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Este es un proyecto realizado por el grupo Valkyries sin ánimo de lucro y queda prohibida su distribución y/o modificación sin el permiso expreso del mencionado grupo. Se avisa que esta es una obra de contenido homoerótico, con escenas sexuales explícitas entre hombres, por lo que no es apta para adultos que puedan sentir herida su sensibilidad o menores de edad. No siendo el grupo Valkyries responsable si se continúa con su lectura.
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SINOPSIS Ha pasado demasiado tiempo desde que Christian Matthews ha visto a Daniel Bailey. De hecho, la última vez que se vieron, Chris estaba en el último año de la universidad y era el asistente de profesor encargado de ayudar a Daniel, que era un estudiante de primer año muy confiado. Habían pasado siete años, y Chris todavía se estaba lamiendo sus heridas después de que le pidieran que dejara la escuela privada en la que enseñaba. Se había quedado sin trabajo y no tenía dinero, por lo que tenía que depender de su amiga Amelia para tener un trabajo y una habitación para vivir. Necesitaba un jodido milagro de Navidad para que esta temporada no fuera una pérdida total. Entonces Daniel regresa a su vida y de repente todo parece posible. No sólo Daniel sigue siendo el hombre al que Chris quiere más que a nada, sino esta vez Chris bien puede realmente decirle a Daniel lo que siente.
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CAPÍTULO UNO Miércoles, 21 de noviembre Todo comenzó entre una respiración y la siguiente, con la septuagésima quinta repetición del clásico navideño de Lennon1 en sus oídos y el olor de los muffins de arándanos de Amelia en su nariz. Era el cielo y el infierno, y todos los clichés que hubiera en el medio, fue una sorpresa que le pateó el culo tan duramente que casi se cayó al suelo. Daniel. Daniel Bailey, de los Bailey de Boston, el chico que había querido con pasión. Alto. Muy, muy alto, con el pelo castaño y hermosos ojos color avellana, un hoyuelo en el mentón y los pómulos altos, el jodido Daniel Bailey era la perfección personificada. Habían estudiado juntos. Daniel estaba en inglés Lit 1012 para obtener créditos fácilmente, Chris era el asistente técnico del profesor de inglés. Daniel había sido asignado a recibir las clases de recuperación que impartía Chris porque este era muy bueno con las ‘necesidades especiales’ de los estudiantes. Necesidades especiales era, en este caso, un eufemismo utilizado por los que realmente trabajaban duro en la universidad. Se utilizaba con mucho desdén para describir a aquellos estudiantes que simplemente no parecían preocuparse lo suficiente. Ese era Daniel, el chico que nunca tuvo que intentarlo. Jamás pareció
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Happy Xmas, es una canción del músico británico John Lennon grabada en los Record Plant Studios de Nueva York a finales de octubre de 1971 y publicada como sencillo. Incluye un coro de niños procedentes del Harlem Community Choir. Si bien el tema figura como una canción protesta contra la Guerra de Vietnam, se convirtió pronto en un himno navideño, apareciendo en numerosos álbumes recopilatorios de canciones navideñas. 2 Literatura inglesa, una especie de optativa que se elige en la universidad.
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que trabajara en nada. Sin embargo, de alguna manera Daniel siempre lograba salir del apuro. Por otra parte, ¿por qué Daniel incluso quería trabajar en la escuela? No lo necesitaba. Con un fondo fiduciario a los veinticinco años, un Ferrari, dos en realidad en el estacionamiento de la escuela y vacaciones en Europa, no tenía necesidad de preocuparse por planificar su carrera, ya que cuando saliera de la universidad se uniría a la empresa familiar. Daniel lo tenía realmente fácil y era una persona con una luz increíblemente brillante a su alrededor. Todavía se veía bien a los veintinueve años, por lo que debía ser considerado como un veinte más un plus añadido. Bien, era obvio. Pero genial, aun con los largos y encrespados mechones que se movían hábilmente alrededor de su rostro, y con unos Denim que probablemente costaban más de lo que Chris ganaba en una semana en la cafetería, y aún con la espantosa, aunque cara, sudadera que a él tanto le gustaba. Ésta era una curiosa mezcla de marrón y azul, y en un hombre que fuera poca cosa, un hombre mayor, más feo, habría sido un espectáculo horrible. En Daniel sin embargo, el algodón se curvaba sobre los músculos definidos y se aferraba a su torso antes de rozar las caderas y cubrir el área que Chris había definido en la universidad como puro cielo. —¿Chris? Chris Matthews, ¿eres tú? —Chris parpadeó al oír la profunda y culta voz, su polla endureciéndose increíblemente contra la cremallera de sus pantalones. Daniel tenía ese efecto en él en la universidad, y aparentemente nada había cambiado. Afortunadamente, lo que estaba sucediendo se quedaba oculto bajo el delantal que declaraba que él era uno de los hojaldres de Amelia 3 . Daniel estaba hablando con él. La última vez que Daniel había hablado con él había sido en la graduación hacía diez años. Luego estaba el incidente del 3
Hace referencia al nombre del sitio en el que trabaja.
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ponche de huevo de Navidad. Joder. ¿Por qué tenía que recordarlo ahora? Aquí. En medio de la loca fiebre de la media mañana. Ambos se habían quedado en la universidad durante las Navidades, fueron los dos únicos que se quedaron en sus respectivas casas compartidas y, más por suerte que por juicio, habían coincidido en la cafetería del campus. Un café los llevó a un debate sobre Grand Theft Auto 4 , lo que condujo a un enfrentamiento en la casa de Daniel. La casa de Daniel había sido muy diferente del vertedero que Chris compartía con otras siete personas. Daniel la compartía con sólo otros dos, y cada uno tenía su propio baño. Lujoso y otro ejemplo de la diferencia entre ellos. Hoy en día, no podía recordar de quién había sido la idea de introducir el ponche de huevo en la situación pero el recuerdo de lo que había pasado lo acompañó durante unos cuantos años. Daniel había inclinado el contenido de la bolsa suavemente sobre la superficie de trabajo y Chris alargó una mano para detener la botella de bourbon que se caía de un lado. Lo siguiente, la receta. Se concentraron como sólo dos chicos jóvenes llenos de cerveza podían, en la creación de lo que se describía en la receta como el ponche de huevo perfecto. Los huevos, el azúcar, la nuez moscada, la crema, luego el brandy, un poco más de brandy, y algo más bourbon, que Chris había probado con un saludable trago para asegurarse de que estaba bien. El alcohol lo volvió audaz. El hombre de sus sueños estaba de pie a no más de treinta centímetros de él y agitaba el bourbon bajo su nariz, exigiéndole que le dijera si estaba bien como para usarlo. Luego había añadido casi la mitad la botella.
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Grand Theft Auto (GTA) es una serie de videojuegos creada por David Jones y luego por Sam Houser y Dan Houser. Grand Theft Auto cuenta la historia de distintos criminales, y por una razón u otra se van relacionando y envolviendo en problemas a más personajes conforme va pasando el tiempo, generalmente los protagonistas son antihéroes.
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El primer contacto con el brebaje tuvo a Chris jadeando en busca de aire. A continuación, el segundo lo entumeció. Tenía muy pocos recuerdos de las siguientes horas, aparte de intercambiar descuidados besos bajo el muérdago de navidad. Lo que fue una pérdida total dado que su polla estaba afectada debido al alcohol. La caprichosa cosa no podría levantarse para la ocasión ni aunque Brad Pitt hubiera entrado en la habitación desnudo y pidiendo sexo a tope. Se había despertado en la suelo con la boca llena de algo muerto, Daniel roncando en el sofá y su trasero sin tocar. Chris se fue. Caminó las dos calles hasta su casa y pasó el resto del día agarrando al dios de porcelana, perdiendo diez veces más sus contenidos estomacales. Pero el beso... Había querido más de esos. Aunque nunca los consiguió. Y ahora el hombre que había intentado olvidar estaba parado ahí en busca de una respuesta racional de un chico normal y de repente la cabeza de Chris estaba vacía. En su cabeza sabía exactamente lo que se debía decir y cómo debía decirlo. Pero al igual que el empollón de cada película cliché, lo que en realidad salió fue poco más que un chillido que probablemente sólo podría ser oído por los adolescentes y los perros pequeños. Tosió, hizo una demostración de palmaditas en la garganta después de la tos, e ingirió antes de empezar de nuevo. —Hey. —Elocuente, ¿no? —De la universidad. Chris Matthews, ¿verdad? —Daniel añadió cuidadosamente. Parecía un poco confuso, su expresión hablaba de la preocupación por haberse equivocado con el nombre de Chris, o el hecho de que realmente no conociera a Chris en absoluto. —Muffins —Chris comenzó—, uhmm, sí, Chris, de la universidad, yo... Yo trabajo... Erm... Muffins. —Bueno, eso mató su erección. Cuatro años de educación universitaria que
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habían quedado reducidas a una ciega idiotez con cero habilidades verbales ante la vista de Alto, Moreno y Atractivo. Daniel sonrió. Una amplia sonrisa feliz que alcanzó sus ojos color avellana y arrugó toda su cara. Y maldita sea, tenía unos bonitos hoyuelos, profundos y, ¿en realidad pensaba en esa palabra?, follables. —Cuánto tiempo sin verte. —Daniel claramente quería mantener una conversación, y Chris estaba de acuerdo. Aunque era una pena que su cerebro y su boca estuvieran teniendo una gran cantidad de problemas para conectarse con cualquier nivel de coherencia. —Uh huh —Chris logró soltar; Daniel siempre tenía esta forma de convertirlo en un idiota con la lengua atascada. Se movió de un pie a otro con la esperanza de estar siendo sutil. Entonces, como no se le ocurrió nada más que decir, espetó—: ¿Qué puedo hacer por ti? —No había pretendido que su tono fuera brusco, pero esa era la forma en la que le salió. Chris se maldijo interiormente ante la ineptitud social que sólo manifestaba en torno a tipos realmente calientes. Parecía que ahora era el turno de Daniel de quedarse callado, y el brillo de entusiasmo en sus ojos se desvaneció un poco y sus anchos hombros se pusieron rígidos sólo por un instante. No duró mucho tiempo, Chris pudo incluso haberlo imaginado, fue muy breve, entonces Daniel estiró hacia atrás esos increíblemente anchos hombros, concentrándose ávidamente en la tentadora exposición de las magdalenas bajo el cristal y, por último señaló a los muffins de arándanos. —Doce de esos, por favor. Chris los puso en una caja, poniendo un especial interés en lo que estaba haciendo para no mirar a Daniel o encontrarse con sus ojos. Le entregó la caja al otro hombre, y le ofreció una
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pequeña sonrisa, pero Daniel no se la devolvió exactamente. En cambio, le entregó un billete de veinte. Chris hurgó en el cambio, contando cuidadosamente dos dólares y veinticinco centavos en la palma extendida de Daniel antes de que el otro hombre lo mirara expectante, después la expectativa se convirtió en confusión, y, finalmente, se volvió sobre sus talones y solo salió. —Hablando de caliente. —Chris oyó las palabras suaves y el silbido. Se volvió para hacer frente a Amelia, su jefa, que estaba haciendo malabarismos con más bollos y un plato de pasteles de crema. —¿Hmmm? —Él no terminaba de pillar lo que Amelia estaba diciendo, pero obviamente ella estaba hablando de las magdalenas, ¿verdad? Chris cogió inmediatamente la nueva hornada, colocándolas en el expositor. —Ese tipo al que acabas de servir: alto, moreno y atractivo. —Daniel. —Oh. Mi. Dios —Amelia medio susurró en voz baja—. Christian James Matthews, que puta, ¿ya conseguiste su nombre? Es verdad cuando dicen que los callados son los más salvajes. —Lo conocí en la universidad, ¿de acuerdo? No soy una puta, Ame —dijo Chris. Se las arregló para murmurar esto antes de que la siguiente persona en la sinuosa línea exigiera su atención, ordenando tres magdalenas, una tarta de crema, un macchiato5, un flat white6, y una mocha7. 5
El latte macchiato es una bebida preparada con leche y café expreso. Es un café desarrollado en Australia y Nueva Zelanda en la década de 1980. Se prepara vertiendo micro espuma (leche cocida al vapor en el fondo de una jarra) sobre un expreso, café negro. Es algo similar al café con leche, aunque más pequeño, por lo tanto llevará más café que leche y la leche tiene una consistencia más aterciopelada. 7 Café con chocolate. 6
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Él se ocupó de ese cliente y de los siguientes, empujando los pensamientos sobre Daniel a un lado para hacer frente magistralmente al pre Acción de Gracias todavía trabajando, todos se apresuraban a por sus muffins. Volviendo la vista atrás, a pesar del incidente con el ponche de huevo y del hecho de que después de eso Daniel pareció evitarlo en la universidad fuera de las sesiones de estudio, no había disminuido el enamoramiento de Chris por el hombre más joven. Sin embargo, él dejó la universidad sin probar ese objeto de su deseo. La única otra cosa que se había quedado pegada en su mente era el recuerdo de su último día en la universidad. Daniel lo arrinconó en el aparcamiento y tiró de él en un fuerte abrazo. —Gracias por toda tu ayuda con las tareas del curso —le había dicho Daniel. —De nada —le dijo Chris. Su respuesta fue la misma que les había dado a todos los estudiantes de primer año que había ayudado. Corta y al grano. —Nos veremos en algunos años —Daniel ofreció. —De acuerdo. Sólo más tarde, cuando estaba en el coche escuchando el mal gusto de su madre en lo que a música mierda se refiere, consideró lo que Daniel le había dicho. ¿En algunos años? Dudaba que fuera a ver al hombre de nuevo. ¿Y qué si Daniel había sido el objeto de más de una de las fantasías de su mano derecha en más o menos los últimos once años? ¿Y qué si probablemente había perdido la totalidad de sus posibilidades en la vida de poder hablar con el chico como un adulto crecido y confiado? Nunca iba a verlo de nuevo. Nueva
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York era una ciudad enorme, y Amelia, aunque popular, sólo era una cafetería fuera de las rutas turísticas. Era una pena, porque, realmente, Daniel Bailey seguía siendo caliente.
