Danza de los Yarituses: El baile con Dios Los Yarituses quieren llegar al cielo. La mejor forma es bailar para su Dios Piy o; por eso, decenas de chiquitanos, del municipio de San Javier (Santa Cruz), in tentan acercarse antes a su protector, para cuando llegue el momento de partir a l reino de las alturas. En ese grupo de devotos se destaca don José Taseó, quien parece recobrar su juventud cuando oye sonar una tamborita (un pequeño tambor). Al comunario de 70 años no le c ansa caminar 15 kilómetros desde su pueblo, San Joaquín, para asistir al ritual en l a capital sanjavierana. Antes eran pocos los que querían bailar y Los Yarituses est aban a punto de desaparecer, ahora entran unos 100 y hasta 200 danzarines en las fiestas patronales, comenta con entusiasmo Felipe Macoño Flores (39), responsable de la Unidad de Turismo de la Alcaldía de San Javier, a 230 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz. Esta representación cultural se encuentra ligada a las estrellas y al periodo de caza y pesca que se inicia a fines de junio en esa región del país. Los primeros pobladores del municipio de San Javier son Los Piñokas o los adorador es de los cerros, en idioma nativo bésiro chiquitano. Durante la colonia, este gru po étnico vivía de la caza y de la pesca en la zona que hoy es la Chiquitania cruceña. Los indígenas de este territorio tenían la creencia de que, cuando alguien se moría, u na inmensa ave llegaba para llevarlo al cielo. El elegido era trasladado para pas ar una serie de pruebas; si en vida se había preparado muy bien en la cacería, podía a frontar cualquier problema y salir airoso, cuenta Macoño. Si el escogido superaba l os exámenes, el ave regresaba para transportarlo ante el Dios Piyo (avestruz en bési ro) y así vivir eternamente al amparo y el cuidado de sus alas. Si en la tierra el elegido fue malo, no entraba a ese reino del dios alado. Inspirados en esa leyenda, los piñokas bailaban en el cerro Yiritux (los que danza n en los cerros), palabra de la que proviene yarituses, que son los descendiente s directos del pueblo piñoka y que ahora representan esta danza anual en honor del dios avestruz. Esta imagen estaba relacionada con la constelación astral de la Cr uz del Sur, el protector de estos indígenas. Antiguamente, los comunarios llevaban frutos y algunos animales hasta una colina , como ofrenda a su Señor. Ahora también agradecemos a la madre naturaleza por los pr imeros productos que nos entrega, expone Macoño. Con pedidos para tener una buena t emporada La veneración de caza al avestruz y pesca, se siguió completan hasta los la llegada ruegos al de la Tata colonización, Piyo. cuando los evang elizadores jesuitas permitieron, en principio, que continúe; pero luego condiciona ron a que se lo haga en honor de San Pedro y San Pablo, cada 29 y 30 de junio. L a imagen de la Virgen María representada en forma de cintas de colores, también está p resente en el vestuario actual de los yarituses. Éstas no son las únicas particulari dades del baile de raíz ancestral. Pablo Soliz tiene 60 años. Nacido en el pueblo de El Carmen, a 50 kilómetros de la c apital San Javier, el indígena es uno de los personajes centrales de Los Yarituses . Don
Pablito, como le llaman sus amigos, es uno los espíritus vivos de ese añejo grupo. Vestido con un saco, una máscara de tatú (quirquincho) o una peta (tortuga), lleva una vara de mando con la cabeza de un ave y en la espalda un sugestivo morral. Es una mochila o panacú que se hace de palmas, en la que se lleva las primicias o pr imeros frutos que nos entrega la tierra, a la que también le agradecemos durante e ste ritual, reseña Macoño. Para ser un Abuelo Yaritú, una de las condiciones es haber bailado al menos cinco años, luego se les considera para asumir esta figura, que viene a ser como un sace rdote de la danza. Hay más de dos abuelos yaritús. Uno, que también es conocido, es don Francisco Rodríguez (55), que está en el grupo hace 15 años; junto a él danza don Anton io, de la comunidad Montecristo, complementa Magno Cornelio, el guía turístico especi
alizado en las misiones jesuíticas en San Javier y toda Santa Cruz. A los abuelos les siguen dos pequeñas tropas. Los hombres visten una túnica y pantalón blancos, en las pantorrillas llevan unas sonajeras para espantar a los malos espír itus, en la espalda un manto de colores, en la cabeza una toga, en el rostro una máscara de tela con dibujos de la flora y la fauna del lugar, junto a plumas de av estruz, y en la mano derecha portan una vara adornada con cintas de colores. Las mujeres o mamas, una túnica blanca con vivos de colores en los brazos. Ellas no e ran admitidas antes, ahora forman parte de este baile junto a los niños y las niñas. La festividad por San Pedro y San Pablo empieza el 28 de junio. Esa noche, Los Y arituses participan de la víspera en la celebración por los dos patronos. Mientras las mamas se toman de la mano para bailar, las sonajeras anuncian el pa so de los hombres. Todos y al unísono