Prologo Antes de escribir DELTA, mi hermano me regaló para navidad el Assassin’s Creed 1 y el 2. Yo necesitaba el tiempo para escribir, así que me propuse a no jugar a nada hasta terminar la novela. Y así fue, empecé a jugarle al Assassin’s Creed en orden después de Marzo del 2013 y así no paré hasta terminar el Syndicate. La saga me parece original y atrapante y el trabajo de investigac investigación ión histórica es impecable. Y, aunque muchos digan que Connor es el mejor asesino de todos, a mi me parece un indio emo, triste y maricón. En muchos foros y páginas de fanáticos, especialmente de América Central y del Sur, leo muchos comentarios de personas que esperan que un Assassin’s Creed sea basado en su país. La verdad es que en Argentina, Perú, Ecuador, Brasil o demás países de Centro y Sud América no existen historias atrapantes para hacer un producto que se venda en el mundo, así que se pueden ir despidiendo de esa idea (salvo que sea algúna visita esporádica con un hito importante como en terremoto de Lisboa en el Rogue) Yo les propongo a esas personas lanzar al aire una idea, ensayo, libro, historia o lo que se les de la gana de cómo sería la historia de los países de América Central y del Sur dentro del mundo de Assassin ’s Creed. Lo más extraño que me pasó es que cuando dije “Voy a hacer un Assassin ’s Creed en Argentina” todos me dijeron “Me imagino que vas a hacerlo en la época de la dictadura ” “¿Va a ser en la época de la dictadura? ” “¿Cómo van a hacer los Asesinos para acabar con los planes de los militares asesinos templarios?” La verdad es que encuentro mucho más rica la historia de la revolución de mayo que la de 1976. Al encontrarse mucho más alejada en tiempo es rica en detalles y abierta a muchas pequeñas variaciones para poder poner nuestra histori historiaa sin interferir tanto. Aunque ya está terminada les tengo que confesar que escribir esto tuve que investigar mucho más de lo que investigué con DELTA. Pero al final salió a la luz, no es oficial pero la historia está realmente buena. Espero que la disfrutes leyendo como a mi me gustó escribirla.
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Assassin’s Creed Independencia Independencia es una novela basada en el mundo creado por UBISOFT y la historia de la Independencia de Argentina. Los personajes históricos históricos son reales menos los que hacen su pequeño cameo (no voy a decir quienes son) creados por UBISOFT. Yo nada más puse a mi personaje y su historia
Dedicado a los héroes olvidados de la revolución de mayo.
CAPITULO 1 La caída del Inca 17 de mayo de 1781 Ciudad de Cuzco, Virreinato del Alto Perú Convento de la Compañía de Jesús. Un hombre de ligera armadura, capa y peluca blanca golpea la puerta del Convento a las once de la noche. — Visitador Areche — exclamó el sereno al alumbrar al hombre con el farol — ¿Qué lo trae por aquí a esta hora? — Su Católica Majestad Carlos Tercero de España exige, de mi parte, interrogar al prisionero — dijo Areche mientras entraba al convento junto a dos guardias con piquetas. — No hace falta que entren armados, esta es la casa de Dios. — Lamentablemente la importancia del prisionero no nos da a lugar a dejar a la seguridad de lado — exclamó el visitador — Hay muchos rebeldes encubiertos que esperarían cualquier momento para realizar un ataque sorpresa.
Areche caminaba por los pasillos siguiendo al sereno con un guardia a cada lado y luego se le indicó la puerta que llevaba a las mazmorras. — ¿El prisionero se encuentra solo? — Preguntó antes de bajar por las escaleras. — La mazmorra se vació para encerrar a ese prisionero como lo ordenó el Virrey Jáuregui.
Dejando a los guardias en la puerta, el visitador bajó las escaleras en donde fue recibido por una lúgubre y fría mazmorra llena de humedad que era calefaccionada por unos pocos faroles. A medida que el visitador se iba 9
acercando a la última celda el olor a aceite se hacía mucho más fuerte y la oscuridad se hacía protagonista del ambiente. — ¡El gran José Gabriel Condorcanqui Noguera! — Se presentó Arreche al ver al prisionero en su celda — Por fin el gran Tupac Amaru, el responsable de Sangarará y de los rebeldes, cayó y con él la rebelión. — ¿Que le trae por aquí Visitador Areche? — preguntó el Túpac Amaru sin girar la cabeza, estaba sentado en un costado de la celda mirando la pared de enfrente. — ¿Qué es lo que custodia tu gente en el sur? — Dijo el Visitador — Habla ya y te juro que voy a acabar todo ahora. — Solamente nuestras tierras, tierras que ustedes nos saquearon en nombre de su rey. — Bonitas palabras, pero quitémonos las máscaras, asesino — dijo Arreche — Su Católica Majestad Carlos Tercero de España tiene conocimiento del poder que se están disputando tu gente con los templarios, y con decir “Tu gente” me refiero a tu hermandad. Sé que están custodiando un fragmento del Edén y quiero saber de qué se trata y en donde se encuentra exactamente.
Tupac Amaru se quedó en silencio. — Tenemos prisioneros a tu esposa, a tus hijos y a los pocos de los tuyos que capturamos, si hablas te mataré aquí mismo sin dolor ni sufrimiento. — Mi gente le perdió el miedo a la muerte hace mucho tiempo, incluso mucho antes de la llegada de la hermandad a América. — Te recuerdo que fuimos nosotros quienes destruimos a los Templarios hace cientos de años obligándolos a ocultarse — Areche se le acercó a su cara — Obligamos al mismo Jacques de Molay a rendirse ante el mismo Dios por poner en duda su existencia. Y es lo mismo que le pasará a tu gente, pero porque sé que no vas a hablar quiero que me reveles a los 10
miembros de la hermandad, quiero los nombres de los conspiradores responsables de todas las muertes que sufrimos por tu rebelión. Tupac Amaru giró la cabeza y miró a Arreche a los ojos por primera vez — Solamente tú y yo somos responsables. Tú por oprimir a mi pueblo y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía, ambos merecemos la muerte. — Veo que no vamos a llegar a nada — El Visitador Areche se levantó ofuscado por no tener una respuesta — Ya vas a hablar mañana.
18 de mayo de 1781 Ciudad de Cuzco, Virreinato del Alto Perú Plaza de Armas Al día siguiente los monjes acompañaron a unos soldados para guiar a Tupac Amaru hacia la salida del convento. Apenas salió la luz lo encegueció, la multitud rugía de emoción al ver como el responsable de los estallidos rebeldes en los poblados cercanos se encontraba capturado en indefenso. A un costado de la plaza, sentados en una tarima, se encontraba el visitador Areche y el Virrey del Alto Perú Agustín Jáuregui mientras que a paso veloz un joven de treinta años se les acercaba. — Ah, Virrey Jáuregui, Déjeme presentarle a el Teniente Coronel Rafael de Sobremonte y Núñez, Secretario del Virreinato del Río de la Plata y un hombre de confianza mío y del Virrey Vertiz. — Un gusto — El Virrey Jáuregui no mostró mucha satisfacción pues la creación del Virreinato del Río de la Plata quitaba importancia y jerarquía al Virreinato del Perú. — El Virrey Vértiz tiene la idea de ascender al Secretario Sobremonte a Gobernador de Córdoba y Tucumán — ¿También nos van a quitar Córdoba y Tucumán? — se molestó el Virrey dando un golpe en el apoyabrazos de la silla. — Es la decisión del Rey, yo soy sólo el visitador. 11
— No entiendo por qué su católica majestad está haciendo esto. — Por precaución Virrey Jáuregui — se metió Sobremonte — hace cinco años los británicos perdieron las posiciones territoriales de Norte América. No es tan descabellado deducir que vendrán por las tierras del sur, y mientras tengamos al Delta del Río de la Plata sin protección les estamos abriendo la puerta al enemigo de la corona, además teniendo el puerto de Buenos Aires con una salida al Atlántico, podríamos hacer llegar rápidamente las mercaderías y los tesoros de los aborígenes a la madre patria. — Mientras tanto mi Virreinato se debilita — se molestaba Jáuregui — Usted habla demasiado Teniente Coronel.
El hombre que se encontraba en el centro de la plaza al lado del verdugo aplaudió para llamar la atención de todos mientras veía como se acercaban los soldados escoltando a Tupac Amaru. — ¡Esta tarde ejecutaremos al indio rebelde Tupac Amaru, responsable de la muerte de Antonio de Arriaga en Tinta y de todas las muertes causada por su rebelión! — dijo el verdugo. — ¡Alto! — dijo Areche acercándose al centro de la plaza — ¡Detengan la ejecución! — ¿Quieres hablar ahora? — El visitador le preguntó en voz baja a lo que permaneció callado.
Arreche hizo una seña a los guardias y en menos de cinco minutos trajeron a diez prisioneros cada uno dentro de una bolsa que era arrastrada por caballos desde la prisión en el Cabildo hasta la plaza de armas. — Te juro por el altísimo que hoy vas a hablar — Areche tomó a Tupac Amaru y se lo llevó hacia atrás para que vea cómo eran ejecutados uno a uno sus seguidores. — Así que no vas a hablarme; tú te lo buscaste. 12
Entraron a la plaza sus dos hijos y finalmente su esposa: Micaela Bastidas quién fue llevada salvajemente a su lado junto a su hijo Fernando contemplando la plaza de armas. — Tú sabes que no voy a tener piedad hasta que hablen — Areche le hizo una seña al verdugo. — Hipólito Túpac Amaru esto es por hablar mal de España, la corona y su Católica Majestad Carlos Tercero — el Verdugo le cortó la lengua y ayudado por unos soldados lo ahorcaron.
El hijo menor rompió en llanto mientras ninguno de los dos padres se inmutó, solamente agacharon su cabeza. — Nada más tienen que decirme lo que quiero — Areche estaba sentado detrás de los prisioneros e hizo una seña al verdugo para que se encargue de Micaela Bastidas.
Tupac Amaru estaba comenzando a ponerse nervioso al ver a su esposa ser llevada como un animal al centro de la plaza. — Habla maldita sea, Habla — le gritó Areche.
En el medio de los gritos Micaela pudo ponerse de pie y luchar con las manos atadas como pudo, pero fue reducida entre varios soldados y la volvieron a poner de rodillas pero esta vez mirando a su marido y al visitador. Micaela, sutilmente, negó con la cabeza al ver a su esposo temblando mirando al visitador para que termine la tortura, entre lágrimas Tupac Amaru bajó la cabeza y el visitador dio la orden para que la mataran. El verdugo sin dictar sentencia le cortó la lengua como a su hijo y entre varios soldados le ataron el cuello y la estrangularon mientras era golpeada con palos y patadas en el estómago. La multitud aplaudió al ver que ahora le tocaba al indio rebelde, pero algunas personas ya estaban criticando el salvajismo empleado por el visitador.
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— No te preocupes por tu hijo menor, vamos a educarlo como se debe — Areche le puso una mano en el hombro al pequeño que no dejó de llorar desde que llegó a la plaza — Ahora vas a ver que les pasan a los que se oponen a Dios y al Reino de España. — Vamos, camina hacia el centro — un guardia levantó a Tupac Amaru y lo llevó ante el verdugo — Aquí se los dejo. — Si no quieres hablarle al visitador entonces esto no se sirve más — El verdugo lo tomó de la cabellera y con ayuda de otro le cortó la lengua y se la arrojó a la gente — ¿Cómo prefiere ejecutarlo señor Virrey?
Jáuregui estaba sorprendido, no hizo más que señalar al Visitador para que decida el futuro del indio, después de todo estaba sin palabras al ver el actuar de Areche. — Átenle las manos y los pies con cuatro lazos y encinchenlos a cuatro caballos mestizos — Areche señaló a los caballos que trajeron a los prisioneros.
Los caballos comenzaron a tirar entre los gritos de furor de las personas y los de dolor de Tupac Amaru, pero por más fuerza que hacían los caballos no podían desmembrarlo. La gente cambió los gritos de odio por los de dolor, muchos se iban incluso hubo algunos que pidieron que se suspenda la ejecución y que se le diera una muerte digna. — Es de hierro — dijo el Virrey Jáuregui — Es increíble cuanto resiste, parece una araña. — Es un espíritu de naturaleza muy robusta y de serenidad imponderable — Dijo Areche sorprendido.
Luego de estar varios minutos torturándolo detuvieron la ejecución, Tupac Amaru aún estaba consciente. — Termine ya con esto — Areche mientras le acercaba el sable al verdugo — Terminen de desmembrarlo y quiero que cada pueblo de los alrededores 14
tenga un pedazo de este maldito, para que cada indígena que lo vea recuerde lo que le puede pasar si se meten con Dios, el Virreinato, España y su Católica Majestad Don Carlos Tercero de España. — ¿Qué va a hacer con el niño? — Preguntó el Virrey Jáuregui al ver al pequeño que seguía llorando luego de ver a toda su familia ser torturada y asesinada. — Lo llevaremos a España y lo intentaremos educar como se debe o morirá en el intento — dijo Areche mientras miraba a la ventana de la prisión en lo alto del Cabildo en donde un hombre se alejaba de los ojos del visitador.
Esa noche el hombre de la celda se encontraba llorando en un rincón aún asustado por las matanzas ocurridas en la plaza cuando la puerta se abrió. — Juan Bautista Monjarrás, ya viste lo que soy capaz de hacer — dijo Areche acercándose amenazante — Ahora habla, según la calidad de información se te tratará. — No sé en dónde está lo que busca señor Areche — se arrodilló ante el visitador llorando. — Entonces dime en donde se esconde la hermandad en Cuzco, y no te atrevas a mentirme porque te juro que te saco la piel. — En Marcapata señor — dijo Juan Bautista temblando sin parar de llorar — Ahí se encuentra el resto de los rebeldes. — Muy bien, me gusta que la gente coopere — dijo Areche sonriendo — Cuando capturemos a Diego Cristóbal te enviaremos a Lima y luego a España, vas a vivir prisionero, pero vas a vivir.
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CAPITULO 2 Las nuevas ideas 20 de Febrero de 1788 Ciudad de París, Reino de Francia Café Théâtre La obra estaba en curso y acaparaba toda la atención de las pocas personas que miraban el pobre escenario que ahí había. Bien atrás, en un lugar reservado, dos personas se encontraban hablando de temas en general mientras bebían una taza de café con una pequeña copa de coñac. — Es vital que las nuevas naciones del nuevo mundo reconozcan a la monarquía, Jacques, no se puede fomentar una revolución solamente generando un antagonismo absurdo contra una autoridad. — Pero eso ya es problema de los británicos — Reía Jacques mientras tomaba la copa de coñac. — No, eso es problema de todos, verás, las voces del nuevo mundo no son tan distintas a las que se escuchan en el resto de las colonias americanas. — Pero son voces de la libertad de los pueblos, luego de la independencia de los Estados Unidos de América no faltará mucho para que todo el continente sea libre. — ¿Voces de la libertad? Jacques ¿Qué estudios de la política y democracia pudo haber leído una persona que no sabe ni escribir su nombre? — Honoré, quedó demostrado que con esos pocos estudios pueden hacer una revolución y llegar a la independencia de nada más ni nada menos que los reyes británicos. — Las revoluciones comienzan en los lugares más altos de la sociedad con gente de altos recursos que tienen tiempo para leer un libro y estudios para comprenderlo. 17
— Pero no fue un grupo reducido de gente los que lograron la independencia de los Estados Unidos de América. — Por supuesto que no, los pensadores necesitan movilizar a grandes cantidades de gente para intentar lograr sus utopías y no hay tiempo para explicarles todos los estudios de historia, ilustración y filosofía de Voltaire y Rousseau. Nada más utilizan promesas y pequeños argumentos, que si bien son verdaderos, no llegan al uno por ciento de su totalidad. — ¿Qué problema puede tener eso? — ¡Pero Jacques! ¡La mayoría de la gente va a ser ignorante! — Se molestó Honoré golpeando la mesa — Las grandes masas de gente movilizada por un enunciado va a ser más que los dos o tres pensadores y esta o sus descendientes terminarán gobernando una nación ignorante creyéndose los padres de la patria.
Jacques se quedó callado mientras Honoré miraba alrededor para asegurarse que nadie estuviera cerca, el Conde de Mirabeau era también el Mentor del consejo de asesinos de París. — Por suerte los templarios abandonaron sus posiciones en América del Norte, pero seguramente dejaron algunos agentes infiltrados. La muerte de Dorian y el encarcelamiento de Ballec son una prueba que los Templarios aprendieron cómo hacerse del poder. — ¿Tan mal está la situación aquí? — La economía está mal administrada y el hambre lentamente se está transformando en furia — Mirabeau estaba preocupado — Se rumorea que el Rey deberá convocar a los Estados Generales. — ¿Convocar a los Estados Generales? ¿Se puede hacer eso? — Hace mucho tiempo que no se juntan, aproximadamente más de ciento cincuenta años, pero va a ser un avance para que nuevamente la monarquía vuelva a reunirse con su gente. Aunque siento que los templarios van a intentar alejarlos más aún. 18
— Debemos actuar de forma cautelosa — dijo Jacques — Volviendo al tema en cuestión, desde que cayó la hermandad en el Alto Perú no tuvimos más noticias, además que no pude investigar mucho cuando estuve en América del Sur, no va a faltar mucho tiempo para que los españoles encuentren el artefacto. — Ya que la hermandad cayó en Sudamérica tú tienes más conocimiento que yo de ese tema — Mirabeau miraba para ambos lados tratando de desviar el tema y se acercó con una sonrisa cómplice. — Ahora necesito que me aclares una cuestión que muchos andan diciendo: ¿Son tan hermosas las mujeres en América del Sur? — Dantón tiene razón — Se reía Jacques — Solo hacen falta un par de tetas para que sus grandes ideas se queden a un lado.
Mirabeau se reía. — Imagínate la más hermosa de las Parisinas y multiplícalo por setenta — Se reían ambos mientras terminaban de beber el coñac. — Jacques, saca a tu iniciado de aquí, envíalo a Bilbao y que se ponga al tanto de todo — Mirabeau se puso serio — Mientras tanto vuelve a Buenos Aires, y ponte al servicio del Virrey español, mientras tanto investiga sobre un posible avance de los Templarios. — Deje de llamarme Jacques — dijo terminando de beber el café mientras se ponía de pie. — Lo sé — Mirabeau golpeó la mesa — Me cuesta pronunciar ese nombre hispano que adaptaste. — Mi nombre es Santiago — dijo sonriendo — Santiago Antonio María de Liniers y Bremond.
Fuera del café se encontraba un joven de cabello rubio corto y cejas gruesas negras de unos veintidós años coqueteando con tres prostitutas que buscaban clientes en la puerta del café. 19
— Vamos ¿Tu papá te dio algunas monedas para dulces? — Tengo muchas monedas para dulces, lo que no me contó papá es en donde los tienes escondidos — el joven le guiñó el ojo — ¿O tengo que pagar para que me los muestres? — Si quieres hacemos un trio con mi amiga — dijo una de las mujeres acercándose a otra sin dejar de sonreírles. — ¡Por favor! ¡Eso es asqueroso para mí! — Se quejaba el muchacho — Tengo edad suficiente para acostarme con ustedes tres como mínimo, además no vamos a dejar a ella afuera. — Ella es mi hermana — dijo una de las prostitutas riéndose. — Eso lo hace más interesante. — ¿Cómo te llamas? — Las tres mujeres se reían mientras se acercaban ganando confianza. — Espero que tengas un papel para anotar, me llamo Rodrigo Alexandre Didac Torres y Peña — dijo Sonriendo. —”Gódrígó” — la mujer empezó a tratar de pronunciar su nombre. — Que nombre largo — dijo otra de las mujeres. — Si, todo en mi es largo — se acercó Rodrigo acercándose al rostro de la joven; solamente vayamos a la habitaciones detrás del café y los gritos de placer van a hacer que las palomas de Notre Damme nunca más regresen. — Rodrigo vámonos — gritó Liniers desde la puerta del café — debemos irnos cuanto antes. — Parece que te llama tu papá — se reían. — Lamentablemente se van a tener que quedar con lo largo de mi nombre — Sonrió Rodrigo mientras saludaba una a una con dos besos y entraba al carruaje. 20
— ¿Habló con Mirabeau? ¿Cuál es nuestra misión? — Tú misión — se Corrigió Liniers — Lamentablemente me requiere para asuntos más importantes en Sudamérica, así que considérate graduado. — ¿O sea que en este momento dejo de ser un iniciado? — Rodrigo se sorprendió. — No debes apresurarte, ahora debemos irnos a Burdeos y abordar un barco hacia Bilbao, ese será tu destino por el momento. — ¿A dónde se dirige usted? — Preguntó Rodrigo. — Primero a Málaga a ver a mi familia y luego a la Ciudad de Buenos Aires — dijo Liniers — Debemos estar al tanto de lo que ocurre en América del Sur tras la caíd a del…
De pronto vieron en una esquina a un hombre siendo asaltado por dos delincuentes — Llévense todo lo que quieran — dijo el hombre. — ¡Tú no eres de aquí! — Le gritó uno de los delincuentes al escuchar su forma de hablar — Más vale que me des todo si no quieres perder hasta la vida.
Los dos asesinos se bajaron de la carreta para ayudar al extraño que se encontraba indefenso en el suelo. Rodrigo salió delante pero Liniers le tomó el brazo para que se quede detrás. — ¡Alto! — Gritó Liniers sacando su espada — Dejen a ese hombre indefenso y demuestren el valor que tienen enfrentándose a dos hombres armados. — Hablas mucho — dijo el hombre yendo junto a su compañero contra Liniers. Solamente necesitó dos movimientos para dejar en el suelo a uno y arrinconar contra la pared al otro.
El hombre que quedó en el suelo vio a su amigo indefenso y salió corriendo. 21
— ¡Mis cosas! — gritó el hombre al ver que el otro asaltante huía con su equipaje. — ¡Rodrigo, ve tras él! — Gritó Liniers sabiendo que al ser más joven era mucho más rápido. — No vas a poder atraparlo — se reía el hombre mientras comenzó a forcejear para zafarse, pero no contó con la hoja oculta de Liniers que le atravesó el cuello.
Rodrigo salió corriendo tras el asaltante que resultó ser más ágil que lo esperado. Subió por una pared y saltó hacia una chimenea oxidada. Rodrigo lo siguió como pudo, lo había sorprendido y le sacó varios cuerpos de ventaja, pero en segundos lo tenía a tiro teniendo en cuenta que el atracador corría con una bolsa. Rodrigo dejó de correrlo y comenzó a flanquearlo. Cuando vio que iba a treparse a otra chimenea sacó su pistola y le disparó haciéndola pedazos, el ladrón apoyó el pie sobre esta y el hierro se dobló haciendo que perdiera el equilibrio y cayera por el costado del techo. Cuando Rodrigo bajó el hombre se había ido dejando la bolsa con todo su contenido desparramado, había quedado con el pie adolorido y aprovechó para escaparse. Rodrigo guardó todo en la bolsa pero le llamó la atención un libro cuya tapa se encontraba tomó un libro de tapa de cuero negro con un relieve de américa del sur, sin perder tiempo y sin darle importancia guardó todo, lo peor que podía pasar era que el maleante regresara con más personas. — Aquí tiene — dijo Rodrigo alcanzándole la bolsa. — Muchas gracias amigo — dijo el hombre de cabello lacio claro y cejas gruesas. — No ha sido nada señor — Rodrigo trató de adivinar por el acento de dónde podría proceder — Este tipo de cosas pasan muy a menudo. — Rodrigo, déjame presentarte al señor Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, viene desde Caracas, una ciudad ubicada en el norte de América del Sur — dijo Liniers. 22
— Prefiero “Francisco Miranda” o simplemente “Miranda” — se reía mientras estrechaba la mano de Rodrigo. — ¿Qué lo trae por París señor Miranda? — Estoy viajando por el mundo y porque París es el centro filosófico de Europa vine a aquí a ilustrarme para llevar las ideas a mi tierra natal. — Tuvo un mal comienzo — se reía Rodrigo — Trate de no alejarse del centro de la ciudad. — No se preocupe, no es la primera ciudad que conozco, he estado en Madrid, Boston, Kiev entre otras, pero tengo que admitir que quería conocer París sobre todas las cosas. — No le robamos más tiempo señor Miranda — Liniers le estrechó su mano — Que tenga suerte en París. — Y trate de no meterse en problemas — le dijo Rodrigo mientras la carreta se iba. — Un hombre curioso este Miranda — dijo Rodrigo mientras entraban al carruaje. — Tal parece que Mirabeau tiene razón, el mundo está preparando a la gente y es esta gente la que va a cambiarlo.
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CAPITULO 3 La noche de la venganza 23 de Mayo de 1789 Mar Cantábrico, cerca de las costas de España. Fragata "La Esperanza" Luego de dos días de carreta, unos cuantos de espera y varios de navegación los dos asesinos se acercaban a Bilbao. Pese a que Rodrigo ya no era un iniciado trataba a Santiago con respeto, después de todo él era uno de los agentes favoritos de Mirabeau. Los españoles estaban trabajando secretamente para encontrar los fragmentos del edén por medio de la conquista, es por ello que servía al rey Español trabajando secretamente para la hermandad. Una mañana de espesa neblina ambos salieron a cubierta, el viaje había tardado más de lo habitual ya que no se podía navegar libremente por los mares sin poder ver dos metros para cada lado, pero pronto salieron del banco de niebla y a lo lejos se veía la costa española. — Mira, ya casi llegamos — Liniers señalaba a lo lejos una cantidad de barcos. — Es un puerto muy grande — dijo Rodrigo — Me imagino lo que debe ser el de Buenos Aires. — Buenos Aires es un puerto y una ciudad pequeña, por eso es un objetivo posible de los templarios. — ¿Los templarios pueden llegar a Buenos Aires? — Los Templarios "están" en Buenos Aires — Corrigió Liniers — Sus espías deben estar informando a sus maestros aquí en Europa, es por ello que debes estar atento, cualquier información que te enteres tienes que informársela a Mirabeau o a Alonso Javier. 25
— ¿Quién? — Alonso Javier Godoy del Bosque y Mendoza El Mentor del Consejo de Bilbao — Liniers hizo una pausa — No lo dudes, pues Sudamérica está llena de secretos de los precursores y tanto los templarios como los monárquicos quieren tenerlas. — Pero me imagino que Buenos Aires está preparada para controlar los barcos con correspondencia e informantes. — Sinceramente la aduana de Buenos Aires está bien controlada, pero la ciudad apenas tiene un fuerte, no es un puerto muy seguro. — Mentor, me está describiendo la ciudad como una invitación para que la invadan los hasta los marroquíes — se reía Rodrigo. — No es para tanto, España tiene el control naval mundial — Reía Liniers — Es por ello que la mayoría de sus colonias subsisten casi sin fortificación de sus puertos.
A medida que el barco entraba al puerto Rodrigo pudo apreciarlo bien, el puerto de Bilbao era inmenso, muelles kilométricos y barcos enormes encallados a medida que varias personas en carretas iban acercando las mercaderías a las grúas de madera. Ruido y movimiento de gente que caminaba sin parar casi llevándose por delante con el riesgo de terminar en el agua. — Bueno Rodrigo, aquí nos separamos — dijo Liniers al ver en el puerto a los miembros de la hermandad. — ¿No va a bajar? — La Fragata parte en menos de tres horas, prefiero quedarme aquí. — Lo entiendo, le deseo lo mejor en Buenos Aires, levantar nuevamente a la hermandad tan lejos de la otra va a ser una tarea complicada, — Lo será, pero buscar, encontrar y proteger al artefacto va a ser más complicado aún. 26
— Gracias por confiar en mi Mentor ¿Nos volveremos a ver? — No creo que regrese a Europa, pienso quedarme a vivir ahí con mi familia. — ¿Tan bonito es allí? — Luego de conocer el nuevo continente no vale la pena volver — Se reía Liniers — salvo que te estén persiguiendo. — Entonces le deseo toda la suerte del mundo — Rodrigo le extendió la mano pero Liniers le dio un abrazo antes de descender de la fragata.
En el puerto lo esperaban dos personas, una era joven como él, la otra era un poco mayor que Liniers. Ambos pertenecían a la hermandad y se acercaron al reconocer a Liniers junto a él. — Así que tú eres Torres ¿Verdad? — Preguntó el más joven. — Torres y Peña — corrigió el otro. — Rodrigo Alexandre Didac Torres y Peña — completó Rodrigo. — ¿Didac? — Preguntó el hombre extrañado — ¿Tienes algo de francés? — No, soy catalán, nací en Barcelona en el año 1770. — Oh, un catalán — se reía — Es por eso que te llevas bien con los franceses. Me llamo José de la Serna Martínez de Hinojosa, primero español, después gaditano y por último jerezano.
De la serna era un joven de diecinueve años de cabello negro largo y patillas. Tenía un orgullo muy común entre los españoles, caminaba con la nariz para arriba y siempre tenía una excusa para levantar a Cádiz, Jerez de la Frontera, España y el Rey. — Mi nombre es Melchor Pedro Castillo Sánchez — dijo el otro, un poco mayor y más centrado — No te preocupes, conocemos a Santiago de Liniers y nos ha hablado bien de ti. Ya conoces a José, te aseguro que te encontrarás con personas interesantes en la hermandad Española de Bilbao. 27
— ¿Sabes montar a caballo no? — Preguntó José — Aquí no somos tan afrancesados, no vamos en carritos dorados.
Sin darle mucha importancia Rodrigo montó al caballo que le tenían preparado y los tres marcharon alejándose del puerto hacia la iglesia de San Antón, en donde debajo del suelo se encontraba la casa de la hermandad. Entraron por un pasaje que se encontraba debajo de un puente y tras recorrer varios pasillos llegaron a un lugar cálido y acogedor. Ahí se encontraba un hombre de cincuenta años vestido de negro con pantalones blancos y zapatos negros sentado en una mesa pequeña redonda bebiendo una copa pequeña de jerez. — Así que tú eres el asesino francés que envió Santiago de Liniers — Reía Xabier. — No soy francés, soy Catalán — Volvía a repetir Rodrigo — — Es lo mismo — se reía mientras le servía una copa — soy Don Alonso Javier Godoy del Bosque y Mendoza, bienvenido a la hermandad Española de Bilbao. — Mucho gusto Maestro Alonso — dijo Rodrigo — Me ha dicho Liniers que mis servicios son necesarios aquí. — A su tiempo — Sonreía Alonso — Lo que haremos ahora es ponerte a prueba. — Pero mi mentor dijo que ya era un asesino. — Parece que el franchute cree que aquí somos tan flojillos como la hermandad Parisina — Se reía José. — Has Silencio — una mujer de treinta años con un vestido azul oscuro con adornos blancos y abanico entró al lugar — Te recuerdo que tú estás en la misma condición que él.
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— Ella es Juana Isabel Leonor Garmendia Moraza — Alonso la presentaba mientras se reía — Es mi mano derecha y la que organiza las misiones en la ciudad, yo ya estoy cansado y algo viejo. — Así es — Comenzó a hablarles Juana — Ambos estarán a prueba aquí. — En Francia están en problemas, París se encuentra hambrienta en un conflicto general — Completó Alonso. — Según Mirabeau Luis XVI va a oponerse a la reunión de los Estados Generales — dijo Juana — Esto sólo va a ocasionar problemas. — ¿Qué tipo de problemas? — Preguntó Rodrigo. — Mirabeau va a hacer lo posible por mantener la paz, pero no tenemos otra opción que permanecer unos meses atentos a los cambios que puedan pasar ya que si la monarquía cae entonces peligra España. — ¿Qué haremos mientras? — Preguntó José molesto — Siempre estos franceses arruinan las cosas. — Recorran la ciudad, habitúense con el entorno y estén atentos a cualquier hecho que involucre a los templarios.
28 de Octubre de 1789 Ciudad de Bilbao, Reino de España Casa de la hermandad Habían pasado unos meses y las noticias desde París estaban haciendo ecos en toda España, especialmente en las regiones cercanas a la frontera como Cataluña y el país Vasco. Fue entonces que todos los agentes fueron convocados ante Alonso y Juana en el salón principal. — ¿Por qué nos ha convocado Alonso? — preguntó José. — Se cree que su majestad Carlos IV está buscando formar una alianza con los británicos para intentar luchar contra Francia — Alonso estaba preocupado. 29
— El hecho que el Rey de Francia haya sido obligado por la gente solamente demuestra que su poder cayó y que Mirabeau fracasó. — Me preocupa más que entre los británicos haya agentes templarios — Alonso se tomaba la cabeza — Pero no importa, debemos ponernos en acción, tenemos una misión algo atrasada pero no podemos dejar a ustedes dos que son los más jóvenes mucho tiempo sin hacer nada. — Por fin — Exclamó José. — ¿Cuál de los dos va a mandar? — preguntó Rodrigo. — Antiguamente enviábamos a un solo agente a hacer una misión, ahora mandamos a dos porque no queremos tener errores. Como sabrás la monarquía sabe de nuestra presencia y de los templarios y se ha transformado en una molestia importante. — Muy bien — Rodrigo entendía, en París la hermandad iba con varios agentes debido a los conflictos que había entre la monarquía y los ciudadanos. — Ya que casi tienen la misma edad tú trabajarás con José De La Serna — Javier los miró a ambos. — Muy bien señor — José dio un paso adelante — Dígame por el Reino de España a quién debemos asesinar. — Su primer contrato es acabar con la vida de esta persona — Javier le dio lugar a Juana. — José Antonio Areche, valmacedano nacido en 1730 — les dijo sosteniendo un libro — Entre todas las cosas que hizo durante su vida fue servir a la corona como funcionario en el reino, fiscal en el Virreinato de Nueva España, Miembro militar del consejo de Indias y Visitador del Virreinato del Alto Per donde torturó al Mentor Tupac Amaru acabando con toda la hermandad del Alto Perú y se apoderó de muchos documentos pertenecientes a la hermandad de América del Sur. Hoy vive en una vieja casona cerca del puerto. 30
— Va a ser un orgullo acabar con la vida de tan honorable persona que sirvió al reino con valor. — ¿No escuchaste que torturó al mentor del Alto Perú y que se quedó con una gran cantidad de archivos de la hermandad? — Eso no hace que deje de ser un hombre honorable — Creo que va a ser complicado trabajar contigo.
Apenas cayó la noche se acercaron lentamente a la vieja casona en donde vivía Areche. Tenía tres pisos y las ventanas se encontraban altas así que había que llegar trepando por un sector de la pared que daba a un callejón trasero para no levantar sospechas. Rodrigo le señaló una ventana con luz. — Tal parece que el Visitador Areche está calentándose con el hogar — se reía José — Lamentablemente vamos a perturbar su vida. — Sólo un poco — Reía Rodrigo.
Mientras escalaban Rodrigo tuvo una mala intuición — ¿Qué pasa? — preguntó José al ver que su compañero se detuvo. — ¿No lo sientes? es humo, algo se quema.
Ambos se apuraron y desde la ventana vieron fuego en toda la habitación y un hombre sentado en un sillón de espaldas. Entraron y dieron vuelta el sillón y descubrieron el cuerpo desnudo y casi sin piel de quien era el visitador Areche. — ¡Mierda! — Dijo Rodrigo — Alguien se me adelantó. — ¡Los documentos! — Exclamó José mientras trataba de apagar el fuego pero a medida que pasaban los segundos el humo comenzó a alertar a la gente a tal punto que se escuchó como varios soldados entraron a la casa.
José corrió y trabó la puerta de la habitación mientras que Rodrigo comenzó a buscar los documentos que hablaba Alonso. 31
— ¡Alto en nombre del Rey! — gritaron unos soldados que vieron al asesino cerrar la puerta. — No hay nada — Rodrigo buscaba entre los libros — no encuentro nada ni sé que tengo que buscar. — Entonces destruye todo — José empujó la biblioteca al fuego. — Esperemos que podamos salir entre el humo y el calor. — Asegúrate de quemar todo, no debe quedar nada — José tiraba todo papel y libro sospechoso al fuego — la puerta no va a durar mucho.
Rápidamente todo lo inflamable ardió y ambos salieron por el mismo lugar de donde entraron. Cayeron al suelo y tosieron mientras volvían a respirar normalmente. — ¡Alto, no se muevan! — Uno de los soldados los apuntó con un arma — Quedan arrestados en nombre del Rey.
Rodrigo le hizo caso levantando las manos hacia arriba, pero José quedó agachado tosiendo. — ¡He dicho que te levantes mierda! — El guardia se acercó. — Por Jerez, Por Cadiz y por España — dijo José levantándose de golpe clavando su hoja oculta tres veces en el pecho una por cada vez que juraba. — Creo que lo mataste por Jerez nada más — Suspiraba Rodrigo. — Yo tengo mi juramento a la hora de asesinar, juro por mi ciudad, mi región y mi reino, como todo Español debería hacer, tú nunca lo entenderías ya que no sabes si eres español o francés. — Volvamos a ver a Alonso para explicarle lo ocurrido — Rodrigo quería volver cuanto antes, ya fueron vistos y los guardias estaban recorriendo la zona.
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— ¿Estás loco? Debemos saber quién fue el autor de la muerte del Visitador Areche, además debemos asegurarnos que esa persona no tenga los documentos. — Tienes razón, por lo pronto debemos escapar y ocultarnos hasta despistar a los guardias — dijo Rodrigo divisando a los guardias acercarse a lo lejos. — Sígueme — José salió corriendo hacia el este y ambos se escondieron debajo de un puente.
Llevaban un par de horas esperando a que los guardias se cansen y detuvieran la búsqueda. Eran muy pocos y a medida que pasaban los minutos y se extinguía la luz de los faroles y regresaban a paso descansado. Cuando cruzaron el puente estuvo más alerta por si a alguien se le ocurría mirar por debajo y sorprenderlo pero no fue así. En minutos todo volvió a estar en silencio y en calma.
29 de Octubre de 1789 Ciudad de Bilbao, Reino de España Puerto de Bilbao Al salir el sol los dos asesinos salieron de su escondite. — Bueno, si no vamos a ir a contarle lo ocurrido a Alonso entonces dime cómo hacemos — preguntó Rodrigo. — Solamente acompáñame y aprende a moverte — Le explicaba José — En las tabernas encontrarás casi siempre la información que necesites. — Buenos días — José entró a la taberna y se sentó en una de las mesas cercanas a la barra. — ¿Lo de siempre? — Preguntó el cantinero.
José sólo asintió con la cabeza y le señaló a Rodrigo indicándole que traiga dos de lo mismo. 33
— "Coñaquero" — José se reía de Rodrigo — Ahora vas a probar el mejor jerez español, una bebida que va a hacer que tu coñac sea como pis de perro. — ¿Tengo que recordarte todo el tiempo que no soy francés? — Rodrigo ya se estaba cansando. — Eres un catalán, estás más cerca de Francia que de España se reía José mientras recibía las dos copas. — ¿Se le ofrece algo más? — ¿Has notado algo extraño por la zona? — Ayer los guardias estuvieron bastante activos — ¿Sucedió algo? — Parece que hubo un incendio — ¿Un incendio? ¿Un accidente sin duda? — Yo creo que sí, pero todos dudan del mendigo — ¿Cual mendigo? — interrumpió Rodrigo. — Hace unos días apareció un muchacho en harapos que duerme en el callejón de atrás por las noches, yo le alcanzó algunas sobras y alcohol para que pase las noches de una manera cristiana. — Vamos a ver eso — Rodrigo se marchó del bar mientras que José bebía las dos copas de Jerez y le pagaba al cantinero rápido para ir tras Rodrigo.
Los dos asesinos fueron a la parte de atrás y se encontraron una manta sucia junto a restos de comida y una botella, en la pared había unos extraños dibujos. — Mira estos dibujos en las paredes — dijo José tocando la pared en donde había un sol, un hombre y un ave. — ¿Qué significan estos símbolos? — Preguntó Rodrigo. 34
— Que estamos buscando a un indio — sonreía José — No va a ser complicado encontrar al asesino de Areche junto con los documentos. — Tiene sentido, si es un indio vino a asesinar a Areche y a llevarse los documentos. — El maldito vino a vengarse, a buscar sus cosas y a irse. Debe estar en el puerto buscando la forma de regresar.
José se adelantó esta vez y rápidamente ubicó al oficial del puerto. — Disculpe ¿Salió algún barco a América durante el día de ayer? — preguntó José. — No señor, el primer barco a América sale en media hora — dijo el oficial portuario — Exactamente es ese que está ahí.
Entraron al barco y comenzaron a recorrer la cubierta buscando una persona de tez oscura. — Estamos buscando mal — dijo José — el indio debe estar escondido en la bodega.
Descendieron lentamente sin hacer ruido caminando lentamente entre barriles y cajones cerrados cuando una sombra llamó la atención de José que sin decir nada lo comenzó a correr, Rodrigo se puso en la puerta de la bodega y se ocultó detrás de unas sogas y cuando el hombre quiso salir Rodrigo lo detuvo y lo arrojó al suelo, José fue corriendo detrás sacando su hoja oculta. — Por... — ¡Por nada! — Rodrigo lo detuvo antes que empiece con su ritual. — ¡Debemos matarlo! — Dijo José molesto — vio demasiado, sabe demasiado.
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No era un hombre fuerte, apenas era un joven de cabello largo desprolijo con rasgos amerindios bastante marcados, vestía con harapos y tenía marcas de haber usado grilletes en las muñecas. — El vino de América a vengarse y a llevarse las cosas que le robaron — dijo Rodrigo — No lo veo como una amenaza para la hermandad. — Mira — José revisaba la bolsa del hombre — en su bolsa tiene los documentos ¿Qué pretendes hacer? — Voy a llevarlo ante al señor Alonso, que él haga lo que crea necesario. — Cúbrele la cabeza — dijo José — De más está decirte que te estás metiendo en problemas.
Obviamente no fue bien recibido el hecho que un extraño entre al cuartel de la hermandad — ¿Qué están haciendo aquí? — Gritó Juana — No tienen idea del peligro que estamos corriendo. — Este hombre se nos adelantó y asesinó a Areche — dijo Rodrigo mientras caminaba hacia el salón principal. — Señor Alonso, este indio asesinó a Areche y se quedó con los documentos de la hermandad del Alto Perú. — ¡Fue por venganza! — Dijo Rodrigo — No es una amenaza para la hermandad, sólo quiere sus cosas. — Quítenle la bolsa de la cara — Ordenó Alonso mientras el resto de asesinos llegaba al recinto central. — ¿Por qué no lo mataron? — Preguntó Alonso. — Es lo mismo que le pregunté yo, pero él quiere hacer sus reglas como todo francés amigo de la libertad. — Basta, no se peleen — gritó Juana. 36
— ¿Quién eres tú? — Preguntó Alonso acercándose al muchacho.
El joven no contestó. — Más vale que hables muchacho, porque no sabes en dónde estás ni con quién te metiste — Alonso sacó su hoja oculta y se la acercó al cuello — puede que sea viejo pero en este momento tengo la ventaja. — Mi nombre es Fernando Condorcanqui Bastidas — dijo el joven inflando el pecho con mucho orgullo. — ¿Fernando Tupac Amaru? — Preguntó Alonso sorprendido enfundando la hoja oculta — Eso es imposible. — Tuve que asesinar a ese hombre porque asesinó salvajemente a toda mi familia. — Pero teníamos información que todos murieron en alta mar en las costas de Peniche — Dijo Juana. — Mi hermano mayor murió en altamar, a mí me enviaron a prisión en Cadiz, luego los monjes Escolapios me llevaron a Getafe pero me escapé para acabar con la vida de Areche. — Esto es increíble — Alonso estaba sorprendido — realmente este hombre es el último descendiente de la gran hermandad Inca. — ¿Qué va a decidir mentor? — Preguntó José. — Por lo pronto va a estar recluido aquí y si él así lo desea será incluido en la hermandad. — Fernando Condorcanqui y Bastidas, Soy Don Alonso Javier del Bosque y Mendoza. Aquí encontrarás refugio y comida. Seguimos el mismo credo de tu padre y si así lo aceptas podremos inculcarte a ti en él. — No puede ser, no podemos confiar en él — Se molestó José — Es un indio vengativo, no tiene cultura ni nada. 37
— ¿Bromeas? Este joven es el hijo del Maestro Asesino Gabriel Condorcanqui — dijo Juana. — No me interesa quien es, para mí es un indio. — José, debo recordarte que las rivalidades políticas que puedas tener quedaron anuladas desde el momento que hiciste el juramento para esta hermandad — Dijo Alonso molesto. — Alonso, tengo que recordarte que esta es la hermandad española, ¡ESPAÑOLA! — José levantó la voz. — No voy a cambiar de parecer — dijo Alonso — Fernando puede ser un buen agente, inclusive podría facilitar la tarea de Santiago de Liniers en América del Sur. — ¡Basta! ¡Esto es inaudito! — José se puso de pie — No puedo soportar que esté pasando esto. — ¿Quieres calmarte y hablar con respeto? — Juana se antepuso entre Alonso y José — Estás hablando con Don Alonso Javier del Bosque y Mendoza ¡Pareces un crío! — Ustedes parecen críos al aceptar a este animal inculto como uno igual a nosotros — Señor Alonso Javier — José se acercó quitándose sus hojas ocultas y arrojándolas al suelo — Mi nombre es José de la Serna Martínez de Hinojosa, soy: primero español, después gaditano y por último jerezano. Acepté asesinar al visitador Areche pero no puedo aceptar tener a un indio como un igual, así que renuncio a la hermandad. — Tal parece que te quedaste sin compañero — le dijo Juana a Rodrigo mientras José daba la vuelta y se marchaba.
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CAPITULO 4 El cóndor y el águila 27 de Julio de 1799 Ciudad de Bilbao, Reino de España Puerto de Bilbao Luego de la Revolución Francesa las relaciones entre España y Francia mejoraron considerablemente. Los que no podían decir lo mismo fueron los Británicos quienes sufrían eran los británicos quienes ahora eran enemigos de España debido a la Segunda Coalición. Pero como era costumbre los franceses y españoles no tenían problemas en compartir unos tragos juntos. En una cantina alejada un poco del puerto había un hombre gritaba mientras bebía, no estaba borracho sino alegre. — Quiero otra copa de jerez, o coñac o lo que sea — reía en una mesa junto a otras personas — Ahora que somos amigos de los franceses todos podemos recibirte en la madre patria — reía el hombre mientras le golpeaba en el hombro a Rodrigo que estaba junto a él haciéndose pasar por francés. Los años habían sido buenos con él, aquél adolescente de cabellos rubios lacios era ahora un hombre de unos treinta años de barba candado y coleta. — Parece que se encuentra muy eufórico caballero — decía Rodrigo sonriendo — Espero que sepa cómo volverse a su casa. — Tiene razón — El hombre se puso de pie — debo irme a mi casa, no es bueno que me vean en este estado.