Daniel se puso el uniforme en el vestuario y luego corrió a su escritorio. Dejó caer la caja de doce muffins de arándanos sobre su mesa situada en medio de la zona de trabajo llena de escritorios. Haciendo una cuenta atrás hasta diez en su cabeza no se sorprendió cuando su compañero, Alex Strachen, hizo el primer comentario. —Los muffins son siempre un poco gais, Bailey —dijo—. Infiernos, el azúcar, ¿no pudiste conseguir rosquillas, galletas o algo un poco más hetero? —Ja, ja, Strachen —dijo Daniel secamente. Apartó la caja fuera del camino de Alex y cerró la tapa—. Entonces me los comeré con al administrador. —No seas tan apresurado —dijo Alex. Le tendió la mano y se la estrechó, con la palma hacia arriba—. Dámelos. Daniel puso la caja deliberadamente frente a su compañero y luego se instaló en la silla más cercana antes de arrastrarse hacia delante para coger uno de los muffins.
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—¿Son de Grand Street? —Alex comentó con la boca llena, mientras apuntaba a la dirección que aparecía a un lado de la caja—. Eso está como a diez calles de distancia. —Él tragó su bocado y tomó un sorbo de café, haciendo una mueca ante lo que Daniel sabía que era un café repugnante—. Y en la dirección opuesta a donde vives. —Gran trabajo de detective —dijo Daniel. Mordió un arándano y el jugo de la tarta de frutas provocó su lengua. Dios. Esos muffins eran el cielo en una caja. Vio cómo desaparecían uno a uno, mientras otros oficiales se los llevaban. Una pequeña parte de él lamentó el compartirlos. Aun así, una caja vacía significaba que podía volver después de Acción de Gracias y ver a Chris de nuevo. —¿Tiene esto algo que ver con tu chico ? ¿Lo localizaste? — Alex se inclinó y habló en voz baja. A pesar del hecho de que todos en el departamento sabían que Daniel era gay, Alex respetaba que él no quisiera hablar delante de todo el mundo y que se enteraran de los detalles de su vida privada. —Hablaremos más tarde —Daniel le ofreció. significaba: ‘Cuando estamos fuera y lejos de aquí’.
Eso
Se asentaron para hacer frente a la rutina del nuevo día, revisando informes, yendo a una reunión informativa y organizando lo que tenían que hacer. Era casi mediodía antes de que salieran a la calle, y la nieve era una bendición, ya que lo ralentizaba todo. Las personas todavía se arremolinaban; los coches se abrían paso a través de los semáforos y en las esquinas apenas faltaban los pies de los peatones que esperaban. Pero había un murmullo de emoción en el aire. La primera nieve siempre era muy emocionante, antes de que se derritiera o, en el peor de los casos, se volviera aguanieve. El aire amargo de noviembre picaba la cara de Daniel, pero estaba bien. Estaba en casa.
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—Así que dime. ¿Ese tipo que rastreaste, el hermano o algo así, te dio buena información? Daniel odiaba utilizar la información de la policía para buscar al hombre que quería encontrar y en su lugar había confiado en el buen trabajo de un detective a la antigua. Saber que el hermano de Chris trabajaba en el Times8 era un buen lugar para empezar, el siguiente paso era conseguir la información de dónde trabajaba su hermano. Con la dirección en la mano y salir dos horas antes para ir a trabajar significaba que finalmente, después de todos esos años, había visto a Chris de nuevo. Extraño que el hombre que le había dado un propósito a sus estudios hubiera terminado, de todos los lugares, en una cafetería. En su cabeza Chris se había convertido en maestro, o había hecho algunos estudios más y se había convertido en Doctor en literatura inglesa. Cualquier cosa menos alguien que hacía café y muffins y los vendía para ganarse la vida. —Sí, y trabaja allí, detrás del mostrador. —De ahí los muffins. ¿Te reconoció? —Sí que lo hizo. Pude inmediatamente de quién era yo.
ver
que
se
dio
cuenta
—¿Ibas de uniforme? —Lo dejé aquí ayer y me cambié cuando llegué. No quería asustar al chico a primera vista. —Daniel se encogió de hombros—. Parecía un conejo asustado, y no llevaba sus gafas. —¿Te acuerdas de que llevaba gafas? —Alex se echó a reír—. Hombre, lo tienes mal. ¿Realmente te ha seguido gustando durante todo este tiempo? 8
Es una revista de información general que se publica semanalmente en los Estados Unidos desde 1923. Es una publicación que cuenta además con varias ediciones en diversas partes del mundo.
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Daniel no había compartido mucho de su historia personal con Alex. Su socio conocía los titulares: hijo de padres ricos, educación privada, título universitario, policía. Él no conocía a Chris y el efecto que el estudiante de último curso había tenido en su primer año. ¿Por qué iba a hacerlo? Daniel lo mantenía todo muy cerca de su pecho. Suspiró. —Es un asunto pendiente. Debería haberlo buscado antes. Alex lo miró pensativamente mientras evitaba con habilidad chocar con una mujer que se había detenido a mirar un escaparate con muy poca consideración por las personas alrededor de ella. Hizo una mueca, pero siguió caminando. Estaban acostumbrados a cosas mucho peores. Todo el mundo tenía alguna intención oculta, y el trabajo de la policía era asegurarse de manejar cualquiera cosa que la ciudad les lanzara. —Entonces, ¿por qué no lo buscaste antes? Daniel vio a un Santa desaliñado con una caja de caridad en la esquina y lo miró fijamente. Este pareció pillar la indirecta y desapareció. Había dominado el arte de la dura mirada de no me jodas de Alex, y lo utilizaba con buenos resultados. A veces, el lenguaje corporal y el uniforme eran más eficaces que las palabras. —No era el momento adecuado. Estaba en la universidad, luego las peleas familiares, después el entrenamiento, por último superarlo todo. Supongo que sólo lo establecí así. —Juego peligroso si él era tan importante. ¿Y si él hubiera encontrado a algún otro semental alto y con los ojos de color avellana y se hubiera fugado a Tortuga9? —¿Me estás llamando semental, Strachen? 9
Isla de Tortuga, situada en Atlántico.
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Alex resopló una carcajada y respondió a una llamada en su radio. Había una situación tensa a una calle y de repente la conversación se había acabado. A medida que conseguían los detalles, un conejo muerto, un estafador, un niño que se lamentaba y la mamá del niño, Daniel intentaba poner sus propios pensamientos en orden. Chris se había escandalizado al verlo esta mañana, pero lo había reconocido. Esa era una buena cosa, ¿no? Seguía estando igual a como Daniel lo recordaba. Nervioso, lindo, no lindo, magnífico, y aún con esa sonrisa que ponía mariposas en la boca de su estómago. Él volvería pronto, tal vez incluso tuviera el valor para pedirle que saliera con él. Decisión tomada, se concentró en la historia de por qué un niño de cuatro años de edad había encontrado un conejo muerto en el interior de una caja de zapatos. Eso sólo ocurría en Nueva York.
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CAPÍTULO DOS Jueves, 22 de noviembre Chris empujó su teclado y se desplomó en la silla. Había rechazado pasar Acción de Gracias con Ame, y se suponía que ahora debía estar trabajando. ¿A quién estaba engañando? No había manera de que pudiera trabajar cuando en lo único en lo que podía pensar era en el Sagrado Corazón y el lío en medio del que estaba. Había intentado duramente alejar de su cabeza el texto en la pantalla, pero al final del día ni siquiera Charles Dickens hubiera podido mantener la cabeza en el asunto. El trabajo que había conseguido en el Sagrado Corazón le había caído por accidente. Un amigo de un amigo mencionó que la escuela privada estaba buscando un profesor suplente de inglés durante un tiempo y que si Chris estaba interesado en trabajar allí durante un par de semanas. Unas pocas semanas se habían convirtieron en unos pocos años y Chris no podría haber sido más feliz. Los niños a los que enseñaba eran respetuosos y lo escuchaban, sus compañeros eran amigos y colegas, y se había incluso metido en una relación a escondidas con uno de ellos. Whitman Hamilton Keyes III, hijo de uno de los miembros de la junta, tenía la típica belleza clásica y el típico aire agudo al que Chris aspiraba. Todo eso se había ido a la mierda. Había sido encontrado un correo electrónico y el contenido del mismo significó que se le pidió que se fuese con nada más que la caja con sus objetos personales y una advertencia no poner de nuevo un pie en Sagrado Corazón. Trabajar ahora para su mejor amiga desde que se mudó a la ciudad había sido un retroceso hasta que decidiera qué hacer. Había hecho en línea los cursos de
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alfabetización, para mantener a los lobos en la puerta. Renunció a mantener su pequeño apartamento y se quedó en la habitación encima de la cafetería. Siempre había esperanza. Había contratado a un abogado con lo que le quedaba de sus escasos fondos, pero al final del día los fondos habían volado justo cuando la escuela le dio el ultimátum: Permanezca tranquilo y no haremos un escándalo. El chocolate caliente probablemente ayudaría. O más bien la distracción de elaborar la bebida haría que pareciera como si estuviera tomándose un descanso en lugar de estar dándose por vencido. Bajó las escaleras, los pies sin calcetines contra el suelo de madera y su cabeza dando vueltas con qué pasaría y si quizás... —Despierto hasta tarde ¿estás bien? —Ame estaba al final de las escaleras, dos cestas vacías para muffins en sus brazos y una mirada de preocupación en su rostro. Podía mentir. Podría pasar muchísimo tiempo de pie bajo el aire de la noche fría tratando de convencer a su mejor amiga que sí, que todo estaba bien. Sin embargo sabía que una cosa siempre sería cierta, que ella vería a través de él en un instante. —¿Pasaste un buen rato con tu madre? —Chris era un experto en desviar la atención de sus propios problemas. —Demasiada comida, fútbol, encantadora. No cambies el tema.
la
habitual
familia
Genial. Ame tenía esa expresión en su cara, la que decía que no iba a dejar pasar la mentira. —He estado mejor —dijo Chris. Lo mejor era sacar rápidamente del camino cómo se encontraba. Mejor ser honesto—. Me llegó la carta final de la Junta del Sagrado Corazón, me esperaba ayer cuando abrí mi correo.
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—¿Qué decía? —Lo que esperaba. Agradeciéndome mi trabajo allí y que lamentan ver que me voy. —¿Se acabó entonces? —Su voz denotaba tristeza, y colocó las canastas en el suelo, liberando sus brazos para tirar de él en un fuerte abrazo. La pena le hizo una bola en el pecho. Ella sabía lo que había decidido. No estaba de acuerdo con él, lo envolvió en sus brazos tanto como podía, pero, al menos, lo abrazó cuando llegó abajo. No era estúpido; todo lo que habían dicho era mentira, una mentira que lo seguiría siempre. Los rumores serían suficientes para detener cualquier posibilidad futura de que una escuela estatal o privada le diera un trabajo. No, bajaría la cabeza, no se metería en líos, y no correría el riesgo de volver a la enseñanza. Ver las palabras en blanco y negro, lo había lastimado. Los detalles bajo el exclusivo membrete de la escuela preparatoria, deseándole suerte para el futuro y dándole las gracias por su comprensión. Había sido demasiado. Se relajó en su abrazo. Amelia podría ser quince centímetros más baja que él, y podía muy bien tener sólo dos tercios de su peso, pero infiernos, podía abrazar como un culturista con esteroides. —Lo siento, Christian —agregó suave y quedamente en su oído. Él se encogió de hombros mientras ella lo soltaba y miraba su cara en la penumbra del pasillo. —Está bien. Sabía lo que iban a decir, sólo que verlo es duro. —Permanecieron en silencio durante unos momentos. No sabía qué más decir. Tener a alguien con él que entendiera que sólo necesitaba tiempo era suficiente.
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—Maria tenía su exploración hoy. —Chris abrió los ojos, ni siquiera se le había ocurrido preguntar por la mujer a la que estaba reemplazando temporalmente. —¿Está todo bien? —El bebé está bien, pero la presión de la sangre de Maria está por las nubes. Le dijeron que no podía trabajar hasta que llegara el bebé, y pueden tener que realizar una cesárea. Parece que puede ser preeclampsia10. En cualquier caso, no vamos a verla antes de Navidad. —Pobre Maria —dijo Chris inmediatamente. Sentía mucho afecto por la fogosa italiana y su familia. Ellos llevaban mucho tiempo tratando de tener un bebé. Que Maria se pusiera enferma a sólo seis semanas del parto, no le parecía justo. —¿Te quedarás aquí conmigo durante más tiempo, ahora que tienes el despido por escrito de la escuela? —Chris sabía lo que le estaba preguntando. Si se quedaba aquí con ella, en la habitación encima de la panadería, y continuaba cubriendo a Maria. ¿Quería quedarse en esa pequeña cafetería a medio camino de Grand Street que atraía turistas y hombres de negocios por igual y siempre estaba ocupada? La distracción era buena, por lo menos ganaría un poco de dinero, y quería a Amelia. —Nunca te he dejado en la estacada, Ame. —Ya lo sé, bebé, solo... ¿Vas a intentarlo con otro puesto? ¿Tal vez en otra escuela? ¿Una escuela pública? —Esa no era la primera vez que ella se lo había dicho. Era de la opinión de que él se desperdiciaba en cualquier lugar fuera de un aula. Deseaba poder sentir lo mismo.
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La preeclampsia es una complicación médica del embarazo también llamada toxemia del embarazo y se asocia a hipertensión inducida durante el embarazo.
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—No. —Chris se sorprendió a sí mismo por su rápida respuesta. Normalmente era mucho más contenido. Nada de eso era culpa de Amelia—. Lo siento. No me refiero a... Mira, no voy a trabajar otra vez con niños cuando en un momento dado podría tener un dedo apuntándome por ser gay. —Chris —Voy a trabajar en los cursos en línea, tal vez escriba algunos libros de texto —dijo Chris. Estaba siendo terco y lo sabía, pero a pesar de que llevaba cinco años siendo amigo de Ame, ella no sabía lo que realmente sentía por dentro. —¿No es eso un desperdicio? —No voy a pasar por toda esa mierda de nuevo. Estoy muy feliz de trabajar en segundo plano. —Sabía que su dolor e ira llenaban sus palabras de mentiras que Ame no se creyó. Por un instante, ella frunció el ceño ante las palabras. Joder. Obviamente él no estaba haciendo un buen trabajo ocultando cómo se sentía. —Eres bienvenido a quedarte aquí. Tanto en la habitación como en el trabajo de la planta baja —finalmente dijo, inclinándose para recoger las dos cestas y regresar a la tienda en el área principal. La siguió—. Sabes que incluso con Maria aquí siempre puedo necesitar ayuda. Pero también sabes que no tienes que quedarte si quieres pasar a otra cosa. Siempre puedo contratar ayuda para Navidad. La tienda estaba oscura, las persianas bajadas, y la única iluminación venía de la máquinas que alimentaban su parte correspondiente de Nueva York con café, los colores verde y rojo lanzaban un sobrenatural resplandor fantasmal al interior. La
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tienda estaba tranquila antes del día siguiente con su fiebre de compras del viernes negro11. —Gracias, Ame. Quiero quedarme y estar centrado en algo, y haré los turnos de Maria. Caray, tengo el tiempo. No es necesario que busques a nadie más. —Amelia se paró en el mostrador y negó. Esa reacción fue suficiente para hacer que Chris deseara volver al piso de arriba. Aquí venía la conferencia. —Gracias por eso, bebé —comenzó con bastante calma—. No voy a decir que no. El período previo a la Navidad siempre nos tiene ocupados como el infierno, es frenético, un desastre, pero… —Ella hizo una pausa, y Chris hizo una mueca, sabiendo lo que venía de su ferozmente protectora amiga—. Estás desperdiciándote aquí. ¡Debes estar en la enseñanza, trabajando con los niños! Es en lo que eres bueno, y me dan ganas de llorar porque ellos te lo hayan arrebatado. —Ame… —Prométeme que lucharás contra esto, Christian, busca la forma de ponerte en pie, demuéstrales que no pueden hacerte esto. —Ame… —Lo digo en serio. Te graduaste como el mejor de tu clase, sangras por la literatura inglesa, lo necesitas, es tu pasión, y enseñar a los niños, mierda, estoy tan cabreada con el Sagrado Corazón. Chris se movió y recogió a su amiga en un abrazo, en ese punto no estaba seguro de quien estaba consolando a quien.
