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Existencialismo y dilemas en Siddhartha de Hesse Cristian Guerra Maya I Durante años se ha señalado que esta obra de Hesse es casi religiosa, que tiene una visión del mundo de la India, que de cierta forma se puede tener un acercamiento al mundo de los brahmanes y budistas. Sin embargo, en esta interpretación quisiera argumentar porqué esta obra nos presenta tanta infelicidad y desilusión. Hesse influenciado por esta visión filosófica, es decir, el existencialismo, deja entrever que este mundo está lleno de miseria humana, amargura de vivir entre seres desechables; pero que este mismo mundo reprime y hace que Siddhartha sea infeliz mientras intenta buscar la felicidad eterna, la conexión de su interior con lo exterior. A veces la perspectiva occidental de Hesse choca con este mundo de brahmanes y budistas. Para él, pareciese que Siddhartha nunca alcanza ese esencia que desea, esto es, reunirse con su verdadero Yo, enfrentarlo y aprender de él. Por tanto, Hesse se refleja e identifica en cierta forma con Siddhartha, como persona, como artista, poeta y conciencia moral: « […] Todas estas cosas y mil más, de abigarrada diversidad, habían existido desde siempre […] Pero todo había sido sólo un velo efímero e ilusorio a los ojos de Siddhartha, un velo del cual desconfiaba y cuyo destino era ser impregnado y destruido por el pensamiento, ya que no era esencia y las esencias se encontraba más allá de lo visible […] Todo esto había existido siempre, mas Siddhartha no lo había visto: su espíritu se hallaba ausente. Pero estaba allí, formando parte de esas cosas. Por en sus ojos se filtraban la luz y la sombra; la luna y las estrellas en su corazón» (2002).
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El Yo que Hesse se interesó al parecer era ese. Según él, las religiones han coartado la imaginación de sentir, disfrutar y experimentar la belleza de la naturaleza, ya sea en su inmensidad o pequeñez, en los colores, texturas y formas. Por tanto, nos afectan espiritualmente la creatividad y potencial artístico. Una de los puntos de este existencialismo tiene que ver con la idea del tiempo: «¿No era acaso el tiempo la sustancia de todo sufrimiento? ¿No era el tiempo la causa misma de todo temor y toda tortura? ¿No se suprimiría acaso todo el mal, toda la hostilidad del mundo en cuanto el tiempo fuera superado, en cuanto se aboliera la idea de tiempo?...» (Ibíd.). Según Hesse, el tiempo es un camino doloroso del cual uno no se puede salir, que la vida es más agonizante mientras más se piensa en el tiempo y lo que vendrá después: la Inevitable Muerte. Desde otra perspectiva, en aquellas líneas él quiso decir: “¿de qué sirve vivir si el tiempo todo lo carcome, lo vuelve inútil?” (vejez en este caso). O sea de qué nos sirve envejecer y ser en cierto modo más sabios, si ese tiempo de sabiduría se irá tan pronto. Agrega también que la sabiduría jamás será enseñada, sino es mediante la experiencia: «La sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un sabio trata de comunicar a otros suena siempre a locura...No bromeo, te digo lo que he encontrado. El saber puede comunicarse, pero la sabiduría no. Es posible encontrarla, vivirla, dejarse llevar por ella, y hasta hacer milagros con ella, pero comunicarla y enseñarla es imposible…» (Ibíd.). La sabiduría vendría siendo para Hesse un arma de doble filo, de ella puedes aprender para mejorar como ser humano o quedarte atrapado entre el mundo terrenal. En el párrafo de arriba se señala la crítica que hace Hesse acerca de las
