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PSICOLOGIA GENETICA
L. MERANI
PSICOLOGIA GENETICA
PRIMERA EDICION
TRATADOS y
ti ~
EDITORIAL GRIJALBO, S. A. MÉxrco, D. F., 1962
@ 1962 por Editorial Grijalbo, S. A. Avenida Granjas, 82. México, 16, D. F .
Reservados todos los derechos. Este libro no puede ser reproducido, en todo o en parte, en forma alguna, sin permiso.
IMPRESO EN MEXICO PRINTED
IN
MEXICO
INDICE GENERAL
~FACIO
...
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. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
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Prir:iera parte
ETAPAS Y FORMAS DEL DESARROLW PSIQUICO
~PÍTuLo
15
I: EL HOMBRE, FENÓMENO BIOPsÍcosocIAL . . . . . . . . . . . . . .
Definición. Paralelismo entré lo físico y lo psíquico. Recapitulación ontofilogenética. Paralelismo psicosoclológico. Enfoque psicogenético. El hombre, fenómeno biopsicosocial. l=&PÍTULO II: CRECIMIENTO .Y DESARROLLO
........... .. ..........
29
Definición. Etapas y formas del crecimiento. Fisiología del crecimiento. Relaciones entre crecimiento somático y desarrollo psíquico. La constitución individual. "'PÍTULO III: EvoLUCIÓN FUNCIONAL DEL SISTEMA NERVIOSO
45
Integración nerviosa y niveles funcionales. Evoiución funcional y nerviosa del feto humano. La evolución ne·rviosa después del nacimiento. Las estructuras ·cerebrales y sus posibilidades. iJu>fruLo IV; . ÜRGAN.ISMo, MEDIO y PSIQUISMO • . . . . . . . . . . . . . . . . . .
55
Sinergia funcional y equilibriq orgánico. Influencia del pasado: especie e individuo. Cuestiones generales de adaptación. Adaptación mental del individuo y de la especie al medio natural y social. Segunda parte
LA EDAD EVOLUTIVA INFANCIA
.................... .._ ............ ·-· ...... . El niño y el adulto. Razón del desarrollo psíquico. Del acto y el efecto a la actividad lúdica. Las disciplinas mentales. Edades de la infancia. iru>fruLo VI:
PuBE~
. . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , . . .. .. . . ·
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80
Ruptura del equilibrio individuo-medio. Crecimiento y biosexuaiidad. · Goce de la intero y propioceptividad. La evolución del pensamiento.
.................. ·. · ... ·: . . ....... . Definición. Sentido y valor de la "crisis" de la adolescencia. Descubrimiento del mundo. Hacia una personalidad cristalizada. Erotismo, sexualidad, amor. Sentimientos sociales. Pasaje a la juventud y a la edad adulta. 5
91
6
INDICE GENERAL
Tercera parte ORIGENES DE LA SOCIABILIDAD CAPÍTULO
VIII:
LA ACTIVIDAD PROPIOPLÁSTICA . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . •
111
Definición. Origen y mecanismo de las emociones. Expresión de las emociones. La mímica y la imitación. Las pasiones. CAPÍTULO
IX:
SOCIEDADES ANIMALES y SOCIEDADES HUMANAS
122
Definición. Interatracción e interacción; Niveles de integración. Consecuencias del agrupamiento social. Sociedades animales y sociedades humanas. CAPÍTULO
X:
MANO, CEREBRO y SOCIEDAD .••. ' .•. . . . . . ·. · . . . . . ... . .
134
Definición. Praxis y evolución. Trabajo y conocimiento. Conservación del instrumento y evolución mental. CAPÍTULO
XI:
HERENCIA y DESARROLLO PSÍQUICO • . • . . . . . . . . . . • . . . •
146
Definición. Somaciones y mutaciones germinale~. Ambiente y selección. La herencia psicológica.
Cuarta parte LOS INSTRUMENTOS INTELECTUALES CAPÍTULO
XII:
LA ACTIVIDAD SENSOMOTRIZ •• ·• ...•••• ' . . . . . . . . . • . .
159
Definición. Organización y movimiento. La acción sobre el mundo ex, terior. Reacciones sensítivomotrices. Conductas instintivas e intelectuales. GwíTULO
XIII :
DEL ESTÍMULO AL CONOCIMIENTO • . . . . . . • • . . . . . . . •
171
Diferenciación y progreso de la actividad sensorial. La percepción del · espacio. De la sensación a la ·palabra. Comportamiento y grados dei · conocimiento. CAPÍTULO
XIV:
LA ADQUISICIÓN SIMBÓLICA: EL LENGUAJE . . . . . . . . . •
181
Origen psicobiológico del lenguaje. De la onomatopeya a la palabra articulada. Adquisición individual de la lengua. Lenguaje y conocimiento.
Quinta parte LA VIDA EN. SOCIEDAD CAPÍTULO
XV:
LA VIDA SEXUAL y AMOROSA . • • . . . • . • . . . . . . . . . . . . . .
195
Definición. Hambre sexual. Equilibrio interno y externo. La "vocación" amorosa. La palabra amorosa. El condicionamiento social. La esperanza amorosa. Evolución sexual y afectiva de la mujer. Equilibrio biológico y sed de ternura. CÁPÍTULO
XVI :
LA FAM.I'LIA, LA EDUCACIÓN y LA, PROFESIÓN . . . . . . . . .
Definición. Estructura cultural de la familia humana. La familia como institución. Educación y familia. Adaptación a la vida escolar. Profesión y organización social. Orientación y selección profesionales,. organización del aprendizaje y racionalización del trabajo.
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INDICE GENERAL · CULTURA, CIENCIA Y EDUCACIÓN
7
221
Definición. ¿Qué son los valores culturales? ¿Qué son los valores cien-· tíficos? Relación entre valores culturales y científicos en la educac,ión. Sexta Parte
EDADES DEL HOMBRE GÉNESIS Y FóRMAS DE LA PERSONALIDAD
. 235
Definición. Génesis de la personalidad. El problema de las constituciones. Personalidad y libertad. iJu>fruLo XIX:
INVOLUCIÓN Y msoLucIÓN
246
Definición. Signos de senilidad. Senectud, señilidad y presenilidad. Esterilización de las actividades mentales y pérdida del sentimiento cronológico. Actitudes frente a la muerte.
.. ... . ....... . .... . . . .. . . . . .. . ....... . ...... .. . ......... . .... . ...... . .. MATERIAS . ............ . .. .. .. -
DE NOMBRES DE
257 262 265
PREFACIO LAs CIENCIAS HUMANAS conocen actualmente un favor que no es producto de la moda, sino consecuencia natural de la situación en que el mundo se encuentra. La psicología, como eje de todas ellas, está en plena valorización y reconstrucción; de apenas dos o tres decenios a esta parte, muchos de sus arcanos se han abierto a la investigación, y la clásica postura del psicólogo de gabinete, entregado a la introspecció!l. como único método y al análisis de testimonios literarios como sola fuente, así como el afán iconoclasta del experi!nentador que tras fas huellas de Wundt se abocó a la medición matematizante, pretendiendo explicar el fenómeno psíquico por medio de ecuaciones y coordenadas, han cedido a la búsqueda paciente, racional, de causas y consecuencias a través de la evolución de la especie y del individuo, de sus interacciones con el medio natural y social. Un concepto evolutivo y genético, dinámico y .dialéctico, prende las múltiples facetas del Proteo mental para explicar al hombre en función de los hombres, a éstos en razón de la biología y la histqria. Los compartimientos estancos de las especializaciones se han resquebrajado, y si bien continúan siendo imprescindibles como norma de trabajo, la necesidad de síntesis ha superado los resultados parciales, por admirab.les que fuesen, porque a la altura de nuestros conocimientos en todas las ramas del saber las partes únicamente pueden ser comprendidas en función del todo, y éste como fénómeno en constante devenir .. La psicología es ahora una ciencia de síntesis; sus resultados se apoyan en todos los hallazgos. Sin ser extraña a la biología y a la física, a la historia y a la filosofía, pasando por los demás campos del saber y de la cultura, confronta la realidad humana como efecto y causa a la vez. Sin ' duda tal situación impone al psicólogo responsabilidades y deberes distintos de los del filós0fo, del educador, del sociólügo y del médico. Al filósofo corresponde encontrar, dentro de las condiciones de existencia, un sentido a la vida; al ,educador, encender la llama de un ideal y hacerlo amar por los jóvenes lo suficiente para que P!Jeda inspirar sacrificios o constituir una norma de vida. Al sociólogo, enseñar a todos la manera de ser eficaz . .El médico debe aplicar en el momento oportuno medidas para que la salud no resulte alterada. Mas también existen deberes psicológicos para ellos porque sus quehaceres apuntan a todos los momentos, a todas las actividades de los hombres, y allí donde éstos ·se desenvuelven deben estar presentes. Como la raíz de las dificultades o éxitos humanos concierne a lo más singular de su esencia, a la vida psíquica, o repercuten en ella, ~odos deben conocer la psicología. 9
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PREFACIO
Ya es lugar común decir que el mal del mundo de hoy se llama miedo, odio, cólera, aburrimiento; demasiado se ha insistido sobre la "angustia vital", con olvido de · que si esas entidades existen, y existieron sien:ipre bajo otras denominaciones o con otra intensidad, es porque si las condiciones hacen a los hombres, nunca la humanidad las tuvo humanas y representan el camino ancho de la alienación ·en su más amplio sentido. En tanto haya hambre, ignorandia, desequilibrio del hartazgo y la miseria, la psicología será para los males del hombre un sucedáneo similar a los calomelanos y al jaborandí para la medicina de hoy. Sin duda la mayoría de estos deberes y responsabilidades atañen a otros más que al psicólogo, pero en tanto el día venga, y vendrá, el hombre de nuestra época, momento histórico de transición, requiere atención más compleja que no podrá lograrse sin que los estudiosos se interesen directamente por la psicología. . Y sin irnos hacia el futuro, sin bu"'cear en las implicacfomes que configuran el hecho humano, ocuparse del hombre comporta siempre un acto psicológico. No basta llegar a una ·solución ideal de los problemas sociales, no es suficiente indicar la norma adecuada, es necesario aplicar el procedimiento, y éste, filosófico, pedagógico, sociológico o político, supone tanto conocer las más diversas reacciones del hombre, las diferencias individuales y propiamente psicológicas, como modelar la existencia a través de un régimen que no sólo es un conjunto de prescripciones, de voluntades aunadas, sino una manera de vivir. Pero una "manera de vivir" no depende únicamente de la voluntad, de las directivas que se dan, sino de las circunstancias que moldearon al individuo, que lo acogen en este momento, y las que lo recibirán en el futuro. Estas circunstancias son tanto de la especie, más precisamente del género H omo al que perteneoemos, como de la sociedad en que vivimos, que nos modela y a la cual modelamos con nuestra acción. La r.elación dialéctica de ambos factores ofrece el ejemplo de cómo de la cantidad nace la cualidad: el fenómeno psíquico como realidad sustancial de lo humano. Y este fenómeno preside cualquier acto en que esté presente la esencia humana, principio y fin de la actividad dirigida hacia el hombre, por el hombre y para el hombre. · Comprender al ser humano significa ahondar en la esencia y significado de cada una de las edades del hombre, de las etapas y periodos que las componen. La tarea, sin embargo, no se agota con ello; lejos de eso, ni siquiera se logra con la descripción fenomenológica, porque a diferencia del animal, cuyas transformaciones siguen el carril biológico, nuestra especie ha trasladado el centro de gravedad de su evolución al plano social. Si bien los orígenes son comunes, el desarrollo de mano, cerebro y lenguaje, causa y efecto a la vez, productos del vivir en sociedad y razón de nuestra sociabilidad, traslada el baricentro a la historia y modifica en su estructura íntima la trabazón de la vida psíquica. Por lo demás, la razón, fen6~eno humano por excelencia, orienta la praxis y otÓrga a la actividad humana capacidad para transformar las circunstancias según las necesidades. La historia hace al hombre, y éste hace a la historia.
PREFACIO
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Dominar estas interacciones en toda complejidad, captarlas en los cambios suc;esivos que hacen de cada persona un ser singular que no se repite, es cuestión de método, y en ello asienta el valor primero de la nueva corriente genética que se impone en. psicología, así como de la pretensión de originalidad de este libro. Superar la heterogeneidad de los diferentes ·niveles de existencia, asentar que la vida no es algo inerte y estable, postular como consecuencia de la evolución el pasaje de una forma a otra, sin poner en duda la utilidad de definiciones conceptuales, significa manejar la herramienta dialéctica implícita en la investigación contemporánea; y sin escindir al hombre en dos, según sea considerado su ser corporal o espiritual, estudiarlo a través de ambas facetas como cualidad y causalidad recíprocas, Si como autor nos arror:amos una pretensión, es la de haber llevado a sus últimas consecuencias lo que ya fuera norma en· nuestras obras anteriores y que destaca Henri Wallon al escribir sobre ellas: "He podido admirar la exactitud de la información y la amplit11d de las perspectivas. He encontrado las ideas y los ~étodos que me paree.en fecundos, entre otros el manejo de la dialéctica." Noblesse oblige, y obligados estamos al viejo y sabio profesor del College de France, que distinguiera con un prefacio a nuestra Introducción a la psicología infantil. Que estas páginas, profondamente inspiradas en sus enseñanzas y ejemplo, sean nuestro homenaje para quien la psicología contemporánea tiene la mayor de las deudas. ALBERTO
L.
MERAN!
Prin.i era parte
ETAPAS Y FORMAS DEL DESARROLLO PSIQUICO
CAPITULO PRIMERO
EL HOMBRE, FENOMENO BIOPSICOSOCIAL
Definición. Paralelis'mo entre lo físico y lo psíq~ico. Recapitulación ontofilogenética. Paralelismo psicosociológico. Enfoque psicogenético. El hombre, fenómeno biopsicosocial. La idea de hombre, la procedencia de éste, su puesto en el cosmos y su destino final como individuo y especie, han sido desde el alba de la historia punto neurálgico del filosofar. El hecho de que represente al único ser vivo capaz de reflexionar sobre la propia esencia y valor le confirió diversas preeminencias dentro de las jerarquías del pensamiento. Las primeras cosmologías, concepcidnes teológicas o filosóficas acerca del mund·o y sus problemas, se ocuparon más de la estructura del universo que de la posición del hombre en el mismo y procuraron, a través de aquélla, explicar a éste. Se le convirtiese con Protágoras en el H omo mensurai, el hombre medida de todas las cosas, "de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son", o con Sócrates, en el objeto más directo de la preocupación filo~fica, preguntar por el hombre es interrogar sobre las cosas porque es, en última instancia, una de las cosas, aunque sea la que dice· lo que son las demás y ella misma. ' Con el advenimiento del cristianismo, el problema sufre un giro de noventa grados para la cultura occidental; la concepcicSn grecorromana resulta "1fi!trada, transmutada por elementos orientales, y el hombre deja de ser una icosa, un objeto, para transformarse en sujeto. Se le concibe como fin supremo de la creación, algo que está en el mundo y trasciende al mundo, y cuya twopia esencia, a través de la reencarnación del Hijo de Dios, concreta lo ~o. No cabe entonces deducir la esencia del hombre de la esencia del toiverso, pues se confunde con Dios mismo y únicamente corresponde avetaguar el significado des.u pasaje temporal por el mundo; la historia se ocupa. llcl puesto del hombre en el cosmos, la teología de su origen, la filosofía de su f"malidad, y las tres explican, a través del hombre, cómo y por qué se jus~ca el mundo. El hombre se convierte en "ciudadano de dos mundos", que IB;ila entre lo finito y lo infinito, que une a su inmensa miseria, represenllada por la adscripción a este mundo, una inmensa grandeza dada por la f,mortalidad del alma y la posibilidad de alcanzar, los elegidos, la visión lt°Piterna de Dios. "La naturaleza del hombre -escribirá Pascal- se conliidera de dos maneras: una según su fin, y entonces e-s grande e incomparable; 15
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PSICOLOGIA GENETICA
otra según la muchedumbre, ~orno se juzga de la naturaleza del caballo y del perro por su carrera, y entonces es abyecto y vil. He aquí los dos caminos · que hacen juzgar del hombre tan diversamente y que 'h acen discutir tanto a los filósofos." La filosofía moderna, sin desechar por completo la idea judaicoaristotélica del hombre, asentada por el cristianismo, retoma en parte la cosmovisión antigua y lo considera como el ser pensante por excelencia, como la razón que explica el mundo y se comprende a sí misma. Por la primera y a través de su trascendencia cobra carácter histórico, distinguiéndose de los demás seres y cosas; por la segunda, vuelve a ser cosa entre las cosas, una sustancia más en el universo, compartiendo de tal manera la dualidad que encarna lo divino y lo demoníaco. Todavía Goethe, en su Fausto, pudo hacer girar la · esencia de lo humano en torno de este conflicto. La irrupción del materialismo diaiéctico, los progresos en el conocimiento científico del fenómeno vida, terminaron contemporáneamente por independizar la definición del hombre del dualismo que escindiera su personalidad, y de fin trascendente, de justificación para la existencia del universo, desciende nuevamente a la categoría de cosa entre las cosas, pero de cosa sui generis, peculiar, por ser la única capaz de pensar acerca de su esencia y de elaborar, a través de la acción, su propio destino .
* Si bien tácitamente todas las filosofías han terminado por considerar al hombre como ser natural, el conflicto entre su esencia inmanente y trascendente subsiste en las disciplinas que se suelen agrupar bajo el marbete común de '"conocimiento del hombre": psicología, antropología, caracterología, etc., expresándose en la doctrina del pa¡alelismo psicofísico que, con matices y gradacion-es más o menos atenuados o disimulados, cobra nuevo cuerpo en la moderna psicosomática analítica, y si bien pierde profundidad conceptual no deja de ahondar en la clásica escisión bajo el aspecto práctico al quitar al hombre autonomía como ser pensante, y asentar la premisa de un irracionalismo biológico que lev'a nta barreras insalvables entre la conciencia y el mundo, entre su destino y la capacidad para forjarlo. El hombre depende en última instancia de la historia, pero es incapaz de hacer historia, tanto en lo breve de la existencia personal- como en lo infinito de la colectiva. Vive de acuerdo con las circunstancias, las pone en marcha a veces, pero nunca las crea o las modifica. El paralelismo psicofisiológico representa un compromiso entre materialismo e idealismo; comparte con el primero el concepto de evolución aplicado a la materia, y sostiene con el segundo la trascendencia e incognoscibilidad del acto de pensar. Nada se le puede objetar como hipótesis general de que a todo fenómeno psíquico corresponde un conjunto de fenómenos biológicos o, más explícitamente, neurocerebrales. Es demasiado evidente que si para una correcta función fisiológica debe existir sinergia funcional de los órganos, para una correcta expresió:q del , pensamiento debe preexistir una armonía
.EL HOMBRE , FENOMENO BIOPSICOSOCIAL
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entre la actividad del sistema nervioso superior y la actividad psíquica. La neuropat6logía y la psicopatología informan de las desviaciones que uno u otro sentido, y siempre revelan consonancia entre lo orgánito y lo psíquico. Si enfocado en su totalidad el paralelismo psicofisiológíco aparece como definición general de la relación entre soma y psiquis, como hipótesis es tan amplio que implica interpretaciones metafísicas y psicológicas. En el primer caso se supone la existencia de una correspondencia entre materia y espíritu, por el hecho de que ambos se consideran modos de la extensión y del pensamiento, modos finitos de los atributos de la sustancia única e infinita que es Dios, como formulara Spinoza hace siglos. En el plano psicológico encontró su más acabado expositor en F~chner, quien supone la correspondencia fisicopsíquica y llega a admitir inclusive la relación de causalidad o la acción recíproca, explicando esta correspondencia ·mediante el ejemplo ya clásico de la esfera cuya cara es a la vez cóncava y convexa, y resulta modificada en ambos aspectos al alterarse uno de los lados. Planteada la cuestión a la· luz de la psicología contemporánea, o más precisamente de la psicología genética, resulta relativamente fácil señalar un paralelismo estricto en el primer año de vida, periodo en que la actividad . pñquica se distingue por su carácter eminentemente organoafectivo, y en el cual los límites entre reacciones bi9lógicas de base y psíquicas propiamente dichas aparecen es:J:umados, imprecisos, y el fenómeno de la reacción circular (vid. cap. V) caracteriza la actividad conativa. Mas, en cu';i.nto llega a la estación erecta que cambia el eje de equilibrio del cuerpo, y a los comienzos de la deambulación que transforma las relaciones del individuo con el mundo it:xterior, se inicia un complicado proceso de maduración nerviosa, con el cual la función de la corteza cerebral gana paulatinamente en complejidad hasta que alcanzan los hemisferios su completa organización neurocitoarquilliectónica. La creciente nivelación cronógena · de las funciones nerviosas, que llesemboca en la cerebración, el establecimiento de los procesos corticales de llcción e inhibición, las ligazones o bahnung entre las diferentes áreas funcionales de la corteza, y los procesos fisicoquímicos que acompañan acciones y ~ciones excluyen, de antemano, toda asimilación esquemática y global mmo propugna el paralelismo psicofisÍOlógico. Resulta imposible suponer 'acitiones directas, establecer un "vocabulario" de equivalencias físicas y psíquicas, ,-=eptar la fórmula de que el órgano es al pensamiento como la pólvora a la pq>losión. Desconocemos en su esencia qué acciones mecánicas, físicas y qlÚJDicas acompañan la función de la inteligencia o de la voluntad; pero a la fdtura de los conocimientos actuales de la fisiología del sistema nervioso superior y de la psicología, no podemos admitir que los procesos psíquicos sean tro
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P S I COL O G I A G EN ET I CA
etapa morfofisiológica .representaría un paso para el psiquismo y caeríamos, ~gún el ángulo de donde se enfoque el problema, en el planteo metafísico de considerar la .actividad psíquica como revélación de "facultades innatas", posible gracias al perfeccionamiento de aparatos naturales que actuarían >implemente como transmisores, o en la tesis de un puro biologismo que, con Tyndall, la presenta como "secretación del cerebro". La primera posición no supera las crítjcas recientes de las filosofías existencialistas, que situándose en el plano fenomenológico destacan, como hecho de experiencia, ciertas relaciones entre mi "yo" y mi "cuerpo": puedo "acceder" o "resistirme" a los requerimientos de éste, o éste a los de aquél. En cuanto a la segunda, sabemos después de Pavlov que la actividad de la corteza cerebral consiste en un análisis y una síntesis incesante de los estímulos provenientes del medio, con lo que se establece un equilibrio entre la función cortical y las excitaciones ambientales --con previa o contemporánea irrupción de las protopáticas- que brinda, como síntesis dialéctica, la transformación de lo cuantitativo (excitación) en cualitativo (reacción mental). También vale lo upuesto; es decir, la producción de cambios orgánicos (cantidad) por acción del través lenguaje (valor cualitativo del símbolo expresado fonéticamente) del sistema nervioso, o por la misma vía merced a la acción de actitudes como señalan cambios psíquicos ( masculinipción femenina, o viceversa) derivados de actividades profesionales. Además, en el estricto plano psicológico, el lenguaje coloca al hombre en una etapa mental inalcanzable para el animal,.: la abstracción, .fenómeno de cuyos alcances la hipótesis del paralelismo psicofísico no puede dar cuenta, y que condiciona una orientación ilimitada en el medio y crea un nivel de adaptación exclusivo del hombre: el pensamiento.
a
* El salto que significa el pensamiento, y que distancia a la especie humana de las otras especies animales, no repr~nta una ruptura: de la continuidad filogenética·. Por el contrario, señala una de las tantas posibilidades en que conjugados medio, variación y herencia, fue posible un fenómeno digresivo por el cual surgió un nuevo espécimen. Este nexo de continuidad fue destacado a fines del siglo pasado por el evolucionista alemán Haeckel, y desde entonces su importancia en la embriología comparada es harto conocida. Según esta teoría, la ontogénesis de los seres superiores reproduce la filogénesis de los inferiores : la evolución del individuo abrevia la de · la especie . que le precedió en el camino de la evolución. . Trasplantada a la psicología junto con otros aportes de la biología, la hipótesis del paralelismo ontofilogenético, o hip6tesis de la recapitulaci6n, cobró en ésta acepción particular. Se trató de comparar únicamente el desarrollo del individuo con el de su propia especie o, a lo sumo; con especies muy cercanas, los monos antropoides de mayoría de las veces. Agreguemos que esta comparación se realiza de preferencia sobre el plano de las actividades mentales o sociales, puesto que como en el caso del paralelismo psicofísico, apenas
EL HOMBRE, FENOMENO BIOPSICOSOCIAL
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papera.das las primeras etapas de la psic0génesis se quiebra la analogía entre 1as más simples funciones psíquicas del hombre y de las especies filogenélkamente más· fomecJiatas. De este modo la aplicación sin cortapisas de la (lüpótesis de la recapitulación exige la introducción de un presupu!!sto meta~ bajo la forma de una memoria social hereditaria, en función de la cual el individuo en las' diferentes fases del desarrollo psíquico reproduciría la etapas por que atravesó la humanidad, para llegar del psiquismo n.idi9Rntario del hominida al nivel del hombre contemporáneo. · Stanley Hall fue el primero en introducir este presupuesto al considerar 'Ple el juego infantil repite, bosquejándolas, las etapas por que pasó la praxis Rl filium. De esta manera, la actividad lúdica del niño representaría etapas 91z:¡ivas y consecutivas de preparación para la acción, · etapas que graduaJ: 9Blte lo acercarían al acto consciente del adulto c;ontemporáneo. Las más 9Eientes investigaciones sobre la sucesión de los juegos según edades prueban ~ el ludismo mfantil no se homologa con actividades ancestrales; remeda lllllllctií1.c-ulos o acciones propias de la actividad social contemporánea, y si elemento más o menos "antiguo" se manifiesta, pronto descubrimos representa la supervivencia de rasgos del pasado en la colectividad del - o y de ninguna manera es producto de una supuesta memoria ancesEn sentido más amplio, Carl Gustav Jung sostiene la tesis de una •m1.n'a colectiva que explicaría los problemas del subconsciente planteados su maestro, Freud, y daría razón, con prescindencia de los factores de •rc1eión, integración y de la herencia psicológica, de las etapas que caracla evolución del pensamiento infantil, amén de explicar supervivenpaágicas en el razonar adulto. : La razón primera del fracaso de la hipótesis ontofilogenética en psicología abstracción de las reservas formuladas en el terreno puramente bioestriba en que para ver repetidas en los estadios del desarrollo psidel niño las etapas por que pasó la evolución de la mente en la habría que postular una evolución uniforme y continua del género , por presentarse en todas las líneas idénticas bases psicogenéticas. d pmtrario, sabemos con certeza que cada grupo soci,al ofrece un origen · le a otros, con historia natural y social propia, y que los diversos ~es -en términos psicológicos equivale a decir mentalidades-den a líneas históricas que casi nunca se encuentran.
* te a la imposibilidad de establecer una correlación ontofilogenética Ja evolución de la vida psíquica permita formular leyes o normas a de lo que ocurre en embriología, y por influjo de los . estudios ~~JS de Émile Durkheim, se quiso demostrar que las representaciones colectivas y las individuales presentan idénticos caracteres y obedelas mismas leyes de · formación :·en todos los estadios del desarrollo Individúo y ~ colectividad pasarían por las mismas etapas, sometidos
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PSICOLOGIA GENETICA
a leyes particulares y comunes que éngendrarían efectos semejantes tanto en la evolución mental individual como en la colectiva. . Negada en genética, por Weissmann y su escuela, la transmisión hereditaria de los cara_cteres adquiridos (vid. cap. XI)~ rechazada por su base la hipótesi!! ontofilogenética en psicología, la idea de la recapitulación mudó del plano historicobiológico al social. La evolución de la. mentalidad infantil no recapitularía, en forma abreviada, las fases recorridas por la evolución psicogenética de la humanidad, pero si reproduciría los estadios primarios de la mentalidad colectiva actual, porque idénticas serían las leyes que determinaron la eclosión del pensamiento en nuestras estructuras sociales y en el niño que a ellas pertenece. ·Las investigaciones etnográficas de Lévy-Bruhl dieron espaldarazo consagratorio a esta concepción que Piaget, en sus primeros trabajos sobre el pensamiento del niño, desarrolló en el plano psicológico al presentar ambas mentalidades, la infantil y la de pueblos primitivos que todavía subsisten, como igualmente sincrétícas y egocéntricas. Así, las etapas individuales del pensamiento reproducirían en sus grandes rasgos las etapas históricas de la evolución mental del grupo a que el individuo pertenece, o, por lo menos, de la línea social de que deriva. Dichos estadios estarían sujetos a las mismas leyes y evolucionarían en escala distinta pero equivalente hacia un mismo fin. El "prirnitivismo" del pensamiento infantil se convierte en contemporáneo del primitivismo de la mentalidad colectiva a que pertenecerá. Es verdad que en las descripciones de pueblos de culturas primarias, en los mismos trabajos de Piaget acerca del niño y en las interpretaciones de psiquiatras se encuentran abundantes datos que pueden aducirse como pruebas aisladas de . la hipótesis del paralelismo psicosociol6gico, que acabamos de esquematizar; pero aparte de las objeciones que invalidan tanto la hipótesis ontofilogenética como ésta, cabe preguntar en primer término:· ¿qué se entiende por "mentalidad primitiva"? Los pueblos de culturas arcaicas que sobreviven ofrecen, de manera innegable, un elevado grado de socialización, tanto que únicamente forzando los términos se puede descubrir en algunos vestigios todavía latentes de la horda primitiva. En ellos, como en el niño, se descubre preponderancia de la vida emocional sobre la intelectual: autismo, actividad colectiva de bases lúdicas, indistinción entre el deseo y la creencia, tendencia al simplismo y al animismo, percepción sincrética antes que analítica, en una palabra, preponderancia del pensamiento mágico sobre el lógico. Pero de aquí a considerarlos radicalmente "primitivos'', en el sentido de que están estructurando una experiencia psicosocial, media un abismo. Por el contrario, poseen una concepción del mundo, mágica sin duda, pero no por ello desprovis1:31 de racionalidad. Han llegado a una etapa de estancamiento socioeconómico perfectamente explicable dentro del marco ·de la evolu.ción cultural de nuestras sociedades, pero no carecen de pasado histórico ni de experiencia mental. Sus modos de pensamiento reflejan la calidad de su praxis sobre el mundo circundante, pero están lejos de reproducir la etapa prehistórica de cuand«I
EL HOMBRE , FENOMENQ· BIOPSICOSOCIAL .
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91menzó a estructurarse la mente humana. Son "primitivos" en relación con la .x:iedad civilizada contemporánea, ¡)ero entre sus sociedades y el· modo de .ida realmente primario se extiende el enorme lapso de los procesos que n, en la evolución del género humano, de la posición erecta, y a través *1 uso instrumental de la mano, al lenguaje articulado. La diferencia que los pme al margen de nuestra civilización es, como indica el mismo concepto • pvilización, cuántitativa y no cualitativa: media un fenómeno de desa.-Jo socioeconómico y no de evolución psicogenética. .Asimilar la "mentalidad primitiva" a la mentalidad infantil, o viceversa, • llDfucir al absurdo una u otra: negar al "primitivo" su evidente grado de - · ción -base de la cohesión del grupo-- u otorgar al niño todavía • llJCializado una conciencia de grupo inexistente en él. Una vez más y pr la. puerta de una analogía arbitraria se introduciría subrepticiamente pn.::epto metafísico de memoria ancestral, cuando lo que se interpone la mentalidad del niño y la del adulto, civilizado o no, es precisamente llllida colectiva que comporta conocimientos positivos, creencias, hábitos de ....mi.ento y de acción, y que con conl;tante presión e interrelación moldea 1t-3miento infantil dentro de las normas racionales de la cultura a que -~aec,e. Al nacer el pequeño de ahora o de otras épocas, el "primitivo" el de las culturas desarrolladas,. lo hace en un medio historicosocial sui - • Luego, con el desarrollo de la sensibilidad exteroceptiva se establece ~ión con el medio físico para, gradualmente, insinuarse el medio • con el condicionamiento de la conducta infantil a base de acciones y que llevan, por medio de las conexiones nerviosas fundidas en ·entos funcionales (estereotipos dinámicos de Pavlov ), a la adaptadel individuo en un mundo en cambio continuo. Se llega así a lo que •.i:i::ni,ente . se denomina en psicopatología constitución, o sea la expre- . llel equilibrio alcanzado por la acción recíproca entre medio e individuo.
* vacío que separa la neurofisiología de la psicología, y la de la sociología y de la antropología, se requiere una hipótesis que retomando el hilo que pretendieran desenrc:>llar el paralelismo . la teoría de la recapitulación ontofilogenética y el paralelismo jlllciolié'ígi"1co, teja nueva malla prescindiendo de la trama idealista, •1111sta o no, y asegure un enfoque racional lógico en todos sus presu"f GJnclusiones. Cada uno de los planteamientos analizados ofrece una filosófica característica que demasiado a menudo desvía a cienm .la tarea de dar coherencia a los propios hallazgos. Los propugnadores .-.msica, de la recapitulación, del paralelismo psicosociológico, fueron te deterministas en fisiología, biología y sociología, y místicos en
••c:ión
~tud
logicocientifica para resolver problemas no demuestra que · 'n sea imposible, y, pruebas al canto, la psicología moderna admite
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plenamente la correlación entre la función neural y la psíquica, así como el condicionamiento por una y otra parte, amén de la interrelación con el medio sociocultural, que poniendo alas o barreras a la función mental adelanta o atrasa la neural. Sumada a .esto la aceptación de la heredabilidad de los caracteres psíquicos adquiridos, se estructura una explicación racional y lógica. Sin concesiones metafísicas o místicas, sin plantear el quid apriorístico de un alma inmanente o trascendente, sin considerar una fuerza vital individual capaz de obligar al organismo a realizar lo que por sí mismo no haría, se llega a una comprensión coherente de la conducta y el pensamiento, la praxis .Y la gnosis, del género humano. · Empero, no basta la explicación de los modos y causas del psiquismo, no es suficiente excluir de la psicología presupuestos metafísicos o fines supuestamente considerados propios del género humano en general. Si las explicaciones idealistas o materialistas del siglo pasado y principios de éste se revelaron insuficientes, no fue sólo por la parcialidad de los enfoques, sino en gran parte por ser psicología cuyo objeto ha sido, y todavía es para algunas escuelas, el hombre en general, llegado a su completo desarrollo y en la espe-. cíe adulto occidental o, más precisamente, europeo. El psiquismo infantil;· las circunstancias de medio y sociedad, la patología mental y orgánica, las etapas del crecimiento, únicamente son invocados para aportar ejemplos más o menos anecdóticos, y el método por excelencia, el que vertebra la · descripción fenomenológica, es la introspección que siempre lleva implícita la consideración de razones o fines. Una psicología de este tipo queda por definición ajena al sentido de evolución, a la consideración de las etapas y sucesión de las formas mentales. Es estática y, sin embargo, debe afrontar lo dinámico, es unifacética y debe abarcar lo polifacético; considera lo mental . como dado de una vez para siempre y alcanza su máxima expresión científica cuando expresa leyes concretadas en tipos generales agrupados en esquemas abstractos. Resulta una psicología de espaldas a 1a vida, un cartabón para medir hombres, un pretexto científico, y de ninguna manera un intento para aproximarse a Juan o a Pedro, a ese hombre concreto que vive circunstancias también concretas, que tiene un pasado, que elabora un porvenir y, en todos los casos, hace historia. A la psicología general y generalizadora se opone la psicología genética, cuya finalidad es explicar la función mental por la historia de su desenvolvimiento a través de las edades. Deja de lado temas favoritos de la psicología abstracta, umbrales de sens~ción, ideación, imaginación, ensoñación, etc., suprime distinciones sutiles y siempre teóricas, y se aplica a distinguir la integración ·de las funciones psíquicas a través de la sinergia orgánica, de la maduración neuroendocrina y de la interacción con el medio social. Es, destaca René Huber, una psicQlogia del devenir menta~ porque procura explicar al adulto por el conjunto de su pasado y teniendo en cuenta por igual los factores físicos, biológicos y sociales que actúan sobre esas transformaciones; gfobal, porque considera al individuo como unidad y cada aspecto particular lo hace en su integración con el todo: dinámica, porque no admite ,p
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Ja existencia de elementos psíquicos atomizados, por ejemplo sensaciones e Imágenes, sino gradaciones en las interacciones que los modifican incesantemente; funcional, porque tiene más en cuenta la fisiología de los diferente~ modos de acción que la anatomía de las estructuras que subyacen. Por nuestra parte agregamos que es histórica, porque no separa al individuo del pasado y de la dinámica evolutiva de la especie y de la sociedad a que pertenece, y tlia/.éctica ---en nuestro enfoque--, porque considera premisa sine qua non la transformación ontológica de lo cuantitativo en cualitativo, y viceversa, · Jit:versibilidad de la unidad de la materia que se expresa como síntesis evolutiva en la dinámica de la praxis y la gnosis concretadas en el pensamiento.
* Sabemos que el pensamiento es la coronación de unos dos mil millor1es de años de evolución biológica de la especie humana; además, la historia nos 11Dieña que en el relativamente brevísimo período de desarrollo de nuestro ll&iero ---el hombre, en el sentido de Homo sapiens, apareció tal vez hace cuarto de millón de años--, un nuevo proceso de transformación aceleró llDS cambios de la base común de evolución animal, medio natural-individuo, ISto es, la experiencia acumulativa aunada con una finalidad consciente --el llibajo- en continuo ascenso. Este fenómeno destaca dos características que IDU piedra de toque para comprender el proceso psicogenético que terminf) separarnos radicalmente de las especies más próximas en la escala zoológica; 9:anzada la fase humana, el principio central de la evolución deja de ser lnlógico para convertirse en cultural, y los cambios genéticos ceden en pre9Bnencia a las técnicas ele transmisión del progreso cultural. De este modo persona humana traslada el eje de su praxis al campo de la actividad psico:ml, y nos encontramos· con un acrecentamiento enorme en el grado y 91óedad de los estados psíquicos en consonancia con los niveles que va escaflndo la organización sociocultural. La adaptación del animal se realiza centrada en el equipo individual y restringido que proporciona su organización • 'ca; a las funciones de órganos y sistemas apenas agrega la acción ins0 9Dnental de garras, picos, etc., que aseguran la continuidad de una conducta, pro al mismo tiempo restringen todo cambio en la misma excluyendo de la - tac.íón la posibilidad de cambios individuales. El. animal está rígidamente a la actividad que le prescribe su organización corporal, sus acciones 9JacCiones carecen de proyección sobre las acciones y reacciones de la descia. El aprendizaje debe ser recomenzado en cada generación y por ende •el de los resultados se mantiene siempre idéntico. La relación individuoes constante, y cuando se presenta un cambio está dado en las condi~ biofóricas y nunca en la estructura del animal en sí, que como indilliloo debe adaptarse o perecer, y como especie sobrevive a través del grupo los más aptos. El equilibrio para la supervivencia está dado por las con~es ecológicas; quebradas éstas, y a menudo las quiebra la misma especie & 9lra que irrumpe en el hábitat, se destruyen las bases .de la continuidad
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El aparato evolutivo que estudia la biología y ciencias conexas no es directamente aplicable al hombre, porque, como dijéramos, el eje de su evolución se trasladó al plano cultural. La capacidad instrumental dt la mano, cerebración progresiva de las funciones nerviosas adaptativas y desarrollo del lenguaje crearon un medio específico, la sociedad, a través de cuya evolución y continuidad histórica se afianzan los cambios individuales. Tenemos, es verdad, grupos animales, comunidades que superficialmente pueden parangonarse con las sociedades humanas (vid. cap. IX), pero a las más perfectas entre ellas, ya sea desde el punto de vista de la mecánica comunitaria -termitas, abejas, etc.-, o las más dúctiles en cuanto a variabilidad de acciones individuales -monos antropoides--, les falta la transmisión de la experiencia individual y colectiva a través de una síntesis conceptual. El "lenguaje" de gestos o de sonidos de significación afectiva alcanza para llamar la atención y .1ada más. En cambio la palabra, síntesis objetiva de la praxis subjetiva (vid. cap. XIV), asegura la transmisión de experiencias, abrevia el proceso de adaptación a las condiciones naturales y socioculturales que acogen al individuo, y en cuya transformación debe a su vez después colaborar. Comprendemos así por qué el Horno sapiens es el único género animal que, mediante la praxis objetivada en el conocimiento -la palabra como señal de señales, elemento capaz de conservar y transmitir experiencias-- diera origen a tribus, naciones, civilizaciones, esto es, al acervo cultural humano. La praxis es, pues, el elemento esencial de este progreso creciente, la que determina . la capacidad de actuar dentro de la sociedad, transformando y transformándose al concretarse en gnosis, o sea la experiencia acumulada y transmitida por el lenguaje y que documenta la historia. Como seres animales que somos estamos asentados en la biológico, como individuos provistos de pensamiento en lo psicológico, y como hombres capaces de transformar la actividad interpersonal en lo social. Sin discutir la importancia que se conceda a cada uno de estos elementos en las sucesivas fases que desembocaron en el estado actual de la humanidad, no cabe duda que él individuo terminó por representar el equilibrio armónico de los tres elementos. Si pensamos en término~ biológicos, encontramos que la estructura del organismo es capaz de adecuar respuestas a determinados estímulos y que los cambios que caracterizan el CW'so de la vida individual son sucesivos perfeccionamientos, modificaciones e involuciones de esta reactividad, que depende del predominio de distintas 'etapas y niveles funcionales del sistema neuroendocrino. Los estímulos, en tanto que provenientes del medio natural, son prácticamente constantes, y su acción, tanto para el animal como para el humano, representa una constante común. Sin embargo, cambia la reactividad, puesto que la capacidad de reacción del animal humanizado está acrecentada, afinada, por dos elementos conexos y fundamentales: desarrollo superior del cerebro --que implica pensamiento y lenguaje- y desarrollo de la mano --que representa poder instrumental. De este modo tenemos que la relación entre posibilidades biológicas y acción del medio deja de ser directa, de realizarse simplemente a través de la ecuación estímulo-respuesta, para convertirse en conjugación. Cada
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paso del aprendizaje humano va más allá del rígido encuadre de una actividad ¡oeurofuncional, que se establece o asienta porque sus resultados siempre superan el límite d e_ la respuesta exigida por el estímulo a través de la intenponalidad, individual o colectiva, que subyace en el gesto. La actividad adaptativa se transforma de este modo en trabajo, forma de respuesta y de acción que carece de significado en el individuo aislado y sólo adquiere valor por medio del juicio colectivo que hace del mismo una necesidad de tipo común · objetivo. El animal actúa según motivaciones circunstanciales, también el Jiombre en lo fundamental de su conducta, pero las transforma porque las t:ircunstancias ya estaban preformadas en el medio social por la actividad de otros hombres - la historia- y su dirección apunta al " yo", al individuo como plenitud psicobiológk.:t, y por intermedio del "nosotros", del individuo como ser socializado que prepara con la acción el destino del grupo •· concede trascendencia a la actividad de cada uno de los componentes, ¡porque se ensambla con las necesidades comunes y excede, con la producción, Ja necesidad de momento que mueve a la acción animal. El desarrollo de la función asienta de este modo en la maduración de órlflllºS y sistemas -teniendo como eje el sistema neivioso--, y en la integración de los niveles funcionales propios de la especie, en cada paso de dicha malnración, con el medio-- teniendo como eje el medio sociocultural para el pero humano. Interacción reversible ésta, que convierte en actuante al acto en potencia y en potencial, en momentos determinados, al que en otras etapas fue actuante. De este modo la actividad del ser humano trasciende la· relas:ión estímulo-respuesta que caracteriza al fenómeno vida en su proceso básii;:o mantener el equilibrio entre medio interno y medio externo, adquiriendo Ja capacidad de actuar sobre el medio según necesidades objetivas derivadas de la actitud individual en su interacción con la evolución colectiva. IJlarecen así los fines que, motivados históricamente, condicionan la maniistación psíquica, la actividad mental propia del hombre. De este modo, si la psicología estudia en última instancia la personalidad, ~ es, las constantes y variables de la conducta del hombre, no puede reducirse a un análisis de factores biológicos, sociológicos o historicoculturales tomados ~entariamente. El hombre vive en interdependencia con lo:- demás hom- -, con todos sus antepasados y contemporáneos, elaborando desde el naci91iento hasta la muerte nuevas uniones condicionales sobre las que asienta llfim.ero el desarrollo y después la actividad del sistema nervioso superior, _ w involucra la función social porque su actividad únicamente cobra sentido IPando se ejercita en el medio propio del hombre: la sociedad. De aquí que tricotomía soma-psiquis-socieqad, enraizada en viejos conceptos filosóficos IJOetafísicos, desemboque en una psicología abstracta, que falsea su finalidad, toniue los hombres son acción y pensamiento a la vez, y estudiar esa relación un el medio contemporáneo al individuo es la única manera de interpretar ID lmmano. Ahora bien, ¿qué proceso psicobiológico preside en el hombre la interacDiío biosocial que aparte del equilibrio entre medio interno y medio externo,
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base de la continui~ad vital, origen al devenir psíquico que culmina con el pensamiento? Pensar significa elaborar racionalmente las características del mundo exterior e interior --como factor fisiológico y biológico-- reflejados en la conciencia. Para que dicha elaboración se produzca, a diferencia del animal en cuya mente también se refleja el mundo exterior e interior, es menester un proceso asentado en tres etapas psicobiológicas: 1~ La sensación, o transformación de la energía exterior en función de lo real; 2~ La generalización, o elaboración del concepto que refleja las leyes . del mundo objetivo ; 3" La actividad práctica, o comprobación en los hechos de la veracidad de las leyes obtenidas por la generalización. La sensación es el puente tendido entre el individuo, el medio interno y · el externo; en su calidad de estímulos intero o propioceptivos, o protopáticos para denominarlos globalmente con Head, representa el camino por el cual cambios de medio se traducen en estímulos. que llegan a centros nerviosos de niveles diversos según la especie. Este proceso, común a hombres y animales, es posible por la actividad de los receptores internos y externos --quimio, baro, foto, audiorreceptores, etc.- y determina el equilibrio entre los diversos medios Internos, el cual una vez logrado por obra de la sinergia funcional de aparatos y sistemas, lo adecua a las circunstancias biofóricas del medio externo. Representa un proceso moderador y regulador cuya · acción se re.aliza por y para el individuo. La generalización representa la asociación de dos o más sensaciones, cuya complejidad está determinada por el grado de cerebración de la especie, y quen en el hombre ha llegado al más elevado nivel con las funciones específicas de la corteza cerebral, que se pueden resumir en funciones de análisis y funciones de síntesis. Este esquema, anclado en la teoría de la función dinámica de los niveles corticales, de Pavlov, nos explica de qué manera cada individuo, según el medio que le es propio -estímulos- y su capacidad neurofuncional -herencia biológica y psíquica-, elabora las propias conexiones temporarias y constituye el fenotipo o personalidad, punto de arranque de las reacciones propias del individuo frente al ambiente. Este proceso se traduce en la actividad volitiva a través de la comprobación de la veracidad de las leyes reflejadas o actividad práctica, que se manifiesta de dos modos: por la praxis o acción instrumental, que revela una adecuación directa entre la respuesta y el conjunto de circunstancias de que derivó el estímulo y cuya gama puede ir del reflejo primario o innato (por ejemplo, retirar la mano que toca un objeto ardiente, lo cual revela la unión temporaria de un estímulo interoceptivo que señala un desequilibrio del medio interno por acción del calor, con una circunstancia externa que provoca ese desequilibrio) a los más elevados y complejos, en cuya génesis se asocian excitaciones anteriores denomina.das estereotipos funcionales o dinámicos -memoria-, con los del momento, exteriorizándose a través de la conducta o inteligencia práctica que representa la actividad organizada de los animales
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superiores y la c~nducta primaria del hombre. Ahora bien, este es un sistema biológico que se perfecciona, que logra superar a las demás formas animales por el pensamiento que enraíza en la palabra. Producto del vivir en sociedad, la palabra representa la síntesis abstracta de la acción instrumental, engloba t.odas las experiencias pasadas y presentes de la especie y del individuo. Posee tan grande valor de síntesis que con razón Pavlov pudo denominarla "señal de señales", señal humana por antonomasia, que en su contenido semántico y afectivo reúne la experiencia de individuos y colectividades, presente y pasado de la especie e individuo (vid. cap. XIV). La movilidad, plasticidad, y el margen de carga conceptual y afectiva de esa "señal de señales", constituyen el pensamiento simbólico, cuya acción se ejerce según los mismos mecanismos combinados de excitación, inhibición e inducción que caracterizan al proceso de elaboración antes asentado. El cuadro actual del mundo viviente nos muestra una escala de seres en la que el psiquismo se enriquece en directa relación con el desarrollo de los centros nerviosos superiores. La evolución es un hecho cuyo retoño terminal es la aparición de los primates, que con la posición erecta pudieron liberar la mano, desarrollar la capacidad craneana, formar un rostro y coronarlo con tma frente, signo distintivo de un cerebro mayor, esto es, de un cerebro más rico en neuronas interconectadas. Mas el cerebro permite la conciencia como 6rgano de integración, pero no la crea; sus funciones pueden quedar al nivel de los antropoides separados de~ hombre por formas intermedias como las de los Pitecanthropos y Sinanthropos, o permitir la acción del hombre verdadero r--Homo neanderthalensis y Horno sapiens- según la modalidad de las relaciones individuo-condiciones biororicas. La sociedad, prototipo de organización fmmana, dio origen al trabajo : empleo con finalidad preconcebida de ins!rUmentos, y concomitantemente con la creación del lenguaje, que elevó la 111Ctividad mental del plano práctico y concreto al abstracto y general, perJnitió sumar a la tarea de la evolución la no menos compleja acción de la historia. De tal manera la aparición de un psiquismo superior caracteriza la relación entre lo biológico y lo social,- y determina la dirección de la evohición humanizante que pone frente al dilema de decidir si el hombre difiere ssencialmente del animal. Al margen de hipótesis que todavía debaten argumentos espiritualistas o piaterialistas mecarticistas, la ciencia moderna de la persona humana destaca la analogía. de constitución, pero pone al hombre en cuadro aparte en razón de la máxima complejidad de su cerebro, base de la interacción dialéctica ron el medio que trastrueca. la dependencia cuantitativa característica de la 1t1>Dducta animal, en relación cualitativa a través del pensamiento y la apreciación abstracta de cosas y fenómenos, que permite la formulación de leyes generales y la creación de conductas, individuales y sociales, cada vez más •ersificadas. De hecho, el animal humanizado manifiesta su superioridad tanto en el plano biológico como en el social y psíquico, pero solamente se Epara radicalmente de las otras especies por la estructura de sus comunidades, caracterizadas por el factor historia, que revela la acción de grupos
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e individuos, y tipifica una acción dirigida según principios y fines generales; la actividad consciente que ha terminado por trasladar el eje de la evolución del plano ecológico al sociocultural. De si se trata de un fenómeno de emergencia o de verdadera trascendencia, queda como tema de discusión para filósofos y psicólogos que aún están al margen de los progresos de fas modernas neurofisiología y sociología; para nosotros, con sentido psicogenético, se nos presenta como el ejemplo má~ acabado de la característica dialéctica del fenómeno vida, que a través de la ecuación reversible cuyos términos €xtremos son lo cuantitativo y lo cualitativo, permite construir lo más subjetivo, lo más característico que existe en nosotros, nuestra personalidad, hecha de pensamiento, conciencia y sentido de libertad frente a los demás seres y al mundo de las circunstancias físicas y sociales.
CAPITULO II
CRECIMIENTO Y DESARROLLO
Definición. Etapas y f armas del crecimiento~ Fisiología del crecimiento. Relaciones entre crecimiento somático y desarrollo psíquico. La constitución individual. La modalidad del crecimiento humano es signo de imperfección biológica y razón de nuestras más elevadas funciones psíquicas, cuya actividad presu-
pone la te.cminación del lento ·trabajo de maduración que caracteriza a las etapas que desembocan en el estado adulto. Desde el punto de vista biológico, d crecimiento se presenta como fenómeno vital universal de equilibrio inestable entre la materia viva y las condiciones biofóricas, dentro del cual la estabilidad del adulto en los seres organizados, y sobre todo en el hombre, aparece como etapa excepcional innecesaria para la reproducción, pero imprescindible para crear las circunstancias sociales que aseguran la supervivencia de la especie, caracterizada por un ser desvalido en su larga infancia y prácticamente indefenso en la no menos extensa niñez, y solamente apto para la acción que asegura la continuidad del fenómeno vital que representa después de la pubertad. · No obstante, esta falta de efectividad biológica del crecirmento humano permite un mayor desarrollo del sistema nervioso superior, que asegura el dominio de la especie Horno sobre las demás especies animales. En efecto, inferior a los insectos y otros mamíferos en capacidad reproductiva, privado del equipo insti;umental natural -garras, mandíbulas poderosas y guarnecidas de dientes fuertes, piel acorazada, velocidad de desplazamiento reducida, sentidos semiatrofiados o de acuidad escasa, etc.- que asegura a sus predecesores en la escala animal un promedio de vida apto para la reproducción, el hombre ha logrado crear instrumentos infinitamente más adecuados, de uso más específico y preciso, gracias al desarrollo mental que le es propio, y trasladar el eje de su evolución del plano biológico al social. Claude Bernard pudo afirmar que "la característica de la máquina viviente no es la naturaleza de sus propiedades fisicoquímicas, sino la creación de esa máquina" . De aquí que el crecimiento animal sea inseparable de la construcción de una forma específica, patrón que comparte el hombre, pero a través de un largo e inadecuado proceso que llegó a convertir en superior la vida en sociedad, a través del dinamismo psíquico caracterizado por la gnosis: palabra 29
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y pensamiento, y por la praxis: acción instrumental que excede a los reflejos innatos con fines prefijados por el conocimiento. Del crecimiento en general Verworn ha dado la caracterización más simple: "aumento de la sust~cia viviente", de la que derivan definiciones que según provengan del campo de la embriología, la fisiología, la bioquímica, la genética, la citología, dan preferencia a expresiones más complejas y parciales, descriptivas, pero casi todas concordes con la milenaria opinión de Aristóteles de que el estudio del crecimíento es el estudio mismo de la vida. Mas hemos ~entado que el crecimiento humano oscila pendularmente entre el polo . biológico y el social, influido siempre en mayor grado por los progresos socioeconómicos y socioculturales, transformadores de las condiciones biofóricas en tal grado que desde la fecundación del óvulo hasta la edad adulta está presente la acción preventiva, profiláctica y educadora de la sociedad. Si bien la base del concepto estrictamente biológico de Verwom sigue rigiendo para el hombre, las sucesivas etapas que caracterizan el "aumento de la sustancia viviente" señalan la relación entre factores biológicos y sociales, práxicos y gnósicos, cuantitativos y cualitativos, capaces de influír directa o indirectamente sobre el proceso del crecimiento que aparece, de este modo, intrínsecamente ligado al desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Desde el ángulo de la psicobiología y de manera genérica podemos definir el crecimiento humano como "aumento completivo en cantidad y cualidad del fenómeno de asimilación". Cuando hablamos de "aumento completivo en cantidad y cualidad", nos referimos tanto al crecimiento como al desarrollo, que considerámos con Necdham como "una coordinación de procesos diferentes, dirigida a producir una heterogeneidad organizada", que tiene como pivote, agregamos, los procesos neuroendocrinos y cuyo nivel está señalado por · la marcha progresiva de las especies animales hacia la cerebración, que culmina en el hombre y se logra anatómica y funcionalmente a través de la maduración -proceso psicobiológico- y de la integración -proceso psicosocial. En cuanto al "fenómeno de asimilación'', caracteriza la actividad de la materia viviente que aumenta indefinidamente su masa por transformación de materiales extraños a su propia sustancia específica, pero conservando la materia viviente continuamente formada todos los caracteres distintivos de la célula inicial, a los cuales se agregan caracteres individuales, diferenciales. De esta manera el crecimiento del ser humano a partir del huevo, cuya masa inicial es del orden de un milésimo de miligramo, comporta una actividad en la cual ésta se multiplica millones de veces conservando los caracteres distint~vos de la especie, que a través de los elementos sexuales darán origen, en el adulto, a un nuevo ciclo de síntesis; el desarrollo, involucrado dentro de este proceso, señala el perfeccionamiento de un sistema de órganos y aparatos, los nerviosos, que dando la pauta mental de la actividad de la especie, señala dentro del ciclo cuantitativo del crecimiento individual la norma cualitativa que impünen la maduración y la integración.
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Para el estudio del crecimiento son posibles dos caminos, señalados por Quetelet y Camerer, y respectivamente designados como método generalizador e individualizador. El primero, más empleado por las escuelas constitucionalistas, consistente en someter a determinadas mediciones gran número de sujetos de la misma edad y del mismo grupo étnico, elaborando con los datos obtenidos medias aritméticas y seriales. El segundo sigue únicamente unos pocos individuos durante varios años con investigaciones especiales y en condiciones óptimas desde el nacimiento hasta la madurez absoluta o término del crecimiento que se alcanza, para poblaciones europeas~ entre los 40-45 años para los hombres y 28-35 para las mujeres. En estas determinaciones cobra grandísima importancia el concepto de normotipo, esto es, de individuo sano de cuerpo y psiquis, crecido y desarrollado de manera armónica en relación co~ el individuo promedio de su edad, y de sus grupos racial y social. De este modo el crecimiento se valora con la determinación sucesiva de las progresiones que revelan en el tiempo longitud y peso del cuerpo, y que se traducen gráficamente por una curva sigmoide o en forma de S, cuyo análisis muestra dos segmentos principales: el primero señala un período de autoaceleración; el segundo, otro de autoinhibición, con un punto intermedio en que cesa el aumento de la velocidad de crecimiento y todavía no está iniciada la disminución del mismo. Esta curva tiene su punto de inflexión hacia los 14 añ0s, edad en que --<:on diferencias para los sexos, variaciones individuales, de raza, de clima, de alimentación, etc.- irrumpe la pubertad, estado fisiológico del que se resiente tanto el soma como la psiquis. La curva sigmoide de que hablamos describe el crecimiento de cualesquiera ser vivo, e incluso de comunidades, pero ofrece particularidades en lo que al hombre respecta. La excepcional duración del crecimiento y desarrollo de éste permite apreciar saltos bruscos, seguidos de períodos de gran frenamiento o detención temporaria, lo cual da origen a curvas secundarias que, como observan Pende y De Toni, des.tacan la irregularidad del crecimiento que se produce ora en largo, ora en ancho, por etapas sucesivas en las que estatura y peso aumentan .oponiéndose según prescriben las leyes de Viola: de antagonismo entre masa y forma, de Godin: grandes y pequeñas alternancias, y de Pende: acción de constelaciones hormónicas morfo y troforreguladoras. Si encaramos el crecimiento desde el punto de vista de la ontogenia, esto es, el crecimiento del ser humano como individuo provisto por herencia de una posibilidad de crecimiento y desarrollo peculiar -exceptuadas las posibilidades exógenas que favorecen o retardan el procescr-, y dentro de las variaciones reguladas por los factores intrínsecos del crecimiento (hormonas, vitaminas, alimentos, ambiente, enfermedades, etc.), encontramos etapas que han sido limitadas de muy diven;as maneras por los investigadores. De todas estas clasificaciones y desde el punto de vista tanto auxológico como psicológico, ninguna se adecua mejor por su sencillez y precisión que la división del crecimiento humano en nueve períodos, propuesta por Pende:
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lQ Período neonatal, que comprende los primeros 15-16 días de vida; 29 Período del primer alargamiento, que va del final del período anteriór al duodécimo mes, y que está dividido en un primer semestre o período predentario, y un segundo semestre, o período de dentición inicial; 39 Período del primer llenamiento, o turgor p1rimus, que va de los comienzos del segundo año a los tres y medio para ambos sexos; 49 Período del primer· alargamiento prevaleciente o proceritas prima, o pequeña pubertad de Pende, que va del segundo semestre del cuarto año al final del séptimo para los dos sexos; 59 Período del crecimiento acelerado en peso, o turgor secundus, que va del noveno al undécimo años en los varones, del noveno al décimo en las mujeres; 69 Período del segundo alargamiento prevaleciente o proceritas secunda, o fase prepuberal, que va del duodécimo al décimo tercer año en los varones, y del undécimo al duodécimo en las mujeres; 79 Período de la pubertad o turgor tertius, que va del décimo cuarto al décimo séptimo año en los varones, y del décimo tercero al décimo quinto en las mujeres; 89 Período de la época postpuberal, o internúbilopuberal de Godin, que va del décimo séptimo al vigésimo pnmer años en el varón, y del décimo quinto al décimo octavo en la mujer; 99 Período del último crecimiento prevaleciente en longitud o turgor quartus, fase de madurez completa de las formas masculinas y femeninas, que va hasta los cuarenta o cuarenta y cinco años en los varones, y de los veintiocho a los treinta y cinco en las mujeres. Estos períodos se refieren a las épocas· de mayor relieve para el crecimiento, a momentos que, tanto desde el punto de vista auxológico como clínico y psicológico, podemos considerar cruciales para el crecinúento y desarrollo del individuo. De estos nueve períodos, los seis primeros interesan directamente a las etapas del crecinúento infantil. Si bien las fases del neonato y el primer año de vida son considerados como continuación y complemento del desarrollo fetal, no cabe duda que, tanto auxológica como psicobiQlógicamente, representan etapas de verdadera construcción y no de continuación de la vida intrauterina, aunque en algunos aspectos todavía se observen desequilibrios. propios del crecimiento fetal. La primera infancia, etapa de alimentación exclusivamente láctea en los mamíferos, y que en el hombre dura por término medio un año, presenta su fisiología enteramente dominada por la función digestiva. En condiciones normales, el peso del nacimiento es duplicado al sexto mes de vida y triplicado al año; en cuanto a la talla, el recién nacido gana por término medio cuatro centímetros el primer mes, tres el segundo y el tercero, y un centímetro los siguientes hasta completar el año. Un recién nacido cuya talla promedio es de cincuenta centímetros se alarga veinte centímetros en un año.
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El tercer período, que termina a los tres años y medio o cuatro, según los casos, ofrece como característica más fácilmente observable la dentición. En el aspecto ponderal, el niño gana cinco gramos por día, con un peso promedio de once kilogramos. Aparte de la adquisición de caracteres esencialmente humanos, ·como la marcha con el cuerpo y la cabeza erectos, se instaura un fuerte crecimiento longitudinal. El cuarto período, conjuntamente con el sexto, constituyen, tanto auxológica como biológicamente, fases . somatogénicas de singularísima importancia.. Hacia los cinco años y medio, el crecimiento presenta un nuevo impulso de máxíma actividad y es el momento cuando se aprecian las diferencias entre individuos corporalmente grandes y pequeños. A los seis años y medio, el cuerpo adquiere el tipo morfológico que tendrá en la edad adulta. En líneas generales, el crecimiento del niño sufre un cambio tan acentuado que muestra el prototipo morfológico de la infancia a los seis, y a los siete ya parece un adulto en sus proporciones. Con sentido morfobiotipológico, Pende ha destacado, por primera vez, que desde la mitad del cuarto año al séptimo comienza la aparición de caracteres sexuales secundarios, aunque bien entendido sin psicosexualidad, lo cual lo lleva a considerar esta etapa como pequeña pubertad, por el hecho de que a semejanza de la pubertad propiamente dicha y en especial del primer período de ésta, se instaura un fuerte crecimiento estatural y ponderal con predominio del primero, que llegaría a ocho ce_Qtímetros en los varones y a 10 en las mujeres. Al igual que la pubertad, la pequeña pubertad de Pende presenta la existencia de formas individuales. En este período no es difícil observar precocidades físicas, sexuales y psíquicas, en especial artísticas. En · escala reducida se bosqueja lo que somáticamente debe verificarse en la pubertad verdadera. La endocrinología explica este proceso por iniciarse hacia los siete años la involución del cuerpo pineal, glándula frenadora de la constelación hormónica sexual. En relación con la psicobiología el quinto período carece de relieves específicos; el biotipo queda asentado en la etapa crucial de los siete años y la característica más saliente la constituye una notable adquisición en la aceleración del peso. El sexto período, señalado por el segundo alargamiento prevaleciente, entraña para el organismo humano una grave crisis fisiológica, la pubertad, cuyo fin promedio auxológicamente considerado sólo se alcanzará hacia los diecinueve años. Entran en actividad las glándulas sexuales, que, bosquejadas desde la vida embrionaria y después de una acción exclusivamente morfogénica en el cuarto período, cobran función específica de · regular la capacidad reproductora de los individuos, con todas las consecuencias fisio-lógicas y psicológicas implícitas en la misma. La pubertad se traduce sobre el crecimiento global por un aumento muy neto que alcanza su máximo hacia los dieciséis años; entre los trece y los catorce años la ganancia. ponderal es por término medio de cuatro kilogramos por año. Después de este impulso acele:rador, el crecimiento humanQ continúa hasta finalizar con ritmo decreciente, tanto en velocidad como en las tasas resultantes. Paicologla genttica.-3.
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Las mediciones auxológicas demuestran qu.e existe una cierta independencia entre el crecimiento en talla, que depenqe del crecimiento del tejido óseo, y el crecimiento en peso. Como vemos en los períodos somatogénicos clasificados por Pende, en el momento de una fase de crecimiento rápido, éste se refleja primero en la talla para luego trasladarse al peso, cumpliéndose las leyes auxológicas fundamentales de que antes hiciéramos mención: lQ Ley de Viola del antagonismo entre crecimiento morfológico y crecimiento de la masa. La relación entre estos dos procesos del crecimiento es tal que, cuando por un defecto de formación o una anomalía hereditaria o adquirida está en exceso el crecimiento en masa, hay carencia en el desarrollo de las formas. El individúo sufre un r~tardo o una detención en la evolución de las formas corpóreas que normalmente deben al~jarse cada vez más del tipo infantil. Resulta así un hipoevolucionado o atacado de infantilismo en las proporciones. Por el contrario, si falta el crecimiento en , masa, se presenta una rápida y gran diferenciación de las formas y proporciones; el individuo se acerca aceleradamente a las proporciones del adulto, pero con deficiencia en la masa general del cuerpo. Trasladada al plano psicobiol6gico, la ley de Viola se explica por el hecho de que el sistema de la vida vegetativa (vísceras torácicas y abdominales, y aparatos · de la asimilación y acumulación de energía) estimula el aumento de la masa corpórea durante el crecimiento, en tanto que el sistema de la vida de relación (miembros y aparatos sensomotores y psíquicos, órganos del consumo de energía) rige la diferenciación de las formas del tipo infantil al adulto. De aquí que las hipoevoluciones neuropsíquicas se presenten la mayori~ de las veces acompañadas de infantilismo morfológico. 2Q Ley de las alternancias de Godin, que señala en el crecimiento períodos alternados de crecimiento en \ongitud y en ancho, tanto en la totalidad del cuerpo como en cada uno de los segmentos que lo componen, amén de las alternancias entre el crecimiento de un segmento corpóreo y la del segmento que le está superpuesto o subpuesto. Así, cuando, por ejemplo, los miembros inferiores se alargan se frena el crecimiento en longitud del busto, o viceversa; cuando un segmento se alarga se frena el crecimiento en anchura del mi~mo, y viceversa. Estas, alternancias son las responsables de toda la serie de aparentes desarmonías del crecimiento del niño, en especial de la figura siempre en desequilibrio morfológico de los adolescentes. Si esta ley rio .se cumple por factores patológicos hereditarios o adquiridos? surge toda una serie de desarmonías morfológicas'. 3Q Ley de Pende de la actividad rítmica y equilibrada de · las dos c_onstelaciones harmónicas morfogénicas. Se apoya en el h~cho de que existen, desde la vida fetal, dos grupos harmónicos: uno que favorece el· desarrollo de la masa total del cuerpo y el desarrollo del sistema de la vida vegetativa-anabólica ( endomesoblasto) . Al primer grupo pertenecen el timo, la corteza suprarrenal, las hormonas andrógenas, los islotes pancreáticos, las hormonas sexuales masculinas y las parátiroides, así como las hormonas de las glándulas linfátiCas, del hígado, del bazo y de la prehipófisis. Al .segundo grupo corresponden la
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tiroides, la hipófisis con la corticotrofina y la tireotrofina, y las hormonas glicoactivas de la corteza suprarrenal. · pe la acción armónica desarmónica1 ya sea por intensidad o por ritmo, . . de esos dos grupos hormórucos morforreguladores, Pende hace depender la norinalidad. o anormalidad de las relaciones entre crecimiento y desarrollo, de la alternancia de crecimiento entré. los grandes segmentos corpóreos, entre . longitud y ancho. De esta manera se explicarían las alternancias acotadas por · la ley de Godin. Si predomina la función del grupo hormónico de la ·vida vegetativa-anabólica; se presenta exceso e~ Iá. masa y, naturalmente, deficiencia en la diferenciación morfológica. Si _el grupo cuya función : predomina es el del sistema animal y neuropsíquico; esto (:8, excitocatabólico, se presenta una rápida y .precoz diferenciación de formas con masa corpórea deficiente. En ambos casos la ley de las alternadas .está destruida; · En los períodos del transcurrir de la ·ontogenia, la acción de las hormonas . mórforreguladoras actúa de manera diversa. En el. crecimiento del embrión· y del feto la tónica está dada por las genohonnonas y hormonas tisulares, específicas p0r lo demás para cada especie animal. La acción . de las .hormonas glandulares que tiene en cuenta · la. ley aweológica de Pende, úniC:amenté se inicia hacia el tercer mes de vida fetal, .con la formación de la placenta, que permite el pasaje de las. hormonas .·maternas y la consecutiva . acción de la hormona tímica; insulínica y andrógena de ·1a. cortical. La situación hormónica, · del ·feto responde a la preválencia del grupo hormónico excitoailabólico, que acelera el . crecimient() en masa y a5egura el predominio del sistema ner\rio50 · vagál o vegetativo, situación · ésta que se prolonga en el reden nacido y en el lactante, y que· favorece, como es de conocim.iento empírico, el desarrollo de fa masa y de la vida ·vegetativa. Poco después del primer año de vida~ la hormona prehipofisiaria acelera el crecimiento del esquéleto ·y establece la armonía de acción entre los dos grupos horniónicos antagónicos. que prescribe la ley de la actividad rítmica y . equilibrada · de las constelaciones hormónicas morfo génicas. · Los comienzos de acciórt de fa hormona ·prehipofüiaria del crecimiento señalan un hecho capital en la historia _neuromorfológica del horribré, puesto que a partir de entonces · se inicia gradualmente un individuo cada vez . menos ·subordinad() al · sistema vagal a lás hor1nonas vag~trópic'as, y . cada vez más .sometido a las directivas del siStema- nerviOso simpátic y a{l las hormonas con él . relácionadas. Morfogenéticamente, el crec4)µento . humano ·nega a su fin por .neto· predominio de la actividad funciónal éxcitocafabólica. ,·
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* . El ~riálisis · at1Xológico y dinámico del crecimi~nto únicamente .aclara la · modalidad géneral delmismo, y. si bien permite· determinar.los pas_os de la m_orfogénesiS, . no hace luz sobre la situación ·específica de cada especie' género, raza~: y dentro dé ellas de cada individuo en le> referente a l
·ser
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los métodos del análisis genético, pero los resultados fueron harto desalentadores. Los híbridos o mestizos de primera generación presentan, por .lo gene. ral, una talla intermedia a la de los padres, pero la descendencia de los híbridos no permite descubrir una disyunción neta de los factores celulares. Además puede ocurrir que el híbrido de primera generación tenga una talla superior a la del más grande de sus progenitores. Este fenómeno, conocido en genética como heterosis, se observa tanto en animales como 'en vegetales, y también en el mestizaje de razas humanas; los mestizos entre europeos e indios de la América del Norte, entre bóers y mujeres hotentotes en Africa, son de mayor talla que sus padres. De aquí que se deba admitir que los caracteres de la talla -que tipifica etapas y formas del crecimiento-- dependen de numerosos factores cuya acción se adiciona y en cuya interacción los factores celulares sólo serían catalizadores que intervienen en los procesos químicos del crecimiento en determinada fase de la evolución del individuo, y que en los vertebrados aparecen, por lo común, ligados a una modificación del equilibrio hormonal. El enanismo congénito en ratones y en el hombre está determinado por una insuficiencia hipofisiaria que entraña insuficiencia de la tiroides y de las suprarrenales. El injerto de hipófisis permite a los individuos de esta línea un crecimiento normal. Elementos del mismo tipo intervienen en la diferenciación de las razas humanas; los mogoles son en general hipotiroides, y en el metabolismo de base de las diferentes razas se observa una amplitud de oscilación del 25%, superior en todo sentido a las diferencias producidas dentro de una misma raza por estados patológicos. Hindúes, chinos y filipinos presentan un metabolismo basal inferior al de los blancos; los esquimales, superior. Los trabajos de Ch. Stockard sobre los caracteres hereditarios de diversas razas de perros son muy significativos. Los daneses y los San· Bernardo resultaron afectados de gigantismo hipofisiario acompañado en los segundos de acromegalia. En cuanto a los bassets y bull-dogs, representarían dos aspectos de un mismo trastorno endocrino que se instaura precozmente en el basset e ínhibe el desarrollo de las extremidades, y más tardíamente en el bull-dog, afectando el esqueleto de la cabeza. El cruzamiento de estas dos razas brinda individuos más anormales todavía y por lo común poco viables. El estudio comparado del crecimiento en el hombre y otros mamíferos ofrece comprobaciones igualmente sugestivas e incluso permite presumir el camino por e1 cual, junto y gracias a la modalidad de crecimiento humano, se instauró la evolución del sistema nervioso que nos es característica. La integración morfológica del animal se logra en breve lapso; la del hombre, por el contrario, exige una serie de años suplementarios que señalan, morfológicamente, una extrema lentitud del período de crecimiento, muchísimo mayor que el de los mamíferos de talla equivalente. En todos los estadios de la evolución embrionaria y postembrionaria el crecimiento humano está caracterizado por su lentitud y débil rendimiento energético. Estudios comparativos entre el hombre y los monos ~tropoides muestran la enorme diferencia que separa a la infanci_a de ambas especies. Los- antropoides alcanzan la pubertad a los seis años y la talla mfucima a los diez. El gorila posee todos los dientes de leche
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al año, el chimpancé a los diez meses; el hombre, solamente a los dos años y medio. La osificación, tanto del cráneo como de los miembros, en el mono de cuatro años alcanza la etapa que el hombre cumple a los veinte. Además, el antropoide se separa mucho más de las proporciones de su propio feto que el hombre del suyo y del de los monos, lo cual indica que con razón auxológica el crecimiento no está más restringido en los antropoides, sino en los humanos. La diferencia fundainental entre los dos géneros está en la duración de las etapas de crecimiento, puesto que no cabe duda que a la extensión en el hombre corresponde el alargamiento relativo de los miembros posteriores, que hacen posible la estación bípeda y la reducción de la laringe, base orgánica del lenguaje articulado. Además, la lentitud de osificación del cráneo permite al hombre mayor desarrollo de la corteza cerebral. Por otra parte, no resulta extraño al desarrollo psíquico el largo proceso de maduración e integración humanas que imprimen al sistema nervioso la plasticidad que le permite superar al animal en la formación de reflejos condicionados y de estereotipos din{unicos. Las múltiples experiencias de laboratorio de las escuelas pavloviana y behaviorista, así como la prueba empírica de Ja enseñanza en el hombre y el amaestramiento en los animales, demuestran el papel fundamental que tal plasticidad desempeña en el desarrollo del psiquismo.
* Por regla general, los estudios del crecimiento somático y del desarrollo psíquico han seguido caminos paralelos, pero divergentes. Pese a que hace más de una centuria ilustres fisiólogos, psicólogos, pedagogos y pediatras reacciona~on contra la absorbente independencia de soma y psiquis, fuera de las "declaraciones" que propugnan lá. unidad indisoluble de ambos procesos, la metodología de . las dos ra.nlas observa la más completa discrepancia de procedimientos, propósitos y fines. El concepto de paralelismo psicofisiológico está tan arraigado que cuando la "unidad" se insinúa a través de experiencias o aparece como punto de prueba, la más extrema conexión se reduce a intericambios cuantitativos, a la equivalencia de estructuras anatómicas o psíquicas, pescindiendo del carácter cualitativo de ambos fenómenos y, por lo mismo, con absoluta desvinculación de un punto de partida común en cuanto a la interacción que preside el proceso del crecimiento y desarrollo. La moderna psicosomática americana, el psicoanálisis en cualquiera de sus expresione~ wtodoxas y heteredoxas, la testología psicométrica o proyectiva, escamotean el problema y en todos los casos resultan dualistas en sus conclusiones. A veces lJarten de una declaración que señala la unidad, pero una unidad rígida, pecanicista, de equivalencias, que concluye siempre, y lógicamente debe ser mí, dentro del principio del paralelismo que acatan implícita o explícitamente, por destacar la irreductibilidad de ambos procesos en cuanto a origen y últimas consecuencias. Ahora bien, .:yendo al meollo de la cuestión, cabe preguntar: ¿ cómo . prolhar la unidad psicofísica a partir del origen mismo del fenómeno mental? Si
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consideramos que el antepasado animál del hombre poseía los caracteres generales de un antropoide y nos atenemos a los hechos señalados · de Ja relación entre estado adulto y embrionario, estamos obligados a reconocer que el pro~ . ceso evolutivo que creó al hombre es, como afirmara Devaux, un proceso de pedomórfosis, de ''infantilización" del individuo ·adulto, . o según la denominac.ión de .Bolk, :de "fetalización". En pocas palabras, ·este. proceso consiste en que ciertas disposiciones anatómicas fetales propias de los antropoides y de los antepasa4os probables del hombre perduran en éste mientras desaparecen en el mono adulto,- lo cual nos enfrenta con una variante de las leyes de filogénesis y ontógénesis al . afirmar que la evolución humana se produjo . por sucesivas infantilizaciones y no . por remodelamientos de formas adultas. ESta hipótesis, que ha sido denominada .de la "degeneración física del hombre'', llama la atep.ción sobre el largo período de gestación y de amamantamiento humanos, durante el cual el . cerebro, por no desempeñar ningún , papel en la vida de relación, multiplicó en la filogénesis sus células nerviosas hasta un número no alcanzado por ninguna otra especie animal. El hombre sería un antropoide que bajo la acción de un cliiria d~avorable, de subalimentación o de cualquier otra caus.a análoga, habría . sido afectado de infantilismo. En este sentido apo.z:tan sorprendente apoyo recientes estudios a.cercá de la etiología del mogolismo. En 1951, Sergio Levi, basado en una advertencia de Bleyer, sostuvo que el problema del m()golismo era de la competencia del citólogo, que la modalidad de aparición, .las características somatoclín.icas . . de los niños mogólicos eran de origen cromosómico, y formuló la hipótesis de que fuera de las leye5 de transmisión hereditaria se producía un proiceso aceidental .de deSequilibrio cromosómico y resultaba un tipo 'digresivo. ·Los peifeccionamiento5 técnicos de la investigación citológica, derivados principalmente . del estudio de las. consecuencias de las radiaciones atómicas y .basados sobre cultivos in vitro de tejidos humanos, han .permitido estab.Iecer con exactitud, en .el laboratorio atómico 'de Harwell, Inglaterra, que el .número de eromosomas humanos es tanto de 46 como de 48. Además, en el Instituto · de Genética Médica de París; se pudo comprobar en las células cutáneas · de mogólicos la pre8ellcia de un cromosoma suplementario, anómalo, pequeño y sutil, que eleva o disminuye. en estos sujetos el número de cromosomas a 47. El hallazgo fue corroborado por Book, en el Instituto de Genética cie Upsala, y ·realizando el recuento en células cutáneas y de la médula ósea, con lo que. excluyó la presundón de que el fenómeno se presentara en un ·Único · tipo de tejido. Este singular proceso dig:resivo -recordemos que el mogolismo comporta .una . reestructuración anómala . de la morfología corporal, de la . sinergia hormóni<;a y del desarrollo nervioso-- provocado por la presencia de un crom<>sofua supemuriierario revela, pues, una enibriogénesis profunda,.. mente. alterada. Si sumamos· a la hipótesis , de · Devaux la :razón de este "error citológico"ha5ta hace poco sqlamente c;onocido en el reino vegetal y én algu. nos anirriales ü:ifei:iores, encontramos una eiplicación del origen del hominjja 'prixÍiitlvo y de las particularidades morfológicas, somáticas y fisiológicas · que lo caracterizaron; : .
