CAMERON, Norman Desarrollo y Psicopatología de la personalidad Un enfoque dinámico Editorial Trillas, México, 1982 Capítulo 14. p. 464-505 REACCIONES PARANOICAS A las reacciones paranoicas se las agrupa con las psicosis. Su característica principal es la presencia de ideas delirantes organizadas y persistentes, a menudo persecutorias, pero en ocasiones relacionadas con los celos, con delirios de grandeza o impulsos eróticos. El humor prevaleciente se atiene a las ideas delirantes que estén dominando: se presenta hostilidad cuando hay delirios de persecución y celos; erotismo, cuando hay delirios eróticos, y exaltación, cuando hay delirios de grandeza. En la relación paranoica no tenemos la desorganización general de la personalidad que vemos en la esquizofrenia. Las personas paranoicas suelen mantener un contacto relativamente bueno con su ambiente, dicho contacto es mucho mejor que el de la mayoría de los esquizofrénicos, maníacos y psicóticos depresivos. Debido a este buen contacto, la reacción paranoica forma un puente entre las neurosis y las psicosis. Pensamiento normal y pensamiento delirante. Las reacciones paranoicas también forman un puente entre el pensamiento normal y el delirante. Es bien sabido que las actitudes de crédito, confianza y expectación o sus contrarias son parte del contexto del pensamiento de toda persona normal, lo mismo que las reacciones paranoicas. Todos actuamos continuamente de acuerdo con tales actitudes, incluso en cuestiones tan sencillas como acercarse a una puerta y abrirla, esperar que llegue el periódico de la tarde o manejar para ir a trabajar. En tales cuestiones de la vida cotidiana damos por hecho tales ocurrencias. Asumimos por ejemplo, que la puerta se abrirá, que se ha editado e impreso el periódico de la tarde y que estamos entre aquellos destinados a recibirlo. Cuando conducimos para ir a trabajar suponemos que el edificio seguirá estando en su lugar y que aún necesitarán de nuestros servicios. Ninguna de esas suposiciones es por completo confiable. En pocas palabras, gran parte del tiempo actuamos con base en anticipaciones fundamentadas en una información incompleta. Lo mismo ocurre con la percepción[1]. Generalmente vemos sólo partes de cosas, el mero comienzo de alguna serie compleja o su producto final. Con base en esos fragmentos hacemos afirmaciones continuamente que nos permiten actuar con confianza, como si todo o cada paso estuvieran allí frente a nosotros, para observarlo. Rara vez tenemos la oportunidad o la paciencia de esperar hasta reunir todas las pruebas antes de actuar. Asimismo, procesos cognoscitivos incluyen saltos inductivos. Dijimos anteriormente que el niño normal no reúne lentamente pruebas y luego saca conclusiones lógicas acerca de las cosas que le interesan. Da por hecho que las comprende, aunque no ocurra así; y espera que los demás entiendan sus explicaciones aunque, la verdad sea dicha, éstas no sean inteligibles[2]. Los adultos emplean el razonamiento lógico cuando les es necesario y cuando les conviene. Con frecuencia lo utilizan para justificar un juicio intuitivo o irracional después de que lo han hecho. Incluso el científico creativo se permite saltos atrevidos que lo llevan más allá de la evidencia o sólo posteriormente somete sus conclusiones intuitivas a la prueba lógica. En otras palabras, hacer deducciones con base en evidencias incompletas e incluso saltar a conclusiones que no pueden ser garantizadas no son necesariamente procedimientos anormales. Sólo cuando las inferencias y conclusiones se vuelven puntos fijos, inexorables e intocables a la evidencia de lo contrario comenzamos a hablar de un pensamiento delirante. Mucha de la comunicación ordinaria comparte este carácter fragmentario. Oímos o decimos sólo partes de oraciones y deducimos el resto bien del contexto, bien de la familiaridad tenida con el tema. Sabemos cómo comprender algo que se ha dicho, cómo comunicar algo potencialmente ambiguo: como la reflexión de ciertas palabras, con el tono, con la expresión facial, con los gestos. Una simple palabra, un simple sonido bastarán para transmitir significados complejos y poner en marcha un programa de acciones o detenerlo. Algo dejado sobre la mesa o desaparecido de ella puede indicar una intención consciente o inconsciente de entablar comunicación. La forma en que una persona viste, habla, se sienta y se pone de pie muestra actitudes que no pueden expresarse de ninguna otra manera. Cuando se trata de la interacción personal, por lo común se toman en cuenta todos estos factores, sea a niveles preconscientes o inconscientes. En todo aquello que hacemos, sea anticipar, responder a un estímulo fragmentario, deducir intuitivamente o intentar comunicarnos, dependemos mucho de significados ocultos, especiales y de evidencias experimentadas.[3] Casi todas nuestras actitudes cotidianas tienen como base probabilidades relacionadas con actitudes de creencias y de confianza, cuando no de deuda o desconfianza. Vemos una sombra en una esquina donde hubo asalto y de inmediato creemos percibir una figura amenazante en una persona totalmente inocente. Vemos a través de la ventana y creemos captar una estrella brillante, aun cuando la verificación más superficial nos diría que se trata de un poste de luz. Nos cruzamos con un grupo de extraños justo cuando todos rompen a reír. La risa nada tiene que ver con nosotros, pero en ocasiones no nos sentimos del todo seguro de ello. Vemos y escuchamos muchas cosas que deseamos ver y escuchar, aunque no estén presentes. No vemos ni escuchamos muchas cosas que no deseamos ver y escuchar, aun cuando sean visibles y
audibles. Los recuerdos tienen muchas de estas mismas características. Lo que recordamos rara vez es una repetición simple de lo que hemos experimentado, puesto que estos casi siempre han sido modificados. Bien sabe esto quien haya reunido testimonios de testigos presénciales, pues cada uno de ellos, no importa cuán honesto e inteligente sea, dará una explicación de lo sucedido diferente en algún sentido de la explicación dada por los demás. Es decir, recordar no es simplemente traer a la memoria sino más bien de reconstruir e incluso, a veces, para expresarse contando algo.[4] En todo lo que hemos venido diciendo está presente un determinante al que no hemos mencionado por su nombre: es nuestra sensación acerca de lo que percibimos, de lo que anticipamos, de lo que razonamos de lo que comunicamos; nuestra sensación acerca de lo que experimentamos intuitivamente, de lo que reconocemos o de lo que recordamos. Por ejemplo, si tenemos miedo, todo lo experimentamos de modo distinto a cuando estamos serenos. Cuando estamos enamorados, el mundo entero parece más adorable que antes, incluyendo paisajes y calles. Cuando odiamos, todo el mundo parece lleno de odio. Cuando tenemos celos, encontramos mil cosas que nos permiten sentirnos celosos, que antes nada significaban. Cuando sospechamos de algo, notaremos más cosas que parecen justificar nuestras sospechas y que no veíamos antes. Todo esto lleva a la cuestión de diferenciar entre pensamiento delirante y pensamiento no delirante. El modo que tenemos de actuar con base en información fragmentaria, de interpretar signos y señales de depender de significados ocultos e instituciones, de reconstruir lo que “recordamos” y de estar sujetos siempre a influencias emocionales cambiantes, hace sumamente difícil el formular una distinción clara. Al mismo tiempo, tales ejemplos nos ayudan a reconocer que el pensamiento delirante tiene su contraparte normal y que se entenderán mejor las reacciones paranoicas si tenemos esto presente. Definición. Las reacciones paranoicas son intentos de escapar de la tensión y la ansiedad mediante procesos de negación y proyección, que dan como resultado ideas delirantes más o menos sistematizadas. Hemos dicho que esas ideas delirantes suelen ser persecutorias, aunque a veces se relacionen con el erotismo, los celos y el delirio de grandeza y que sus componentes emocionales concuerdan con las ideas. Es necesario definir el término idea delirante. Es ésta una creencia fija, que persiste aunque la realidad social la contradiga. Las ideas delirantes son características de las reacciones paranoicas, aunque también se las encuentra en otras psicosis. Como pronto veremos, las ideas delirantes que sufren las personas psicóticamente deprimidas y maníacas las convierten en socialmente incompetentes. También las esquizofrenias son desórdenes delirantes, pero, por lo general, pobremente sistematizados y a menudo extraordinariamente bizarros. No sería difícil probar la presencia de ideas delirantes incluso entre personas normales[5]. No es rara en la vida cotidiana la plena aceptación de una creencia y su persistencia indefinida, aunque contradiga todas las evidencias objetivas. Sin embargo, cuando sucede esto, se trata de una creencia compartida por otros miembros de la misma cultura. No es una creencia que depende de pruebas objetivas de la identificación con el grupo. Las reacciones paranoicas y las fobias. Las fobias dependen de creencias que contradicen las pruebas objetivas de que se dispone, pero son mucho más individualistas que las ideas delirantes de grupo y no surgen de la identificación con el grupo. Las fobias o exageran un miedo común más allá de toda lógica o representan un miedo que casi nadie puede compartir. En este último caso, como vimos en el capítulo 8, se responde a algo inofensivo como si fuera peligroso; y ese miedo irracional persiste pese a las claras demostraciones de que no tiene justificación. Tanto los pacientes fóbicos como los paranoicos niegan y proyectan su tensión y ansiedad, de origen interno, para liberarse de ellas; sin embargo la sintomatología de los desórdenes es muy diferente. El paciente fóbico considera su miedo proyectado irracional, peculiar o incluso absurdo; le parece ajeno a sí o, como dijimos, ajeno al ego. Con gusto se liberaría de él, y por lo común recurre a un terapeuta para lograrlo. La persona paranoica acepta de todo corazón sus ideas delirantes. Nada de irracional, peculiar o absurdo ve en sus quejas y cree implícitamente en la realidad de lo que proyecta; no le parece extraño. Por el contrario, esto es sintónico del ego, es decir, algo que a la persona le parece una experiencia genuina de la realidad. Las personas paranoicas a menudo tratan de convencer a otros de la realidad objetiva de las ideas delirantes que padecen; y, en ocasiones, tienen éxito. Si fracasan, es probable que sospechen que la persona escéptica es parte de una posible “conspiración”. Recurren a un terapeuta para mantener alejadas a las personas que las amenazan, y no para liberarse de sus síntomas. Otra diferencia notable entre fobias y reacciones paranoicas es una diferencia entre impersonalidad y participación personal en la sintomatología. Lo típico es que los pacientes fóbicos concentren su miedo en animales, cosas y situaciones o en el hombre en general, como sucede con el miedo a las multitudes[6]. En notable contraste, los pacientes paranoicos siempre lo concentran en las personas y en las relaciones personales. No se sienten amenazados por perros, insectos, cuartos cerrados o lugares altos, pero sí por el odio de alguna otra persona o por el “complot” de alguna seudo comunidad. Es obvio que las personas paranoicas sufren, ante todo, una perturbación de las interrelaciones personales, un defecto en su capacidad de comprender a otras personas y confiar en ellas, cosa que no le ocurre a la persona fóbica. Adaptación. Sabemos que las neurosis son intentos de adaptación. El síntoma neurótico es un compromiso. Si tiene éxito, descargará o expresará algo que el paciente no puede reprimir. Al mismo tiempo, repudiará lo que expresa y tal vez inflija un castigo al paciente por expresarlo. Por ejemplo, en una reacción de conversión el puño cerrado en un
espasmo sintomático expresa a la vez un deseo hostil y una incapacidad que imposibilita el cumplir tal deseo. Además, la incapacidad castiga al paciente al hacerlo inválido. Las áreas que participan en tal compromiso neurótico por lo general están limitadas. La regresión es sólo parcial. Aparte de esas áreas limitadas el paciente neurótico puede parecerle normal a otros. Puede participar satisfactoriamente en la vida de su comunidad social y compartir su orientación general. Puede diferenciar entre su fantasía privada y la realidad social, entre la vida adulta presente y la niñez pasada y entre su persona y entre lo que sucede alrededor de ella. También la psicosis son intentos de adaptación, pero rara vez tiene éxito en el sentido que lo tienen los compromisos neuróticos. La regresión psicótica es más profunda que la neurótica e involucra áreas mucho mayores de funcionamiento ego-superego. El paciente psicótico reconstruye grandes porciones de su realidad social y las hace coincidir con sus creencias, miedo y orientaciones regresivas. Esas reconstrucciones constituyen ideas delirantes y alucinaciones que, a pesar de su carácter patológico, son intentos espontáneos de curarse a sí mismo. Para comprender una psicosis es necesario reexaminar la idea delirante o la alucinación y descubrir qué situación la hizo necesaria. No siempre es posible esto; e incluso cuando no lo es, no siempre se tiene como resultado una recuperación rápida. Aunque psicóticas, las reacciones paranoicas suelen tener más éxito en la adaptación que otra psicosis. No presentan la desocialización y la desorganización de la esquizofrenia y no manifiestan los profundos cambios de humor vistos en las depresiones psicóticas y en las manías. En alguno otra parte[7] dijimos que las reacciones paranoicas pueden ser una combinación de neurosis y psicosis. El elemento psicótico aparece en el desarrollo delirante fijo e inflexible y en la distorsión de la realidad social, en la formación de una seudocomunidad y en la racionalización de la idea delirante. El elemento neurótico aparece en las buenas relaciones de objeto residuales, que en muchos casos le permiten al paciente llevar una vida comparativamente normal como hombre o mujer de negocios, como profesionista, como cónyuge o como padre, a pesar de las ideas delirantes. Regularidad. Las reacciones paranoicas parecen abundar en la población general, pero es imposible calcular con exactitud su número. Por una parte, tenemos tendencias paranoicas moderadas en personas normales y neuróticas, las cuales no son perjudiciales; por otra parte, suelen venir disfrazadas de precaución, alternaria o esnobismo. Las principales defensas paranoicas –la negación y la proyección- están presentes en cierto grado en toda persona. Si esas tendencias, dominan en la estructura de una persona, si cuando hay estrés se presenta la regresión fácilmente y si las creencias delirantes tienden a persistir a pesar de las pruebas en contra, entonces tenemos justificación al hablar de reacción paranoica. Al mismo tiempo, debemos dejar lugar a las muchas creencias irracionales que los grupos de personas normales tienen sin el apoyo de alguna evidencia o en presencia de alguna evidencia contradictoria. La última fuente de dificultad cuando se intente estimar la incidencia de las reacciones paranoicas no buscan ayuda terapéutica. Consideran que sus sospechas, nexos eróticos, celos, o ideas de grandeza están objetivamente justificadas. Sus parientes, amigos y compañeros de trabajo los consideran seres cautos, suspicaces, celosos, seductores o narcisistas. Algunos pacientes paranoicos, incluso sufriendo ideas delirantes agudas, logran llevar una vida relativamente normal. En ocasiones, algunos de ellos se vuelven líderes, porque otros gozan siguiendo sus ideas extravagantes. Los datos sobre la herencia, condición sexual y matrimonial y medio social obtenidos de los archivos de sanatorios, no indican relación alguna con el desarrollo de las reacciones paranoicas. Por ejemplo, en un estudio 8 se encontró que solo en 8 de 400 casos, había tendencias paranoicas notables, había antecedentes de paranoia y que sólo en 44 de 400 casos los ancestros habían sufrido algún tipo de desorden nervioso o mental. Desde luego, los archivos de sanatorios no son fuentes ideales para obtener tales datos; pero al carecerse de otros datos y dentro de esos límites, las cifras son impresionantes. Existe controversia respecto a la incidencia de la edad; aunque en general se está de acuerdo en que las psicosis paranoicas con ideas delirantes, pero sin deterioro, aparecen muy a menudo a fines de la madurez. Un investigador considera que esto representa el periodo en el cual las tendencias paranoicas les resultan a otros, independientemente de la edad en que se desarrollan. Pero el que la forma paranoica de esquizofrenia se presenta, en promedio, una década después de otras formas de esquizofrenia hace dudar de tal interpretación. Desde luego, el predominio de los desórdenes paranoicos en la cuarta, quinta y sexta década puede ser producto artificial de nuestro sistema de clasificación. Restringimos el diagnóstico de reacción paranoica a personas con ideas delirantes bien organizadas, pero que no muestran ningún deterioro. Esto, automáticamente deja fuera a los esquizofrénicos relativamente desorganizados, que suelen enfermarse en la segunda y tercera década, el periodo de estrés adolescente y pos adolescente. Y deja fuera, también, a los que sufren de arteriosclerosis cerebral, pues se hacen esquizofrénicos debido a enfermedades vasculares que aparecen cuando su edad es la avanzada. Sin embargo, en la cuarta década y posteriormente hay fuentes de ansiedad, frustración y conflicto peculiares de esa fase de la vida. Entre ellas debemos aceptar la desaparición de la juventud y la desaparición del atractivo físico, así como una reducción del vigor y de la flexibilidad, un olvido creciente por parte de las generaciones más jóvenes y un reconocimiento más claro de que tenemos por delante un número limitado de años. A medida que envejece una persona, se le hace cada vez más difícil llevar a cabo o planear cambios fundamentales, debido a los compromisos ya hechos porque ya ha invertido mucho tiempo, energía y entrenamiento en su modo de vida. Las desilusiones y las decepciones que suelen ser la suerte de casi toda persona se van acumulando con la edad. Una persona con tendencias paranoicas va siendo cada vez menos capaz de compensarlas. Tal vez sea resultado de esto que se desarrolle una idea