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doctrinas del mundo Hindú y occidental: las religiones no bastan para ser sabio, cada uno debo encontrar su propio camino. II La fascinación hacia este libro en la mayor parte del mundo radica en que las preocupaciones de Siddhartha son universales: el interés general de Hesse hacia el conflicto entre la mente, el cuerpo y el espíritu. Ese sendero para Hesse fue desde su niñez tortuoso y abrupto, moldeó su creencia tan pesimista entorno a los seres humanos, y en especial de las religiones como entes dogmáticos. Según esta interpretación, uno debería intentar crearse su propia religión o fe. A veces esta convicción de Hesse es individualista y paradójica, pues uno es el que debe ser su propia religión, ser su propio Dios. A fin de exponer y argumentar lo antes señalado cito sus palabras: « [ ]…mis padres pasaron la mayor parte de sus vidas realizando misiones cristianas en la India, aunque sólo mi primo y yo nos dimos cuenta que para ellos no existía un orden de preferencia entre las religiones. Mis padres y mi abuelo no sólo tenían un gran conocimiento respecto a las creencias de la India, sino que también las comprendían, pero sólo admitieron a la mitad de ellas. En mi infancia participé y respiré tanto de la espiritualidad del Hinduismo como la del Cristianismo […] Sin embargo, comprendí que el cristianismo era una forma única, rígida y decisiva en mi vida, además de ser insuficiente, transitoria, anticuada y casi extinta. Lo consideré como un protestantismo matizado de forma devota, y la experiencia fue profunda e intensa: las vidas de mis abuelos y padres habían sido totalmente controladas siguiendo una postura, a fin de servir al Reino de Dios, y que los seres humanos debían comprender que sus vidas eran un préstamo de Dios, y debían intentar vivirla no de modo egoísta, sino que al servicio y sacrificio
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de Dios, siendo para mí fue una experiencia y herencia que repercutió mucho en mi niñez […] mi religión personal a veces cambiaba de forma, nunca en una conversión repentina, sino siempre de forma lenta como el crecimiento y el desarrollo. La razón de que mi Siddhartha no pone conocimiento sino amor sobre todo, que rechaza el dogma y hace que la experiencia de la unidad sea el punto central, se podría interpretar como un retroceso hacia el cristianismo, sí, como una característica verdaderamente protestante» (1974).1 Conforme a Hesse, la revolución sociocultural de la I Guerra Mundial significó un nuevo comienzo radical para su vida y su arte. En 1921, este autor señaló que en esos momentos el Budismo en sí se parecía en la India más a una Reforma, al igual que el Cristianismo. Es decir, una Reforma con las mismas consecuencias fatales que Hesse detectó en la Reforma Protestante. Además, dijo que ambas reformas tienen el mismo proceso: en el comienzo existe una espiritualidad, la conciencia del individuo se transforma en la institución más importante, luego finaliza con una secta llena de aires de grandeza, la influencia de la clase clerical disminuye, y al final el pensamiento y la conciencia del individuo se defiende ante las autoridades. Cuando los protestantes se corrompieron en el transcurso de estas últimas décadas, el Budismo retrocedió cediéndole el Viejo Reino de los Dioses a nuevas sectas. También agregó que en ambos casos, la religión protestante apreciada en su intelecto probó ser ineficaz debido a que la reformada creencia puritana requería un autosacrificio del individuo, que sólo pocos pueden lograr. Los creyentes pueden de forma preestablecida dar ofrendas y comportarse, pero no pueden renunciar a sí mismos. Esta realidad experimentada en la infancia condujo a Hesse pronunciar que en esos días vivía en un mundo que mostraba una gran desconfianza ante las sensaciones y el talento de los jóvenes y, que convencido de que el libre albedrío del ser humano era malo o diabólico, intentó descartar su libre albedrío para obtener el amor de Dios y lograr salvarse en aquella sociedad cristiana.
1
Cita traducida por el autor.
