Inmigración china al Perú La inmigración de chinos se dio como mano de obra de bajo costo que requerían en las haciendas costeñas del Perú a mediados de siglo XIX. Se calcula en 250 mil la población que mantiene una pureza en su origen étnico y cerca al 2% de la población peruana tiene algún ancestro chino, pues muchos chinos perecieron al igual que la población negra producto del trabajo esclavizante, dado que su trato fue inhumano, tal es así que en la guerra del pacifico muchos culíes fueron encontrados encadenados en los cañaverales. El chino, llega al Perú, bajo el nombre "culíes" en 1849. Firmaban un contrato en donde se comprometían a trabajar durante ocho años para los grandes señores terratenientes. Generalmente estos contratos se firmaban en Macao; este permitía ingresar al Perú sin problemas. Asimismo, aseguraba al intermediario entre los chinos y los contratantes. Cumplidos los ocho años, se retiraban a las ciudades en donde vivían de pequeños negocios, generalmente de comida. En ese momento en que se produce el mestizaje de la comida china con la criolla peruana que resultaría en el popular chifa.
IÓN CH IN IN A AL LA LEY DE INMIGR AC IÓN El gran impulsor de la denominada ley chinesca fue Domingo Elías, un difusor de ideas liberales en los años de 1840 y 1850.Elías fue quien presionó al Congreso Nacional para que el 17 de noviembre de 1849 promulgue la Ley de inmigración que estaba orientada a traer culíes (colonos) al Perú. En el primer considerando de la ley de inmigración o chinesca (como fue conocida popularmente) se planteó que la agricultura se encontraba postrada y en el segundo se menciona que se busca fomentar la industria de la inmigración. Cada capitalista que traiga un colono entre 10 y 40 años a nuestro país, en un número no menos a 50 individuos, recibiría un pago (30 Pesos) del Tesoro Nacional.
P E R ERÚ Ú
Al promulgarse la ley se dio un considerando que otorgaba el negocio de la introducción de los colonos chinos para Lima y La Libertad por cuatro años a Domingo Elías y su socio Juan Rodríguez; esto era descarado porque la ley no sólo ya tenía nombre propio sino que beneficiaba retroactivamente a Domingo Elías en el sentido que le reconocieron los 75 chinos que trajo antes de promulgarse la ley.
Entre otros puntos de la ley tenemos: El pago por colono podía ser sustituido por la exoneración tributaria para introducir mercaderías en el mismo barco donde llegaban los inmigrantes chinos. Los colonos introducidos estaban exentos de tributo y de todo servicio militar por el termino de 10 años Para justificar la importación de chinos se dieron una serie de justificaciones, por ejemplo se decía que en China la vida era muy dura y que los padres asesinaban a sus hijos, así que esa gente estaría agradecida por ofrecerles venir a un país como Perú. Además, también se consideró que los chinos serían baratos, pues ellos estaban acostumbrados a tener una vida paupérrima, o sea que no exigirían muchas cosas como sí lo harían colonos europeos. Un punto a favor de la migración china era que Perú no tenía ninguna relación diplomática con China, así que no tendría que dar explicaciones a sus autoridades. Cabe recordar que la inmigración china empezó en 1849 y finalizó en 1874 (gobierno de Manuel Pardo y Lavalle). Durante ese lapso de tiempo se calcula que llegaron al Perú unos 90 mil chinos que se dedicaron a diversas actividades, desde las haciendas hasta las islas guaneras.
LOS CH IN OS E N LAS I SLAS GU AN ER AS
Desde que fue descubierto el guano como abono, en la década de 1840-50, la explotación fue incrementándose año tras año. Recién en 1853 el Gobierno peruano tuvo un estudio de su contenido y planos elaborados por Raimondi para su mejor conocimiento.
