñaba a las niñas que querían casarse y a mí. Las niñas murieron con la peste de la virgen dormida. Murieron así: dormidas. Perdimos el tren. Yo no tenía más dinero que el de las medicinas de mi abuela, y otro poco, mínimo, por alguna emergencia. El segundo hombre no tenía dinero. Los muchachos que leen siempre tienen los bolsillos vacíos. Pero el segundo hombre conocía ese pueblo, había encontrado libros ahí antes. Conseguimos un cuarto en la casa del viejo librero. Yo ya estaba enamorada. Debía estarlo. Haría el amor con el segundo hombre. - 179 -
Había sido tan bien educada en la historia de la cristiandad que con solo ver una pintura podía distinguir la forma de montar de un cruzado o un sarraceno, de un caballero o de un infiel. El segundo hombre era el diablo. Yo lo sabía por su boca que no se desprendía de mi cuerpo y por su manera de montar sobre mí, como infiel. Pasamos días encerrados en el cuarto del viejo librero. El viejo se acercaba a la puerta y gritaba al segundo hombre que había encontrado un libro muy antiguo, podría interesarle. El segundo hombre estaba perdido en mi cuerpo, y alcanzaba a gemir que lo vería más tarde, gracias, tal vez mañana. El viejo volvía a su biblioteca, a apartar las telarañas de los libros, a buscar lo más antiguos, oía que pasaban los días y no parábamos de gemir. Por fin una vez el librero se acercó de nuevo a la puerta, cansado, y dijo que al menos debíamos bajar a comer. De seguro están comiendo la luna de miel, dijo, y escupió. No bajamos. Yo estaba también estaba perdida, no había forma de salir del túnel de los ojos del segundo hombre. Pensé incluso en bordar su nombre sobre las almohadas. Nombres completos, iniciales, letras góticas y cursivas. Yo quería poner cortinas blancas con nuestras iniciales en las ventanas de ese cuartucho, verlas desde afuera, meciéndose al viento. Pero el segundo hombre no creía en el matrimonio, era una con vención social, decía, una idea impuesta, como el amor. Y yo tampoco podría casarme. Había visto un hilito de sangre sobre las sábanas de la cama del cuartucho del librero y había comprendido que tendría que llevar unas rosas rojas en el ramo de novia y evidenciar que la rosa de mi pureza ya se había abierto, y sobre mi abuela caerían las maldiciones de todos los siglos y las ancianas que antes querían peinarme me escupirían doblemente, pues doblemente he amado a hombres equivocados. Lo mejor será regresar a vestir santos. - 180 -
** Se lo he dicho al segundo hombre y él ha aceptado. Ese libro que el viejo librero encontró no era un libro sobre la memoria, es sobre el olvido. El segundo hombre se ha quedado examinándolo. Me olvidará. Cerca de este pueblo hay uno más grande, me dice el viejo librero, y ahí encontraré las medicinas de mi abuela. He recogido mis cosas y abordado un nuevo tren con el dinero que tenía guardado. He encontrado las medicinas y también he comprado una muñeca pequeña para mi abuela. Las ancianas son niñas con cabello blanco y mi abuela no reprochará mi ausencia si le llevo un regalo. Los trenes corren tan lento cuando uno no ríe ni ve los chopos desnudos desde las ventanas. Nadie más va a mi pueblo y desde mi lugar veo las hileras interminables de asientos viejos. Vacíos. Llevo dos bolsas llenas de telas y medicinas. Cuando mi abuela vea las telas, llorará de la dicha. Espero que siga viendo, aunque vea que di el mal paso. Cuando el tren me deja en el pueblo y se aleja del andén me da la impresión de que no volverá nunca, de que nadie nunca querrá venir aquí, de que el sonido del silbato es una mentira que cuentan las viejas, como la de la niña que se convirtió en sirena por bañarse en viernes santo. Ahora que vuelvo no hay ni una vieja asomada a las ventanas para recibirme, ninguna de ellas da la voz de mi regreso. Ni un gato. Quizá hoy sea sábado, ya no llevo cuenta de los días. Quizá sí. Debe ser hoy sábado y este sábado no puede ser otro que el Sábado de Dolores, cuando sale la virgen de La Soledad, la patrona del pueblo. Las viejas solas y viudas, con los hijos muertos o jamás casadas, acompañan a la virgen, atravesada en el pecho por siete puñales. Es - 181 -
la única vez en la Semana Mayor en que la virgen aparecerá sola en una procesión, errante y sufriente. Es una procesión silenciosa. Las viejas visten de negro y, cuando cae como un pañuelo la mancha oscura de la noche, iluminan el camino con velas de cera de cerdo y miel. Hasta que La Soledad sube la cuesta hacia la iglesia, en las primeras horas del domingo, las viejas cantarán una canción de la que solo las más solas conocen la letra. Yo antes, antes de los hombres, siempre tuve miedo a la soledad. De niña veía cómo mi abuela limpiaba cada mañana del sábado de dolores los ojos de La Soledad, las pestañas de fina cola de animal y las lágrimas cuajadas de alguna resina maravillosa. Todas