Se podría decir que San Agustín es uno de los primeros, sino es que es el primero que desarrolla un concepto acerca de la voluntad, sin embargo en ninguna de sus obras da una explicación sistemática de la naturaleza dela voluntad y de sus funciones, por ejemplo, en algunas ocasiones en los diferentes significados que le atribuye al termino lo emplea en forma de sustantivo y en otra en forma de verbo, dependiendo por completo de la situación o del contexto. San Agustín nos dice dentro del apartado del estatuto ontológico del mal y la voluntad, por su propia naturaleza, habría de defender hacia el sumo bien. A partir de aquí el Santo de Hipona nos expondrá las características de la voluntad tanto humana como divina y algo que cabe destacar es que la voluntad es una facultad distinta a la razón y que posee autonomía con respecto a esta, aunque se hallen vinculadas, ya que la segunda es la que conoce y la voluntad elije, aunque existe la posibilidad que elija algo que no está conforme a la razón. Se trata en lo más posible en dejar claro que la voluntad tiende al Bien Supremo, que es Dios, sin embargo, puesto que del Bien Supremo tenemos bienes creados y finitos, la voluntad puede tender hacia estos invistiendo el orden jerárquico y preferir a una creatura o algo creado dando oportunidad a que la voluntad se desvié, como fue el caso c aso de nuestros primeros padres en su pecado de soberbia. Después del pecado original la voluntad se debilito y se volvió necesitada de la gracia divina puesto que ahora tiene enemigos como lo son la ignorancia, las malas inclinaciones y los malos hábitos de la l a persona que se encuentran arraigados en la persona que la inclina al vicio, antes era verdaderamente libre y plena. Hoy en día necesitamos un mayor domino de la voluntad y en cuanto logremos ese domino alcanzaremos aun mayor libertad. La voluntad humana está hecha para amar a su creador y vivir orientado a Él, el cual es la verdad, en cuanto su fin sea Dios. Si nuestra voluntad está distorsionada, distorsionada, el hombre pasara a vivir existencialmente en la mentira, y esto es no vivir como su condición. El alma humana apartándose del sol de justicia o de la contemplación intima de la verdad inmutable, se vuelve con todas sus fuerzas a lo exterior, y tanto más se oscurece para ver las realidades interiores y superiores. La voluntad por excelencia tiende al bien, pero ésta, por la cuestión del pecado original quedó distorsionada, por lo cual la voluntad necesitara de la ayuda de la gracia y que la libertad quede lo más limpia posible y así poder rechazar el mal. Estos temas los veremos más a fondo en los siguientes párrafos.
Se podría decir que San Agustín emplea dos formas importantes en el término de libertad, uno es el sentido político y el otro es el sentido religioso. Sin embargo no especificar cada uno de ellos pero en sus escritos llega a abarcar bastante. En este apartado me enfocare a desarrollar en la media de lo posible la cuestión de la libertad religiosa. No podemos abordar el tema de la libertad sin tocar el apartado del libre albedrio, y san Agustín hace una diferencia entre estos dos diciendo que el libre albedrio es la capacidad de autodeterminación, en cambio la libertad consiste en vivir en cara a Dios, el cual es el fin último del hombre. Pero así como lo aborde en el apartado anterior de la voluntad, aquí también interviene la cuestión del pecado original, y es que antes de este evento no había conflicto ente el libre albedrio y la libertad, pero después de la desobediencia de nuestros primeros padres la libertad queso dañada, sin embargo el libre albedrio quedo intacto, por eso hoy los hombres son capases de obrar libremente, pero no de hacer el auténtico bien libremente. El pecado original daño nuestra libertad, pero no es nuestra condenación, ya que contamos con la ayuda de la gracia divina, como dice el Señor: Si el Hijo os libera, seréis verdaderamente libres (Jn 8,32). Y así como no se puede hablar de libertad sin libre albedrio, tampoco se abordara el pecado original sin la gracia. El libre albedrio de la voluntad es verdaderamente libre cunado no se somete a los vicios y pecados. Así fue dado por Dios y cuando se perdió por el pecado el hombre no puede recuperarla por sí mismo, sino por el que lo dio en un principio. San Agustín precisa en distinguir entre el libre albedrio y la libertad, ya que cuando decimos que el hombre tiene la libertad herida no se refiere a la simple capacidad de elegir; por ejemplo, en un restaurant o en un supermercado, sino que se refiere al uso moral de la libertad que consiste en obrar el bien con rectitud moral, superando las malas tendencias. Cuando tocamos estos dos conceptos, no nos referimos a uno que es distinto al otro. Sino que al hablar de liberta (moral), nos referimos al aspecto que tiene el libre albedrio: al aspecto que tiene la capacidad de escoger, pero el escoger y optar por hacer el bien moral, que como consecuencia te llevará a Dios, como fin último. El hombre no ha perdido la capacidad de elegir el bien pero si se le ha dificultado mucho, y ha tenido serias complicaciones para optar por él, ya que por el peso de la ignorancia y de las pasiones tenemos un camino en desnivel que nos hace caminar fácilmente en el lado más pecaminoso, a la que le llamábamos concupiscencia. En un apartado hace un planteamiento muy interesante que sería muy bueno retomar en otra ocasión con respecto a la libertad y el pecado, la cual es la siguiente: “Si el hombre está sin remedio inclinado al mal, entonces puede parecer que no es responsable de obrar mal.”