La explotación del guano estaba en manos de consignatarios, quienes utilizaron la mano de obra china, polinésica y negra para la exportación. Las peores condiciones de trabajo que encontraron los chinos fueron en las islas guaneras. Por este motivo, cuando apenas se iniciaba la trata amarilla a Perú, se prohibió, así se precisaba en los contratos, que los culíes fuesen a trabajar a las islas. Pero, como el cumplimiento de las prohibiciones estaba condicionado a las "necesidades nacionales", los chinos trabajaron siempre en las islas y lo hicieron junto a presidiarios, a negros manumisos o libres y a los canacas (nativos de Oceanía). El "Illustrated Times" de Londres, el 5 de marzo de 1859 nos narra lo siguiente: " ... Quien escribe esta crónica visitó hace poco tiempo las Islas de Chincha. El trabajo de excavación de guano lo hacían los chinos y había entre 250 a 300 embarcaciones cargando. Algunos han dicho que habría guano sólo para ocho o diez años si se hacían extracciones en tal cantidad como se estaba efectuando entonces". Sin embargo, en un artículo aparecido en el "Guano Diggers" en "Household Worlds" 1853, el escritor estimaba que había 250 millones de toneladas en las islas de Chincha y que tomaría 180 años para limpiarlas. El valor de los depósitos estaba estimado en 1,250 millones de Libras Esterlinas...". Testigos oculares pintaron un sombrío cuadro de la suerte que corrían los culíes empleados en las islas de guano. Unos sesenta obreros chinos consiguieron burlar la vigilancia de sus guardianes y se suicidaron sobre las rocas, "... dos docenas de azotes (a los chinos) los dejaban sin respiración y cuando los soltaban, al cabo de treintainueve, después de dar unos pasos vacilantes, caían al suelo. Eran llevados al hospital y las más de las veces si se recuperaban, se suicidaban". El gobierno peruano envió una comisión científica a las Islas Chincha para efectuar los planos y medir el guano que contenía. Dicha comisión estuvo integrada por Antonio Raimondi, José Castañón, Fermín Asencios, Francisco Cañas, José Eboli y Manuel J. San Martin. Raimondi nos narra su viaje: "Visité en 1853 las afamadas Islas de Chincha formando parte de su comisión enviada por el Supremo Gobiemo, con el objeto de medir la cantidad de guano que existía. Vi con asombro ese inmenso depósito de amoníaco, de más de cuarenta metros de espesor que desgraciadamente ha concluído con poco provecho de Perú. Pude en aquella ocasión convencerme con mis ojos, por los restos de las aves, y por los huevos transformados en guano, hallados de materia orgánica, es realmente formada de excrementos de aves marinas acumuladas lentamente durante muchísimos siglos y, por consiguiente, que no tiene origen misterioso e hipotético que ha querido darle recientemente un viajero alemán..." La correspondencia entre Raimondi y Alejandro Arrigoni es bastante elocuente para apreciar el trato inhumano que se les infligió a los chinos. Arrigoni escribió a Raimondi el 26 de febrero de 1853: "En las tardes les curo las espaldas abiertas por los látigos a estos pobres desdichados y al día siguiente en la mañana vuelvo a curarle las mismas heridas abiertas nuevamente por el látigo...". "Los víveres que consumimos en el Hospital son bastante apreciables: galletas, carne salada, tocino, arroz, frijoles, harina, manteca, azúcar, cacao, ají y vinagre. Todo ésto, en los primeros días, era de buen sabor: pero al poco tiempo el tocino y la carne salada empezaban a tener un sabor a rancia, las galletas
se agusanaban y los frijoles se llenaban de gorgojos. La dieta diaria de los chinos era elemental: arroz y pescado". Un testigo de la vida en las islas de Chincha fue Ricardo Palma, quien tenía 19 años de edad en ese entonces. Palma recibió su nombramiento de oficial 3º del cuerpo político, el 7 de febrero de 1852, día de su cumpleaños, pero recién se embarcaría el 13 (16 en otros documentos) de marzo del año siguiente en la goleta "Libertad" de estación en las islas de Chincha. Ostentaba el cargo de contador que lo asumió a partir de octubre de 1853, en remplazo del oficial del mismo grado de nombre José Ezeta. Mientras Ezeta esperaba un nuevo destino, Palma tuvo que desempeñar otras tareas en el bergantín "Libertad" como el de comandante de la nave en algunas veces. El gobernador de las islas era el capitán de fragata Pedro José Carreño. Las Islas de Chincha eran tres y se las identificaba como la