las viejas llevaban flores y lloraban frente a la virgen. Yo sentía ahogos. La iglesia se me hacía muy pequeña y caliente y el pueblo un permanente abismo de polvo en el camino. Quería salir al camino y ver qué había más allá de los chopos siempre desnudos, con frío. Siempre pensé que afuera estaban los hombres, en algún lugar debían estar. No debí salir nunca. Corro. La noche caerá pronto y con ella dejará de ver mi abuela. Debo entregarle sus medicinas, ayudarla a recogerse el pelo, cambiarse ropa, zapatos, llevarla a la cama, abrir un frasco de alcanfor y perfumarle las manos y volver a mi cama llena de muñecas que vestí durante años ensayando que eran hijas. En el camino hacia mi casa he encontrado la procesión. Llora lágrimas de una resina maravillosa la Señora de la Soledad, la errante y dolida, la de los siete puñales en el pecho. Lleva el mismo vestido del año pasado. Mi abuela no alcanzó a coser el terciopelo para el traje nuevo. Mi abuela. Detrás de la virgen, los únicos viejos del pueblo empujan la carreta que arrastran solo una vez al año. Nunca había muerto una vieja el día de La Soledad. - 182 -
Corro, los alcanzo. Las viejas voltean, me miran, me reconocen, se lanzan a mis pies, caen, se arrastran, limpia mis zapatos, se aferran a mis piernas, besan mis manos, me tocan el rostro, me halan el pelo. Lloran. Lloran, gimen, aúllan. Lloran. Lavan mi cara con su llanto. Mejor habría sido nunca comprender por qué lloran. No haberlas recibido en mis brazos, no haberlas olido, podridas. Una vieja me dará una vela y me arrastrará adelante de La Soledad. Yo soy también la virgen y cada uno de los siete puñales se clavará en mi pecho como un hombre equivocado. Oiré la canción de las viejas. Cantaré. La conozco de siempre. La familia o el olvido (Libro electrónico)
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Helen Umaña (Honduras, 1942)
Licenciada en Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana. Es miembro de la Academia Hondureña de la Lengua. Fundadora y directora de la sección cultural “Cronopios” publicada en algunos periódicos nacionales. Helen Umaña, Premio Nacional de Literatura de Honduras (1989), es autora de: Literatura hondureña contemporánea (1986); Narra- doras hondureñas (1990); Ensayos de literatura hondureña (1992); Francisco Morazán en la literatura hondureña (1995); Panorama crítico del cuento hon- dureño (1999); La novela hondureña (2006) y La palabra iluminada. El dis- curso poético en Honduras (2008), entre otros títulos de crítica literaria, antologías, ensayos académicos y de apreciación estética. Como poeta ha publicado Península del viento (2000).
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I El círculo de hierro
La espira del miedo
Los sueños. Subterráneos ríos de lava colándose por las fisuras de la noche. Ominosos. Desde blancas mansiones, rostros sin rostro fraguan cuchillos en el hielo. Sus emisarios —hidras de mil ojos alternos— están a la vuelta de la esquina. Acechan a la puerta. Socavan la densidad de las paredes. Sin temblor en el pulso cercenan el color tierno - 186 -
y derraman cal y ceniza sobre los huesos dispersos. Con el resplandor de la sangre han anegado la ternura. Dosifican, de centímetro a centímetro la exacta cuota de miedo.
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Para conjurar la segunda muerte
Ella, comerciante y peinadora. Él, manos oscurecidas por el contacto con la tierra. En San Benito, Petén, luchaban por el duro pan desde la limpia corteza de los días. Frente a sus hijos, hombres siniestros \época del General Romeo Lucas García\ la secuestraron y la desaparecieron para siempre. Él, desde ese día, recorrió cuarteles, cárceles, morgues, nosocomios. Nunca encontró el camino de regreso.
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El terror sella los labios: sus nombres no figuran en periódicos, estadísticas o informes. Para que el viento no los pierda, para sustituir el epitafio que jamás se podrá escribir sobre las tumbas, es preciso consignarlos: Victoria («Toty») Portillo Oliva, Juan Portillo Oliva hermanos de mi madre.
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El grito de la sangre
En un salón de la Universidad de San Carlos estaba acuclillada la india antigua. En idioma balbuceante —más llanto que palabras— pedía los huesos de su hijo. "Patrocinio Menchú", nombre de fuego prendido a sus labios. El eco de su grito sordo aún resuena.
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Crónica de la infamia
I La sangre impregnó hasta las piedras. Su voz clama en el desierto: Que nada quede oculto. Que se escudriñen los recuerdos. Que se ubiquen los fragmentos soterrados. Que surja la palabra y restaure la memoria. Sólo así se apaciguarán los huesos violentamente desgajados. Sólo así la sangre llegará al lugar de su quietud.