delirante persecutoria franca, aunque a veces surgen delirios de celos, delirios eróticos o delirios de grandeza. VARIEDADES
DE
LAS
REACCIONES
PARANOICAS
En lo que a continuación viene, consideramos cuatro variedades de reacciones paranoicas: 1. Delirio de persecución paranoico; 2. Delirio de celos paranoicos; 3. Delirio eróticos paranoicos y 4. Delirios de grandeza paranoicos. A esas cuatro variedades clínicas agregaremos un breve estudio de la paranoia clásica –un caso extremo de sistematización delirante- y la folie à deux, que es una situación especial en que una persona sugestionable acepta las ideas delirantes de una persona paranoica dominante. Es necesario decir desde el comienza que, tal y como es rara la neurosis pura, las reacciones paranoicas puras son raras. Casi todas éstas incluyen algunos síntomas neuróticos. Muchas de ellas tienen, por lo menos, huellas de pensamiento esquizofrénico, pero sin la desorganización de éste. Algunas personas paranoicas se muestran moderadamente deprimidas o moderadamente exaltadas, pero las llamamos paranoicas porque el aspecto delirante es más notable que el humor. Mucho de lo que habremos de decir acerca de las pulsiones emocionales, las defensas del ego, las adaptaciones del ego y la reconstrucción delirante de la realidad, parecerá aplicarse también a la depresión psicótica, a la manía y a la esquizofrenia. Las reacciones paranoicas persecutorias son, con mucho, las más comunes. Por consiguiente, dedicaremos gran parte de nuestra discusión a esta variedad, tratando a las demás como variedades relativamente menores. REACCIONES
PARANOICAS
PERSECUTORIAS
Incluso las personas normales, cuando se encuentran sumamente ansiosas, terriblemente aterrorizadas o en choque, no razonan inicialmente en forma adecuada respecto a la sospecha o al miedo que tienen. En tales condiciones, su mayor necesidad es poder verificar la validez de ciertas observaciones, poder observar la situación desde varios ángulos y cuestionar sus propias conclusiones. Para llevar a cabo esos procedimientos vitales tres cosas son necesarias: 1. Confiar en otros, la capacidad de tener fe en alguien, aun cuando se sienta miedo y suspicacia; 2. Tolerar la espera, la capacidad de oponerse a la marea de razonamiento emocional, de modo que no nos veamos arrastrados a acciones prematuras, 3. Capacidad para modificar las perspectivas del papel, la capacidad de adoptar por unos momentos el papel de observador independiente cuando se está sufriendo estrés e incluso de adoptar el papel de la persona temida o sospechosa. Cuando está en esos papeles y ha suspendido todo juicio definitivo, la persona puede reconsiderar su situación desde distintos ángulos y tal vez llegue a interpretaciones diferentes. La capacidad de tolerar la espera y de modificar las perspectivas es producto del desarrollo de un ego-superego maduro. Cuando se presenta una crisis emocional, incluso un adulto organizado maduramente puede perder tal capacidad. Cuando ocurre tal pérdida, la única salvación de la persona está en que pueda seguir compartiendo sus miedos y sus sospechas con alguien que se encuentre menos implicado emocionalmente y en quien pueda confiar. El adulto que sufre un choque o miedo puede tomar a la persona en quien confía como su sustituto de ego-superego, recurriendo a la verificación de su realidad, a las capacidades sociales y a las perspectivas imparciales de dicha persona. Gracias a maniobras de este tipo, experimenta la enorme comodidad de compartir su ansiedad con alguien interesado, pero no perturbado. Logra la ventaja de ver las cosas desde un punto de vista más frío y objetivo. Antecedentes de personalidad La confianza en otros, la disposición a tolerar la espera y la capacidad de modificar las perspectivas del papel cuando se está sujeto a estrés, son justamente las cualidades de que carecen las personas paranoicas. Por alguna razón, parece habérseles negado la protección contra la tensión y ansiedad excesivas en los primeros años de vida; dicha protección es requerida por todo niño para tener una maduración del ego normal. No han desarrollado una confianza infantil y, como consecuencia, nunca han llegado a dominar sus miedos primarios. Es obvio que algunos de ellos jamás tuvieron la experiencia del amor paterno, como se verá en nuestra presentación de casos. Son personas que no pudieron estructurar su concepción de un mundo estable, amistoso y confiable. En pocas palabras, carecen de las bases conductuales y de la organización del ego-superego que les permitan relaciones interpersonales seguras e íntimas. El paranoico está equipado con una expectación crónica de que los otros lo tratan mal o lo engañarán y siempre está dispuesto a actuar agresivamente cuando se siente maltratado o engañado. En muchos casos, de hecho, se ha tratado sádicamente al paciente durante su infancia o a principios de su niñez, siendo resultado de ello que haya interiorizado actitudes sádicas hacia sí y hacia los otros.9 Se trata de un proceso infantil muy conocido, al que a veces se le llama identificación con el agresor. Como se ha criado en un medio ambiente en el que no puede confiar, el paranoico se encuentra vigilante; ha aprendido a vivir en guardia contra engaños o ataques súbitos. Sobre todo, sus experiencias durante la primera parte o ataque súbitos. Sobre todo, sus experiencias durante la primera parte de la niñez y sus identificaciones sádicas lo vuelven sumamente sensible al menor asomo de hostilidad, desprecio, crítica o acusación de las actitudes de los otros. Hipersensibilidad paranoica a las actitudes inconscientes de los otros. El problema con dicha hipersensibilidad es que siempre encuentra alimento. Todos tenemos indicios muy pequeños de hostilidad aun cuando más favorables son nuestras actitudes hacia los otros. Gran parte de nosotros nos sentimos en ocasiones indiferentes hacia todos, en especial si algo nos preocupa. Esos indicios suelen ser inconscientes y los periodos de indiferencia carecen de importancia. A veces se vuelven momentáneamente conscientes, como cuando se siente un resentimiento pasajero
contra un buen amigo, un enojo temporal con la persona amada, un sentimiento ocasional de superioridad que no siempre reconocemos. Casi todos nos las arreglamos para irla pasando, sin sufrir perturbaciones serias, en una atmósfera social que tiene componentes y momentos negativos dentro del ambiente amistoso. No ocurre así con la personalidad paranoica. La persona paranoica capta clara y conscientemente esos indicios contradictorios, incluso cuando nosotros mismos nos encontramos totalmente inconscientes de ellos.10 Éstos lo perturban por que los percibe como elementos conscientes, dominantes e intencionales de nuestro pensamiento y de nuestros sentimientos. Debido a su hipersensibilidad selectiva al desaire, al resentimiento o al rechazo, al paranoico exagera lo que percibe. Hará de la situación de un rechazo momentáneo la montaña de un odio eterno. Debido a su intolerancia a la espera y su incapacidad de imaginar cómo son los papeles y los sentimientos de las otras personas, de inmediato da por hecho que los indicios de hostilidad o de indiferencia que capta son aspectos claros, dominantes y conscientes del pensamiento y los sentimientos de los otros. El paranoico podrá incluso captar la hostilidad dirigida contra otra persona e interpretarla erróneamente como una hostilidad dirigida contra él. Esta hipersensibilidad a los indicios inconscientes o a los humores momentáneos, la exageración que sufre y la creencia de que lo que es claro para el paranoico deberá ser claro para los otros, crean una atmósfera de malentendidos, cuestionamientos, desconfianzas, inquietudes y resentimientos muy penetrante, que suele seguir a la persona paranoica adonde quiera que vaya. Insensibilidad de la persona paranoica a sus propias actitudes. Existe otro factor perturbador en la personalidad paranoica. Junto con su marcada sensibilidad a las tendencias inconscientes de los otros, se presenta una inconsciencia igualmente notable ante las actitudes hostiles, de desprecio, crítica y acusadoras que ella misma tiene. No se trata de una insensibilidad fingida, sino que es el producto importante de la negación y la proyección que funciona a niveles totalmente estimulan la evitación y el desprecio en los demás, lo cual implica para la persona paranoica una prueba objetiva que justifica sus creencias de que está siendo discriminada. Tales son los antecedentes que una personalidad paranoica trae consigo en las crisis emocionales. En ella la persona se muestra extremadamente sensible a todo indicio de hostilidad, desprecio, crítica o acusación por parte de los otros, motivación de las otras personas, pero es incapaz de hacerlo con la propia. Siempre sospecha de las razones que sirve de base a actitudes amistosas o neutrales y vive esperando que alguien lo rebaje o ataque sádicamente, tal y como en su niñez lo rebajaron o atacaron. Las reacciones paranoicas y la sexualidad. Como regla, las personas paranoicas se sienten secretamente inferiores respecto de su desarrollo sexual, justifique o no tal creencia su funcionamiento sexual.11 Esa inferioridad tiene sus raíces en confusiones sobre la identidad sexual pobremente reprimida durante las primeras etapas y en miedos y deseos conflictivos sentidos en la niñez que nunca fueron resueltos. A veces un nivel bajo de impulso sexual agrega pruebas objetivas de una inadecuación sexual relativa, como se verá en uno de nuestros genitales, que quedan negadas y proyectadas con suma dificultas y de modo incompleto. En ocasiones se expresan abiertamente las tendencias homoeróticas y se convierten en la base de una vida homosexual. Incluso cuando la persona paranoica se las arregla para lograr un nivel heterosexual adulto, pudiera tener dificultades en mantener su madurez genital. Muchos paranoicos responden a una invitación heterosexual como si fuera un reto para sujetarse a prueba. Muchos otros abordan las relaciones sexuales esperando que los repele, se los menosprecie y rechace. Es probable que esto último tenga bases en experiencias de la niñez, cuando el niño, ansioso de amor, se vio rebajado y rechazado. Ahora, como adulto, sus búsquedas de amor reviven las expectativas que se encuentran mal reprimidas y vívidamente reactivadas. El resultado es que se acercan a la situación heterosexual no sólo esgrimiendo tales expectativas, sino dispuestos al desquite mediante una conducta que seguramente provocará rechazo. En tales condiciones es casi seguro un fracaso en las relaciones sexuales, y es precisamente el fracaso lo que no puede tolerar un paranoico. En algunas personalidades paranoicas las personas se muestran en especial hipersensibles a indicios de monoerotismo inconsciente y a otras tendencias pregenitales en quienes los rodean y reaccionan como si tales indicios fueran actitudes conscientes e importantes.12 Se trata del mismo tipo de reacción que fue discutido en relación con la hostilidad. Esa respuesta será en particular seria cuando una persona socialmente aislada entra en contacto íntimo con otros, por ejemplo, en las barrancas militares. Las expresiones mínimamente inconscientes y sublimadas de homoerotismo venidas de las otras personas, le parecen al paranoico atemorizado amenazas reales de seducción o de asalto. Tal situación puede precipitar un episodio de psicosis. Es de notar que, incluso en los casos delirantes francos, el paranoico puede seguir defendiéndose de tener que reconocer sus tendencias desviadas, gracias a una negación y una proyección vigorosas. Se ve a sí mismo como una persona normal, pero se siente rodeado de personas perversas que le hacen insinuaciones terribles Permanece mostrándose airadamente inocente. Claro está, esos mínimos indicios eróticos a los que responde la persona paranoica hipersensible no los inventó ésta, tal o como no ha inventado los signos de hostilidad mínimos presentes. Todos los adultos tienen indicios de tendencias genitales y pregenitales en su conducta social cotidiana. La bondad y la amistad puede presentar componentes eróticos de ninguna manera patológicos, al igual que pueden presentarlos las bromas, las discusiones, la falta de amabilidad e incluso la indiferencia. De vez en cuando, todos manifestamos algún interés infantil, como la curiosidad, la observación,
el exhibicionismo, el causar o recibir heridas insignificantes, hacer comentarios orales o anales regresivos (especialmente recurriendo a la jerga) e incluso mostrando a veces sentido de la competencia semierótico. A todo ello un paranoico hipersensible responderá como si estuviera expresando una intención erótica plena y franca. Si en ese momento su sistema psicodinámico conserva un equilibrio precario, bastará el incidente para precipitar un rompimiento inconsciente y producir una psicosis. Falta de autoestima. Aunque rara vez lo reconozca la persona paranoica, sufre una seria falta de saludable autoestima. Ni siquiera confía en sí. Esta falta de estima y esa desconfianza en sí misma son fáciles de comprender si durante su primera infancia el paciente careció de confianza básica y si sus identificaciones del ego y superego fueron hostiles o indignas de confianza. Por esas mismas razones infantiles, se presenta una poderosa tendencia oculta de culpa inconsciente, de la que se necesita escudarse la persona paranoica mediante la negación y la proyección, ya que sus defensas represivas son inadecuadas. La persona paranoica suele conservar sus rencores, como el elefante de la anécdota. Nunca olvida una injuria y siempre da por hecho que todos saben cómo se siente al respecto y por qué. De tales actitudes fijas sólo hay un paso relativamente corto para caer en ideas delirantes francas. Factores
que
hacen
precipitar
reacciones
paranoicas
Al final del capítulo anterior enumeramos cinco situaciones a las que son en especial vulnerables los adultos que caen en psicosis. Éstas son: 1. Perdida o amenaza de pérdida de una fuente importante de gratificación, lo que priva a la persona de su desfogue emocional acostumbrado. 2. Pérdida o amenaza de pérdida de la seguridad básica, lo que reduce o elimina el apoyo emocional de que dispone una persona. 3. Surgimiento de una pulsión erótica y hostil, lo que bien no encuentra una descarga adecuada o bien produce conductas inaceptables. 4. Un incremento súbito en la culpa, debido a una reacción del superego o debido a las actitudes acusadoras de otras personas.13 5. Reducción en la eficacia general de la organización defensiva, debido a varias circunstancias, tanto internas como externas. Al igual que las demás personas pre psicóticas, la paranoica es más vulnerable a esas situaciones que las personas normales y neuróticas. Sin embargo, su especial sensibilidad y su empleo exagerado de la negación y la proyección como descargas ponen más énfasis en unos aspectos que en otros y dan al cuadro clínico de las reacciones paranoicas sus patrones de delirio característicos. Cuando se encuentran relativamente bien, la persona paranoica vive en un estado de equilibrio y lo ofrece a recurrir a las defensas de la negación y la proyección podrá precipitarlo en una psicosis paranoica. Aparte de los cinco factores precipitantes enumerados arriba, que son comunes a todas las psicosis, tenemos otros que en especial favorecen a las reacciones paranoicas. Helos aquí: 1. Cualquier cosa que confirme las expectativas crónicas que tiene el paranoico de recibir un tratamiento sádico y que, por consiguiente, aumente la disposición de éste a vengarse. 2. Cualquier cosa que haga aumentar la sospecha y la desconfianza, y que, por consiguiente, confirme la eterna expectativa de ser engañado y traicionado que el paranoico tiene. 3. Cualquier cosa que haga aumentar la vigilancia y, al mismo tiempo, tienda a aislar a la persona e impedir el intercambio social. 4. Cualquier cosa que incremente la envidia y los celos, y, que, por lo tanto, provoque resentimiento, odio y sentimientos de inferioridad. 5. Cualquier cosa que haga disminuir la autoestima, y por ello fomente los ataques por parte del superego y obligue a una negación y una proyección vigorosas. 6. Cualquier cosa que estimule a la persona a ver sus propios defectos en los demás, incrementándose con ello su ansiedad, lo cual le exige más negación y descarga proyectiva para superar esto. 7. Situaciones en que se combine la pereza con el aislamiento, y que den a la persona oportunidad de meditar significados y motivaciones, cuando sus oportunidades de llevar a cabo una verificación de las pruebas de la realidad social sean pobres. Para uno de nuestros pacientes paranoicos, un maestro, el simple aislamiento entre los “estantes” de la biblioteca bastaba para despertarle sospechas latentes, que pronto se volvían delirios francos. Gran parte de los siete factores precipitantes que hemos enumerado, y los cinco anteriores, serán detallados en las
historias
de
casos
y
en
la
sección
dedicada
a
los
antecedentes
dinámicos
y
del
desarrollo.