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A esta profunda modificación del crecirrúento animal, que precisamente caracteriza por pedomórfosis a la especie humana, se suma el fenómeno que Ed. Perrier definió como taquigénesis y según el cual el sistema nervioso de los vertebrados -y teniendo en cuenta que el desarrollo embrioge:µétieo de las especies superiores, en especial del hombre, por el proceso de pedomórfosis tiende a efectuarse con el mínimo de reestructuraciones-- en lugar de aparecer por emigración individual, simultánea, de elementos procedentes de las profundidades del exodermo, se forma en su totalidad a partir de un canal longitudinal mediano o por el hundimiento de una placa exodérmica que se transforma de inmediato en un tubo más o menos cerrado, el eje cerebroespinal. Por el fenómeno de taquigénesis, el feto humano posee a los cinco meses de vida intrauterina los doce mil millones de células que constituyen el equipo cortical del hombre, y que subsistirán después sin dividirse aunque el individuo continúe su crecimiento. Estas explicaciones bastarían p01 sí mismas para hacemos comprender en bloque las relaciones entre crecimiento somático y desarrollo psíquico, si sucesivas valoraciones estadísticas de datos recogidos en centros de estudios del crecimiento y correlativas mediciones psicométricas no hubiesen dado un cociente de correlación demasiado pobre para llegar a la conclusión de la existencia de una relación inseparable entre crecimiento somático y desarrollo psíquico. No obstante, lejos de invalidar la sinergia de ambos fenómenos, tales apreciaciones, que niegan casi de plano lo que es de observación corriente y empíriea, y que hablan, refiriéndose a la primera infancia, en . favor de una interdependencia entre los dos fenómenos, prueban de hecho un pecado capital y un olvido inexcusable con los que se pretende acarrear agua hacia los cangilones del desvencijado molino del paralelismo psicosomático. El pecado está én la transformación lógica del interés por la estadística en un culto monoteísta por los índices abstractos y gen~rales erigidos en summa suminarun, aceptados en sus resultados sin discusión crítica ni examen heurístico. De aquí que podamos concluir con De Toni que los resultados ne~tivos o casi negativos obtenidos en este campo sean consecuencia de la imperfección del método estadístico mismo, por cuanto los medios y los indices de correlación son instrumentos groserísimos, incapaces d_e apreciar las variaciones peculiares que se presentan en el individuo cómo expresión unitaria. No basta la determinación de las tasas de crecimiento con el método generalizador en grupos homogéneos, y las de desarrollo psíquico en i1_1dividuos singulares, para obtener índices de correlación o divergencia. Ambos aspectos deben ser medidos sobre la rrúsma individualidad somatopsíquica y según· lai. normas del método individualizador. , . Por lo tocante al ·olvido inexcusahle, está en no tener presente que del crecimiento y del desarrollo psíquico sólo adquirimos cabal comprensión si relacionamos al individuo con la especie a que pertenece y con el medio social que esa misma especie creara a través de sus sucesivas adaptaciones históricils. Ambas etapas tienden a · la formación del adulto, pero alcanzada la plena madurez, .este individuo ofrece características muy diversas en cuanto al tipo
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logrado en uno y otro aspecto. La dirección progresiva del crec1m1ento está determinada de antemano en la constitución original; el individuo se realiza con pequeñas variantes en torno del biotipo que prescribe el nivel de evolución a que ha llegado la especie de que es representante. Por el contrario, desde el ángulo del desarrollo psíquico, el camino hacia el nivel del adulto promedio · está sometido a la influencia que el medio ejerce sobre el individuo como persona . y no como especie. Las condiciones que dentro del género humano pueden hacer variar las características del crecimient9 son propias de todo un grupo, cubren un linaje . y pueden manifestarse dentro de una linea pura, para el hombre, claro está, dentro de los limites restringidos que la variabilidad de uniones permite hablar de línea pura humana. En cambio, las transformaciones del desarrollo atañen particularmente al individuo; los cambios actúan, es verdad, sobre una colectividad, pero de manera acentuada y particular se dejan sentir sobre los individuos. Entre ambos aspectos la diferencia básica es el factor tiempo; el crecimiento señala el tipo de adulto a que tiende la culminación estructural de la especie, organizada sobre un tiempo prácticamente infinito. La. sucesión de individuos representa etapas hacia un prototipo biológiCo que transporta de manera. hereditaria las adquisiciones positivas. Lo psíquico también está sos. tenido por sumaciones hereditarias, pero de posibilidades estructurales y no de estructuras ni funciones desarrolladas individualmente. Cada generación parte en el crecimiento de una piedra angular asentada por las anteriores; en el desarrollo arranca de un núcleo de posibilidades heredadas que los cambios · del medio pueden anular, dejar como virtuales o realizar. Además, si la vida con sus caracteres específicos es hereditaria, la mente no lo es. Cada individuo que se desarrolla debe adquirir nuevamente lo que sus padres adquirieron antes de él, aunque la herencia psicológica facilite la tarea, lo cual señala Ja diferencia fundamental entre el tiempo del individuo, subjetivo, psicológico, y el tiempo de la especie, objetivo, biológico. Agreguemos · que las modernas investigaciones pedopsiquiátricas soviéticas indicarían que la mayoría de los individuos que se presentan como mentalmente insuficientes ha sufrido durante la vida infrauterina 'o sucesivamente lesiones orgánicas · del sistema nervioso. Se ·trataría cási siempre de procesos patológicos extraños al mecanismo hereditario. Según Pende, un amplio porciento de niños oligofrénicos, caracteriales y delincuentes precoces mostrarían, en la radiografía craneal, signos indicativos de una meningopatía fetal de prevalencia basilar, responsable de una situación cerebro-endocrinopática insmpechada. El desarrollo implica un tiempo personal que, a diferencia del crecimiento con su tiempo objetivo y común a todos. los miembros de la especie, puede ser abreviado o alargado según el patrimonio cultural de la sociedad que sobre él se proyecta. Nacimiento y plenitud de la mente están condicionados por el cúmulo de observaciones de otras mentes que nos precedieron y que es .transmitido por la palabra oral o escrita. Sobre el plano mental, la cultura llega a desempeñar el papel de la herencia sobre el biológico; pero mientras que ésta se realiza directamente, _bajo la forma de estructuras viables o no, la mente
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como expresión máxima del desarrollo únicamente se logra a base de tres condiciones sine qua non: la realización normal del crecimiento, un mínimo de capacidades psicobiológicas heredadas o de carencia de procesos cerebrales, fetales, morbosos, y la acción favorable del medio sciciocultural. La psiquis alcanza sus etapas neurológicas en el primer plano, la capacidad funcional en el segundo, y la función individualizadat la personalidad, en la ;interacción con el tercero, y es evidente que para el pleno logro de cada uno de estos niveles debe existir una correlación cuantitativa y cualitativa entre cre:.imiento y desarrollo. De los qatos recogidos, hasta ahora, se deduce que !lil niño sin lesiones neurorgánicas aparentes, sin trastornos psicopáticos o biopáticos, que se encuentre ligeramente detenido en el desarrollo psíquico y cuyos progresós anuales en relación con la edad mental sean pobres, debe ser considerado desde el punto de vista prognóstico favorablemente, ~iempre que en el crecimiento exista una lentitud correspondiente. Al alcanzar Ja madurez el individuo podrá presentar una aceleración en ambos aspectos capaz de compensar la lentitud inicial. Por el contrario., es de consenso general que la prognosis resulta desfavorable en los casos en que un progreso mental lento Porresponde a un crecimiento normal o incluso exuberante.
Confundida, a veces, con el problema del crecumento y con significativa ~~~rta.nci'.1 yara el desarrollo psíquico, se plantea .la cue~ti?n de la consti-
tucron individual, que ha dado lugar a una rama bien defm1da del saber, ·la Fciencia de las constituciones", y la correlativa aplicación al campo médico y psicológico con la medi'cina constitucion·a1 y la psicología diferencial de los llfiversos biotipos. La ciencia de las constituciones debe su mayor incremento e ~portancia a la labor de investigadores italianos, De Giovanni, Viola, Pende; posee métodos de investiga<>ión y fines que no son, precisamente, los de la puxología. Parte del presupuesto, rico en observaciones antropológicas, clíni.cas y psicológicas, de que el hombre normal, considerado en su relación con el grupo étnico y social a que pertenece, presenta tipos morfológicos y psicológicos diferentes dentro de una amplia gama, expresados por características pnorfológicas y psicológicas individuales. Cada tipo morfológicb es definido por medio de relieves antropométricos ~plejos y diversos según los métodos de investigación, y la definición refleja las modalidades ·individuales del crecimiento y las cualidades particulares de la estructura corpórea, en las que subyacen correlativamente predisposiciones peyorativas o positivas capaces de determinar situaciones patológicas o de superación especifica del biotipo. En cuanto a las raíces mismas del fenómeno .biotipológico, es neta la distinción entre las escuelas constitucionalistas germanas e italianas; para Taudh, Bauer, la constitución únicamente refleja caracteres genotípicos, esto es, p.ereclitarios, y representa por consiguiente un fenómeno regido por las leyes de la genética; para De Giovanni, Viola, Pende, la constitución está íntimamente ligada al fenotipo, siendo el resultado de factores ambientales que
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actúan sobre una situación hereditaria predeterminada. De aquí que algunos investigadores afirmen que durante el crecimiento se suceden fases obligadas de tipos constitucionales diversos, mientras otros, Franconi en especial, las consideran sólo un enmascaramiento del tipo morfológico constitucional hereditario que encontrará completa expresión en el adulto. Frente al interés clínico de esta y demás clasificacfones constitucionalistas -se plantea el problema psicobiológico de los factores constitucionales que intervienen en el desarrollo psíquico. La complejidad del problema asume mayores proporciones que en lo referente a la interacción de crecimiento y desarrollo, por mayor inseguridad en el manejo y estudio de los hechos acotados, y por una mayor indeterminación de los valores comparativos. Además, se agrega como nueva cuestión la relación entre hábito corpóreo y estructura men1jal, entrevista en la antigüedad, e individualizada a través de la escuela hipocrática en cuatro tipos de temperamentos, relacionados con los tipos constitucionales: optimista el sanguíneo, pesimista el bilioso, indiferente el linfático, inestable el nervioso. En nuestros días, tres importantes contribuciones (vid. cap. XVIII) han llevado el enfoque de la constitución y su correlativo psicológico al plano psiquiátrico, endocrino y nervioso, siendo Krestschmer, Pende y Pavlov los iniciadores y, respectivamente, figuras indiscutidas de dichas orientaciones. A partir de las relaciones morfológicas de psicópatas, Krestschmer creyó individualizar cuatro tipos fundamentales, susceptibles de variantes: el asté. nico, el atlético, el pícnico y el displástico, cuyo correlativo psíquico está sobre todo en el reflejo de enfermedades mentales. Por lo demás, todas las tentativas para derivar de estos tipos caracteres psicológicos no han pasado del nivel de la afectividad. Pende, por su parte, amplió y profundizó los conceptos de Krestschmer, y haciendo hincapié en la situación endocrina individual, determinó la correspondencia entre tipo morfológico y constitución endocrina, inc;l.icando además las características psicológicas, con lo cual deterinina una sene de biotipos "somatopsíquicos". Después de indicar que la velocidad de todos los procesos nerviosos y psíquicos depende de la acción prevaleciente de la tiroides y del ortosimpático, que directamente o por intermedio de una mayor irrigación sanguínea del cerebro estimulan su metabolismo, establece dos grandes categorías de individuos: el taquipsíquico, de mentalidad rápida, inteligencia sintética, tendencia a la imaginación y a la fantasía, y el bradipsíquico, de mentalidad lenta, inteligencia analítica, tendencia ·a la racionalidad. Cada uno de estos tipos encuentran su correspondiente morfológico:. longilíneo, catabólico, hipovegetativo, el taquipsíquico; brevilíneo, anabólico, hipervegetativo, el bradipsíquico . . Por último, y a partir de esta distinción. preliminar, describe una serie de temperamentos endocrinos, dotados cada uno de peculiares características somáticas y psicológicas definidas, que en su aspecto estrictamente psicológico son:
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TEMPERAMENTOS HIPERCRÍNIOOS :.
Hipertiroideo: taquipsiquismo de fácil agotamiento, desarrollo precoz del lenguaje y de la inteligencia, hiperemotividad e hiperexcitabilidad psíquica, fantasía acentuada, voluntad fuerte, tendencia al altruismo, sexualidad psíquica precoz; inteligencia sintética, temperamento pasional, patético, artísticoinluitivo. . . · Hiperpituitario': caracteres instintivos primitivos, frío, ~gresivo, egoísta, rebelde con voluntad a .menudo fuerte; inteligencia analítica, hipercrítica, poco · capaz d<;! abstz:acción y .de síntesis; memoria casi siempre muy activa. Hipertímico: voluntad } afectividad inestables, defecto de inhibición de l'os instintos, egoísmo exagerado, a menudo puerilismo mental, a veces desarrollo intelectual. óptimo de tipo intuitivo-artístico; tendencia pervertimientos sexuales y. morales. . Hipergenitales: psiquismo vivaz de tipo fantástiC~intuitivo, carácter volitivo y agresivo. ' Hipersuprarrenáliao: carácter hiperesténico e hiperactivo, con tendencia al o¡>timismo.
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TEMPERAMENTOS . HiPOCRÍNICOS:
Hipotiroideo: bradipsiquismo con inteligencia de tipo mediocre, de desarrollo lento y analítica, emotividad pobre, catácteres en complejo ·dulces, apáticos, optimistas. Hipopituitario: · tendencia al puerilismo psíquico, .con carácter inestable, inquieto, caprichoso, volunta~ débil, falta de ate?ción y de poder de c.oncentra~ión, sugestibilidad fácil. · Hipogenital: inteligencia a menudo buena y también hipernorinal, con buena voluntad de aprender, pero con carácter débil, dépresivo, pueril. · Hiposuprarrenal: inteligencia y voluntad normales, con emotividad exagerada, tendencia melancólica-pesimista-artística. pasmó filo: inteligencia buena, pero a menudo obstaculizada y :unilateral, carácter calmoso, frío, paciente pero predispuesto a crisis de depresión y de sobreexcitación, y.sobre todo a espasmos psíquicos bajo la for~ de ideas obse'>sivas y estereotipadas; eipresión del rostro seria, contraída, adusta. La apreciación global del .aporte brindado por el estudio d~ las constituciones a la psicología normal es bastante modesto . .Los atributos psíquicos.referibles a las diversas variantes de las constituciones . aparecen lábiles, esfuma· dos, demasiado generales para una apreciación real, valedera, de la personalidad psíquica. Si bien en la clasificación de Pende el reconocimiento del biotipo proviene de una valoraci~n destacada de datos morfológicos, y en la de Pavlov (vid. cap. XVIII), de características· funcionales, es fácil entrc'/er el peligro de que proponiéndose llegar por estos caminos a las raíces psicobiolpgicas de la expresión del fenómeno mental, se termine por incluir en el
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concepto de constitución toda la realidad psíquica individual. Pende advierte el riesgo cuando concluye que el paralelismo entre biotipo somático y psíquico es frecuente, pero no constante, y en especial cuando sostiene que la síntesis de la personalidad humana se realiza a base de la constitución, mas bajo el influjo de la educación, del ambiente familiar, social y cósmico. Idéntica conclusión surge de los estudios experimentales de Pavlóv con respecto a la relación entre tipos de actividad nerviosa y neurosis experimentales. Si bien en su esquema el tipo es rasgo constitucional de la actividad nerviosa superior, del genotipo, no se. debe olvidar que desde el nacimiento el individuo está sometido a distintas acciones ambientales, a las que responde invariablemente con actitudes y propiedades definidas que frecuentemente quedan fijadas para toda la vida, el fenotipo en una palabra, que resulta eventualmente modi· ficable. ·
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EVOLUCION FUNCIONAL DEL SISTEMA NERVIOSO Integración nerviosa y niveles·funcionales. Evolución funcional y nerviosa del feto humano. La evolución nerviosa después del nacimiento. Las estructuras cerebrales y sus posibilidades. Durante el desarrollo del individuo, la función despierta con el crecimiento del órgano, y los límites de la posibilidad de su ejercicio aparecen fijados por los estímulos provenientes del medio que, en mayor o menor grado, aceleran, retardan o desvían el crecimiento. Si por vía. del estudio seriado del desarrollo del sistema nervioso central llegamos a la. conclusión de que el ser vivo alcanza la plenitud de sus funciones neuropsicológicas mediante sucesivas etapas de maduración, y descartamos definitivamente la presunta acción de una capacidad contenida o latente que el ejercicio o la ocasión revelarían a su arbitrio, por el fenómeno psicopatológico de la desintegración desembocamos en la noción capital de integración biologicosocial,. único mcx:lo de explicar cómo alcanzado en cada etapa el nivel óptimo de maduración neural, el ser humano puede traducir su capacidad neurobiológica en gnosis y praxis, pensamiento y acción. Sabemos que en su jerarqui~ación funcional la actividad de los aparatos nerviosos depende de los progresos de la mielinización de los respectivos cilindroejes, observación que nos permite concluir que la dirección del desarrollo individual no está dada por el presente, por el ser concreto que posee deter· · minada organización bioquímica y anatomoestructural, sino por el tipo de especie a que pertenece el adulto y por la calidad de . los estímulos del medio propio y característico de esa especie, el social en el caso humano. De esto surge la importancia de la maduración nerviosa como substrato individual de las funciones psíquicas y como canon de observación para interpretar toda integración organicofuncional. Lo "instintivo", lo "compulsivo", lo egocéntrico y abstracto, en una palabra, debe ser reemplazado por obserYaCiones que respondan objetivamente a una finalidad; para el niño, primer escalón en la gradería de este proceso, lo constituye la cronología de su des- arrollo. Por lo demás, la actividad mental infantil no se desenvuelve en un plano único por m~io de un incremento continuo, sino de sistema en sistema, de período en período de maduración e integración funcional, lo cual permitió a Eergeron sostener, con justeza, que en el análisis de la actividad infantil lo que menos interesa es la semántica del gesto, esto es, el posible significado que 45
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podamos adjudicarle. frnporfa el sistema orgánico funcional .a que pertenece en el momento mismo que . se manifiesta y la cualidad .del estímulo .que . lo desencadena.. · Por lo demás, los factores del desarrollo psíquico son múltiples · y complejos, revelándose como más importante con sentido de base de lá acción inteligente el equilibrio .entre las posibilidades del individuo y las condiciones del medio, es decir, la concordancia entre niveles de maduración funcional y 'etapas de integración biosociales. Demás está decir ·que este equilibrio no es constante, sufr~ primer término alteraciones 'por . causas intrínsecas a la función de órganos y sistemas: a) factores generales _aceleradores o retardadores del crecimiento. orgánico y morfológico; b) desarrollo y jerarquización de los niveles nerviosos y funciones consecutivos; e) sucesivo desarrollo y sinergia de las funciones de la constelación endocrina. . La armonía del desarrollo y funciones de estos tres factores constituye la base del desarrollo e integración psíquica; no obstante, la importancia de cada uno de ellos está discutida. La corriente auxológica pone la · tónica en la estructuración morfológica, la psicogenética en la evolución y desarrollo nerviosó, la constitucional en lo endocrino. Cada una .de e.stas posioones acepta la necesidad de relación unitaria de los respectivos procesos y únicamente de:;taca el propio punto de vista como factor aglutinante' o desencadenante, pero, sea como fuere, la posición que cada vez se discute menos y encuentra mayor apoyo en Jo biológico y psicológico es la que acentúa .la maduración nerViosa, tanto filogenética como ontogenéticamente, concepto avalado por las más recientes investigaciones de la embriofisiología nerviosa, cuyos datos representan la introducción indispensable para todo estudio de psicología. · Desde el punto de vista de la filogénesiS nos encontramos con ]os trabajos de Gurevish, de Moscii, quien destaca que en los vertebrados la evólución de las funciones motrices -básicas para el desarrollo psíquico animal. y huma. nó-o- está ligada ala formación de centros y sistemas nuevos cuya .integración y complicación crecientes señala la m¡\~cha de un proecso de Cerebración progresiva, tal como lo : definiera Von Economo, y ·que en síntesis, - según las premisas de lá teoría evoluéionista de los niveles fui1cionalesjerarquizaJos ~e Huglins Jackson, significa que la integr~ión neurofunéional tiende a poner bajo dependencia de .la corteza cerebral todas ·las fund~nes · neurodinámicas. Guiado por este concepto, Gurevish encuentra que en los peces la motricidad es rítmica, automática, de tipo netamente pallidal, y síguiendo los grados ascendentes de la escala zoológica,. halla que en los reptiles, en los cuales la acción del cuerpo estriado ya se . manifiesta funcfonalmente; aparecen movimi~ntos inconstantes, cor:tados por momeri~os de reposo y alternando a veces con reacciones atetósicas, de tipo pallidal como en los peces, y que señalan un equilibrio de ambos. sistemas, sin haberse dado todaVía, y dentro de la evolución .de las especies, el paso decisivo al predominio del striaturri. En las aves el -control del cuerpo estriado y del cerebelo está más acentuado, para desembocar e~ -el predominio neto de Ja corteza motriz y del.haz piramidal en los mamíferos. Por último, en el hombre, todos los sistemas están contro-
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lados por mecanismos frontales íntimamente relacionados con la actividad psíqúica, que brinda a los movimientos unidad y orientación hacia un fin prefijado. El cerebro actúa como órgano de integración después de haber sufrido una reconstrucción estructural de los diferentes aparatos, en particular del sistema estriado. Pasando del plano filogenético al ontogenético, de la evolución de la · especie al crecimiento del individuo, el desarrollo de la motricidad del recién nacido y del lactante repite hasta cierto grado, para Gurevish, la filogénesis y atraviesa etapas análogas. Afirma que el pallidum es el órgano i;notor süpe- . rior, puesto que la.S vías estriadas y corticales no poseen todavía vaina. de mielina, de aquí que los movimientos del recién nacido tengan carácter pallidal, sean en cadena, atetósicos, incoordinados y posean, como signo distintivo, el reflejo de atrapamiento, el signo de Moro, los reflejos cervicales de Kleijn y Magnus. Pronto, en la etapa de lactante, aparece ya la influencia del cuerpo estriado, centr
* Para· unir l_os dos aspectos de la integración y maduración neurofuncional: filogénesis y ontogénesis, Minkowski estudió los movimientos fetales de animales de diferentes especies y encontró el automatismo muscular de los primeros movimientos en los vertebrados no mamíferos. En los anfibios halló que los movimientos del tronco estaban cronológicamente precedidos por movimientos de las extremidades, en especial . anteriores, y señaló que en éstos .aparecen los primeros bosquejos del sistema nervioso como tal. En los mamí- . feros Im¡ movimientos precoces de las extremidades aparecen a partir de la -cuarta semana y se revelan simétricos y bilaterales; en la sexta ya son asimé· tricos, arrítmicos y muy variados. Después, Minkowski llega· al hombre ·y distingue cinco fases en la evolución neurofuncional del feto humano, las q'Je
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coinciden, de manera cronógena, con la evolución neurofuncional en las etapas de la filogénesis. 19 Fase inicial o de motricidad aneural, en el feto de cinco a ocho semanas. Se caracteriza por movimientos precoces del tronco y de las extremidades, lentos, equivalentes al automatismo muscular de los primeros movimientos en los vertebrados no mamíferos y en los dos casos de naturaleza ideomuscular, sin influjo nervioso. 29 Fase de transición neuromuscular, en el feto de aproximadamente dos meses. Los movimientos son lentos, a veces vermiculares, asimétricos, arrítmicos, sin plasticidad y muy variables en la cabeza, en el tronco y en las extremidades. Tanto la lentitud de estos movimientos como su carácter vermicular revelan la excitación propia de los músculos, si bien la variabilidad, la irregularidad aparente y la tendencia a la generalización indican una actividad inicial, aunque incierta y discontinua, del sistema nervioso. Esta etapa de la ontogénesis corresponde en la filogénesis a la estructuración neuromuscular de los anfibios, con acción bastante acentuada del cuerpo estriado, tal corno observara Gurevish en los reptiles. 39 Fase fetal precoz o espinobulbar, en el feto de tres a cuatro meses. Los movimientos se revelan más activos, más generalizados, de mayor amplitud y plasticidad; son más rápidos, algo bruscos y a veces coreiformes. Los ·elementos del arco reflejo están desarrollados en la medula, donde, al iniciarse el quinto mes, ya aparecen las primeras vainas de mielina en las raíces anteriores o motrices de los centros de inervación espinal, seguidas en breve tiempo por la mielinización de las raíces sensitivas correspondientes. Desde el punto de vista de la filogénesis, esta etapa ontogénica corresponde al estadio de las aves, en las cuales Gurevish destaca que el control estriado y cerebeloso está muy acusado. 49 Fase fetal media o tegmento-bulbo-espinal, en el feto de cuatro a seis meses. Aparecen movimientos bien caracterizádos y rápidos, con coordinación de los reflejos (plantares, diagonales, cervicales), además de fenómenos motores, movimientos respiratorios y evolución de la $ensibilidad. Existe influencia manifiesta y neta de la medula alargada y del mesencéfalo sobre la medula. El proceso de maduración nerviosa mue:::tra progresos notables en la medula, cuya mielinización se prosigue en la medula alargada. Aparecen fibras de mielina en la formación reticulada de la calota ( tegmentum) , del bulbo y del puente. En la filogénesis, esta etapa corresponde al nivel de los mamíferos primarios. 59 Fase fetal tardía o pallido-mesencéfalo-cerebelo-tegmento-espinal, en el feto de seis a nueve meses. El estudio funcional de esta · fase está menos adelantado de lo que se podría esperar. Es . de destacar la precisión creciente de los reflejos, la primera intervención de los sentidos; ·la mielinizació.n pro!5fesa rápidamente en todos los sistemas subcorticales. En .los hemisferios cerebrales sólo aparecen los prime•·os esbows de mielinización poco antes del nacimiento en el área de la frontal ascendente y en la región parietal. Desde el punto de vista de la ontogenia, este peóodo debe ser considerado como fase
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subcortical, pues la mayoría de las formaciones . subcorticales participan activamente en el funcionamiento nervioso, aunque . a veces únicamente sean influencias iniciales y lábiles; mot0r, ·sensitivo y reflejo. Este período, situado en la filogénesis, repite el de los mamíferos, pero ya con acusada acción del striatum, . que regulariza los movimientos. Las fases sucesivas corresponden a períodos que siguen al nacimiento, y e~ los cuales los mecanismos nerviosos se someten a una acción cortical cada vez más acentuada. Reflejan la estructura nerviosa propia de los animales superiores y destacan la. evolución cronógena, en especial del hombre. A partir del nacimiento, la filogénesis cede en todos los campos ai la ontogénesis; ya no se trata de una integración de sistemas, sino de una jerarquización de niveles estructurales. En el mismo grado que estos niveles se integran funcionalmente se establecen, con su predominio, las jerarquías respectivas. La integración deja abierto el camino a la maduración, base innegable de la actividad psíquica superior. -~
Después del nacimiento, la evolución de las funciones nerviosas y el desarrollo anatómico del sistema nervioso sigue, en líneas generales y salvo características peculiar~ que precisaremos, fa marcha señalada por el principio de cerebración creciente. Mas a 'los factores antes indicados se suma la presencia del estímulo, que desencadenando las funcion~s -anatómica y fisiológicamente posibles--- interviene como acelerador .·de procesos anatomofuncionales que, de otra manera, hubieran sufrido una maduración más lenta, e incluso frena en algunos niveles el crecimiento que antes fuera preponderante. En efecto, la .vida del recién nacido prolonga en sus rasgos esenciales la del feto . a término, pero señala una variante fundamental: la actividad sensomotriz, cuyo valor gnósico y práxic:o está asentado en las. estructuras nerviosuperiores que preponderan, y cuyo ejercicio, debido a estímulos propios del medio específico de la especie, señaia el tipo de actividad cerebral que caracteriza al individuo. Si durante el procese> de la evolución fetal la diferenciación del desarrollo nervioso entre ·fetos humanos y de animales superiores no alcanza a establecer un distingo funcional neto, es, precisamente, porque a pesar de los matices motivados por situaciones genéticas diversas, la especificidad del medio como fuente de estímulos no está diferenciada, es común, y únicamente responde a cambios hematógenos y hormonales que en su valor como estímulo únicamente se diferencian de una especie a otra cuantitativamente, pero no· cualitativamente. Basado en observaciones fisiológicas y clínicas, y en estudios anatómicos, en particular sobre la mielinización, análogos por lo demás a los que realizara en el feto, Minkowski, de Zurich, pudo distinguir en la evolución postnatal varias fases que destacan y acentúan la intervención de los estímulos en relación con los niveles funcionales, y que señalan, por ser cada una un paso adelante en la cerebración progresiva, la diferencia que. gradualmente impulsa por caminos anatomofuncionales al cachorro humano y al de los ani-
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males superiores que le están más próximos en la escala zoológica, los monos antropoides, para precisar mejor. I. Fd.se del recién nacido o fase cortical inicial, que corresponde a las seis u ocho primeras semanas de la vida extrauterina en los niños nacidos a término. En primer lugar está caracterizada por la mielinización de los hemisferios cerebrales que, después de un esbozo en los "campos primordiales". antes del nacimiento, progresa ahora rápidamente y en un orden determinado. Como observara Flec4sig, completa los "campos primordiales" y se propaga a los "campos intermedios". Desde el punto de vista funcional resalta un comienzo de influencia de la corteza cerebral sobre las estructuras y funciones subcorticales y espinales, en particular de la corteza de la región motriz sobre los movimientos y los reflejos de las regiones sensitivas y sensoriales sobre la evolúción de la sensibilidad, que inicia en base de la maduración y actividad de los estímulos ambientales su pasaje de la etapa protopática a la epicrítica. II. Fase del lactante o córtico-subcórtico-espinal con preponderancia subcortical, que corresponde al período que va de las seis u ocho semanas de vida postnatal hasta el año. Es. un período caracterizado por movimientos -~e pataleo, coreiformes, atetósicos o espasmódicos, por reflejos de postura, de orientación, de locomoción, de defensa, etc., y por un predominio neto de la forma dorsal del reflejo plantar, con signo de Babinski fisiológico. En lo que a la anatomía respecta, durante esta fase la mielinización adelanta mucho más rápida,mente en las diferentes regiones y vías · subcorticales o extrapiramidales que en el haz piramidal. En los hemisferios cerebrales, la mielinización progresa rápidamente en los campos donde antes comenzara y se extiende a nuevas áreas, a los "campos terminales" de Flechsig. III. Fase de transición, que se inicia hacia el fin del primer año o comienzos del segundo, y cuya duración varía entre algunas semanas o meses. La acción de la corteza cerebral comienza a prevalecer sobre .los sistemas subcorticales. El reflejó plantar es índice de esta evolución, ya que gradualmente adquiere su forma definitiva normal, que alcanza hacia los dos años en el niño y se continúa en el adulto; el signo de Babinski deja de ser fisiológico y únicamente aparece como expresión de retraso en la maduración o de involución patológica. IV. Período córtico-subcórtico-espinal con predominip cortical. A partir del segundo año de vida comienza este período, que dura hasta la vejez. La evolución de las funciones mentales en esta etapa se la puede definir como el conjunto de las fases ulteriores del niño, del adolescente y dél adulto, que estudiamos en este libro. Su interacción se caracteriza por el desarrollo sucesivo de los movimientos aislados, de movimientos de dexteridad, del lenguaje y la escritura, de formas superiores de sensibilidad, reflejos condicionados, funciones mnémicas y asociativas, etc. Desde el punto de vista de la localización anatómica, este período está caracterizado por el desarrollo progresivo de las funciones superiores de la corteza cerebral y por la afirmación ·del papel dominante que estas funciones nerviosas deben desempeñar superponiéndose completamente a los factores subcorticales y espinales. Funcional-
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mente este período es neta y exclusivamente humano; la _posición erecta, la mano con capacidad instrumental, el lenguaje articulado, representan las últimas conquistas filogenéticas que desembocan en la especie Romo, y apuntalan el pensamiento abstracto, característico de nuestro género, a través de nuevas estructuras y funciones cerebrales.
* La superioridad del hombre, la diferencia que entre él y los demás animales, incluso sus m ás próximos antecesores hominidas, establece el calificativo de sapiens, la debe únicamente a un órgano, el cerebro, que sin ser extr~ordinario en su constitución anatómica o fisiológica, en las que nada fundamental se a grega a lo que existe en la medula espinal o en el cerebro animal, pone en actividad tal número de conexiones neuronales y son tantas las reservas funcionales de sus 12 o 14 mil millones de células, que es capaz de permitir la adecuación más delicada, más compleja y de mayores alcances para el individuo y la especie. El pensamiento, traducible en praxis cuya acción cambia Jas circunstancias -renueva, transforma, crea o anula estímulos- y, dialéc~mente, éstas condicionan nuevas formas de la gnosis, la transformación de lo cuantitativo en cualitativo, de lo concreto en abstracto, y viceversa, en ambos casos, la creación de una sociedad histórica, la capacidad de producir ~gún fines y no necesidades, son características que únicamente el cerebro ~umano hace posible. · Sería pueril, sin embargo, confundir la actividad cerebral con la mente, 1-Jentificar la función -cuantitativa- con el pensamiento --cualitativo-- ; llratar de encontrar en el cerebro conciencia, voluntad, recuerdos, ideas, querer fK:Plicar lo fisiológico por lo psicológico, da por resultado un psicologismo tan f11!opomórfico como falso, amén de demostrar una ceguera de método y lógica que reduce las causas a los efectos, y únicamente permite invocar el lamino del creacionismo con desmedro de la investigación neurofisiológica y i=s<:onocimiento del dominio propio de la psicología. Todos los progresos de la n eurofisiologfa y de la psicología modernas se han logrado gracias a este ~damiento que, no obstante, hace que ambas ciencias se eleven confronlindose. Los procesos neurofisiológicos son estudiados en relación con su valor lficógeno ; los psicológicos, asentados en su base neurofisiológica. Las tentalhas por edificar una psicología profunda sin base orgánica o a lo sumo de llllR organicidad difusa, como las de arrancarle toda preocupación de inte!1-ídad, asimilando reacciones nerviosas a estímulos exteriores idénticos, ~an lfll>alado, respectivamente, por el tobogán del psicoanálisis y del conductismo, ~do en una psicología ilusoria del individuo-conciencia como célula aisllllda o del individuo-acto reflejo. En ambas corrientes se reduce al mínimo el tq>el del cerebro, y se consideran los centros o aparatos nerviosos como simllks estaciones de enlace, núcleos de encarrilamiento automático de estímulos pspuestas. Por el contrario, todos los progresos modernos de la neurofis}o~' a partir de Sherrington, Pavlov y Lapicque, así como de la psicología 9-ética, han valorizado considerablemente los centros nerviosos como órga-
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nos de integración que poseen autonomía y espontaneidad, y la noción sim¡:4 de reflejo que desde Descartes y Willis ·presidía el estudio de la función nel'll viosa, ha llegado al concepto complejo y dinámico de . reflejo condicionatlj asentado por el · pavlovismo. El método de Pavlov, acusado tantas veces sin análisis heurístico de cm111 cepción mecanicista simplista, tiene por el contrario el valor de permitir análisis de los complicados procesos de excitación e inhibiCión que en el c.crebro modifican el curso de los reflejos condicionados, 'y esto mu.cho anta! que la electrofisiología permitiera una verificación directa. Gracias a· la ol:Q de Pavlov, que··a partir de 1950 recibió un aporte consagratorio con la ªP'lt rición de la microelectrofisiología cerebral, que al decir de Chauchard es al rmsmo tiempo una electrofÚiología cerebral del comportamiento, va~os COIJlllt prendiendo los procesos nerviosos tanto en . el plano analítico como en el stemático, y escapamos de presupúestos metafísicos para asir los elementos una psicobiología esencial de lo real humano. · Razonamiento, conciencia, actividad volitiva y gnósica, . depe~den de sinergia funcional de la capa de sustancia nerviosa gris que cubre exteriam mente los hemisferios cerebrales .Ó cerebro propiamente dicho, llamada corte:llll cerE-bral . o neopallium. Las neuronas o células nerviosas independientes de _ corteza forman a través de sus prolongaciones o fibras nerviosas una inextd cable red que comporta inm~merables interconexiones por medio de punut de contacto llamados sinapsis, constituyendo un todo funcional que a pesar di! su anatomía e histología · comunes permiten distinguir zonas y capas caractal rísticas. En cuanto a la capacidad de funcionamiento, la corteza cerebral Illl la encuentra en ella misma, debe ser excitada, activada, y esta activación C11 de carácter reflejo, provocada por estímulos internos o externos, protopátiatl o epicríticos, transmitidos por los sentidos a través de fibras sensitiyas y sensil riales. La actividad sensorial desencadena pulsaciones nerviosas que se :PC8' pagan al nivel de las S>inapsis y por i.n termedio de cambi()s fisicoquimicot cuando tales estímulos faltan en absoluto, son debilísimos o se repiten ccf marcada insistencia, se irradia a través de la corteza una onda de inhibicióe neurónica que constituye el sueñ~. También sabemos que aparte del estímull sensorial directo, la activación de la corteza depende de otras estructuras ceo, rebrales. En la base del. cerebro, por ejemplo, está la formación reticu13111 verdadero centro de la vigilia y del sueño, que forma con los estímulos SeDi soriales especie de reservas y que actuaría como mecanismo regulador armonizador de la corteza. Junto a esta formación están los núcleos ~ centrales: cuerpos estriados, tálamo e hipotálamo, tres núcleos de sustanc:il gris que con la corteza coordinan el comportamiento. Su ausencia no alteQI los reflejos coordinados, pero el ir¡.dividuo carece de iniciativa, la conducit tiende únicamente a la satisfacción de necesidades vegetativas y la afectivi~ desaparece. Es verdad que los procesos intracorticales son los responsahlll directos del psiquismo, y que resulta imposible en la práctica disociar el fUJll cionamiento de los centros basilares, que si bien no intervienen en la marchil de psiquismo verdadero están necesariamente en su génesis.
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En la escala animal, la importancia funcional de los centros subcorticales disminuye con el grado de· "cerebración" y aumenta en razón inversa de ésta. Tanto · en el hombre como en los monos, los centros de la base tienen mayor complejidad que en los demás animales inferiores, pero no pueden asegurar las funciones que les son propios en ausencia del neopallium. En el perro, el gato, la ablación de la corteza no perturba el comportamiento instintivo y afectivo elemental regulado por los núcleos grises centrales, y cuanto más inferiores son los a.nimales, por ·debajo de los mamíferos que ostentan como· privilegio un neocortex, nos encontramos aquellos en los cuales la corteza está casi ausente, reducida a núcleos olfativos como en los peces y batracios, a · ganglios cerebroides como en los invertebrados --cefalópodos e ins~tos sociales en pa¡ticular. El psiquismo animal, cualesquiera sean su grado y apreciación que del mismo se haga, está siempre en relación con el funcionamiento de la parte · del sistema nervioso filo y ontogénicamente más desarrollada ~n su especie. ·Si a primera . vista pareciera que el viejo sueño de la frenología, de enco~trar en el cerebro lo psicológico mismo repartido, encasillado en zonas precisa,s, estuviese a punto de cumplirse en la medida que adelanta el conocimiento de. las funciones cerebrales, pronto descubrimos que aunque centros sensoriales y gnósicos, motores y práxicos, tienen la localización global que les fuera atribuida, sus funciones dependen del conjunto, de la sinergia de las interconexiones neurónicas. La delimitación topográfica, llamémosla localización, zona q área, . es pura y exclusivamente de neuronas psicomotoras o de puntos a los que llegan fibras sensoriales derivadas de neuronas corticales. Hablar de un cerebro instintivo y afectivo, de un cerebro noético (inteligencia y lenguaje), .de un cerebro prefrontal (inteligencia suprema y unidad), refirténdose, respectivamente, al rinencéfalo, a la mayor porción de la cara externa de 'los hemisferios, y a la parte anterior del área frontal por delante de la zona . motriz, es establecer una . gradación filogenética de la importancia de las funciones, pero de · ninguna .manera delimitar categorías funcionales psíquicas estrictas; El hombre no es sapiens por algo que existe materialmente en el cerebro, por una estructura determinada, anatómica, fisiológica o funcional estudiable en el encéfalo en reposo o bajo loo electrodos, sino por el funcionamiento en pxmjunto y sinérgico de cada neurona o grupo de neuronas reunidas en apa·· ratos y en relación con · el Juncionamiento de la corteza. Cuando excitaciones o lesiones localizadas desencadenan o inhiben comportamientos complejos no se alcanzó el "centró"" la "localización", el "grupo neurónico", única y exflusivamente responsable de tal comportamiento, sino que se trata de un punto crucial y por lo mismo electivo de los- circuitos neurónicos complejos IJUe aseguran la función cerebral. Se trata de puntos que por su origen filo~ético o sus conexiones sirven especialmente de coordinadores de determiflladas funciones psíquicas. Considerado en sú estructura anatómica, el cerebro representa únicamente (losibilidades que se revelan por activación, ya sea debida a cambios de ero-
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naxias en el nivel sináptico, a ondas de influjo nervioso que van de uno otro ·conjunto neurónico, a puntos de "excitación estancada", para vale de una expresión pavloviana, pero que en última instancia .siempre· son a vadas, desencadenadas, provocadas por estímulos provenientes de los re tores sensoriales. La inteligencia viene del medio exterior a través de loo Selll tidos. Todavía más, _el desarrollo final del proceso embriológico de las est~ turas cerebrales depende de la activación funcional: un mono joven cu párpados fueron cosidos al nacimiento, tendrá una atrofia definitiva de demll minadas capas neurónicas occipitales que lo convierten en ciego para siem Los estímulos sensoriales engendran el pensamiento; aunque loo que lle a la medula y al cerebro son idénticos, loo resultados varían por el pro de utilización que ocurre en ambos centros. La médula. los encauza por . ' preestablecidas y siempre la relación causa-efecto depende de la intensi~ y es previsible. El cerebro no los deja actuar pasivamente, sino que los detieul concentra, anula, suma, encauza según circunstancias que dependen de propio estado, ya sea sensibilidad humoral innata, ocasional, cambios físi químicos, experiencias anteriores que a través de los estereotipos dinámicos esquemas espacio-temporales conducen los estímulos a través de ligazo de aiguitlages totalmente diferentes. El cerebro actúa por reflejos condi • nados, pero no los difunde automática, pasivamente, sino que interrela~ nándolos crea categorías superiores, complejas; los modifica activamente introduce así en el comportamiento de la conducta personal la respu unívoca que revela la capacidad individual para resolver nuevos problei4 que llamamos inteligencia.
CAPITULO IV
ORGANISMO, MEDIO Y PSIQUISMO Sinergia funcional y equilibrio orgánico. Influencia del pasado: especie e individuo. Cuestiones generales de adaptación. Adaptación mental del individuo y de la especi.( al medio natural y social. Toda conducta organizada refleja una doble faz: sinergía funcional y equilibrio orgánico, aspectos que representan la unidad intrínseca de órganos, aparatos y sistemas, asentada en correlaciones específicas propias y en el mundo externo. Esto implica, como asentara por primera vez y definitivamente Claude Bernard, que el análisis no es el único trabajo_ del biólogo, y del psicólogo añadimos nosotros, sino que cuando han encontrado un mecanismo o una función elemental deben volver a colocarlo en el seno del todo para observar, con visión sintética, su papel en el conjunto. En el plano psirológico, conocer la mente corresponde a una rama específica, la psicobiología, de la que resultan múltiples aspectos: investiga las estructuras y funciones de donde emerge, establece para las correlaciones anatómicas y funcionales grados de importancia en relación con el fenómeno mental. Del análisis, etapa pbligatoria en la búsqueda de individualidades elementales, pasa a Ja síntesis que señala el parentesco de esas individualidades dentro ele la especie y a través de la ontogenia. Destaca así las variaciones, tanto en los elementos como en la arquitectura, y señala el continuo proceso de integración que, como llriéramos al estudiar la evolución funcional del sistema nervioso (vid. capítulo ID), se realiza por el sucesivo predominio de estructuras que varía la im. ptancia de las relaciones psicofisiológicas y tiende a establecer la sinergia ..-Vpia del organismo adulto que, en nuestro caso, prescribe la especie Hamo. En psicobiología, c'omo en anatomía comparada, ·rige la tesis fundamental que proclamara Vicq d'Azyr, y adaptara Cuvier, la ley de correlación de las farits del organismo. Los órganÜs no . son entidades aisladas, no funcionan de manera separada, sino que representan partes de complejos orgánicos fvientes, con definidas relaciones mutuas fundamentales y típicas para el ..00.o de vida del animal dado. Aplicada al hombre, y en lo que a lo psico~co respecta, esta tesis se cumple tanto en las etapas auxológicas (vid. capítuJI) como en la evolución funcional del ·sistema nervioso, donde desemboca en la división clásica de sistema neurovegetativo y sistema cerebroespinal, 1fUe reproduce con las debidas correcciones las antiguas ideas · de Aristótele5 labre el alma sensitiva de los animales, y la sensitiva y racional del hombre. 55
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De aquí se deducen dos principios fundamentales, el de la subordinación y el de las condiciones de existencia; según el primero, órganos y sistemas resultan para la vida del organismo unos dominantes y otros subordinados, de tal manera que las cualidades de los órganos, en cuanto a su significación psicogénica, no son iguales, y en cuanto a los dominantes varían esencialmente dentro. de la filogénesis e inclusive ontogénesis. El proceso de cerebra¿ión progresiva señala el primer aspecto filogenético, el desarrollo de los campos de mielinización el segundo ontogenético. ta individualidad del organismo pluricelular no está, sin embargo, asegurada por la correlación de las partes, ni por el proceso de subordinación que en última instancia tiende a la formación de un medio interior, cuya autonomía e independencia de circunstancias externas está asegurada en mayor grado cuanto más evolucionado es el organismo. En el hombre, regulaciones humorales, endocrinas y nerviosas del sistema simpático aseguran la armonía de conjunto, pero resultan factores subordinados porque todas . esas regulaciones están bajo control de centros superiores, los núcleos del hipotálamo, que por intermedio de la hipófisis regulan la armonía de las constelaciones nerviosas y humorales. En efecto, en los seres superiores las partes del organismo no solamente están coordinadas entre ellas de manera equilibrada, sino que también lo están con el medio externo. La ley de las condiciones de existencia, en cuya base se encuentra el principio aristotélico de "causa finalis", representa. esta última correlación, que en lo psieobiológico se realiza a través del sistema nervioso superior que es fisiológica y funcionalmente activado por los estímulos sensoriales. En el hombre, el cerebro es el órgano del psiquismo, del comportamiento superior de relación, . y centro integrador de todas las funciones que representan la sinergia de óiganos y aparatos, así como del equilibrio orgánico con el medio externo. Carácter . dófninante por excelencia, el cerebro o, mejor dicho, sus posibilidades psicogénicas son la base de clasificación de las especies humanas, que agrega la caraéterización de sapiens como hito del desarrollo mental alcanzado el hombre.
por
* Aunque el camino que va de una a otra etapa eri la evolución se nos presente a primera vista como esencialmente biológico, lá transformación que lleva de una especie a otra, 'y en el caso particular humano· del homi:nida primitivo al Horno faber, y posterionnerite al sapiens, revela la acción distintiva de condiciones exógenas, propias del medio externo. Desconocemos parte de las fases del proceso de humanización, :Pero aunque dispongamos de unos pocos hechos aislados, resultan bastante significativos y permiten bosquejar la "gran aventura" del animal que comienza a abandonar la marcha en cuatro patas, y erecto el cuerpo, la cabeza erguida, adelanta unos miembros anteriores que han de ser sígno distintivo, junto con la marcha bípeda y el lenguaje, de su género. Desde· los comienzos de la vida, incluso antes de haber adquirido una estructura definitiva, el animal soporta un verdadero "modelamiento" por
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parte del medio. Su constitución limita, en algunos aspectos, reacciones que podrían originar una diferencia marcada de individuo a individuo, y mantiene la continuidad del tipo específico dentro de límites que determinan la sinergia funcional y el equilibrio orgánico. Pero sabemos que el estímulo es condición esencial para lograr el máximo de desarrollo de órganos y funciones, y evidentemente las características de éste varían dentro de. un amplio ·margen p or completo ajeno a las posibilidades receptivas del organismo. Circunstancias por entero ajenas al fenómeno biológico imponen condiciones que, de una manera u otra, representan una disminución o elevación de determinados estímulos, incluso la desaparición de algunos y el surgimiento de otros. Sin duda caeríamos en un finalismo pueril si creyéramos que únicamente !as circunstancias actúan como remodeladoras de formas y funciones, pero debemos ceder a la evidencia de que profundas transformaciones dependen, precisamente, de esa acción que en cada uno de sus cambios actúa con singular constancia. No es Ótra la condición del psiquismo; los órganos cerebrales han adquirido una acción psicógena, pero, a diferencia de las glándulas, no son responsables únicos de su producción. La mente sólo tiene de cuantitativo la posibilidad de realizarse a base de determinadas funciones, pero el material que elabora rio es propio, sino recibido a través de los receptores sensoriales. Toda excitación está seguida por una reacción que se acentúa o atenúa con la repetición y que señala a partir del tropismo la génesis de la afectividad. En efecto, la reaéción que sigue a todo estímulo es, objetivamente considerada, una respuesta de adaptaci6n, esto es, . una manera de mantener el equilibrio entre medios interno, orgánico y ~edio externo, natural o social. Medida en sus alcances biológicos, está representada por patrones. cuantitativos, que de individuo a individuo apenas ofrecen una variabilidad apreciable. La uniformidad de la: reacción está en razón directa con la primitividad del mecanismo biológico e inversa a su complejidad creciente, según líneas evolutivas más perfeccionadas. En la misma medida que progresa el proceso de cerebracióri, la indiviciualidad reactiva se acentúa y la reacción se produce ante estímulos menos acusados o más indirectos. Psicobiológicamente están presentes los primeros rudimentos de la afectividad, lo agradable o desagradable aparece condicionado por la respuesta. Recordemos, para no pecar . ni siquiera en apariencia de antropomorfismo, que lo agradable o desagradable representan tanto én el infusorio como en el hombre un estado de equilibrio o desequilibrio .de los medios internos en su mutua relación y en relación con el medio externo. Toda explicación dd origen de las emocio?es (vid. cap. VIII) reposa precisamente en un estado de equilibrio que, . ya sea humoral con Cannon, 0 de tono nervino con Wal.lon, tiene en su base la relación respuesta-estímulo. Cuando el estíi;nulo supera el nivel de la respuesta o se repite con insistencia que termina por estereotiparla llevando al máximo lás respuestas que procuran un equilibrio sin lograrlo, aparece lo que cualitativamente y bajo forma · de p~nsamiento expresamos como desagrado; así, cuando entre estímulo y respuesta 5e alcanza un equilibrio, tenemos lo que cualitativamente llamamos
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agradable. Las gradaciones de la afectividad que se desarrollan en relación con los procesos filo y ontogenéticos del desarrollo nervioso representan, merced a la acción ,de niveles nerviosos más complejos y menos estereotipados en sus funciones, posibilidades de variación cada vez más amplias. Tanto el paramecio que se retira del lugar donde se eleva Ia temperatura del agua, o sigue la marcha de la luz sobre la misma, como el hombre que huye aterrorizado de un incendio o se extasía ante una puesta de sol, reaccionan fundamentalmente en razón de la misma búsqueda de equilibrio entre el medio interno y externo; claro está que la diferencia cualitativa es inmensa, precisamente por íos niveles de integración en juego y por el fenómeno del psiquismo. El "desagrado" y el "agrado" del paramecio están representados por índices de presión, temperatura, fluidez de humores, en tanto que el miedo y éxtasis del hombre llevan incorporados valores que representan la estructura psíquica creada a través de la interacción individuo-medio social. Por supuesto, no unificamos la conducta celular y la humana, ni siquiera vemos en la segunda una reacción directa a circunstancias externas como quiere el conductismo, :>ino que señafamos el común patrón filogenético de las reacciones básicas de animales y de hombres, reacciones que evolucionarán después y' a través de la integración social, en este último, hacia el plano de la vida afectiva que será, no obstante, siempre el primer eslabón -a base del agrado y desagrad~ del desarrollo mental del niño (vid. cap. V). Simple o compleja, ya sea la reacción animal apenas un cambio fisicoquímico del equilibrio interno como en el paramecio, o alcance las infinitas posibilidades de la afectividad humana, no basta para explicarla la doble componente individuo-medio. En la medida que el animal, incluido el hombre, siente. o piensa, actúa, lo hace con todo su organismo y en relación con el ambiente presente. Mas ese organismo y ese ambiente no son creación ex nihilo, proceden de otros, y en la sucesión han sufrido cambios que a su vez repercuten en la reacción. El pasado de la especie como el pasado del medio están siempre vivos y presentes en la conducta actuaL Esta presencia, observada tantas veces por investigadores apasionados, ha sido, sin embargo, muy poco tenida en cuenta hasta nuestros días por biólogos e historiadores. El determinismo en biología y en historia -natural y humana- terminó por señalar una repetición cuya constancia explicó la teoría de la inmutabilidad de los instintos y fa suposición de condiciones orgánicas múltiples y precisas. Para cada especie se acepta la condición de estructura y desarrollo sine qua non de . determinados aparatos: acuidad visiva, olfativa, auditiva, cuyas posibilidades se repiten de generación en generación imponiendo siempre el mismo límite, obligando á las mismas e invariables reacciones. La noción de instinto con su concepto de rigidez, de invariabilidad, de repetición mecánica sin importar las circunstancias en que se realiza la acción ni el pasado que la prescribe o moldea al medio, ha terminado en bancarrota frente al enfoque 1 psicogenético en psicología y evolutivo en .biología. Las condiciones orgánicas primarias se revelan insuficientes para explicar la conducta básica de los individuos como revelan el amaestramiento y el aprendizaje. El amaestramien-
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to, al establecer nuevos reflejos condicionados, puede acrecentar, por ejemplo, la acuidad auditiva de los peces; las abejas pueden ser llevadas a reconocer figuras geométricas que están fuera de sus posibilidades visivas usuales, y sería repetición inútil referirnos a lo que puede el aprendizaje en el hombre, en especial a través del niño. Fácil es comprender que el ser vivo no es una máquina idéntica a sí misma e independiente de su funcionamiento. No caer en la cuenta de esto y considerarlo lisa y llanamente predeterminado anatómica y funcionalmente en todos sus aspectos es destruir por la base la razón de la evolución mental que lleva en el individuo y en la especie del acto al pensamiento, descuidar sobre todo el delicado problema de la inteligencia. En experiencias selecciohadas el fisiólogo y el psicélogo pueden demostrar la constancia de los reflejos y de sus series, pero, como prueban los trabajadores de la escuela pavloviana, no existen para el caso esquemas rigurosos en condiciones psicobiológicas normales. La posibilidad de condicionar reflejos, de asegurar su estabilidad, de crear inhibiciones corticales, de extinguirlos, aumenta con la complejidad del sistema nervioso y resulta infinita en cuanto a respuestas y condicionantes en el hombre, tanto en la vía experimental como en las condiciones corrientes de la vida en sociedad. Antes de nacer, todavía más cuando aún el embrión no tiene su estructura definitiva, el ser vivo está sometido al dominio del medio. La . constitución límite, posibilidades psicógenas, motrices, están señaladas a t~avés de la herencia (vid. cap. XI), biológica y psicológica, por huellas en la materia viva. Si una misma excitación se repite de generación en generación, la reacción consecuente se facilita o dificulta; tal es el caso de las ratas criadas por Pavlov, que de padres a hijos requerían siempre menor número de aplicaciones del condicionante para establecer el reflejo condicionado. Tal es el hecho fundamental de la herencia de los caracteres psíquicos, del psiquismo mismo. Representa la expresión cualitativa de dos fenómenos cuantitativos: excitación-reacción, pero en este juego dialéctico la síntesis, la mente, tiene valor relativo e histórico. Relativo, puesto que depende en su expresión de estímulos perfectamente determinados por las circunstancias; histórico porque en lo biológico trae como posibilidad la capacidad funcional que predeterminan estructuras heredadas y que desarrollarán estímulos nuevos en los antepasados. Además, la función se desarrolla y perfecciona en relación con los estímulos, que varían con el medio. En lo que respecta al hombre, que ha prolongado sus reacciones a través de la acción instrumental de las manos, y a éstas por herramientas y máquinas, las relaciones con el medio son muchísimo más variadas. El medio humano cambia constantemente porque cada generación lo transforma. Una diferencia tajante entre animal y hombre está en que las circunstancias configuran a ambos, pero el hombre es el único capaz de modificarlas o de crearlas.
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En todo proceso de adaptación encontramos un optimum que representa el conjunto de los valores individuales y sociales, y de los ~lementos del am-
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biente, en razón de los cuales la adaptación del individuo y del grupo se realiza mejor. Este concepto, cuya importancia los botánicos fueron los primeros en comprender y que llaman efamorsis, según la denominación propuesta por Vesque, designa un estado de equilibrio entre los caracteres somáticos y funcionales, · y los recursos y caracteres del medio. La realización de la efamorsis supone una cierta estabilidad del medio y del grupo. Antes que una especie alcance el optimum que asegura condiciones viables de supervivencia, se requiere un proceso a través del cual la incorporación del tipo social o de grupo se integra por· completo en el tipo individual, proceso que se cumple con mayor intensidad y más acabadamente en relación directa coh el nivel en la escala zoológica; esto es, cuanto más. inferiores los seres vivos, mayor la uniformidad de caracteres .entre individuos y grupo. ' El Romo sapiens ~epresenta una gran especie, como la llaman los naturalistas, que se compone de grupos aparecidos ·en épocas diversas y en el interior de los cuales todavía hoy se distinguen formas arcaicas y progresivas, caracterizadas por procesos de adaptación biológica y cultural muy dispares induso en medios geográficos de gran similitud. Esta disparidad se explica psicológicamente por el hecho de que el pasaje del acto al pensamiento, del hominida al hombre, representa el salto de la actividad vegetativa a la cognoscitiva y, contemporáneamente, .una pérdida de la estricta adaptación biológica a las circunstancias ambientales, que pasa a producirse en niveles más plásticos, menos rígidos y estables, éomo son los mentales. En efecto, cuanto m~nos. inteligente es la conducta del animal, más estabilizados son los patrones de la misma y, correlativamente, está menos desarrollado el sistema nervioso superior. En este sentido, los insectos resultan los organismos más afortunados en la lucha por la existencia, puesto que abarcan más de las dos quintas. partes de los 2.500.000 especies existentes; las hormigas solamente involucran 3.500 de esas líneas. , El estudio de estas últimas revela un doble fenómeno: como grupo muestran gran plasticidad adaptándose a circunstancias muy diversas, pero dentro de la especie existen castas con una constitución bien definida, con capacidad únicamente para tareas rígidamente circunscriptas. Las adaptaciones de la especie están determinada.s por factores estables ~genéticos, de nutrición, temperatura, etc.-,-,. pero dentro de ésta los individuos carecen de toda posibilidad de variación, ·de modo que la actividad queda prescrita por la estandarización de la. colonia· y nunca por los intereses o capacidades de . los individuos, genéticamente prefijados. El sistema nervioso de los ·insectos enseña que los reflejos determinantes de la conducta ·con tan exacto determinismo están controlados por una rígida disposición funcional, la misma en todos lo~ individuos de la casta, que cierra el paso a. cualquier proceso de adaptación diversificada. Son líneas filogenéticamente terminadas ..:.:.según la ·expresión de Jeannel- cuya supervivencia está asegurada únicamente por una enorme fecundidad que compensa dentro del equilibrio ecológico las grandes pérdidas de individuos a que da lugar la conducta estereotipada que les es propia.
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Si de los invertebrados pasamos a los vertebrados, encontramos, a medida que éstos se elevan en la escala zoológica, diferencias cada · vez más fundamentales. En los invertebrados los cambios adaptativos son cambios dd grupo como comunidad, que han terminado en una especialización funcional de los individuos con órganos que los dividen naturalmenté en castas y cuya acción instrumental es nula fuera de la actividad comunitaria: abejas y hormigas recolectoras, ponedoras, etc. Estos cambios individuales vedan toda posibilidad de supervivencia aislada de los individuos y solamente aseguran la subsistencia del grupo. Ningún Robinson Crusoe abeja u hormiga podría vivir aislado de sus compañeros. El individuo es un engranaje en la actividad adaptativa del ,grupo, subsiste y se adapta en función de éste. Si de la función pasamos a los órganos de adaptación por excelencia, al sistema nervioso, descubrimos que su plan es similar en invertebrados y vertebrados, . pero con modificaciones cuantitativas y cualitativas que se revelan sorprendentes en la adaptación a los diversos modos de vida, para culminar con la estructuración y funciones de la corteza cerebral. La paleontología revela que de reptiles primitivos desaparecic!.os partieron dos líneas .evolutivas divergentes; una condujo a las aves, y la otra a los mamíferos actuales. Ambas líneas se caracterizan porque la porción peduncular de los hemisferios cerebrales aparece extraordinariamente desarrollada1 . pero con la diferencia de que la cm::teza cerebral que la cubre es apenas notable en algunas especies, más conspicua en otras; inferi9r en las aves, superior en los mamíferos, y extendiéndo.se, diversificándose en éstos a medida que pasamos de los inferiores a los superiores. El desarrollo. y diversificación de la corteza cerebral en los vertebrados está en dir~ta relación con ' 1a estructura corpórea y el grado de adaptación a las circunstancias biof6ricas. La fábrica ··corpórea . de los pájaros ofrece un grado de especialización más acentuado que el de los mamíferos, y en conexión la porción peduncular de los hemisferios y las estructúrás del tálamo están mucho más diferenciadas. Estas estructuras se encuentran en directa relación con el control de los reflejos innatos y las reacciones organoafectivas, componente que en las aves es más patente que en otros animales. Esta cerebraCión progresiva, que abre un abismo entre invertebrados y vertebrados, pone de manifiesto un nuevo tipo de adaptación al medio ambiente. Las especies de aves, sin ser tant;¡i.s como las de insectos, son numerosísimas y se ada,ptan a una muy amplia gama de condiciones ambientales. Tal adaptación procede en sus lineamientos generales de la misma manera para ambas líneas, realizándose a través de la especie, pero el pájaro como individuo revela una capacidad para resolver nuevas dificultades, esto es, inteligencia, superior a la del insecto. Sus "experiencias personales", o dicho sin presupuestos antropomórficos, sus reacciones como unidad organopsíquica, y no como unidad psicosocial, son más ricas, más variadas y menos uniformes. Los mamíferos poseen un grado elevado de cerebración; la corticalización de los hemisferios cerebrales aumenta en relación directa con el nivel evolutivo y señala en cada escalón una conducta de carácter cada vez más indivi-
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dual, menos spmetida a la plasticidad adaptativa de la especie y que reposa, por consiguiente, en la capacidad del individuo para variar las circunstancias que lo rodean. La acción inteligente desplaza gradualmente al factor genético en el papel adaptativo y culmina con la praxis, que da lugar a la ubicuidad de la especie humana.
* La especie humana está repartida en todo el globo, aunque todavía se discute de áreas geográficas más o menos favorables para el desarrollo del hombre. Sin duda el medio físico ejerce innegable influencia sobre la evolución de las especies, pero en lo que al psiquismo humano se relaciona, nuestro bagaje de conocimientos es todavía pobre. Sabemos que se observan variaciones de intercambios osmóticos con la carga eléctrica del medio, que d comportamiento de animales varía según sea positivo o nega:tivo el campo eléctrico atmosférico. Los hombres se deprimen cuando el gradiente es nulo; la electricidad positiva excita el simpático, el aumento de iones positivos eleva la cronaxia de los nervios motores y sensitivos, así como su umbral de receptividad. La actividad sexual de la rata se acrecienta por absorción prolongada de aire ionizado negativamente. En el fondo, poseemos pocos datos experimentales y es aventurado reunir esta.s evidencias con otro aspecto que tuvo grande influencia en los estudios de psicología social de hace unos decenios, las acciones telúricas a través de la composición del suelo, · cuya riqueza o pobreza en oligoelementos actuaría a través del régimen alimentario sobre el equilibrio humoral y las funciones mentales, caso concreto del bocio y el ere" tinif.mo. La facilidad creciente del transporte de alimentos y los intercambios más fáciles de personas no parecen haber influido radicalmente en la situación; resulta, pues, prematuro explicar, a través de la unión de estos elementos con los relativos al estado eléctrico de la atmósfera, la idiosincrasia de las poblaciones de los litorales, desiertos y montañas. La precariedad de datos y nueva3 pruebas que sacuden la firmeza del determinismo geográfico en lo que respecta a la actividad propiamente mental de las comunidades humanas, ha llevado a considerar dos aspectos diversos en el proceso de adaptación biológica y mental de los individuos al medio: alimentación y estructuras sociales. La subalimentación es demasiado frecuenk en las clases populares y, como observara agudamente Sion; el "pintoresquismo" de los pueblos "indolentes", la pereza telúrica de los indios y negros, por ejemplo, el determinismo étnico que tantas veces se utilizó como argumento literario y justificación racional de la situación de poblaciones que vegetan o. se destruyen paulatinamente, está en realidad en la disminución de la capacidad de esfuerzo continuo y regular debida al hambre endémica. Desde los magníficos trabajos de- Josué de Castro, la atención se ha vuelto hacia los asaltos del hambre en la superficie del globo. Para una porción importante del género humano el horizonte mental está restringido por la necesidad de hallar el alimento cotidiano. Existe una psicobiología del hambre, y si las enormes zonas de las carencias alimentarias no bastaran como prueba,
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están los hechos observados en Europa, en el transcurso de la última guerra, en que psicosis graves se revelaron como índice de pelagra, enfermedad ca. rencial por excelencia. Jtmto ' a este fenómeno de carencia no motivada por hábitos individuales o comunitarios está, además, presente el que deriva de la relación de todo un complejo de "ideas y de sentimientos relativos a la alimentación, condicionados por el medio en que se desenvuelven grupos humanos. Tabús alimentarios inciden profundamente sobre este aspecto y llevan a considerar la cuestión alimentaria desde otro ángulo que el clásico balance de calorías. Las relaciones entre el complejo social, los fenómenos mentales y el proceso de adaptación son insolubles y la interacción adquiere caracteres dialécticos de innegable resonancia para el presente y futuro de esos grupos, con el horizonte a veces limitado por prohibiciones de naturaleza religiosa o social. Dentro de este cuadro, dos aspectos son dignos de destacarse: las poblaciones sometidas al hambre endémica señalan un índice de natalidad superior al de regiones no carenciales; los períodos difíciles, desastres, guerras, etc., señalan en otras poblaciones iguales resultados. Existe una relación directa entre exacerhación del apetito sexual y carencia alimentaria. La explicación basada en pautas culturales se quiebra ante este hecho irrefutable. Por otra parte, estructuras sociales imprimen su sello en . el complejo psíquico de los individuos y determinan conductas específicas fuera del medio social, económico y físico que pudo determinarlas. Tal es el caso de los hindúes en Guadalupe, que diluidos por ' el mestiz~je siguen, sin embargo, _las normas de una sociedad encasillada en capas jerárquicas. Si bien el régimen de las castas no rige jurídica ni moralmente en Guadalupe, subsiste la resignación milenaria de shudras y shandalas. E>te hecho muestra hasta qué punto las estructuras sociales pueden gravar el patrimonio hereditario del individuo (vid. cap. XI). En este sentido, el habitante de las ciudades brinda el ejemplo más acabado; está sustraído por completo de la presión del medio natural e inmerso en una atmósfera social cuya complejidad, comparada con el medio natura~ es tan grande que lo aísla de todo contacto con la naturaleza y la agrupación espontánea de semejantes. En esta estructura, los grupos pi<>rden la unidad psicobiológica, que aparece suplantada por lazos psicosociales: grupos de oficios, religiosos, con independencia del nivel social de los miembros de la cofradía, lo cual otorga al hombre de ciudad una mentalidad totalmente socializada. El individuo no se interrelaciona directamente con el medio, lo hace a través del grupo específico al que pertenece, e incluso sus necesidad.es vegetativas, alimentarias y sexuales, por ejemplo, aparecen regidas por normas que caracterizan concepciones del mundo y de la sociedad determinadas por la acción práxica común al grupo. La cuestión sexual es un ejemplo sorprendente; la pequeña burguesía está sometida a una serie de reglas y principios que en nada o poco cuentan para el proletariado y las clases superiores, y que· en su esencia poseen sentido patrimonial: virginidad femenina, legitimidad de los hijos, adulterio femenino penado con rigor sin igual en su equivalente masculino. Estas normas tienden a evitar la división
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del patrimonio, la intromisión de herederos de filiación dudosa, y procuran suplantar con la creación de · valores morales la práctica del mayorazgo, que persigue idénticos fines y todavía existe en grupos intrínsecamente rurales o que fuera de ellos as~entan su patrimonio en bienes raíces. Dentro del juego de las fuerzas "urbanizadoras", la marca del oficio y de la categoría social ponen su sello al individuo, crean lo que Diderot llamaba la condición, y que es tan· apreciable en el habitus corporis como en la estructura mental y reacciones que de ambos derivan. Este modelado se ejerce de dos maneras: una directa, que opera a través de la repetición de los mismos gestos y actitudes profesionales centrad.os en un mismo objetivo y persiguiendo valores comunes; la otra, a través de una ideología sirnilhr derivada de la común responsabilidad, interacciones, tabús y . prejuicios de clase. Representaciones colectivas señalan en cada caso normas y obligaciones, e imprimen una escala peculiar de valores; así como estereotipan la praxis, encauzan el pensamiento que de ella deriva por carriles más o menos uniformes, pero en todo caso convergentes. El análisis psicológico . de cada oficio y profesión, todavía no realizado en sus aspectos más profundos y singulares, explicaría con meridiana claridad este proceso cuyo mecanismo compete a la sociología y a la psicología social aclarar. Si una conclusión puede y debe establecerse, es que tan~o las funciones biológicas como las mentales están enraizadas con el medio natural y sociai, de los que reciben estímulos aceleradores, retardadores u. orientadores de su desarrollo. Los encuadres ofrecidos por el medio físico · y humano no son formas muertas, modeladoras por . inercia. Vivas, cambiables por la praxis a través de la acción de individuos y generaciones, su presión se refleja en la cohesión de la personalidad -tanto física como mental~ que se logra. Cuando estcis cuadros se desintegran, sobre todo los sociales en épocas de transición. de · profundos cambios económicos e ideológicos; u · ofrecen simplemente cambio~ de equilibrio, los efectos se hacen sentir prímerameilte· y sobremanera en lo mental. Las personalidades menos resistentes pierden cohesión psicoceptiva, se alienan del grupo y se multiplican en consecuencia las psicosis. Las personalidades lá!liles se desintegran. De este modo todos los elementos del medio -físico y social- actúan sobre todos los aspectos de la vida ..:.:_psíquica y biológica- y en todos los grados de su desarrollo, acción que se ejerce directamente sobre el individuo e indirectamente a través de la especie. La acción directa se observa más fácilmente en lo mental, la indirecta se canaliza en lo biológico y actúa por herenci:i a través de somaciones (vid. cap. XI) . De ambos aspT!ctos todavía existen puntos que cabe cuestionar, fenómenos cuyo . mecanismo intrínseco se nos escapa o se interpreta por lo común metafísicamente, y valga para el caso el ejemplo espectacular de los genes, pero de todos modos ta accióo del medio aparece cada día como algo más que una .hipótesis de trabajo.
Segunda
LA
Psicolog ia genética.-5.
EDAD
parte
EVOLUTIVA
CAPITULO V
INFANCIA
El nino y el adulto. Razón del desarrollo psíquico. Del acto y el efecto a la actividad lúdica. Las disciplinas mentales. Edades de la infancia. Especulativa, sometida · a los avatares de la introspección o de la experimentación . como únicos métodos hasta bien entrado nuestro siglo, y para corroborarlo basta echar una mirada a los más importantes manuales publicadas en casi todo el primer cuarto de centuria, la psicología sostuvo la afirmación racionalista de la identidad ingénita del pensamiento humano. A pesar del gran acopio de datos sobre el niño y sus manifestaciones psíquicas, los hechos de observación producían la impresión de una masa que aumentaba incesantemente y sin que se encontrara en ella el cabo de un hilo conductor fuera de que una hipotética línea continua que partía del niño hasta alcanzar al adulto. Esta apreciación diferenciaba las diversas edades únicamente por el volumen de los contenidos de conciencia y, por supuesto, por el grado de experiencias que podían recoger los individuos en el lapso vivido. El niño resultaba una reducción homotética del adulto, y con una imagen del más puro corte pitagórico podemos decir que se lo consideraba una esfera cuya fJUperficie ~apacidades mentales--- aumentaba en razón directa del diámetro --experiencias personales. El pensamiento de Rousseau, de que todo .m;ultado en la formación intelectual depende del desarrollo individual de [lacultades innatas, sella su alianza con el sensualismo de Condillac. Bajo una u otra forma, ya fuese con enfoque idealista o materialista, el "espíritu" del Jliño aparecía como tabula rasa. · El niño, observado como germen que encierra en potencia o en cantidades "1ínimas todas las posibilidades del adulto, aparecía a través de la evolución ¡IDental con los mismos modos de sentir y de pensar de los contemporáneos payores, con los de su medio y de su época. Si una diferencia se establecía aa aberrante, y se terminó por reconocer que tal aberración, por ser constante, aa ineludible, necesaria. La psicología se abocó a demostrar el mecanismo de dicha aberración y a través del experimento, en especial del análisis de las sensaciones, procuró detallar las diferencias cuantitativas que cavan la lusa entre el niño y el adulto. Desde el punto de vista biológico, la evolución del individuo está deter~da por la constitución genotípica, presenta el carácter de una apogénesis fijación de cualidades que se desarrollan sobre las líneas de fuerza de las 67
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energías embrionarias. No obstante, la epigénesis, o adición de partes que no preexisten en el esquema originario, cobra preponderancia en el desarrollo mental. • Basta detenerse en el proceso de socialización a que esté sometido cl niño para comprender que su postura frente a las cosas y a sí mismo difiere radicalmente de la del adulto, detrás de la cual actúa un proceso de madu· ración sometido a doble juego de influencias: el sistema nervioso, que coa la jerarquización de sus diversos niveles crea cada vez nuevas posibilidadet de acción que, a su turno, solamente se revelan viables en la praxis, cuando el individuo las ejercita integrándose al medio. La maduración tiene significado biológico con respecto a las funciones mentales en la medida en que éstas, como "materia" del pensamiento, dependen de la anatomía y la ·fisi°"' logía del sistema nervioso superior. Sin duda en la primera infancia· 10 biológico es constante primordial, y la nota saliente está dada por las sucesival etapas de integración neurofuncional. El niño aprende, se socializa, según ~ permiten el desarrollo nervioso y la consecuente evolución de la motricidadi Las posibilidades funcionales abren, contemporáneamente, nuevas vías de j~ rarquización mental; con cada nivel integrativo se amplían los campos de acción del estímulo. Alcanzadas jerarquías neurofuncionales óptimas (vid. capítulo III), las que poseerá sin variantes el adulto, cobra importancia decisi\131 el factor social y se convierte en dominante a partir del primer quinquenit de vida, cuando el niño entra en la comunidad escolar. · Para quien considera estos momentos en su totalidad; la sucesión es· d]s., continua, el pasaje de uno a otro no se realiza por simple ampliación, sinQ por reestructuración. A medida que progresa la ontogénesis y se . suced~ nuevas etapas neurodinámicas, actividades preponderantes de una edad da¡ aparecen a veces súbitamente. El reemplazo, que afecta a menudo la COiloi! ducta total del individuo, señala crisis que de antaño han sido empíricamenJI descritas por los educadores. El desarrollo aparece jalonado por conflictQI que ponen en evidencia la pérdida de las motivaciones de una conducta y inseguridad para asumir otra. Tales conflictos están provocados por el ambiente, por los hábitos educativos que imponen los adultos; el niño dejadl a su arbitrio pasa insensiblemente de un período a otro, abandona modos di: acción con la misma natural indiferencia con que asume nuevos. Mas lal normas del aprendiza je, y en especial de la escolaridad, están edificadas sobail un concepto de continuidad justificado culturalmente y cuyos carriles exiget prosecución sin hiatus. El debe ser pedagógico choca con la evo~ución net.rodinámica y aparecen inseguridades, crisis en las cuales la conducta resul• visiblemente afectada. La resolución no es necesariamente uniforme, aunqtJI sigue en todos los casos dos caminos posibles. Por un lado lo resuelve la es. pecie; la estratificación de las preponderancias neurofuncionales a lo la11111 del eje cerebroespinal pone en acción y de manera sucesiva integraciones q~ quiebran y superan toda imposición educativa. Las crisis ·resultan absolutail destacan la marcha del proceso .ontogenético, y aunque el ejercicio aisladl de los efectos parciales prontamente modificados sea inútil desde el Pllllllll
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de vista de la conducta, representa en cada caso la afirmación de una individualidad lograda a través de la diversidad de complexiones psicomotrices. Cuando la imposición normativa del medio es demasiado rígida, el conflicto se agudiza a través del enlace de las funciones mentales y emotivas. Las primeras corresponden a los niveles psicomotrices superiores, las segundas señalan la actividad de sistemas arcaicos, pertenecen a dos etapas diversas de la integración, y el mundo de los adultos impone uniformidad en la formación mental, pero se destacan las diferencias emotivas que tiñen de matices diversos la conducta afectiva. Sometida a un doble proceso de maduración neurofuncional y de integración social, la evolución del niño oscila pendularmente entre uno y otro; la amplitud de la oscilación en este o aquel sentido depende de la presión de cada factor, pero es innegable que por su constancia el medio de los adultos termina por imponerse aunque no implica reconocer lo dado en lo asimilado por el niño. Las posibilidades derivadas de la integración neurofuncional al medio son tan amplias en el. niño que superan en mucho la capacidad de adaptación del adulto. Representan en cada etapa un nivel de integración diverso e indican la posibilidad de cambios mentales cuya limitación está sólo señalada por la cantidad y cualidad del estímulo. La evolución psicobiológica prepara al individuo adulto; la integración psicosocial, la mentalidad adulta, y la interacción dialéctica de ambos aspectos ofrece como sintesis la personalidad.
* La personalidad tiene carácter de síntesis y como resultante refleja la interacción, de factores biológicos y del medio. Está ligada a las circunstancias que rodean al individuo, y aunque lo mismo podemos afirmar del hombre y del animal, la personalidad únicamente pertenece al primero. Al nacer ambos, parten de un estado apenas superior al parasitismo, pero la marcha hacia el nivel adulto de la . especie muestra aceleración diversa porque las circunstancias qué rodean crecimiento y desarrollo humano no son inmutables, proceden de una sociedad compleja e inestable, y al traducirse en estímulos varían dentro de una gaina imprevisible. El animal nace, crece y se reproduce en un medio prácticamente constante ; las coordenadas biológicas del crecimiento se repiten con uniformidad sorprendente de individuo a individuo, de generación en generación; los estímulos que actú~n como catalizadores revelan la constancia propia de la naturaleza, a la que únicamente cambian larguísimos períodos. El medio del animal es natural; el del hombre social, inestable y cámbiante. En tanto que la ascensión neurobiológica del animal debe alcanzar niveles que apenas están en los albores del psiquismo, la del hombre debe siempre insinuarse por lo menos en una etapa superior. ;El tiempo que rige los cambios de medio para ·1a vida animal, y por ende J:Ualidad de los estímulos, es el geológico, extremadamente lento, dilatado a lo largo de evos cósmicos. La uniformidad biológiea representa, en este caso,
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la uniformidad de estímulos. Por el contrario, la sociedad pone al individuo a cubierto de los estímulos naturales; le pertenecen todas las fuerzas, acciones que impulsan al crecimiento y, sobre todo, el desarrollo, en tal grado que superan o anulan los estímulos del medio natural. A través de los cuidados maternos más simples, la malla que separa individuo y medio natural está tendida. El tiempo del desarrollo humano resulta histórico, en constante devenir para los individuos por su brevedad, y el nivel que deben alcanzar para ser persona se escalona de manera ascendente de generación en generación. En cuanto a factores del desarrollo, hombre y animal comparten grosso modo idénticas proyecciones aunque· cuantitativamente diversas en los resultados. Como ser biológico, el animal representa a especies de evolución terminada. La amplitud de duración del tiempo geológico en que transcurre su existir excluye cambios continuados; la persistencia de estímulos idénticos determina el nivel de ll:!.s reacciones. Por el contrario, las transformaciones cualitativas constantes del medio social se traducen, mutatis mutandi, en transformaciones cuantitativas de tipo neurobiológico. Las enormes posibilidades de un sistema nervioso superior que carece ·de especificidad funcional se revela en cambios continuos y la actividad nerviosa superior como proceso mental aparece así históricamente condicionada. El desarrollo del niño implica la interacción de factores de origen biológico y social, que se desplazan en relación con la especie sobre una coordenada histórica. Al mismo tiempo que en cada etapa de la infancia se realizan espontánea. mente las posibilidades de reacción del equilibrio estable entre factores biológicos y condiciones biofóricas, se tiende a producir cambios ajenos a esta reacción natural y que derivan, a la vez, de causas orgánicas y de la variación cualitativa de los estímulos. La razón del crecimiento no está, pues, en el presente sino en el tipo de especie a que pertenece el adulto a lograr, y dentro de la ontogenia en cada etapa se logra un tipo filogenéticamente acabado. La relación órgano-estímulo asegura la actividad presente, pero al mismo tiempo la dinámica de órganos y estímulos prepara reacciones que únicamente tendrán razón de ser en edades ulteriores. Dentro de la apogénesis, el tipo de adulto a lograr es previsible, está representado por lo que se ha dado en llamar genotipo, y que representa el plan según el cual se desarrollan las disposiciones que cada ser recibe en el acto mismo de la fecundación. Si el genotipo se logra sin cambios, trastornos o modificaciones, se obtiene el adulto uniforme; característico en sus reacciones, previsible sin variaciones cualitativas de generación en' generación, propio de la norma animal. Pero en la marcha onto y filogenética del ser humano interviene con carácter de epigénesis la historia, que al cambiar en su cualidad a los estímulos varía la respuesta y modifica al organismo. De tal modo, la realización del genotipo no es necesariamente sucesiva, puede no ser total en una o varías etapas y las .circunstancias --educación, por ejemplo-- variarla en más o menos, con · lo cual se constituye el fenotipo. La existencia del ser está basada en el genotipo y constituída por el fenotipo. En el primero se halla inscripta la · crónica de la espeeie, en el segundo la del individuo, y la mutua acción y reacción, dentro
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del margen de mayores o menores diferencias que los separen, conforma la personalidad, perfil psicobiológico que destaca constantes invariables en cada edad y se realiza como individualidad en el tipo adulto. Aunque el perfil psicobiológico del niño y correlativamente el desarrollo mental suponen la interacción de factores internos y externos, no es difícil distinguir la participación respectiva. A los primeros es imputable el orden riguroso de las fases, de las cuales el crecimiento de los órganos es condición fundamental; a los segundos es dado atribuir valor y alcance de las reacciones en cada fase, de las cuales el contenido psicosocial es condición sine qua non. La maduración del sistema nervioso, con sus etapas implícitas de cerebración progresiva, señala el plano de relación de la somatogénesis con el valor cuantitativo del estímulo. La integración del individuo al medio representa el punto de partida de la psicogénesis, momento en que los factores internos y externos cuantitativos devienen cualitativos, en que la vida mental surge como característica de la e&pecie, y su nivel determina el grado alcanzado por el individuo dentro de la misma. El hombre adulto dispone de actividades que le permiten desviar, detener o superar estímulos del ambiente inmediato; esta acción, ejercida a través de la praxis y la gnosis, permite determinar, en relación con el niño, grado, cualidad y duración del estímulo, con 10 cual se varía el equilibrio entre factores internos y externos, y establece, según necesidad, la preponderancia de los segundos. La educación es el vehículo, y los fines de la misma el grado asignado al alcance de la acción ortopsicogenética; claro está que su fuerza, con ser grande, únicamente se ejerce plenaniente cuando su ritmo se acom· pasa al de la somatogénesis. Los motivos que el adulto descubre en sí mismo, y son los reguladores internos de su conducta; apuntalan la acción educadora que ejerce sobre las generaciones qui; le siguen. No obstante, existe una relación inversa entre riqueza en posibilidades y terminación de órganos y sistemas; cuanto más grande el número de posibilidades, mayor la indeterminación orgánica y, por ende, más amplio el margen de progreso, puesto que una función que todavía no se fijó en un objetivo puede adaptarse a circunstancias diversas. No es otro el valor de la educación que comienza con los primeros pañales, ni diversa la posibilidad de desarrollo mental característica de la especie humana, asentada en el neopallium, o última adquisición filigenética del sistema nervioso, sin funciones de expresión que precedan con. gran antelación a las de realización. Se preludia de esta manera la acción instrumental de la mano y la gnósica del lenguaje, que califican netamente a1 hombre, animal social por excelencia.