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II Antonio Ciani, dirigente estudiantil. En busca de sus señas naufragó la cordura de su madre. Ricardo Juárez, politólogo. Hablaba de la ópera con un punto de luz en la mirada. Beatriz Charnaux, ingeniera. Vislumbró espacios en donde el hombre no aplastara al hombre. Guillermo Toralla, comunicólogo. Descifró en el signo las huellas de la infamia. Abner Recinos, estudiante. Entró a la muerte cuando su hijo único nacía. Guadalupe Navas, abogada. Unió la pasión por la poesía al compromiso ético de lucha. - 192 -
Ramiro García, artista. Fino ariete el rebelde trazo de su tinta. Gonzalo Mejía, profesional de las letras. Ignoro si su madre —sola, anciana, enferma— resistió el vendaval de su partida. Sonia Calderón, periodista. “No permitiré que me atrapen viva, le tengo pavor a la tortura", decía. La realidad arrasó con el deseo y confirmó el infierno presentido. Rita Navarro, licenciada en letras. En la poesía de Otto René Castillo comprendió la alternativa: o la palabra que retorna hacia sí misma o el estilete del signo-compromiso. III A golpes de metal caen los sueños. - 193 -
Se astilla la esperanza. Caudas de dolor al rojo fuego. Nombres. Nombres y más nombres. Listado infinito. Aunque los años engullan a los años, Guatemala, en ti, la herida nunca cicatriza.
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Serpiente que se muerde la cola
Vamos patria a caminar pero cómo engañar a los Señores de Xibalbá y no escuchar sus risas estentóreas se burlan de Rogelia Cruz y sus pechos cercenados de Nora Paiz Cárcamo soportando la baba del chacal y su prole incinerada viva junto a Otto René Castillo veintiocho cadáveres arrojados al mar quizá no estén muertos todos los cadáveres de la rebelde Mamá Maquín y los 130 hombres y mujeres de maíz masacrados en la plaza de Panzós amontonados como leños en la carrocería del camión militar borrosa pero impactante fotografía tal vez los guerrilleros fueron miles de brazos protestan y levantan un rojo clavel frente al palacio verde de los uniformes verdes verdes verdes - 195 -
incontables como cien mil zompopos que se comieron los maizales verdes de San Francisco Nentón cuatrocientos hombres y mujeres y niños descendientes de los cuatrocientos muchachos compañeros de Hunahpú e Ixbalanqué que trabajaban amaban y soñaban hasta que el sueño por la tierra exigió su tributo en pesadilla y el pueblo se fue colmando de ayes parte oficial ningún sobreviviente en la oscurana del 17 de julio de 1983 el tractor aplana el nuevo cementerio clandestino campesinos crucificados devorados por animales de rapiña aún antes de exhalar el último suspiro política de tierra arrasada 440 aldeas sobre las que cayó el Apocalipsis Chacalté/ Juil/ Joncab/ Tziajá/ Pal/ Chel/ Santa María Uspan [tán/ Juá/ Xeputul/ Cabá/ Anacchel/ Xejuyeu/ Xamán/ Xacboc/ Xolchichén/ [Chajul/ Bisich/ Santiago Atitlán/ Chisec... los ríos tornaron al viejo Xequijel de la conquista qué importa - 196 -
si sólo eran indios por millares se refugian en México 150,000 huérfanos de guerra los kaibiles son máquinas de muerte acostumbrados a beber sangre de animales y de hombres sembrados en estacas en escudillas dejaron restos del cerebro de sus víctimas mujeres grávidas con el hijo extraído por e1 filo de las bayonetas a golpes de odio destruyen los comales las ollas las piedras de moler complicidad del silencio silenciosos se deslizan los automóviles sin placas amenazantes los ojos tras los vidrios polarizados con anteojos oscuros hay un sospecho en la esquina mejor no salgás sale roja la sangre que jamás se olvida nunca tanta sangre flotando sobre el piso de la Facultad de Ingeniería los masacrados serán vengados al agente del G-2 lo arrastran de aula en aula - 197 -
la gasolina el fósforo y la tea humana alucinan la noche más ametrallados en el Paraninfo niños y artistas mueren las flores en las coronas de la capilla ardiente en la Embajada de España alaridos desde la televisión en directo y a todo color treinta y nueve hombres y mujeres encendidos quemados vivos agarrotados como troncos calcinados por el rayo del fósforo blanco Gregorio Yujá único sobreviviente debajo de la pila de cadáveres secuestrado en el hospital y lanzado ya cadáver en los predios de la "U" hicieron bien en enterrarlo allí en la Central Nacional de Trabajadores - 198 -
secuestraron a veintidós dirigentes populares cómo es posible si a dos o tres cuadras está una estación de policía comed caca utilizando el logo de la coca la efigie del Ché desde el alto muro por qué será tan triste su mirada en la televisión el close up del asesino predicando chorrea sangre ojos inyectados de sangre fauces relamiéndose la sangre los frijoles y fusiles predicando otro secuestro masivo en la sede cristiana de Emaús no sabés a quién desaparecieron ayer qué bárbaros no me he despegado del radio desde que oí que ametrallaron la parada de autobuses de la universidad hija mejor váyase del país y mi padre libraba su inútil batalla contra e1 cáncer luchamos por una patria digna noches en desvarío - 199 -
ruidos sospechosos que nos roban el sueño quizá los gatos en celo seguramente el esbirro que se acerca derribará la puerta imagino mi posible escape por las terrazas vecinas ni los zapatos me quito para dormir en alucine me arrancan las uñas la capucha de gamezán el golpe en los testículos la picana en el sexo violan se masturban en las cámaras de tortura en los barrancos de Ciudad San Cristóbal botaderos de cadáveres caras desfiguradas y quemadas las yemas de los dedos que mis hijos no salgan conmigo que a ellos nos les pase nada es peligroso contagiarse de sueños arde el pensamiento en las hogueras libros en llamas - 200 -
tengo que deshacerme de ese boletín del Ejército Guerrillero de los Pobres que encontré en el inodoro pensar es subversivo me da miedo asistir a ese entierro la funeraria está así de orejas mis alumnos en la escuela sólo dibujan soldaditos y guerrilleros filas de puntitos hormigas apresuradas y dicen que son balas no digás nada por teléfono los controles son estrictos hijo no te metás en nada mamá no hable tan alto miedo animal bajando por las venas miedo derramándose como río incontenible me deslizo hacia el fondo de una pesadilla sin fin Dulce Guatemala, te asesinan los buitres...