Inicio. Cuando la frustración proveniente de cualquier combinación de esas fuentes excede los límites de lo tolerable, el paciente de la espalda a la situación frustrante y se encierra en meditaciones solitarias. Puede entonces sufrir una desintegración del ego y caer en una regresión profunda y masiva. Las fantasías y los conflictos inconscientes quedan reactivados a niveles infantiles. Escapan a la represión y presionan por llegar a la expresión preconsciente y consciente. La estructura de defensa represiva madura se desmorona, mientras que la proyección y la negación –siempre activas en exceso en personas vulnerables a las reacciones paranoicas- toman a su cargo las principales funciones defensivas de la represión. Los síntomas que aparecen llevan el sello distintivo de los conflictos, las fantasías, las sensibilidades y las defensas primitivas paranoicas. Se encuentran más bien organizadas respecto a la pulsión que orientadas a la realidad. El paciente trata entonces de manejar su ambiente de modo verdaderamente psicótico. Intenta reconstruir la realidad de modo que corresponda ésta con sus fantasías reactivas. Es éste el intento que da como resultado la organización de una seudocomunidad paranoica. En las reacciones paranoicas podemos diferenciar tres tipos clínicos de inicio: 1. Súbito y dramático, 2. Una clarificación súbita precedida por un periodo de incubación y 3. Gradual e insidioso. 1. Inicio súbito y dramático. El paciente tropieza de pronto con una crisis interna o externa súbita que arrolla a sus sistemas defensivos y de adaptación. O tal vez hay un periodo prolongado de estrés en constante incremento, hasta que los sistemas defensivos y de adaptación se descompensan abruptamente. En cualquiera de esos casos, se tiene un brote súbito de material perteneciente al proceso primario y que de las fuentes inconscientes pasa a la organización proyectiva vigorosa el paciente logra preservar parte de la integración de su ego; pero el resultado es un sistema delirante que contradice a la realidad. 2. El inicio viene precedido por un periodo de incubación definido, que termina en una clarificación súbita. De principio el paciente reacciona al estrés con apartamiento parcial o completo y con fantasías regresivas. Trata privadamente de explicarse las cosas, es decir, busca una “explicación” unificadora que le sirve como foco de la agresión. Debido a que sufre una verificación de la realidad social defectuosa, por lo común su solución será una cristalización prematura. Al paciente le parece de pronto que todo se “aclara” y siente la libertad de actuar. En uno de nuestros casos, como veremos, esa clarificación súbita ocurrió en un sueño. 3. El inicio es gradual e insidioso, sin cristalización súbita. El paciente avanza lentamente desde ser paranoico hasta convertirse en un paranoico psicótico, esto ocurre en un lapso de meses o de años. Puede cruzar y volver a cruzar la vaga línea divisoria antes de adoptar una posición definitivamente delirante. Sus adaptaciones “progresivas” se van desviando cada vez más de soluciones realistas. La realidad social va quedando gradualmente reemplazada por reconstrucciones delirantes. Curso clínico. Incluso cuando no está enferma, la persona paranoica siempre está vigilante. Vive incómoda en un mundo peligroso, en un mundo hostil, en el que parece prudente mantener apartado de los demás. La personalidad de este individuo se encuentra en un estado crónico de equilibrio inestable precariamente mantenido. Su vida es un constante cambiar sobre la cuerda floja. Primeras fases. En cuanto es amenazado su inestable equilibrio, su reacción inmediata es aumentar su vigilancia y la distancia psicológica que mantiene respecto a los demás. Descarga tanto como le es posible su energía agresiva acelerando sus procesos de descarga proyectiva. Niega todo aquello que pueda seguir negando. Une todo lo que puede mediante la cristalización de fantasías; ésta tiene como objeto “explicar” la situación y disminuir el suspenso. Cuando esas maniobras fracasan y la tensión continúa aumentando, el paciente cruza los límites de tolerancia y se inicia el proceso paranoico psicótico. Hemos dicho ya que incluso a los adultos maduros les es difícil sentirse seguros y confiados en una situación emocionalmente perturbadora. Cuanto más agiten una situación conflictos personales sin resolver, más difícil será lograr seguridad y confianza. Los paranoicos rara vez se sienten seguros con otros y en nadie pueden confiar plenamente. Por consiguiente, cuando sufren una crisis emocional quedan sujetos a sus ineficaces recursos para salvarse como puedan En un principio pueden compartir sus sospechas con otra persona, pero sus defectos básicos los hacen tropezar casi siempre. Cuando están excitados emocionalmente, pueden afirmar sus convicciones y acumular pruebas, pero no soportan por mucho tiempo la duda o el desacuerdo; no toleran la espera. Una vez que se ponen en movimientos deben continuar adelante. Las dudas o los desacuerdos de las otras personas les parecen simplemente obstáculos puestos a su avance, por lo que toman esos obstáculos como frustraciones y al provocador de ellos, como un oponente. Por lo tanto, lo clasifican en el grupo de oponentes, como otro enemigo. Así, el paciente se enfrenta por sí solo a su crisis emocional. Al no tener en quien confiar, fuera de sí mismo, recurre a los procesos básicos de búsqueda comunes a los mamíferos superiores: mantener una vigilancia alerta, tensa y solitaria; hacer deducciones limitadas por la organización de los impulsos, por el miedo y por una espera desconfiada; finalmente, presentan el ocultamiento y el ataque o la huida. Igual que un detective o igual que un hombre buscado por la policía, el enfermo lo vigila todo y de todos desconfía. Cuando más vigila, escucha y pondera, más crecen sus sospechas. Como siempre ha vivido esperando una agresión hostil, continuamente aumenta su sensación de estar en peligro.
Una crisis emocional agudiza el ingenio del paciente, pero a la vez estrecha los límites de lo que puede percibir, de su capacidad de interpretar y de actuar. Más que nunca, se vuelve selectivamente hipersensible. Porque es un ser humano, pondera, medita y traza hipótesis; pero al carecer de las capacidades sociales básicas que necesita, no puede sujetar sus hipótesis a una prueba real. Si las deducciones hechas por una persona paranoica vienen a confirmar sus sospechas; son aceptadas; si no, son rechazadas. Continúa entonces aplicando la misma perspectiva inflexible y las mismas técnicas ineficaces, haciendo observaciones del mismo tipo y llegando a conclusiones similares. Busca pruebas que apoyen a sus sospechas, sus miedos y sus deseos y, dada su actitud, siempre las encuentra. El medio ambiente humano está lleno de movimientos, gestos, miradas y signos menores por los que se orientan consciente, preconsciente e inconscientemente los seres humanos. De esta mina inagotable de significados una persona puede obtener fácilmente una confirmación de todo aquello que sospeche o tema, en especial cuando se encuentra ansiosa, insegura y es socialmente inepta. El tipo de prueba más circunstancial e imperceptible es todo lo que necesita una mente así constituida para fundamentar sus obsesiones. La persona paranoica, dada su poca capacidad de sujetar a prueba la realidad incluso cuando la situación es tranquila, se vuelve incapaz de validar o refutar sus conclusiones en el momento en que se la perturba emocionalmente. Cuando la persona paranoica perturbada deduce algo, esto se le vuelve de inmediato, un hecho, que no se puede cambiar. Elige e interpreta las pruebas, sin saber lo que está haciendo, para que se adapten a su creciente sistema de delirios. Cuando ha llegado a una conclusión, la toma como prueba y como base válida para dar el paso siguiente. Estructura cadena de deducciones, por lo común entremezcladas con observaciones reales. Pero no hace una distinción clara entre lo que ve y escucha y lo que simplemente está pensando. Recuerda incidentes ocurridos en el pasado, los remodela para que se adapten a sus necesidades presentes (falsificación retrospectiva) y, de ese modo, utiliza memorias distorsionadas para dar apoyo o creencias sin base alguna.14 Para un oyente normal, ignorante de qué cosas se observaron realmente y cuáles son deducidas, la cadena lógica pudiera parecerle irrefutable. Por ello un paranoico inteligente convence en ocasiones a familiares y amigos y hasta a jurados y el público en general de que sus convicciones delirantes son hechos sociales. No es la fuerza del razonamiento lo que determina este paso inexorable del miedo a la sospecha y luego al delirio. El razonamiento paranoico es enfermo, de lógica débil, pero con una marcha hacia delante muy sólida. Los impulsos del id dan a ese movimiento de avance irresistible su fuerza. Ese razonamiento delirante está organizado por pulsiones e impulsado por presiones libidinosas y agresivas. Sus direcciones están determinadas por motivaciones anteriores inconscientes, que se han hecho cargo del pensamiento. Una crisis emocional o una serie de perturbaciones emocionales reactiva conflictos inconscientes en las reacciones paranoicas. Debido a lo defectuoso de la represión, aquellos pasan al campo de lo preconsciente y de lo consciente, donde dominan la percepción, el pensamiento y la acción; y pueden generar una culpa intensa por parte del superego. Esto de inmediato intensifica la negación y la proyección defensiva. El resultado de este proceso es que el ego se ve inundado de tensión y de ansiedad, las cuales, debido a la negación y la proyección originan la percepción de un peligro externo. La organización paranoica, de base pulsional, da carácter sádico a tal peligro. La organización pulsional del pensamiento, la percepción y la acción, la inundación del ego con una culpa intensa y el uso intenso de la negación y la proyección, ayudan a explicar por qué la formación de un delirio paranoico concluye irresistiblemente en un clímax violento de ataque y huida. El imaginarse algo cuando el proceso primario de pensamiento está al mando es hacer que ocurra mágicamente. Temer algo es hacer que aparezca. Sentir odio es verse hundido de inmediato en un mar de odio. Búsqueda de un foco: cristalizaciones preliminares. No debemos olvidar que, pese a su ineficacia social, la formación de ideas delirantes es un serio intento de restitución, un intento de reconstruir la realidad para crear armonía con una organización pulsional irresistible y con fantasías anteriormente inconsciente. En la restitución paranoica persecutoria el paciente trata de reconstruir su medio ambiente de tal manera que lo ayude en su necesidad de actuar mostrándose agresivamente hostil. Quien como adulto experimenta persecuciones paranoicas, a principio de su vida estuvo dominado por expectativas de que lo tratarían sádicamente y se encuentra listo a enfrentarse a tal tratamiento contraatacando. Es éste el patrón infantil que el psicótico paranoico reactiva cuando cae en la regresión, y es este patrón el que proyecta en su medio ambiente adulto. El temeroso paciente solitario, que carece de las habilidades básicas necesarias para probar su realidad social, se parece a un hombre inexperto y poco hábil que se ha perdido de noche en una selva. De pronto parece convertirse en el foco de un medio ambiente vivo, hostil, oscuro e ininteligible. Ahora todo lo que escucha y ve parece amenazarlo directamente. La ansiedad vigilante en esa persona une las cosas triviales y sueltas que la rodean y forman con ellas una enorme red de la que no puede escapar. Los miedos que ha proyectado se vuelven animales depredadores y él una presa de ellos. Con el tiempo será tan intolerable la tensión, que la persona buscará hacer algo, aunque esto amenace con matarla.15 Al sentirse agresiva y atemorizada, la persona agudamente paranoica se enfrenta su peligro con una vigilancia hostil, como una patrulla que estuviera esperando ser emboscada. Sospecha una trampa y se siente foco de la misma. No soporta la espera. Se siente obligada a descubrir lo antes posible de qué se trata todo.
A cualquiera le es difícil soportar una espera vigilante; cuando más ansiosa sea una persona, más le urgirá concluir dicha vigilancia. La necesidad de aliviar la tensión de la espera hace que aun las personas normales acepten grandes riesgos. A veces parece más fácil enfrentarse a la posibilidad de muerte que sentarse a esperar su venida, cuando se sabe que está próxima. Hemos dicho que la persona paranoica, incluso si se encuentra bien, es incapaz de tolerar la espera. Ahora que ha sufrido una regresión y se ha vuelto psicótica, parece empujar a actuar con violencia por impulsos agresivos irresistibles. De hecho, es su hostilidad reprimida la que amenaza destruir su propia persona. Su necesidad de logro es tremenda, pero no puede lograr algo mediante una actividad sin propósito, por vigorosa que ésta sea. Le urge encontrar algo definido, un foco sobre el cual descargar su hostilidad intolerable, para sentir así que ha destruido el peligro antes de que éste la destruyera. Búsqueda de un foco: la seudocomunidad paranoica. Esta necesidad irresistible de encontrar un blanco tangible lleva a la persona paranoica psicótica a buscar culpables y descubrir complots. Comienza atribuyendo una intención negativa a las acciones de personas que la rodean y de personas cuya existencia simplemente deduce. Tal vez esos actos sean triviales y ajenos, pero mediante sus interpretaciones dirigidas pulsionalmente el paranoico organiza a esas personas reales e imaginarias en una comunidad de conspiradores. Para ella, las actividades de esa comunidad están unificadas en un propósito hostil único, dirigido contra ella.16 La comunidad así creada por la persona paranoica, quien necesita satisfacer necesidades propias irresistibles, no corresponde de ninguna manera a las organizaciones existentes en la realidad social. El paranoico suele incluir personas reales y la conducta real de éstas junto con personas imaginadas y la conducta que se le atribuye. Pero el paciente confunde y capta erróneamente incluso la conducta real, y cuando más tarde la recuerda, la falsifica. Atribuye motivaciones a las personas reales y a las imaginarias, les atribuye unidad de propósito contra ella, propósito que sólo existe en el pensamiento del enfermo. En pocas palabras, ha organizado una seudocomunidad con la cual unir los miedos y los deseos proyectados, para justificar la agresión hostil que siente dentro de sí y para proporcionar a ésta un blanco tangible. La seudocomunidad paranoica es una reconstrucción de la realidad. Organiza la conducta observada y deducida en las personas reales e imaginarias, creando una conspiración de la que el paciente es el foco. Esta seudocomunidad hostil así organizada no consuela ni da seguridad al paranoico, pero sí satisface su necesidad avasalladora de logro. Cree haber descubierto “de qué se trata”. Piensa que ahora tiene una idea de lo que puede esperar, y sabe a quién vigilar y porqué. La creación de una seudocomunidad puede incluso aumentar el miedo del paciente; pero por lo menos, la oscuridad ha desaparecido. El miedo no constituye ya un terror sin nombre ni forma, pues ha sido organizado y tiene un foco. En algunas reacciones paranoicas, la seudocomunidad tiene una o dos personas principales. Los pacientes no eligen al azar a los líderes de su seudocomunidad. La persona elegida suele estar bien adaptada, por alguna razón especial, para simbolizar los principales conflictos del paciente. Ésta puede ser un extraño alguien de autoridad o alguien que ha sobresalido en la vida pública, un político, un actor, un industrial, un científico o un criminal. A veces se trata de un amigo, un vecino, un compañero de trabajo, quien por casualidad tiene características o relaciones que lo hacen adecuado para ese papel imaginario de vigilante, calumniador y fiscal –la encarnación de la hostilidad y la culpa proyectadas por el paciente. A veces esas personas importantes están estrechamente ligadas al paciente, y las razones para haberlas elegido son obvias. Funciones útiles que cumple la seudocomunidad. Como reconstrucción de la realidad la seudocomunidad cumple funciones útiles, las cuales pueden resumirse así: 1. La seudocomunidad es en sí una organización agresiva hostil. Simplemente por estar funcionando absorbe un buen volumen de la energía destructiva del paciente (Energía de la organización). 2. Absorbe, en lo particular, la culpa negada y proyectada (“la ansiedad del superego”), que el psicótico regresivo no puede controlar ya. Son “ellos” los que quieren torturar y asesinar. El paciente se cree inocente. 3. La seudocomunidad proporciona un blanco definido que incluye gente real. El paciente puede descargar continuamente su agresión hostil contra él. Esa agresión apenas provoca sensación de culpa, ya que “ellos” la provocaron y, por consiguiente, se merecieron lo que obtuvieron. 4. Da una explicación unificada y en apariencia lógica a la súbita ansiedad traumática creada cuando lo inconsciente irrumpe en la regresión psicótica. A todos los seres humanos los consuelan las explicaciones; incluso es preferible una explicación equivocada a no tener ninguna. 5. Aunque la seudocomunidad es una idea delirante y producto de una conducta pulsionalmente organizada, su superestructura ocasiona un pensamiento de proceso secundario sumamente organizado. Desde luego, se lo utiliza al servicio del id; pero con ello no deja de ser un pensamiento de proceso secundario, a menudo bien conservado y utilizado con inteligencia. 6. Es necesario enfrentarse con maniobras opuestas a las maniobras atribuidas a la seudocomunidad; esto, a su vez,
