1 Sobre las historias que quiero leer por Lilia Hijuelos Saldívar
BORGES Y LA ÉPICA Es curioso cómo escogemos a nuestros autores. Supongo que se trata ante todo de afinidades individuales que van más allá de lo fácilmente explicable, y que posteriormente tratamos de justificar ante nosotros mismos para tener una idea un poco más clara de quiénes somos. En el fondo, simplemente hay algunas palabras que, a pesar de estar escritas por alguien más, sentimos que nos pertenecen. Para mí, esto sucede con Borges: más allá de la genialidad que se le reconoce, mi relación individual con sus palabras cae francamente en el enamoramiento más apasionado. Es por eso que, como ahora, suele ser mi punto de partida para hablar de cosas que me son cercanas. En “El arte de contar historias”1, Borges dice que las historias narradas
por el ser humano a través del tiempo son en realidad pocas, es decir, que hemos leído, escuchado y visto las mismas tramas repetidas infinitamente de maneras distintas. Entre las historias que se han repetido durante siglos, el argentino destaca tres: la caída de Troya, el regreso de Odiseo y los cuatro Evangelios. En el primer caso, lo que conmueve al lector no es el tema aparente, la ira de Aquiles, sino la desesperanza de la derrota y la muerte. El héroe sabe que morirá, los troyanos saben que perderán la ciudad, pero a pesar de esto luchan. En la Odisea, los dos grandes temas son el regreso a casa y el viaje por mar, de modo que la trama puede leerse en e n estos dos sentidos y en ambos ha producido ecos por todo tiempo y espacio. Los cuatro Evangelios, según Borges, han sido 1 Jorge
Luis Borges, “El arte de contar historias”, historias”, en Arte poética (Barcelona: (Barcelona: Ed. Crítica, 2001)
2 ya contados de la mejor manera posible, pero eso no impide que también siga repitiéndose en la imaginación humana la historia de la expiación, el contacto de Dios y hombre, la soledad del ser humano. Estas historias, con algunos elementos de más o de menos, han sido suficientes para el espíritu humano por siglos, y seguirán siendo vigentes sin importar la cantidad de veces que sean contadas, lo cual parece confirmar que, como dijimos desde el principio, el ser humano no necesita muchas historias. A partir de algún momento del siglo
XIX ,
continúa diciendo Borges, el
hombre empieza a inventar tramas nuevas y, por consiguiente, se olvida de la épica. Esto coincide con el auge de la novela y los inicios de la crítica literaria, situaciones de suma importancia en la historia de la literatura. La popularidad de la novela da pie a que, por un lado, se empiece a concebir la trama como un producto comercializable y, por el otro, la crítica tome poco a poco el papel de juez entre lo que es buena literatura y lo que no lo es. Volviendo a la épica, Borges dice que su base está en la figura del héroe, es decir, de un hombre que representa lo que todos los hombres deberían querer ser. El personaje principal en la épica es un modelo a seguir, mientras que en la novela contemporánea el personaje tiende a estar degenerado, derrotado por el mundo. Curiosamente, el héroe épico conmueve de una manera que el antihéroe, tan de moda en la actualidad, no puede alcanzar. Otro punto importante en el que la novela actual se aleja de la épica es la capacidad de creer. La posibilidad de un final feliz, que actualmente, dice Borges, se considera artificiosa y comercial, hizo posible durante muchos siglos la dignidad de la derrota y el sufrimiento. Lo que el autor argentino sostiene acerca de la novela es, sencillamente, que debido a la necesidad de innovar y la pérdida de la épica, se trata de un género en decadencia. La épica se refugia ahora en el cine, en él habitan los
3 héroes de las guerras mundiales, los cowboys , los caballeros de las cruzadas y, en general, las historias que nos siguen emocionando una y otra vez. Borges termina su conferencia con la esperanza de que la épica sea, eventualmente, recuperada por una generación más joven, lo cual da pie para preguntar, más de cuarenta años después, si el autor argentino tuvo razón en su idealista predicción. AHORA, LA NOVELA Actualmente, creo que es acertado afirmar que la novela es, por mucho, el género más vendido, lo cual no significa que no esté en decadencia. A pesar de lo que se dice acerca del analfabetismo funcional, la verdad es que el día de hoy, como sociedad, leemos mucho. Nunca antes la industria editorial había sido tan productiva, nunca habían sido los libros tan fáciles de conseguir. Tal vez una consecuencia de esto sea que hemos perdido, en gran manera, la capacidad de sorprendernos ante lo que leemos. Hemos leído tanto que, por más que los escritores se desvivan en innovaciones, es