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La derrota del presagio
En el brazo que se balancea fuera de la camilla de bomberos brilla un reloj. Desde la primera plana del periódico la imagen despliega el oscuro resplandor del odio: cualquiera puede ser el próximo. La muerte en el filo del minuto valora los signos de la vida: un vaso de agua fresca la mano que se extiende o el arco iris derramado sobre el césped. En el asedio de puñales ocultos en la sombra fulgura el minuto todavía bañado por el sol. - 202 -
II. Los pájaros violentos
Exilio
En el nuevo espacio, Gregorio Samsa renace cada día.
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Razones
Los verdugos, desde su líquida mirada, asperjan la crueldad de su veneno. El miedo, pan nuestro de cada día, ha enroscado sus anillos. Es imperativo el salto hacia el vacío. La entrada en la quietud de esta muerte.
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Sobrevivencia
Un terror de animal acosado por la jauría se aposentó en los huesos. Pudrió el germen del trigo. Se hizo uno con el aire. «Mis hijos me necesitan viva». Aullido cercado por la noche. Afilada cuchilla en el corte del hilo de mis días. Fracturada la espina dorsal del mundo me sentí huérfana de abrazos y desayunos familiares. Yo no pude —como lo hizo Brecht— llevarme ni siquiera un ladrillo de mi casa. Sola se quedó mi sombra, esperándome, a las puertas del hogar. - 205 -
Trifinio
El límite desmoronó la silueta de mis hijos. La infancia de mis otras infancias. Aceros hasta el puño. Cuatro perfiles se deshicieron entre el polvo.
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Ponerle cadenas al mar
El día del presagio los Generales —hacedores de la muerte— cerraron mis caminos. ¿Qué haré con toda esta ternura que se deshace sin tocarte?
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El punto límite
E1 aroma del geranio mordía en cada uno de tus pasos. En tus ojos el mar dibujaba sus abismos. Luego, el golpe de la noche. E1 duro aprendizaje de la cama solitaria.
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Pregunta
Desnuda de lo mío ¿podré caminar por esta ciudad muerta de luz?
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Desarraigo
Calcinados, tragados por el polvo, caen los días. El aire se envenena de hongos amarillos. Astillados, los vidrios desgarran las plantas de mis pies.
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Ciudad que no niega su nombre
La ciudad de las piedras puntiagudas (R. Sosa) A tus puertas se adelgaza el aire. Se pudre el agua. Enceguecida luz escalda las esporas. Las calles sin esquinas. Las casas sin puertas ni ventanas. Ciudad de pájaros violentos y flores de papel. Tegucigalpa, página en blanco en la memoria de mis días.
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Envidia
Las aves rasgan el azul terso de la tarde. Traspasan la montaña. “Un país por cárcel” repiten las petrificadas esfinges del camino.
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Paraíso perdido
El insomnio fustigaba los resquicios del sueño y palpé los muros del apartamento solitario. En juego cruel de la nostalgia, sentí, bajo las yemas de mis dedos, la textura de nido de las paredes distantes. Comprendí, entonces, la verdad recóndita del mito.
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Otra cara de la muerte
Mi tiempo no corrió en el cauce de su tiempo, ¿Dónde las risas infantiles, la rodilla rasgada, las camisas blancas del colegio? ¿En qué calle sin nombre extravió sus ladridos la perrita Bully? ¿Cómo retener hasta el regreso la explosión de luz en las azaleas de mi patio? ¿En qué reloj voy a desandar la vida no vivida?