El apartado del mal, al parecer, en San Agustín llega a abarcar casi toda la extensión de sus escritos, cosa que se me hizo muy raro ya que al buscar este tema fue del que menos contenido encontré en la biblioteca, aunque si tenemos mucho respecto al pecado, el mal como tal estamos más escasos. Pero es entendible y comprensible que él hablara mucho del mal y su estatuto ontológico ya que se encontró con la situación de su conversión y también después de ella. Para el Santo de Hipona el tema del mal fue clave en su caminar a lo largo de su vida, pues en un momento de su juventud trataba de buscar una fe que le acomodara a él y no al revés, y claro al revisar las Escrituras Cristianas se dio cuenta que el mal no tenía un peso propio (algo que no le convenía para nada), entonces tomo a decisión de buscar en otro lado, tratando de encontrar una fe religiosa que situara el mal en un lugar apropiado, y si lo lograra encontrar este le favorecería muchísimo ya que sería comprensible el pecado y fuera completamente valido situar las culpas de los acto y consecuencias personales en otro lado. Por esta razón al llegar con los maniqueos sintió que era algo que s ele acomodaría como anillo al dedo, así Agustín no tendría que preocuparse ya de indagar en sus propias culpas. Pero no todo fue así de fácil, porque nuestro personaje principal en su interior trataba de satisfacer su búsqueda de la verdad a toda costa, cosa que con los maniqueos no era del todo complaciente, se sentía que la logia de este grupo no era del todo cierta. La problemática del mal tiene alguna que otra paradoja, pero la central se puede enunciar en mínimas líneas. Primero, si admitimos que el mal tiene una realidad, al igual que el bien, entonces habría una lucha de contrarios y hemos de afirmar que Dios; o no es completamente bueno y que permite el mal, o que Dios es el mismo autor del mal, o que tal vez Dios todo poderoso no es tan omnipotente que digamos, y que a pesar de querer evitar el mal, ni siquiera puede hacerlo. En el maniqueísmo se le daba un poder especial al mal, ya que Dios es Suma Bondad y espiritual, entonces el poder del mal podría identificarse con la materia y el poder del bien con el espíritu. Así a los cuerpos habría que considerarlos malos y a las almas como buenas, y eso está impregnado de pensamiento platónico, llevando al ser humano a una lucha eterna el combatir entre el cuerpo y el alma, y diciendo que el cuerpo es la cárcel del alma. Al final, Agustín se decepciona de esta congregación por las irregularidades ya mencionadas, agregando que en el momento que logro conocer al líder maniqueo, el cual estaba esperando para dialogar algunas cosas, se dio cuenta que el este líder no era tan culto e inteligente como el propio Agustín, razón suficiente para dejar de una vez por todas al este grupo.
A partir de su conversión con ayuda de San Ambrosio y su intelecto tan elevado junto con su predicación del Evangelio y de ciertos elementos de la filosofía plotinica y platónica, Agustín oriento el dilema del mal en un sentido cristiano y así logro hacer su más original contribución a la teología del mal. Ahora el mal y el pecado se convertirán en aspectos de un solo problema, ya que el pecado es un acto de la voluntad equivocada que ocasiona el mal. En cuanto al pecado, dice San Agustín que la persona que permite satisfacerse de placeres carnales poco a poco dejara de ser menos persona para convertirse en bestia, pero al tratar de erradicar esos vicios llegara más a la semejanza con Dios (como lo éramos en un principio). Otros estragos que deja el pecado es una neblina intelectual, de tal forma que el pecador no es capaz de ver las cosas tal cual son y se le vuele el mundo una cortina de mentiras. Está claro que no se puede tocar estos cuatro temas por separado y que el mal conlleva a la falta de libertad, esta a su vez lleva a la voluntad y todo tiene su retorno al cause principal por medio de la gracia.