El hombre se puso de pie y ubicó la salida con lentitud pues el alcohol en su sangre no le dejaba hacer movimientos rápidos. Al salir caminó por un callejón oscuro y se tropezó con una baldosa mal puesta pero no se fue de boca al suelo porque Rodrigo lo atajó. 39
— Gracias amigo — dijo el hombre — no sabía que íbamos en la misma dirección. — No se preocupe señor, es de noche y no pudo ver bien el camino. — No sabe cómo se lo agradezco, voy por esta calle oscura porque no me gustaría que mis compañeros de trabajo me vean así en este estado. — Pero una persona como tú no debe preocuparse — Rodrigo le habló en español por primera vez mientras se colocaba la capucha — Después de todo el padre del entendimiento te guía. — ¿No eres francés? — preguntó el hombre mientras se incorporaba y obligaba a su organismo a mantener la cordura. — Digamos que soy Catalán, según Napoleón somos “Franceses Confundidos” — dijo Rodrigo sonriendo — Y tú eres un español llamado Hernán Peralta del Monte Salcedo un nuevo templario bastante bruto e inseguro. — ¡Dios mío! ¡Eres el cóndor! — gritó el hombre sacando su espada. — No sé si sabes pero el cóndor es una de las aves más grandes del mundo ¿Crees que un ave tan grande como un cóndor puede estar en la tierra? — Reía Rodrigo — Creo que los cóndores prefieren las alturas. — ¡Dios mío! — exclamó el hombre sin saber para donde escapar.
Desde el tejado cayó Fernando y de un golpe tiró al suelo al hombre dejándolo herido en un rincón. — Ahora nos vas a decir lo que sabes — dijo Rodrigo mientras Fernando lo estrellaba contra la pared. — Te juro que no se nada — el hombre estaba asustado — Soy un fanático nada más, hace poco que entré a la orden de Cádiz. — O sea que hay una orden en Cádiz — dijo Rodrigo. 40
— Se nota que eres nuevo — sonreía Fernando — Ahora la cosa es simple, si vuelves te matan tus amigos si te quedas te matamos nosotros.
El hombre empujó a Rodrigo, golpeó a Fernando, aprovechando una distracción y salió corriendo pero el americano le lanzó unas boleadoras que le ataron los pies y el muchacho se fue de cabeza al suelo. — Pobre diablo — Rodrigo se levantó — Me tomó por sorpresa. — Hablamos mucho — dijo Fernando — debemos utilizar otros métodos para interrogar.
Mientras se acercaban se dieron cuenta que el hombre no se levantaba pero al darlo vuelta vieron que se había cortado las venas y estaba todo desangrado. — Maldito infeliz, nos ahorró el trabajo — dijo Rodrigo mientras Fernando le cerraba los ojos. — Por lo menos nos dijo que hay una orden en Cádiz, debemos avisarle a Juana — Rodrigo se limpiaba de tierra le pantalón. — Estamos viejos amigo — dijo Fernando sonriendo — ahora vamos a la cantina de siempre, este tío me dejó la garganta seca. Tú adelántate mientras yo desato las boleadoras.
Rodrigo se quitó la capucha y fue a la cantina en donde acostumbraban a ir todas las noches, no se encontraba tan lejos. Al entrar fue recibido como de costumbre por un calor acogedor, ruido y música. — Si son Rodrigo y Fernando — dijo una mujer — nuevamente por aquí, el día que no vengan voy a ir a buscarlos al cementerio. — ¿Dónde está nuestro novio? — Preguntaron dos gemelas al verlo entrar sólo — Condorcanqui está por llegar, no sean impacientes señoritas. — Rosario, dame lo de siempre. — ¿Y luego? — la mujer sonrió. 41
— Y luego lo de siempre — sonreía Rodrigo. — Didac Didac, siempre te terminas saliendo con la tuya. — Eres la única que me llama Didac. — Ahora que somos amigos de los franceses entonces te puedo llamar de ese nombre, aquí en España hay muchos Rodrigos.
Fernando entró en la cantina, si la capucha era un hombre que llamaba la atención por su rostro inca y su larga cabellera negra con una coleta. Al entrar se le acercaron las gemelas. — Fernandillo, creímos que te había sucedido algo — Se acercaron gritando. — Quédense tranquilas señoritas — Fernando las abrazó a una de cada lado déjenme beber una copa para estar a punto y luego estaré con ustedes, y para que no se peleen tráigame una copa cada una.
Fernando se quitó la capa y se sentó junto a Rodrigo. — ¡Qué tiempo estamos viviendo amigo! — Rodrigo suspiraba mientras daba un trago. — No entiendo lo que sucede — Fernando estaba atónito — Primero este reino se junta con Gran Bretaña contra Francia y luego se junta con Francia contra Gran Bretaña. — Política, simple política — Pero a nosotros no nos importa, somos dos hombres jóvenes con toda una vida por delante y… — Mi padre no se consideraba un político, él decía que todos formamos parte de un sólo cuerpo, es por ello que quería unir a todos: criollos, mestizos, zambos e indios ya que eran todos compatriotas por haber nacido dentro del mismo territorio. — Fernando, el mundo no perdona a esas personas. 42
— Por predicar que éramos todos un cuerpo lo desmembraron y separaron sus pedazos por todo el Perú.
Un hombre de la hermandad entró a la cantina y se sentó con ellos en la mesa. — Dejen lo que están haciendo, Juana los busca con mucha urgencia. — Tenemos a todo Bilbao bajo control de la hermandad — reía Rodrigo — ¿Qué podría pasar mal? — Si Juana nos necesita ahí estaremos — dijo Fernando poniéndose de pie. — Señoritas, nos van a tener que esperar — dijo Rodrigo poniéndose de pie al ver que Rosario y las gemelas se acercaban con los tragos — en un rato volveremos. — Aunque sea bébanse esto de un sorbo y luego vuelven por lo demás. — Amo que me pongas todo tan fácil — Rodrigo le sonrió a Rosario mientras de un sorbo bebía la copa de jerez.
La hermandad estaba bastante activa en mentor Alonso Xavier falleció en 1794 y desde ese momento Juana estaba al mando. Al llegar a la sala principal se encontraron con ella de pie al lado del hogar junto a Mariela, una joven iniciada que le llevaba el libro como ella le llevaba a Alonso hace años. — ¿Nos llamaste Juana? — Preguntó Rodrigo. — ¿Asesinaron a Del Monte? — preguntó Juana. — Más bien se mató solo — dijo Rodrigo acercándose a Mariela para leer el libro — Se vio muy amenazado por nuestra presencia que se quitó la vida luego de intentar escapar. — Mencionó que el fuerte de los templarios se encuentra en Cádiz — Fernando se acercó — Lo que no es raro porque estuve prisionero ahí hace diez años. 43
Mariela cerró el libro de golpe ante Rodrigo que le miraba el escote desde arriba. — La verdad que me gustabas antes cuando eras más tímido e introvertido — se quejaba Juana — Ahora que descubrieron eso tengo una misión que les viene al pelo, pero para hacerlo justamente deben viajar a Cádiz. Mariela.
La joven volvió a abrir el libro — Como ya lo saben muy bien los templarios españoles se encuentran todos encubiertos, se han transformado más en espías que sirven al brazo fuerte del temple ubicado en Gran Bretaña. Obviamente que la armada invencible que formó el Rey Carlos IV realizó un bloqueo continental que le sirvió al reino para controlar a los británicos y a nosotros para controlar a los templarios obligándolos a recorrer grandes distancias bordeando el continente africano para llegar a los objetivos en Egipto y la India — Mariela tenía una voz fuerte cuando leía el libro y una seguridad en el habla que hizo que Rodrigo se fuera hacia atrás para escucharla y verla mejor. — Se rumorea que en Cádiz existen muchos espías templarios que están confabulando contra la armada invencible informando a los británicos todos los puntos débiles de esta. — Pero la cantidad de barcos que tiene la armada española junto a la francesa es superior a la de los británicos — dijo Rodrigo. — Los Británicos van a intentar destruir a la armada invencible realizando sólo un ataque en algún momento, ese ataque va a ser decisivo y determinante ya que el derrotado perderá el control del mar en todo el mundo. — Entonces debemos ir a Cádiz y asesinar a los templarios que estén traicionando al Rey — dijo Fernando adelantándose. — No tan rápido — dijo Juana haciéndole una seña a Mariela para que continúe. 44
— Al igual que en la guerra de los siete años, los británicos cuentan con la ayuda del capitán James Cook, pero esta vez se les acerca un marino británico bastante carismático que es también un Maestro Templario, su nombre es Horatio Nelson, Almirante Horatio Nelson. La corona le tiene mucha fe a este hombre que en este momento se encuentra en el Caribe. Su objetivo es asesinarlo, al hacerlo los templarios perderán a un elemento importante y los británicos a un héroe. Su muerte ayudará a que los británicos se rindan fácilmente dándole a la hermandad más control en las colonias españolas de oriente y más tranquilidad a la hermandad de américa del sur. — ¿Tienen noticias de Santiago de Liniers? — preguntó Rodrigo esperanzado de saber cómo estaba su mentor. — Liniers se encuentra bien y de a poco está levantando la hermandad en la ciudad de Buenos Aires — Dijo Juana — pero ahora ambos deben concentrarse en la misión. — ¿En quién podemos confiar en Cádiz? — Preguntó Fernando. — Busca a Marcos Durán Martel — dijo Juana — Él es un fraile que vive en la Catedral de Cádiz ayudando a los religiosos, además es uno de nuestros espías, al llegar deben ubicarlo y él des dirá que hacer, además de darle cama y comida. Ahora váyanse cuanto antes que el tiempo es oro. — Haces lo posible porque me aleje de tu nueva iniciada — Dijo Rodrigo sonriéndole a ambas. — Rodrigo, aunque te mande al infierno el mismísimo diablo te va a traer de vuelta.
Se dirigieron al establo en donde tenían dos caballos listos para partir — ¿Estás bien? Te noto nervioso — le dijo Rodrigo a Fernando. — Me cuesta saber que voy a volver a Cádiz. — Sé que estuviste prisionero ahí, pero no te preocupes amigo, esta vez no estás solo. 45
Se subieron a los caballos y partieron hacia el sur en un viaje de varios días.
10 de Agosto de 1799 Ciudad de Cádiz, Reino de España Catedral de la Santa Cruz El viaje a Cádiz fue largo, hicieron varias paradas pero mientras se acercaban una tos comenzó a incomodar a Fernando que se tomaba el pecho cada vez que tosía. Tomaron las medicinas que le habían preparado antes de partir por si acaso y mejoró un poco. Rodrigo lo notó pero no le dijo nada, quería llegar a Cádiz para ver a algún médico por la salud de su amigo. Llegaron una tarde horas antes de anochecer. Cádiz era una ciudad muy distinta al resto de las que habían visitado en el viaje ya que se encontraba en la costa y la arquitectura era más arábiga y gótica, abundaban los picos altos de las iglesias y las bóvedas circulares arabescas. Fue por ello que ubicar la catedral fue complicado, pero nada más había que buscar a los religiosos gordos con más adornos brillantes y seguirlos. Cuando llegaron a la catedral comenzaron a subir las escaleras cuando un hombre que barría las hojas los detuvo. — Ustedes no son de aquí, soy Fray Marcos Durán Martél — dijo Riéndose — Sabían que iban a venir. — Tú no eres de aquí — dijo Fernando reconociendo el acento. — Claro que no, soy un compatriota tuyo — dijo el hombre sonriéndole — Nací en Huanco y mis padres me trajeron hacia España cuando era adolescente. Es por ello que Juana me mencionó mucho tu nombre y lo que es más importante tu padre. — Vinimos a cumplir una misión importante… — Si, lo sé — Marcos interrumpió a Rodrigo — Pero ahora deben entrar y ponerse cómodos, lo mejor que tiene esta catedral es que desde su torre se 46
puede ver el océano y el puerto. Además la ciudad tiene los mejores pescados que hayan comido en su vida. — Venimos de Bilbao — se reía Fernando — El pescado lo tengo hasta la coronilla. — Quién está hablando de ese asqueroso pescado del mar que también baña las costas británicas — Dijo Marcos indignado — Vas a probar los pescados del Mediterráneo, el mar que baña las costas de todas las capitales de la antigüedad.
Marcos los guió hacia un costado de la catedral en donde se encontraba un claustro lleno de celdas en donde dormían los religiosos que se quedaban de paso. Les llamó la atención uno que estaba encapuchado tirado en el suelo delante de una imagen de la virgen María. — ¿Quién es ese hombre? — preguntó Fernando al verlo tirado en el suelo e inmóvil. — Es un hombre que está haciendo su penitencia — dijo Marcos — hay gente que tiene tantos pecados que prefiere hacer votos de silencio. — Pero no habla ni nada — se preocupó Rodrigo pensando que podría ser un espía. — Dios puede perdonar en un segundo, pero perdonarse uno mismo puede llevar toda la vida.
Durante la cena Marcos notó que Fernando estaba enfermo pero esperó a que terminen de comer. Al finalizar quitó todos los platos y puso un mapa sobre la mesa — Antes que nada mañana mismo vamos a ir a un médico, conozco esos síntomas y no son nada buenos — dijo Marcos — Hay varias personas con fiebre amarilla en la ciudad y no quiero correr riesgos aquí.
Fernando asintió tosiendo levantando la mano.
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— Seguramente Juana les contó acerca de Horatio Nelson, bueno, hay gente que dice que está en camino, otros que dicen que ya está aquí en un buque en el puerto dirigiendo todo. — Entonces no debemos perder tiempo — dijo Fernando — Cuanto antes podamos descubrirlo mejor. — Tú mejor que te quedes aquí — dijo Rodrigo — Ya escuchaste a Marcos, estás enfermo y debes recostarte un poco. — Deben quedarse aquí en el monasterio para no despertar sospechas, descansen hoy y mañana a la noche salgan a investigar, tengo varios elementos haciendo espionaje en este momento que con un toque especial de campanas vendrán a la catedral a contarme todo lo que sepan del puerto. — Vamos Fernando, tuvimos un viaje cansador, mejor descansemos y mañana a la noche entramos en acción.
Fernando no tuvo otra opción que aceptar, cada vez que tosía sentía que sacaba de sus pulmones vidrio molido. Marcos los acompañó a la torre en donde tenía las tres camas, tres faroles un ventanal que tenía varios telescopios y aparatos de medición. — ¿Para qué es todo esto? — preguntó Fernando. — Para ver el horizonte con más precisión — dijo Marcos — Si un barco quiere entrar al Mediterráneo o viajar hacia África entonces no escapará de mi ojo. — Eres muy perseguido — se reía Rodrigo. — Nada más cumplo con mi deber, hasta ahora vi flotas británicas navegar hacia la India y Egipto cruzando por el sur de África.
Dormir fue complicado ya que Marcos se fue a acostar bien tarde, el fraile se la pasó hasta la madrugada mirando con el telescopio tomando notas de todo lo que veía como tipo de barco, nombre, bandera y dirección. Para los dos asesinos que estaban acostumbrados a dormir a oscuras fue un logro 48
poder conciliar el sueño, otra cosa que molestaba era la tos de Fernando que era atendido por Marcos poniéndole paños fríos porque, como el fraile suponía, iba a levantar fiebre muy alta. Durante la tarde Marcos hizo sonar la campana una sola vez, obviamente llamó la atención de todos pero la excusa que ponía siempre es que al limpiarla por dentro se le resbalaba el badajo. No pasó mucho tiempo para que llegara un mendigo con toda la información de los espías que de venir todos juntos iba a ser sospechoso. Al recibirlo fue conducido al comedor y mientras le daba comida el hombre comenzó a comenzó a contarles a todos los presentes. — Hay un barco con británicos, el barco se llama “Dauphine” y tiene bandera francesa — dijo el hombre — Hay unos pocos británicos que salen muy poco a cubierta pero está bastante custodiado por guardaespaldas franceses. — ¡Templarios! — Dijo Fernando que aunque recibió su medicina se encontraba algo pálido — Así trabajan ellos. — Amigo ¿No quieres quedarte aquí y yo me encargo? — preguntó Rodrigo preocupado. — ¡Bromeas! — Exclamó Fernando — ¿Quién te salvará el pellejo? — Está bien, pero al regresar te instalas en la cama y bajo la atención de un médico.
Luego de la cena los dos asesinos salieron de la catedral hacia el puerto, un puerto mucho más grande que el de Bilbao y demasiado custodiado ya que parte de la Armada Invencible encallaba ahí. Al ser muy sospechoso caminar por los muelles, los dos asesinos iban saltando por los mástiles de los barcos, que al estar juntos no era tan complicado ir de barco en barco mirando las popas de los que tenían en frente buscando el “Dauphine” bien alejado de todos fue Fernando el que lo encontró y moviendo la mano alertó a Rodrigo que se acercó lo más rápido que pudo. 49
— Aquí tienes al Dauphine — dijo Fernando en voz baja conteniendo la tos — ahora yo te voy a abrir camino mientras te encargas de los guardaespaldas como hicimos la vez que asesinamos al Capitán Carrillo, si llego a toser pongo en peligro la misión.
Los dos asesinos se colgaron del casco y fueron subiendo hacia arriba. Fernando iba más aprisa porque debía llegar a lo más alto del mástil para poder atacar a los guardaespaldas desde arriba utilizando su cerbatana con dardos para dormir. Los dos asesinos se las arreglaron para en minutos dejar fuera de combate a los guardaespaldas del Dauphine. Los dos entraron al camarote del capitán y vieron una mesa con un mapa y un par de bibliotecas llenas de libros pero Fernando tosió y ante la cara de decepción de Rodrigo se disculpó levantando la mano y se escondió detrás de la puerta mientras se escuchaban pasos que corrían desde la puerta que daba a la parte inferior del barco. — ¿Quiénes son ustedes? — el hombre corrió al ver a Rodrigo desenfundando la espada pero Fernando lo detuvo apuntándole con el arma. — Buenas noches Capitán — dijo Rodrigo haciendo una reverencia y luego se puso a revisar la mesa y la biblioteca para ver que tenía — Vinimos a requisar su mercancía y a obtener información de ciertas personas que estamos buscando para... — ¿Qué escondes aquí? — Rodrigo divisó un libro sobre el escritorio debajo del mapa, tenía la cubierta de cuero negro con el relieve de américa del sur. — ¿De dónde sacaste esto? — preguntó Rodrigo mientras le daba el libro a Fernando. — Es un libro del primer ministro William Pitt — No creo que el Primer Ministro británico hable español — gritó Rodrigo apuntándole con su arma — ¿Dónde conociste a Francisco Miranda? — Miranda es amigo del Primer Ministro. 50
— Mira esto — dijo Fernando leyendo el libro — Conquista de América del sur e Invasión al Puerto de Buenos Aires. — De pronto entró otro hombre por la puerta y amenazó a Fernando desde atrás obligándolo a bajar el arma. — ¿Sucede algo Coronel Whiteloke? — dijo el hombre calvo pero al ver la situación levantó las manos. — Comandante Beresford no pudo haber llegado en un momento tan oportuno — dijo Whiteloke. — Me asombra realmente los contactos que tienen los asesinos para saber que estábamos ocultos aquí — dijo Beresford riéndose al ver que tenía todo bajo control.
Fernando tosió y se agachó tomándose el pecho y se paró de golpe dándole un cabezazo a Beresford, Rodrigo no lo pensó dos veces y golpeó a Whitelocke sólo para aturdirlo y correr hacia el arma de Beresford, sabía que Fernando estaba enfermo y no iba a responder de manera rápida como de costumbre. Rodrigo le arrebató el arma a Beresford y sacando su espada se puso a pelear con los dos, era muy complicado ya que los tenía a uno de cada lado y mientras así sea no tenía quien le controlara la espalda. En un instante Beresford aprovechó que Rodrigo estaba peleando con Whiteloke cuando fue directamente a matar a Fernando Rodrigo vio la escena y retrocedió para ponerse entre Beresford y su amigo pero el espadazo del inglés le cortó el rostro provocándole una herida que si bien no le dio en los ojos, la sangre que le salía a borbotones le impedía ver con claridad. — Ahora tenemos a un asesino que no puede respirar y a otro que no puede ver — se reía Beresford. — ¡Entonces que no vea no respire nadie! — Fernando arrojó una bomba de humo al suelo haciendo que toda la habitación se vuelva tóxica.
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Rodrigo y Fernando aprovecharon la distracción para correr hacia la ventana detrás del Dauphine y saltar al agua. Al estar bastante alejado se encontraban cerca de la costa. Ambos nadaron alejándose del puerto llegando en menos de diez minutos a una costa rocosa arrastrándose por las heridas. — Esto es increíble, debemos avisarle a la hermandad… — No, no hay tiempo de ir a Bilbao, debes quedarte aquí para impedir que Horatio Nelson triunfe, la invasión a Sudamérica debe impedirse de cualquier manera — Fernando se desplomó en el suelo tomándose el pecho. — Estas muy enfermo, debes ponerte bien — Rodrigo trató de animarlo — Vamos a volver a la catedral y luego de asesinar a Nelson vamos a ir a Sudamérica, a tu tierra natal. — No… puedo… — Dijo Fernando temblando — Tú debes volver, tú debes volver, debes ir a Cuzco, debes encontrar las reliquias de mi padre y hacerlas brillar en la plaza en donde murió, te tengo que encomendar lo que yo no voy a poder hacer. — Fernando, no sé ni dónde queda Buenos Aires menos voy a saber en dónde está Cuzco, amigo, no puedes morir.
Fernando nunca reaccionó, simplemente quedó dormido y en paz mientras el agua comenzaba a subir por la marea. El cuerpo de su amigo sólo se fue flotando mientras Rodrigo lloraba y todavía herido en su cara sentía el dolor y la falta de sangre. Rodrigo lloró por la muerte de su amigo, nunca había llorado por la muerte de nadie. — ¿Qué sucedió hijo? — dijo Marcos al verlo sangrando y solo ve rápido a la enfermería ¿Dónde está tu compañero? — Fernando está muerto — dijo Rodrigo — Estaba muy enfermo. — La fiebre amarilla se está llevando a muchos — dijo Marcos — Lamento la muerte de tu compañero. 52
— Él era mi amigo — dijo Rodrigo — Era el último Tupac Amaru de los Asesinos del Alto Perú. — No es el último Tupac Amaru — el monje que estaba con el voto de silencio se puso de pie y se quitó la capucha dejando ver el rostro de un hombre de rasgos incas de unos sesenta años — Me llamo Juan Bautista Tupac Amaru Monjarrás, soy tío de Fernando por ser medio hermano de su padre. — ¿Estuviste a su lado y no dijiste nada? — preguntó Rodrigo molesto. — Calmate — Marcos lo detuvo — Los votos de silencio deben respetarse, Juan Bautista estuvo callado desde que lo rescaté de San Sebastián y decidió hacer los votos de silencio hasta hoy, eso debe respetarse. — Yo traicioné a la hermandad, a mi pueblo y a mi familia — dijo agachando la cabeza — Aquella tarde en la plaza presencié todo desde una celda y no sólo no hice nada sino que les indiqué en donde se encontraba el cuartel de la hermandad, en un momento creí que me iban a matar igual pero en cambio me mantuvieron vivo para que sufriera de por vida. Fui sacado de la prisión por Fray Marcos pero quise que Dios me perdone por todo lo que hice. Cuando vi a Fernando vi a la esperanza de mi pueblo y la hermandad, pero ahora que se falleció debo ayudarte a corregir mi error para poder perdonarme a mí mismo. — Si los británicos quieren invadir América del Sur — dijo Rodrigo — Un tal Francisco Miranda que conocí en París hace mucho tiempo les dio la información para independizar a Sudamérica. — Entonces lo que quiere este Miranda es que los británicos invadan Sudamérica para debilitar a los españoles, eso es interesante. — Pero no lo van a poder hacer si no sacan a la armada invencible del medio — Aclaró Rodrigo. — Entonces estamos en el lugar correcto — dijo Marcos — Porque la Armada Invencible se encuentra aquí mismo y así lo va a estar mientras los británicos y Napoleón se encuentren en Egipto. 53
— Entonces nada más hay que esperar a Horatio Nelson y asesinarlo — dijo Rodrigo — Pero no sabemos cómo, cuándo y en que barco va a llegar. — Debes desaparecer — le aconsejó Marcos — ponte las túnicas de Fraile y desaparece por unos años de la sociedad, de esa manera le harás creer a los templarios o que te moriste o que te marchaste, recurriré a mis espías para mantenernos informados. — Todavía nos falta mucha información — dijo Rodrigo tomando una túnica marrón de fraile. — Es por eso que te tengo novedades de mis espías — dijo Marcos mostrándole un papel — tengo el nombre del barco en donde vendrá Horatio Nelson: el HRN Victory; y como te dije antes: si un barco quiere entrar al Mediterráneo tiene que pasar por mi ojo.
21 de Octubre de 1805 Ciudad de Cádiz, Reino de España Catedral de la Santa Cruz Durante cinco años Rodrigo se quedó en Cádiz buscando pistas sobre los templarios. Tras la apariencia de un monje pudo caminar por el puerto libremente mirando todo a su alrededor Salía a caminar con Juan Bautista quien le enseñaba la ciudad por la mañana y por las noches le contaba historias de su cultura y de América del Sur. Una mañana parecía que el sol no iba a salir nunca de lo nublado que estaba, Marcos fue a cerrar las ventanas ya que el viento comenzó a soplar cuando se quedó atónito al mirar por la ventana. — Dios mío — dijo Marcos persignándose — una flota británica enorme está dirigiéndose al Cabo Trafalgar. — ¿Qué sucede? — Rodrigo se asomó por la ventana y vio a veintisiete galeones británicos armados con cañones navegando. 54
— Busca el HMS Victory — dijo Marcos — Ahí está el hombre que buscamos: el Almirante Horatio Nelson.
Rodrigo tomó el larga vistas y comenzó a ver los nombres de los barcos hasta que lo ubicó, era un navío de guerra bastante potente. — Debo Debo ir al puerto cuanto antes y abordar un barco para ir a su encuentro. — Mira Mira la tormenta que se avecina — dijo dijo Juan Bautista — es es una mala idea librar esta batalla con esas condiciones. — Es Es la idea de los británicos — dijo dijo Marcos — La La Armada Invencible tiene mucho que perder, pero puede que tengas razón Rodrigo, ve y asesina al Horatio Nelson y deja que la armada invencible haga el resto. — Quieres Quieres ayudarme — le le preguntó Rodrigo a Juan Bautista — No No es mi momento aún, si bien decidí volver a hablar no me siento capaz de servir a la hermandad en este momento.
Rodrigo saludó a ambos con la mano y se subió al caballo para llegar más rápido al puerto. El viaje no duró más de diez minutos y todos los barcos que estaban encallados en el puerto habían partido menos uno de bandera francesa, apenas se bajó del caballo corrió por uno de los muelles y saltó hacia el barco quedándose agarrado del casco. Ante el asombro de la tripulación subió a bordo. — ¿Quién ¿Quién es usted? — preguntó preguntó el capitán del barco increpándolo. — Quiero participar en la batalla — le dijo en francés para captar la confianza del capitán — Quiero Quiero servir a mi país.
Oh, es bueno tener a un francés más en este buque francés, nunca me — Oh, gustaron los españoles — dijo dijo el Capitán en francés — Soy Soy Jean Jacques Etienne Lucas, bienvenido al Redoutable. El plan de Rodrigo era permanecer en el barco hasta buscar la manera de acercarse al Victory. El Redoutable no era un barco grande pero era un 55
barco rápido que se abría paso fácilmente entre toda la armada invencible que estaban esperando a los británicos formados como una media luna. Cuando los cañones comenzaron a disparar parecía que el cielo también estaba en guerra ya que los truenos resonaban en el horizonte, las aguas comenzaron a moverse y los vientos a soplar más fuerte. A medida que la batalla se desarrollaba los barcos eran impactados de ambos lados, pero luego los británicos comenzaron a enviar botes incinerados que al impactar contra uno o más barcos de la armada invencible explotaba causando graves daños a los barcos. Rodrigo no perdía de vista al Victory, casualmente era el barco que más buscaba cruzar la barrera que le había planteado la armada invencible. i nvencible. — Esto se está poniendo difícil — dijo el capitán Lucas — Debemos cortarle el paso al Victory ayudando al Bucentaure.
El Bucentaure era un barco de mayor tamaño que estaba esperando al Victory para impedirle el paso. Un disparo de cañón impactó en cubierta y al levantarse las maderas hirieron de gravedad al capitán Lucas dejándolo imposibilitado de seguir manejando el barco. — ¡Capitán! — gritó Rodrigo mientras corría a socorrerlo luego de escucharlo gritar.
Escúchame bien francés — El El capitán Lucas lo tomó de la solapa — Si Si — Escúchame tanto amas a tu país entonces toma el timón y estréllalo contra el barco británico. De ninguna manera puede pasar al Bucentaure. Rodrigo tomó el timón y sin experiencia intentó cerrarle el paso al Victory pero los vientos hicieron que ambos barcos quedarán navegando parejo. Sin pensarlo dos veces, al escuchar a los cañones acomodarse, Rodrigo corrió hacia la base del mástil y utilizó una soga para subir rápidamente hacia la jarcia. Ahí pudo tomar uno de los fusiles que se encontraban para los tiradores. La tormenta era imposible y los cañones destruyeron gran parte del casco mientras los soldados de ambas embarcaciones intentaban 56
abordar el barco peleando casi cuerpo a cuerpo. Desde la Jarcia Rodrigo divisó a Nelson, ahí estaba con su chaqueta llena de insignias, su sombrero enorme peleando con la espada con una maestría absoluta, no podía acercarse así que se dispuso a dispararle desde donde estaba. Los vientos hicieron que perdiera el equilibrio y casi que perdía el equilibrio junto a su fusil, pero se incorporó rápidamente y mantuvo el equilibrio mientras intentaba acomodarse, tenía un sólo disparo y debía ser lo más certero posible. Sólo bastó un segundo estabilidad para incorporarse y disparar. El proyectil entró por el brazo, le perforó el pulmón y llegó hasta su vértebra haciendo que Nelson cayera al suelo ante la vista de todos. t odos. He cumplido con mi deber — dijo dijo Nelson mientras se encontraba en el — He suelo desangrándose desangrándose — Por Por el padre del entendimiento y mi patria. Rodrigo vio como los británicos comenzaron a abordar el Redoutable, todavía no se habían percatado de quién había disparado, lo que ayudó a Rodrigo a lanzarse hacia el océano y con ayuda de la tormenta, el humo de la batalla y la cantidad de restos que había en el océano, pudo escapar sin ser visto. A lo lejos pudo ver como celebraban la victoria los británicos, la armada invencible no existía más y el mundo les pertenecía. Según Whiteloke le había comentado ahora América del Sur iba a ser el objetivo. Luego de un par de horas de flotar a la deriva abrazado a un madero divisó a lo lejos a un bergantín mercante con la bandera española con el nombre de “Espíritu Santo”, el Capitán lo vio a lo lejos haciendo señas y lo subió a bordo. — Soy Soy Francisco de Paula — dijo dijo dándole la mano — ¿Se ¿Se puede saber qué demonios sucedió? — La armada española fue derrotada en Trafalgar — dijo Rodrigo respirando — debemos debemos ir cuanto antes a Buenos Aires, porque es ahí el objetivo más importante.
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CAPITULO 5 La hermandad de Buenos Aires 2 de enero de 1806 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Puerto de Buenos Aires Luego de un viaje de varios meses el "Espíritu Santo" llegó a la Ciudad de Buenos Aires. La ciudad del nuevo mundo se veía a lo lejos, pues no podían acercarse mucho ya que al tener mucha playa los barcos de gran calado no podían acercarse mucho por eso debían desviarse unos pocos metros para entrar al puerto. No podían perder tiempo por lo que Rodrigo decidió bajarse en un bote y acercarse a la playa, obviamente captó la atención de varias mujeres que se encontraban lavando la ropa y de un par de soldados fueron a su encuentro. — Señor, Señor, debo pedirle que se identifique identi fique y aclararle que estas est as no son formas de arribar a la capital del Virreinato del Río de la Plata — dijo dijo el soldado. — Me Me llamo Rodrigo Alexandre Didac Torres y Peña y como pueden ver el barco de dónde vengo tiene la bandera española — Rodrigo Rodrigo se puso de pie gritándoles desde el bote — necesito necesito hablar con Santiago Santiago de Liniers. — ¿Santiago de Liniers? — Preguntó el soldado extrañado — Voy a preguntar, mientras tanto usted no se mueva de aquí.
Rodrigo se quedó esperando impaciente que el soldado volviera con la información contempló contempló un poco la ciudad desde donde estaba, el fuerte era bastante macizo y a lo lejos lej os se veían cruces de iglesias, no parecía la ciudad indefensa que Liniers le había contado. No tardó mucho el soldado en regresar con la información. — El El señor Santiago de Liniers fue destinado al puerto de la Ensenada de Barragán. 59
— ¿Dónde queda eso? — preguntó Rodrigo desanimándose, ya estaba cansado de navegar y necesitaba algo de tierra firme. — Es el próximo puerto bordeando la costa al sur — dijo el soldado — no puede perderse señor. — Muchas gracias, avísenle al Virrey sobre una posible invasión británica — Rodrigo se sentó, tomó los remos y se dirigió al barco para continuar el viaje.
Encontrar el puerto de la Ensenada fue fácil, nada más había que seguir los barcos. Nuevamente al no haber lugar en el muelle para encallar volvió a descender en un bote pero esta vez lo hizo junto al capitán De Paula. Al llegar al muelle fueron hacia el fuerte donde se presentaron ante los dos guardias. — Soy Francisco de Paula, Capitán del "Espíritu Santo" Venimos a hablar con Santiago de Liniers, tenemos información urgente desde Europa.
El soldado agachó la cabeza e indicó que los siguiera a través de todo el patio para llegar a la puerta de un cuartel. — Esperen aquí afuera — dijeron los guardias al llegar a la casa. — Alférez Navarro, estas dos personas quieren verlo con noticias desde Europa, piden hablar con el Capitán Liniers. — ¿De qué se trata? — preguntó el Alférez. — Británicos — dijo el De Paula — Vinimos desde España y los divisamos navegando el Atlántico sur. — Dudo que quiera atenderlos pero acompáñenme.
Al lado del cuartel había una casa de techos altos y tejas terracota, entraron y en su interior estaba fresco ya que las paredes eran anchas. El recibidor tenía una mesa de madera y varios arcones tapados con telas. — Esperen aquí hasta que hable con el Capitán Liniers. 60
— No tengo tiempo para nadie — dijo Liniers molesto antes que el alférez entrara al despacho. Navarro hizo un gesto con las cejas como diciendo "por lo menos lo intenté" — ¿Ni siquiera para recibir a un viejo amigo? — Rodrigo gritó desde el vestíbulo. — ¿Rodrigo? — preguntó Liniers poniéndose de pie al escuchar la voz de su viejo iniciado — ¿Que se supone que estás haciendo aquí? — Me enteré que se encontraba en este sitio y vine a saludarlo.
Entre risas y alegría Rodrigo y Liniers se saludaron con un abrazo. — ¡Pero mira cómo estás! te has transformado en un hombre fuerte, un poco desaliñado pero no hay nada que una buena afeitada y corte de pelo no pueda arreglar. — ¿Usted cómo ha estado? — Mi segunda esposa murió hace casi un año mientras viajaba a este lugar — dijo Liniers — Estuve destinado a las misiones guaraníes en el norte, y cuando quise volver a Buenos Aires el Virrey me envió este fuerte. — ¿Guaraníes? — Preguntó Rodrigo. — Son una comunidad aborigen del norte que evangelizaron los jesuitas hace años. — Liniers, tengo que hablarle de algo importante. — Ya veo — Liniers llamó al Alférez — Invite al capitán De Paula a la cantina de la ciudad y a encallar su barco en el puerto. — Si Capitán — dijo Navarro. — Muchas gracias Capitán — dijo el capitán De Paula mientras seguía al alférez hacia afuera de la casa. — ¿Qué es lo que sucede? — preguntó Liniers. 61
— Los británicos están planeando una invasión a Buenos Aires. Junto a todo su poderío están los templarios, ellos saben de la existencia de los artefactos de Sudamérica. — Sabía que el objetivo de los británicos, luego de su victoria en Trafalgar, iban a ser las posiciones territoriales y de ultramar españolas, pero no que iban a venir tan rápido. — ¿Recuerda a Francisco de Miranda? el hombre que salvamos antes de viajar hacia Bilbao. Ese hombre convenció a los británicos para sacar a los españoles de América del Sur y mientras veníamos hacia aquí vimos varias fragatas británicas navegando el atlántico Sur. — Debemos advertirle al Virrey Sobremonte — dijo Liniers — Era evidente que la alianza de su majestad Carlos IV con el Emperador Bonaparte no iba a ser vista por los británicos. — Debemos partir ya mismo. — Primero ponte un poco más presentable — dijo Liniers — pareces un mendigo con esa barba de semanas y ese hedor a mar.
Liniers hizo sonar una campana y un hombre se le apareció. — Por favor, indíquele al señor Rodrigo en donde puede cambiarse de ropa y arreglarse un poco. — Sígame señor Rodrigo.
Rodrigo apareció vestido con una ropa más acorde a la colonia y con barba candado en donde se le podía ver toda la cicatriz que antes su barba tapaba. — Menuda cicatriz te han hecho — dijo Liniers — ahora entiendo por qué te dejaste la barba, ahora debemos ir a Buenos Aires a Caballo y pedir una audiencia con el Virrey Sobremonte y luego con el Alcalde de la Ciudad.
Solamente sesenta kilómetros separaban el fuerte de la ciudad de Buenos Aires, así que aprovecharon para hablar. 62
— ¿Cómo le ha ido con el resurgimiento de la hermandad? — Demasiado lento, muchos de los habitantes de Buenos Aires están muy volcados a la política y a veces es complicado buscar buenos elementos para la hermandad en la ciudad. Recuerda que son todos españoles viviendo en una ciudad Sudamericana pero hay unos pocos mestizos, con el tiempo esta ciudad va a ser totalmente mestiza. — ¿Pero van a querer seguir perteneciendo al reino español? — Preguntó Rodrigo teniendo en cuenta lo ocurrido en América del norte. — Obviamente que hay muchos que quieren la independencia de España, unos pocos conocieron el desenlace de Trafalgar y tienen una idea de que el Rey está más preocupado en su alianza con Napoleón contra Gran Bretaña que en las Colonias Sudamericanas, pero hay muchos que se basan de esta noticia para alimentar al resto del pueblo con teorías estúpidas. Mirabeau tenía razón cuando hablaba. — ¿Es grande la hermandad que formó en la ciudad? — No pude hacer una hermandad numerosa en Buenos Aires, tengo mis agentes en la ciudad. Pero el cuartel de la hermandad en Alta Gracia al norte tiene muchos más integrantes. Por lo pronto voy a integrarte con los demás en Buenos Aires.
Al llegar a la ciudad los guardias los dejaron pasar por el puente de Gálvez al ver a Liniers y desde ahí Rodrigo pudo ver a lo lejos, entre campos y chacras, la ciudad de Buenos Aires que, Para ser una ciudad colonial, era enorme y populosa. A medida que se acercaban al centro aparecían las veredas angostas con canaletas a los costados de la calle. Rodrigo se sentía como en las calles de Barcelona o cualquier otra ciudad portuaria de España. — ¿Hacia dónde vamos Liniers? — Vamos al convento de Santo Domingo, ahí se encuentra la hermandad.
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— ¿Siempre los cuarteles de la hermandad están en los conventos? — preguntó Rodrigo riéndose. — En España es algo normal ya que las catacumbas van por toda la ciudad y los edificios importantes — contestó Liniers — Y Buenos Aires no es una excepción.
Al llegar al convento fue recibido por cuatro personas sentadas en una mesa en el medio del claustro. Un hombre alto, canoso con uniforme militar, otro vestido de gaucho con una barba corta y dos personas con traje formal, uno de ellos tenía una galera. — Rodrigo, te presento a la pequeña hermandad de Buenos Aires: Cornelio Saavedra, Martín Miguel de Güemes y los hermanos Francisco y Joaquín Belgrano — Sé que somos muy poco pero te aseguro que se trata de los mejores que se pudo reclutar en poco tiempo — Dijo Liniers. — Nuestro hermano mayor dejó la hermandad para transformarse en abogado y hacer política a su manera — dijo Joaquín. — oh, justo con uno más hubiésemos podido jugar a las cartas. — No hay por qué ser tan sarcástico señor Rodrigo — dijo Güemes mientras sacaba el barro de sus botas — Si los británicos quieren intentar tomar la ciudad entonces les haremos vivir un infierno. — Aparentemente los templarios se acercan para hacerse con el artefacto — Dijo Liniers. — ¿Existe el artefacto? — Preguntó Rodrigo — ¿De qué se trata? — Sabemos que, cuando era Gobernador de Tucumán, Sobremonte encontró un yacimiento de oro en las sierras al que llamó "La Carolina" — dijo Liniers — Ese cargamento se trajo hasta aquí para guardarlo y encontrar una manera segura de llevárselo al Rey. Todavía ese tesoro se encuentra en las arcas del cabildo. — ¿Pero es seguro que el artefacto se encuentra ahí? — preguntó Rodrigo. 64
— Eso no lo sabemos, por lo pronto los británicos vienen por el territorio y el tesoro. Pero a los templarios no les interesa ninguna de esas dos cosas. — Entonces yo me encargaré de formar milicias — dijo Saavedra. — Nosotros le comunicaremos la situación a Manuel — dijeron los hermanos Belgrano — Quizás él desde su puesto puede hacer algo. — ¿Usted que va a hacer Liniers? — preguntó Saavedra. — En primer lugar me voy a reunir con el Virrey Sobremonte, él tienen que estar al tanto de la situación.
Liniers y Rodrigo fueron a hablar con el Virrey Sobremonte, luego de esperar audiencia se dirigieron al cabildo a la hora señalada ya que el Virrey estaba almorzando y tenía tiempo para escucharlos. Entraron al vestíbulo siguiendo al mayordomo y una vez en el comedor los recibió el Virrey del Río de la Plata. Sobremonte estaba vestido de blanco con su banda roja y su peluca bien colocada, dos hombres de color le acercaban bandejas con diversos tipos de comida y fruta. — ¿Se le ofrece algo Capitán Liniers? — preguntó Sobremonte. — Su excelencia — Liniers se acercó a la mesa con un mapa abajo del brazo — un capitán de mi confianza me ha advertido sobre la presencia de navíos británicos en dirección al sur. Es prudente que tome las medidas necesarias para resistir una invasión. — Debemos proteger las costas, no sólo de la ciudad sino también del tesoro — Sobremonte comenzó a ver el mapa — no tenemos demasiado ejército como para dispersarlo inútilmente por la costa. — Pero no debemos bajar la guardia ni dejarnos anticipar por los británicos, ellos se encuentran con mucho ímpetu luego que la armada invencible sea vencida.
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— Capitán Liniers, Los barcos ingleses son barcos de ultramar, tienen mucha calada y jamás se animarían a acercarse a Buenos Aires — el Virrey estaba marcando en el mapa la costa de Buenos Aires — Sin embargo encuentro muy posible que desembarquen en una costa alta como Montevideo, ese sería el objetivo principal ya que eso favorecería la invasión a las colonias. — Su excelencia, permita que le diga que deberían también cuidar el puerto de Ensenada ya que los barcos pueden llegar ahí. — Creo que de eso se encarga usted Capitán — Dijo Sobremonte. — No tengo un ejército numeroso para enfrentar a un imperio — Liniers habló con un tono más fuerte. — Soy el Virrey del Río de la Plata, sé perfectamente las medidas que debo tomar. Los británicos llegarán a Montevideo y de ahí avanzarán hacia Buenos Aires, es lo que cualquier persona inteligente haría para llegar a la ciudad más rápido, así que le enviaré armamento al Gobernador Huidobro. — Si, lo entiendo — Liniers se acercó lentamente al oído de Sobremonte — Pero espero que sepa perfectamente qué hacer con el tesoro y lo que pasaría si llegara a caer en manos ajenas.
Sobremonte se quedó mirando fijamente a Liniers quien tampoco le quitaba la vista de los ojos. — No os preocupéis Capitán Liniers, el tesoro está bien guardado.
Liniers salió molesto del cabildo caminando hacia Santo Domingo. — ¡Este Virrey de mierda!
Alejandro se sorprendió de lo molesto que estaba Liniers, era una persona correcta que nunca se le escuchó decir un solo insulto. — Escúchame bien Rodrigo — Liniers le habló seriamente — Quiero que vayas al cabildo esta noche, te infiltres y encuentres el artefacto, trata de no 66
tocarlo con tus manos ni de verlo si es que está encerrado en una caja, vamos a llevarlo a Alta Gracia, sólo ahí va a estar seguro. — ¿Usted va a... — Yo volveré a Ensenada, tengo que arreglármelas para impedir un ataque, pero voy a estar más tranquilo si el artefacto está protegido en el cuartel de Alta Gracia.
Esa noche Rodrigo se puso una capa negra para pasar desapercibido, eran las doce de la noche y la mayoría de los vecinos estaban durmiendo, caminó hacia un costado de la plaza detrás del sereno que daba la hora y cuando cruzó uno de los faroles se subió a este para saltar a la pared y de ahí a los barrotes del balcón. Varios soldados custodiaban los pasillos de la planta superior en donde se encontraba la habitación de Sobremonte, el Virrey se encontraba escribiendo en su escritorio, pero no tenía nada que hacer ahí, así que siguió subiendo al techo pero con cuidado de hacer mucho ruido con las tejas. Saltó al patio trasero aprovechando que dos soldados dormían sentados apoyando la espalda en el aljibe. Tratando de no hacer ruido vio como un tercer guardia se acercaba a los otros dos y se sentaba a dormir también, casualmente ese guardia era el que custodiaba la entrada a las bodegas del Cabildo, así que no le costó tanto descender. Sin perderse mucho entre los pasillos se encontró con el tesoro detrás de una reja, en tres arcas estaba el tesoro de la ciudad, un poco más atrás en unas arcas abiertas estaban el oro de La Carolina y en el centro un cofre redondo del tamaño de una manzana. Se rio un poco por lo evidente mientras forzaba la cerradura, recordó que las monarquías que iban tras las piezas eran más de ostentar la riqueza y para ello había que obviar el hermetismo que tenían los templarios. Si bien Liniers le advirtió que no lo tocara quería estar seguro que se trataba del artefacto en cuestión. Al abrir la caja una luz iluminó la sala y vio un plato pequeño dorado del tamaño de un plato de un pocillo de café. Extrañado del elemento lo levantó para girarlo y ver el reverso pero un destello recorrió su cuerpo tan fuerte que lo sacudió. — ¿Quién anda ahí abajo? — gritó uno de los soldados que se acercó a la puerta del sótano. 67
Rodrigo cerró la caja y cerró la reja para no despertar sospechas, los tres guardias bajaron y se quedaron inmóviles mirando la reja. — ¿Qué sucede? — preguntó uno de los soldados. — No sé, sentí que podía haber alguien — dijo el soldado. — Yo también sentí lo mismo — dijo el tercero mientras bajaba fumando. — ¿Qué estás haciendo? aquí abajo también está la pólvora — dijo uno de los soldados — ¿Quieres que volemos por los aires? — Tienes razón, salgamos de aquí, aparentemente no hay nada.