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Paradoja
La muerte parpadeaba desde la altura de los puentes. A sus cantos de sirena, emergía de la entraña el más cruel de los mandatos: «Aleja de tus ojos los ojos de tus hijos». . Fragor del hierro. Por amor, el amor acallaba su reclamo.
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La eclosión de los cardos
Con el agua a la altura de la boca busqué la rosa blanca. Danzaron las máscaras y las navajas escardaron mi piel. Entonces dije: «Si yo fuera un hombre, me resultaría menos duro respirar.»
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Teoría y práctica
En la penumbra del hogar leí poemas de la mesa extraña, del pan ajeno y de raíces desgajadas de la tierra. Hoy, desde este sol a plomo sobre el alma, ¡qué pálidos los versos!
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Hacia adentro
Más allá de los espejos, permaneces. Espérame: llegaré a ti. Compartiremos otra vez la verdad de los pájaros insomnes.
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Desencuentros
Nunca, a tus ojos, la cúpula en llamas de las acacias florecidas. ¿Qué color en las flores de tu suelo? ¿A qué pájaro imitan? Bajo distintos cielos los dones del instante labran acero y calicanto. Desdibujan el rostro del amor.
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La canción de la lluvia
En el solar baldío, el agua estremece las raíces del viejo almendro. Quizás bajo otra lluvia como ésta en mi ciudad lejana tú también aprendes de naufragios.
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El vértice perdido
El viento ya no trae tu voz. El horizonte se ha bebido tu nombre. Una atmósfera de nardos que agonizan se ha prendido a tu recuerdo.
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Contrapared
Bajo un de pronto cualquiera me sentí deshabitada. En ese sitio exacto del olvido entendí La absoluta indiferencia de las cosas. Supe que nunca las estrellas —gavillas de la noche— habían cantado ningún salmo de amor para nosotros.
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Tocar fondo
Las aves marineras por fin extraviaron su ruta. No hay caminos. A doble candado las puertas. Coberturas de silencio. Y gris. Definitivamente.
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Sin tregua
Dejé encendido el fuego de mi casa. Al caminar, trituré pedernales con los dientes. Toqué los muros del silencio y en carne viva me comió la soledad. Después, la lucha para matar el frío y volver tras las huellas de mí misma. La necesidad de reinventarme cada día.
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El eterno retorno
El exilio es práctica vieja en tierras de Centroamérica. El General Tiburcio Carías Andino marcó los pasos de mi padre con rumbo a Guatemala, su Tierra Prometida. Mi padre soñó los sueños del mundo. Vivaba a José Stalin y a Juan José Arévalo Bermejo. Levantó casa y nombre en el pueblo que entregó las llaves del Templo a los mercenarios del coronel Carlos Castillo Armas.
Descifró los acertijos de la historia - 225 -
y oteó un horizonte trizado por la sombra. A contrapelo del terror que germinaba rechazó la infamia en contra de América Latina. Desde niña lo escuché defender la causa de los débiles. «Rojillo», «comunistoide», le decían parientes y enemigos solapados. Después, la vida fue carcomiendo sus anhelos. Dejó en sus ojos veladuras tristes, pero yo lo recuerdo en su rebeldía juvenil. Ahora y en la hora del balance sé que este exilio es mi respuesta en el silencioso diálogo que la muerte instaló entre nosotros.
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III. Nivel del mar La condición de la montaña
Pasé los nueve círculos. Dejé el polvo de mis huesos en la espiral hacia el abismo. Fue necesario. En el silencio roza La vibración del ángel.
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Esencias
Son niños de ceniza mujeres ancianos mordidos por el polvo. «Aquí también hay pobres». El mismo dolor el mismo cielo indiferente.
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Contra la intemperie
Acorazando al aire, el metal carcomía la espuma. Quebradas las aristas del frío me instalé en el brocal de los sueños. Incineré vestiduras antiguas y labré un cielo caracol a la medida de mi anhelo: morada del amor, lugar en donde habito.
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Frente al espejo
El fuego trazó su enigma en la semilla oscura de mi sexo. Conozco la torturante lentitud de los relojes, el aluvión del mar y la explosión del minuto a medianoche.
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Fulgores
Alondras en las puntas de la noche. La Tierra despertaba. La vida volvía por la vida: la ciudad ganaba El rostro de tu rostro.
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La voz del agua
Búscame por senderos de transparencia humana. Ven a mí cuando escuches el llamado del mar. Me hallarás con la clara desnudez del agua.
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Imperativo
La flor del limonario cubre las llanuras del insomnio. Con linfas en los belfos los caballos se desbocan en la sombra.
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Carpe diem
¿Escuchas en el caracol marino la promesa de abismo? En la piel de la noche, ¿no sientes mil agujas? Colmadas están las ánforas. Licor fuerte escancian los nardos de mi mesa. Ven. Rasga tu camisa. En el mismo rítmico latido ¬se concilia el universo. La muerte se congela en su mirada.
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Nivel del mar
Es urgente una visita al mar. Allí, el absoluto. Los arquetipos de las flores. Y tú: ojos de corteza dorada por el sol.