del Norte, la del Centro y la del Sur. Situadas frente a Pisco, distaban de tierra aproximadamente dieciocho kilómetros. En los correspondientes derroteros, que sobre la costa del Perú escribieron Aurelio García y García en el siglo pasado y Rosendo Melo en los primeros años del presente, hay información muy apreciable sobre ellas. Una flotilla de botes, balandras y lanchas cisternas las surtía de agua que llevaban desde Paracas y los víveres se cargaban en Tambo de Mora. La peonada, constituida por chinos traídos desde la colonia portuguesa de Macao (de allí el mote de "macacos"), realizaba su tarea de palear las deyecciones de las aves en condiciones infrahumanas desde las primeras luces del alba hasta el atardecer. El penetrante olor a amoníaco del guano era insoportable, a lo que se unía el sol calcinante, el mal trato de los capataces peruanos y el ensañamiento inusitado de los caporales chinos (cuchillos de sus hermanos de raza) y la mala comida. Muchos culíes, para librarse de ese infierno, como ya lo dijimos, optaron por el suicidio. Las islas servían además como lugar de reclusión: "En el presidio establecido en la Isla Norte se encuentran más de doscientos rematados, gente inmoral de suyo y con la que es preciso ejercer la más activa vigilancia" -decía el comandante de las islas a la jefatura superior del departamento de marina del 7 de noviembre de 1853. Las enfermedades comunes de todos los días, eran bronquitis, reumatismo y diarreas. Todo eso, sin duda, fue visto por don Ricardo Palma, quien estuvo en las islas de Chincha hasta el mes de marzo de 1854, en que lo trasladaron a la Comandancia General de Marina en calidad de amanuense. Sin embargo, de aquella época no quedó recuerdos en sus Tradiciones. ¿Por qué, ni aún con el correr de los años, no dijo algo al respecto? Las protestas sobre el trato a los chinos empezaron a preocupar en las relaciones internacionales del Perú con China. En 1857 ocurrió un acontecimiento que originó un conflicto diplomático. La barca nacional "Carmen" era capitaneada en marzo de 1857 por el italiano Luis Camagli, desplazaba 343 toneladas y era propiedad de Pedro Denegri, dueño también de la "Petronila" y de la "Santiago" y del "Carolina", embarcaciones utilizadas para el tráfico de culíes al Perú. El 9 de ese mes naufragó en su travesía de Suatao al Callao, con 260 chinos contratados para trabajar en las haciendas costeras, según el informe del cónsul en Hong Kong, Nicanor Tejerina, publicado en las páginas de "El Comercio", el 18 de julio de 1857.
La embarcación se fue al fondo del mar no a causa de vientos fuertes ni de temibles temporales sino por un voraz incendio provocado por un grupo de culíes. Leamos cómo fue la tragedia: "El domingo 8 de marzo a la altura de la gran Natunas, de 7 a 8 de la noche, el intérprete advirtió al capitán que los culíes proyectaban una revuelta e intentaban tomar el buque (pero) fueron forzados a descender al entrepuente. A la mañana siguiente entre siete y ocho culés subieron a cubierta y permanecieron tranquilos hasta que la tripulación fue a almorzar. Algunos chinos fueron al lado de la proa y derramaron una cantidad de paja encendida en la bodega, la cual cayó en las camas (colchones de paja). La tripulación se armó rápidamente y los chinos fueron forzados a bajar al entrepuente. El capitán procuró arrojar fuera de su bordo la pólvora del buque y entonces se contrajo a extinguir el fuego cerrando las escotillas; pero todo fue en vano: las llamas se apoderaron rápidamente de todo el buque, permitiendo únicamente echar al agua dos botes. El capitán, oficiales de mar y tripulación, en total catorce, y siete pasajeros, habiendo podido recoger algunas armas, pero sin agua ni provisiones, abandonaron el buque". Luis Camagli, el capitán, al volver a la nave en uno de los botes, no para abrir las escotillas y liberar a los chinos, sino por algo que sirviese de velas, encontró la muerte al caerle los palos de unaj arcia y desapareció entrampado en su propio infierno. Con él sucumbieron tres chilenos, dos italianos, un griego y cuatro personas más. No era un caso aislado. Todos los capitanes fueron siempre arbitrarios, impusieron su propia ley y eso les ganó el odio de su carga humana. En el otro bote se salvaron el piloto, cuatro tripulantes y siete pasajeros, entre ellos los peruanos Atanasio Candamo, Manuel Rivera y Tomás Collazos. Todos los chinos perecieron. EL ACC IDE NT E DEL