A medida que se marchaban nuevamente al fumar al patio Rodrigo aprovechó para escapar, pero al subir al techo del Cabildo vio a la gente de la ciudad en la plaza volviendo a sus casas. Caminando lentamente para no despertar sospechas entre los vecinos llegó a Santo Domingo en donde se encontró con la hermandad en donde analizaron al artefacto sin abrir la caja. — Aparentemente es un artefacto que atrae personas — dijo Rodrigo — apenas lo toqué por unos segundos y tenía a los soldados del patio en la puerta del sótano, además toda la gente se encontraba en la plaza. — Un artefacto espeluznante en las manos equivocadas — dijo Saavedra. — Y en las manos indicadas también — dijo Joaquín mientras Francisco miraba con detalles la caja. — Esto debe desaparecer — dijo Rodrigo — vamos a llevarlo a Alta Gracia para ocultarlo como dijo Liniers. — Tengo a mis hombres listos para llevarlo al norte — dijo Güemes — El artefacto estará en Córdoba mañana por la noche.
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CAPITULO 6 Invasión y reconquista 24 de Junio de 1806 Ensenada Barragán, Virreinato del Río de la Plata Fuerte de Ensenada Habían pasado seis meses desde que el artefacto se encontraba seguro en Alta Gracia y Liniers se encontraba tranquilo preparando al pequeño ejército que tenía en el fuerte para marchar a Buenos Aires en el momento que los británicos estén a la vista. Durante esos meses Rodrigo se la pasaba en el fuerte pero otros días iba al poblado más cercano a conocer a su gente, los gauchos y a las mujeres quienes les fascinaron de un primer momento. Una mañana en el fuerte estaban preparando las carnes para el almuerzo cuando una campana trinando con urgencia advierte a todos. — Capitán, unos buques se acercan — un soldado entró a la casa de Liniers. — ¡Los británicos! — dijo Rodrigo
Los dos Asesinos salieron corriendo hacia una de las torres del fuerte para ver y analizar el panorama. En el horizonte se podía ver a lo lejos unos buques acercándose. — Dos, cuatro, seis… Doce — contó Liniers mientras miraba con su catalejo — Esto es peor de lo que esperaba. — Con la potencia de los cañones van a destruir toda la ciudad — dijo Rodrigo tratando de calcular cuántos cañones podrían tener los británicos — por suerte está seguro en Córdoba. — De ninguna manera mi querido Rodrigo — Dijo Liniers subiéndose al caballo — Con todo ese poderío los británicos vinieron para quedarse y los templarios están con ellos para remover hasta la última piedra para quedarse con el artefacto. 69
— Debemos advertirle al virrey — dijo Rodrigo. — El Virrey ya tiene problemas, vamos a intentar combatirlos aquí mismo.
¡Rápido, preparen los cañones! — Gritó Liniers — Vamos a darles a los británicos la bienvenida que se merecen. Los soldados empujaron los cañones pequeños al puerto para impedir que lleguen las naves y los que se encontraban en el fuerte apuntaban a las naves para evitar que les costara ubicarse en posición de ataque. — Los soldados que sobren acompáñenme al puerto para atacar desde los navíos que estén atracados en el puerto — Gritó Liniers — Rodrigo, tú hazte cargo de los cañones del fuerte, no quiero que ningún cañón inglés dispare.
Una vez que los cañones pequeños estaban en posición comenzaron a dispararles a los navíos que venían de frente obligándolos a virar hacia el norte para ponerse de costado y dispararles al fuerte. — ¡Fuego! — gritó Rodrigo al ver esta maniobra impactando en varias naves británicas obligándolas a seguir girando y así perder su oportunidad.
Al tener al barco de espaldas las tropas de Liniers, que se encontraban en el muelle y sobre los pocos navíos que se encontraban atracados en el puerto comenzaron a dispararles con sus fusiles y mosquetes, cuando vio que siete naves juntas giraron a lo lejos preparándose para disparar a larga distancia hacia el fuerte. Liniers corrió hacia afuera del puerto y se subió a su caballo pues los cañones del fuerte eran muy complicados de mover para cambiar la trayectoria y debía advertirle a los demás. — ¡Cambien el objetivo! — Le gritó a todos los soldados que manejaban los cañones pequeños con ruedas — ¡Quiero un ataque largo a los buques del fondo ahora mismo!
Una serie de cañonazos se dispararon desde los barcos e impactaron en la base de las paredes del fuerte. — ¡Rápido, cambiemos la dirección de los cañones! — gritó Rodrigo. 70
Los soldados comenzaron a empujar los enormes cañones hacia atrás para luego girarlos unos grados y levantarlos un poco para que llegaran más lejos pero con menos potencia. Lo mismo hicieron los soldados que tenían los cañones en la entrada al puerto. Toda la artillería disparó junta e hicieron varios daños a las flotas enemigas obligándolas a acelerar su ruta hacia el norte olvidándose de Ensenada como un posible lugar para desembarcar toda su tropa. Rodrigo bajó del fuerte para ir a donde se encontraba Liniers mirando por su catalejo. — ¿Qué sucede Liniers? — Solamente cambiamos sus planes para desembarcar — Liniers estaba molesto — No vamos a poder llegar a tiempo para impedir que desembarquen, para colmo de los males todo el ejército del Virreinato se encuentra en Montevideo, así que consideremos a Buenos Aires invadida. — ¿Qué podemos hacer? — preguntó Rodrigo. — Esperaremos unos días y le pediré permiso a quién sea la nueva autoridad de la ciudad para ver a la hermandad y de ahí planear la reconquista de la ciudad.
27 de Junio de 1806 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Convento de Santo Domingo Para Liniers y Rodrigo entrar a la ciudad fue fácil ya que por su cargo militar no tuvo ningún problema, con la excusa de visitar parientes e ir a misa pudieron pasar sin problemas. — Vamos a reunir a todos los que deseen la reconquista de la ciudad en Santo Domingo para hacer un plan.
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— ¿Va a permitir que cualquier individuo acceda a los cuarteles de la hermandad? — dijo Rodrigo. — De ninguna manera, nos reuniremos en el convento, no voy a permitirles el acceso a los cuarteles, las personas de mi confianza en la ciudad tienen la información para la reunión, nada más deben estar atentos.
Al llegar al convento Liniers hizo una seña a los monjes quienes dieron una campanada que no era sospechosa porque lo venían haciendo hace unos cuantos días con la excusa que al limpiar la campana era inevitable que esta sonara al sacarle brillo al badajo. De a poco se fueron acercando unos hombres que sabían de la reunión. La reunión se hacía en el claustro, en donde un hombre de etiqueta se acercó acompañado por otros dos. — Busco al Capitán Liniers — dijo en voz alta. — Aquí tiene al Capitán Liniers — Liniers se adelantó a los guardias al oír su nombre. — Me llamo Martín de Álzaga y quiero prestar mis servicios para la recuperación de la ciudad Capitán. — Déjeme presentarles a Anselmo Sáenz Valiente y Juan Martín de Pueyrredón — dijo el hombre estrechándole la mano — Ellos, al igual que yo, somos comerciantes y estamos a su servicio para iniciar la reconquista de Buenos Aires. — Decidimos tomar armas para defender la ciudad, pero las últimas órdenes del Virrey Sobremonte al ejército fue que retrocediéramos hacia el fuerte y presentáramos una honrosa capitulación — dijo Pueyrredón — pero la verdad es que los británicos en el control de la aduana perjudican a los comerciantes, además de tener a toda la ciudad con miedo e incertidumbre. — Los Británicos no sólo llegaron por el control sino por el tesoro que Sobremonte descubrió en La Carolina en mil setecientos ochenta y nueve — dijo Liniers. 72
— Justamente Sobremonte partió con ese tesoro de Buenos Aires para protegerlo en Córdoba — dijo Álzaga — Es un vil cobarde e incapaz. — Sobremonte protegió los intereses del Rey — dijo Liniers — Lo que cualquier Virrey haría, el problema es que cree que Córdoba queda a la vuelta de la esquina, los Regulares lo van a interceptar muy fácilmente antes que pueda llegar a Luján. — Debemos hacer un plan para iniciar la reconquista, pero es importante también decidir qué hacer después, Carlos IV tiene sus propios problemas, no creo que en su cabeza se encuentre enviar un Virrey a estas tierras. — Eso no me interesa en este momento — dijo Liniers — Debemos iniciar la reconquista de Buenos Aires, debemos cruzar el Río de la Plata a buscar a el ejército que se encuentra en Montevideo, sólo así contaremos con una gran infantería. — En lo que respecta a los fondos no se preocupe, toda mi riqueza la pongo en manos de la reconquista, y creo que mis compañeros harán lo mismo — Álzaga miró a sus acompañantes. — Compraremos las propiedades que se encuentran alrededor de la plaza con nombres falsos y cavaremos túneles hacia el fuerte — dijo Sáenz Valiente. — Puede contar con mis hombres — dijo Pueyrredón — Pero necesitaremos un lugar en donde reunir a los paisanos de la zona y entrenarlos rápidamente. — Eso déjemelo a mí — Álzaga comenzó a ver un mapa con todos los contactos de su red de espionaje — Hay una chacra en Pedriel que se puede alquilar, está a tan solo unos pocos kilómetros de la ciudad, pero contará con la ayuda de varias personas para formar a su ejército. — Entonces por lo que a mí respecta estoy listo — dijo Pueyrredón — Cuando salgamos hacia Montevideo me desviaré hacia la chacra lentamente para desprevenir a los británicos e iré reclutando hombres por el camino. 73
— Iniciemos la reconquista — Liniers clavó un cuchillo en el mapa — Sacaremos a los británicos como sea.
Todos salieron del convento y anochecía lentamente. Cuando no había ningún intruso la hermandad bajó a los sótanos del convento y se dirigió al cuartel junto a los demás asesinos a ultimar los detalles correspondientes a la hermandad pero se encontraron con alguien inesperado que los estaba esperando. — ¡Manuel! — Dijo Joaquín — ¿Pudiste escapar al final? — Si, todos los funcionarios del cabildo juraron lealtad al Rey de Inglaterra, yo no. Gracias al poco entrenamiento en la hermandad pude escaparme y venir aquí sin dejar rastro. — Deberías haber jurado — dijo Liniers molesto — Por fin los británicos quitaron a los malvados conquistadores españoles de tu ciudad. — No Liniers, la ocupación británica atenta directamente con los sueños de independencia de muchas personas, los británicos vinieron para establecerse y realmente ya conozco mucho a los españoles como para empezar de cero un proceso independentista. — Manuel, no te metas en esto — dijo Liniers — Tú abandonaste la hermandad hace un tiempo para dedicarte a tus asuntos legales. — Debemos agruparnos y formar una rebelión — dijo Manuel. — De ninguna manera — se quejó Liniers — ¿Crees que no sé tus intenciones? — Deberías agradecer que por una vez en la vida pensamos igual — Dijo Manuel — La hermandad quiere sacar a los templarios y yo además de eso quiero sacar a los británicos para ir pensando en una nación independiente. — Haz lo que quieras, pero no te entrometas en los asuntos de la hermandad ni ayudes a los templarios — dijo Liniers.
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— Tenme en cuenta para ayudar en la reconquista, pero luego seguiré luchando por la independencia — dijo Manuel acercándose al mapa — Tenemos milicianos que podrían servir de gran ayuda además de contar con el pueblo. — Creo que deberías entender que la hermandad está protegiendo a la gente de esta ciudad — dijo Francisco. — No estoy en contra de la hermandad, estoy en contra del Rey de España y su afán por mantener colonias a miles de kilómetros de su trono. — Mira Manuel, es lógico que tarde o temprano el rey tenga que desprenderse de la colonia — dijo Rodrigo — Pero los habitantes del Virreinato no están preparados, mira lo que sucedió en Francia, además no podemos arriesgarnos a que la ciudad caiga en manos de los templarios, debemos acomodar las cosas para que los artefactos no caigan en manos ni de los templarios ni de gente que no tiene la idea de que se tratan. — Creo que subestimas demasiado a la gente de esta ciudad — Manuel se puso su capa — Por lo pronto debemos expulsar a los británicos de la ciudad, es el viejo amo o ninguno.
Manuel abandonó el cuartel y salió hacia fuera. — ¿Cuál es el problema con su hermano? — dijo Rodrigo sorprendido por la actitud del hermano de Francisco y Joaquín. — Manuel cree que ya es momento de realizar una independencia y comenzar a ser una nación libre mientras que Liniers admite que todavía es un pueblo muy joven aún. — Coincido un poco con Liniers — dijo Rodrigo — No podemos dejarle esta ciudad a una gente que no se sabe de qué lado se va a poner. — Pero Manuel se está juntando con gente digamos... — ... Inapropiada — Completó Francisco — French, Berutti y el resto de su “pandilla” llamada Los Chisperos, no son buena gente, son unos violentos ignorantes. 75
— Quítales el apoyo de sus seguidores y al otro día los tienes cebándote mate — dijo Güemes — Espera que Liniers regrese desde Montevideo junto con el ejército del Virreinato y nos unamos todos por primera vez en la historia para sacar a los británicos.
Liniers se juntó con los demás mientras guardaba los mapas. — Rodrigo, debo viajar a Montevideo a buscar al ejército del Virreinato, necesito que te quedes e investigues la ciudad y trates de disminuir las defensas, buscar oportunidades y desenmascarar traidores, si fallamos con la reconquista la sociedad va a sumergirse en un caos. — Sí Liniers, pase lo que pase debemos estar atentos. — Otra cosa, olvídate de tu nombre, los británicos no saben diferenciar un catalán de un francés. — Los españoles tampoco — sonreía Rodrigo. — No utilices tu nombre completo, a partir de ahora llámate Rodrigo Alejandro Diego Torres y Peña. — ¿Para cuándo volverá con el ejército? — Aproximadamente para principios de Agosto, enviaré noticias a Santo Domingo y organizaremos la Reconquista.
Liniers salió con su caballo a la tardecita hacia Montevideo y Rodrigo fue hacia la puerta del convento para dar una vuelta por la ciudad. — ¿Quieres saber más de los británicos, templarios y demás personas de la ciudad? — le preguntó Saavedra que lo estaba esperando en la puerta — Ven conmigo, pero asegúrate de no reaccionar mal. — ¿A qué te refieres? — A que mientras nosotros estamos organizándonos para sacar a los británicos de esta tierra, hay gente que les da igual quien gobierne. 76
— ¿A dónde me estás llevando? — Reía Rodrigo, Saavedra no lo iba a llevar a la iglesia a esta hora de la noche. — Tú sígueme y no hagas preguntas.
La noche estaba cayendo y tras cruzar la puerta del tomaron una calle empedrada que terminó en una enorme casona cuyas puertas se encontraban abiertas y unas velas daban la bienvenida al patio interno. Avanzaron por el patio hacia una mujer que se encontraba de espaldas cerca del aljibe leyendo un libro a la luz de una vela. — ¿Mariquita como estas? — Saavedra habló bajo para no asustarla. — Cornelio Saavedra — dijo la mujer cerrando el libro y poniéndose de pie, estaba adornada una gran cantidad collares y pulseras, peinetas de marfil y un abanico — ¿Qué lo trae por aquí? — Estaba cerca y creí conveniente venir a presentarte a un amigo que vino desde España. — Ya se conoce al joven apuesto amigo del Capitán Liniers pero de vista, hay muchas mujeres interesadas en él. Es una pena que nunca haya venido a mi casa a presentarlo en sociedad pese a que lo invité muchas veces. — Rodrigo Alejandro Diego Torres y Peña — dijo extendiéndole la mano para saludarla. — María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco Trillo de Thompson — dijo la mujer extendiéndome la mano haciendo una reverencia — Pero todos me llaman Mariquita.
Luego de los saludos se sentaron en el patio, Mariquita llamó a los sirvientes para que trajeran algo para convidarles a los invitados mientras hablaban de cualquier cosa que se les ocurría. — ¿Alguna novedad del viejo mundo? — preguntó Saavedra.
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— Desde España hay muchos elogios y comentarios sobre el Capitán San Martín, un militar nacido en el Virreinato que combate contra los franceses con valor. — ¿Y en este mundo? — Preguntó Rodrigo — ¿Qué me dice de los británicos? ¿Algo para Resaltar? — Yo no entiendo mucho ni de combates ni de milicia, aprendo poco a poco mirando cuadros y escuchando a las personas que concurren a este caserón, pero es preciso confesar que nuestra gente del campo no es linda. Es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como un redondel, sucios; unos con chaqueta, otros sin ella; unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo atado en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos, otros punzó; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados; todo lo más miserable y más feo. Las armas sucias. Es imposible dar ahora una idea de esas tropas. Al verlas, aquel día tremendo, dije a una persona de mi intimidad: si no se asustan los ingleses de ver esto, no hay esperanza. Pero el regimiento escocés 71, tienen las más lindas tropas que se podían ver: el uniforme más poético, botines de cintas punzó cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta una gorra de una tercia de alto, toda hecha de plumas negras, y una cinta escocesa que formaba el cintillo: un chal escocés, como banda, sobre una casaquita corta punzó. Este lindo uniforme sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve, la limpieza de estas tropas admirables. ¡Qué contraste tan grande! — Pero fue esta gente la que entró por la fuerza a la ciudad — dijo Rodrigo conteniéndose de no enojarse pues fue esa gente linda la que atacó con sus cañones el fuerte de Ensenada. — Obviamente que la mía es una opinión estética que carece de fundamentos ya que en la batalla es el que tiene la pólvora y la estrategia el que triunfa — dijo Mariquita — Pero muchas veces es la apariencia la que se gana el respeto de la gente ya sean enemigos o no. — Supongo que en parte sí — dijo Rodrigo mientras Cornelio le hacía señas que no siguiera. 78
— A ver jovencito ¿Cuántos años cree que tengo? — Volvió a preguntar Mariquita — Y espero que el señor Saavedra no lo ayude. — Me imagino que usted tiene casi cuarenta años — dijo Rodrigo dudando y transpirando a más no poder. — ¿Cómo puede ser tan maleducado de predecir la edad de una dama incluso decirla en voz alta? — se molestó la mujer.
Rodrigo se quedó callado mientras Cornelio se tomaba la cabeza. — Disculpe señora, yo no quise ofenderla, en verdad me cuesta calcular la edad mirando a una persona. — ¿Lo ve? Ya me gané su respeto incluso lo derroté en el campo de batalla de la sociedad.
Mariquita caminó hacia el aljibe mientras Rodrigo respiraba luego de vivir una situación algo incómoda. — Tengo sólo veinte años — dijo la mujer dándose vuelta sonriéndole pero fueron mi apariencia y mi educación mis armas. — ¿Qué es lo que sabe del General Británico que está a cargo de la ciudad? — preguntó Saavedra mientras bebía chocolate caliente con una confitura. — El General Beresford es un goloso empedernido, quedó fascinado con el dulce de leche a tal punto que muchas de mis amigas iban a golpearle la puerta del fuerte para obsequiarle varios tipos de confituras — dijo Mariquita — Salvo eso es un hombre normal con una gran responsabilidad. — Beresford — Recordó Rodrigo — Lo conocí en el puerto de Cadiz. — Es un hombre muy educado — dijo Mariquita — ¿Pudo intercambiar palabras con él? — Si, tan sólo un saludo — Rodrigo no quiso aclararle que casi lo mata. — ¿Quién es el segundo al mando? — Preguntó Saavedra. 79
— Se llama Home Riggs Popham y una vez sola lo vi en la ciudad, se la pasa en su barco en el medio del río.
El chocolate caliente duró unos cuarenta minutos y ya se hacía tarde para todos, agradeciendo la charla ambos asesinos salieron de la casona en dirección al convento de Santo Domingo. — Un poco histérica esta joven — dijo Rodrigo. — Es una de las mujeres más cultas de esta época — lo corrigió Saavedra — A pesar de su corta edad sabe muchas cosas, además su casa se llena de gente importante los fines de semana, por lo tanto si quieres saber novedades, es a la casona de Mariquita Sánchez de Thompson a donde tienes que ir.
Pasaron los días y las noticias de la llegada del ejército del Virreinato se hacían llegar a los espías que había en la ciudad. Eso se notó cuando la chacra de Pedriel fue atacada por los británicos haciendo que el ejército de Pueyrredón se retirara con urgencia pero salvando la noticia de Liniers que en los próximos días iba a llegar a los Corrales de Miserere para desde ahí marchar hacia la Plaza Mayor.
12 de Agosto de 1806 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Plaza Mayor Pasada las nueve de la mañana Liniers entra a la plaza con más de cuatro mil hombres. Iban en tres columnas y en cada una de ellas se encontraba Güemes, Saavedra y Pueyrredón que a medida que se acercaban a la plaza lo hacían más deprisa pues querían llegar todas juntas y tomar por sorpresa a los británicos. Cuando llegaron encontraron un pequeño ejército inglés. Güemes avanzó junto a Pueyrredón; Liniers se quedó en su lugar con el ejército más numeroso. 80
Desde las azoteas de la recova se asomaron unos tiradores británicos que comenzaron a dispararles a los soldados del Virreinato. Además se abrió el fuerte y terminó de salir el resto del ejército británico con órdenes de Beresford de sacar a todos de la plaza. — ¡Maldita sea! — Gritó Rodrigo — ¡Esto es imposible! — Cálmate — Liniers estaba tranquilo levantando la mano. — ¡Fuego! — una voz desde atrás de la Recova resonó en el ruido de la batalla.
Álzaga tenía un ejército personal que lo había colocado en las casas cercanas a la plaza y desde ahí comenzó a dispararles británicos mientras otro grupo tomó la recova y anuló a los tiradores ocupando su lugar, al ver esto Liniers entró en combate con su columna que era la más grande y arremetió contra Beresford quien retrocedió hasta el fuerte. En ese instante Pueyrredón y Güemes llegaron desde el puerto con mucha urgencia. — Liniers, una corbeta británica quedó varada en el río, es nuestra oportunidad para bajarla — advirtió Pueyrredón. — Tenemos todos los cañones en la plaza — dijo Liniers — moverlos para el puerto va a ser una pérdida de tiempo importante y tenemos a Beresford acorralado en el fuerte. — No vas a tener otra oportunidad Liniers — se lamentó Pueyrredón. — Déjamelo a mí — interrumpió Güemes. — ¿Que vas a hacer? — preguntó Liniers. — Estos británicos vinieron a traer el infierno a estas tierras, yo voy a llevarles el infierno a bordo.
Güemes sin bajarse del caballo convocó a un grupo de jinetes y avanzó hacia la costa. 81
— ¡Vamos jinetes del infierno! — Gritó Güemes sacando su sable y apuntándolo al Justina — ¡No se les ocurra detenerse, que si su valía es alta entonces caminarán sobre el agua!
Muchos soldados quedaron en la orilla mientras los demás comenzaron a cabalgar en el río en dirección al barco. Al ver tal espectáculo los soldados británicos comenzaron a dispararles, pues en un comienzo no creyeron que iban a poder acercarseles demasiado. Los disparos derribaron a algunos jinetes pero los demás seguían avanzando. — ¡No nos van a poder derribar porque la victoria está de nuestro lado! — Gritaba Güemes mientras abandonaban los caballos para subir a la cubierta del Justina.
Los británicos se rindieron cuando Güemes llegó a cubierta. — Bajen la bandera británica del mástil para avisar a Liniers. — Ese maldito lo hizo — decía Liniers riéndose mirando el catalejo.
Aprovechando que todos estaban peleando Liniers le hizo una seña a Rodrigo que corra hacia el fuerte. Subió por las paredes hasta llegar al techo, dejando fuera de combate a un par de guardias entró por la puerta y pudo ver a Beresford desde arriba tirando unas velas al suelo e incendiando unos papeles. Rodrigo saltó y de un golpe dejó fuera de combate a Beresford mientras apagaba el fuego. — No se mueva — Rodrigo esperó que Beresford se pusiera de pie para apuntarle con su arma. — Así que nos volvemos a ver — dijo Beresford. — ¡No Rodrigo! — Dijo Liniers entrando al fuerte junto a Saavedra — Lo necesitamos vivo. — Tenemos a todo el ejército británico rendido en la plaza, necesitamos que usted hable — dijo Saavedra. — No voy a hablar — dijo Beresford. 82
— No hace falta que hable — Rodrigo comenzó a revisar lo que estaba quemando Beresford. — ¡Esto! — Rodrigo levantó el libro de cuero negro que había levantado en Cadiz y se lo dio a Liniers — Esto es de Francisco Miranda.
El libro tenía en el medio unos papeles escritos a mano. “Plan Maitland” — leyó Liniers hojeando las hojas — Es un plan para sacar a los Españoles de América del Sur, hay que deshacerse de esto ya. — Pagarás por haber asesinado al Almirante Nelson — dijo Beresford — A diferencia de nosotros sus amigos no van a tener piedad. — ¡Cállese! — Dijo Liniers — Usted no está en posición de hablar. — Yo me ocuparé de destruir el libro y las hojas — dijo Saavedra — Esto no puede caer en manos de nadie. — General Beresford, queda arrestado — dijo Liniers — Seguramente no nos va a decir en donde se encuentra el tesoro. — El tesoro lo llevamos a Londres hace ya un tiempo — se reía — Todo lo que había lo hicimos desfilar por las calles para demostrarles a los británicos de quién es el mar. — Entonces muestre la bandera blanca en el fuerte para que todos sepan que hemos triunfado — dijo Liniers mientras miraba a Rodrigo y a Saavedra por si querían agregar algo. — Quiero todos sus uniformes — dijo Saavedra sonriéndole a Rodrigo — Vamos a poner lindo al ejército.
Salieron caminando con todos los británicos sin las chaquetas rojas con las manos en la nuca en dirección a la cárcel del Cabildo custodiados por el ejército del Virreinato. — ¡Viva Don Santiago de Liniers! — gritaba la población mientras que Álzaga lo miraba con recelo. 83
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CAPITULO 7 La defensa 11 de Mayo de 1807 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Fuerte San Miguel de Buenos Aires Luego de la reconquista, Liniers quedó a cargo de la ciudad. Habían pasado varios meses y la amenaza de otra invasión estaba latente. El virreinato se encontraba controlado por el ejército de Liniers que estaba en el fuerte y en el Cabildo Álzaga era el alcalde de la ciudad de Buenos Aires. Esa mañana llegaron las noticias que Montevideo había caído a manos del General Whitelocke que arribó a bordo del HMS Thisbe. Esta acción hizo que varios ciudadanos se reunieran para plantear la situación. — Debemos organizar una defensa — dijo Álzaga — No tenemos tiempo, los británicos estarán aquí en cualquier momento. — Yo opino que debemos pensar en grande señores — dijo Manuel — Los españoles fallaron en la defensa de la ciudad a tal punto que nosotros por nuestra cuenta la reconquistamos. — Señores por favor — dijo un joven — Me llamo Mariano Moreno y tengo que admitir que el señor Belgrano tiene razón, debemos aprovechar este momento para defender la ciudad para luego tomar el control y obtener la libertad. — ¿Pero a qué costo? — Dijo Liniers — El Rey Fernando lentamente va a ir desprendiéndose de estas tierras en algún momento de su vida y así lograremos una independencia que nos beneficie a todos. — Ya estamos cansados de esperar capitán Liniers, además el Rey tiene sus propios problemas en Europa. 85
— Cuando el rey se de cuenta que se trata de un pueblo tranquilo e inteligente entonces obtendremos la independencia tan deseada — dijo Liniers. —”un pueblo tranquilo” Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila — dijo Moreno antes de marcharse. — ¿Quién puede estar tranquilo con la flota británica cruzando el río? — Dijo Álzaga — Debemos prepararnos cuanto antes. — Álzaga tiene razón — dijo Rodrigo — Debemos alejar a los prisioneros hacia el norte ahora mismo, Whitelocke va a ir directamente a liberar a Beresford y este va a tener mucha información de la ciudad, además de los espías que aún se encuentran entre nosotros. — Debemos organizar a las milicias populares y crear ejércitos — dijo Güemes — Porque van a venir con mucha más fuerza. — Del ejército no debe preocuparse — dijo Pueyrredón acompañando a todos hacia el interior del fuerte — Puede contar con mis Húsares — Pueyrredón saludó a Liniers y al resto de las autoridades del Cabildo mostrando un ejército vestido de chaquetas azules mostrando una escarapela celeste, blanca y azul.
Liniers no le dio mucha importancia ya que vio que se encontraba entre ellos Domingo French, un violento arrogante rebelde que junto a su amigo Berutti convencieron a Manuel a tener pensamientos independentistas y convencían a la gente por medio del miedo y la fuerza. — Capitán Liniers, le presento al regimiento Patricios — Saavedra le mostró una gran cantidad de hombres vestidos de azul con bandas cruzadas y sombrero con una pluma, los oficiales poseían las casacas rojas de los británicos — Ellos serán la primera línea de ataque de la ciudad. — Tal parece que esta vez estamos bien ordenados — dijo Güemes — dudo que los británicos tengan oportunidad de volver a tomar la ciudad.
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— No le tengo miedo al invasor inglés, le temo a la gente que está aquí esperando por una independencia malparida — Liniers habló en secreto con Güemes y con Rodrigo. — ¿Hablas de Manuel Belgrano? — preguntó Rodrigo. — Manuel es un hombre que no se detendrá. Él no quiere trascender, quiere ver la independencia con sus propios ojos. Y no nos olvidemos de Álzaga. — ¿Qué pasa con Álzaga? — Rodrigo se extrañó que hubiese algún problema con el alcalde de Buenos Aires — Álzaga es un oportunista, cree que con sus ideas progresistas puede llegar a convertir a la ciudad en una provincia Española autónoma. — No puedes ser tan desconfiado y menos en este momento. — Ya estoy viejo Rodrigo, desconfío mucho de todos, te juro que mantener el control de la ciudad y de la hermandad me está cansando. — Creo que debería dejarle un poco de crédito a Álzaga, después de todo convertirse en una especie de Virrey Interino va en contra a lo que dicta nuestra hermandad. — Tienes toda la razón Rodrigo, pero temo que ocurra lo mismo que sucedió en París. No obstante, si salgo vivo de esta, dejaré el cargo y me iré a Córdoba con mi familia.
Todos se marcharon del fuerte pero Liniers, Güemes y Rodrigo fueron al convento de Santo Domingo a reunirse con la hermandad. — Te escuchamos Rodrigo — dijo Liniers — ¿Qué sabes de Whitelocke? — Beresford y Whitelocke son amigos, trabajaron juntos y ambos trabajaban para los templarios — dijo Rodrigo — El Almirante Nelson era un templario.
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— Pero no se trataba de un gran maestro — dijo Francisco — Beresford mencionó a un amigo de Nelson que se encontraba molesto por haberlo asesinado. — Nelson era el nexo entre el ejército británico y los templarios — dijo Rodrigo — Al perder a ese hombre los templarios perdieron a un hombre capaz de controlar al ejército británico. — Pero lo siguen controlando — Güemes aclaró — Estos hombres saben a qué vienen aquí, y por el tamaño de ejército creo que vienen para establecerse al fin. — No encontraron el artefacto y saben que lo ocultamos — dijo Liniers — pero no saben dónde. — Hicimos bien en sustraerlo antes que vinieran pero ahora vendrán con mucha fuerza — dijo Güemes.
5 de Julio de 1807 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Plaza de la Victoria Las noticias del desembarco de los británicos en el sur alertó a toda la ciudad. Nadie estaba ocupando el puerto de Ensenada para contrarrestarlos así que no les fue complicado, para colmo de los males las noticias de que algunos traidores independentistas rescataron a Beresford. Ante una ciudad asustada Álzaga salió a la plaza a hablarles. — ¡Ciudadanos de Buenos Aires! — Dijo Álzaga — El invasor inglés está del otro lado del charco y es nuestro deber como ciudadanos quitarlos del medio. Hace un año logramos tomar la ciudad que nos quitaron, ahora llegó el turno de defenderla. Trabajaremos todos los días y las noches con la luz de las velas, no nos detendremos ni un instante. Cada uno de ustedes es un soldado contra el imperio inglés, nos defenderemos con nuestro orgullo y los echaremos con fusiles, piedras, agua hirviendo o con lo que tengamos a 88
mano, pero lamentarán rotundamente el haber pisado las tierras del Rey Fernando VII. La multitud rugió como nunca ante las palabras del Alcalde de la ciudad. — Quédate en la ciudad, yo iré con unos hombres y cañones a los Corrales de Miserere. — Debemos estar unidos Liniers. — Para que el plan funcione los ingleses deben entrar nuevamente por los corrales, es ahí a donde voy a esperarlos yo. — Es muy arriesgado. — Álzaga, no nos llevamos para nada bien y tú lo sabes — dijo Liniers — Pero debemos defender la ciudad. Voy a debilitarlos un poco y a obligarlos a marchar desde los corrales hasta la plaza, ese será el momento que el Alcalde entre en acción.
Liniers se marchó junto con un ejército mediano y unos once cañones hacia los corrales de Miserere dejando a los demás en el centro de la ciudad, estaba tranquilo porque pase lo que pase la ciudad estaba protegida y organizada. Mientras Liniers se marchaba, tanto en el balcón del fuerte estaba el resto de la hermandad preparándose para ir hacia la plaza para sumarse a la defensa de la ciudad. — Estamos listos para lo peor — dijo Güemes — La hermandad está toda afuera preparada para combatir. — También lo están French, Berutti — dijo Saavedra. — Hasta nuestro hermano lo está haciendo — dijo Joaquín. — Hace falta que una fuerza extranjera nos esté agarrando de las pelotas para que nos unamos — dijo Fernando. 89
A las cinco de la tarde se escucharon unos cañonazos a lo lejos, Liniers había entrado en acción, pero se ve que no ofreció mucha resistencia ya que una hora después Liniers regresó con los soldados a toda marcha — Son más de diez mil soldados — gritó Liniers mientras se juntaba con los demás y ordenaba a su ejército a darse vuelta y unirse a la defensa. — No te preocupes Liniers — dijo Álzaga — Organizamos demasiado bien las cosas como para que estos hijos de puta toquen la plaza.
Los británicos llegaron rápidamente y a la voz de mando de Álzaga desde todas las terrazas comenzaron a dispararles, algunos avanzaron y otros mantuvieron la posición tratando de defenderse pero litros de agua hirviendo comenzó a caerles en las cabezas de parte de los ciudadanos quienes con furia también le lanzaban piedras. Las columnas británicas comenzaron a meterse por las calles internas de la ciudad mientras el resto combatía en los bordes de la plaza. Eran demasiados ingleses y los ciudadanos no se detenían, los invasores no podían acercarse a las paredes ni siquiera caminar por calles angostas. Comenzaron a replegarse y a refugiarse en casas abandonadas. Los generales británicos comenzaron a sentir el infierno que iba a ser el combate, no estaban acostumbrados a luchar en una ciudad completamente hostil, eran fuertes al campo abierto. Luego de dos días el combate continuaba, los británicos seguían llegando y los que se retiraban eran curados como podían en las afueras de la ciudad. — Señor Liniers — dijo uno de los hombres — Tenemos cercado al capitán inglés, se encuentra organizándose con un pequeño ejército en el convento de Santo Domingo — Fue tras la hermandad — dijo Güemes. — ¡Whitelocke! — exclamó Rodrigo corriendo hacia el convento.
Mientras se acercaba la gente parecía ya advertida porque estaba marchando hacia Santo Domingo nada más sabiendo que en su interior se refugiaban los invasores. 90
Rodrigo subió por las paredes hasta llegar a los techos y comenzó a caminar hasta el convento más rápido. Al llegar vio que una mediana resistencia británica se encontraba custodiando la puerta, lo raro era que el mismo Whitelocke estaba ahí comandando el ejército. Dudó un segundo pero debía entrar al convento y asegurarse que el cuartel de la hermandad se encontrara a salvo. Llegar no era impedimento para él ya que fácilmente pasó desapercibido por los techos hasta llegar al lado de la torre en donde saltó hacia esta y la escaló hasta el campanario. Con mucho cuidado de no hacer ruido comenzó a descender por la vieja escalera de madera. La nave central del convento era un baño de sangre, todos los monjes que se encargaban de ocultar a la hermandad estaban muertos en el suelo. Lentamente caminó hacia el claustro, había tres guardias marchando alrededor del jardín y un par custodiando la entrada a las catacumbas. Sigilosamente atrajo a uno de los tres y lo asesinó sin dejar rastro dejando su cuerpo fuera del gigantesco patio. Escondido entre las plantas del jardín pudo hacerse con la vida de otro y el último fue pan comido; al igual que los dos que custodiaban la entrada a las catacumbas, en menos de diez minutos ya no había ningún soldado inglés en el convento, salvo los que se encontraran dentro de las catacumbas por supuesto. Bajó por la escalera y se dirigió a donde se encontraban los cuarteles de la hermandad esperando encontrarse con Whitelocke pero por el contrario, se encontró a un hombre vestido con una túnica negra acompañado por otros dos con túnicas con el rostro cubierto. Se acercó lentamente pero no contó que detrás de él se acercaba alguien más. — Pero mire a quien tenemos aquí — dijo el hombre apuntándole en la espalda — es difícil olvidar un rostro. — No van a encontrar nada — dijo Rodrigo dándose vuelta enfrentando a otro hombre con túnica encapuchado. — Si no encontramos nada aquí lo encontraremos en la ciudad de Córdoba — dijo el hombre principal, tenía barba negra bien prolija en lo poco que se veía de rostro. 91
Rodrigo se sintió intimidado pensando sorprendido de como sabían de la existencia del cuartel de la hermandad. — ¿Cree que nosotros no sabemos lo que pasa? — Dijo el hombre — nosotros lo sabemos todo, yo soy la herramienta del padre del conocimiento, soy el artífice de toda esta obra y usted en este momento no es nadie.
Jamás dejaremos que los templarios se controlen este mundo — dijo — Jamás Rodrigo. — Nada Nada más tenemos que esperar que...
Cañonazos resonaron a los alrededores y en menos de un segundo el edificio tembló. — ¿Qué ¿Qué fue eso? — preguntó preguntó el hombre. — Eso Eso es el virreinato que no quiere que su orden mundial los controle — reía Rodrigo mientras bajaba los brazos — Fueron Fueron unos tontos al creer que el ejército británico iba a ser lo suficientemente fuerte como para utilizarlo en sus fines. — ¿Quienes? — Se reía el hombre — ¿Realmente crees que nosotros íbamos a rebajarnos par a utilizar el “poder” del rey de Inglaterra? Nuestros objetivos son mundiales mi querido amigo y ya lo controlamos hace mucho tiempo. Ustedes nada más son un pequeño impedimento de…
Otro cañonazo hizo que comenzara a caerse la catacumba, Rodrigo aprovechó para atacarlos sólo con sus hojas ocultas. Entre escombros y polvillo el combate era complicado, complica do, mucho más por un pasillo angosto. Dos encapuchados se encargaban de proteger al gran maestre mientras que el tercero peleaba peleab a con Rodrigo que no veía el momento de sacárselo sacársel o de encima y asesinar al protegido. Otro cañonazo hizo que gran parte de la caverna cayera sobre Rodrigo haciendo el ambiente inhabitable, el polvillo no dejaba respirar y el aceite de las lámparas molestaba. Aprovechando la desatención empujaron al 92
asesino y aprovecharon para escaparse mientras que Rodrigo quedó en el suelo tratando de respirar, al verlos salir trató de moverse rápido pero se estaba ahogando, así que salió gateando hacia el claustro en donde pudo respirar con normalidad. Corrió por todos los rincones buscando desesperadamente a los templarios pero no encontró nada. Las paredes temblaban por cada cañonazo inclusive algunas balas de cañón quedaron incrustadas en la piedra, debía subir para tener un mejor panorama de la situación, salió del claustro escalando una columna al techo y desde arriba vio a los británicos rendirse. Whitelocke estaba delante de Liniers y Álzaga presentando su sable al igual que Beresford lo hizo un año antes. Desistiendo de la búsqueda fue hacia donde se encontraba Liniers. ... además que deben irse de la ciudad de Montevideo — dijo Álzaga — ... apuntándole con el dedo. — No No podemos podemos marcharnos ya, ya, tenemos mucho mucho viaje y… — Dos meses — Álzaga se le puso enfrente — Si en dos meses no se marchan de Sudamérica entonces algo más grande que este ejército te va a ir a golpear a la puerta de tu casa, fuerte f uerte o el agujero en donde te escondas.
Whitelocke agachaba la cabeza aceptando todo lo que decía, su ejército había sufrido muchas bajas y debían optar por otra forma de invadir la ciudad, si es que el rey así lo quería. Rodrigo — dijo dijo Liniers — Estás — Rodrigo — Estás a salv… ¿Dónde está? — Gritó Gritó Rodrigo tomándole la solapa a Whitelocke — — ¿Dónde ¿Dónde se esconde? — ¿Quién? — Preguntó Whitelocke reconociendo su rostro — ¿Tú? ¿Aquí?
Sí, aquí estoy. ¡Habla de una vez! ¿Dónde se esconden? — Sí, — Basta Basta Rodrigo — Liniers Liniers lo empujó y le pidió ayuda a Güemes para que lo apartara del lugar. — Regresemos Regresemos al cuartel de la hermandad — dijo dijo Güemes. 93
— Ya no hay más cuartel de la hermandad — dijo Rodrigo — Está sepultado por escombros por los cañonazos. — Entonces Entonces esperemos a Liniers en el fuerte. — ¡Lo ¡Lo vi! — Decía Decía Rodrigo casi sin poder creerlo — Era Era un gran maestre, aquí en Buenos Aires. Estaba junto a tres hombres con la cara tapada. — Maldita Maldita sea, siempre estuvieron entre nosotros y no nos dimos cuenta — decía Liniers. — Propongo Propongo revisar todas tod as las casas una a una en búsqueda de estas personas per sonas — dijo dijo Saavedra — Sólo Sólo así podríamos encontrarlos encontrarlos rápidamente.
De ninguna manera — Liniers Liniers se puso serio — No No debemos dejar que — De la sociedad se entere de todo esto que está pasando ni siquiera reaccionar de una forma violenta. — Tenemos Tenemos las entradas y salidas de la ciudad controladas — dijo dijo Liniers. — Pero Pero no por mucho tiempo — Corrigió Corrigió Francisco — No No podemos cerrar la ciudad por motivos de la hermandad, además debemos llamar a Cabildo Abierto para elegir un nuevo Virrey.
Liniers se quedó pensativo. pensativo. Para tener más control de la ciudad a nivel hermandad voy mantenerse — Para en el cargo, si bien soy un Virrey interino, la gente aquí me respeta como el héroe de la Reconquista. Reconquista. Eso es un arma de doble filo — dijo dijo Rodrigo — La La hermandad no va a — Eso permitirlo. Entonces renunciaré a la hermandad y dejaré uno de ustedes a cargo — — Entonces dijo Liniers — Trabajaremos Trabajaremos en conjunto pero para llegar a un gran maestre templario en una ciudad como esta necesitamos más control. — ¿Estás ¿Estás seguro de lo que quieres hacer? — preguntó preguntó Saavedra. 94
— La La verdad que estoy cansado, quiero vivir tranquilo lo que me queda de vida con mi esposa y mis hijos. Me quedaré un tiempo en Buenos Aires y cuando llegue el momento me retiraré a Alta Gracia custodiando la hermandad.
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CAPITULO 8 Asonada de Álzaga 20 de Diciembre de 1808 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Fuerte San Miguel de Buenos Aires La situación de la ciudad y de se había complicado bastante por la caída del Rey Fernando VII. El virreinato estaba al tanto de todo y los sucesos en el viejo mundo le daba un empujón demasiado grande al sueño de la independencia. Los abogados librepensadores aparecían de abajo de las piedras para proclamar sus ideas. Por otro lado la relación entre Liniers y Álzaga estaba muy distante a la que tenían durante la reconquista y la defensa de la ciudad. Lo que quedaba de la hermandad estaba a cargo de Joaquín Belgrano ya que Saavedra no quiso aceptar hacerse cargo. Muchos hablaban de un joven ciudadano llamado Bernardino Rivadavia a quién Liniers le había puesto toda la confianza últimamente para ser Alférez Real del Virreinato, esto no le caía bien a muchos ya que el mismo Liniers estaba metiendo mucho en decisiones de Buenos Aires. Esa mañana varios invitados que pedían la audiencia del Virrey. Liniers se encontraba en el fuerte, desde ahí organizaba bien las tropas ayudando a la hermandad a buscar a los templarios. Era normal que Álzaga se encuentre con él pues el alcalde de la ciudad necesitaba estar al tanto de lo que ocurría dentro del Virreinato, especialmente en el puerto y la aduana. Liniers le había pedido a Álzaga que tenga un control total de las personas que entren a la ciudad, pero las que salgan debían pasar por su ojo antes de ser autorizadas. Álzaga desaprobaba eso, obviamente que desconocía el por qué, pero lo veía como un abuso de autoridad de un militar retrógrado. Las puertas se abrieron y los soldados anunciaron al gobernador de Montevideo quien había pedido audiencia. El hombre entró vestido de uniforme blanco con una capa roja se acercó mirando hacia arriba con un rostro orgulloso. 97
— Gobernador Elío — dijo Liniers saludándolo — ¿Qué lo trae por la ciudad? — Necesitamos hablar Liniers, es necesario formar una Junta como se están formando en España, debemos imitar a nuestros compatriotas que se han rebelado contra el usurpador Bonaparte. — Gobernador Elío, Buenos Aires no va a hacer ninguna Junta ni a llamar a Cabildo Abierto. Nosotros le respondemos sólo a la Junta de Sevilla y obedeceremos todo lo que salga de ahí. — Debí suponer que haría algo así — dijo Elío molesto en voz alta — Después de todo usted es tan francés como el usurpador Bonaparte.