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Agua sobre agua
Descifraste mi signo en la alta oscuridad del mar. Y en la hora precisa fuiste ala y estruendo, pez, en busca de su centro. Agua rotando sobre agua.
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Sugestión de la llama
Sacralizando los signos del fuego, en el mismo pábilo, dos flamas reverberan. Tu cuerpo, el mío, licor de espejos. Lirio dormido, iluminado por cabrilleos de luna.
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Antes de despuntar el día
Fusión de astros en las densas ramas de la noche. Entre sus pliegues pulsa el jadeo del mundo. En sus cuencos de ópalo las horas vierten el almizcle. El sabor tuyo se esparce en el nocturno esplendor del aire.
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Cóncavo/ convexo
La eternidad rompe las veladuras de su tela y el tiempo deja de girar sobre sus goznes. E1 instante detiene su latido cuando tus ojos se tornan espejos de los míos. Tus ojos —conciencia mía de mí— son la eternidad en el instante.
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Sin máscaras
Piel adentro, el deseo jamás atempera su mandato. En agonía dulce se desgranan los minutos. Se vislumbra el diálogo inminente. Siempre inédito el rito destila zumos en almendra. Máscara afuera, fluye el deseo: hambre que sólo se alimenta de sí misma.
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Síntesis
Tiempo de rocío, el amor. En una gota, el Universo. De Peninsula del Viento, 2000
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Laura Za aleta (El Salvador, 1982) v
Poeta y economista. Obtuvo el primer lugar en el género de poesía del Certamen Letras Nuevas de La Prensa Gráfica, en el año 2006. Ha participado en el V Festival Internacional de Poesía que organizó la Fundación Poetas de El Salvador en homenaje a Francisco Gavidia (2006); en el Encuentro Internacional de poetas “El turno del ofendido” (mayo 2007), organizado por la Fundación Metáfora; y en el I Encuentro Latinoamericano de Poetas en el Centro Histórico “El Vértigo de los Aires” (octubre, 2007). Pertenece al Foro permanente de escritores de El Salvador y a la Asociación de Economía Política y Pensamiento Crítico de El Sal vador. También ha participado en el Encuentro Internacional de poetas El Vértigo de los Aires (México, 2007) y Animal del Monte (Guatemala, 2008). Sus poemas se han publicado en diversas revistas en México y Centroamérica. Actualmente se dedica al ámbito editorial y a la investigación económica. Entre sus libros de poemas destacamos: Sentada sobre todo lo impo- sible (2011) y El olor de las piedras (2012).
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Krupskaya I El pan es negro, la esperanza, ceniza. Cuento los días y los dedos no me alcanzan Para calcular el tiempo que llevamos con las lágrimas adentro y el pulso detenido. Nadezhda Krupskaya es fría como los ojos de una lechuza. Sus dedos blancos escudriñan a Ogariov, a Pushkin. Ahoga las ideas en saliva Pero ellas crean un mundo debajo de su lengua construyen algo que sube con la sangre Su lengua es un río de historia que se monta En la escuela de obreros Y un estamento de mujeres, la mordida de un pájaro enorme que crece e inunda lo complejo. Un espíritu plural Tan lejano y de geografías profundas Que al final logro calzar. Krupskaya tiene la cabeza de un tigre Y los ojos de una lechuza. De El olor de las Piedras - 244 -
Paseo de domingo a orillas del Yénisei Hemos de morir, Volodia, de mil maneras, cada día. Ahora mismo, las escamas que me construyen —mis células, mis pelos— caen con el único deseo de caer, por el afán de caer y dejar vivir y dejar crecer lo que miran nuestros ojos. Esa es la vanguardia, Ulianov, Los patos salvajes huyen hacia la niebla, y nosotros que buscando el mar hemos llegado al horizonte. El pensamiento arrastra ya algunas hojas, algunas piedras. El viento es duro. De El olor de las Piedras
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Mi abuela sentada Mi abuela sembró todos los árboles que pudo y vino a sentarse sobre este papel blanco. Sabe que desde aquí aprenderé a escribir como ella quiso siempre. Se sienta ante mí como lo hace todos los días junto a la ventana Esperando. Su falda hace remolinos bajo la silla y te hace creer en el aire. (De Sentada sobre todo lo imposible , 2011)
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1948 Mi abuela es joven y mira a través de las ventanas. La casa está vacía a su espalda, las paredes, de hielo las sillas, de ceniza. Sola, los ojos se le multiplican. Llueven gotas negras sobre el rostro. Es la navidad de 1948: las mujeres más pobres en las fiestas dibujan la costura de sus medias de nylon, tan imaginarias como amores de película, amores blanco y negro. Por la ventana pasa un viento instantáneo con polvo de la serranía. Mi abuela escucha el ruido de las fiestas que toca sus fronteras, enciende la radio; escucha “el Consejo Revolucionario de Gobierno…” Apaga la radio. Cierra los ojos. De Sentada sobre todo lo imposible (2011) - 247 -