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Es el día justo después del Día de Acción de Gracias, en el cual todos se levantan en la madrugada para hacer fila fuera de las tiendas, y así poder comprar a precios reducidos.
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—Te dije que no voy a luchar contra ellos —comenzó en voz baja—, el acuerdo era que si me iba en silencio, no presentarían cargos. —Por supuesto que no van a presentar cargos. No pueden. ¡Tú no has hecho nada malo! —Ame se echó hacia atrás y le clavó el dedo en el pecho, puntuando cada palabra. Chris se encogió de hombros otra vez. En serio, ¿cuál era el punto de analizar esto una y otra vez? Él no había hecho nada malo, no había hecho ninguna de las cosas de las que había sido acusado. ¿Pero luchar contra el Sagrado Corazón, una escuela privada, una institución muy respetada desde hacía doscientos años? Él no era lo suficientemente fuerte como para hacerlo, e incluso si lo intentaba, no tenía ningún apoyo. Las acusaciones y la condena de sus compañeros, dolían. Por encima de todo lo demás, el hecho de que tenía que dejar a sus estudiantes dolía como un cuchillo en el corazón. —Estoy cansado, Ame. Sólo quería una bebida. Necesito mi cama. ¿Podemos hablar de esto mañana? —Estaba luchando contra el cansancio, y las oraciones de más de cuatro o cinco palabras estaban más allá de él. Se estaba mintiendo a sí mismo y a ella. Al día siguiente iba a encontrar otra excusa para no hablar de ello; lo sabía y ella también. Esta noche, con la copia de su carta de despido del Sagrado Corazón colocada sobre su escritorio, necesitaba más que nada ocultarse y lamerse las heridas. Ella chasqueó la lengua y dejó escapar un suspiro ruidoso, todavía resoplando y suspirando mientras él se servía un chocolate caliente y se deslizaba en silencio fuera de la cocina con un suave ‘buenas noches’ para su amiga.
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CAPÍTULO TRES Domingo, 25 de noviembre Esa mañana la cafetería de Amelia estaba más tranquila. Mirando por la ventana, Chris podía ver que las aceras estaban húmedas y deslizantes por los parches de hielo acumulados durante la noche. Eso explicaría el tráfico lento de los transeúntes por la calle. El sonido del tráfico se había suavizado debido a que los vehículos se movían con más cuidado para evitar el hielo negro 12 . Todavía había un flujo constante de turistas pasando, pero no había colas enormes y todo el mundo estaba sonriendo. El olor de la Navidad en la ciudad estaba en el aire, y con ello la expectativa de la temporada. Chris enfocó su atención, la parte de él que lo hacía sin esfuerzo puso una sonrisa en su rostro y se metió en la cafetería. Podía servir y sonreír, hablar e intercambiar saludos de Navidad y todavía planificar los textos sobre Dickens en su cabeza. Chris no vio a Daniel en un primer momento. Se preguntó por qué no había notado antes que estaba allí, parado frente a él. No era fácil para Daniel ocultarse entre una multitud, ya que era una cabeza más alto y con los hombros más anchos que la mayoría, pero Chris supuso que era porque nunca había esperado verlo de nuevo, ni verlo en uniforme. Pero eso es lo que había pasado. Daniel. En la cola. Daniel con dos policías. Daniel en uniforme. «¿Daniel es policía?» —Hey —dijo Daniel, el policía, vacilante, y eso fue todo lo que Chris necesitó para dejar sus pensamientos.
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Capa fina de hielo en la carretera.
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—Hey —respondió y luego se detuvo, su mirada parpadeó entre el poli Daniel, al poli bajo y al poli ancho. —Alex y Mikey, mis colegas —presentó—. Amaron los muffins de arándanos —Daniel suministró amablemente, señalando a sus sonrientes compañeros policías—, y les dije que les enseñaría el sitio. —Oh. —«Mierda.» ¿Por qué no podía conectar su cerebro con su boca? —Así que... erm... ¿Tienes algunos más? —Daniel estaba mirando la vitrina esperanzadoramente, su mirada escaneando los bollos rellenos de crema, las galletas y viceversa. —No —dijo Chris al instante, y luego sintió como si se golpease la cabeza contra la máquina de café. «¿No?» ¿Qué tipo de respuesta había sido esa? Era grosera y brusca y, maldita sea, Daniel tenía el ceño fruncido. —¿Qué me recomiendas en su lugar? —El policía ancho interrumpió, y Chris nunca estuvo más agradecido porque alguien continuara con la conversación. —Caramelo... Chocolate... Muffins —Chris finalmente sugirió. Genial, otro día en el que no conseguía decir una frase realmente coherente. —Amo los muffins de caramelo —ofreció el policía bajo amablemente, y Daniel asintió su obvio acuerdo. —Nos llevaremos quince —Daniel ordenó y dio un golpecito en la caja de cristal— muffins de caramelo y chocolate. Por favor. Chris llenó de muffins una de las cajas más grandes que guardaban para grandes pedidos y se la entregó a Daniel. Esta vez, cuando Daniel le entregó el dinero, Chris calculó que no
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habría ningún cambio, y experimentó una punzada de tristeza instantánea porque no iba a tocar la mano de Daniel. Se las arregló para sonreír. Bueno, trató de sonreír, pero en serio, ¿qué se suponía que tenía que hacer? Daniel Jodido Bailey había regresado y estaba de pie justo en frente de él en la tienda, con el rostro enrojecido por el frío, sus ojos color avellana brillando con luz. Y... estaba en uniforme. ¡Uniforme! Daniel en uniforme con los ojos brillantes y esos hoyuelos era cada una de las fantasías que Chris alguna vez había tenido, todo en un solo paquete. Chris no tenía sangre en su cuerpo, toda se había disparado en dirección a su polla. —Que tengan un buen día —finalmente logró decirles a los policías cuando estos se retiraban. Daniel miró hacia atrás, con una expresión pensativa en su rostro, y él asintió en respuesta. Daniel. Uniforme. Chris estaba jodido. «¿Cómo de idiota era eso?» Todo lo que tenía que decir era algo en la línea de: ‘¿Cómo estás?’ ‘¿Qué estás haciendo ahora?’ ‘¿Por qué decidiste ser policía?’ Tenía muchas opciones sobre las que hablar, después de todo, así era como ellos sabrían uno del otro. ‘¿Realmente lograste pasar los cuatro años en la universidad sin joderla?’ Habría funcionado. Pero, demonios, todo lo que le había salido era alguna mierda estúpida sobre magdalenas de caramelo. Estaba seriamente jodido si no podía ni siquiera formar una frase que no incluyera la palabra ‘muffin’. Hubo una especie de conmoción en la puerta y la multitud se abrió hasta el mostrador. Daniel, con su uniforme, había vuelto e iba a grandes zancadas y con confianza hacia él, que se quedó boquiabierto, todos lo miraban y temblaban por dentro como una hoja. Palabras. «Recuerda tus palabras», le dijo una débil voz dentro de su cabeza.
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Pidiéndole disculpas al hombre del macchiato y la ración de tarta de caramelo y toffee que estaba a mitad de su pedido, Daniel se inclinó sobre el mostrador. Dicho cliente apenas le echó un vistazo al alto policía y retrocedió. —Me encantaría ponerme al día, Chris —dijo Daniel. La esperanza estaba grabada en su rostro, y Chris parpadeó ante el comunicado. Necesitaba encadenar una oración, esa frase vital que dijera: ‘sí, por favor’. —Sí. «Bueno, una palabra que no estaba mal.» Daniel miró alrededor de la tienda con una sonrisa irónica. —Te diría que nos reuniéramos para tomar un café, pero supongo que probablemente estás harto de él. —No, un café está bien. —Oh, maldita sea, sin embargo, no allí. Ame estaría observando todo tiempo, probablemente con risitas, y arrojando comentarios sarcásticos libremente—. Pero no aquí —añadió rápidamente. Daniel asintió rápido. —Estoy en el turno de tarde, mañana libro, o al día siguiente —Mañana. Estaré aquí, si quieres nos encontramos aquí. «Oraciones. Sin la palabra muffin.» —¿A qué hora termina tu turno? —preguntó Daniel. —Dos y media —Chris mintió. En realidad no tenía horarios como tales, sino que simplemente cubría cuando se le necesitaba. El tiempo trastabillaba hacía la superficie de su cerebro cuestionando cada movimiento que hacía. Dos y media no parecía demasiado ansioso, ¿verdad? Era después de la hora de comer y estaba más enfocado a media tarde. «Tienes que hacérselo saber a Ame», gritaba su confusa mente. —¿Entonces aquí a las tres y media?
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—Sí. Daniel sonrió ampliamente. —Será bueno ponerse al día. —Se disculpó con el tipo del macchiato y luego, con un gesto de su mano, se dirigió a través de la tienda mientras las personas se separaban de nuevo para dejarlo pasar. —¿Perdón? ¿Hola? —Chris parpadeó al aquí y ahora, y se dio cuenta de que el cliente frente a él estaba mirándolo fijamente y tenía una expresión irritada en su rostro. —Lo siento, señor. ¿Qué era lo que quería? El día fue largo y para el momento en el que las puertas se cerraron a las siete de la tarde Chris estaba listo para una ducha y un buen libro. Aprovechó que Ame no estaba a la vista y subió los escalones de dos en dos a su habitación. La última cosa que quería era hablar de lo que había pasado hoy, y Ame era una experta en sonsacarle información. —Háblame de ese alto amigo de cabello oscuro de la universidad que ha resultado ser el policía Daniel. —Ame lo estaba esperando en la cima de la escalera, con los brazos cruzados sobre su pecho y una sonrisa arqueando sus labios. —No hay nada que contar —dijo Chris. Incluso abrió las palmas de las manos para indicar inocencia en lo referente al tema de Daniel. Pensó que había logrado que ella lo creyera hasta que reveló lo que estaba en la mesita junto a ella. Dos botellas de vino. Eso sólo significaba una cosa. Chris suspiró ante la inevitabilidad de todo. —Por ti, solo espero que sea gay, o al menos bi. —Ame. —En serio, Chris, se ve caliente y el deseo no correspondido por experimentar con chicos heteros es tu razón
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de ser. ¡Tienes que salir y realmente tener de verdad algo de lo que la escuela te acusaba! Tener sexo a tope, con un hombre realmente gay. —Él abrió la boca para hablar, pero ella lo hizo callar con el suave toque de un dedo sobre sus labios. —Por el amor de dios, Ame… —Una noche, creo —dijo ella. —Estoy cansado… —Un tipo se te acerca y tú estás a punto de caer de rodillas con la lengua por el suelo. Quiero saber más detalles. Con un suspiro, él le hizo un gesto. Ella trepó sobre su cama y luego se colocó contra las almohadas, como cualquier otra noche que compartían vino y pizza. Hablando de lo cual... —¿Ya pediste la pizza? —le preguntó Daniel. No pudo evitar el suspiro adjunto. —Doble de salami, extra de pimientos, la grande. Ahora pásame un vaso. Mantenía dos copas de vino en su pequeña mesa de noche, sólo para las noches como ésta. No podía imaginar tener a un hombre en esa habitación, ese era el símbolo de su fracaso, pero podía disfrutar de lo que Ame cariñosamente llamaba las ‘noches de chicas’. Después de que Chris le diera el primer vaso, ella lo llenó hasta el borde con el vino tinto y se lo pasó de nuevo. Repitió lo mismo con el segundo vaso y luego, con un suspiro, se sentó en el borde de la cama y tomó un sorbo enorme, llenado su boca con la bondad de la uva. Sería el que bajara para coger la pizza en la puerta de atrás, pero durante aproximadamente diez minutos podía dejar que el opaco vino nublara sus pensamientos. Tener el cerebro confuso, sin sus sentidos, hacía que todo fuera mucho mejor para decirle a Ame la verdad.