Álzaga quedó callado pues aprobaba todo lo que Elío decía. — Debo recordarle que usted también le debe respeto a la Junta de Sevilla — Dijo Liniers sin levantar el tono de voz. — Yo le soy fiel al Rey, un rey que fue obligado a dejar su trono. Si nosotros creamos Juntas en Sudamérica vamos a ser fuertes, mientras que seamos un Virreinato vamos a ser súbditos del rey de España, que en este caso es ese borracho de José Bonaparte. — Tiene razón en una cosa señor Elío, somos un Virreinato y el Virrey soy yo — Liniers se puso de pie con voz fuerte — Limítese a obedecer las órdenes de su superior señor Gobernador. — Ya te van a quitar del medio maldito francés — dijo Elío dándose vuelta y marchándose del recinto. — No sabes lo que haces Liniers — dijo Álzaga molesto — Debemos unirnos, podríamos constituir una Junta. — Álzaga, necesito que me apoyes esta vez más que nunca — Liniers estaba realmente cansado. — Liniers, yo hablo por un pueblo que cada vez entiende menos tu actuar — Álzaga se dio vuelta para marcharse — Ah, me olvidaba, vino una 98
fragata con la bandera francesa al puerto. No sé si a la población le va a gustar que te vean con los franceses, así que encárgate de ellos, yo no puedo responderle a la gente más por tus decisiones. Álzaga salió del despacho de Liniers y en el camino se encontró con Rodrigo. — Hazle comprender a tu amigo que se está equivocando y feo.
Rodrigo entró al despacho de Liniers y se encontró a un hombre agotado, cansado y derrotado, tomándose la cabeza. — ¿Qué debo hacer Rodrigo? Dejar el mando de la ciudad a una Junta precedida por cualquiera va a permitir que los templarios hagan lo que quieran y si me quedo la gente me va a echar a patadas. — Fue muy noble de su parte abandonar la hermandad por una causa justa de un país que no es el suyo — Dijo Rodrigo — Eso nunca lo voy a entender. — Trataré de esperar a que la Junta de Sevilla mande otro Virrey, aunque si la sociedad se rebela antes voy a tener que llamar a Cabildo Abierto para evitar una guerra civil. — Virrey Liniers — un soldado entró al recinto — Emisarios franceses lo buscan en la entrada del fuerte.
Liniers y Rodrigo fueron en dirección a la plaza y se encontraron con un gran comité proveniente de Francia que captaba la atención de los ciudadanos ahí presentes. Muchos los veían con desprecio otros con respeto, pero lentamente gran parte de la sociedad se acercó curiosa. — Señor Virrey, mi nombre es Claude — Henry — Étienne Bernard, Marqués de Sassenay y vinimos a verlo en nombre de su majestad José Bonaparte.
Las miradas se vieron en Liniers a ver lo que hacía.
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— No pienso recibir a ningún emisario del emperador Bonaparte en este momento — dijo Liniers — Este es un Virreinato perteneciente a España, una España del rey Fernando VII y mientras exista la Junta en Sevilla entonces habrá un Rey español para este Virreinato Español. — ¡Esto es inaudito! — Se quejó el Marqués — Tarde o temprano deberá reconocer que España tiene un nuevo rey y este es José Bonaparte, después de todo Fernando VII dijo que todos los españoles deben obedecer a su nueva Majestad y a su hermano el Emperador Napoleón. — El virreinato no va a reconocer a ningún Bonaparte como rey — dijo Liniers — Así que señor de Sassenay, tenga la amabilidad de tomar el primer barco que salga nuevamente hacia Europa y marcharse.
Liniers fue aclamado en la plaza luego de sus palabras. Los únicos que no se mostraban contentos eran Álzaga y Elío quienes estaban hablando durante mucho tiempo en la recova sentados en un café. Mientras se iban los franceses Liniers notó a alguien inusual entre la multitud, un hombre de capucha azul que lo miraba fijamente. Ambos asintieron bajando levemente la cabeza.
Por la noche Rodrigo fue a la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, como todos los viernes viendo si podía averiguar algo de los templarios. — Señor Torres ¿Cómo le va? Es un honor tenerlo aquí. — Como siempre el honor es mío Mariquita. — ¿Está seguro que no quiere conocer a una señorita digna de usted? Hay muchas damas de categoría que lo ven con curiosidad. — Se lo agradezco Mariquita, pero no soy el tipo de señor que esas señoritas creen. — Ni que fuese un delincuente — se Reía Mariquita ocultando su sonrisa detrás de un abanico negro. 100
— ¿Cuáles son las novedades de esta semana? — Lamentablemente la popularidad de Liniers cayó mucho, el hecho que toda su familia tenga cargos públicos es detestable. — Son sólo rumores — se reía Rodrigo — Todo el mundo sabe que Liniers es el héroe de la Reconquista y de la Defensa de Buenos Aires. — Querido, ya casi pasaron tres años de aquel evento, aquí la gente se olvida rápidamente. — Tenga la seguridad que él está haciendo lo correcto para la seguridad del Virreinato. — Liniers no es un buen gobernante, además está muy pegado a esa mujer odiosa: “La Perichona” es que le dicen. — ¿Acaso no tiene derecho un hombre a enamorarse? — Pero hay muchas mujeres de clase, esta “mujer” es una mosquita muerta, cree que por ser la esposa del Virrey puede hacer lo que quiera, incluso codearse con la alta sociedad porteña. — Ya veo — Rodrigo se tomó la cabeza, no sabía cómo hacer para soltarle la lengua a la joven dama porteña. — Vamos señor Torres ¿A quién busca? — No lo sé — Rodrigo se tomaba la cabeza. — Si busca a alguien entonces algo sabe. — Busco gente que se oculta — dijo Rodrigo — gente que por ahí anda en negocios turbios, tan turbios que necesita ocultarse para hablar. — Entiendo — dijo Marquita abriendo su abanico. — Lo único que le puedo decir es que para el próximo viernes se me viene bien limpio, bañado con un jabón con un rico perfume. Ahora si me disculpa tengo que volver con mis invitados. 101
Mariquita se marchó dejando a Rodrigo en el patio solo mientras terminaba de tomar su taza de chocolate. Al terminar volvió al fuerte en donde vio extrañado una luz en el despacho de Liniers, a Rodrigo le pareció extraño así que entró. Tanto Liniers como el otro hombre se alertaron, pero al ver quién era el Virrey tranquilizó las cosas. — Tranquilo amigo, se trata de alguien de mi total confianza — dijo mientras los tres enfundaron sus hojas ocultas. — Rodrigo, te presento a Arno Dorian, maestro asesino, hijo de un buen amigo cuando estuve en París.
Los dos se estrecharon las manos mientras Liniers los invitaba a sentarse. — Rodrigo, el señor Dorian vino a advertirme de los riesgos que corre la hermandad al decidir seguir siendo Virrey. — Pero el señor Liniers dejó de pertenecer a esta hermandad, no creo que haya problemas. — Lo sé, pero esta ciudad está al borde de una lucha interna de la cual la hermandad va a estar involucrada y eso no es bueno — dijo Dorian. — Trataremos que no sea posible, trate de entender que sólo estamos protegiendo el artefacto de los templarios, incluso mi amigo aquí presente vio a un gran maestre. — ¿Un gran maestre? — preguntó Dorian extrañado. — Si, con tres templarios que lo custodiaban. — Debemos tener cautela entonces, yo me vuelvo mañana a Europa junto al Marqués de Sassenay, queda todo en sus manos, la hermandad española y francesa tienen sus propios problemas con un grupo de templarios que aprovechó la invasión de Bonaparte para resurgir e intentar tomar el control.
Arno se puso de pie y saludó antes de marcharse. 102
Liniers se quedó sentado tomándose la cabeza. — Creo que debemos replantearnos la situación aquí — dijo Rodrigo — El maestro asesino tiene razón, estamos muy desorganizados. — Tienes razón, esperaremos hasta mañana para juntar a la hermandad y poner las cosas en orden.
Álzaga entró al despacho y se sobresaltó — Creí que no había nadie. — No te preocupes Álzaga, puedes entrar — dijo Liniers sentado tomándose la cabeza. — Vi luz y me alerté, te iba a dejar los papeles en donde indican que los franceses se encuentran en el barco, custodiados y mañana parten para Europa ¿Sucede algo? — Estoy muy cansado — dijo Liniers — Estoy demasiado cansado, ya me iba a dormir.
Álzaga miró a Rodrigo y este negó con la cabeza mientras Liniers se marchó caminando cabizbajo. — Está muy cansado, toda la vida luchando y no tiene paz, ni siquiera cuando se casa nuevamente. — Pero no por eso tiene que condenar a toda la ciudad — dijo Álzaga muy molesto — Si bien luchamos juntos contra la invasión esto tiene que acabar de una buena vez, va a ser lo mejor para todos y mejor que lo haga yo y no otra persona.
Sin entender del todo lo que Álzaga tramaba Rodrigo se fue a dormir antes de colgar su saco miró por la ventana a una figura conocida, se trataba de Saavedra y estaba caminando hacia las callejas que se alejaban de la plaza hacia la zona de los corrales. Rodrigo salió de la habitación por la ventana, escaló por la pared y siguió a Saavedra sin que este se diera cuenta hasta una fábrica ubicada en las calles aledañas: “Jabonería Vieytes” decía el 103
cartel. Rodrigo sonrió recordando las palabras de Mariquita. Esperó unos minutos para subir por la pared y entrar por la ventana superior sin hacer ruido, no sabía que estaba haciendo Saavedra ahí pero lo iba a averiguar. Sentados en una mesa rectangular se encontraban ocho personas. Saavedra era uno de los conocidos junto a Manuel Belgrano. Una de las personas tenía la cabeza tapada.
— Llega tarde señor Saavedra — dijo el hombre que estaba de pie al lado del que estaba con la cabeza cubierta. — Tuve cosas que hacer señor Castelli — contestó Saavedra — ¿Quién es el nuevo? — Caballeros, tenemos a un nuevo integrante — dijo Castelli — Les presento a nuestro nuevo integrante: el señor Domingo French.
Descubriendo su rostro French se notaba tranquilo puesto a que Belgrano lo había llevado hasta ahí. — ¿Cuál es la idea de todo esto? — Preguntó French. — Se trata de una tertulia un tanto Revolucionaria — dijo uno de los integrantes vestido con una sotana. — Señor Alberti, usted es un hombre de Dios y es necesario para representar a la parte eclesiástica de la ciudad — dijo Belgrano — Además estamos luchando para lograr la independencia. — Es por ello debemos actuar en secreto, cada uno de nosotros tiene acceso a un ámbito de la ciudad — dijo un hombre caminando de lado a lado vestido con un saco marrón. — ¿A qué se refiere señor Paso?
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— Alberti es la iglesia; Saavedra es la milicia; el señor Hipólito Vieytes es el comercio; y el resto de nosotros estamos ligados al cabildo, el derecho y la ley. — ¿Entonces yo a quién represento? — preguntó French extrañado ya que no era abogado. — Usted amigo French es el pueblo mismo — dijo Castelli con orgullo — Usted y su amigo Berutti se encargarán de controlar al pueblo ya que son parte de él; la clase alta porteña está alejando los sentimientos independentistas y es por ello que deben entender que nosotros no somos Españoles somos habitantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata. — ¡Señores! — Dijo Saavedra poniéndose de pie — Deben entender que debemos llegar a nuestros objetivos de manera legal y constitucional, los Patricios van a obedecer siempre a cualquier gobierno surgido desde el Cabildo. — ¿Desde el Cabildo? — Preguntó Moreno — ¿Se da cuenta lo que dice señor Saavedra? Los Patricios deben obedecer a un gobierno que nazca de la voluntad popular. — Si usted es abogado y sabe de las leyes debe saber que todos estamos por debajo de esa ley, la independencia debe surgir de esa ley, no de gente que pretende estar por encima de ella; de lo contrario tendremos un gobierno similar al de Fernando VII o al de Bonaparte. — Usted es un militar que está acostumbrado a obedecer la Ley — dijo Moreno — A usted no les va las revoluciones porque siempre fue el que las combate. — Señores por favor — dijo Alberti — Deben detener sus riñas ahora antes que tengamos el poder, de lo contrario esto se dividirá y lo que tanto hemos soñado terminará en el suelo hecho cenizas.
Los dos hombres se sentaron uno en cada lado.
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— Debemos entender que esta ley a la que estamos condenados no sirve para un pueblo libre así que debe ser reformulada para nuestro beneficio y el de la gente. — ¿Y qué va a hacer con los que no estén conformes a la nueva ley? — preguntó Saavedra. — Hay sacrificios que deben hacerse — dijo Alberti — y nosotros como los nuevos gobernantes seremos los responsables de ello. — Cada vez me asombro de lo religioso que puede ser un político pero me asombra más de lo político que puede llegar a ser un religioso — dijo Saavedra. — Creo que el señor Saavedra tiene problemas para adaptarse a estas tertulias — dijo Moreno. — No se meta con mi manera de pensar señor Moreno, aquí seremos compañeros librepensadores en fin de un gobierno independiente, pero detrás de esa puerta sigo siendo el comandante de los Patricios y usted un simple abogado.
Continuaron hablando hasta el momento que comenzaron a irse de a poco y uno para cada lado, no debían levantar sospechas. Rodrigo volvió a seguir a Saavedra pero esta vez el objetivo era esperar a que se alejara para increparlo. — Ya puedes salir de tu escondite — dijo Saavedra — Sabía que alguna vez te ibas a enterar de esto. — ¿Qué se supone que estás haciendo? — Me estoy anticipando a lo que pueda llegar a pasar — dijo Saavedra — Cuando Liniers se marche voy a quedar a cargo de los Patricios pero no se sabe cuánto durará el Virreinato. — Las cosas están bien — dijo Rodrigo — Nada más debemos encontrar al gran maestre y listo. 106
— Ya nada volverá a ser como antes Rodrigo, nosotros estamos más arriba de las decisiones políticas, pero en esta maldita ciudad son todos políticos, escuchan lo que quieren, creen lo que les dicen y actúan como si supieran todo. — ¿Liniers sabe de todo esto? — No, y es mejor que no lo sepa para su seguridad y salud. — Pero… — Tú dedícate a buscar al gran maestre — Saavedra estaba molesto — Si bien la hermandad está casi disuelta yo sigo siendo el mentor.
30 de Diciembre de 1808 — Ciudad de Buenos Aires — Plaza de la Victoria La gente estaba enfrente del cabildo en desde su balcón Álzaga gritaba acompañado de dos personas. — Esa mujer con quien vive el virrey mantiene una amistad que es escándalo del pueblo — Gritaba Álzaga — no sale sin escolta, tiene guardia en casa de día y de noche, emplea las tropas del servicio en los trabajos de su hacienda de campo, donde pasa los días el virrey. — Esa mujer — Continuó Álzaga — despreciada y criminal por todas sus circunstancias es la árbitra del gobierno y aun de nuestra suerte. — El otro día aclamamos al Virrey al echar del virreinato al emisario del usurpador Bonaparte, pero lo que Liniers no nos dijo es que recibió a otro emisario francés en secreto, lejos de los ojos de los ciudadanos, así que me gustaría que el Virrey nos diga a nosotros que le dijo a ese emisario.
Parte de la multitud gritó ante las palabras del Alcalde de la Ciudad. — Ese Bernardino Rivadavia no es más que una marioneta de Liniers — gritaba Álzaga — El Alférez debe ser elegido por el Cabildo, no por el 107
Virrey. ¿Quién se cree que es? Será el Virrey del Río de la Plata, pero no tiene nada que ver con la Ciudad de Buenos Aires, ni siquiera es español, es tan francés como el usurpador Bonaparte. Parte de la gente aplaudía porque apoyaba las palabras de Álzaga, mientras que otra parte de la población seguía reconociendo las hazañas de Liniers durante las invasiones inglesas. De a poco las dos bandas fueron a las manos a tal punto que Álzaga tuvo que entrar al Cabildo y los Patricios intervenir para apagar los fuegos. — Creo que se te viene la podrida — dijo Güemes mirando por la ventana — Si no haces algo te va a correr ese payaso pituco. — ¿Y qué tengo que hacer? — Dijo Liniers. — Tú me conoces, yo le cortaría la cabeza y lo dejaría en el medio de la plaza para que todos sepan que es lo que sucede si se meten contigo. — Debemos pensar que hacer — dijo Saavedra — Es obvio que te está provocando y lo que grita no es para que tú lo escuches sino la parte de la ciudad que te apoya. — Pero está formando una división entre la ciudad — Aclaró Rodrigo — Es lo mismo que… — Lo mismo que pasó en Francia — corrigió Liniers.
Un silencio sepulcral invadió el recinto. — Convoquen a Álzaga, debo hablar con él cuanto antes.
Una hora después Álzaga se presentaba ante el Virrey. — Liniers, déjame presentarte a un par de amigos que quiero que conozcas. — Álzaga, siempre vienes a verme acompañado — dijo Liniers poniéndose de pie acercándose a la puerta de su despacho. — Déjeme presentarle a Mariano Moreno y a Juan José Castelli — dijo Álzaga — estos hombres son los más capaces de dirigir al Virreinato. 108
— Ve al grano Álzaga ¿Qué es lo que quieres? — Por la situación que está viviendo la monarquía es conveniente formar una Junta a la espera de lo que ocurra en España y tú eres un francés que quiere que el Virreinato obedezca las órdenes de Bonaparte. — Yo no obedezco las órdenes de Bonaparte — dijo Liniers — Siempre luché por los intereses del rey Fernando VII, es más, voy a nombrar Alférez Real a Bernardino Rivadavia, una persona nacida en esta ciudad. — Una persona de tu confianza a la que maniobrarás para seguir bloqueando a la ciudad para… — ¡Bah! ¡Cállate! — Se molestó Liniers — No te gusta Rivadavia, entonces propone a quién tú quieras.
Álzaga se quedó callado, pues esperaba que Liniers sea más autoritario para seguir discutiendo pero visto esto se retiró.
1 de Enero de 1809 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Plaza de La Victoria La plaza de la victoria estaba llena de gente armada, todos los soldados que Álzaga utilizó para reconquistar y defender Buenos Aires ahora estaban pidiendo la cabeza de uno de los héroes de la reconquista. Álzaga se encontraba en la puerta del fuerte, a su lado se encontraba Moreno, Castelli y Alberti. — Liniers, queremos tu renuncia ahora mismo — gritaba Álzaga a la ventana de Liniers. — Álzaga actúa como un templario — dijo Güemes — Dame la orden y te juro que le arrancaré la piel.
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— Álzaga no tiene la inteligencia para ser un templario, es un comerciante con mucho dinero, una persona que se vende ante cualquier interés personal. — Es una persona que puede ser controlada por los templarios — dijo Rodrigo — Es un niño que no entiende. — Va a entenderlo pero cuando sea demasiado tarde — dijo Saavedra — Voy al patio a preparar a los Patricios, si una bala se dispara contra la autoridad del Virrey entonces debemos actuar.
Las puertas del fuerte se abrieron y salió el regimiento de Patricios empujando a los simpatizantes obligándolos a retroceder, detrás de la infantería entre tres empujaron diez cañones hasta la mitad de la plaza y los apuntaron al Cabildo. — No puedes hacer esto Saavedra — Gritó Álzaga. — No me dejas otra opción — Saavedra se encontraba con su sable levantado esperando que Liniers diera la orden pero se quedó mirando por el balcón, dio media vuelta y entró nuevamente al recinto. — Tu Virrey se rindió Saavedra, será mejor que tú también seas inteligente y lo hagas. — ¡Maldita sea! — Saavedra bajó levemente el sable y ordenó la retirada.
Los Patricios se marcharon al interior del fuerte mientras el resto de las personas que ahí se encontraban aplaudían y festejaban el triunfo mientras regresaban a sus casas ya que se había largado una tormenta.
— ¿Se puede saber qué haces? — preguntó Saavedra entrando al despacho de Liniers. — No puedo soportar que esta ciudad caiga en una guerra civil, es mejor dejarle lugar a alguien que gobierne mejor que yo. 110
— ¿Y crees que ese va a ser Álzaga? — Preguntó Saavedra — Si bien luchó contigo no le puedes dejarle el control de la ciudad porque sin quererlo dejará salir al gran maestre y al resto de los templarios. — Según la ley debo dejarle el mando al militar más antiguo del Virreinato. — Tú no te vas a ningún lado — Saavedra se molestó — Estuvimos luchando por esto y dejar a Álzaga en el poder es lo mismo que dejárselo a los templarios. — ¿Qué pretendes? — Nada más que esperes al próximo Virrey y luego vuelvas a dirigir la hermandad, ahí nuevamente desde las sombras trataremos de encontrar a los templarios antes que se vayan, por lo pronto sabemos que será en el puerto. — Lo voy a pensar — dijo Liniers — Voy a ir al Cabildo a hacerle una visita a Álzaga, él está esperando mi renuncia. — ¿Y qué le vas a decir? — No lo sé, lo pensaré en el camino del fuerte al Cabildo.
Liniers salió caminando junto a Rodrigo, Güemes, Saavedra y los hermanos Belgrano en dirección al Cabildo mientras era aplaudido por los vecinos que ahí se encontraban mientras otros gritaban para que no renuncie. Una vez en el Cabildo subieron al primer piso en donde se encontraba Álzaga con Moreno, Alberti, Belgrano y Castelli entre otros. — Me alegro que lo hayas pensado bien — dijo Álzaga — Esto va a ser un gran paso para todos los que queremos vivir libres en esta ciudad y en el mundo.
De pronto una piedra rompió el vidrio de la habitación, la multitud estaba luchando en la plaza entre los que apoyaban a Liniers y los que apoyaban a Álzaga. 111
— Maldita sea, debemos detener esto — dijo Saavedra mientras salía del cabildo para controlar la situación mientras veía a lo lejos como las milicias urbanas tomaban la plaza.
Todos los que ahí estaban fueron a refugiarse mientras disparos y piedrazos se estrellaban en el cabildo, en el recinto sólo quedaron Liniers y Álzaga. — ¿Esto es lo que quieres? — Preguntó Liniers — ¿Esta es la independencia a la que quieres llegar?
Álzaga se levantó de atrás del escritorio. — Acércate a la ventana y mira la plaza — dijo Liniers — dime lo que ves. — Esto es lo que tú creaste. — No, esto es lo que nosotros creamos — gritó Liniers — Mira a tu alrededor, Buenos Aires está formada por españoles pero en el futuro va a estar poblada por descendientes de españoles nacidos en esta tierra, aquí todos defendimos al Virreinato, incluso los que nacieron aquí que no tienen por qué pelear por un Rey que ni conocen.
Álzaga se quedó callado entendiendo lo que Liniers decía. — Buenos Aires no es una ciudad culta — Continuó Liniers — por ahora son un puñado de ignorantes con el fuego de la victoria en su corazón. Creen que le ganaron a los ingleses y merecen ser libres, pero la libertad se gana con sabiduría, no con fuerza. — ¡Ustedes los franceses no quitaron a su rey con sabiduría! — Al rey le cortaron la cabeza gente sin cerebro que luego comenzó a matar gente creyendo que con esa manera obtendrían la libertad. Lo mismo pasará aquí si no hacemos algo, el próximo gobierno podrá devorarse a sus héroes para cambiar la historia. — Eso no pasará aquí, esta gente es muy patriota.
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— Ese es tu error, no son patriotas, pelean por la tierra no por patriotismo sino porque no quieren que se la quiten. — Eres un militar oportunista — dijo Álzaga — Tienes tus actividades secretas que no se las quieres decir a nadie, no por nada controlas la aduana. — ¿Alguna vez puse una traba? — No, pero sé que estás buscando a algo o a alguien. En serio Liniers, las cosas serían más fáciles si me dices lo que sucede realmente. — Nada más quiero evitar que los traidores vuelvan a Europa — Dijo Liniers — Si lo hacen volverán con ideas revolucionarias o barcos de guerra. La única persona que deseo que venga es el próximo Virrey a quién le dejaré el mando como obedece la ley. — Vas a hacer que nos maten a ambos, aunque estemos en bandos opuestos — Dijo Álzaga. — Nosotros ya estamos muertos — dijo Liniers — gane quien gane hoy en la plaza ya estamos muertos.
Los patricios ocuparon la plaza venciendo al ejército de milicianos de Álzaga. — Los Patricios son parte del pueblo y como todo el pueblo debe obedecer al Virrey, sea quien sea. — Los milicianos son ciudadanos también que quieren más libertad, no te vas a atrever a dispararles — dijo Moreno mientras Castelli y Alberti se acercaban. — Álzaga, si eres inteligente vas a deponer a tus hombres de inmediato — dijo Liniers al ver que se podía agravar la situación — Ya este continente tendrá su momento de libertad, pero ni tu ni yo queremos que sea de esta manera. 113
Álzaga lo pensó un poco, se dio media vuelta se marchó del cabildo ante la vista de todos poniéndose junto a Moreno, Castelli y Alberti. — ¿Qué se supone que haces? — Gritó Moreno — No puedes hacer semejante cosa, estábamos muy cerca. — Parte de Buenos Aires está con Liniers, si a la ciudad le arrebatamos sus ideales entonces dividiremos a la población de una manera abrupta, los cambios deben hacerse despacio y no lo tenemos que hacer nosotros, los gobernantes, sino los ciudadanos. — Nosotros debemos tomar las decisiones más importantes — dijo Castelli — Somos los más capaces en este momento y… — El Alcalde de la ciudad sigo siendo yo, por lo menos hasta mañana — dijo Álzaga sin darle importancia a las palabras de ambos.
Saavedra entró al cabildo y se encontró con Liniers sentado en un sillón. — ¿Vamos a seguir con esto? — Sigamos hasta donde se pueda amigo — Liniers se puso de pie y acompañado por Saavedra salió al balcón del cabildo en donde fue aclamado por todos. “Viva Don Santiago de Liniers” — gritaba la multitud eufórica mientras el Virrey saludaba a todos.
Al día siguiente se dictó sentencia contra todos los rebeldes. — El Virreinato de la ciudad de Buenos Aires resuelve: desterrar a los líderes de esta oposición a la ciudad de Carmen de Patagones — Dijo Liniers acercándose a Álzaga para darle un formal saludo. — No te preocupes — le dijo en secreto — Tu amigo Elío sabe en dónde vas a estar y te llevará a Montevideo. — ¿Nos vamos a salvar de esta? — preguntó Álzaga. 114
— Eso ya no depende de nosotros — contestó Liniers.
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CAPITULO 9 La semana de mayo Durante seis meses Liniers utilizó como cuartel de la hermandad su despacho en el fuerte, se cuidaba de hablar alto y realizar reuniones a ciertas horas del día. Saavedra, quien hace bastante que cumplía el rol de Mentor de la hermandad, se siguió reuniendo secretamente en la jabonería de Vieytes pero le pedía siempre a Rodrigo que lo vaya a custodiar quedándose en el altillo escuchando todo para que esté atento a todo lo que sucedía ahí dentro en parte para demostrarle que nunca iba a traicionar a la hermandad y por otro lado para que Rodrigo le cuide la espalda, siempre le decía que salga mucho después que el último para saber qué dicen de él cuando está ausente.
30 de Julio de 1809 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Plaza de la Victoria La plaza de la Victoria se encontraba llena de gente ya que de un buque español fue enviado en nuevo Virrey del Río de la Plata. Era un hombre de mediana estatura llamado Baltasar Hidalgo de Cisneros. Desde el balcón del Cabildo se presentó ante toda la ciudad. — Ciudadanos, he venido a recomponer la erosionada autoridad del Virreinato. La relación entre los ciudadanos de Buenos Aires y la relación entre Buenos Aires y Montevideo serán mis objetivos para arreglar. De más está decir que se le dará indulto real a todos los desterrados a Carmen de Patagones a comienzos de este año.
La gente aplaudía pero muchos se encontraban cruzados de brazos ya que querían que Liniers continúe siendo la autoridad en la ciudad, después de todo él seguía siendo el héroe de la Reconquista. Pero en el interior del fuerte Liniers se encontraba mucho más relajado. 117
— Ahora que Cisneros es el nuevo Virrey voy a retirarme de una buena vez — dijo Liniers mientras se quitaba su característico uniforme azul oscuro — Ahora voy a hacerme cargo de la hermandad en Córdoba. — ¿Y qué vamos a hacer con la hermandad de Buenos Aires? — Aquí quedará a cargo Saavedra, en Alta Gracia cuidaré del artefacto junto al resto de la hermandad y volveré a tener una vida simple con mi nueva familia. — ¿No extrañará el bullicio de la ciudad? — se reía Rodrigo. — Ya estoy viejo y cansado Rodrigo — Por mí solo amarrado me sacarán de Alta Gracia, ya no quiero más guerra que con las perdices, patos y vizcachas. — ¿Algún consejo antes de irse? — Rodrigo se reía. — Tú siempre tuviste mucha intuición y los templarios van a aprovechar este momento para irse de una buena vez, así que vas a tener que ser los ojos de Saavedra en el puerto. — Que tenga suerte mentor — dijo Rodrigo — Y que al final pueda vivir tranquilo, en paz y con su familia. — Ya bien lo decía mi mentor Mirabeau: “El matrimonio es la escuela segura del orden, de la bondad, de la humanidad, que son cualidades mucho más necesarias que la instrucción y el talento”.
Liniers se marchó en la diligencia con rumbo a Alta Gracia con su esposa y sus hijos. Rodrigo entró al fuerte en donde se encontró con Güemes tosiendo y tomándose el pecho. — El aire de esta ciudad me está matando — dijo con un tono gangoso — Mucha humedad hace que me pique la nariz. — Si, no se te escucha bien.
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— Ahora que Liniers se fue Saavedra está a cargo, él sabe lo que hace, va a encontrar a los templarios antes que nadie — dijo Güemes. — Nosotros debemos seguir vigilando el puerto, ese gran maestre debe esperar cualquier oportunidad para escaparse a Europa. — Ya pasó mucho tiempo ¿Qué te hace pensar que aún sigue aquí? — La ciudad y las chacras aledañas no son una buena vía de escape, incluso la zona del retiro está bien custodiada. Créeme amigo, si el gran maestre o uno de sus seguidores quiere irse lo va a hacer por este puerto. — Si tú lo dices — dijo Güemes sonriendo mientras encendía un cigarrillo y suspiraba — No veo la hora de volver a mis pagos en el norte. El aire caliente y seco rozando mi rostro cuando cierro los ojos y al abrirlos los cerros de colores entre rocas y cardones. — Parece un lugar muy bonito. — Más bonito que esta ciudad seguro. — ¿Qué piensas de la independencia? — Yo no soy español, pero mi padre sí lo fue; y si bien pertenezco a la hermandad el bicho del patriotismo siempre está presente. Pero uno no tiene que ser un fanático sino una persona que busque lo mejor para su gente y lo aplique. A mí me gustaría que esta tierra esté libre del control de la monarquía de España, me gustaría que un descendiente de los Incas esté al mando, una persona fuerte de espíritu como lo fue Tupac Amaru. — ¿Conociste a Tupac Amaru? — No, cuando yo nací ya había muerto. Mi padre lo conoció, él era un gran asesino, no era diestro con las armas pero sin con su espíritu. Él fue mentor de una gran hermandad pero se dio cuenta que la hermandad no podía hacer nada para mantener la paz entre los españoles y los habitantes de este continente.
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— Y debemos reconocer que la monarquía fue muy salvaje con ellos — dijo Rodrigo — yo como español no lo puedo justificar, las matanzas de los incas es algo imperdonable. — Es por eso que aquí somos muy patriotas todos los nacidos en esta tierra tiene un odio contra el Rey de España. — Quizás ese sea el espíritu de los asesinos Sudamericanos — dijo Rodrigo — Un fuerte patriotismo capaz de dejar la hermandad por su tierra. — Pero no por ser un patriota debes abandonar la hermandad. Liniers fue muy inteligente y jugó a dos puntas, Saavedra también lo está haciendo, pero el que se volvió muy extremista es Manuel Belgrano; Liniers hizo lo imposible para que trabajara a favor de la hermandad pero él sigue muy fiel a sus principios. — Pero tiene una buena relación con Saavedra. — Sí, Saavedra está buscando la manera que se aleje de esos violentos que se hacen llamar “Patriotas” “la legión infernal” “los Chisperos” o como quieran llamarse. Pero dame un ejército, a un sólo ejército y yo les haré vivir un infierno a cualquiera que se nos ponga en el camino.
5 de Abril de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Jabonería de Vieytes Durante un año el gobierno de Cisneros comenzó a arreglar muchas cosas que Liniers por cuidar las salidas de la ciudad había descuidado. No obstante las reuniones por la independencia continuaron y el grupo de revolucionarios seguía reuniéndose y convocando personas de carácter y librepensadores. Estaban reunidos todos alrededor de la mesa: Moreno, Belgrano, Castelli, Saavedra, Alberti entre otros. Ya habían pasado varias charlas de como armar el gobierno mientras esperaban el momento de actuar. 120
— La junta cae en cualquier momento — dijo Castelli — Si es que no cayó aún y las noticias nos tardan en llegar. — No esperemos noticias de un barco español — dijo Moreno — Los ingleses son los que traen las noticias que queremos leer. — Si, lástima que los controles aduaneros estén tan trabados y lentos — dijo Alberti — Igualmente entiendo que la seguridad en este momento es necesaria, pero me parece totalmente absurdo. — No podemos esperar mucho, debemos actuar cuanto antes — dijo Belgrano. — Aún no es tiempo — dijo Saavedra — dejen que las brevas maduren y entonces las comeremos. — ¿Estás a favor de Cisneros? — preguntó Belgrano. — No, nada más digo que esperemos las noticias de Europa. — Esto es inaudito — dijo Castelli — La Junta de Sevilla va a caer, se los aseguro y en ese instante. — Vamos Saavedra — dijo Castelli — Necesitamos la opinión del Comandante de los Patricios, no queremos pensar lo que sería tomar el control del Virreinato y que nos comiencen a disparar. — ¿Estás con nosotros o no? — preguntó Alberti. — Déjenlo, no lo necesitamos — Interrumpió Moreno — No tenemos el aval del Comandante pero Manuel Belgrano, el Sargento Mayor. — ¿Crees que ellos van a obedecer a un Sargento Mayor y no al Coronel? — Saavedra se puso de pie y enfrentó a Moreno.
Rodrigo sacó sus hojas ocultas y se preparó para saltar a defenderlo. — No creo que el coronel del Regimiento de Patricios permita que haya una división en las fuerzas y se maten entre ellos. 121
Saavedra miraba a Belgrano para ver si levantaba la vista pero se quedó mirando hacia otro lado. — ¿Qué es lo que quieres Saavedra? — preguntó Moreno.
Saavedra miró hacia ambos lados, sabía que Rodrigo estaba en los techos de la jabonería, no quería iniciar un conflicto ni alejarse del grupo de revolucionarios. — Quiero la presidencia — dijo Saavedra poniéndose firme. — ¿Qué? — dijeron Castelli, Moreno y Belgrano juntos. — Quiero el cargo de Presidente de la Junta. — Debes estar bromeando. — Si quieren que los patricios obedezcan al cabildo contra cualquier fuerza exterior e interior deben nombrarme presidente. — Maldito hijo de puta — dijo Moreno — Yo soy el más capacitado para controlar la ciudad y el Virreinato. — Pero no creo que con tus conocimientos de abogacía puedas defender el fuerte — dijo Saavedra — ¿Qué dicen?
Luego de un silencio de varios segundos fueron aceptando uno a uno con bronca. Horas más tarde Saavedra se quedaba esperando que Rodrigo vuelva — No entiendo, todavía no encontramos a los Templarios, no puedes unirte a estos aires revolucionarios — dijo Rodrigo. — Yo más que nadie quiero encontrar a esos hijos de puta, pero no puedo permitir que una persona que no esté al tanto de nada se haga cargo de esta tierra. — Yo sé que estás a favor de la independencia — dijo Rodrigo — No tienes que ocultarlo delante mío. 122
— Sí que lo estoy, pero no quiero que sea tan rápido, al igual que Liniers creo que es mejor independizar a un pueblo culto que a un pueblo bárbaro, así que voy a seguir sus pasos. — ¿Vas a dejar que la hermandad se caiga para contribuir a la independencia del Virreinato? — No, voy a controlar ambas cosas — dijo Saavedra — No voy a irme hacia un lado como Liniers, y si la hermandad de Europa tiene problemas entonces que me lo venga a decir. Espero que me apoyes como mentor.
Rodrigo quedó dudando unos pocos segundos. — Soy un asesino como tú y también quiero a mi patria, pero nunca la voy a poner por encima de mis votos de la hermandad. Así que te seguiré como un asesino y cuando encontremos a los templarios me volveré a España. — Entonces tenemos los mismos intereses Rodrigo — Saavedra y Rodrigo se estrecharon las manos.
14 de Mayo de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Jabonería de Vieytes Rodrigo llegó cuanto antes y notó que Manuel Belgrano fue el primero en llegar. Estaba contento, más que otras veces, de a poco fue anocheciendo y fueron apareciendo los demás miembros de los revolucionarios; al juntarse día por medio ya se sabía los nombres de varios: Juan José Paso y un general anciano llamado Miguel de Azcuénaga, ambos no hablaban mucho sólo se disponían a escuchar. Cuando todos estaban reunidos Belgrano se pone de pie. — Miren lo que trajo el barco inglés Mistletoe — dijo arrojando una proclama sobre la mesa. El papel lo decía bien claro: “Cae la Junta de Sevilla” 123
— Esto es lo que estábamos esperando — dijo Castelli — Es nuestra oportunidad de ganar el poder. — Señores, no podemos dejarnos llevar por el fuego de la independencia que todos llevamos dentro — dijo Saavedra — debemos esperar. — ¿Qué esperar? — Preguntó Belgrano — Tenemos a French y a Berutti con la legión infernal a nuestro servicio. — Tenemos el fuego para encender los corazones de la gente — Dijo Moreno levantando la proclama — nada más debemos contarles la noticia a todos los partidarios de la independencia. — Señores por favor, debo mantener el orden en la ciudad — dijo Saavedra — No puedo permitir que haya una guerra civil entre los partidarios de la independencia y los que no. — Debemos superarlos en número — dijo Alberti — debemos comunicarle a todos que estamos a un paso de ser libres, especialmente a los chacareros de las afueras. — Los chacareros no saben leer ni escribir — dijo Saavedra — ¿Qué pueden saber ellos de la independencia? — Saavedra tiene razón — dijo Castelli interrumpiendo — él no puede aparecer públicamente al ser el comandante de los Patricios, pero nosotros sí y vamos a aprovecharlo cuando terminemos de organizarnos.
18 de mayo de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires Era casi la medianoche cuando los gritos de un grupo de personas comenzaron a alertar a la ciudad. — ¡Que Salga el Virrey! — Gritaban — ¡Que aparezca Cisneros! 124
Obviamente que los asesinos fueron alertados ya que se encontraban en el cuartel, así que salieron al balcón del fuerte y miraron hacia el Cabildo Un grupo de unas sesenta personas armadas con palos, antorchas y armas de fuego comenzaron a golpear la puerta del Cabildo exigiendo la presencia de Cisneros. — Ya empezaron — dijo Saavedra — Son Castelli y Moreno junto a French y Berutti. — ¿Esos son “La Legión Infernal”? — reía Güemes. — ¡Queremos Cabildo Abierto! — Gritó Castelli — Y lo queremos ahora. — No voy a dar cabildo abierto ni ahora ni nunca — dijo Cisneros. — Queremos Cabildo abierto — dijo Moreno — Nos corresponde como españoles y como criollos que habitamos esta tierra. — Con la autoridad del Rey y la Junta de… — Ya no existe el Rey ni la Junta de Sevilla — interrumpió Belgrano.
La gente comenzó a empujar al Virrey, Cisneros miró a donde deberían estar los patricios montando guardia pero no estaban. De pronto un arma le apuntó a la cara del Virrey quién se quedó quieto viendo toda su vida por delante de sus ojos. — Ya sé que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona — dijo Cisneros lleno de bronca — ¿Quieren su Cabildo abierto? Tendrán su Cabildo abierto, hagan lo que quieran.
22 de Mayo de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Plaza de la Victoria Las cuatrocientas cincuenta invitaciones fueron repartidas y se esperaba una multitud en el cabildo. Saavedra ordenó al resto de la hermandad a estar 125
atentos a cualquier movimiento sospechoso con respecto a los templarios, los Patricios se encargaban de la seguridad. Desde una terraza cercana al fuerte Rodrigo se encontraba con Fernando y Joaquín Belgrano. Estaban mirando a la gente dirigiéndose a la Plaza y eran detenidos por French y Berutti en la entrada. — Hijos de puta tendrían que ser — dijo Joaquín.
Los tres asesinos caminaron por las callejuelas cuando vieron a uno de los chisperos caminando hacia la plaza, estaba apurado pues estaba llegando tarde. Rodrigo, Fernando y Joaquín ocupaban toda la calle y el pobre hombre se vio obligado a pedirles permiso para pasar. En una rápida maniobra Rodrigo lo tomó de prepo empujándolo al interior de un zaguán de una casa. Joaquín cerró el portón mientras Fernando iba a pedirles disculpas al dueño de la casa. — ¿Qué están tramando? — preguntó Rodrigo. — ¿Quienes? — No seas estúpido — dijo Rodrigo acercándole la hoja oculta a la cara — Ustedes los chisperos están tramando algo y quiero que me lo digas porque de lo contrario el grupito de French y Beruti no van a contar con tu ayuda. — French nos dijo que si Belgrano levanta el pañuelo debíamos entrar a dispararles a todos aquellos que no tuviesen esta cinta roja en la solapa del saco. — Deben detener a Manuel — dijo Fernando — Si las cosas no salen como le quiere dará la señal y esto será una masacre.
Rodrigo y Joaquín salieron corriendo y evitaron acercarse a French y a Berutti porque ya no eran bien vistos entre ambos milicianos. Corrieron por la recova y se mezclaron en la multitud para ingresar al Cabildo, no fue una tarea complicada porque estaba colmado de gente. Una vez en el recinto principal vieron a Saavedra sentado en una mesa tratando de callar a la gente para hablar de a uno. 126
— ¡Señores por favor! dejen hablar al Obispo de la ciudad. — Los españoles que se encuentren en las américas deben tomar y asumir el poder y el control de ellas, sólo pasará a manos de los hijos del país cuando no haya un solo español en ellas.
La multitud allí presente comenzó a gritar y a abuchear al obispo — aunque quede un solo vocal de la Junta de Sevilla y arribase a nuestras playas deberemos recibirlo como a el soberano. — Tiene la palabra el doctor Castelli — Dijo Saavedra volviendo a callar a la gente. — Si el derecho de conquista pertenece al país conquistador, justo sería que España abandone la resistencia que hace a los franceses y se someta a Bonaparte — Gritó Castelli — Aquí no hay conquistados ni conquistadores, aquí hay españoles. Los españoles de España han perdido su tierra, los españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan y que no se preocupen, los americanos sabemos lo que queremos y adónde vamos.
Un aplauso hizo que el Obispo de Buenos Aires se retire del Cabildo a empujones. — Debemos formar una Junta provisoria de gobierno a nombre del señor don Fernando VII — Gritó Juan José Paso — y que ella proceda a invitar a los demás pueblos del virreinato a que concurran por sus representantes a la formación del gobierno permanente.
La gente comenzó a aplaudir y Cisneros se tomó la frente. — Quienes estén de acuerdo en deponer al Virrey levanten la mano — dijo Saavedra.
La mayoría de los presentes levantaron la mano. — Dónde está Manuel — dijo Joaquín. — Ahí está — Rodrigo vio a Belgrano con la mano en el bolsillo. 127
Rodrigo se abalanzó sobre él entre toda la multitud que estaba gritando, levantando las manos y aplaudiendo. — ¿Qué estás por hacer? — Rodrigo le sostuvo la mano. — ¿Qué haces tú aquí? — Dijo Manuel. — Vinimos a detener una masacre.
De entre la multitud salieron Joaquín y Francisco y lo sacaron del recinto sin que nadie se diera cuenta y se lo llevaron al patio trasero del cabildo. — ¿Pero qué hacen? Debo detener esto — dijo Manuel intentando zafarse — De lo contrario no habrá oportunidad de independizarse del yugo español. — Pero vas a iniciar una matanza, van a morir decenas de personas — dijo Francisco. — No me importa, debo hacerlo.
Joaquín le dio un golpe en la cara a Manuel y se sacó el pañuelo del bolsillo. Manuel quedó tirado en el suelo sentado contra la pared. — Eres un estúpido si crees que generando violencia vas a llegar a la independencia — le gritó Joaquín — Eso no te lo enseñó ni la hermandad ni nuestro padre. — La hermandad debería ayudar al proceso de la independencia — dijo Manuel — Es la única forma de ser libres. — La libertad es algo que se gana por ser más inteligentes, no por ser más violentos — Dijo Rodrigo — Cuando la sociedad esté lista y si se dan las cosas el Rey va a quitar su autoridad de las colonias. — Este es el momento — dijo Manuel — Si dejamos que estos inútiles conformen una junta va a ser lo mismo que nada y todo estará perdido. Nadie me separará de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada. Deberías pensar cómo Saavedra, él sí que 128
sabe caminar entre las obligaciones de la hermandad y de su patria. Ya no estamos para juntarnos en los sótanos de iglesia buscando la forma de asesinar templarios y contar las historias de Ezio Auditore que tienen ya cuatrocientos años. — Hermano, los templarios quieren aprovechar este momento para escaparse. Tenemos a un gran maestre oculto en la ciudad y … — Nada más te pedimos que pase lo que pase hagas como Saavedra y nos ayudes con los templarios — Rodrigo interrumpió a Francisco — fuiste uno de nosotros y aunque quieras defender tus ideales tú sabes lo que nuestra lucha significa.
Belgrano tomó la mano de Rodrigo y se levantó; dio media vuelta y salió del patio trasero del Cabildo. — ¿Por qué lo dejaste ir? — Preguntó Joaquín. — Los cambios son inevitables a esta altura — dijo Rodrigo — Ya lo escuchamos en el recinto del Cabildo y en la boca de Saavedra y Manuel. La hermandad debe sostenerse de algo porque se viene un cimbronazo, nada más espero que no sea como París.