"M ARI LUZ"
En mayo de 1872. Partió del Callao el barco peruano "Mariluz" con destino a Macao, con el objeto de traer 255 culíes para las haciendas del Norte. Debido a una tormenta, la mencionada nave fletada por Emilio Althaus sufrió una grave avería el 10 de julio de 1872, teniendo que efectuar una escala obligada en Yokohama, en territorio japonés. El trato para los culíes era inmisericorde, morían un tercio en el trayecto. Uno de ellos escapó y se refugió en una nave británica, en donde solicitó ayuda, protección y amparo. El Encargado de Negocios de la Gran Bretaña, por denuncia del comandante del barco inglés, gestionó ante las autoridades japonesas una investigación para llegar a la verdad en cuanto a la grave denuncia del chino evadido. Se estableció que las condiciones eran insuficientes y atentatorías a la vida y en consecuencia se determinó que los culíes se encontraban en libertad para abandonar el "Mariluz". Nuestros asuntos en el Japón estaban en manos de la Legión Norteamericana. Por este motivo, el Encargado de Negocios Estadounidenses comunicó los hechos al Gobierno Peruano. El presidente Manuel Pardo decidió enviar una Misión Diplomática al mando del Comandante García y García. Este llegó con diez representantes a Yokohama y, el 3 de marzo de 1873, presentó en Edo (Tokio) sus credenciales al Emperador Meiji, llamado Ten Ho, el "Hijo del Cielo". A la presentación de las credenciales al Emperador se realizó un acto significativo en el puerto de Karuhue, donde por primera vez se izó la bandera peruana y se tocó el Himno Nacional en el Japón. Esta ceremonia tuvo su similar el 19 de octubre en el Callao, donde también se izó la bandera japonesa y se dejó escuchar el Himno Imperial del Japón. Las negociaciones se centralizaron en dos puntos: la solución del problema del barco "Mariluz" y la firma de un tratado permanente de paz, amistad, comercio, navegación y re-
laciones diplomáticas con el Japón. Para el "impase" del barco, se firmó un protocolo que sometía el mencionado problema al arbitraje del Zar de todas las Rusias, quien debía señalar si el Japón se excedió o no en la actitud adoptada. Las negociaciones tuvieron lugar en San Petersburgo. Nos representó el diplomático José Antonio Lavalle. Dos años después, en 1875, el Zar dio su fallo. Por razones humanitarias, el Japón había cumplido con liberar a los culíes. El Perú aceptó plenamente el fallo. El Comandante García y García terminó su misión con la firma de un Tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación, que establecía representantes diplomáticos en ambos países. En cuanto a las importaciones y exportaciones mutuas, se aplicaría la cláusula de la nación más favorecida. Ambas naciones se reconocían iguales derechos, privilegios e inmunidades y las ciudades y puertos estarían abiertos a los barcos de ambos países, facilitándose el intercambio comercial.
FIN DE LA ESCLAV ITUD Preocupado el Gobierno Chino por la suerte de sus connacionales, decidió enviar una comisión para investigar con las autoridades peruanas la condición de los culíes. En 1887 se creó una comisión mixta compuesta por representantes del gobierno peruano y del imperio chino. La comisión visitó las haciendas de varios valles costeños. Estuvo presente en Cañete, Huaura, Supe, Pativilca, Ica, Pisco, Palpa, Nazca, Santiago, Santa, Nepeña, Zaña, La Leche, Jequetepeque, Santa Catalina (Trujillo) y en dos haciendas cajamarquinas, donde también trabajaban chinos. No pudo ingresar a la hacienda del valle Chicama, con excepción de Tulape, propiedad de la familia Larco, porque los dueños se opusieron. La comisión comprobó que muchos chinos ya no estaban en condición de contratados o recontratados, pues había transcurrido mucho tiempo desde que concluyeron los plazos de trabajo. Al no poder pagar los hacendados un mayor incremento de sueldo dejó a los trabajadores chinos. Algunos hacendados tuvieron que dar lotes de terreno a sus ex trabajadores por no poder pagarles o trataron de revivir la institución del "yanaconaje" con la población campesina de la sierra. Luego de la Guerra del Pacífico, la situación fue diferente en la agricultura costeña, generándose una masiva migración interna de campesinos de la sierra hacia la costa que originó un precio más cómodo para el hacendado. Por ello, el trabajador chino fue dejado de lado. A fines del siglo XIX, la presencia china en el campo era mínima.