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El otro dilema universal en Hesse, es referente a que si lo que sentimos por alguien o algo, en este caso si es una sensación o un pensamiento. Quizá quiso preguntarse a sí mismo: ¿lo que me pasa ahora es que realmente lo siento o es que lo pienso? o ¿esto que me llena de felicidad (por ejemplo, el amor) proviene de mi corazón o de mis pensamientos? Sin embargo, este autor cuestionó esa preferencia humana por lo racional y no por lo que proviene desde el corazón. De esta forma, y acorde a Hesse, desde el corazón provendría esta conciencia moral, un tanto confusa y abigarrada por la herencia e influencia cristiana e hinduista. Conciencia moral que, según él, debiera actuar cuando el corazón le dice. Este dilema de aceptar o no aceptar una religión, Hesse lo refleja mediante Siddhartha cuando rechaza y cuestiona los senderos del Gotama Buda; no se redime ni siquiera ante el Iluminado. El Gotama Buda le advierte del peligro de razonar siempre sobre nuestras realidades: «—Eres inteligente, samana —dijo el Venerable—. Y sabes hablar con gran prudencia, amigo mío ¡mas cuídate de una inteligencia excesiva!» (Íbid). El Gotama Buda vendría representando esa luz de esperanza casi inalcanzable, pues ésta tan sólo brilla mediante la experiencia adquirida, experiencia que Siddhartha desea tener para poder lograr la liberación de ese sufrimiento de vivir, obtener la unidad con su esencia y con el cosmos. Siddhartha sabe que no podrá conseguir sus objetivos si se somete a la doctrina de otras personas, que nada sirven las enseñanzas-experiencias del Gotama Buda si él (Siddartha) no las ha experimentado aún, que son sólo palabras y que al fin y al cabo importan las acciones, los hechos y la experimentación para poder entender de cierta forma la esencia de lo que lo rodea.
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Por más que trata de seguir esta voz interior, Siddhartha termina utilizando a veces el raciocinio, no el corazón y la conciencia moral, pese a que Hesse haya señalado lo contrario, precisamente en estas líneas se comprueba: «¡El exceso de conocimientos, de versos sagrados, de normas rituales, mortificación, celo y aspiraciones lo había inmovilizado! Dominado por su orgullo, había sido siempre a un paso por delante de todos los otros, siempre el hombre espiritual y sabio, siempre el sacerdote o el gran erudito. Y en ese sacerdocio, en ese orgullo, en esa espiritualidad se había escondido su Yo, en ellos se hallaba instalado y seguía creciendo, mientras Siddhartha creía poder matarlo con ayunos y penitencias. Mas ahora se daba cuenta que veía que la voz misteriosa había tenido razón, que ningún maestro hubiera podido liberarlo nunca. De ahí que se viera obligado a ir por el mundo, a pederse en el placer y en el poder, en las mujeres y en el oro […] Por eso había tenido que soportar en esos terribles años el hastío, la vacuidad y lo absurdo de una vida monótona y perdida, soportarlo hasta el final, hasta la más amarga de las desesperaciones, hasta que el Siddhartha libertino y codicioso pudiera también morirse» (Ibíd.). Quizá esa sea el mayor dilema de Hesse, y que lo refleja en Siddhartha. Que el verdadero buscador es quien no se detiene ante nada ni nadie, que debe comprender cuándo detenerse y seguir un sendero recto para alcanzar la unión de su esencia con el cosmos, para que sean uno y a la vez todo. Hesse como tantos escritores, a mi parecer, se quedan en el camino, buscan la felicidad, pero todo queda a la mitad. Se desilusionan de la vida, que por más que les pregunten si quisieron alguna vez cambiar el mundo y contestan que No, y en realidad sí lo hacen. No obstante, sienten que la felicidad no es un estado mental o una reacción ante la vida, sino un modo de enfrentar esa larga espera antes de la Muerte, que a veces es mejor morir con la frente en alto y decir: «sí, aquí estoy,
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nunca pude ser feliz, pero de cierta forma hice que otras personas lo fueran con lo que escribí, poco importa ya si fui feliz». Así también, se percibe que muchos autores nos acercan con sus obras, pero que paradójicamente ellos se alejan cada vez más de sí mismo cuando las escriben o cuando se vuelven famosos con ellas. Bibliografía: Hesse, Herman (1922) Siddhartha. Ediciones Olimpo, Chile, 2002. _____________ (1949). Happiness (Gluck). My belief: Essays on Life and Art. Translated from the German by Gerry Busch ©, 1997. http://ic.ucsb.edu/~ggotts/hesse/works/glueck.html