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La pizza llegó y Ame esperó hasta que terminó la segunda porción antes de comenzar con las preguntas. Y cuando lo hizo no podía creer que ella fuera directa a la yugular. —Así que, Chris, ¿cuándo caíste lujuriosamente por Daniel? Cuando Chris finalmente dejó de toser, se excusó del choque con un simple levantamiento de las cejas. —¿Qué? —dijo. Usó ese tono de incredulidad que le había funcionado tan bien con sus padres cuando era más joven. El que sonaba a completa inocencia. Ame golpeó su pierna, haciendo que su vino tinto se tambalease peligrosamente. Eso sería una final increíble para la noche: dormir en una zona húmeda que no hubiera sido provocada por un caliente sexo sudoroso. —Tu cara, y no lo niegues, estabas totalmente colorado y luego se te trabó la lengua, así que suéltalo. —¿Qué es exactamente lo que quieres saber? Ya has visto cómo me pongo cuando alguien remotamente guapo llega al mostrador. —Esto era diferente —dijo Ame. Y tenía razón. —No vas a dejar pasar esto, ¿verdad? —Ame negó e incluso se inclinó un poco hacia delante para mostrar su interés. Chris recordó la primera vez que había visto a Daniel. Ese era tan buen punto para empezar como cualquier otro, supuso—. Bueno, la primera vez que vi a Daniel fue tal vez en la segunda lección después de que me pidieran que fuera TA de Inglés. Entró arrogantemente debido a su dinero, y con un grupo de otros niños de primer año de su edad todos colgados de cada palabra que decía. Era brillante. Muy brillante. Y se las arregló para superar el año. Yo en realidad nunca lo sorprendí haciendo
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algo remotamente parecido a estudiar, pero de alguna manera se las arregló para puntuar lo suficiente en todas sus clases como para pasar. Curiosamente, la única clase que se le resistía era inglés. Así que me asignaron la tarea de tutorizarlo después de clases. —Esto suena como el comienzo de una película porno. — Ame se reía mientras lo decía. Chris sonrió. Si Ame pudiera ver dentro de su cabeza no se reiría. Daniel y él, y el sexo, de repente pasaron a la parte delantera de sus pensamientos. —Era más joven que yo y estaba completamente en el lado opuesto del campus. Y, literalmente, se acostaba con cualquier cosa que se moviera, niñas y niños. Así que estaba fuera de mi zona de confort. Yo solía observarlo. Sé que suena un poco raro, pero me gustaba mirarlo cuando estaba estudiando para ver si podía sacarme de la cabeza por qué alguien tan guapo, tan fuerte, tan divertido, necesitaría dormir con todo lo que estuviera alrededor. En realidad nunca lo entendí. De todos modos, la lujuria no era mutua, etcétera, etcétera. Me fui al final de su primer año, que era el último mío, y no he sabido nada de él desde entonces. —Awww —dijo Ame. Genial, ella estaba usando su linda voz, la que Chris temía—. Entonces, ¿cuántos años han pasado hasta que entra en esta tienda de café y te encuentra? Oh… — ella apretó una mano contra su pecho—, qué lindo es eso. ¿Qué pasaba con las chicas que veían a chicos gais y los encontraban lindos? Seguro como el infierno que ella no lo encontraría lindo si le sorprendiera con un hombre de la forma en la que quería estar con Daniel. Incluso con el vino que normalmente le bajaba la libido, estaba poniéndose duro ante la idea de estar a cuatro patas sobre la cama, con Daniel dentro de él, marcándolo, queriéndolo. Él se retorció para ponerse cómodo, su maldita polla tenía que quedarse atrapada en la tela
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de su jersey, realmente tenía que llegar a un acuerdo con la fuente de su malestar. —¿Alguna vez lo conseguiste en la universidad? —Ame se inclinó hacia delante, una rebanada de pizza en una mano, la mitad de un vaso de vino tinto en la otra, y un brillo avaro en sus ojos. «¿Qué, ella quería detalles?» —Nos besamos una vez. —Cuéntame más. —Estábamos borrachos... —Su voz se desvaneció mientras una vez más recordaba el beso en la fiesta del alcohol. —Típico en la universidad, actuar sin control —Ame intervino. —Sí, bueno. Nunca he bebido mucho, ni siquiera entonces, y con dos copas yo estaba con cualquiera. Así que con cuatro cervezas y una botella de brandy y otra de whisky, yo estaba jodido. En serio, estaba fuera de mi cabeza. Yo estaba solo con Daniel. Nos besamos. Fue épico. —¿En serio? —dijo Ame soñadora. —¡No! —dijo Chris con una sonrisa—. Lejos de épico. No lo recuerdo muy bien. Era sólo una de esas cosas de borrachos. Él me evitó el resto del semestre a excepción de la tutoría y nunca hablamos de ello. —Oh. —Ame sonó desanimada. ¿Qué quería ella? ¿Un romance gay de libro de cuentos? Como que iba a suceder—. Pero —ella continuó—, está de vuelta y creo que está interesado. —Ame, repito, él se folló a la totalidad del campus, cualquier chica o muchacho, gay o bi, en un año. Sin embargo, no fue a ninguna parte cerca de mí. ¿Qué te dice eso?
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Ella consideró la pregunta por un momento y masticó un bocado de pizza. La ingirió con un buen trago de vino y después le entregó su dictamen pericial. —Él se estaba guardando a sí mismo para ti. O bien para sí mismo. O lo que sea. —Ella se echó a reír y era contagiosa, y de repente, la pizza y el vino fueron olvidados, Chris y Ame rieron hasta llorar. Fue un infierno de noche, y justo lo que necesitó para que le ayudara a olvidar.
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CAPÍTULO CUATRO Lunes, 26 de noviembre No era la primera vez que Chris se preguntaba por qué diablos había accedido a reunirse con Daniel. Cuando el reloj marcaba las dos y cuarenta y cinco, se puso de pie delante del espejo de cuerpo entero en su habitación, la mirada perdida en su reflejo. «¿Cuál es mi problema? ¿Por qué soy tan idiota?» No es que fuera feo, pero tampoco era una belleza clásica, sino que era simplemente de aspecto normal. Una figura delgada, pelo oscuro y un mentón cuadrado. Cuando en una ocasión dejó de afeitarse por un tiempo, un ex novio incluso le dijo que tenía una extraña belleza. Sus ojos eran su mejor característica, aunque realmente no necesitaba que nadie le dijera eso. Eran de un suave marrón y enmarcados en unas pestañas que su mamá decía que las mujeres asesinarían por tener. Su último novio había comentado más de una vez que sus favoritos no eran los ojos de Chris, sino sus labios. Añadió que era especialmente agradable cuando veía esos labios ocupados alrededor de su polla. Muy elegante. «Mierda.» Esos malos pensamientos llenaron y endurecieron su polla que se empujaba contra la cremallera de sus nuevos jeans. La imagen de una mamada, cuando ya tenía a Daniel en su cabeza era lo último que quería conjurar en los recovecos polvorientos de su cerebro. Se sintió caliente y descansó la frente contra el espejo frío, catalogando todas las cosas que podrían salir mal en la reunión para tomar café con Daniel.
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—¿Chris? —La voz de Amelia hizo que la razón entrara su oído y saltó con aire de culpabilidad, golpeándose la cabeza en el espejo y haciendo una mueca por el agudo dolor. —Ouch —murmuró, poniéndose su camisa y girándose hacia su amiga. —Te ves bien —fue todo lo que dijo, y él se sintió formando una sonrisa, bueno al menos casi una sonrisa. Había elegido su mejor camisa abotonada, una azul oscuro que hacía que sus ojos destacaran. Bueno, eso según el novio que antes le había dicho que tenía unos lindos labios. —Gracias. Daniel vendrá a recogerme en un rato, dijo que iríamos a tomar un café. —Que os divirtáis. Recuerda el pasado. Y asegúrate de ser muy sexi. Ah, y no olvides los condones y el lubricante. —Ella le dio un codazo en el pecho y se echaron a reír, y debido a sus bromas Chris se sintió inexplicablemente más ligero. Sabía que Daniel era bi. El otro hombre jamás lo había escondido en la universidad. Realmente hizo un gran espectáculo yendo de amor en amor, sin prejuicios de géneros. Por otro lado, él era gay. Fin de la historia. Estaba seguro que Daniel los sabía, y en esos momentos Chris se encontraba sin ataduras, llevaba siendo así desde que el problema de la escuela le explotó en la cara. Así que, si Daniel estaba libre, tal vez los recuerdos del pasado podrían llegar a algo más. De pronto sintió náuseas. «Paso a paso, Christian, paso a paso.» Cuando finalmente tropezó con incertidumbre en la planta baja, se preguntó si tal vez la tienda estaría tan llena que Amelia exigiría su ayuda. No parecía más ocupado de lo normal, pero
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bueno, cualquier excusa es buena en una tormenta. La buscó pero estaba ocupada atendiendo, y luego oyó la voz de Daniel. —Chris. —Maldita sea, Daniel estaba allí esperando con unos jeans que abrazaban sus musculosas piernas y una chaqueta de cuero negro con la cremallera subida hasta la barbilla—. Aquí. —Chris se acercó hasta estar frente a él, encogiéndose de hombros en su chaqueta y subiéndose la cremallera. Fuera hacía frío y algunas veces el viento helado del exterior podía robar el aliento. Salieron de la tienda. Chris se detuvo, sin saber la dirección en la que Daniel tenía la intención de ir. Daniel resueltamente había girado a la izquierda, y Chris se encontró medio corriendo unos pocos pasos para ponerse al día con él. Caminaron en silencio por un momento y se detuvieron en una cafetería llamada, poco inteligentemente, La Cafetería. El propietario era un amigo de Amelia, pero era también su rival más cercano. Chris sonrió para sus adentros al pensar en la cara de Ame cuando le dijera que se había gastado el dinero allí. Ordenaron, Daniel pagó, deteniendo la mano de Chris cuando este buscaba su billetera en la chaqueta—. Yo invito esta vez —dijo. Todo en lo que Chris pudo concentrarse fue en: ‘Esta vez’. El café estaba caliente, los muffins que Daniel había comprado tenían arándanos y la conversación comenzó en su mayoría de un solo lado. Daniel le contó cómo se había convertido en policía. —Así que, sí, unirme a la fuerza fue una decisión fácil, al final, una buena —Daniel terminó, mordiendo el muffin y entrecerrando los ojos. Chris lo miraba pensativo. Daniel lo había tenido todo, un fondo fiduciario, padres con conexiones, y ¿tenía que decidir ser policía? ¿Y no cualquier policía, sino un policía de la ciudad de Nueva York?
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—¿Qué piensa tu familia? —Chris no recordaba mucho de lo jodidamente rica que era la familia de Daniel, sólo tenía un vago recuerdo de lo que otros estudiantes le habían dicho. —Mamá suavemente se contuvo; papá ya había renunciado a preocuparse por lo que llama su extraño hijo. Sus palabras, no las mías. —Daniel se encogió de hombros—. A su manera están contentos por mí, pero lo que más les importa, o eso supongo, es que ahora soy feliz. Quiero decir, nunca fui feliz en la oficina con papá, y mucho menos por ser el aparente heredero. ¿Qué acerca de ti? —Chris se quedó noqueado por el repentino giro de enfoque en la conversación. «Frases. Frases pequeñas. Sujeto. Verbo. Preposición. Objetos. Frases pequeñas. No muffins.» —Yo trabajo en... Con Amelia. —Genial... Aunque supongo que me lo esperaba... —La voz de Daniel tenía un tono curioso—. Siempre fuiste el único inteligente... —Fui profesor. De Inglés. —Chris respondió, y luego se encogió de hombros—. Durante un tiempo. —¿Pero lo dejaste? —Daniel siempre había sido el único en las clases en ir al grano, directamente al punto de cualquier conversación. —Yo no lo disfrutaba —Chris mintió rápidamente, haciendo una mueca interiormente cuando Daniel asintió en aceptación incondicional ante lo que acababa de decir. Chris no estaba dispuesto a hablar de lo que había sucedido en el Sagrado Corazón. Daniel pareció pillar la indirecta y continuó hablando. El sujeto cambió rápidamente al fútbol, después al béisbol, el arte, los libros y cualquier cosa.
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—Tengo unas entradas para la celebración en el Rockefeller Center. Ya sabes la iluminación del árbol de Navidad. En Brasserie Ruhlmann 13 —dijo Daniel. Parecía repentinamente incómodo y no miraba a Chris a los ojos—. Papá me las envió. —Sonaba como si estuviera defendiéndose por tener las entradas. Debían ser caras. Chris no juzgaría a Daniel por tener los medios para disfrutar de nuevas experiencias en la vida. A pesar de que admitía para sí mismo que se sentía un poco celoso. Chris esperaba algo más. Cualquier cosa. ¿Estaba Daniel pidiéndole que fuera o estaba diciendo algo completamente diferente? —¿Quieres venir conmigo? ¿Cómo mi cita? —Daniel se movió nerviosamente incómodo y el corazón de Chris se retorció en su pecho. ¿Ese chico caliente de más de 1.82 metros de altura estaba nervioso por pedirle una cita? —Sí —contestó—. Me encantaría. De repente, Daniel parecía entusiasmado. —Las entradas son para el evento en el Brasserie, en el interior, barra libre y todo lo demás, y estaremos a sólo unos pasos del árbol. Chris no estaba seguro de qué decir a eso. Verlo en la gran pantalla o fuera con las multitudes, lo había hecho antes. La Navidad no comenzaba oficialmente en la ciudad hasta que el Árbol de Rockefeller estaba iluminado. ¿Pero junto a las personas que podían pagar el precio? Eso era nuevo. Estar sentado ahí, en una cafetería junto a Daniel, le había hecho olvidar lo rica que era su familia, y por asociación, el mismo Daniel. ¿Qué había que ponerse para un evento como ese? Él sólo tenía un buen traje, ¿o debía sacar su escaso suministro de marcas de diseño en un esfuerzo por verse informal? Aunque se 13
Restaurante que está justo en el Rockefeller Centre.
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llamaba a sí mismo un hombre gay, no tenía ni idea. Daniel estaba charlando sobre la Navidad, las luces y las bebidas, y todo lo que Chris pudo hacer fue aferrarse para seguir el hilo. Hizo los ruidos apropiados de interés y luego abandonó cuando se hizo evidente que él simplemente estaba mirando fijamente a los ojos color avellana de Daniel. La cara animada de Daniel se suavizó en una sonrisa gentil y se inclinó y se apoderó de la mano de Chris. —Estoy muy contento de poder compartirlo con alguien. Cambiaré el turno para conseguir la noche libre y aunque estaré de turno por la mañana, podríamos tener una buena noche. Chris asintió. —Nunca he estado tan cerca del árbol — admitió. Daniel apretó brevemente su agarre ante esta declaración y luego continuó charlando y recordando el pasado. El tiempo voló hasta que ambos regresaron a casa de Amelia a primera hora de la noche. Cuando llegaron, Chris no estaba seguro de lo que iba a suceder. ¿Eso había sido una cita? Lo del árbol lo era, ¿pero podían cuatro horas en una cafetería considerarse una cita? ¿Daniel le daría un beso? ¿Debía dar el primer paso? Daniel no era el único que podía liderar, sino que Chris era capaz de iniciar un beso. Se acobardó en el último minuto, cuando Daniel tiró de él en un abrazo, un par de palmadas rápidas y varoniles y luego dio un paso hacia atrás, sonriendo. —¿Tal vez podríamos hacer esto de nuevo? Sólo hablar. Fue bueno —Daniel sugirió, y Chris se mostró de acuerdo. En la siguiente respiración estaba parado fuera de la casa de Amelia, sólo, sintiéndose realmente agradecido de haber pasado todo el día de la cita del café sin hacer el ridículo proclamando su deseo eterno por Daniel.