* Cada día son menos los psicólogos que subestiman la maduraci6n neurofuncional y procuran, además, formular hipótesis al margen del concepto de integración, tal como lo hemos delineado. En el desarrollo de los movimientos y de los reflejos en el recién nacido y en el lactante, los pasos de la maduración neurofuncional están jalonados por una desaparición .paulatina
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de la gran excitabilidad refleja que caracteriza al párvulo, y señalan la autonomía funcional de diversos y sucesivos niveles nerviosos, pero sin que to~ vía intervenga la acción reguladora de la corteza cerebral. El último pa!q la cerebración, está alcanzado cuando comienzan la marcha y el lenguajq Desde el nacimiento hasta ese momento el tono muscular desempeña un pa~ importantísimo; durante los primeros doce meses de vida la característiail saliente está dada por la hipertonía, que revela una contractura fisiológicic de la musculatura infantil. A partir del año o año y medio, se instaura é estado contrario, la hipotonía, que permite las actitudes acrobáticas típiC311 del pequeño y dura, aproximadamente, hasta el primer trienio. Para cuanda llega este momento, la estática -producto de las sensibilidades intero y pro-o pioceptiva-, la posición erecta -resultado de la tonicidad muscular-, están coordinadas y se les suma la precisión de los movimientos, producto de la noc}ón de cuerpo propio y de la exploración del espacio circundante por med~o de la sensibilidad exteroceptiva. El niño ha alcanzado la etapa de la locomoción en el sentido estricto del término. El desplazamiento representa al movimiento intencional; la dirección estí dada por la actividad mental. La respuesta directa a excitantes resulta supl~ tada por. la necesidad que deriva del pensamiento, elaboración racional de estímulos del mundo exterior e interior --como factor biológico- refleja~ en la .conciencia. Para que esta elaboración tenga lugar es menester que 1CJ1 receptores exteroceptivos alcancen pleno ejercicio funcional, para el cual es indispensable el desarrollo motriz, en cuya base está la maduración del sistema nervioso, La sensibi~dad realiza el primer paso de la integración entre el ser biológico y el mundo circundante, intercalándose entre ambos, y coill
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una abstracción de cuyo nivel todavía está lejos el infante. Toda acción se mide por los cambios subjetivos u objetivos que produce o tiende a producir; en el infante únicamente cuentan los segundos. Si bien es cierto que a las acciones repetidas o abandonadas de inmediato podemos sumar la sensación de agrado o desagrado, la subjetividad necesaria para alcanzar el placer, y en un plano racional la satisfacción de la acción cumplida, está en sus primeros bosquejos. El gran valor del efecto sobre la evolución mental está, precisamente, en que activando la afectividad primaria del agrado y des.agrado, y llevando paulatinamente al distingo entre efecto y acto, conduce a la distinción de sujeto y objeto, echando las bases del pensamiento racional. Todavía en el adulto los más primitivos de los efectos son los más subjetivos; el gesto puede encontrar finaliJ.ad en -la cadencia, el ritmo, en las figuras que traza --como en la danza- y ser fuente de actividad en el párvulo, y en muchos idiotas, aunque también perdure como tal en adultos cuyo pensamiento está lejos de un grado de abstracción suficiente. - De aquí al juego, el paso es inmediato. La evidencia de la relación está en que se confunde con la actividad total del niño en tanto es espontánea y no queda sometida a disciplinas educativas. En cuanto a su gradación -dentro de las distinciones que es de uso establecer- se rige por el patrón de las etapas que caracterizan la evolución acto-efecto. En primer término están los juegos · exclusivamente funcionales, después vienen los de ficción, los de adqu!sición, y, por último, como actividad práxica directa, los de fabricación, Los juegos funcionales están representados por movimientos simplicísimos como extender y flexionar brazos y piernas, agitar las manos, mover los dedos, tocar objetos en rápida sucesión acompañada de movimientos corporales, o balancearlos, hacerlos caer con la consecutiva producción de ruidos. La búsqueda del efecto, la necesidad de ejercer una· acción sin que una finalidad la guíe,_ la sorpresa que casi siempre produce el efecto sin que el niño logre establecer una relación causal con la acción, señalan la indistinción entre el p-opio cuerpo y las cosas, la expresión primaria de una afectividad todavía basada en el agrado-desagrado, que aún no ha establecido en un plano superior el distingo de sujeto-objeto, la antinomia placer-desagrado. En los juegos de ficción, cabalgar un palo, jugar a las muñecas o al médico, interviene lllla actividad más compleja; el niño conoce la relación cau_sal, busca producir un efecto predeterminado que, sin embargo, permanece en el ámbito de la subjetividad cuando incluso el pequeño cabalga sin siquiera montar un palo o cuando la acción es tan poco acusada que solamente el actor es capaz de reconocer a través de ella el efecto buscado. En los juegos de adquisición, el objeto domina totalmente; el niño es todo atención, escucha, mira, se esfuerza por comprender. Las cosas, los seres, los relatos y canciones "bobas" Jo fascinan. La acción queda relegada en segundo plano y el niño vive intenlilIIlente el embrujo del efecto que no produjo, que no puede producir hasta 'lanto. lo haya asimilado y ponga en juego la propia acción. Los términos de la relación causal aparecen invertidos porque ha comenzado el aprendizaje, ,,. de las causas se deducen los efectos, y no viceversa. Los juegos de fabrica~
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.ción inician la etapa racional; se unen, reúnen objetos, se los modifica, transforma y crean nuevas combinaciones. LaJ relación causa-efecto ya es clara: el efecto está predeterminado en el acto y no se lo busca como tal, sino que se persigue una variante. La acción es intencional, se ha convertido en praxis y abre las vías para la actividad instrumental. La actitud lúdica del niño, la persecución del efecto para motivar la acción, cede a una nueva etapa en la que intervienen reglas que fijan el tipo y modo de acción admitiendo únicamente efectos por todos esperados. El juego se vuelve colectivo, el niño pasó del acto subjetivo a la acción objetiva e inicia a través de la praxis la marcha hacia la gnosis. Comienza el momento cuando la imposición del medio puede sustraerlo de las ocupaciones espontáneas y hacerle seguir otras con no menor interés. La educación introduce el cultivo de las disciplinas mentales.
* Cuando el niño logra independizarse de las circunstancias, esto es, el momento én que no está acaparado por la búsqueda del efecto, sino que puede cambiar la atención y centrarla en otros intereses, es posible la sustitución de necesidades actuales por necesidades fundadas en anticipaciones o convenciones. El juego de fabricación se introduce como expresión espontánea de la etapa cronógena en que acción y conocimiento reunidos revelan pleno grado de maduración cortical; época del verdadero aprendizaje, en las comunidades subdesarrolladas o coloniales la iniciación del trabajo infantil, y en los puebfos con status social elevado la mayor incidencia del proceso educativo. Hasta entonces la nota mental característica es de inestabilidad; los actos motores sobre los cuales reposan actitudes y acciones infantiles resultan difusos, discontinuos. La puesta en marcha de Jos mecanismos motrices en forma tónica carece de continuidad y revela arranques súbitos seguidos de rápido relajamiento. De consuno la acomodación perceptiva se relaja rápidamente, no se fija con certeza en el objeto y oscila de un estímulo a otro. La jerarquización de los centros nerviosos está acabada, pero la actividad funcional todavía es anárquica y fácilmente el control cortical cede a instancias de centroo inferiores. Es sabido que Pavlov explica la diferenciación de los reflejos condicionados por zonas corticales de excitación e inhibición que se delimitan recíprocamente. Más especial resulta el excitante, más se extiende la zona de inhibición a expensas de la excitación. La dificultad de crear un reflejo condicionado aumenta con la selectividad del excitante. Este fenómeno, que estudiado en . la filogénesis revela el proceso ascendente de cerebración, se presenta cualitativamente idéntico en la ontogénesis, de donde resulta que con la misma progresión del fenómeno de mielinización en las áreas corticales del cerebro progresa la capacidad de inhibición y, por consiguiente, la atención se focaliza. La inestabilidad derivada de amplísimas zonas de excitación en el párvulo cede gradualmente a un equilibrio con la inhibición. En otros términos, el umbral de las cronaxias corticales se eleva y el estímulo capaz de pasarlo se vuelve cada vez más específico. Las ligazones, los bahnung
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entre áreas y zonas de la corteza cerebral se acentúan, trazan su "surco", y la percepción de analogfas, de caracteres próximos en las cosas, que destacó el pensamiento en la primera y segunda infancia, se vuelve percepción de diferencias. Junto al análisis se instaura la síntesis y con ella la capacidad de abstracción que marcha paralela con el desarrollo del lenguaje. Del objeto se pasa al símbolo. Desde el punto de vista mental, el pasaje del objeto al símbolo señala un hecho psicosocia1 de importancia capital : la escolarización, que cubre el período que va de los seis o siete años a los once o doce. Las resultantes biológicas del crecimiento y las propias del desarrollo mental sufren, con mayor fuerza que hasta entonces, la presión del medio social. Se establece de hecho la interacción de lo psicobiológico con la estructura socioeconómica de la sociedad y se instaura en el individuo un nuevo equilibrio en relación con el plano físico y el medio social. El aprendizaje cobra definitivamente carácter humano. Hasta este momento fue práxico, directo a través de. la acción; el niño aprendió Por repetición de actos propios ·de quienes le rodeaban, su actitud no difiere de. la del pollito que picotea, incitado por el picoteo de la gallina. Debe rehacer cada etapa del aprendiza je y pasar sucesivamente de los actos simples a los complejos, sucesión que· señala etapas de enlaces continuados. La base del conocimiento es la yuxtaposición, y de ahí que éste sea analítico, fragmentario, y el niño no disponga de esquemas conceptuales. . La escolarización, que señala a la vez equiÍibrio psicomotriz, dominio dd lenguaje, estabilidad de la atención e irrupción dirigida en los intereses sociales, sustrae al niño de las ocupaciones espontáneas para adentrarlo en el camino de las disciplinas mentales que suponen, inevitablemente, tal complejidad que ya no pueden ejercerse por ellas mismas o independientemente de las circunstancias. La búsqueda del efecto por la acción dej::i. gradualmente de pertenecer a las circunstancias actuales y el niño es capaz de perseguir fines más o menos lejanos siempre que, como observara Leontiev, esté sostenido por estímulos sensoriales que jalonen su esfuerzo de abstracción con símbolos concretos. El proceso revela con claridad meridiana la unidad de praxis y gnosis en la adquisición del conocimiento; se inicia en la edad escolar con predominio del acto práxico, alcanza de ocho a nueve años un equilibrio únicamente roto Por presión de las circunstancias educativas, según prime en ellas una tendencia práctica o verbalista, y entre diez y trece años poco a poco domina el aspecto gnósico, paralelamente con el desarrollo de la aptitud para la reflexión abstracta. En la misma medida que desaparece la perseveraci6n ligada a la inestabilidad psicomotriz se afirma la capacidad de continuar por mayor tiempo en una misma actividad. Por su parte, la disminución de la dependencia de lo actual concreto señala para el pensamiento el camino de la verdadera abstracción con el empleo y perfeccionamiento del símbolo. En la misma medida en que la conducta deja de apoyarse en la yuxtaposición, que los actos se ordenan y combinan según esquemas generales dentro de los cuales los efectos parciales dejan de ser un fin para convertirse en medio, la mentalidad infantil debe recurrir a hechos pasados que perdieron
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la calidad de concretos por ser rememorados y que llevan al empleo de soluciones para cuya obtención no se recurre una· vez más a la relación actoefecto, o a la acción práxica, y que obligan la substitución del acto por la idea, esto es, la palabra, símbolo humano por excelencia. Las relaciones condicionales que se realizaban en un rhismo plano para hombres y animales a través del "primer sistema de señales", esto es, por los sentidos, se trasladan al "segundo sistema", representado por la palabra. La relación sensorial es directa, concreta y actual; representa la aprehensión del objeto en su tangibilidad. Por el contrario, la palabra vuelve innecesaria o secundaria a lo sumo la presencia del objeto; su valor· conceptual aúna la síntesis de muchísimas experiencias directas y pasadas, gracias a lo cual cobra carácter histórico y permite coordinar acciones y efectos, relaciones causales actuales con las acaecidas en otro tiempo y otras circunstancias, inclusive a otros individuos. La palabra (vid. cap. XIV), único medio de enlace entre experiencias sucesivas e instrumento sine qua non para elaborar el pensamiento y expresarlo, refleja la síntesis práxica que por su valor histórico, acumulativo, se convierte en cualidad, en concepto abstracto. Este proceso que va de la praxis directa y circunstancial a la gnosis abstracta e histórica, que permite reconstruir con la memoria, se observa sin ambigüedades en el experimento de los esposos Kellog. Criados el cachorro de antropoide y el propio hijo bajo idénticas condiciones, la superioridad correspondió al simio en tanto el proceso de desarrollo neurofuncional estuvo en la base de la acción. Los límites de la inteligencia práctica fueron alcanzados por el mono antes y mejor, pero llegada la etapa del lenguaje en el niño, y con ella la adquisición de la experiencia colectiva, la posibilidad de apreciar actos y efectos en abstracto, de recibir con la síntesis hablada resultados históricamente avalados, la inteligencia reflexiva del humano cavó un abismo entre el hijo de los Kellog y su "hermano" mono. El antropoide se estanca definitivamente, y el hombre, para el cual ya toda acción manual tiene valor cognoscitivo, sigue una marcha ascendente.
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* El pasaje del acto al pensamiento no deja lugar a dudas; los hitos que jalonan la conversión de la praxis en gnosis están señalados por etapas sucesivas discernibles tanto en el crecimiento corno en el desarrollo. Las del primero son un hecho de observación_empírica, las segundas se caracterizan por estadios menos netos, tasas sucesivamente crecientes que alcanzan el nivel máximo aproximadamente a los quince años, momento en que la arquitectónica neurofuncional llega prácticamente a la edad adulta. Si bien es viable establecer un criterio objetivo para las etapas del crecimiento, es difícil concretar aquellas del desarrollo. Por lo demás, crecimiento y desarrollo coinciden grosso modo aunque no existe entre ellas paralelismo absoluto, lo cual obliga a introducir en la psicogénesis divisiones más numerosas que en la ontogénesis, ias que resultan de acontecimientos estrictamente psicobiológicos, del surgir de nuevas síntesis mentales cuya acción sobre la evolución es considerable desde
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cualquier ángulo que se la considere. Baste solamente pensar en la adquisición del lenguaje a partir del primer año, en el descubrimiento del yo hacia los tres, y la toma de conciencia del despertar sexual, en plena adolescencia. Además, es menester dar cabida a diversos factores que actuando exclusivamente sobre el desarrollo psíquico fo retardan o aceleran según el caso · y que podemos captar en síntesis si consideramos que: a) las variaciones de la velocidad de sucesión de los estadios mentales no dependen solamente de la constitución física de los niños, sino más bien de los medios en que viven; b) su determinación reposa siempre sobre términos medios generales en torno a los cuales oscilan los casos particulares; c) las funciones mentales no evolucionan con sincronismo riguroso para cada caso particular. Esto obliga a aclarar que cada etapa no se caracteriza precisamente por un contenido homogéneo, expresado a través de niveles intelectuales determinados o por una praxis característica; actúa más bien como actividad potencial susceptible de desembocar en este o aquel resultado según el medio en que vive el niño. Una etapa, afirma Wallon, es un sistema mental en relación con la edad, carac• terizado por un conjunto de necesidades y de intereses. q·ue aseguran su coherencia. Orgánicamente el adulto está latente en el niño, pero presentar a éste como reducción homotética del primero es olvidar que la esencia del hombre, o. en otros términos, su mecanismo psíquico, descansa sobre el conjunto de las relaciones sociales. De este modo, las etapas del desarrollo psíquico, a pesar de presentarse en una sucesión temporal y de representar para la observación genética la naturaleza del individuo, tienden como parte y conjunto a la realización del adulto, es decir, al tipo acabado de la especie. Descartadas las dificultades que traban una estricta delimitación de los períodos de la psicogénesis y ateniéndonos exclusivamente a un criterio genético, encontramos que la mayoría de los investigadores concuerdan con la sucesión siguien te: 19 Fase infantil. Va desde el nacimiento hasta aproximadamente el primer año; limitada en el común de los casos por el destete, se caracteriza, esencialmente desde el punto de vista neuromuscular, por la adquisición dP. la posición erecta y la marcha. Desde el ángulo psicosocial se perfilan los primeros esbozos del lenguaje articulado. Estos acontecimientos señalan la especificación genérica del individuo y la primera acción práxica cuya evolución desembocará en la capacidad intelectiva del Horno sapiens. 29 Fase de la primera infancia. Se extiende entre el primero y el tercer años. Su significación psicobiológica está dada por cambios derivados de la actitud erecta, por el desplazamiento en el espacio y por el uso de la mano, los cuales establecen las primeras acciones y reacciones entre individuo y medio. Otra característica . saliente es la elaboración del lenguaje articulado, cuyo valor de síntesis práxica y mental señala lá heterogeneidad decisiva entre el desarrollo del ser humano y del animal. 39 Fase de la segunda infancia. Cubre el lapso comprendido entre el tercero y séptimo años. Se la puede considerar como el período de las primeras adquisiciones verdaderamente psicológicas, especialmente la estructuración de
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la diferencia entre sujeto y objeto; el yo adquiere importancia creciente. En la base d~ estas adquisiciones existen profundas y firmes ramificaciones de neto corte biológico, en particular en lo que se refiere a la motricidad en general. 49 Fase de la tercera infancia. Se manifiesta por un hecho psicosocial de capital importancia: la escolarización del niño, que cubre el período que va de los seis o siete años a los once o doce. Los intereses biológicos y los propiamente mentales sufren, con mayor fuerza que hasta entonces, la presión del medio socioeconómico. Se establece de hecho la interacción de lo psicobiológico con lo socioeconómico y se instaura en el individuo un nuevo equilibrio psíquico en relación con el plano físico y el medio social concreto. 5 9 Fase de la pubertad o preadolescencia. Hacia los once o doce años el niño ha logrado el equilibrio característico de la fase anterior, que se quiebra de pronto, inaugurando los comienzos de la pubertad. Esta fase se extiende has.ta los cátorce o quince años. La pubertad señala un acontecimiento a la vez biológico y social. Biológico, porque es una crisis de base fundamentalmente neurohormonal que comienza antes de que captemos sus manifestaciones morfológicas; durante su desarrollo el organismo termina de constituirse. Es social porque entraña una nueva actitud en la relación de los sexos y en los modos de agrupamiento de los individuos. A través de este doble mecanismo y por intermedio del sistema nervioso superior obra en la estructura psicobiológica de los individuos. 69 Fase de la adolescencia propiamente dicha. Se extiende desde los catorce o quince años hasta los diecisiete o dieciocho. Sus características básicas son psicológicas y sociales, con la paulatina elaboración del pensamiento abstracto y la integración en el grupo socioeconómico como individuo productor. Consideradas psicobiológicamente, las transformaciones tienen origen en el adolescente como individuo más que en los adolescentes como generalidad; si hay relaciones sexuales, especialmente en la mujer, ellas entrañan cambios que repercuten plástica y hormonalmente en las esferas mental y volitiva. En los varones resulta más patente el predominio de las secreciones internas masculinas sobre las femeninas, lo cual desemboca en la quiebra de la equipolaridad bisexual que hasta entonces presidía la esfera neuroendocrina. 79 Fase de la postadolescencia o de la maduración. Está encuadrada entre los diecisiete o dieciocho años y los veinticmco aproximadamente. Sus rasgos esenciales son exclusivamente mentales y sociales; psicobiológicamente, la evolución del individuo ha terminado cuando comienza esta fase. Si bien las tres últimas fases escapan del campo de la infancia y, por consiguiente, de los limites de este capítulo, es didácticamente imposible truncar la enumeración de las etapas del des.arrollo. La confrontación de las mismas muestra que logrado hacia los once o doce años un firme equilibrio psíquico, colocado el niño en el mundo de las cosas y de las ideas con perfiles característicos que se diferencian netamente de los del adulto, sufre de pronto un colapso. La uniformidad mental que permite medir con un mismo cartabón a todos los niños se trastrueca y da lugar a individualidad psicobiológicas y psicológicas. Este fenómeno, que veremos en detalle más adelante, indica,
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como señalan los pasos sucesivos del desarrollo acotados, que globahnente el período de la infancia está caracterizado por el crecimiento y el desarrollo como fenómenos de base, y que si bien es cierto que el medio sociocultural actúa de una manera u otra sobre los mismos, las· coordenadas biológicas son las que llevan a la definición del tipo de la especie. La adquisición de un biotipo señala una individuación morfológica, pero este biotipo representa en última instancia la característica biológica de la especie. Genéticamente hablando, llegamos a ser representantes del género Horno a través de la infancia.
CAPITULO VI
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Ruptura del equilibrio individuo-medio. Crecimiento y biosexualidad. Goce de la intero y propioceptividad. La evolución del pensamiento. Al eclipsarse el primer decenio de vida, el niño alcanza un equilibrio perfecto; por primera vez desde el nacimiento y por última, las constantes biológicas, psicológicas y sociales concuerdan en un polígono de fuerzas equivalentes. En lo biológico se ha definido el género humano con la adquisición de un biotipo, en lo psíquico y en lo social la interacción resulta concordante y la mentalidad del niño está sólidamente asentada en la época histórica que le pertenece. Vive, además, en el presente; pasado y futuro son eventualidades que nunca van más allá del ayer y del mañana. La afectividad alcanza un clímax regido por los ritmos vitales; afectos y sentimientos se encienden y satisfacen con la misma alternancia del sueño y la vigilia. El pensamiento, anc!ado en .una relación causal sui generis, únicamente acude a causas inmediatas, o mejor dicho se vuelca totalmente en el efecto. Imagen de la serenidad y el equilibrio, los individuos semejan como una gota de agua a otra y las previsiones que caben para uno caen como sayo uniforme a todos. Carente de individualidad psicosocial, el niño ·de 11 ó 12 años sólo muestra rasgos de la especie. Las diferencias, al igual que las similitudes, son biogenéticas y señalan la conservación de niveles de desarrollo según líneas específicas. Al final de la infancia, el tipo humano se ha definido psicológicamente como género humano. El panorama mental de un chiquillo de diez años está circunscrito por seguras y rígidas barreras. El mundo se le presenta al alcance de las manos, conoce todos sus ·vericuetos, los ha recorrido con paso firme y la duda nunca planteó un instante de inseguridad. Sólidamente asentado en la vida, razonable, con ~onducta ~ ide":s s?c.ializad~s, goza del equilibrio de una personaU., dad concluida. ·Su c1clo b10log1co esta cerrado y la calma de funciones qllf4 nada altera o transforma se transparenta en su actitud. Su pensamiento finalista -para qué y no por qué- supera fácilmente las posibilidades de duda. Repetidor incansable, acepta todo, incluso lo absurdo, siempre que esté al ~ervicio de sus necesidades: antepone la forma al fondo. Realista ingenu~ aplomado en la sociedad, únicamente se ocupa de lo ·actual, de lo inmediatG. Ignora el pasado como vector del presente y no puede comprender en q~ relación con éste se encuentra el futuro, próximo o lejano. La realidad es para él y en todo momento como la entregan los sentidos. 80
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De pronto, bruscamente, casi sin preludios, al cabo de dos . o tres años, aparecen trastrocadas las cosas. La serenidad y la confianza del niño ceden a Ja inquietud y desconcierto del púber. Las respuestas que ponían dique a la curiosidad no bastan, el nuevo ser las desborda, las persigue anheloso de calmar su inquietud y, sin embargo, Ja inseguridad subsiste. Un vuelco se ha producido: el niño ordenado, juicioso, se vuelve turbulento, grosero; el que tenía el "diablo en el cuerpo" está triste, melancólico, aplastado por innúmeras vacilaciones. Las cosas le muestran signos extraños; las más familiares, incluso los seres más cercanos y queridos, le parecen demudados, fundamentalmente extraños, como si surgiesen de las antípodas o perdiendo una máscara . revelaran un misterio celosamente escondido. Comienza a sospechar que algo pasó sin atisbar dónde está el punto de giro. Las cosas, los demás seres, la sociedad con sus imposiciones y norma5 aparecen en tan corto lapso invariables, como talladas en granito para la eternidad. No, no cabe pensar que cambiaron, el secreto está en otra parte, y de pronto he aquí que el niño, azorado ante un panorama que día a día se vuelve más incomprensible, descubre que en él mismo se está produciendo el cambio. · Los primeros signos que preludian la pubertad son orgánicos; ·Jos músculos, a medida que aumenta su grosor y peso, se vuelven ·asiento de un metabolismo más intenso que eleva el tono vital. Se acentúan las reacciones celulares y el cambio se observa con mayor claridad en los aparatos circulatorio y respiratorio. El corazón crece con rapidez y alcanza hacia los dieciséis años el máximo de su peso relativo. El número de latidos disminuye en consecuencia, pero las pulsaciones contra la pared torácica se vuelven más fuertes. La presión sanguínea aumenta, excepto en los pulmones, y los vasos que antes de la pubertad eran grandes resultan pequeños; como en el músculo cardíaco se. produjo el fenómeno .inverso, la onda sanguínea es más intensa. Los tejidos · del pulmón adquieren una superficie más amplia, en relación con la caja torácica, que aumenta sus diámetros'. A la chita callando se produce en las ca· pas más profundas del organismo un trabajo de sedimentación, fenómenos que en sus comienzos no son visibles desde el exterior, pero que al actuar confirman la actividad del individuo, Un nuevo elemento irrumpe en el torrente sanguíneo, se distribuye por todas las células, excita o inhibe funciones; las hormonas, que se convierten en catalizadores insustituibles y en breve plazo han de acelerar la violenta crisis neurofuncional de la pubertad. ¿Tantos y tan profundos cambios pasan inadvertidos para el púber? ¿Los . ignora como el niño las etapas del crecimiento y desarrollo? No, y aquí comienza el cuadro que preludia al segundo acto del drama · que ..pondrá en escena la adolescencia. Se despierta un conocimiento profundo del propio or;. . ganismo, y . si el clínico establece el estado de las vísceras por palpación y auscultación, el púber lo vive. Bruscamente se agudiza en él la sensibilidad protopática, y percibe el funcionamiento de los órganos con la misma nitidez que ojos y oídos le entregan colores y armonías. Tan variados y tan intensos son los estímulos intero y propioceptivos que de pronto en el púber se despierta un interés inusitado por la propia figura y se abre con ello una nueva P1!cologla genttlca.-6.
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fase de desconcierto. En una página maestra, Jules Renard condensó . de una púber frente al propio cuerpo que comienza a cobrar nuevas fonnail Marta sale, con su madre, de la Exposici6n de Pintura, muy seria. Desclil hace una temporada se hace a sí misma una pregunta indiscreta e intenta, em vano; responder a ella. Aquel paseo entre cuadros aumenta todavía más su t · bación. Ha visto a las más bellas mujeres que existen, sin velo alguno y taal claramente· dibujadas que hubiera ella podido seguir, con la puntá del dedill las venas azules bajo las pieles blancas, contar los dientes, los rizos y hasta bl sombras sobre los labios. Pero a todas les falta algo. ¡Y, sin embargo, ha visto las más bellas mujeres que existen! Marta da a su madre unas "buenas noches" tristés, entra en su desnuda llena de temor. La luna, luminosa y fría, .refleja las imágenes, apresándolas. Marta, ínquietl alza sus brazos puros, como una rama que, con un esfuerzo lento, se mueve muestra un nido. Marta, candorosa, apenas se atreve a mirar su vientre a la avenida de un .jardín donde crece la hierba fina. Y Marta se dice: -¿Seré yo un monstruo, entre todas las mujeres?
Como Marta, todas las púberes viven la sorpresa de un cuerpo que se transforma, de una función _que se organiza. Nuevas preocupaciones se s~ al cavilar; una gran inquietud, afirmaba Rousseau, precede a los primenl deseos; una gran ignorancia los defrauda: se desea sin saber qué. Aquí1se es.donde el quid de toda la psicología del púber. Los deseos no son siempre, coIDllll suelen afirmar los fisiólogos, la resultante de excitaciones periféricas, ligacbl a la función que despiertan. Muchísimas veces la · afectividad se adelanta las representaciones capaces de darles un objetivo, y entonces son mayores 1a turbaciones. El púber siente así avivadas las ansias que consumen su espenll ¿Sabe qué espera? ¿Aunque vaga, tiene una noción de su expectativa? ÚI imaginado nunca suple la realidad; perdido el equilibrio individuo-medio ~ caracteriza la última etapa de la niñez, precisamente por cambios e_n el indl viduo, la personalidad del púber se presenta como una esfera. Todos los p~ tos de la superficie tienen contacto con el exterior, pero los del interior ignorat ese roce, están supeditados a sus experiencias de puntos encarcelados. A medida que el radio de la esfera crece -madurez de funciones- aumentan la1 pu.ntos de contacto con lo objetivo, pero llega el momento en que la tensi~ de la superficie se quiebra y queda abierto un camino de contacto para la1 puntos "encarcelados". Los cambios biopsíquicos y la conciencia del sexo s
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* Desde el punto de vista biológico, la atracción sexual y el despertar amoroso están condicionados por la aptitud para la procreación, caracterizada por el comienzo de la menstruación en la hembra y la primera emisión de <¡ferma en el macho. La ovulación coincide casi siempre con la menarquia y por lo mismo es viable fijar una data; en el varón, por el contrario, no es fácil establecerla porque puede haber en un principio eyaculaciones sin espermatozoides capaces de fecundar. Sea como fuere, la pubertad no puede ser reducida a una fecha, ya que no es justo limitarla a la aparición del flujo menstrual o, respectivamente, a la eyaculación de esperma, porque se trata de una transformación de todo el organismo y no de un único aparato. Además, y este aspecto es de suma importancia clínica y psicológica, la pubertad está 5ometida a diversos influjos entre los que cabe recordar raza, clima, condiciones alimentarias y socioeconómicas. En h..s razas nórticas, la pubertad se manifiesta, por ejempio, Cúll un retardo de uno o dos años en relación con los pueblos centroeuropeos, y cuanto más nos acercamos al Ecuador, tanto m;Ís precoz es su aparición, cualquiera sea la latitud. La acción de las condiciones socioeconómicas ha sido comprobada en sperimento naturae durante las dos guerras mundiales en los países sometidos a graves restricciones alimentarias! aparte de ser observación empírica corriente en las diversas capas sociales de todos los países, y más todavía en los subdesarrollados o los directamente coloniales que ofrecen el constraste de superriqueza y supermiseria coetáneas. Tanto en el varón como en la mujer, la pubertad casi siemp~e se manifiesta en las épocas más cálidas del año, verano o primavera para las zonas templadas o frías. Considerada desde el ángulo de la bioenergética, la pubertad se inicia cuando la curva sigmoide del crecimiento (vid. cap. 11) llega al punto de inflexión, momento en que cesa el aumento de velocidad del crecimiento y no ha comenzado todavía la disminución. Este fenómeno no se presenta en todos los sujetos a la misma edad, y únicamente puede ser puesto en evidencia midiendo a los individuos cada seis meses. Estas apreciaciones auxológicas han permitido establecer que la población blanca de la Tierra -se carece todavía de datos relativos a las otras razas- alcanza la pubertad más precozmente que a comienzos de siglo. Las causas de este fenómeno de "aceleración" son aún poco conocidas y tanto se imputan a una mejor alimentación, mayor uso de vitaminas, mejor higiene general, mayor exposición del cuerpo al aire, al sol, que estimularían los factores del crecimiento, como a· Iá remoción de !111gunos factores negativos por efecto del actual sistema de vida, que, presentes y operantes, impiden al crecimiento somático desenvolverse en condiciones ópllimas. Cualquiera sea la causa, el resultado final es que er crecimiento tiende a aumentar en alto, como demuestran las medidas medias de los jóvenes ~lutados para el servicio militar. Junto a las modificaciones harto conocidas de los caracteres sexuales sesundarios (aparición de los pelos pubianos y axilares, bozo, cambio del timbre
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de la voz en los varones, desarrollo notable de las glándulas sudoríparas, etc. ), es menester recordar las que se verifican en los órganos sexuales primarios. En la púber, los ovarios aumentan 34 veces su peSo en relación con el valor del nacimiento; el útero también acrecienta su volumen y el clítoris engruesa y se vuelve eréctil. La vulva, que al nacimiento está orientada hacia delante, termina su · cambio de orientación, que se realiza paso a paso con el crecimiento y queda mirando hacia abajo. Transformaciones análogas acaecen en el \•arón; los testículos alcanzan casi el peso del adulto, que es 40 veces d. del nacimiento, el escroto aumenta de volumen y se pigmenta fuertemente de negro, el .pene acrecienta su tamaño y en muchos casos presenta en estado de reposo un turgor superior al que tendrá en la edad adulta. El hígado, principal asiento de las síntesis que ayudan al crecimiento, aumenta también de volumen al aproximarse la pubertad, para alcanzar su peso máximo a los 11 ó 12 años; consecuentemente, el metabolismo se acelera a tal grado que un púber de 35 kilos debe consumir tantas proteínas como un hombre de 75 kilos. En las púberes, las necesidades metabólicas son algo inferiores. Estas variaciones somáticas son el . substrato necesario · de las transformaciones de orden psíquico, que encuentran la mejor interpretación en el desarrollo de la biosexualidad, ineludible fin del proceso de reintegración y maduración que caracteriza . a la pubertad. Desde los comienzos de la endocrinología dominó el concepto de bisexualidad, según el cual el soma posee ambos sexos, uno de ellos desarrollándose intensamente y el otro permaneciendo en estado latente .. Hoy, los investigadores se inclinan a considerar que la sexualidad como fenómeno biológico es fundamentalmente una, y que la diferenciación masculina . y femenina representan fases cualitativamente diversas que señalan dos etapas de desarrollo que, en última instancia, en sus caracteres psíquicos, quedan fijadas por la estructura sociocultural del medio en que evolucionan. Para Marañón, en tOdo ser humano, cualquiera sea el sexo, l.a$ dos sexualidades, o, dicho con la terminología moderna, las fases femenina y masculina, coexisten, pero se desenvuelven independientes y con cronología diversa. En el hombre, la fase femenina es. de rápida evolución y de poca intensidad en el momento de · 1a pubertad, llevando desde el comienzo la voz cantante la masculinidad, que declinaría en el pasaje. hacia la vejez. En la mujer, el despertar sexual de la pubertad comienza desde el primer momento con la fase femenina. que sigue en gradual desenvolvimiento hasta el climaterio, cuando surge de manera súbita y pasajera la fase viril. Este concepto explica cómo en condiciones normales la fase intersexual, el pasaje de una sexualidad a otra, se produce .en el varón en el momento de la pubertad y en la mujer en la época .de la menopausia. Las consecuencias de esta interpretación son fundamentales; señalan de manera precisa el problema sexual y afectivo de los. púberes. Contrariamente a l<;> que sostiene Freud y el psicoanálisis de todos sus acólitos, la verdadera homosexualidad por instinto, dada como base de tod<:>s los conflictos puberales, no existe en la pubertad y únicamente puede observarse una . tendencia sexual indiferenciada, producto de la sexualidad única a la que todavía edu-
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cación y normas sociales no impusieron el sello de un matiz preciso. De aquí que el púber, se trate de varón o mujer, sea fl.ll).damentalmente un tímido que, incapaz para la acción sexual, se siente incomprendido y vive en profunda . soledad interior que puede llevarlo incluso a decisiones extremas Por falta de confianza en quienes procuran guiarlo. Estas características, tanto más severa.s y más desconcertantes cuanto más capaz es el púber y más cultivado su ambiente, han sido motivo de innúmeras interpretaciones, casi todas erróneas, o por lo menos inexactas y siempre literarias antes que psicológicas. El problema psíquico de la pubertad no es un problema de la fantasía, ni siquiera de desajuste con el medio en que vive como ocurre al adolescente, sino un fenómeno de aislamiento. Hasta llegar a la pubertad el niño vivió bajo el estímulo directo de la exteroceptividad; sin "vida" interior, su existir transcurrió ligado a las circunstancias y de aquí que toda ruptura de las mismas, toda grieta en el mundo de las cosas, de los hechos y los hombres, se traduzca Por desórdenes psíquicos. La vida afectiva del niño se estructura, descansa y apoya en la estabilidad y permanencia del medio. El púber, por el contrario, descubre su persona; por primera vez el organismo se le presenta como tal, con urgencias diversas y, sobre todo, con una excitabilidad pronunciada en función del despertar sexual. La sensibilidad protopática pone en primer plano órganos y sistemas, la función genésica actúa, su cuerpo se vuelve adulto, y no obstante, aunque apto para la reproducción, mentalmente no está maduro para la sexualidad. Es adulto sin dejar de ser niño, puede, pero no quiere, pDrque para aspirar a la sexualidad se requiere desprenderse de las propias sensaciones y percibir las del partenaire en una transferencia que convierte el gesto de significado amoroso en satisfacción de la propia aspiración de ternura. El púber está lejos de esta entrega porque no puede desprenderse de su interoceptividad; constituye un circuito cerrado que encuentra en· sí mismo el estímulo y la respuesta.
* Agudizada al extremo la sensibilidad orgánica pone el sello de la inseguridad en los actos del púber. Es la etapa de la vida en que todo se cae de las manos, que los objetos delicados se quiebran entre los dedos que procuran, sin embargo, asirlos suavemente, que los Portazos, sin querer, hacen temb-lar las paredes y no se dan tres pasos sin atropellar un mueble. Hasta los últimos momentos de la niñez el reciente púber había logrado un equilibrio psicomotriz completo. Después de los inseguros tanteos del párvulo, la noción de t"Spacio y el · dominio de músculos y articulaciones le aseguran la precisión de movimientos, pero llegando a la pubertad todo cambia, las reacciones a los estímulos no c:onservan la debida proporción y, roto el equilibrio que debe adecuarlas, la respuesta se exagera o inhibe la acción del músculo. - Pareciera que la firme noción de espacio tan trabajosamente lograda por el niño se derrumba de improviso. Si el pequeño inició la marcha entre las cosas ignorándolas como ta~es, el púber, por el contrario, les concede exage-
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rado valor. Personifican algo con realidad extraña, un mito, y por ello las teme, cree adivinar detrás de las mismas una segunda forma, y por consiguiente también duda de su yo, de su físico que ve tr:ansformatse como si nunca llegara a cristalizar, como si fuera subjetivamente una excepción, ~ fenómeno del 5énero humano. El equilibrio de la relación entre sujeto y objeto del adulto, relación cargada por partes iguales de subjetividad y objetividad, tan distinta a la del niño, desprovista de realidad objetiva, que se establece exclusivamente por captación, sin entrega al mismo tiempo de algo propio, todavía está lejano. Para captar globalmente la objetividad es menester haber consolidado la subjetividad: Basta que alguien sugiera que romperá el vaso en que bebe para que la desgracia ocurra. Por cierto, no es menester ojos de lince para percibir lo desmañado de los movimientos del púber, y tampoco para descubrir que su motricidad la preside una acentuada incoordina· ción, algo así como una pereza a veces, como un exceso de actividad otras. El púber vive estos conflictos, quisiera caminar con garbo y los pies se le escapan, desearía saludar con estudiada reverencia y el sombrero se le cae de la mano. Toda "filosofía" de la vida es una justificación a posteriori; los juicios de la solterona sobre el amor, del banquero sobre la legitimidad de la usura. que llama préstamo; y el púber, dentro de los marcos de una sociedad que impone probanza de los propios actos, elabora también su "filosofía" de la vida. Incapaz de encontrar apoyo en las cosas que se le antojan cambiantes, de proyectarse en los demás seres a los que se aproxima, pero no es igual, de alcanzar un sentido social de la existencia a través de la comunidad de ideas, de sentimientos, busca crearse en sí mismo un mundo de acción. Actuar significa acompasar el propio existir a algo que está fuera de nosotros, sean los sentimientos, las ideas o el afán de cosas, pero estos puntos de referencia que llevan el adulto al amor, aI pensamiento, o impelen a la adquisición de bienes, .son ·extraños al púber, o a lo sumo se le presentan como inalcanzable irrealidad. Su único centro de gravedad, la sola realidad que le es asequible de modo inmediato, es la orgánica, la~ sensibilidades intero y propioceptiva qne le permiten sentirse como algo real, organizado. Las percibe en el silencio de la alcoba, escucha los latidos del pulso que le hincha las venas de las mu. ñecas, que redobla en las sienes cuando pone la cabeza en la almohada; percile contracciones musculares y el roce de las articulaciones cuando se dis tiende, encuentra en ellas satisfacción porque se percibe a sí mismo como unidad. El movimiento le procura conciencia personal y la psicoceptividad es primaria, de estados orgánicos, de sucesión mecánica de movimientos y ritmos, sin alcanzar todavía valor de existencia. De aquí la necesidad de movimiento, dé desarticularse en el juego deportivo, de emulación con cabriolas y piruetas, carreras, único medio de gozar la propioceptividad, de percibir la propia existencia. De la importancia de esta fase de goce de la intero .y propioceptividad nuestra cultura no es consciente. La pedagogía absurda de dómines . imbuidos de fines únicamente ideales e ignorantes de la realidad puberal, los constriñe
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a la inmovilidad de los bancos de escuela que no se adecuan a una talla que crece a diario, a programas verbalistas y a repeticiones abstractas para las que no está ni puede ·estar preparado. Se le "enseña" geografía frente al mapa1 inmovilizándolo en el dibujo de fronteras y relieves, se le hace practicar geometría construyendo figuras y cuerpos de cartulina, se le brindan "lecciones" de gramática y de idiomas repitiendo reglas o copiando textos descarnados, insoportablemente fríos por lo estúpidos -¡existe en los textos de gramática algún ejemplo que no sea estúpido!-. Se inmoviliza al púber cuando más requiere de la movilidad y dos veces a la semana se le saca la manea con una hora de gimnasia o se le impulsa al deporte competitivo de desastrosas consecuencias para la salud orgánica y mental. Por el contrario, bastaría el conocimiento acabado de la edad puberal y sentido común para aplicar nna pedagogía ortogenética. Que adquiera la geografía recorriendo con compañeros y maestros el lugar donde vive, que aprenda las matemáticas midiendo el terreno con sus pasos, que encuentre el área de figuras y cuerpos en terrenos, caminos, puentes, edificios, por él medidos, . que capte el lenguaje y los idiomas extranjeros a medida que se mueve entre las cosas y les agregue los toques de imaginación que ya está en condiciones de captar, sobre todo a través de la poesía que posee ritmo y concuerda precisamente con su necesidad de acción que expresa un ritmo orgánico.
* Bajo todos los aspectos la pubertad aparece como fase en que el crecimiento y desarrollo desvinculan al individuo de la realidad en que había terminado por asentarse el mundo del niño. Todo lo adquirido es visto bajo una nueva dimensión con resultados, por lo demás, ambiguos en sus manifestaciones, ambigüedad que también es posible encontrar en la evolución del pensamiento, caracterizado por una neta transición de lo concreto a lo abstracto. Hasta los once o doce años las operaciones mentales del niño se realizan en el plano de lo concreto y dependen de la acción sobre los objetos. La acción (vid. cap; V) está dirigida a la obtención del efecto, que se considera de cumplimiento ineludible. A partir de ese momento comienza lo que Piaget denomina "constitución de operaciones formales", lo cual exige toda una reconstrucción destinada a transportar los agrupamientos "concretos" sobre el plano de los pensamientos. Esta transposición es posible para el púber porque resulta capaz de asir los fenómenos reales, · las cosas en su devenir, y diferenciar entre lo esencial y lo accesorio. Al mismo tiempo está apto, apoyado por una curiosidad que emana de su propia inseguridad, para la observación precisa. Por ello, a diferencia del niño, el púber es un individuo que reflexiona fuera del presente, lo cual lo aleja de las cosas y hace que elabore teorías sobre las mismas. Este pensamiento, posible en cuanto el sujeto es capaz de razonar de manera hipotético-deductiva, permite la estructuración de un mu:ÍJ.do en que la forma sostiern; la materia y da lugar a una· represen-
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taci6n distinta de las cosas. El realista ingenuo que se albergaba en el nmQ desaparece fren¡e a un pensamiento que emplea consideraciones sin relación necesaria con la realidad, que únicamente confía en la necesidad del razonamiento, sin conceder importancia al acuerdo · de las conclusiones con la experiencia. · Razonar de esta manera, a base de simples proposiciones, supone otras operaciones que razonar sobre la acción y la realidad. El razonamiento del niño, fundado en las c"osas, consiste en agrupamientos funcionales concretos que responden, se ordenan, yuxtaponen y superponen obedeciendo al estímulo directo de los objetos. Por el contrario, el pensamiento formal consiste en reflexionar sobre esas operaciones, en operar con operaciones, y sus resultados son, lógi<:amente, proposiciones. En ninguna de las actividades de la pubertad se manifiesta con mayor claridad el divorcio entre el individuo y el mundo de las cosas; incapaz de actuar sobre ellas, con eHas, por la incoordinación psicomotriz que lo caracteriza, se refugia tras Ja representación de las mismas y ejercita su _capacidad de actuar valiéndose exclusivamente de esquemas mentales. En las puertas de la adolescencia, el pensamiento llega a ser todo y su existe vitalidad se vuelca íntegra en la persecución de ideas, de principios. sofisma que no descubra alborozado, y valiéndose de tan endeble instrumento pasa apresurada revista a teorías y sistemas. Las hipótesis más dispares, las orientaciones más opuestas se mezclan en su inquirir sobre la cosa y las ideas, y lo característico -¿podría ser de otra manera dada la extensión de los propósitos?- es que de todas sólo considera lo epidérmico, la forma. Así llega a estar dominado por una manía formalista, y el "delirio metafísico", sobre el que tanto han insistido los psiquiatras con relaci6n a la patología mental de les adultos, se revela -por supuesto libre de expresión morbosa- como período propio de la evolución psíquica del púber, cuya curiosidad se distancia con pasos agigantados de la del niño, y en poco se acerca a la del adulto. Cabeza de puente entre ambos, no arrastra en este aspecto resabios de uno y gérmenes del otro. La etapa del porqué satisfecho con explicaciones realistas pertenece al pasado, y el inquirir que procura aunar definiciones con expe_riencias del adulto es todavía cosa del futuro. La posición del púber es nominaiista: todo hecho, físico o social, queda para él explicado si acierta a encasillarlo en una clasificación. Las denominaciones son todo y pone en ellas una fruición que podríamos llamar sensual. Una inteligencia en camino de formarse es el fenómeno mental que brinda la pubertad; desaparici6n gradual de la sugestibilidad propia del niño, aunque muestre repentinas agudizaciones en el momento más importante de la pubertad fisiológica, resistencia consecutiva a las opiniones y conceptos establecidos y gusto por la deducción y el razonamiento, aunque únicamente en el aspecto exclusivamente formal del pensamiento, con lo que suple la falta de organización neuromotriz de su percepción y Ja pobreza de su memo. ria. Estos rasgos traducen el predominio de subjetividad, que se revela por la inconsistencia de la vida intelectual en comparación con la riqueza de la
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vida afectiva. Y es precisamente este desequilibrio el que mantiene al púber alejado de las preocupaciones especulativas que lo asaltarán en breve, apenas pasado el umbral de la adolescencia. La subjetividad puberal es diametralmente opuesta a la del adolescente o del adulto; la del primero tiene como núcleo la personalidad, que en el transcurso de la adolescencia se afirma con la adquisición de una conciencia social; la del segundo asienta en la noción de ley natural, sobre la cual basa la acción que deliberadamente ejerce sobre las cosas. El púber, desvinculado de lo objetivo, encerrado en el círculo mágico de la sensibilidad orgánica, queda a mitad del camino en la lucha por asir los fenómenos reales, las cosas en su devenir, y aparece indefectiblemente atado al fenómeno psicobiológico que preside todo el período que consideramos: la definición de la sexuaiidad, que pone a hombres y mujeres en dos planos distintos, tanto en lo biológico como en lo social. La propia evolución funcional y somática empuja al púber en este camino, avanza por él dando tropezones, y como su inestabilidad apenas comienza a teñirse de sexualidad, únicamente vive la urgencia de un erotismo difuso, incapaz de transformarse en caricia e ignorante de que hallará plenitud en el complemento de los sexos, que se autoexacerba con la facilidad de las representaciones, ·sin una exigencia de reflexión y de autocrítica. La fantasía del púber es, por consiguiente, pobre; falta de vínculos sociales verdaderos, se satisface con los datos primarios del estímulo. No es prÓductora, creadora, y en su paupérrima originalidad él repite sin cesar el leitmotiv de imágenes bien definidas, sobre todo visivas y acústicas. Poco importa que estas imágenes sean muy pobres en contenido; la actividad fantasiosa se reserva la parte leonina en el desenvolvimiento de la vida mental del púber, tanto que, a pesar de estar bien desarrolladas, las !unciones inteiectivas y volitivas aparecen paralizadas en su ejercicio, como prueba, por ejemplo, cuando en la escuela permanece aturdido, desatento, desorientado frente a cuestiones que fácilmente resolvería. Esta pobreza de elementos intelectuales constructivos, por una parte, y la intensa resonancia afectiva impiden que la fantasía del púber encuentre formas artísticas adecuadas. La exuberancia afectiva que siempre desemboca en un sentimentalismo fácil, junto con una fantasía cuyas imágenes son pobre., y poco variadas, impiden que la "ensoñación" del púber encuentre expresión artística original y se vuelque, por lo común, en poesías e intentos autobiográficos en forma de diarios íntimos, que nunca pasan de algunas pocas páginas -tendrán expresión más amplia en la adolescencia-, pretenden ser afirmación trunca de ese proteo anímico que es el púber, y a lo sumo revelan fu,,.aces momentos de crisis rápidas y se presentan como material bruto, priº . vado de la decantación de una inteligencia paralizada por el predominio de la vida afectiva. Este desequilibrio entre afectividad y razón, expresión del subjetivismo propiopático del púber, impide --eomo hemos destacado- una consideración ecuánime de la realidad; las ideas del púber están adherid.as a una realidad contingente y en sus matices fantásticos, peculiares, muestran la irrupción de una individualidad que se afirma día a día, pero que carece
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de andamiaje seguro. En la niñez se define el individuo como género humano, en la pubertad como tipo humano, y solamente con el correr de los años, m la adolescencia y la juventud, se encauzará como persona humana, corno ser que equilibra lo subjetivo y lo objetivo a través del análisis y de la síntesis, de la conclusión dialéctica que deriva de tales opuestos como psicoceptividad.
CAPITULO V1I
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Definición. Sentido y valor de la "crisis" de la adolescencia. Descubrimiento del mundo. Hacia una personalidad cristalizada. Erotismo, sexualidad, amor. Sentimientos sociales. Pasaje a la juventud y a la edad adulta. Hasta hace un decenio el estudio de la adolescencia siguió las sendas más peregrinas; desde que Mendousse planteó el problema en tocios sus alcances con dos obras tociavía clásicas, hasta que Spranger generalizó el . concepto fenomenológico de las vivencias del adolescente, tocios concordaron en considerar que el período de la existencia que se intercala entre el fin de la pubertad y la edad adulta resultaba de la acción de factores endógenos, era debido a la intervención de procesos específicos destinados a estructurar el perfil psíquico del adulto. Esta hipótesis, la tradicional, es la de poetas y novelistas que han tejido con Ja lanzadern de las "pulsiones tociavía ignoradas de Ja sexualidad" el cañamazo de una vida que despierta a la realidad brutal, constreñidora, pedestre y enemiga de la ensoñación, del mundo que acoge al adolescente. Primer contacto con el fuego graneado de la sociedad, con sus reglas, primer choque con su moral utilitaria, Ja adolescencia sería la primera y última rebelión del hombre "natural'', la destrucción patética del desinterés humano, la quiebra de ideales, para uncirse en el yugo de las conveniencias, de las simulaciones. Las "mentiras convencionales de la éivilización", de que hablara Max Nordau, terminabal'l por cegar y destruir al "único y su propiedad" que cantara Max Stimer. Freud, hijo fiel de la época, hizo suya esta interpretación y convirtió la adolescencia en el momento de las sublimaciones eróticas que ·uevan a los goces y a las creaciones estéticas y, por ello, sería una edad que no puede ser acortada o ahogada sin gravísimas consecuencias para el individuo e incluso para el porvenir de la civilización. La acción cada día más firme y más absorbente de la sociedad sobre los niños y adolescentes representaría el enorme peligro de generaciones prematuramente obligadas a sufrir las experiencias del adulto. La alternativa trágica y tan explotada en psicología y en pedagogía, como ~ arte y sociología, terminó por derrumbarse con la brutal y gigantesca experiencia de Ja última guerra mundial; sufrieron los . niños, los adolescentes y los adultos; surgieron infinitos problemas, pero el temido desastre de generaciones aniquiladas no pasó de una amenaza más 91
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que no logró convertir en hecho ni siquiera las secuelas del nunca imaginado desajuste de comunidades enteras. Los adolescentes se transformaron en el período bélico ccn velocidad inusitada y cuando aparec..ieron los trastornos resultaron fiel reflejo del hastío, de la decadencia, de la derrota moral del • grupo o clase a que pertenecían. Allí donde hubo sentido firme de la dignidad humana, allí donde con ruinas todavía humeantes se comenzó a edificar en seguida el mañana, los adolescentes retomaron al ritmo de siempre o, mejor dicho, se acompasaron sin la carga de "represiones" a la marcha de los nuevos tiempos. Ya antes los etnólogos habían observado pueblos en que la adolescencia 'Únicamente existe en el ritual que concede derechos de adulto al hasta ese día niño, y en los trópicos las adolescentes no juegan con muñecas ni sueñan casi con el "príncipe azul'', porque en plena pubertad amamantan al hijo y afrontan los deberes del hogar. La teoría del origen endógeno de la adolescencia ha cedido, por obra de los hechos, al aserto que prescribe y determina la acción de causas exógenas. Esta segunda hipótesis parte dt- consideraciones opuestas; son las exigencias de las relaciones en la familia o en la sociedad, la clase social o el nivel económico del medio inmediato, los ·que provocan --determinando intensidad, duración y cualidad- los cambios comprobables en el comportamiento de los adolescentes. De aquí las diferencias individuales generales según los medios en que actúan y sus condiciones de existencia, amén de que dicha acción se ejerce sobre elementos que biológicamente pueden ofrecer características hereditarias o congénitas positivas o peyorativas. Los adolescentes estarían modelados desde el exterior por las actitudes que las circunstancias los Jlevan a adoptar, por el género de posibilidades que se les ofrecen. · El enfoque endógeno riñe con los postulados de la psicobiología genética porque busca reducir a un estímulo común los comportamientos del adolescente, cualesquiera pueda ser la diversidad. Considerado como producto de estímulos exógenos, el problema de la adolescencia se reduce al problema de circunstancias y deja salvada la cualidad psicológica del acto. En efecto, la piedra de toque de la psicología, como destacara primero Pierre Janet y recalca Henri Wallon, es la dualidad que a menudo preside los resultados de investigaciones psicológicas: el contenido, la sustancia del 4acto y su cualidad psíquica, su nivel de organización y de personificación. El desconocimiento u olvido de esta distinción fundamental lleva a razonar alternativamente sobre los dos términos, llegándose así a la sustitución de uno por otro. Lejos de presuponer una equivalencia de contenido o de terminología, ambos aspectos representan la tesis y la antítesis del hecho dialéctico que configura la síntesis psíquica. No existe, destaca Wallon, acto sin objeto, aunque éste sea ficticio, función capaz de manifestarse sin ocasión externa de ejercerse, sea ésta factible o ilusoria. El gesto está psicológicamente determinado por su contenido, y éste cobra significado en relación con el estímulo que lo produjo. La'.l categorías psicológicas se escalonan en consonancia con los niveles de las categorías sociales de donde derivó la circunstancia propia del estímulo,
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La función neuropsíquica se diferencía a medida que el desarrollo la aleja de los efectos de base. La estricta relación estímulo-respuesta, que está en los fundamentos de la actividad mental del infante (vid. cap. V), cae bajo las leyes del reflejo innato, y en la misma medida que la sensación pierde especificidad y se adecua a gamas diversas de estímulos, la' función se vuelve mas polivalente, más rica en posibilidades, más libre en la elección de adaptaciones, quedando al mismo tiempo cada vez menos determinada en sus reacciones originales. La aparición del "segundo sistema de señales" (vide cap. XIV) indica el camino de esta polivalencia, y la sustitución en el acto del objeto por el concepto representa la condición del progreso mental del hombre (vid, cap. XIII). Esta jerarquización cualitativa se realiza en la psicogénesis por fases sucesivas sustentadas por los niveles neurodinámicos y las posibilidades funcionales que de ellos derivan y que permiten superar en el plano mental el determinismo del estímulo. La pubertad pone fin a la etapa en que el niño no puede desligarse del presente en su relación con las cosas, la gente, y está estrictamente determinado por circunstancias comunes a todos los individuos de la misma edad, como prueban las múltiples experiencias de la testología, que desembocan en la aplicación general ·del mismo reactivo para todos los niños de una misma edad. Con la adolescencia, la suplantación del objeto por el concepto llega al nivel máximo, la mentalidad del adulto queda prefigurada y Ja orientación hacia el porvenir, esto es, a nuevas circunstancias deducidas o imaginadas, cobra preponderancia. El concepto de responsabilidad, que se desarrolla, modifica las relaciones con los demás y lo lleva a imaginar situaciones creadas a su antojo. El devenir es el dominio de las circunstancias en que se prepara a actuar, y precisamente este devenir choca con la realidad presente de las circunstancias que como objeto obran sobre él. Del choque de estos aspectos antagónicos resulta la personalidad del adolescente, síntesis provisional por lo demás, porque es evidente_ que la duración e intensidad de este período de indeterminación entre objetivos reales e ideales depende . de la situación social del sujeto, y de Jos cambios que la sociedad o el' grupo sufran de generación en generación o dentro de una misma generación. Este enfoque, que parte del elemento común y circunstancial del estímulo, permite una apreciación centrípeta de la adolescencia y considera en sus verdaderos alcances las componentes fisiológicas y sociales que convierten al individuo específico, delineado en la pubertad, en persona humana.
* ¿Cómo se produce, desde el punto de vista psicológico, la transformación que acabamos de delinear? El enfoque tradicional se centra en el concepto de crisis, designando con él un cambio decisivo en el curso de la edad evolulliva, lo que implica un estado de trastornos profundos o de conflictos agudos, una discontinuidad total, una ruptura completa con lo que precede y, para 111uchos autores, con lo que sigue. Esta concepción, cuya paternidad se ad judica por lo común · a Stanley Hall, tiene su verdadero origen en Rousseau,
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que, en el Emilio, compara el advenimiento de la adolescencia con una tempestad que se desencadena, y ve en ese "momento de crisis" una "tremenda revolución", un "segundo nacimiento". Se vio en ella hasta nuestros días, y es todavía incomprensiblemente firme en el mundo médico, al mismo tiempo que peligros posibles, la esperanza de una renovación. La idea de "crisis de la adolescencia" choca con gralll número de objeciones; en primer término, no todos los adolescentes presentan una crisis, un trastorno profundo y violento de la personalidad. En especial, lo que comenzamos a saber del adolescente obrero no corresponde al cuadro psicológico de los dramas intelectuales, culturales y morales de origen burgués que hasta ahora fuera costumbre trazar. Además, una crisis es por definición algo breve por lo menos cuando se trata de un individuo, y no resulta fácilmente comprensible que se extienda durante un lapso de años, inclusive si se la limita al primer período de la adolescencia como hace Bühler con su "fase de negativismo". Admitir una sucesión de crisis seguidas por períodos de serenidad es, por otra parte, sobrestimar la acción de algunos factores y minimizar otros, precisamente los que actuarían en los momentos de calma. No se puede negar que la adolescencia irrumpe, a través de I~ pubertad, por profundos cambios en el organismo, que en rigor permiten hablar de una crisis fisiológica, pero no representan una razón suficiente para postular por analogía y en nombre · del paralelismo psicofisiológico una revolución en lo psicológico. Apoyado en la clínica psiquiátrica, Heuyer ha rechazado la idea de que la adolescencia aportaría cosas realmente nuevas e importantes en la vida mental, y no titubea en afirmar que es el fin de una euoluci6n y el comienzo de un estado. Del nacimiento a la adolescencia, la evolución psíquica no se cumple como un continuo regular; hemos destacado la ·importancia de períodos "perturbados", como la segunda infancia y la pubertad, y de períodos "calmos", de equilibrio en todo sentido, como los que van de los 7 a los 12 años y al final de la adolescencia. Mas estas alternancias no señalan crisis, cambios cuantitativos y cualitativos que transformen la crisálida en mariposa, como en la metamorfosis de los insectos, sino que indican una reestructuración en planos neuroarquitectónicos y funcionales jerárquicamente mis elevados de los mis.mos elementos y, por consiguiente, un cambio en el valor de la interacción ca1;tidad-cualidad. La· "pequeña pubertad'' de Pende, y la pubertad propiamente dicha, son el mejor y más . claro ejemplo. Toda alteración en la relación dialéctica de cantidad-cualidad se traduce por un cambio en la síntesis, en los resultados; por consiguiente, cada uno de esos períodos no puede interpretarse como de presencia o de ausencia de crisis, siendo como son estadas sucesivos en los que un cambio el equilibrio de las fuerzas brinda una faceta diversa del proceso evolutivo. Si un concepto debiera aplicarse, sería el de "alternancias", similar en su significado heurístico al que encontramas en el crecimiento (vid. cap. II). Retornando al momento preciso de la adolescencia, si no cabe hablar de "crisis" como algo monolíti.co, general y absoluto, como "nuevo nacimiento";.
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tampoco es posible la interpretación sistemática de la noc1on de alternancias de estados, porque sería hacer intervenir con mayor rigidez la preponderancia de constantes como el medio familiar o social, factores que no en todos los casos ocupan el mismo nivel en la escala de la determinación en un momento dado, porque el valor de su influencia es histórico. Si este valor fuera sociológico tendría por su estabilidad dentro del cuadro del medio idéntica influt::ncia cuantitativa. Empero la historicidad implícita en la valoración cualitativa de los mismos cambia radicalmente su valor determinante. Las angustias metafísicas de los adolescentes descritas por Spranger, el "Diario íntimo" de una María Barskiseff, están en el polo opuesto de la "expansividad" del rock and roll de los admiradores de Elvy Presley, de la violencia .de los Teddy boy, de la "revuelta sin causa" de los adolescentes nórdicos. Corresponden por cierto a otros medios sociales, pero en esas sociedades no se produjo un cambio de estructuras, no hubo una revolución de base, la única transformación ha sido el pasaje a otra época histórica, y nada más. Los medios a que pertenecen los adolescentes varían sensiblemente en el interior de un país y en una época social dada: un colegial, un aprendiz de obrero, presentan rasg:>s comunes que deben a la edad, pero innúmeras cosas que corresponden a los modos de vida los diferencian como al día de la noche. Estos adolescentes pertenecen al mismo momento histórico, pero viven en una etapa diven¡a en la evolución de los cuadros sociales y, por ende, de los valores socioculturales. La ubicación de un colegial, de un aprendiz, corresponde a fines diversos e incluso antagónicos· en su raíz y valoración para la misma categoría, según vivan en los Estados Unidos, en Rusia o en Indoamérica. Con sentido amplio y para no caer en la estrechez de limitar el estudio de la adolescencia a sus relaciones con el medio, debemos también tener en cuenta las relaciones que cada ser humano mantiene consigo mismo y que . pueden, como las anteriores, dar nacimiento a conflictos de intereses y tendencias. Cuando los conflictos consigo mismo se suman en un mismo vientre de la onda del desarrollo con los originados por la relación con el medio, se puede, entonces, hablar de crisis, pero el fenómeno ya adquiere sentido psicopatológico o está en los linderos de la anormalidad. En este caso la "crisis" señala el momento en que comienza la ruptura, el desajuste de las sensibilidades protopática y exteroceptiva. Claro está que incluso en esta eventualidad no debe considerarse toda desadaptación como forma más o menos patológica de la conducta por ser, precisamente, una edad en que las conductas imaginarias, entre otras, tienen amplio margen de acción.
* La pubertad se caracteriza por una actitud frente al mundo, por un período más o menos largo en el cual el individuo está absorbido por la preponderancia de la sensibilidad protopática, que lo acoraza contra estímulos del medio ambiente, humano o natural. En el lubricán de la adolescencia aparece una nueva actitud y se perfila una etapa de transición que bajo ciertos aspee-
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tos se revela más serena y tranquila. Acalladas las urgencias de las sensibilil darles intero y propioceptivas, el adolescente comienza a sentir de pleno ell impacto del mundo, a descubrir la existencia de semejantes, porque comieDll a comprender que sus problemas son también problemas de otros. El priindl índice es la amistad con coetáneos, con jovencitos incluso mayores, en los q1ll descubre afinidades a veces inexistentes, peto en todos los casos basadas en necesidad de apoyo. Por la brecha que se abre en el círculo de hierro de Ja personalidad enclaustrada en la sensibilidad orgánica, comienza a insinuanl el reflejo de las cosas y, en primer término, de las afectivamente más pró~ mas, las humanas. Pero también otro signo de esta transformación es el delli cubrimiento afectivo, estético, de la naturaleza. El niño goza del sol, del ain libre, del agua, sin percatarse de lo que son y lo que representan, sin gustar la belleza. Su apreciación de la naturaleza está restringida a la actividad que le permite, y la justiprecia según se adecue o no a la búsqueda del efeebl (vid. cap. V). En cambio, el adolescente descubre por primera vez en Ja naturaleza un elemento afectivo e intelectual; la sola contemplación avi\fll en él la puesta en marcha de experiencias intelectuales, y los valores estéticai se insinúan por primera vez. Si existe una época de esteticismo en la vidil mental del .hombre es la del primer descubrimiento del mundo como alga más que montañas, bosques, mares, ríos o claros de luna. Detrás de este comportamiento se esconde el núcleo positivo de la mentalidad del adolescente, su curiosidad sin límites. Ella lo arrastra por las grandes avenidas del saber, y si bien su primer contacto es ·estetizarse y poco lo positivo que asimila, la iniciación tuvo lugar. Adulto, tendrá que desprende1'91i1 de muchos· falsos conceptos, pero en el trasfondo quedará indeleble el inmrés primario. Esta es la primera etapa de la verdadera formación, y de cómo sepa aprovecharla el educador -la familia, la escuela, la sociedad--' serán las futuras proyecciones. Además, y este además plantea una bifurcación de capital importancia para la psicosociología de los sexos, está presente una doble fa.:eta de la curiosidad, la masculina y la femenina. Idénticas en sus funda-mentos, surgidas ambas de la irrupción de estímulos ambientales que desqW.. cían el ensimismamiento en el "yo" y arrollan al individud con lás cosas que por primera vez se animan y adquieren significado propio, se desarroJlan, sin embargo, sobre planos diversos por presión de las circunstancias que prescriben actitudes diversas a Jos sexos. Al analizar la gracia de la adolescente, veremos que es una expresión formal que tiene su contraparte y equivalente en la dialéctica del jovencita Ahora bien, el meollo de la dialéctica del adolescente es la curiosidad, que tan,bién está emparentada con la gracia. Curiosidad intelectual, objetiva, debemos llamar a la primera; afectiva, de formas y efectos ' subjetivos, a la segunda, y tal diferencia imprime a los sexos su conducta privativa, les marca delimitados centros de interés. Mucho se ha discutido sobre si esta diferencia es natural, realmente psíquica, o está. impuesta por f~cto;res externos, sociales. Para adoptar Ja primera hipótesis sería menester eliminar el influjo del me-
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dio, pero aun así se insinuaría el problema de la herencia de estructuras mentales (vid. cap. XI), como bien revela la persistencia de hábitos y tendencias mucho más allá de la duración de las circunstancias que los engendraron. Es indudable que la dispar posición del hombre y la mujer dentro de nuestra sociedad se apropia de la parte leonina en la estructuración de la mente de ambos. En la niñez no observamos puntos antagónicos en lo que a la curiQ.. sid::.d .se refiere, y la bifurcación se inicia en la adolescencia para presentársenos después como hecho consumado. Que un gran porciento de mujeres posea una curiosidad inferior, de la cual la novela picaresca y el teatro sacan abundante material; que invierta sus mejores horas atisbando en vidas ajenas, no es prueba absoluta y sólo señala los resultados de una actividad mental que no está encauzada en ningún sentido útil, libre de las preocupaciones y · cuidados que el medio impone al varón.' En la sociedád burguesa, el hombre monopoliza las actividades culturales, sociales, políticas, y la mujer, artículo de lujo o reducida a los menesteres caseros, se ve obligada a ocuparse de fruslerías hasta el .acaecer de su gran revelación biológica: la maternidad. "La evolución de la curiosidad -escribió. José Ingenieros- muestra un paralelismo entre ella y el desarrollo mental, así como el advenimiento paulatino de curiosidades cada vez más indirectamente utilitarias. La curiosidad, como la vida, tiene innumerables gradaciones: desde el anima~ que palpa y husmea hasta la genialidad de un. Aristóteles o un Bacon que ansiosamente anhelan conocer los misterios de la naturaleza". l,a gracia de la adolescente --qui! desemboca en la coquetería- y la dialéctica del jovenzuelo -que lleva al ejercicio pleno · de la inteligencia~ sólo so.n gradaciones de la curiosidad propia del ser humano. Las circunstancias socioeconómicas provocan una u otra derivación, pero ambas son en su base cualitativa maneras de adentrars~ en los laberintos del mundo y de la vida. Cuando la plenitud afectiva brota en el amor, opuesta es también la actitud masculina y la femenina, como son opuestas sus formas de curiosidad, y si en la adolescencia tal antagonismo carece de perfiles netos, es porque en ella, adelantamos la premisa; el amor no representa la forma más intrínseca y peculiar de la experiencia afectiva y de las relaciones de los dos seres en juego con la sociedad. · En resumen, el contacto del adolescente con el mundo, su descubrimiento, depende del ambiente en que vive; las influencias interindividuales -'-familia, escuela, ·fábrica, sindicato- y. las del medio sociocultural, menos precisadas, pero de acción . tanto o más acusada, determinan 1a cosmovisión y los conflictos de adecuación entre la realidad cotidiana y la anhelada. Abarcan estos conflictos todas las gradaciones del actuar humano y pueden centrarse en problemas metafísicos o en simples actitudes de renuncia o de rebelión sin causa aparente, porque en todos los niveles mentales, dentro de todos los .gra~ dos de densidad cultural, incluso en los más simples y bastos, está. implícita una filosofía de la vida, filosofía folklórica si se quiere, y la necesidad de colmar apetencias que ella indica como más urgentes.
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* En un delicado dibujo, La coquetilla, Goya reflejó toda la ingenua de una adolescente que por primera vez esgrime las armas de sus encaDt Sentada en cuclillas, parece avergonzada de la atención que provoca, coroim quisiera desvanecerse físicamente, pero dejando el inusitado hálito de su • sencia. Afán de aventura y temor de la misma, expresan los trazos del dih1111 Por su parte, Fragonard dejó en La coquette una pintura opuesta. Ya DO trata de la adolescente, sino de una mujer; no está en cuclillas, sino de El cuerpo se muestra airoso, las manos en las caderas llevan el busto adelante, y el rostro no se vela con la mirada baja; por el contrario, es d fiante. La _actitud de La coquette denota el aplomo del duelista que adoptar la postura adecuada y maneja el florete. Seguridad y afán de pr cia, en el cuadro de Fragonard; afán de aventura y temor de la misma, el dibujo de Goya, son las expresiones típicas de dos etapas de la coque femenina. En uno, la mujer triunfante, dueña -de sus sentimientos, que al galán: -"puedes conquistarme, pero de mí depende la entrega"; en el o~ jovencita temerosa porque, conquistada de antemano, sabe que de ella depende la entrega. Ambas situaciones revelan el nacimiento y perf de la coquetería. La coqueta "quiere agradar", pero por sí solo ese a no imprime a su 'conducta el sello característico. Para agradar, una n · puede valerse de los medios más espirituales o de las más procaces exhib. nes, pero no por eso habremos de decir que es coqueta. Aquella que se o agradando no coquetea, la entrega sin melindres excluye ese matiz de la =' quis femenina. En cambio, la verdadera coqueta se vale de antinomias, ofd _ciéndose y negándose simultáneamente, pero conservando siempre las rie del sí y del no. Sabe que al intentar la conquista, el hombre apuesta a posibilidades: ganar o no ganar, y ella quiere ser, por supuesto, el obj couquistado, pero sin dejar en el contrincante la sensación del triunfo, la de una concesión que puede retirarse en cualquier momento. Decimos • el hombre apuesta a ganar y no ganar, no a ganar o perder, porque en intimidad, aun en el rechazo, alienta la .esperanza de reanudar el asalto. coqueta lo sabe y por ello nunca decepciona completamente. Mantiene latencia la esperanza, concede y se niega, puesto que sin este doble juegQ desvanecería el interés masculino y su coquetería carecería de ~entido. En la adolescente, el problema es distinto; la mujer representa su papel coqueta; la jovencita lo desempeña espontáneamente, por imperativo de .llil _nueva afectividad que en ella asoma. Los gestos de la coqueta son estudia~ dosificados por una larga observación de los efectos que producen. Aprendi esos gestos no procuran agradar, están dirigidos a excitar; carecen de gr aunque posean encanto. La mirada y el contoneo son su núcleo esencial. frentándose a esta .típica expresión de la mujer adulta, la adolescente es t gracia~ ya que quiere agradar con su persona íntegra. Ignora que la po
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lidad de ganar es el precio que por singular valoración psicológica vuelva apreciable la conquista. En ella hay una sensación de plenitud que excede el fuero íntimo: ·se siente mujer, como tal objeto de posesión, y sin dosificar sus actos se ofrece espontáneamente. Sin ser insinuante, la coquetería de la adolesr.ente es, como el proceso biológico que la preside, natural. Excluye todo cálculo y no busca "el juego del .amor" o algo que ocupe el lugar de éste, sino que quiere sentir el amor como su imaginación lo forja. Así, pues, la esencia de la coqueter_Ía de la adolescente se asienta sobreJa-gracia, sobre el ajrnlearios se desligan de la tensión en que cooperaron. En una palabra, la destreza es el establecimiento de un automatismo cada vez más perfecto; llegará el momento en que incluso se volverá inconsciente, y entonces la finalidad quedará alcanzada: sólo se realizarán los movimientos imprescindibles. Sin derroches de fuerzas, el individuo perdurará más en la labor. La destreza corresponde, pues, a una respuesta exacta, a la perfección de la función de músculos y sistema nervioso; péro ¿diremos acaso que cuando una mecanógrafa escribe ochénta o más palabras por minuto lo hace con gracia? Su golpear de las teclas se cumple con la precisión de cualquier reflejo vegetativo, con avaro control de fuerzas. En cambio, cuán distinta es la actitud de esa misma mecanógrafa, adólescente, al caminar. Realiza, por supuesto, otro automatismo, pero esconde su esencia de reflejo detrás de un derroche inusitado de gestos, de movimientos. A la exactitud de la destreza se agrega una variación ilimitada dentro de la posibilidad de cada movimiento. Con desprecio del principio de economía sobreagrega gestos, posiciones, que para nada requiere la marcha, pero que le dan un matiz especial. En el fondo están siempre los fundamentos fisiológicos de la destreza, pero ahora se suman nuevos elementos que proclaman un alarde de adorno, de lujo. Tal es la gra-
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sino que - su La
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cia: intenciones estéticas voluntariamente yuxtapuestas a los como asentara Aníbal Ponce. Mas, para que estos sobreagregados no se conviertan a su vez en refl para que signifiquen siempre un adorno, exigen una invención contin Los movimientos graciosos, nacidos precisamente frente a la situación que requiere, caracterizan la necesidad más íntima de la adolescente que comí a comprender ese sordo rumor que le anuncia su sensibilidad organoafe que-rur-se asomora)'a ante sus -nue-vas forma_s, que comienza a sentirse e del interés masculino y le urge la necesidad de darse en espectáculo. De a Ja _intención erótica únicamente media un paso, pero la diferencia es cial para caracterizar la coquetería de la adolescente que todavía no se del sí y del no sabiamente administrados. Darse en espectáculo es propio la plenitud orgánica, de la marejada de deseos e· inclinaciones todavía definidos de la adolescente, que se ofrece íntegra a propios y extraños, ' implicar su embriaguez de formas, como único fin, la sexualidad. Cuandd gracia se carga con tintes eróticos pierde espontaneidad y aparece la coq en el estricto sentido del término. Los mimos a las flores, a los libros, a animales y también a los hombres, ya no están destinados a esas cosas y sino que llevan la intención de provocar admiración, despertar celos. Se quetea con uno para atrapar a otro; entonces el paso fue dado, la adole cedió su puesto a la mujer. En la jovencita, la primera etapa hacia una personalidad autónoma.i constituye la gracia. Manifestación primaria de la coquetería, revela en esencia la necesidad de individualizarse de la adolescente que comienza a del anonimato en que ocultaba sus. vacilaciones, y que al darse en espect' reafirma, por primera vez, sus derechos de persona. La futura mujer, coq o simplemente mujer, aparece así reivindicando su papel en la vida por de atributos físicos. Esta peculiar forma de "personalidad somática" plan sin · embargo, serios interrogantes: ¿es un fenómeno propio de la psiquis menina 6 simplemente producto de la coacción social? La respuesta acos brada, unívoca en uno u otro· sentido, confunde todavía más las cosas, p que es necesario conceder a ambos factores el peso que Ja balanza -de la les asigna. · La percepción · femenina es. eminentemente sincrética; la "intuición• la mujer no es, como a menudo se afirma, predominio de lo irracional s~ . razón, sino que revela bien a las claras que sus juicios no son analíticos. : ello las formas, arquetipos "de la totalidad, son el elemento básico de su I• _ bración y adquieren la misma categoría que en el pensamiento del varóa análisis cualitativo. Cantidad por un lado, cualidad por el otro, son las rencias psicológicas que tipifican el pensamiento femenino y masculino, re tivamente. Sin embargo, ello no basta para explicar por qué el fenómeno la gracia, una manifestación física, es el primer paso hacia la persona · femenina. Aquí debemos considerar otro factor, la coacción del grupo. estru~tura propia de la sociedad burguesa señala al varón y a _la mujer bos distintos. Al primero, la palestra de la . competición abierta que
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como pri~ordiales los dones del intelecto; a la segunda, la educación hogareña le inculca como única ocupación la de . ama de casa y, en el mejor de los casos.. añade la conciencia de que es un objeto frágil, digno de lujos y de i;uidados. Por consiguiente, no resulta singuiar que esta forma de acción social, repetida de generación en generación, sugiera la necesidad de desarrollar en primer plano la personalidad física, necesidad que, repetida incesante~ente por las madres, termina por adquirir la autonomía de proceso psíquico. Sm ::mondar en el fenómeno, aquí nos basta señalar su importancia en la gracia de la adolescente, expresión formal que tiene su contraparte y equivalente en la dialéctica del adolescente. Si exceptuamos el pisaverde, para el cual el largo de la chaqueta es todo un problema y la raya del pantalón una cuestión de dignidad, el adolescente común, pasado el primer momento de sorpresa ante la evolución que lo llevó al espejo con frecuencia desacostumbrada, desdeña lo que atañe al físico y . se entrega· airoso al juego de la discusión, cuyo proceso dialéctico le ofrece la oportunidad única de recalcar su autonomía frente a los iguales. La primera preocupación del púber por el lenguaje es la de encontrar una expresión para su confusa sensibilidad orgánica; el neologismo, lenguas extranjeras, el argot, ·son los medios consabidos. Pero ahora su problema es otro: acaba de descubrir detrás de cada palabra una vida que no sospechaba, y en el discurso una potencia transformadora que transporta más allá de sus circunscritos límites. El lenguaje que fuera hasta entonces, para él, un instrumento grosero, se convierte de pronto en hontanar de maravillas. Lo que el idioma corriente no expresa, la metáfora lo hará con una ampulosidad que, incluso, sorprende a su propio autor. Además, detrás de cada palabra el adolescente·comienza a descubrir una historia que ignoraba. La filología --como la filatelia- es una epidemia de los años juveniles, y si bien sólo algunos bien dotados seguirán cultivando esa disc.iplina, o serán escritores, lo cierto es que a Ios diecisiete años todos los varones cultivados tienen el prurito de sentirse filólogos. La causa primera es que el adolescente comienza a comprender la historia: junto a la fuerza de los hechos contemporáneos descubre la pujanza deÍ pasado, pasado que en ninguna manifestación se vuelve tan palpable como en la vida de las palabras. Si un diccionario etimológico está a sus ;tlcances, tal afán se convierte en manía. ¿Se encierra aquí acaso un verdadero núcleo de saber? Si el adolescente quisiera apuntalar conocimientos que adquiere en la escuela o en el medio, la pregunta sería obvia, pero no ocurre así. Saber de dónde deriva una palabra, conocer raíz y origen de un neologismo, poco ayuda a sus conocimientos escolares pero brinda en cambio interminable material de discusión. Las ciencias ' . naturales y exactas dejan en los años estudiantiles poco margen a la propia interpretación; sus esquemas y fórmulas frenan demasiado la imaginación. En cambio, ¿qué pone vallas a una discusión sobre la mayor o menor eufonía de entomología o insectología? En el umbral de la pÚbertad, el niño llega a ser .razonable; pasada la etapa de los porqué, acepta pasivamente todo aquello que está sustentado con aparato científico. Ahora, adolescente, se vuelve
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razonador. No niega las conclusiones del saber, pero quiere llevarlas a últimas causas, y armado con escaso bagaje científico hace nominalismo.. el adulto acepta vocablos sancionados por el uso sin preocuparse p0r el res etimológico, el jovenzuelo, en cambio, indaga, discute. ¿Es mero deseo .precisión? Nada de eso, pocas son sus luces para querer expresarlas · prochablemente, simplemente ha descubierto un filón de discusiones y explcta. La dialéctica --en su sentido restringido- atrae la apetencia del ad cente, puesto que concreta su afán de discusión. El diálogo no sirve para oropósito~. dado que exige un tácito acuerdo sobre Ja resolución final; · gar es aclarar algunas proposiciones accesorias; discutir es plantear de e manera; no implica aceptación, sino imposición de puntos de vista. En el ju de la dialéctica, el adolescente descubre la ·aplicación de su capacidad de zonar. Además, el hombre como elemento humano comienza a interesarlll el adolescente se desliga de todo aquello en que la humanidad está ausen11 la paleontología, la mineralogía, por ejemplo, no le interesan; la política, el contrario, absorbe toda su atención, puesto que en ella se descubre có ser capaz de actuar. La conciencia de su valor como individuo se le ap a través del influjo que crea actuar políticamente sobre los demás. Se siaijl persona porque se sabe miembro activo de la comunidad, como la adolesce:lll se percibe en calidad de tal brindándose en el espectáculo de la gracia y tiéndase centro de admiración. Ambos acaban de descubrir que son a _ porque pueden actu~r a través del pensamiento o der interés · que despiertil
* Dos fuerzas fundamentales, un sentimiento y una tendencia, subyacen ~ la base de las relacion.~s___humanas: simpatúz y hambre sexual. La prim reúne a los seres sin importar el sexo, crea los lazos de la amistad y de colaboración; lá segunda da lugar a un proceso selectivo dentro de la amist:al separa y reúne por pares sexualmente diferenciados. Una no excluve a la o~ por el contrario, cuando aparece el "amor", ambas se equilibran en la relaci/JI establecida. En resumen, el amor exige la confluencia de la simpatía y del hambre sexual, ya que ambas, como entidades separadas, sólo crean relacio~ peculiares y precisas: amistad y atracción sexual (vid. cap. XV). La pubertad se caracteriza por un individualismo agudo; con la adoleil cencia nace el reconocimiento de los demás seres como personas y cobra cuelll po la noción de responsabilidad social. En la muchacha la gracia, en el lIJCll4 zalbete la dialéctica, son las típicas expresiones del reconocimiento de q~ más allá ,de los límites propios existe una humanidad para con la cual nOI unen derechos y deberes. La gracia presupone seres a quienes agradar, hala~ la dialéctica exige interlocutores, un pensamiento que no sea el propio, y q~ incluso puede ser el de la colectividad .. En ambas situaciones el adolescenll concede autonomía al .prójimo y se siente solidario con sus éxitos y desgraciall Nunca la simpatía será mayor; es la época cuando con más fuerza se vivell los problemas sociales y, también, la decisiva en la futura postura: atonía de
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esyiectador insensible o afanes de luchador. La simpatía es, pues, a través de la gracia y la dialéctica, el primer lazo que une al adolescente con los demás hombres, le abre nuevos caminos, ya que lo pone en el mundo, rompe su coraza de individualismo, lo convierte en un hombre más. Junto ·con el despertar de la simpatía aparecen las primeras urgencias del instinto sexual. EL comienzo de la función fisiológica sexual se verifica para las mujeres entre los 12 y los 14 años; para los varones, entre los 14 y los 16. Paralelamente· con el factor fisiológico actúa el psíquico, cuyos primeros pasos son algo más tardíos que la función fisiológica sexual. En un principio se presenta como deseo, necesidad, aspiración de ternura, de amor y de ser amado; privado de inclinación al acto sexual. Para las mujeres aparece entre los 14 y 16 años; para los varones, entre los 15 y los 17. Esta fase es la llamada por muchos psicólogos del erotismo., que no debe, por supuesto, confundirse con el concepto de libido sustentado por el psicoanálisis, y que se acompaña de sensaciones peculiares en algunas zonas del cuerpo llamadas erógenas, en . particular los órganos genitales. El adolescente, demasiado preocupado por comprenderse, no las deja pasa1 por alto y ello le suma un motivo más de turbación. En su esencia, el problema sexual le es desconocido y se encuentra ante un nuevo misterio. Frente a la compañerita había llegado a comportarse con naturalidad, y ahora esa relación sufre un quebranto. Se siente intimidado por una pregunta que intuye en labios de la amiga y que en secreto él también se formula: ¿cuál es el "misterio"? Ambos acarician la esperanza de la mutua revelación, pero al comprobar la respectiva ignorancia corren presurosos a buscar, cada uno por su lado, quien les brinde un poco de luz. Si se presenta la oportunidad, el muchacho adoptará frente a la niña las posturas más viriles y muchas veces · las más inconvenientes, pero de allí a sofaldada, aunque tenga la ocasión, media un abismo. Podemos decir con Bcrtrand Russell que "con respecto a la tendéncia sexual el adolescente se encuentra en la situación de un recién nacido que para saciar su hambre tuviese que aprender los movimientos de succión y deglución". Este solo hecho bastaría para frenarlo en la búsqueda del sexo opuesto, si no viniera a agregarse el sambenito que la religión primero y la opinión social después cuelgan al problema de la sexualidad. Sin embargo, la urgencia del organismo es demasiado perentoria para que se detenga radicalmente ante esas prescripciones; además, la calle, los amigos y familiares le enseñan que es lícito burlar todo eso con un rodeo. Resulta de ahí un fertómr.no especialísimo: deseo y al mismo tiempo miedo del sexo opuesto. Mientras vive orgías con la imaginación, siente la mayor de las vergüenzas al acercarse al sexo opuesto. En los muchachos, la reacción es más patente y su mejor ejemplo es el donjuanismo intrascendente que los anima. Acuciados por sm deseos, por el afán de demostrar al prójimo virilidad, siguen y pi~pean a cuanta mujer cruza su paso. Mas, ¿cómo reaccionan .si son correspondidos? ¡Triste espectáculo de la incapacidad de amar! Si no huyen con cualquier pretexto, las pretensiones naufragan en balbuceos y con el ridículo termina la promisoria aventura.