1951
Conociste las hojas de afeitar y pronunciaste un nombre que se quemó en el océano revuelto. Este era el nombre de mi abuelo. Tus pies revolvían la arena de la playa, bañados en agua salada emprendieron una ruta de salmón bajo las olas. Mi abuelo te busca. Grita al horizonte. Recuerda poemas, rancheras, dice que tus mejillas son como las manzanas, las mordidas, las jugosas, que escurren agua agria. Comprende la mecánica del deseo, la necesidad de redención, el mito de tus bucles, la maraña entera del amor que estaba ese mayo floreciendo. De Sentada sobre todo lo imposible (2011) - 248 -
La muerte del padre Se asienta el ritmo del polvo. La nube baja hasta la tierra quemada muerde al agua. El camino es una pierna quebrada, un hueso que ha perdido su forma: el padre. El paisaje se cansa de ser. Una mañana el gallo cantó una poesía peligrosa. Ella tomó aquel sueño sobre el que llovió una noche antes, lo dobló lentamente como esa sábana que debía ser guardada; el sueño sostenido al amparo del padre muerto. En su mejilla de doce años quedó la palidez del último beso [ceniciento. Cuando salió las moscas poblaron el cuarto. De Sentada sobre todo lo imposible (2011)
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La abuela niña Comenzó a trabajar desde muy niña lejos de casa. Los animales la siguieron, cual Blancanieves moderna, la cuidaban. Por las noches tendían sus vestidos en un pentagrama que ella ató a su cabeza. Hoy no se despertó a medianoche sobresaltada. Hoy olió aquellas flores lejanas antes de dormir. De Sentada sobre todo lo imposible (2011)
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Melodías vitales I
Este pedazo de tierra es mío sobre él pasan todos los astros existentes, cambia la luna, yo caminaré y floreceré. Soy de otro lugar. II
Tengo un país en la palma de la mano. Un país sin nieve, sin nostalgia. Yo soy mi corazón botánico, ardo en semilla, siembro a tiempo. Aunque viva un país que entreteje hierro con ceniza. Cerraré los ojos y mi Señor me mostrará la nieve. III
Me subo a los árboles. Hacen guerra las sombras allá abajo. La nube llega a cubrirlas: yo subo más alto que las nubes. IV
La historia tiene llaves que no me pertenecen, - 251 -
pero es extraño cómo se rompen las correas de mis zapatos. V
La tinta sabe a hiel, siempre diré eso. Aun cuando enseñe a mis nietos toda la nostalgia. Sobre el papel blanco habrá un abismo indescifrable. Masticaré los nombres. Por mis mandíbulas sé que seré fuerte. De Sentada sobre todo lo imposible (2011)
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Maternidad Mi abuelo le dijo algo al oído, ella parió un mundo y luego otro y cada vez más geométrico el círculo se fue cerrando y el mundo era abarcado por su falda. Ahí subíamos a bordo. Entrábamos al Arca. En todos sus rincones mi abuela esparcía leche, sobre los abismos donde se fundaban las jurisdicciones de nuestros fantasmas. Ella nos daba de comer. Nos arropó con la nieve que cubría sus párpados. Llenó de nieve mi lengua y quedó dormida hasta que me quiso mostrar el alfabeto. De Sentada sobre todo lo imposible (2011)
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Imágenes de niebla I
Yo pego el oído a las piernas de mi abuela y sé que otros mares existen.26 II
Algún día mi abuela se convertirá en espuma y pensaré en ella cuando lave mi único plato.27 III
Seguramente la casa de mi abuela será invadida por los árboles. De Sentada sobre todo lo imposible (2011)
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Blancura Telas de araña confunden a mi abuela, hacen que el paisaje se retrase. La bruma del tiempo amanece en su cama, puebla sus cabellos. Las gaviotas empiezan a volar. De Sentada sobre todo lo imposible (2011)
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86 años La vajilla, con restos de cerdo, ya olvidada, resplandece. Habla el abuelo y en los ojos rezuma alcohol en 30 grados. Él y su historia se hinchan Mientras nosotras en la mesa vemos hacia arriba. Un obelisco que le rasca al cielo las costillas plásticas es él, arrancando al cielo lluvioso los recuerdos Mi abuelo soñó, como yo, que mamaba de la teta de una diosa y entonces me dijo: nos gusta el sabor de la ceniza. Eso fue a las cinco de la tarde cuando su cuerpo era un grupo de mariposas migrantes y hablaba como si cada palabra fuera una uva que se mastica bajo el tamboreo de la lluvia sobre el techo. Entonces, ya rumiante de todas sus verdades, armó un puente hacia mi abuela. Quizás el último. De Sentada sobre todo lo imposible (2011) - 256 -