24 de Mayo de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Fuerte San Miguel de Buenos Aires Saavedra cruzó las paredes del fuerte y entró al cuartel de la hermandad decepcionado. — ¿Qué pasó? — Preguntó Güemes. — Crearon una Junta presidida por el mismo Cisneros. — ¿Qué? — Rodrigo no pudo evitar sonreír por las vueltas que daban — ¿Pero no lo habían quitado del cargo? 129
— Esto no va a tener un buen final — Saavedra se sentó y se tomó la cabeza — Manuel se molestó mucho con todos hasta llegó a amenazar al mismo Cisneros. — ¿No es mejor dejar todo cómo está? — Dijo Rodrigo — Por ahí no es el tiempo aún. — El mes pasado podría decir que sí, pero ahora los partidarios de la creación de una junta y de deponer a Cisneros de cualquier cargo son mayoría. — No estoy de acuerdo — dijo Rodrigo — Una junta independiente de la monarquía va a hacer que los templarios escapen. — Pase lo que pase necesitamos estar atentos, mañana podría ser un día clave para eso, debemos actuar con precaución. — Saavedra tiene razón — dijo Manuel entrando al recinto — Los documentos de los espías de los patricios indican que el gran maestro sigue en la ciudad. — ¡Manuel! — Exclamó Joaquín — Me alegra que hayas vuelto. — No volví, solamente los ayudo porque por primera vez con Saavedra tenemos intereses similares, después de todo ustedes necesitan que caiga el Virreinato para dar con los templarios. — No es así — interrumpió Rodrigo — Nosotros no queremos que el Virreinato caiga para dar con ellos antes que puedan pensar cómo salir. — Típico pensamiento español — reía Manuel — No te preocupes, cuando seamos gobierno vamos a seguir jurándole lealtad a Fernando VII. — ¿Qué? — Sinceramente no creemos que Napoleón sea derrotado — dijo Manuel — Además jurar lealtad a un rey inexistente y no a una junta de Sevilla levantará a todos aquellos que quieran ser independientes. 130
— ¿Y qué harán con los británicos? — Preguntó Rodrigo — ¿Ahora que se aliaron a contra los franceses los van a dejar entrar a la ciudad?
Saavedra le indicó a Rodrigo que se calmara. — Afuera del fuerte se encuentra Castelli y te está esperando para ir a hablar con Cisneros y hacerlo renunciar a la junta, yo no voy porque ya hice demasiado.
Saavedra se marchó y volvió sólo cuarenta minutos después. — ¿Y? ¿Qué dijo el Presidente de la Junta? — Cisneros ha renunciado, mañana hay nuevamente Cabildo Abierto.
25 de Mayo de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata Plaza de la Victoria Durante la mañana toda la hermandad cumplía con las órdenes de Saavedra quién estaba ocupado en el cabildo esperando a los demás Joaquín y Francisco estaban en el medio de la plaza y Güemes se encontraba en el puerto con órdenes que ningún barco salga durante el Cabildo Abierto. Rodrigo se encontraba oculto en el fuerte mirando la plaza desde lo alto cuando vio que Castelli, acompañado de Alberti y Moreno salían de una casa al costado de la recova. Extrañado que hayan hecho una reunión ellos tres solos sin Saavedra ni Belgrano le llamó la atención, así que descendió por las paredes del fuerte y corrió por los tejados hasta llegar a la casona. Entrar fue fácil ya que descubrió una de las ventanas superiores mal cerradas. La casa era enorme y los pisos superiores eran de madera así que debía caminar lentamente para evitar que estos crujieran. Se aseguró que nadie se encontrara en los pisos superiores y bajó la escalera lentamente cuando escuchó ruidos en el vestíbulo, sin desesperarse entró a la cocina y en la despensa estaba la puerta del sótano abierta. Al notar que alguien se acercaba escondió en el sótano de la casa, aprovechando la oscuridad pudo moverse lentamente y se ocultó debajo de la escalera. Se sorprendió cuando 131
el hombre se molestó en un claro acento británico y cerró la tapa del sótano tratándola con un candado. Rodrigo había quedado encerrado, debía escapar y averiguar quién era ese hombre y que relación tenía con Castelli, Alberti y Moreno. Para ser una despensa había mucho espacio, normalmente una despensa estaría llena de quesos, vinos y chorizos. Pudo divisar un farol y lo encendió. Vio una mesa, sobre ella había una espada y una caja de madera con un soporte para contener anillos. — ¡No puede ser! — exclamó en voz alta al alumbrar la pared y ver las túnicas negras, las mismas que tenían los que defendieron al maestro templario durante la defensa de la ciudad — Los tuve siempre delante de mi nariz, debo detenerlos cuanto antes.
Rodrigo no podía subir las escaleras y tenía que encontrar otra salida, comenzó a alumbrar por las paredes, siempre las casonas viejas tenían varias entradas para escapar o para que el aire circulara. Encontró una pequeña abertura en la parte inferior de la pared, no sabía a donde llevaba pero debía escapar cuanto antes. El túnel era incómodo, debía arrastrarse con ayuda de los hombros para abrirse camino empujando tierra húmeda, luego de treinta metros llegó a una catacumba más grande, afuera estaba lloviendo, lo que hacía que desde varios sectores del techo de la caverna goteaban incluso chorros de agua erosionaba las paredes. A medida que se acercaba a respiraderos de los sótanos de las casas el barro bajo sus pies se hacía más blando y se hundía hasta los tobillos pero sabía hacia donde estaba yendo, la catedral debía tener unas catacumbas de piedra y de ahí iba a ser más fácil llegar a la superficie. Recorrió los túneles y terminó saliendo en un costado de la catedral de Buenos Aires todo embarrado, afuera el cielo estaba gris y una leve lluvia no detuvo a toda la gente que se encontraba en la plaza, ya habían visto a todas las personas más influyentes de la ciudad entrar y estaban esperando respuestas ante e l grito “¡El Pueblo quiere saber de qué se trata!” Se acercó a la casa y la puerta estaba abierta, caminó por el vestíbulo buscando al británico y no encontró a nadie, había escapado. — ¡No puede ser! — exclamó Rodrigo al escuchar a los ciudadanos de la plaza gritar y aplaudir con más fuerza. 132
Corrió hacia la plaza y eludió a empujones a los chisperos que estaban cuidando que nadie se acercara al Cabildo pero cuando estaba llegando vio cómo se abría la puerta central del balcón del cabildo y comenzaban a salir los integrantes de los triunfadores de la Revolución de mayo. Ante los aplausos de la multitud estaba toda la Primera Junta en el balcón saludando: Saavedra y Belgrano se encontraban por detrás; a los lados Miguel de Azcuénaga y Juan José paso, y en los extremos Juan Larrea y Domingo Matheu; pero delante Moreno, Alberti y Castelli sonreían ante todos.
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CAPITULO 10 Cabeza de Tigre 25 de mayo de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires
Los integrantes de la Primera Junta entraron al Cabildo luego de saludar a la gente en la plaza. Desde dentro se podía escuchar a la gente festejar y aplaudir sin parar. — Muy bien señor Presidente — dijo Moreno — Debemos comenzar ya con la organización de esta Junta en vistas a una independencia de Fernando VII. — Querrá decir José Bonaparte — dijo Belgrano. — La Junta debe obedecer a Fernando VII, pues dudo que este triunfe contra el gran emperador Napoleón, sólo así obtendremos la independencia. — Esperemos hasta mañana — dijo Saavedra — Hoy es un día de celebración para todos los habitantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, nos merecemos una fiesta para recordar este momento histórico. — Pero debemos abrir los puertos, liberar la aduana de… — Alberti se molestaba con Saavedra. — Yo estoy cansado, ayer dormí mal y la verdad que quiero estar festejando con mi gente.
Todos se miraron extrañados y molestos. 135
— Está bien — dijo Moreno — Pero mañana a primera hora nos ocuparemos de la aduana, esto traerá mucho dinero a las arcas del cabildo y felicidad en la gente.
Todos se marcharon menos Saavedra que quedó sólo en la habitación. — ¡Son templarios! — Dijo Rodrigo entrando por la ventana — Moreno, Castelli y Alberti, los tres estaban junto al Gran maestre en el momento de la defensa de la Ciudad. — ¿Estás seguro de lo que dices? — Si, salieron de una casa en donde vivían junto al gran maestre, tenían las túnicas y todos sus artículos de sus ceremonias. — Esto complica mucho las cosas — dijo Saavedra. —”Complica mucho las cosas” — dijo Rodrigo — ¡Esto va a permitir que el Gran Maestre escape! — Como presidente de la Junta voy a mantener los bloqueos en el puerto, pero no podemos asesinar a los tres templarios, son intocables. — ¿Desde cuándo ponemos los intereses de la sociedad sobre los de la hermandad? — Desde que la muerte de esos tres hombres condicionen una guerra civil — dijo Saavedra — Son muy influyentes y en esta ciudad la cantidad de personas que prefieren seguir bajo el dominio español son tantas como los que quieren ser una nación libre; por lo tanto te recomiendo que sigas de cerca las reuniones de la junta, necesito que seas los ojos en mi espalda. — Vas a necesitar mucha fuerza para negarte a lo que los templarios digan, ya los oíste, lo primero que harán será desbloquear el puerto. 136
— Eso es lo que voy a impedir — dijo Saavedra — Los hermanos de Manuel Belgrano están controlando el puerto mientras que Güemes está en el fuerte. — Parece que todo va a salir mal — dijo Rodrigo cabizbajo — La hermandad está dispersa, desde que nos enteramos del Gran Maestre se siente que estuvimos perdiendo poder. — No te preocupes, yo estoy aquí a cargo de todo, nada más tengo que hacer valer la autoridad sobre Moreno, Castelli y Alberti; tú y Belgrano me están ayudando: tú estás a mis espaldas y Manuel Belgrano se encuentra ayudándome a controlar a Moreno, ese hombre es muy hábil con su inteligencia.
Rodrigo salió caminando molesto en dirección al fuerte, llovía a cántaros y fue a refugiarse a la recova. — Primero Liniers, después Saavedra, tal parece que te has quedado solo. — ¿Quién anda ahí? — preguntó Rodrigo sacando su arma. — Liniers tenía razón — dijo una persona acercándose — No estábamos listos para esto. Pensamos en una tierra de gente importante, incluso más importante que Fernando VII, en una nación fuerte en donde todos nos tratemos de “vos” como a un monarca, pero Liniers sabía que no estábamos listos para ser libres. — ¿Álzaga? — Rodrigo vio a un Martín de Álzaga totalmente cambiado, muy desaliñado, con barba de unas cuantas semanas. — Mis espías detectaron una carta de Cisneros para Liniers con el objeto de iniciar una contrarrevolución. — No creo que Liniers acepte, ya está retirado y... 137
— ¿No entiendes? Si la junta se entera de esto lo va a ir a asesinar a él y a todos los que se le unan. — ¿Asesinar? — Rodrigo, no entiendes a esta gente — dijo Álzaga — Son las mismas bestias ignorantes que vienen con las ideas de Francia, quieren hacer su historia y destruir la que existió, quieren que en los libros de historia del futuro diga en el capítulo uno que el hombre creó el fuego y en el dos la “Revolución de Mayo” — Ahora estás del lado de Liniers — Dijo Rodrigo — ¿Que te hizo cambiar de opinión? — Nunca cambié de opinión, él era mi adversario, no mi enemigo; teníamos formas distintas de ver la política, pero los dos juntos reconquistamos esta ciudad y luego la defendimos. Yo creía que estábamos listos para ser independientes pero me equivoqué, ahora tenemos a un grupo de títeres y a un grupo de ovejas. Estos locos nos van a hacer pelear entre nosotros para tener el control total.
Los días pasaron y las molestias entre Moreno y Saavedra se hicieron notar. Moreno quería impulsar cambios muy abruptos pero Saavedra era más conservador y por ende no quería dejar el control del puerto. Cada idea que Moreno o Castelli planteaban era rebatida por Belgrano y apoyada por Saavedra quién se encontraba más tranquilo al tener a Rodrigo presenciando en secreto las sesiones. Pasaron varios meses hasta que los cambios se hicieron notar. Una mañana Saavedra estaba en el despacho con el resto de la Junta menos Manuel Belgrano. Compartían un café entre el resto de los integrantes de la Junta. — Creo que ya es tiempo de tratar cuanto antes la abertura del puerto y el control de la aduana — dijo Moreno — Es necesario activar el 138
comercio con otras naciones y obviamente permitir el libre tránsito de los barcos extranjeros. — Eso lo veremos a su tiempo — dijo Saavedra — Debemos ser prudentes con eso. — ¡Vamos Saavedra! — Dijo Alberti — La Junta necesita a la aduana funcionando un ciento por ciento, no un diez como está ahora. — Igualmente hay otro tema a tratar urgente — interrumpió Castelli — Vamos a formar un ejército para comenzar a expulsar a los realistas de las Provincias Unidas, debemos formar el Ejército del Norte y tomar Córdoba. — ¡Vamos! — Dijo Saavedra — Córdoba se la gana con diplomacia, luego de la victoria en Buenos Aires… — La idea es llegar hasta el Alto Perú — dijo Castelli — Pasando por Tucumán y Salta. — Córdoba, Tucumán, Salta — Ironizó Saavedra — ¿Ahora realiza planos y estrategias militares? ¿Qué está buscando señor Castelli? — La independencia total de la Patria, el Obispo de Buenos Aires dijo que debíamos reconocer a cualquier español como monarca, bueno, entonces yo quiero sacar a todos los españoles. — Me parece correcto, empiece entonces con Matheu y Larrea que los tiene aquí enfrente. — Córdoba será el primer objetivo del Ejército del Norte — dijo Castelli entregando un papel con sangre. — ¿Qué es eso? — preguntó Saavedra.
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— Esto es una nota que iba a llegar a Córdoba en donde se encuentra tu amigo Liniers, al parecer el antiguo Virrey se está preparando para atacar Buenos Aires. — Eso es imposible — dijo Saavedra — Déjenme hablar con él antes de hacer cualquier cosa, estoy seguro que se puede arreglar las cosas de manera más pacífica. — No señor Saavedra — dijo Castelli — Liniers es un militar con experiencia y tiene mucho apoyo en la ciudad y en toda esta región. — Con más razón todavía debo hablar con él, la Junta no debe iniciar maniobras bélicas en donde se pueda evitar. — Debemos asesinar a Liniers — dijo Alberti — La sola existencia de esa persona divide a la población, sus actos heroicos pasados hacen que una gran parte de los habitantes lo apoye y en este momento toda la ciudad debe apoyar a la Junta. — Además no hay tiempo — dijo Moreno — Nuestros contactos en Córdoba dicen que desde el Alto Perú enviaron ejércitos para ayudar a Liniers. Esto es inaudito, se están armando a nuestras espaldas. — ¿Usted está dispuesto a asesinar a Liniers Señor Alberti? — Preguntó Saavedra. — Mi investidura no me lo permite, pero de poder hacerlo lo haría. A él no le temblaría el pulso si nos tuviese enfrente. — Alberti tiene razón — dijo Castelli — Voy a extender la proclama para la formación del Ejército del Norte y el ataque contra Córdoba. — Lo vamos a debatir cuando venga el señor Belgrano — dijo Saavedra.
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— Imposible, Manuel Belgrano está preparando un ejército para reafirmar la soberanía de la Junta en la Provincia de Paraguay. — ¿Quién ordenó semejante cosa? — preguntó Saavedra molesto. — No debemos perder tiempo — dijo Moreno — Debemos tomar control de la región antes que los realistas. — Pero una expedición al Paraguay es un suicidio — dijo Saavedra — Esa zona está llena de pestes y Asunción es un bastión casi inconquistable. — Manuel Belgrano sabe lo que hace — dijo Moreno — Por lo pronto debemos centrarnos en Córdoba. — Entonces sin la opinión de Belgrano la decisión de la Junta está dividida — dijo Saavedra. — Realmente no podemos hacer que cada uno exprese sus opiniones — dijo Moreno — Esta junta tiene que hablar por sí misma, así que las decisiones deben ser unánimes. — Entonces como presidente ordeno que Don Santiago de Liniers sea traído a Buenos Aires para un justo enjuiciamiento.
Moreno y Alberti se miraron molestos pero cuando el primero quiso levantar el dedo para protestar Castelli lo detuvo. — Cómo usted lo desee presidente.
Los miembros de la Junta se marcharon y Rodrigo esperó a que Saavedra se quedara solo en el recinto. — ¿Esta es la autoridad que tienes? — Se molestó Rodrigo. — ¡Silencio! — Gritó Saavedra molesto — Ve a Córdoba, alerta a Liniers y preocúpense del artefacto. 141
— Está bien, lo haré. Pero tú asegúrate que el puerto siga custodiado o todo estará perdido. — No puedo creer como dicen que van a matar a Liniers y tú no haces nada. — Está todo bajo control, Liniers en la ciudad es fuerte, cuando lo traigan aquí lo absolveré porque la misma gente lo va a pedir. Recuerda que él es el héroe de la Reconquista y la defensa. — ¿Y qué harás con los dos ejércitos que se formaron? — Belgrano sabe lo que hace y no tengo dudas que sabrá tomar las medidas necesarias. Voy a hablar con Güemes para que se adelante al Ejército del Norte con la excusa de ayudar a su llegada. — Además ya no puede más con su enfermedad — aclaró Rodrigo. — Tú quédate custodiando el puerto y presenciando oculto las reuniones de la junta y no te preocupes de Liniers.
Desconfiando Rodrigo abandonó el Cabildo pero en vez de dirigirse al fuerte en donde dormía normalmente se fue a Santo Domingo. Las catacumbas estaban muy deterioradas y el viejo cuartel de la hermandad totalmente abandonado. Armó la mesa y pasó la mano por la pared limpiando las telarañas dejando ver el escudo de la hermandad dibujado en el muro, puso un poco habitable el lugar y tomando una cobija llena de excremento de rata se acostó en el suelo. 28 de Julio de 1810 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Convento de Santo Domingo — ¡Maldita sea Catalán de porquería! — un baldazo de agua seguido de una patada lo despertó — ¡Son las once de la mañana y sigues 142
durmiendo! menos mal que los monjes de Santo Domingo no hacen votos de silencio porque de lo contrario ponía un mármol con tu epitafio. Rodrigo se levantó rápido y pudo ver a Álzaga muy molesto. — Lávate la cara, despiértate y vete — Álzaga le tiró una bolsa llena de raciones — el ejército del Norte se puso en Marcha. — Pero el ejército del Norte no está constituido aún. — Eso debes decírselo a Castelli y a French que se marcharon a Córdoba ayer por la noche. — ¡Maldita sea! — Rodrigo se comenzó a vestir — ¿Cuánta gente llevaron? — Sólo ellos tres. — ¿Ellos tres contra las fuerzas que Liniers pueda tener en Córdoba? — Mis espías me comentaron que se están organizando milicianos en los caminos, te aseguro que van a llegar con un ejército mediano y mucho antes que ti. Y no quiero pensar si tienen espías entre las filas de Liniers, hay muchos partidarios a la Junta en Córdoba y Tucumán. — Voy al fuerte a buscar un caballo y… — Te recomiendo que no vuelvas al fuerte, escápate de la ciudad sin ser visto. En un par de horas sale una carreta hacia Corrientes para abastecer a Belgrano. Obligué a la carreta a parar aquí para tomar un barril de vino de los monjes, el barril va a estar vacío para que puedas esconderte, cuando lo creas prudente sal y róbate uno de los caballos que voy a poner de más. — Debo hablar con Saavedra antes y… 143
— No debes hablar con nadie, no debes perder tiempo — Álzaga tomó de la solapa a Rodrigo — La vida de Liniers depende de lo rápido que salgas, ya te sacaron más de medio día de viaje. — Está bien, todo sea por Liniers — Rodrigo se sacó el saco pues le iba a estorbar para meterse dentro del ajustado barril. — Ahora voy a poner la tapa levemente para que puedas salir. — Le hablaré a Linier de esto — dijo Rodrigo — ¿No corres peligro aquí? — Siempre corro peligro, pero mis pequeños espías y milicianos españoles me protegen y me mantienen informado. Espero que llegues a Córdoba en menos de un mes.
Álzaga ordenó a los monjes cargar el barril que luego de cruzar las puertas del convento fueron ayudados por los mercaderes. Lentamente la carreta comenzaba a viajar hacia el norte. Varios días después del viaje Rodrigo esperó al anochecer para salir de la carreta y robar un caballo sin que los mercaderes se dieran cuenta, no sabía en dónde estaba nada más cabalgó hacia el Oeste buscando algún poblado, posta o viajero para saber en dónde estaba. Por la mañana llegó a una posta de carretas en donde, además de enterarse que se encontraba a varios días de Córdoba, escuchó que hablaban de que un vocal de la Junta acompañaba al ejército del Norte. Así que más confiado continuó su marcha sabiendo que en unos días llegaría a su destino, temía por la vida de Liniers y luego por la hermandad y el artefacto. 20 de Agosto de 1810 Ciudad de Córdoba, Provincias Unidas del Río de la Plata 144
Afueras de la Ciudad
Llegó a Córdoba y se encontró con la ciudad controlada por la Junta, no quería acercarse ni mucho menos preguntar nada. Resolvió ir a Alta Gracia a los cuarteles de la hermandad que tanto le había hablado Liniers pero se topó con un pequeño campamento dentro de una arboleda, dejó el caballo y se acercó lentamente aprovechando que sólo había un general y un grupo de prisioneros arrodillados con los ojos vendados y las manos atadas atrás de la espalda. Rodrigo subió uno de los árboles y pudo ver desde arriba al general de la Junta apuntándole a los demás con un arma. — ¡Debieron pensar dos veces antes que meterse con la Junta! — Gritaba — Nada más necesito una orden para disparar, así que sus vidas se encuentran en las manos del Señor Castelli.
Rodrigo saltó desde donde se encontraba para clavarle su hoja oculta al genera en el hombro donde tenía el arma dejándolo desarmado e indefenso. — ¿Dónde está Liniers? — Maldito realista — dijo el general sonriendo — Llegaste tarde, la patria ha triunfado. — Se lo han llevado junto a los otros comandantes de la Contrarrevolución para ser enjuiciados en Buenos Aires — dijo uno de los prisioneros. — ¿Hace cuánto sucedió esto? — Hace un día señor.
Rodrigo se sintió aliviado que las órdenes de Saavedra se estaban cumpliendo a la perfección. 145
— No va a llegar a Buenos Aires ni él ni el resto de los generales de la contrarrevolución — dijo el general sonriendo mientras le salía sangre de la boca — Lo están llevando al campamento de la Junta en donde van a fusilarlos por traidores a la patria — se reía el general mientras comenzaba a temblar. — ¿Dónde está el campamento? — gritó Rodrigo sacudiéndolo.
El general sonreía desangrándose en el suelo. — En Cabeza de Tigre — dijo el prisionero señalando hacia el este — Una pequeña posta cerca del Cerro de los Papagayos.
Rodrigo liberó al prisionero para que siga liberando a los demás y se subió al primer caballo ensillado que tenía al alcance y salió hacia el lugar indicado, esperando no llegar tarde. 26 de Agosto de 1810 Cabeza de Tigre, Provincias Unidas del Río de la Plata Monte Papagayos
Liniers iba atado junto al resto de los generales de la contrarrevolución, Rodrigo los seguía desde lejos desde las copas de los árboles. — Lo felicito señor Castelli, usted está a punto de fusilar a uno de los héroes de la reconquista. — Usted no es nada más que un traidor a la Junta. — ¿La Junta? — Reía Liniers — ¿Cuánto va a durar ese juego? ¿Días? ¿Horas? — Serán días y horas de justicia e igualdad — Interrumpió French. 146
— Yo sólo veo sangre y persecución, y a su amigo Moreno que trajo lo peor de Francia y trató de replicarlo aquí. — ¡Preparen! — Gritó French — ¡Apunten! ¡Fuego!
Los disparos resonaron en todo el silencio de la pradera y todos cayeron muertos menos Liniers quien nunca sacó los ojos de encima de los tiradores, ninguna bala le había impactado. Rodrigo creyó lo peor hasta que vio a su mentor de pie delante de todos. — Don Santiago de Liniers, la misericordia de la junta lo dejó vivo por una sola razón — dijo Castelli — Al parecer alguien sustrajo algo de las arcas del Cabildo, algo que le pertenecía al pueblo por derecho. — No sé a lo que se refiere señor Castelli — dijo Liniers — Por lo que a mí respecta ustedes se quedaron con el Cabildo entero, si no encontraron nada fue porque se la obsequiaron a los británicos. — No se haga el estúpido, nosotros…
Una granada de humo chocó en el suelo entre Liniers y Castelli formando una densa nube. Rodrigo cayó desde un árbol y desató a Liniers. — Vámonos Liniers — dijo Rodrigo — El viento disipará el humo en cualquier momento. — No Rodrigo, si nos vamos seremos blanco fácil, además estaríamos desperdiciando este momento de acabar con la Junta. — Tiene razón mentor — dijo Rodrigo quedándose al lado de Liniers. — Pero vean a quien tenemos aquí — dijo Castelli — ¡Así que nos seguiste! Pero nos ahorraste el trabajo de asesinarte en la ciudad. 147
— Tenga cuidado señor Castelli — dijo Liniers — Porque no sabe con quién se está metiendo.
Liniers y Rodrigo corrieron hacia los tres hombres que comenzaron a cargar sus armas rápidamente y apenas trabaron el proyectil disparaban casi sin apuntar. Algunos proyectiles impactaron en el cuerpo de ambos asesinos mientras avanzaban y otros simplemente daban en el suelo levantando la tierra. Rodrigo trastabilló por un impacto en el pecho pero Liniers siguió, el objetivo era Castelli quien volvió a cargar el arma cuando tenía a Liniers demasiado cerca pero el Asesino lo notó y antes de caer blandió su hoja oculta para cortarle el cuello pero al estar lejos sólo le cortó la punta de la lengua en el momento que Castelli disparó dejando a Liniers en el suelo. Liniers quedó agonizando en el suelo cuando French corrió hacia él. — ¡Viva la patria canejo! — gritó disparándole a Liniers en el pecho a quemarropa. — ¡No! — gritó Rodrigo arrodillado en el suelo tomándose la herida del pecho. — Creí que ibas a ser mucho más inteligente — Dijo Castelli balbuceando con un pañuelo en la boca mientras se acercaba a Rodrigo y con su bota lo empujó hacia atrás dejándolo boca arriba — Vas a morir desangrándote junto a tu mentor — Castelli balbuceaba — ni siquiera le vamos a dar el honor de morir de forma rápida. — Vámonos señor Castelli — dijo French — Está perdiendo demasiada sangre, el que se va desangrar va a ser usted.
El campo quedó en silencio mientras los hombres se marcharon caminando hacia el campamento. Veinte minutos después Rodrigo tuvo fuerzas para levantarse. 148
— ¡Esto no puede terminar así! — dijo Rodrigo arrastrándose hasta el cuerpo de Liniers al que veía desde lejos agonizante. — Ayúdame a ponerme de pie — dijo Liniers agonizando. — Debemos ir a la posta que pasamos o algún poblado para … — Necesito descansar Rodrigo — dijo Liniers — Ayúdame a sentarme en ese tronco.
Rodrigo levantó a Liniers y ambos caminaron como pudieron y se sentaron a descansar. — ¡Mira esta tierra verde y hermosa! — Suspiraba Liniers mirando el horizonte verde con árboles bañados por los rayos del sol — ¿Quién iba a pensar que en mi vida iba a luchar en para tres territorios y que este último iba a ser el que más iba a amar? — Debemos pararnos y seguir — dijo Rodrigo preocupado tomándose el costado del cuerpo — Debemos buscar la manera de regresar a Alta Gracia ahí vamos a estar bien, la hermandad nos curará nuestras heridas. — Si, tienes razón, pero déjame descansar, estoy muy cansado para caminar aún — Liniers miró a lo lejos llevándose una mano a la frente — En estos momentos me hubiese gustado haber aprovechado más la vida para conocer esta tierra un poco más. — Listo, nos vamos ya — Rodrigo sabía lo que Liniers se proponía pero no quería aceptarlo. — No te molestes Rodrigo, yo estoy muerto — Liniers comenzó a temblar — Lo único que lamento es no haber podido hacer resurgir la hermandad pérdida del Alto Perú, por suerte Alta Gracia está segura. 149
Liniers se desplomó y ambos cayeron al suelo, Rodrigo también había perdido mucha sangre y ninguno se podía mover. Liniers murió mirando el cielo y Rodrigo lentamente perdió el conocimiento. Horas después sintió que su cuerpo era movido pero no podía hacer nada, no tenía fuerzas para hablar de a poco pudo ver a las personas que lo llevaban. No sabía cuánto tiempo había pasado pero veía a varias personas cuidando de él, sentía que le vendaban las heridas y le quitaban los perdigones que quedaron incrustados en su piel. Recuerdos le vinieron a la mente, desde el momento en que Mirabeau lo puso bajo la tutela de Liniers hasta la muerte del mismo hace unas horas. Desde la muerte de su amigo Fernando hasta su encuentro con el Gran Maestre en Buenos Aires. Había pasado mucho tiempo pero para él fue un abrir y cerrar de ojos. — ¿Estás bien amigo? — Dijo una voz trayéndolo nuevamente a la realidad — Recibiste muchas heridas, pero eres una de las personas más resistentes que conocí en mi vida. — ¿Quién eres? — Rodrigo no podía ver bien con claridad. — Soy Juan Bautista ¿Te acuerdas de mí? nos conocimos en Cadiz. — ¿Tú? — Rodrigo — ¿Qué haces aquí? — Vine a devolverle a esta tierra lo que le quité, es algo que debo hacer para pagar mis errores del pasado.
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CAPITULO 11 La Ruptura de la Junta 20 de Septiembre de 1810 Alta Gracia, Provincias Unidas del Río de la Plata Estancia Alta Gracia
Había pasado un mes desde la muerte de Liniers, la hermandad había mandado a retirar todos los cuerpos del monte de los papagayos y fueron llevados a Alta Gracia. El único sobreviviente fue Rodrigo quien aún estaba postrado en una cama, tenía varios disparos en el pecho y uno bastante importante en la rodilla izquierda. Siempre, en su inconsciencia, repetía “Deben proteger el artefacto”. Luego de un mes pudo sentarse en la cama y ser visitado por Juan Bautista. — Veo que adquiriste un poco de movilidad — se reía Juan Bautista — los médicos dicen que te vas a poner bien, pero vas a tener una larga recuperación. — ¡El artefacto! — dijo Rodrigo intentando ponerse de pie. — El artefacto siempre estuvo a salvo, Liniers fue inteligente en escapar hacia el norte para despistar a las tropas de Castelli, La Junta cree que se llevó el artefacto hacia el norte. — Castelli no es estúpido y Moreno tampoco, tarde o temprano se van a enterar de Alta Gracia. Debo volver a Buenos Aires.
Rodrigo se intentó poner de pie pero terminó en el suelo, los ayudantes reaccionaron ante la señal de Juan Bautista para que lo vayan a ayudar a pararse. 151
— No puedes volver a la ciudad en ese estado
Rodrigo se miró al espejo y se vio todo vendado, pálido y débil. — Pero no puedo dejar que los templarios triunfen. — Ya debes aceptar que el Gran Maestre escapó a Europa — Juan Bautista se acercó — Tú no puedes dar ni tres pasos. — Tengo que volver, debo arreglar algunas cuentas. — Si vas a arreglar algunas cuentas más vale que te recuperes, estuviste al borde de la muerte, además date tiempo para que te olviden, creen que estás muerto y esa es una gran ventaja. — ¿Cuánto tengo que esperar? — Espera hasta el año que viene, creo que es tiempo suficiente para que sanen tus heridas físicas, pero por ese fuego que tienes dentro creo que hay otras heridas que vas a tener que aprender a sanar.
Los días pasaron y Rodrigo pudo caminar con muletas mientras caminaba por la vieja estancia acompañado por Juan Bautista. — ¿Dónde enterraron a Liniers? — Le preguntó Rodrigo a Juan Bautista. — Lo enterramos junto al resto de los miembros de la hermandad que perecieron aquel día, porque temíamos que vengan a saquear las tumbas para encontrar la reliquia enterramos sus cuerpos en una fosa común bajo la palabra “CLAMOR”. — Lo recordaré para el momento que todo esto pase y podamos darle un buen destino a sus restos — Rodrigo agachó la cabeza — ¿Qué sucedió con su familia?
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— Su familia está segura, gracias a tu amigo Álzaga estarían próximos a un viaje a Europa. — Espero recuperarme pronto, necesito arreglar cuentas. — Ya hace mucho tiempo que debes haber apagado el fuego en tu interior, mi recomendación sería que te olvides de todo y le des un nuevo giro a tu vida, Liniers no lo soportó; Saavedra está en camino de perderlo todo. Al parecer la hermandad no funciona en este continente al igual que en Europa. — Yo necesito… — No, no lo necesitas, pero ¿Quién soy yo para detenerte? Haz lo que creas que es correcto, pero luego debes aceptar las consecuencias sean cual sean, si te sirve de ejemplo yo todavía estoy soportando las que yo provoqué.
Juan Bautista dio media vuelta y se fue mientras Rodrigo quedó pensativo mirando la tumba de Liniers. 31 de Enero de 1811 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Plaza de la Victoria
Manuel Alberti salió del cabildo caminando tranquilamente seguido de una escolta formada por dos Patricios hacia su casa. Eran las diez de la noche y si bien era una figura importante en la ciudad debía estar alerta por los fanáticos anti revolucionarios que había. Además que fue la misma junta que durante meses los había hecho traidores y violentos por sus discursos y proclamas. La noche estaba tranquila, sólo unos pocos hombres había en la plaza, los Patricios llegaron a la casa del Obispo y se marcharon nuevamente al Cabildo. Alberti estaba cansado y apenas entró a su casa encendió el farol de aceite y 153
caminó hasta la escalera cuando le pareció ver una sombra; se asustó pero al volver a alumbrar no había nada ahí. Cansado subió a su habitación y se sentó para descansar por el susto que se llevó, puso su mano en la cama cuando notó una tela extraña que no era la de su colcha, alumbró con el farol y pudo ver bien que se trataba de la chaqueta militar de Liniers con los agujeros de las balas. Alberti lo reconoció y asustado sin tomar el farol salió de su habitación, apurado y descontrolado cayó por las escaleras, se levantó como pudo y tomándose el pecho salió a la calle, no había nadie, tampoco tenía aliento para gritar por ayuda así que tomándose el pecho caminó hacia la iglesia de la Merced que solo la tenía a unos metros. La catedral estaba vacía, entró agotado y pálido, estaba agobiado, sentía que había visto un fantasma. Caminó hacia el altar y se arrodilló. — Perdóname Dios por haber dado una opinión personal que condenó las vidas de los que la dieron por nuestra libertad — dijo en voz alta — Perdóname por haber sido débil, por aceptar cargos de políticas terrenales, por haber desviado el camino. — Quítate la sotana que te queda demasiado pequeña — dijo Rodrigo desde una de las estatuas del altar. — No tuve la culpa — Alberti se tiró al suelo boca abajo — No quería que esto sucediera, pude haber hecho lo correcto pero pequé por el bien de esta nueva nación eligiendo el camino más fácil. — ¿Pudiste haber hecho lo correcto pero en cambio hiciste lo más fácil? — Rodrigo saltó y caminó hacia Alberti — No sólo vine porque mandaron a asesinar a Liniers, vine porque eres un Templario. 154
Alberti abrió los ojos se da vuelta y tomándose el pecho caminó hacia la puerta, quería ponerse de pie pero no podía, comenzó a gatear lentamente mientras Rodrigo caminando pudo acercarse a él y ponerse delante. — Tú no entiendes, es necesario que haya un poco de orden en esta nueva nación, de lo contrario todo sería un caos — Alberti estaba temblando y le costaba respirar y comenzó a balbucear — No me mates, te lo pido por favor, ten algo de piedad, te juro que renunciaré a la Junta y nunca me verás por la ciudad. — Quédate tranquilo, no te voy a matar porque tu cuerpo lo va a hacer por mí.
Alberti se sintió aliviado mentalmente, pero físicamente estaba muy deteriorado, Rodrigo lo miraba fijo pero quiso pararse no se podía mover, el pecho le dolía y le costaba respirar, comenzó a ahogarse mientras se desplomaba en el suelo, Manuel Alberti quedó convulsionando hasta que Rodrigo se aseguró que había muerto. 2 de Febrero de 1811 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Iglesia de la Merced
Luego de participar en los oficios fúnebres en la iglesia de la Merced, la junta se marchó al cabildo escoltada por los patricios ante una muchedumbre que los aplaudía y otra que los abucheaba. Estaban todos menos Castelli que se encontraba comandando el ejército del norte. Al entrar Moreno sirvió las copas y levantándola ante todos inició un brindis. 155
Señores, murió Manuel Alberti, uno de los padres de la Nación — — Señores, dijo Moreno levantando la copa. ¿Padre de la nación? — Se Se quejó Saavedra — La La historia va a — ¿Padre reconocer eso, nosotros no. — Era una forma de decir — se quejaba Moreno — Debemos proteger a los ciudadanos de ellos mismos, advertirles que gran parte de la ciudad se encuentra en contra de la libertad.
Señor Moreno, no podemos darle más miedo al pueblo, lo estamos — Señor dividiendo con tantas acciones, ya comenzaron a desconfiar luego que usted mandó a asesinar a Liniers. Señor Saavedra, esta nueva nación debe ser para todos, no sólo — Señor para la aristocracia porteña. Coincido con usted señor Moreno, pero usted está excluyendo a — Coincido la aristocracia aristocracia porteña dándole poder a un montón de gente inculta. La aristocracia tiene todo lo que tiene gracias al Reino de España, — La nosotros debemos igualar a la población. Entonces igualemos hacia el medio, no hacia un extremo, de esa — Entonces forma la nación será más justa. — Justo sería que la aristocracia pague por años y años de enriquecerse a la sombra del pueblo — Dijo French entrando al recinto.
¿Quién dejó entrar a este hombre? — Dijo Dijo Saavedra molesto — — ¿Quién Usted no tiene el derecho de estar en la sede del gobierno del pueblo. Este hombre es el pueblo — dijo dijo French señalándose. — Este
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Domingo French resultó ser un gran patriota — dijo dijo Moreno — — Domingo Será incluido en la Junta en reemplazo de Alberti mientras tanto tenemos cosas que solucionar. En otro momento — Saavedra Saavedra estaba cansado — Acabamos Acabamos de — En enterrar a Alberti, mañana retomaremos con las actividades. Todos se retiraron del recinto y Saavedra entró a su despacho, estaba cansado y solo. Se tomó la cabeza y miró el patio trasero del Cabildo, Cab ildo, estaba atardeciendo lentamente cuando de pronto una sombra entró por la ventana y lo empujó al suelo. — ¿Tú? ¿Tú? — Dijo Dijo Saavedra reconociendo a Rodrigo.
¡Así te quería ver! — Rodrigo Rodrigo corrió hacia Saavedra y lo empujó — ¡Así para que no se pusiera de pie — Sabiendo que son templarios, sabiendo que son los asesinos de Liniers te sigues codeando con ellos. Tú no entiendes nada — dijo dijo Saavedra — No No sabes con qué estás — Tú jugando. Dame una razón hijo de puta — Rodrigo Rodrigo le apuntó a la nuez de — Dame adán — Dame Dame una razón de por qué lo mandaste a matar. Yo no mandé a matar a nadie — dijo dijo Saavedra — Yo Yo no voté para — Yo que lo mataran, la idea era que lo trajeran aquí para someterlo ante un juez que iba a ser obligado por una sociedad porteña aclamando por él, pero no fue así, la Junta decidió asesinarlo. ¡Tú eres el presidente de la Junta! — ¡Tú Sí, pero la Junta necesita hablar por si sola. — Sí, ¿Entonces quién decidió? — Gritó Rodrigo — ¿Quién? ¿Castelli, Moreno y Alberti? bueno, ya acabé con uno, me faltan dos. — Mira, — Mira, yo soy el mentor de… 157
¡Tú no eres el mentor de nada! — Gritó Gritó Rodrigo — No No eres nada — ¡Tú más que el presidente de una Junta de Templarios que decidió acabar con la hermandad, con Liniers y dejar escapar al gran maestre. Debes entender que no son templarios como las historias que nos — Debes contaban, son patriotas como todos los nacidos en este continente bajo la corona, las rivalidades entre Templarios Templarios y Asesinos son nulas aquí. — ¡Claro! ¡No hay rivalidades! Tú te sientas a la mesa de los templarios haciéndote el amigo mientras ellos sin que te des cuenta mandan a matar a Liniers sólo porque es un “Enemigo “Enemigo de esta nueva nación”. — Liniers tenía un concepto de la hermandad y yo tengo otro, un nuevo concepto de hermandad que sea comprensible para esta parte del mundo. No podemos controlar a los americanos con los conceptos de una hermandad europea. — ¿y ¿y las Hermandad de Norteamérica y el Caribe? ¿Cómo es que existen? — Eso es diferente, aquí en Sudamérica la gente piensa completamente distinto. Te ordeno como mentor de la hermandad que... — ¡Ya ¡Ya no hay hermandad en Buenos Aires! Así que voy a asesinar a los templarios y luego regresaré a Europa. — Si Si haces eso esta nueva nación entrará en una guerra civil que no sabemos cuándo se acabará.
Ya no me importa esta nación ni la hermandad de aquí ni nada, — Ya voy a hacer lo que tuve que haber hecho el año pasado. 158
¿Y crees que así solucionaras todo? — Dijo Dijo Saavedra Saavedra poniéndose — ¿Y de pie — Sólo Sólo traerás muerte y guerra a una nación que está naciendo, naci endo, Castelli y Moreno son dos voces importantes, ya no hablan como templarios sino como patriotas y personalmente nosotros debemos hacer lo mismo. — Voy a acabar con ellos igual — dijo Rodrigo — Y a ti te recomiendo que no te pongas en mí camino y que te escapes de la ciudad cuando puedas, porque si te vuelvo a ver por aquí después que asesine a esos tres hijos de puta serás el próximo.
Rodrigo se marchó a la casa de Álzaga, era el lugar en donde se refugió desde que llegó a la Ciudad y comenzó a planear su arremetida contra los templarios. — ¡Has ¡Has hablado con Saavedra! — dijo dijo Álzaga. — No No pude evitarlo. — ¡Perfecto! ¡Ahora por tu estupidez no vas a tener acceso a los lugares secretos del Cabildo, te creía más inteligente!
Rodrigo se recostó en la cama, todavía sentía los dolores de los disparos. Ya tenía cuarenta años y no era ágil como antaño, era la primera vez que volvía a escalar un edificio desde la muerte de Liniers. Sé que has pasado por mucho — Álzaga Álzaga trató de calmarlo un poco — Sé — Pero Pero debes aprender a controlar ese temperamento. — ¿Qué ¿Qué sabes de Moreno? — Interrumpió Interrumpió Rodrigo. — Mariano — Mariano Moreno es el “Contrincante Político” de Saavedra en lo que queda de la Junta. J unta. Él fue el verdadero ideólogo de la revolución de mayo, pero necesitaba de Saavedra por tener el ejército de los Patricios muy organizado. Tu amigo Saavedra aceptó sólo si se lo 159
nombraba presidente, así que Moreno tuvo que aceptar pero no le gustó para nada. — Creía Creía que Saavedra lo respetaba a Moreno. — Moreno — Moreno quería “imitar” la revolución francesa aquí en la ciudad.
¿Imitar? — se se reía Rodrigo. — ¿Imitar? — Moreno trajo lo peor de Francia al continente, quería cambiar todas las instituciones. Saavedra, por su lado, conociendo el fracaso de la Revolución Francesa, quería mantener las instituciones del Virreinato Virreinato pero regidas por los criollos.
¿Moreno estuvo en Francia? — ¿Moreno No, estudió francés para entender a los autores de la ilustración — No, europea. Saavedra dijo que es muy importante para la Junta. — Saavedra — Para — Para la edad que tiene es una mente importante, tiene un “fuego” patriótico bastante fuerte, las ideas que tiene son buenas pero para Francia fueron muy peligrosas, y por la calidad de gente que hay aquí van por el mismo camino o peor. — No No importa quién sea ni lo bueno o malo que pueda hacer — dijo dijo Rodrigo poniéndose de pie — Voy Voy a tener que apagar todo ese fuego.
La puerta se abrió de golpe y dos jóvenes de alrededor de veinte años entraron, Rodrigo se sobresaltó sacando sacando una de sus hojas ocultas. — ¡Tranquilo! ¡Tranquilo! — Álzaga Álzaga lo detuvo — Son Son mis hijos. Rodrigo, ellos son Félix y Cecilio; así jóvenes como los ves son los que comandan realmente a mis espías mientras yo estoy escondido en esta pocilga. — ¡Una ¡Una hoja oculta! — exclamó exclamó Félix asombrado. 160
— ¡Cállese la boca crío maleducado! — Exclamó Álzaga — Nunca entren de esa manera. — Pero padre… — ¡Padre nada! ¡Ahora retírense y no vengan hasta que los llame!
Los dos muchachos se fueron lentamente ante los gritos de su padre. — ¿Cómo saben lo que es una hoja oculta? — Preguntó Rodrigo extrañado — ¿Siempre supiste de la hermandad? — Si quieres tener el poder tienes que escuchar mucho, aprender cosas y no decir nada — dijo Álzaga — Cuando estuve en Carmen de Patagones aprendí mucho de la hermandad pero para ayudarla debía permanecer en la oscuridad de la ignorancia. — Ya la hermandad no existe — dijo Rodrigo. — Y… Me imagino que el “Nada es verdad, todo está permitido” puede ser malinterpretado en ciertas mentes contemporáneas en este rincón del mundo. — Entonces sabrás por qué tengo que acabar con Moreno. — Sí, lo sé, pero sinceramente es más un capricho tuyo que algo que tienes que hacer por la hermandad. — No lo hago por la hermandad. — Pero deberías — dijo Álzaga sonriéndole — Liniers tenía razón y yo no lo supe escuchar, tú lo tuviste al lado y vas a hacer todo lo que él no hubiese querido.
Rodrigo se quedó en silencio. — ¿Has pensado qué vas a hacer luego que asesines a Moreno? 161
— Me voy a Europa — dijo Rodrigo — Ahí voy a encontrar la hermandad que aquí fracasó. — Aquí la hermandad no fracasó, simplemente no se adaptó al cambio. Los templarios lograron adaptarse perfectamente y es por ello que llegaron a donde están ahora. — Lo único que tengo en mente ahora es acabar con Moreno — Rodrigo no dijo más nada mientras se recostó nuevamente en su cama. — Ten cuidado Rodrigo, a veces los tiempos cambian tan abruptamente que si no te adaptas a los cambios terminas aplastado por tus principios.