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Fue un final extrañamente decepcionante para el día. Se quedó absorto en sus pensamientos hasta que alguien invadió su espacio personal. Alguien alto e imponente. ¿Daniel? ¿Qué demonios pasaba con ese hombre y su manía de volver constantemente? —Me olvidé de Suavemente. Vacilante.
algo
—dijo
Daniel
con
cuidado.
—¿Qué? —Chris estaba orgulloso de sí mismo por conseguir decir por lo menos una palabra cuando Daniel dio un paso aún más cerca. Este se inclinó hacia abajo tomando ventaja de su altura y colocó un tierno beso en los fríos labios de Chris. No fue más que un ligero toque, pero fue suficiente para que Chris persiguiera más. Daniel se movió de nuevo con una sonrisa. —Pasaré a por ti a las cuatro. ¿Te puedes escapar a esa hora? No se me ocurrió preguntar. Chris lo consideró. Ame probablemente lo empujaría hacia la puerta para cualquier cosa remotamente cerca de una vida social. —Puedo —contestó. —Miércoles entonces —Daniel medio susurró y luego se volvió para irse. Chris se tocó sus labios con la certeza de que todavía podía sentir el beso. Sonriendo como un tonto, buscó a tientas el pomo de la puerta de Amelia y entró. Un segundo más tarde, actuando a su antojo, asomó la cabeza y miró hacia la acera donde Daniel estaba de pie, mirando hacia atrás. El policía hizo un gesto, y Chris le devolvió el saludo antes de retirarse al calor.
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Daniel se sintió inexplicablemente más ligero. No sólo había logrado pasar a través de horas de hablar sin molestar a Chris, sino que había conseguido una cita para la iluminación del árbol. Eso iba a ser diferente. Daniel iba a hacerlo correctamente aun si lo mataba. Cuando llegó a la comisaría y se vistió, todavía no podía sacarse el gusto de Chris fuera de su cabeza. El beso había sido tan breve, y dios, había querido mucho más, pero se había controlado. No había forma de que se pusiera en plan fuerte y asustara al chico de sus sueños alejándolo. —¿Estás despierto? —le preguntó Mikey mientras le daba a Daniel un golpe en el centro del pecho. —Más de lo que tú nunca lo estarás —Daniel respondió rápidamente. —Deja a mi compañero a solas —Alex interrumpió. Luego se inclinó para acariciar a Daniel exactamente donde Mikey lo había golpeado—. Ya sabes que es una delicada flor gay. Daniel soltó una carcajada. A las seis y cinco apenas era una maldita y delicada flor. —Estás muerto, Alex. La próxima vez que alguien nos apunte con una pistola te usaré como escudo. —Sois como un viejo matrimonio —Mikey señaló. Él estaba ajustándose su cinturón y tenía una amplia sonrisa en su rostro.
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—Menos lo de viejo —dijo Daniel. —Tarde —dijo Mikey, y los dejó solos en el vestuario. —¿Vamos a ir a por más muffins mañana? Quiero llevar algunos a casa para Emma —Alex preguntó mientras revisaba su arma y la metía en la funda, lo que garantizaba que estuviera asegurada. —Si alguien va a llevar algunos de esos muffins para mi ahijada seré yo —dijo Daniel impávido. En su primer día fuera de la academia había sido asociado a Alex Strachen, felizmente casado, y de repente Daniel tenía una nueva familia. Había entrado en la vida de Alex y de Kathy justo antes de que Emma hubiera nacido, y hacía poco que ella había cumplido tres años. —Tú la consientes. —Son las tareas del cargo. —Emma, linda como un botón, era la niña de su madre y los ojos de papá, pero Daniel también era muy bueno en su papel—. Hablando de eso, todavía quiero hacer de canguro para que podáis tener una noche libre en algún lugar. Alex sonrió y cerró la puerta del armario con un estrépito. Echó la llave y luego se volvió para apoyarse contra la puerta. —Voy a idear algo, lograré que Kathy esté de acuerdo con una cita nocturna, pero ya sabes que ella está muy cansada. Y todo lo que dice es: ‘Estoy tan gorda’ y no escucha ni una cosa de lo que le digo. —Eso es lo que hace estar embarazada de siete meses — dijo Daniel—. Mira, te organizaré una noche en un bonito hotel, con spa, con todo, en una habitación muy bonita, y yo me quedaré en tu casa. —Sabía lo que Alex iba a decir. La repentina
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actitud defensiva estaba escrita en la cara de su amigo. Pero infiernos, Daniel no utilizaba a su familia muy a menudo, ¿por qué no habría de hacerlo por el hombre que se parecía más a un hermano que a compañero de trabajo? —Daniel… Él levantó una mano. —Ya sé lo que vas a decir, pero es genial. ¿Cuál es el punto de que mi familia sea propietaria de hoteles si no puedo tirar de los hilos? De todas formas, pasar una noche entera con Em me hace feliz. Alex se quedó pensativo por un momento. —Entonces no voy a decir que no —dijo finalmente. —Entonces, dalo por hecho. Alex puso una mano sobre el brazo de Daniel. —Gracias.
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CAPÍTULO CINCO Miércoles, 28 de noviembre Por mucho que Chris intentara lo contrario, Daniel estaba en la parte delantera de sus pensamientos. Ese maldito beso lo había puesto nervioso al punto de que llegó incluso a pensar que se lo había imaginado. No habían coqueteando ni nada que lo sugiriera cuando se habían sentado en el café, solo se habían involucrado en ponerse al día con los recuerdos de la universidad y los deportes. Sujetos a salvo. Aun así, un beso bajo el aire helado, un simple toque de los suaves labios, y el mundo entero de Chris se había sacudido. ¿Sería incluso posible que el chico que había anhelado probar en sus años de universidad y al que incluso ahora quería se hubiera convertido en un hombre que estaba interesado en lo mismo? Y ahora ahí estaba con Daniel, a punto de embarcarse en una noche que podría incluir una gran cantidad de besos. Podría ponerse con eso. La alfombra de color rojo oscuro adornada con el nombre de Brasserie Ruhlmann conducía hasta la puerta. Para entrar en otro mundo. Champagne, entremeses y camareros sonrientes, y todo lo que Chris podía hacer era estar cerca de Daniel. Un tipo con un esmoquin estaba de pie con un pequeño grupo hablando sobre la historia y la arquitectura del Rockefeller Center, pero Daniel no se detuvo. Él no parecía interesado en mucho más allá que coger el champán y luego arrastrar a Chris a través de la pequeña multitud hacia las puertas del ancho patio. Finalmente, llegaron a la zona del patio cubierto contra el frío aire, Daniel exhalando ruidosamente. —¿Estás bien aquí? —le preguntó a Chris.
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Chris miró hacia lo que podían ver desde ese lugar. Los reflectores escaneaban los tejados y los edificios altos. Un millón de estrellas y copos de nieve iluminaban casi todos los escaparates concebibles en el camino. La música de navidad amenizaba a las multitudes que esperaban la iluminación del árbol, algo que le era familiar. Él había estado entre esas multitudes antes, cuando llegó por primera vez a Nueva York. Nunca había un buen momento para poder apoderarse de un lugar y realmente no había ningún sitio bueno. Probablemente era un evento que era mucho mejor ver en casa si querías todos los detalles y una buena imagen, aunque de pie entre la multitud te dejabas llevar por el espíritu navideño. Chris sonrió y se movió para colocar sus dos manos enguantadas en el balcón. —Es perfecto —dijo. Tenían una excelente vista del árbol y un corto período de tiempo para entretenerse antes de que se iluminara. Un camarero se detuvo a su lado con una bandeja que contenía un plato con dos cosas envueltas en forma de paquetes. Daniel se las quitó y le dio las gracias al camarero. —¿Le puedes decir a Laurent que gracias? —dijo en voz baja. —Por supuesto, señor. —El camarero le devolvió una amplia sonrisa a Daniel y luego volvió interior. Nadie más se aventuraba a salir todavía. En realidad se estaba un poco caliente por los calentadores de patio, aunque no lo suficiente como para que Chris se quitara su abrigo. —Aquí. —Daniel se quitó los guantes y le pasó uno de los paquetes envueltos a Chris. Lo desenvolvió para revelar algún tipo de complicado sándwich de carne asada. El pan estaba caliente al tacto y los olores que flotaban hacia arriba estaban impregnados de ajo y especias—. Estos son mis favoritos.
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Cuando mi padre me traía aquí el chef me los hacía porque yo siempre tenía hambre. —¿Conoces al chef? —Chris soltó. Estúpido. Daniel asintió y tomó el primer bocado de su sándwich. Él entrecerró los ojos mientras masticaba. Chris tomó un bocado y cuando las especias golpearon su lengua tuvo ganas de cerrar los ojos. Alimentos como ése necesitaban ser saboreados. Algo de la aromática salsa se filtró por un lado y la capturó lamiéndola. Hizo un pequeño sonido en su garganta y levantó la vista de inmediato para ver si Daniel lo había escuchado. Basándose en la mirada en los ojos de Daniel, lo había hecho. Chris estaba avergonzado. —Tienes un poco... —La voz de Daniel sonaba un poco extraña y luego se acercó y limpió la salsa que Chris debía haber perdido. Por un segundo, el tiempo se detuvo. Cuando Daniel le ofreció su dedo con la salsa en él, Chris se movió por instinto. Curvó la lengua alrededor del dedo y chupó la salsa. —Joder —murmuró Daniel. Chris soltó el dedo y Daniel invadió su espacio. Con la misma mano, enroscó la palma por la parte trasera de la cabeza de Chris y los unió en un beso. Los alimentos y bebidas olvidados, Chris se perdió en un beso salido directamente de una novela romántica. El calor, la pasión y quererlo tan malamente lo inundaron y se puso duro en cuestión de segundos, presionándose contra Daniel lo más cerca que podía dado que llevaban abrigos. Inclinó la cabeza para profundizar el beso y Daniel gimió bajo en su garganta. El sabor del champán y las especias despertó su lengua y quiso subirse sobre Daniel. Daniel rompió el beso y por un segundo Chris estuvo desorientado. De inmediato se acercó a por más. —El árbol —dijo Daniel. Sonrió—. Y ya hay gente aquí fuera.
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—De acuerdo —Chris respondió como si a través de la niebla de su cabeza tuviera la menor idea de lo que Daniel estaba diciendo. Algo acerca de la gente y un árbol. Él parpadeó hacia Daniel, que tenía una expresión en su rostro que Chris no podía medir. Parecía tan sorprendido como él mismo se sentía, pero allí también había un toque de picardía. Daniel se inclinó para susurrar al oído de Chris. — Podríamos mantener los besos si quieres. Simplemente, es un poco público. —Me gusta besarte —dijo Chris. Se dio cuenta rápidamente de lo que acababa de decir. Sacudió su cabeza y dio un paso atrás. Ese tipo de estupideces cuando su cerebro se adelantaba a su boca lo había metido en problemas anteriormente. Daniel cerró la nueva brecha y luego Chris volvió a enfrentar al árbol. Daniel lo atrajo hacia él y le agarró la mano. —Bueno, también me gusta besarte —dijo—. Tengo la intención de hacer mucho más. El calor inundó a Chris ante la idea y entrelazó sus dedos con los de Daniel antes de poner las manos entrelazadas en su gran bolsillo donde estaban calientes. Comerse el sándwich de carne con la mano libre era incómodo, pero no iba a soltar a Daniel y se concentró en la cuenta regresiva y en la multitud alrededor del centro. Cuando terminara, Daniel tendría que irse porque entraba de guardia, pero al menos habían sido capaces de compartir algo que siempre había hecho que Chris se imaginara que la Navidad no estaba tan lejos. La música terminó y el locutor comenzó la cuenta regresiva. —...Cinco... Cuatro... —Tres... Dos... —Daniel se unió.
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—¡Uno! —Chris terminó, y luego tanto Daniel como él se echaron a reír cuando lo que debían ser miles de pequeñas luces iluminaron el gigante Abeto Noruego. Las personas vitorearon y aplaudieron, y la música cambió a un popurrí de canciones de Navidad que Chris se encontró disfrutando. Una a una, la gente en el área de patio se marchó, y Daniel y él se quedaron en las sombras. —¿Sabes que la estrella de Swarovski es la más grande que jamás ha tenido el árbol? —dijo Daniel en tono familiar. No había habido más de esos besos francamente impresionantes pero la responsabilidad de empezarlos era tan suya como de Daniel. Sorprendentemente, se contentó con sólo tomarse de las manos bajo el aire frío. —¿Y tú cómo sabes eso? Daniel resopló una carcajada. —Por mucho que me decías que no podía, sabes que puedo abrir los libros, ¿no? Chris se encogió de hombros y recordó de nuevo varias ocasiones en que su exasperación con Daniel y su actitud en la universidad se habían derramado fuera de su reserva habitual y hacia la luz pública. Por un segundo debatió si Daniel se estaba burlando o si estaba hablando en serio. —A veces —Daniel continuó—: Yo ni siquiera los leo. —Tonto —murmuró Chris. —Pero tenemos esa cosa maravillosa llamada Google. —En ese momento Daniel se estaba riendo y Chris no pudo controlarse y se unió, además de querer besar a Daniel—. Vamos, profesor, voy a llevarte a casa, y luego tengo que irme a patrullar las calles. —Él movió las cejas hacia Chris y luego lo llevó de la mano por el Bistró y salió a la alfombra de color rojo oscuro. No había taxis y en su lugar fueron atrapados por la
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multitud de gente que regresaba a casa hasta que finalmente lograron volver de nuevo a la cafetería en el metro. Un suave beso compartido y luego Daniel se alejó. —¿Daniel? —dijo Chris rápidamente. Daniel volvió a la llamada de Chris—. Mantente a salvo. —Lo haré. —Y gracias. —No —dijo Daniel—. Gracias a ti.