INDICE
Presentación. …………………..………………………………… 7 Estudio Introductorio I. Concepción Bados y Julia Barella………… 9 Estudio Introductorio II. Helen Umaña ………… ……………… 41 Lety Elvir. Apunte biográfico…………………………………… 57 Mi casa ………………………………………………………… 58 Caperucita ……………………………………………………… 59 Existen versos …………………………………………………… 60 Luna que no cesa ……………………………………………… 61 Imperfecta dama …………………………………………………62 Exorcismo ……………………………………………………… 63 El puente ………………………………………………………… 64 La historia rota …………………………………………………… 65 Murallas de amor ………………………………………………… 68 Ustedes ………………………………………………………… 69 Algunas íes sobre el golpe de estado ………………………………72 Debajo de un manzano te desnudé ……………………………… 75 Un asunto de olores y honores …………………………………… 79 Comunes y corrientes ………… ………………………………… 81 Diario de Guerra: el diario de Rebeca …………………………… 83 Gloria Elena Espinoza de Tercero. Apunte biográfico. …………… 95 La casa de los Mondragón. La tela de punto en el sofá (fragmento). 96 El sueño del ángel. Capítulo XVI. Capítulo XXI. Capítulo XXIV… 101
Túnica de lobos. Fragmento …………………………………… 107 Conspiración. Fragmento ……………………………………… 117 Aurora del ocaso. Fragmento …………………………………… 120 Vidaluz Meneses. Apunte biográfico …………………………… 129 Compañera ……………………………………………………… 130 Inmersa en las multitudes ……………………………………… 131 Convocatoria a la belleza ………………………………………… 132 Dueña del canto ………………………………………………… 133 Evocación ……………………………………………………… 135 Vivas estamos …………………………………………………… 137 Interrogantes …………………………………………………… 140 Yo y las múltiples ……………………………………………… 141 Sola conmigo misma …………………………………………… 143 Elena Salamanca. Apunte biográfico …………………………… 145 La primavera …………………………………………………… 146 Fotografía escaneada de Irene y Pablo en Facebook …………… 148 Id ……………………………………………………………… 149 Los espejos ……………………………………………………… 151 Sor Juana en el espejo …………………………………………… 152 Bodegón con Sor Juna ………………………………………… 153 Sor Juana en la jaula …………………………………………… 154 Sor Juana vomita la cena ………………………………………… 156 La memoria I y II ……………………………………………… 158 Usted en el retrato de su bisabuela ……………………………… 160 Usted en el retrato de su abuela ………………………………… 161 Usted en el retrato de su madre ………………………………… 165 Usted está sola ………………………………………………… 170
Helen Umaña. Apunte biográfico ……………………………… 185 I. El círculo de hierro. La espira de miedo ……………………… 186 Para conjurar la segunda muerte ………………………………… 188 El grito de la sangre …………………………………………… 190 Crónica de la infamia …………………………………………… 191 Serpiente que se muerde la cola ………………………………… 195 La derrota del presagio ………………………………………… 202 II. Los pájaros violentos. Exilio ………………………………… 203 Razones ………………………………………………………… 204 Sobrevivencia …………………………………………………… 205 Trifinio ………………………………………………………… 206 Ponerle cadenas al mar ………………………………………… 207 El punto límite ………………………………………………… 208 Pregunta ………………………………………………………… 209 Desarraigo ……………………………………………………… 210 Ciudad que no niega su nombre ………………………………… 211 Envidia ………………………………………………………… 212 Paraíso perdido ………………………………………………… 213 Otra cara de la muerte …………………………………………… 214 Paradoja ………………………………………………………… 215 La eclosión de los cardos ………………………………………… 216 Teoría y práctica ………………………………………………… 217 Hacia adentro …………………………………………………… 218 Desencuentros ………………………………………………… 219 La canción de la lluvia …………………………………………… 220 El vértice perdido ……………………………………………… 221 Contrapared …………………………………………………… 222
Tocar fondo …………………………………………………… 223 Sin tregua ……………………………………………………… 224 El eterno retorno ……………………………………………… 225 III. Nivel del mar. La condición de la montaña ………………… 227 Esencias ………………………………………………………… 228 Contra la intemperie …………………………………………… 229 Frente al espejo ………………………………………………… 230 Fulgores ………………………………………………………… 231 La voz del agua ………………………………………………… 232 Imperativo ……………………………………………………… 233 Carpe Diem …………………………………………………… 234 Nivel del mar …………………………………………………… 235 Agua sobre agua ………………………………………………… 236 Sugestión de la llama …………………………………………… 237 Antes de despuntar el día ……………………………………… 238 Cóncavo/Convexo ……………………………………………… 239 Sin máscaras …………………………………………………… 240 Síntesis ………………………………………………………… 241 Laura Za aleta. Apunte biográfico ……………………………… 243 v
Krupskaya ……………………………………………………… 244 Paseo de domingo a orillas del Yénisei …………………………… 245 Mi abuela sentada ……………………………………………… 246 1948 …………………………………………………………… 247 1951 …………………………………………………………… 248 La muerte del padre …………………………………………… 249 La abuela niña …………………………………………………… 250 Melodías vitales ………………………………………………… 251
Maternidad ……………………………………………………… 253 Imágenes de niebla ……………………………………………… 254 Blancura ………………………………………………………… 255 86 años ………………………………………………………… 256