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Por supuesto, semejante situación no ·se prolonga. Asediado por el deseo, .frenado por la sociedad, las prácticas vicarias traen al muchacho más exci;tación que calma y entonces descubre la burda solución de la prostitución. Así llega a un desdoblamiento inusitado: la sexualidad y la ternura marchan por sendas· divergentes. La misma aberración del amor caballeresco, la misma separación ficticia de lo físico y lo psíquico, impulsan al jo.venzuelo que pone en un pedestal a la novia y derrocha las fuerzas del sexo en la complacencia ,venal. Esta dualidad, propia de una moral asexuada para seres sexuados, moral burguesa por excelencia, incide profundamelllte en el desarrollo de la vida afectiva: el adolescente -varón o mujer- cree que solamente se llega al amor después de avasallar los sentidos. Dicotomía peligrosa que plantea problemas que sin duda luego corregirá armonizando tendencias, pero que prueba la premisa que antes adelantáramos, de que el amor no representa la más intrínseca y paculiar forma de la e:~periencia afectiva de nuestros adolescentes, ya que no rige en él el principio de equilibrio que señalamos al definir el sentimiento amoroso. El adolescente, como más tarde el joven, llega muchas veces a atisbar la vida sexual en su complejidad, pero 'por lo común en estos períodos de la . edad évolutiva la vida sexual se manifiesta únicamente en algunos de sus aspectos, y por faltarle el equilibrio y la armonía del todo puede aparecer a veces como morbosa o extraña e injustificada. Los adolescentes, varones sobre todo, suelen ser atormentados por representaciones de contenido sexual, que retornan con obsesiva frecuencia y llegan hasta asumir la apariencia de ideas obsesivas que por lo común desembocan en la masturbación y en casos extremos .llegan a actos inmorales de diverso tipo. Las niñas, por su parte, se abandonan: no pocas veces a un · sentimentalismo excesivo, sueñan lo imposible, se irritan si son contrariadas en lo que hacen para corresponder a su~ fantasmagorías. En ellas se despierta a menudo una verdadera repugnancia sexual, con rechazo explícito de relaciones de este cariz, e ignoran en tales casos, hasta llegadas al matrimonio, las sensaciones agradables que acompañan los prolegómenos del coito y la relación sexual misma, atrincheradas como están en que el amor consiste en un vago sentimiento erótico. De este modo las expresiones del erotismo y de la sexualidad son dos modos de manifestarse un mismo sentimiento, pudiendo definirse con Gemelli al primero como una disposición afectiva que caracteriza todas las actitudes de la personalidad, pero sin particular referencia a los órganos genitales y a sus funciones. En tanto que el erotismo caracteriza la vida de las adolescentes, la sexualidad, con sus manifestaciones más explícitas, destaca la vida del adolescente.
* La adolescencia marcha por caminos en zigzag; los jóvenes, unas veces deslumbrados, otras vencidos, van captando gradualmente la realidad. Cada una de las etapas de la adolescencia es un paso hacia el adulto, y ser tal es llegar al equilibrio psicológico, al de las funciones orgánicas, reconocerse como "peúona", adecuar las urgencias del ''yo'' a las del medio_. La adaptación del
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nmo al ambiente es espontánea e inmediata; no existen conflictos entre el querer y el actuar que no solucione vicariamente. Los padres, Ja escuela, la sociedad en una palabra, _coartan sus tendencias anárquicas, señalan los restringidos límites de su libertad, pero él se evade con el pensamiento y los juegos. Desligado de todo y de todos, escinde fácilmente su persona en el autismo del monólogo para conservar inviolado lo propio, la fantasía, y entregar el resto a la educación con que se pretende obtener de él un determinado tipo de hombre. En cambio la situación del adolescente es trágica; . no puede prescindir lisa y llanamente de los demás, no puede encerrarse en una torre . de marfil, y cuando se ofrece íntegro, los mayores ríen o lo corrigen. El niño no tiene problemas biológicos, no vive día a día, hora a hora, su crecimiento; el adolescente, por el . contrario, atisba a cada minuto en su organismo, pulsa las fluctuaciones del mismo, y cuando cree haberlas compr~ndido, dominado, un nuevo cambio lo vuelve a arrojar en la incertidumbre. Así, de salto en salto, sus funciones psíquicas no llegan a estabilizarse ha!~ta que se regulariza la marea de cambios que encrespa la sensibilidad protopática. Cuando ese momento llega, la adolescencia terminó, los problemas del pasado caen en el olvido y comienza el lento pero firme proceso de la. socialización. · La estructura de la sociedad en que vivimos no tolera "originales"; si al niño le está permitido mucho y ya menos al adolescente, es porque del _primero nada teme, pero al jovenzuelo y al hombre impone sumisión. De allí vi en.e el choque de los adolescentes con el medio: en la ininterrumpida auscultación de su organismo cobra límpida conciencia del individuo y de sus funciones naturales, pero en el momento en que pretende actuar conforme a dichos cánones, moral, religión, sociabilidad, le cierran el camino -con puerta de siete llaves. En la época, por ejemplo, en que está a punto de comprender el valor· y alcance de la sexualidad, todo se confabula para destruir. la imagen primaria: vetos, supersticiones, conveniencias sociales, desvían y confunden su atención. De aquí, sin duda, nacen los más agudos problemas de la adolescencia, los fenómenos cuya génesis esbozamos. Solamente un psicólogo miope puede prescindir de este choque entre el despliegue orgánico del adolescente y el medio social. Un proceso de tesis, anthesis y síntesis se cumple así cabalmente. Mas, ¿cuál es el aporte de la tesis y de la antítesis, de este modo planteadas, a la síntesis? En la psicología de la adolescencia, la tesis se presenta como las fuerzas del organismo que perfecciona funciones, en el desborrle de entusiasmo que sigue a cada situación superada. Por el contrario, la antítesis es el grupo social, la coacción de los demás individvos y, por sobre ellos, el conglomerado de normas, de situaciones de hecho que exigen respeto y por ende, para que el respeto exista, acatamiento, puesto qµe con bases tan impersonales s~ría ilusorio pretender respeto por admiración. En la interacción de ambos factores, la tesis lleva la peor parte; aislado, el adolescente se domestica. Uno de sus grandes descubrimientos fue la universalidad del hombre, y la antítesis le impone el apego a facciones; otro de sus hallazgos fue la legítima aspiración al amor, y nuevamente la antítesis
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antepone conveniencias, mitos, dilaciones en el cumplimiento del ansia afectiva, mientras para "entretenerlo" le muestra el camino de la satisfacción venal. Lo mismo también ocurre con la gracia de la adolescente. Hemos llegado a la conclusión de que la gracia eran intenciones estéticas voluntariamente yuxtapuestas a los automatismos, la necesidad de darse en espectáculo y en él afirmar su persona; pero en seguida la educación burguesa, el hogar, la cultivan y desvían con miras a la coquetería, a la captura del "buen par· tido". Auténtica expresión de un equilibrio psicobiológico que en su verdadero aprovechamiento pudo servir para agregar ritmo y colorido a la tarea diaria, para quebrar la monotonía de los automatismos del trabajo, se la convierte en producto de tocador, en sésamo ábrete para un matrimonio socialmente ventajoso. · Si este es uno de los tantos ejemplos con relación a la niña, qué diremos de la dialéctica del muchacho. Esa fecunda necesidad de explorar tras la fachada de las cosas es desvirtuada o contenida por el formalismo de la enseñanza. No es casual que sólo los adolescentes que descubren un maestro afirmen su personalidad, que tantas promesas concluyan- en tantos fracasos. La antítesis actúa aquí con todas sus fuerzas negativas. Ahora bien, ¿cuál es el resultado de la síntesis? De suyo se impone la rn;puesta: una personalidad epidérmica. Las características netas del tipo psicológico humano no están definidas, puesto que el adolescente marcha hacia el adulto por sucesivas aproximaciones. En él, lo que podríamos llamar ·"presión interna" y la resistencia del medio llegan sin duda a contrabalancearse, pero tal equilibrio es inestable. Uno de ambos factores puede imponer su ~eñorfa y entonces la resultante será una conducta opuesta, pero en los dos casos negativa. Si en el choque de tesis y antítesis domina un medio pesadamente burgués, la síntesis dará un · domesticado. Como esos fantasmas del Erebo que evocaba Ulises, el individuo, mera sombra animada, vivirá arrastrado por: la corriente mundana. Falto de decisiones, a la espera del momento oportuno, genuflexo y trepador, las sendas trilladas serán su camino, el favor de poderosos e influyentes sus armas. Presto para aceptar cualquier régimen social, todas las encrucijadas de la política le serán propicias: carecerá de valor para la crítica e incapacidad para la autocrítica. Mediocre en ideas, gustos, navegará con los vientos de la moda siempre a la popa. Sus convicciones serán las de la mayoría o conservará un término medio que nunca resulte lesivo para los extremos; en toda contingencia estará dispuesto a conceder razón, pero, eso sí, siempre al más poderoso. Figura de plastilina, toda mano dejará huellas bien visibles. En cuestiones estéticas e incluso eri aquellas de mero gusto personal adoptará lo que la "gente chic" pone de actualidad; sus vestimentas copiarán el último figurín y sus lecturas -ideas, conocimientos-- llevarán, en el mejor de los casos, la impronta del mayor éxito literario, o del Reader . Digest por lo -común. No vive, piensa o actúa por sí mismo; vive, piensa, actúa, según digan los demás. Sombra entre sombras, el número le da fuerzas y le impone gustos. Cuando una corriente política llega a imponer su coacción, engruesa la legión de burócratas que la apunta-
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Jan. Eso sí, llegado a una posición clave, si sus asentaderas soban un sillón de director, el tímido muestra las garras, la sombra cobra tentácul~s de acero Sus medidas serán drásticas, su vanidad .ilimitada. El respeto al cargo será respeto a su persona, y detrás de toda esa mascarada estará el juego de los resortes de la~ aspiración de dominio del adolescente domesticada, pero no canalizada, que por fin ve llegado el momento del desquite. Lo opuesto, y también con signo negativo, resulta cuando la tesis, la "presión interna", domina de manera absoluta. Antisocial, egoísta, desligado de todo y de todos, el individuo vive un anarquismo psíquico peligroso. El pre· dominio del individualismo le estampa un sello inconfundible. Si el entregado al. medio concede incluso gustos y pasiones para triunfar con la complacencia de los .poderosos, éste sacrífic.0 lo más esencial de sus afanes de superación para imponer su "yo". Diséonforme por antonomasia, negador por sistema, se siente único. Sus pasiones no conocen límites y los altibajos de su carácter semejan a una veleta volteada por un huracán. En estos dos aspectos extremos de la síntesis resaltan netas las características unilaterales de la adolescencia, puesto que aparecen convertidas en formas estables del carácter la necesidad de apoyo, de simpatía y calor colectivo, y el autismo, rasgos que alternándose columbran a lo largo de la edad evo. lutiva. · Empero, esta apreciación exacta en sus líneas generales, raras veces se presenta con 'perfiles tan definidos y en gran parte de los casos hay una conjunción compensatoria .. Si bien la domesticación es más frecuente que b ruptura orgullosa con la sociedad, un gran porciento de individuos, los "normales", presentau un saludable equilibrio que les permite la valoración objetiva de las circunstancias en que deben actuar. Si ejemplificamos con casos exrremos es porque en los fenómenos patológicos resaltan mejor las fuerzas que componen el carácter y permiten fundamentar una psicología de la adc!escencia.
* Si en el salto del niño al púber encontramos un corte neto, en el paso del adolescente al adulto descubrimos· intrincadas ramificaciones en las que sr entrelazan elementos subjetivos y sociales. Entre éstos se establece una relación causal recíproca: cada manifestación de la estructura social actúa directamente sobre la configuración de los factores psíquicos y, a su vez, cada cambio de éstos se traduce por nuevas acciones sociales. De tal manera, causa y efecto son reversibles, y en lo que atañe a la formación del carácter, psiqui5 e historia constituyen el par dialéctico que con sus "interacciones conforma a la persona humana, al individuo que supera lo biológico y trasciende lo social contingente. Sin duda el equilibrio completo se da difícilmente y el balance nos señala indisoluble maridaje entre temperamento y clima social, mostrándonos que por reservarse este último la mayor parte del botín, la adolescencia, sus pro- . blemas, la persona resultante, reflejan directamente las condiciones del medio. Són la resultante cualitativa de los cambios cuantitativos que condiciones socio-
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económicas e históricas imponen a las comunidades. En suma, la adolescencia trasciende lo biológico y lo psicológico y se presenta como problema educativo. Ahora bien, educar significa transmitir valores culturales, crear el concepto de la inseparabilidad de gnosis y praxis, integrar al individuo con el grupo a que pertenece abriendo su mente, la de cada generación, para la recepción
Tercera part e
ORIGENES DE LA SOCIABILIDAD
CAPITULO VIII
LA ACTIVIDAD PROPIOPLASTICA Definición. Origen y mecanismo de ·tas emociones. Expresión de las emociones. La mímica y la imitación. Las pasiones. Lás relaciones del hombre con el mundo físico nunca son directas m simples e inmediatas como las del animal. El medió social se superpone al natural y la organización de la vida colectiva señala el momento en que el individuo contribuirá con su trabajo a la existencia de todos con el fin de asegurar la suya propia. El animal, que provee solitariamente a sus necesidades, establece relaciones dire.ctas con el medio natural desde la más temprana edad; el niño, por el contrario, apenas llega en el curso del segundo año a desplazars.e por sí mismo, y la prensión, necesaria para una acción inmediata sobre las cosas, únicamente se logra después de largas etapas de maduración de los centros nerviosos y a través de innumerables ejercicios coordinados con los niveles de integración neuromuscular. Durante todo ese tiempo, la existencia del niño no está privada de necesidades ni de deseos, a los cuales naturalmente no puede proveer por sí mismo. La condición de continuidad de vida durante toda la infancia está respaldada por la sociedad, a través de la tutela familiar y, en mayor o menor grado, ~egún las formas y etapas de cultura y civilización. El animal adelanta rápidamente en sus. relaciones con el mundo físico, y sus primeras reacciones están dirigidas a él; los polluelos picotean el suelo apenas salidos del cascarón y el cabrito trisca la hierba a la par de la madre. Para el hombre, por el contrario, la vida se abre necesariamente por reiaciones de sociabilidad y es inevitable que las posibilidades psíquicas del momen~o estén orientadas en tal sentido. Desde el nacimiento está dotado de movimientos que responden tanto a los mecanismos de la vida vegetativa como a órganos de la vida de relación; esta segunda fase de la motricidad infantil está, aunque de manera muy rudimentaria, en relación con determin~da forma del comportamiento, esto es, las relaciones vitales del niño con el ambiente. A los seis meses de edad, la relación es. netamente identificable y aparece, psicológicamente considerada, como primer paso para despertar el interés del prójimo por necesidades Y deseos vitales inexpresables de otro modo que no sea a través de la tonicidad muscular. Para muchos investigadores se trataría de mecanismo~ perfectamente bien adaptados a las necesidades de la acción. Cannon fue el primero en demos111
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trar que no existe emoción sin una descarga masiva en la circulación de pi:o·ductos endocrinos, . en especial de adrenalina, que estimula el ortosimpático y en consecuencia dilata los bronquiolos, intensifica los movimientos cardíacos, al mismo tiempo que por su acción vasoconstrictora reparte el caudal sanguíneo entre la periferia, las vísceras y los centros nerviosos, ampliando así el campo de la hematosis. Correlativamente aumenta la cantidad de glucosa en la sangre y en los tejidos, con lo cual las disponibilidades energéticas se acrecientan en favor de automatismos útiles al organismo. Otros autores, tras las huellas de J. R. Kantor, se ubican en el polo opuesto. Las emociones serían manifestaciones de desorden, nocivas o por lo menos molestas. En todos los aparatos funcionales aparecen temblores, pérdida de tonicidad muscular, falta de precisión en los gestos, obnubilación e ilusiones sensoriales, trastornos del juicio, y esto ,sin hablar de perturbaciones viscerales y glandulares. Según Lapicque, el influjo nervioso, en lugar de quedar localizado en los aparatos de relación; hace efracción en el aparato neurovegetativo; la gran diferencia de cronaxia que existe entre ambos quedaría salvada por una excitación masiva como la que subyace en las emociones. Pagano, par su parte, demostró que interviniendo en el núcleo caudado se pueden obtener manifestaciones de cólera o de miedo, según el punto excitado. Lapicque mismo llegó a aceptar c¡ue en las formadones subcorticaJes, en la región optoestriada y particularmente en el tálamo, existen neuronas cuya función sería modificar el nivel de la~ cronáxias, de donde la aparición de las emociones dependería de un órgano regulador. En tal caso se presentarían como reacciones organizadas, aunque queda por explicar los efectos nocivos que destacan los partidarios de la explicación mecánica y catastrófica de Kantor. Frente al problema cabe plantear con Wallon que, útil o nociva, la intervención de las funciones neurovegetativas en las emociones es reconocida por todos, y ya sea que provean de energía o perturben la puesta en marcha de mecanismos oportunos, están identificadas con la acción sobre el inundo exterior. y precisamente en esta concordancia que une lo negativ<;> y lo positivo de lo observado en el desarrollo de las emociones en relación con una finalidad vital, la acción sobre el mundo exterior, se habría afinado por diversificación y especialización en el pasaje del acto al pensamiento (vid. cap. XIII ), en la transición que va del hominida al hombre, hasta transformarse de algo más o menos accesorio, accidental, en función desarrollada y sistematizada. Nocivas en unos aspectos, positivas en otros, en el hombre las emociones terminaron por convertirse en una forma nueva de actividad, la primera de significación social para nuestra especie.
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Origen y mecanismo fisiológico de las emociones se revelan como reacciones orgánicas a estímulos periféricos que de carácter agradable o desagradable pertenecen a los circuitos sensitivomotores de la vida de relación. Esta manera de reaccionar aparece en el niño hacia los seis o siete meses de edad y ~e la considera como prototipo de emoción primitiva, estrictamente, debida a circunstancias periféricas que nacen y. se extinguen con ella. El ejemplo c~á-
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sico es la experiencia de Insabato, de cosquilleo obtenido por fricción pro· funda de regiones ricas en aponeurosis y en inserciones musculares, como son las partes laterales del tórax. La sensibilidad puesta en juego está pura -y exclusivamente relacionada con los órganos del movimiento, es orgánica y nada tiene que ver con estímulos del mundo circundante. Específicamente propioceptivo, el cosquilleo de la experiencia de Insabato no desemboca en gestos de aproximación ni de huida, y en lugar de representar una actitud cada vez más completa hacia la fuente que lo provoca se amplifica de manera difusa hasta llegar a un espasmo y pasar luego a explosiones de risa forzada que concluye en llanto y lágrimas; Una misma excitación alcanza los dos polos opaestos de la vida afectiva, la alegría y el sufrimiento. Durante todo este proceso, la excitación es la misma, y la única diferencia entre la risa y el llanto es que la reacción se amplificó según una progresión que corresponde a la estrecha reciprocidad que existe entre sensibilidad orgánica y actividad tónica. El efecto, que de ningún modo correspondtl a la vida de relación, se acumula en el organismo bajo la forma de tono que sin la desrnrga exterior de gestos y actos, sin la acción dirigida hacia el objeto, termina por invadir todo el aparato motor, y superada la capacidad tonígena de éste, se resuelve en un· espasmo que se agrega a la excitación orginaria y ?rovoca otro espasmo más extendido. Se establece un circuito cerrado de sobre'alimentación de tono, y la descarga, sin objetivo, se traduce en risa convplsiva. Con el acceso de risa los músculos .se distienden, la actitud de esfuerzo desaparece. Pero si la risa no llega a liquidar el exceso de tono y la excitación tonígena continúa, como en la experiencia de Insabato, sus efectos se propagan a los músculos del esqueleto y de las vísceras, el organismo queda hipertónico y estallan !os sollozos, única manera de liquidar el exceso de tono que en· la hipertonía, la angustia, el miedo, provoca calambres cardíacos y viscerales, ahoga la respiración y crea un bolo esofágico. Todas las emaciones: placer, alegría, cólera, angustia, miedo, timidez, pueden ser reducidas a la manera como el tono se forma, se consume o eonserva, y en todas puede señalarse la expresión dialéctica de un fenómeno cuantitativo único ~carga de tono-- que según su grado y nivel se descarga a través de expresiones cualitativas que ocupan una amplia gama y cuya valoradón no expresa siempre la reacción del estado de ánimo concomitante . estímulo, esto es, dirigida hacia el objeto, sino una situación orgánica, subje~ tiva, derivada del grado de carga tonígena; a veces se llora de alegría y · se rie de miedo, aparte de que en los estados de extrema angustia hay un momento en que llanto y risa se confunden en un rictus mixto que revela alternativamente. ambos tipos de descarga. La emoción es un . fenómeno vegetativo y como tal depende de proceso~ nervioso5 subcorticales, constituyendo las vivencias afectivas más simples, relacionadas con la satisfacción o insatisfacción de necesidades orgánicas. Agrado y desagrado son su expresión psicológica, y como reacción afectiva forma'Il el equipo básico común de animales superiores y el hombre. Empero, a me~ dida que el proceso de cerebración creciente (vid. cap. III) señala en la
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Palcologla genétfca.-8.
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filogenia el predominio de los hemisferios cerebrales, se acrecienta la posibilidad de establecer reflejos condicionados y de suplantar el estímulo directo, específico, por otro que circunstanciadamente estuvo conectado con el primero. La intervención de la corteza cerebral está demostrada por el hecho de ·que aunque al principio las emociones nacen como reflejos incondicionados;· después aparecen a base de reflejos condicionados, e incluso el mismo estímulo puede, según las circunstancias en que se produjo el condicionamiento, estq es, las conexiones temporales, traducirse por satisfacción o insatisfacción. Una limonada, por ejemplo, resultará refrescante o nauseosa según alguna vez haya sido empleada para calmar la sed o para disimular una pócima de pésimo sabor. Las conexiones temporales cambian fundamentalmente la función de los estados emotivos, y en el hombre dichas conexiones son de carácter social, derivadas de las relaciones recíprocas de la gente, de donde su cualidad vegetativa pasa al plano de la vida de relación; la sonrisa amistosa, los gestos de desagrado, aceleran o detienen actitudes o actividades del prójimo, y estas actividades despiertan en nosotros alegría o cólera. En ambos casos, por el estímulo, graduamos la carga de tono orgánico y la reacción vegetativa correspond~ente. Ocurre también que el recuerdo de un gesto amistoso o inamistoso, o la simple circunstancia ambiental del lugar en que se produjeron, despierta la reacción vegetat4va correspondiente por. obra y gracia de un estímulo indirecto, de una conexión temporal, lo cual revela con hermoso ejemplo dialéctico la transformación de lo cuantitativo -reacción vegetativa- en .cualitativo -reacción .p síquica-, y viceversa. En su aspecto cualitativo, las reacciones afectivas son típicamente humana:s, se relacionan con objetos o personas y, por consiguiente, tienen finalidad. Están unidas con necesidades que han aparecido en el curso del desarrollo histórico de la humanidad y se transforman en lo que llamamos sentimientos. La aparición de los sentimientos depende, pues, de las condiciones en que vive el hombre y está ligada a necesidades culturales o sociales. En tanto que la emoción surge siempre como reacción a estímulos aislados y específicos, el ~entimiento refleja la frustración o el logro de la acción que el individuo quiso realizar sobre las cosas o- la gente. El hecho de ser sociales en cuanto al origen del estímulo y a la expresión crea la infinita variabilidad histórica de la gama de los sentimientos en su valoración social, estética o moral. A no pocos sorprenderá saber que el trato muy cristianísimo dado a moribundos o dementes hace apenas tres centurias está ahora desterrado por monstruoso e inhumano. En tanto que las emociones son circunstanciales, se motivan por un estímulo que actúa en un momento dado y se debilitan después para desaparecer totalmente al cambiar la situación; los sentimientos son constantes y reflejan el consenso y constancia de la actividad social que los propicia, máxime cuando se refieren a ideas abstractas, a principios morales sancionados por una ética heterónoma. Cuanto mayor es la densidad psicológica de un pueblo, los sentimientos res~ltan ligados en la misma proporción a la actividad cog-
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noscitiva de las personas, su aparición y mantenimiento aparecen unidos a la satisfacción de intereses racionales y se confunden en muchos aspectos con la consecución de valores, aunque a veces los individuos no lleguen a captar la diferencia: ontológica entre uno y otro tipo de vivencia.
* Se trate de la emoción más primitiva o del sentimiento más intelectualizado, en su producción se sigue una serie de actitudes posturales, lo que es tónico, según la amplia definición de Sherrington, que coloca entre las funciones posturales las contracciones de todas las vísceras por serlo de naturaleza tónica. En efecto, las reacciones orgánicas, en especial la actividad contráctil del aparato circulatorio, del tubo digestivo, de la vejiga, del útero, de las vísceras . de fihras lisas, desempeñan papel tan preponderante en el mecanismo de lai; emociones como las variaciones del tono en el apárato muscular de las actitudes y del equilibrio. Todavía más, se puede decir con Franck que en las manifestaciones fisiológicas de la emoción hay una serie profunda, orgánica, disimulada, que requiere un examen general para ser percibida objetivamente, y una serie exterior, inmediatamente visible, audible, sensible, a la que se da el nombre de e:cpresión. En la serie exterior se puede a la vez distinguir . entre expresiones comunes y especiales. Las primeras, como el enrojecimiento, la palidez, la horripilación, el temblor, se encuentran en todas las categorías de emociones, a lo largo de la serie filogenética y, con excepción del temblor, son reacciones inervadas por el simpático, propias de la vida vegetativa. Representan un patrimonio común de animales y hombres; en ambos, por ejemplo, la horripilación se encuentra en el miedo; en la sorpresa grata, en la cólera, en la espera, en el orgasmo sexual, en los deseos imperiosos de evacuar; el sudor aparece en el miedo, en el dolor, en la incertidumbre; el rubor traduce la cólera, la alegría, la timidez, el miedo de ruborizarse, en tanto que el temblor surge en el terror, así como en las grandes tristezas, la cólera., la alegría intensa, el deseo, la esperanza. De acuerdo con el análisis psicológico, la mayoría de estas reacciones son fenómenos de derivación que se agregan o re.<;ultan subsidiarios de las causas que provocan la actitud postura! correlativa de 1a emoción que acompañan. La fisiología no agrega por su parte nada nuevo al análisis psicológico y permanece en el mismo plano cuando dice, con otra terminologfa, que en el caso del rubor y del sudor la derivación nerviosa va de la región optostriada, centro probable de la emoción, a los centros bulbares o bulbomedulares vasomotores o sudoríparas, El temblor escapa a las reacciones vegetativas, pero su causa no está mejor conocida. Para Mosso, que desarrolló una observación de Descartes, resulta de la desarmonía que se produce en el funcionamiento de músculos antagónicos normalmente asociados en la ejecución de movimientos, ló que deriva en desajuste, pérdida de precisión y gradación de los mismos. Empero Busquet ha demostrado que el temblor existe en músculos desprovistos de antagonistas, como el cremáster, y afirma que se produce cuando
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causas fisiológicas o patológicas como el frío, la fatiga o las emociones disocian las excitaciones psicomotrices o motrices que condicionan las constracciones normales propias de la función muscular. Las expresiones especiales son las que corresponden a una emoción determinada, como la tristeza, la alegría, la cólera o el miedo. Suele considerarse como tales las expresiones comunes de grupos de músculos que se destacan más o menos durante la expresión de cada emoción en particular, especialmente los correspondientes a los-músculos de la cara que, por su movilidad, son los más aptos para traducir expresiones generales, pero que se prestan por su inmediata asociación con el resto de la expresión a dar la impresión de que sus contracciones son particulares, específicas del estado emotivo, cuando en realidad son expresiones generales que, bien observadas, las encontramos en la cara en polos opuestos de la vida afectiva como la alegría y la tristeza. En realidad, la cualidad de. las expresiones especiales no está determinada por uno o varios grupos de músculos, ni depende de determinadas contracciones, sino que se refleja en la excitación o depresión general del sistema neuromuscular que caracteriza al plano psicoafectivo en que se desarrolla el fenómeno emotivo. Por consiguiente, estas expresiones son globales, imposibles de separar en grupos y solamente perceptibles por el individuo emocionado. Presentan, además, un neto carácter de reversibi~dad; es suficiente que por circunstancias no emotivas el tono neuromuscular alcance el nivel que le es propio en una emoción para que el sujeto perciba el estado orgánico de la misma sin estar, por ejemplo, alegre ni triste) tal como acaece en las excitaciones o depresiones endógenas. Basta, por otra parte, adecuar el pensamiento a una escena pasada o imaginada de alegría o tristeza para percibir en cierto grado el tono neuromuscular correspondiente al estado afectivo racionalmente previsto. En resumen, las expresiones emocionales revelan la acción del simpático en la horripilación, del sistema cerebroespinal con la sonrisa; perturbaciones localizadas del tono nervioso como el temblor, parecen explicarse por inhibiciones, excitaciones, reacciones de protección, de agresión o de defensa asociadas a reacciones específicamente emocionales y sometidas a la acción inhibidora o desencadenadora de la corteza cerebral. En efecto, la cuestión ·de los centros em~cionales ha sido muy bien estudiada por Pagano para el miedo y la cólera, y por Bard para la cólera, pero por más que admitamos centros para estas emociones y las expresiones directamente unidas a la agresión, a la protección, cabe pensar con Wallon que las leyes de la excitación, de la depresión, de la inhibición, no dejarán de verificarse en la medida que dependen de la actividad de un nivel nervioso jerárquicamente superior, que gobierne al mismo tiempo los reflejos y psicorreflejos de agresión y protección. Las experiencias con reflejos condicionados de Pavlov y su escuela no dejan dudas en lo que a esta sistematización se refiere y al papel rector de los hemisferios cerebrales en su función de adecuadores generales de la condücta del individuo en relación con los estímulos protopáticos y exteroceptivos. Los estudios de leroteeva, Pchonik, Korst y Grinstein abonan en este
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sentido. Ieroteeva logró elaborar en un perro un reflejo de inhibición condicionado por estímulos dolorosos intensos combinados con un alimento que obraba como estímulo incondicionado. "El resultado obtenido de la experiencia -escribió Pavlov- fue que un estímulo muy intenso de la piel, eléctrica. térmico o mecánico, provocó no dolor, como era de esperar, sino como única respuesta una reacción alimentaria, motriz y secretora, sin el menor movimiento de defensa ni la menor modificación cardiorrespiratoria, propias de dicha reacción defensiva." En modo inverso, Pchonik pudo comprobar que en el hombre un estímulo subliminal indoloro puede transformarse en dolorow si está convenientemente condicionado.
* La expresión de las emociones puede ser remedada, espontánea o deliberadamente y, en ambos casos, persigue la finalidad de crear un clima expresivo que ayude a la comprensión de la actividad postura! adecuada a la circunstancia. Toda vez que el individuo necesita reforzar o acentuar un concepto o una idea que requiere aval emotivo, la mímica ayuda a destacarlo; si, por el contrario, es la actitud la que debe crear el clima apropiado, la imitación desempeña su papel. La mímica reproduce las expresiones espontáneas de la emoción y se pueden distinguir tantas especies como categorías emotivas imitables existen. Su finalidad, como la de las emociones propiamente dichas, consiste en crear un público y en despertar por simpatía las mismas vivencias emotivas. La imitacióU: es la mímica con mayor amplitud; procura reproducir el verdadero estado emotivo, y su finalidad es más amplia porque está en relación con la sociabilidad. No se imita para crear un clima afectivo que predomina en un grupo determinado. Imitar significa llevar el tono neuromuscular propio al nivel a que ha llegado en el grupo a que se pertenece o pretende introducirse. Existe una mímica y una imitación del gesto, de la voz, de las c;ontracciones espasmódicas de los m~sculos estriados que actúan sobre la risa, la secreción lagrimal, etc. De todas las mímicas, la de los músculos estriados es la más fácil, por lo mismo la más común, y su prototipo es la del gesto. En ella se encuentra una imitación directa, por ejemplo, cuando en una visita de cortesía nos mostramos sonrientes para demostrar simpatía y satisfacción ¡cualesquiera sea en ese momento nuestro estado afectivo, o a la inversa cuando en una visita de duelo adoptamos una actitud compungida. La mímica representa una imitación de transferencia si traducimos a través de ¡expresiones propias de sensaciones físicas sentimientos morales, cuando para expresar amargura moral elevamos el velo del paladar y bajamos la lengua, romo para repeler o evitar que toquen una sustancia amarga, o si para expresar satisfacción nos chupamos los labios o los repasamos con la punta de la lengua. Cuando la mímica es rica y cambiable, utilizada todas las veces que traducimos en símbolos musculares sentimientos, o el carácter moral de un IUjeto, e incluso ideas abstractas, nos encontramos frente a una imitación metafórica. Por ejemplo, los músculos oculares, de por sí ricos en expresiones
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directas o de transferencia, pueden, aislados o asociados con los músculos perioculares, el orbicular, el frontal, el supraciliar, llegar a crear una mímica metafórica rica en matices, que expresa en signos simbólicos comprensibles por todos sentimientos y juicios· de valor: "¡Está bien! ¡No vayas! ¡Ve, pero cuídate! ¿Cómo? ¡No digas nada-! ¡Ya verás! ¡Te desprecio!", etc. En cuanto al origen de la mímica y la imitación, es común considerar que cuando expresan emociones imitamos siempre la expresión espontánea· de nuestras propias emociones, hecho que la experiencia no confirma. Un ciego de nacimiento es incapaz de realizar por la mímica expresiones de alegría, de cólera, de tristeza, aunque posee las expresiones espontáneas de esos mismos estados afectivos: Además, vemos que la mímica y la imitación están ausentes en el recién nacido y en el lactante y que se van adquiriendo en la misma medida que progresa la socialización del sujeto. Esta observación prueba que la mímica y la imita<;:ión no tienen su origen en la memoria social ni en la muscular de nuestras propias emociones, sino que son visuales y exteriores y, sobre todo, sociales. Tomamos nuestra mímica imitando expresiones constituidas desde siempre con temas mímicos colectivos, formados por la experiencia de cada uno y de todos. La mímica es, pues, una lengua basada en representaciones colectivas que se imponen a los individuos, los anteceden y los sobreviven. El origen social de la mímica y de la imitación es todavía más sensibl~ en esta última que en la primera. En la imitación propiamente dicha, el parecido que se logra en la actitud y en el comportamiento está en directa relación con la sociabilidad; aparente en los animales gregales por el paralelismo de sus actitudes y com¡)ortamiento frente a objetos y estímulos exteriores, cuyas reacciones expresivas y manifestaciones vocales sugieren la idea de que se imitan, en la vida humana el papel de la imitación se extiende y vuelve innegable. En sociología, Tarde llevó el análisis de la imitación a sus últimas consecuencias: "Una sociedad -afirma- es antes que nada un conjunto de hombres que se imitan; sus límites reales están donde se detienen las corrientes de imitación, partidas de un centro moral del cual radian las inven:::iones en todos los dominios, modos,' costumbres, lene;ua, arte, moral y técnica." Durkheim, por su parte, ha ins:stido sobre el carácter oblig;atorio, ritual. de esas imitaciones impuestas al individuo tanto por el prestigio de la sociedad a los ojos de sus miembros como por las sandoncs morales de que dispone. Con sentido temporal, la imitación adquiere el carácter de tradición, cuya transmisibilidad diferencia a las sociedades humanas de las animales y hace posible un progreso que la herencia biológica resulta incapaz de acumular y transmitir (vide cap. XI). Toda la educación es una asimilación, una síntesis que surge del choque dialéctico de factores orgánicos perpetuados, mejorados o disminuidos por herencia y vec~ores sociales conservados, transformados y pasados de generación en generación por imitación pasiva o coactiva, social. La imitación y la mímica, com'o toda función, tienen sus grados y su patología. Pueden representar una forma superior de la acción cuando, controla,.. das por la razón, mueven tras el ejemplo de actos realmente .elevados; puedea
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aparecer degradadas si se convierten en repetición irreflexiva de actos circunstancialmente prestigiosos. Entre la imitación de la "dama chic" y del petimetre que calcan los últimos figurines y copian las maneras del "círculo de moda" y el sabio que repite una experiencia y verifica o saca de ella nuevas ideas, se extienden todos los grados de la imitación que van desde la repetición monótona y grotesca del simio, pasando por la automática, incoercible, de actos, de actitudes, de palabras que en el adulto son signo de puerilismo y se observan de común en idiotas e imbéciles, hasta la adopción controlada, reflexiva y de expresa finalidad ind.ividual y social de las verdaderas educa~ · ción y formación intelectual. \·
* En el siglo xvrr el término pasión tenía un sentido muy amplio, pues designaba, ~anta a las emociones como a las pasiones propiamente dichas, significado dual que a veces dificult~ la comprensión de autores que como 'Bossuet, Descartes y Malebranche se dedicaron con ahinco al problema. La dificultad perduró. casi hasta nuestros días en que los psicólogos se preocupan por restringir y precisar su significado, que podemos considerar aclarado en la definición de Lalande de que "una pasión es una tendencia de cierta duración, acompañada de estados afectivos e intelectuales, de imágenes en particular, y bastante poderosa como para dominar la vida del espíritu (pudiendo esta potencia manifestarse tanto por la intensidad de sus efectos como por la permanencia de su acción)". Definida de esta manera, la pasión se distingue de la emoción y de la tendencia. Difiere de la emoción porque ésta es ll¡n estado logrado, que se vive como tal y se presenta ·estático, sin que tienda a convertirse en nada ni posea finalidad alguna fuera de la propia realización. La alegría, la tristeza, el 'miedo, se extinguen con las circunstancias que los provocaron, y la situación de exaltación o depresión orgánica y psíquica que les son propias ceden a la desaparición del estímulo. La pasión, P.ºr el contrario, tiende hacia un objeto, representa un estado continuo de exaltación que incluso, sin el acicate del estimulo, mantiene el tono que impulsa al apasionado hacia la consecución de a 1go. Dinámica por excelencia, la pasión no representa una respuesta, sino una búsqueda, no se agota en la posesión del objeto, sino que lo transforma, le concede nuevas facetas y, en consecuencia. procura siempre la posesión de algo nuevo. Se exterioriza por emociones, agradables o penosas, con una intensidad que depende directamente del grado de la pasión y cuya alternancia co~responde a la esperanza o desesperanza en el éxito. No obstante la expresión, la pasión no se confunde con la emoción; y sea ésta exaltadora o depresiva, el tono afectivo se mantiene siempre elevado. Por otra parte, la pasión se distingue de la tendencia porque el impulso que la anima es una tendeneia hipertrofiada, gobernada además por representaciones que la convierten en deseo. De aquí que ciertas emociones pueden dar lugar a pasiones siempre que el deseo vaya más allá de ellas, las busque, las prolongue, las renueve. La relación entre pasión y emoción puede esquematizarse con Dumas, si consideramos que la emoción resulta de la detención
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o de la satisfacción de determinadas tendencias, en tanto la pasión, que surge de la hipertrofia de una tendencia, es fuente de emociones agradables o penosas, según resulte contrariada o favorecida. El deseo es elemento esencial de la pasión siempre que sea intenso y durable, presentando, como dijéramos, una. tendencia consciente gobernada por representaciones, pero cabe agregar que de ninguna manera es necesario que esas representaciones provengan de la experiencia: simplemente pueden ser imaginadas. En tendencias instintivas como las sexuales, el deseo que impulsa a satisfacer la necesidad puede ser una tendencia consciente hacia un fin conocido o imaginado; lo es hacia un fin conocido cuando el interés del individuo se centra en un partenaire sexual determinado, hacia uno imaginado . cuando genéricamente el impulso lleva a la búsqueda del partenaíre en· abstracto para luego cristalizar en uno individualmente caracterizado. No siempre es regla el pasaje del fin imaginado al conocido ; muchas veces, y siempre dentro del ejemplo anteiior, existen individuos cuya pasión se prolonga tras fines imaginarios y otros que nunca pasan por dicha etapa y siempre se apasionan por fines tangibles (vid. cap. XV). Desde que Ribot señaló dos modos de nacimiento para las pasiones: la "acción lenta" y el "flechazo", se corrige, se amplía el esquema, pero se lo acepta, en suma, cualesquiera sea la postura ideológica de l~s autores. En el primer caso, una tendencia hipertrofiada, que pudo estar ignorada como tal hasta entonces, despierta por excitaciones aptas para revelarla y, según sea el caso, el odio, el amor, la .ambición, etc., comienza a dejar el estado de larva y a tejer el capullo de la crisálida. En este estado, la pasión despierta por ex. citaciones directas: el amor frente a cualidades de forma y de belleza, la ambición ante las posibilidades de un éxito, el odio a consecuencia de una ofensa. Mas sería erróneo considerar tales estímulos como creadores de la tendencia hipertrofiada que marcha hacia la pasión; simplemente son reveladores, pretextos afectivos antes que causas, y por lo mismo su acción de estímulo no siempre directa y el deseo pasional para alcanzar su objetivo puede seguir diversos caminos con tal que el instinto que lo sostiene encuentre en ellos razones de analogía o de semejanza. Es la ley que Sully llamó de la transferencia y ·cuyos ejemplos abundan en la vida cotidiana; la persona adorable o antipática por el timbre de la voz, la cadencia del caminar, el perfil de la nariz, o simplemente por motivos más o menos imaginarios como creerla enormemente desdichada o inmensamente dichosa sin razón justa, causa de que en amor tantos jóvenes anhelen regenerar rameras maridánd0 las, o tantas jóvenes sueñen con ser asilo y consuelo de libertinos desgastados. Acerca del "flechazo", pese a haberlo señalado como una causa de la pasión, Ribot permanece escéptico; sin negar que a veces se lo encuentra en las manifestaciones pasionales súbitas, estima que existe un trabajo preparatorio de inclinaciones y que el sujeto ha madurado en silencio la pasión que estalla de golpe. Para comprender este mecanismo, así como el de la acción lenta y de la transferencia, debemos recordar el carácter estático de la emoción y el dinamismo de la pasión. La emoción es un hecho psicobiológico realizado,
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se lo vive y no se duda de su certidumbre. La pasi6n, al contrario, deviene porque la acunan el deseo, la esperanza, y no es una realizaci6n, sino una búsqueda de la misma, lo que obliga a encontrar en los hechos que son dados razones para fortificar el deseo y alentar la esperanza. Acude de consiguiente a !a interpretación y, a partir de un hecho real, le encuentra por hip6tesis un sentido determinado; este proceder, el mismo de las ciencias, está en la pasi6p desprovisto de 16gica racional, y una gramática parda, la de los sentimientos, señala las pautas a seguir. Las hip6tesis están subordinadas a las necesidades de la pasi6n, y el gesto en que todos ven una cortesía aparece al apasionado como signo de aliento o de esperanza, el rechazo normal se transforma en ofensa. El celoso interpretará un cambio de tocado, un sueño acompañado de una sonrisa o de un suspiro, como prueba de que dej6 de ser amado, de que otro ocupa su lugar, de que es traicionado. Tolstoy, en la Sonata a Kreutzer, señala magníficamente c6mo una vez entrado en el delirio de interpretación Pozdnichev exacerba sus celos y se vuelve asesino. Cuando la pasión se separa de la tendencia se intelectualiza o socializa; en el primer caso, la transformación se debe a la concurrencia de recuerdos, de imágenes, de cálculos, de proyectos que se le asocian, y por influencias filosóficas, literarias, estéticas, religiosas, que sufre. La socialización se produce en la medida que se desprende de la tendencia, y la satisfacción egoísta, que es su carácter primordial, se ve suplantada por fines humanos generales, abstractos o concretos, pero fines objetivos que suplantan la satisfacción en pro del yo por el esfuerzo, el renunciamiento e incluso el sacrificio en aras del nosotros. La pasión .preñada de tendencias brinda personalidades plenas de amor, de odio, de ambición subjetivos; la pasión intelectualizada ofrece el prototipo del hombre dedicado por entero a una actividad filos6fica, científica, artística, pero con fines abstractos, desligados del mundo y de sus seres. Por último, la pasión socializada confunde en un único impulso el afán que mueve a la intelectualizada con el ansia de prodigarse al prójimo; filosófica, cuaja en el reformador social; científica, en el sabio que mira al hombre antes que a las cosas; artística en el esteta que trabaja para su tiempo.
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d b CAPITULO IX
SOCIEDADES ANIMALES Y SOCIEDADES HUMANAS Definición. Interatracci6n e interacción. Niveles de integración. Consecuencias del agrupamiento social. Sociedades animales y. sociedades humanas. El ser vivo está inmerso en un medio físico y un medio social que ejercen grandísima influencia sobre su existencia y psiquismo; el primero representa la acción de condiciones biofóricas que actúan sobre el ser aislado; el segundo. Ge presiones biosociales que se ejercen por la relación más o menos estrecha que señala a los agrupamientos y crea acciones reciprocas que vuelven a todo ser vivo solidario con los demás en su existencia y comportamiento. En realidad, la solidaridad o influencia recíproca también está determinada por condiciones biofóricas y puede ser muy estricta como en ciertos tipos de parasitismo, o variar en amplia gama de formas y de grados, pero en este caso se destaca siempre una rigidez derivada de las normas de subsistencia propias del hábitat. En cambio, las presiones biosociales comportan en sí misma!; una gran diversidad que se expresa por el gregaris.m o, formación de agrupamientos, e con mayor precisión de sociedades, siempre que no adjudiquemos al término sentido antropomórfico. Siempre ha sido evidente que las sociedades determinan el comportamiento de los individuos dentro y fuera del grupo a que pertenecen, así como representan en su conjunto de presiones la transmisión de la acción más general, pero no por ello menos importante, de las condiciones biofóricas. El individuo aislado está sometido directamente a las presiones del medio natural, responde y se defiende de ellas con el equipo instrumen~al propio; la adaptación se realiza a través de sucesivas adecuaciones morfofisiológicaS¡¡ que viables se perpetúan de generación en generación, e inadecuadas terminan con la extinción total de la especie o, por lo menos, con su desaparición en uri determinado hábitat. El ser gregal sufí-e idénticas modificaciones, corre los mismos avatares, pero las modalidades a través de las cuales se realizan los i:ambios varían fundamentalmente. En primer término, la relación con el medio no está directamente expresada por las necesidades del individuo; sino por las del grupo; en segundo lugar, las modificaciones exclusivamente individuales no bastan para asegurar la subsistencia de la sociedad, y para que sean viables deben reflejar un cambio general en todos los individuos del grupo De este modo, el fenómeno de adaptación se transfiere a un nivel distinto, al del agrupamiento, y los intereses ¡:>rimordiales son los de la asociación cuya 122 .
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posibilidad de subsistencia está así asegurada por una mayor cohesión de las relaciones interindividuales. La acción práxica del individuo adquiere carácter colectivo y termina, en muchas especies, por convertirse en sine qua non de la existencia individual. El análisis biológico de las asociaciones. anímales, incluída la sociedad hutnana, puede reducirse a asociaciones simples y directas de acomodación individual al grupo -castas, división del traba jo, familias, etc.- , para que, a través de éste, se logre la acomodación general y visible a las condiciones naturales, o se realicen en éstas las modificaciones que la praxis colectiva dt:;termina. Pero, llevando el problema al terreno psicológico, cabe preguntar, (en qué medida y cómo estas sociedades influyen en el comportamiento y el psiquismo de sus componentes? ¿Cuál es el comportamiento particular que lleva a su constitución? ¿Qué grado de subordinación o de independencia corresponde a los individuos en relación con las expresiones de la vida comunitaria? . Para el biólogo, tomemos · por ejemplo a Espinas o a Girod, las colonias de animales, de las que son buen ejemplo los corales, entrarían dentro del fenómeno social y, yendo todavía más lejos," encontramos que Edmond Perrier considera el cuerpo de un metazoario como una colonia y una sociedad de células. Estos puntos de vista, que revelan cierto interés para la morfología y la fisiología, resultan extraños a la preocupación del psicólogo, para el cual una sociedad es un agrupamiento más o menos estable ·de individuos, perfectamente distinguibles en sus individualidades y capaces de actuar aislada y colectivamente, y de reconstituir el grupo cuantas veces las circunstancias lleven a su desmembramiento. Dentro de este concepto corresponde aclarar la diferencia entre sociedades y multitudes. Degener, por ejemplo, considera sociedades el conjunto de insectos arrastrados por una inundación o el enjambre de mariposas que se forma en torno. de una lámpara, masas de animales que bautiza con los términos un tanto extraños de heterosympotium y symphotium. Para Rabaud, por el contrario, existe una sociedad cuando se ejerce una atracción recíproca, más o menos marcada, entre los individuos que componen el agrupamiento. Las multitudes en que esta situación falta únicamente están reunidas por el azar o por la presión de circunstancias ex· ternas. Así, los insectos en torno de la lámpara están agrupados por el fototropismo positivo que los caracteriza y por la acción de la fuente luminosa. En cambio, un rebaño de gibones es una sociedad porque su existencia depende menos de circunstancias externas que de una atracción mutua entre los gibones. Con esta distinción Rabaud quita al término gregarismo su sentido etimológico y no lo aplica a las multitudes, sino únicamente a las sociedades verdaderas. El concepto de atracción mutua o interatracción aparece confundido muchísimas ·veces con la interacción, e incluso dicha confusión es empleada para . establecer que las sociedades son núcleos cerrados y ·negar que. puéda existir un intercambio entre éstas, concediéndoles sólo una composición regular Y estable. ·Por principio, siempre existe interacción entre seres vivos bastante
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cercanos y entre éstos y el medio. En ciertos casos, por ejemplo las multitudes oca5ionales o accidentales, la interacción puede ser mínima y por consiguiente la composición del conjunto irregular e inestable, pero a medida que la interacción se revela mayor, más se influyen los individuos y de ello resulta para el agrupamiento una composición definida y estable que biológicamente se denomina biocenosis. Ahora bien, la biocenosis es propia de todas las sociedades aunque no constituya el carácter distintivo de las mismas, porque también se revela en los agrupamientos vegetales y, salvo licencias del lenguaje que poco ayudan a la claridad del pensamiento, no podemos hablar, como algunos botánicos, de fenómenos sociales en la vegetación de la selva o la sabana. Las sociedades, para que sean tales, deben presentar siempre, incluso en la forma más elemental, el carácter particular de la atracción recíproca de sus constituyentes. La atracción recíproca llamó ya la atención de los observadores de antaño, pero casi siempre se le dio, bajo el nombre de "tendencia al agrupamiento", un sentido teleológico e incluso místico. Réaumur invocaba el "espíritu de la colmena"; Bergson, sin crítica del concepto, proclama que "la naturaleza se preocupa más de la sociedad que del individuo", Espinas sostiene la existencia de "inclinaciones sociales o asociativas", Wheeler aplica 'el término "apetición", al que otorga sentido de finalidad inconsciente. Cuando Rabaud explica el hecho social por una atracción recíproca o interatracción, excluye to
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de insectos actualmente conocidos, apenas algunos millares son en algún grado verdaderamente sociales; por lo demás, el resto de los invertebrados no conoce el fenómeno social. Múltiples son las variaciones de la tendencia social en relación con los modos de vida, y se puede deducir tanto que es favorable como desfavorable a la vida de los individuos y a la conservación de la especie. Sin considerar por ahora la sociedad humana, no cabe duda que la vida social brinda ventajas a muchas especies. En el caso de algunos herbívoros, por ejemplo, el agrupamiento protege contra ataques de los carniceros, pero, por otra parte, en épocas de sequía el agrupamiento constituye un grave inconveniente que a veces lleva a la extinción de la manada. En suma, el fenómeno social en su origen parece ser la resultante de mutuas atracciones de tipo sensorial, sin que por ello deba excluirse totalmente la consecuencia posible de excitaciones externas que sufran los animales, como se observa en bandas de aves que se diSpersan en parejas, como los renos en la época de la reproducción, o como las avispas, que son insectos sociales típicos e hibernan aislados.
* La vida social resulta de la interatracción de seres vivos en particular y de la interacción de éstos, como conjunto, con los mecanismos naturales del medio que los rodea. La sociedad se presenta, pues, en sus orígenes, como una forma del fenómeno de adaptación, derivada en primer término de la atracción mutua a partir de estímulos sensoriales y por transformaciones filogenéticas que engloban cambios bio y psicosociales. El individuo debe ajustar su conducta a otras conductas y éstas, como conjunto, adecuarse a circunstancias !>iofóricas cambiadas por la acción del grupo sobre el medio. Ahora bien, c:omo la acción se traduce en cambios materiales y la materia se define en términos de acción, el mecanismo por el cual se produce la interacción debe concebirse en términos dinámicos. Lo que en realidad interesa no es únicamente la atracción mutua de los individuos, ni solamente su acción sobre el medio y la de éste sobre aquéllos, sino los niveles en que se establecen las relaciones y sus ajustes recíprocos que definimos como procesos de integraci6n, en los cuales se funden las dos modalidades antes descritas -interatracción e interacción. Puede suceder por caso que un agente externo inicie el proceso, pero lo que ha de ocurrir con la sociedad -y con los individuos en particular- está determinado por la propia estructura social, en última instancia, es organización. De aquí que todos los cambios se ajustan a condiciones de organización social y psicobiológica, cuya potencia virtual depende de los niveles alcanzados, excluyendo cualquier agente causal que actúe sobre los procesos integrativos como un deus ex machina. La acción iritegrativa reside en el proceso; es, en realidad, el proceso mismo. En el reino animal, considerado en su conjunto, reconocemos integraciones progresivas orientadas en dos direcciones satisfactorias desde el punto de vista de la supervivencia, pero radicalmente diferentes. Las integraciones del primer tipo son las de una especie o grupo
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como tocio en su capacidad de adaptarse a determinadas peculiaridades del ambiente o algún modo característico de vida que señale un mejor aprovechamiento de las condiciones biofóricas. Este tipo de integración lo observamos, por ejemplo, en la colmena y en el hormiguero. El segundo tipo de integración se realiza primordialmente en interés del individuo, de su supervivencia como tal y no como especie, y en beneficio de una ampliación de su radio de acción, lo cual implica un incremento de la autosuficiencia y nna independencia gradual del adulto, en relación con sus congéneres, para la satisfacción de necesidades vitales. Ambos tipos de integración no se excluyen; aunque se prysente con más fuerza el primero en sociedades constituidas por animales inferiores en la escala zoológica y patente, en mayor grado el segundo, en las asociaciones de animales superiores y en la sociedad humana; todos los animales presentan, aunque sólo sea rudimentaria, una especie de aptitud para moclificar su conducta. Pero en las categorías superiores de asociación, y en la humana principalmente, ambas tendencias se equilibran claramente. Ahora bien, y dando un salto dentro de la filogénesis del sistema nervioso, en el hombre el aparato que ejecuta los dos tipos de integraciones es el cerebro . Como señala Judson Herrick, los actos reflejos o instintos están controlados por una disposición relativamente rígida de células y fibras nerviosas que es, sustancialmente, la misma en tocios los individuos, estructura estable, impregnada por una retícula, la neurópila, que de una manera todavía desconocida hace viable el funcionamiento de los reflejos y demás rasgos modificables de la conducta. Por sobre ella, y envolviendo el pedúnculo cerebral, está la corteza cerebral, con una estructura que varía muchísimo de individuo a individuo y que surge como órgano específico de las funciones mentales superiores. Aunque visibles en todos los animales superiores los dos tipo~ de estructura nerviosa, en el hombre la capa gris, el órgano de control inteligente de la conducta, constituye más de la · mitad de la masa del cerebro. Este hecho significativo de por sí deriva en el pr~dominio de uno de los dos modos de integración que antes señaláramos; en tanto está menos organizada la porción cortical del cerebro, mayor es el predominio de la estructura neuropílica y, por consiguiente, la conducta se rige principalmente por fenómenos reflejos comunes a tocios los individuos de una especie. A medida que descendemos en la escala animal se vuelve más patente este hecho y, trasladados sus resultados a la organización colectiva, se traduce por la uniformidad comunitaria de los insectos sociales como ejemplo distintivo. Por el contrario, ert la misma medida que la corteza cerebral cobra la parte del león en el dominio de la conducta, que ésta se vuelve inteligente, se inicia distinta y claramente el segundo tipo de integración. Nos encontramos ya en el plano de la conducta humana. La importancia creciente de la corteza cerebral como aparato integrador t:eñala los niveles en que dicha función se realiza; en tanto que los sistemas primarios, neuropílicos, condicionan la capacidad reactiva del individuo, la integración se realiza por medio de interatracciones e interacciones biológi-
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cas. Los niveles 'de la educación individuo-medio aparecen rígidamente condicionados por circunstancias externas sustentadas por la lenta variación propia del medio natural y por la estabilidad concomitante de estructuras transmitidas por herencia, en cuyo mecanismo, por la poca diversificación de estímulos, está reducida al mínimo la incorporación de caracteres adquiridos (vid. cap. XI). La incorporación de procesos corticales, para reducirnos a nuestra especie, de la actividad mental inteligente, lleva a un nuevo nivel el proceso de integración. La acción . práxica de los individuos transforma con ritmo acelerado las condiciones del medio. El tiempo geológico, patrón exclusivo de los cambios naturales, se transmuta en tiempo histórico; los evos ceden a milenios, y dentro de éstos los adelantos de la técnica reducen las etapas de las transformaciones del medio a siglos; generaciones y años, como ocurre en nuestros d!as. Este proceso engendra condiciones bio y psicosociales nuevas. En primer término, el vector biológico queda desplazado como factor que, a través de la herencia, asegura la variabilidad y constancia de la especie; la reducción del tiempo en que se producen los cambios y la multiplicación de los estímulos acrecienta la interacción individuo-medio, que del plano de adaptación biofórica se traslada al de adaptación bio y psicosocial. La intervención .del individuo como persona, la creación de condiciones cada vez más "humanas'', termina por cavar un abismo entre hombre y animal; la importancia del instrumento natural ---.reflejos innatos, instintos, sensibilidad, emociones-- desaparece ante el predominio de la corteza cerebral. El neopallium crea las nuevas condiciones biopsicosociales del hombre; la palabra, a través del pensamiento abstracto, asegura la ·conservación de . la experiencia individual y social, y un nuevo elemento, la historia, se introduce como vector de adaptación: El género humano realiza su adaptación en . el plano · histórico, y su lucha ya no es para adaptarse a las condiciones .n aturales, sino para transformarlas radicalmente, superarlas, anularlas. La adaptación se cumple dentro de circunstancias sociales y el nivel de integración cambia por las bases mismas. .El instrumental natural. evoluciona: los reflejos condicionados se imponen a los innatos, la conducta racional anula la instintiva, la sensibilidad se atrofia, las emociones se convierten en .sentimientos y pasiones. Nuestro género deja de depender de las condiciones naturales para entrar en la órbita de las sociales; el hominida cede el puesto al H omo faber y éste al sapiens. El nivel de integración pasa por entero al plano histórico.
* Estamos acostumbrados á considerar con sentido antropomórfico que los agrupamientos sociales poseen una finalidad y, ya sea en el plano biólógico o mental, les concedemos acciones positivas o negativas para con los componentes. Rabaud ha repetido, en los más sobresalientes de sus trabajos, que el fenómeno social "es sin importancia y sin consecuencia". Esta negación absoluta es útil contra la imaginación desbordante que campea en algunas descripciones, las de Maeterlinck en el campo literario, las de Espinas· en el zoológico, amén de servir de valla a concepciones metafísicas que, tras las
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huellas de Bergson, consideran lo social dominando lo individual desde el exterior y en correspondencia con una especie de "alma" del agrupamiento. Llegando a un equilibrio de las apreciaciones no cabe duda que la fórmula de Rabaud va más allá del pensamiento mismo de este autor, que, como viéramos, insiste sobre la solidaridad que en ·el con junto de los seres vivos une unos a otros a través de la interatracción. Sería además comprender mal este fenómeno si consideráramos que la socialización no modifica en nada el comportamiento de los individuos en ella implicados. Sin duda en ciertas formas sociales muy simples, la atracción recíproca no parece crear nada fuera de sí misma, pero experiencias de Drzewina y Bohn, como de Allee, muestran que las funciones fisiológicas de algunas especies animales pueden variar según los individuos estén agrupados o no. Efectos mínimos pueden pasar inadvertidos a la observación, pero no cabe duda que, por ejemplo, el grado de actividad de los individuos varía dentro o fuera del agrupamiento, como ocurre con los canguros, que constituyen grupos fugaces, o con pájaros hibernadores, que unidos en invierno como las golondrinas, se dispersan en verano. De estas modificaciones de la conducta, la más notable es la que ha sido dado en llamar "fenómeno de Panurgo", en recuerdo del inmortal episodio de los carneros relatado por Rabelais. En muchos casos los animales de una bandada, una tropa, se siguen de muy cerca reproduciendo los movimientos y gestos del que encabeza el desfile; muchas veces aparece una coordinación y un sincronismo en los detalles que no se explica por el fenómeno de la interatracción. En las bandadas de patos, todos los individuos corren al- mismo tiempo, levantan vuelo al unísono y descienden en conjunto, lo cual implica un elevado grado de átención recíproca, e incluso, si se prefiere, de imitación inconsciente. Empero la imitación, pese a lo -que insistiera Tarde sobre ella como base del fenómeno socia~ no se revela de tal calidad porque existen sociedades animales solitarios como la urraca y el loro, capaces de notables imitaciones. Ofrezcan movimientos coordinados o no, los agrupamientos inferiores no muestran una estructura aparente, y ninguna obra común, como en las bandadas de aves, resulta de la actividad de tales sociedades. No ocurriría lo mismo en lo que Picard ha llamado "agrupamientos organizados", y cuyo_s ejemplos más complejos, más estables y comunes están constituidos por insectos, en espet:iaf las termitas, las abejas y avispas sociales. A pesar de que estos casos han llamado profundamente la atención en razón de su trabajo social y la literatura que se les ha dedicado es abundantísima, tampoco explican de manera satisfactoria las raíces mismas del fenómeno social, porque entre los mismos insectos los hay solitarios que en relación con la crianza de las larvas y de los jóvenes realizan tareas tanto o más sorprendentes. Otro origen que se ha buscado a} fenómeno social, tanto por zoólogos como por sociólogos, ha sido en torno de la familia, y no pocos malentendidos surgieron al respecto, sobre todo después que Le Play elevara el grupo familiar a la condición de célula originaria y estructural de las comunidades. Es un hecho que muchas Sóeiedades de insectos son familiares, si como familia consideramos al enjambre fundador de la colonia, constituido por una hembra
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y obreras que son sus hijas. Pero incluso en esos insectos la naturaleza fa-
núliar de la sociedad no es fundamental, sino que resulta de las circunstancias en que por lo común se forma la colonia. Sea como fuere, en sociedades de aves y de mamíferos es muy grande la variedad de relaciones que puede tener la estructura social con la vida sexual y fanúliar. En el trabajo social y la división d~l trabajo en las sociedades de animales se ha buscado sentido y finalidad a las núsmas, discutiendo si se trata de monarquías, repúblicas o de estados anarquistas coordinados, y se habla con toda $Oltura de comunismo, de división del trabajo, de fines y de espíritu colectivo; sin que la mayoría de las veces se haga el menor esfuerzo para evitar de recargar las tintas antropomórficas de la terminología; Se habla, por parte de vulgarizadores y de no pocos biólogos, de reinas, de reyes, de obreras y de soldados, categorías morfológicas que en sentido estricto deben ser designadas como castas, con lo cual se evita el adjudicar una finalidad de organizaci6n jurídicosocial que el agrupamiento animal no posee. Estas castas no derivan de fines sociales, sino que su diferenciación proviene del polimorfismo que ya se encuentra en insectos so.litarios y que hace, por ejemplo, que hembras o machos de dos o varias clases, exteriormente distintas, con características morfológicas que pueden parecer adecuadas para esta o aquella ftinción de la comunidad humana, se les adjudica el papel de obreras de soldados. Ahora bien, de este polimorfismo comenzamos a tener ideas bastantes precisas que para nada lo ligan con un determinismo social, sino a la constitución genética del huevo, como es regla en todo el género animal. Además, sabemos que determinadas condiciones genéticas pueden a su vez deternúnar un polimortismo en el interior del sexo, digamos por caso la diferenciación de dos clases de hembras fecundas, aladas y ápteras, en algunas hornúgas del género Ponera, o de sexuados y de diversos neutros en las termitas. Por lo demás, este poli-morfismo · DO es enteramente genético y en parte debe ser atribuido a condi. cicmes de alimentación. De . este modo las castas de los insectos sociá.Ies no se presentan como resultado de upa división del trabajo de carácter finalista, sino que resultan de un complejo de condiciones genéticas o tróficas que no son necesariamente solidarias con el estado soéial. Es lógico que en una soci¡xlad en que las castas se encuentran diferenciadas las relaciones entre los individuos estén en parte modificadas. Cada casta posee su estructura y reacciones propias, pero éstas no siempre corresponden a las denonúnaciones antropomórficas que es usual adjudicarles. Si en el termitero hay soldados que combaten, en otras especies las enormes mandíbulas y las cabezas acorazadas parecen no servir para nada y se pr~ sentan aparentemente como un luxo naturae. Reyes y reinas no gobiernan, ni siquiera en la colmena donde su papel parece más específico, y las explicaciones tantas .veces adelantadas, y que Forel fuera el primero en precisar, de ·que; por ejemplo, entre las hormigas, las obreras, más activas, poseen ganglios cerebroides más desarrollados que las reinas, aparecen contradichas por Wheeler y otros. Llevada la cuestión al plano de las conductas, las relaciones de las diversas castas no responden siempre al principio de la interatracción,
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Psicofogla gen.ética.'-9.
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sino que muchísimas son comparables con las de las especies más insociables. En determinadas condiciones, las abejas obreras matan a los machos, en muchas especies de hormigas las hembras se matan entre ellas o son destruidas por las hembras, entre las abejas dos reinas no pueden vivir en la misma colmena y su repulsión provoca la enjambrazón. Estos y muchísimos otros ejemplos, tomados de la ayuda mutua y de la división del trabajo, han servido a Rabaud para destruir la leyenda de la mística del espíritu colectivo en las sociedades de insectos y para llegar a considerar. que en agrupamientos de este tipo los individuos trabajan como si estuviesen solos por contiguas que sean sus tareas. "Se comportan -afirma- como las larvas parásitas de un insecto del género Microgaster, que, ligadas en un agrupamiento muy simple por una interatracción elemental, tejen sus capullos una al lado de la otra." Adaptar al pie de la letra la afirmación de que en estas sociedades los individuos actúan como si estuviesen solos no deja de ser una actitud peli. grosa, porque en tren de eliminar la mística finalista, se corre el riesgo de abrir una puerta a la noción no menos mística del "espíritu colectivo", que desde afuera coordinaría los actos de los individuos en todo aquello que realmente tie.'.len de sociales. Todavía no estamos en condiciones para determinar exactamente los problemas que plantea la vida en comunidad de los animales inferiores, pero dejando de lado las fáciles comparaciones antropo· mórficas, la vía más segura para encarar la verdadera cuestión es aquella de las condiciones materiales que determinan los trabajos sociales.
* Si en las . colectividades de insectos la edificación de una obra colectiva puede ser considerada como rasgo distintivo de la sociabilidad, este aspecto es una excepción en las sociedades de aves y de mamíferos para cuya estructura es menester considerar otras razones, sobre todo si tenemos en cuenta que su composición no es caprichosa, presenta rudimentos de organización interna basada en esbozos de afectividad y a menudo en relación con las condiciones de la sexualidad y la crianza de la descendencia. Este aspecto ha hecho sostener a no pocos biólogos, y es opinión por lo demás corriente, que las sociedades de mamíferos responden al tipo de familia polígama, en la que un macho se rodea de hembras y reina soberano sobre ellas y los jóvenes. Por el contrario, en lugar de ser la regla, este tipo de organización es la excepción y casi nunca comporta un status continuo, sino que, pasada la época del celo, los individuos se vuelven solitarios. Una de las excepciones la constituyen las focas, que forman rebaños compuestos por múltiples familias poligámicas con una cierta y particular unidad dentro del grupo. Hecho curioso, los machos jóvenes, incapaces de encabezar un conJunto de hembras, están excluidos del rebaño, pero como de todos modos la interatracción es grande en la especie, forman entre ellos rebaños distintos que se mantienen a cierta distancia del rebaño principal. Largo seria el análisis de los ejemplos y está, por lo demás, fuera de nuestra finalidad, pero en todos los casos encontramos que en su mayor parte la estructura de sociedades de mamíferos y de aves está en relación cori los
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reflejos de reproducción, en tanto que la existencia misma de los componentes es independiente y la relación entre el reflejo de reproducción y la atracción mutua se establece de las maneras más dispares. Entre los elefantes y monos, por ejemplo, machos y hembras conviven en igualdad de condiciones y constituyen dentro del agrupamiento parejas en tanto dura la estación de la reproducción. Además, aunque estos agrupamientos posean una cierta estabilidad, sus miembros, al contrario de los insectos que componen sociedades, pueden subsistir aisladamen te. Cuando las circunstancias separan a estos individuos, pronto buscan un rebaño al cual unirse, e incluso a veces deben someterse a determinadas pruebas, como acompañar al grupo de lejos y por cierto tiempo, lo que tal vez implicaría una cierta atención recíproca que exige un grado de acostumbramiento, hecho por lo demás compatible con el psiquismo bastante elevado que los zoopsicólogos conceden a estos animales. Aunque la obra coléctiva esté excluida de los agrupamientos de aves y de mamíferos, en sus sociedades se encuentra un comportamiento colectivo que va más allá de las especificaciones propias de la atracción mutua. Cuando los lobos cazan en manadas saben repartir la presa; los pelícanos pescan en círculo y rodean · así a los bancos de peces, las palomas resisten con éxito a los rapaces · cuando están agrupadas. Entre los caballos salvajes, los potros hacen frente a los carniceros y protegen a la manada rodeándola; entre los ovinos, los adultos, machos y hembras, hacen lo mismo para resguardar las crías. Este comportamiento de solidaridad colectiva se diferencia radicalmente por su calidad psíquica del aspecto similar que puede observarse en los insectos sociales, que únicamente actúan en defensa de la obra común y no de los individuos, a los cuales se puede destruir sin provocar reacción, en tanto se les mate sin aplastarlos Y' haciéndoles despedir humores odorantes que exciten a los congéneres, cuya actitud de ataque depende de estímulos sensoriales directos. En las sociedades de aves y mamíferos existe ofro tipo de atracción mutua que, propio de un psiquismo en cierto grado elevado, revela además, y como destacamos, que el grupo y los individuos cuentan en la acción con;unta y no exclusivamente la obra colectiva. Se trata del papel efectivo de iefes, ojeadores y guías; aunque las observaciones de exploradores y zoólogos ~yan a menúdo recargado con sentido antropomórfico estas funciones, no icabe duda que entre las aves migradoras que vuelan en fo¡mación triangular, el individuo situado en el ápice desempeña un papel director, al mismo tiempo que debe desplegar una fuerza notable contra la resistencia del aire, que 'l'eJl.ce en provecho de la bandada. A esto se agrega que regularmente es suplantado para que el promedio de velocidad no sufra merma. Entre los elefantes llirve de guía uno de los individuos de mayor edad, macho o hembra. De estas particularidades se ha sacado a menudo, y por analogía con el papel de los reyes y ancianos en las tribus ulvajes, el, concepto de que la fortaleza y la experiencia, en especial esta última, desem¡)eñan papel primordial dentro de las sociedades animales que consideramos; es verdad que los jefes, ojealiores y guías existen, pero es una exageración humanizante atribuirles cualidades de dominio o de experiencias particulares que, hasta ahora, la zoopsi-
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cología no ha llegado a comprobar y que incluso como hipótesis aparecen dúdosas. La única. conclusión de hecho que · podemos obtener es que, a medida que el psiquismo se va introduciendo en la serie de reflejos que representan. la conducta de los animales inferiores, el comportamiento mecánico es suplantado por una conciencia cada vez más clara del peligro y de la solidaridad sociaLque .implica, de una manera o de otra, el problema de la comunicación interindividual, porque ya en un plano psíquico elevado pasaría a realizarse por medio del lenguaje, que supera en mucho el alcance de las reacciones y condicionamiento pura y exclusivamente sensoriales. El problema del lenguaje en los· animales se plantea en términos similares al problema de las relaciones de subordinación dentro de las sociedades que éstos constituyen. Son muchos los biólogos que admiten que diversas especies animales poseen lenguaje, aunque necesariamente no deba ser sonoro, y no exclusivamente para los grupos zoológicamente superiores, sino también para los inferiores. La palpación por las antenas según Forel, el intercambio de alimento para Wheeler, tendrían ese sentido entre insectos sociales. Von Frisch describe danzas de las abejas recolectoras que incitarían en la colmena a sus compañeras a seguirlas en busca de un buen botín. Ya en el siglo pasado Huber admitía el uso frecuente · de un lenguaje para los insectos y Lubbock asentaba que, para atraer la atencit)n de un compañero o comunicarse noticias, las hormigas . se golpean las antenas. De aceptar la existencia de un lenguaje animal, deberíamos dar un giro de noventa grados a nuestra apreciación de las sociedades animales; la existencia de un lenguaje, por rudimentario que fuese, señalaría la transmisión de conocimientos individualmente adquiridos y la conservación de los mismos a través de generaeiones, lo que implica un cambio radical en la interacción individuo-medio, y una nueva perspectiva de la interacción. No obstante, a pesar de que cierto grado de memoria debe ser reconocido en los animales superiores, ninguna prueba concreta, objetiva, permite hablar de lenguaje animal, de otra manera que extrapolando, y al hacerlo una vez más caemos en el antropomorfismo que traslada por analogía de situaciones las soluciones humanas a diversos problemas de conducta animal. Rabaud, autoridad que no puede dejarse cJ; citar en relación con estos temas, únicamente concede lenguaje al hombre, y bajo una forma más que rudimentaria a unos poquísimos animales, el perro entre ellos, y considera tal lenguaje como producto de una excitación emocional que se transmite sin llevar significado alguno y cuya finalidad sería provocar el mismo tipo de reacción emotiva eri los congéneres. . Si estimamos que un verdadero lenguaje es un código convencional de signos que permiten a los individuos intercambiar informes, caemos indefectiblemente en .la consideración de que la convención inicial fue producto de una revelación. Ahora bien, todo lo que sabemos en cuanto a orígenes del lenguaje nos aieja de esta hipótesis, por Jo demás caducada; pero si ampliamos el concepto podemos llegar a una síntesis satisfactoria, tanto en lo que
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pPecta al lenguaje animal como a los orígenes del habla humana (vid. capíllulo XIV). El equívoco fundamental proviene de estimar necesariamente al tnsuaje como conjunto de gestos, símbolos o sonidos de contenido abstracto. - _ partimos de esta consideración, necesariamente debemos negar de plano loguaje a los animales, por elevada que sea su jerarquía filogenética. 1 La palabra articulada, la más rica de las formas biológicas de expresión, rs casi específica del hombre; los monos antropoides carecen, por ejemplo, de la suficiente movilidad de los cartílagos aritenoides; pero, como muestra d ejemplo de loros y urracas, la posibilidad de articular palabras no es la loica condición orgánica del lenguaje: falta el desarrollo concomitante de mano y cerebro y las condiciones psicosociales de él derivadas que han desemiucado en el lenguaje histórico y abstracto que utilizamos. La biología ha lemostrado definitivamente el origen animal del hombre, y si bien el .lentJaje humano establece diferencias claras y distintas entre los objetos y los l'°ceptos, creando la necesidad de una palabra más compleja, no cabe duda l'guna que sus orígenes están en los pocos y muy generales sonidos artícubd'os gue emiten animales superiores, en especial los monos antropoides. Si a pesar de las profundas diferencias que hoy existen entre lenguaje animal y humano, podemos rastrear las raíces de éste en aquél, lo mismo cab~ ~ir - de la sociedad humana en relación con la sociedad animal. Los socióp>gos las distingueri radicalmente y, con Durkheim a la cabeza, considcr:w l:gítima toda comparación entre ellas. La actitud es correcta si tenemos rn tuenta que el grado de evolución alcanzado por la sociedad humana la a !('ja lanto de sus orígenes que dentro de los tiempos históricos únicamente aparece iromo institución jurídica y moral. Pero esta sociedad, lejos de ser una crcaición voluntaria, propia del hombre, es, bajo una forma modificada, lwrcncia de antepasados animales. Como afirma Prenant, en razón de afinidadcs :. - o,,fgkas, el prototipo de la sociedad humana primitiva debe ser buscad0 en las sociedades de monos que, libres de la rigidez de las de insectos, son t·ntrc Is agrupamientos de los mamíferos los más organizados y poseen diycr~;1s i.perioridades psíquicas: sentido geométrico más preciso, un cerebro m.'t' fomplcjo y manos aptas para manejar instrumentos. Lo que falta a las socí,· lades de monos para evolucionar como lo hizo la humana es, sobre tod0. la 1Dnservación social liel instrumento, una representación más amplia de b d11 .-ación y, por lo demás, la conformación de la laringe qUe permite la palabra El día en que un antropoide conservó el instrumento) que con gruñidos de pnayorcs matices llegó a comunicarse .de manera más precisa con sus compafieros, la banda de simios perfeccionó poco a poco ese instrumento, modificó sus relaciones con el medio, creó una técnica rudimentaria, conceptos m ;'1> llhstractos y un lenguaje más rico, el grupo estuvo en los comienzos de la imarcha que llevó a la sociedad actual. Sin duda biólogos, antropólogos, sociúl>gos y psicólogos carecen de documentos sobre ese estadio primitivo del hom~e, pero, a la luz de la reconstrucción a base de lo demostrado hasta l10v es la hipótesis más plausible.