3 de Marzo de 1811 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Casa de Martin de Álzaga
Durante un mes Rodrigo fue el centro de atención de Félix y Cecilio. Iban a preguntarle Félix era el más pequeño, no tenía ni veinte años; Cecilio era más grande, era cinco años mayor y tenía más habilidad para la contabilidad. Asombrados por lo que le contó su padre ahora tenían a un asesino en persona para preguntarle lo que sea. — Te tengo noticias urgentes — Dijo Álzaga entrando bruscamente a la casa — Al parecer Saavedra le dijo a Moreno que estaba en peligro y este pensó en marcharse a Europa. — Maldito hijo de puta — debo detenerlo cuanto antes. — Busca la fragata “Fame” y apúrate porque el barco está zarpando en este preciso momento. 162
— ¿Pero cómo no lo vimos antes? — Moreno nunca estuvo en tierra firme, estaba oculto en un barco lejos de la costa, vino a abastecerse al puerto antes de viajar a Europa. — ¿Qué? — ¡No pierdas tiempo joder! — Dijo Álzaga — Buscar a Moreno en un barco va a ser más fácil que buscarlo en toda Europa.
Rodrigo corrió hacia el puerto, pudo ver que el barco acababa de zarpar. Entró al puerto esquivando cajas, grúas y personas, saltó a uno de los barcos que había encallados y subió al mástil más alto, corrió por los costados y avanzó saltando de mástil a mástil flanqueando el barco de bandera inglesa que estaba abandonando lentamente la boca del puerto y cuando ya lo tuvo lo suficientemente cerca dio un salto hacia el río para caer bien cerca del barco inglés y poder subir por una de las redes laterales. Debía permanecer en silencio hasta que caiga la noche para no ser visto por nadie antes de subir a cubierta. 4 de Marzo de 1811 Océano Atlántico, Costa de Brasil Fragata Fame
El Fame era una fragata mediana, no había tantos pasajeros, por lo que Saavedra le comentó Moreno se encontraba bastante protegido en el camarote que se encontraba al lado del que tenía el Capitán. Rodrigo se la pasaba mirando la costa para no perderla de vista, pues la fragata bordeaba la costa de Brasil, si dejaba de verla significaba que ya estaban cruzando el océano y el próximo destino sería Europa.
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— ¿Quién es ese pasajero? — Preguntó Moreno al capitán al ver a Rodrigo de espaldas — Creí que este barco iba a ser exclusivo para mí, les recuerdo que esta es una misión diplomática. — Ahí no hay nadie — dijo el capitán extrañado del comportamiento de Moreno. Rodrigo se movió rápidamente para saltar y quedarse agarrado del casco. — No me siento tan bien — dijo Moreno secándose la transpiración con su pañuelo — Voy a mi camarote a acostarme un rato. — No se preocupe, yo le enviaré una medicación para los mareos.
Esa noche Moreno se encontraba en su cama intentando dormir. La el camarote se encontraba iluminado por la luz del farol que lentamente se consumía, tenía miedo que la llama se apague, sabía que su vida corría peligro pero temía caer en la paranoia de ver el peligro en cada esquina, así que de un soplido el camarote quedó a oscuras e intentó dormirse. No pasaron diez minutos cuando la llama volvió a encenderse. — ¿Tú? — Moreno se intentó incorporar pero Rodrigo lo detuvo con la hoja oculta en el pecho. — Sabía que alguien iba a venir por mí, pero nunca creí que fuese usted Señor Torres y Peña. — Tú sabes lo que quiero — dijo Rodrigo. — En realidad nunca lo supe — Dijo Moreno — Todo lo que hice lo hice por esta nueva nación. — Todo lo que hiciste lo hiciste por ti mismo y por tu puta orden — Gritó Rodrigo — Te molestaba rotundamente el saber que nuestra hermandad estuviese en la ciudad. 164
— ¿Qué? — Moreno se reía — La orden no es muy rígida, el Rito Sudamericano admite mucho más patriotismo que el de Norteamérica. — ¿Dónde está el gran maestre? ¿Viaja en este barco? — No me estás escuchando — reía Moreno — El gran maestre está seguro y la orden tiene un futuro enorme, como el de esta gran nación que comenzamos hace unos pocos meses. — ¡Dime el nombre maldita sea! ¡Dime el lugar en donde encontrarlo! — No te voy a decir nada — dijo Moreno Sonriendo — El nombre del gran maestre sólo te importa a ti y a nadie más. — Entonces voy a tener que terminar lo que empecé — Rodrigo estaba nervioso porque Moreno no le dijo absolutamente nada. — ¡Viva mi patria aunque yo perezca! — dijo Moreno mientras tomaba la mano de Rodrigo y se clavaba la hoja oculta.
La cuchilla le penetró el corazón a Moreno mientras Rodrigo le tapaba la boca para que no gritara. Rodrigo mantuvo la cuchilla en el corazón hasta que este dejó de latir, luego se marchó del camarote, salió a cubierta y subió hasta el mástil sin perder la costa de Brasil mientras amanecía. Los comentarios no tardaron en aparecer al encontrar su cuerpo. El capitán y el primer ofician salieron a cubierta a hablar. — ¿Qué hacemos? — preguntó el primer oficial. — No podemos alertar a la tripulación ni siquiera hacernos responsables de semejante muerte — El Capitán se rascaba la cabeza — Si decimos que un diplomático murió asesinado vamos a tener que 165
entregar la nave y nos quedaremos sin trabajo durante lo que dure la investigación. — ¿Qué es lo que propone capitán? — ¿Una reacción alérgica al vomitivo? — No veo por qué no — dijo el oficial. — Envuélvelo en una bandera para demostrar los respetos al diplomático, y que todos sean testigos que en el Fame se hizo todo lo posible por su bienestar — dijo el Capitán — Mientras tanto limpien todo y desháganse de las sábanas.
Rodrigo se lanzó hacia el océano y comenzó a nadar hacia la costa y desde ahí encontrar algún transporte, tenía un largo camino que recorrer de vuelta a Buenos Aires. 26 de Agosto de 1811 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Casa de Martín de Álzaga — Padre tenemos noticias importantes — Dijo Cecilio entrando a la casa — cayó derrotado el Ejército del Norte en Huaqui.
Rodrigo y Álzaga salieron a la calle y se dirigieron hacia la plaza en donde la situación no era de la mejor, manifestantes en la plaza estaban exigiendo la renuncia de Saavedra. Rodrigo fue por un costado del cabildo y escaló hacia las ventanas del despacho de Saavedra acompañado por Félix, ahí pudo ver a Matheu hablando con Saavedra mostrándole una nota. — ¿El señor Castelli? — Preguntó tímidamente — ¿Se encuentra bien? 166
— Castelli se encuentra con vida, es más, él fue quien envió la nota.
Saavedra se puso nervioso y salió hacia el patio de atrás en donde se encontró con Juan José Paso. — Señor Saavedra ¿Se ha enterado de la derrota en Huaqui?
Saavedra miró hacia los techos y las paredes del Cabildo buscando a Rodrigo. — ¿Señor Saavedra? ¿Se encuentra bien? — Sí, sí. Ya mismo me iré al norte a comandar el Ejército de Castelli — dijo Saavedra tomando un caballo. — ¿Pero? ¿Quién quedará al frente de la Junta? — preguntó Juan José Paso extrañado por la decisión. — El señor Domingo Matheu — dijo Saavedra sorteándolo con el dedo antes de irse a toda velocidad. — Esto no tiene sentido — dijo Matheu — Yo soy un simple comerciante, no tengo el poder para regir una Junta que no cuenta con el poder de un ejército ni con el apoyo de la ciudad. — ¿Cuál es la idea entonces? — preguntó Paso. — Señor Juan José paso, creo que usted es el indicado para presidir la Junta o formar una nueva. — Señor Matheu, necesitaremos tiempo para pensar, así que durante un mes idearemos un gobierno conservador pero con tres personas a la cabeza. En un mes tendremos el primer Triunvirato del Río de la Plata.
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CAPITULO 12 EL Motín de las Trenzas 7 de Diciembre de 1811 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Casa de Martín de Álzaga
Habían pasado unos meses luego de la muerte de Mariano Moreno, las Provincias Unidas del Río de la Plata estaban regidas por un gobierno conservador: El Triunvirato. Las cosas no mejoraron a la velocidad que esperaban y la situación estaba bastante tensa entre la sociedad. Pero esa tarde una diligencia vino desde el norte y se estaciona delante de la casa de Álzaga. En ese lugar hace unos pocos meses y casi sin querer, comenzó a formarse una hermandad impulsada por los hijos de Álzaga. Los dos jóvenes comenzaron a llamar “Mentor” a Rodrigo que ya con cuarenta años, y luego de todo lo vivido, no se tenía fe alguna en que la hermandad funcione en la ciudad. De pronto una figura entra en el recinto. — Son ciertas las noticias que me han dicho, finalmente la hermandad ha renacido en la ciudad. — ¿Manuel Belgrano? — Exclamó Rodrigo con sorpresa al verlo entrar — Creí que te habías ido hacia el Paraguay. — Si, volví casi obligado por el Triunvirato, me están pidiendo que comande a los Patricios.
Álzaga miró seriamente a Rodrigo. — ¿Qué sucede? — Belgrano supuso que algo pasaba. 169
— Elegiste un mal momento — dijo Álzaga — Los Patricios se encuentran en el ojo de la tormenta, pero mi hijo Cecilio te podrá explicar mejor. — Los Patricios gozan de ciertas libertades desde las invasiones inglesas, esas libertades hacen que se crean los padres de la patria. No les vendría bien una limpieza y un poco de firmeza, desde las invasiones que creen que están por encima de todo. — ¿Todos ellos? — Preguntó Belgrano. — No, un pequeño grupo, pero son los más carismáticos y veteranos. El Triunvirato logró poner prisioneros a unos cuantos pero en el cuartel hay prisioneros civiles. — Voy a ir a hablarles al Cuartel de las Temporalidades, si voy a comandarlos entonces debo demostrar que tengo madera de líder. — ¿Quieres que te acompañe? — preguntó Rodrigo. — Prefiero hacerlo solo. — Entonces te vigilaremos desde lejos, no vas a estar solo.
Belgrano entró a los cuarteles y captó la vista de todos, inclusive de los rebeldes que se encontraban separados de los demás. — ¡Regimiento de Patricios! ¡Preséntense y fórmense! — Gritó Belgrano.
Los Patricios se formaron menos un grupo numeroso quedó a un costado reunido como si no hubiesen escuchado nada. — ¿Novedades en el regimiento oficial? — dijo Belgrano a uno de los Patricios que estaba formado.
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— Hay algunos rebeldes que están armando desorden y no quieren acatar al llamado. — Comunique a esos hombres que al que faltara al llamado en el futuro se les cortará el pelo. — Sea mi coronel — el oficial se acercó a los rebeldes. — A ver soldados, de aquí en más a todos los hombres desordenados y desaseados se les cortará el pelo, orden del Coronel Belgrano. — Cortarnos las trenzas es una ofensa que no vamos a tolerar — dijo uno de los Rebeldes — queremos la destitución de Belgrano. — ¿Pero qué dice Insolente? — Dijo el Oficial — ¿Cuáles son los términos? — Nosotros, el regimiento de Patricios de la Ciudad de Buenos Aires queremos: Primero, que se nos trate como a ciudadanos libres. Segundo, que sean liberados todos los presos de los calabozos y tercero, queremos garantías por nuestra vida.
Belgrano se adelantó a los rebeldes. — Primero retiren toda la artillería y depongan las armas, después se comenzaría a estudiar su petición. — ¿Cómo sabemos que el Triunvirato va a hacernos caso? — Dijo uno de los rebeldes — Después de todo ningún triunviro vino a vernos, nada más vinieron “representantes”. — El gobierno empeña su palabra de honor en que va a atender sus reclamos siempre y cuando sea con subordinación y respeto. — Basta de formalidades y palabras diplomáticas Belgrano, sabemos quién eres, le hiciste la vida imposible a Saavedra y ahora vienes a 171
querer tomar el control de este ejército porque este gobierno de mierda te lo pide. — No es eso lo que yo quiero ni lo que me piden, su rebeldía les traerá la muerte — Ustedes son los soldados de esta nueva nación no pueden insubordinarse de esta manera. — ¡Muera Belgrano! — dijeron los Rebeldes. — ¡Si quieren que muera dispárame! — Les gritó adelantándose — ¡Atrévanse a tener las pelotas para dispararme! ¡Yo pelee con ustedes en las Invasiones Inglesas! ¿Me van a matar al igual que Liniers? ¿Asesinado por las personas que lucharon a su lado?
Todos se quedaron callados. — ¡Ustedes deben servir a la patria, somos una nación que está naciendo, no podemos permitirnos este tipo de revueltas! — El Triunvirato quiere que seamos soldados de línea y estemos a disposición para prestar servicio en donde se nos destina. — ¡Ustedes son un ejército! — Aclaró Belgrano. — Nosotros somos hombres libres que se armaron para defender la ciudad del tirano inglés, Liniers nos llamó a para formar el regimiento en este mismo lugar y aquí estamos. — Entonces desármense, ya defendieron a Buenos Aires. Liberen a los prisioneros y detengan esta estupidez — dijo Belgrano — Mientras porten un uniforme serán un ejército y mientras no obedezcan a la autoridad de turno serán unos rebeldes. — Esto no es así Coronel Belgrano — Nosotros somos el pueblo.
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— ¿Y quién les dijo semejante estupidez? ¿Acaso fue Domingo French? — Belgrano estaba molesto — Ustedes no son el pueblo, ustedes sirven al pueblo y deben acatar las órdenes de sus superiores. — Eso no va a ser posible mi coronel, por lo menos no esta noche. — Entonces mañana vendré por la mañana, y para ese entonces quiero que depongan las armas y liberen a los prisioneros.
Belgrano se marchó y al abrir la puerta vio que alrededor del cuartel se habían juntado más de quinientos soldados al mando de Domingo French que también gozaba del título de “Coronel”. — Señor French... — Coronel French — Corrigió desde el caballo. — No hace falta semejante muestra de poder, mañana a la madrugada se rendirán y liberarán a los prisioneros. — No hay tiempo para eso — dijo French — ¿No hay más nadie dentro? — No… pero… — ¡Ataquen a los Rebeldes! — gritó French — Que no se les olvide quién es el pueblo.
De las cuatro esquinas del comenzaron a entrar los soldados sin piedad, desde dentro se intentaron defender pero fue en vano, el ejército del triunvirato acabó en no menos de una hora con todos los rebeldes. Los pocos rebeldes que quedaron se rindieron ante French. — Espero que estés contento — dijo Belgrano.
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— El pueblo no puede perder el tiempo señor Belgrano — dijo French — Acérquese al Cabildo que el Triunvirato tiene planes distintos para usted.
En una terraza lejana se encontraba Rodrigo junto a Álzaga y su hijo Félix viendo todo el espectáculo. — Parece que las cosas comienzan a venirse abajo — Dijo Rodrigo. — El Triunvirato no tiene tanto poder, está haciendo las cosas con vista al veinticinco de Mayo del año pasado en vez de pensar en el futuro. — ¿Por qué hay tanta enemistad? — Preguntó Félix. — La Junta dividió a la gente — dijo Rodrigo — Creó enemigos y el triunvirato tomó poder en los enemigos de la Junta. ¿Sabes cómo va a seguir todo esto? — ¿El próximo gobierno va a usar a los enemigos del Triunvirato? — Así es, lamentablemente estas divisiones van a seguir en la historia hasta que exista alguien que decida detenerlas.
Uno de los espías trepó por la parte trasera de la pared, se acercó a Álzaga y le entregó una nota. — Se vienen cambios muy importantes Rodrigo — dijo mientras le hacía una seña para entrar a la casa nuevamente. — Va a venir una persona importante desde Europa, se llama José de San Martín y luchó de parte del Rey de España en Bailén hace tres años. — ¿Y qué viene a hacer aquí?
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— Lo más probable sea que se trate de otro general sudamericano que quiere hacer su historia aquí — ¿Pero de qué lado? — ¡Eso no lo sé! — Se molestó — Mis espías no son los de antes y aunque lo fueran no podrían saber tantas cosas. Así que quedan dos opciones: puede ser que quiera venir aquí a seguir luchando por el rey o puede ser que lo quiera hacer en contra sabiendo lo que está sucediendo aquí. — Más vale estar prevenidos — dijo Cecilio — Ese militar no tocará el suelo de esta ciudad. — Déjamelo a mí — dijo Rodrigo — Vigilemos los registros de personas que entran a la ciudad y estemos alerta, ahora vamos a dormir. — No podemos, debemos esperar a Belgrano — dijo Rodrigo — Estoy curioso de lo que fue a hacer al Cabildo.
Dos horas después Belgrano entró en el recinto de la hermandad cabizbajo y preocupado. — Me envían a Rosario — dijo Belgrano — Quieren que vigile el río Paraná por si hay algún avance realista desde Montevideo y luego me pondrán al frente del Ejército del Norte. — ¿Tú en el ejército del norte? — Dijo Rodrigo — Pero pero… eres un abogado y diplomático. — Lo sé, pero mucha gente recién murió por rebelarse contra la patria, es mi deber demostrarle a los sobrevivientes lo equivocados que estaban.
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— Es tu deber descansar un poco, desde que volviste tienes una mala cara — dijo Rodrigo. — Tienes razón, no te veo nada bien — Aclaró Cecilio — En el Paraguay hay muchas enfermedades de las cuales aquí no tenemos ni la menor idea. — Todo sea por la patria — dijo Belgrano. — Deja de hablar de eso, tu vida está primero. — Quizás nunca lo puedas entender pero no hallo medio entre salvar a la patria o morir con honor. — No, nunca lo voy a entender, pero antes de salvar a tu patria deberías descansar un poco. — No puedo, descansaré en el viaje. — No puedo detenerte Belgrano — dijo Rodrigo — Fue bueno verte de nuevo, sé que tuvimos nuestras diferencias en el pasado pero los años siempre mejoran a las personas y sus relaciones. — Hasta la próxima Mentor — dijo Belgrano saludándolo. — Ah, no te olvides de esto — dijo Rodrigo lanzándole una chaqueta de los Patricios de los años de la defensa — Si vas a ser el general del ejército del norte vístete como uno.
Belgrano tomó la chaqueta y se quedó mirando durante varios segundos la escarapela con los colores celeste y blanco.
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CAPITULO 13 La Logia Lautaro 9 de Marzo de 1812 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Puerto de la Ciudad de Buenos Aires.
El barco estaba llegando al puerto, desde las grúas se podía ver el nombre: “George Canning” Hacía varios días que Rodrigo lo estaba esperando y cuando los espías de Álzaga le dijeron que se encontraba cerca fue a recibirlo. Confiadamente les dijo a todos que lo dejaran solo, esto llevó a la negativa de los demás ya que podría ser peligroso, pero Rodrigo les advirtió que por llegar bien temprano ir en grupo podría ser crucial para todos ya que el puerto iba a estar abarrotado de gente. Cuando el barco se encontraba lo suficientemente cerca subió hasta una de las crucetas del palo mayor esperando que saliera de los camarotes y no faltó mucho tiempo para que en la cubierta apareciera un hombre de mediana estatura y patillas prominentes vestido con un uniforme militar azul lleno de ornamentos dorados y un poncho cruzado. Mientras el hombre miraba la costa de Buenos Aires, Rodrigo se preparaba para asesinarlo desde arriba pero una mala maniobra del capitán para eludir una pequeña embarcación hizo que perdiera el equilibrio. Otro hombre salió a cubierta y pudo empujar a San Martín hacia un lado haciendo que Rodrigo sólo se estrellara contra la dura madera de la cubierta. — ¡Atención! — gritó el hombre al sentir que estaban en peligro.
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Un grupo de hombres subió corriendo y tomó a Rodrigo el cual todavía se encontraba aturdido por la caída y el hombre que salió segundo le apoyó la punta de la espada en el cuello. — ¿Quién es usted? — preguntó. — ¡Podrás matarme ahora pero otros vendrán por tu cabeza José de San Martín! — dijo Rodrigo mientras recuperaba el conocimiento. — Yo no soy San Martín, soy Carlos María de Alvear. San Martín fue el que me salvó de que te me cayeras encima. — Conozco a la gente como tú — Rodrigo le gritó a San Martín — gente que fue convencida por los templarios para controlar a todos.
Los dos hombres se miraron extrañados. — Malditos sean todos, desde Francisco Miranda hasta ustedes. — ¿Conoces a Francisco Miranda? — preguntó San Martín extrañado. — Si, y debimos haber dejado que sea asesinado por esos dos ladrones. — ¿Que? ¿Tú eres el que le salvó la vida a Miranda? — Dijo San Martín sonriendo — Él me habló de ti, bah, me habló de dos personas que lo ayudaron cuando estaba llegando a París.
Rodrigo se quedó callado acordándose de ese momento. — Francisco Miranda se entrevistó con De La Serre, con Mirabeau, tuvimos mucho acceso a sociedades secretas de toda Europa. — No dejaré que los templarios se queden con todo por lo que luchamos aquí. 178
— No mi amigo — dijo San Martín — El señor Miranda no estaba a favor de los de los templarios, nada más quería que América sea de los americanos y que sean ellos mismos los que decidan su destino. — No importa lo que digan, en cualquier momento el Rey va a volver al poder — dijo Rodrigo — No faltará mucho para que todo vuelva a ser como antes. — No está entendiendo nada — Alvear miró a San Martín. — Amigo, el Rey Fernando VII hizo un pacto con los templarios — dijo San Martín — Fue por eso que yo volví a mi patria, ya no es bueno que los Realistas se queden aquí porque no quiero a nadie que domine a mis compatriotas. — ¡Eso es una mentira! — gritó Rodrigo intentando zafarse. — Lo lamento mucho mi amigo, pero es la verdad. Un gran maestre partió de aquí hace unos pocos años y selló un pacto con el rey que había sido prometido hace un tiempo. Yo me puse en contra y pedí mi retiro del ejército español para venir aquí. — Claro — Rodrigo se burlaba — entonces la Junta formó al Ejército del Norte para expulsar a los realistas y… — ¿Cuantas victorias tuvo el Ejército del Norte? — Preguntó Alvear — ¿Cuantas victorias tuvo algún ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata?
Rodrigo hizo una pausa, Alvear tenía toda la razón. — Una Junta templaria en contra a José Bonaparte le daba una ilusión de independencia a un sector de la población mientras que el otro iba a estar en contra a la Independencia — dijo San Martín.
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— ¡Oh no! — se lamentó Rodrigo dejando de hacer fuerza para zafarse ¡Es por eso que la Junta juraba lealtad al Rey!
San Martín hizo una seña para que lo soltaran. — ¡Malditos sean! — Rodrigo gritó lleno de bronca golpeando la cubierta — ¡Nosotros lo hicimos todo! ¡Nos metimos en su juego y los dejamos ganar! — No debe lamentarse amigo — todavía se puede hacer mucho. — ¿Mucho? ¿Qué hay que hacer? — preguntó Rodrigo totalmente desganado sin levantarse del suelo — Ya la semilla está plantada, todos hablan de patriotismo y... — Realmente no puedo perder el tiempo convenciéndolo — Interrumpió San Martín — No le puedo decir lo que tiene que hacer. — Todo es una mentira y el tener a la hermandad separada bajo ese sentimiento de patriotismo hizo que no nos diéramos cuenta de lo que estaba pasando. Todo está perdido. — Como ya le dije, nada está perdido aún, usted no entiende o no quiere entender el sentimiento patriótico, el de amar a una patria nueva que se está levantando. Este es un nuevo mundo y está en su derecho a ser libre — Dijo San Martín — ¿Usted de qué lado está mi amigo? — Hasta hace unos años tenía una idea de quién era y lo que hacía, pero el mundo cambió bajo mis pies sin que yo me diera cuenta, la gente en quien confié cayó engañada. Perdí mi vida luchando por ideales que ya no existen, no tengo ni puta idea de quién soy ahora. — Será lo que debas ser, sino no será nada — dijo San Martín — Ayúdame en mi empresa para dejar a esta tierra a todo Español que 180
siga pensando que la vida de los habitantes les pertenece tanto como sus tierras. — La hermandad fracasó dos veces cuando quisieron meterse en la política local. — Entonces separemos la hermandad de la política — dijo Alvear. — ¿Qué quiere decir? — Los intereses de la hermandad es combatir a los templarios que se encuentran en el territorio, en este momento los Realistas trabajan para ellos, por lo tanto es necesario que la hermandad trabaje con nosotros — dijo San Martín — Nosotros nos ocuparemos de la política y ustedes ocúpese de los Templarios en secreto como siempre lo hicieron.
Mientras esa reunión se daba nadie notó que desde el puerto Domingo French se encontraba esperando la llegada de San Martín también. Rodrigo entró a la casa de Álzaga junto a San Martín y Alvear. — ¿Mentor? — preguntó Cecilio. — Ellos son José de San Martín y José María Alvear — los presentó Rodrigo.
Todos quedaron asombrados pues n — ¿Qué sucedió? — Preguntó Álzaga extrañado. — Tenemos que hablar, pero antes, necesito que se infiltren en el Cabildo y encuentren la biblioteca de Saavedra. — ¿Que debo buscar Mentor? — Preguntó Cecilio deteniendo a su hermano que ya se estaba poniendo de pie. — Un libro de cuero con Sudamérica en relieve — dijo Rodrigo. 181
— Sí Mentor — Cecilio salió de la casa. — ¿De qué debemos hablar señor San Martín? — Preguntó Álzaga — Usted es conocido sólo por sus victorias militares en Bailén. — Nuestro plan es fundar una agrupación secreta con intenciones políticas que influyan sobre el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata — Dijo San Martín. — ¿Como la Masonería? — preguntó Álzaga. — Sí, pero más adaptada a este lado del mundo — Dijo Alvear. — El plan es convencer al Triunvirato para formar un nuevo ejército y expulsar a todos los realistas del continente. — ¿Convencer al Triunvirato? — Se reía Álzaga — Eso es imposible, son tres hombres tercos conservadores, si llegan a aceptar van a poner condiciones de todo tipo. — Entonces debemos derrocarlo y darle poder a un Director Supremo. — ¿Quieren instaurar un Directorio? — Preguntó Álzaga. — Pero ¿Tienen idea de cómo van a poder mantener a una sociedad dividida? — Preguntó Rodrigo.
San Martín y Alvear se miraron, no creían que la sociedad estuviese tan difícil y que el gobierno no coopere en el bienestar general. — Dividiéndolos — Respondió Álzaga — La gente debe creer que existe una enemistad entre ustedes. Uno que se quede con el control del ejército y que el otro sea el Director General de las Provincias Unidas, es la única manera de ganar la opinión de todos. — Es una buena idea — dijo Alvear. 182
— Si, pero no me gusta eso de engañar a la gente — dijo San Martín. — Es una buena forma de empezar — dijo Álzaga.
Luego de unas dos horas de charla volvió Cecilio. — Mentor, tengo noticias, los libros pertenecientes a Saavedra fueron tomados por Castelli. — ¡Ese maldito! — dijo Rodrigo. — Pero nuestros espías nos dieron una dirección — Cecilio le sonrió dándole un papel — Pero creo que va a ser mejor que vaya usted. — Igualmente creo que voy a necesitar su ayuda — dijo Rodrigo sonriendo.
Durante la noche una mujer le daba agua a un hombre acostado en la cama, estaba agonizando de dolor. — ¿Llamó al médico señor? — Preguntó la criada.
El hombre sólo hizo un ademán con su mano. — Lo dejaré descansar señor, cualquier cosa estoy abajo.
La criada dejó la habitación y se marchó dejando una vela encendida. El hombre abría y cerraba los ojos a medida que le entraba el sueño, en un momento los cerró y sin saber cuánto tiempo había pasado los volvió a abrir para encontrarse con Rodrigo delante la cama con la capucha puesta. — Nos volvemos a ver nuevamente Castelli — dijo Rodrigo sonriéndole.
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Castelli comenzó a desesperarse buscando la campana para llamar a la criada pero dejó de manotear el aire debajo de la cama cuando Rodrigo se la mostró. — No te preocupes en pedir ayuda vine a buscar algo que me pertenece, algo que le quitaste a Saavedra y tus “fieles camaradas” confesaron que lo tienes. — No sé de qué me hablas — dijo en voz baja mientras se tomaba la lengua, la cual se encontraba hinchada y deforme luego del corte que le hizo Liniers en el Monte de los Papagayos. — Vamos, no hagas esto más difícil — Rodrigo comenzó a mirar los libros que tenía en su biblioteca — Tus glorias terminaron, tu derrota en Huaqui junto a tu pésima administración mostraron que ni los Templarios y Asesinos pueden con esta sociedad indómita y es esta misma la que te va a condenar a vivir en la miseria.
Castelli miró a Rodrigo e intentó buscar algo debajo del colchón. — ¿Qué es lo que buscas? — Rodrigo levantó el colchón y ahí se encontraba el libro que una vez tuvo en la mano y ahora era mucho más necesario que nunca: “El Plan Maitland”
Castelli cerró los ojos, estaba derrotado y comenzó a desabrocharse la camisa dejando ver un collar con la cruz templaria. — ¿Crees que matándome vas a volver el tiempo atrás? — Balbuceó como pudo. — Ya no se puede hacer nada para volver atrás — dijo Rodrigo. — Nosotros queríamos cambiar la historia del mundo hacer una nación desde cero y...
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— Nada es más tiránico que crear la historia y apurarla para querer verla — dijo Rodrigo — Los verdaderos líderes son los que impulsan el cambio para que el mismo pueblo lo cambie con el correr de las décadas.
Castelli no podía hablar, estaba agonizando, tomó a Rodrigo de la solapa y lo acercó a su cara. — Si ves el futuro dile que no venga — Dijo Castelli tomando su hoja oculta y acercándosela al corazón — Haz lo que tienes que hacer, termina con este sufrimiento. — Estás enfermo y sólo balbuceas, no tienes el apoyo de nadie y no eres una amenaza — Rodrigo guardó su hoja oculta — Sufrirás cada segundo tu enfermedad hasta que la muerte venga a recogerte, y mientras lo haces recordarás cada segundo de tu vida que fue Don Santiago de Liniers el que te quitó la vida.
Rodrigo golpeó dos veces la bota en el suelo y salió por la ventana, al escuchar esos dos golpes desde la habitación Cecilio y Félix dejaron de custodiar a la criada que se encontraba dormida y se marcharon. Al otro día Alvear y San Martín fueron a desayunar a la casa de Álzaga en donde Rodrigo se acercó con el libro. — San Martín, te entrego este libro pero necesito el nombre del gran maestro templario que está ayudando a Fernando VII — dijo Rodrigo — Él fue también el causante de todo esto que estamos intentando remediar. — Te daré el nombre del templario en el momento que no haya un español en este continente — Dijo San Martín — Pero te juro que para esa instancia ya no serás el mismo de antes. 185
Rodrigo le dio a San Martín el Plan Maitland, San Martín tomó el libro y se lo dio a Alvear. — Exactamente. Este es el libro del que hablaba Miranda — dijo Alvear — Lo creíamos perdido en manos de los templarios británicos. — Según dice este libro debemos tomar el control de Buenos Aires primero — dijo San Martín — debemos contar con la ayuda del Triunvirato para que me den el mando del Ejército del Norte. — Eso va a ser imposible — dijo Álzaga — Pero puede pedirles crear un nuevo ejército para controlar a los Realistas que intenten cruzar el Río Paraná, desde que Belgrano se marchó no hay un ejército firme en esa zona, sólo con unas pocas victorias que capten la atención de la gente tendrá el camino más fácil para hacerse cargo del ejército del Norte. — Vayamos en orden, primero debemos hablar con las autoridades y si no aceptan entonces a la mierda el Triunvirato, en defensa de la patria todo es lícito menos dejarla perecer — dijo San Martín. — ¿Está pensando en una Revolución? — preguntó Rodrigo. — No creo que estén preparados para una eso — dijo Alvear.
15 de Junio de 1812 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Casa de Martín de Álzaga
La casa de Álzaga fue el lugar electo por San Martín y Alvear para iniciar su Logia. Con el salón comedor a oscuras iluminada sólo por el candelabro estaban reunidas varias personas, entre ellas Álzaga, Alvear y San Martín a la cabeza de la mesa en donde se encontraba 186
desplegado un pergamino con el mismo candelabro y un tintero sosteniéndolo para que no se vuelva a enrollar. — Estamos aquí reunidos para fundar la Logia de Caballeros Racionales bajo el lema de trabajar con sistema y plan en la independencia de américa y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia — dijo San Martín. — Levanten sus brazos con las palmas hacia arriba — Dijo Alvear. — El tratamiento dentro de la Logia será de Hermano — dijo San Martín — Mientras que fuera será de usted. Todos los hermanos debemos auxiliarnos mutuamente y debemos sostener las determinaciones de la logia. — Corten la palma de su mano y dejen caer una gota de sangre sobre el juramento — dijo Alvear haciéndolo primero. — Ahora quemaremos la huella de esta reunión y nuestras ambiciones personales en pos de una sola causa común: Liberar a América de la opresión extranjera y llevar a sus habitantes a la felicidad obrando con honor, verdad y justicia — Dijo San Martín quemando el papel con el juramento.
Mientras tanto, en ese mismo lugar pero en el subsuelo se encontraban Cecilio y Félix de Álzaga y varios de sus espías delante estaba Rodrigo vestido con un traje similar al de Liniers pero largo con una capucha. Hermanos, estamos aquí reunidos para honrar los principios de la hermandad. Una hermandad que trató de salir a la luz hace unos pocos años y ese fue su error; vinieron desde Europa a advertir a mi mentor pero él no los escuchó, su segundo al mando intentó hacer lo mismo y fracasó. 187
Es el momento de fundar nuevamente la Hermandad de Buenos Aires tal como debió haber sido en un comienzo: oculta en las sombras. Pero debemos entender que esta es una nueva era, un nuevo mundo con un nuevo tipo de personas e ideas y actuar como lo hacíamos en el medioevo no nos va a servir para nada, así que es necesario dirigir la hermandad con un sentimiento patriótico. "Actuamos entre las sombras para servir a la luz" "Nada es verdad, todo está permitido" 1 de Julio de 1812 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata Casa de Martín de Álzaga
Durante un medio mes la Logia Lautaro comenzó a ganar apoyo entre varios integrantes de la ciudad e hizo tambalear al Triunvirato. Se llamó a elecciones pero el mismísimo gobierno las anuló a darse cuenta que llevaba las de perder, fue por eso que se estaba llamando a realizar una Asamblea Nacional para gestionar un escudo, una moneda, un emblema y obviamente un nuevo gobierno. Al sentirse amenazado el Triunvirato realizó un último manotazo de ahogado para sobrevivir. Durante la mañana del primero de Julio de 1812 unos golpes violentos sucumbieron la casa de Álzaga. — Es el ejército — Dijo Cecilio — Domingo French y un grupo de ciudadanos están en la puerta.
Rodrigo se adelantó pero Álzaga se lo impidió. — Escóndanse todos — Este imbécil debe creer que no estás aquí. 188
— ¡Martín de Álzaga! ¡Sabemos que te escondes ahí! — Gritó French — El pueblo quiere que te entregues de una maldita vez. — ¿Qué es lo que ocurre señor French? — Álzaga salió a la puerta. — Martín de Álzaga, queda arrestado en nombre del Triunvirato — ¿Bajo qué cargo? — preguntó Álzaga riéndose. — Sabemos que conspiras para la corona Española. — Ese es una mentira — dijo Álzaga — Todo el mundo sabe que luché en la Defensa de Buenos Aires, cuyo quinto aniversario será en unos días. — Eres un español, un español en las Provincias Unidas del Río de la Plata que quiere formar un gobierno republicano bajo órdenes del Rey Fernando VII. — No sabe lo que dice Señor French — Dijo Álzaga en voz alta para que lo escuchara la gente. De ser así muéstrele a esta gente las pruebas de las payasadas que dice. — Las pruebas las tengo en mi despacho las cuales se las mostraré antes de sentenciarlo a muerte por alta traición. — ¡Muerte a Álzaga! — Gritaba la gente — ¡Mueran los españoles!
El juicio a Álzaga se realizó en secreto, nadie fue invitado a la sesión que se realizó en el Cabildo. Además que mucha gente dudaba si realmente había habido un juicio. Nada más French le informó a la gente la noche del 5 de Julio que Álzaga iba a ser fusilado al día siguiente. Madrugada del 6 de Julio de 1812 Ciudad de Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata 189
Prisión del Cabildo
Era aún de noche y Rodrigo guió a Cecilio hasta la prisión que se encontraba detrás del Cabildo en donde se encontraba su padre. — ¡Padre! — dijo Cecilio llamando la atención de Álzaga que estaba durmiendo. — ¿Qué están haciendo aquí? — Dijo Álzaga en voz alta al darse cuenta de quienes eran. — Venimos a liberarte — dijo Rodrigo — No es justo que te pase esto. — ¡Váyanse de aquí! — Dijo Álzaga — Deben ayudar a San Martín para que tenga el control del Ejército del Norte y si mañana no estoy en esta celda la situación en Buenos Aires será insostenible. — La situación ya está tensa en la ciudad — le explicó Rodrigo — el Triunvirato está a punto de caer y... — No te preocupes por eso, los realistas en Tucumán van a terminar haciendo añicos a todo el ejército y tu amigo Belgrano está en el ojo de la tormenta — Dijo Álzaga — Si no vas a ayudarlo los Realistas los derrotarán y San Martín se quedará sin fuerza de ataque. — Igualmente me preocupa la situación de la Ciudad, en la hermandad tememos una guerra Civil entre Buenos Aires y el resto de las Provincias. — Esto es porque el Triunvirato se hizo cargo de la Aduana y centralizó el poder en esta ciudad y no se preocupó por las provincias.
Álzaga se quedó pensativo buscando una solución. — Debes sacar a Buenos Aires del centro del huracán. 190
— Entonces debemos advertirle a la Logia Lautaro que descentralice el poder — dijo Cecilio — Al fin y al cabo son ellos los que van a interceder en la Asamblea. — ¡Si, pero ustedes deben irse a Tucumán cuanto antes! Yo ya estoy muerto. — Pero no puedes morir así — dijo Cecilio con bronca — Tu juicio no ha sido justo. — Mi muerte no quedará en la historia. Como Liniers, seré uno de los tantos héroes tapados por una historia contada por unos pocos con el objeto de convencer a unos cuantos. — ¡Vámonos! — dijo Rodrigo tomando a Cecilio del brazo. — Espera — dijo Álzaga recordando algo — Cuando estés en Tucumán ve a ver a una amiga, una mujer llamada Francisca Bazán de Laguna, ella te dará albergue y concejo.
Al amanecer Álzaga y un grupo de españoles fueron llevados al centro de la plaza. Cuando llegó su turno le vendaron los ojos pero al instante se bajó la venda mirando a los soldados con sus armas apuntándole. French se adelantó y le habló al pueblo quien festejaba aplaudiendo fervientemente. — En nombre del pueblo y del triunvirato procederemos al fusilamiento de Martín de Álzaga en el día de hoy a cumplirse cinco años de la defensa de Buenos Aires. — Estúpido ignorante — dijo Rodrigo — Eso fue ayer. — Martín de Álzaga lidera una agrupación Española buscando la vuelta al Virreinato y a la dominación de la corona sobre las Provincias Unidas del Río de la Plata, es por ello que debemos proceder con el fusilamiento, para que todos los españoles presentes 191
en la ciudad o cualquiera que crea que está bueno volver a depender de la Corona. — ¡Padre! — Gritó Félix pero cuando quiso salir a combatir a los soldados Rodrigo lo detuvo. — ¡Viva la Patria! — Gritó Álzaga.
Los soldados dispararon y el cuerpo de Álzaga se desplomó en el suelo y se comenzó a desangrar. French se acercó con el caballo y un soldado le ató una soga al cuello dándole la otra punta a French quien arrastró el cuerpo alrededor de la plaza para que todos lo vean y luego fue colgado en el centro de la plaza y los vecinos hacían fila para pegarle. — ¿Por qué hacen eso? — preguntó Félix llorando al ver tanta brutalidad. — Porque estas bestias están jugando a la Revolución Francesa — contestó Rodrigo — No saben lo hacen todavía creen que lo que sucedió en Francia fue un cuento de hadas. Lloren lo que tengan que llorar — dijo Rodrigo — Nos vamos a Tucumán ya mismo. — Váyanse ustedes — Dijo Cecilio enojado — Yo no puedo seguir. — Esto es lo que tu padre quiso — dijo Rodrigo. — No puedo soportar que estemos peleando para que estas bestias sean libres. — ¿Qué quieres decir Cecilio? — Preguntó Félix — No es esta nación el enemigo sino la gente que la está controlando. — Lo que menos quiero en este momento es que esta nación prospere, me vuelvo a España. 192
Félix se quedó en el medio de Rodrigo y Cecilio esperando una respuesta. Rodrigo se alejó a su caballo, ellos tenían que decidir qué hacer y justamente él no era la persona adecuada para ponerse del lado de nadie. — Si esa es tu decisión entonces no puedo detenerte — dijo Rodrigo — Lo curioso es que hace unos pocos meses yo pensaba así. — ¿Yo que hago? — preguntó Félix. — Haz lo que quieras — dijo Cecilio — Ya no eres un niño, demostraste en este tiempo que tienes el valor para desenvolverte solo.
Rodrigo evitó meterse en el medio, pero se sorprendió al ver a Félix volver junto a él. Ambos subieron a los caballos y sin decir nada viajaron a Tucumán mientras que Cecilio volvió a la casa a tomar sus cosas y partir hacia España.
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CAPITULO 14 La Batalla de Tucumán 23 de Septiembre de 1812 San Miguel de Tucumán, Provincias Unidas del Río de la Plata Afueras de la Ciudad
Durante días Rodrigo cabalgó junto a Félix por los caminos del interior. Pasó por Córdoba sin detenerse por nada iban preguntando por los puestos, postas y pueblos pero luego de la batalla de Huaqui las noticias del Ejército del Norte no eran para nada alentadoras. Llegaron a Tucumán a la mañana del 20 de septiembre y se encontraron con una ciudad pequeña con una plaza, un cabildo y varias Iglesias, Rodrigo estaba sorprendido de la ciudad tranquila y acogedora rodeada de montañas verdes y frondosas. El aire era cálido y seco, recordó las palabras de Güemes antes de irse de Buenos Aires. El clima que se vivía era de incertidumbre pues se sabía que el ejército realista venía descendiendo desde Jujuy y no iba a detenerse hasta derrotar completamente al Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Preguntando a los transeúntes dieron con la casa de Francisca Bazán de Laguna. Un caserón de fachada rígida y techos altos que se encontraba en una calle que daba a la plaza central. — Que caserón imponente — decía Félix. — La verdad que estoy asombrado — decía Rodrigo — Siempre creí que en el interior de esta tierra las casas iban a ser más precarias.
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Entraron al zaguán y con palmas llamaron la atención de los dueños de la casa. Una señora de avanzada edad vestida de negro y blanco salió a recibirlos. — Buenos días señora, estoy buscando a Francisca Bazán de Laguna. — Soy yo — dijo la señora — ¿Qué se le ofrece? — Vengo de parte de Martín de Álzaga, él me ha dicho que podríamos albergarnos en su casa si es usted tan amable. — Así que Martín de Álzaga ahora me envía sus amigos, ni que fuese Mariquita Sánchez de Thompson — Reía Francisca — ¿Qué es de la vida de ese viejo diablo?
Félix y Rodrigo se miraron. — Mi señora Francisca, Martín de Álzaga fue fusilado — dijo Rodrigo — Acusado injustamente por alta traición. — ¡Oh Dios mío! — Se lamentó Francisca tomándose el pecho. — Este muchacho que está junto a mi es Félix de Álzaga, su hijo más joven. — Tu padre era una persona excepcional, su mente estaba mucho más avanzada que la de cualquier porteño que haya nacido en España — Francisca tomó a Félix de la mano — Nunca dejes se sentirte orgulloso de tu padre.
Rodrigo tomó del hombro a Félix, había quedado muy afectado luego del fusilamiento y el espectáculo que dio French en la plaza. — Pueden quedarse aquí, mi criada los llevará a sus habitaciones. — Muchas gracias doña Francisca — Asintió con la cabeza. 196
Rodrigo y Félix durmieron todo el día y se despertaron pasadas las seis de la tarde cuando en la casa se preparaban para cenar. La cena estaba compuesta de empanadas, humita y de postre diversos tipos de frutas de la zona. En la mesa se encontraban los familiares cercanos y algunos vecinos de la zona al recibir la información de los visitantes desde Buenos Aires, eso significaba que habría una tertulia en la casa de Francisca Bazán de Laguna. La reunión se estaba dando de forma normal, los visitantes se acercaban curiosos al escuchar los relatos de la gran ciudad, sus edificios y obviamente los heroicos relatos sobre la reconquista y la defensa de la ciudad durante las invasiones inglesas. A medida que pasaba el tiempo la gente iba volviendo a sus casas satisfechas con la reunión, Félix también se retiró a su habitación y Rodrigo se quedó con Francisca. — ¿Hay alguna novedad del ejército del Norte? — Preguntó Rodrigo. — Las tropas se encuentran en las afueras de la ciudad, no se sabe cuándo vendrán los realistas pero nada más espero que la batalla no llegue hasta las calles del pueblo. — Si piensa en unirse al ejército deje ir muchacho, es demasiado joven como para morir en combate. — Me gustaría pasar a ver el ejército antes que los realistas lleguen. — Las tropas cuentan con el apoyo de mucha gente de la ciudad y de muchos Jujeños que se cansaron de escapar y quieren volver a su tierra — Explicó Francisca — Pero no son militares de ningún tipo, en número pueden intimidar, pero dudo que mantengan la formación al escuchar los cañones. 197
— Entonces mañana por la mañana iremos a hacerle una visita — dijo Rodrigo — ¿Por dónde me dijo que se encuentran? — Debe ir hacia las afueras del pueblo, tienen banderas celestes y blancas ondeando en los mástiles. — Entonces sin hacerla perder más tiempo me iré a dormir.