significa un pensamiento de proceso secundario de mayor nivel. Podemos observar esto en los contraataques y huidas a través de un país que los paranoicos llevan a cabo. 7. Como le es necesario “reconocer” la supuesta maniobra de la seudocomunidad y contrarrestarla, el paciente se mantiene en contacto con la gente real y la interacción social de ésta. Esto deja abiertas avenidas a la conducta orientada hacia la realidad, que estarían cerradas si las ideas delirantes del paciente incluyeran sólo fantasías, como suele ocurrir con los maniacos, los depresivos y los esquizofrénicos que sufren una regresión equivalente. Acción paranoica. No obstante esas útiles funciones, la organización y la formación de una seudocomunidad a menudo aceleran el pensamiento de ideas delirantes adicionales, tal y como una nueva explicación científica acelera una investigación. A menos que la intervención terapéutica cambie la situación, la presión de que haya una descarga hostil es elevada. Al igual que las comunidades reales, las seudocomunidades tienden a ampliarse y a incluir personas, actos y peligros nuevos, Si tal expansión continua, se llegará finalmente a un punto en el que el paciente no tolerará ya esas amenazas en obvio crecimiento. Es probable que entonces incurra en acciones violentas y se aleje enloquecido de la comunidad real o social. Cuando sucede esto, se provoca una intervención o un contraataque real. Es cierto que una intervención puede salvarle la vida al paciente y permitirle curarse, como veremos, pero el paciente afortunado será aquel que obtenga pronto ayuda de un experto y pueda aprovecharla. A veces la intervención empeora las cosas, en lugar de mejorarlas. Si incluye el contraataque, una violenta o acción policíaca, el efecto inmediato siempre es malo. Pero incluso en las circunstancias más favorables, algunas personas paranoicas psicóticas nunca llegan a recuperarse del todo. Algunas permanecen para siempre como pacientes recluidos en un hospital. Algunos viven en la comunidad y se comportan como personas excéntricas, que de todo sospechan, de todo se apartan y siempre están enojadas. Algunas pueden volver a tener una vida relativamente normal, pero llenas de ideas delirantes aún activas, aunque escondidas. Entre estas últimas tenemos a las personas paranoicas litigantes, que continuamente buscan la reafirmación de sus derechos afectados y que se las declare inocentes en la Corte. Es obvio que ninguna Corte puede absorber al paranoico de la culpa inconsciente que está proyectando. Veamos ahora un caso clínico de una reacción paranoica persecutoria. Un caso de reacción paranoica persecutoria Charles G., un soltero de cuarenta años, se vio envuelto en una furiosa pelea con unos corredores de apuestas del hipódromo, quienes insistían en que no había apostado a cierto ganador –un ganador que nadie esperaba; él afirmaba haber hecho la apuesta. Superficialmente, Charles era una persona agradable y reservada, pero en esta ocasión sufrió un ataque de furia incontenible. Envalentonado por unos cuantos tragos bebidos en una taberna cercana, regresó con los corredores, exigió el dinero ganado, gritó amenazas e insultos y los retó a pelear con él en la calle. Al ver que nada de esto surtía efecto, regresó, aún furioso, al hotel donde vivía. Mas tarde, al meditar sobre la injusticia sufrida y rabia sentida, Charles comenzó a preocuparse por la posibilidad de que trataran de vengarse de él. Recordó que se supone que los corredores de apuestas tienen la protección de pandilleros. Al pensar en esto, su furia cambió en miedo y su violencia en cautela. Al día siguiente notó a ciertos extraños en el vestíbulo del hotel. Parecían vigilarlo y hacerse señales respecto a él. Un auto lleno de hombres se detuvo a la entrada del hotel. Se sentía seguro de que iban a secuestrarlo, torturarlo y asesinarlo. Se refugió en su cuarto y con ayuda de un pariente preparó fugarse de la ciudad al día siguiente. El pariente aceptó como un hecho los temores del paciente. Cuando meditaba Charles su plan aquella noche, se “dio cuenta” de súbito de que el teléfono estaba seguramente intervenido por los pandilleros, así que durante la noche huyó en su propio auto, para despistar aquella seudocomunidad imaginada. Veremos que está secuencia de confiar en alguien y luego anticipar una traición era parte de su patrón de conducta. Gracias a otras pruebas sabemos que esta secuencia la había repetido Charles en el pasado una y otra vez. Probablemente era básica en su organización de la personalidad y tenía raíces en la primera niñez. En su larga huida a través del país seguía captando señales de que lo perseguían. Le era imposible dudar de esas señales. Decidió que no permitiría que lo atraparan vivo. Al llegar a la casa de unos parientes, a mil millas del lugar de los sucesos, éstos le creyeron al principio. Pero cuando entre sus ropas encontraron escondidos veneno y navajas, y cuando admitió que pensaba suicidarse, lo llevaron al hospital psiquiátrico para proteger la vida de Charles. En el hospital Charles se mostró cortés y amable, pero prefería estar solo. Aunque, obviamente, deseaba confiar en su terapeuta, y en varias ocasiones comenzó a hacerlo, nunca logró hablar sino de trivialidades y del complot. Persuadió a un pastor del rumbo de que lo visitara en la clínica. Más tarde organizó una reunión con él, que debería ser secreta. Dijo al pastor que deseaba confesarle algo de su pasado. Pero en cuanto el pastor se fue, Charles “ comprendió” que había cometido un grave error. El pastor era de piel oscura, por lo tanto, extranjero y un pandillero disfrazado. Charles intentó suicidarse y, al no lograrlo, insistió en que lo transfirieran al Hospital para Veteranos, a lo que tenía derecho. Dado su modo de vida y su modo de pensar asóciales, lo mas que podía esperarse de la terapia es que Charles regresara a su modo de vivir solitario, y tal vez, darle algo que le ocupara el tiempo. Discusión. Una explosión de ira frustrada marcó el comienzo de esta psicosis. Charles no pudo ni soportar su hostilidad furiosa ni descargarla adecuadamente. Al pasar a la realidad a la fantasía, pasó súbitamente de ser un agresor rabioso a pandilleros. ¿Cómo llegó Charles a este resultado? Negó y proyectó su violenta agresión como siempre lo había hecho en el pasado con sus miedos y sus sospechas, pues ello le permitía verse como un hombre inocente y perseguido. En este proceso delirante escapó por completo de sentirse culpable y acusado. No era él violento y amenazador, sino “
ellos”, una imaginaria pandilla de perseguidores. El precio de sentirse libre de culpa fue vivir con un miedo extremo, que planeó suicidarse. Es obvio que incluso una ira total no basta para precipitar una psicosis paranoica. Charles tenía sin duda algunos serios problemas de personalidad. Debido a que nunca pudo confiar en alguien, creemos que sus problemas surgieron de su estilo de vida y de la naturaleza de sus miedos y sus sospechas. Según lo que sabíamos de su pasado, Charles presentaba lo que se ha llamado “ el patrón paranoico del „ „hombre acosado‟, cuyo destino es huir de una ciudad a otra “. Es notable que Charles nunca tomó medida para comprobar la validez de sus interpretaciones delirantes, aunque mantenía un buen contacto con su medio circundante como para planear y llevar a cabo una larga y complicada huida. Se diría que sus perseguidores eran menos peligrosos que el volcán de su propio enojo: de los perseguidores puede escaparse, pero es imposible hacerlo de uno mismo. Cuando un paciente paranoico cae en la regresión y tiene ideas delirantes, como le ocurrió a Charles, su superego vuelve a una forma arcaica. Las funciones hostiles de ese precursor del superego son distribuidas entre las personas reales e imaginarias que rodean al paciente. Éste se siente entonces libre de culpa e injustamente atacado por esas personas, de modo muy parecido a como un pequeño se siente víctima de ataques injustos hechos por padres y hermanos. Volveremos a este problema de al regresión del superego cuando examinamos los antecedentes dinámicos y de desarrollo de las reacciones paranoicas. Mientras tanto, revisaremos otras formas menos comunes. CELOS
PARANOICOS
DELIRANTES
Los celos nunca son del todo racionales. Incluso cuando merecen el nombre de normales provocan fantasías inconscientes y preconscientes, que no se encuentran al servicio del ego consciente y parecen desproporcionados respecto a la situación objetiva que los origina. Es común que precipiten el ataque de celos el miedo a perder un amor o a perder una posición, la hostilidad sentida contra el rival y contra la persona amada, cuando no contra el origen de la pérdida, junto con el golpe doloroso recibido por el narcisismo del celoso, golpe adopta como forma una pérdida severa de auto-estima por parte del superego. Los celos delirantes no son únicamente una exageración de los celos normales, sino la reconstrucción psicótica de una realidad, que falsifica e inventa “hechos” para poder racionalizar lo que la persona siente. Los celos manifiestan las características paranoicas propias de la inflexibilidad, de la exclusión de todo aquello que pudiera contradecir las ideas delirantes y la inclusión de trivialidades y distorsiones que apoyen a estas últimas. El cuadro dinámico está dominado por defensas primitivas: la negación y la proyección. Los celos delirantes tienen la misma tendencia a expandirse, a alimentarse de sí mismos, que los delirios de persecución. Comencemos con un caso clínico que trae a luz gran parte de esas características. Un
caso
de
celos
paranoicos
delirantes
Infancia. Alan. K. Era el hijo menor en un hogar matriarcal. Tenía dos hermanos, una de seis años y otra de ocho años mayores que él. La madre era una mujer segura de sí misma y económicamente independiente, que mandaba en su casa. El padre tenía un papel subordinado, había triunfado moderadamente en los negocios, pero en su hogar era una figura insignificante. “Lo trataban como a un sirviente “, decía Alan de la madre. “Gozaba humillándolo frente a nosotros”. Alan sentía que el padre se mostraba con él hum orísticamente frío, agregándose a esto un toque de desprecio. A su vez, Alan consideraba a su padre un hombre pasivo e inútil. Por la madre había sentido siempre una mezcla apasionada de admiración a morosa y odio exasperado. Ya de adulto, comentaba: “Estoy entregando a ella, porque es una gran mujer, pero no soporto tenerla cerca”. La madre le había dicho a Alan que de pequeño había sido un bebe temerosos y terco. Nunca se sintió cómodo y relajado en brazos de ella, como había ocurrido con las hermanas. En cuanto la sentía sollozaba y lloraba. Alan temía ala oscuridad, a verse solo, y, en especial, a los extraños y a los animales. La madre estaba dispuesta a convertirlo en un hombrecito y no “en alguien como su padre”. Por lo mismo, evitaba consentirlo y hacía burla de sus miedos. Alan tenía constantes pesadillas, de las que despertaba gritando. También sufría Alan ataques de furia. Todos se burlaban de él. Recordaba a la madre hablándole animadamente en italiano, idioma que él no entendía, hasta que lo enojaba al grado que la golpeaba en los muslos con los puños cerrados. Alan sentía que la madre gozaba viéndolo furioso y fomentaba los ataques, por tomarlos como una prueba de masculinidad. Es posible que gozara provocando en el pequeño aquellas rabias fútiles, tal como parecía haber gozado humillando al esposo. Se tiene así el cuadro de una niñez atormentada. Un rasgo de gracia hubo en ella: a Alan no se le castigó por sus explosiones de enojo, si las exageraba lo encerraban en su cuarto hasta que su cólera terminara, pero nunca se lo forzó a suprimirlas y a adoptar una actitud pasiva y obediente en ese tipo de situación. Es probable que esta libertad de mostrarse furioso cuando se le hacía burla o lo frustraban le hay permitido volverse un adulto paranoico enojado en lugar de un esquizofrénico sumiso, pues esto último habría sido peor.
En las actitudes de Alan hacia sus hermanas se notaba mucha ambivalencia, lo mismo con respecto a su madre. También ellas se burlaban de él cuando era pequeño escondiéndole sus cosas y siguiéndolo mientras intentaba encontrarlas. Según Alan ellas gozaban cuidándolo de pequeño y lo trataban como muñeca viviente, alimentándolo y cambiándole los pañales, vistiéndolo y desnudándolo, atosigándolo con atenciones al grado que la madre intervenía para protegerlo. Cuando fue creciendo, pero siendo todavía incapaz de ser engañado y presionado, las hermanas continuaban haciendo lo mismo, como en un juego obligándolo a fungir de bebé cuando jugaban a la casita. Todo esto le permitió a Alan satisfacciones dependientes, estimulaciones eróticas y restricciones frustrantes. Alan describía a las hermanas como altaneras y superiores. En secreto les envidiaba su seguridad en sí mismas y su orgullo aparente. Al lado de ellas se sentía “sucio y pequeño”. Existe un paralelo entre sus sentimientos de insignificancia respecto a las hermanas y la falta de importancia del padre respecto a la madre. Esos sentimientos ayudan a formar patrones que determinan el concepto que más tarde tenía de sí el pequeño. Niñez. Al crecer Alan tuvo amigos y compañeros, pero carecía de popularidad y lo dejaban fuera en juegos de grupo. Recordaba haber sido muy puntilloso respecto a las reglas, los castigos, la legalidad y la justicia. A veces, cuando perdía una discusión respecto a una decisión tomada en un juego, dejaba de hablarle a la gente por días y se dedicaba a imaginar venganzas que lo hacía sentirse “acalorado”. A Alan le fascinaron siempre los relatos de crímenes, torturas, aprisionamientos y ejecuciones. En la primera charla acerca de sí mismo que tuvo con el terapeuta, Alan informó que durante la latencia y la adolescencia se intereso poco en su sexo. Al ganar seguridad en sí mismo, modificó la actitud considerablemente. De hecho, las chicas lo atraían mucho por que parecían mundanas, seguras de sí mismas y "firmes”. En presencia de ellas perdía la voz y se volvía tímido. Sentía que los despreciaban. En su primer años de universidad estudiaba ingeniería tuvo un choque con sus compañeros de fraternidad, quienes lo molestaban porque nunca tenía citas. Dejó la fraternidad y pasó a vivir solo, sintiendo con ello un gran alivio. Alan s e defendí diciendo que sus estudios “ no le dejaban tiempo para andar con chicas”. Confesó que alejaba as tentaciones de masturbarse trabajando duramente en el gimnasio. Cuando cedía a la tentación, se sentía “débil y degradado”. Carrera. Alan deseaba ser arquitecto, pero la madre lo persuadió de estudiar ingeniería automotriz, pues ésta le daría mas seguridad. Se graduó con mención honorífica, pero la depresión económica le impidió progresas hasta que tuvo veintiocho años. Cuando se declaró un estado de emergencia nacional, su experiencia de ingeniero valía mucho. Comenzó bien, pero no progreso obviamente porque padecía un serio problema personal. Criticaba a sus compañeros de trabajo y sentía desprecio por sus superiores. Aceptaba como amigos a quienes entraban a trabajar, pero pronto sentía celos de ellos. Es decir, siempre estaba haciendo y perdiendo amigos. Todo jefe nuevo era “un alivio” si comparado con el anterior, pero pronto comenzaba a acumularse las dificultades y volvía la tensión. A principio de la guerra Alan fue liberado del servicio militar por ser considerado un trabajador importante. Mas tarde se le eximió de ir al frente debido a problemas psiquiátricos, de los que nunca obtuvo una explicación satisfactoria. Creía que la empresa había enviado informes negativos sobre él pues había una conspiración para conservarlo en el puesto. A la primera oportunidad cambió de trabajo, pero quedo muy sorprendido de ver que su jefe se alegraba de verlo, marchar. Al pensar sobre aquello, creyó “saber” por qué. De alguna manera había comprendido que él sabía lo que habían hecho y, por consiguiente, fue un alivio verlo irse. Hasta el momento se trataba de la historia de una personalidad paranoica había venido cristalizándose en una atmósfera de competición laboral ordinaria. La reacción psicótica aparecería en el futuro. Casamiento y paternidad. A los veintinueve años, llevado por un impulso, el paciente se casó con una enfermera de veinticinco. De inmediato hubo dificultades sexuales. Alan no carecía de experiencia, pero se mostraba ansioso y avergonzado a preguntarse qué tan inocente era ella en realidad. Según pasaba el tiempo la pasividad de Alan se fue acentuando, por que lo Bessie pasó de ser una “chica poca cosa” a ser una mujer decidida, que gradu almente se hizo cargo de todo, tal como había s ocurrido con la madre de Alan. La pareja tuvo dos hijos y luego una hija. Alan sintió celes del primer bebé pero luego descubrió que gozaba cuidándolo. Le agradaba cuando Bessie salía alguna parte y lo dejaba a cargo del niño. Durante el tercer embarazo de la esposa Alan tuvo relaciones con una vecina, quien más tarde fue parte de los celos delirantes de él. Alan se sintió desilusionado cuando Bessie dio a luz a una niño y no acepto ésta plenamente. “Soy lo contrario de mi padre”, y dijo. “Él siempre prefirió a mis hermanas”. La reacción psicótica. Cuando el paciente tenía treinta y nueve años, su esposa comenzó a interesarse mucho en los asuntos de al comunidad. Fue esto lo que, indirectamente, produjo los celos delirantes. A Bessie la nombraron miembro de un comité de beneficencia, en el que también participaban Ralph D, uno de los jefes de Alan en la fábrica, y un hombre a quien Alan describía como un “soltero atractivo”. El comité se reunía cada semana, un día en casa de uno de los miembros, otro día en casa de otro, etc. Cada vez que la reunión era en casa de Bessie, Alan se iba con los niños al segundo piso, “como una niñera” según dijo. Tal situación lo hacía sentirse públicamente humillado ante Bessie y ante su jefe. A Alan le enfureció el hecho de que una de los miembros le llamara ”una buena madre”. Al poco tiempo en el trabajo le pidieron a Alan que trabajara por las noches mientras se montaban las máquinas. Cuando vio que Ralph salía a la hora habitual, de inmediato dedujo que iba a “ponerle cuernos”. Comenzó una campaña