CAPITULO .)¡;
MANO, CEREBRO Y SOCIEDAD Definición. Praxis y evolución. Trabajo y conocimiento. Conservación del instrumento y evolución mental. Si damos un salto feérico sobre etapas de la evolución del género humano que Huxley, por ejemplo, estima duraron medio millón de años, en tanto unos cien mil debieron transcurrir desde que realmente nuestro antepasadó más inmediato mereciera la denominación Hamo, y de apenas unos diez mil desde que el adjetivo sapiens corresponde a su real capacidad de dominio, llegamos, de las primeras organizaciones semíanimales o comunidades del hominida que logró crear un instrumento y, lo que todavía es más importante, conservarlo, a la verdadera socialización del género· humano. Hoy nadie discute que todos los aspectos de la realidad están sometidos a evolución, se trate de los átomos o de las estrellas fijas, de los peces o de las flores, de la sociedad y los valores cult~rales. El mito de la fijeza de caracteres que aparecieron por creación ex nihilo y se transmiten por herencia est{i definitivamente desterrado del saber moderno. Los biólogos han descubierto la existencia de un proceso que se manifiesta en el pasaje de la vida a través de una serie de etapas, cada una de las cuales está ocupada por un grupo de seres cuya organización señala un progreso en relación con la de los grupos precedentes. Ningún filósofo, por "existencialista" que sea, puede ahüra despreocuparse de la influencia de la organización, la sociedad en el caso de animales superiores y d~I hombre, en la elaboración del espíritu humano, o dicho con un término que no acusa ningun~ resonancia metafísica, de la mente humana. Nadie, ni siquiera el más ingenuo dé los pedagogos que . todavía se inspiran en Rousseau, es capaz de imaginar, como en el siglo xvm, un "hombre natural" en posesión de todas las facultades de la especie, antes que se estableciera la sociedad. Una organización mejor da a los seres una ventaja biológica, y si dentro de una especie un grupo la consigue, éste se convierte en dominante, multiplicándose y extendiéndose en una serie de ramas que representan, con adaptaciones a circunstancias semejantes, pero diversas, distintos progresos. Estos progresos no son ineludiblemente idénticos y tampoco se encuentran destinados a desembocar en un mismo fin. Además, pueden coexistir con el viejo tronco dominante del cual se desprendieron, y aunque todo adelanto se realiza a expensas del antecesor, la ruptura completa puede postergarse a través de 134
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etapas indefinidas que están en relación con la transformación paulatina o radical de las circunstancias que llevaron al cambio. Este proceso, común a todas las especies vivientes, continúa en nuestros días y continuará mientras la vida exista sobre el planeta, cuya perdurabilidad aparece a los estudiosos cada vez más libre del Mors imperator que a fines del siglo pasado proclamaban las cosmogonías en boga. Desde la aparición del hombre como tal, la evolución ha continuado para él_, pero con una diferencia importante: no sólo fue biológica, sino gradualmente como recibió el aditamento psicosoeia~ efectuándose cada vez en mayor grado por el mecanismo de la interacción cultural que implica la autorreproducción acumulativa y la autotransformación de la actividad mental y de sus productos. Las grandes etapas de la evolución humana están n;,;r.rcadas por da aparición de sistemas mentales dominantes que en tiempo relativamente ~revísimo realizan transformaciones que nuevas organizaciones biológicas nun~a hubieran logrado concretar. La imposición del factor mental en el prov ceso evolutivo ha hecho que las últimas etapas de éste se trasladen del plano enético al cultural y que una especie relativamente poco fecunda como la nuestra, que constitu~ó en sus primeros estadíos grupos débiles y poco nume· osos, llegara a dommar el planeta. · . Ahora que la humanidad sobrepasa los dos mil millones de individuos, organizados en su mayoría en sociedades altamente evolucionadas, no mueve a sorpresa hablar de dominio de la especie humana. Pero nuestros antepasados simiescos nunca fueron tantos y además debieron resultar particularmente penosas las etapas por las cuales grupos aislados, dispersos en áreas continentales, repitieron la aventura de abandonar los árboles, adoptar la posición ' erecta, adquirir hábitos carnívoros, acrecentar la masa encefálica, fabricar y utilizar instrumentos, nuevo crecimiento del cerebro, capacidad de captar la duración en grado superior al simio y con ello la posibilidad de ·conservar el instrumento fabricado, descubrimiento. del fuego, creación de un lenguaje, y todc al mismo tiempo que la naciente organización social se estructuraba a través de jerarquizaciones de neto corte cultural, esto es, de adaptación colectiva al medio ambiente a través de la acción práxica individual convertida en patrimonio común por la evolución de las capacidades psicobiológicas . resultantes de la.<; adquisiciones antes enumeradas. Admitido esto, y subrayado, acudiremos muy poco en este capítulo a las enseñanzas de la sociología, que al respecto son oscuras y disputan acerca de si a los orígenes del fenómeno social se le debe dar sentido inmanentista o trascendentalista, nominalista o realista. Nos limitaremos a destacar que por lo menos se deben · distinguir tres aspectos que a menudo se confunden en un solo vocablo: el biológico, el psíquico y el social propiamente dicho. Antes que los agrupamientos humanos hubiesen adquirido el estado de multitud, una "conciencia colectiva", es evidente que la unidad común se sitúa netamente en el plano biológico porque el individuo encuadrado en la masa pierde, en el ~entido fisico del término, la característica de su unidad orgánica y comienza a realizar su equilibrio con el medio a través de las adaptaciones del grupo
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que crean lazos de dependencia fisiológica a través de la interatracciór. asentada en la satisfacción colectiva de necesidades vegetativas. Es la etapa social de los antropoides actuales y de la que partió nuestra especie. Empero, en la misma medida que el progreso de la actividad nerviosa superior desplazó la interatracción basada en la sensibilidad (vid. cap. IX), y la organización del grupo se centró en la interacción del individuo con una estructura cultural, cuanto menos desarrollada más estricta, a la que debió plegarse y cuyo efecto fue uniformar totalmente el comportamiento de la CO· munidad, se creó un género de unión nuevo, basado en la sinergia de estados · mentales comunes, que podemos llamar "individualidad psicosocial". El trabajo impuso la comunidad de esfuerzos; la acción dirigida, con finalidad preconcebida, se vio afirmada, fortificada. Desarrolló virtualidades praxicognósicas en lot' individuos, a ·cuya acción, cada vez menos concreta y tendiente a posibilidades que superan la fuerza del grupo como posibilidad actuante, impuso limitaciones. La dialéctica de esta acción mutua terminó ,por encontrar su equilibrio en una síntesis cuyos alcances son, precisamente, de con" cretar esas virtualidades y de autorizar dentro del grupo su pleno efecto. Aparece de este modo la tercera y última etapa, la social, que libera al hombre de la servidumbre de la biosfera y lo introduce en el medio intangible pero omnipresente del pensamiento, que es expresión colectiva. El hombre no puede existir solo como animal pensante, está inmerso en el medio que Teilhard de Chardin bautizó con el nombre de "noosfera" y representa las especulaciones e ideas de antepasados desaparecidos, la praxis y la gnosis de todos los hombtes que vivieron antes de él, de los que conviven, de los que· hicieron historia como la hace cada individuo en el momento en que le toca vivir. Este hombre nuevo somos ~osotros, es decir, seres con menos de cien mil años de pasado, con un lapso de existencia que representa segundos, menos de un minuto en la marcha del reloj de la evolución.
* La historia biológica y social del hombre nos demuestra claramente que la praxis precedió a la teoría en la marcha que jalona las diversas etapas por que pasó la humanidad. En el estado actual de la evolución de nuestra especie no podemos anteponer ia práctica a la teoría, puesto que el orden de la adquisición del conocimiento se ha invertido a consecuencia de la acumulación cultural que a través de la ciencia y de la filosofía desemboca en. el esclarecimiento de los fenómenos naturales y problemas humanos. Pero -y este pero es muy importante---, sea en el momento cuando la praxis abrió la primera ~nda, fue sólo acción, sea en éste, en que fundida con la teoría señala rumbos, la unidad de ambas, la actividad gnosicopráxica, facultó la ascensión del género H omo en el proceso que va de los hominidas primitivos a nosotros. Cuando un remotísimo antepasado nuestro utilizó por primera vez el puño como masa y el pulgar y el índice en movimiento de pinzas, quedó creada la técnica que; en su estricto significado, representa la acción inst.r umental sistematizada y dirigida con fines preconcebidos. No sabemos en qué
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momento preciso ocurrió, ni tampoco cuándo ese ser se separó de sus hermanos arborícolas y emprendió la conquista del suelo erguido en dos piernas, . mas es filogenéticamente cie.r-to que desde ese instante mano y cerebro, influyéndose .recíprocamente, die.ron paso a la serie de Hornos que posteriormente, y con la creación de un instrumento más útil, más eficaz, único en su originalidad, la palabra, die.ron paso al tronco de nuestro linaje, al Horno sapiens, hombre de pensamiento. Sin duda, circunstancias especiales imprimieron a los primates primitivos, esto es, a los antepasados comunes de antropoides y de nuestra especie, nuevas condiciones de vida. Tal vez cambios en la corteza terrestre dificulta.ron la posibilidad de vida arbórea y con ello disminuyó la importancia del olfato, en la filogénesis el más arcaico de los sentidos, y se acentuó la del oído y de la vista, que entonces debieron ser .rudimentarios. Por otra parte, el pulgar )' el índice adquirieron la capacidad de oposición, de formar pinza. Mas, aquí no paró la aventura, ya que de los primates en tren de transformarse algunos perdieron por entero la capacidad de marcha en cuatro patas, adquiriendo definitivamente la posición e.recta que modificó su esqueleto. El cambio .representó una desventaja para subsistir en el medio de sus iguales, ya que no fue más par ínter pares, y el primate imperfecto se vio lanzado por las circunstancias a la conquista de nuevos horizontes. Aquí comienza nuestra historia, la historia de la humanidad. Innecesarios para la marcha, los miembros anteriores se transforma.ron, y mientras los dedos de las extremidades posteriores perdían movilidad, adaptándose al suelo pla'no, los de las anteriores se agilizaron extraordinariamente. Las garras, inútiles para sustentar al hombre en cierne, se acorta.ron, las yemas ·de los dedos .y la palma de la mano adquirieron gran sensibilidad táctil. Con esto no se completó la transformación. La mano es solamente un instrumento, un medio de acción, y de ninguna manera una finalidad bio1ógica en sí. Cada transformación orgánica repercute sobre las cor.relaciones biológicas y es tan íntima la sinergia de las mismas que el desarrollo o atrofia de una se refleja sobre las otras. La libe.ración de la mano trajo aparejado el desarrollo del cerebro. Una simple experiencia de Anthony demuestra, de manera espectacular, lo que debió ocurrir a nuestra especie en sus albo.res; seccionado el músculo c.rotáfico (temporal) de un lado en un cachorro de perro de pocos días, fue dado comprobar que el cor.respondiente hemisferio craneal se había desarrollado más que el otro. Por un mecanismo similar, al asumir las manos funciones antes .reservadas a las mandíbulas, desgarrar, arrastrar, etc., en el hombre primitivo debió producirse un debilitamiento de los músculos temporales que se tradujo por menor presión en las inserciones, lo cual posibilitó un mayor desarrollo .de la cavidad craneana. El rostro llodavía bestial de nuestro antecesor comenzó a afinarse y gradualmente debió ,Wquiri.r cierta nobleza, reflejo de nuevas funciones intelectivas que iba ad~iriendo.
Que las cosas debieron transcurrir así, nos lo demuestra el estudio de la estructura de nuestro cerebro. Cuanto más importante es la función de un
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órgano, mayor es el área de su representación en la corteza cerebral. Las yemas de los dedos, con ser muchísimo menos extensas que la piel de la espalda, poseen, por ejemplo, una localización cerebral mayor, precisamente por la riqueza de sus receptores sensoriales. Los músculos de los dedos de la mano, a pesar de su relativa debilidad, poseen un área cortical mayor que los muy potentes del tronco, y que equivale a la de todos los músculos de la pierna. La focalización cerebral está, pues, en relación con la importancia psicobiológica de la función. El área cortical de la mano está situada en torno de la cisura de Rolando, es particularmente extensa y sigue al área facial. Esta situación es de por sí significativa, puesto que señala, por su cuasi frontalidad, el carácter filogenéticamente reciente de la adquisición, demostrado además por la consecuencia fisiológica de la importancia de la mano como guía de orientación del hombre en lo que concierne a sus relaciones con el mundo exterior y su propio cuerpo. El anatomista inglés Wood Jones pudo afirmar que "la mano no solamente ocupa una parte extraordinariamente extensa de la región cortical, sino que también posee una influencia directriz sobre la representación cortical de otras partes del cuerpo". El estudio del área cortical en tomo de la cisura de Rolando permite trazar el esquema de la marcha filogenética del hombre. La representación del espacio bucal, que se inserta en el área facial, es la más antigua. El antecesor todavía no evolucionado del hombre recibía sus impresiones del mundo exterior a través del olfato; la nariz alojaba el sentido guía y es así como las representaciones corticales del mismo pueden ser consideradas las más primitivas. Tanto la filogénesis como la ontogénesis revelan con el orden de aparición del· área funcional su origen arcaico. Del animal primitivo microsmático derivó el hominida macrosmático, que no puede orientarse en el espacio con la nariz, y cuyas manos y ojos ocupan su lugar. Los sentidos de la vista y del tacto, este último específicamente representado por la mano, se convirtieron en avanzadas para la orientación. Si .de las hipótesis pasamos a los hechos, encontramos en la filogénesis citoarquitectónica, como ya destacáramos, que el área de representación manual sigue a la bucal, y en la ontogénesis descubrimos el mismo orden de precedencia: olfato y gusto, que son las formas más primitivas de la sensibilidad exteroceptiva, como prueba el hecho de que dejan indivisa, psicológicamente hablando, la separación entre sujeto y objeto. La mano, por el contrario, se convierte a partir de los tres meses de edad en el principal instrumento de exploración táctil y con su actividad co:ipienza la fase del reconocimiento, esto es, la separación entre sujeto y objeto, que exige un acabado desarrollo de las vías de conducción, así como la acción conjunta de la sensibilidad y la motricidad, únicamente posible después de la soldadura de Von Monakow, que reúne con significación espacial y corporal las sensibilidades intero, propio y exteroceptivas. Aparece entonces la sensibilidad epicrítica -para que sea tal deslig3.da de contenidos organoafectivos-- como función activa, capaz de desencadenar las interacciones propias de la acción del medio sobre el individuo, y de éste sobre aquél. El hominida, como el niño de hoy de siem-
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pre, conquistó el mundo exterior tocando cada objeto con su mano) y fue por ella como la vida se abrió un camino hacia la inteligencia. La mano es la guía de nuestras experiencias que constituyen, por una parte, reacciones en relación con sensaciones físicas y del mundo exterior y, por otra, la facultad imaginativa, puesto que todas nuestras imágenes están tomadas de la realidad. A través de la mano y por millares de años se ha elaborado el conocimiento del mundo objetivo; llevó al cerebro estimula.ciones que, a diferencia de las de otros sentidos, no eran pasivas, recibidas tal cual se producían, sino provocadas, modificadas, y el órgano nerviogo central respondió a esas excitaciones, localizándolas en el área misma donde se producían. La situación frontal del proceso gnósico deriva de la posición frontal del área de representación cortical de las manos. La fisiología de los músculos revela que cada emoción se expresa sobre el sistema motor de las manos. Por lo demás, las enfermedades del acto motor revelan con meridiana claridad la relación entre acción manual y conocimiento del mundo exterior, cuya génesis acabamos de establecer. El estudio del desarrollo del sistema nervioso muestra la superposición de diferentes dispositivos a lo largo del neuroeje, siendo los más recientes, desde el punto de vista de l.a ontogénesis como de la filogénesis, los situados en las regiones anteriores del eje cerebroespinal, estructuras que pueden ser consideradas como expresión morfológica de funciones motrices o, más específicamente, de la acción manual. Que esta ordenación no se produce al azar y responde a las etapas sucesivas del perfeccionamiento motriz de la especie, lo puso en claro Huglings Jackson y lo corroboró en la filo y ontogénesis Gurevish. El mecanismo de la prehensión es para los humanos, y entre muchos otros, la estapa final de una serie de reacciones jerarquizadas que en todos los niños se repiten de manera siempre análoga. La independencia de la mano coincide con la época en que el niño permanece sentado sin ayuda, alrededor de los siete meses. Entonces la mano adquiere máxima libertad y desplaza completamente a la boca como instrumento táctil. Para ese momento la filogénesis . repite la de los mamíferos, pero con acusadísima acción del cuerpo estriado que regulariza los movimientos y, ·gradualmente, tales mecanismos se someten a una acción cortical cada vez más acusada, reflejando la estructuración nerviosa propia de los animales superiores y, en especial, la del hombre. Desde ese instante la filogénesis cede en todos los campos a la ontogénesis. Ya no se trata de la integración de sistemas, sino de una jerarquización de niveles pstructurales que, en el mismo grado que se integran funcionalmente, establecen con su predominio las jerarquías respectivas. La integración deja abierto rl camino de la maduración, base innegable de la actividad psíquica superior J que, desde el punto de vista funcional, traza el final de la actividad filopiética. La ontogénesis pone en primer plano los procesos individuales y señala los IUDienzos de la madurez cortical. La actividad práxica está, hasta este pe"3do, ligada a la actividad vegetativa y su acción carece de expresión indiviliu.al voluntaria, que corresponde a la etapa posterior, denominada por Walton
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estadio afectivo ligado a la actividad de relación. Aparecen las primeras relaciones entre los deseos del niño y el medio exterior: es posible establecer reflejos condicionados y la mano alcanza definitivamente el carácter de órgano humano por excelencia. La .actividad práxica revela el carácter de exploración del mundo circundante y dentro del esquema filogenético pasa por la etapa de la humanización definitiva. El hominida cede paso al Romo faber, y toda acción manual tiene entonces valor cognoscitivo. Por último, adviene el · estadio sensomotor, que aparece aproximadamente a los nueve meses y que permite al niño la exploración y asimilación del mundo exterior más cercano. Después, con la eclosión del lenguaje y la relación entre la percepción y la mano, logra la objetivización de deseos que configura el estadio humano por excelencia, la etapa perceptiva y proyectiva. Estos tres estadios patentizan la relación entre motricidad y evolución psíquica. Señalan en cada caso un paso adelante en la integración y maduración del sistema. nervioso, e indican el camino por el cual del acto reactivo -movimientos ligados a la actividad vegetativa- se marcha al acto proyectivo - movimientos con finalidad- que, al integrarse con la sensibilidad, abre las puertas del psiquismo.
* El hominida primitivo se humanizó en la misma medida que con la acción fue capaz de cambiar las condiciones del medio que lo acogía, y este paso representa la transformación del esfuerzo individual en colectivo. A duras penas podemos en la actualidad comprender cómo, desde el punto de vista psicológico y social, trabajo y conocimiento estuvieron en un principio tan íntimamente unidos que no se los podía diferenciar. Nacemos en un medio altamente culturalizado y nuestros primeros contactos con el mundo se realizan a través de lo gnósico; en los tiempos que corren, incluso para el niño más humilde de los países civilizados la radio y la escuela lo ponen en relación directa con la teoría antes que con la praxis. Toda la enseñanza comienza por ser teórica y termina, en el mejor de los casos, en la práctica. Sin ninguna duda ocurre algo. similar a lo que podemos observar entre lenguaje y escritura; dependemos para nuestro saber en tan alto grado de ésta, que apenas podemos concebir que en una etapa dada de la humanidad únicamente existiera Ja palabra hablada y que incluso se desarrollaran culturas, como la védica y la incásica, que desconocieron los signos gráficos del lenguaje. La evolución mental del hombre refleja la historia del esfuerzo mancomunado de trabajo y conocimiento que permitió la supervivencia de nuestra especie. El hecho de que casi la cuarta parte o más de la vida humana promedio transcurra como período de aprendizaje y de formación física e intelectual, y que de este lapso más del primer decenio sea de incapacidad absoluta para buscar la subsisteencia, destacan que el desarrollo psíquico del niño, y por extensión de la humanidad, resultan de la interdependencia de mano y cerebro. En la medida que ésta adquirió capacidad instrumental, el desarrollo de
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la mente ganó en jerarquía. Las matemáticas, ciencia que está en los cinúentos mismos del saber, no surgieron de ninguna filosofía; antes que nuestros antepasados descubrieran la relación abstracta que existe entre dos lagunas y dos patos: el número, en la práctica la necesidad de realizar mediciones, aparece como primera consecuencia en la simplicísima tarea de levantar la tienda del nómada, al comparar los palos que la sostendrán y el tamaño de las corambres con el espacio a cubrir. La astrofísica, que hoy nos permite proyectar el pensamiento a las regiones más infinitas, que junto con la física nos habilita para lanzar satélites artificiales, nació de las necesidades prácticas del agricultor egipcio que sembraba en el limo del Nilo y debía coordinar épocas de creciente y de germinación de las semillas, del pastor caldeo y del navegante fenicio que buscaban en la noche un punto de referencia para no extraviarse en la uniformidad del desierto o en la inmensidad del mar. El trabajo es el que pone al hombre y a su cerebro, a través de la mano, en contacto directo con el mundo que lo rodea. Trabajar signi~i~a establecer una interacción con objetos concretos, modificar y ser modificado por las nuevas circmnstancias creadas que exigen, a su vez, adaptación. Adaptaciones repetidas llevan al establecimiento de una ley de constancia: para tales acciones, tales resultados. La acción deja de .ser entonces pura y exclusivamente práxica para adquirir la categoría de proceso intelectual: el trabajo tiende a realizar fines predeterminados. La sistematización, ordenación y generalización de esos fines constituyen el basamento de la ciencia en el más primario y amplio concepto del conocer. Tal es el proceder del niño en la primera infancia, antes de que la adquisición completa del lenguaje le permita recibir teóricamente y sintetizadas las experiencias prácticas del grupo social. Por lo demás, el pasaje de la acción al conocimiento por medio del trabajo, y la transformación .consecutiva de la praxis inicial en actividad gnosicopráxica, debió entrañar profundas modificaciones en la interatracción, similar a la del animal, de tipo sensorial, que aún debió subsistir en las comunidades primitivas. El trabajo, que convierte la praxis en relación colectiva con el mundo a través de las modificaciones que introduce en el medio circundante, cambia el plano de la interatracción, que de respuesta sensorial se convierte en necesidad de lo$ mismos objetos y lleva la relación de los individuos al plano mental a través del interés común. De este modo los productores actúan sobre los consumidores creando necesidades nuevas, y éstos sobre aquéllos con las exigencias de cantidad y variedad. Los comienzos de la interacción social, que sin duda debieron a.sentar en el simple intercambio de productos, devinieron gradualmente en requerimiento colectivo de los mismos y afinaron los principios de la división del trabajo. En un comienzo, ésta debi6 corresponder a posibilidades práxicas; el individuo hábil en un menester sobresalió y fue el primero de los artesanos, pero al mismo tiempo que la próducción aumentó y sus productos se acumularon en algunas manos, las del jefe por ejemplo, o de aquellos capaces de producir más y por lo mismo de intercambios mayores, la interacción. cambió de objetivo y la categoría de la· misma pasó del nivel práxico al gn6sico con la fijación de valores de cambio.
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Además, el trabajo representa una acción predeten,ninada sobre el medio y, por lo mismo, exige conocimiento de las circunstancias. La praxis empeñada en semejante actividad lleva al desarrollo concomitante de la noción de duración en grado mayor que en el antropoide, lo cual presupone una última evolución y reestructuración del sistema nervioso superior. La acción manual hizo posible el desarrollo de la porción frontal del encéfalo, y las comecuencias de la misma, colectivizadas, crearon los valores que representan la actividaa mental, esto es, la traducción funcional de un fenómeno citoarquitectónico. En la filogenia, como en la ontogenia, primero fue la acción y después el conocimiento.
* No cabe duda que el pasaje de la acción al conocimiento y la transformación consecutiva de la praxis inicial ~n gnosicopráxica debió entrañar profundadas modificaciones en la todavía casi desconocida bioquímica del cerebro, y aunque aparentemente la figura del hombre prehistórico se reproduzca en nosotros, la condÍción cualitativa de la personalidad sufrió una revolución copernicana. No tenemos ninguna evidencia directa de cómo fue la estructura cerebral de los hominidas, pero de cualquier manera su desarro!lo debe haber sido un proceso extremadamente lento, si consideramos lo poco que progresó en los tiempos históricos. En cuanto a la evolución de la inteligencia, poseemos el testimonio no siempre bien aprovechado en psicología del origen y evolución de las lenguas. Con la semántica nos adentramos en el problema de si las palabras nuevas expresan cosas nuevas,' hechos, ideas, sentimientos, o son modos nuevos de volver tangibles cosas viejas. ¿El desarrollo de palabras nu('vas, los cambios de significado, la evolución misma de las lenguas, su diferenciación, responden a cambios que afectan el pensamiento de un pueblo, su manera de sentir, de actuar, a las etapas históricas de su praxis y gnosis? Todo cambio lingüístico, de cualquier orden que sea, fonético, morfológico, sintáctico, lexicográfico, tiene por origen una acción que revela un cambio en los individuos porque, para que tenga porvenir, requiere que la acción, el pensamiento de la sociedad, se hayan también transformado. No es otro el origen y destino del neologismo. Origen de las palabras y evolución de su significado ejemplifican el pasaje de la praxis a la gnosis. Desde el punto de vista que nos ocupa, la marcha del pensamiento es más fácil de asir en el sustantivo, por ser la parte del discurso más fecunda en cambios y la más importante para estudiar. Además, todo lo que de él podemos decir se aplica con ligeros cambios a las otras partes de la oración. En su origen, el sustantivo designa un objeto por una cualidad particular que lo determina, llamada en filología determinante porque hace conocer un carácter especial del mismo. Para la formación de un sustantivo, tanto en los orígenes del lenguaje como en la actualidad, la elección de un determinante y el olvido de la significación etimológica es el paso decisivo que sirve, para denominar un objeto. Por lo demás, no es necesario que esa cualidad sea e5en-
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cial, verdaderamente de~ominativa; basta que tenga capacidad para impresionar los sentidos. Cuaderno, por ejemplo, es etimológicamente un grupo de cuatro cosas, lo mismo que carill&n, que significa un grupo de cuatro ( campanas)), y que proviene del latín vulgar quadriliomem, reunión de cuatro. Soldado es un hombre pagado, a sueldo, pues proviene del italiano soldato, que deriva de soldo, moneda. En ninguno de estos nombres~ y la larguísima serie que podríamos enumerar, nada indica etimológicamente las ideas que hoy _ nos parecen esenciales en los cuadernos, las campanas y los militares. La lista de ejemplos no tiene fin a causa de que el determinante no expresa necesariamente la naturaleza íntima del objeto; el sustantivo no define la cosa, sino que trae a la mente la imagen de la misma. De aqµí que el menor signo sensible, el menosi~portante casi siempre en lo que respecta a la esencia del objeto, pero el más accesible a la sensibilidad del observador, sirva como determinan~e y determine el nombre. Este fenómeno se basa en el hecho de que e1 lenguaje no tiene necesidad de decir todo y tampoco puede decirlo, y que como señal sirve para caracterizar las cosas, y en plano más evolucionado las ideas por medio de rasgos y conceptos que inás fácilmente hieren los sen-. tidos del grupo humano que debe manejarlos. Este proceso que asienta sobre un fenómeno psicobiológico común al hombre y al animal: la sensibilidad, y específico del hombre, la comunicación oral del .símbolo, aclara perfectamente el camino de Ja socialización de nuestra especie a través de la acción mancomunada de mano y cerebro, y demuestra cómo la praxis, la acción, estuvo antepuesta en la fllogenia -:-'Y lo está en la ontogenia- a la gnosis, al conocimiento. El hombre primitivo comenzó por manipular objetos que, de manera espontánea, por su forma o tamaños naturales, se ofrecían para un uso adecuado a sus necesidades; las etapas de la edad de piedra lo ilustran perfectamente: terminó por transformar esos mismos objetos en ·instrumentos, como ejemplifica el uso de la piedra pulida, precedido por el de la tallada. El instrumento presupone la praxis intencionada, esto es, el trabajo, que significa acción dirigida hacia algún fin: producción de objetos de consumo -alimentos, pieles, construcción de defensas contra las bestias y otros hombres-, aúna las necesidades de los individuos y crea el grupo productor que fue contemporáneamente consumidor en la comunidad primitiva, para adquirir posteriormente -en largo transcurrir de milenios-- la característica de productor de bienes de consumo y de intercambio con la división del trabajo. No es difícil comprender a partir de este fenómeno cómo cualidades de objetos que más herían la sensibilidad, designadas con un vocablo que tuvo auge, terminaron por convertirse en determinantes y determinar el símbolo, la señal que sirvió para denominar el objeto de manera abstracta, sin que su presencia fuera necesaria. Creado el sustantivo, es facíl comprender el camino hacia la formación de expresiones que reprc~entan Ja acción, el verbo. Sea como fuere, el hecho básico para el desarrollo psíquico· del género Horno está en la capacidad instrumental adquirida por la mano, que hizo posible la ·acción sobre el medio circundante y dio lugar de esa manera a
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transformaciones que obligaron al individuo a transformarse a su vez. Aquí está presente, una vez más, la diferencia entre trabajo humano y praxis animal. El hornero construye su nido, pero de ninguna manera transforma al medio natural, ni adapta a él forma y materiales; estos últimos los encuentra al azar, pero no provoca su producción; las dificultades que debe resolver son incambiables, se resuelven con el instinto, es decir, desencadenando un reflejo innato. El hombre, al poder expresar de manera abstracta objetos y la acción de · producir, crea un nuevo plano de la praxis, el mental. La acción se sintetiza en el símbolo, la ejemplificación que el animal debe transmitir a sus descendientes de manera instrumental, haciendo: la gallina incita a los polluelos a picotear picot~ndo, en el hombre se logra por una "señal de señales", la palabra, que designa al objeto y a la acción instrume;tal que es susceptible de brindar o a la que puede ser sometido, En el plano de las relaciones mentales, la acc1on instrumental es todavía la que está en la base del determinante de las expresiones abstractas, en su empleo desligadas de significación de cosa u acción de, o sobre la misma. En los idiomas romances la idea de pensar, por ejemplo, está dada por la de pesar ("pensare", de pensum, peso), por la de sacudir, de mover de aquí para allá corno en latín ("cogitare", de cuider cum agitare). Las metáforas ilustran del mismo modo el origen práxico del pensamiento y señalan en el fondo con precisión y seguridad los orígenes historicosociales del grupo humano que las emplea. Algunas, tomadas al azar del latín, bastan para demostrar cómo su modo de pensar nació de la praxis de un pueblo de agricultores: callere (tener callos en las marias), ser hábil; cohors (cerco de granja, corral), división de la legión; manipulus (gavilla de trigo), división de la "cohors"; lacertus (lagarto), brazo; musculus (ratón), músculo, etc. Por último tenemos un ejemplo que se encuen.t ra sin dificultad en todas las lenguas: los nombres de los colores, que en su aplicación son dudosos, imprecisos, que pasan fácilmente de la designación de uno a otro. Nada más oscuro que definir la significación exacta de palabras como gris, azul, verde, rubio, que han designado colores diferentes a los que designan actualmente en épocas históricas relativamente cercanas como la Alta Edad Media. Los griegos del período clásico no distinguían el azul del verde; glauc6n, kuan6n, determinan cada uno el verde y el azul indistintamente. Todavía nuestro "glauco'', derivado a través del latín glaucus, de glaukón, identifica una coloración verde clara y denomina al mismo tiempo un molusco gasterópodo marino de color "azul". ¿A qué atribuir esta confusión de significados en idiomas que hacen gala de denominaciones precisas en hechos menos comunes? ¿Acaso la indistinción fue solamente en la lengua y estuvo neta la diferencia en el pensamiento, o bien la evolución mental de los pueblos modernos ha permitído adquirir la idea de matices y sensaciones desconocidas a los antiguos? Esta última presunción es la viable, pero no en ·razón de ·una mayor sutileZa. mental, sino a base del desarrollo de la praxis con la química de los colorantes que permite fijar y uniformar colores, tonos y matices. En la riatUraleza los tonos nunca son netos: ¿azul o verde?, y tampoco lo fueron las tinturas obteruda9
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de productos orgánicos. Razón de más ésta para que los griegos y los pueblos que les .sigtiieron no realizaran el distingo neto. La fijeza de los colores na.ce con las anilinas y también la precisión de los términos que a ellos se refieren. El diccionario histórico de una lengua es la cripta donde yacen, como las generaciones de hombres que actuaron y pensaron, las sucesiones de voces y Significados que en cada etapa representaron la abstracción del pensamiento en función directa con el grado de praxis alcanzado. Si la psicología clásica pudo estudiar el acto de pensar como facultad, con prescindencia de lo pensado, la psicología genética no puede dejar de lado la palabra y su signific.a~ ción; como problema ps.icogenético, revela los extremos que delimitan el pasaje del acto al pensamiento; c~mo fenómeno psicosocial, establece los alcances de la memoria colectiva que recibe y moldea en sus cuadros la función menta1 de cada generación en relación con el nivel de ,la praxis que ha llegado a desarrollar. ·-
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CAPITULO XI
HERENCIA Y DESARROLLO PSIQUICO
Definición. Somaciones y mutaciones germinales. Ambiente y selección. La . herencia psicológica. En el siglo pasado, Spencer juzgaba que una respuesta acertada al problema de saber si los carac.teres . adquiridos son o no hereditarios es fundamental para pensar correctamente en biología y en psicología. La afirmación conserva la validez de entonces y, más aún, el problema ya no es de interés puramente' académico; saber si los caracteres adquiridos durante la vida del individuo, en tanto que resultados de cambios debidos a influencias del medio ambiente o funcionales, a/ eetan o no la descendencia, implica una postura radical frente al estudio de la psicología. El criterio genético y el concepto dialéctico que hemos asentado al respecto conservan plena validez siempre que aceptemos la herencia de los caracteres neuropsicológicos adquiridos. La discusión no es nueva; muy por el contrario, remonta precisamente a los primeros pasos científicos en el campo de la herencia psicológica, se trate desde el punto de vista normal o patológico. Prosper Lucas abrió la primera brecha; su Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle, cuyo primer volumen apareció en 1847, asienta que en 'el desarrollo del "carácter moral" -hoy decimos características psíquicas- la naturaleza primero, la educación y las influencias del medio en general tienen gran importancia, pero el modo como el individuo reacciona depende sobre todo de la herencia. Para Lucas, todo ser vivo; considerado en su origen, es el producto de dos leyes naturales, el innatismo, mediante el cual la naturaleza crea e inventa sin cesar, y la herencia, a ·través de la cual la naturaleza se imita y se repite continuamente. Ambos principios explicarían cómo todos los seres vivos de la misma especie pueden ser a la vez semejantes entre sí por sus caracteres específicos, y ·diferentes por sus carac~eres individuales. La regla de que "lo semejante produce · lo semejante" fue un axioma para sus continuadores; More!, Galton, De Condolle, Davemport, pudleron afirmar, con Ribot, que dentro de una misma especie, animal o humana; las razas conservan sus caracteres psíquicos lo mismo que los fisiológicos. La herencia transinite, conserva, acumúla, repite, afirman todavía, como entonces, gran número de biólogos y psicólogos. El hombre no es un imperio dentro de un imperio, afirmó Spinoza, y su anticipación metafísica se convierte actualmente en concepto científico. Hemos aprendido a considerar el individuo en relación con su medio natural y social; 146
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comprendemos lo arbitrario de afümaciones que desglosan soma y psiquis, soma y plasma genninativo. Si, como demostráramos, lo biológico y lo psíquico son expresiones distintas de un mismo fenómeno natural: cantidad y cualidad, resalta con nitidez lo impreciso del concepto de individualidad en que necesariamente debe apoyarse la doctrina de la herencia como conservadora de caracteres biológicos o cualidades psíquicas inalterables. Incluso en biología ha sido demostrado lo fugaz e inasible de la nocióu misma de individualidad. Nadie duda que existe continuidad entre la materia de los genitores y el huevo fecundado, incluso en los casos en que· el fenómeno se produce sin que intervenga la sexualidad (estacas, acodos, injertos). La similitud de las generaciones nada tiene así de misterioso por tratarse del mismo caudal orgánico que se desarrolla bajo circunstancias más o menos similares. La disparidad también se explica si tenemos en cuenta que en la descendencia escalonada los fragmentos del mismo caudal no son idénticos porque sufre modificaciones deriva_das de sucesivas adaptaciones. La semejanza casi absoluta en lo físico y psíquico de los gemelos univitelinos, la disparidad somática y psíquica de diversos hermanos, la eventualidad de un mogólico antecedido y seguido por hermanos normales, quedaría así explicada. La herencia no sería una causa, ni la variación un accidente, sino un hecho normal dentro de las etapas del crecimiento y desarrollo de los individuos que engendran; aparecen cuando las condiciones de interrelación entre medio e individuo se modifican, esto es, cuando el individuo mismo está sometido a un proceso de transformación. El fenómeno que llamamos herencia -ha escrito Rabaud- no corresponde a ninguna influencia. La herencia es un hecho, pero un hecho de continuidad y de similtud entre porciones de materia viva que derivan unas de otras.· Hablar de continuidad y de similitud, como determinantes de la herencia, significa plantear de manera totalmente diversa el habitual enfoque del · problema. Sin entrar en detalles que con mayor provecho se pueden consultar en cualquier manual de genética, los conceptos de inriato y de. hereditario sobre los que se basa la estructura de la hipóte.Sis corriente de herencia biológica y psicológica, . basada en la hipótesis del plasma germinativo de Weissmann, aparecen con todo su carácter restrictivo. De hecho no son sinónimos como es común verlo_s utilizar; hereditario designa algo_especifico -genotíJñco-, inscrito en la estructura de la célula germinal, que necesariamente debe aparecer en la descendencia. Lo hereditario es innato aunque no se manifieste desde el instante mismo del nacimiento. A su vez lo innato ·puede no ser hereditario, debido a variaciones de la -célula germinal o a influencias suúidas por el ser durante la gestación. Dentro de este planteamiento,- los caracteres adquiridos por el individuo no pueden incorpararse a la descendencia y deben desaparecer con él. Nos enfrentamos con un enfoque que niega la adaptación biológica y se opone directamente a la evolución psicogenética de la especie humana. Los partidarios de la continuidad inmutable del plasma germinativo a través de las generaciones reconocen, es verdad, dos aspectos diferentes de las
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variaciones. Unas son individuales, en el sentido de que se producen en el curso de la vida de los individuos, determinando caracteres que son la respuesta del organismo .a las influencias del medio. Son las "somaciones", así llamadas porque traducen cambios que afectan el soma, es decir, al cuerpo de los seres vivos. Por el contrario, otros cambios estarían determinados desde el principio de la ontogénesis por transformaciones localizadas en el plasma germinativo, en las células sexuales que transmiten la vida en generaciones sucesivas, y son las llamadas "mutaciones germinales" que aparecen en el soma durante la vida de los individuos. Tales mutaciones tendrían por efecto una diversificación de los individuos que nacerían afectados por ellas, pero no ~rían hereditarias, lo cual significa que, tanto las somaciones como las mutaciones, representan la adaptación o perturbación precaria del individuo, pero de ninguna manera un cambio en la corriente de la especie que sigue repitiéndose de manera inmutable. De este modo, para muchos genetistas las mutaciones aparecen en la naturaleza al azar, espontáneamente, y aunque algunos aceptan que en cierta medida pueden sobrevivir, sólo consideran a sus portadores como "predispuestos", esto es, poseedores de una cualidad que los hace adaptarse a tal o cual modo de vida. Los "preadaptados" se repartirían los lugares vacíos en todos los dominios, y serían las características innatas las que determinarían sus condiciones de existencia, y de ninguna manera ellos los que habrían desarrollado caracteres de adaptación. Llegamos nuevamente, y por este camino, al problema de la herencia psicológica y descubrimos que el neurótico, por ejemplo, sería un preadaptado, lo mismo que el niño turbulento que entra en conflicto co~ las influencias del medio ambiente a base de una. mutación innata e inmutable del equilibrio neuropsicológico. Aquí está patente un prejuicio ·. biológico de profunda raigambre metafísica: la vieja teoría de la preformación, que resurge en la adualidad en biología con la hipótesis de los genes y encuentra eco en psicología con la tesis de estructuras que predeterminarían el perfil psicológico de los individuos. Ambas aserciones confluyen en la hipótesis psicobiológica de Piaget que ve en la asimilación biológica e intelectual la acción de estructuras preformadas que la acomodan a las circunstancias externas. La concepción ·que acabamos de reseñar choca, por lo demás, con grandes dificultades cuando se trata de explicar la ontogénesis de las variaciones y llega a negar, contra toda verosimilitud, que los factores del medio circundante hayan tenido la menor acción sobre la evolución. Este rechazo sistemático . de adinit~ que las somaciones puedan inscribirse en el patrimonio hereditario tiene por fundamento la teoría metafísica que impone una separación absoluta entre soma y germen que, proyecta.da sobre el terreno psíquico, se traduce por la clásica doctrina de la separación de lo psíquico y lo físico, ya sea bajo la forma de paralelismo psicofísico o simplemente de equilibrio psíquico y corpóreo, como a.sienta la pretendida modernísima medicina psicosomática.
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Mas, ¿dónde está la barrera que mantendrá la independencia total ·del germen y del soma, del soma y la psiquis, durante la existencia de los individuos? Ningún medio, fuera del artifieio de la glándula pineal de Descartes, la ha descubierto y, muy por el contrario, la .existencia del medio interior, constituido por los humores que bañan todos los órganos, hace prever que toda clase de influencias recíprocas se ejercen durante la vida entre las células germinales y las del resto del cuerpo, en especial por medio de la circulación de hormonas dirigida por la actividad nerviosa, en especial superior. No obstante, pese a los esfuerzos desplegados a lo iargo de más de .un siglo, las conclusiones relativas a la transmisión hereditaria de los caracteres psíquicos aparecen menos precisas, más transitorias que las observadas en el terreno biológico y animal. Frente al hombre se debe tener en cuenta la extensión y la movilidad de sus agrupamientos que favorecen el mestizaje, así como las complicadas reglas de la convivencia sexual que introducen, al margen de las leyes de Mendel, una extrema diversidad en los individuos. Además, la fijeza de caracteres que observamos en el filium animal y que corresponde a una permanencia adaptativa motivada por la continuidad estática del medio ambiente natural, desaparece para nuestra especie en la misma medida en que el medio sociocultural exige cambios constantes, en los cuales se confunde gradualmente aquello que puede ser característica psíquica heredada con lo que representa adaptación. De esta manera cada individuo resulta psicológicamente, y desde el punto de vista genético, una realización única e imprevista, prácticamente sin ninguna posibilidad de repetirse. Por ello, cuando hablamos de herencia de caracteres psíquicos nos referimos a la herencia de estructuras mentales fisicoquímicas, porque de cualquier manera que se enfoque la cuestión, sin medios materiales no se construye una mentalidad ni una herencia. Si admitimos que las funciones mentales superiores tienen su base anatómica y funcional en la corteza cerebral, cabe considerar que el estudio anatómico, citoarquitectónico, fisicoquímico y funcional de Ja misma brindará seguras y oportunas indicaciones, y de ninc-.ma manera "elementos estructurales" hereditarios que formarían el "inconsciente colectivo", según quiere Jung, para explicar el problema de la universalidad de los símbolos que encuentra en las mitologías y en los suefi.0°. Sería, por supuesto, pueril pretender que las facultades intelectivas residen en tal o cual punto de la corteza cerebral y que basta el mayor desarrollo heredado de una cisura para hacer de un individuo un talento superior. Por ello debemos precisar definitivamente lo que entendemos por herencia psíquica. Al traspasarse la estructura de órganos de padres a hijos, se traspasa la correlativa función, o mejor dicho la posibilidad orgánica -entendido como orgánico la estructura fisicoquímica para que dicha función pueda desarrollarse. No se heredan ideas, talentos particulares, gustos, sentimientos como virtuosidades abstractas, sino posibilidades materiales para el desarrollo de las mismas en función de la interacción individuo-medio. No se hereda en rigor una entidad formal, sino posibilidades para el desarrollo de la misma. Con un ejemplo propio de la biología podemos repetir que con la masa ger-
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minal no se traspasa la saliva ni la pepsina, sino las disposiciones celulares para una .capacidad salivar y péptica.
* Frente a la negación apriorística de que las cualidades adquiridas individualmente se heredan, podemos oponer el testimonio de los criadores de ani· males. Las razas y variedades domésticas difieren de las especies salvajes de las cuales derivan ·en cuanto a los hábitos (yacija, alimento, en los perros), por dotes de c~rácter (obediencia, afectividad, _en perros y gatos) y por capacidad (carrera, trote, salto, en los caballos) que involucran en todos los casos variaciones neuromusculares y psíquicas que, como bien saben los criadores, se heredan. Estos cambios fueron obtenidos por medio de variaciones ambientales y por la educación (esclavitud, alimento regulado, horas de trabajo y de reposo; la fusta, el collar, la cadena, etc.)" Con toda evidencia no se puede hablar de modificaciones orgánico-funcionales espontáneas, mutaciones para la genética clásica y ensayos para la psicología de . la forma, sino de ambiente · y de selección artificial por parte del hombre, que logró hacer pasar esas . cualidades de padres a hijos por medio de ayuntamientos regulados y así fijarlas, volviéndolas hereditarias, estables. No es de otra manera corno procede la educación de los humanos y como, obtenidos por presión de las circunstancias socioculturales niveles psicofuncionales, dentro de un determinado grupo social, se los perpetúa por las uniones dentro del mismo grupo. No se explica de otra manera la perseverancia de determinadas tonalidades psíquicas en clases socioeconómicas . muy estratificadas a pesar de las transformaciones de los métodos y procedimientos educativos. La "nobleza de sangre" no es otra cosa que la herencia de capacidades psicofuncionales desarrolladas · por la educación, transmitidas por una relativa consanguinidad, y afian.zadas en su funcionalidad nuevamente por la educación. Sin duda, estos ejemplos se prestan a ciertas objeciones; se puede discutir . si constituyen características verdaderamente adquiridas y transmitidas por lo$ individuos, o si simplemente se trata de aprovecha.Iniento, por la educa. ción y el medio, de cualidades ya propias de esas especies o de esos grupos de individuós'. . En cuanto a los animales, hallamos apoyo en el experimento. Pavlov encontró que Jos conejillos de Indias conservan hereditariamente la facilitación de . un reflejo condicionado. La actividad refleja al estímulo . sonoro se reveló más fácil y más frecuente en generaciones sucesivas, lo cual demuestra cómo el estímulo sonoro, suplantando en la corteza al estímulo natiiral (alimento), produjo en el sistema nervioso superior de los conejillos cambios fisicoquímicos que fueron traspasados hereditariamente al sistema · nervioso de los descendientes. Mac Dougall realizó experiencias similares, y en ambos casos, ·animales de control revelaron estadísticamente la veracidad del hallazgo. · En cuanto al aspecto humano que antes acabamos tle mencionar, basta rastrear y comparar orígenes de diversas ramas de la nobleza para encoritrar que, a pesar de las diferencias de época del ennoblecimiento y del origen plebeyo de todas, las cualidades adquiridas en la ascensión se prolon·
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garon en la· descendencia, incluso cuando finalizaron los privilegios y la educación que podían ser factóres de continuidad y mantenimiento. Viene también al caso la observación del fácil poliglotismo de los hebreos, impuesto por su secular supervivencia entre grupos de lengua dispar y · que se conserva en generaciones que de largo tiempo se encuentran arraigadas en medios de idioma indistinto que convierte en innecesario tal poliglotismo. De todas maneras, la herencia psíquica adquirida se ha mostrado, es verdad, menos estable que la biológica y no pocas veces se ha esgrimido este argumento para negarla. Pero para admitir la heredabilidad de ciertas actividades psíquicas específicas adquiridas no es menester que se transmitan en todos los casos de los genitores y progenitores inmediatamente a los descendientes. En el terreno de la herencia biológica normal y patológica, ciertas éaracterísticas y peculiaridades descienden o no en línea familiar : de padres hermosos no nacen necesariamente hijos hermosos, ni los hijos de los · hemofílicos, de los albinos y de los miopes tienen siempre fatalmente impreso en la sangre, en el pelo y en los ojoo los caracteres de la familia. A pesar de ello, la belleza es considerada hereditaria, y la hemofilia, el albinismo y la miopía son parte del grupo de alteraciones llamadas heredofamiliares en patología. Resulta, pues, comprensible la diferencia que convierte en más constante la herencia somática que la psíquica: La primera depende casi exclusivamente de factores intrínsecos a la especie en su adaptación a condiciones exógenas naturales; la segunda se liga a la especie en relación con la organización sociocultural. Para la herencia de un carácter somático adquirido como valor de adaptación nos enfrentamos con una unidad hereditaria ampliamente repartida en los grupos humanos, de manera que, a través de los innúmeros cruzamientos a que está sometido nuestro f ilium, siempre existe un amplio margen de posibilidad de que los genitores posean, actuante o latente, esa característica. Son, en suma, particularidades de la especie y no de grupos huma.;,os. En cambio, frente a la herencia de las cualidades psíquicas nos encontramos con. adquisiciones individu.ales que no· tuvieron tiempo ni modo de transfol'm.a r la materia profundamente y con pocas posibilida~es de unir la materia germinal portadora
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tipo humano, tal como sucede, por ejemplo, con los cuatro grupos sanguíneos que existen en todas las razas y se transmiten de una generación a la siguien" te, · según reglas bien precisas. Si necesitáramos un ejemplo más para reafir-. inar lo dicho, lo tendríamos en que los reflejos innatos -instintos en la terminología corriente- que se heredan más fácilmente que las particularidades psíquicas superiores, por el hecho de ser constitutivamente más simples y también de estar más profundamente fijados en la especie, en razón de su más remota adquisición. Además, los instintos rep¡-esentan condiciones indispensables para la existencia misma del individuo animal y el mantenimiento relativo de la especie, lo cual hace que estén en función permanente de necesidad. No podemos decir lo mismo en cuanto a las gradaciones del psiquismo superior, cuyos factores constitutivos ofrecen una variedad muy amplia. Basta el predominio o equivalencia de algunos factores dispares provenientes de la · rama genitora que no posee la adquisición para condicionar las características estructurales de las bases psicobiológicas del nuevo individuo. Los humanos nunca se unen eugenésicamente: lo hacen por amor o por conveniencia.
* "Interminable discusión" llamó W. R. Brooks al problema que nos ocupa y, sin duda, también podríamos llamarla discusión estéril de lo no probado. En efecto, hasta ahora el argumento más· poderoso que se ha podido esgrimir contra la tesis de la transmisión de los caracteres adquiridos, y en especial de los caracteres psíquicos, es no probado. Por singular coincidencia, las más prometedoras experiencias en sentido positivo o negativo no han sido repetidas ni verificadas; los "a priori" y las polémicas semánticas han· desplazado a los hechos en el terreno de la verificación. En el T eeteto, Platón destaca que permanecer sentados en la orilla del mar no nos enseña nada, mientras que entrar en el agua, circular dentro de ella en todos los sentidos, es el medio más seguro para conocer profundidades y corrientes. Si nos movemos y nos esforzamos podremos encontrar algo. Sin duda, la cuestión de la herencia va más allá de la necesidad de "encontr:µalgo", pues representa en el entronque psicobiológico la aceptación o negación del determinismo mental. Si la función psíquica está predeterminada, si las bases físicas de la mente están decididas desde la eternidad, la psicología misma queda fuera de órbita y debe necesariamente convertirse en antropología social. La tarea entera del psicólogo -como hacen por lo demás las corrientes freudianas y la psicobiología de Piaget- consistiría en averiguar cómo se injertan los hombres, "preadaptados", en las nuevas condiciones del me
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mostrar que no. En efecto, es creciente el número de subdotados en relación con el aumen.to de la densidad psicológica de las poblaciones. Un análisis serio del fenómeno revela que las "posibilidades puras" de la inteligencia son idénticas en todos los medios, incluso entre niños europeos por un lado y salvajes africanos por otro. Pero la diferencia de capacidades se vuelve patente cuando se plantea el problema del aprendizaje. Aprenden; es verdad, lo mismo, pero el tiempo insumido se inclina en su brevedad en favor del niño blanco y entre éstos, pese a los artilugios metodológicos puestos en práctica, en pro de aquellos que pertenecen a grupos tradicionalmente más cultivados. Frente a la 'alternativa -no cabe asentar por caso una minusvalía del hombre de cokr- sólo queda la posibilidad de aplicar el concepto de herencia de mejores disposiciones neurop;;íquicas logradas a través de siglos de aprendizaje y tendientes a conservar un sentido determinado a los cambios socioculturales que abonan dicho aprendizaje. No se trata de una mayor capacidad intelectiva, no se trata de que el mayor esfuerzo intelectual se incline a transmitirse como una tendencia a la creación de talentos en mayor número, sino simplemente de niveles funcionales que, sin alterar básicamente la capacidad mental, facilitan el aprendizaje. Toda la pedagogía encuentra su justificación en este postulado, indispensable para comprender en sus más amplios alcances el concepto de formación del hombre. La biología puede ayudarnos una vez más en la comprensión de este fenómeno. Dejando de lado las pruebas de laboratori!J, der.iasiado complejas en este caso para una exposición sintética, acudamos a las pruebas directamente brindadas por la naturaleza. Jeannel señala el ejemplo de las tribus de los Kikuyos del Africa oriental inglesa. Los hombres son sometidos desde la adolescencia a mutilaciones de las orejas que provocan en algunos meses increíbles deformaciones que se cumplen sin ningún accidente infeccioso, mientras que en alienados europeos, como el mi.9mo Jeannel pudo comprobar en el asilo de Bicétre, mutilaciones análogas de las orejas provocan terribles erisipelas. Por lo demás, los Kikuyos son tan sensibles a infecciones por heridas en el res~o del cuerpo como cualquier otro mortal de su medio geográfico y étnico que no practique la mutilación de las orejas. No cabe duda, pues, que la mutilación de los Kikuyos, acción puramente somática, ejerciéndose desde generaciones, ha determinado un carácter hereditario que consiste en una mayor maleabilidad de los tejidos de la oreja y su creciente resistencia a las infecciones. · La circuncisión, que pueblos enteros practican desde tiempos inmemoriales, y casi siempre en medio de repugnante condición no ya de asepsia, sino de limpieza, es, entre los cristianos, una operación quirúrgica que necesita cuidados de asepsia tan minuciosos como los de no importa qué otra intervención del bisturí y da también un ejemplo de reacción somática transformada por herencia en permanente. En estos casos, mutilación de los Kikuyos y circuncisión, como hizo el propio Weissmann cortando la cola a numerosas generaciones de ratones, se niega la herencia del carácter adquirido porque los Kikuyos siguen naciendo con orejas normales y judíos y musulmanes con pre-
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pucio, Se olvida que la somaci6n heredada está en· el modo de la cicatrizaci6n, en la mayor resistencia de los tejidos a las infecciones y no en la perdida del 6rgano que, pese a la intervenci6n, sigue llenando en caqa generación sus funciones y que las observaciones antes acotadas establecen que se produce, a la larga, un efecto hereditario bajo la forma de una facilitación en los procesos reparadores de los tejidos. La herencia peyorativa, estudiada por Pende, afirma en el plano somático un jalón más en favor de la transmisibilidad de caracteres adquiridos: disfunciones adquiridas por los genitores, como la obesidad, se transmiten, al igual que predisposiciones para muchas enfermedades, de manera latente, es decir, que aparecerán de la misma manera e incluso con mayor gravedad en los descendientes si las circunstancias ambientales o la carencia de cuidados higiénicos las favorecen. Necesariamente el individuo no nace enfermo, pero · es presa fácil y segura de la diátesis morbosa que lo sindica hereditariamente. La verdadera dificultad del problema d.. la transmisibilidad o no transmisibilidad de los caracteres adquiridos está en que resulta dificilísimo imaginar el modus operandi por el cual una modificación local puede transformar el equilibrio de la unidad orgánica. Con toda evidencia este argumento nada prueba en sentido negativo; pero el hecho de que aceptemos prescindiendo . · de él la herencia de los caracteres psíquicos adquiridos no significa que acep.ternos el determinismo hereditario de caracteres psíquicos innatos o adquiri' dos y consideremos el individuo somct~do a la rígida férula de un destino orgánico. Si bien aceptamos como necesaria para la comprensión de la maduraci6n psíquica la herencia de los caracteres adquiridos, no compartimos la concepci6n constitucionalista. determinista. Consideramos que la evolución psíquica del individuo se asienta sobre el doble pedestal de la maduración neurobiológica y la integración psicosocial (vid. caps. 111 y IV), de cuya interrelación surge el perfil psíquico y la evolución caracterológica. Sobre la maduración actúa la herencia de los caracteres adquiridos y es en la integración donde las posibilidades latentes transmitidas se reafirman como funciones o _desaparecen por falta de estímulos que las mantengan en un grado de funcionalidad capaz de justificar su existencia. De aquí que, en mayor grado que la herencia . psíquica, los factores ambientales de naturaleza psicosensorial determinen el valor y la persistencia de las sucesivas adaptaciones que la herencia psíquica puede .transmitir. En efecto, sabemos que el hombre es la coronación de dos mil millones de años de evolución biológica y también que sus desplazamientos y ·mejoramientos, es decir, el aparato evolutivo que estudian la biología y _ciencias conexas, no es directamente aplicable a la evolución cultural. Sabemos que el único grupo de individuos caracterizados como Horno sapiens_es aquel que mediante la praxis dio origen al acervo histórico cultural humano. Como seres animales estamós asentados en lo biológico, como· individuos dotados de pensamiento en lo psicológico c~mo hombres, es decir, seres capaces de a~imilar y de convertir los productos de la actividad interpersonal, en lo social. Sea cual fuere la ~mportancia que se quiera conceder a cada uno de _estos elemen-
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. tos, en las sucesivas fases que desembocaron en el estado actual de la humanidad, resulta innegable que el individuo representa el equilibrio armónico de esos tres elementos. Si pensamos en términos biológicos, encontramos que la estructura del organismo lo vuelve capaz de adecuar respuestas a determinados estímulos y que los cambioo sufridos en el curso de la vida son modificaciones de esta reactividad, correspondiendo a distintas y sucesivas etapas de··la capacidad neurofuncional. Los estímulos, en tanto que provenientes del medio natural, son práctimamente constantes; de aquí la posibilidad de que la herencia de caracteres adquiridos, ya sea en sentido peyorativo o positivo, desempeñe un papel de importancia en el determinismo biológico. Pero la capacidad de reacción específica del animal humano está acrecentada por dos elementos conexos y esenci;;.les : desarrollo del cerebro -que .implica pensamiento y lenguaje-, desarrollo de la mano -que implica poder instrumental-. La relación entre leyes biológicas y condiciones del medio .deja de ser una yuxtaposición para convertirse en conjugación. El desarrollo de la función, fijado por la situación social condicionante de los antepasados para que ésta pudiera realizarse en cierta dirección, depende, sin embargo, del ejercicio de tal función y por consiguiente de las solicitaciones del medio. Este, transformado en el ínterin por la praxis de los demás hombres, crea o anula posibilidades, cambiando la situación reacciona! del individuo como ser singular, permitiéndole además con la técnica del aprendizaje saltar etapas de la experiencia que recibe condensadas, gracias al lengua je, en forma simbólica. Surge de este modo una posición clara frente al problema de la herencia de los caracteres psíquicos. No basta con esperar la superación o disminución en la descendencia en razón de lo adquirido o recibido como parte de Ja línea atávica. La función psíquica no se presenta como un fenómeno unívoco y eterno capaz de deambular a través de los siglos, como patrimonio de la raza. Tampoco es un mero hecho constitucionalista, sino que es un fenómeno dialéctico condicionado por una constante temporal. Su punto de arranque es de carácter biológico, sus proyecciones son siempre transformaciones históncas.
Cuarta part e
LOS INSTRUMENTOS INTELECTUALES
• CAPITULO XII
LA ACTIVIDAD SENSOMOTRIZ
Definición. Organización y movimiento. La acCión sobre el. mundo exterior. Reacciones sensitivomotrices. Conductas instintivas e intelectuales. Las primeras gesticulaciones del niño carecen de objetivo en el mundo exterior, incluso cuando están provocadas por estímulos periféricos. Fuera de algunos reflejos de defensa, corresponden a reacciones dinamógenas traducidas por contracciones globales y espasmódicas del tronco, de los brazos, de las piernas, que se resuelven -cuando no basta el movimiento para descargar el tono nervino y muscular- en espasmos viscerales, respiratorios y. gritos. Durante la vida del neonato estas reacciones adquieren carácter afectivo y gradualmente configuran la actividad propioplástica (vid. cap. VIII). De hecho, todo acto y toda percepción están vedados al niño en tanto es incapaz de coordinar sus impresiones y gestos; únicamente a partir de los seis meses, y en relación con la posibilidad de tener la cabeza levantada., que señala un lapso de períodos en que gradualmente se vuelve capaz de combinar los movimientos del tronco y de las extremidades, sus medios de investigación y de acción se desarrollan. El primer aprendizaje motor es sólo de equilibrio y, una vez realizado, lo cual ·se comprueba a través de la sinergia tónica de los diversos segmentos corporales, puede man~enerse de pie y marchar. Entonces los gestos de manos y brazos encuentran en el cuerpo un punto de apoyo suficiente para conjugarse con la mirada y prolongar, a través de la pren!ión, junto con la manipulación y examen de las cosas, la sensomotricidad desligada de reacciones puramente afectivas que llamamos actividad objetivizada. · · Entre sensibilidad y movimiento_existe una subordinación mutua; si bien la primera es considerada guía del segundo, necesita de éste para definirse, especifi~arse. En tanto la sensibilidad carece de proyección a través del movimiento, y ló observamos en el lactante hasta el momento de la "soldadura mielínica" de Von Monakow, su carácter protopático no posee significación objetiva. Para que sus reacciones ·dejen de ser fortuitas, se les encuentre una finalidad y sirvan de punto de partida para una acción, es necesario que puedan ser mantenidas, reproducidas y modificadas en relación con las necesidades del sujeto, tanto en el orden afectivo como en el pi:áxico. Surge de esta manera una actividad di5criminativa de los sistemas sensoriales en relación 'con la .naturaleza de los excitantes y se estable-:e un corte neto entre las 159
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PSICOLOGIA
GENETICA
conductas instintivas e intelectuales. Comienza de esta manera el valor perceptivo del acto; el movimiento se transforma en praxis y ésta desemboca en el conocimiento, que es, en última instancia, la actividad motriz traducida en acción objetiva, capaz de crear nuevas condiciones para el ejercicio de la percepción. ' l
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sir La percepción comienza con una actividad de control y ajuste de la sensación a las circunstancias del estímulo y con una acomodación muscular qu.c limita y precisa la excitación a través de gestos orientados hacia el punto de procedencia para verificar su causa y asiento, y que Baldwin llamó reacción circular. Este proceso, que en etapas avanzadas de la maduración nerviosa descansa en la distinción sujeto-objeto, se inicia en el niño precisamente a base de las sensaciones que gradualmente deben ser reducidas en el curso de la evolución y representadas por estímulos organoafectivos (vid. caps. V y VIII), sensaciones cuyo objeto es el cuerpo mismo del sujeto. La organoafectividad es la primera realidad percibida, al mismo tiempo que representa en tal carácter la única más inmediata y concreta para la cual ningún circuito se interpone entre el excitante y la reacción, de modo que siempre se confunde la impresión. con eI objeto. En tanto el proceso ·de mielinización no alcanza para habilitar nuevos circuitos sensoriales, la sensibilidad protopática acapara la actividad sensomotriz que se impone como fuente y finalidad de la acción perceptiva. Confinada en el circuito de la reacción circular, la actividad sensomotriz de la primera infancia se manifiesta confusa y entremezclada con toda clase de manifestaciones; únicamente aparece precisada en este sentido como actividad predominante centrada en un estímulo único en los casos de las "reacciones negativas" del recién nacido, o cuando el desarrollo psíquico se detiene al nivel neurodinámico que le es propio y brinda con algunos idiotas la repetición estereotipada, incansable, de un mismo cir.cuito reactivo. Las "reaccfones negativas" del recién nacido, observadas ya por Preyer, y que fuéramos los primeros en explicar (vid. Alberto L. Merani: Qu' est-ce qui provoque les réactions negatives du petit enfant?), representan fa más completa expresión de actividad sensomotriz desencadenada por una excitación protopática cuyo foco está en estados pasajeros y fisiológicos de hipoglucemia. En lo que respecta. a los idiotas, el predominio del circuito organoafectivo asienta en la incapacidad de allá.lisis y síntesis de la corteza que erige una barrera entre los estímulos exteroceptivos y protopáticos, para dejar libre y única la acción de los circuitos primarios de la actividad nerviosa. Las funciones digestivas han sido consideradas durante mucho tiempo como piedra de toque de la actividad sensomotriz del recién nacido. El papel que el psicoanálisis atribuye a las sensaciones orales y anales en el desarrollo psíquico del individuo pareció sindicarlas como la más importante fuente de reacciones circulares y campo posible de "fijaciones" durables en torno de las cuales se estructura'ría toda la evolución ulterior de la vida mental. Sabemos
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LA ACTIVIDAD SENSOMOTRIZ
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que, aunque son de prime!' orden en lo que respecta a ritmar y regular el comportamiento del neonato, nada permite extralimitar sus alcances como actividad destinada a centrar y modificar el compOI:tamiento futuro del individuo. Fuera del caso antes citado de algunos idiotas cuyas regurgitaciones, seguidas de rumiación, señalan la presencia y valor sensomotriz de la. reacción circular que tiene -por asiento el tubo digestivo, en el individuo normal desaparecen, sin dejar rastros ni haber sido catalizadores de ninguna estructuración neuro. psíquica o funcional. El mismo caso se repite para las excitaciones laberínticas; áunque fáciles de provocar, no existe en r alidad una sensibilidad dire::tamente relacionada con ellas. Su único efecto es provocar reacciones viscerales cuya sensación más común es el vértigo. Su persistencia, como aquella del circuito visceral, es índice de que la evolución nerviosa está detenida aJ nivel subcortical. En tanto que prcxlucto de reacciones circulares; la sensomotricidad carece de finalidad objetiva y sólo expresa la actividad de sistemas y aparatos todavía no integrados y, por lo mismo, fuera de la organización sensomotriz cuya resultante es la relación sujeto-objeto, con la incorporación del objeto al esquema individual y la proyección' ulterior del mismo sobre las cosas a través de la acción práxica. Tanto es así, que el interés del pequeño está totalmente acaparado por movimientos que ejecuta de improviso y a cuya rep::tición parecen estar dedicados sus esfuerzos. En la medida que progresa la elaboración del sistema nervioso (vid. cap. III), la motricidad se vuelve más constante en la repetición de movimientos y se alcanza a medir la amplitud de los mismos y, por su intermedio, tamaño y forma de las cosas. Las manos 'se vuelven .e n este respecto instrumento predilecto ·y antes de que asuman el papel de herramienta práxica ejercitan la función táctil en la exploración del individuo mismo y orientan la superficie del cuerpo hacia la percepción objetiva. Como prueba Wallon, en las regiones donde estos contactos concertados son más difíciles y más raros, la percepción resulta más obtusa, queda en el plano afectivo, en tanto que donde dichos contactos resultan más frecuentes toda impresión aparece como netamente localizada, delimitada, diferencia.da, unida a las cualidades de su causa e~terior. Antes que la mano libere a la sensomotricidad de la unilateralidad de la _ reacción circular, la lengua y los labios representan órganns cuyos movimientos son más ágile!:, más precisos y, al mismo tiempo, de sensibilidad más acusada. Por lo mismo representan el instrumento de conexiones temporales que ofrecerán posibilidades singulares a la vida mental. Preyer pudo decir que la lengua es el jueguete .preferido del niño. A partir del nacimiento, la coordinación .entre sensaciones y contracciones bucales tiene la suficiente perfección como para permitir la succión del pezón y la llevada de la leche hasta su deglución. La ejercitación de la sensibilidad bucal aparece pronto como mo. tivo de actividad coordinada, la única a que el lactante puede · dedicarse, ya que no existe conexión entre sus otros gestos; una vez alcanzada la sinergia funeional, la boca queda por mucho tiempo como único instrumento de percepción definida, put$to que pasará por ella todo lo que agarre. 0
Psicologia geniHica.-11.
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PSICOLOGIA GENETICA
Los movimientos de que es asiento la boca producen otros efectos que el niño aprovechará más tarde, pero cuyo porvenir es inmensamente mayor que la simple sensibilidad táctil: los sonoros. Su emisión representa la coordinación de las impresiones kinestesicas; en un comienzo son sonidos que tienen por base las contracciones más globales y menos afinadas de la musculatura bucal, los guturales. Después aparecen los dentales, provocados, según Guillaume, por irritación de las encías durante la dentición. En todos los casos el punto de partida es la sensibilidad de los órganos, y su modulación única. mente progresa en la medida en que se establece el vínculo audiokines:ésico para, finalmente, alcanzar el nivel de exploración fonética en el momento que, atento el niño sólo al factor auditivo: amplificaciones, contrastes, ritm05, las sensaciones musculares únicamente actúan con sordina y se revelan en los esfuerzos y dificultades de acomodación. En tanto que la boca es el único asiento de sistemas sensomotores bien coordinados, representa el único aparato de investigación. Su predominio señala el estadio que W. Stern llama período del espacio bucal, al que sigue el del espacio próximo, en el que las manos adquieren fa suficíente maestría de sus movimientos como para explorar sistemáticamente las cosas. Entre las sensaciones visivas y las que resultan de la acción manual sobre los objetos se establecen conexiones semejantes a las de músculos bucales y oído, que terminan por delegar en la dirección habitual de las relaciones con el medio circundante. Esta actividad conjunta de manos y ojos se revela tan necesaria para dar a los estímulos visuales significado objetivo que, según Stern, nunca, durante este período, el niño hará un gesto de prensión dirigido a objetos que estén fuera de su alcance. Los que a veces son tomados como tales representan gestos de sorpresa o de admiración. Larga es la serie de ejemplos de organización del mov1m1ento y, si insistimos en detalle en los antes mencionados, es porque revelan con claridad y sin requerir un análisis neurológico profundo que, para alcanzar la coordinación de la sensomo:ricidad, el niño necesita suprimir las distancias por su propia actividad, que la apreciación subjetiva del espacio deje de aparecer como simple sucesión de lugares y se convierta en un campo unificado . por la acción, campo en el cual los únicos cambios sean de perspectiva y en relación con los propios movimientos. La noción de espacio subjetivo, de espacio próximo para retomar la expresión de Stern, se ordena, objetiviza, sobre el hilo conductor del acto locomotriz.
* La actividad sensomotriz objetivizada representa la base de la acción sobre el mundo exterior. En estricto sentido engloba a todas las reacciones que ponen simultáneamente en evidencia las dos propiedades fundamentales del ser vivo: irritabilidad y motilidad. En su génesis, tales reacciones no impli~ la existencia de órganos sensoriales o motores y ni siquiera de un sistema nervioso rudimentario. Son las conductas por las cuales ..el organismo reacciona y actúa sobre su medio para conservar la vida, aprovechándolo. De estas dOI
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propiedades inalienables de la materia viva procede por evolución y adaptaciones sucesivas el sistema nervioso, cuya jerarquización en aparatos cada vez más complejos y menos es~ializados (vid. cap. II) desemboca en .las estructuras materiales de la ménte humana. • Fuera de la irritabilidad y motilidad como simple expresión de vida que ya se encuentra en los microbios, en los animales superiores provistos de sis- . tema nervioso, cualquiera sea el nivel en la escala zoológica, las conductas más simples son, sin asomo de duda, los reflejos que representan la unión del proceso de irritabilidad y motilidad con la complejidad agregada de un aparato intercalar (vías nerviosas centrípetas, medula espinal, vías nerviosas centrífugas), que asume la recepción y conduccióR del estímulo de manera focalizada hacia el centro y después hasta el órgano que pone en movimiento. En tanto que la irri_tabilidad y motilidad sin intervención del sistema nervioso . son propiedades globales del organismo viviente, cuya acción se ejerce de n:ianera masiva, el reflejo representa una adecuación precisa, limitada y más efectiva del proceso acción-reacción. · El reflejo sería, pues, un automatismo elemental, innato, tanto en la causa, el mecanismo y la respuesta como en el quimismo y las estructuras de que neces~iamente parece proceder. Cada animal poseería al nacer ciertos reflejos propios de la especie, que permanecen aislados entre ellos, o bien asociándose con otros factores, mecanismos o reflejos, edificarían conductas más complicadas. Los reflejos así definidos presentan formas particulares, según la estruct':ll'a de los aparatos motores que ponen en acción. Los reflejos son todos vegetativos y se les puede definir en relación con el papel que desempeñan en el cumplimiento del destino de los individuos que los poseen (alimentación, reproducción, defensa, etc.). Desde siempre se ha descrito a los reflejos como reacción necesaria, ineludible para todo ser vivo, a base de un determinismo mecanicista detrás del cual plasma lá presunción de un "espíritu de la especie" que vela por su conservación. No obstante, hablamos de su · origen, mecanismo y finalidad en condicional porque las más modernas experie:'lcias revelan que en el individuo se encuentran decenas, centenas y a veces millares de reflejos que no han· cristalizado y por lo mismo su colección es incompleta o de mala factura, o porque están bajo la dependencia de otras funciones que no se han realizado en ellos. Cada día está más firme la tendencia de suplantar la explicación aislada dél reflejo por el funcionamiento global del organismo, del cual no es, en suma, más que un elemento y no siempre imprescindible. Esta apreciación toca directamente al problema del innatismo. Como demostramos e11 otra parte (vid. cap. XI), innato y hereditario no son sinónimos; lo innato puede no ser hereditario, debido a varia- '· ciones germinales o a influencias sufridas por el ser durante la gestación; en cambio, lo hereditario· es siempre innato: Además, todo reflejo revela en sus comienzos un polimorfismo causal que evoluciona hacia un proceso ii.nico por la acción directa del medio. Un ejemplo de Verlaine lo ilustra claramente. pii aplicamos un cue-rpo caliente en la cara anterior de las antenas de una t-1ariposa adulta, ésta retira de inmediato sus apéndices hacia atrás; si, por el
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contrario, aproximamos la fuente de calor a la cara posterior de sus apéndices. los retira también hacia atrás y los enrolla. En el orden de los contactos del animal con el medio no es común que las antenas sean lesionadas por df:trás. Tal como está constituido el mecanismo de las antenas parece perfectamente adaptado a las necesidades del animal y a sus condiciones de existencia. Según todas las apariencias, es uno de los reflejos más puros. Ensayemos ahorá la experiencia en una mariposa que acaba de nacer y comprobaremos que, sin titubeos, aparta las antenas del calor excesivo hacia atrás, hacia adelante, lateralmente, o en ambos sentidos, según se las irrite de adelante, de atrás, del exterior o del interior. Mucho más todavía, si excitamos desde el comienzo varias veces seguidas los apfodices exclusivamente por detrás, la mariposa continúa luego inclinándolos hacia adelante y los posa sobre el cuerpo caliente cuando por primera vez colocamos éste por delante. Esta simple experiencia demuestra que el reflejo posee una historia insospechada que se ha organizado por lo menos parcialmente en el curso de la misma hasta adquirir las apariencias de un automatismo elemental, innato. Las antenas san capaces de moverse en cualquier dirección bajo la aci::ión de un excitante nocivo, pero la respuesta protectora, típica, el "reflejo". se ha constituido por la interacción de propiedades internas, innatas, irritabilidad y motilidad, con determinadas propiedades de un ambiente particular. Ahora bien, estas propiedades internas y externas presentan, en estado potencial, un polimorfismo causal notable, que gradualinente disminuye en relación con los excitantes del medio ambiente. De este modo se constituye. el reflejo como proceso único, el más económico y seguro en dependencia de condiciones externas a las que debe adaptar el animal sus necesidades. Resalta, pu~, claramente que el reflejo no es una actividad dada, tal cual la observamos, sino la culminación, la resultante de una elaboración en la que debe participar todo el organismo en interacción con las condiciones del medio. "Los mecanismos que posee el animal al nacer -afirma L. Verlaine- no son todavía verdaderos reflejos, aunque a menudo podamos describir reflejos después de algunas horas de existencia. Si el animal debiera comenzar · a vivir ún:camente con mecanismos de este tipo perecería con seguridad a los primeros contactos con el ambiente. El condicionamiento inn;¡lto de sus reacciones sensomotrices más elementales posee, en principio, un polimorfismo insospechado, a expensas del cual se elabora el condicionamiento especial del reflejo automatizado, adaptado." Si reflexionamos sobre el fenómeno de anticipación que acabamos de estudiar en la mariposa, comprendemos que los individuos de cada especie animal no han venido al mundo en posesión de procesos de actividad sensomotriz totalmente constituidos y capaces de asegurarle un mínimo indispensable de su destino. Por el contrario, es menester aceptar la constitución de reflejos coD.dicionados. Todavía más, corresponde conceder que en las funciones de relación no existen reflejos puros y condicionados, sino únicamente condicio.. nados, menos estabilizados, con apariencia de reflejos innatos y elabo-
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rados en qetrimento del polimorfismo inicial de las potencialidades de adaptación de las capacidades irritativa y motriz. El reflejo condicionado es UTla reacción sensomotriz en la cual el estímulo específico, normal, está sustituido por otro cualquiera. El ejemplo clásico ha sido dado por Pav1ov en sus investigaeiones sobre la "salivación psíquica" y, . paro comprenderlo, veamos dos simples experiencias. Se vierte en las fauces de un perro una solución ácida débil y se ve inmediatamen~e la reacción de defensa: con movimiento~ eTlérgicos de la cabeza el animal expele el líquido, rllientras que en la boca y fuera de ella se desparrama abundante cantidad de saliva, que diluye el ácido introducido y limpia las mucosas. Después repetimos varias veces la misma experiencia, pero precedida de inmediato por cualquier estímulo (un sonido. un desteJlo luminoso, etc.). Ilas~a repetir la asociación ácido-luz (ácido-sonido. etc.) cierto número de veces para observar, eliminada Ja soluc:ón ácida al cabo de varias pruebas, que la luz o el sonido por sí solos producen la misma y ún;ca reacción con el comahido corteio de movimientos de la cabeza. boca v secreción salival. Ambos hechos Ígnalmente pr~cisos y constant~s se lo~ define con la común expresión de reflejo. No obstante, existe una neta diferencia entre ambos: el primero se provoca r:n el animal adulto sin previa preparación: el segundo exige medios csneciales. La primera experiencia muestra el nasaje de la acción nervios'l de las vías aferentes a las eferentes dP. manera directa a través de una estación de enlace directa y común, la medula oblonga en es~e caso. La segunda exneriencia enseña que es condición esencial una preparación deterÍninada. En el nrimer refleio existe una simple y rlirecta cnnrl.ucción nerviosa: en el se""undo, en cambio, es patente que se debe constituir una vía para el pasaje de . Ja conducción nerviosa, cuva "estación dP. enlace" se encuentra en los hemisferios cerebrales. Así resulta claro oue se llame. reflejo absoluto al innato que representa la unión nermanente de un ageTlte externo con una reacción or.qánir.a específica. y refl11jo condicionado, tempnral, al que exige la previa secur·nr-ia de dos efrctos en el tiempo, uno e~peófico y el otro no. con la consecutiva elir.1Ínación del primero v la obtención de la respuesta absoluta por r:l seguTldo. Es, pues, condición fundamental para la formación de un reflejo condicionado la coincidencia de la sucesión en el tiempo, una o varias veces, de un estímulo indiferente (condicional) con otro adecuado (absoluto), propio pafa desencadenar la reacción orgánica. El reflejo condicionado puede constituirse con todos los reflejos absolutos y con todos los estímulos posibles del medio externo o interno. Las combinaciones pueden ser elementales o complejísimas, siendo la única limitación que los estímulos condicionales caigan dentro del umbral mínimo y máximo que prescribe la capacidad receptiva de las células corticales, porque a diferencia del reflejo absoli.ito, en el condicionado la onda de excitación condicionadora va· primero a la corteza cerebral y de ésta al centro donde se concentra el estímulo absoluto. En esto estriba, justamente, la condición sine qua non para la constitución de la. conexión temporaria. Teóricamente y de manera general se puede decir que cualquier causa puede engendrar por vía del reflejo condicionado un mismo
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efecto en· el animal y que la misma causa puede provocar sucesival!lente efectos diferentes. En condiciones normales de vida estas sustituciones no se realizan en un orden cualquiera y parecen presentar una especie de embriogénesis ·de las conductas, en el curso de las cuales se ve al animal encontrar progresivamente dentro de las modalidades del acto la respuesta más econ6mica. Tales sustituciones están dictadas, en primer término, por las circunstancias que, a menudo, aparecen en un orden imprevisible, y en segundo lugar observamos, al pasar de una especie a otra, que progresan en la medida en que se diversifican y perfeccionan los órganos de la irritabilidad y la motilidad, esto es, del sistema nervioso. Resulta, por consiguiente, fácil concebir que el grado de rornplejidad de las reacciones sensomotrices es funci6n del grado de complejidad de las sustituciones por medio de las cuales se constituyen y organizan.
