El gran explorador de la mente humana, el Dr. John Lilly, nos guía hacia el centro del ciclón, esa zona calma donde d onde se revela el alma holográfica ho lográfica del universo (nosotros).
El Dr. John Lilly, pionero en comunicación con delfines, con extraterrestres, en los campos de la neurociencia, la informática y la pisquiatría, es uno de los científicos que más profundo se internó en la mente humana (situándose él mismo como sujeto experimental). A Lilly le debemos más que a nadie la noción de que el ser humano es un organismo programable (el cerebro una biocomputadora) que, de hecho, constantemente está siendo
programado — y almacenando profundamente programas — por el entorno, el lenguaje, las conductas y la genética. En su exploración (similar a un Jaques Cousteau del cerebro), Lilly se adentró en viajes psiconáuticos — utilizando hipnosis, neuroprogramación, cámaras de aislamiento y grandes cantidades de drogas psicodélicas — que lo llevaron por la pequeña puerta de su mente a la inmensidad del espacio cósmico, desafiando la cordura y la realidad. Pese a estas sondas extremas enclavadas en el edificio del pensamiento moderno como bulldozers, Lilly siempre mantuvo la calma, un acercamiento científico, una admirable objetividad (hasta el límite que ser objetivo es posible), lo que él llamó el “testigo justo” que todos tenemos — como el viajero que se desprende de su cuerpo para observarse. Por todo esto Lilly es una de las grandes autoridades en atravesar las tormentas de la mente y buscar la flor de luz mandálica que se teje al interior del más violento ciclón. Para todos aquellos que no han cejado en incursionar por las zonas más sombrías de su propia mente, en esa guerra perenne que es el autoconocimiento, aventurándose por terrenos que la psiquiatría tradicional considera un peligro para la sociedad, les ofrecemos las palabras de este valiente psiconauta que arriesgó todo por entregar las perlas centrales del código psíquico del hombre.
«El centro del ciclón es ese centro quieto de baja presión en el que uno puede vivir, literalmente, para siempre. Justo afuera de este Centro yace la tormenta rotatoria de nuestro ego, compitiendo con otros egos en una furiosa danza circular de alta velocidad. Cuando uno se aleja del centro, el alarido del viento en rotación ensordece más y más hasta que te unes con la danza. El ser centrado sintente-pensante de uno, nuestros satoris, están sólo en el centro, no afuera. Los estados motivados, empujados y jaloneados, los infiernos autocreados, están afuera del centro. En el centro del ciclón uno se desprende del Karma, de la vida, alzándose para unirse con a los Creadores del Universo, nuestros Creadores. Aquí descubrimos que nosotros los hemos creado a Ellos que son Nosotros».