sistemática de vigilancia de su esposa y de Ralph, dejando a menudo el trabajo para ir a verificar los movimientos de esas dos personas. Nada descubrió. Pero Alan no dudo de sus convicciones, antes bien, se sintió más seguro de ellas y más enojado. Obviamente, creía que alguien de la fábrica avisaba a los amantes cuando él salía a vigilarlos. Cuanto más meditaba sobre la situación, más claro le pareció el cuadro y las cosas que recordaba del pasado que encajaban en lo que creía. Se vio como víctima idiota de una clara conspiración que lo hacía ridículo a los ojos de todo el mundo. El paciente multiplico su vigilancia y sus sospechas, estando con su propia amante, notó ruidos en el teléfono y en el muro, lo que de inmediato interpretó como señales d una intercepción telefónica y de dictáfonos ocultos. Al parecer, ahora lo espiaban a él y se quejo a la compañía telefónica, que cortésmente negó los cargos. Alan creyó que ésta era cómplice de todo. Comenzó a golpear los muros, hasta que localizado puntos sólidos donde, creyó de inmediato que los dictáfonos se encontraban. No pudo convencer a su amante de que le permitiera abrir las paredes y dejarlos al descubierto. Ella aseguraba que los ruidos provenían de los conductos del aire acondicionado, que siempre habían estado allí. La obstinación y la aparente ansiedad de la mujer quien probablemente estaba alarmada por las reacciones de Alan lo convencieron de que también ella era parte del complot. La abandonó de súbito, sin explicación ninguna, demasiado temeroso incluso de iniciar la pelea. El clímax vino cuando Alan despertó una noche y vio a su esposa de pie junto a la cama, con una jeringa en la mano. Luchó por despertar del todo, pero volvió a dormirse. Él decidió después que había sido inyectado, y en la mañana, al despertar, se descubrió en le brazo motitas cafés y estuvo seguro de que eran las marcas de antiguas inyecciones. Explotó en un ataque de ira y acusó a su esposa de intentando matarlo; además amenazó con matarla a ella y a Rhalp. Bessie le dijo que estaba loco, y de alguna manera, lo convenció de buscar ayuda psiquiátrica. Alan estaba lo suficientemente atemorizado para aceptar la sugerencia, pero a condición de que nadie de sus conocidos estuviera en contacto con el personal del sanatorio. Se mostraba claramente temeroso de que se siguiera las conspiraciones contra él. Terapia y recuperación. En la clínica Alan sospechaba de todos, incluso del personal de limpieza. Se mostraba en especial cauto durante las horas de visita y cuando salía de paseo. Comenzó a progresar en su terapia cuando reconoció que había tenido problemas serios mucho antes de la supuesta conspiración entre Bessie y Ralph. Al principio sólo hablaba de dichoso complot, le preocupaban fantasías de venganza, en las que mataba a la pareja y luego se mataba a él. Hubo un cambio cuando admitió que la imagen de la esposa junto a la cama, con una jeringa en la mano, lista para matarlo, pudo haber sido un sueño. El terapeuta había expresado tal posibilidad casualmente, cuando le dijo a Alan que aquello sonaba como un sueño. Aunque el efecto primero de tal comentario fue qu e Alan desconfiara de toda la clínica, luego fue penetrando en aquella armadura de ideas delirantes y ayudó a provocar el cambio. Alan terminó echándole la culpa a Ralph. Afirmaba. “Si pudiera matar a ese hombre, sentiría un alivio tal, que no me importaría lo que pudieran hacerme. Al menos, podría volver a dormir. Me agota el no poder dormir. Me produce una debilidad total”. En varias ocasiones Alan se peleó con un paciente por trivialidades, éste tenía tendencia homosexuales latentes fuertes y bien definidas. Alan se alarmó cuando comenzó a soñar en matar a ese hombre también. Espontáneamente trazo un vínculo entre estas fantasías y sus deseos de matar a Ralph, aunque no habló de tal vínculo sino mucho más tarde. Alan comentó un día que suponía que todos lo creíamos “homosexual” y agregó: “y supongo que subconscientemente lo soy”. Y contó algo que nunca antes había mencionado: que sentía fascinado por el cuerpo masculino. Dijo que en sus días en la universidad su diversión favorita era ejercitarse en el gimnasio, ver a otros ejercitarse e ir a encuentros de box y lucha. Su conclusión fue que tal fascinación estaba de algún modo relacionada con perversiones, cosa que él aborrecía. La simple posibilidad lo aterró. Habiendo verbalizado y enfrentado su miedo, y no sintiéndose peor que esto, siguió hablando de lo que la homosexualidad significaba para él y confesó con suma franqueza sus preocupaciones sexuales. A principio de su adolescencia había practicado dos veces la masturbación mutua con algunos amigos. Había gozado aquel contacto íntimo, pero más tarde se sintió dominado por la culpa y la vergüenza. El que su nivel de deseo sexual no hubiera sido nunca poderoso lo hacía sentirse inferior e incompleto. Lo dejaba perplejo la fuerza de sus fantasías eróticas, que parecían contradecir lo que él decía. Su vida marital estuvo afectada por su incapacidad de satisfacer las necesidades sexuales de la esposa, que él consideraba irrazonables, por exageradas. Aunque nada grave surgió de esas explicaciones, sí ejercieron el efecto de moderar notablemente la tensión y las sospechas del paciente. Éste dejo de pelearse en el pabellón y la atmósfera terapéutica fue menos sofocante. Alan aprovechó su primera oportunidad de salir solo para visitar por sorpresa a su familia. Más tarde confesó que lo había hecho para vigilar a la esposa. La acogida que ella le dio lo convenció de que todo había acabado entre ellos. Tras digerir tal experiencia, y con ayuda, de la terapia, tomó la iniciativa y pidió que la compañía lo transfiriera a otra de las plantas. La falta crítica de ingenieros facilitó el traslado. El paciente dejó la clínica sospechando aún que algo había habido entre Bessie y Ralph, pero ya no temía que estuvieran confabulándose contra él. Suponía que la esposa pediría el divorcio y se casaría con otro hombre. No se sabe si tal predicción era justificada, pues no volvió a saberse del paciente. El resultado terapéutico logrado fue que el paciente se recuperara de su reacción psicótica paranoica, hubo cierta mejora
en esa personalidad básicamente paranoica y una tolerancia creciente da las tendencias homosexuales latentes. Si se consolida tal mejoría las posibilidades de futuras reacciones psicóticas se reducen. En la discusión sobre las reacciones paranoicas que a continuación se presentan diremos más acerca de la dinámica de este caso. REACCIONES
PARANOICAS
ERÓTICAS
En las reacciones paranoicas erótica él paciente tiene la idea delirante de que alguien lo ama, Pero no se atreve a confesarlo debido a otros compromisos o a que se avergüenza. Dada la hipersensibilidad a las actitudes inconscientes y su experiencia en elegir todo aquello que dé apoyo a sus ideas delirantes, el paranoico interpreta todo tipo de actos triviales como señales disfrazadas de amor de la otra persona. Lo usual es que tales reacciones aparezcan en mujeres y en hombres pasivos. La idea delirante suele tener como fofo una figura pública sobresaliente del sexo opuesto. Muchas personas que tienen tales ideas de delirio, actúan de acuerdo a ellas. Se acercan al supuesto amante, sea en público o en privado, le envían cartas, le urgen que reconozcan ante el mundo el amor que lo domina, las víctimas probablemente acudan a la policía, buscando protección contra un posible escándalo. Una de nuestras pacientes era una mujer soltera de treinta y seis años, quien había estado asistiendo a una serie de conferencias sobre historia del arte. Se fue sintiendo atraída por el conferencista y luego comenzó a percibir todo tipo de señales que él emitía para hacerle saber que la amaba. La situación hizo crisis cuando la paciente se acercó al conferencista tras una de las conferencias e insistió en que éste declarara públicamente el amor que ella estaba segura que él sentía. El conferencista tuvo la cordura de solicitar una reunión, en la que estuvieron presentes el paciente, él mismo, miembros de la familia de ella y un psiquiatra, de modo que la paciente obtuvo ayuda sin intervención de la policía. La paciente no logró renunciar a su idea delirante, pero al menos sí renunció a su propósito inicial de que el conferencista le declarara su amor. El amor que se expresa en las reacciones paranoicas eróticas suele ser de tipo narcisista, pero proyectando sobre una persona. Cuando tal es el caso, no parece importa el sexo del supuesto amante.18 A veces la idea delirante es una maniobra defensiva que sustituye un segundo plano una atracción heterosexual por una inclinación homosexual reprimida. Freud formuló esto para los hombres de la siguiente manera: “No lo amo a él: la amo a ello por que ella me ama”.19 Algunos pacientes víctimas de reacciones paranoicas eróticas se sienten perseguidos por el “enamorado” y protesta airadamente. Otros manejan la situación con un placer narcisista, similar al placer normal que se siente cuando se es amado, excepto que es ilusorio y queda sin satisfacer. Suelen considerarse como incurables a las reacciones eróticas que producen placer en el paciente. Por otra parte, si el paciente se siente perseguido por el “enamorado”, la situación es similar a la de otras reacciones paranoicas persecutorias y necesita una terapia similar. REACCIONES
PARANOICAS
DE
GRANDEZA
Los delirios de grandeza son mucho menos frecuentes en las reacciones paranoicas que los delirios de persecución. Abundan más en los casos severos que en los moderados, probablemente porque para mantenerlos se necesita una negación más primitiva y trasparente. Tal como ocurre en los delirios de persecución los temas prevalecientes provienes de la cultura circundante, incluyéndose en elle el folklore y los cuentos. El paciente se ve como inmensamente talentoso o irresistiblemente atractivo, de noble cuna o de familia rica, como líder, como genio inspirado, como todo un profeta o incluso un dios. Podrá creer que tiene conocimientos secretos o que lo han elegido para llevar a cabo una gran misión. Tenemos delirios de grandeza similares en la esquizofrenia, pero en ella están pobremente organizados, son místicos, vagos y cambiantes. La grandeza también caracteriza a la manía, pero el maniaco expresa locuazmente sus delirios a la vez es fácil desviarlo de ellos. Es en las psicosis paranoicas donde las ideas delirantes son estables, persistentes, obsesivas y están bien organizadas. Esas características son prueba adicional de que los paranoicos conservan y utilizan procesos de pensamiento secundarios complejos, que están al servicio del id. El pensamiento complejo del proceso secundario aparece en los delirios de grandeza de “inventores”, “científicos” y ”matemáticos” paranoicos. Algunos de éstos tienen planes específicos a veces elaborados en todo detalle para resolver problemas industriales, derribar barreras naturales, trasformar una sustancia o una fuerza en otra, cambiar el calendario o asentar nuevas nuevos sistemas de numeración y simbolización. Algunos planes son a escala gigantesca e incluyen programas para salvar o destruir el mundo y para manejar sistemas planetarios. Dado el rápido progreso actual de los sistemas científicos para destruir el mundo y para viajar por el espacio, se va dificultando cada vez el diferenciar entre un plan paranoico y otro científico. Por ejemplo, no es raro descubrir que un paranoico ha sacado ya patente su idea delirante. Desde un punto de vista dinámico, es sumamente probable que el preocuparse por una lógica o seudológica inventiva, científica o matemática impida que muchos paranoicos sufran desintegración del ego. La política, campo en el que todos se suponen expertos, atrae en especial a los maquinadores paranoicos. En pocas actividades políticas no han recibido los gobiernos consejos ansiosos e insistentes de personas con obvios delirios de grandeza. En el campo político y religioso se suele tropezar con personas paranoicas que se creen elegidas para llevar a cabo una gran misión, por lo común la de salvar o destruir a los demás. El origen de tales “ misiones” está la tremenda necesidad de que el paciente tiene deslavarse o de descargar su agresividad hostil. En ocasiones un paranoico cristaliza sus ideas delirantes en la creencia de que él es el Mesías o en épocas de guerra, un gran estratega, un líder, Juana de Arco o Napoleón, alguien capaz de traer la paz o la destrucción universal: La situación en que hoy se encuentra el
mundo se vuelve más importante que nunca él poder reconocer las amenazas potenciales que tales tendencias podrían constituir en una persona que parezca mejor integrada de lo que está en realidad. PARANOIA
CLÁSICA
La paranoia clásica es una reacción extrema y compleja, que con el tiempo puede aumentar, pero jamás disminuir. El paciente lleva a cabo la difícil tarea de estructurar y expandir una idea delirante sistematiza sin perder sus buenas relaciones de objeto. En contraste con la esquizofrenia, no hay alucinaciones ni desorganización y hay muy poca desocialización. Se sabe de gente con paranoica clásica que puede continuar atendiendo sus negocios y ejerciendo su profesión. Lo mismo ocurre con gran parte de las reacciones paranoicas de persecución, pero hace más notable a la paria clásica el grado de desarrollo alcanzado por la idea delirante. Al parecer, la explicación está en el encerramiento del sistema delirante, que deja al resto a la personalidad libre para funcionar con relativa normalidad. La paranoia clásica es sumamente rara.20 Aparte de su severidad y de su posición en la historia de la Psicopatología, no hay razón para darle a la paranoia clásica lugar aparente entre las reacciones paranoicas. Son iguales la forma de los delirios y su contenido, sólo se tiene la diferencia de que suele hacerse muchísimo más hincapié en la grandiosidad. El paranoico suele considerarse a sí mismo un gran genio y en ocasiones otras personas le otorgan el mismo estatus, en especial si él representa las tendencias megalómanas inconscientes e infantiles de ellas. Muy de vez en cuando una paranoico dotado enriquece a la humanidad con sus producciones delirantes, y dejando tras de sí una herencia de bien o de mal. A causa de su rigidez, de su tendencia a ampliarse y de su preocupación por la especulación, la paranoia clásica recuerda a las meditaciones obsesivas. Sin embargo en la paranoia hay una pasión mucho más manifiesta. Se encuentra penetrada por un proceso primario más directo y es mucha medida producto de un aislamiento defensivo. Mientras que la especulación obsesiva está llena de vacilaciones y se ve detenida por la duda, la paranoia clásica va de una “certeza” a otra, haciendo de la especulación una organización delirante que para el paciente tiene una realidad mayor que el mundo visto por los demás. Es característico que diga o cuestione aquello en lo que él cree. Es necesario recordar que todas las estructuras paranoicas son defensas contra la desintegración del ego. La paranoia clásica es simplemente un desarrollo extremo de tal defensa. El renunciar a los delirios paranoicos equivaldría muy probablemente a renunciar a la integración del ego. Tal vez debido a esto tal condición suele ser impermeable a los tratamientos. FOLIE Á DEUX Es difícil situar a la folie á deux en la actual clasificación. Los delirios pueden ser en ella simplemente paranoicos o venir acompañados de síntomas de esquizofrenia incuestionables, como son las alucinaciones francas. Los incluimos aquí por simple conveniencia. La folie á deux presenta el interesante cuadro de dos personas que comparten las mismas creencia delirantes. Una de ellas por lo general es un paranoico dominante con ideas delirantes mas o menos fijas. El otro es probable que sea una persona sugestionable y dependiente que acepta sin variación los delirios del otro, pero que fácilmente renuncia a ellos cuando la separan de la persona dominante y le dan ayuda terapéutica.21 Gran parte de los delirios conocidos en la folie á deux son persecutorios, como es de esperar, dado el predominio de delirios persecutorios en las reacciones paranoicas. Los artículos de Gralnick22 son clásicos en este tema. Gralnick encontró que en gran parte de los casos las dos personas enfermas habían estado viviendo en contacto íntimo por mucho tiempo. Su informe clínico sobre 103 parejas enumera las siguientes combinaciones por su orden descendiente de frecuencia; dos hermanas, 40, esposo y mujer, 26, madre e hijo, 24, dos hermanos, 11, hermano y hermana, 2, padre eh 2. La mayor susceptibilidad de las mujeres puede ser el resultado de los papeles relativamente dependientes y sumisos que ellas tienen en nuestra cultura y del menor número de posibilidades de tomar papeles que exijan dominio e iniciativa. Según Gralnick, en la folie á deux es probable que siempre participe una relación de dominio sumiso, aún cuando los participantes no se den cuenta de tal relación. H. Deutsch considera que cuando la persona dependiente adopta los delirios de la dominante, está intentando recuperar, mediante la identificación, un objeto perdido. Tal identificación puede ocurrir con la persona dominante o simplemente con su sistema de ideas dleirantes23.Cuando dos personas viven en íntima comunicación, lo probable es que tengan entre sí nexos inconscientes. Pueden ser expresión de tales nexos los delirios que comparten en común. En la reconstrucción final de la realidad que constituye la folie a deux, los dos participantes compartirán una seudocomunidad. El paranoico dominante es el arquitecto principal y la persona dependiente no hace sino mostrarse de acuerdo con la reconstrucción delirante. ANTECEDENTES
DINAMICOS
Y
DE
DESARROLLO
Al principio del capitulo indicamos la íntima relación que existe entre el pensamiento normal y el paranoico. Dijimos que la confianza y la expectación juegan un importante papel en la experiencia y conducta diarias. Todos actuamos con base en informaciones fragmentarias, en las que las deducciones, las suposiciones y las probabilidades determinan qué hacemos y cómo nos sentimos y pensamos. El miedo y el deseo pueden influir sobre la percepción y la cognición de cualquier persona.