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En la misma medida que aumenta la complejidad de las reacciones sensomotrices crece la dificultad para separar los componentes primarios de las ronductas animales que, según el concepto clásico, todavía se dividen en instintivas e intelectuales. En el animal que vive en un medio natural se observan conductas adaptadas con mayor. o menor perfección a la realización de su destino y a la conservaci6n de la especie. Por cierto que no dejan de producirse conductas nocivas, y adaptaciones originales, propias de los individuos, aparecen con idéntica frecuencia. Las primeras hacen desaparecer al individuo y las segundas, transmitiéndose por selecci6n y herencia (vide capítulo XI), contribuyen a mejorar las conductas necesarias o útiles. De ordinario no nos percatamos de estas co~ductas porque las nocivas desaparecen con el ind~viduo y las adaptaci6nes útiles aparecen estabilizadas en el adulto y los sujetos que observamos son los que han logrado subsistir, llevando ínsertas las modificaciones adaptativas, ya sea por completa adquisici6n individual o simplemente por herencia. Desde el punto de vista estrictam~te psicobiológico ninguna conducta es buena o perniciosa; por ser la resultante ineludib1e de interacciones entre determinadas propiedades del organismo y del medio, la respuesta siempre corresponde a la excitaci6n y se revela útil en todas las circunstancias en que ést:i refleja condiciones normales, tanto del medio externo como del interno. Por el contrario, son nocivas cuando excitaciones desacostumbradas las provocan, o alteraciones del medio interno desvirtúan la respuesta. En condiciones normales debemos admitir que la bioquímica, las estructuras y las funciones fisiol6gicas del animal son innatas, pero consideradas en sus funciones de relación debe reconocerse que solamente existen en estado de potencialidad. Con un ejemplo concreto podemos tipificar el fenómeno en el "instinto de nidificación", por medio del cual las aves fabrican su nido de manera peculiar y distintiva para cada especie, siempre que correspondan las condiciones del medio. Aparentemente todas las conductas de la nidificacion aparecen como innatas y adaptadas a un fin preestablecido, y a pesar de su ca-
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rácter adaptativo. no se las puede atribuir a la inteligencia, ni tamp0co justificar por una acción fortuita de causas internas y externas que, de producirse, excluiría la finalidad. Hasta hace casi medio siglo pareció necesario someterse a los dictados de un factor interno, misterioso, por lo mismo magnificado siempre, que se llamó instinto. La complejidad de las conductas que realizan la finalidad del "ins· tinto" pareció inextricable y se atribuyó a un conocimiento innato y . hereditario de los fines la realización del acto calificado como instintivo. Hoy, esta complejidad se revela exclusivamente teórica, si establecemos el determinismo histórico de esas conductas y consideramos que obligatoriamente toda conducta está en correlación con propiedades químicas, estructurales y funcionales innatas, con las cuales el animal hereda, y en razón de las mismas, un cierto número de ·conductas posibles que prefiguran los fines a lograr y sin las cuales no es apto para vivir. Claro está que estos fines los ignora el animal; los introducimos nosotros después de haber observado el resultado de. innúmeras tentativas. Para él se trata de descubrir con la acción la conducta más apropiada en relación con los estímulos provenientes del medio que circunstan· cialmente le corresponde. Si una prueba se requiriera, ésta bastaría para calificar la invariabilidad de los pretendidos instintos como un mito, puesto que, sin excepción, todas las conductas calificadas como tales son susceptibles de variar en el individuo y a veces en la especie, variación que en todos los casos corresponde a una transformación del complejo organismo + medio. Las conductas pueden ser divididas en dos clases: generales, comunes a un gran número de circunstancias, y particulares, que revelan adaptaciones originales, resultando tanto más complejas cuanto más precisas son las causas, precisión que desde el punto de vista psicobiológico exige cada vez menos especialización funcional de los órganos nerviosos. Cuanto :más especializado está un centro u órgano del sistema nervioso, más automatizada es la respuesta que corresponde a uno o a un número muy restringido de estímulos. La jerarquización de los niveles nerviosos · funcionales desemboca en la corteza cerebral, órgano plástico, que responde a todo y a cualquier estímulo, con una capacidad de análisis y síntesis que hace posible variar la respuesta según otros fines que aquellos del automatismo, e incluso puede derivar, suprimir, postergar ·o acelerar la reacción. Sin embargo, no debemos olvidar que el sistema nervioso es fundamentalmente uno y sus porciones funcionan solidaria~ y fundidas en otra unidad: el organismo como totalidad biológica, inmersa a su vez en el medio natural o social. De este modo nos enfrentamos con una peculiar situación que distingue la conducta particular de la general, al automatismo de la actividad inteligente, al animal del hombre. Mientras aquél vive subsumido en un medio natural cuya acción sufre easi sin transformarlo, .éste no sólo . es transformado, sino que transforma para establecer así un ciclo ininterrumpido de interacciones. En el proceso psicobiológico que preside en la esfera del individuo la interacción con el medio, los reflejos condicionados constituyen en el hombre y animales superiores las reacciones psíquicas elementales y en su continuo e
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incesante perfeccionailiento entrañan en la especie, como en · el individuo, la caracter:stica fundamental del hombre: el pensamiento. Pensar significa elaborar racionalmente las características del mundo exterior e interior --a)mo factor fisiológico y biológico- reflejadas en la conciencia. Para que dicha elaboración se produzca ---diferencia básica con el animal, en cuya mente también se refleja el mundo interior y exterior- es menester un proceso psicobiológico asentado en tres etapas: 1;¡. La sensaci6n, o transformación de la energía exterio.r en "función de lo real", en hecho de conciencia para la psicología cláska; 2¡¡. La generalizaci6n, o elaboración del concepto que refleja las leyes del mundo objetivo; 31! La actividad práctica, o comprobación activa de la veracidad de las leyes reflc jadas. , · La semaci6n es un estado de reacción cortical, función de lo real, provocado pür la percepción de un estímulo a través de los receptores sensitivos externos o internos. En términos psicobiológicos significa que una estimulación cualquiera del receptor alcanza un punto de la cor.:eza cerebral anteriormente excitado por estímulos semejantes, o bien, en el caso de una sensación totalmente nue\ra, crea un centro de excitación cuya acción inmediata o mediata se refleja en la conducta, en las reacciones del individuo. En resumen, la sensación ofrece un hermoso ejemplo dialéctico concretado en l~ transformación de un e>tímulo ~tidad- en función de lo real ---cualidad. La generalización, por su parte, representa la asociación de dos puntos de excitación corticales cuya unión constituye la ·más elevada categoría de reflejo condicionado. En efecto, el reflejo condicionado más simple, por ejemplo, salivación al oír un determinado sonido, puede, según el esquema de :M:eignant, especializarse de la siguiente manera: el reflejo incondicionado de base (la secreción de saliva a la vista de la carne) no es un reflejo cuyo arco se encuentre en la corteza cerebral, pero posee un centro de control cortical que podemo:; representar por A. Todas las veces que el reflejo sea puesto en maréha, el punto de excitación cortical será activado. Además, la audición de un sonido dado excita otro punto de la corteza B. Cada excitación de cualquiera de esos dos puntos se traduce por una irritación de los mismos; de tal manera que cuando remltan excitados casi simultáneamente se estab1 ece una unión entre ambos, se abre un camino, un bahnung, según la expresión de la fisiología clásica adoptada por Pavlov. En primer término ocasional, y a medida que se repite más constantemente, esa unión presenta siempre gran fragilidad, comprobada por la rápida extinción del reflejo si se deja de condicionarlo cierto tiempo. No obstante, toda vez que una excitación alcance el centro B~ encontrará un camino trazado y se difundirá hasta alcanzar el centro de excitación A, cuya reactivación desencadenará inmediata.niente la acción del reflejo de base, incondicionado, la salivación en este caso. Esta unión no sólo se produce por irradiación de un punto de excitación referido a un reflejo incondicionado, sino que también se extiende a cualquier · punto de excitación creado por estímulos sensoriales externos o internos. De esta manera
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diversas ~ensaciones se ligan y crean una compleja representación del medió externo o interno. La generalización se basa, pues, en la experiencia previa del sujeto, representada por puntos latentes que se unen por irradiación con un punto nuevo de excita¡;ión, o la reactivación de uno existente que, al irradiarse, alcanza otros puntos y crea la representación del mundo interno o externo, o conjuntamente de ambos. Toda función de lo real para se~ tal debe traducirse como actividad práctica, o sea la comprobación por la acción de las leyes objetivas ref!ejadas en la corteza. Esta actividad representa la respuesta, la acción del sujeto wbre el objeto que, como vimos y volveremos a ver, implica una 'transformación de · este último que, al ser percibido en sus variantes, crea un nuevo y comp'ejo estado mental, exige una nueva praxis, y así indefinidamente, de tal modo que la corteza cerebral se convierte en el vínculo fisiológico que asocia experiencias previamente vi.v idas y determina la conducta-reacción del sujeto. "Tal es -escribe Cossa- la hipótesis propuesta por los reflexólogos. Las experiencias de Nikitris, de Puusep y de Gerwe parecen confirmarla: estos autores han logrado extirpar una zona de corteza correspondien:e al reflejo incondicionado de base, y esta extirpación no impide al reflejo condicionado establecerse. La explicación de Pavlov· es, pues, totalmente admisible. Debe ser considerada como una de las más brillantes conquistas de la fisiología contemporánea." Por otra parte, el papel que asume la corteza en la actividad nerviosa superior se puede ·resumir ha jo dos formas esenciales: funciones de análisis y funcion es de síntesis. El análisis tiene por base exci~aciones o "señales" , como las llama Pavlov, que son, a rn vez, de dos órdenes distintos: de origen externo, nexo entre el medio circundante y el órgano por intermedio de los sentidos, y de origen interno, que patentizan los propios cambios del organismo. Para la terminología. habitual, las primeras señales son las sensaciones exteroceptivas; las segundas, las in tero y propioceptivas. Así, la función dinámica de la corteza parte del análisis de los estímulos, que es su primer trabajo, para crear uniones entre ellos y elab:)rar conexiones temporarias. Estas se hallan sometidas a infinitas variaciones: pueden desaparecer por acción de la inducción negativa o persistir y organizarse, entrelazándose hasta constituir complejas asociaciones denominadas "estereotipos funcionales" o "dinámicos". Un estereotipo representa una conducta organizada. Cada individuo organiza de es:e modo sus propias conexiones temporarias. De la combinación del genotipo y sus reflejos absolutos, instintos, con las conexiones temporarias, producto del ambiente -por ejemplo, educación-, se constituye el fenotipo o personalidad, de reacciones propias e individuales -función de lo realfrente al ambiente. Este esquema, por breve, no deja de indicarnos la verdadera pos.ición del animal y del hombre en el mundo real circundante. Frente al cúmulo de excitaciones reacciona aparentemente .de manera automática, pero su verdadera conducta está diferenciada: depende del "estilo" personal, de la manera peculiar e inalienable de establecer reflejos, estereotipos, de las reacciones
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imprevisibles, nacidas de lo que con una expresión de Janet se denomim función de lo real, o sea actitud autocontrolada frente a los hechos. Cada nivel intelectual corresponde a la solución de ciertos problemas característicos de cada especie animal y, por lo mismo, de cada etapa onto~ nética. El animal ofrece soluciones inteligentes, pero se detiene en tanteas r.onfusos frente a problemas superiores a su nivel, lo que destaca la diferencia fundamental con el hombre, cuya pasibilidad de encontrar soluciones es potenrialmente infinita por ser un sistema que se perfecciona, que logra superar a las otras formas animales par el desarrollo de la corteza cerebral, de las áreas frontales en particular, que hace posible el pensamiento, esto es, la conversión del lenguaje -de hecho superior por ser articulado- en pensamien1111 abstracto. Elemento de síntesis no superado, el pensamiento representa la mayor jerarquía en conductas inteligentes señalando, a través de la génesil de los reflejos y automatismos, la enorme pasibilidad de las combinaciones• interacciones de elementos y funciones psicobiológicamente simples y comune1 a todos los seres vivos en su interacción dialéctica con el mundo de los obje~ primero, de las ideas pasteriormente, a través del proceso de análisis y de síntesis que caracteriza a la actividad perviosa superior y representa las baseii físicas de la mente.
CAPITULO
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DEL ESTIMULO AL CONOCIMIENTO Diferenciaci6n y progreso de la actividad sensarial. La percepción del espacio . De la sensación a la palabra. Comportamiento y grados del conoc~miento.
Para el común de los manuales la sensación es un fenómeno pasivo, separado de toda actividai:l mental, con el único papel de excitante neurofuncional. Se deja de lado que pensar significa elaborar racionalmente las características del mundo exterior e interior --como factor biológico- reflejadas en la cor~eza. Para que esta elaboración tenga lugar es necesario que los receptores exteroceptivos alcancen pleno ejercicio funcional, del cual es indispensable el desarrollo motriz, en cuya base está la maduración del sistema nervioso. Por la sensibilidad se realiza el primer paso de la integración entre el ser y el mundo circundante, intercalándose entre ambos, como condición indispensable, el movimiento. El niño adapta la reacción motriz a la sensación y ésta a la reacción motriz, lo cual configura la llamada reacción circular, que diferencia la sensación del simple reflejo innato y señala el progreso ontogenético del individuo, porque en la adquisición. de la prensión, por ejemplo, una cosa es rep:!tir --como destaca Piaget- indefinidamente una maniobra que tuvo éxito y otra el intento de asir un objeto en una situación nueva. Puesto que la sensación no puede ser separada del movimiento, es imposible concebir una sensación que no se prolongue en la percepción, esto es, en la incorporación del objeto sentido al psiquismo del individuo a través de la generalización. Aquí rozamos el problema del automatismo, pero no debemos confundir éste con la reacción a un estímulo sensorial. El automatismo es la reacción que se basta a sí misma e ignora toda distinción entre ella y el acto que la desencadena; la sensación, por el contrario, no asimila el objeto como toté:!lidad, como excitante físico, para desintegrarlo en la interacción del sujetoobjeto que está en la base de toda evolución psíquica. Cada etapa en el progreso de las sensaciones señala un paso más hacia una sensibilidad de tipo sen¡:omotor, a la vez que un constante retroceso de la motricidad de tipo afectivo, automático, cuyas circunstancias dejan inextricable la separación entre ~u jeto y objeto (vid. cap. VIII). La analogía y, en ciertos casos, la concordancia entre las formas primitivas de la sensibilidad exteroceptiva y el automatismo está avalada por el hecho de que, llegado el niño a los tres meses de edad, se presenta un cambio radical: comienza la soldadura mielínica entre los campos propio e intero171
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niño ya permanece sentado sin ayuda. Para entonces la mano adquiere independencia de los demás movimientos, desaparecen las sincinesias que convertían la prensión en esfuerzo global del organismo y desplaza a la boca como instrumento táciil. En todas estas actitudes, aparte del aspecto de maduración neurológica (vid. cap: III), se vislumbra un componente que resultará fundamental para la futura acción del niño en· el mundo objetivo: la apreciación de las dimensiones y las distancias. Por la visión entrevé ambas, por el tacto también, pero la dificultad está, para el pequeño, en ¡x>der ordenar dos series de nociones diversas, de lo cual es prueba el hecho de que cada esfuerzo en ese sentido no es seguido por un progreso. El niño no ceja en su afán anterior de palpar, de empuñar objetos, de restregarlos contra su cuerpo y labios, de agitarlos, de atraerlos y arrojarlos como si quisiera probar la totalidad de los efectos posibles en el campo de todas sus posibilidades. Mientras que a los cuatro mese5 lleva sin vacilaciones el puño a la boca, si quiere hacer lo mismo con un objeto tropieza con la nariz o la barbilla. Aquí está implícito el problema de la percepción del espacio y del uso adecuado de dicha percepción, que, como demostrara Stem, está en estrecha dependencia eón la capacidad del movimiento.
* En tanto que el infante solamente ha coordinado los movimientos de los labios y de la boca, su espacio es puramente oral, "subjetivo". Sólo llega al espacio concreto, "próximo", como lo llama Stern, a medida que es capaz de conjugar los· movimientos de las manos y brazos, lo cual supone la sufí~ ciente estabilidad del tronco y de la espalda. Es el momento en que, sentado, arroja los objetos a su ¡i.lcance; pero tengamos en cuenta que nunca los proyecta hacia adelante, hacia atrás o hacia los costados, sino que simplemente los deja caer dentro del perímetro de su campo de acción sensomotora. De este modo prueba que sus experiencias espaciales no van más allá de donde llegan las manos y toda la actividad se circunscribe al semicírculo que trazan los brazos con centro en el cuerpo. Lo alejado no le atrae para entonces, sino que busca lo próximo. La atracción por lo lejano se desarrolla paralelamente con la marcha y. es su consecuencia inmediata, porque opera la yuxtaposición de! espacio inmediato en espacios sucesivos. Por ello es imprescindible que el pequeño se desplace, es el único medio para que su noción de espacio se convierta en una unidad continua, la que se extiende más allá del alcance de las manos. Así, pues, cuando la madurez neurofuncional permite al niño caminar, la inseguridad en la marcha proviene de que su esquema espacial todavía no es homogéneo, sino que se trata de secciones, de espacios próximos que transporta, pero carentes -de la articulación que brinda la continuidad. Esta articulación se logra por la práctica del movimiento. De aquí que el niño vacile menos y camine mejor en un espacio lleno de obictos oue en ouo completamente libre. En el primero posee puntos de referencia inmediatos que le permiten ir jalonando la continuidad de los espacios ·próximos y le demuestran paulatinamente la integridad del ~cio lejano. Este fenómeno
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es más patente en el pequeño que pasa directamente de la silla a la marcha; en cambio, en el que gateó, la marcha se afirma más rápidamente porque al gatear el niño funde en una unidad continua las experiencias con espacios parciales y cuando adquiere la posición erecta marcha a través de un espacio homogeneizado. Las dificultades que entonces encuentra en la marcha son típicas de la maduración neurofuncional, pues el espacio homogéneo no es ya una noción a adquirir, sino a completar. Mucho antes de qúe inicie este período, alrededor del sexto mes, se observa una actitud bien precisa: el niño es capaz de anticiparse a la percepción directa de las COS
* La marcha erecta y la prens1on ejecutada con el pulgar y el índice, a modo de pinza, son características motrices específicamente humanas; por
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ellas nuestra especie se apartó del f ilium primitivo y surgió el individuo capaz de acción instrumental y con intereses psíquicos que determinan la actividad mental. Mas la existencia de la actividad . mental no significa que domine y oriente intrínsecamente la conducta del individuo. Marcha y prensión, a través de la sensibilidad, están tan estrecha.mente unidas a las necesidades orgánicas, que accionar, hacer actuar los músculos y sentidos, es casi la principal finalidad. Como fin, estas accion:es presentan triple carácter: . son una nece. sidad que corresponde al acrecentamiento de las energías físicas, a la maduración del sistema neurocerebral y a la coord_inación progresiva de los organismos motores y a las posibilidades de acci6n que dicha coordinación engendra. De este modo la actividad sensomotriz, que es al mismo tiempo acción sobre el mundo exterior, se desarrolla ·en dos sentidos diversos, aunque en cierta medida complementarios: por una parte los automatismos especializados, por otra la invención de conductas apropiadas en presencia de nuevas situaciones que crea, a través de la interacción individuo-medio, el conocimiento. La constitución de automatismos es condición necesaria e imprescindible para la existencia y continuidad de las conductas apropiadaS--en presencia de situaciones nuevas, o má~ simplemente de actos inteligentes. La adquisición .de la marcha, las reacciones posturales, de equilibrio, la estación erecta en el antropoide, el desarrollo de los mecanismos de prensión, brindan los fundamentos motores sobre los cuales han surgido los intereses mentales de la especie humana y que en el niño se manifiestan por una sucesión de estructuras. La primera es la función pura; el pequeño manipula obie~os indiscriminados. A partir del primer año intervienen en la manipulación las cualidades específicas de los objetos. Del segundo año en adelante comprende que puooe crear a partir de la manipulación y agrega a la acción de esta "inteligencia práctica" el complemento del lenguaje; és~e es primero puramente afectivo (expresiones· de agrado, desagrado o necesidad) y después sintético, gradualmente abstracto. hasta convertirse en función instrumental de la inteligencia (vid. cap. XIV) . El lenguaje, que l!lanifiesta un desarrollo paralelo al de la motricidad y que presenta los mismos caracteres evolutivos de necesidad y de ejercicio, crea un tipo netamente sin~ular de medio ambiente: la comunidad humana o sociedad. Por medio de la marcha y de la prensión el individuo modifica continuamente sus situaciones en relación con el medio físico y crea con el mismo relaciones de necesidad regidas por la constancia o variabilidad de dicho medio. En este aspecto, hombre y animal no se diferencian, y las acciones y reacciones del individuo están supeditadas a los contactos sensoriales. Por el lenguaje, el individuo modifica su actitud frente a las cosas y a sí mismo, pero modifica al mismo tiempo las reacciones y actitudes de los otros seres que poseen la palabra. La palabra actúa directamente sobre el desarrollo motriz, como éste sobre aquélla de manera todavía más directa, apreciable y, fundamentahnente, sobre la capacidad mental y de interacción entre medio e individuo, y de individuo a individuo. Además, por su capacidad de síntesis, que, abrevia el aprendizaje, el lenguaje cobra, junto con la motricidad, una im-
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portancia decisiva en el desarrollo de la primera infancia, cuyos intereses se reve!an exclusivamente kinoperceptivos y kinoglósicos. Esto muestra q\le el desarrollo del movimiento es primordial (como acción motriz, instrumental y postura!) a través del excitante sensorial o perceptivo y glósico, o del lenguaje haúlado y comprendido, en los primeros pasos del desarrollo. El hecho de que en el hombre las manifestaciones psíquicas elementales constituyan reflejos condicionados y que su continuo e incesante perfeccionamiento posibilite en la especie, como en el individuo, la característica humana del pensamiento a través de la palabra, no basta para explicar el fenómeno de una inteligencia que abstrae y elabora las leyes, que las coordina y modifica á través de la praxis. El animal está dentro de este esquema; también para él t>xiste un mundo objetivo al que capta, a través de la sensación, y en el que actúa práxicamente: analiza y sintetiza'j>or medio de su inteligencia. No obstante, una diferencia radical separa ambas especies: la praxis humana se revela como un perfeccionamiento continuado, la acción animal se repite invariable, de generación en generación, y señala para los actos individuales un nivel nunca superado por el individuo porque la inteligencia sensomotriz, qu:: podemos llamar pensamiento concreto elemental -y es común tanto al animal como al hombre-- trabaja sobre la realidad misma; cada uno de sus actos cubre distancias indiferenciadas entre el sujeto y los objetos, pone de manifiesto, como destaca Piaget, una carencia total de perspectiva temporal. Objeto y sujeto aparecen confundidos en una unidad atemporal e inespacial. El concepto de perspectiva tempo-espacial que proyecta al individuo hacia el pasado y el futuro, necesaria para toda acción consciente sobre el medio, sólo se logra en función de la estructuración de las nociones de espacio y tiempo, que comienzan a configurarse en la primera infancia, para adquirir su verdadera expresión con el lenguaje organizado. Solamente la palabra permite abstraer la duración, incluyendo las categorías sociales de "antes" y "después'', del pasado y del porvenir. Vemos, pues, que la acción sobre el mundo exterior no está solamente basada en sensaciones y movimientos; a éstos se superponen estructuras que se ordenan en conjuntos cuya complejidad aumenta en las etapas sucesivas del desarrollo y que ~ri ligadas a una maduración progresiva de la actividad mental que la ejercitación no puede suplir. El niño no aprovecha, no comprende sugestiones, no recuerda éxitos eventuales que correspondan a tareas que estén más allá de su edad, como el animal no conserva experiencias de un nivel superior. al que prescribe la evolución de la especie, aunque ocasionalmente llegue hasta ellas. En diversos grados, esa maduración es función del lenguaje en primer término, de la motricidad en segundo lugar. El aprendizaje por ensayo y error, tan minuciosamente descrito por Morgan, indica las etapas del establecimiento de refleios condicionados: el amaestramien~o de animales presenta características similares, pero los rápidos progresos del hombre, y por consiguiente de la construcción voluntaria de actos, dependen del desarrollo de métodos, de técnicas que faciliten las adquisicione11 superiores, de las cuales son índice los símbolos verbales: la palabra hablada
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y escrita. El aprendizaje o coordinación compleja de reflejos adquiere a~í .una nueva fornia, puesto que no se realiza según el patrón fiel de un modelo sino de acuerdo con indicaciones sintéticas y abstractas. La repetición mecánica del · gesto es insuficiente para todo progreso y se le debe agregar la idea de un fin, la represen~ación conceptual de un "modelo" que está en la base de la oosesión del vocablo. -El Horno sapiens se nos presenta de este modo como un sistema psicobiológ~co que se perfecciona y que supera .a las otras formas animales por e) . pensamiento, adquisición' a la que_llegó a través del lenguaje hablado. Primero fue la acción -Ja actitud del animal evolucionado, el Horno faber-, después el verbo --el animal evolucionado, el Horno sapiens-. Entre ambos, como el hombre y el animal, se eleva la muralla de un estímulo externo, de una señal propia, peculiar, que es la palabra. Producto del vivir en sociedad, la palabra representa la más abstracta de las "señalizaciones"; es, por lo tanto, u~ símbolo que engloba todas las experiencias pasadas y presentes de la especie y del individuo; de aquí deriva la conducta individual. Basta pensar cuántas interpretaciones puede recibir una expresión para damos cuenta de cómo la palabra puede condicionar los más diversos y hasta opuestos modos de vida. La palabra posee tan grande valor de síntesis que con razón Pavlov pudo denominarla "señal de señales", esto es, señal humana por excelencia. Condiciona la actividad psíquica del hombre: así como el reflejo sonosalivar muestra la acción cortical de un estímulo inespecífico en lugar de uno especWco, el lenguaje --que sintetiza Ja experiencia mental de la especie-- desen~ cadena en la corteza cerebral reflejos condicionados superiores, de segunda categoría. La movilidad, la plasticidad, el grado de carga conceptual o afeetiva de esa señal de señales constituyen el pensamiento simbólico, cuya ácción se realiza según los mismos mecanismos combinados de excitación, iÍlhibición e inducción. ·
* Sherrington solía recordar a menudo que la fisiología como ciencia natur:il sólo estudia fenómenos físicos, que la mente únicamente puede ser estudiada a través del comportamiento y, sin tener presente en su afirmación ningún concepto dialéctico, asentaba, empero, una verdad que los psicólogos y las "psicologías" olvidan o desdeñan demasiado a menudo. A base de una u otra afirmación se considera que el conocimiento existe o no existe y se comete el error común de negar o afirmar el conocimiento como· entidad, cuando en realidad, y en condiciones normales, tenemos en cada momento un conocimiento diverso. Así el conocimiento no debe ni puede medirse de manera absoluta, sino en grados, y mientras notamos únicamente los gr~des cambios, como el que ocurre cuando pasamos del automatismo a fa praxis, nuestra atenci6n no se detiene en fluctuaciones menores que se suceden continuamente. El conocimiento es un estado de actividad sensomotriz y, pof ello, depende Pslcologia gentUca.-12.
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por completo de las informaciones que los sentidos le brindan; tanto de los · fenómenos protopáticos como exteroceptivos. De aquí que . la percepción de nuestro cuerpo desempeñe una función especialísima. Los neurólogos han demostrado que si se nos priva de las sensaciones . que recibimos del cuerpo cuando actúa, por ejemplo, un contacto, uria presión, un movimiento, etc., y del sentido del oído, perdemos la capacidad del conocimiento, aunque sigan funcionando sentidos como la vista y el olfato. Deducimos, en consecuencia, que cualquier alteración física que actúe sobre nuestros sentidos afectará también, dentro de ciertos límites, el con~miento. Eri este sentido, el conocimiento se confunde con lo que es clásico llamar conciencia, de la cual es corriente afirmar que sólo puede ser experimentada subjetivamente en tanto que sabemos muy poco de la medida en que somos conscientes. No ·obstante, los efectos del conocimiento pueden ser observados objetivamente, porque representan la finalidad ·misma del comportamiento. Podemos aplicar esta comprobación en el fenómeno del lenguaje en el niño, tal vez el más interesante, el que da mayor peculiaridad al período de la edad infantil, y que puede ser rastreado de dos maneras: filogenética y ontogenética. Desde el punto de vista de la filogénesis se nos plantea, en primer término, el origen del lenguaje; encarada ontogenéticamente, la investigación se dirige a la adquisición de la palabra por el individuo, sin plantear la cues:ión del lenguaje que se da ya estructurado históricamente. En efecto, el niño no debe crear una lengua, sino aprender la del medio. Soslayando plan:eamientos filológicos o históricos encaramos en este caso un complejo de fenómenos que en orden de sucesión temporal y de valoración filogenética deben ser considerados esenciales para la función -no estructuración- del lenguaje. Abarcamos en primer término los fenómenos nerviosos elementales (auditivos, visivos, táctiles), y los de movimiento (actos fonéticos, mímicos, gráficos), ligados a núcleos bulbares o espinales; luego cons'.deramos los fenómenos neuropsíquicos (fijación y elaboración de símbolos externos que ·sintetizan semaciones o experiencias) y los de movimientos (realización motora de las im;1genes verbales) ligados a procesos corticales, para desembocar ·en procesos enteramente psíquicos que se revelan en la interacción, tantas veces apuntada, entre individuo y medio social, depositario del lenguaje que se adquiere. Prescindiendo de toda especulación metafísica o teleológica, encontramos que el primer grito del neonato representa el comienzo de la respiración pulmonar; como manifestación fonética, si es que puede llamársele así, en nada se diferencia del ronroneo del cachorro de tigre o del b1lido del ternero: es un reflejo estimulado por sensaciones nuevas (aire, temperatura, luz) . Por el contrario, en el vagido del lactante descubrimos una .evolución, puesto que gradualmente se welve menos automático, más expresivo, cargándose de tonalidad afectiva, pero sin llegar, de ninguna manera, todavía a uresentar carácter de fonesis. Este vagido exterioriza, en todos los casos, un reflejo defensivo que al comenzar la primera infancia se vuelve voluntario, como expresión de actitudes de agrado o desagrado. El vagido subintra la vocalización y a ésta la balbucencia en el segundo trimestre de vida, sin que
de n fone1 un <:
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D índivi ción : travé~
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1BOCimi1 foental :
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de ninguna manera represente un progreso en el sentido de la adquisición de fonemas con significado propio para todos los individuos, ya que denuncian un ejercicio de músculos articulares carente de valor imitativo, pues también se manifiesta, y con idénticos fonemas, en los niños sordos. Después de estas fases pnra y exclusivamente neurornusculares asistimos al nacimiento del verdadero y propio lenguaje de la especie humana, con peculiaridades que justamente interesan a la antropología, la glotología y la psicología; comporta variedades y variaciones en un aprendiza je condicionado por reglas intrínsecas al medio, esto es, a la lengua que dicho medio utiliza como instrumento abstracto de contactos colectivos, y que configura un comportamiento sensomotriz adaptado a las características del medio sociocultural. De la conducta deducimos los grados del conocimiento; en efecto, muchoe individuos sen enteramente finalistas, sus actitudes responden a la adecuación más estricta entre estímulo y respuesta, en tanto que otros se elevan a través de la abstracción, y la respuesta refleja una actitud gnósica que significa elaboración más elevada de las características que se perciben del medio. El cerebro es responsable de estas modificaciones en el grado de conocimiento de la realidad y en la finalidad del comportamiento. Diferencias de conducta entre uno y otro individuo pueden reducirse tanto a la organización y regulación de las glándulas endocrinas (vid. cap. II) como al mismo cerebro. Como fenómeno psicobiológico ejemplificado en el desarrollo del lenguaje, el desenvolvimiento normal del proceso de aprendizaje del lenguaje requiere la madurez y la integración de las funciones: aparatos nerviosos y musculares, evolución del área del lenguaje en el hemisferio cerebral-izquierdo, integridad del aparato sensitivo, del motor otorrino-faríngeo-laríngeo. Deben, por ejemplo, poseer el mismo nivel de acción lo~ aparatos nerviosos y musculares que penniten la reproducción de la palabra hablada, al mismo tiempo que es imprescindible la función acústico-motora para el desarrollo del área del lengua je en el cerebro. A todo .esto se yuxtapone la incitación por parte del ambiente que crea la condición de apetencia, esto es, el interés de hablar y conocer, en estrecha relación con la atención voluntaria, cuyo dominio ilustra convenientemente acerca del reflejo condicionado complejo. Sin duda, nuestras conclusiones no nos llevan a explicaciones definitivas de todas las etapas por que pasa la adquisición del conocimiento y no se puede afirmar lo que en el futuro puedan aportar nuevas investigaciones. La ambigüedad y contradicciones implícitas. en el uso de palabras como "conciencia", "mente'.', "comportamiento", podrán ser superadas, o acaso esas expresiones reSultei:i abandonadas por revelarse simples formas verbales que esconden cuestienes equivoeadas. Todo lo que hasta ahora sabemos explica la continuidad filo y ontogenética que va d~l estímulo al conocimiento y asienta llambién, en este aspecto, que la relación entre cuerpo y mente sólo puede pPlicarse considerando ambas entidades como un todo único. Cuando el co¡aocimiento alcanza cierto grado de complejidad comienza a presentar aspecto !JDental; en . cuanto a los grados inferiores, los observamos en el infante, en
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los animales, sin que ni siquiera podamo¡. suponer cuáles serán sus límites superiores, aunque con criterio psicogenético y dialéctico debemos afirmar que tales límites no existen, porque cada nivel del conocimientb resulta de un nivel diverso de interacción, y las posibilidades de adaptación y evolución no conocen más límite que la posibilidad de acción mutua.
Origen
"
Nad: represen mento e .acción e sobre el pn.merm melad P~
a:ondicioi ir.ícter de dad y dc ~ceptu
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CAPITULO XIV
LA ADQUISICION SIMBOLICA: EL LENGUAJE
Origen psicobiológico del lenguaje. De la onomatopeya a la palabra articulada. Adquisición individual de la lengua. Lenguaje y conocimiento. Nadie discute ahora el origen social del lenguaje; su génesis y desarrollo representan la génesis y desarrollo de la sociedad humana. En el mismo momento en que un hominida fue capaz de crear un instrumento, realizar una acción con él y atraer con una onomatopeya la atención de sus congéneres sobre el instrumento, la acción y su persona, el lengua je estu~o creado. Esos primeros vestigios de la palabra han desaparecido con sus creadores; la humanidad pasó tal vez un millón de años entre el momento en que la praxis quedó condicionada por un sonido vocal y este sonido adquirió definitivamente carácter de señal abstracta, forma específicamente humana de reflejar la realidad y de actuar sobre ella sin la acción directa del acto, a través . del poder co:r.ceptual del pensamiento. De este modo el problema del origen del lenguaje se convierte, a la vez, en problema del origen del pensamiento abstracto, y la resolución de uno implica la solución de ambos aspectos, a la vez. · De antaño, hipótesis de todo género pretendieron explicar el fenómeno y dos son las. teorías fundamentales acerca del origen del lenguaje: la onoma'°péyica y la ,interjectiva. Para la primera, el lenguaje nació de la imitación de los sonidos del medio natural; para la segunda, de sonidos emitidos esponfáneamente al expresar el hombre sus emociones. Ambas teorías, a las que s:ada día .se concede una parte equivalente de razón, atañen al mecanismo de la formación del lenguaje, pero no rozan el problema de las condiciones de su pición. En relación con éstas cabe delimitar la prehistoria historicosocial, ato es, las premisas biológicas que lo hicieron posible, y las causas objetivas, ~enientes del nuevo modo de vida de los hominidas, que crearon la necelidad de una comunicación que fuera más allá de la simple expresión emotiva su resonancia con la creación de un público (vid. cap. VIII). La actividad sensomotriz del hombre se distingue radicalmente de aquella iie Jos animales que incluso le son más cercanos en la escala filogenética por ~ hechos capitales: posición erecta, manos con capacidad instrumental y ~olio del cerebro con características citoarquitectónicas nuevas. Estas mmprobaciones bastan para explicarnos en sus principales aspectos el pasaje simios primitivos a los horninidas, al ser bípedo capaz de acción inslmnental práxica y oral. La característica neuropsicológica primordial · que
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separa al hombre --en cualesquiera de las etapas por que pasó su especiede los animales que le son más próximos, reside en el neopallium y se revela: a) por un desarrollo progresivo de las áreas cortieales especializadas que reciben las impresiones exteroceptivas transformadas en superiores (audición, visión, tacto) en detrimento del olfato y su concomitante, el gusto; b) desarrollo cada vez más acentuado de las áreas corticales motrices, lo cual asegura un:i regulación más precisa de los movimientos que, correlativamente, aumentan en complejidad; e) amplísimo desarrollo de la región anterior del cerebro, del área prefrontal, zona particularmente rica en fibras asociativas. Los pasos de esta evolución podemos seguirlos en el estudio de vaciados endocranianos, por los cua~es se puede comprobar que hominidas primitivos como el pitecántropo y los sinantropos conservaron muy salientes las características de simios antropomorfos: pequeña altura del cerebro, inclinación acusada del eje de la región temporal, mayor prominencia por la línea media de la región orbital, comisura interhemisférica amplia, área occipital saliente, estructura borrosa de la cisura frontal media. Para esos "hombres" el lenguaje únicamente debió ser asequible en sus formas más primarias, esto es, inarticulado, porque las características señaladas indican que las regiones parietal temporal y frontal están relativamente poco desarrolladas. De hecho, el · lenguaje del pitecántropo y de los sinantropos no debió requerir el trab'.ljo de los órganos de la articulación, porque faltó en sus cortezas cerebrales suficiente crecimiento de las partes relacionadas con la función del habla y con el proceso de pensar. Por lo demás, el progreso en la citoarquitectura del cerebro humano está íntimamente vinculado con las características esenciales de los hominidas: estación erecta y adecuación de la mano al uso instrumental con la oposición del pulgar y el índice, y a los delicados movimientos de ajuste que de ello derivan. Si bien es cierto que los antropoides pueden sostenerse en pie,. ninguno posee la estación erecta como base primordial y única de la ambulación. El hombre goza de una adaptación específica a la marcha bípeda facilitada por caracteres estructurales que alcanzan a todas las porciones del esqueleto, en especial l,a columna vertebral, insertada debajo y no en la parte posterior del cráneo, como en los cuadrúpedos. El hombre posee el agujero occipital y el eje de la cabeza casi horizontal y perpendicular al raquis, cuyo eje presenta cuatro curvaturas alternativamente cóncavas y convexas. De este modo la cabeza cae en equilibrio, más o menos estable, sobre la extremidad superior de la columna vertebral, y solamente se requieren acciones musculares relativamente débiles para mantenerla en posición. Los músculos cervicales y el gran ligamento cervical se encuentran muy desarrollados en los cuadrúpedos, cuya cabeza está permanentemente arrastrada por su peso, qut> gravita sin apoyo en la horizontal. En el hombre, en cambio, la musculatura cervical se reduce notablemente y deja de comprimir las caras superim y laterales del cráneo, y éste puede crecer en todo sentido. Al fenómeno resultante de la .posición erecta se agrega otro que también deriva de ella y cuyo valor para la humanización ya · destacamos: la mano. · En el hombre, los miembros posteriores pierden el carácter de mano rudimen-
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taria que poseen en los simios; al mism<;> tiempo los ligame~tos y las articulaciones están dispuestos de modo tal que se sustituye la flexibilidad . que presentan en los antecesores arborícolas por la solidez y la estabilidad necesarias para el mantenimiento en tierra firme. A consecuencia de la especialización de los miembros posteriores para la marcha, las manos quedan liberadas de toda función de sostén y convertidas exclusivamente en instrumento de prensión. En esta nueva función los miembros anteriores no solamente permitieron en los comienzós de la evolución humana una rudimentaria acción instrumental sobre el mundo circundante, sino que coadyuvaron en la disminución de las tracciones que los músculos elevadores de las mandíbulas ejercen sobre el cráneo. Como el equilibrio de la cabeza sobre la columna verteb~al verticalizada redujo la acción de los músculos cervicales y del gran ligamento cervical, el debilitamiento de los elevadores de las mandíbulas disminuyó las tracciones sobre la región anterior del cráneo, donde se insertan, facilitando ·el crecimiento en altura del mismo y, naturalmente, del cerebro, sobre todo de los lóbulos frontales. Los éambios que acabamos de sintetizar in:eresan desde el punto de vista de la génesis del lenguaje no sólo en relación con la citoarquitectura del cerebro, sino también con el aparato fónico periférico. Los monos carecen de áreas cerebrales del habla, en especial de la zona de Broca; en cuanto al aparato fonador, es un tanto parecido al humano, lo que les permite emitir sonidos diversos, pero el papel del resonador bucal está limitado por la escasa distancia que separa al velo del paladar de la ab~rtura de la laringe, modificada esta última en el hombre a consecuencia de la posición erecta, y también en razón de que el aire espirado pasa sobre todo por la nariz, provocando sonidos guturales. Todas las transformaciones que acabamos de enumerar y que encontramos definitivamente estabilizadas en el último eslabón de una larga serie de hominidas, el Horno sapie~s, se produjeron con una lentitud que 'incluso resulta ocioso calcular. Tanto es así que el estudio de los fósiles parece indicar que el cerebro humano no ha sufrido cambios estructurales notables desde hace doscientos mil años. No obstante, en ese lapso, el instrumento esencial, la palabra, sufrió transformaciones tan radicales que resultaría inútil buscar en los idiomas conocidos el proceso que diferenció las onomatopevas e interjecciones de los hominidas de los sonidos difusos de los antropoides, y más aún del lenguaje articulado que se supone poseyó el hombre de Neanderthal, del que caracteriza a cualquiera de las hablas actuales. En este lapso, en que ya estuvieron fijadas las bases bioestructurales del lenguaje, actuó de manera cada vez más acentuada la praxis individual y colectiva, gradualmen~e traducida en gnosis. Entre la onomatopeya y la palabra articulada se intercala el proceso de sociabilidad.
* La señal fónica representa un progreso notable en la vida gregal de los animales (vid. cap. IX), pero de ninguna manera se debe perder de vista
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que dentro de este aspecto las reaccione5 sensomotrices siguen estando en la base de las relaciones interindividuales. Los gestos, la númica, la pantomímica constituyen la forma primordial con que el animal -y también el hombre-expresa sus reacciones elementales y concretas frente al mundo real, y estos movimientos expresivos, como ya demostrara Daiwin, resultan siempre de estados emotivos. Toda emoción {vid. cap. VIII) se caracteriza por un cambio total ~n el organismo, y el · esfuerzo pone en tensión o en re'ajación los órganos de la voz, con lo cual involuntariamente, y por obra de la actividad propioplástica, cada especie produce idénticos y determinados sonidos a consecuencia de idénticas y determinadas situaciones. "Un cambio de profundidad y de frecuencia en la a~pii'a~ión -escrib~Bunak- va acompañªª-Q~ encogimiento o dilatación de la gloti~_~e . aun_i_e_l!t de t(!_nsión o relajamiento de las cuerdas vocaies, de un mo~imi_eE!_o de l_~ manc1íbuJas,_ ~ Jª-~"-fil!ª-l' del velo del paladar, conjui:itamente con un cambio de la eplig!otis, fonsecuencia del cual surge; el ~n_ido_:" El sonido, sea interjección u onomatopeya, carece de valor representativo y de significación concreta, representando una consecuencia secundaria del estado orgánico que acompaña a la praXis o a la gnosis, con lo que adquiere el valor de expresión de las emociones. Sabemos, además, que el influjo concreto de tales o cuales excitantes provoca reacciones emotivas .que en el transcurso de la vida del animal terminan por convertirse en estímulos incondicionados, con la consiguiente reversibilidad de la acción, puesto que si la emoción desencadena la expresión, ésta puede a su vez desencadenar aquélla por las leyes de los reflejos que estudiara Pavlov, y que se encuentran en la base de la atracción mutua que carac~ riza al fenómeno social (vid. cap. IX) . Cualquier reflejo puede condicionarse, y el valor emotivo del sonido queda así en relación mediata con el gesto o la acción que acompaña, en tanto éstos se relacionan directamente con el . fenómeno que para el organismo adquirió significación biológica inmediata. Los sonidos y ·los ademanes no poseen, de por sí, significación biológica inmediata, pero el hecho de que acompañan situaciones que poseen este_carácter hace que la adquieran mediata, pues sirven de señal para indicar la presencia de aquello que puede servir para Ja satisfacción de una ·necesidad o para provocarla. De este modo la señal fónica se . relaciona con procesos cognoseitivos, con la percepción concreta, pero sin implicar por ello la existencia de un pensamiento. El estudio de los sonidos que emiten en diversas circunstancias los monos superiores y el análisis de la correlación de los mismos con las consecuencias permiten establecer que carecen . de sentido instrumental porque no poseen significación abstracta alguna. El animal emite sonidos peculiares en una u otra situación que comunican a los congéneres el estado 1 emotivo que excitantes exteriores le provocan, pero de ninguna manera revela la situación en sí, ni está movido por consideraciones finalistas o abstractas.. El sonido que produce el chimpancé frente a un peligro es una consecuencia de su actitud orgánica, que, a través de un reflejo incondicionado, despierta en el compariero idéntica actividad biológica del organismo, preparándolo por vía indirecta para la defensa, Los sonidos animales, premisa psicogené-
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tica de los estadios iniciales del lenguaje humano, no constituyen un lenguaje por su función ni por su estructura. Los s_Qnidg_s _fól!.icQ!i animales y el l~~k_fo!:__~an un sisteina de señalizac!ón; ambas formas sirven para creai: una relación entre el individuo __y_tl_ mefüo q!le To~ ré)_oea:~ E._ero entre unos y otros media el abismo de la manera de establecer la relación. Los animales perciben el mundo concretamente, la relación es directa, e incluso aquellos que constituyen sociedades, los antropoides incluidos, no poseen en la vida comunitaria un principio en torno del cual pueda concentrarse el interés de todos. De origen afectivo, la atracción mutua representa una fuerza cohesiva que solamente asienta en las relaciones interpersonales. Aun viviendo en sociedad, el animal superior tiene finaiidades exclusivamente vegetativas, y todavía en las sociedades de insectos, en las que el proceso de adaptación sigue lineamientos propios de la comunidad y no del sujeto, prima el destino genético de ·1a especie sobre las necesidades y particularidades del individuo. En suma, no poseen un fin común ni posibilidades comunes para alcanzarlo; su adaptación resulta pasiva, esto es, se réaliza a base del cambio del individuq o de la comunidad, y no por medio de transformaciones de las circunstancias, lo cual explica que no requieran un lenguaje para comunicarse, que no posean experiencias para transmitir, porque todas las posibilidades del acto quedan agotadas con el uso del equipo instrumental que les es propio y común. . _ · Yerkes llegó a afirmar que los monos tienen qué decir, pero no pueden hacer lo; empero, la experiencia del trato con animales demuestra la verdad del aserto de Engels, de que lo poco que los animales, incluso los más desarrollados, tienen que comunicarse, puede ser transmitido sin recurrir al lengua je articufado. En efecto, lo restringido de las posibilidades instrumentales les veda el trabajo, la actividad transformadora con finalidad común y objetiva, y solamente poseen como acervo a comunicar los estados emotivos que las circunstancias provocan y de ninguna manera una interpretación subjetiva, aunque no fuese racional, de la realidad que se refleja en su mente. En cambio el hombre, al separarse del antecesor simiesco, lo hizo impelido por un nuevo poder instrumental: la mano, cuyas posibilidades no sólo le permitieron el desarrollo del< cerebro, sino crearon la actividad conjunta, dirigida a transformar las circu~stancias, y factible de ser repetida por cualquiera de los individuos prescindiendo de la reacción orgánica motivada por una ex::itación directa, específica. El acto convertido en praxis crea un nuevo tipo de relación entre el individuo y las cosas, y entre los individuos mismos. De hecho, la situación es comprensible, pues el paso a la creación de instrumenpos implicó una transformación radical en los modos de · vida del hombre p-;.mitivo que debió reflejarse en los medios de comunicación mutua. · En tanto los sonidos fónicos acompañaron únicamente estados emotivos fueron parte de la mímica, pero en la misma medida que la construcción de instrumentos, mo y vigilancia de los mismos creó ' la necesidad de contactos más frecuentes, 4lc intercambio de experiencias, los sonidos se transformaron en lenguaje, -.cesario para pensar. A su vez el pensamiento, posible ya por el desarrollo
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neurocitoarquitectónico alcanzado por el hominida,' requería su instrumenbl para expresarse y cobrar realidad: el lenguaje. A medida que progresaba d pensamiento sobre la base del desarrollo del trabajo en sociedad, progresli el lenguaje, y en la misma relación en que éste resultó superado se elrriqU&o cieron las formulaciones abstractas de la praxis convertida en gnosis. La evolución de las lenguas históricas prueba que el origen de los vocab!os siempre está en un sustantivo, llamado determinante. Las palabras, incluidas las más abstractas de los vocabularios actuales, tienen en su raíz un fenómeno concreto verificado o producido por la praxis, gracias al cual, y por regla general, la denominación de los objetos está plenamente justificada. De este modo los sonidos fónicos de carácter afectivo adquirieron valor semánti~ se desprendieron de la significación mímica y objetivaron su sentido a medida que el hominida dejó de enfrentar la realidad cara a cara, individualmente, y se inició el proceso de separación entre lo subjetivo y lo objetivo por medio del acto motor transformado en praxis a través de la actividad colectiva, el trabajo. e_skobiológicaEJ.~n_t~ el proceso de la formació~-d~l le_ngu_aje se explica CO_!I!o~sultado de_~r_ en el cerebro un determinado sonido que el individuo oyó o provoi:ó ~u_r:_a!!te la _ pr~i_cis_~on el movi_~~n~o_ ~us~~!_ar_ de los órganos d~~ fona~ión, l~,!!l~ge~_del _o_blet~ o cambio _g_ue provocó ~a reacc:_i§n _fónica, y el resultado de las consecuencias de la acción identificado con el sonido _emitido. No -resulta, por consiguiente:-dÍfíci(comprende~l val~~ ~á:gic~-atri buido a los vocablos, en sus orígenes, por estar identificados con la acción. El hominida en sus comienzos humanos debió atribuir tanta importancia al acto como al vocablo en la producción de un cambio, y la separación de los alcances de ambos fue un proceso lento, largo, como demuestra la historia y la semántica, producto de la personalización a través del progreso de la gnosis y de la praxis. La actividad de análisis y de síntesis que caracteriza a nuestros analizadores auditivo y fónico-motor se desarrolló bajo la verificación permanente de la praxis, como vemos todavía en el niño (vid. cap. V). De medio de expresión espontánea de las emociones, el sonido se convirtió en instrumento para designar intencionadamente los objetos, convirtiéndose en lenguaje.
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* Acción instrumental e intereses psíquicos que determinan la actividad mental son características gracias a las cuales nuestra especie se apartó del filium primitivo. Sin embargo, la existencia de una actividad mental no sig::iifica que ésta domine y oriente intrínsecamente la conducta del individuo, porque la actividad sensomotriz (vid. cap. XII), que es al mismo tiempo acción sobre el mundo exterior, se desarrolla en dos sentidos diversos, aunque complementarios: por una parte lbs automatismos especializados, por otra la inve11ción de conductas apropiadas en presencia de nuevas situaciones. La constitución de automatismos es condición necesaria e imprescindible para la existencia y continuidad de las conductas apropiadas en presencia de situaciones nuevas, o más simplemente de actos inteligentes. La adquisición de la
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marcha, las reacciones posturalf:s, de equilibrio, la estación erecta en el antropoide, el desarrollo de los mecanismos de prensión, brindan los fundamentos motores sobre los cuales se afirman los intereses mentales de la especie humana y que en el niño se manifiestan por una sucesión de estructuras. La primera es la función pura que se manifiesta, inicia y consolida con la manipulación indiscriminada de objetos, que dura todo el primer año de vida y solamente después da paso a las cualidades específicas de los 'objetos en el proceso de manipulación. Del segundo año en adelante, a la acción de esa "inteligencia práctica", común al hpmbre y animales superiores, se agrega el conocimiento de! lenguaje que, en el individuo como en la especie, comienza por ser puramente afectivo (expresiones de agrado, desagrado o necesidad) y después sintético, gradualmente abstracto, hasta convertirse en función instrumental de la inteligencia. · El lenguaje, que en~ niño manifi~st~.1:!n desarrollo paralelo_ al de! L::i.. II}9': tricid~~ y_ que presenta los mismos caracteres evolutivos de necesidad y de ejercicio, crea un .!!E<> c~r~~terístico de medio ambiente: la comunrdad humana o sociedad. Por medio de la marcha y de la prensión cl-indiVláÜo modifica continuamente sus relaciones con el medio y elab<;fra conductas regidas por la constancia o variabilidad de dicho medio. En tal aspecto, hombre -y animal no se diferencian y las acciones y reacciones del individuo están supeditadas al alcance de los contactos sensoriales; actúa lo que Pavlov llama "primer sistema de señalización". Por medio del lenguaje el individuo también modifica su actitud frente a las cosas y a sí mismo, pero modifica al mismo tiempo fas reacciones y actitudes de los congéneres, sin que previamente hayan vivido la experiencia. Por su capacidad de · síntesis que abrevia el aprendizaje, por ser "señal de señales", por constituir el "segundo sistema de señalización" en la denominación pavloviana, el lenguaje cobra importancia capital
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tros en el hemisferio derecho. Ha sido Mingazzini, apoyado en observaciones propias y de otros investigadores, quien puso la tónica en el hecho de que las lesiones de la zona i.z¡¡uierda en que se localiza el lenguaje son compensadas por la acción funcional de zonas análogas en el hemisferio derecho, lo cual explica el conocido restablecimiento funcional en muchos casos de afasia motora. La hipótesis de Mingazzini se origina en la comprobación de que la afasia motora de los individuos zurdos está ligada con lesiones cerebrales derechas, y de que la afasia motora, que se verifica en los niños por lesiones de reblandecimiento del centro de Broca, muchas veces desaparece en breve tiempo. Mingazzini sostiene que hasta cierto período de la infancia las dos regiones, derecha e izquierda, son iguahnente eficientes y que sólo con el tiempo, de manera gradual, la sede del lenguaje se reduce preponderante-mente al hemisferio izquierdo, lo cual reporta una economía de función al no tener necesidad de depender simultáneamente de dos centros simétricos. La sede del lenguaje termina por asentarse .ú nicamente en aquel hemisferio cuya preponderancia rige para todas las funciones vitales del hombre normal. El dextrismo es una cualidad normal, la zurdería implica siempre trastornos en la maduración o integración nerviosas y, con sentido filogenético, tiene simi:ular significado: en la escala zoológica, después del hombre, y en menor grado, solamente el chimpancé y el gorila son dextrimanos. La preeminencia del hemisferio cerebral izquierdo sobre el derecho sería, pues, un fenómeno de adaptación funcional que en el niño simplificaría el proceso de adquisición del lenguaje, aQreviaría en suma el establecimiento ele los mecanismos corticales· sobre Jos que asienta la posibilidad de adquirir la fonesis articulada. En la ontogenia, como demostraron Gurevish y Minkowski, se pasa en el desarrollo neurológico por niveles de integración que señalan las etapas de la filogenia, y es evidente por ello que, en los vagidos del recién nacido, en los balbuceos y gritos del lactante y de la primera infancia, cuando todavia no se estableció la preeminencia de uno u otro hemisferio, no se pueden sospechar las bases del lengua je articulado, salvo la similitud de órganos fonadores, ni tampoco una "preparación" para hablar en un futuro próximo. El grito y el balbuceo son respuestas afectivas, con tono, pero sin articulación, idénticas en sus raíces psicobiológicas al "lenguaje" de los animales. No representan una etapa previa de la palabta, sino una forma de expresión afectiva. tlª!>lar _simifica J~.aber llegado a un grado determina.do 9e. maduración neuroló~~ y_de _inte~~ión social ~~Pª~-d~~r!iigi:_ l~ B_raxh_ y la comunicación abstracta de la misma. El niño no habla espontáneamente como camina por-imperio dela sin~g~~uromuscular: anrende a hablar. y est~endizaje está ~ioló~~ y psíquicamente ~aªlit~do . en Ja ontogenia, con respecto al esfuerzo que les -~c!g_ulxj.
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ción e el .pat:J de ore mero,
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hemos visto es propio del animal y del hombre en su primera etapa del desarrollo ~trauterino. Si en una isla solitaria hubiese una comunidad de sordomudos no reeducarlos para la palabra, y un naufragio, propio de los viajes de Gulliver, dejase allí recién nacidos normales, ningtino de éstos, al volverse hombres, llegaría a crear un lenguaje abstracto y simbólico; sus expresiones seguirían siendo afectivas, similares a las del animal. Solamente la vida social, a través de millones de años, puede llevar a la síntesis abstrac!a de la praxis que significa hablar. Y la posesión de tal síntesis abstracta la adquiere el niño en un período de pocos años, durante los cuales aprende a articular sonidos, a crear palabras, emplear denominaciones, utilizar frases, para quedar finalmente dueño de los fundamentos esenciales del tesoro lingüístico acumulad9 por sus antepasados. Claro está que el niño, y ya lo Vimos, no crea el lenguaje, lo aprende. La diferencia, tan enorme que es obvio recalcarla, tiene por base un fenómeno psicobiológico y otro psicosocial: herencia y estructura de la sociedad. Por here.ncia biológica recibe condensadas las estructuras orgánicas ·que sus remotísim9s _a~ecesores adquirieron lenta y penosamente; la_:;inergia orgáni~ ne<..esaria para el lenguaje es para él _una realidad virtual en el momento de ~e!• ~~ _h~encia_psicológica es dueño de una capacidad fondona~ de la posibilidad de adquirir y utilizar cualquier lengua articulada de manera inmediáti,- graCías--áT hecho - dé ra· .preeminencia funcioñal cfeuñ- -h.~i-;ferio cerebral é]_ue facilita clestablecuruento óe-las- Ilgazónés -corfacafe5 unprescmdibj;;; .tal es, y no otra, fu razÓn de la ·"apetencia~' por el Ieñguaje,..Já.3>..ece,,_ sid~d'~ .Jk_~abj~r._g1:!_~ _ amP.ti[c.~ el _-ªPrcndizaje. ~stas_ ca~idade~por . lo íde'más -y!~tuales al nacimiento, adquieren v~~ia en razón del medio social que y~- P!'see estructurado un lenguaje y lo emplea como instrumento cotidiano .Y h~bitual. Del encuentro de estas posibilidades surge como síntesis el lenguaje infantil. Los fenómenos que entonces ocurren han sido divididos por Pichon en dos períodos: el locutorio, que se inicia entre el séptimo y el noveno mes, y el delocutorio, que marca sus comienzos a los dieciocho o veinte meses. La característica única del período locutorio es la imitación de sonidos con repetición articulada alterada o deformada, pero lograda siempre después que el niño oyó repetidamente la palabra o el fonema que utiliza con valor exclusivamente afectivo y no de relación. Si fuera del hecho de la repetición (y no de la creación de fonemas o palabras) necesitáramos una prueba más para · demostrar que son los símbolos lingüísticos del medio social los que se imponen, la tenemos en el hecho de que, fuera de la vocalización y la balbucencia, los niños sordos no aprenden a hablar. . El período delocutorio comienza precisamente, y aparte de la cronología orgánica, con expresiones que indican relaciones y que alcanzan la designación or:¡LI de los objet0s y de los acontecimientos. A partir de este momento, el patrimonio verbal del niño se acrecienta rápidamente por dos motivos, uno de orden p~icobiológico, y otro de carácter netamente ambiental. Por el primero, el niño estaba en posesión de palabras no expresables, oídas, fijadas en
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... la zona au.ditiva cortical antes que el centro motor alcanzara suficiente madurez para permitir su expresión. Por el aspecto ambiental está supeditado al caudal de expresividad del medio familiar, esto es, por el carácter y valor del "estímulo acústico" que recibe. Entre los treinta y treinta dos meses comienza 1a diferenciación entre sujeto y objeto con el uso y comprensión del pronombre "yo"; hacia el fin del quinto año el lenguaje puede considerarse completo con respecto al ambiente en que vive el niño. A partir de entonces se trata únicamente de adquisiciones propiciadas por el medio y la educación : el niño se convierte en individuo plenamente social, poseedor de símbolos abstractos que le ¡:iermiten todo tipo de relación y de aprendizaje.
* E_!_ le!i~aie_ está indi~~IE_bleJ!!ente lka_do, a través de la praxis, con el pensamiento, y. e~ta cone~ón es~n~ia~!!s la~~ determina_!a _cualid_ad y calidad del c2no~imiento. El pensamiento representa la transposición ideal de la realidad material en la mente humana y señala, con sus etapas y grados, un cambio esencial en el proceso cognoscitivo. La praxis permitió al hombre reconocer cualidades propias de los objetos, de los fenómenos, clasificar los hechos según una relación sensorial y establecer similitudes a ,base de la yuxtaposición; el pensamiento hizo posible extraer de los objetos determinadas propiedades y distinguir relaciones con exclusión de las cosas, lo cual fue factible por el lenguaje como prueban los progresos cognoscitivos que derivan de adelantos de la lengua. Las cualidades percibidas y reconocidas tienen validez subjetiva: únicamente · se objetivizan cuando la lengua las expresa. El subjetivismo del conocimiento se convierte en objetividad a través de las propiedades y cualidades de los objetos expresados: el concepto. Con los conceptos la actividad práxica se generaliza, transmite, conserva y permite la transposición que señala el abismo que separa el pensamiento primitivo del actual. La praxis inició la marcha del conocimiento de objetos y fenómenos singulares; el pensamiento lo generalizó en forma de conceptos a través ~e la palabra que ·les dio representación abstracta. De este modo la percepción fue el primer paso, la guía en el conocimiento del medio, y la objetivización a través del pensamiento permitió la inversión del proceso gnósico. Generalizado el conocimiento de las cualidades singulares, sirvió de pauta para el reconocimiento de las mismas en otros fenómenos, y así planteadas las cosas, de instrumento de descubrimiento, la praxis se convirtió en proceso de verificaci6o. palabra, a su vez, brinda el nexo necesario; sin ella, el conocimiento no habría alcanzado una visión d~_cop.jl!_n.!Q__ d~ _La inj inita v~!:_iedad de las cosas y fenómenos particulares del mundo real y o\;>jetiv~ -~l Jen~~ dio~a bilk!ad de fija.I._k>_gent:i:al en los fenómenos, _d~_ ~tab!~c~!_ l~ ~ifer~cia con ~u1ar__y~~~~~~cer s:us concatenaciones. Al condicionar el origen del _ samiento, al suplantar el estímulo directo a través de la praxi.$ con la gn~ la palabra adquirió valor material ·de instrumento del pensamiento. ·Como ID>
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es útil, por medio del lenguaje, un individuo iiifluye sobre otro en el sentido deseado, y también sobre las cosas, porque permite establecer de antemano Jos cambios a realizar. La palabra sintetiza la relación acto-pensamiento y, a pesar de su inmaterialid~d, imprime su huella en la estructura y en el funcionamiento de los órganos del cuerpo, el cerebro en primer término. El perfeccionamiento de la función motora y refleja, que depende del "segundo sistema de señales", se transmite por herencia (vid. cap. XI); cada generación se encuentra en mejores condiciones para reconocer la realidad y transformarla, para que sus conexiones condicionales temporales adquieran cada vez forma más compleja. Al dar a la educación el papel que siempre se le otorgó como patrón de mejoramiento individual y colectivo, se aplicó empíricamente el aserto que explicamos. En su conjunto, lenguaje y conocimiento --el lenguaje, como modalidad del pensamiento y a la vez base inseparable del mismo; el conocimiento, como traslación en conceptos, a través de la palabra, de la realidad captada sensorialmente-- permiten, por interacción dialéctica, el progreso de la praxis traducida en trabajo. El signo distintivo de la actividad humana: la acción intencionada y finalista, el trabajo, asienta en el lenguaje, que permite la transmisión de generación en generación del desenvolvimiento del pensamiento. Como no concebimos un pensamiento sin palabras, o conceptos intra. ducibles en palabras, tampoco podemos concebir un lenguaje sin pensamiento. Convertida la praxis en gnosis, traducido el pensamiento en palabra, la reversibilidad de lo cuantitativo --orgánico- en cualitativo -pensamiento-, y la acción inversa, quedaron afirmados de una vez para siempre como actividad dialéctica del obrar humano.
Quinta parte
LA VIDA EN SOCIEDAD
CAPITULO XV ·
LA VIDA SEXUAL Y AMOROSA
Definición. Hambre sexual. Equilibrio interno y externo. La "vocación" amorosa, La palrzbra amorosa. El condicionamiento social. La esperanza amorosa. Evolución sexual y afectiva de la mujer. Equilibrio biológico y sed de ternura. El sentimiento amoroso se distingue de la sexualidad porque arrastra a la persona en su integridad biológica y psíquica hacia el objeto que ama; reprt>senta la entrega del propio ser y la apetencia del amado. La sexualidad está en la base como lo está el requerimiento de ternura. La fusión de los amantes representa el doble juego de la dádiva y la exigencia; el hombre o la mujer St' entregan físicamente y exigen Ja recompensa afectiva, estableciendo así una interrelación entre lo somático y lo psíquioo, lo cuantitativo y lo cualitativo que, en el plano de la afectividad, se traduce por la completud amorosa y en el orgánico por la subsiguiente pasividad erótica. Se satisface de este modo, en lo biológico, con la descaTga del tono nervino y, en lo psíquico, con la apetencia de ternura que traduce el agradecimiento del partenaire que, a su ve:>:. también ha descargado su tono nervino, conjunción de donde surge el valor subjetivo y objetivo, 'egoísta y altruista al decir de los filósofos, de la relación amorosa: Se aplaca el hambre sexual y se sacia la sed de ternura. Mas este esquema no deja de tener complicaeiones que precisamente no derivan de él, sino de la maraña de malentendidos, de incomprensiones y de absurdos que, desde Platón hasta Freud incluido, ciencia, filosofía y literatura entretejieran. Tanto es así que cada pareja en tren de repetir la experiencia que avalan milenios se descubre con asombro columpiándose al borde de un abismo. Según el caso, lo biológico ha sido denigrado, lo psíquico exaltado, o viceversa, y quebrada la interrelación precisa, el amor reducido a la con!Emplación ideal o al coito que, en el plano de la fecundación, iguala a homF'es y animales. Disgregada la doble fuente de los sentimientos amorosos, ~ada o exaltada, ya sea en sus raíces biológicas o espirifoales, se traduce en el desacuerdo, la insatisfacción, la búsqueda de compensaciones vicarias, la neurosis en una palabra, y co.ncluye con el descubrimiento del propio fracaso afeetivo. · El sentllni_e nto amoroso exige la confluencia de dos hontan~es: sexo y JlaSión, que, bifurcados en la existencia ootidiana, reúnen sus caudales en la 195
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entrega amorosa. Hambre sexual y S<..'Ci de ternura se injertan en el proceso psicoafectivo que llamamos amor.
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Despertamos a la sexualidad en la edad puberal, cuando la maduración neuroendocrina florece en la menarquia femenina y la primera polución masculina. El proceso, que viene preparándose desde los albores de la existencia, entra definitivamente en el camino de las realizaciones posibles y señala a los humanos que llega a su fin Ja maduración sexual biológica y se inicia la maduración sexual psíquica. Pubertad y adolescencia representan las épocas en que l~ primera se completa y la segunda levanta el andamiaje de su futura estructura adulta. Por primera vez sentimos hambre sexual y descubrimos una inextinguible sed de ternura. La muchacha pizpireta que, de pronto, se sorprende abismada en la contemplación de su cuerpo que adquiere formas nuevas; el muchacho que se asombra con los cambios repentinos de su voz y afeita rabiosamente el bozo que a fuerza de rasurarlo quiere convertir en bigote;. la niña callada por cuyo cuerpo .corren a veces estremecimientos, el jovencito tímido que de pronto se sorprende contemplando a una mujer, la adolescente a la que turba una mirada masculina, el adolescente al que torturan imprevistas erecciones, se mueven aguijoneados por el hambre sexual. También la mujer, el hombre maduro, descubren cíclicamente el desasosiego de una carencia, la indefinible necesidad de un equilibrio que busca su or~ismo, como procura glucosa haciendo apetecer dulces o proteínas con la necesidad de carne, y se encuentran buscándose para formar la pareja que recreará por enésima vez la vieja experiencia amorosa de la humanidad. . Todos, la niña y el muchacho, la mujer formada y el hombre virilmente hecho y derecho, vibran el compás del hambr_e sexual. La vida como fenómeno biológico es la búsqueda de un equilibrio interno y externo; desde el punto de vista interno está representado por la sinergia orgánica y de los humores; del externo, wr la interrelación con el medio físico y social que le son propios. Sinergia orgánica significa acción conjunta y armónica de la función de todos bs órganos. El músculo cardíaco, por ejemplo, late con ritmo normal si el nervio neumogástrico no altera sus impulsos, y éste los conserva sin altiba jqs si el otro no cambia su ritmo por una lesión. De tal manera, desde la más simple célula al más complejo de los órganos, desde las glándulas lagrimales que humedecen el ojo hasta la complicadísima función neuroendocrina, la sinergia representa el equilibrio vital interno que asegura fünciones y salud a la ·fábtjca corpórea. Mas no Se trata únicamente de funciones, de órganos que cumplen sincrónicamente una tarea; · sino también del producto de esas funciones, ya sea la pepsina del estómago o las toxinas que la fatiga acumula en el músculo. En todo caso es requisito sine qua non un equilibrio, una sinergia humoral, porque humores son esos productos coma lo es la sangre, y su falta como su exceso aµmentan o disminuyen la función de los órganos, desequilibran, en una palabra, la sinergia orgánica. ·
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Organos y humores actúan de consuno o, mejor dicho, los órganos producen o incitan la producción de humores y éstos, a su turno, determinan, por acción química, función y estado de los primeros. De tales humores o sustancias químicas del organismo interesan para nuestro tema las hormonas secretadas por las glándulas conexas al aparato genital; masculino o femenino, testosterona· y estrógenos, respectivamente. Y entre los órganos o sistemas, dejando de lado las propias glándulas productoras de hormonas sexuales, cuya alteración, en más o en menos, es asunto de la patologia, tenemos en estre-chísima relación con ellas el sistema nervioso, cuya acción deprime o aumenta la producción hormonal. Se présentan así, dentro del equilibrio vital interno, dos tipos de proceso: químico y nervioso, que se asocian y complementan. Las interrelaciones químicas se establecen por medio de las hormonas a través de la sangre, que las arrastra de una a otra parte del organismo, y su modo de acción ei, fisiológicamente hablando, lento, mientras que los elementos nerviosos, cuya distribución es la más amplia que posee el organismo, consiguen, no sólo provocar rápidamente reacciones, entre ellas la secreción glandular, sino también aumentarla o disminuirla, según necesidad. Dentro de la sinergia necesaria de órganos y humores, sistema nervioso y hormonas sexuales mantienen un equilibrio inestable, pronto a romperse en cualquier instante. El aumento o disminución de la cuota hormonal se traduce por disminución o ·aumento de la actividad nerviosa, y los mismos altibajos de ésta por aumento o disminución de hormonas. Cúmplese un ciclo cerrado de acciones recíprocas cuya resultante es la sobrecarga de tono nervino. De tal manera se altera un aspecto de la sinergia fisicoquímica del organismo y se vuelve imperioso el restablecimiento del equilibrio básico. Toda sobrecarga de tono nervino, cualquier~ sea Ta causa, exige rápida descarga, so pena de perturbaciones funcionales; la risa, el llanto, las convulsiones del miedo o los arianques de la ira, son ejemplos claros. Empero, he aquí que ninguna actividad funcional llega a descargar por entero el tono acumulado por la excitación de los hormonas sexuales; únicamente una, específica, el orgasmo, producto del coito, liquida por completo la sobrecarga nerviosa a que dan origen las hormonas sexuales. La sinergia destruida por sobrecarga de tono nervino de origen sexual debe restablecerse y el organismo lo logra equilibrando los factores en acción, impulsando a la búsqueda del componente trófico; esto es necesario para la continuidad de funciones y la normalidad del medio interno. El comportamiento de cualquier organismo animal que procura su equilibrio interno, desde la simple ameba al más complejo, el hombre, se traduce de manera unitaria a través del hambre, la apetencia de la sustancia. o del proceder que restablezca el equilibrio humoral o, en este caso, lleve a la liquidación del tono excesivo. Nace de este modo la atracción sexual primaria, la búsqueda del complemento het~rosexual, la provocación del orgasmo que libera de tensiones. El hombre o Ja mujer padecen de hambre se.xual, y se inicia la búsqueda del equilibrio neuroendocrino.
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anin El equilibrio del medio interno es básico para la sinergia· orgánica y la continuidad vital del ser: Mas éste vive inmerso en un medio externo cuyos factores pueden serle favorables o adversos y a los cuales debe adaptarse transformándose y transformándolos. La acción de tales factores se traduce de manera directa o indirecta. La primera representa lo positivo o negativo adquirido por ingesta, a través de la alimentación o absorción, y lo expelido por excreta, a través de deyecciones o cualquier otra manera de liberarse de lo superfluo o tóxico. Este mecanismo, presente ya en las formas más simples de vida, propio del unicelular o del más complejo organismo, estab1ece la primera interrelación entre individuo y medio; el segundo brinda al primero subsistencia, y aquél dewelve los materiales transformados y cambia las condiciones biofóricas o de posibilidad de vida, volviendo pósible la ulterior subsistP-ncia por sucesivas adaptaciones, amén de la existencia misma de seres más complejos que requieren materiales ya elaborados como base de su metabolismo por incapacidad de sintetizarlos. Con un ejemplo típico y casi escolar el vegetal depende de la luz solar para el proceso de la fotosíntesis en que asienta su evolución, el herbívoro requiere al vegetal para ·alimentarse y el carnívoro al herbívoro, cuya destrucción para servir de alimento asegura el equilibrio entre medio vegetal y animal. Cada uno de esos eslabones depende de materiales y condiciones que elabora el anterior y que por sí mismo es incapaz de procurarse. No obstante, si tal es el principio de la vida, no representa la continuidad . de la misma; dentro de las formas animales y cuanto más elevada la escala zoológica, más complejo se presenta el fenómeno de la reproducción y, por consiguiente, sometido en mayor grado a la acción de factores de acción indirecta, de estímulos externos que, a través de los receptores sensoriales, modifican las funciones de órganos y aparatos, dirigiendo la conducta biológica del organismo en relación con los cambios del medio. Aquí se intercala un nexo, una estructura que sirve de puente entre el organismo y el medio: el sistema la organización animal. más complejo renervioso. Cuanto más elevada sulta su aparato nervioso. Entre la capacidad de irritabilidad de la ameba y la conducta racional del hombre se intercalan, en cada etapa de la evolución zoológica, estratos nerviosos de creciente complejidad anatómica y funcional; del ganglio cerebroide de los cordados se llega a la corteza cerebral del hombre. Cada una de estas etapas señala un proceso de adaptación activa, a través de la conducta, al medio, y un proceso de acción gradualmente más complejo del individuo sobre el medio: de la acción transformadora de los suelos por las lombrices, que tan admirablemente aclarara Darwin, hasta la técnica del hombre moderno. El individuo es producto de las circunstancias, pero· cambia esas circunstancias por el solo hecho de actuar, y dentro del juego de esa acción recíproca transforma y adapta continuamente las funciones de los mecanismos de sub-
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sistencia y reproducción. De la bipartición de los unicelulares, cuyo cuerpo dividido da origen a dos nuevos seres, se llega a la heterosexualidad de los animales superiores y al amor del hombre, que representa la búsqueda del equilibrio interno en conjunción con el externo, en el plano sexual y afectivo, en el polo biológico que comparte con todos los aniinales, y en el sociocultural que le es ÍI).trínseca y únicamente propio.
* El hombre está dotado de pensamiento, característica psíquica esencial y distintiva que representa la interrelación de un factor interno · --evolución y maduración del . sistema nervioso- y otro externo -formación y evolución de la sociedad-, que se concreta en la palabra, y a través de la cu~l prolonga las percepcio:rtes y las emociones, las elabora, y en consecuencia aumenta su poder, convirtiéndose en acción continuada del estímulo que estuvo presente y se. ha extinguido. Si la acción del choque _amoroso se limitara al problema hormonal o a la sobrecarga 'de tono, para desaparecer instantáneamente logrado el equilibrio interno con el orgasmo, el ser humano estaría, como los animales, rnmetido únicamente al hambre sexual y no conocería la emoción amorosa, la sed de ternura que lo caracteriza. No seríamos ce monstre d'inquiétude que define Charles Péguy. Pero la palabra representa el medio más completo y variable de relación interindividual; erigida en "segundo sistema de señales", no solamente sustituye Ja percepción directa de los fenómenos, sino que al sintetizarlos les otorga carácter histórico. La palabra actúa como señal que resumé las acciones y reacciones que · ligan al individuo con su medio y cuyo efecto puede ser previsto de antemano a base de la experiencia colectiva en el uso de la expresión. Cada sociedad, .cada agrupamiento humano, posee términos de valor específico de probada acc;ión intelectiva o emocional. Además, Ja palabra va más allá de la experiencia personal : acumula la experiencia de generaciones y condiciona al individuo ante estímulos que pudo no percibir ni conocer, pero ante los cua~ les reacciona como si estuviesen presentes en su · relación sensorial, porque como tales fueron apreciados por los antepasados, que acuñaron en la palabra la síntesis de sus alcances nocivos o positivos. T~das las lenguas poseen expresiones de este tipo y, por ejemplo, · el insulto verbal que nos lleva a la ira plantea una situación que tal vez no hayamos vivido, pero que, sufrida por antecesores, se nos evoca en todos sus alcances de denigración individual Y social. Lo mismo, y es experiencia cotidiana, vale para los vocablos del lengua je amoroso. El hombre o . la mujer que por primera vez escuchan una frase de amor reaccionan como si por enésima vez hubiesen experimentado el acto amoroso que no conocen. El vocablo sintetiza la experiencia amorosa del grupo a que pertenecen y les brinda abreviados los avatares de la conducta que paso a paso llevó a acuñarle y a concederle valor de representación simbólico. Además, por poseer valor histórico supera a la percepción directa del fenómeno y habilita para la adecuación inmediata a nuevas circunstancias.
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cuando los olores parecen cobrar cierto valor erótico, la relación amatoria comienza por un acto gnósico: la , palabra, que establece el puente sexual porque obra como señal de señales que sintetiza lo biológico y lo social. La palabra amorosa, símbolo de una acción convertida en concepto, suplanta a la caricia primitiva que carga de tono el sistema nervioso, y a través de éste acentúa el desequilibrio hormonal que desemboca en la erotización. Empero, al mismo tiempo presenta valor sociocultural, porque no solamente indica que el consenso del grupo es propicio para la relación -las conversaciones ambivalentes de las reuniones de salón, por ejemplo--, sino que varía según la clase. El folklore erótico ilustra muy bien a través de las canciones la rica gama que acabamos de señalar. Establecida la relación, la pareja recorre en sentido descendente el camino que primitivamente llevó de la caricia al concepto -amatorio y, en la misma medida que la emoción amorosa anula el pensamiento, la caricia suplanta a la palabra. La gnosis se transforma en praxis, la expresión cualitativa retorna al valor cuantitativo y la relación sexual se convierte en hecho. Entre el "te quiero" o "me agradas" y el beso more colombino se extiende, en sentido inverso, toda la gradación sensorial que llevó del apareamiento liso y llano de las bestias a la conceptuación amorosa del hombre. En su esencia biológica, el proceso es el mismo; la diferencia -y no es poca- está en que en el primer caso el estímulo es directo y cuantitativo, en el segundo comienza por crear la emoción amorosa en su doble aspecto ind.ividual y social, es indirecto y cualitativo. En el animal, el estímulo amoroso se resuelve, por ser directo, en el coito inmediato; en el hombre, por su razón de cualidad que significa una conceptuación psicosocial de la unión sexual, comienza por crear la circunstancia o aprovecharla y, en escala descendente, va del requiebro a la posesión.