En definitiva este debe de ser el ser el apartado más extenso que tiene este Santo, ya que de los seis libros que tome para la analizar y estructurar este proyecto, todos tocaban el tema de la gracia, algunos de manera algo elevada, y otros de manera más digerible. Uno de ellos marca este tema como el puesto central en la práctica agustiniana. Tanto es así que la tradición occidental lo reconoce como el docto de la gracia. Y como definición de ella tenemos que gracia se refiere a aquella operación divina en los ángeles y los hombres, por la cual estos son movidos a conocer y amar a Dios. Uno de los comentarios del Padre Dumont aclara muy detalladamente lo que el Santo conoce de la gracia. […La gracia para San Agustín es el conjunto múltiple y complejo de socorros divinos que, amortiguando nuestras pasiones, esclareciendo nuestro entendimiento y moviendo nuestra voluntad, nos impulsan a querer eficazmente el bien, y nos ayudan a practicarlo con tal perfección que, semejantes por adopción al Hijo de Dios, merecemos también verle cara a cara en su reino con el Padre y el Espíritu Santo.] Por lo tanto podemos decir que la gracia comprende una triple forma de acción: medicinal, eficaz y elevante. Ella cura al hombre, le ordena y dirige su fin, que es la visión intuitiva de Dios. Tanto así que unos de los resortes de la vida espiritual: remisión de los pecados, embellecimiento del alma del alma, ayuda prestada de la voluntad, amor a la ley y justicia, sin intereses a las recompensas terrenas.
San Agustín tiene una gran necesidad de defender la gracia con gran pasión, ya que él decía que todo el proceso de la perfección cristiana se halla penetrado por la acción íntima de la gracia en nosotros. Y nos da ciertas características de acción de la gracia, como que esta nos fortalece la voluntad para cumplir los designios de Dios, ya que para nosotros es complicado hacerlos si no es con la ayuda de Redentor. Sin la gracia no podemos obrar bien. Aunque tenemos en nosotros la capacidad de elegir (libre albedrio), podemos hacer algo, pero con imperfecciones. Vuelven a salir a flote uno de los aspectos que con anterioridad habíamos resaltado, el libre albedrio, como he mencionado en párrafos anteriores, estos cuatro temas van aunados a cada uno de ellos, y es que con la gracia, que es la ayuda de Dios al hombre, del Creador a la creatura, no elimina la libertad que en nosotros esta, sino que la robustece y es fortalecida. Esta suave acción divina, cambia la voluntad sin violentarla, comunicándole un movimiento conforme a su naturaleza y raíz oculta, que es la inclinación al bien. Otra característica que podemos resaltar es que la gracia se extiende también a una esfera de bienes naturales, arraigados en el ser humano. No destruye, sino que perfecciona la naturaleza, por lo tanto la gracia penetra en las raíces de los valores del hombre, los cuales son las potencias que guardan su fuerza natural, como es el deseo de la felicidad, el amor a la verdad y al bien, la capacidad natural de conocer a Dios. La gracia se inserta en estos bienes para sanar al hombre y mejorarlo interiormente. La naturaleza íntegra sale mejorada con esta acción y contacto con lo divino en el hombre y los valores salen ganando más. Por conclusión tenemos que la gracia y la naturaleza se relacionan entre sí, y que la primera salva a la segunda, ya que estas dos e buscan y se complementan.
BIBLIOGRAFIA
Historia del pensamiento filosófico y científico o Por Giovanni Reale Ed. Herder La gracia de Dios Por Juan Luis Lorda Ed. Palabra o Obras completas de San Agustín I (Primeros escritos) o Por P. Victorino Capanaga Ed. B.A.C Obras completas de San Agustín V o Por P. Luis Arias Ed. B.A.C. Diccionario de San Agustín Director Allan D. Fitzgerald Ed. Monte Carmelo o San Agustin de Hipona Por P. Victorino Capanaga Ed. B.A.C o