Hasta un adulto normal disciplinado según las reglas de la lógica se las arreglara con suma dificultad para pensar objetivamente como lo haría un científico cuando se trata de algo que lo conmueve emocionalmente como ser humano que es. Gran parte del tiempo su modo de pensar respecto a cuestiones personales lo hará tomar sendas intuitivas, que al menos en parte estarán decididas por sentimientos tradicionales y personales. Lo importante acerca de un adulto normal es que, cuando surge la necesidad de un pensamiento lógico y de una perspectiva impersonal, suele satisfacer tales necesidades. El pensamiento paranoico no logra la objetividad allí donde debiera. Tiende a tratar las cosas y los acontecimientos impersonales como si fueran personales. Es mucho menos susceptible a correcciones que el pensamiento normal. Esos defectos provienen de falta de desarrollo de la confianza básica y de defectos en la organización defensiva, de la que diremos más a continuación. Cuando el paranoico cree que puede identificar a las personas y las actividades “responsables” de lo que él e stá experimentado, actúa como si sus deducciones y sus sospechas fueran hechos establecidos. Debido a su carencia de confianza básica, no puede con sus deducciones y sospechas con los demás. Sobre todo carece de la capacidad para imaginarse en la situación de otra persona, para tomar el papel de otra persona y ver las cosas desde la perspectiva de esa otra persona. En una crisis personal él paranoico sólo confía en sí mismo. Carece de los medios necesarios para volver a considerar sus conclusiones, pues para el se trata de hechos irrefutables. La
fijación
y
la
regresión
en
las
reacciones
paranoicas
persecutorias
El adulto que desarrolla una reacción paranoica persecutoria se encuentra fijado a nivel neurótico y a nivel psicótico. Cuando se enferma su regresión lleva parte de la organización a niveles neuróticos y parte a niveles psicóticos más profundos, tratándose en ambos casos de sus principales fijaciones. La fijación neurótica. El carácter neurótico de lagunas fijaciones paranoicas alas que regresan los pacientes paranoicos aparece en las relaciones de objeto relativamente buenas que él paciente mantiene. Los miedos persecutorios delirantes incluyen personas y situaciones reales. Los delirios paranoicos distorsionan la realidad soy sueles llevar a resultados trágicos, aunque las relaciones de objeto que el paciente paranoico mantiene son superiores a aquellas de cualquier paciente, maniaco, deprimido o esquizofrénico igualmente enfermo. La fijación psicótica. A pesar de lo que acabamos de decir, el paranoico también se ha fijado a niveles psicóticos. La negación de la realidad, la proyección de miedos y deseos de carácter sadomasoquista de sus pulsiones emocionales, se combinan para formar un cuadro de delirio por completo distinto a los que tenemos en las neurosis. De este modo, aunque el paranoico es capaz de interactuar con personas de éxito que otros psicóticos utiliza las interrelaciones para llevar a cabo fantasías primitivas e infantiles, en las que no se distingue ni siquiera entre las pulsiones sadomasoquistas en regresión y las intenciones de las personas reales que están en el medio social circundante. Las “personas peligrosas”, algunas reales y oras imaginadas pero imaginadas con gran realismo, son para el paciente perseguidores sádicos. Al paciente le parece que están unidos que forman una seudocomunidad delirante, cuya principal función es perseguirlo a él con sadismo. En el caso de Charles G. Vimos esta organización proyectiva llevada a extremos de crueldad delirante, Con base tan sólo en sus imaginaciones el paciente esperaba, en el sentido más real y vívido verse torturado y asesinado De algún lugar vienen tales ideas y alguna razón habrá para que hayan surgido. Como veremos, provienen del sadismo del propio paciente, que las ha negado y luego las ha proyectado en otras personas. Surgen a causa de la organización defensiva defectuosa del paciente. El paranoico es incapaz de reprimir por completo los impulsos y fantasías que en gran medida representan la crueldad infantil y las persecuciones hostiles del precursor de su superego (o superego arcaico) Tampoco es capaz de diferenciar entre sus intenciones y las intenciones otras personas que lo rodean. De este modo, como vimos en el caso de G, fue él quien montó en una rabia y amenazo a otras personas. Sin embargo, al ir hundiéndose en la regresión, la “gente peligrosa” (que eran en realidad, sus propios impulsos proyectados) le fue pareciendo cruel y amenazante, y él se fue volviendo una víctima propiciatoria. Ahora que pasemos a ver las defensas defectuosas en las reacciones paranoicas, veremos que la repetición de ciertas cosas, es inevitable, simplemente porque muchos de esos defectos sé interrelacionan. DEFENSAS
EN
LAS
REACCIONES
PARANOICAS
PERSECUTORIAS
La regresión como defensa En las reacciones paranoicas la fijación y la regresión neurótica permiten como hemos visto, relaciones de objeto relativamente buenas, y una interacción continua con ente real. Incluso las fijaciones y las regresiones psicóticas protegen al paciente al sufrir una mayor desintegración, de caer en la regresión más profunda que vemos en los esquizofrénicos. Se puede considerar defensivas las regresiones neuróticas y las psicóticas, en el sentido de que son intentos espontáneos de mantener cierto grado de integración ego, superego, incluso a niveles primitivos. En pocas palabras, la regresión a niveles primitivos de organización es decir, a niveles de fijación de la primera infancia defiende al paciente de la amenaza inminente de seguir sufriendo una desintegración. Represión defectuosa El paranoico es la persona que a lo largo de su vida debe compensar una represión defectuosa. Esa compensación
incluye el desarrollo excesivo y el abuso de la negación y la proyección. Es probable que en u principio el desarrollo excesivo y el abuso de la negación y la proyección interfieran con el desarrollo de la represión normal. Es decir, se recurrió a la negación y a la proyección primitivas en grado tal (debido al exceso de tensión y de ansiedad a principio de la vida), que se las estableció como formas de defensa importantes antes que la represión se encargara de todo, como piedra fundamental de la organización defensiva. Mas que ningunas otras, las defensas represivas son responsables directas de que se mantenga la barrera funcional que separa las organizaciones inconscientes de las preconscientes y de las conscientes. Está separación e s vital, ya que los proceso inconscientes se encuentran organizados, de forma diferente a los sistemas preconscientes y conscientes. Los procesos inconscientes funcionan de acuerdo con diferentes principios, el llamado proceso primario, y responden en forma mucho más inmediata a las urgencias, necesidades y miedos asóciales primitivos. Uno de logros humanos más grandes es él haber contenido a los procesos primarios, él haberlos canalizado y utilizado en forma creativa, Sin tal contenido, no tendríamos la libertad de desarrollar nuestros modos de pensar y de actuar característicamente humanos: la succión de impulsos y necesidades primitivos a las demandas de la realidad social, el desarrollo de un pensamiento lógico realista, el control y la canalización de las expresiones emocionales, la evolución de una conducta del papel recíproco y del yo e incluso de la organización de la sociedad humana. La represión no funcionara debidamente si no hay una organización del ego relativamente madura. Durante la regresión psicótica, cuando ocurre la desintegración del ego, hay un debilitamiento progresivo de las defensas represivas. Comienza a desaparecer la barrera funcional que ha venido “conteniendo” el sistema inconsciente. Procesos hasta el momento inconscientes como a invadir las organizaciones preconscientes y conscientes a ritmo creciente. Esa invasión debilita rápidamente la barrera, de modo parecido a cómo las aguas atacan la falla de una presa y apresuran la destrucción de esta. Además, es invasión desintegra los sistemas preconscientes y conscientes, y con ello, evita que se restauren las defensas represivas, en cierto modo de la misma manera en que las aguas de una avenida destruyen una comunidad que pudo haber reparado la presa. Cuando las reacciones paranoicas se detiene, la regresión y se ha iniciado una reorganización a niveles más primitivos, la represión es tan defectuosa que sólo el abusar de la negación y de la proyección permite al paciente salvarse de una desintegración del ego profunda. La negación en las reacciones paranoicas. Hemos dicho anteriormente25 que, como defensa, la negación es anterior a la represión. La negación funciona muy temprano en la niñez, antes de que se hayan establecido los límites del ego y mucho antes de que se haya materializado un superego maduro. La negación comienza a funcionar antes de que haya una separación clara entre las organizaciones inconscientes y los preconscientes y conscientes, En efecto, se trata de una defensa contra algo que escapó a la represión. En las personas paranoicas la negación está desarrollada en exceso. Por consiguiente, cuando la represión es defectuosa permite una irrupción de material del proceso primario en una reacción paranoica, es la negación la que defiende a la persona psicótica de tener que admitir tendencias potencialmente desintegradas que vienen de ella. Tanto las personas normales como neuróticas pueden emplear con éxito la negación para escudarse de la ansiedad proveniente de fuentes imposibles de evitar o de reprimir. Sin embargo, la negación no basta para acabar con fuerzas que amenazan con la desintegración en las reacciones paranoicas. Es necesario eliminar de algún modo los miedos, las sospechas y las acusaciones que brotan en las reacciones persecutorias para que él paciente pueda escapar de una mayor desintegración, Como la represión es inadecuada para eliminarlos, el paciente se ve obligado a completar la negación con la proyección. No solo niega, sino que repudia, y no sólo repudia, y sino que atribuye a otra persona lo que él niega. La proyección en las reacciones paranoicas persecutorias Quien cae en una reacción paranoica persecutoria es, básicamente, una persona hostil que se mantiene rodeada de hostilidad y cuyas identificaciones de ego y súper ego principales son de orden sádico. Cuando, debido al estrés. Dicha persona sufre regresión, sus propios impulsos sádicos la dominan, junto con los miedos correspondientes. Entonces niega y proyecta dichos impulsos sádicos, que parecen venir de alguien más.26 Tal es el desarrollo que vimos en el caso de Charles G, quien se fabricó una furia ingobernable su pretexto de haber perdido una apuesta. En el momento mismo en que sintió miedo de una venganza, negó su furiosa hostilidad y la proyectó en las víctimas elegidas, y es atribuyó aquel intento sádico. De esta manera, la venganza que hubiera querido ver cumplida contra aquellos que lo frustraron pareció amenazar ahora la vida de él. La agresión produjo de inmediato una exageración del peligro, le impidió compartir sus miedos con otras personas e hizo que aquella violencia deseada pareciera seguirlo a dondequiera que fuera. Modo en el que funcionan la negación y la proyección. Como acabamos de ver, el paranoico confía ante todo en la negación y la proyección para manejar el brote masivo de material inconsciente, que constituye el principio de las psicosis paranoicas. En tales circunstancias, la negación y la proyección tienen que ver con el trabajo que por lo general lleva a cabo la represión, aparte de con su trabajo propio. El paciente recurre al razonamiento paranoico para organizar su seudocomunidad y planear una estrategia. La agresión es su arma principal. Sus conflictos infantiles, sádicos y a menudo homoeróticos, no obedecen ya a la represión. Por lo tanto, los expresa como un drama contemporáneo, con vestuario de adultos y en un escenario compuesto, en parte, por la realidad social y, en parte, por la imaginación particular. En este drama el paciente se asigna el papel principal. La obra paranoica gira a su alrededor. Y en ella aparece como víctima justa, inocente, indignada y justificadamente enojada. Se siente indigno y enojado porque se cree amenazado,
perseguido, tentado y difamado. Gracias a un proceso de negación psicótico total, purga a su papel de todo elemento maligno y despreciable. Se trata, en verdad, de una proeza defensiva notable. Tengamos presente que el paciente se encuentra acosado por fantasías crueles, sádicas, homoeróticas y asesinas. Al desaparecer gran parte de las funciones represivas, al paciente no le es posible impedir que ese material aterrador se vuelva preconsciente y consciente, de un modo grosero y bárbaro. ¿Qué hacer en tal situación? La respuesta conocida es negar y proyectar. La regresión ha producido ya una disolución parcial de los límites existentes entre la fantasía y el hecho social.27 El paciente ha perdido la función que le permite verificar la realidad social, lo que constituye un desastre; claro, pero al menos ha ganado una mayor tranquilidad con la proyección. Todo aquello maligno, todo aquello despreciable y causante de culpa existente en la fantasía no sólo queda negado como propio, sino que se le proyecta en otras personas, reales o imaginarias, que forman una seudocomunidad paranoica. Los perseguidores, acosadores, tentadores y difamadores del paciente encarnan esas fantasías proyectadas. El paciente elige inconscientemente personas reales o imaginarias con base en cuán aptas sean para el papel que se les asigna. Esa actitud depende de los sentimientos que provoquen en el paciente y, a menudo, de que se parezca en su físico, conducta, posición, papel, etc; a personas importantes en la niñez de aquél. Algunas representan los miedos de ataques sádicos, asesinos o sexuales que el paciente proyecta. Otras, la agresión del superego difusa y proyectada, fuente de la culpa inconsciente. Como defensa, la proyección tiene el defecto fatal de que no permite en realidad deshacerse de nada. El paciente proyecta sus fantasías de miedo, pero debe enfrentarse a una persona atemorizante no menos real. Niega y proyecta una urgencia sádica, asesina u homoerótica, y de inmediato se ve amenazado por los intentos sádicos, asesinos u homosexuales de otras personas. Proyecta la agresión de su superego y, mientras se libera de una culpa avasalladora, se enfrenta a amenazas, acusaciones y difamaciones de las que no puede escapar. En todo esto, es la pérdida de límites claros entre la fantasía y el hecho social, y entre las representaciones del objeto y las del yo lo que facilita la proyección. Pero esa misma falta de límites claros hace inevitable que todo lo proyectado vuelva a la persona como un peligro encarnado en algo. Cuando no se está seguro de qué es imaginario y qué n, cuando no se está seguro qué es uno mismo y qué es lo externo, nunca podrá saberse cuál es la fantasía y cuál es la intención real de los demás. Está claro que la proyección paranoica nada resuelve. Reemplaza un peligro interno real por otro externo ficticio. El paciente dirige contra ese peligro ficticio sus negaciones reales y sus contraataques externos. Denuncia a sus acusadores, difamadores y perseguidores. Emplea una enorme cantidad de energía en espionajes y contraespionajes, en precauciones muy complicadas, en intentos de sobrepasar en ingenio a los oponentes imaginarios, alejarlos de la senda correcta y evitar los contraataques de ellos. Concibe y vuelve a concebir los complots en su contra y sus propios complots de defensa. Reúne pruebas para asentar la persecución de que es objeto y para dejar comprobada su propia inocencia. Como sabemos, a menudo recurre a amenazas y actos violentos. La pregunta obvia es: Si todas esas defensas y toda esa labor y esos pensamientos laboriosos en nada ayudan al paciente ¿por qué insiste en ello? Tenemos tres respuestas. 