* Lejos de ser la emoc1on amorosa un epifenómeno superfluo y a veces nocivo, como se cree a menudo por la asimilación con la libido que proclama el psicoanálisis, constituye la toma de conciencia de cambios interiores, corporales o psíquicos, en su relación con hechos ambientales aparentes o inaparentes _ Hemos demostrado que el hombre se enamora porque posee una enorme riqueza de representaciones mentales, de ideas y de conceptos que, a base de la palabra, le permiten reevocar el pasado e incluso prever en parte el porvenir, la aceptación o rechazo posibles de su actitud erótica. Imbuidos de una filosofía que consiste en destruir -sistemáticamente todo motivo de razón, aun a riesgo de aniquilar la vida pensante, muchos consideran que esa riqueza de -pensamientos representa una complicación nociva porque puede ser fuente de sufrimientos y frustraciones. Mas, ¿qué sería el hombre sin la razón? Incapaz de evocar el pasado y, por consiguiente, de sacar provecho de su experiencia y de la acumulada por sus iguales bajo forma de cultura y, en consecuencia, de preparar el porvenir por la acción, quedaría reducido a la situación del animal que obra por instinto -reflejos innatos- y que únicamente posee reacciones condicionadas de primer grado .. -
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Después de Pavlov conocemos la importancia y el interés de esas reacciones condicionadas y sabemos también que, en creciente gradación de complejidad, van de la suplantación del estímulo por otro inespecífico --condicionante-- en el simple ejemplo de la salivación provocada por un sonido que suplanta la visión u olfacción del alimento, a los complicados procesos de la palabra como condicionante abstracto de la conducta que llamamos racional. Mas sabemos que estas reacciones condicionadas comportan ansiedad; las neurosis experimental~ue provocara Pavlov demuestran que cuando un animal ha sido condicionado por una determinada acción y se perturba el dispositivo que debió desencadenar!~, el animal se vuelve ansioso y hasta cae en verdadera catatonía. Encontramos aquí -un ejemplo concreto de ansiedad unida a la imposibilidad de realización, la raíz de los desequilibrios afectivos que jalonan la trayectoria amorosa del hombre y que, con ligereza criminal en lo moral, individual, y en lo social, los .psicoanalistas atribuyen a represiones de ~a libido y remedian, o mejor dicho creen remediar, aconsejando la "liberación del . yo profundo" aprisionado en el subconsciente por presión de las normas socioculturales. · Sin embargo, no es suprimiendo, destruyendo la posibilidad de la ansiedad, como se asegura el pmvenir afectivo del sujeto, sino poniéndolo dentro de condiciones en que la posibilidad de realización esté restablecida. A este respecto es imprescindible citar la célebre experiencia de Jacobsen, por la que se ha visto que ' en animales privados de los lóbulos frontales desaparece la ansiedad, aunque fracasen en la realización del acto para el cual estaban cor.dicionados y que, en parte, ha contribuido al desarrollo de la psicocirugía frontal. Pero el animal privado de la ansiedad por lesiones de los lóbulos frontales, o el hombre en la misma situación por obra del bisturí o por anulación de la razón por pretendidas liberaciones subconscientes, son simplemente enfermos. -En est~do de salud el hombre se siente dueño de su cuerpo y mente, señorío que le brinda seguridad y calma. Mas, cuando circunstancias internas o externas actúan sobre el tono nervino o el control racional de las reacciones, el individuo queda dominado por reacciones involuntarias, muchas veces incoercibles, que no puede controlar o, por lo menos, aparentemente incontrolables, lo cual deriva en una ansiedad intensa o la favorece, desasosiego que de alguna manera requiere solución. En los momentos de gran tensión psicológica, guerras, desastres, crisis políticas o económicas, la gente exige, necesita con urgencia una solución, y todos, los más timoratos inclliso, están dispuestos a terminar, de una vez por todas, con la expectativa. Este mecanismo explica las revueltas súbitas, los entusiasmos que acompañan una .declaración de guerra aun con conciencia del desastre social e individual que implica, las decisiones casi heroicas que individualmente llevan al sacrificio detrás de un imposible, que atan, por ejemplo, una mujer joven y hermosa al tálamo de un enfermo, que sacrifican la virilidad masculina en la c~tidad ·querida o en la impuesta por una compañera a la que circunstancias de salud invalidaron sexualmente. La misma ansiedad por la resolución es la que, frente al
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desahuciado, hace esperar el milagro o, imponiéndose sobre el afecto y la piedad que inspira el sufrimiento, el desenlace de la muerte. La ansiedad es siempre mayor frente a un acontecimiento temido o que tarda en producirse, y precisamente la excitación amorosa comparte ambos aspectos en nosotros, los hombres socializados del siglo x.x, o mejor dicho, en muchas de las capas de nuestra sociedad. Al socializarse los hombres la unión sexual ha pasado del plano biológico al cultural y, perdiendo el carácter de búsqueda directa del equilibrio interno y externo, ., procura a través de cauces seña1ados, prescritos por la convivencia y normas del grupo. Si la mujer y el hombre de la horda se unieron al iniperio de impulso sexual, si la pareja de la tribu lo hizo después de cumplir iniciaciones mágicas, fos enamorados de nuestras sociedades lo hacen pasada la ordalía de la legislación y sometidos a normas morales basadas en la obligación y sanción. De aquí que el amor deje de ser una fuerza libre para encaminarse en el campo de las restricciones y se convierta en actividad condicionada en el verda"1ero significado fisiológico de la expresión : un acontecimiento penoso se produjo en un lugar determinado y, a la vista de ese lugar, tiende a reevocar la imagen del incidente, un mom6nto de alegría o placer tuvo por fondo una música ocasional, y la melodía, toda vez que es escuchada, los revive. La monogami~ impone la fidelidad amatoria, y cada vez que alguien que ama o es maridado despierta la atracción del que no amó todavía o es soltero, la obligación y la sanción consecuentes condicionan su conducta y lo llevan a la renuncia del impulso e incluso a la neurosis de ansiedad, porque esa renuncia representa un desajuste, ya que el equilibrio de medio interno y externo no se logra. El individuo queda sometido a la tensión de recrear un nuevo camino que lleve a la liquidación de la tensión nerviosa, que logrará agotándose en el trabajo, buscando nuevas aventuras amorosas, entregándose a la creación artística o intelectual o, i-.implemente, sufriendo las consecuencias del desequilibrio que se traducen en perturbaciones _más o menos acentuadas de la sinergia vital, o para utilizar una expresión que no aceptamos, pero que el uso impone a la mayoría de los lectores, de lo orgánico y lo psíquico. La experiencia amorosa de generaciones muestra al que por primera vez pisa la trillada senda del amor estos riesgos y, antes de tentar la experiencia, vive la expectativa de los resultados que crea una ansiedad condicionada que, en el plano psicosocial, se traduce por la duda en la expectativa y actúa como excitantes nervino, sobrecarga de. tono al sistema nervioso y, por vía neurohormonal, prepara el organismo para el amoj:. Es de conocimiento común que los impedimentos reafirman la atracción amorosa, que las puertas de siete llaves aguzan la necesidad -de abrirlas, que la adolescente a la que niegan el derecho de amar ama con desesperación, que el adulto en igual situación llega a la violación de normas que hasta entonces respetara y sustentara, conductas cuya base y justificación· está en la ansiedad condicionada de que haremos referencia. Mas he aquí que todo fenómeno de condicionamiento se extingue si .el condicionante no act{la de vez en cuan.do para ref0f7.al' la a.cyión; entonces
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se presenta el hecho de las pasiones que se esfuman por efecto de la distancia y del tiempo. Dos amantes separados condicionan su ansiedad reevocando los momentos de amor, pero la acci6n de excitante directo que fuera la presencia del amado se extingue, se debilita gradualmente por la ausencia, y aunque cartas y pensamientos brinden estímulo, el condicionante directo falta, gradualmente el condicionamiento se extingue, hasta que de la pasión habida sol.amente queda el recuerdo, grato, es verdad, pero sin emoci6n porque está ausenté el componente de ansiedad y ha desaparecido la necesidad de ternura, único elemento capaz de condicionarla.
* La experiencia y la biología demuestran que un organismo en estado de salud Po puede vivir en equilibrio estático. La vida de todo ser, y cuanto más complejo y más jerarquizado en los niveles en mayor grado, presupone un impulso a nuevas formas de equilibrio que superan el alcanzado. La personalidad humana ofrece, precisamente, claro ejemplo de tal comportamiento y Ja misma interacción entre individuo y sociedad es el impulso de base que acucia hacia nuevos cambios de situación, de equilibrfo entre medio interno y externo, en una palabra. Este impulso desempeña un gran papel como activador de las funciones biológicas, y no son pocos los médiCos que han tropezado con pacientes que relativamente poco dañados orginicamente, pero presa de grandes decepciones, terminan por morir sin motivos biológicos suficientes. El caso inverso lo brinda el ejemplo de la llama de la vida penosamente mantenida, cuando el organismo está destruido, por la esperanza o la necesidad de una misión importante. En los campos de concentración que la Alemania nazi sembró por toda Europa, y en las cárceles que mantienen los "Tirano Banderas" de América, aquellos prisioneros que poseyeron o poseen una convicción intensa, animados por ideales políticos o simplemente por amor a algo alguien, han sobrevivido o sobreviven muclúsimo mejor que los carentes de e'sa fuerza renovadora del equilibrio vital, vuelto estático por presión de las circunstancias. La esperanza, la tensión hacia el porvenir, la ansiedad justa y necesaria para quebrar el equilibrio sin caer en lindes patológicos, son fuerzas inconmensurables cuya potencia converge en el amor. Ya hemos visto que el hambre sexual representa la ruptura del equilibrio interno e impulsa a la búsqueda del componente heterosexual; pero este aspecto es pura y exclusivamente subjetivo, pertenece a la sinergia biol6gica del individuo, a la consecución del equilibrio justo entre humores y órganos. Pero también .conocemos el papel que en la vida del organismo desempeñan los estímulos exteriores, simplemente sensoriales, señal.es, o la palabra condensadora de experiencias e ideas, señal de señales o como acabarnos de ver, la fuerza moralizadora de la esperanza, de la fe 'en' no importa qué, de todo lo que prolonga la vida más allá de las coordenadas de tiempo y espacio, y que carecen de plazo en el cumplimiento y de forma concreta en el logro, porque de pooeerlas dejarían de
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ser atendibles -que en su etimología significa tender hacia algo-- para convertirse en realidad, esto es, en una nueva forma de equilibrio. Y precisamente el amor participa de estas fuerzas, desborda toda la personalidad, la esfera sexual incluso, presentándose como característica únicamente humana y, por lo mismo, de valor soci~l considerable. En efecto, el hombre es sujeto, está sometido a las avatares biológicos como individuo, al hambre sexual desde el punto de vista amoroso; también es objeto, puesto que su equilibrio vital lo logra en la interacción con el medio natural y social, las normas y hábitos amorosos de cada grupo. Pero al mismo tiempo el ser humano es sujeto y objeto, cabalga en el filo de ambos, porque su vida psíqujca es la resultante dialéctica de este encuentro, y ella, a través de la función de lo real, de la personalidad, refleja y transfonna en parte los factores subjetivos y objetivos que la conforman. La tensión amorosa supone cierto grado de emoción y de participación en la vida de los semejantes. Por ser el hombre objeto y :mjeto presenta características emotivas peculiares del grupo y suya propias; las primeras están m la base de la conducta general, más o menos estandarizada de todos los humanos en una sociedad dada y en un momento histórico determinado. La representa la transformación que las circunstancias socioeconómicas y socioculturales han obrado sobre el impulso de hambre sexual, convirtiéndolo de fenómeno biopsíquico en psicosocial. Las vírgenes del paleolítico cultural que para adquirir el derecho de maridarse debían primero entregarse en el templo al primer extranjero que pasara, porque así se volvían fecundas, las que en . el medievo acataban el derecho de pernada, sus hermanas indígenas de la selva guayanesa que al alcanzar la nubilidad sufren encierro y ayuno que, como a las crisálidas, ha de convertirlas en adultas aptas para el amor, las que todavía en diversas comunidades campesinas de Europa, una vez prometidas, marchan a la gran ciudad a ganarse la dote prostituyéndose, o las modernísimas semivírgenes ele la burguesía actual que llegan al límite de todas las sensaciones amatorias, pero conservando la ilusoria íntegridad del himen como trofeo para el tálamo nupcial, todas, las de hace diez mil años o más y las actuales, responden, al igual que los hombres que aceptan y propician esas formalidades, a la evolución socioeconómica del grupo que hace de la necesidad de amor un instrumento de sus intereses. La comunidad pa· 'leolítica, requerida de individuos para ser - fu~rte por el número, propicia la fecundidad que asegura la presencia· de un tercero en Ja unión; la medieval reafirma la posesión del siervo por el señor con la concepción del . jus prima note; la indígena .propicia la intervención de los espíritus de la selva para que brinden hijos que serán proveedores de la familia de la iniciada, y la semi· virgen moderna, en apariencia libre de todo prejuicio y dueña de rechazar al hombre o de entregarse al mismo sin que medie ritual de ninguna especie, representa, no obstante, un estado intermedio en la liberación de estas ordalías porque goza de los halagos del amor e~ lo que tiene de · precoito, mas conserva celosamente --de hecho muchas veces, en apariencia · otras, pero formalmente siempre-- la virginidad, que para el grupo social a5entado so-
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bre la posesi6n individualista de bienes representa la. conservación y transmisión del patrimonio paterno con la seguridad juridicobiológica . de que no se intrOcluce en el usufructo de la herencia el hijo de un tercero. Las normas, ritoo y tabús, antiguos o modernos, que secan en su impulso más generoso las fuentes del amor, representan la transmutación que de éste obra la convivencia y las necesidades implícitas en cada etapa y nivel sociocultural de la misma, y sobre ellas se plasma el concepto amoroso de cada generación. Mas dentro del mismo caben y están las individualidades, la afectividad y la razón del hombre, que los aceptan, rechazan o superan. Aquellos que los aceptan pasan sin pena ni gloria por las horcas caudinas del conformismo, son por lo general los indiferenciados que sin alarde de imaginación aman las mujeres o los hombres como, en y a· través de las circunstancias que se ofrecen. Los que rechazan el planteamiento amoroso de la época, que presentan precisamente un desacuerdo entre el juicio moral y· la conducta · que exigen las circunstancias, se abocan a un conflicto de desequilibrio cuyo aspecto más grave suele ser el conflicto moral que plantea el rechazo consciente de la acción requerida, y de donde resulta un sentimiento de culpabilidad penoso por no aceptar las circunstancias y que, motivado en mil y unas razones,.. religiosas, morales, o simplemente personales, termina por desembocar en la agresividad, que puede traducirse en todos los matices imaginables y llegar desde el escepticismo amoroso al odio por todo lo que represente o simbolice amor. Fracasados en su anhelo, condicionados en su necesidad de amar, no por las circunstancias, sino por ideas, conceptos o preconceptos, sienten el desequilibrio interno y externo que los separa de la realidad social como inferioridad o culpabilidad, en virtud de la cual no realizan lo que hubieran debido realizar y acuñan un rencor sin justificación objetiva que ya la tradición bíblica hebraica designaba con el nombre de Sinat Rhínam, como odio por nada, semejante al que impulsó al rey Saúl contra David. Por último, tenemos a los diferenciados que superan en el plano amoroso las restricciones de la época, que actuando sobre el medio por la acción traducida en ideas y actos hacen las circunstancias en las que actuarán y se realizarán ellos mismos, transformándose en interacción dialéctica. Son diferenciados por antonomasia, afirman su derecho a través de la acción, aman a la mujer o al hombre singulares que buscan y cuando encuentran atrapan, sea cuales fueren las circunstancias. Rechazan un trono cambiándolo por un matrimonio burgués, burlan las diferencias raciales o religiosas, saltan la legislación e incluso llegan al adulterio, afirmando siempre su derecho de amaÍ' y preparando, de una manera u otra, el porvenir afectivo de la comunidad. Su actividad puede ser constructiva o destructiva, llegar a los límites de lo heroico con Garibaldi raptando a Anita, resultar nada menos que el Ars amandi de un Ovidio, a la afirmación de .los derechos femeninos a través de una George Sand, o simplemente la relación oscura que termina con ribetes de comedia en el ménage a trois, si los _prota_goni~~as son :W!!!li%'._r~. .9 gJJ. smce p>fic1aca, si" ef cframa se representa entre violentos y celosos.
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* Un estudio de la representación del tipo femenino a través del arte de todas · las épocas, y de los testimonios literarios así como jurídicos de grandes procesos, brindaría valiosos aportes a este capítulo de la evolución afectiva de la humanidad; mas, faltos de ello, podemos presentar a grandes rasgos los prototipos de las edades antigua, medieval, ·moderna y contemporánea. Grecia y Roma, basadas en lo familiar en el concepto de la autocracia paterna, en lo social sobre el predominio de una clase y la privación de condición humana al bárbaro que no pertenecía a la Polis ni a la Urbs, relegaron en amor a la mujer a la función de proveedora de hijos y sacerdotisa de los dioses hogareños. La estatuaria de la época la representa con rasgos matronales, predominio de los atributos sexuales femeninos secundarios, al decir de Pende, mujer madre cuyo único equilibrio a conservar era el interno, el hormonal, que se satisface con la procreación. La Edad Media mantuvo el patrón, pero despojada de la alegría pagana del vivir, perseguidora de Pan y de Eros, suplantadora con sucios e ignorantes monjes de las ideales ninfas y sátiros de los bosques, destructora del amor terreno como fuerza demoníaca que conturoa el ideal cristiano del ascetismo, hizo de éste un sacrificio, claro está que querido la mayoría de las veces, pero sacrificio al fin, y al proclamar el matrimonio de las almas en Dios, rebajó el amor terreno a la simple unión de los cuerpos. La mujer, más que nunca, siguió siendo un ser de segundo orden y nada más que mujer, carne frente a la sociedad y al hombre, y tan carnal debieron hacerla que los cruzados se veían obligados a recurrir al cinturón de castidad para salvaguardar de tentaciones a la castellana que dejaban al cuidado de la integridad de su patrimonio. Epoca de divorció entre la realidad y el pensamiento filosófico, se llegó también a dicotomizar el amor· en lo sexual y lo espiritual. Los torneos galantes en que mujeres actuaban como jueces y cuyos dictámenes coinciden en que la vida sexual comporta matrimonio y el amor algo ideal y poético que subsiste al margen del séptimo sacramento, muestran en lo absurdo del distingo la primera tendencia liberadora de la mujer que, por primera vez, se arroga el derecho de disponer, aunque en teoría, de sus sentimientos. La Edad Moderna, que conoce el derrumbe del feudalismo y el. surgir de la burguesía con el advenimiento del tercer estado en la cosa pública, conserva la imagen carnal con prescripciones que cristalizan en el Código de Napoleón, aunque cede a ·la libertad femenina en la medida que apareciera como aspiración de determinación sentimental en el medievo. · El derecho de autodeterminación amorosa femenina es aceptado como base del contrato matrimonial, aunque después quede sujeto con grillos de acero y las liafons en la medida que no constituyan escándalo público y vituperio para_el marido y señor de una honra. Por primera vez la necesidad de equilibrio psicofísico como expresión amorosa apunta en el horizonte femenino, pero dentro de las limitaciones · de una sociedad que con mayor fuerza que nunca afirma
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·su cohesi6n en la transmisi6n patrimonial por vía masculina. Su concepto es de matrona y madre a la vez. Pdr último llegamos a la mujer contemporánea que todavía lucha por liberarse en lo social y en lo espiritual, que apunta hacia un nuevo tipo con la introducción de la igualdad jurídica frente al hombre y el disfrute de los derechos de la inteligencia corno instrumento de trabajo que también le es propio. Sigue siendo mujer carne y mujer madre, porque biol6gicamente debe serlo, pero con el aditamento de la raz6n que le negaran el derecho romano y las legislaciones históricamente sucesivas, y que de partenaire sexual del hombre y de madre de sus hijos la eleva a compañera de sus actos, a ser socialmente activo, sexual 'f afectivamente aut6nomo. ¿Por qué hemos trazado a grandes rasgos la evoluci6n sexual y afectiv~ de la mujer y dejamos en discreta penumbra la del varón? Porque ya al terminar la prehistoria nuestra sociedad se estructura bajo moldes exclusivainente masculinos. Es una sociedad de hombres y para hombres y, por consiguiente, con privilegios sexuales y afectivos para el macho y su jeci6n en ambos campos para la hembra. Si una contraprueba fuese necesaria bastaría decir que desde Hipócrates, en el siglo v a. de Cristo, la histeria -palabra que deriva del nombre griego del útero-- fue considerada hasta casi nuestros días únicamente como enfermedad femenina, de desajuste sexual, y que al poner, incluso, Freud detrás de las neurosis 1a insatisfacci6n sexual y afectiva, cree descubrir que atacan más a las mujeres que a los hombres. ,
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Si bien la acci6n de las hormonas, al igual que la integridad de aparatos y sistemas nerviosos; es indispensable para la excitación que lleva al cumplimiento del equilibrio nervioso, en la especie humana el mecanismo ha terminado por adquirir características psíquicas, mentales y afectivas que, como demostráramos antes, -~qu~va!e a decir d~ irtt_er~ci~n. psicosocial. Ya n~ basta al hombre el deseqmhbno interno que la penod1c1dad del estro senala al animal, y si bien todavía pasamos por épocas de excitación sexual como en la 'J>rimavera, el macho o la hembra humanos no desdeñan la c6pula en cualquier momento, porque el centro de su fuente de excitaci6n se ha trasladado . de lo biol6gico a lo social, de lo hormonal a lo psíquico. El desequilibrio interno se traduce por carga de tono nervino, pero también se lo provee por medio de la actividad psíquica. Ideas, imágenes, representaciones, la núsma imagiruici6n proyectando actos, ideas o esperanzas, terminan por crear el clírna ideal que condiciona la carga de tono afectivo y por vía nerviosa desencadena la reacci6n hormonal. Sabemos que ciertas hormonas actúan innegablemente sobre la regulaci6n del dinamismo psíquico y sobre el carácter, en especial las hormonas sexuales, pero conocemos con igual certeza que el dinamismo psíquico ·y el carácter actúan de consuno sobre Ja sinergia hormonal sexual. Inmerso en la sociedad, moWeado en . su psiquismo y carácter por la interrelaci6n con sus iguales, sometido al peso de la historia y obligado a elaborarla cada día, el hombre ha terminado por un proceso Ps!cologla genética.-11.
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de adaptación a equilibrar la excitación sexual con las posibilidades que ofreee el medio. ' · El solo hecho de la monogamia, cuyos orígenes socioeconómicos nadie disrnte, terminó por completar fa transformación biopsicológica . del proceso .amoroso. La necesidad ·de convivencia prolongada de una pareja va más allá de los imperativos del estro animal. qui'< se agota en. la cópula y exige una complementación mental, moral y afectiva que aún hoy se señala como fundamento del matrimonio y que de factores accidentales en la conjugación de la pareja primitiva; regida por el desequilibrio dé la sinergia interna, se han transformado en causales de la erotización humana. La palabra, ya .lo destacamos, terminó por suplantar en la sociabilidad al excitante directo del sistema nervioso en lo sexual, la caricia de las zonas erógenas y, por la magia de representar ideas, afectos, y de sugerirlos, · creó l;:¡. necesidad de ternura, esto es, de c.o ntacto afectivo con el resto o algunos de los humanos, contacto qu~ va más allá del intercambio de ideas, de la acción conjunta, para con-· ·vertirse en comunidad de excitación. Los hombres concuerdan ideológicamen~ te sin necesidad de apoyo mutuo, pero para quebrar el aislamiento que re:· presenta la relación impersonal a través de ideas, se ven impelidos al contacto activo de la transferencia de emociones, a la comunión de apetitos y sentimientos a través de los cuales ·su · organicidad se objetiviza y puede proyectarse en busca del elemento que la complemente, devolviéndole el equilibrio que requiere ·µara iniciar ·una nueva proyección, y así sucesivamente. _ Este juego, pura expresión dialéctica, adquiere los matices más insospechados y se concreta en las representaciones más variadas. De. la poesía erótica ·al intercambio de miradas solamente cabe la diferencia de expresión, porque en cuanto a señal de señales representan uno y mismo anhelo, la necesidad de complemento heterosexual que de búsqueda de equilibrio bio~ · lógico ha concluido por convertirse en necesidad de afecto, en ·sed de ternura.
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CAPITULO XVI
LA FAMILIA, LA EDUCACION Y LA PR.OFESION Definición. E.rtructura cultural de la .familia humana. La familia como institución. Educación y familia. Adaptación a la vida escolar. Profesión y órganización $Ocial. Orientación y selección profesiónales, organiiación del aprendizaje y racionalización del trabajo. · De primera intención la familia humana se ·presenta como un grupo natural de individuos unidos por una doble relación psicobiológica. El amor, quP genera a los componentes del grupo, origina los afectos qüe mantienen la cohesión del mismo y estructura las interacciones . psicológicas necesarias para sostener la unidad y continuidad de Ja asociación a través de los cámbios mentales que la evolución de las edades prescribe, sucesivamente, a padres e hijos; las condiciones del medio, que moldean . el carácter de las relaciones, postulan el desarrollo de los jóvenes y establecen el grado de madurez en que los· mismos pasan a integrar la colectividad como individuos prOductores y capaces de constituir a su vez un nuevo núcleo familiar. ·En los animales, estas mismas· funciones dan origen a comportamientos condicionale8 por lo general muy complejos, y de los cuales ha resultado impo~ible derivar los demás fenómenos sociales observados entre ellos. Por lo ' mismo, se acepta la plena vigencia del fenómeno llamado de interatracción {vid. cap, IX). En la especie humana, la agrupación familiar se caracteriza por un desarrollo singular de las relaciones sociales, que confluyen a través de diversas instituciones, modos de pensar y de actuar, a la consolidación de la familia presentada y aceptada como eje · de la estructura social mis1:fiª· Sería ocioso preguntar si el gr1Jpo familiar originó la sociedad humana; · sabemos que es de aparición tardía, que se relaciona con la evolución de las relaciones sodoeconómicas, ·y que los factores psicobiológicos apuntados, que están en los fundamentos mismos, representan tanto una imposición genética: Ja heter<>sexualidad, como una fuerza social derivada de las circunstancias de adapta()ión de los individuos y de las modalidades tanto individuales como colecti* de tia. misma adaptacién.. J.,a conservación y progreso de la asociación familiar depende, en última instancia, de la evolución mental de las generaciones y de las condiciones socioambientales que preforman y canalizan · Ju int«aecienee '<:le tipo toCial y afo«ivo en . que se basa el grupó ~liar pimariO: el matrimonio. · 211
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Sexualidad, procreac:ión y matrimonio aparecen tan íntimamente unidos por obra de una larguísima evolución histórica, que resulta difícil comprenderlos separadamente. No obstante, en sus orígenes, !' como prueban los estudios acerca del problema en una época relativamente cercana como es el paleolítico cultural, del cual apenas nos separan diez mil años, estas entidades representaron tres finalidades separadas e incluso divergentes. La sexualidad fue para el primitivo lo que es para el animal, una función biológica sin relación directa con la procreación. Debe~os llegar hasta Pasteur para ver definitivamente destruido el mito de la generación espontánea y, si bien en todas las épocas los hechos demostraron a los hombres una relación constante entre coito y generación, este lazo no siempre fue considerado directo. En el paleolítico -c ultural el coito. propiciatorio de las vírgenes dentro del templo con un forastero tenía por finalidad "despertar" la fecundidad. De aquí que el matrifuonio, en sus orígenes, no estuviese relacionado con la generación, sino con la constitución de un grupo productor y que sus modalidades: matriarcado, patriarcado, dependieran de la modalidad de producción, adquisición y consen·ación de bienes. En cuanto a lás formas de unión sexual: endogamia, exogamia, representan un proceso de interacción mutua dirigido a asegurar la continuidad patrimonial a través de la diversidad de las uniones y alianzas que de ellas derivan. De la familia primitiva, en sus orígenes, a _la actual, media un abismo que las vuelve irreconciliables: la evolución histórica y cultural, que termina por dar dirección unívoca a la sexualidad, la procreación y el matrimonio. Como el término medio de la gente actual no concibe sin confluencia estas tres ·vertientes de la familia, tampoco el hombre primitivo pudo imaginarlas como tendientes a un mismo y único fin. Constituyeron y constituyen la raíz de la interacción mutua que forma el grupo familiar, pero representaron y representan una estructura social, mental y afectiva totalmente diversas. Definir la familia por sus orígenes significa desconocer que las circunstancias hacen las relaciones humanas y que la acción del hombre crea, desvía o anula esas circunstancias. Si en un comienzo la familia fue un fenómeno de asociación psicobiológica, para luego transformarse en una estructura económica, hoy, conservando de alguna manera esos componentes según. lugares y tradiciones, resulta específicamente un fenómeno cultural.
* Reducir la familia a un hecho biológico o a un elemento teórico de. la sociedad, son tentativas filosóficas que, a pesar de encerrar ciertas apariencias del fenómeno familiar, nunca llegan a captar la dimensión que especifica a la familia como a todos los demás fenómen6s de la sociedad humana. Nuestra · especie se caracteriza por un desarrollo singular de las relaciones sociales, apoyado en capacidades excepcionales de comunicación: la palabra articulada, que correlativamente permite una economía inusitada en todos los tipos de actividad de la vida organizada y crea, al mismo tiempo, una relación insoluble entre afectividad, pensamiento y modos de organización. De esta manera, infinitos modos adaptativos nuevos están permitidos, y su continuidad,
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evolución y progreso son parte de la obra colectiva que constituye la cultura, que introduce una nueva dimensión en la realidad social y la vida psíquica. Como todos los hechos humanos, incluso aquellos de carácter estrictamente biológico, participan del fenómeno cultural y terminan por adquirir en el mismo v¡tloración cualitativa, la familia no queda excluída. En efecto, todas las funciones familiares, aun aquellas ligadas a efectos psicobiológicos como los sentimientos maternal o paternal, responden en su desarrollo y alcances a cánones culturales. µor ende colectivos, que señalan su devenir y fines. En este dominio, las instancias culturales dominan a las naturales en tal grado que la sexualidad, procreación y crianza dejan de ser fines para convertirse en medios y determinar únicamente aspectos parciales cuya realización está sometida a instancias y pautas culturales. Basta con observar la extensa gama de las normas de conducta sexual dentro y fuera del matrimonio, la diversidad de las mismas según se trate del hombre o de la mujer, la regulación de los nacimientos, la mayor o menor importancia social del sexo de los hijos, para convencernos de que la estructura de la familia humana, tal como se presenta desde hace siglos, es cultural. Los modos de organización de la autoridad familiar, las leyes de su transmisión, los conceptos de descendencia y parentesco que le son inherentes, las leyes 'de la herencia y de la sucesión que combinan sus fines con las leyes y normas del matrimonio, requieren para su interpretación los datos cqmparados de la etnografía, de la historia, del derecho, de la estadística social y de la psicología, que coordinados por el método sociológico terminan por revelarnos que, de hecho biológico, la familia ha terminado por convertirse en institución, fenómeno social y cultural por excelencia. Todos los datos que es . posible obtener en la historia y la prehistoria nos muestran inequívocamente que la asociación por parejas, según los lineamientos biológicos que observamos en las sociedades de animales superiores, asentada en la inte~tracción sexual, respondió a necesidades altamente evolucionadas del hecll'f> social. De tal manera que la familia, en lugar de ser la pretendida "célula" social, es una consecuencia de las modalidades de relación y su valor dentro del grupo no es determinante, sino que está determinado. Una similitud completamente contingente, que desde Le Play hasta nut>stros días sirvió para apuntalar la concepción "celular", se ve en los componentes normales de la familia tal como la observamos en Occidente: el padre, la madre y los hijos son los mismos de la. asociación biológica. No se requiere mucho esfuerzo para reconocer en esta estructura una comunidad directamente fundada sobre la constancia de los "instintos'', constancia que de hecho debe encontrarse en las formas más primitivas de la asociación familiar. Sin embargo, hoy tienen para nosotros, que conocernos el proceso de la fecundación y encontramos en las leyes de la herencia biológica una aplicación de la continuidad familiar, significado biológico y valor de relación natural. Para la estructura familiar primitiva, esta identidad fue solamente numérica y valió tanto para considerar la pareja más o menos estable como para delimitar las relaciones inherentes a la promiscuidad. Sobre esas premisas
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han sido fundadas teorías puramente hipotéticas aeerta mitiva como imagen especular de la promiscuidad observable en · 1os aniniml les. así cómo crític'as tendientes a sostener el orden fámiliar histórico en deÍ · modelo de la pareja estable, .base de la institución considerada · ~ célula social.
* La promiscuidad, a la que tantas veces se a~udió para explicar los oríge&I de la familia, no ha podido ser hallada en ninguna paite y ni siquiera sosm. . nida por la prueba documental de los llamados matrimonios de grupo. nesia. los orígenes que es dable rastrear existen interdicciones y leyes al respect19 más aún, las formas primitivas de la ·familia presentan, según Rivers, los r.m.. gÓs esenciales. para defini~las .como for.mas ª. cabadas: autoridad. ~epresenta4 por un concejo, un matriarcado o sus delegados varones; modalidad de Pi rentesco, herencia, sucesión según una línea maternal o paternal. Cuanto ndll primitivas se revelan las formas famiHares, menos presente está en su constitución la pareja biológica, ya que no solamente se presentan como un va.!1111 agregado de cónyuges, sino que el parentesco concuerda cada vez menos .c oa los laws naturales de la consanguinidad. El primer caso ha sido clemosttado por Durkheim, a partir del ejempll histórico de la familia romana. Por el examen de los nombres de familia del .derecho de sucesión se ve la aparición sucesi~a. de tres grupos que van del agregado familiar más amplio al más restringido: la gens,. reunión muy ampliil! . de capas paternas; la familia agnáJica, más restringida, más indivisa, y por último la familia que somete a ia patria potestad del abuelo las parejas con. yugales de todos sus hijos y nietos. En lo que respecta a los lazos biológiedll de 1a paternidad, aparte de lo que antes sefialamos, se la recónoce por medio de ritos que legitiman los lazos de sangre o los crean si es necesario, comD observaran en algunas culturas matriarcales Rivers y Maiinowski. Totemismo. adopción) constitución artificial de un grupo agnático ~mo la zadruga eslava,. revelan la complejidad que preside a la fiiiaci6n ptimi!iva, totalmente .aparte de l_a unidad biológica: de la pareja cdftyligaJ. Todavía hoy en el C6digQ de Napoleón, y en la mayoría de los estructurados según su mOdelo, la filiaciéo es demostrada únicamente por el matrimoriio: Pater est quem nuptiae de·. mostrant. '. . Largo sería el artális!S de las formas más primitivas de la familia, ~ inútil y !!ngorroso continuarlo para ·nuestro propósito, porque de todos los casos surge: la convicción de que la fa1riilia primitiva ya constituía Qna iÍlstitución y, más todavía, como demostrara Davy en · el ·caso de fos clanes, debe ser considerada una asociación política. .De más está decir que la extensión y estructura de los agrupamientos familiares primitivos no excluye la eXistencia de parejas limitadas a sus miembros biol6gicos -necesidad t~ innegable como · la reproducción bisexuada_:., pero pretender sacar de' este hecho ~~nsecu:en cias psicológicas para· la realización de las interacciones humana$, ·es t~ arbitrario como pretender, y el psicoanáliais lo pretende, deducir el comportamiento y estructura mental de los indMduoa a partir de un rupoté~ origen
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de la uni6n conyugal proyectado sobre el d~venir de la sociedad. Una vez · más se cae ·~m la suposkión ·de la familia. como '.'célula" social, se le otorga el papel de generadora de formas de vida, y se olvida o desconoce que la asociación familiar 'solamente puede ser comprendida en el ~rden original de realidad que constituyen laS relaciones sociales. Proceder de esta manera e8 caer en el plan de las simplificaciones, y el grupo reducido que compone la familia moderna, por disímil que sea con la primitiva, no se presenta; empero; como una simplificaci6ri, sino más bien como una ·contracción de la institución familiar a base de la infllienc.ia . que adquiere el matrimonio convertido a su vez· en institución que se debe distinguir de la familiar, y dentro de cuyas normas se impone en los tiempos modernos la elección amorosa, quedando así sometida la "familia conyugal", como designa Durkheim, a esta nueva forma, tanto a la presión de-la legislación como a las leyes psicobiológicas de la vida sexual y amorosa (vid. cap. XIV), según las prefiglira Ja evoluci6rt histórica y social de la humanidad.
*. La familia Clásica de Occidente en los tiempos· mOdernos, la sometida a la ·patria potestas del abuelo o del padre, no sólo constituye una unidad en lo relativo a la vida afectiva, social y económica de los componentes, · sino que también representa el núcleo formativo en cuanto a educación de los hijos ·se refiere. Todos los actos de la vida de relaci6n son aprendidos y desarrollados en, por y a través de la familia. L.as relaciones interindividuales tienen por escenario al grupo familiar, y las sociales se ejercen preferentemente por medio del grupo como unidad funcional. El var6n recibe .su educaci6n en . la familia y desarrolla la actividad laborativa en la misma; el régimen de corporaciones, régimen familiar en sus rasgos más salientes, excluye a la mujer del trabajo de tipo social, y cuando lo ejerce su producto pasa a la colectividad por medio del varón. Soltera o maridada, la mujer está sometida· en el mismo grado que los incapaces a la tutela de la patria potestas, y los varones menores, libres en teoría para elegir destino, · quedan en lo económico sojuzgados al sistema familiar por la práctica del .mayorazgo. · En tantó las formas de producción fueron artesanales; la educación dependió del grupo. Como bajo el mi:i;mo techo eran muchos los que vivían, la direcci6n de la economía familiar entregada a las mujeres fue una verdadera función pública, socialmente tan necesaria como la producción de víveres, y compartida por los niüos, que después de la segunda infancia debían vivir a sus expensas acompañando a los adultos en los trabajos que compartían en la medida de sus fuerzas. En tales condiciones, la libertad de la mujer y del · niño está equiparada a la . del varón adulto, y la educaci6n de este último no queda confiada a nadie en particular y resulta impartida· por la acción difusa del grupo. La enseñanza aparece así da.d a para la vida y por la vida; se aprende haciendo, participando de :las ·actividades de la comunidad. De este modo los individuos ~ moldean, aunque . parezca· paradójico, con una
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uniformidad que los hace adultos tan idénticos como los otros miembros de la tribu, porque la educación es función espontánea de la sociedad en su conjunto, como fue entonces y es hoy el aprender el lenguaje. La conversión del grupo agnático en familia sometida a la patria potestas, y respectivamente en "familia conyugal", responde a la evolución de los medios de producir. En la misma medida que la producci6n se mecaniza, que la pluricapacidad individual de producir debe ceder a la división del trabajo, que la· familia no se autoabastece, la educación pasa de las manos de ésta a las del grupo profesional. Los aprendices en las corporaciones medievales y modernas ilustran con meridiana claridad el proceso y señalan la aparición, por primera vez, de la educación dirigida a un fin que trasciende las metas clásicas de la familia y configura la apreciación del valor social de la misma. La enseñanza común, dirigida a crear posibilidades iguales para todos, es tan reciente, de apenas hace un siglo, que sorprende no haya sido emprendida con anterioridad, por lo menos en algunos países. Corresponde al desarrollo del maquinismo, que al revolucionar los métodos de producción transforma la economía y las leyes del consumo, desarticula la familia patriarcal, herida en el fundamento mismo de su razón de ser, y abre paso a la "familia conyugal" contemporánea, cuya actividad productiva está alienada por el salario. La máquina exige individuos cada vez más capaces, potenciahnente aptos para cualquier tarea, y la educación debe, en consecuencia, especializarse y elevar su nivel, con lo cual el viejo sentimiento de la educación primitiva de que no· había nada superior a los intereses y necesidades de la tribu o la familia, se transforma en la misma medida que se acentúa la división en clases, que la familia patriarcal se disuelve consecuentemente en la pareja biológica y sobrevienen relaciones en las que, como demostrara Marx, el sobretrabajo del uno es la condición de la existencia del otro. En tales condiciones la ooucación espontánea de la familia, mediante la cual los niños se asemejan a los adultos, resulta a todas vistas insuficiente; el trabajo del hombre, al aumentar su rendimiento, adquiere cierto valor, y la conservación, así como el acrecentamiento del mismo, exigen una educación dirigida, cuyo principio básico es dar conocimientos en relación con la función social y no la actividad productiva, lo que trae necesariamente desigualdad en las educaciones respectivas, crea la educación sistemática --organizada y violenta al decir de Saverio de Dominicis--, que pierde su carácter homogéneo e integral.
* En las condiciones socioculturales contemporáneas, la escuela representa la prolongación necesaria de la familia y el interregno propedéutico para la socialización unívoca del individuo. Las actividades controladas y controlables de la mente .hacen su aparición en los comienzos de la llamada edad escolar, aproximadamente entre los seis y siete años, y si bien son ejercitadas y desarrolladas por las disciplinas de la escuel~ comienzan por ser la condición net"esaria para el éxito de ésta. La edad escolar corresponde a una etapa de madurez mental, estadio asentado en un proceso psicobiológico evolutivo
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(vid. cap. V) y sustentado por la acción modeladora de la familia. En determinada medida' el niño está socializado, pero de todos modos su interacción con el medio se realiza a través de las formas peculiares de la interacción familiar y de ninguna manera directamente. De aquí que la adaptación a la vida escolar suponga, en primer término, un nuevo poder de adaptación en .sus relaciones con el medio. El resultado de este nuevo proceso de adaptación expresa, necesariamente. algo del carácter de cada uno de los niños que actúan; se pone en evidencia la diversidad de sus personalidades: unos dominan o quieren dominar, otros ejecutan o están obligados a ejecutar. De estas acciones mutuas han sido par· ticularmente estudiadas las correspondientes a los que se imponen, y no siempre sin lucha, como gu~a de juegos o jefe de banda. Resulta de takt; observaciones que en realidad no se impone masivamente la personalidad o fuerza de un sujeto, sino que su rango es función del grupo entero que presenta condiciones propias de existencia, está constreñido a variar, a sufrir hibridaciones, e incluso a disolverse en relación con las circunstancias siempre cambiantes de las nuev~s interacciones que surgen e imponen en relación con la gradual maduración mental de los componentes, con las escisiones, con 1'1 atracción de otro grupo que lleva al primero a desagregarse. Obligados a elegir perpetuamente en el curso de tales vicisitudes, los niños no dejan de ponerse continuamente a prueba en su capacidad adaptativa, de controlarse mutuamente, de medir los alcances de su conducta. Dentro de esta variedad de ritmos, los individuos no conservan las posiciones conquistadas de una vez para siempre; por el contrario, pueden pertenecer simultáneamente a varios agrupamientos en los que desempeñan papeles disímiles, habituándose a comparar superioridades de diverso tipo. El carácter y dirección de la adaptación escolar los determina la escuela misma, que señala con sus fines y ubicación dentro de las clases sociales la gradación de la inserción del individuo en el medio colectivo. Según sea su estmctura acortará o ex~enderá el período de adaptación, e incluso convertirá a éste en definitivo o requerirá la inserción de otro período que complete la socialización de los educandos. De esta manera la escuela en todos sus nive· les actúa como prolongación y sustituto de la familia, y tanto es así que en la actualidad, con el advenimiento de la "familia conyugal'\ asume tareas como la formación de los niños, que antaño fueran privativas del grupo familiar. En nuestra época deja de tener como principal finalidad la información, que antes fuera el núcleo de su tarea, para devenir institución modeladora por excelencia. De aquí que el interés absoluto que en un momento dado concedieran la psicología infantil y la sociología a la familia, sufra ahora un corrimiento hacia la escuela, que asume todavía responsabilidades más precoces con el incremento de la educación preescolar. Sea como fuere, la escolaridad representa el trampolín que faé:ilita el salto a la inserción completa del individuo en la comunidad, cuya total adaptación es obra del trabajo, tanto con su función productora como con la acción modeladora de la praxis , sobre el medio y sus circunstancias.
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* La profesión es la praxis del individuo dirigida hacia una y misma finalidad, y resulta de la división del trabajo, que exige la asociación de esfuerzos particulares para el logro de un objetivo común: la producción. En tanto que la producción llena exclusivamente las nece5idades del grupo, la acción de producir corresponde a todos los individuos en igual medida y ·está excluida la especialización. Pero cuando se inicia el intercambio con otra:s comunidades, o miembros de otros grupos, se crea la necesidad de producir para mantener constante ese intercambio y por lo menos una parte de los productos es elaborada para ese solo propósito. Consecuentemente se crea un fondo social de producción y reserva -base de todo progreso social, político e intelectual al decir de Engels.-, para cuyo mantenimiento se requiere la producción ininterrumpida de determinadas mercancías, creándose la especialización en la tarea de producir, esto es, el trabajo profesional. En cuanto ·a la elección de las profesiones, escapó a toda consideración de orden psicológico en tanto que el acceso a los oficios y su ejercicio estuvo sometido a .prescripciones sociales rígidas: castas en el antiguo Egipto y la India, corporaciones, privilegios en. la Edad Media. Solamente a partir de 1789, cuando la Revolución francesa decretó, con la Déclaration des droits de l'homme et du citoyen, q1,1e siendo todos los ciudadanos iguales ante la ley "son igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos", se crean las condiciones que liberan a las profesiones, cualesquiera sean sus cá.lificaciones. de todo determinismo de clase. El hermetismo de las viejas corporaciones medievales, que incluía tanto a los oficios má~ simples como a las hoy llamadas profesiónes liberales, se quiebra ante las nuevas normas de ·producción, y por imperio de la ley fa posibj... lidad de cualquier trabajo queda abierta a . todos bajo la úniéa condición dd revelar competencia. Es también el momento en que por primerá vez se estudia el aspecto psicofisiológico del trabajo humano. Euler ensaya definir el . trabajo máximo, Lavoisier establece las relaciones entre consumo de. oxígena y r.cndimiento, Coulomb formula las reglas que se deben observar en el esfuerzo físico. Estas tentativas, emprendidas desde el ángulo de las mate~ ticas, la química y la física, quedaron aisladas; la. gran conmoción que en el orden humano produjo la Revolución francesa se estancó con el XVIII Brumario, al que siguió el imperio de las águilas napoleónicas. Hacia fines del siglo xvm y principios del XIX se inician investigaciones sistemáticas impult sadas por el auge de la gran industria, que comienza a sup1antar la fueraj humana con la motriz y necesita, a la vez que rendimiento, individuos aptm para cada tarea o máquina. En primer término están las tentativas de organización del trabajo, emprendidas por ingenieros, en las que descuellan Ta lor y sus discípulos; después los estudios de Marey y demás fisiólogos solae el motor humano, para culminar con el descubrimiento de las diferencias inlividuales por la psicología experimental.
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FAMILIA, EDUCACION Y PROFESION
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De este cúmulo de estudios e ·investigaciones se desprende que en Ja o'rganÍzaci6n actual de la sociedad y de la producción, tres etapas son previas para que el hombre pueda desempeñar un oficio: elección ·del oficio, su aprendizaje y su ejercicio. En el orden de la psicología aplicada a estas tres etapas ~orresponden tres problemas: orientación y selección j>rofesionales, organización del aprendizaje y racionalización del trabájo.
* La orientación profesional consiste en dirigir una persona hacia el oficio o profesión que mejor le conviene, según sus aptitudes y las posibilidades socioeconómicas del medio; la ~elección profesional tiene por finalidad elegir para un empl~o, las personas más aptas para desempeñarlo. La orientación procura estabilizar mental y afectivamente al individuo, brindándole el medio de descubrir sus verdaderos intereses profesionales, de lograr · estabilidad elaborativa por medio de un mejor rendimiento ·y de asegurar una situación permanente y satisfactoria del sujeto dentro de los cuadros profesionales y, eri consecuencia, un elevado nivel de adaptación social. La ·selección responde a los intereses de la producción, se desentiende del individuo como persona humana, busca el rendimiento como plusvalía y sacrifica al individuo en el trabajo en cadena. Tanto la selección como la orientación profesional se apoyan en las mismas premisas psicológicas: 1") en condiciones similares, los diferentes trabajadores no akanzan el mismo grado de éxito profesional; 2~) los seres humanos düieren entre ellos por numerosos caracteres psicofisiológicos propios de las diferencias individuales y apreciables con métodos precisos; 3~) los individuos que poseen algunos caracteres tienen más posibilidades de éxito que otros en un oficio. Las aptitudes no liberan de la necesidad de aprendizaje; en la gama de los oficios, todos exigen la adquisición de algún conocimiento o de hábitos ¡taiticulares, así corno muchos de ambos a la vez. En la base del aprendizaje IJrofesional se encuentran las leyes generales de la memoria y de la adquisición .de hábitos, poi lo que es menester la división de la materia a aprender y la trganización de !ºs ejercicios. En uno como en ot~o aspecto las ,experienci.as flasta ahora real~zad<,lS_ pueden agruparse en dos sistemas: el metodo global y el método parcial de aprendizaje. Los resultados comparativos de uno y otro lrindan a menudo conclusiones contradictorias. En relación con los ejercicios, la ley de Jost, tan a menudo desconocida en la enseñanza, indica que la map eficacia. se obtiene cuando los ejercicios están espaciados en el tiempo lugar de sucederse ininterrumpidamente. Además, las experiencias de laborío demuestran que el aprendizaje se efectúa de manera más satisfactoria do el esfuerzo. del prin,cipiante está dedicado a la exactitud; la rapidez plquiere después y, por el contrario, los sujetos que se inician procurando cierto grado de· rapidez se encuentran pronto frenados en sus progresos. Por importantes que .sean la orientación profesional y la organización del dizaje, los resultados. finales dependen de la organización del trabajo, . a medida que 5e prolonga y bajo la acción de las condiciones materiales
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y morales en que se desenvuelve, varía en sus efectos: efectos psíquicos sufridos por el que trabaja, efectos exteriores que se traducen por variaciones en la rapidez y cualidad de la producción. Las- curvas de trabajo, la fatiga, a menudo mal definida y que engloba los efectos negativos de todo orden de una actividad que se prolopga, la duración de la jornada y el tiempo de re> poso, los métodos y herramientas de trabajo, los factores económicos, -afectivos, así como el ambiente material --condiciones de luz, temperatura, venii-! !ación, estado higrométrico, etc.-, determinan un complejo de elementos en cuyo estudio la aplicación de la psicología, aunque relativamente recientem ha alcanzado un desarrollo considerable, y cuyo porvenir dependerá de que todas las investigaciones concuerden para que el estudio del funcionamien1mi del organismo humano, en relación con el trabajo, desemboque en resultadOI cuya meta sea que las máquinas sirvan al hombre en lugar de esclavizarlo.
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CAPITULO XVII
CULTURA, CIENCIA Y EDUCACION Definición. ~· Qué son los valores culturales? ¿Qué son los valores científicos? Relación entre valores culturales y científicos en la educación. El problema de la relación entre valores científicos y culturales en la educación interesa y compete tanto a la pedagogía como a la sociología, sin excluir, por supuesto, a la psicología. De primera intención toda respuesta implica una relación de igualdad o de suboro.inación y, en uno u otro sentido, significa confundir la relación lógica entre lo general y lo particular. Si se ~tnna la primacía de los valores científicos, lo generar queda ab3orbído por lo particular; si se proclama la superioridad de los valores culturales, lo general absorbe totalmente a lo particular. Los postulados del positivismo por un lado, de _la Naturphilosophie por el otro, se enfrentan una vez más, y en~ran, con el estatismo de la rigidez sistemática o la generalización artip l , la falta de conocimientos concretos sobre la naturaleza del fenómeno mlucativo que, en su fluir, acusa los impactos alternativamente cualitativos y titativos de las ciencias de la naturaleza y de la evolución social. La educación surgió de la experiencia práctica de los hombres, y por un eso progresivo, al incorporar fines, dejó de ser transmisión para transforen formación. Su carácter pasivo, asentado en la cantidad, se trans, en activo, basado en la cualidad, lo que incluso a priori representa la ración de valores y configura el proceso educativo tal cual hoy se nos ta. En tanto las ciencias fueron ancilla phüoso pharum, los valores edu- os tuvieron carácter metafísico, tendieron a la formación de un hombre . .veirsal y utópico. La historia de las ideas educativas es la historia de utoen el plano teórico y de la inciden¡::ia de los cambios socioeconómicos en praxis pedagógica. A la orgullosa proclama de fines generales ideales se siempre la labor tenaz, esforzada, de los pedagogos prácticos, y de aquí cuando en teoría se debió formar un determinado hombre, en la práctica lllituvo otro. Que el divorcio de fines y medios fue tan absoluto nos lo prued fracaso de la educación occidental en todos sus niveles, fracaso al que 'a vuelve más patente el hecho de que, desconociendo la evolución psi, tica del ser humano, y negando que la enseñanza en todos sus niveles, mmo está organizada, responde a intereses de clase y no tiende a la síntesis 1 que debe representar, se pretende salvar el escollo con reformas paro especializaciones cuya unilateralidad profesional deforma y encastilla · "entos estancos que destruyen la personalidad con la dicotemicultural. 221
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En menos de medio siglo el concepto de cultura ha variado fundamentalmente; de algo tangible, que obligaba a una respuesta rápida y categórica, se ha convertido en una entelequfa, detrás y sobre la cual se agazapan y planean conceptos metafísicos y teológicos. Cultura fue el nombre que los etnólogos dieron a una organización de objetos; de actos, de sentimientos que
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No podemos hablar de cultura o, ciñéndonos más al tema, de valores culturales,. si no consideramos la génesis de su producción ·y tenemos présente cómo se estructur.a una sociedad capaz de elaborarlos. Por definición, los valores de cualquier tipo se refieren íinicamente al hombre, derivan de su actividad y encuentran el consenso que los vuelve universales en el significado histórico del grupo que los engendra o hace suyos representándolos. De este modo nos encontramos con categorías cuya validez descansa en la universalidad que le concede la circunstancia histórica (político-económica) del grupo que las representa y cuyo significado se traduce en la acción que ese mismo grupo desarrolla · par;1. transformar las condiciones que lo engendraron. Las diversas etapas históricas por que atraveSó nuestra cultura y los fines explícitos de la acción que las impulsó representan la puesta en marcha de valores culturales concretados por el ideal de vida que adjudicamos a cada uno de. _ellos. De este modo, tenemos que su universalidad está basada en e l valor genérico d el nosotros, anteripr en la psicogénesis al subjetivismo del Yo, y base de ·la interatracción que, al decir de Rabaud (vid. cap. IX) , preside la unidad de las sociedades animales definibles como tales. Si desechamos los agrupamientos. animales y humanos, cuyo carácter precario y circunstancial únicamente rt"\'ela la acción de agentes accidentales (inundaciones, -sequías, servicio mi· litar obligatorio, etc.), nos encontramos frente a grupos animales y humanos aiya característica común es, precisamente, la de constituir grupos y nada ~s. En las comuni.d ades ·animales prima la férrea adaptación biológica de Jos individuos a una función dada: reinas, guerreros, recolectoras, zánganos, ar.te.. constituyen entre las abejas ·y las hormigas la gradación de castas que pegura la cohesión, eficacia y supervivencia del grupo. En estas comunidaides el individuo no cuenta como factor de adaptación; el grupo entero debe 13-nsformarse y adaptarse· a las circunstancias que cambian o perecer. La · ltJ>er~ivencia está sie~pre basada en la es~ctura del g1:1po y nun~ en los !dividuos. Los cambios que observan los zoologos se realizan en el mvel coitario, y el mecanismo por el cual un termitero afronta una transformaD6n de las condiciones biofóricas es colectivo. Cada una de las termitas es paz de sufrir de por sí transformaciones que la llevan a sobrevivir en un 'o distinto, pero la <0lectividad en conjunto sí lo puede. De aquí que "ca.mente la comunidad sea plástica y represente la rigidez extrema de una ptación biológica desprovista de fines individuales. El individuo sobrevive jk:avés de la especie porque toda la actividad de la comunidad tiende, preente; a eso: salvar individuos que nacerán de la postura de una reína . proveerán de alimentos las cosechadoras y criarán las nodrizas. La adap'dad es colectiva, y no individual. Genéticamente los individuos están 'tuidos ·para una función o aptitud; el sistema nervioso, cuyo plán ·general el mism~ para todas las· especies, detiene su desarrollo ~n la· completud de tos indispensables para .una conducta organizada, y esos elementos ca. de la enorme posibilidad de sucesivas y futuras adaptaciones que cara.cal neopallium, 'ú tima adquisición filogenética y de insospechada capaen el hombre, . que posee en "mayor grado que ningún otro ser· la
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posibilidad de funciones derivadas del psiquismo, y tanto producto de la actividad del neuroeje como de la interacción dialéctica con medio ambiente y sociedad, a través de la gnosis y de la praxís, que le otorgan carácter evolutivo e histórico. En la misma proporción que nos elevamos en la escala animal, la ada~ tación se cumple en mayor grado a través de los individuos y por lo mismo se vuelve más compleja, más heterogénea, y el factor común se traslada a condiciones que revelan un creciente grado de abstracción. En los agrupamientol de animales inferiores (corales, insectos, etc.) la cohesión del grupo deriva de actividades vegetativas comunes: alimentación, reproducción, y a medida que ascendemos se agregan funciones de relación, primero de grupo con el medio ambiente, después del individuo con éste. No obstante, la relación individuo-medio ambiente no es unívoca ni aislada, sino interactiva y colectiva. Toda actividad de la colectividad o del individuo, a través de la praxis o de la gnosis, se traduce por un cambio en el medio, natural, social o económicq¡ medio que al reflejarse transformado en la mente del individuo o en la acciÓll del grupo obliga a un cambio de la praxis y de la gnosis y, por ende, de la conducta colectiva e individual. Se introduce de este modo un nuevo factor de adaptación, la historia. La acción de sociedades e individuos aparece a!Í condicionada por lo biológico, lo psíquico y lo social, cuya resultante es una continuada interacción dialéctica en niveles cada vez más elevados y complejos. , Estas normas de adaptación colectiva e individual tienen su reflejo material, cuantificable y objetivo, en el instrumento, práxico o gnósico, que sirve para transformar y conocer la naturaleza. De la piedra tallada convertüM en hacha a la máquina que se autocontrola, de la primera abstracción que sirvió para comparar dos patos y dos lagunas, el número, a la teoría de la economía política o de la relatividad, a las categorías ontológicas o del conocimiento, media la perfección del instrumento, ya sea como herramienta c. palabra concretada en pensamiento, y sirve de eslabón unificador el traba.iaa esto es, la acción instrumental, según fines previstos. Una diferencia fundaíl mental entre comunidades animales y humanas resalta, pues, con el trabajoQ las primeras actúan en respuesta a estímulos del medio ambiente, su conducta estereotipada responde a la acción de lo que Pavlov llamó "p~ sistema de señales". Su acción es un proceso continuado de · adaptación a circunstancias incambiables por sí mismas. El animal aprovecha lo que bDl!namente se le ofrece en el medio, y se trate de insectos, de aves o de maDJ5.. feros sociales, su .tarea de construcción carece de fines teóricamente prefij~ Cuando transforman el medio y lo hacen muchísimas veces con su actuar, no ex:ste intencionalidad y, muy por el contrario, suelen ser víctimas del cambio al que únicamente sobreviven unos pocos o ninguno de los individual que lo pusieron en marcha. La adecuación individuo-medio es unilateral. ! en su univocidad el solo proceso que preside los cambios es la mayor o menar plasticidad de la conducta individual. Rígida en los animales inferiores p:w obra y gracia de · un sistema nervioso en cuyas funciones predominan los re-
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flejos de base, instintiva como es clásico pero discutible afirmar, los grandes cambios adaptativos los realiza la comunidad salvando así la valla que implica la poca o ninguna plasticidad funcional de los individuos que la com-' ponen. La adaptación se realiza por sumaciones y somaciones, por adecuación del grupo y por transformación hereditaria de las condiciones de resistencia o adaptabilidad de los individuos que mejor sobreviven al cambio. Las sociedades humanas, por el contrario, muestran un mecanismo de adaptación más delicado, complejo y de jerarquización progresiva. En la base está el mismo modo de adaptación, pero se agrega el trabajo, que, como dijimos, aparte de la praxis implica la actividad gnósica. Lo previsto se verifica o no en la acción y de ello resulta la experiencia, que sintetizada conceptualmente y transmitida gracias a la palabra de generación en generación, señala pautas, evita la repetición de tentativas verificadas inútiles y asienta el escalón jerárquicamente cada vez más elevado que pennite el progreso. Se constituye así Iu educación, que posee carácter histórico, mudable, y que sirve a la conservación del instrumento. La calidad dialéctica que une gnosis y praxis, y de donde resulta el trabajo, es propia del hombre, único ser que posee la palabra, "señal de señales'', que habilita -aparte de otros factores de origen y concomitantes- el pensamiento. El hombre transforma según necesidades previstas, y la interacción lo obliga a transformarse para responder a las nuevas condiciones que surgen ,de su actividad. Ahora bien, los medios práxicos y gnósicos, la actividad que les dio origen o exigió su creación, deben conservarse como base de futuros cambios y se conservan como mitos y leyendas, técnicas y conocimientos .científicos cuya transmisión; la educación, realiza tanto la poética popular, la erudita síntesis 9e los tratados, como la conservación de la herramienta a través de los cambios que impone el uso colectivo. Existe, por consiguiente, un doble proceso de adaptación para el hombre: 'l:omunitario, al i~al que en los animales sociales, e individual, que le es propio e inalienable: Por el primero sé adapta el grupo, condición sine qua non del zoon politik6n que somos los humanos; por el segundo se elevan los individuos, capaces de sintetizar. y de prever. Ambas modalidades constituyen la manera de relacionarse c:on el medio, tangible, observable, factible de ser apreciada históricamente, que llamamoJ cultura, y cuya gradación en más o en menos constituye la ciuilizaci6n. La cultura explica un hecho, la civilización establece un juicio en . relación con ese hecho y da origen a valores que sintetizan las experiencias positivas o viable5 del pasado y crean pautas para desarrollos futuros. La cultura y la civilización repreSentan las experiencias vividas colectiva e individualmente y de aplicación inmediata; los valores sintetizan los resultados del conjunto de las e.'Cperiencias colectivas e individuales en su interacción gnosicopráxica y ofrecen carácter general, de cosmovisión, son mediatos y normativos.
* Las culturas se nos aparecen constituyendo sistemas cerrados de adaptación del grupo humano al medio; por consiguiente, sus partes están correlal'slcologla genética. -15.
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cionadas e integradas. ·Como tales pueden estancarse, enquistarse y sobrevivir cual sistemas arcaicos cuando las formas de adecuación al medio no logran rebasar un determinado nivel, y las posibilidades del individuo dentro de la comunidad "quedan sometidas al rígido patrón de una necesidad de trabajo que únicamente permite la continuación de la existencia, de ninguna manera la acumulación de energía bajo la forma de bienes colectivos que aseguren la posibilidad de "ocio" capaz de permitir innovaciones. Dentro de una cultura las posibilidades del elemento creador, y por consiguiente evolutivo, están determinadas por el crecimiento de las posibilidades tecnológicas. Mas aquí cabe establecer el distingo entre posibilidades tecnológicas propias e importadas; las primeras reflejan la actividad colectiva, las segundas implican el interés de un grupo o clase y de ninguna manera crean los medios adaptativos y de progreso culturai, tal como es el caso de las explotaciones técnicas avanzadas en países subdesarrollados: petróleo, minería, monocultivo, etc. Las . posibilidades técnicas autóctonas, cualquiera sea su grado de desarrollo, aunque no superen el nivel del paleolítico, representan un aumento activo o negativo en el proceso de adaptación del grupo que las maneja, mientras que las importadas, que están por encima de las pautas de adaptación, aparecen como excrecencias no asimiladas y dan origen a una economía de dislocamiento que no resulta una estructura base para la evolución del grupo, sino que, invirtiendo los términos, aparecen como superestructura impuesta, seudopodios de otra cultura que resquebraja la unidad del grupo en que se adentra y anulan su proceso de interacción con el medio, anarquizándolo. Este fenómeno, que tanta sangre y dolor cuesta a nuestros pueblos de Indoamérica, revela con claridad meridiana las dos etapas del proceso socioeconómico que subyace en la evolución cultura~ de una sociedad: 19) búsqueda y descubrimiento de productos; 29) control tecnológico sobre la naturaleza para -asegurar una producción constante d~ bienes. La organización social representa el esfuerzo humano en la tarea de vivir, y como "la subsistencia y los actos defensivos y ofensivos se expresan por medio de herramientas y armas, la forma y el contenido del sistema social correlativo están determinados por la tecnología empleada". El animal se vale de su organismo para adecuarse al mundo exterior: sentidos, músculos, glándulas y sistema nervioso obran de consuno, y la transmisión biológica de aptitudes desarrolladas o adquiridas es la única vía de supetvivencia individual frente a los cambios propios del medio o resultantes de migraciones. El hombre, animal también, pone en acción mecanismos similares, pero en la interacción ha desarrollado la actividad mental superior, producto de la interacción de mano, cerebro y lengua je (vid. cap. X), que lo capacita para pensar, esto es, traducir la pra.Xis en símbolos abstractos. Dijimos que la cultura es una organización de objetos y acciones traducidos en símbolos, de los cuales la palabra es el más importante por representar un medio de transmisión y acumulación más flexible, más adaptable, más · abstracto y, por consiguiente, de más fácil manejo. El lenguaje, con su carácter histórico, refleja el esfuerzo pasado y. presente en la lucha por la
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supervivencia; al condensar experiencias; al evitar la repetición de aprendizajes por el método de "pruebas y errores", da. origen a un sistema de conocimientos que gradualmente se perfecciona y cuyo proceso de estructuración, antes de constituir el saber, ha pasado de lo general (teogonía, teología, filosofía) a lo particular (técnica y ciencia) . Que este cambio siguió las sendas . que señalamos está harto probado por la evolución del saber . en los tiempos históricos. Comenzó por ser una aplicación de elementos humanos, somático<:, a la explicación del cosmos (antropocentrismo), · para devenir paulatinamente una continuidad de elementos extrasomáticos que se ajustan de acuerdo con sus propios principios, sus propias leyes, convirtiéndose en algo sui gPneris. Sus elementos ejercen entre ellos una acción recíproca, forman nuevas combinacioens y síntesis vivificadas cada vez con la introducción de nuevos elementos y el abandono de antiguos. La praxis humana está en la base de cada adquisición, y sólo cuando se transforma en símbolo abstracto se convierte en ciencia: es el momento en que la experiencia repetida se revela útil, necesaria y de carácter general. · / La ciencia se revela producto de la acción instrumental del hombre y tiene en cada una de sus fases carácter aplicado. La vieja discusión entre ciencias puras y aplicadas resalta como tautología; de ciencia pura, ad usum delphini, sólo cupo hablar en períodos en que .la estructuración social pudo hacer creer en la producción de bienes prescindiendo del trabajo y se revela como yuxtaposición y no relación entre conceptos generales antropocéntricos y teológicos con la praxis, verbigracia la teoría médica de los caldeos y su experiencia quirúrgica, la alquimia medieval y moderna, .y hallazgos a qu~ incidentalmente dio fugar. En todos y cada uno de estos casos la acción estuvo presidida por la necesidad y el afán de cambiar, transformar, adaptar el medio natural, y fuese el lapis philosoplzarum, la teoría heliocéntrica, o la traducción de instrumentos cuya familiaridad nos hace olvidar la importanhistórica, como la rueda, o la pechera para aprovechar la fuerza equina, idieron o siguieron en cada caso a una revolución socioeconómica de la! unstancias que rodean al hombre. Las ciencias representan modos particulares de adaptación, de acción insental; prolongan y amplían la potencia de la mano y del pensamiento, dan al cambio de las condiciones de vida. Simplifican o vuelven más plejas, según el caso, las interacciones humanas, y se revelan en todo ento como una modalidad de adaptación, de respuesta del Homo sapiens los estímulos del medio. Sus valores se escalonan en relación con las necees generales de la conducta· humana, que es simplemente la respuesta primate a los estímulos culturales. Mas la ·cultura no es producto del , esperanza, temor, etc., del hombre aislado que emplea instrumentos ¡Dmbolos, sino la conjunción dialéctica de los deseos, voluntades, temores; de los hombres socializados. El hombre es, desde luego, el prerrequisito Ja cultura, pero no su determinante, sino su receptor. La cultura es una especial de interacci6n del grupo humano con el medio, es el mecapor el cual una especie animal capta y utiliza la energía (biológica y
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ambiental) con el objeto de dar seguridad y perdurabilidad a la vida. Dentro de este esquema, los valores científicos, como los filosóficos, folklóricos o cualesquiera . manifestación del hombre social, se revelan modos particulares del proceso de captación, adaptación y transformación de energía que tipifica a todas y cada una de las culturas habidas y las existentes.
* Todas las etapas de la educa~ión constituyen una unidad inseparable en compartimientos estancos, cuyo pasaje por el individuo asegura a éste y a la sociedad la captación y transmisión global del fenómeno histórico de adaptación que llamamos cultura. Las divisiones clásicas de primaria, secundaria y superior responden a la evolución socioeconómica de las sociedades que primero se adelantaron en el camino de la jerarquización de valores culturales. Mientras la técnica fue rudimentaria, los elementos a transmitir y los modos de transmisión quedaron relegados al aprendizaje artesanal y sujetos al método de la repetición. Tal fue la pedagogía durante milenios, y únicamente una clase recibió la instrucción que iba más allá de la simple producción de cosas. En la misma medida que la unidad de gnosis y praxis se reveló como única manera de resolver problemas de complejidad creciente porque la tradición, la mano de obra esclava o servil no bastaron para afrontar las nuevas necesidades socioeconómicas, · derivadas precisamente de las nuevas circunstancias creadas, se fue jerarquizando la educación y sus niveles. El pedagogo comenzó siendo un esclavo que transmitía lo esencial para el ajuste del individuo al medio y terminó, solicitado por las circunstancias, convirtiéndose en receptáculo de los valores culturales de su sociedad. Los rapsOdas anónimos que a fuerza de repetir versos crearon y condensaron en los Vedas, la Ilíada, la Odisea, en todas las grandes epopeyas y sagas, el pasado, presente y aspiraciones de sus pueblos, los maestros del trivium y del quadrivium medievales, los enciclopedistas, o los autores de los mariuales que inundan las librerías de hoy, han sido y son transmisores de valores culturales. Se llamen Valrnild, Hornero, Lucrecio, Diderot o Juan Pérez, su tarea educativa apunta a una necesidad de clase o· de Estado, pero en última instancia siempre a la primera, porque ineludiblemente el Estado representa los intereses y finalidades de una clase, ya sea bajo la forma del despotismo oriental, la democracia ateniense, la monarquía absoluta moderna, las democracias parlamentarias o populares contemporáneas. La complicación creciente de los mOdos de producción exigió cada vez obreros más capacitados; la ley de educación común, sancionada por primera vez en Francia, representa al mismo tiempo una necesidad de producción y de consumo. La era del maquinismo exigía obreros con mentalidad capaz de comprender la complicación de la máquina, directivos por encima de la mis- · ma y consumidores preparados para adoptar los nuevos productos. El refinamiaito de las ' costumbres comenzó a descender de la alta sociedad al pueblo. Si en una época el baño fue prerrogativa y señal distintiva de las_ hetairas, después lo fue de las damas nobles y hoy necesidad impostergable del pue-
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blo todo. Si Sombart pudo hablar de la influencia del lujo en el desarrollo del capitalismo, nosotros podemos asentar, sin temor de equivocarnos, la relación inversa. La producción crea la necesidad, pero esa necesidad aparece únicamente cnmo tal en aquellos pueblos madurados por una educación que va más allá de la transmisión pasiva, folklórica, de pautas culturales. La interacción de este proceso trae, como síntesis, la extensión y división en niveles del proceso educativo. Que estos niveles responden a las necesidades de evolución socioeconómica y técnica de los grupos sociales es demostración obvia. Mientras existieron sociedades estructuradas sobre modos de producción basados en la mano de obra esclava, incluso la escritura resultó innecesaria, y grandes culturas como la védica, la incásica, por ejemplo, pudieron transmitirse oralmente. Pero cuando la técnica, y con ella la ciencia, apuntaron en el horizonte, el hombre dejó de deambular entre mitos y se vio precisado a valerse de fórmulas cada vez más precisas. La educación ya pudo ser igual para todos, y aunque la "sabiduria" continuó siendo patrimonio de ancianos y sacerdotes, la "especialización" correspondió a la clase diriger.te o, mejor dicho, a aquellos en quienes ésta delegaba la tarea de dirigir la praxis colectiva. Si damos un salto feérico en la historia, y debemos darlo por razones de brevedad, encontramos que en pleno siglo XIX, cuando Napoleón echó las bases de la enseñanza secundaria moderna francesa --que ha servido de ejemplo para América y gran parte del mundo-- no pensó, en primter término, en elevar el nivel de cultura colectivo, sino en asegurar el reclutamiento de funcionarios. De entonces a hoy, la Universidad, por su parte, hizo del bachillerato una prueba, un certificado de cultura general, de buena educación y de nivel social, como demuestra el aferramiento desesperado al mismo que tiende a elevar murallas con el maltusianismo de los cupos y numerus clausus. Ahora, cuando comprendemos que la educación no basta para transformar la sociedad y que, por el contrario, es la sociedad la que determina el sistema de educación, muchos se ven abocados al interrogante de la relación entre los valores culturales y los valores científicos en la educación superior. Si se mantiene la división históricamente consagrada, pero heurísticamente insostenible, entre gnosis y praxis, es evidente que debe buscarSe un compromiso, una "relación", entre valores culturales y valores científicos. Con un tour de force es posible, por lo menos en teoría, repetir lo que en un comienzo dijimos hicieran la Naturphilosophie y el positivismo: diluir lo particular en lo general, o abismar lo general en lo particular. Llegaremos así a hablar en la práctica de equilibrio entre humanidades y ciencia en los programas, denostaremos contra el humanismo avasallador o el cientifismo desenfrenado en educación y, tras la grande ilusión del equilibrio, formaremos generaciones qtie no serán cientifistas ni humanistas, simplemente a caballo sobre ambas ramas, incapaces en técnica y miopes en filosofía. Y bien, ¿cuál es el quid de la cuestión? En Indoamérica, Y. en todo el mundo, los períodos de desarrollo de la educación, de la Univ.ersidad en particular, han coincidido con el avance de las fuerzas populares. Su entrada
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en el ·escenario sociocultural transforma las circunstancias y crea categ cuya validez, lo explicamos antes, descansa en la universalidad que les a.. cede el papel histórico del grupo que las representa y cuya significación • traduce en la acción que ese mismo grupo desarrolla para transformar 1condiciones que Jo engendraron. Nos enfrentamos de este modo con una reV9o lución sociocultural precedida por una revolución científica que se inició el mismo día en que Rutherford logró la transformación de átomos de hidrógemt en otros de helio. Mas, para concluir, debemos preguntamos si es necesario adaptar la educación a las necesidades de la cultura, o limitar las nece9dades de la cultura a las posibilidades de la educación. Es preciso adapt31111 la educación superior a las necesidades urgentes de la cultura. En una é~ en que presenciamos grandiosas transformaciones debidas en buena parte al · desarrollo de la investigación científica y de la técnica, es asunto fundamentaa_ porque esta ciencia y esta técnica son modos de adaptación de las colectividades al medio y de transformación del mismo, que, a su vez, exige nuevas adaptaciones. Si imaginamos la evolución humana como una espiral que en cada vuelta repite la misma necesidad de asegurar la subsistencia en un nivel superior, descubrimos que los ·valores científicos son, lo afirmamos una vez más, un modo ·particular de adaptación, y todas las constantes de la conducta humana configuran el fenómeno que definiéramos como cultura. Estas constantes jamái1 actúan por separado y de h~cho sus valores no representan . fuerzas convergentes ni yuxtapuestas, sino la actitud global e indivisa del Hamo sapüms frente a la naturaleza. Con un· artificio didáctico podemos disecarlas, pero la anatomía caracteriza la negación de la vida, y pretender que la r~lación entre este y aquel factor representa el primum movens, es tan unilateral y artificioso Como representar la praxis humana cual relación entre voluntad y tono muscular, entre necesidad y posibilidad, con olvido de que únicamente existe por ·ser expresión biologicosocial, por configurar el acto dirigido según fines previstos por ·Ja gnosis, que solamente es posible en niveles adecuados cuando la interacción individuo-medio adquirió carácter social, esto es, histórico, y creó los valores culturales que engloban, definen y encaminan la marcha de la tbciedad dentro de la espiral evolutiva. Tales valores se repiten una y mil veces, como un helicoide de revolución equidistan de un eje único, el hombre como ser social, pero siempre y a cada vuelta de la espiral tienden hacia · el infinito en un plano diverso, porque distintas son las circunstancias. . Es petición de principio definir lo general por lo partticular, o viceversa, . y precisamente cometeríamos esta falla, incluso imperdonable en el liceísta que aprende los rudimentos de la lógica, si pretendiéramos asentar una relación de compromiso entre valores culturales y valores científicos en la eduC'.ación superior. Educar significa transmitir valores culturales, crear el concepto de la inseparabi~dad de gnosis y praxis, integrar al individuo con el grupo a que pertenece, abriendo su mente, la de cada · generación, para la recepción del pasado y fundamentando la proye~ción de la misma hacia el futuro, esto es, hacia la interacción con nuevas y posibles circunstancias. Educar es des-
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pertar la conciencia de l:;t noción de esfuerzo colectivo y de la organización de ese esfuerzo, enseñar a pensar en escala nacional y universal, ampliar e intensificar los movimientos del pensamiento individual y colectivo, empujar a !a búsqueda de fórmulas de pensamiento nuevas, de aspiraciones comunes que permitan acrecentar nüestras posibilidades de acción a base de nuevas técnicas armónicas ·con la condición humana. Se necesita saber pensar más, má!' y mejor cualitativa y cuantitativamente, para poder más, para obtener un equilibrio real entre la experiencia del grupo que se sintetiza en los valores culturales y está señalada pcr un acrecentamiento aritmético y la competición técnica ciue progresa según una ley exponencial y refleja, a través de los valores científicos, una modalidad particular de adaptación. Esta marcha forzada, que exige actuar de acuerdo con perspectivas desconocidas hasta ahora, impone una adecuación constante del pensamiento y de la acción a los esfuerzos colectivos nuevos que exigen por retroacción, por /eed-back diríamos con término caro a los cibernetistas si no prefiriéramos la expresión legítima y propia de nuestra lengua. Los educadores deben ser educados; los científicos comprender la necesidad de situar sus investigaciont!!' pirticulares, no sólo en el marco que les es propio, sino en relación con la lústoria de la humanidad, que es la síntesis del esfuerzo para crear . valores p.dturales; los filósofos, abandonando el "mejor de los mundos posibles" de la cosa en sí, retornar al hombre concreto que en la actividad cotidiana crea, [lllJStenta y recrea valores, y los pedagogos, en el sentido primigenio del término que engloba a todos· los que actuando enseñan a actuar, convertir en carne G! su carne que el paralelismo entre valores culturales y científicos es dicoto~ía nacida del divorcio en clases de la sociedad, que exige una forma de 9msamiento para éstos y otra para aquéllos, que la relación entre los mismos IS simplemente la interacción entre lo general y lo particular, que los valores . iculares son función y acto de los generales. Comprender, en suma, todos e el ser y el conocer son, respectivamente, la faceta cualitativa y cuantitativa l fenómeno dialéctico que configura como síntesis al hombre.