Francisca se quedó callada suspirando tan fuerte que Rodrigo se dio cuenta. — ¿Que sucede doña Francisca? — Cómo me gustaría hacer algo por la patria — se lamentaba Francisca — Pero ya estoy demasiado anciana. — No se preocupe señora, aquí usted está mucho más tranquila, alejada de los ruidos y los problemas que tiene la ciudad de Buenos Aires. — Tenemos una batalla que se nos viene encima — aclaró Francisca lamentándose — Tenemos muchos problemas aquí también. — Le prometo que vamos a impedir que esos problemas pasen a mayores — haciendo un ademán Rodrigo se retiró a su habitación.
Al otro día Rodrigo y Félix desayunaron y se fueron al encuentro del Ejército del Norte. En las afueras de la ciudad se encontraba el pequeño campamento levantado por Belgrano en donde entrenaban todos los días para mejorar sus técnicas en cara a un futuro acercamiento del ejército Realista. Luego de preguntarle a varios soldados fue guiado hacia una tienda. — Manuel Belgrano — dijo Rodrigo al verlo de espaldas mirando un mapa sobre la mesa. — ¿Rodrigo? ¿Qué haces aquí? — Preguntó Belgrano saludándolo. 198
— Vinimos desde Buenos Aires a traerte novedades, algunas tristes, otras importantes. — No quiero saber nada de Buenos Aires. — ¿Qué sucedió? — Preguntó Rodrigo extrañado. — Cuando fui a Rosario me tomé la libertad de crear esto — Belgrano le enseñó una bandera celeste y blanco — Esta debe ser la bandera de esta nueva nación. — ¿Con los colores de la casa de Borbón? — se rio Rodrigo. — Son los colores de la escarapela que usamos en las invasiones inglesas — Lo corrigió Belgrano — Los usé para mi ejército y últimamente los estoy imponiendo para que sea la insignia nacional. Pero el Triunvirato se niega rotundamente a que la muestre, Buenos Aires no entiende ni va a entender nada lo que es el interior de esta tierra. — Lo sé, es por ello que Álzaga quiso que me comunique contigo para quitarle ese poder a Buenos Aires — ¿Y qué tengo que ver yo con esto? — Tú eres un abogado, apenas eres un militar, tus armas son tus palabras no tus acciones. Tu campo de batalla son las tertulias y los congresos, no este lugar. — Lo sé, pero hoy mi lugar está aquí. — Pero dentro de poco vas a tener que volver — Rodrigo le entregó una carta a Belgrano la cual se puso a leer al instante. — ¿El General José de San Martín? ¿El héroe de Bailén? — Preguntó Belgrano asombrado — Si él se hace cargo de este ejército entonces no va a ser derrotado nunca. 199
— Se ve que lo conoces. — Él es un general — dijo Belgrano — Un general con todas las letras, este ejército no sería el mismo con él. En Agosto debimos retirar a toda la gente del norte — Comenzó a relatar Belgrano — Fue un éxodo en donde mucha gente debió abandonar sus hogares, no puedo defraudarlos más. — Los realistas mi general — dijo un soldado entrando urgente a la tienda — Se acercan lentamente, mañana estarán aquí. — ¿Números? — Son mil jinetes y dos mil infantes mi general — el hombre trató de hacer memoria — trece cañones medianos.
Belgrano golpeó la mesa desanimado — Llevas todas las de perder — dijo Félix — Tienes toda la tropa desmoralizada y te superan en número. — Tengo muchos paisanos que quieren luchar de mi lado. — Va a ser una masacre — le dijo Rodrigo — ¿Estás seguro que lo quieres hacer? — Si no lo hago entonces San Martín se las verá muy difícil, los realistas se harán fuertes en Tucumán y avanzarán contra Córdoba y luego Buenos Aires. — Nos quedaremos aquí y te haremos compañía, no vas a poder dormir esta noche.
24 de Septiembre de 1812 San Miguel de Tucumán. 200
La mañana siguiente Rodrigo, Félix y Belgrano se encontraban hablando mientras desayunaban en un fogón un poco alejados de campamento. Durante la madrugada se pusieron al día con las novedades y obviamente Belgrano no podía entender la muerte de Martín de Álzaga. Cuando de pronto comenzaron a ver un grupo de personas que se acercaban a lo lejos. Los tres se pusieron de pie alerta al ver que se les acercaban, pero cuando los tuvieron más cerca pudieron divisar un grupo de personas encapuchadas que iban mostrando sus rostros. Rodrigo reconoció a los asesinos de Alta Gracia y los dejó avanzar, para su sorpresa detrás se encontró con Juan Bautista. — ¡Bienvenido Juan Bautista! — Dijo Rodrigo Asombrado — ¿Qué te trae por aquí? — Vine a penas me enteré que pasaste por la ciudad de Córdoba y ni siquiera pasaste por la hermandad — sonreía Juan Bautista mientras se sentaba — Sabía que estabas con apuro y a dónde te dirigías. — Las cosas se están complicando en Buenos Aires y es necesario descentralizar el poder para el bien de las Provincias. — Hablando de Buenos Aires — Interrumpió Juan Bautista — Así que eres el nuevo mentor de la hermandad ¿Qué te hizo tomar esa decisión? — De a poco comencé a entender el patriotismo que hay en este lugar, ya la gente no pelea por sus tierras sino por esta patria que se está forjando. — Ah, perdón — se lamentó Rodrigo por su falta de educación — Manuel Belgrano, Félix de Álzaga; él es Juan Bautista Tupac Amaru, hermano del Mentor de la antigua orden Incaica. 201
Félix y Belgrano se asombraron. — ¡Mentor! — Se arrodilló Belgrano — Es un honor conocer a un descendiente del gran Tupac Amaru. — Mi nombre es Juan Bautista Monjarrás — corrigió — No soy digno de ser un Tupac Amaru. — ¿Qué hace aquí Mentor? — Preguntó Belgrano. — Vine a ayudarlos, si son derrotados los Templarios tendrán más poder que nunca y no es bueno que este ejército avance. — No tenemos fuerzas mentor — dijo Belgrano — Le juro que voy a dar todo para derrotar al enemigo pero se necesita mucho más que fe para eso. — ¿Qué pasó muchacho? ¿Perdiste la fe? — dijo Juan Bautista sacando una bolsa de cuero con la reliquia dentro. — ¿Cómo vas traerla hasta aquí? — preguntó Rodrigo preocupado. — Belgrano, esta batalla no la vas a perder — interrumpió Juan Bautista tomando el bastón de mando y le colocándole la reliquia en su punta con cuidado de no tocarla ayudado con la bolsa de cuero. — ¿Vas a convocar hombres para que luchen de nuestro lado? — Preguntó Rodrigo. — No necesitamos hombres para ganar esta batalla — Sonreía Juan Bautista mientras una langosta se posaba sobre la reliquia.
A penas los ejércitos estuvieron a la vista los realistas se formaron a medida que avanzaban y Belgrano armó a su ejército del otro lado esperando al enemigo.
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Cuando los realistas acomodaron los cañones en posición Belgrano levantó su bastón de mando y haciendo un ademán de avance una inmensa nube de langostas apareció por el horizonte dirigiéndose directamente hacia las tropas realistas. Los realistas comenzaron a desesperarse, nunca habían visto semejante nube tan directa hacia ellos, no sabían si eran venenosas o si picaban. Los que llevaban los proyectiles tuvieron que dejarlos en el suelo porque los insectos se metían dentro de las bocas de los cañones a tal punto que los taparon completamente. — ¡Ejército del Norte! — Gritó Belgrano — ¡Hoy, veinticuatro de Septiembre de mil ochocientos doce, en San Miguel de Tucumán levantaremos el sepulcro de la tiranía!
El Ejército del Norte avanzó sin problemas, conocían las plagas de langostas ya que la mayoría eran campesinos de la zona. Los realistas comenzaron a replegarse de a poco, no podían abrir la boca y sentían como las patas caminaban por su cuello metiéndose dentro del uniforme. — ¡Es una de las plagas! — Comenzaron a gritar — ¡Este lugar está abandonado por Dios!
De pronto, por órdenes de Belgrano, una columna del ejército encendió los pastizales que se encontraban detrás para impedirles la salida haciendo que muchos se rindieran. El resto del ejército comenzó a huir hacia el norte perseguidos por el ejército junto a los paisanos de la zona. Luego de la batalla Belgrano fue aclamado no sólo por el ejército sino también por la gente del pueblo que se enteraba de la hazaña lograda. 203
La gente llegaba de todos lados acompañándolo hasta el campamento. Belgrano entró a su tienda de campaña en donde se encontraban Juan Bautista, Rodrigo y Félix. — ¡Mentor! — Belgrano se arrodilló delante de Juan Bautista — No soy digno de llevar la reliquia, esta obligación debe corresponderle a usted como toda esta vasta región.
Juan Bautista sólo tomó la reliquia con la misma bolsa de cuero y se puso de pie al escuchar los gritos eufóricos de los soldados aclamando al General Manuel Belgrano. — Tú eres digno de esto y de todo lo demás Belgrano, pero ahora es tu gente la que te aclama. — Tampoco me creo digno de llevar este bastón de mando. — Más vale que tengas una buena explicación, no es bueno que se sepa lo de la reliquia — dijo Rodrigo.
Belgrano salió de la tienda y fue aclamado entre gente emocionada y los soldados usando la bandera que él mismo había diseñado para el ejército. No sabía qué decirles, cómo justificar semejante hazaña. La gente rumoreaba sobre poderes milagrosos de su bastón de mando cuando de pronto una multitud se iba acercando gritando de alegría acompañados por el obispo de la ciudad. — ¡Fue un milagro de la virgen! — Exclamaron varios paisanos impulsados por el sacerdote — Hoy es veinticuatro de Septiembre, día de la Virgen de la Merced, fue la mano de la Virgen lo que nos dio la victoria este día.
Desde el pueblo salieron siguiendo a la imagen de la virgen hacia donde había sido el campo de batalla a medida que se acercaban los 204
soldados victoriosos se iban formando detrás de la gente hasta llegar a donde se encontraba la tienda. Belgrano tomó una bandera, caminó con el bastón de mando hacia la figura y arrodillándose ante la imagen de la virgen de le entregó su bastón de mando nombrándola Generala del Ejército. Al volver a la tienda se reunió con el resto de los asesinos. — Creo que sabes lo que tienes que hacer — dijo Rodrigo. — Según la carta debo entregar el mando del Ejército del Norte a San Martín en la Posta de Yatasto — dijo Belgrano — Todavía no hay una fecha, así que intentaré avanzar un poco más, sólo para que la gente regrese a sus tierras. — Yo me encargaré de mantener comunicación entre Buenos Aires y Córdoba — dijo Rodrigo — Me estableceré en Tucumán y desde ahí trataré que estés al tanto de todo.
Durante 1813 Rodrigo y Félix vivieron en la casa de Francisca Bazán de Laguna. Disfrutaron de un año bastante tranquilo. Hacía mucho que Rodrigo no descansaba, Tucumán tenía algo que Buenos Aires no tenía y era el bullicio típico de una ciudad grande. Toda la gente era amable y la siesta era casi obligatoria. Aprovechó para descansar, por primera vez en mucho tiempo pudo descansar bien, sin nervios ni sobresaltos. Félix, por su parte, tenía sólo veinte años y se la pasaba de tertulia en tertulia abusando de su acento porteño ante las curiosas Tucumanas quienes lo veían más que atractivo y las madres de estas el que el apellido Álzaga significaban un buen partido. Desde el estudio de la casona, Rodrigo, mantenía contacto con la Hermandad de Buenos Aires y la de Córdoba. Se enteró que luego de la Batalla de Tucumán el Triunvirato comenzó a caer y gracias a la Logia Lautaro se estaba forzando la creación de una Asamblea. Más 205
tarde recibió la noticia que la asamblea había mandado a acuñar una moneda, a crear un escudo hasta adoptaron los colores de la bandera que había propuesto Belgrano. Lo más curioso fue que a medida que las cartas pasaban el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata comenzó a cambiarse por “Argentina”. Fue entonces que llegó una carta de San Martín indicando que a fines de Enero de 1814 iba a estar en la Posta de Yatasto para recibir el ejército del Norte. 30 de Enero de 1814 Posta de Yatasto Salta Las cartas habían sido enviadas y los integrantes fueron avisados. Mientras en Buenos Aires la logia Lautaro había nombrado Director Supremo a Gervasio Posadas, tío de Alvear, San Martín se encontraba en la Posta de Yatasto hacía más de una hora. — Señor Torres y Peña, es un gusto verlo aquí, mi amigo — dijo San Martín al verlo llegar junto a Félix — Les presento al Regimiento de Granaderos a Caballo.
El ejército era intimidante: chaquetas y pantalones azules, adornos rojos y sombreros altos con los escudos dorados, todos a caballo con muy poco de infantería. — Tus granaderos junto al ejército del norte van a ser invencibles — dijo Félix. — Este fue un buen año, según los comunicados todo salió a la perfección — dijo Rodrigo.
San Martín sólo asintió mientras los ojos quedaron fijos al norte. A lo lejos comenzó a aparecer Manuel Belgrano con el ejército del Norte. Había ganado pequeñas batallas pero tuvo varias derrotas. Desde lejos que se veía más enfermo que nunca 206
Belgrano volvió con el ejército, había sufrido un par de derrotas en Vilcapugio y Ayohuma; pero el resto del ejército se encontraba íntegro y expectante sabiendo que iban al encuentro del General José de San Martín del que Belgrano le hablaba constantemente. Belgrano se bajó del caballo y sin decir nada saludó a San Martín. — Mi corazón toma un nuevo aliento — dijo Belgrano — Estoy persuadido que usted salvará a la patria y podrá cambiar a este ejército hablando con claridad y confianza. Espero que usted me ilustre, que me ayuda y que conozca la pureza de mis intenciones que fue el bien de la patria y sacar a nuestros paisanos de la esclavitud en la que vivían. — No tenemos tiempo que perder — dijo San Martín — El año pasado, La Asamblea, marcó las pautas para convertir esta Patria en una Nación fuerte — dijo San Martín — Pero se olvidaron de la Independencia y de la Constitución, estos son dos puntos a tener en cuenta en carácter de urgente. — Yo me iré con el ejército al oeste, a Cuyo exactamente, luego pasaré a Chile para luego subir hacia Perú, mientras tanto deben contener al enemigo para que no vuelva a avanzar y para distraerlos. — Para eso van a necesitar a un general — dijo Belgrano — Yo vuelvo a Buenos Aires y de ahí a Europa, empujaré el proyecto de la constitución y la independencia y volveré solamente cuando estén las condiciones listas. — ¿Dónde vas a conseguir a un general? — Preguntó Rodrigo — ¿Y dónde vas a conseguir un ejército? — Solamente puedo confiar en un general para soportar los azotes de los realistas en el norte. Un hombre salió caminando desde la posta, estaba vestido de blanco y rojo, tenía una barba muy prominente 207
caminó hacia donde estaban todos cuando Rodrigo y Belgrano lo reconocieron. — ¿Güemes? — El mismísimo — saludó a ambos con un abrazo — No se preocupe mi general, con mis gauchos les haremos sentir el mismo infierno a los Españoles. — Así lo creo. Me llevo el ejército a Cuyo, ustedes hagan lo que tengan que hacer por la patria. — ¡Viva la Patria! — gritaron todos.
San Martín se retiró hacia el Oeste y Belgrano hacia el este. — ¡Vamos! — Dijo Güemes tanto a Rodrigo como a Félix — vayamos al norte, es la hora de hacerles una guerra a los realistas, una guerra gaucha.
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CAPITULO 15 La Guerra Gaucha 1 de Marzo de 1815 Salta
Güemes, Rodrigo y Félix viajaron hacia el norte. La temperatura aumentaba mientras que el aire se sentía más seco. Félix estaba contento, no sabía por dónde mirar para ver un paisaje nuevo. Combatieron con el pequeño grupo de gauchos a todo ejército realista que se cruzaban y ayudaron a varios pueblos que estaban siendo sometidos por esto. Pasó el año y ya era el momento de volver a su casa así que cansados luego de un año activo se dirigieron más al norte aún a la ciudad que Güemes le hablaba maravillas. La Ciudad de Salta. A diferencia de Rodrigo, Güemes iba muy despacio, le sobraba el tiempo y se tomaba las cosas con tranquilidad. Güemes siempre le decía que los porteños son muy apurados para todo, que en el norte las cosas se hacían de manera más lenta y tranquila. Luego de unos veinte minutos de subir una cuesta ya no podían aguantar estar sentados sobre el caballo un minuto más. — ¿Estás seguro que hay una ciudad por aquí? — Preguntó Rodrigo mientras subían por el camino empinado — Dices que faltan minutos para llegar pero no veo ni rastros de una ciudad como la que describes.
De pronto de la nada apareció la ciudad, se encontraba en el interior del valle. Era demasiado extensa y viéndola de arriba se podían ver las iglesias y los edificios importantes. 209
— Rodrigo, Félix. Bienvenidos al valle de Lerma — Dijo Güemes — Bienvenido a la ciudad de Salta.
Comenzaron a descender, a medida que iban llegando el aire se hacía más fresco pues en el valle corría mucho viento fresco a medida que caía la tarde. La casa de Güemes se encontraba un poco alejada del centro de la ciudad, era un paraje tranquilo y desolado, le gustaba convivir con la naturaleza y sus sierras. — Buenas tardes — dijo Güemes entrando a la casa, al escucharlo una mujer de cabello negro fue a su encuentro. — ¡Martín, llegaste! — dijo la mujer saludándolo. — Ella es mi hermana María Magdalena, pero le decimos cariñosamente "Macacha" — Buenos días — dijo Rodrigo al ver a la mujer de cabello negro con el ceño fruncido y mirada recia. — Alguna novedad en mi ausencia. — Ese marica que pusieron como general está con intenciones de desobedecer al Director Supremo. — ¿Quién? — Preguntó Rodrigo. — El Director Supremo designó como representante del ejército del Norte a José Rondeau, otro porteño inútil que porque sabe andar a caballo lo nombran general, lo mandan a un lugar desconocido para él y a los dos días se hace el que conoce todo. — No me importa — dijo Güemes — Iremos al encuentro del ejército del norte en un par de semanas, mis dos amigos deben aclimatarse al 210
norte, además de disfrutar de todas las vistas y comidas sabrosas que hay por aquí. Por la ventana Güemes veía a una mujer de alto semblante caminando hacia la plaza principal. — Deja de coquetear con los ojos a Margarita y ve a hablarle — se quejaba Macacha — Siempre te conformas con mirarla. — Ya será el momento de ir a hablarle entonces... — Cállate la boca, vives en esta casa y mucha gente cree que yo soy tu esposa — Interrumpió Macacha — Si quieres esa comida sabrosa será mejor que le vayas a hablar antes que se la coma otro.
Tan pensativo quedó Güemes que durante las dos semanas siguientes iba a cortejarla y acompañarla al caminar por la ciudad. Mientras tanto Rodrigo y Félix aprovecharon para conversar. — Recuerda Félix, debemos permanecer ocultos, Güemes sabe lo que hace nada más tenemos que despejarle el camino. — Mentor ¿Que se siente luchar contra los suyos? — Mi mentor, Santiago de Liniers, admiraba esta tierra a tal punto que no quería regresar. Yo no podía entenderlo hasta que lo viví en carne propia — contaba Rodrigo — Hoy me di cuenta de lo que decía y realmente no sé si volveré a España a vivir. Me gusta mucho este lugar. — ¿Extraña a su mentor? — Además de extrañarlo me da bronca que se haya muerto luego que empezara a disfrutar de su vida. Él se hizo cargo de la hermandad y erróneamente del Virreinato. No pudo seguir con su vida. Cuando estuvo preparado para vivirla lo mataron. 211
— Lucharemos en la hermandad para que su muerte no haya sido en vano — dijo Félix llenándose de orgullo. — Las cosas ya están hechas y con las decisiones que tomamos con la Logia Lautaro forzamos más la división entre la gente de esta nueva nación a cambio de la expulsión de los realistas. — Esperemos que los futuros líderes unan a la gente en vez de separarlas — dijo Félix. — El problema es la gente que se deja convencer fácilmente — Decía Rodrigo en voz alta y molesto — es por ello que necesitamos educación para que la gente tome decisiones antes que un mal líder tome las decisiones por ellos. — Entiendo Mentor — Félix se quedó callado. — Félix, tú eres joven, tu padre me hizo sacarte de la ciudad porque tu apellido corría peligro. Tu padre era la persona más inteligente que conocí y no es bueno que tu no sepas más que él. — Mi padre murió asesinado por esos ignorantes — Recriminó Félix todavía abatido. — Esas bestias lo asesinaron porque no pueden soportar que alguien le diga la verdad en sus caras y les destruya su mundo de mentira en el que viven. — Tiene razón Mentor, al regresar a Buenos Aires me pondré en campaña para ser un hombre como mi padre. — Mejor que tu padre tienes que ser — Rodrigo se puso de pie y se fue a acostar.
Al día siguiente Macacha tenía preparado los caballos para los tres, el viaje no era largo pero había que hacerlo. 212
— Deben ir vestidos como mis Infernales — le dijo Güemes a Macacha — no hay tantos poblados en el norte para que pasen desapercibidos.
Macacha hizo una seña para que ambos entraran a la casa para cambiarse las ropas. Así que antes de salir Rodrigo y Félix tuvieron que vestirse con una chaqueta roja, pantalón blanco, botas y gorro frigio. — ¿Cómo te sientes Félix? — Preguntó Rodrigo al verlo incómodo. — Ridículo. — Bueno ¿A dónde es que vamos? — Rodrigo se subió al caballo. — Vamos al Norte, ahí nos encontraremos con el "General de Buenos Aires" Rodrigo, trata de no hablar mucho, se nota demasiado tu acento español.
Cabalgaron por unas cuantas horas más al norte hasta llegar a un pequeño poblado en donde se estaba quedando el ejército del Norte. Al acercarse se pudo ver a lo lejos al general José Rondeau, una persona de baja estatura de uniforme azul y rojo totalmente ornamentado. Había llegado de Buenos Aires en donde el Director Supremo lo había mandado para comandar el ejército del norte. — Martín Miguel de Güemes presentándose junto a sus infernales, señor. — Me han hablado mucho de usted General Güemes — dijo Rondeau — En fin, usted vaya a la vanguardia mientras que nosotros iremos más retrasados, vamos a avanzar sobre el territorio y de ahí a conquistar todo el Perú.
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— "A conquistar todo el Perú" — refunfuñó Güemes molesto — ¡Que idiota!
Comenzaron a avanzar lentamente, Güemes iba por delante mirando hacia ambos lados y Rondeau iba demasiado detrás mirando a Güemes por cualquier seña que este haga. Minutos después las fuerzas de Rondeau vieron a los Infernales detenidos junto a Güemes en un pequeño pueblo Aimara. — ¿Qué es lo que haces? — Dijo Rondeau — Debemos avanzar debemos acabar con los Realistas y tomar Lima y Cusco. — De ninguna manera — dijo Güemes — Nosotros no nos movemos de la frontera, si los realistas vienen entonces les daremos batalla para que no lleguen a Salta. — ¡General! — Dijo un gaucho que había sido enviado a hacer un reconocimiento de la zona — Realistas, se encuentran al Este, exactamente en Puesto de Marqués. Tienen prisioneros de las Comarcas Aimara, de Salta y Jujuy. — Entonces debemos liberar a los prisioneros y atacará a los Realistas. — ¿Que? ¿Bajo cuál orden? — Preguntó Rondeau enojado. — Bajo las mías — recalcó Güemes — Mis infernales no avanzarán más. — ¡Güemes, debes hacer lo que yo te diga! — gritó Rondeau. — Usted es un porteño de culo tan limpio que todas las sierras se verían reflejadas en él. Mis gauchos irán a tomar el Puesto de Marqués, y no se moverán de aquí, vaya usted a la vanguardia si es que tiene los huevos para hacerlo. 214
— ¡Esto es inaudito! — Dijo Rondeau — Lo sabrá el Director Supremo. — Vaya a contárselo, tiene varias semanas de viaje hasta Buenos Aires ida y vuelta. — ¡Basta! — Se molestó Rondeau — Ya estoy cansado de su falta de respeto a la autoridad. Iré con mis hombres a Puesto de Marqués mientras usted se queda aquí cuidando a esta pobre gente. — ¿Qué sucede? — Preguntó Rodrigo. — ¡No van a poder! — Dijo Güemes — Puesto de Marqués está ubicado en un páramo, va a perder a todo el ejército. — ¿Estás tan seguro? — Preguntó Félix. — ¡Nunca mandes a un porteño a hacer el trabajo de un hombre!
14 de Abril de 1815 Puesto del Marqués Jujuy
Caía la tarde y Güemes estaba alerta con sus gauchos ante cualquier problema que aconteciese. — ¿Cómo puedes estar tan tranquilo cuando Rondeau fue a atacar a los Realistas? — Preguntó Félix. — El General Porteño Se llevó un ejército grande, puede salir victorioso si toma las medidas necesarias — comenzó a explicar Güemes — Aunque si no va a tener muchas bajas. — Shhh. Alguien se acerca — dijo Rodrigo.
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— Los atraparon, el lugar es una trampa mortal — Uno de los soldados llegó al campamento con una bandera ensangrentada — Nos dieron combate desde el principio. — Obvio, no hay lugar por donde acercarse. Los realistas los vieron desde que se levantaron de la cama — se Reía Güemes. — Tomaron prisionero a Rondeau y a la mayoría de los soldados. — Tal parece que vamos a tener que ir a rescatarlos — Güemes ordenó a los gauchos que lo siguieran con una seña y avanzaron por las quebradas.
Amanecía lentamente cuando vieron a lo lejos Puesto del Marqués, un caserío aislado que estaba en el centro de una explanada. — Aprovecharemos la oscuridad para acabar con los vigías — dijo Rodrigo llevándose a Félix. — Tienen media hora — dijo Güemes. — Nosotros te haremos una señal... — Dije que tienen media hora antes que nosotros arrasemos con Posta de Marques.
Sin entender nada los dos asesinos corrieron y se acercaron lentamente bordeando las sierras mirando a los soldados tratando de aprovechar alguna distracción y asegurándose que tarde bastante ya que tenían que caminar más de cincuenta metros sin cobertura. — No podemos acercarnos mucho Mentor, no hay lugar en donde esconderse. — Ahí tienes tu distracción — Dijo Rodrigo al ver que una cantidad de gente estaba llevándose a Rondeau atado. 216
— ¿Creyeron que iban a poder con el reino de España? — reía el general Español — Fernando VII regresó con más fuerza que nunca, y ustedes volverán a ser una colonia de una España que va a recuperar lo que es suyo.
Félix y Rodrigo entraron en el pequeño poblado y se ocultaron en una de las ruinas de adobe que ahí se encontraban. — Mira Félix, hay dos mangrullos, debemos sincronizarnos para acabar con los dos juntos. — Es muy arriesgado Mentor, además ya debe estar por cumplirse el tiempo que nos dio Güemes. — Güemes es muy exagerado, no se va a atrever a atacar este lugar sin que nosotros le facilitemos las cosas. — Disculpe Mentor, ¿Güemes es el mismo que tomó un barco Británico a caballo?
Rodrigo se quedó dudando. — ¿Cómo se llama usted? — Soy el General Rondeau, General José Casimiro Rondeau. — Bueno José, ahora vamos a llevarte a Lima — dijo el General. — No — Interrumpió el otro — Llevémoslo a Cusco. — No, tengo una idea mejor — dijo nuevamente el general sonriendo — llevémoslo ante el Águila Ibérica, ese ser no va a tener piedad. — Esa es una buena idea — sonreía el general cuando un grito resonó en el horizonte. — Díganle al Águila Ibérica que aparezca si es que no es un cobarde. 217
— ¿Usted cree que él va a aparecer cuando usted se lo ordene? — se rieron todos — él está por encima de todos y los quiere fuera de esta tierra española.
De repente un rugido se escuchó a lo lejos. — ¿Qué fue eso? — dijo el realista mirando hacia los lados. — No veo nada — dijo otro soldado.
De pronto los infernales aparecieron de la nada y comenzaron a atacar a los realistas de forma salvaje y sorpresiva. Rodrigo salió de su escondite para ver lo que sucedía. Los Infernales cruzaban atacando todo lo que veían y se volvían a ocultar entre las piedras, levantando polvareda y tierra en el ambiente. Podían hacer que el caballo se acostara al ras del suelo con una sola orden, Félix se asombró de la velocidad y la ferocidad que los gauchos lentamente iban doblegando a los realistas de una forma sorpresiva, violenta y salvaje. Los dos asesinos comenzaron a atacar a los que estaban cerca cuando el mismo Güemes apareció ante todos. — ¡Vamos mis Infernales! — La voz de Güemes gritaba en el centro del lugar — ¡Que estos realistas vivan el infierno que les hicieron vivir a los Incas! ¡Esta es nuestra tierra y es nuestro deber expulsarlos!
No faltó mucho para que los realistas se rindieran y muy pocos escaparan, no les dio tiempo a defenderse. Rondeau fue liberado delante de Güemes quien nunca se bajó del caballo. — La ventaja que mis gauchos tienen sobre todos ustedes es que estas son nuestras tierras, nacimos aquí y ya forma parte de nosotros, ustedes no tienen ni puta idea de donde están parados ni a donde ir. — Usted desobedeció una orden directa. 218
— Un error directo — Corrigió Güemes — Como siempre yo me la paso rescatando a todo general porteño que viene aquí creyendo que pueden luchar aquí como en una ciudad llena de humedad. — Esto lo sabrá el Director Supremo. — Vaya a hablar con el Director Supremo — lo desafió Güemes — Y cuéntele lo que usted quiera. Cambie la historia, dígale que fui yo el prisionero y usted el héroe; a mí no me interesa, El pueblo de Salta sabrá siempre la verdad, lo que opinen los demás no me interesa. — ¿Dónde está el Águila Ibérica? — le preguntó Rodrigo al general español. — No sabemos, es muy errante. — Cuando amenazaron a Rondeau parecía que sabían en donde estaba — dijo. — Lo hicimos para asustarlos nada más — Dijo el General entregando su sable. — ¿Ahora podemos seguir avanzando? — Preguntó Rondeau — Podrá volverse a poner a mis órdenes como tiene que ser. — De ninguna manera — contestó Güemes — nosotros nos quedaremos aquí. Suban ustedes con su ejército que mis Infernales de Línea custodiaremos la frontera y los auxiliaremos si vuelven derrotados, que es lo más probable que pase.
Luego de semanas de revisar cada sector de la frontera buscando realistas y más especialmente al Águila Ibérica, Los Infernales Regresaron a Salta para abastecerse cuando Güemes encontró a su 219
hermana y unos hombres que lo estaban esperando en la Plaza Principal. — Güemes, Güemes, estos hombres te quieren hablar — dijo dijo Machaca.
Don Martín Miguel de Güemes — dijo dijo el hombre — Queremos Queremos — Don que usted se haga cargo de la gobernación de la ciudad de Salta, la forma en que usted habló luego del incidente en Puesto de Marqués y toda su hazaña tanto en el norte como en la Ciudad de Buenos Aires A ires lo hacen un fuerte candidato para gobernar esta ciudad. Güemes se quedó pensativo unos minutos en silencio. La aceptaré hasta que no quede un Realista en Salta, luego se lo — La daré a una persona capaz de continuar el legado de esta ciudad. — Muy bien — dijeron dijeron los hombres — Señor Gobernador, voy a preparar la documentación para hacérsela llegar a Buenos Aires y que los porteños sepan que el Norte está bien Custodiado. — ¿Vas a aceptar la gobernación de Salta? — Preguntó Rodrigo preocupado.
¿Por qué no? — ¿Por ¿Recuerdas lo que sucedió con Liniers o Saavedra? — ¿Recuerdas Si, pero no ya no soy Asesino. — Si, 15 de Julio de 1815 Catedral de Salta Ciudad de Salta
Meses después de haber aceptado la gobernación de Salta, Güemes comenzó a tener más gauchos que nunca, los comandaba a la frontera para impedir el avance Realista y contener a Rondeau quien había 220
vuelto corriendo un par de veces derrotado. Era normal verlo con el uniforme blanco de gobernador y su capa celeste a lo lejos, el semblante que tenía era envidiable y comenzaba a darle miedo a los Realistas que se encontraban más al norte. Cuando iba por la ciudad, Güemes comenzó a tener más confianza y más seguidores. Especialmente las mujeres solteras del pueblo, su hermana las sacó de encima para que la elegida sea Carmen Puch. Con una plaza llena de gente esperándolo Güemes salió junto a su nueva flamante esposa ante una ciudad que estaba feliz al ver a su héroe casarse con Carmen Puch. Un camino desde la catedral hasta la plaza marcado por sus gauchos vestidos de rojo los guió hacia la plaza en donde se realizaba la fiesta. La celebración se hacía con normalidad, música, comida y baile durante toda la noche. A medida que pasaban las horas la gente se iba retirando y cuando comenzó a aclarar la plaza se encontraba más vacía que llena. Mientras amanecía Güemes se encontró con Rodrigo y con Félix que estaban a un costado de la plaza. Esta fiesta además de mi casamiento fue para distraernos un poco — Esta — Güemes Güemes buscó unas sillas para sentarse — Estuvimos Estuvimos buscando al Águila Ibérica por varios meses y nada solamente rumores. — Pero Pero son esos rumores lo que le dan un misterio más a todos los ciudadanos de la ciudad y los pueblos aledaños — dijo dijo Rodrigo.
Pero no a mis infernales — recalcó recalcó Güemes — Ellos Ellos se sienten — Pero más a gusto ahora que soy gobernador, al final reivindicamos el papel 221
del gaucho en la sociedad, ahora son mi guardia personal y hace solo unos meses eran unos salvajes s alvajes ignorantes. ignorantes. — A muchos no le gusta que hayas aceptado la gobernación — Rodrigo le dijo en secreto.
Obvio que tengo enemigos aquí — Güemes Güemes prendía un cigarrillo — Obvio — para ellos nada más soy un gaucho salvaje ¿Recuerdas a Belgrano y Castelli? Ellos eran dos abogados, dos hombres que nacieron leyendo libros de leyes, dos personas cultas con un amplio conocimiento conocimiento de la ley, filosofías y demás ciencias. Ellos se hicieron cargo de este ejército y perecieron. — Belgrano Belgrano triunfó en Tucumán — dijo dijo Félix.
Tucumán fue una victoria importante, pero hubo muchas derrotas — Tucumán de estos abogados a caballo que creen que con ideas nobles pueden ganar una batalla. Para ganar una batalla se necesitan guerreros, gente que conozca el lugar, gente que le sepa hablar a su gente como soy yo con mis gauchos, como el General San Martín, cómo era Santiago de Liniers. — ¿Hay una idea de instaurar una hermandad aquí? — Preguntó Rodrigo.
Claro que la hay — Contestó Contestó Güemes — Pero Pero ahora tengo a la — Claro gobernación de la ciudad más linda de todas y a la mujer más hermosa de Salta. Macacha se ocupa de todo lo relacionado con la hermandad tal como hizo la Logia Lautaro en Buenos Aires y de a poco vamos a conectar las Hermandades de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Salta con una red de información y a hacerla grande nuevamente.
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Comenzó a amanecer y Güemes se fue junto a Rodrigo y Félix a su casa cuando una diligencia apareció escoltada por un gaucho. Señor gobernador — dijo dijo uno de los Gauchos — Llegó Llegó en una — Señor diligencia diligencia de Buenos Aires un hombre preguntando por usted. Buen día señor gobernador — dijo dijo el hombre — Vengo Vengo en nombre — Buen de José María Alvear con una nota importante. Güemes leía la nota. — Güemes — La La Logia Lautaro quiere que se cambie la sede del gobierno para declarar la independencia y descentralizar la influencia de Buenos Aires sobre el territorio — dijo dijo el hombre mientras Güemes leía lo mismo — Salta Salta nos parece una ciudad perfecta para hacerlo, más aún que tienen a un nuevo gobernador y héroe de la Reconquista.
Preguntó Güemes — Imposible, el Águila — ¿Aquí en Salta? — Preguntó Ibérica intentará impedirlo, además estamos a pocos kilómetros de la frontera. San Martín no quiere que sea ni Buenos Aires ni Córdoba — dijo dijo — San Rodrigo. Nadie quiere eso, no está en los planes de nadie — dijo dijo el hombre — Nadie Las Provincias del Litoral se encuentran en conflicto con el Brasil — Las y los Portugueses. ¿Y al sur? — Preguntó Félix — Sería bueno para reafirmar la — ¿Y soberanía ahí. No, el sur está lleno de aborígenes — dijo dijo Güemes. — No, — ¿Y ¿Y Tucumán? — Preguntó Preguntó Félix — Está Está lejos de Córdoba, lejos de Salta y lejos de Buenos Aires. 223
Tucumán estaría perfecto — dijo dijo Güemes — ¿Pero ¿Pero dónde vamos — Tucumán a encontrar, de manera rápida, una casa para albergar a tanta gente? — Déjemelo Déjemelo a mí dijo Rodrigo — sonriendo. sonriendo.
3 de Mayo de 1815 San Miguel de Tucumán Provincia de Tucumán
Sólo un par de semanas tardó Rodrigo en llegar a San Miguel de Tucumán, más exactamente a la casa de Francisca. Entró a la casa y sin anunciarse fue al jardín en donde la mujer se encontraba sentada. — ¿Señor ¿Señor Torres y Peña? — se se preguntó extrañada poniéndose de pie al verlo llegar de repente. — Doña Doña Francisca Bazán de Laguna — dijo dijo Rodrigo tomando a la anciana de los hombros — llegó el momento de ser parte de la historia.
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CAPITULO 16 Las Independencias 6 de Julio de 1816 San Miguel de Tucumán Tucumán
De todos los rincones comenzaron a llegar diputados a Tucumán pues tenían presión de todas las provincias para declarar la independencia cuanto antes. Francisca Bazán de Laguna había cedido su casa mientras ella se iba a vivir con una vecina, estaba orgullosa que su nombre quedara en la historia. Todos estaban expectantes, hasta llegó una carta de San Martín desde Mendoza indicando que declaren la independencia ya. Rodrigo se encontraba en las cercanías de la casa vigilando que no haya ningún movimiento extraño ya que las decisiones del Directorio no eran muy apoyadas por mucha gente. Las Provincias Unidas tenían enemigos internos y externos teniendo en cuenta a los Realistas del Norte, la guerra que se estaba librando con el Brasil y los simpatizantes que Buenos Aires siga siendo la capital de las Provincias Unidas y única sede del Congreso Nacional en conjunto con los que querían utilizar el nombre de Confederación Argentina en lugar de Provincias Unidas de América del sud. — Mentor — dijo una voz conocida. — ¡Belgrano! — Dijo Rodrigo — ¿Qué haces por aquí? — Volví de Europa, visité las hermandades y tuve una importante charla con Arno Dorian en París, al parecer estás haciendo las cosas bien por este lado del mundo. 225
— ¿Y París? — París sigue igual de siempre, ahora con Napoleón II las cosas están bien pero no es un líder como lo fue su padre. Seguramente en unos meses coronarán al hermano de Luis XVI: “Louis Stanislas Xavier” y todo volverá a ser como antes de la revolución pero esta vez con la espada del pueblo por sobre la cabeza del rey. — ¿O sea que todo volvió a ser como era antes? — No por nada la palabra “Revolución” significa dar una vuelta — reía Belgrano — Si das una vuelta terminas en el mismo lugar de donde empezaste. — ¿Vienes a formar parte del congreso? — preguntó Félix. — No voy a formar parte de este Congreso, nada más voy a dar consejo, fui vocal de la primera junta y al igual de Juan José Paso tengo algo de representatividad. — Quiero presentarte a Doña Francisca Bazán de Laguna — Rodrigo le presentó a la mujer que estaba hablando con un grupo de personas — Ella es la dueña de esta casa, luego de la batalla de Tucumán te quería conocer. — Es un honor para mí conocerlo y servir a la patria — dijo la mujer haciendo una reverencia. — El honor es mío Doña Francisca — Belgrano la saludó y se quedaron hablando por varios minutos mientras Rodrigo se alejaba hacia la entrada de la casa. — Estate atento Félix, si alguien va a hacer algo lo va a hacer desde este día hasta que se declare la independencia.
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— Mentor, declarar la independencia no va a hacer nada — Félix estaba desanimado — es un papel firmado que no significa nada. — Mira a Belgrano, su capa tiene los colores de la bandera que ya muchos adoptan para esta nación. — Más vale que deje de usarla porque lo van a suicidar. — Belgrano ya es intocable, se transformó en un prócer para esta nación y su bandera de a poco se está adaptando para identificar a esta nación. — Por cansancio. — Por convicción — corrigió Rodrigo — Una vez Mariquita Sánchez de Thompson me demostró que sólo mostrando las cosas ordenadas se puede ganar una batalla ya sea en el campo como en un recinto lleno de diputados. Y si queremos estar ordenados ante el mundo debemos tener una insignia, un ejército y un papel firmado que diga que nos muestre como una nación libre y soberana que obre en unión y libertad. — Entonces más que nunca hay que declarar la independencia — Félix quedó abrumado luego del discurso de Rodrigo, a veces le llamaba la atención de cómo pasó a ser un monárquico a un patriota.
Luego de los protocolos y saludos todos entraron a la casa de Francisca Bazán de Laguna, especialmente en el recinto central, un lugar pequeño y angosto en donde entraban todos los diputados y demás interesados para prestar atención a las sesiones del congreso, el principal orador era Juan José Paso quién le dio la bienvenida a Belgrano al recinto y fue aplaudido por todos los que estaban presentes. 227
— Toma la palabra Don Manuel Belgrano, ex Vocal del primer gobierno Patrio y vencedor de la Batalla de Tucumán — dijo Paso ante una ola de aplausos. — Cumpliendo con mi labor de embajador en Europa estuve en varias ciudades como Londres y París, en el viejo mundo las monarquías se están reestructurando luego de la caída de Napoleón, la declaración de la independencia no debe pasar de esta semana, no debemos quedarnos atrás del viejo mundo, tenemos que instaurar una monarquía constitucional aquí también. — ¿Qué es lo que pretende? — Paso sonreía irónicamente. — Muy pronto el Alto Perú será independiente y debemos incluirlo en el Plan continental volviendo a las raíces del nuevo mundo, hay que nombrar a un Rey descendiente de la raza de los Incas e instaurar la capital en la ciudad de Cusco con una Asamblea Nacional formada de criollos — Gritó Belgrano.
Todos rieron. — No confunda a estas personas Señor Belgrano — dijo Paso — Nosotros tenemos muy poco que ver con los Incas. — Pero esta es su tierra, y aceptar que tenemos todo el derecho sobre ésta nos transforma en tiranos igual que los realistas. — Nosotros somos criollos, contamos con más recursos que los descendientes de los Incas los cuales aún viven en casas de barro — dijo uno de los congresales.
Un silencio — ¿Usted se imagina a esas personas defendiendo los intereses de esta nueva nación ante los Españoles, Ingleses y Franceses? — dijo Juan José Paso. 228
— Obvio que sí, pero los conquistadores Españoles se encargaron de diezmar a los Incas quienes ya tenían ciudades antes que Buenos Aires existiese — Belgrano caminaba de lado a lado del recinto — Debemos incluirlos, educarlos, crear escuelas para que esta gente no se quede en el tiempo, no van a ser aborígenes para siempre ¿o sí? — Eso se verá con el tiempo señor Belgrano. — Con el tiempo y esta forma de pensar esta gente cambiará a un opresor realista por un opresor criollo, y esa ni es la idea — dijo Belgrano acomodándose el poncho — Lamentablemente aquí se piensa en declarar la independencia pero se están centrando en cualquier otra cosa.
Belgrano abandonó el recinto molesto, al salir se chocó con Rodrigo. — No van a entender nunca — dijo Belgrano. — No va a ser fácil hacerles cambiar de opinión, esta gente ya tiene idea fija que Buenos Aires debe ser la capital de esta nación y que el Directorio debe tener la sede del gobierno ahí mismo.
Rodrigo y Belgrano salieron caminando hacia la calle. — Ya es tarde — aclaró Rodrigo — El Congreso ahora se encuentra aquí. — Esto es una vil fachada, esto es un show para demostrar que Buenos Aires piensa en el interior también. Juan Bautista tiene que tener un lugar mejor — dijo Belgrano — Él es el último descendiente de Tupac Amaru. — Él es el mentor de la hermandad de Córdoba.
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— Él es el verdadero héroe de la batalla de Tucumán — corrigió Belgrano — No debe ocultarse más, debe salir a la luz y reclamar lo que es suyo por derecho. — Juan Bautista es una persona que lleva mucho peso sobre sus hombros — dijo Rodrigo — él decidirá lo que quiere cuando sea el momento. — Mira eso — dijo Belgrano señalando al techo. — ¿Qué viste? — Preguntó Rodrigo mirando — Yo no vi nada. — Sígueme anciano — dijo Belgrano mientras salía corriendo. — ¿Anciano? — Se reía Rodrigo mientras escalaba la pared del costado junto a Belgrano — Tenemos la misma edad.
Escalaron una pared y llegaron al techo de la casa, corrieron por las tejas hasta un punto en donde había mucho espacio entre ambas casas, igualmente no estaban a gran altura ya que muchas casas no llegaban a los dos pisos. El hombre quedó acorralado por los dos asesinos, Belgrano había sacado las hojas ocultas mientras que Rodrigo su revólver. El hombre dio un paso hacia atrás, miró la distancia al suelo y antes que se dispusiera a saltar Rodrigo le disparó al pie para desestabilizarlo. El hombre cayó al suelo pero cuando se puso de pie para salir corriendo como podía pero no contó que Belgrano se le lanzó para caerle encima. — ¡Habla! — Dijo Belgrano con la hoja oculta apoyándosela en la garganta — Habla ahora o no vas a hablar nunca más. — El Águila Ibérica sabe lo que están haciendo — dijo el hombre — Él no va a dejar que ninguna independencia se declare en este lugar. — Debemos advertir al Congreso. 230
— No — dijo Belgrano — Si advertimos al congreso entonces se asustarán y dejarán el asunto de la independencia para más adelante, la independencia se tiene que declarar ya. — Entonces debemos estar alerta. — Si, y no debemos dejar ningún cabo suelto — Belgrano enterró la hoja oculta en la garganta del hombre que agonizó ante sus ojos — Descansa en paz.
Mientras Rodrigo ocultaba el cuerpo dentro de un almacén abandonado Belgrano se apoyó contra la pared tomándose el pecho. — ¿Te encuentras bien? — Preguntó Rodrigo al verlo muy abatido. — Estaré bien — se molestó Belgrano golpeándose el pecho. — Y después me dices anciano — se reía Rodrigo. — Debemos estar alerta durante las sesiones de los diputados y más aún debemos apurarlos para que declaren la independencia ya.