muy difícil que logren llegar a conmovernos. Claro que estoy hablando principalmente de mí, pero sospecho que no soy la única que sufre la pérdida de la sorpresa. Si trato de hacer un recuento de las novelas que han logrado conmoverme en los últimos años, puedo decir con bastante seguridad que se trata de historias que, en algún punto, vuelven a la épica. Probablemente los temas serán siempre los mismos, los personajes, tal vez, muy parecidos, pero existe algo en ciertas historias que permite un contacto con la colectividad. A riesgo de sonar cursi, podría decir que las tramas que conmueven son las que tocan esa parte de nosotros que nos hace humanos, la parte que compartimos de manera inherente con el mundo entero. El héroe que funciona es el que tiene cierta cualidad afín al resto de los hombres o, al menos, a lo que el resto
4 de los hombres quisiera ser, y parece que en la novela actual este individuo profundamente idealizado no se encuentra presente tan seguido. ÉPICA CONTRA CRÍTICA Como dije antes, ahora se publica mucho. Tanto que hacemos una división tajante entre lo que es literatura de “buena calidad” y lo comercial. No se quién
decide entre una cosa y la otra, supongo que será, como ha dicho Steiner 2, la labor del crítico. No me importa ahora saber por qué hay novelas que se consideran buenas y qué parámetros deben cumplir para serlo, sino, por el contrario, quisiera pensar un poco acerca de las razones por las cuales la literatura “comercial” puede tocar a un número impresionante de personas, al
grado de convertirse en un fenómeno altamente redituable. Hace un par de años trabajé dando clases de literatura en preparatoria, justo cuando el fenómeno Crepúsculo empezaba a suceder entre las adolescentes mexicanas. Mis niñas, que normalmente no eran capaces de leer un cuento de veinte páginas sin hacer drama, de pronto llegaban a la escuela cargando unos ladrillos de novecientas páginas que, si me descuidaba, no soltaban ni siquiera durante la clase. Era impresionante ver grupos de chiquillas, y uno que otro chico con espíritu mujeril, sentados en círculo durante los descansos, leyendo. Por supuesto, el éxito de la saga creada por Meyer me pareció sospechoso desde el principio, pero después de platicar con mis alumnas, que se desvivían por convencerme de que la historia de Edward y Bella es mucho mejor que todas las “cosas aburridas” que leíamos en clase, llegué a la conclusión de que es perfectamente lógico el amor colectivo por el brillante vampiro bueno. Amor imposible, pleitos de familias, vampiros (muy desvirtuados, pero en fin) y hombres lobos se combinan con la inestabilidad 2 George
Steiner, Lenguaje y silencio (Barcelona: Gedisa, 2000)
5 emocional propia de la adolescencia. El héroe atormentado es bueno a pesar de su naturaleza maligna, y su lucha constante por el amor de una chica humana que no tiene nada de especial cae prácticamente en lo épico. Romeo y Abelardo se quedan cortos en su despliegue de emotividad, con la ventaja comercial de que Edward no se enamora de una chica perfecta como él sino de un personaje tan desdibujado que cualquier adolescente solitaria podría sentirse identificada. Claro que no estoy diciendo que Crepúsculo sea la reivindicación de la épica predicha por Borges. Ni siquiera se acerca: es un producto pensado explícitamente para venderse ante un público determinado y, como tal, cumple con su propósito. Pero el ejemplo sirve para aclarar en parte el asunto: las historias que atraen son las que cuentan con el componente humano propio de la épica, a pesar de que éste haya sido prostituido para llenar una fórmula. El problema con los best sellers es que normalmente están muy mal escritos, lo cual es completamente lógico si se toma en cuenta que lo importante no es la calidad de la prosa sino su facultad de atrapar al lector. Pensándolo un poco, no puedo evitar preguntarme, ¿en qué momento y por qué dejó de ser ésta una de las funciones principales de la literatura? y, más allá del momento y las causas, ¿para quién escriben los novelistas en la actualidad? Me asusta un poco la posibilidad de que la respuesta a esta última pregunta sea “para la crítica”. De pronto me veo situada en un ambiente en el que ser popular es prácticamente un pecado y, especialmente en Latinoamérica, mientras más rebuscado resulte un autor, mientras más oscura sea su prosa, mayor será su éxito con la crítica. No quiero decir, por supuesto, que la labor del crítico sea innecesaria. Al contrario, es de suma importancia que la literatura sea sujeto de análisis y reflexión profunda, pero ¿no debería suceder esto de manera paralela a la lectura placentera de quienes buscamos la sorpresa por medio de la palabra?