1. La primera, muy familiar ya: es la mejor solución que puede dar el paciente sin la ayuda de un experto. 2. La segunda es que, por medio de sus actividades delirantes, el paciente mantiene contacto con algún tipo de realidad, una realidad restituida o reconstruida. No se desintegra como personalidad, y sigue abierta la posibilidad de un mayor contacto. Todo esto lo examinamos ya en relación con la seudocomunidad. 3. La tercera respuesta dice que toda esta actividad incluyendo hasta la violencia gratuita cumple la función vital de atar y descargar el exceso de energía agresiva que amenaza con destruir el sistema psicodinámico. Unión y descarga de la energía agresiva. El mayor peligro al que se encuentra expuesto un paranoico que sufre regresión proviene de la persona misma. Consiste en que el sistema psicodinámico se desintegre por completo debido al impacto de un flujo de energía agresiva libre que se libera dentro de la persona. Tal flujo tiene varias fuentes: 1. La desintegración de los sistemas de fantasía preconscientes organizados (energía de la organización). 2. La desnaturalización regresiva de las energías de adaptación del ego, anteriormente empleadas en las relaciones con la realidad. 3. Las energías contracatécticas liberadas cuando se disuelven las defensas maduras durante la regresión. 4. Las fantasías y los conflictos inconscientes reactivados que van surgiendo a medida que se disuelve la represión. 5. La agresión del superego, que es una reacción inmediata antes esas fuerzas. 6. La energía de la organización del superego, ya que el superego se desintegra parcialmente en el proceso de la regresión. Para que la personalidad escape de la desintegración es necesario descargar o atar ese flujo destructivo. En gran medida, la sintomatología paranoica expresa el método empleado para eliminar el exceso de energía agresiva. Entre esos métodos tenemos: 1. Constituir sistemas de nuevas fantasías preconscientes complicados, que son sumamente hostiles, mediante un empleo intenso del proceso secundario del pensamiento (energía de la organización, utilizada para hacer deducciones e interpretaciones complejas y para formar hipótesis e ideas delirantes); 2. Incrementar la vigilancia perceptiva, la tensión muscular y la actividad enérgica; vigilar, verificar, investigar, reunir “pruebas”, tomar precauciones complicadas; 3. Aumentar sobremanera las defensas primitivas, en especial la negación y la proyección, y mantener a buen nivel una descarga proyectiva incesante y agresiva; 4. Mantener la conducta propia (la percepción, el pensamiento
y la acción) perceptivamente organizada respecto a la realidad restituida, que a la vez es necesario mantener organizada mediante los esfuerzos propios; los dos forman una seudocomunidad sumamente compleja, y 5. Explotar en una discusión hostil y una acción violeta. Incluso aunque todos esos procedimientos tan sólo ataran y permitieran descargar la energía destructiva, con ello se justificarían. Reactivación y reorganización a niveles infantiles. En las psicosis paranoicas, la agresión se detiene cuando se alcanzan puntos de fijación más o menos correspondientes a experiencias revividas pertenecientes al segundo y tercer años de vida. El nivel general queda indicado por la estructura dinámica de la seudocomunidad paranoica que los pacientes adultos organizan, en la que se incluyen los miedos a los perseguidores ya los acusadores externos, las defensas primitivas, la preeminencia de los elementos sádicos y pregenitales y la forma en que se niegue y proyecte la culpa. El niño de dos o tres años sigue sujeto al control más o menos arbitrario de los padres en las cuestiones sobre el bien y el mal. El superego del niño es por entonces rudimentario y vago. Las defensas primitivas, como la negación y la proyección, están activas, mientras que la represión sigue siendo débil y los intereses pregenitales y sádicos prevalecen. Claro está, la regresión cesa a este nivel general, porque aquí las estructuras inconscientes nucleares quedan fijas y estables conservadas desde la primera niñez casi sin cambio. Alrededor de esos núcleos estables reactivados comienza a cristalizar una nueva organización del ego. En ella las urgencias, los miedos, las fantasías y los conflictos hasta ese momento reprimidos escapan a la represión y dominan mientras dure la psicosis. Regreso de lo que fue reprimido y la formación de síntomas. La regresión paranoica es profunda, pero no elimina todo. Sigue presente una estructura defensiva del ego, en la que la proyección y la negación tienen un papel importante. Se conserva una organización de ego adaptativa, con muchas de sus capacidades perceptivas y coordinadas intactas. Hay incluso funciones del proceso secundario activas. Se les vez dañadas, pero de ninguna manera son ineficaces. Por ejemplo, Charles G. Podía telefonear, conducir un auto por carreteras desconocidas, conseguir comida y alojamiento, conversar normalmente. Alan K. Pudo ir por sí mismo a una clínica psiquiátrica, disponer que lo admitieran y conducirse en el pabellón con una normalidad por lo menos superficial. En otras palabras, las energías liberadas que inundan el sistema psicodinámico en las psicosis paranoicas y los conflictos y las fantasías inconscientes que buscan expresión, se encuentran con una organización de ego fragmentaria capaz todavía de atar energías y de moldear el material infantil. En resumen, el regreso del material reprimido puede ser en las psicosis paranoicas un brote, que muy rara vez llega a la explosión. No obstante, cuando la erupción simplemente amenaza, el paranoico experimenta un tremendo signo de ansiedad; se siente insoportablemente aprensivo y rodeado de peligro. Cuando en verdad surge la erupción inconsciente, el signo de ansiedad se convierte en ansiedad traumática. Ya no se prevé el peligro: se lo ve claramente. Las organizaciones preconscientes y conscientes del paciente se ven inundadas de energía libre, en especial de energía agresiva. Las invaden conflictos y fantasías infantiles inconscientes y las desorganiza la contaminación proveniente del proceso primario. El resultado inmediato es una confusión intensa y una sensación de desintegración inminente. El paciente experimenta esto como el peligro de un ataque externo y de muerte; nosotros sabemos que se trata de un peligro de desintegración de la personalidad interna y de muerte del yo. En ese momento le resulta imposible diferenciar claramente entre sus fantasías y los hechos sociales, entre lo que amenaza desde dentro y lo que sucede a su alrededor. Y, como hemos visto, el paranoico es incapaz de confiar en nadie. No puede dirigirse a un confidente, que le sirviera de substituto del ego y verificara la realidad por él. El psicótico paranoico mantiene el contacto con su medio circundante. En su situación de emergencia, el paciente incremente automáticamente sus defensas favoritas, la proyección y la negación, que siguen intactas. Estas producirán el cuadro paranoico característico. De hecho, el paciente comienza a incrementar la proyección mucho antes de que cese la regresión. Esa operación de proyección que lo hace considerar que el peligro viene de fuera, también lo hace dirigirse hacia fuera, para poder hacerle frente. Con ello vuelve a establecer contacto con su medio ambiente, poco a poco, casi tan rápidamente como lo va perdiendo. Desde luego, ese nuevo contacto tiene una base ilusoria, ya que ahora la percepción y la interpretación están dominadas por fantasías y conflictos infantiles revividos. Es decir, se han reemplazado relaciones interpersonales reales con otras irreales. Este vigoroso empleo inicial de la proyección en la psicosis es un factor que permite al paranoico mantener un buen contacto y emplear mejor su ambiente que otros psicóticos igualmente perturbados. Otro factor es la disposición alerta a contraatacar que ha mantenido toda la vida. Para el paranoico el medio ambiente ha sido siempre hostil, de modo que siempre ha tenido que enfrentarlo y vigilarlo. Sabemos que le principio de una psicosis paranoica está marcado por una vigilancia en aumento y una actitud agresiva, las cuales obligan al paciente a mostrar una orientación activa hacia su ambiente. Un tercer factor es el uso habitual del pensamiento de proceso secundario al servicio de la organización pulsional. Todos recurrimos en cierto grado al razonamiento para dar apoyo a los prejuicios emocionales y en defensa de las debilidades personales.28 Pero el paranoico lo hace con celo y persistencia especiales. Su tipo de razonamiento es notoriamente defensivo, obstinado y parcial. Pensamos que cuando se presenta una invasión inconsciente y hay una supercatexia súbita de pensamiento de proceso secundario, el paranoico no siente la experiencia como seriamente dañina, pues, para él, se trata de una intensificación de algo que le es familiar. En cualquier caso, el pensamiento paranoico parece ser más
lógico y estar en mejor contacto con la realidad de lo que en verdad ocurre, pues de algún modo conserva su organización formal a pesar de la contaminación venida del proceso primario. La regresión ego superego en las reacciones paranoicas persecutorias. Hemos dicho que la regresión ego-superego no es simplemente parcial en las reacciones paranoicas, como en las neurosis, sino subtotal. Esto quiere decir que la mayor parte de la función ego-superego se desarrolla a un nivel más o menos infantil. Es necesario corregir tal afirmación. A pesar de la distorsión delirante presente, en las reacciones paranoicas se conservan buenas relaciones de objeto, mucho mejores que en las reacciones maniacas, depresivas y esquizofrénicas relativamente severas. Como ya hemos dicho, esto indica que están participando una regresión neurótica y una regresión psicótica. Por lo mismo, en las reacciones paranoicas el cuadro clínico presenta tres características: 1. Se conserva más de la organización ego-superego madura que en las otras psicosis; 2. Hay una regresión a niveles de fijación neuróticos donde, por ejemplo, suelen encontrarse relaciones sadomasoquistas con otras personas; 3. Hay una profunda regresión psicótica que necesita de ideas delirantes para que se preserven las relaciones de objeto. En otras palabras, el ego-superego maduro que persiste en estas psicosis permite una adaptación del ego relativamente bien organizada, ya que el paciente maneja bien su medio circundante, pero a la vez ocurre una regresión más profunda que obliga a la formación de ideas delirante. Si pensamos en el carácter social de la seudocomunidad, su interés por otras personas y su organización, veremos de inmediato que tanto en la percepción como en la acción el paciente se encuentra menos desocializado que otros psicóticos. La regresión psicótica parece tener como fundamento la falta de confianza básica. Los adultos que son en especial vulnerables a las psicosis paranoicas no tuvieron durante su primera niñez una protección adecuada contra el exceso de tensión y de ansiedad. Esa protección exige que una figura materna aporte la acción amortiguadora que más tarde tendrá a su cargo el ego, en maduración, del niño. Sin ese ego substituto, con forma de una figura materna protectora y proveedora, el niño debe, de alguna manera, desarrollar un ego con aquellas defensas primitivas y conductas de enfrentamiento de que disponga en el momento, pues de otra manera no será capaz de sobrevivir debido a la acción desintegradora de la tensión y la ansiedad excesiva.29 Tal es la tarea a la que se enfrenta el paranoico durante su infancia. La lleva a cabo cristalizando una organización de ego precoz en el momento mismo en que dispone de la negación y de la proyección como defensas, pero no dispone aún de una regresión madura. El niño que cuando adulto desarrolla una reacción paranoica persecutoria, es un bebé sobreprotegido, quisquilloso y agresivo, cuyos padres le permiten expresar su ira. Esa libertad de expresar su ira no es resultado de blandura por parte de los padres, síntomas bien de indiferencia hacia dicha ira o de gozo en verla. Hay pruebas clínicas que indican que el paranoico debió haber experimentado un trato sádico durante la infancia y que debió haber reaccionado a esto con una furia sádica ingobernable. La cristalización precoz de la organización del ego distorsiona el resto de las secuencias de maduración del ego. La represión madura tarde y de modo imperfecto porque sus primeras funciones están siendo llevadas a cabo ya por una negación y una proyección excedidas. Nunca llega a alcanzar el nivel de supremacía visto en la represión normal y en la neurótica. Por lo tanto, no se desarrolla una barrera represiva normalmente fuerte que contenga a los procesos inconscientes. Hemos dicho que una barrera represiva normalmente fuerte permite que las organizaciones preconscientes y conscientes se desarrollen normalmente y vaya creándose un pensamiento lógico de proceso secundario. Tal barrera mantiene al mínimo las invasiones procedentes de los procesos del ego inconscientes del id y del superego. Mantiene a los procesos primarios dentro de límites estrictos durante las horas diurnas. Una barrera represiva débil, como la presente en quienes caen en una psicosis paranoica, asienta límites débiles. Permite que las fantasías inconscientes y los conflictos invadan las organizaciones preconscientes y conscientes. Permite que el proceso primario contaminen el pensamiento y la percepción lógicos. Esas influencias son obvias en la hipersensibilidad y las interpretaciones erróneas de la percepción en las que caen los paranoicos. Al principio del capítulo indicamos que los miedos irracionales de los pacientes paranoicos se relacionaban con las fobias. Sin embargo, los miedos de los paranoicos son más violentos, más personales y más fáciles de organizar delirantes seudocomunidades de perseguidores. Se trata de una falsificación de la realidad mucho más seria que en las fobias. Las fantasías y los conflictos sadomasoquistas poderosos que vemos en las reacciones paranoicas persecutorias también las relacionan con las reacciones compulsivas, tal y como lo hace la lucha intensa entre el ego y el superego.30 Pero existe un mundo de diferencia entre el autocastigo sadomasoquista del paciente compulsivo y la proyección sadomasoquista del paranoico. Quien sufre paranoia persecutoria niega su culpa. Representa para sí el ataque del superego como el complot para atacarlo creado por otras personas. Esto nos lleva a considerar el papel del superego en las reacciones paranoicas. El superego regresivamente reactivado. En todo esto tenemos un superego con una profunda regresión, que es destructivo, está sumamente personalizado, pero que se muestra a la vez vago. El superego paranoico sufre la misma regresión que el ego paranoico; cosa que no debe sorprendernos, dado que el superego se originó en la niñez como una diferenciación del ego y siempre funciona en íntimo contacto con este último. Tiene un doble interés el nivel al que regresa el superego paranoico. Por una parte, refleja algunos d los defectos básicos de la integración de la personalidad
paranoica
y,
por
otra,
explica
parte
de
los
síntomas
paranoicos
más
sobresalientes.