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CAPÍTULO SEIS Sábado, 01 de diciembre La clientela cambiaba los sábados. Ya no eran las reuniones de negocios con capuchinos o los secretarios haciendo equilibrio con las bandejas de cartón con los pedidos. Era turistas, compradores, que se inclinaban más por el servicio de mesa y no estaban por la labor de apresurarse. Amelia le había preguntado si quería cubrir las mesas de la zona cerca de las ventanas, y le gustaba más eso que estar de pie detrás del mostrador. Podía arrodillarse para hacerles carantoñas a los bebés y localizar las mantitas perdidas. Podía coquetear un poco, hablar dulcemente con las mamás, sonreír y ser amable. Podía ayudar a las personas dándoles un poco de calidez frente al frío exterior con un alegre ‘Feliz Navidad’, y luego, cuando las mesas eran limpiadas y sillas colocadas, todo empezaba de nuevo. No había hablado con Daniel desde la iluminación del árbol. Habían intercambiado los números de sus móviles, pero tras una serie de textos intercambiados durante el primer par de días, su móvil había estado deprimentemente silencioso. La idea de ser la primera persona en enviar un texto... no, eso no iba a ocurrir. No quería verse como un patético necesitado. Excepto, que tal vez estaba realmente bien verse como un necesitado en lo que a Daniel se refería. ¿Y si había sido herido? Un policía de Nueva York se enfrentaba a muchos peligros cada día. Chris se metió en el área de la cocina y se escondió en la esquina, sacando el móvil de sus jeans y mirando a la pantalla, pensativo. ¿Qué diablos iba a decir? ‘¿Hola?’ Buen comienzo, pero realmente eso no iba a frenarlo. Seleccionó el texto seleccionado y comenzó a escribir: ‘Hola, has estado silencioso, esperaba que
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pudiéramos encontrarnos de nuevo, xx’. Hizo una mueca mientras lo releía y luego eliminó los besos. No debería utilizar las equis. ¿Qué tenía, catorce? Entonces reelaboró el inicio y añadió su nombre a la final, en caso de que Daniel no supiera de quien era. «¿Qué? Por supuesto que sabe que soy yo, nos hemos estado textos.» Lo borró, entonces volvió al principio, lo añadió de nuevo, volvió a quitar el nombre, y finalmente completamente exasperado ante su estupidez, le dio a la tecla de retroceso y lo eliminó todo, volviendo a meterse el móvil en el bolsillo. —¿Chris? —la voz de Ame era alta y curiosa, ella estaba claramente tratando de encontrarlo. —Aquí. —Salió de detrás de la nevera inocentemente—. Lo siento. —Ame fue hacia él.
y
actuó
—No te disculpes, no has tenido un descanso durante toda la mañana. Creo que tienes derecho a esconderte de las masas que van de compras durante diez minutos. De todos modos, yo no estoy aquí para molestarte, sólo para decirte que Alto, Moreno y Guapo está en una mesa en la parte delantera. Tómate cinco, diez, por Dios Chris, ya que el hombre está ahí, por favor tómate todo el día. —Lo agarró de la manga y sin miramientos lo empujó hacia la tienda en la que se detuvo en seco. Daniel estaba de espaldas a él, sentado en una de las mesas del frente, pero no se podía negar que era él. Los hombros anchos y las suaves, oscuras y rizadas ondas que casi tocaban su cuello eran un claro indicativo. Lo reconocería en cualquier parte. En un movimiento veloz tenía las manos lavadas, se había quitado el delantal y había puesto unos cafés en una bandeja. Añadió dos pasteles de plátano recién horneados y serpenteó hacia la mesa junto a la ventana,
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deslizándose en la silla frente a Daniel, que le sonrió a su llegada. —He traído el café —Chris ofreció, y entonces, al instante tuvo la idea más horrible. ¿Y si Daniel no estaba allí para verlo? —Um, no estaba seguro de si era a mí a quien estabas esperando. —Agitó la mano entre ellos para indicar la frase no dicha—. Ame no lo dijo. —¿Trajiste el pastel también? —Daniel no respondió, sólo se concentró en romper un pedazo de la esquina del pastel y lo hizo estallar en su boca. Entrecerró los ojos e hizo ese jodido murmullo sexy de apreciación—. Me encanta pastel de plátano —murmuró, y se inclinó hacia delante en la silla más cerca de Chris, el aroma de café y plátano mezclado con los olores de la nieve del exterior que tenía sobre él—, y Chris, yo no estoy aquí para encontrarme con nadie más, he venido a verte. —Estaban a unos centímetros de distancia y Chris bajó la mirada. Estaba fuera de práctica en lo referente a todo ese coqueteo. —Está bien —Chris finalmente logró decir, preguntándose si Daniel iba a darle un beso, preguntándose si era el tipo de hombre que hacía demostraciones públicas de afecto. La decepción corrió por él cuando el otro hombre se reclinó en la silla. Nada de beso entonces. —Siento haber estado callado en los últimos días. Me llamaron para apoyar una operación y estuve atrapado en medio de todo el asunto lo que pareció una eternidad. —No hay problema. Sé que tu trabajo te mantiene ocupado. —Creo que deberíamos terminarnos el café e irnos —dijo Daniel—. Creo que nos hemos echado menos mutuamente. Realmente quiero besarte otra vez. Correctamente. Sin una
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audiencia de arrogantes mirándonos. Quiero ir al teatro o a ver una película, ¿y tal vez liarnos en los asientos traseros? Chris respuesta.
se
levantó
bruscamente.
Eso
no
necesitaba
—Voy a por mi abrigo.
El héroe de la película le hizo algo a un chico que estaba haciendo algo con un arma, y la heroína estaba gritando mientras otro chico la apuntaba con una pistola en la cabeza. O algo así. Por Dios, ¿a quién quería engañar? Desde el momento en el que se sentaron, con un cubo de palomitas saladas en el regazo de Daniel, y las luces disminuyeron para la sesión de la tarde, Chris no vio nada. Fue sutil. Daniel no comenzó de inmediato con lo prometido, aunque Chris anticipaba muchos besos. Para empezar sólo sostuvo la mano de Chris, sus dedos uniéndose y separándose haciéndose caricias, y fue agradable. En realidad más que agradable. Chris no podía recordar que alguna vez hubiera hecho eso de una manera tan casual e íntima, y el calor que se construía en su interior era increíble. Por desgracia, el cine estaba lleno, demasiado lleno como para liarse en los asientos traseros. Intercambiaron comentarios murmurados, suavemente, inclinándose para susurrarse en los oídos. Chris nunca había sonreído tanto. Daniel era una gran presencia junto a él, más alto, más amplio, impactaba increíblemente sus sentidos. Estaba muy excitado con sólo tener al otro hombre tocándolo.
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Por fin había llegado a ese lugar en su cabeza en el cual parecía que Daniel posiblemente, en realidad, lo quisiera. Por la noche regresaron a casa de Amelia envueltos en la oscuridad de la ciudad, y realmente hicieron todo el camino de regreso sin que Chris se diera cuenta de que habían cogido la ruta. Por acuerdo tácito Daniel lo siguió por las escaleras y flotó detrás de él mientras buscaba las cervezas en la nevera de su habitación. Cuando Chris volvió con la cerveza fría como el hielo que refrescaba sus calientes manos, Daniel no estaba a más de un suspiro de distancia. El primer beso le robó el aliento, las manos de Daniel ahuecaron su rostro, dios, era tan malditamente sexy, y Chris no dudó en profundizar el beso. Quería tocarlo, pero con una cerveza en cada mano no disponía de los medios para no dejar caer las botellas, y todo lo que pudo hacer fue hundirse contra Daniel, en su abrazo. —Ha pasado demasiado tiempo —murmuró Daniel en el beso. —Demasiado tiempo —Chris repitió. Daniel gimió algo bajo y confuso, un gruñido en su garganta. Esa fue la guinda. Duramente Chris se retiró, colocó las botellas en la encimera y se giró para mirar al hombre que no le dio ni un segundo para pensar. Antes de que Chris pudiera decir una palabra, Daniel lo había arrastrado, y lo había levantado sobre la encimera, una de las botellas de cerveza se estrelló a su lado y se cayó hacia atrás contra las baldosas detrás de ellos. No era algo para lo que Chris tiempo o inclinación para preocuparse, porque Daniel estaba allí, colocado entre sus piernas abiertas y, Santo Cielo, estaba jodidamente duro. Ambos lo estaban. —Joder... —Daniel susurró, dejando un rastro de besos desde la oreja al cuello, centrándose en el aleteante pulso en la
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base del cuello de Chris—. Lo que me haces. Lo que siempre me has hecho. —¿Daniel? —Chris arqueó su cuello, la sensación de Daniel marcándolo con suaves besos junto con sus manos deslizándose hasta descansar en sus caderas era demasiado. Necesitaban llevar esto al dormitorio—. Por favor. —Daniel se apartó ligeramente y Chris vio dudas en su mirada. —Quiero hacer esto bien —Daniel comenzó. —Tenemos que parar y pensar —Chris insistió. Ellos hablaron al mismo tiempo y luego ambos se detuvieron repentinamente. Daniel resopló una carcajada y descansó su frente contra la de Chris. —Dios, Chris, tu sabor… Debería haber hecho esto antes. —Entonces, ¿por qué no lo hiciste cuando estábamos en la universidad? —Chris gimió, y realmente, de verdad quería una respuesta a esa pregunta. No era como si no se hubiera lanzado a Daniel en más de una ocasión. ¿Qué había estado mal con él entonces y ahora de repente no lo estaba? Daniel sólo dejó escapar un bufido de incredulidad. —¿Me estás tomando el pelo, ¿verdad? ¡Yo era una puta! Yo no era lo que necesitabas. —¿Ayudaría si te dijera que yo siempre envidié tu actitud de zorra? —Chris sonrió con satisfacción cuando él le ofreció esa profunda visión de que era el único hombre que claramente dudaba de lo que decía. —¿Me envidiabas? —Otra vez la incredulidad. —Sólo porque todo el campus durmió contigo y yo no.
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—No todo el campus —Daniel comenzó en serio—. Nunca toqué a los chicos de Ciencias Políticas —dijo sin expresión, y Chris se encontró sonriendo a pesar suyo. —¿Te acuerdas de la Navidad? —¿El ponche de huevo? —dijo Daniel. Estaba sonriendo y ladeó la cabeza mientras era evidente que estaba recordando lo que había pasado—. Maldito Bourbon. Nunca estuve tan cerca de romper todas las promesas que había hecho. —¿Promesas a quién? —¿Te parecería raro si dijera que eran promesas que me había hecho a mí mismo? En mi cabeza me había dicho que no dormiría contigo, que me mantendría apartado. Yo no era el adecuado para ti. Te merecías un hombre mejor de lo que yo era entonces, y respetaba que tú estuvieras enfocado y tuvieras una dirección en tu vida. Eras uno de los chicos buenos y yo era básicamente una puta entusiasta. —Daniel ladró una risa—. Terminé mi jodida licenciatura. No pude seguir jugando tan duro después de que te fuiste, de alguna manera no me parecía bien. Al principio yo sólo empujé algunos límites para deshacerme de mi resentimiento por tener que asistir a la maldita universidad, y de alguna manera, a pesar de mis problemas, tú fijaste firmemente en mi cabeza que tenía que trabajar. Entonces empecé jodidamente a estudiar. Tenía tres años por delante, bajé la cabeza abajo y pasé por todo. Todo por tu culpa. —Me alegra haber sido bueno en algo —Chris ofreció. Le robó otro beso antes de tragarse sus nervios y decidir que era el momento de decir lo que realmente pensaba—. Me gustaría que te quedaras. ¿Otro trago o alguna otra cosa? —El algo al que no dio nombre era llevar a la práctica cada fantasía única que había tenido con el alto, moreno y peligroso Daniel Bailey.
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—Lo siento, no puedo —dijo Daniel. El remordimiento era evidente en su expresión—. Tengo que irme, entro de turno a las ocho. —Está bien. —Chris luchó para mantener la decepción fuera de su tono. —Te llamaré, te enviaré mensajes, lo prometo —dijo Daniel. Se despidieron, incluyendo besos simples, y luego se fue, dejando a Chris cachondo y reflexivo. No era una brillante combinación para una buena noche de sueño.
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CAPÍTULO SIETE Domingo, 09 de diciembre Cuando llegó el mensaje, Chris estaba a mitad del afeitado. Había dejado el móvil ociosamente a un lado del lavamanos. Quería mirarlo, pero la mejor parte de recibir un mensaje de Daniel era la anticipación de lo que diría. El otro hombre había estado coqueteando con él a través de los mensajes. Realmente un bajo y sucio coqueteo, burlas suaves, y cada texto lo había hecho sonreír. Terminó el afeitado, lavó la navaja, y la colocó de nuevo en el armario de las medicinas. Moviendo la cara a un lado y otro, juzgó el afeitado en el espejo. Ese día se perfilaba como uno bueno, y nada iba a arruinarlo. Ni la ansiedad, ni el cansancio, nada. Tenían planes para estar juntos durante casi todo el día. Como no había visto a Daniel desde el sábado anterior, eso era algo jodidamente positivo. Se echó la loción, haciendo una mueca por el picor, y luego se puso gel en su cabello trabajando la corta longitud en picos suaves. Por último no pudo retrasarlo por más tiempo y miró su móvil. Dos mensajes. El primero consistía en sólo dos palabras: ‘Trae muffins’. Él resopló ante eso, Daniel era el más glotón en esa relación, eso estaba claro hasta el momento. El segundo fue el que volcó su corazón en su pecho y puso su polla como el hierro. ‘Turno cambiado. ¿Cena a las nueve?’ Se pasó el móvil de una mano a la otra mientras reflexionaba en busca de una respuesta ingeniosa que enviar. Puso varias, pero al final, su texto fue más en la línea de que
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estaba de acuerdo con la cena. Y añadió: ‘Ame tiene muffins de ciruelas pasas y salvado de trigo. Llevaré diez’. Añadió una cara guiñando un ojo al final y dejó de enviar mensajes de texto el tiempo suficiente como para vestirse. Cena. Ese era un gran paso. —¿Dónde iréis los dos? —le preguntó Ame cuando llegó a la zona de la cocina y enganchó un café para llevar. —Museo de la Policía y luego a cenar en su casa — respondió con calma a pesar de que realmente decirlo en voz alta lo puso repentinamente nervioso. —Diviértete —ella le ofreció. Luego le dio una segunda mirada e inclinó la cabeza cuestionadoramente—. ¿Estás bien? Chris se apoyó contra el mostrador, mirando como mezclaba el enorme plato de masa. Los movimientos eran rítmicos y se preguntó brevemente si le permitiría inclinarse y degustar la mezcla. Entonces recordó la última vez que había hecho eso y el dolor que le había causado una cuchara en la parte posterior de la mano. —Si me hubieras preguntado eso hace diez minutos hubiera dicho que estaba realmente contento con lo de no hacer nada en todo el día. Museos ¿qué puedo decir? Bueno, incluso puedo sonar inteligente —Amelia resopló su desaprobación por lo que había dicho, pero él la ignoró completamente—. Entonces él me envió el texto con lo de la cena y todo cambió. —¿Cambió cómo? —Se convirtió en algo más, supongo. —No podía explicar lo que sentía y se encogió de hombros. —¿A qué te refieres con lo de algo más? —Amelia detuvo su trabajo y se sirvió un café, claramente dispuesta a escuchar si Chris quería hablar.