cantan, agradecen y rezan al Dios Piyo en id ioma bésiro chiquitano. La canción de La Víspera, que tiene una hermosa melodía, es inter pretada por los músicos, seguida por el coro de los danzarines, expone Cornelio. De fondo, La Tamborita músicos indígenas marca el ritmo con pequeños tambores, cajas y fla utas Al día hechos siguiente por los 29 porpobladores. la mañana salen en procesión los dos santos desde el interior elmismos de la iglesia de San Javier. Los fieles y Los Yarituses escoltan a las dos imágen es. El 30 se repite la marcha. Un vaso de chicha de maíz calma la sed de las decen as de danzarines en la fiesta. Cornelio explica que ésta es una de las pocas festividades en las que dos santos e ntran de manera simultánea durante los dos días de la celebración. Más que coreografía, el yaritú representa una ceremonia devocional que no se ejecuta en cualquier lugar. Haypiedra La un sitio de reservado. los Apóstoles Primero los piñokas y luego Los Yarituses tuvieron siempre una relación especial con las rocas. En la región de Chiquitos, en Santa Cruz, también existen piedras y algu nas formaciones líticas muy respetadas por los pobladores en el pasado. Uno de esos sitios es La Piedra de los Apóstoles. El espacio se encuentra a dos cu adras del parque principal de San Javier y es por excelencia el peñón yaritú. Desde tie mpos inmemoriales, este lugar siempre fue elegido por nuestros ancestros; con la evangelización, le pusieron el nombre de La Piedra de los Apóstoles, explica Corneli o, el especialista en esta danza. Enclavado entre rocas, éste es el escenario natural de este baile ceremonial, un l ugar que además es testigo anual del compromiso que los bailarines le hacen al Dio s Piyo y a los santos. En el altiplano hacen promesas de bailar tres años, pero aquí las hay de cinco y hasta diez años de compromiso por devoción a nuestros santos y al Señor, sostiene desde la oficina de turismo Macoño, que espera ser parte de Los Yari tuses este junio próximo. Otros significativos espacios, donde también se interpreta esta expresión cultural, son el cerro de Muchurú y La Piedra de San Francisco; al final se dio un sincretism o cultural y nuestra cultura se combina ahora con la religión católica. Si bien la mejor ocasión para apreciar a Los Yarituses es a finales de junio, cuan do llegan pobladores desde las 48 comunidades, a fin de bailar en honor del dios alado, la Alcaldía Municipal de San Javier tiene un grupo estable que también se pr esenta en días especiales del año. Ellos están tramitando su personería jurídica para hacer otras actuaciones en el interior, dice Macoño que entonces enseña un tríptico con toda la información sobre esta bien conservada representación. Los trabajos para promoci onarla han empezado y una de las primeras labores es la difusión de la misma en el departamento, a partir de esta iniciativa, será lanzada en el resto del país. El 29 de junio del 2008, la tamborita tronó en San Javier. Ese día, el municipio san javierano reconoció de manera oficial a la danza de Los Yarituses como Patrimonio
Cultural e Inmaterial. Todo el pueblo saludó la resolución que así dio inicio a las fi estas patronales por San Pedro y San Pablo. El año pasado, la Prefectura cruceña elevó al rango de Atractivo Turístico este baile y en este momento se efectúan gestiones para que sea calificada como un tesoro depar tamental. El mayor reto es que sea reconocido por el mundo. El país quiere verlos danzar Es
cierto, queda mucho camino por recorrer para que sea reconocido como Patrimoni o de la Humanidad, admite Macoño; sin embargo se alegra ante las invitaciones que l legan desde el resto del país para que se conozca esta expresión de la cultura cruceña . Una de ellas les llegó recientemente desde la ciudad de La Paz y sólo falta que le s confirmen la fecha para una presentación en la sede de gobierno. Si al final se consigue el anhelado título mundial, se salvaría también según Raquel Sánche z, presidenta del Concejo Municipal al antiquísimo idioma del bésiro chiquitano, que los abuelos de la zona aún utilizan para comunicarse. San Javier es visitada por centenares de turistas que llegan cada semana para co nocer su Templo Misional, el Museo Misional, los Tumbos, Aguas Calientes y Tibia s y la laguna Soroboquí; si al paquete se le suman los yarituses, Sánchez cree que e l impacto será mayor. Estamos preparándonos para recibir a más turistas y con esta danz a estamos convencidos de que San Javier será una de las principales paradas turístic as del país y en particular en toda la región chiquitana, añade la concejala, que ingre sa cada junio como una de las mamas en este histórico baile. El responsable de turismo, Felipe Macoño, cree que este año, al menos 300 personas d anzarán por devoción al Dios Piyo, San Pedro y San Pablo. Uno que ya aseguró su presen cia es don Pablo Soliz, el hombre de 60 años a quien no le interesa caminar 50 kilóm etros, una vez más, como cada junio, para danzar y perpetuar esta ancestral expres ión chiquitana.