6 Puedo afirmar sin ningún reparo que yo leo casi exclusivamente por placer, y leo mucho. Una novela de mil páginas puede ser para mí la más perfecta droga. Y si no me atrapa, no tengo problema alguno con dejarla a la mitad y tomar otra, ¿no es esa acaso la crítica más dura posible para un autor? Pienso que debería serlo, pero, de alguna manera, la novela latinoamericana ha seguido un camino diferente, o puesto de otra manera, ha permitido que surja un abismo entre lo culto y lo placentero. PUENTES ¿Es posible cruzar este abismo? No veo ninguna razón por la que no lo sea. Hay algunos buenos ejemplos de autores que logran establecer un puente entre el best seller y la prosa de calidad. En primer lugar, es importante tomar en cuenta la literatura infantil. Los niños son un público duro y honesto, si se les ofrece una historia que no logre captar su atención, la dejan. Mantener atento a un pequeño de diez o doce años no es fácil, sobre todo si se toma en cuenta que existe una cantidad impresionante de distractores a su alrededor. Pero existen también muchos autores que, escribiendo para adultos, han logrado convertirse en best sellers sin comprometer su calidad literaria. Por un lado, tenemos la novela policíaca. La necesidad de misterio es una de las constantes en la vida del ser humano: somos curiosos, de modo que si se nos presenta una oportunidad de encontrar la respuesta a lo desconocido, es difícil que no caigamos en la tentación de buscar dicha respuesta. La novela policíaca juega con la curiosidad a través del misterio, que también resulta ser un componente básico en las historias que forman parte de la épica aludida por Borges. El detective, por más oscuro y decadente, es siempre cercano al héroe de antaño porque su finalidad principal es lograr que se cumpla la justicia y salga a flote la verdad.
7 Otro ejemplo importante es la novela de tintes oníricos, casi fantásticos, de Murakami y Banana Yoshimoto. Es impresionante la popularidad que han cobrado estos autores japoneses entre los adultos jóvenes, tanto en el ámbito comercial como entre quienes dicen saber de literatura. Se trata de novelas, hasta cierto punto, repetitivas en su temática y personajes, pero que a pesar de serlo tienen la facultad de atrapar y sorprender al lector. El crecimiento personal, la pérdida y la lucha interna sufrida por los protagonistas refleja la facultad humana que anima estas historias, mientras que la incorporación de elementos míticos crea atmósferas de misterio. El temor y la curiosidad por lo incomprensible son también una constante humana que tiene un papel importante en este tipo de novela. Ejemplos como los anteriores, estoy segura que debe haber muchos, pero también es una realidad que ser popular resulta más bien un estigma en ciertos círculos. La razón de lo anterior escapa a mi comprensión. SÓLO PREGUNTAS Es posible que, entre la literatura de calidad y el best seller, se haya desarrollado en algún momento una especie de círculo vicioso que fomente la distancia entre ellas. Tiene lógica afirmar que al dejar de lado lo popular como indigno de ser tomado en cuenta por la crítica se esté fomentando su baja calidad. Olvidar que el éxito entre los lectores fue durante muchos siglos la única medida de la calidad literaria es otro error que contribuye a la distancie entre lo bien escrito y lo muy leído. No puedo evitar pensar que Cervantes y Quevedo fueron grandes éxitos comerciales en su momento, y que Lope y Shakespeare rompieron récords de taquilla. Dudo que entre sus motivaciones para ejercer su labor haya estado la de dar gusto a la crítica.
8 Volviendo a Borges, tal vez, aunque nos pese admitirlo, sí sea en Estados Unidos donde la épica pueda volver a la novela. Mi muy admirado argentino dice que esto puede llegar a suceder debido a que los gringos tienen un concepto muy marcado del bien y del mal; yo me inclino a pensar, más bien, que simplemente toman en cuenta el gusto popular, y escriben para conmover al lector más que para impresionar a la crítica. Puede ser que la épica esté volviendo, pero su regreso, si acaso está sucediendo, es accidentado. No me queda más que reiterar lo que, creo, es un punto importante y ha quedado bastante olvidado, tanto por escritores como por algunos lectores en la actualidad: la palabra es fuente de placer. Si no lo es, no vale la pena leerla.