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Chris asintió. Era eso exactamente. —Él dice que quiere ir despacio, y luego me invita a ir a su casa, y joder, sabemos en qué va a terminar eso. —¿En hombre sobre hombre? —Amelia sonrió. —Ame —se quejó. —¿Qué es lo peor que puede pasar, bebé? —Oh, no lo sé, déjame pensar… ¿Por dónde empiezo? ¿Qué soy un completo friki, hago algo mal y le muestro al verdadero ratón de biblioteca, tío raro, al miedoso? ¿El que se haría hacía atrás para salvarse del estrés de ponerse de pie por mí mismo? Amelia puso su café sobre la mesa, una mirada de determinación en su rostro. En unos pocos pasos se detuvo justo en frente de él. —El verdadero ‘tú’ es increíble, ¿por qué no iba a ver eso? —Nunca pensé qué vio en la universidad, pero me dijo que me ‘veía’. Admitió que en realidad quería más conmigo, pero al parecer se mantuvo alejado deliberadamente, según dice porque era una puta. —La exasperación se deslizó en la voz de Chris. —¿Y? —preguntó Ame—. ¿Era una puta? Chris se calmó inmediatamente. —A lo grande. Como he dicho creo que se acostó con la mayor parte de aquellos que eran medio atractivos, chicas y chicos por igual. —Entonces, ¿por qué dudas de lo que dice? —Mírame, Ame —se señaló a sí mismo con un movimiento de su mano—, soy torpe y burdo, no tengo don de gentes, sin hablar de que soy un profesor de adolescentes que necesita
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gafas. ¿Por qué siquiera me miraría y mucho menos pensaría que me quería cuando era más joven e incluso patoso? —¿De dónde te sacas eso? —Parecía preocupada y le ahuecó la cara en sus manos, tirando de su cabeza hacia la suya y descansando su frente contra la de él. —No creo que me lo merezca... que me quiera... Ame... — Se dio cuenta de que lo que estaba diciendo tendría poco sentido para cualquier persona que escuchara, pero en el ojo de su mente estaba de vuelta en la universidad y era un torpe ratón de biblioteca de nuevo, babeando en el campus por el alto hombre. Todo iba bien, Daniel diciéndole esas bonitas palabras sobre cómo lo había querido en la universidad, mentiras que por lo general estaría feliz de creer, palabras que no le harían daño. Pero su año había sido una mierda hasta ahora. Demasiadas personas le habían mentido, habían mentido por él, obligándolo a mentir, así que no podía dilucidar lo que era verdad. —Esa maldita escuela —le espetó ella con no poca cantidad de calor en sus palabras—. Lo estabas llevando tan bien, y esa carta sólo ha abierto la herida de nuevo. —Chris cerró los ojos, la emoción asfixiando su garganta—. A menos que luches contra eso, Chris, nunca la cerrarás. —Se quedaron así durante un rato, con Chris midiendo inconscientemente su respiración contra la suya. La acción lo centraba, lo calmaba. —Yo no soy lo suficientemente fuerte —por último medio susurró—. No puedo levantarme y anunciar mi sexualidad y defender lo que pasó, no cuando él va a decir lo contrario. Ellos pueden hacer lo que quieran, y no puedo verlos aceptando mis palabras sobre las suyas. —Está bien, cariño. —Ella se movió sutilmente, apoyando la cabeza bajo su barbilla y abrazándolo. Su reacción inmediata fue envolver sus brazos alrededor de ella. Olía bien, a la masa de
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galletas y fruta fresca, chocolate y especias de Navidad, y él inhaló profundamente. —Lo siento —dijo. —Es tu decisión, Chris. Sólo cuídate. Y por favor, por mí, simplemente diviértete.
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CAPÍTULO OCHO Chris había llegado tarde, con unos veinte minutos de retraso, pero Daniel no parecía preocupado, sólo tiró de él en un abrazo rápido y un beso suave. Le había costado mucho tiempo controlar sus crecientes sentimientos de pánico y hacer la última parte de su viaje al museo. Maldita estúpida autoestima. Ame tenía razón. Lo que había pasado en el Sagrado Corazón no había sido culpa suya. Había confiado en la persona equivocada. Tenía que enfrentar lo que había pasado, no agachar la cabeza ni aceptar las mentiras que se decían de él. Algún día lo haría, pero no hoy. El museo de la policía era el típico edificio de Nueva York, era viejo y sólido, y cercado por todos lados por altos edificios de oficinas. Nada en el exterior anunciaba que era un museo, ni siquiera que estaba allí, excepto una placa oscura en la pared. Daniel estaba tranquilo cuando leyó la placa. —Nunca lo he visitado —dijo. —Yo tampoco. —He querido hacerlo desde que me hice policía. Entraron y Chris rondó durante un momento por la tienda mientras Daniel cogía un folleto. Se movieron hacia la exposición, pasando por dos motocicletas de policía y un gran caballo de plástico con todos los arneses de gala. —¿Fuiste a la academia de policía directamente desde la universidad? —preguntó Chris mientras miraban una muestra de los caídos del 9/1114. De alguna manera, ver las imágines de 14
Los atentados del 11 de septiembre.
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los jóvenes allí expuestas le recordaban lo que Daniel era y que en realidad no sabía cuánto tiempo llevaba siendo policía. —Después de la universidad trabajé con mi padre durante algunos años. —Daniel se encogió de hombros—. No funcionó. Estar en una oficina mirando papeles no era la cosa más útil que yo podía hacer. Lo que quería era ser policía, y tuve la suerte de que me aceptaran. La imagen de los primeros en responder delante de las ruinas del 9/11 era tan conmovedora que Daniel y él se agarraron las manos al ver las réplicas de insignias de todas las personas que habían muerto en servicio, incluidas las del 2001. Chris no se había dado cuenta que habían almacenado las pruebas de las torres, y había un bloque de cemento que se había fundido bajo el calor y luego se había enfriado con una pistola en su interior. Había vídeos, fotos, y toda la visita te daba que pensar. El museo era muy tranquilo, respetuoso, pero eso no impidió que las muestras de afecto públicas de Daniel se fueran amontonando sobre Chris en forma de abrazos y de tomarse de las manos. Todo el mundo que caminaba por allí, parejas, familias, personas solas, parecían necesitar la conexión con otro ser humano. Fue una experiencia de humildad, y cuando salieron por la puerta parecía que la vida real los golpeaba de frente en la cara. El museo se asentaba directamente en el distrito financiero, una vuelta a la derecha y había una hermosa fuente con bancos. —Fue extraño ver el arma de Al Capone —dijo Daniel. Sacó una foto pequeña del bolsillo. Ambos hombres habían optado por hacerse una foto en frente de la alta puerta; algo que se ofrecía a los turistas. Había sido idea de Daniel ponerse delante y asumir la postura de chico malo. Tan pronto como se hicieron la foto se intercambiaron—. Te ves muy bueno como para ser un criminal —comentó entre risas.
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Se sentaron y se bebieron un café en Starbucks, mirando los imponentes edificios de oficinas donde miles de personas trabajaban durante la semana. Ahora, la zona estaba llena de turistas como ellos. Chris había olvidado todas las preocupaciones que había tenido esa mañana. Daniel era atento, estaba interesado en lo que tenía que decir, sarcástico, divertido, y conocía muchas historias de policías que hacían que Chris se muriera de risa. Probaron nuevos cafés y reían y se burlaban, eran sólo dos chicos teniendo un buen día. No hablaron de nada más serio que la historia o la geografía y, por decisión conjunta, se saltaron el almuerzo, ya que podían comerse una pizza en el apartamento de Daniel. Teniendo en cuenta lo rica que era su familia y que Chris sabía lo del fidecomiso de Daniel, el apartamento era muy modesto. Estaba en un buen barrio ubicado en la zona de Sunnyside Queens, tenía buenas vistas, y todo estaba limpio y ordenado. Hundido en el sofá después de la pizza, era difícil moverse y fácil hablar. Daniel zapeó los canales, tomándose una cerveza, decidiéndose por El Retorno del Rey15. —Dios, me encanta esta película —Chris señaló al monólogo de apertura. —¿Aragón o Faramir? —Daniel sonrió mientras hacía la pregunta. —Aragón, Boromir, Faramir y Legolas, no necesariamente siempre en ese orden. Vieron en silencio la mayor parte de la película, con sólo unas pocas observaciones, sobre todo en lo referido ‘a la visión que tenía Legolas sobre largas distancias’. Deseó estar en el cine viéndola por primera vez con Daniel, pero luego, teniendo 15
Última parte de la trilogía del Señor de los anillos.
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en cuenta lo sucedido en la última película, tal vez eso no hubiera funcionado tan bien. Cuando la película terminó eran las once y media y Chris brevemente contempló sacar su móvil y llamar a un taxi. Era tan condenadamente difícil pensar en moverse en ese momento, cuando estaba cálido y bien alimentado y sentado con Daniel. —Eres monstruosamente pulcro —finalmente observó. Se inclinó un poco para golpear en los hombros a Daniel, que estaba tumbado a su lado, sus largas piernas extendidas frente a él. —Nunca estoy aquí —dijo, y se encogió de hombros—. Bueno, no estoy aquí el tiempo suficiente para hacer un lío. Supongo que como, duermo y respiro en el trabajo. —Eso es verdadera dedicación. —Antes no había nada más que quisiera. —Daniel se movió un poco, sentándose, entonces abrió los brazos—. Ven aquí. Chris vaciló uno o dos segundos, sin entender qué le estaba pidiendo que hiciera. Entonces, con la misma rapidez espabiló y lo pilló. Con tanto cuidado como pudo, consciente de su torpeza general y del peligro de sus rodillas para la polla de Daniel, se sentó a horcajadas en su regazo y se retorció un poco para ponerse cómodo. No hubo torpeza; Chris se inclinó, Daniel se inclinó, y el beso fue electrizante. La lujuria los provocó como un incendio, las pollas duras, la necesidad de empujarse hacia abajo sólo para molerse. Daniel gruñó bajo en su garganta mientras profundizaba el abrazo y deslizaba las manos para ahuecar firmemente el culo de Chris, y este lo alentó deslizándose un poco más hacia delante. Chris se perdió en el beso, podría sentarse durante horas solo saboreando a ese hombre, aprendiendo de él, poniéndolo duro. Y parecía que Daniel estaba bien con ese plan.
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Daniel se apartó ligeramente, jadeando en busca de una bocanada de aire. —Como no tenía a nadie —dijo entrecerrando los ojos—, era fácil estar dedicado al trabajo. —Nunca sabría cómo esas palabras provocaron escalofríos en la espina dorsal de Chris, que enterró ambas manos en los sedosos rizos, sosteniendo aún a Daniel, lamiendo y mordiendo su camino hasta esa boca, su lenguas reuniéndose y debatiéndose, el calor aumentando entre ellos. En realidad ni siquiera estaban tratando de bajar, era una sesión de perezosos besos sin complicaciones, y Chris no pudo recordar una sola ocasión en la que hubiera hecho nada como eso antes. Siempre había sido reunirse, follar, buenas noches y fin. Esto era diferente. —¿Tus gafas? —Daniel estaba haciendo una pregunta, pero le llevó un tiempo detener la exploración del cuello de Daniel con su lengua y labios. —Lo siento —logró forzar, parpadeando para centrarse en los labios, húmedos debido al beso, de Daniel. —Solías llevar gafas. En la universidad. Lo recuerdo. — Mierda, había esperado que Daniel hubiera olvidado las gafas. Las horribles gafas de montura oscura que no le favorecían de ninguna manera. Una timidez repentina lo envolvió. —La lectura —dijo en voz baja—. Realmente sólo las necesito para leer. —Amaba tus gafas. Siempre te veías jodidamente caliente en la biblioteca, todo estudioso y concentrado. Chris gimió. —No puedo creer eso, de todas las cosas que uno recuerda, tenías que recordar mis gafas. —¿Chris? —¿Hmmm?