La regresión paranoica lleva a la organización del superego a un nivel que precede la transferencia del control moral de los agentes externos (padres, etc.) a un control moral mediante un sistema de autorregulación unificando e interiorizando, el superego postedípico. Dicha transferencia nunca es completa, incluso en el adulto más independiente y maduro. El autocontrol moral responde siempre a las reacciones de otras personas. Ahora bien, la personalidad paranoica sufre una detención en el desarrollo que interfiere con las respuestas realistas dadas a los otros y con la capacidad de ejercer una autorregulación madura. La facilidad con que tales personas proyectan su autocrítica, incluso cuando no son psicóticas, hace parecer que aún fueran intercambiables el control del superego y el control ejercido por agentes externos. Es decir, como si todavía estuvieran fijos a un nivel de equilibrio inestable. Se diría que el superego paranoico no se hubiera liberado de las imágenes primitivas y personalizadas de la niñez, y, por tal razón, que no se hubiera liberado del intercambio con los objetos externos y de la confusión sufrida con los mismos. El niño normalmente vive rodeado de personas que vigilan sus movimientos. Éstas parecen saber de antemano qué hará y tienen el don extraordinario de interceptarlo y frustrarlo. Respecto a la libertad de acción, el pequeño está prácticamente indefenso ante ellas. Si se trata de adultos que gustan de castigar, al niño le parecen que gravitan sobre él implacable y a veces inmisericordemente. El niño termina descubriendo que no puede ni defenderse ni escapar. Incluso si se permite una descarga de rabia violenta, es fácil dominarlo. La violencia del niño a menudo tropieza con la violencia del adulto. Si traducimos esto a términos adultos, cuando el adulto ya sabe de la violencia y cuando en lugar de padres severos tenemos personas extrañas hostiles, ¿no es este sino el cuadro de una situación como aquella en la que se vio Charles G? La conducta furiosa y violenta en que cayó, le despertó la idea de que iban a acosarlo perseguidores inexorables. Fue su ira y su miedo los que lo llevaron a una regresión psicótica. Temía desaparecer. Se sentía incapaz de defenderse contra cualquier ataque e incapaz de huir. En nadie podía confiar. Lo que la regresión paranoica hace es intensificar una debilidad que siempre ha estado presente. Se reactiva, en su forma primitiva, un superego vagamente organizado, que viene acompañado por imágenes sádicas personalizadas. Esa organización vaga y primitiva es la que el paranoico psicótico proyecta como seudocomunidad de enemigos, críticos y difamadores. Pero incluso en ello, el paciente no hace sino intensificar su tendencia de toda la vida a culpar a los demás, a sentirse discriminado, menospreciado y rechazado. Cuando pequeño no fue contrincante para sus aparentes sádicos padres. Cuando de adulto sufre una regresión, su ego infantil no es contrincante para el superego sádico; e incluso cuando proyecta su superego en los otros, no se siente lo suficientemente fuerte para luchar contra los enemigos sádicos que ha ideado.31 Formación de ideas delirantes como reconstrucción de la realidad. La regresión cesa cuando una nueva organización ego-superego cristaliza alrededor de los conflictos y fantasías más importantes a los niveles de fijación principales. Es necesario encontrar un lugar en esta organización para las fantasías y los conflictos reactivados. Dado que no pueden aceptarse como propios los reactivados en las personas con paranoia persecutoria, y como es imposible mantenerlos reprimidos, se vuelve necesario negarlos y proyectarlos. Esto exige también reconstruir la percepción propia de la realidad externa, para que se les pueda dar un lugar lógico. Cuando esa reconstrucción de la realidad se lleva a cabo de modo organizado, estamos antes una idea delirante paranoica.32 Esta, al igual que el síntoma neurótico, es un compromiso, pero requiere una distorsión de la realidad externa mucho mayor que en los síntomas neuróticos. Las ideas delirantes no son únicamente pruebas de enfermedad, sino señales de un intento por lograr una cura espontánea. Es lo más que, en ese momento, puede hacer e paciente para adaptarse a una situación que da a sus fantasías igual importancia que a la realidad objetiva. Dadas las circunstancias, la única opción para tal reconstrucción sería apartarse de la confusión cayendo en un estupor. A veces es sumamente importante reconocer que la adaptación de ideas delirantes anuncia un nuevo intento de enfrentar la realidad. Las pulsiones emocionales en la regresión paranoica. Lo que la regresión persecutoria deja al descubierto es el núcleo de ira, amor y miedo primitivos de un niño privado y frustrado, cuyo resentimiento puede llegar a ser implacable. Las fantasías y los conflictos revividos, en toda su intensidad infantil, tienen que ver con impulsos sádicos hacia las figuras paternas y con venganzas que al paciente se le figuran inevitables. Estos factores fueron evidentes en los casos de Charles G. y de Alan K. Se desarrolló el ciclo vicioso familiar: una fantasía de lanzar un ataque sádico; luego una fantasía aterradora de sufrir una venganza cruel; luego fantasías de venganzas incluso más crueles, etc. Las fantasías y los conflictos homoeróticos pertenecen al nivel infantil al que regresan los paranoicos. Sigue siendo motivo de controversias si son o no centrales en las reacciones paranoicas. Suele citarse el caso de Schreber como prueba positiva.33 Pero ese caso nada resuelve, ya que Schreber no negó ni reprimió su orientación homosexual; al contrario, hacía hincapié en ella constantemente. Hoy en día se considera que Schreber era un esquizofrénico paranoico más que un paranoico. Surge otra dificultad al haberse descubierto que las mujeres paranoicas suelen preocuparse de que se les acuse de prostitutas, no de homosexuales.34 Finalmente, entre ciertos especialistas del campo se insiste en que como base de las reacciones paranoicas y esquizofrénicas hay confusiones acerca de la identidad sexual y no fantasías y conflictos de orden homosexual.35
Resumen sobre la formación de síntomas en la paranoica persecutoria. Las personas paranoicas son en especial sensibles a ciertos tipos de frustración, hacia los que tienen poca tolerancia. Cuando se exceden los límites de tolerancia, esas personas renuncian a la realidad, se vuelven hacia el interior de sí mismas y dedican a los sistemas de fantasías preconscientes inestables la energía que quitaron a las funciones relacionadas con la realidad. Debido a defectos en la defensa, los sistemas preconscientes van a descargarse en sistemas inconscientes infantiles, con los que se comunican libremente, alertándose así los sistemas inconscientes. Estos últimos, a su vez, descargan energía libidinosa y agresiva en los sistemas preconscientes, volviéndolos más inestables y poniendo en marcha un círculo vicioso. Al final, algunos sistemas preconscientes se desintegran, inundan al ego preconsciente con su energía de organización y precipitan una desintegración y una regresión del ego generales, en las que también participa el superego. La regresión cesa cuando se alcanza un nivel infantil en el que las fijaciones poderosas permiten una reorganización estable. En las personalidades paranoicas esto corresponde aproximadamente a un periodo de la infancia anterior a aquél en que comienza a cristalizarse el superego. Los conflictos y las fantasías fijadas en este periodo se vuelven núcleos, alrededor de los cuales se forma una nueva organización del ego; y dominan el cuadro clínico final. Cuando el comienzo es agudo, el rompimiento regresivo de las defensas maduras, en especial de la represión, libera fuerzas inconscientes que invaden las organizaciones preconscientes y conscientes (irrupción inconsciente). Tal invasión puede producir una ansiedad traumática, confusiones y expectativas de algún ataque. Las organizaciones defensivas y adaptativas que han quedado intactas comienzan a moldear las fantasías y los conflictos inconscientes que van surgiendo y a manejar el flujo de energía libidinosa y agresiva, atándolo y descargándolo proyectivamente. La negación y la proyección son las principales medidas defensivas, la organización de proceso secundario es una importante fuente de adaptación delirante, y la agresión hostil es a menudo el arma principal. La restitución consiste en crear una seudocomunidad paranoica delirante, en la que el paciente aparece como víctima enojada e inocente.36 Se niega y proyecta todo aquello que es malo, que provoca culpa y es despreciable; es decir, se lo asigna a otras personas, tanto reales como imaginarias. El resultado final puede ser: 1. Recuperarse volviendo a lo que seria un nivel prepsicótico de funcionamiento, por lo común con ayuda psicoterapéutica; 2. Un estado paranoico crónico, a menudo procedido de una explosión aguda; 3. Desintegrarse secundariamente hasta una esquizofrenia crónica. Antecedentes infantiles de las reacciones paranoicas persecutorias. Cuando una persona, ya adulta, sufre una descompensación a causa del estrés y desarrolla una psicosis paranoica persecutoria, es de suponer que toda su vida ha sufrido los siguientes defectos de a personalidad: 1 .Una estructura defensiva distorsionada, con una represión inadecuada y fuertes tendencias a emplear la negación y la proyección. 2. Vulnerabilidad a la ansiedad traumática; 3. Fijaciones poderosas en los primeros conflictos de la infancia; 4. Una verificación de la realidad insuficiente, y 5. Un sistema de superego pobremente integrado y sádico. Algunos de estos defectos suelen ser obvios durante la vida adulta, antes de que surja la psicosis. Tal vez se trate de una persona tensa e insegura, que fácilmente cae en la ansiedad. A menudo la ansiedad y la inseguridad se encuentran ocultas tras una fachada defensiva. La persona encuentra difícil confiar en alguien, suele mostrarse reservada, cauta, apartada y dada a meditaciones solitarias. Por lo común no es capaz de comprender las motivaciones de los demás La acosan ideas de referencia, se encuentra demasiado consciente de las tendencias inconscientes de los otros, pero insuficientemente consciente de las propias. Tiende a negar toda responsabilidad respecto de sus fracasos, de sus deseos y actitudes inaceptables, y a atribuirlos a quienes la rodean. Básicamente, es una persona hostil, aun cuando pueda parecer agradable. ¿Qué factores del desarrollo del niño son causa de tal personalidad en el adulto? Muchas respuestas se han dado a tal pregunta, pero no toda concuerdan entre sí. Es una cuestión difícil reconstruir la probable infancia de un paciente adulto, aparte de que factores diferentes pueden contribuir a dar un resultado de final parecido. En ciertos aspectos sí hay acuerdo. En general se cree, con base en varias décadas de estudios clínicos, que las personas paranoicas no estuvieron adecuadamente protegidas contra la tensión y la ansiedad excesivas durante los dos primeros años de vida. En consecuencia, no pudieron desarrollar durante la niñez una confianza básica. No han tenido un substituto de ego adecuado en el momento en que estaban empleando ya la negación y la proyección, pero sin haber desarrollado una represión adecuada. Por otra parte, se les ha permitido expresar abiertamente su tensión y su enojo. En muchos casos el paranoico parece haberse identificado con el padre que captó como más hostil. Esta identificación con los agresores hostiles es una defensa bien conocida incluso entre los adultos temerosos, pero no paranoicos. Lo que suele llamarse tratamiento sádico de un pequeño resulta haber sido indiferencia, frialdad, burla o menosprecio por parte de la madre. Al niño tal tratamiento le parece cruel. A menudo, sin embargo, el padre ha sido verdaderamente cruel. Por ejemplo, una madre sádica deliberadamente provoca y fomenta en el niño explosiones de furia, porque goza con la impotente violencia de las mismas. Así ocurrió con la madre de Alan K. En tales situaciones, el infante o el pequeño se sienten sobreestimados, enojados y agresivos. Se les permite expresar sus sentimientos, pero aunque ello los proteja de la futilidad que lleva a caer en una personalidad esquizofrénica, no les permite resolver de modo normal su ambivalencia amor-odio. A veces un padre se conduce con el niño de un modo que cualquier persona llamaría cruel. Más tarde, la interferencia continua con la libertad de acción del niño, mediante el dominio y el control de los padres, crea más problemas. Igual los crea una atmósfera hogareña de vigilancia, sospechas y desaprobación crónica.
El periodo de autoafirmación y de adiestramiento respecto al control de esfínteres, que describimos en el capítulo 2, es en esencial importante, pues puede producir una persona básicamente hostil y desconfiada. Se trata del periodo de rápido crecimiento de la fuerza y la capacidad muscular, de la autoafirmación y la independencia negativas. Es la etapa en que un niño fácilmente cae en el odio y en explosiones temperamentales, si a ello lo llevan unos padres burlones o dominantes. Normalmente, el amor y la paciencia de los padres suavizan el resentimiento que el niño siente al verse controlado y lo hace interiorizar los controles de los padres cuando está formando su propio superego. Se diría que el superego de los paranoicos ha quedado fijo en aquel periodo en que la persona estaba sujeta al control de los padres. También han desarrollado un superego postedípico, pero inestable. Al sufrir la regresión, el paciente vuelve al patrón anterior. Los agentes externos, que son las proyecciones del paciente, parecen controlarlo, criticarlo y amenazarlo una vez más, tal y como sus padres parecían hacerlo cuando era pequeño. Algunos paranoicos adultos dan prueba de una identificación sexual cruzada, usualmente a causa de una madre dominante y agresiva. Pueden experimentar fantasías comunes en el sexo opuesto. En el caso de Alan K; por ejemplo, tuvimos la contradicción doble de una identificación con una madre dominante y sádica y con un padre débil e inútil. Esta combinación no es rara. Cuando ese niño entra a la fase edípica, ambas identificaciones hacen que la elección de un objeto amoroso parezca peligrosa. Hemos discutido ya el problema del homoerotismo en los casos paranoicos. Es obvio que la confusión de la identidad sexual, ocurrirá más probablemente en el niño cuyos padres mostraron contradicciones respecto de sus papeles sexuales. Pasemos ahora a considerar las depresiones psicóticas, en las que el cuadro dinámico es un tanto más claro que en las psicosis paranoicas, si bien el paciente suele mostrarse mucho más desvalido. ----------------------[1] Clr. Witkin, H. A. Et al, Personality Through Perception, Nueva York, Harper, 1954 Allport, E, Theories of Perception and the Concept of Strueture, Nueva York, Wiley, 1955 Tagiuri, R y Petrullo, L. (dirs.), Person Perception and Interpersonal Behavior, Stanford, Calif., Stabford Univ. Press, 1958 Solley, C. M. Y Murphy, G., Development f the Perceptual World, Nueva York, Basic Books, 1960 [2] Se judicó esto por primera vez en Piaget, J., Language and Tought in the Child (trad. Por M. Cabain), Londres, Routledge, Kegan Paul, 1926 [3] Cfr. Maddi, S. R., “Affective tone during experimental regularity and change”, J. Abnorm. Soc. psychol., 1961, 62, 338 345. [4] Bartlett, E., Remembering, a Study in Experimental and Social Psychology, Cambridge, Inglaterra, Cambridge Univ. Press, 1932; Bartlett, E., Thinking, An Experimental and Social Study, Nueva York, Basic Books, 1958; Kamaro, D. K. Y Drew, L. E.l “Selectivity in memory of personally significant material”, J. Gen Psychol, 1961, 62, 25, 32. [5] Debe considerarse a un delirio un fenómeno definitivamente anormal, aunque lo exprese un individuo normal"” English II., B v English A. C., Commehensive Dictionary of Psychological and Psychoanalytical Terms, Nueva York, Longmans, Green, 1958, pag. 143 [6] Cfr. Arieti, S., “A re-examination of the phobie symptom and of simbolization in psychopathology”. Amer, J. Psychiat., 1961, 118, 106-110. [7] Cameron, N., “Paranoid conditions and Paranoia” en S. Arieti (dir.) American Handbook of Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 508-539. 8 Tyhurst, J. S., “Paranoid Patterns” en Leighton, A.H., Clausen, J. A. y Wilson, R.N. (dirs.), Explorations in Social Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1958, págs. 31-76. 9 Bychowski, G., “General aspects and implications of introjection”, Psychoanal. Quart., 195 6, 25, 530-548; Jacobson, E., “Contribution to the metapsychology of psychotic identifications”, J. Amer. Psychoanal. Ass, 1954, 2,239 -262; Bychowski, G., “struggle against introjects”, internat. J.Psichoanal., 1958, 38, 182-187. 10 Quien haya tratado con un paranoico inteligente y comunicativo habrá tenido la experiencia de que ese paciente le indique la hostilidad inconsciente que en él siente. 11 Se presenta una revisión de la literatura sobre la homosexualidad en relación con las reacciones paranoicas en Cameron, N., “Paranoid conditions and paranoia” en S. Arieti (dir.), American Handbook of Psychiatry, Nueva York, Basic Books, 1959, págs. 508-539. 12 Kalf, S.F., “Female homosexuality and paranoid schizopherenia: survey of 75 cases and controls”, Arc h. Gen. Psychiat., 1961, 4, 84.86; Klaf, S. F., “Evidence of paranoid ideation in overt homosexuals”, J. soc. Ther., 1961, 7, 48-51. 13 Es buen ejemplo de esto el caso de Edgar. R., quien cayó primero en una reacción pánica y luego en una psicosis. 14 En grado mucho menor, todos falsificamos lo que recordamos, de modo que se adapte a nuestras creencias dominantes. Véase Kamano, D.K. y Drew, J.E., “Selectivity in memory of personally significant material”,J. gen Psychol., 1961, 65, 25-32, Paul, I. H., “Studies in remembering: the reproduction of connected and extended verbal material”, Psychol. Issues, 1959, 1, núm. 2. Véase también Bartlett, F., Remembering: A study in Experimental ans Social Psychology, Cambridge, Inglaterra, Cambridge Univ. Press, 1932; Bartlett, F., Thinking: An experimental and Social Study, Nueva York, Basic Books, 1958. 15 Davitz, J.R.,”Fear, anxiety and the perception of others”, J. gen. Psychol., 1959, 61,169-173. 16 Esta tendencia a interpretar todo tipo de cosas sin importancia dándoles un sentido específico compone lo que se ha llamado autorreferencia y, a veces, delirio de referencia. Se la encuentra en muchas personas normales cuando sufren ansiedad aguda, así como en aquellas que son psicóticas o casi psicóticas. 18 Fenichel, O, psychoanalytic theory of Neuroses, Nueva York, Norton, 1945, pags. 432 – 433.
19 Freud. S, “ Some neurotic mecanismos in jesy, paranoia and homosexuality “ en la edición estándar, Londres Hogatrt, 1955, Págs. 21 232 20 Mental Disorders, Diagnostic and Statistical Manual, Washington, D.C, AMER, Psychiatric. Ass, 1952 21 Cuando participan tres o más personas, se emplean a veces términos como folie á tríos, etc. El principio es el miedo, incluso cuando toda una comunidad actas ideas delirantes. Véase Pulver. S. E y brunt M. Y “ Deflection of hostility in folie á deux”, Arch, ge, Psychiat, 1961, 5, 257 –265(incluye listasde la literature existents). 22 Gralnick, a. “Folie a deux the psychosis of association “, Psychiatry, quart, 1942, 16, -- 230. 23 Deutsh, h, “Folie á deux”, Psychonal, quart, 1938 7, 307 –322. 25 En el capítulo 10, sobre reacciones disociativas. 26 Cfr. Murstein, B.I. y Pryet, R. S. “The concept of projection”,Psychol.Bull; 1959, 56, 353 -374; Peak, H; Muney, B. y Clay, M; “Opposite strctures, defenses and attitudes”, Psychol. Monogr; 1960, 74, expediente núm. 495. 27 Spilka, B. Y Lewis, M; “Empathy, assimilative prjection, and disowning projection”, Psicol.. Rec; 1959, 9, 99 -102. 28 Cfr. Kamano, D.k. y Drew, J.E; “Selectivity in memory of personally significant material”, J. gen. Psychol; 1961, 65, 25 32; Paul, I. H; “Studies in remembering: the reproduction of connected and extended verbal material”, Psychol. Issues, 1959, 1, núm. 2. 29 Vemos los resultados de tales fracasos en las depresiones llamadas anaclíticas de los infantes institucionalizados privados de cariño y en los niños autistas. 30 Véase en especial el caso de Sally J; en el capítulo 11, en la parte sobre reacciones obsesivo compulsivas. 31 Hesselbach, C.F; “Superego regresión in paranoia”, Psychoanal. Quart; 1962, 31, 341-350. 32 Veremos que se distorsiona más la realidad en los delirios maniacos, depresivos y esquizofrénicos. 33 Schreber, D; Memoirs of My Nervous Illness (1903) (trad. Por I. MacAlpine y R. A. Hunter). Londres, Dawson, 1955. 34 Klein, H. R. y Horwitz, W. A. “Psychosexal factors in the paranoid phenomena”, AMER. J. Psychiat; 1949, 105, 697 705. 35 MacAlpine, I. Y Hunter. R. A; “Introduction” y “Discusión” en la traducción de Memoirs of My Nervous Ilness, de D. Schreber, Londres, Dawson, 1955, págs. 1-28 y 369-411. Véase también Greenspan, J. Y Myers, J. M; “A review of the theoretical concepts of paranoid delusions with special reference to women”, Penna. Psychiat. Quart; 1961, 1, 11 -28. 36 Stone, A. A; “Delusional formation during the activation of chronic schizophrenic patients”, Arch. Gen. Psychiat; 1959, 1, 177-179. se presenta un estudio del surgimiento de la realidad en E. G. Schachtel, metamorphosis: On the Development of Affect, Perception, Attention, and Memory, Nueva York, Basic Books, 1959.