Sexta parte
EDADES DEL HOMBRE
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CAPITULO XVIII
GENESIS Y FORMAS DE LA PERSONALIDAD Definición. Génesis de la personalidad. El problema de las constituciones. Personalidad 'Y libertad. La vida mental, aunque considerada genéticamente, lejos de ser una simple sucesión de acontecimientos, estadios, etapas y ·edades, representa la integración de todos los factores estructurales, biológicos y psicológicos en una persona cuyas características, pese a la existencia de circunstancias externa.E e internas sinúlares a las de otras, resultan únicas. La adquisición de la individualidad configura la conquista de caracteres distintivos únicos que dentro de las diferencias y semejanzas de nuestra especie, en épocas históricas deternúnadas y dentro de un núcleo social específico, confluyen para dar a la conformación mental de un sujeto fisonomía propia apuntalada por las aferer.cias sensitivo-sensoriales y protopáticas, modos de . reacción, y las consecuencias de todas las experiencias vividas que jalonan la existencia individual. · Esta integración puede ser más o. menos firme, exclusiva y rigurosa, pero cualquiera sea su grado es indispensable para tipificar la existencia y conciencia adultas. Su devenir vuelve infructuosa la tarea de corrientes psicológicas estáticas, que; como la escuela introspectiva, toman por principio de la vida psíquica la conciencia personal del sujeto, adquisición· relativamente tardía que únicamente corresponde a un punto de llegada, de ningún -modo definitivo y en todo caso frágil. La . definición de persona está ligada a ~na afirmación de identidad que la distingue de cada una de las experiencias particulares y 8Ucesivas vividas, separa al sujeto del contenido de su actividad, representa~ones, y señala una determinada coherencia a través de los acontecimientos del propio existir. De este modo la personalidad se distingtie de la individuafídad, que es una entidad biológica dentro de la especie, y de la "persona ~mana", que representa una entidad'social y moral consciente de su papel 1 independencia dentro de los acontecimientos que le son contemporáneos, ilentada en un principio de dignidad que le impide dejarse absorber o disolwer en el conformismo que caracteriza al elemento inerte de cada generación. Una vez formada la personalidad, puede estar' sometida a oscilaciones enf6genas, como variaciones de ritmos psicobiológicos, caídas o exaltaciones de IDoo que a veces llegan a convertirse en periódicas, . así como a influencias nas derivadas de cambios en las circunstáncias biofóricas o las exclute ambientales, sociales, englobando dentro de éstas desde la inter235
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acción socioeconómica hasta el grado de cohesión cultural del grupo. De tal manera, pot el impacto de causas patológicas o disociadoras end6genas o exógenas, la personalidad puede sufrir perturbaciones o degradaciones de carácter temporario o definitivo. La personalidad nonnal reposa sobre el equilibrio y sinergia de cuatro elementos fundamentales representados por la unidad e identidad, que hacen del complejo psicobiológico un todo coherente, organizado, capaz de resistir la insinuación o avance de deterioros endógenos o exógenos; la vitalidad, que es el equilibrio jerarquizado de medio interno y externo, y cuya constancia está condicionada por oscilaciones endógenas y por los estímulos exógenos a los que el ser organizado responde y reacciona; la función de lo real, en virtud de la cual y por medio de las sensibilidades protopática y exteroceptiva el individuo se crea una representación mental de todas sus actividades fisiológicas ·y psíquicas; las relaciones con el medio ambiente, a través de las cuales se delinea la separación de sujeto-objeto, estableciéndose un equilibrio inestable que provoca la oposición dialéctica de fa acción y la reacción, para desembocar en la síntesis que configura la actitud de equilibrio personal. De la existencia como entidad real de estos cuatro caracteres atestiguan los trastornos de la personalidad que se agrupan, de acuerdo con Porot y Kammerer, según su incidencia total o prevaleciente en uno de dichos caracteres de la manera que sigue: a) Trastornos en el desarrollo de la continuidad. Pueden afectar el aspecto orgánico o el funcional. En el primer caso tenemos a los frenasténicoc;, cuya personalidad nunca llega a un desarrollo completo y armonioso por deficiencia hereditaria, congénita o adquirida en la maduración e integración del sistema nervioso superior. Este hecho también explica las lagunas que observamos en algunos desequilibrados. En sujetos normalmente dotados, pero col! deficiencias sensoriales o provenientes de medios pobres en estímulos (aislados, ilegítimos, hospitalizados, abandonados), así como educaciones deficientes o unilaterales, configuran el cuadro de los falsos frenasténicos o deficientes pedagógicos, que entraña consecuentemente desviaciones en el desarrollo de la personalidad. Perturbaciones en la Íi.fectividad pueden involucrar reacciones susceptibles de constituir personalidades neuróticas, aparte de las discciaciones más o menos rápidas de tipo regresivo, aunque reversibles, que ofrecen las confusiones mentales de origen tóxico o infeccioso, de las disoluciones bruscas de la epilepsia, las más lentas e insidiosas de las demencias, y las desagregaciones propias de los estados deficitarios juveniles. Todos estos deterioros de la personalidad pueden realizarse de manera global o parcial. Las mutilaciones sistemáticas sobre el lóbulo frontal con fines terapéuticos (lobotomía, leucotomía, topectomía) provocan trastornos importantes de la personalidad. b) Trastornos de la unidad. Comprenden todos los fenómenos de desdoblamiento de la personalidad: creencia en la existencia de dos seres diferentes en el sujeto, que viven cada uno vida propia (maniqueísmo delirante). sucesión en el tiempo de dos o más personas diferentes, proyección fuera de
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* El estudio de la actividad nerviosa superior no solamente brinda la prueba material, objetiva, de la superioridad humana en relación con los demás seres vivos; también demuestra que la misma no es una cualidad estática, inmutable, una esencia de carácter genético que se realiza por herencia, sino una aptitud que se elabora primero por el desarrollo del órgano cerebral y luego por una incesante tarea de interacción en la que el hombre aprende a utilizar su cerebro para desarrollar; junto con las cualidades mentales heredadas, la unidad distintiva que dentro de las características generales de la especie y del medio le otorgan una actividad singular e indivisa: la personalidad. Si razones orgánicas o de medio no permiten esta elaboración humanizante, se despersonaliza y pierde la aptitud recibida. El cerebro es el órgano de la personalización; los pasos de su desarrol!o señalan en la ontogenia los grados a 'que llega la personalidad, pero ésta es, al mismo tiempo, producto de la filogenia, de la mircha hacia el Horno sapiens, en la que se entrecruzan la evolución biológica y la historia sociocultural del género humano. Este fenómeno dialéctico, de cuyo equilibrio depende el equilibrio de la personalidad, está lejos de haber alcanzado un límite. Se ofrece siempre con características dinámicas, renovadoras, y su grado es, de igual manera, producto de la evolución filogenética, de la ontogenética y . de la sociocultural.
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En la ontogenia, el ser humano se inicia a la vida a través de un período de confusión; la actividad y la sensibilidad del niño (vid. cap. V) comienzan por establecer relación con los objetos sin distinción posible entre la fase subjetiva y la objetiva de las situaciones. Un extenso período, que llega hasta casi los tres años -cuando ya la marcha y el lengua je aseguran la praxis y la verificación de los resultados del acto-- lo muestran indiferente a las impresiones que no ofrezcan relación con la satisfacción de sus apetitos, para después resultar totalmente acaparado por las manifestaciones del medio que lo rodea. Sin duda representa un progreso notable de la etapa en que por encima de sus intereses propioceptivos y alimentarios responde a una sonrisa con otra, a una reprimenda con lágrimas; a partir de entonces participa del ambiente que le crean sus semejantes con emociones apropiadas. Empero, sería inútil buscar a través de estas manifestaciones un principio de afirmación personal. La recepción de las influencias es pasiva~ una especie de participación refleja, como afirma Wallon, porque entre su sensibilidad protopática y las acciones exteriores no se ha establecido todavía una delimitación precisa. Es al final de esta etapa, hacia los tres años, cuando se produce el episodio llamado crisis de la personalidad. Bruscamente el niño parece percatarse de su identidad personal y de su separación de todo lo que no es él mismo. Para entonces, en el uso del lenguaje le resulta familiar el empleo más o menos sutil de los pronombres personales; aprende a distribuirlos, aplicarlos y, al mi~mo tiempo que a través de la integración de sus sensibilidades perfecciona la noción de cuerpo propio, la sociedad, por medio del lenguaje que representa normas estabilizadas de separación entre lo subjetivo y objetivo, le impone una praxis en la cual el sujeto agente, aunque causa de la acción, está desvinculado de la proyección de los resultados. Esta primera confrontación señala una nueva actitud psicobiológica; destruida la base exclusivamente afectiva del conocimiento, la delimitación entre sujeto y objeto cobra la forma de una oposición sistemática. Sin haberse desprendido todavía completamente del subjetivismo que deriva del predominio de la sensibilidad protopática, el niño parece dommado por la necesidad de responder a las voluntades de los ·otros, a la acción de las cosas, por una contravoluntad, una contracción. Se entrega· obstinadamente al juego de la oposición; lo busca, provoca, como si encontrara en el mismo una fuente de placer. Mas, si quitamos a esta situación la ap!'eciación adulta de "deseos", "búsqueda", y apreciamos el fenómeno en su ver
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derivadas del reconocimiento y aceptación de lo objetivo. Comienza entonces un enriquecimiento gradual de la autodeterminación personal que se continuará hasta la juventud, cuyos grados dependerán de la edad y de las disposiciones o aptitudes individuales. Se establece de 'esta manera una interacción continuada entre sujeto y objeto, que ofrece como síntesis el perfil de la personalidad individual. Producto de una relación dialéctica, esta personalidad tendrá rasgos determinados por las características distintivas, en más o en menos, de los contrarios en choque; si las disposiciones y aptitudes individu~les ofrecen carácter irreductible, si las circunstancias resultan positivas o negativas, cualesquiera sea la razón que haga variar el equilibrio de la relación planteada, la personalidad se desarrollará según el vector de mayor fueJ7.a. La etapa de oposición es la gran conquista de la personalidad sobre la influencia emotiva y la sugestibilidad, pero si las circunstancias socioculturales, por falta de coherencia o por extrema rigidez, actúan de manera lábil o · intransigente, el individuo en evolución puede estancarse, retrogradar a un estado de puro negativismo, o esquematizarse en una actitud rígida y vada que reduce las relaciones o situaciones a un perpetuo conflicto con el sujeto. Ha sido ·cr~ada una personalidad neurótica. La afirmación de la autonomía con respecto a los otros es el pilar sobre el que asienta Ja personalidad, pero no aparece como condición suficiente. La unidad e identidad del yo exigen el eje del tiempo, que señala la sucesión de las relaciones con el medio e indica los grados de continuidad. Adquisición tardía, deja por mucho tiempo al niño sin atribuirse un destino. Inmersa en lo inmediato, falta de una proyección que trascienda la realidad del acto, la infancia está ajena a la preocupación del fin de la existencia. Unicamente en Ja pubertad (vid. cap. VI), con las primeras reflexiones sobre la muerte, el problema de la personalidad cobra una nueva dimensión con el interrogatorio acerca de la razón del ser y las perplejidades que sumen al púber en la ambivalencia del ser y el no ser. La inquietud de la existencia cobra entonces carácter metafísico al enfrentar la vida y la nada, el amor y la muerte, y, por primera vez erl la historia del individuo, la persona se descubre finita, se concentra en ella misma, abstrayéndose en el tiempo como · otrora se abstrajo de los otros. Las barreras rígidas del negativismo quedan suplantadas por el aislamiento, menos espectacular, pero más sensible para el indi' viduo, del enquistarniento en el tiempo. La pubertad y la adolesc,encia ofrecen el ejemplo de la lucha intelectual y afectiva entre la vida y la muerte, crisis de la cual sale el adulto que opta . por la vida. A partir de ese :momento, la actividad íntegra del hombre es la negación de la muerte; sus actos, sus creaciones, están destinados a la supervivencia; ni el miedo a la nada o la desaparición de los semejantes turba esa marcha que parece dirigida hacia la inmortalidad, hasta el momento en que se inicia la declinación de las fuerzas y son cada vez menos los actos que se pueden reali!ar. La ascensión vertical de la personalidad irrumpe con un planteamiento metafísieo, la curva del descenso se insinúa cuando frente a la imposibilidad del acto aparece, según el 'caso, un obstinado af~rramiento
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a vestigios materiales del pasado o un progresivo desinterés por todo lo que no puede realizar (vid. cap. XIX). . , . Sobre la génesis de la personalidad reina acuerdo casi unamme entre los psicólogos, pero frente a la pregunta de. si la p:rsonalidad es un result~~o traduce una idea directriz surgen las divergencias. En el fo~do la cues~ion 0 importa poco, porque únicamente cuenta el r:sultado, y es mc?ntrovertible que como producto de la evolución va de lo srmple a lo com~leJO, que toda nuestra vida orgánica y psíquica comporta notables adaptaciones. ~o ob.stante, y sin negar tales procesos, los espirit~alistas sui;><>.n:n la preexis~encia de un plan inmanente que se realiza a traves d~ las ~ic1Sltudes aleatorias de los detalles. En apariencia, todo sucede como si hubies~ un plan, . Y el de~ acuerdo entre materialistas y espiritualistas podría reducirse a la div.ergenc~a entre la acción del azar y la normatividad de un plan. Pero la difere~cia radjcal está en que Jos espiritualistas consideran ~l p~oceso . ~e pe~sonah~a ción como un mecanismo al servicio del alma, pr1nc1p10 espmtual indepenA;.. "~"' • _, ...~ta_ nostura_ el a.soecto biológico y social conciernen al cuerpo Y al grupo, pero el aspecto psicológico depende del alma. Los materialiStas tienen todas las de ganar cuando atacan a los idealistas y afirman que en el organismo todo es fisicoquímico y que no existe una foerza e' piritual activa. El alma, principio metafísico, no está en el mismo plano que el cuerpo y no podría actuar sobre él. En tanto que trascendente es un epifenómeno, y la personalidad expresa, como probamos, la razón dialéctica del fenómeno de interacción que asegura el equilibrio entre la materia organizada y las condiciones ambientales de las que esa materia es, sucesivamente, fin y causa. Aquí abajo, podemos afirmar con Henri Roger, no existe espíritu sin materia. Reducido a su expresión cerebral, el proceso de personalización se presenta como adquisición gradual de estereotipos dinámicos, de esquemas espacio-temporales adquiridos, pero en su totalidad psicobiológica los acontecimientos de que está hecha una personalidad se integran de muy diversa manera para el que la vive, amalgamándose a sistemas diferentes de tendencias o de necesidades, de particularidades hereditarias o congénitas _que, propias de cada individuo, plantean el problema de las constituciones.
* El análisis de las etapas de integración anatómica y de maduración funcional del sistema nervioso (vid. cap. II), así como de su concomitante neuroendocrino, no agota los posibles planteos de la unidad somatopsíquica. El problema no es nuevo, puesto que Hipócrates, ya en el siglo v a. C., procuró resolverlo por medio de la teoría de los humores. Tal intento perduró durante siete centurias, hasta que Galeno, inspirado en Aristóteles, y a partir del concepto hipocrático, sentó las bases de la d~trina clásica de los cuatro temperamentos, que tiene por cimiento cuatro humores de los cuales la sangre, primero y principal, da origen a otros tres: linfa o pi tui~ o flema, bilis negra y bilis amarilla. La preponderancia de las propiedades de los cuatro elementos en cada uno de los humores denuncia la filiación aristotélica de la t.eoría.
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La sangre es caliente y húmeda; la linfa, fría y húmeda; la bilis negra o atrabilis, fría y seca; la bilis amarilla, caliente y seca. De aquí la diferencia entre los temperamentos sanguíneos, los linfáticos o flemátícos, los atrabiliarios nerviosos o melancólicos y los biliosos o coléricos. Fuera de la relación de .estos temperamentos con los climas y las influencias astrales, que descubrimos incluso en los orígenes de las más antiguas cosmogonías, Galeno establece relaciones análogas con las edades de la vida: infancia = sanguíneo; juventud = bilis; edad madura = atrabilis; vejez = linfa. Bajo una u otra forma, la teoría cuaternaria de los temperamentos se mantuvo siempre en el favor de los investigadores sostenida por razones empíricas; la vemos resurgir en nuestros días, liberada de connotaciones prelógicas, en los esfuerzos para presentar al temperamento como característica de una constitución física, como condición fundamental y determinante de una estructura mental (Sigaud, De Giovanni, Viola, Allendy, Pende, Krestchmer), o bien como expresión de un tipo determinado de reactividad nerviosa a los estímulos ( Pavlov). Estas investigaciones fundamentan una disciplina nueva, la biotipología, aplicada a la diferenciación de tipos humanos por medio de características biológicas comunes a cada uno y distintas entre ellos. Sus bases fueron echadas simultáneamente en Francia e Italia, a principios de siglo, por Sigaud y De Giovanni; médicos clínicos ambos, unieron el punto de vista morfológico y la consideración de predominio de los grandes sistemas funcionales. Sigaud retoma la distinción de los cuatro temperamentos galénicos, que denomina, según el sistema orgánico predominante, biotipo digestivo (linfático), respiratorio (sanguíneo), muscular (bilioso), cerebral (nervioso). En Italia, el discípulo y colaborador de De Giovanni, Viola, centró su búsqueda en las dos tendencias del hombre a dila:tarse de manera divergente y complementaria en largo y ancho, lo que da lugar a su clasificación de longilíneos y brevilíneos. Pende ha sido, por su parte, quien impulsó decisivamente la biotipología, al atribuir a la . acción de las glándulas endocrinas el papel predominante en la constitución mor~ fológica del ser. Los cuatro tipos netos que clasifica son el ·brevilíneo asténico (linfático), brevilíneo esténico (sanguíneo), el longilíneo esténico (bilioso) y el longilíneo asténico (nervioso). Sin duda, tanto el perfil intelectual como el caracterológico están influidos por la constitución néuroendocrina, así como lo están por todos los factores orgánicos y ambientales, cuya conjunción e interrelación estructuran la personalidad. No obstante, Pende excluye tácitamente esta situación de totalidad, ya que al poner el acento sobre la velocidad con que se cumplen los procesos psíquicos (taquipsiquismo y bradipsiquismo) según predomine la acción de la glándula tiroides o del ortosimpático, desemboca en c.onclusiones ortodoxas que denotan un rígido determinismo somático de la personalidad. · Un aporte que dio nuevas facetas al problema de la interdependencia morfológica y caracterológica~ y que al mismo tiempo popularizó conceptos básicos de tipología, fue el de Krestchmer. Los precursores franceses e italianos fueron clínicos; Krestchmer, que es psiquiatra, introduce en su claPaicologla genttlca.-16.
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sificación conceptos psicopatol6gicos conjuntamente con consideraciones morfológicas. Distingue para el soma el tipo corto y denso, pícnico (brevilÍDl!lll de Viola y Pende), y un tipo alargado y sutil, leptosoma (longilíneo de Viola y Pende), con variedades asténicas y atléticas. Entre ambos sitúa el sint~ o atlético, que sería el prototipo de la normalidad, bien equilibrado morfo.. lógica y psíquicamente, y el displástico, caracterizado por predominio de la cabeza en relación con el cuerpo. Desde el ángulo psicopatológico, y aqul reside la originalidad de Krestchmer, introduce la distinción de cuatro tipo1 de constitución normal: cicloide, epileptoide, histeroide, esquizoide. Cada uno de estos .tipos representaría la condición normal correspondiente a los grande. ·síndromes psicopatológicos: locura maniacodepresiva, epilepsia, histeria y esquizofrenia, y señalaría, en el caso de enfermedad mental, el destino patológico del individuo sano. En cuanto a la relación soma-psiquis, la constituación cicloide correspondería al tipo pícnico, mientras la esquizoide, que abarcaría los tres últimos tipos físicos -atlético, displástico y leptosomo-, encuadra predominantemente en la forma leptosómica. Estas correlaciones --es la objeción fundamental a la tipología de Krestchmer- carecen de causas intrínsecas y no es difícil reconocer, morfológicamente, tipos muy diferentes de esquizoides, Además, la clasificación, por la vaga amplit\ld de la descripción psicológica, resulta rudimentaria y las correspondendas entre tipos físicos y tipos psicopatológicos acusan una gran labilidad. El carácter netamente determinista de la constitución psíquica en la teoría krestchmeriana choca con la apreciación del factor hereditario en psicología y con el papel preponderante del medio en la formación del carácter, que deja al margen de toda investigación psicogenética, salvo en una interpretación a fortiori. Las especulaciones biotipol6gicas a las que acabamos de pasar revista y a las cuales debemos agregar principalmente los trabajos de Helmuth Bogen, Giese, St_ockard, Laugier, Weinberg, Le Senne, Heymans, tienen por finalidad la clasificación de tipos físicos para obtener indicaciones sobre el carácter, a partir de la consideración de estructuras y funciones corporales. Todas concuerdan en el hecho de que estudian al individuo adulto y solamente tienen en cuenta la fábrica corpórea en el equilibrio o desequilibrio del pleno desarrollo. La faíia común es que no parten 'de lo más íntimo del individuo y no responden a ese todo organizado que va, por grados, de las transformaciones químicas a la mayor o menor vivacidad de las imágenes y de los pensamientos. Otros autores, como Pavlov y sobre sus huellas Gurevish, han procurado establecer, respectivamente, la influencia de tipos de constitución nerviosa y de complexión motriz sobre la personalidad; el primero, del equilibrio o predominio de la excitación o inhibición de la corteza cerebral; el segundo, tomando como origen las deficiencias del sistema neuroce.rebral. Para Pavlov los tipos de actividad nerviosa superior se adecuan a los temperamentos, y para identificarlos se basa en tres caracteres principales de los procesos de . excitación e inhibición: fuerza, equilibrio y movilidad. Su combinación o predominio ofrece una clasificación cuaternaria que, de manera formal, y no
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por el contenido, se puede asimilar a los cuatro temperamentos galénicos. Resultan de este modo: 19 Un tipo fuerte, desequilibrado, excitable, que es el colérico; 29 Un tipo fuerte, equilibrado, vivaz, que es el sanguíneo; 39 Un tipo débil, equilibrado, calmoso, que es el flemático; · 49 Un tipo débil, desequilibrado, inhibido, que es el melancólico. La tipología pavloviana ofrece un único rasgo común con las descritas hasta ahora: los cipos de sistema nervioso o temperamento son innatos1 como son innatas las características orgánicas o humorales de los sistemas de Sigaud, de Giovanni, Pende, Krestchmer, etc. Por otra parte, adelantándose a los trabajos de Stoekard, que extendió la tipología del hombre al animal (perro) , Pavlov considera las características de reactividad neurocortical por él catalogadas como comunes al hombre y al animai. No obstante, la calificación de "innatas" no señala invariabilidad o permanencia; sólo expresa que : si las circunstancias de desarrollo y adaptación son invariables o permanentes, sobre la organización neurocerebral diferenciada, el individuo puede desarrollar uno de los cuatro temperamentos, sin ser necesariamente aquel para el cual está hereditariamente configurado. Esto sucede de acuerdo con el tipo de estimulaciones socioambientales que predominen. Con criterio evolucionista, pero más cercano a Lamarck que a Darwin, concluye que, si bien se trata de un tipo innato de sistema nervioso, es forzoso tomar en cuenta todas las influencias a que ha estado sometido el organismo desde el día del nacimiento. Sin desconocer la importancia del factor biológico, la teoría de Pavlov liga indisolublemente las constituciones mentales con las constantes ecológicas y sociales -las primeras priman en el animal, las segundas en el hombre-y brinda una teoría genética del temperamento. Este deja de ser una pauta hereditaria e indeformable sobre la cual se asienta la personalidad, para convertirse en una faceta saliente de las características esenciales que imprimen, apoyados sobre la com;titución nerviosa innata al dinamismo cortical (excitación e inhibición), los hechos extraindividuales. De. este tnodo, la personalidad se revela como expresión formal de la interacción entre la función nerviosa '(tipo del sistema nervioso: predominio de la excitación o de la inhibición cortical) con el grado y fuerza de las estimulaciones exteroceptivas (sociales e históricas) , a través del medio ambiente físico y de la palabra considerada como símbolo.
* Los valores clásicos de la reflexión filosófica sobre lo que es el hombre y su espíritu se afirma primordialmente en conceptos de pers~alidad y libertad. El humanismo tradicional, al margen de la biología y la psicología, todavía discute sobre determinismo y libre albedrío en función de entelequias. La disputa sobre la naturaleza del hombre, la libertad, los fundamentos del deber, requiere para el humanismo moderno el conocimiento de la naturaleza psicobiol6gica del ser humano, una base firme y aceptable para todos _..,
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que pueda testimoniar qué es lo humano y encauzar el debate a base de la valorización de todos los aspectos paralelos, contradictorios, confluyentes, cuya interacción dialéctica establece la síntesis que caracteriza al fenómeno hominizante, de la cual es expresión la personalidad. Se trata, pues, de ver cuáles son las posibilidades de acción dadas al hombre por el desarrollo nervioso, por la integración al medio y por la conversión de la praxis en gnosis, a través del hecho histórico. Psicológicamente estas posibilidades están dadas por la presencia en el cerebro de las estructuras neocorticales; biológicamente son el desarrollo de una estructura cm;npleja en razón de las propiedades que posee la materia viviente a partir del escalón celular, propiedades transformadas en el proceso del mantenimiento de la autonomía de la interioridad orgánica estructurada e integrada. La posesión• de un cerebro desarrolla poderosamente el valor de esas reacciones fisicoquímicas, puesto que abre la posibilidad de utilizar signos exteriores en la regulación del proceso trófico, permite la interiorización del mundo, la percepción de nuestra propia interioridad, volviéndonos capaces de pensamiento y de acción motivada automática o conscientemente. La integración cada vez más delicada y compleja de todos esos signos conduce al conocimiento de objetos y de situaciones complejas que serán, según el caso, reconocidos como sujetos u objetos. El cerebro no solamente permite que nos interioricemos en las cosas, que ' objetivemos nuestra interioridad para producir pensamientos, sino que a la vez nos personaliza, dándonos dominio de nuestras sensaciones, sentimientos y actos, y con ello la posibilidad de actuar libremente después de tomar una decisión basada en un juicio. Saberse libre no es una ilusión, está asentado sobre una propiedad cerebral humana que requiere condiciones bien precisas y permite, como demuestra la neurofisiología, escapar al determinismo de los automatismos. Gracias al proceso de integración e interacción de los factores biológicos, sociales y psíquicos (vid. cap. 1), el hombre puede reprimir el impulso porque logró la posibilidad de dirigirlo en otro sentido. Con enfoque biológico, la libertad consiste en la plenitud orgánica que resulta de la realización · del equilibrio trófico; socialmente la libertad se explica con la definición de Spinoza: "conocimiento de la necesidad" y, psicológicamente, se revela como la posibilidad de elegir entre la realización tr6fica y la necesidad. La reflexión, síntesis del saber y posibilidad neuropsicológica, permite decidir, elegir, dirigir los actos. El grado de personalización, que resulta ·de la interacción de factores internos y externos, señala la prevalencia de la elección. La conciencia del acto decide, y esta conciencia está centrada en el cerebro, que únicamente la permite por ser el órgano de integración de lo viviente. Pero de todos modos el cerebro no posee verdadera interioridad, verdadero pensamiento; en la complejidad de su actividad integradora éste está presente por un proceso siempre interior motivado --pór estímulos propios, interoceptivos, y estímulos del medio, exteroceptivos. El hombre es un ser social y su conducta está determinada tanto por constantes biológicas .como socioculturales que le imponen una libertad de
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necesidad. Empero, "la libertad -escribió Engels-- no consiste en la ilusión de una acción independiente de las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de esas leyes y en la posibilidad así lograda de hacerlas actuar sistemáticamente con fines determinados. Esto es verrladero tanto para las leyes del mundo exterior como para las que rigen la existencia corporal e intelectual del hombre. La libertad de la voluntad no es por lo tanto más que la capacidad de decidirse con conocimiento de causa. De esto resulta que cuanto más libre es el juicio de un hombre en lo que concierne a una determinada cuestión, mayor es la necesidad que determina el tenor de este juicio; mientras que la incertidumbre fundada en la ignorancia, que parece hacer una elección arbitraria entre un gran número de decisiones posibles, diversas y contradictorias, prueba por esto mismo que ella no es libre, que está dominada por el mismo objeto que ella debería dominar". La libertad representa, pues, el dominio del objeto por el individuo, y esta capacidad de dominio se alcanza por la personalización, que resulta de crear y determinar los límites de lo subjetivo y objetivo, abriendo así el camino de la reflexión. "Lo que en un principio hizo el hombre por primera vez -;-escribe Teilhard de Chardin- sabemos que es el acceso de la conciencia individual a la reflexiva. Lo que en el curso de los siglos siguientes mide el progreso de la humanidad es un aumento de e_ste poder reflexivo' por la reflexión conjugada de las conciencias humanas entre sí." Tenemos la libertad de la forma de satisfacer necesidades.
CAPITULO XIX
INVOLUCION Y DISOLUCION Definición. Signos de senilidad. Senectud, senilidad y presenilidad. Esterilización de las actividades mentales y pérdida del sentimiento cronológico. Actitudes frente a la muerte. La vida útil del animal concluye con la capacidad reproductora, después de haber dado una ínfima porción de su materia que será el origen de nuevos individuos; la del hombre, animal que desarrolló la mente, se prolonga como expresión de pensamiento mucho más allá del fin de la actividad genésica. El animal vive en función de gónadas; el hombre, de ideas, y de aquí la importancia del estudio de la vejez dentro de la psicología. El joven como el anciano representan una unidad psicobiológica particular cuyo psiquismo no se advierte en sus peculiaridades si no se consideran cambios biológicos, y viceversa. Dicotomizar es destruir la realidad dialéctica que configura al fenómeno vida, y para comprender la vejez, etapa involutiva de la existencia, antesala obligada de la muerte, es necesario definir y comprender la vida. Para Claude Bernard, "la vida es la muerte" y, según la expresión de Bichat, ·"el conjunto de funciones que resisten la muerte". Ambas definiciones coinciden, a pesar de la contraposición ideológica de mecanicismo y vitalismo, en un denominador común: la muerte, que de manera fundamental consiste en la pérdida definitiva de la actividad protoplasmática de las células. La vida se mantiene únicamente dadas condiciones óptimas desde todo punto de vista, y uno de estos factores fundamentales es su poder de expansión; salvo excepciones, toda célula crece y se divide sin cesar, y todo individuo pluricelular tiene el poder de reproducirse. Si bien el aspecto fundamental del mantenimiento de la vida está representado por una incesante renovación de individuos, las células mismas no están inermes frente al medio. Todo cambio de éste desarrolla una modificación del quimismo celular que puede provocar tactismos, esto es, una reacción adaptada. Metalnikov pudo provocarlos haciendo absorber a infusorios pártÍculas inertes que terminan por desdeñar sin que hubiese .producción de toxinas. El protoplasma se adapta, por último, a condiciones que primitivamente eran desfavorables y que, a la postre, terminan por convertirse en imprescindibles. El destino de la célula es reproducirse; cuando la masa protoplasmática ha crecido lo suficiente como para romper el equilibrio de masa con el núcleo, inteIVÍene el fenómeno de la división nuclear que culmina con la mi24.6
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tosis. En el caso de los unicelulares, salvo accidente, la muerte no existe porque el resultado final siempre es que en lugar de un individuo quedan dos, fenómeno que hoy sabemos puede seguirse indefinidamente sin interrupción. Para los seres superiores rige la misma norma de continuidad, pero la compleja estructura de los mismos hace que esas posibilidades vayan reduciéndose a medida que ascendemos en la escala animal. En los mamíferos, las posibilidades de regeneración son muy restringidas; necesariamente debe morir la enorme mayoría de sus células, puesto que la reproducción sexual crea -frente a la división celular y la asexuada- un ser totalmente nuevo, ya que dos individuos de sexo opuesto deben unirse para generarlo. La complicación orgánica de los seres superiores condena su cuerpo a la muerte, pero una. pequeñísima porción sobrevive a condición de fusionarse con otra porción extraña. En la fecundación sexual no hay remozamiento, sino producción de una nueva individualidad, y mientras esta posibilidad existe el equilibrio vital del ser vivo se mantiene sin alteración. Acabado el ciclo de la reproducción posible, a una edad característica para cada especie, las células deben morir, desaparecer obligatoriamente el cuerpo en el estado de cadáver, incluso sin que intervenga ninguna causa accidental. La muerte del organismo superior es la de todas sus células; comienza con las sexuales para continuarse de manera precipitada, y a través del estado de decrepitud, con las demás. Este período, la vejez, ofrece en el hombre características psicobiológicas peculiares, puesto que el desarrollo de la inteligeneia prolonga la vida útil del individuo mucho más allá de los límites de la capacidad sexual. Dentro de los estudios biométricos, la edad adulta, escribe Teissier, es "el estado de un animal que ha terminado de crecer y por extensión el de un animal de crecimiento indefinible que alcanzó la madurez sexual"; estado de equilibrio en el que las ganancias compensan exactamente las pérdidas, en el cual las células que han llegado a un número definitivo --elementos nerviosos-- no se dividen más, otras solamente se dividen para reparar las que mueren y son eliminadas. Nos encontramos frente a un estado de equilibrio en el cual la concordancia exacta de las actividades fisiológicas asegura un funcionamiento óptimo de la máquina orgánica. No obstante, la regulación nunca es perfecta ni las restauraciones integrales; alteraciones morfológicas y fisiológicas en un principio imperceptibles, luego sensibles y más tarde evidentes perturban progresival!lente funciones esenciales hasta que la sinergia propia de la vida queda destruida. El período en que las perturbaciones se vuelven evidentes corresponde a la vejez, y el grado de evidencia señala las etapas de la misma. De manera aproximada podemos indicar una correspondencia entre la edad cronológica del individuo y la sucesión de estos períodos, pero la verdadera relación está dada por los mismos procesos fisiológicos que señalan una detención progresiva de los procesos vitales independientemente de la cronología individual. Lecomte de Nouy, por el estudio de la cicatrización de las llagas,, llegó a una fórmula matemática que permite prever la evolución de la núsma, y demuestra que las llagas cicatrizan más rápidamente
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cuanto más joven es el sujeto. El fenómeno es tan preciso, escribe Chauchard, que se puede afirmar -en el caso de una cicatrización anormal- que el individuo tiene una edad fisiológica diferente de su edad real. "En edades diferentes, son necesarios tiempos diferentes para .cumplir el mismo trabajo." Esta comprobación de Lecomte de Néiuy nos demuestra que existe un tiempo fisiológico variable ligado a la actividad del protoplasma en función de la edad, y en razón del cual se modifica el organismo y, concomitantemente, la vida mental y afectiva, equivalente cualitativo de los fenómenos cuantitativos que acabamos de señalar. La detención del crecimiento indica el fin del proceso evolutivo del psiquismo, y después de la etapa de madurez -período del tiempo fisiológico sin retrasos ni adelantos-- comienza una aceleración en la edad fisiológica que desemboca en la muerte. La vejez es la reciproca del estado de crecimiento; al ascenso del organismo sucede el descenso, tanto en el plano fisiológico como en el psíquico. El organismo ha cumplido su destino, la vida ha sido transmitida, y debe desaparecer.
* En las especies anímales en que la muerte sigue inmediatamente a la reproducción, la vejez falta. En el hombre, las edades de la vida están señaladas pero no limitadas por la función sexual: pubertad y menopausia. La menopausia indica el final de la actividad genésica, pero de ninguna manera representa la extinción del individuo, cuya muerte está precedida por una curva de declinación que para los humanos representa una conquista del individuo sobre el destino de la especie, que es perpetuarse. En la misma medida que las relaciones del individuo con el medio se diversifican, se vuelven menos directas, adquiere una estructura más independiente que rompe la estricta asimilación con la reproducción. Importa la adquisición de un aparato psíquico cuyo poder, logrado ontogenéticamente a través de años de desarrollo y maduración, se pierde, cuando se llega a la vejez y en condiciones normales, también lentamente. El grado de evolución mental alcanzado por nuestra especie, dentro del cual la actividad se centra en intereses intelectuales, los signos de senilidad aparecen ligados a modificaciones del metabolismo y de la actividad neurovegetativa. La menopausia, que solamente en la mujer muestra con certeza un límite preciso a la reproducción, sirve aún dentro de las costumbres como señal de envejecimiento; tanto es así que cuanto más primitiva es una comunidad, más unidas aparecen al ciclo de ovulación las edades femeninas: actividad sexual y envejecimiento precoces. Idéntica acción desempeñan factores psicósociales derivados de la estimación colectiva de la capacidad del hombre, como es el caso de los jubilados, que ven aumentar sus achaques y acelerar el ritmo del envejecimiento apenas se retiran de la actividad útil que desempeñaron dentro de la comunidad. Por lo demás, todos reconocemos a un viejo, pero es difícil precisar las causas de su vejez. Se observa como norma una atrofia general de los tejidos con degeneración . y reducción de células nobles e hipertrofia de las ' for-
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maciones conjuntivas; la motricidad se revela más le~ta y los movmuentos adquieren gradual rigidez, que derivan de perturbaciones de 1a articulación de los músculos y, sobre todo, del sistema nervioso. La talla y el peso disminuyen, los cabellos encanecen, los dientes caen y lós maxilares se atrofian ; la piel se seca y arruga, con una dermis en que las fibras elásticas y conjuntivas degeneran. Los vasos capilares aparecen salientes y nudosos, con circulación más lenta. Estos diversos efectos pueden explicarse tanto por diferencias de equilibrio hormónico como por insuficiencia de las funciones renales o hepáticas. La frase de Cazalis: "el hombre tiene la edad de sus arterias'', señala la conexión estrecha de estas modificaciones fisiológicas y orgánicas con el estado del sistema circulatorio, responsable, en no pocos casos, de alteraciones más o menos sensibles de 1a actividad nerviosa por focos minúsculos o difusos de· reblandecimiento. En lo que respecta a los órgános en particular, en casi todos aparece atrofia, pero casi siempre es difícil o aventurado precisar si se trata de un estado natural de la vejez o de una perturbación patológica. Los procesos de atrofia lesionan también las células nerviosas, que se pigmentan, les disminuye el espesor de la mielina, originándose en consecuencia zonas en que las neuronas aparecen reemplazadas por neuroglia, tejido de sostén sin funciones nerviosas. Contrariamente a lo que se cree, la involución no es general, ni con limite uniform.e para todas las glándulas endocrinas; el aspecto más sensible de reducción atañe a la constelación hormónica sexual, fenómeno más tardío en el hombre que en la mujer. Por el contrario, la suprarrenal se muestra hiperactiva, lo que señala la tendencia a la arteriosclerosis y la hipertensión; también la tiroides parece en ciertos aspectos más activa. Al disminuir con todos estos cambios las posibilidades de cada órgano, comprendido en primer término el sistema nervioso, resalta una reducción de las posibilidades de adaptación relacionada con el hecho de que el organismo se comporta casi pormalmente en estado de reposo, pero sufre perturbaciones a la menor superactividad. Estas lesiones o insuficiencias restringen gradualmente la actividad del viejo, pero sus efectos no siempre son inmediatos, sino que por largo tiempo pueden aparecer compensados. La actividad nerviosa del viejo, como . demostrara Huglings Jackson, no manifiesta lo que se ha perdido, sino lo que subsiste. De aquí que las anomalías del comportamiento no se adicionen mecánicamente, como ocurriría si las alteraciones de los centros nerviosos debieran expresarse de manera literal. Resulta de esto que se producen innumerables suplencias que, modificando incluso la estructura interna y la expresión del acto,.mantienen sin embargo su eficacia dentro de ciertos límites, visibles sobre todo en el aspecto mental, que bien contempla el dicho popular de que "más sabe el diablo por ser viejo que por ser diablo". La existencia de tales suplencias, escribe Wallon, se vuelve evidente cuando dejan de ser eficientes y sólo representan una máscara, una vana pretensión, la simple parodia · de una actividad deficiente que quiere acreditarse. A diferencia de las suplencias que se observan en la niñe?y 1a juventud, y las cuales derivan, según la ley cronógena de Monakow y Mourge, de que
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el desarrollo de las funciones puede realizarse dentro de ciertos límites estructurales en razón de territorios nerviosos subyacentes, las de la vejez representan modificaciones sustentadas por automatismos y hábitos irreversibles, cuya desaparición condena la suplencia. Cuanto mayor es el equipo intelectual elaborado por el individuo, más amplios y diversos son los medios de suplencias y compensaciones de que puede disponer en la vejez.
* El concepto de vejez representa una noción cronológica que de ninguna manera ilustra a-cerca del estado y capacidades del sujeto, cuya edad fisiológica puede estar avanzada o retrasada en relación con los años vividos. Este estado, que revela el mayor o menor grado de las modificaciones fisiológicas, tisulares y metab6!icas, es la senectud, perspectiva biológica bajo la cual aparece en su edad avanzada el hombre que conserva los atributos de Úna salud perfecta. Dentro del campo de la geriatría, la senectud está caracterizada por un aspecto positivo y otro negativo, que por lo común se equilibran en tanto no aparecen factores de franca senilidad. El estudio de sujetos en plena actividad a una edad avanzada muestra que el tonus, menos disperso, libera al individuo de complicaciones heterosexuales, lo que le permite dedicarse a trabajos puros de la inteligencia -en el caso de intelectuales-, a tareas que sin requerir una hiperactividad exigen el esfuerzo de una atención libre de distracciones circunstanciales. Tratándose de las obras de la inteligencia, como prueba la senectud provechosa de tantos talentos, resulta al individuo más fácil orientarse en el sentido de las funciones de síntesis, de la racionalización, aunque sea apreciable un detrimento de las funciones analíticas. El senescente, libre de apremios afectivos y sexuales, considera los hechos en perspectiva, en cierto modo por encima de los mismos, desde el ángulo de una serenidad teñida de desinterés intelectual y afectivo, expresión de la "sabiduría" que tanto loaran los antiguos. No obstante, los aspectos positivos de la senectudr salvo excepciones, no aparecen espontáneamente porque están en relación; y sobre todo en los sujetos en quienes no primó la vida intelectual, con la interactividad social, que debe ofrecerles posibilidades de renovación. Capítulo éste fundamental de la higiene mental, previene o retarda la baja de tonus, favorece su economía por reducción racional de las fuentes .de interés, evitando al mismo tiempo la inacción con la búsqueda de una ocupación compensadora o mejor, todavía, una reubicación en el oficio antes desempeñado. Es un hecho comprobado que el interés del individuo no se opone en este punto al de la economía social, puesto que los trabajadores de edad avanzada, colocados en su oficio según posibilidades laborativas, compensan con la calidad de la pr.oducción y un mejor uso de las herramientas la disminución comprobada en su rendimiento cuantitativo. La senilidad es el aspecto patológico de la senectud; por lo común, nunca se presenta de improviso, se instaura por grados, pero a veces presenta carácter masivo. En ·sí, la senilidad no es una entidad nosológica, ya que está
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bajo la dependencia estrecha de múltiples factores que actúan poc acumulación. Resulta arbitrario fijarle momentos de aparición, por ejemplo los setenta años, como muchos han hecho, puesto que en el retraso o adelanto de su eclosión desempeña papel importante la constitución y, por consiguiente, la herencia. Los factores de senilidad, en los que se reconoc~ sobre todo una acción determinante a afecciones anteriores: traumatismos físicos y emocionales, infecciones generales y focales, intoxicaciones, desencadenan el estado senil por su acción sobre las células nerviosas, tanto de. manera directa como indirecta, a través de alteraciones metabólicas o de la circulación cerebral. Las llamadas grandes funciones, apetito, sueño, disminuyen, aunque a veces, por exCPpción, aparecen exaltadas. La ineficacia de los movimientos, el temblor que se traduce por una escritura incierta, una voz cascada, la hipoacusia y la presbicia que señalan alteraciones sensoriales, la sensibilidad general obtusa, la pérdida de los reflejos tendinosos y oculares, revelan que las lesiones fundamentales corresponden a las rdaciones mioneuronales. En el plano psíquico, la involución acentúa los trastornos de la presenilidad y de la senectud, pero esta vez de manera irreversible y sin suplencias, a través de un derrumbe total de la capacidad de síntesis. Por lo demás, la involución senil no es siempre regularmente progresiva, sus avances suelen reflejar etapas a menudo dependientes de descensos más o menos remisibles del régimen circulatorio. La gran perturbación de esta etapa es la demencia senil, entidad patológica irreversible y progresiva, que destruye la vida mental, volitiva, afectiva, y reduce a su mínima expresión la actividad vegetativa, en cuya base está el "cerebro senil" de Lériche, caracterizado por lesiones anatomopatológicas dominantes del encéfalo y de sus envolturas. Los comienzos, desde el punto de vista clínico, son insidiosos. A menudo se le ve suceder a un choque emotivo, a una depresión de tipo neurasténico, a una enfermedad intercurrente, a un estado de excesiva fatiga. Otras veces se pasa por transiciones apenas acotables de la senectud a la demencia senil irreversible. En la fase inicial, las facultades intelectuales están relativamente poco alcanzadas; la memoria de fijación es la más alterada y el sujeto comienza a vivir mentalmente de recuerdos, de conocimientos anteriores; consecutivamente la curiosidad se debiiita. Mas, como el juicio está aún vivo, en muchos casos bien conservado, el senil es más o menos consciente de su involución y no pocas veces resulta testigo del propio hundimiento mental, con las correspondientes intenciones o tentativas de suicidio. La capacidad afectiva, menos dependiente de las áreas corticales, se conserva mejor, aunque su disminución es patente a través de trastornos de la emotivídad, de una sensibilización pueril, ansiedad que puede degenerar en psicosis: temor por el porvenir, por la muerte, y que destaca el contraste con aquellos viejos que, libres de estas manifestaciones accesorias, revelan una serenidad digna del más puro estoicismo. La comparación de las imposibilidades del presente con recuerdos tiernos, de tenor idealizado, de la infancia, lleva a la pérdida de ilusiones, al escepticismo, recortando la actividad vo-
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luntaria, de por sí disminuida. En consecuencia, la sociabilidad disminuye atenaceada por un creciente egoísmo que puede expresarse por una avaricia sórdida o una cupidiscencia risible. Antes de la senilidad, cuando todavía la senectud no se ha instaurado, en el período de la vida que señal.a la declinación de la edad madura antes de la senilidad confirmada, pueden aparecer trastornos, o una serie de ellos, que tipifican la denominada presenilidad. Etapa imprecisa, poco delimitable, variable en su aparición y duración según los sujetos y las circunstancias, la presenilidad o "involución presenil" resulta rica en manifestaciont!s neuropsíquicas de un polimorfismo singular, derivadas directamente unas de un cerebro en vías de degradación precoz, otras de trastornos circulatorios o autointoxicaciones que dañan el funcionamiento cerebral. Es prácticamente imposible hablar de psicosis propias de la presenilidad, o que le sean específicas; algunas son anteriores, y la ocasión únicamente las acentúa o favorece la recidiva, como las psicosis periódicas, los delirios crónicos; otras le son extrañas, y su relación con el momento es accidental, y las hay que representan los primeros signos de un desorden en relación con procesos orgánicos de demencia: encefalosis, arteriosclerosis, etc. No obstante, todos estos trastornos, afirma Porot, presentan un rasgo común: el descenso discreto o acentuado, pasajero o parcialmente reversible del trasfondo mental. Nada más difíci~ por lo impreciso del cuadro, que establecer los trastornos psíquicos de la presenilidad, tan frecuentes entre los cincuenta y los sesenta años, aunque a veces bastante antes. Su variedad es extrema y recorren la gama de simples estados de fatiga hasta el bradipsiquismo teñido de monotonía, a veces de melancolía, con temblores discretos de una mano, o una máscara en las actitudes que puede hacer pensar en los comienzos de un parkinsonismo, pero que esconde una incapacidad mioneural de expresión. La responsabilidad de estos su jetos a veces aparece disminuida, lo mismo que el sentido moral con su secuela de atentados al pudor, violaciones u otros delitos cuyas vías de hecho se logran porque, a diferencia de los seniles, en los cuales muy a menudo fallan las posibilidades orgánicas de realizarlos, en los preseniles este aspecto fisiológico se conserva intacto. Signos de caída del juicio y debilitamiento del sentido crítico o impulso delirantes suelen ser bien manifiestos. En todos sus rasgos, la involución presenil se presenta como antesala de una senilidad prematura y puente que obvia el pasaje por la · senectud, cortando las posibilidades de que la edad madura sea seguida por una vejez que, con sus compensaciones y suplencias, deje al individuo casi hasta el final capacidad social, posibilidades gn6sicas, equilibrio mental y afectivo suficientes como para no ofrecer el espectáculo de una caída vertical de la condición humana que le señalan época, nivel intelectual y adquisiciones culturales.
* Lo adquirido de que dispone el senescente explica lo que posee y caracteriza los rasgos. distintivos de su vida mental. En este capital encuentra sus
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recursos y también sus limitaciones; la capacidad de síntesis acrecentada y la de análisis disminuida establecen un nuevo balance de los conocimientos, va quedando de lado todo aquello que es provisorio, andamiaje necesario para el análisis de los hechos, y se destacan las estructuras fundamentales, las conclusiones que permiten un paso adelante del pensamiento. Sin embargo, no siem¡>re lo puede dar el anciano, puesto que si bien psicológicamente es posible, tropieza con grave inconveniente derivado de que la ventaja arrastra su contraparte. El senescente no puede renunciar a la estructura mental que en el curso de la existencia se forjó e inevitablemente se ve conducido a un callejón sin salida. Los progresos del saber marchan con andadura siempre renovada, se logran por mutaciones sucesivas que exigen de cada generación una fórmula mental nueva, y el anciano que oscila entre el fin de una generación y los comienzos de otra se ve incapacitado de perder algo porque posee síntesis; sin, ellas, su pensamiento queda vacío, y no puede adquirir nada porque, debilitado al máximo el poder de análisis y la memoria de fijación, lo nuevo se desliza ante sus ojos sin que pueda asirlo. Sin duda, en este proceso existen grados para la caducidad de los pensa·mientos individuales, determinados por el carácter de los sistemas de ideas y conocimientos que los han engendrado; cuanto más limitada ha sido la universalidad y fecundidad de tales sistemas, m;ls rápidamente empobrece la mentalidad del senescente que con ellos estructuró su actividad pensante. De aquí que obsezvemos una longevidad notable e_n el pensamiento de sujetos cuyo saber fue consecuencia de un trabajo incesantemente renovado, y podamos comprobar caíd~ bruscas, verticales podemos decir, en el caso de sujetos cuyos conocimientos de raíz eminentemente deductiva, como las matemáticas, permiten una culminación intelectual precoz, incluso antes de la edad madura. Cuando por el contrario, escribe Wallon, por su mayor complejidad, las condiciones de la preparación y del conocimiento retardan la obra de la productividad y de la síntesis, la longevidad científica puede · igualmente extenderse. En compleja interacción con este proceso actúa la pérdida del sentimiento cronológico. Existen seres que viven simplemente en el presente porque carecen de horizonte temporal; tal es el caso del animal. El infante (vide cap. V) está en la misma situación, y el frenasténico, cualquiera sea su edad, sólo capta, como prueba Minkowski, el goce del presente, porque el resto se encuentra práctica.mente fuera de su apreciación. Mas también existen otros seres humanos que viven principalmente en el presente porque su perspectiva temporal se acortó notablemente; los maníacos son un ejemplo de la psicopatología, pero manteniéndonos dentro del campo de la normalidad, la edad avanzada disloca a su manera las perspectivas temporales desarrolladas con la inteligencia. El senescente cuenta cada vez menos con el porvenir y sus representaciones del pasado se borran gradualmente. Esta imposibilidad de la anticipación y esta imperfección de la retrospección, escribe Minkowski, condicionan una falta de interés que no es indiferencia, sino serenidad. La existencia de un desprendimiento tan completo del pasado y del porvenir, de los seres y de las cosas, con conservación de la adaptáción al
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presente, es tal vez el destino normal de la mentalidad humana, cuando el organismo desgastado por la enfermedad sufre el agotamiento de la edad. Poulet ha demostrado de manera aguda cómo de una época a otra el tiempo es vivido de manera nueva, y cómo varían de un individuo a otro las perspectivas temporales. Estas consideraciones enseñan el papel del porvenir o el pasado en las diversas edades del ser humano. El niño apenas se asoma al pasado lo suficiente para que le sirva de punto de referencia; en el adulto, por el contrario, se observa con la ~dad una disminución progresiva de la importancia concedida a lo que vendrá y un correlativo acrecentamiento del interés por lo que pasó. Dentro de esta perspectiva, a medida que avanza la senectud, los ancianos se encierran cada vez más en un presente que únicamente viven por referencia al pasado. De este modo, afirma Fraisse, si dejamos de lado fuertes diferencias individuales, todo transcurre como si el hombre, situándose en el tiempo, con debida cuenta de la esperanza de vida media, concediera la mayor importancia a la porción más larga de su vida, esto es, a la que no ha sido vivida cuando es joven, y la que ya ha vivido cuando es viejo. Esto permite explicar cómo entre los cuarenta y los cincuenta años existe. en toda vida un período crítico, justamente cuando se pasa progresivamente de la juventud a la vejez, con todos los reajustes de horizontes temporales que esa mutación entraña. "A medida que se en~ejece se encuentra el tiempo más corto", afirmó Williams James, observación que sería valedera para la apreciación de los días, de los meses y de los años, pero menos cierta para la de las horas. No conocemos experiencias de verificación, pero la observación ha sido repetida tantas veces que muy probablemente sea exacta y la interpretación corresponda a la explicación de Guyau, de que las impresiones de la juventud son vivas, nuevas y numerosas; los años están repletos, diferenciados por mil acontecimientos. Por el contrario, para la vejez siempre se sucede lo mismo: las semanas se asemejan, los meses se parecen. La vida sigue un tren monótono, las imágenes se superponen y hacen siempre una y misma. Esta brevedad absoluta del tiempo explicaría por qué el tiempo parece pasar más rápidamente en la senectud y por qué, a medida que declinan las posibilidades, las cualidades creadoras, el anciano busca compensaciones fuera de él. Se vuelve ávido de consagraciones oficiales o públicas, de honores, o se aferra desesperadamente al dinero, a la propiedad cuyo disfrute no alcanzará. Lo que era efecto lo convierte en principio, lo que era medio en fin, y se priva para reunir, se esfuerza para lograr reconocimientos que antaño despreció, como si frente a la muerte próxima alentara la esperanza de sobrevivir en lo que deja.
* Una única palabra, muerte, significa dos hechos a la vez; indica el proceso que pone término al encadenami0~to de fenómenos que condicionan la vida organizada y señala al ser consciente de esa existencia el propio e ineludible fin que destruye sus procesos mentales. En el pi:imer caso la muerte es un proceso fisiológico al que pocos tienen en cuenta; el segundo ha sido
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y es motivo de preocupación peri6dica. Claro está que la muerte, fuera de una angustia metafísica provocada por la idea del más allá, preocupa en proporción directa del tiempo que queda por vivir. Posibilidad remota para los jóvenes, se presenta para los viejos como trance próximo, estado en el que terminar~ la lenta e implacable desagregación de que son objeto. Es pueril y absurdo filosofar acerca del morir; es una realidad que como tal solamente admite dos actitudes: terror o serenidad. La actitud del testigó siempre es psicológi¿amente falsa porque está avalada por preconceptos, por hechos empíricos, o simplemente por la idea que del morir le ha foriado la educación. Hay que convenir en que frente a la muerte el comportamiento dominante en los hombres es la aversión, la hostilidad, el horror, matizados la mayorfa de las veces por el miedo. La muerte es fea, sus miserias de desintegración orgánica y mental repugnan, chocan contra todo principio de armonía y equilibrio; solamente con esfuerzo se logra concebir que su única belleza posible es la moral. Incluso para quien tiene el hábito de seguir de cerca a moribundos es difícil librarse del contagio · emotivo, aunque esté seguro de que, a pesar de las apariencias, el que muere no sufre. Ocurre que el acto de morir excede toda imaginación y, como afirma Kellersohn, una sola persona es capaz de hacer bien la psicología de los moribundos: el que "vive" la muerte por su cuenta, en un secreto definitivo. El ·joven vive aplicando .sin esfuerzo la sabiduría simple pero segura de que no morirá; el anciano se refugia, siempre deliberadamente, entre las ideas de vida, los proyectos de vivir hasta el limite extremo, y en el lapso intermedio de la edad madura, para la gran mayoría de ·1os hombres, cada nuevo día con sus exigencias, su incesante repetirse de deberes inmediatos, hábitos y recreaciones, distrae de pensamientos metafísicos y no queda lugar ni tiempo para considerar que la vida individual -está atada a la evolución universal que prescribe su desaparición. Tanto para la juventud como para la edad madura, la muerte se presenta como el morir de otros. El anciano, por el contrario, que vive un tiempo que se ar?rta de manera sensible, que cada día pierde más el interés por el futuro, refugiándose en el pasado, descubre continuamente que éste está poblado por sombras de los que ya no son, de muertos que un día fueron acción, pensamiento y ahora únicamente viven en el seno de sus recuerdos. Sus contactos con los vivos son gradualmente más esporádicos, más circunstanciales, aquellos con los muertos del recuerao mas asiduos, más profundos, y si la muerte es una sorpresa des. graciada para el joven o el hombre maduro que la siente venir, para ·el anciano se va convirtiendo en la compañera cotidiana de sus actos y pensamientos que, de antemano, sabe tendrán un mañana restringido. El envejecimiento constituye con toda seguridad, como la enfermedad, una preparación natural, orgánica y mental, para la muerte. La idea de la muerte entraña el balance de la existencia vivida. La senectud obliga despiadadamente a ello; en su brevedad, el porvenir que resta no bastaría para cumplir una obra inconclusa, para rectificar una conducta desviada, menos para realizar lo que nunca se quiso o pudo hacer. Afloran
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los recuerdos, son casi la única realidad mental de la edad avanzada; desaparece la tendencia profunda de la vida humana a buscar su eje en el porvenir, y éste es el punto de giro de toda ve]ez, el momento en que se revela el valor o la vaciedad de toda existencia. Elíseo Redus, que al escuchar en estado de coma la noticia de la sublevación del acorazado Potemkin cobra fuerzas y lucidez para erguirse y exclamar como acto final de su vida: "¡ La revolución, al fin!", muestra el ejemplo de los que saben envejecer, porque al llegar a viejo la actitud frente a la muerte es el resultado de una larga preparación. que insume toda la vida. Quien pueda recordar el pasado sin necesidad de plazos en el futuro, puede repetir con Leonardo de Vinci : · Come una giornata bene spesa da lieto a dormire, una vita bene usata da lieto a morire.
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Jiinéncz Judson Jung, H V
INDICE DE NOMBRES Allee, 128 Allendy, 241 Anthony, 137 Aristóteles, 240
Espinas, 123, 124, 127 Engels, Federico, 185, 245 Euler, 218 Fechner, 17Forel, 129, 132 Fragonard, 98 Franconi, 42 Franck, 1Í5 Freud, 84, 91, 201
Bauer, 41. Bard, 116 Barskisef'f, Marfa, 95 Bergson, 124, 128 Bemard, Claude, 29, 55, 246 Bichat, 246 Boas, F., 222 Bogen, · H., 242 Bohn, 128 Bolk, 38 Broca, 187 Brooks, W. R., 152 Biihler, K.; 174 Busquet, 115
Galeno, 240, 241 Galton, 146 Garibaldi, 207 Gemelli, 104 Gerwe, 169 Gesell, A., 1 72 Giese, 242 Girod, 123 Godin, 31 Goethe, 16 Goya, 98 Guillaume, 162 Gulliver, 189 Gurevish. 46; 139, 188, 242 Guyau, 254 Grinstein, 116
Camerer, 31 Cannon, 57, 111 Castro, J. de, 62 Cossa, 169 Condillac, 67 Coulomb, 218 Cuvier, 55 Chauchard, 52, 248
Haeckel, 18 Herskovits, 222 Heuyer, 94 Heymans, 242 Hipócrates, 240 Homero, 228 Huber, R., 22, 132 Huxley, J., 134
Darwin, 198 Davemport, 146 Davy, 214 Degener, 123 Descartes, 52, 115, 119, 149 Devaux, 38 Drzewina, 128 Diderot, 228 Dumas, G., 119 Durkheim. 19, 118, 214, 215 De Candolle, 146 · De Dominici!, S., 216 De Giovanni, 41, 241 De Toni, 31, 39
Ieroteeva, 116, 11 7 Ingenieros, 97 Insabato, 113 Jackson. H., 46, 139, 249 James, W., 254 Janet, P., 92 Jeannel, 60, 153
Economo, Von, 46 262
Kammer Kantor, Kellog, Kohler, Korst, 1: Krestchn
Lalande, Lapicque Lavoisier. Laugier, . Lecomte Leonardo Leontiev, Lériche, : Levi, S., Lévy-Brul Le Play, Le Senne Linton, :R Lowie, 22 Luhbock, Lucas, P., Lucrecio,
Mac Doui Malebranc Malinowsk Maeterlinc Marafíón. Marey, 21 : Marx, 216 Mead, M .. Meignant, · Mendel, 1• Merani, 11 Metalnikov Mingazzini Minkowski, Monakov, Morel, 141 Morgan, 2 Mosso, 11! Mourge, 2' Nikitris, 16 Nordau, 91 Ovidio, 20i Pagano, 11:
INDICE DE NOMBRES Jirnénez de As6.a, Luis, 201 Judson Herrick, 126 Jung, 19, 149 Kammerer, 236 Kantor, J. R., 112 Kellog, 76 Kohler, 174 Korst, 116 Krestchmer, 42, 241 Lalande, 119 Lapicque, L., 51, 112 Lavoisier, 218 Laugier, 242 Lecomte de Nouy, 24 7, 248 Leonardo de Vinci, 256 Leontiev, 75 Lériche, 251 Levi, S., 38 Lévy-Bruhl, 20 Le Play, 128. 213 Le. Senne, 242 Linton, R., 222 Lowie, 222 Lubbock, 132 Lucas, P., 146 Lucrecio, 228 Mac Dougall, 150 Malebranche, 119 Malinowski, 214 Maeterlinck, 127 Marafi6n. 84, 200, 201 Marey, 218 Marx, 216 Mead, M., 222 Meignant, 168 Mendel, 149 Merani, 160 Metalnikov, 246 Mingazzini, 188 Minkowski, M., 47, 49, 188, 253 Monakov, V., 47, 138, 159, 249 Morel, 146 Morgan, 222 Mosso, 115 Mourge, 249 Nikitris, 169 Nordau, 91 Ovidio, 207 Pagano, 112, 116
263
Pascal, 15 Pavlov, 18, 21, 27, 42, 43, 51, 59, 741 117, 150, 165, 168, 169, 177, 187, 203, 224, 241, 242 Pchnik, 116, 117 Péguy, Ch., 199 Pende, 31, 40, 41, 42, 44, 94, 154, 241 Perrier, Ed., 39, 123 Piaget, 20, 87, 148, 152, 176 Picard, 128 Pichon, 189 Plat6n, 152 Ponce, A., 100 Porot, 236, 252 Poulet, 254 Puusep, 169 Pre•ley, :E., !;3 Preyer, 160, 161 Protágoras, 15 Quetelet, 31 Rabaud, 123, 124, 127, 128, 130, 132, 223 Rabelais, 128 Réaumur, 124 Reclus; E., 256 Renard, J., 82 Ribot, 120, 146 Rivers, 214 Roger, H., 240 Rousseau, 67, 82, 93, 134 Russell, B., 103 Sand, G., 207 Schmidt, P., 222 Sherrington, 51, 115, 177 Sigaud, 241 . Sócrates, 15 Sornbart, 229 Spencer, 146 Spengler, 222 Spinoza, 17, 146 Spranger, 95 Stanley-Hall, 19, 93 Stem, W.; 162, 173 Stimer, 91 Stockard, Ch., 36, 242 Sully, 120 Tarde, 118, 128 Taudler, 41 Taylor, 218 Teilhard •de Chardin, 136, 245 Tissier, 24 7
264
INDICE DE NOMBRES
Tolstoy, 121 Toynbee, 222
Wallon, 11 , 57, 77, 92, 112, 116, 139,
Tyndall, 18
Weinberg, 242 Wemicke, 187 Weissmann, 20, 153 Wheelre, 124, 129, 132 Willis, 52 Wood Janes, 138 Wundt, 9
Ulises, 106 Valmiki, 228 Verlaine, Ii..._ 163, 164 Verworn, 30 Vicq d' A.zyr, 55 Viola, 31, 41, 241 Van Frisch, 132
161, 238, 249, 253
Yerkes, 185
Abstra Abstra Activi1 Activi1
25:
Activic Activi< Activi< Activi< Acto, Acto, Acto, Adap.t< Adoles' Ad oles, Adoles' Adoles1 Adoles1
97 Adoles1 Adoles1 Adolesc la, Adolesc
92
Adoles< Adolesc Adolesc Adolesc Adolesc Adolesc Adolesc Agrupa
AiguiZZ. Amor, Análisii Animal Apogé11 Aprend Asimila Asociac Atraed Autora;;
Bahnun
\
INDICE DE MATERIAS Abstracción, capacidad de, 75 Abstracta, psicología, 22, 23 Actividad cerebral y mente~ 51 Actividad mental, esterilización de la, 252 Actividad práctica, 168 Actividad propioplástica, 111 Actividad sensomotriz, 159, 181 Actividad sensorial, 171 Acto, el, . 72 Acto, pasaje al pensamiento, 76 Acto; sustitudón por la idea, 76 Adaptación, la, 23, 25, 224 Adolescencia, 91 Adolescencia, amor en la, 102 Adolescencia, amistad en la, 96 Adolescencia, erotismo en la, 103 Adolescencia, filosofía de la vida en la, 97 Adolescencia, personalidad en la, 104 Adolescencia, sexualidad en la, 104 Adolescencia, sublimación freudiana de la, 91 Adólescencia, teorías del origen de la, 92 Adolescencia, valores estéticos en la, 96 Adolescente, dialéctica del, 96, 102 Adolescente, coquetería de la, 98 Adolescente, destreza de la, 99 Adolescente, gracia de la, 96 Adolescente, lenguaje en el, 101 Adolescente, personalidad de la, 100 Agrupamientos primarios, 172 Aiguillages, 54 · Amor, la palabra de, 200 Análisis, funciones de, 26 Animal, adaptación del, 23 Apogénesis, 67 Aprendizaje, 25, 75 Asimilación; fenómeno de, 30 Asociación, 122 Atracción sexual, 83 Automatismos, 175
Basilares, centros, 52, 53 Biosocial, interacción, 25, 27 Bisexi:ialidad, 84 Broca, zona de., 183 Castas, 63, 129 Cavidad craneana, desarrollo de la, 137 Cerebro, 51 Cerebro, desarrollo de la estructura del, 137 Cerebración, 72 Ciencia, cultura y educación, 221 Civilización, 225 Condición, según Didero.t., 64 Condicionamiento social, el, 201 Condiciones de existencia, principio de las, 56 Conducta, 75, 166 Conducta y conocimiento, 179 Conocimiento, el, 177 Constitución individual, 41 Constituciones, problema de las, 237 Constitucionalistas, escuelas, 41 Coquetería, 98 CorrP.laciones, anatómicas y funcionales, 55 Corteza cerebral, 52 Corteza, ablación de la, 53 Corteza, activación de la, 52 Corteza, desarrollo en los vertebrados, 61 Corteza, como aparato integrador, 126 Crecimiento, curva sigmoide del, 84 Crecimiento, definición del, 30 Crecimiento, estudio del, 31 Crecimiento, etapas del, 32, 3 7 Crecimiento, modalidad del, 29 Crecimiento, raz6n del, 70 Crisis, de la adolescencia, 93 Cristianismo, problema del hombre en el, 15 Cromosomas, 38 Cronaxia, 74 Cronógena, localización, 4 7 Cualidade.1 adquiridas, 150
Bahnung, 74 265
266 .
INDICE. DE MATERIAS
Cultura, ciencia y educación, 221 Cultura, definición de, 222 Curiosidad, la, 97 Degeneración {ísica del hombre, 38 Desarrollo, conflictos del, 68 Desarrollo motriz, 72 Desarrollo psíquico, 77 Desarrollo psíquico, factores del, 46 Desplazamiento, 72 Destreza, la, 99 • Determinismo, 58 Determinismo geográfico, 62 Dextrimanos, 18 7 Diferenciados, 200 Disolución, 246 Dualismo, 37 Edades, diferenciación de las, 6 7 Edipo, complejo de, 200 f:ducación, 71, 211 Educación, ciencia y cultura, 221 Educa.Ción, valores · culturales y cientificos en, .la, 228 Educación y familia, 216 Efamorsis, 60 Efecto, 72 Electra, complejo de, 200 Electrofisiología cerebral, 52 Emoción amorosa, la, 202 Emociones, 112 , Emociones, expresión de las, 115 Emociones, origen de las, 5 7 Emociones, origen y mecanismo, 112 Epigénesis, 68 Equilibrio biológico y sed de ternura, 208 Equilibrio interno y externo, 198 Equilibrio orgánico, 55 Equilibrio psicobiológico del niño, 80 Escolarización, 75 Espacio, formación de la noción de, 173 Espacio próximo, 173 Especie e individuo, relación de, 39 Especies; origen de las, 60 Esperanza amorosa, la, 202 "Espíritu colectivo", el, 130 Esquemas espaciotemporales, 54 Estadíatila, 39 Estereotipos dinámicos, 54 Estereotipos funcionales, 169 Estímulo y maduración, 49 Etapa, definición de, 7.7 Etapas del crecimiento, 32, 37 Evolución del hombre, 23, 25 Evolución, eje de la, 28
Evolución postnatal, fases Minkowski, 49 Exógenas, condiciones, 56
según
M.
Familia, 128, 211 Familia, como institución, 215 Familia, estructura cultural de la, 214 Familia, orígenes de la, 212 Feed-back, 231 Fenotipo, 70 Fetalización, teoría de Bolk, 38 Filogénesis,' 18, 74 Filogénesis según Gurevish, 46 Filosofía moderna, problema del hombre en la, 16 Frenología, 53 Generalización, 26, 168 Género humano, la adaptación en el, 12 7 Genes, 148 Genética, psicología, 22, 23 Genético, análisis, 36 Genotipo, 70 Gnosis, 71 Gnosis, unidad con la praxis, 75 Godin, ley de, 31, 34 Gregarismo, 122
Habitus corporis, 64 Hambre, psicobiología del, 62 Hambre sexual, 196 Hereditario, 147 Heredofamiliares, enfennedades, 151 Herencia, continuidad en la, 147 Herencia, lo innato en la, 147 Herencia peyorativa, 154 Herencia psicológica, 146, 149 Herencia, similitud en la, 147 Heterosis, 36 Hipercrínicos, temperamentos, 43 Hipertonía, 72 Hipocrínicos, temperamentos, 43 Hipotonía, 72 Histeria, la, 209 Hombre, adaptación del, 23, 25 Hombre, definición psicogenética del, 24 Hombre, derechos del hombre, 218 Hombre, edades del, 233 Hombre, evolución del, 23, 25 Hombre, degeneración física del, 38 Hombre, problema del, 15, 16 Hominida, humanización del, 140 H omo sapiens, origen del, 60 Inconsciente colectivo, 149 Indiferenciados, 200
lndn .d Iodhid Individ Inesta.
lnfanti1 Infantil, Imtnmi lnt.egr;u; J!.nltgl'a
lnt!!gra< Integrac Minl lntelige1 Inteliget lnteliget lntelige? lntera.cci lnteratra lntracor1 Involucii Imitació1
Jacobsen, Juegos, i Kikuyos,
Lenguaje, Lenguaje, Lenguaje Lenguaje, Lenguaje, 186 Lenguaje Lenguaje Lenguaje Lenguaje Lenguaje, Lenguaje Lenguaje Libertad Lobos, "l Localizaci Localizaci Locomoci· Ludismo Maduraci Madura.ci Maduraci Madurad Mano, la, Marcha \ Materialii homb1
266
INDICE- DE MATERIAS
Cultura, ciencia y educaci6n, 221 Cultura, definici6n de, 222 Curiosidad, la, 97 Degenetaci6n {ísica del hombre, 38 Desarrollo, conflictos del, 68 Desarrollo motriz, 72 Desarrollo psíquico, 77 Desarrollo psíquico, factores del, 46 Desplazamiento, 72 Destreza, la, 99 • Determinismo, 58 Determinismo geográfico, 62 Dextrimanos, 187 Diferenciados, 200 Disoluci6n, 246 Dualismo, 3 7 Edades, diferenciaci6n de las, 6 7 Edipo, complejo de, 200 Educaci6n, 71, 211 Educaci6n, ciencia . y cultura, 221 Educaci6n, valores culturales y cientfficos en,la, 228 Educaci6n y familia, 216 Eíamorais, 60 Efecto, 72 Electra, complejo de, 200 Electrofisiología cerebral, 5 2 Emoci6n amorosa, la, 202 Emociones, 112 Emociones, expresi6n de las, 115 Emociones, origen de las, 5 7 Emociones, origen y mecanismo, 112 Epigénesis, 68 Equilibrio biol6gico y sed de ternura, 208 Equilibrio interno y externo, 198 Equilibrio orgánico, 55 Equilibrio . psicobiol6gico del niño, 80 Escolarizaci6n, 75 Espacio, formación de la noci6n de, 173 Espacio pr6ximo, 173 Especie e individuo, relaci6n de, 39 Especies; origen de las, 60 Esperanza amorosa, la, 202 "Espíritu colectivo", el, 130 Esquemas espaciotemporales, 54 Estadístib, 39 Estereotipos dinámicos, 54 Estereotipos funcionales, 169 Estímulo y maduraci6n, 49 Etapa, definici6n de, 77 Etapas del crecimiento, 32, 37 Evoluci6n del hombre, 23, 25 Evolución, eje de la, 28
Evoluci6n postnatal, fases Minkowski, 49 Ex6genas, condiciones, 56
según
M..
Familia, 128, 211 Familia, como instituci6n, 215 Familia, estructura cultural de la, 214 Familia, orlgenes de la, 212 Feed-back, 231 Fenotipo, · 70 Fetalizaci6n, teoría de Bolk, 38 Filogénesis,' 18, 74 Filogénesis según Gurevish, 46 Filosofía moderna, problema del hombre en la, 16 Frenología, 53 Generalizaci6n, 26, 168 Género humano, la adaptaci6n en el, 12 7 Genes, 148 Genética, psicología, 22, 23 Genético, análisis, 36 Genotipo, 70 Gnosis, 71 Gnosis, unidad con la praxis, 75 Godin, ley de, 31 , 34 Gregarismo, 122
Habitus corporis, 64 Hambre, psicobiología del, 62 Hambre sexual, 196 Hereditario, 147 Heredofamiliares, enfennedades, 151 Herencia, continuidad en la, 14 7 Herencia, lo innato en la, 14 7 Herencia peyorativa, 154 Herencia psicol6gica, 146, 149 Herencia, similitud en la, 147 Heterosis, 36 Hipercrlnicos, temperamentos, 43 Hipertonía, 72 Hipocrínicos, temperamentos, 43 Hipotonía, 72 Histeria, la, 209 Hombre, adaptaci6n del, 23, 25 Hombre, definici6n psicogenética del, 24 Hombre, derechos del hombre, 218 Hombre, edades del, 233 Hombre, evoluci6n del, 23, 25 Hombre, degeneraci6n física del, 38 Hombre, problema del, 15, 16 · Hominida, hwnanizaci6n del, 140 Horno sapiens, origen del, 60 Inconsciente colectivo, · 149 Indiferenciados, 200
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Madurad Maduraci Maduraci Madurad Mano, la,
Marcha 1 Materiali! hombt
INDICE DE MATERIAS Individualidad psÍl:osocial, 80 Individuo, evolución biológica del, 67 Individuo y especie, relación del, 39 Inestabilidad infantil, 74 Infantil, mentalidad, 20, 21 Infantilización, teoría de Devaux, 38 Instrumento, el, 143 Integración, 71, 126 Integración morfológica, 36 Integración social, niveles de; 125 Integración y maduración según M. Minkowsk.i, 4 7 Inteligencia, 153, Inteligencia, definición de, 5.;. Inteligencia, origen de la, 54 Inteligencia práctica, 175 Interacción, 25, 27, 123 Interatracción, 123 Intracorticales. procesos, 52 Involución, 246 Imitación, 117, 128
Jacobsen, experiencia de, 203 Juegos, 73 Kikuyos, 153 Lenguaje, el, 181 Lenguaje, adquisición individual del, 186 Lenguaje animal, 132, 184 Lenguaje, aspecto cerebral del, 187 Lenguaje, definición psicobiol6gica del, 186 Lenguaje en el niño, 178 Lenguaje en el niño. evolución, 187 Lenguaje humano, 133 Lenguaje infantil, períodos, 189 Lenguaje, origen psicobiológico del, 181 Lenguaje y conocimiento, · 190 Lenguaje y motricidad, 175 Libertad y personalidad, 240, 243 Lobos, "hijos" de, 188 Localizaciones cerebrales, 53 Localización cronógena, 4 7 Locomoción, 72 Ludismo infantil, 19 Maduración, 71 Maduración de órganos y sistemas, 25 Maduración nerviosa, 45 Maduración y estímulo, 49 Mano, la, 137 Marcha bípeda, 182 Materili.Iismo dialéctico, problema del hombre en el, 16
267
Matrimonio y familia, 212 Medio, acción del, 5 7 Medio humano, 59 Medio interior, 56 Mentalidad infantil, 20, 21 Mentalidad primitiva, 20, 21 Mente y actividad cerebral, 51 Métodos, 67 Mímica, 117 Mingazzini, teoría de, 188 Mogolismo, 38 Monogamia, 204 Movimientos, desarrollo de los, 71 Morfológica, integración, 36 Mors imp~rator, teoría del, 135 Muerte, la, 254 Muerte, actitudes frente a la, 254 Mujer, evolución sexual y afectiva de la, 205 Multitudes, 124 Mundo exterior, acc1on sobre el, l p2 Mutaciones, 148 Napoleón, Código de, 208, 214 Naturphilosophie, 221, 229 Neanderthalensis, Homo, 27 Neocortex, 53 Neopallium, 52 N eurofisiología, progresos de la, 51 Neurofuncional, integración y maduración humana, 47, 49 Neur6pila, 126 Niño, diferencias con el adulto, 67 Noosfera, 136 Normotipo, 31 Núcleos grises centrales, 52 Objeto, sustitución en el acto del, 93 Oficios, análisis psicológico de los, 64 Olfato, papel en la sexualidad, 201 Onomatopeya, valor psicobiológico de la, . 183 Ontogénesis, 18, 74 Operaciones formales, constitución de las, 87 Optimum de adaptación, 59, 60 Organos, maduración de, 25 Organos sexuales primarios, cambios en los, 84 Orientación profesional, 219 Ortopsicogenética, acción, 71 Palabra, la, 27, 76 Palabra amorosa, la, 202 Palabra articulada, 183
268
INDICE DE MATERIAS
Palabras, origen de las y praxis, 142 Panurgismo, 128 Paralelismo on tofilogenético, 18, 19 Paralelismo psicofisiol6gico, 16, 18 Paralelismo psicosocio16gico, 19, 21 Pasión, la, 119 Pa.si6n, transferencia de la, 120 Pascal, naturaleza del hombre segÚh, 15, 16 Pavlov, m~todo de, 52 Pedom6rfosis, 39 Pende, clasificación de los temperamentos según, 43 Pende, división del crecimiento según, 31, 32, 33 Pende, ley de, 31, 34 Pemamiento finalista, /80 Pensamiento, identidad ingénita del, 67 Pensamiento; psicobiologia del, 168 Percepción; 100, 160 Perfil psicobiol6gico, 71 Perseveración, 75 Personalidad, 69; 71 Personalidad, definici6n, 235 Penonalidad, génesis y fonnas, 235 Personalidad, trastornos, 236 Personalidad y libertad, 240, 243 Pinzas, movimiento de, 136 Pisaverde, 101 · Pitecanthropos, 27 Plasma germinativo, continuidad del, 147 }>ostural, actitud, 115 Práctica, actividad, 26 Praxis, 24, 71 Praxis, primacía de la, 141 Praxis, unidad con la gnosis, 75 Praxis y evolución mental, 142 Preadaptados, 152 Prehensión, mecanismo de la, 139, 172 Presenilidad, 250 Primitiva, mentalidad, 20, 21 Profesión, la, 211 Profesiones, análisis psicológico de las, 64 Protágoras, Horno mensurai de, 15 Psicoanálisis, 37 Psicofisica, unidad, 37 Psicogénesis, periodos de la, 77 Psicolo~a abstracta, 22, 23 Psicología, ecuaciones y coordenadas en. 9 Psicología genética, definición, 22, 23 Psicología, valoraci6n y reconstrucción de la, 9 Psicólogo, deberes y responsabilidades del, 10
Psicosomática, 37 Psicosomática, el problema del hombre en la, 16 Psicosomática, medicina, 148 Púber, afectividad del, 89 Púber, desequilibrio psicomotriz del, 85 Púber, pensamiento del, 87 Púber, personalidad del, 82 Púber, razonamiento del, 88 Púber, sexualidad del, .196 Púber, subjetividad del, 89 Pubertad, bioenergética de la, 83 Pubertad, pedagogía de la, 86 Pubertad, . primeros signos de la, 81 Racial, la unidad, 151 Reacción motriz, la, 171 Reacciones negativas, 160 Reflejo, 163 Reflejo absoluto, 165 Reflejo condicfonado, 164, 165 Reflejos condicionados, los, 54 Reflejos, desarrollo de los, 71 Recapitulación, hipótesis de la, 18 Representaciones mentales colectivas, 19 Reticular, formaci6n, 52 Retroacción, 231 " Selección profesional, 219 Senectud, 250 Senilidad, 250 Senilidad, signos de, 248 Sensación, la, 26, 168 Sensibilidad bucal, 161 Sensil:>ilidad protooática, agudización en la pubertad, 81 Sensibilidad y movimiento, 159 Sensomotricidad, 161 Sentimiento amoroso, 195 Señales, 169 Sexo y amor, definición, 195 Sexual, la. cuesti6n, 63 Sexual. problema de los púberes, 84 Sexualidad, 84 Sexualidad puberal, 196 Sigmoide, curva, 31 Símbolo, pasaje al, 75 Sinanthropos, 27 Sinergia funcional, 55 Síntesis, funciones de, 26 Síntesis, necesidad de, 9 Sistemas, maduración de, 25 Social. el hecho, 124 Socializaci6n del niño, 68 Sociedad, la vida en, 193
T ens.ió T e$to]o •
Tiempo Tiempo Tiempo o Tiempo pi Tipología, Tipo morl Tipos hun Tipos pavl
INDICE DE MATERIAS Sociedad, orígenes de la, 125 Sociedades animales y humanas, 122 Sociología, enseñanzas de la, 135 S6crates, preocupación filosófica de, 15 Somaciones, 148 Subordinaci6n, principio de la, 56 Talla, aumento die la, 152. Taquigénesis, 39· Temperamentos, 42 Tensión amorosa, la, 206 Testología, la, 37 Tiempo animal, 69 Tiempo humano, 70 Tiempo objetivo, 40 Tiempo penonal, 40 Tipología, 42 Tipo morfológico, 41 Tipos humanos, 42 Tipos pavloviartos, 242
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Tono muscular, 72 Trabajo, definición del, 27, 141 Trabajo, dimión del, 129 Trabajo, estudios sobre el, 218 Tnbajo, organización del, 219 Tn bajo social, 129 Vagido, significado del, 178 Valores cientüicos, 225 Valores culturales, 222 · Vejez, causas de la, 248 Vicq d' Azyr, ley de, 55 Vida colectiva, insectos, 128 Vida colectiva, mamíferos, 130 Vida, en el púber filosofía de la, 86 Vida escolar, adaptación a la, 218 Vida sexual y amorosa, 195 Viola, ley de, 31, 34 Vocabulario amoroso, estudio del, 200 V ~ción amorosa, la, 199
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Este libro, publicado por la Editorial Gri~ jalbo, S. A., avenida Granjas, 82, México, 16, D. F., acab6se de imprimir el dia 14 de abril de 1962 en los talleres gráficos de Impresora Dante, G11eiTero, 268, México, D. F. Ejemplares : 4.000.
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Fecha de edición: 30 de abril de 1962 .