9 de Julio de 1816 San Miguel de Tucumán Tucumán
Luego de unos días Belgrano estaba bastante enfermo, tenía obligaciones pero el Congreso seguía sin ponerse de acuerdo. Rodrigo y Félix estaban mal dormidos ya que vigilaban día y noche que no haya indicios de invasión Realista ni intentos de sobornar a los diputados. La mañana del nueve de Julio Belgrano fue junto a Rodrigo bien temprano a las puertas del congreso de Tucumán para pedir la palabra antes que la sesión se inicie.
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— La declaración de la Independencia y la redacción de una constitución nacional no debe pasar más del día de hoy — dijo Belgrano — Ya es demasiado estúpido esperar más tiempo, como dice la carta de San Martín: Tenemos una moneda, tenemos un ejército hasta tenemos símbolos patrios y seguimos en duda si nos independizamos del Rey de España ¿Qué se supone que están esperando? — Esto es muy delicado Belgrano — dijo Paso — Son muchos diputados y cada uno quiere… — Me importa un carajo — Belgrano golpeó la mesa — Mientras ustedes discuten estupideces estamos perdiendo las provincias de la Mesopotamia y la gobernación de Montevideo. Más les vale, por la patria que defendí y por todos aquellos que derramaron la sangre por esta patria, que esta tarde tengamos un acta de independencia por lo menos.
Belgrano se marchó y todos quedaron callados, en parte tenía razón pero muchos de los diputados tenían intereses diversos. Terminando la tarde habían concluido de deliberar y Juan José Paso se puso de pie. — De pie por favor — dijo Paso — En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de 1816: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. ¿Es el deseo unánime que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? — Y de toda dominación extranjera — aclaró uno de los diputados. — ¡Sí! — Contestaron todos los presentes levantando la mano. 232
— Entonces declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente
Tras un aplauso uno a uno firmaron el acta de la independencia. Toda la ciudad festejaba como nunca en la plaza de San Miguel de Tucumán, los que no estaban tan metidos en la fiesta eran Rodrigo, Félix y Belgrano quienes se encontraban custodiando a todos los diputados presentes. — Listo, la independencia está declarada — dijo Rodrigo — ¿Que vas a hacer ahora? — Yo voy a volver a Buenos Aires, mi salud empeoró y voy a someterme a los médicos de ahí. — Era hora — aclaró Félix. — Yo voy a quedarme protegiendo el congreso, si el Águila Ibérica va a atacar va a ser aquí. — Protégelo de los mismos diputados y del directorio — Aclaró Belgrano — Un ave va a cantar muy fuerte un día y eso va a ser motivo de mudar el congreso nuevamente a Buenos Aires.
Todos se lo tomaron a risas pero así fue, a principios del año siguiente los asedios de los Realistas al norte del territorio fueron repelidos por Güemes, pero esa noticia fue suficiente para trasladar al congreso nuevamente a Buenos Aires y ahí en 1819 se volvió a realizar una constitución que le daba poder al directorio y le sacaba poder a los gobernadores del resto de las provincias. 233
1 de Junio de 1821 San Miguel de Tucumán
Durante mucho tiempo Rodrigo vivió en Tucumán descansando un poco de todo, se mantenía alerta ante cualquier inicio del Águila Ibérica. Iba a patrullar pueblos de la zona investigando y a veces estaba alerta ante cualquier mensajero de las hermandades de Córdoba, Salta y Buenos Aires; y cualquier mensajero proveniente de Güemes o San Martín. A pesar que entrenaba todos los días su cuerpo estaba cansado, había pasado los 50 años y la noticia de que su amigo Belgrano había muerto lo tenía bastante desanimado. Más aún que Buenos Aires estaba en guerra civil. Mientras él vivía en una casa cercana, Félix de Álzaga vivía en la casa de Francisca Bazán de Laguna. La Dama de Tucumán estaba muy anciana, ya no caminaba con facilidad y era llevada por sus nietos al jardín de su casa a tomar aire fresco donde Rodrigo la iba a visitar. Una tarde estaban sentados en el patio de la casa mientras Félix coqueteaba con las sirvientas de la casa y era visto por ambos. — Deberías hacer algo con el muchacho — dijo Francisca — Está perdiendo el tiempo. — Félix está bien — contestó Rodrigo — Lejos de las grandes ciudades estamos más tranquilos y a salvo. — Es un Álzaga, no puede quedarse aquí debe volver a Buenos Aires. — En este momento Buenos Aires es un caos. — Entonces con más razón deberá volver. Estás siendo un egoísta, Martín de Álzaga era una mente avanzada para le época, si este joven que no tiene ni treinta años se queda aquí esta nación va a perder a una mente brillante. 234
— Lo sé, pero no sé si luego de la muerte de su padre esté listo para volver a Buenos Aires. — Rodrigo, haz visto muchas muertes en tu vida, muchos amigos fueron traicionados y asesinados en guerras y no quieres que a él le suceda lo mismo — Dijo Francisca — Pero no puedes cuidarlo para siempre, además el ir contigo le está otorgando varios enemigos que por ahí no se merece.
Rodrigo se quedó pensativo ya que la anciana tenía razón. Pasaron un par de años cuando llegó un mensajero golpeó la casa de Francisca Bazán de Laguna. — Un ejército numeroso entró al territorio — dijo el mensajero — Los Infernales retrocedieron a Salta, la invasión es inminente. — Salta está a pocos días de Tucumán — dijo Félix — Debemos alertar a Güemes.
15 de Junio de 1821 Ciudad de Salta
Rodrigo y Félix llegaron a Salta y se encontraron con la bandera realista flameando en la plaza. Sin dudarlo fue a la casa de Güemes para ver si se encontraba todo en orden. Entró a la casa y fue asaltado por dos hombres que al reconocerlo bajaron las armas. — Rodrigo, los Realistas tomaron la ciudad de Salta — dijo Macacha yendo a su encuentro. — ¿Cómo pudieron? — Preguntó Félix — Güemes tenía un ejército temible. 235
— Él los dejó entrar a la ciudad — se quejó Macacha — Necesitaba que San Martín tuviese facilidad para entrar a Lima y los hizo viajar desde Tarija hasta aquí. — ¿Pero se encuentra bien? — Preguntó Rodrigo al notar la preocupación de la hermana de Güemes — Debes ir al campamento de los infernales — dijo Macacha — Lo hirieron de gravedad y el estúpido siguió corriendo. — ¿Quién lo hirió? — preguntó Félix. — Estaba vestido de Negro — dijo Macacha — el ejército luchó con los infernales pero ese hombre fue directamente a asesinarlo. Pero no pierdas más tiempo, si lo ves dile que vuelva a la capital.
Rodrigo y Félix cabalgaron hasta el campamento de los infernales en donde habían improvisado un catre. Sobre este se encontraba Güemes recostado. — ¡Dejen de estar velándome como si estuviese muerto y tráiganme algo de grapa o vino! — Gritaba como acostumbraba — ¡Nadie me va a venir a llevar sin darme pelea!
Rodrigo llegó a su encuentro. — Rodrigo, espero que no hayas pasado por casa de Macacha — Gritó Güemes al reconocerlo — Esa mujer exagera las cosas. — Fue el Águila Ibérica — dijo uno de los gauchos — luchaba como el mismo diablo, solo apoyó su mano en el pecho y un torrente de sangre comenzó a emanar. — Estoy bien, ese hijo de puta a penas me hirió — Güemes tenía bronca por lo ocurrido, incluso se quejaba porque lo sentaban en el 236
catre para darle una botella de grapa — Dejé que ese hijo de puta se tome Salta para que San Martín pudiese llegar a Lima lo más rápido posible. Dejó un ejército mediano, se enteró de la táctica tarde, partió como un rayo hacia Lima pero no va a llegar. San Martín tiene el triunfo asegurado, declarará la Independencia en el Perú con facilidad. Rodrigo levantó un poco la manta para ver la cantidad de sangre que estaba perdiendo. — ¡Déjenme solo con Rodrigo! — grito mientras agonizaba.
Félix se retiró y uno de los gauchos obligaba a los otros a irse, Rodrigo se quedó sólo con Güemes. — Fue uno de nosotros — dijo Güemes — La hermandad nos ha traicionado.
Rodrigo se quedó impactado, había rumores de una anarquía en Buenos Aires y combate entre la Ciudad de Buenos Aires y las Provincias pero nunca que la hermandad se metiera en esos asuntos. Lentamente Güemes murió desangrado y Rodrigo llamó a todos para avisarles. Los gauchos se reunieron alrededor y comenzaron a limpiar el cuerpo para prepararlo para darle cristiana sepultura. — Mentor, fue ensartado tres veces — dijo Félix abriéndole la camisa. — Pero con la primera herida bastó para que se mue… — Rodrigo se quedó callado un segundo y sintió como si un fantasma del pasado lo tomara de la mano.
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— ¡Infernales! — Gritó Rodrigo — Dejen los oficios para más tarde, debemos hacer lo que Güemes hubiese querido hacer, vamos a reconquistar Salta.
Los infernales al mando de Rodrigo avanzaron contra los realistas en Salta expulsándolos en lo que fue la última invasión realista al territorio. Los españoles huyeron hacia el norte dejando a la ciudad de Salta desocupada nuevamente. Rodrigo y Félix habían hablado con Macacha y tenían sus caballos listos para partir así que no se quedaron para celebrar la victoria póstuma de Güemes sino que debían viajar al norte. — Vámonos Félix — dijo Rodrigo — Debemos partir cuanto antes hacia Lima, y espero llegar antes que el ejército del Águila Ibérica.
28 de Julio de 1821 Plaza Mayor Ciudad de Lima
Félix y Rodrigo llegaron a la mañana temprano y se encontraron con más de dieciséis mil personas festejando en la plaza. — El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende — Dijo San Martín desde el balcón del Palacio de Gobierno — ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia! — Félix, lo hicieron — dijo Rodrigo contento mirando a San Martín — Llegamos a tiempo, declararon la independencia aquí también.
La fiesta fue mucho más ruidosa que la de Tucumán. San Martín bajó junto a todos los integrantes del congreso y desfiló la bandera blanca 238
y roja del Perú ante todas las personas que ahí estaban. Luego volvió al palacio en donde era muy solicitado por la gente que quería celebrar con él y estrecharle la mano. Luego de varios minutos Rodrigo pudo llegar ante San Martín. — Felicitaciones General — dijo Rodrigo — Finalmente lo ha logrado. — Ustedes hicieron un buen trabajo también — dijo San Martín — Ahora se deberían poner en contacto las dos nuevas naciones para instaurar un solo gobierno. — Sí — dijo Rodrigo desanimado sabiendo que eso iba a ser imposible — En cualquier momento un ejército vendrá a Lima, debe estar atento y… — No creo que eso sea posible, El Ejército Realista se hizo fuerte en Cusco — dijo San Martín — El sentimiento de libertad aquí es tan fuerte que no creo que se abalancen contra Lima y contra esta nueva nación. — ¿Usted va a avanzar sobre Cusco? — preguntó Rodrigo. — No — contestó sorpresivamente San Martín — Sé que cuanto más tiempo pase los realistas se harán fuertes en Cusco, no me preocupa porque tenemos el control del territorio y Cusco se encuentra muy anegada de toda conexión con caminos y ciudades grandes que apoyen a los españoles. — ¿Cuáles son los próximos pasos entonces? — En unos meses debo realizar un viaje al norte, tengo unas cosas que hacer, mientras tanto fui nombrado “Protector del Perú” la gente confía en mí y no voy a defraudarla. 239
— Más en este momento en donde se debe demostrar que no es el cambio de un opresor por otro. — De ninguna manera amigo, esta tierra no es mía, es de los habitantes de esta nueva nación, yo solamente saqué del poder a los realistas.
Al año siguiente San Martín se marchó hacia el norte con un ejército mediano y regresó en septiembre de mil ochocientos veintidós sólo con tres granaderos bastante cansado. Su rostro estaba entre cansado y preocupado. Renunció al cargo de Protector del Perú y vivió dentro del Palacio de Lima unos días mientras evaluaba su futuro. 20 de Noviembre de 1822 Ciudad de Lima Perú
Dos meses después del regreso, San Martín solicitó reunirse con Rodrigo a tomar una copa una noche. — ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Vas a volver a Cuyo? ¿A Buenos Aires? — No, ya hice todo lo que tenía que hacer aquí — San Martín bebió de su copa — Voy a buscar la forma de volver a Buenos Aires y de ahí viajaré a Europa. — Pero falta tomar Cusco — dijo Rodrigo — Es el Bastión más grande de los realistas que queda. — Si lo necesitas ve, Cusco se cae solo, nada más hay que empujarlo. Pero eso es algo que le interesa más a la hermandad que a mí. — Tienen un ejército importante — dijo Rodrigo — La hermandad no puede tomar Cusco. 240
— El ejército que hay en Cusco no tiene moral, muchos de sus integrantes no sabe por qué pelean aún.
Rodrigo se quedó callado y preocupado, hacía mucho que no tenía noticias del Águila Ibérica, podría estar en cualquier lado y nada más debía llegar a Cusco para tener ese ejército. — No se preocupe amigo — exclamó San Martín — Hace unos días estuve en Guayaquil y me entrevisté con un amigo que también era amigo de Miranda, su nombre es Simón Bolívar. El hizo lo mismo que yo pero por el lado norte de América del Sur. Con su valentía y un ejército pudo expulsar del territorio a los Realistas de Venezuela y Colombia siguiendo la ruta de los Andes, yo hice lo mismo en el Sur. Sólo queda Cusco, ese bastión se lo vamos a dejar a los generales de aquí, para que se sientan parte de la patria grande y con sabiduría sepan trascender en el fuego interior de los pueblos. — Sabias palabras — dijo Rodrigo — No sé si sabes que en Buenos Aires cayó el Directorio, están al borde de la guerra civil. — Se todo lo que pasa en Buenos Aires. Escuché que se están gestando políticas que nunca tuvimos en cuenta: Se hacen llamar “Unitarios” y “Federales”. — ¿Y cuál bando hay que defender? — Esta es una guerra civil salvaje, jamás voy a levantar mi espada contra mi gente — dijo San Martín — Además si me quedo o si regreso ambas políticas van a matarse para ponerme de su lado, y eso es algo que no puedo permitir.
Un silencio contempló la mesa en donde estaban sentados. — ¿Todavía quiere saber el nombre del Gran Maestre Templario? — Preguntó San Martín riéndose. 241
— No para ir a buscarlo — se reía Rodrigo — Pero si por curiosidad. — Alexander Davidson — le dijo San Martín — Era amigo de Horatio Nelson y lo protegía mientras engañaba a su esposa en los burdeles de Londres. Si me pides el paradero exacto no tengo idea de donde debe estar ahora, el trato sólo era por el nombre. — ¿Cuando viajas? — Preguntó Rodrigo sin darle importancia. — Mañana por la mañana viajaré a Cuyo — dijo San Martín — Ya no hay mucho que pueda hacer aquí y luego viajaré a Buenos Aires. — Que te acompañe Félix — dijo Rodrigo — Ya es más necesario en Buenos Aires que aquí, por lo que a mí respecta ya puede valerse por él mismo. — Así será — dijo San Martín poniéndose de pie para irse a dormir. — Fue un honor haber servido en esta empresa. — El honor fue mío amigo. El solo saber que cuando te conocí eras un español monárquico que cambió para luchar a favor de la patria grande le da futuro a esta nueva nación.
San Martín estrechó la mano y se retiró hacia su habitación. Rodrigo fue a hablar con Félix quien se encontraba afuera de la taberna coqueteando con prostitutas. Tuvo un vago recuerdo de él mismo en París cuando estaba con Liniers. — Félix, debemos hablar. — ¿Qué sucede mentor? — Es necesario volver a Buenos Aires, la hermandad necesita una mente ágil para resolver los conflictos que puede estar ocasionando 242
la guerra civil y todo lo que se venga de aquí en adelante para esta nación. — Seguro Mentor. Va a ser un viaje largo — dijo Félix — Podríamos ir en barco y… — Félix, yo no puedo acompañarte, tú debes volver a Buenos Aires. — No voy a dejarlo solo Mentor, tiene muchos enemigos aquí. — Eres más necesario allí, debes instruirte mejor y consolidar la hermandad — dijo Rodrigo — Ya hablé con San Martín para que lo acompañes y lo protejas hasta llegar a Cuyo y de ahí a Buenos Aires. — No quiero hacerlo — dijo Félix — Conocí bastante viajando con usted Mentor. — Yo soy casi un anciano ya, tú tienes una vida por delante y yo no puedo enseñarte más nada. — Pero… — Es una orden Félix, quiero que te llegues a hacer cargo de la hermandad de Buenos Aires como tu padre lo hubiese querido. — Tengo miedo de volver a la ciudad, de encontrarme con las caras que se burlaron de mi padre en la plaza. — No debes tener miedo, siempre se debe ir hacia adelante y si se tiene miedo se debe ir hacia adelante con miedo. Pero nunca debes sentirte incómodo en el lugar en donde naciste.
Félix estaba molesto y se fue a dormir a la casa en donde se estaban quedando mientras que Rodrigo caminó un poco por las calles de Lima mientras buscaba despejar la mente.
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Al otro día Félix estaba listo para el viaje, ya había empacado y el descansar le hizo entender bien lo que decía Rodrigo anteriormente. San Martín y su ejército estaban ultimando detalles antes de partir. — ¿Nos volveremos a ver Mentor? — Obvio que si — Reía Rodrigo — Lo mismo le pregunté a Liniers las cinco o seis veces que nos despedimos. — Que tenga una buena vida Mentor — Félix puso un puño en su pecho. — Haz que la hermandad crezca en la ciudad — dijo Rodrigo abrazándolo — Haz que la memoria de Liniers y Álzaga sobrevivan ante la historia que les van a contar a las generaciones que vengan.
Rodrigo se quedó mirando a todo el ejército mientras se marchaba.
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CAPITULO 17 El Último Virrey 9 de Diciembre de 1824 Ayacucho Perú
San Martín y Bolívar habían arreglado los objetivos en Guayaquil y la última batalla se iba a realizar en Ayacucho. Habían llegado ejércitos de las nuevas naciones de América: Chile, Perú, Gran Colombia y las Provincias Unidas del Sur. Estaban comandadas por un solo hombre el general Antonio José de Sucre, un hombre de total confianza de Simón Bolívar al que le había prometido la sucesión de la nueva República de Bolívar ubicada al sur del Perú. Del otro lado se encontraban las tropas desmoralizadas españolas quienes se lanzaron a la batalla algunos esperando que termine y muy pocos creyendo que iban a ganar. Así que luego de sufrir varias bajas el ejército realista se rindió y ambos generales decidieron que la capitulación se iba a realizar en un pueblo cercano llamado Quinua. Rodrigo estuvo todo el tiempo alejado del campo de batalla escondido en las afueras, pero una vez que recibió la información de donde sería la capitulación salió corriendo como el diablo hacia ese lugar, si el Águila Ibérica iba a hacer algo iba a ser ahí, aunque ya estaba seguro con quién se iba a encontrar. Quinua era un pueblo pequeño con pocas casas, una en especial parecía ser la indicada para firmar la capitulación, era grande, espaciosa con varias puertas y ventanas. Un caballo estaba en la puerta, señal que alguien ya había llegado, y por el aspecto del animal era alguien que había estado en combate. 245
Rodrigo entró a la casa en donde se encontraba un hombre encapuchado. — Así que pese a todo eras tú, Virrey De la Serna, jamás esperé encontrarte nuevamente y en este lugar — dijo Rodrigo. — Así que al final el traidor se hace presente — dijo De la Serna. — Yo no soy ningún traidor. — ¿Entonces vienes a ayudarme a destruir a estos inmaduros que van a firmar la capitulación? — Eso no lo voy a hacer tampoco — dijo Rodrigo — Vine a arreglar cuentas y asegurarme que ese documento se firme.
De la Serna se dio vuelta y se vieron a los ojos. — Cuando vuelva a tener poder esta casita va a ser demolida hasta los cimientos antes que estos mocosos la construyan en un monumento. — Todo terminó De la Serna, ya no hay más nada que hacer aquí. Debes cambiar tu forma de pensar o volver a Europa. — Yo soy España, soy el Conde de Los Andes — gritó De la Serna — Yo soy el representante del Rey aquí. — No entiendo, cuando éramos niños veíamos la hermandad del Alto Perú con respeto, ahora estás preocupado para que no exista. — Éramos niños Rodrigo, esas historias no iban con nuestra época, España es todo esto y ahora momentáneamente lo perdimos en manos de estos ignorantes imbéciles. — ¿Eres el Águila Ibérica verdad? — Preguntó Rodrigo — Solo a una persona bien monárquica como tú llevaría ese nombre. 246
— Tú arruinaste la hermandad, la transformaste en un ente político avalado por los patriotas criollos — gritó De La Serna — Fueron los Templarios los artífices de la independencia, nada más los seguiste. Fallaste como asesino y como español. — El camino del patriotismo fue el correcto para levantar la hermandad en América del Sud. — Por lo que veo no vas a cambiar de opinión. — Tú tampoco pareces abierto a entender que estas nuevas naciones le deben mucho a España. — Tú tampoco vas a cambiar — dijo De La Serna — y tampoco va a cambiar tu destino, morirás como tu amigo Güemes. — No te vas a escapar de esta, la capitulación se firma hoy — dijo Rodrigo corriendo hacia De La Serna.
Comenzaron a pelearse con los puños durante unos minutos cuando De la Serna sacó su hoja oculta la cual le rozó el mentón a Rodrigo. Este quedó sorprendido porque de estar cerca le podía haber cortado el cuello. — ¿Creíste que íbamos a pelear a puño limpio y el que perdía invitaba el jerez? — Gritó De la Serna — Vas a morir como lo hicieron todos. — Maldito seas — gritó Rodrigo lanzándose para atacarlo pero De la Serna fue más rápido y lo sorprendió con una patada en la rodilla que dejó a Rodrigo en el suelo. — No puedes conmigo Rodrigo, yo me la pasé asesinando todo este tiempo, tú creaste hermandades y buscaste la manera de que esta tierra española te sienta bien.
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Rodrigo se puso de pie de golpe sobre su pierna sana y le hizo un total de siete heridas, quería dejarlo fuera de combate, así que preocupó para no tocar un órgano vital. — Maldita sea — De la Serna cayó al suelo adolorido al igual que Rodrigo al sentir su rodilla — Eres Rápido aún, pero nada más estás retrasando lo inevitable.
Rodrigo y De La Serna se quedaron en el suelo, uno con un golpe grave en la rodilla y el otro con siete puntadas, cuando entró un grupo de gente de la zona que había escuchado la pelea. — ¿Quién los llamó aquí a ustedes? — Gritó molesto De la Serna — Váyanse a hacer sus trabajos.
De entre la multitud apareció Juan Bautista. — Aquí no hay porque obedecerlo señor, estos hombres son libres y usted ya no tiene el cargo de Virrey. — Mientras que yo no firmó la capitulación esto seguirá siendo España. — No hace falta que la capitulación la firme el Virrey solamente los generales que combatieron. — ¿Quién te crees que eres aborigen inculto? — gritó De La Serna mientras se intentaba parar. — ¡Él es Tupac Amaru! — dijo Rodrigo. — ¿Que? — Exclamó De La Serna — El no puede ser Tupac Amaru, Tupac Amaru murió hace tiempo. — Él es Juan Bautista Moncarras, el hermano de José Gabriel Condorcanqui — dijo Rodrigo — Él es el único descendiente de 248
Tupac Amaru, Mentor de la ciudad de Córdoba y vino aquí a hacerse cargo de la hermandad en toda América del Sur. De la Serna se molestó, se puso de pie; asustado y adolorido corrió hacia la puerta trasera donde estaba su caballo y aprovechó para escapar mientras los hombres que entraron junto a Juan Bautista fueron a ayudar a Rodrigo quien se estaba tomando la rodilla mientras se ponía de pie. — ¿Qué haces? ¡Se está escapando! — Ya llegará su momento, ahora es importante tu pierna y asegurarnos que la capitulación se firme — dijo Juan Bautista señalando el camino donde se veían a lo lejos los generales que lucharon la batalla de Ayacucho. — De la Serna se escapó, no vamos a saber en dónde se esconde. — Tengo ojos en todas las cumbres de los Andes — dijo Juan Bautista sonriendo — Sé dónde se va a esconder antes que él mismo lo piense. — Se marchó en dirección a Cusco — dijo uno de los hombres.
Juan Bautista y Rodrigo se quedaron mirando. — Los caminos de la vida son muy curiosos a veces — Juan Bautista hizo una seña para atender la pierna de Rodrigo.
En una ceremonia amena se firmó la capitulación de Ayacucho y tanto el Perú como América del Sud quedaron libre de toda dominación española. 5 de Enero de 1825 Cusco 249
Perú
La ciudad de Cusco estaba en silencio al caer el atardecer. En el Cabildo De La Serna se encontraba curándose de sus heridas que si bien eran superficiales impedían que se moviese tanto y lo obligaban a hacer reposo. Todo parecía calmado pero a varios kilómetros de ahí hasta que a lo lejos una cantidad de gente se acercaba con antorchas y a medida que se acercaba se les iban uniendo distintas personas tanto españoles como mestizos, aimaras, quechuas. Al frente estaba Juan Bautista quién tenía la reliquia en el cuello como un dije en el collar. A su lado iba Rodrigo sobre un caballo ya que le costaba apoyar la pierna. Juan Bautista entró a Cusco y en menos de veinte minutos ya estaba ocupando toda la plaza. De La serna caminó como pudo hasta el balcón y espió por la ventana. — ¡Maldita sea! — dijo De La Serna. — Perdiste, admítelo — Dijo Rodrigo — Cusco Cayó, tu España Cayó y tú también caíste.
La plaza de Cuzco estaba llena de criollos, Mestizos, españoles quienes reaccionaron por la reliquia llevada por el último Tupac Amaru. — En esta Plaza fue ejecutada mi familia, entre ellos el gran José Gabriel Condorcanqui Noguera, Marqués de Oropesa, el gran Tupac Amaru. Él fue asesinado y su cuerpo desmembrado fue separado llevando cada pedazo a cada rincón del Perú para intimidarnos, para que le temamos a los españoles. Hoy estamos reunidos en esa misma plaza para demostrarle al imperio español que no nos dejamos 250
intimidar por gente que intenta asustarnos con persecuciones, torturas y desmembramientos. Todos aplaudieron mientras de la Serna se vestía rápidamente luchando contra el dolor, debía escapar, no quería ni imaginar lo que esa turba vengativa podría hacerle. — No vinimos a vengarnos, venimos a proclamar una unión para que todos vivamos como hermanos y congregados en un solo cuerpo. Cuidemos de la protección y conservación de los españoles; criollos, mestizos, zambos e indios por ser todos compatriotas, como nacidos en estas tierras y de un mismo origen — dijo Juan Bautista ante todos los que se encontraban esa tarde en la plaza levantando el bastón.
Ante los ojos de todos, con la ayuda de un par de soldados, De La Serna escapó a caballo asustado. La gente comenzó a aplaudir los ancianos recordaban a Tupac Amaru — Finalmente eres todo un Rey Inca — Dijo Rodrigo — ¿Qué vas a hacer ahora? — No me puedo quedar aquí — dijo Juan Bautista — La gloria debe ser para el espíritu de mi hermano y nadie más, yo solamente completé su misión. Ahora voy a vagar por esta tierra para ocultar este artefacto de las celosas manos de cualquiera que quiera utilizar su poder para controlar a la humanidad. — Vas a correr mucho riesgo vagando por ahí con eso. — Lo sé, prefiero pasar al olvido, cuando creas necesario diles a todos que morí, entiérrame en una tumba sin nombre con cenizas falsas en la ciudad que más te guste. — ¿A dónde irás? 251
— Bien al sur, he visto mapas españoles, existen varias islas en el Océano Atlántico Sur. Esconderé el artefacto para que ningún templario, británico, realista ni nadie pueda encontrarlo y nunca más volveré. ¿Qué harás tú? — Por primera vez no sé que hacer. Creo que descansaré un poco en Lima y luego volveré a Buenos Aires. — Al final naciste en España defendiendo a la orden y decides quedarte en esta tierra. — Para defender esta tierra tuve que hacerla mi hogar y para hacerla mi hogar tuve que aprender a quererla. — Entonces que tengas una buena vida, tinkunakama masi — dijo Juan Bautista levantando la mano yéndose de la plaza hacia el sur.
27 de Febrero de 1825 Casa de Macacha Güemes Ciudad de Salta Volver a Salta fue una Aventura para Rodrigo, La primera vez que llegó lo hizo desde el sur en donde pudo ver el valle desde lo alto, ahora vio la ciudad aparecer durante la noche a lo lejos. El haber viajado mucho le daba un techo seguro y comida por unas noches, tampoco iba a abusar de la hospitalidad.
Fue a la casa de Macacha Güemes, no la había visto desde que reconquistaron la ciudad de Salta. Luego de una comida y entrando a la sobremesa la mujer llevó los platos a la cocina y tomó un farol de aceite. — Acompáñame — dijo Macacha guiándolo a las bodegas de la casa.
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En la despensa de la cocina había una trampilla con una escalera bastante extensa. Descendieron y comenzaron a esquivar embutidos colgados y quesos que estaban terminando de estacionarse. — Güemes te habrá hablado mucho que dejó la hermandad, pero en realidad él estaba mucho más comprometido de lo que él decía — Macacha alumbró una de las paredes de la bodega subterránea.
En la pared se encontraban nombres unidos con flechas los objetivos hacia el gran maestre escritos con un trozo de carbón. — Él investigó todas las relaciones que había para llegar al gran maestre, existe un hombre clave que según sus deducciones estaba ligado directamente al gran maestre.
Rodrigo seguía la flecha con el farol. — ¿Domingo French? — Sí, él es la clave — dijo Macacha — Mis espías descubrieron que se encuentra en Buenos Aires, su amigo Berutti está bastante alejado física como socialmente, así que se trata de un solo hombre. — Domingo French — se reía Rodrigo —”El pueblo” — Ahora tienes otra razón para ir a asesinarlo, no me vas a decir que ibas a Buenos Aires y no vas a encargarte de la persona que asesinó a Santiago de Liniers.
4 de Junio de 1825 Ciudad de Buenos Aires
La ciudad se encontraba en un total crecimiento, el puerto era enorme y la plaza ahora se llamaba Veinticinco de Mayo. La vieja recova aún en pie estaba demasiado desgastada, muchos porteños hablaban que 253
pronto la iban a demoler para hacer una sola plaza y la recova la iban a reconstruir a los costados del cabildo. A su encuentro llegó Félix quien lo estaba esperando. Si bien no había pasado mucho tiempo se lo veía cambiado, mejor vestido, más adulto, casado y esperando un hijo. — Es impresionante como creció la ciudad — decía Rodrigo. — Sí mentor, se rumorea que luego de la constitución se va a poner al mando a un presidente en las Provincias Unidas. — ¿Provincias Unidas? — Se quejó Rodrigo — Perú nunca se va a unir a esta causa, será mejor que se llame Argentina como comenzaron a llamarla en algunos documentos. — Muchos están a favor y otros en contra — dijo Félix — La historia dirá. — ¿Tú que estás haciendo? — Estudio y me reúno con terratenientes de las afueras de la ciudad para comprar tierras y ver los ánimos de diversas agrupaciones federales y sus consecuencias. — Eso es excelente. — Uno en especial está teniendo mucha influencia sobre todos los demás y estoy más que seguro que pronto tendremos noticias de él, su nombre es Juan Manuel de Rosas. — Un hombre con influencias son los favoritos de los templarios. Pero no nos desviemos del tema, vamos a la hermandad, quiero ver como está. — Mientras usted esté en la ciudad yo no puedo ser el mentor de la orden — dijo Félix — Aún no soy una persona capaz de dar consejos. 254
— Como quieras, igualmente me voy a ir pronto a Europa, pero te prometo que regresaré y con gusto ocuparé ese lugar.
Félix vivía en una casa enorme en donde la hermandad estaba alojada en el sótano de esta, al entrar muchos de los asesinos lo veían con respeto, pues el máximo exponente de las historias de Félix estaba ahí presente delante de ellos. — ¿Qué es lo que viene a hacer? ¿Necesita ayuda mentor? — Félix quería que se sintiera cómodo. — No Félix, sé lo que tengo que hacer. Vine a la ciudad para atar algunos cabos sueltos de mi vida y llegar a la paz. — Creí que en las sierras y pampas había encontrado la paz. — Cada vez que alguien trata de huirle a los problemas la vida misma te pone los objetivos enfrente de tu cara — reía Rodrigo — La paz se logra cuando ya no tienes ninguna obligación que hacer. — Sabias palabras — dijo una voz detrás. — ¿Joaquín Belgrano? — Rodrigo se sorprendió al verlo, no supo nada de él desde hacía mucho tiempo — ¿Cómo estás tanto tiempo? ¿Dónde está Francisco? — Francisco falleció el año pasado — dijo Félix — La enfermedad pudo con Manuel y con Francisco. — Lo lamento mucho — Rodrigo se disculpó ante Joaquín. — Mentor, tiene vía libre para actuar en la ciudad — dijo Félix — Esta es la hermandad que usted fundó y siempre será bienvenido.
Todos se sentaron a la mesa y compartieron el almuerzo y luego de la siesta Rodrigo salió para caminar un rato y despejarse. 255
Caminó por la ciudad recordando viejos episodios de su vida cuando la ciudad nada más era un conjunto de casas bajas. Ahora las construcciones eran un poco más altas, la ciudad más extensa y los altos monumentos comenzaban a erigirse. Cualquiera que lo veía creía que estaba paseando pero él se estaba dirigiendo a un lugar especial. — ¡Lleven sus escarapelas! — Decía un hombre en una esquina — ¡Las escarapelas para distinguir a los patriotas de la gente normal!
Rodrigo se quedó mirando a un French totalmente cambiado, un uniforme estropeado y un pantalón sucio le daban un aspecto de harapiento. Lejos habían quedado sus días de gloria, luchó en varias batallas y fue tomado prisionero antes de regresar a Buenos Aires. Rodrigo esperó a que dejara de trabajar para seguirlo a su casa. French vivía en una casa abandonada que no tenía puerta ni ventanas, más que seguro que se metió en el primer techo que encontró. — Señor, ¿Desea una escarapela? — Preguntó French al verlo obstruir el marco de la puerta — ¿Desea que le cuente las hazañas de los patriotas en la revolución de mil ochocientos diez? — Si, háblame de mil ochocientos diez.
French se apoyó en la pared para empezar a relatar y se aclaró la garganta. — En los días de mayo de mil ochocientos diez… — No, ya me sé la historia de mayo — Interrumpió Rodrigo — Cuéntame la historia de Agosto. — ¿Agosto? — Preguntó French extrañado — ¿Qué sucedió en Agosto? 256
— ¿Creíste que ibas a salvarte? — Dijo Rodrigo — ¿Creíste realmente que una persona tan idiota y fanática como tú iba a salir impune? — ¿Quién eres? — Preguntó French — Buscando alguien en su rostro. — Obvio que no te acuerdas de mí — dijo Rodrigo — Pero si te acuerdas de Santiago de Liniers. — ¡Él era un traidor! — Dijo French asustado — ¡Maldito seas! ¿Cómo sobreviviste? — Solamente eres un violento que creía que tenía razón cuando el poder estaba de tu lado — Rodrigo caminó hacia él — Ahora eres un pordiosero que vive de memorias de una nación que tu inventaste. — ¡Yo sigo siendo el pueblo! — French gritó para no escucharlo más. — No eres nada, morirás como Castelli y Moreno abandonado y solo. — Ya no puedes hacer nada, la historia me recordará como un joven entusiasta que repartía escarapelas y... — La verdad que no me interesa lo que piense la historia de ti — interrumpió Rodrigo — lo importante es que ya te estás mentalizando que eres historia.
Rodrigo asesinó a French en su casa, buscó algún remordimiento en su interior y no encontró nada. La casa era un desastre, sucia y abandonada, parecía una pocilga. Cerca de lo que debía ser la cama encontró una bolsa de arpillera con varios papeles, cintas rojas y escarapelas. Entre los papeles encontró cartas y notas referentes a la revolución de mayo y correspondencia 257
enviada y recibida de Alexander Davidson con domicilio en Brighton, Inglaterra. — Tengo la dirección del Gran Maestre — dijo Rodrigo apenas entró a la hermandad — se llama Alexander Davidson y se encuentra en Brighton, Inglaterra.
Félix se puso de pie de golpe y comenzó a mirar los datos de las salidas de buques a Europa. Rodrigo se sentó y se tomó la cabeza quedó pensativo un tiempo. — ¿Quiere que nos comunicamos con hermandades Europeas? — preguntó Félix al verlo cansado. — Creo que sería lo mejor — dijo Rodrigo — La verdad es que estoy demasiado viejo. Hace veinte años hubiese movido cielo y tierra para ir a buscarlo pero la verdad es que estoy muy cansado. Lo vi un par de veces y en este momento debe estar rondando los ochenta años si es que aún está vivo. — Que raro escucharlo decir eso. — José de San Martín me había dicho cuando llegó a Buenos Aires que cuando me dé el nombre del Gran Maestre no me iba a interesar — se reía Rodrigo — Antes de retirarse él me hizo acordar de la existencia del Gran Maestre, de lo contrario no le hubiese preguntado.
Félix se quedó callado dejando lo que estaba haciendo para prestarle atención a Rodrigo. — Al ver esta nación levantase, al ver esta ciudad crecer y al verte a ti convertido en un hombre de familia tan recto como lo fue tu padre me da a entender que uno no puede estar gastando su vida en 258
perseguir viejas venganzas las cuales, posiblemente tu víctima no sepa por qué muere. — ¿Eso quiere decir que se quedará aquí? — Un tiempo nada más — Rodrigo se sacó su capa y la colgó en un perchero — Hasta que la muerte me llame o el destino toque a mi puerta.
Curiosamente, seis años después recibió una carta personal firmada por Cecilio de Álzaga quien le pedía que viaje cuanto antes a la ciudad de Cadiz, España. 6 de Junio de 1832 Cádiz España
Ayudado por un bastón Rodrigo descendía del barco que lo llevó nuevamente al viejo mundo. — ¡Mentor! — Dijo Cecilio yendo a su encuentro tras reconocerlo — Un gusto verlo nuevamente. — ¿Cecilio? — Se reía Rodrigo mientras lo abrazaba — Mira cómo cambiaste, ya eres un hombre fuerte como lo fue tu padre. — ¿Usted sabe que hice lo posible para que toda la campaña libertadora fracase verdad? — Cecilio se quedó sorprendido por tanto cariño recibido. — La verdad que eso ya no me interesa, la campaña libertadora triunfó. América del sur es libre y nosotros podemos sentarnos a hablar de los viejos tiempos, eso es la sana independencia. 259
— Habla en primera Persona — se reía Cecilio. — Gran parte de mi vida estuve viviendo en Argentina, tengo que reconocer que de español tengo el origen nada más cómo la mayoría de los porteños. — Creí que la nación era “Provincias Unidas de América del Sur”. — A mí me gusta decirle Argentina — Se reía Rodrigo. — ¿Y el bastón? — Preguntó Cecilio — No parece tan viejo ¿Cuántos años tiene? — Sesenta y dos años, pero todas las heridas que tuve durante mi juventud me están reclamando un descanso — se reía Rodrigo — De esta me recuperé un tiempo, pero a los pocos años comencé a sentirla de nuevo.
Ambos caminaron por las calles de la ciudad, Rodrigo miraba los edificios altos añorando la época que poseía la agilidad para subir hasta arriba, no es que ahora no podía, sólo que iba a tardar un poco más que antes. — Esta ciudad cambió mucho desde la última vez que estuve aquí — Reía Rodrigo — Aquí conocí a Fernando Tupac Amaru y al Almirante Beresford mucho antes que invadiera Buenos Aires. — Las historias suyas en esta ciudad junto a Fernando Tupac Amaru son importantes dentro la hermandad en un capítulo al que llamamos “El Cóndor y el Águila”. — Me alegro que pese a todo no hayas dejado la hermandad. — Dejé la hermandad de América del Sur, no me gustaba ese tinte patriótico que adoptó, así que volví a las hermandades europeas. — Yo en un comienzo quería hacer eso, por eso no te detuve. 260
— Por ahí querrá saber que fui yo quien acabó con la vida de Alexander Davidson hace tres años. Gracias a usted que descubrió el nombre y el lugar en donde estaba. — Félix nunca me dijo que había hablado contigo. — Estamos algo distanciados, pero alguna vez espero volver a verlo. — Espero que sea pronto, todos los ciclos deben cerrarse. Mira, yo vine a cerrar un ciclo, a acabar con un viejo pleito de viejos. — Un ciclo que data del siglo pasado — reía Cecilio — Para ello debe ir a donde se encontraba la vieja hermandad, hoy son apenas unas ruinas. — ¿La catedral de Cadiz? ¿En Ruinas? — Las catacumbas nada más — dijo Cecilio — Mudamos la hermandad al centro de la ciudad luego del regreso de la Monarquía. — Eso es muy interesante Cecilio ¿Cómo está la hermandad aquí? — Bien — suspiraba Cecilio — las hermandades de américa del sur finalmente fueron aceptadas luego de su intervención. — Hay que admitir que costó mucho, tu hermano está haciendo un gran trabajo ahí, heredó la fortuna de tu padre y compró varios campos en las afueras de la ciudad. Deberías ir a visitarlo alguna vez, al él y a tus sobrinos porque se casó y tiene dos hijos. — Usted sabe que no quiero volver a Buenos Aires — dijo Cecilio — Cada vez que viajo hasta Sudamérica trato de evitar esa ciudad. — En un principio creí que a Félix le había afectado ver morir a tu padre, pero ahora veo que te afectó mucho más a ti, pero no importa, las heridas deben sanar alguna vez, yo vi morir a mis hermanos y 261
amigos además de tu padre y te puedo asegurar que no es bueno vivir con odio. — Ahí está la catedral — dijo Cecilio señalándole el imponente edificio — Me imagino que quiere seguir solo. — Desde aquí debo hacer yo mismo mi camino — Dijo Rodrigo sonriendo — Muchas gracias Cecilio, me alegra saber que te encuentras bien. — Fue un gusto volverlo a ver Mentor. — El gusto fue mío, que tengas una larga vida por delante. Nos volveremos a ver pero en Buenos Aires. — Usted también Mentor.
Rodrigo caminó con ayuda de su bastón hacia la catedral de Cádiz, no estaba tan cambiada, recordaba los días mirando por la ventana del mirador los barcos del Almirante Nelson. Caminando por un costado bajó a las catacumbas y caminó con cuidado por varios metros hasta divisar un pasillo iluminado por unos faroles. A medida que se acercaba al final del pasillo se veían indicios que alguien estaba viviendo, botellas, manchas de orín en la pared, huesos y trapos viejos. El aroma a vagabundo se hacía notar. — ¿Quién anda ahí? — gritó un hombre de unos sesenta años de edad levantándose. — Hola De La Serna — dijo Rodrigo — Me alegra verte de nuevo pero no en estas condiciones.
José De La Serna estaba muy anciano aun manteniendo la ropa de Virrey toda desprolija y sucia pero con las medallas intactas.
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— Era obvio que te ibas a ocultar en el edificio de la vieja hermandad — dijo Rodrigo — Siempre creí que ibas a volver a Bilbao, pero Cecilio de Álzaga me informó que andabas por aquí. — La Hermandad de Cádiz es una de las más grandes y más fieles a la monarquía — dijo De la Serna — Cuando Regresé del Perú, el Rey me nombró con todos los honores posibles pero no me interesa, de a poco voy a arreglar todo este error. — ¿Arreglar qué? — Se quejó Rodrigo — La única forma de arreglar todo es que cambies tu forma de pensar, mírate, eres sólo un viejo inútil pordiosero que se la pasó defendiendo un tiempo que ya pasó. — Mi tiempo no pasó, España volverá a ser lo que era — dijo De La Serna — Tenemos un asunto pendiente. — No puedes estar hablando en serio — se molestó Rodrigo. — Maldito traidor, traicionaste a tu tierra, a tu rey y a tu cultura. — ¡Yo no traicioné a nadie! — Dijo Rodrigo sacando su hoja oculta tirando el bastón al suelo — Cambié mi forma de pensar nada más, eres tú el que no tiene idea de nada. — ¡Cállate! — De La Serna Caminó hacia Rodrigo sacando su hoja oculta — Soy José de la Serna y Martínez de Hinojosa, primero... — ¡Ya no importa que primero español, gaditano y jerezano! — ¡Por Jerez! — De la Serna lanzó la primer estocada con su hoja oculta y Rodrigo le tomó el brazo y se lo trabó con el suyo y tomó la hoja oculta con su mano protegida con un guante — por lo que mi respecta eres el último Virrey Español que tuvo América del Sud.
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Con un movimiento, Rodrigo rompió la hoja oculta de De La Serna y sacó la hoja oculta de su otro brazo y le lanzó un ataque al medio del pecho, pero De La Serna hizo lo mismo. Los dos hombres se miraron mientras hacían fuerzas para hundir más su arma en el pecho del otro hasta que se desvanecieron. Quedaron tirados en el suelo boca arriba sobre un charco formado por la sangre de ambos. — Recuerdas cuando llegaste a Bilbao — se reía De la Serna — Éramos dos niños buscando aventuras. — Si — se reía Rodrigo — Recuerdo aquella noche debajo del puente luego del desastre que hicimos en la casa de Arreche.
Ambos hombres rieron durante unos segundos. — Cómo ha cambiado el mundo — Dijo De La serna — Tú has vivido el crecimiento de las nuevas naciones y yo vi la decadencia de España. — ¡Yo nunca dejaré de ser español! — Dijo Rodrigo — ¡Pero vi a España caerse en Trafalgar y luego renacer con otro rostro en el otro mundo!
De La Serna se quedó en silencio. — ¡No fue fácil cambiar mi forma de pensar, yo ya estuve en tu lugar y tuve que replantearme las ideas para saber qué era lo que tenía que hacer con la hermandad, mi vida y mi forma de pensar al sentir el correr del tiempo bajo mis pies, ahora tú estás en esa posición, pero no te queda tiempo para replanteártelo! — Estoy viejo, ya no voy a cambiar. Y ya no tengo la misma precisión de antes — dijo De la Serna mirando la herida que tenía Rodrigo a un costado. 264