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—¿Te quedas aquí esta noche? Chris ni siquiera tenía que pensar la respuesta. —Sí —dijo rápidamente. La voz de Daniel fue baja. —Sabes, he tenido esta fantasía desde hace siglos. Iría a la biblioteca por la noche y te encontraría estudiando. —Chris se levantó del regazo de Daniel, ajustándose la polla dura como una piedra que presionaba contra su bragueta para que no le doliera tanto. Preguntándose que vendría después, Chris esperó a que Daniel también se hubiera puesto de pie. El repentino parón en su magreo fue como un cubo de agua fría para Chris. Se encontró pensando demasiado claramente. Miró a los dos muffins de limón con semillas de amapola que habían elegido para el postre. Allí estaban, sin tocarlos, ante la caja con el logo de Amelia en la parte superior. Esto era surrealista, era ir demasiado rápido. Tenía que irse ahora. La ansiedad anudada su pecho, pero Daniel todavía estaba hablando y Chris se obligó a escuchar. —Estarías tan enterrado en lo que estabas aprendiendo, algunas palabras polvorientas de alguien de hace cien años o más. —Daniel apagó el televisor y las luces, y luego tomó a Chris de la mano y lo condujo a través de la habitación hacia el pasillo que separaba el espacio vital de dormir. Chris se dejó llevar y no pensó ni por un minuto en retirar la mano. Estaba parado al borde de algo, a punto de caer o volar. Cualquiera que fuera la forma en la que saliera, necesitaba esta noche—. Tal vez fueran de Brönte, o Dante, o algún tomo contemporáneo que a mí me habría enviado a dormir en un santiamén. —Eso no suena como la mejor fantasía del mundo. No estoy viendo sexo allí —murmuró Chris, tratando de inyectar ligereza ante el toque de las palabras de Daniel en sus sentidos. —Pero no he terminado toda la historia. —Llegaron a la puerta del dormitorio y Daniel la abrió. El suave resplandor azul
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de la alarma del reloj mostraba que era pasada la medianoche y Daniel encendió la lámpara de la pequeña mesita. Sonrió a Chris, que se cernía sobre la puerta. Daniel no paró de hablar. Chris estaba hipnotizado—. Así que estábamos solos en la biblioteca, y yo finalmente conseguí coraje para hablar contigo. —Hablábamos todo el tiempo. —El desconcierto ante la insinuación de Daniel de que le faltaba valor hizo que Chris frunciera ligeramente el ceño. —Sobre gramática y la estructura y el significado de la oración, nunca acerca de lo que yo quería hablar. Acerca de cómo la expresión de tus ojos marrones era tan considerada y que tenías un mancha de color negro en el marrón del ojo izquierdo; cómo me podía imaginar mirando fijamente esos ojos durante todo el día. Sintiendo la necesidad de escribir poesía sobre ellos. Sobre ti. Quería perderme dentro de ti. —Oh —Chris respondió débilmente mientras permitía que su camisa se deslizara de sus hombros después de que Daniel la desabrochara suavemente. El golpe de aire fresco a través de su piel caliente envió una pequeña cascada de escalofríos a través de su cuerpo. —Necesitaba, al igual que respirar, decirte lo hermoso que eras. Lo guapo, hermoso, inteligente y lindo que eras, todo lo que quería decirte en la vida real, pero simplemente me retenía. —Con movimientos vacilantes Chris abrió sus propios pantalones vaqueros y se los quitó. Sabía que Daniel también estaba quitándose la ropa, no quería que se detuviera, y en cuestión de minutos estaba de pie delante de Daniel sólo en calzoncillos. Su pánico apareció tan repentinamente que le robó el aliento, y se sintió inesperadamente cabreado con las mentiras que Daniel estaba diciendo. —No tienes que… —Las palabras le salieron más fuerte de lo que pretendía. Apretando sus dientes, trató deliberadamente
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de relajar cada músculo—. No tienes que decir esas cosas sólo para llevarme a la cama. Estoy aquí, ¿no? Soy algo seguro. Daniel se balanceó sobre los talones, una miríada de expresiones barrieron su rostro en rápida sucesión: la sorpresa, la incredulidad, y luego, al parecer, la aceptación. Sus manos habían estado hurgando con el cinturón de sus propios pantalones vaqueros, pero se detuvo —Te estoy diciendo la verdad, Chris. ¿Por qué no me crees? —Tenías a todo el que querías, Daniel. —Chris tenía que darle sentido a lo que estaba sucediendo. La decepción en la voz de Daniel lo atenazó y miró más estrechamente al alto hombre— . No había forma en el infierno de que me quisieras como te quería yo. —Te equivocas. —Suavemente, moviéndose lentamente y manteniendo las manos a la vista, llevó a Chris hacia la cama, ayudándolo a acostarse antes de quitarse su propia ropa de forma rápida y eficiente. Finalmente fue ascendiendo sobre el cuerpo de Chris, marcando sus movimientos con seguridad, barriéndolo con sus besos. Cuando se colocó justo encima, Daniel se detuvo, sus labios sólo a un suspiro de Chris. Él se limitó a mirarlo fijamente, la expresión de su cara, reflexiva. —Tengo una confesión que hacer —dijo Daniel. Su tono era suave. Eso fue todo, Chris sabía que Daniel había estado mintiendo, y ahora se lo iba a contar. Simplemente, lo aceptaría, dormiría con el hombre y seguiría adelante, tratando de ignorar el dolor que lo cortaba profundamente. Si sólo Daniel dejara de hablar entonces podrían simplemente follar y él podría descargarse y sacarlo de su sistema de una vez por todas. —No importa lo que digas ahora, cualquier mierda que lances —dijo Chris enérgicamente—. No me importa. Sólo
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quiero que me folles. —Frustrado, se empujó contra Daniel, su dura polla encontrándose con el surco del muslo y la ingle—. Vamos. Daniel lo calmó, cambiando su peso, clavándolo en la cama con una sola mano para sostenerlo firmemente, la otra sujetando el pelo de Chris. —Espera, tienes que saber que digo la verdad, yo no te encontré en la cafetería de Amelia por accidente. Yo te localicé. Chris frunció el ceño. —¿Qué quieres decir? —Yo ya había hecho mis elecciones, me había instalado en el trabajo que amaba, llegué más allá del dinero y todo lo que tenía que ver con esa mierda. Maldita sea. —Daniel se rio en voz baja—. Supongo que podrías decir que me había encontrado a mí mismo después de todo este tiempo. Y... Hablé con tu hermano. —¿Andy? Tú… —Yo sabía que trabajaba en el Times, supuse que sería más fácil seguir desde allí. Lo encontré en internet, hablé con él. Sólo cosas generales acerca de ponernos al día, y me dijo que no estabas con nadie. Usé la información acerca de Amelia y fui a una cafetería que claramente está cruzando la ciudad desde mi distrito sólo para ver si lo que había sentido en la universidad seguía allí. —Le dio a Chris un suave beso en los labios y este cerró los ojos. Lo que Daniel estaba diciendo, eso no… No podía ser cierto. —Espera. —Chris se empujó contra las blandas almohadas—. Me localizaste como una especie de loco acosador. —Daniel asintió y tuvo la decencia de parecer un poco avergonzado, aunque lo estropeó un poco por la intención que destellaba en su ardiente mirada.
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—Lo hice, y te puedo decir que lo haría de nuevo, sólo para estar aquí contigo ahora. —Oh. —Chris realmente quería decir algo más, pero no tenía palabras en su cabeza. Esperó a que la ansiedad lo dejara sin aliento. No ocurrió nada. Estaba plenamente allí y completamente centrado en cuerpo y mente. Daniel con esos hermosos ojos de color avellana y la fuerza de esos músculos lo había encontrado. ¡A él! —Yo no quiero follar —Daniel ofreció quedamente, y la decepción instantánea ahuyentó los pensamientos positivos de la cabeza de Chris. Una emoción desesperada fue reemplazada casi de inmediato por el calor que voló a través de su cuerpo como un reguero de pólvora ante las siguientes palabras de Daniel—. Quiero que hagamos el amor. Fue una sensación como ninguna otra, esa parte oscura invitando y dándole la bienvenida a dos hombres y su necesidad. No era especialmente rápido, pero tampoco lento. Fueron besos tan profundos y tan largos que tuvieron que separarse en busca de aire. Esas eran palabras conmovedoras, provocadoras y eróticas. Chris era un lío incoherente casi suplicando para el momento en el que Daniel lo tuvo preparado y se movió colocándose en forma de cucharita. Había pasado mucho tiempo, tal vez meses, desde que había estado con alguien, y nunca había experimentado tal dulzura o necesidad. Se balancearon rítmicamente, Daniel fuerte y contundente desde atrás y Chris desesperado porque su amante lo tocase. Cuando estuvo cerca, la cabeza de la polla de Daniel presionando contra su glándula en cada pase lo envió más alto, era como si Daniel supiera exactamente cuándo finalmente debía cerrar sus dedos alrededor de Chris. El ritmo era increíble y se perdió en el instante, el nombre de Daniel en sus labios y una oleada de emoción en su cabeza. Daniel se empujó con
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fuerza una vez más, y otra vez, y luego se puso rígido detrás de él, el nombre de Chris fluyendo de sus labios una y otra vez. El sueño llegó muy rápidamente, y por primera vez en un tiempo muy largo, Chris no tuvo preocupaciones o problemas que lo hicieran despertarse en la oscuridad. Daniel tuvo que dejarlo a las nueve de la mañana para su siguiente turno, y Chris se mantuvo en la cama de Daniel, caliente con su aroma, la prueba de su amor, enredado en las sábanas a su alrededor. Daniel se había ido con un beso, un abrazo, cariño y la promesa de más, y agregó que Chris debía desayunar allí y darse una ducha. Después de que utilizó la ducha y se vistió, decidió que realmente necesitaba volver a Ame y a la tienda. Por mucho que Daniel hubiera dicho que estaba bien, no le parecía correcto usar sus cosas ni comerse su comida. Amelia no dijo nada, sólo levantó una ceja cuando caminó en medio de la cafetería. Era su manera de hacer la pregunta. Él sonrió y luego se encogió de hombros. Esperaba que esa fuera explicación suficiente para el paseo de la vergüenza.
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CAPÍTULO NUEVE Miércoles, 12 de diciembre —No me llevo bien con los patines de hielo —dijo Chris con firmeza. Daniel sonrió a su nuevo amante y decidió en ese momento que realmente iba a empujarle a ello. —Hay que vivir un poco —dijo. Chris frunció el ceño y luego miró hacia atrás a la pista de patinaje Wollman 16 con inquietud y un poco de terror añadido. —No quiero pasarme la Navidad en el hospital —dijo Chris. Señaló a un grupo de chicas jóvenes que estaban todas tumbadas boca arriba sobre el hielo—. ¿Ves? Las personas se caen. —La gente también se desliza muy bien en el hielo — contestó. Tiró de Chris en un estrecho abrazo y amó la sensación del hombre enterrando la cara en su cuello y bufanda. Lo le importaba que estuvieran bajo cero en Central Park, había nieve en el suelo, los patinadores estaban riendo y felices, y las luces que se reflejaban en el hielo eran impresionantes. Agarrando la mano de Chris, tiró de él por el camino al quiosco para pagar y conseguir patines. Vaciló sólo brevemente cuando Chris tiró hacia atrás, pero cuanto más cerca llegaban a la zona de patinaje real, más relajado parecía. —¿Te das cuenta, Daniel Bailey, que ya que eres tan alto como un árbol, si te caes será un largo desplome? —Chris señaló. Él estaba atándose sus patines y comprobando el ajuste meneando su pie. Se veía condenadamente serio. 16
Es una concurrida y famosa pista de patinaje del Central Park de Nueva York, construida en 1949, funciona durante el invierno (entre octubre y abril) como pista de patinaje sobre hielo. Durante el resto del año se practica patinaje sobre ruedas en su piso de cemento.
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—¿Es una broma de alturas? ¿Acabas de hacer una broma de alturas? —Daniel bromeó. Amaba cuando Chris sonreía. De hecho amaba cuando Chris sonreía, se reía, fruncía el ceño, o de hecho hacía cualquier cosa que se reflejara en sus ojos de color marrón. «Estoy jodido», pensó para sí mismo. «Sólo quiero estar con Chris todo el tiempo.» —No, en absoluto, si fuera una broma de alturas estaría preguntándote que tal es el clima allá arriba. Eso es una buena broma de alturas. —Chris se obligó a ponerse de pie y le tendió las manos para mantener el equilibrio en la estera. Había una expresión tal de triunfo en su expresión cuando permaneció erguido, que Daniel no pudo contener la risa incluso aunque lo intentó. —Te ves bien así —dijo, luego dio un paso tan cuidadosamente como pudo dentro del espacio de Chris. Les robó un beso a esos labios fríos como la nieve, se echó hacia atrás y lo guió hacia el hielo. Había un pequeño paso hasta la vasta extensión de material resbaladizo. Esperó cuando Chris detuvo su movimiento hacia adelante. —Has visto Bambi17, ¿no? —dijo Chris. No estaba seguro y mirando con aire taciturno hacia abajo al hielo—. ¿Te acuerdas de la escena cuando el conejo… —Thumper18. —Sí, Thumper lleva a Bambi al hielo y él es todo patoso y se cae? —Estará bien. Te tengo. —Daniel entró en la pista y centró su equilibrio hasta que tuvo una posición firme. Luego tendió la
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Personaje de la película de Walt Disney, Bambi. Personaje de la película de Walt Disney, Bambi.
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mano y tomó el peso inestable de Chris sobre el hielo. Chris se deslizó hacia adelante unos centímetros y Daniel no podía creer el terror en los ojos del otro hombre. —Relájate —dijo—. Mírame. —Chris miró a los ojos de Daniel y asintió. —Estaré bien. Vamos. La primera vuelta alrededor siguiendo a los otros patinadores fue lenta e inestable. La segunda fue un poco más rápida, con Chris patinando con menos pasos y más deslizamientos. Estaba muy concentrado. Daniel tenía que elegir un tema de conversación que alejara la mente de Chris de lo que estaba haciendo para que sus movimientos fueran más instintivos y menos forzosos. —¿Te has preguntado por qué el inglés fue la única asignatura en la que necesité ayuda? Chris no respondió de inmediato, pero en cuanto pasaron a los niños de una escuela con planeadores de pingüinos, finalmente respondió con una sola palabra cuestionadora. — ¿No? —Fui tan egoísta —Daniel comenzó—. Estoy seguro de que te llevé lejos de otros estudiantes más merecedores que necesitan apoyo, pero yo simplemente quería pasar tiempo contigo. —¿En serio? Daniel estaba contento de ver que el patinaje se estaba convirtiendo en algo secundario en el pensamiento de Chris. Empujó más el tema. —El inglés nunca fue fácil para mí. Demasiados viejos que escribían cosas que no disfrutaba. Pero me las arreglaba para
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mantener mis notas, ya sabes, lo suficiente para sobrevivir. Cuando me di cuenta de que podría conseguir pasar un tiempo cara a cara con el adjunto más caliente que había visto, puede que eludiera algunos de mis ensayos para obtener menos nota. —Eso podría ir de dos maneras: Chris podría molestarse y enfurruñarse porque Daniel le había mentido, o podría verlo como lo que era, una estratagema descarada de su parte para pasar tiempo con él. Afortunadamente Chris eligió la segunda opción. —Idiota —dijo las palabras con afecto. Apretó la mano de Daniel fuertemente y luego estiró su paso para que se movieran más rápido. Con un grito de estímulo, Daniel mejoró su patinaje y pronto los dos se unieron a los patinadores rápidos y fueron capaces de hablar de lo que podían ver: la ciudad iluminada bajo el cielo de la noche, las luces, la gente y, sobre todo, a dónde irían después. Cuando salieron de la pista estaban sin aliento por la risa y Chris estaba exigiendo que lo volvieran a hacer. Daniel tomó la cara de Chris y le dio un beso mientras se reía. —Me he enamorado de ti de nuevo —dijo Daniel en voz baja. Chris parpadeó con sorpresa por un momento. Luego sonrió suavemente y colocó sus manos sobre el pecho de Daniel, que podía sentir la presión de ellas incluso a través de su abultado abrigo. —Gracias por encontrarme de nuevo —dijo Chris. Para Daniel eso sonó como una declaración, más o menos como ‘y yo te amo’. Aceptaría la victoria porque Chris pudiera aceptar eso tan rápido después de encontrarse de nuevo. Siguieron el camino para salir de Central Park y regresaron a la ciudad. La nieve caía de nuevo y las luces de los edificios estaban borrosas detrás de la blanca cortina.
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Daniel no creía que nunca se hubiera sentido más feliz. Perfecto.
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CAPÍTULO DIEZ Sábado, 15 de diciembre Chris no podía creer que Ame y él hubieran pasado el resto de la semana sin demasiadas ‘conversaciones’ sobre que había pasado la noche en casa de Daniel más de una vez en la última semana, ni sobre el hecho de que no podía dejar de sonreír al azar en los momentos en los que pensaba en Daniel. Eran las diez de la mañana del sábado y finalmente estaba relajado y sentía que no iba a ser carne para la Inquisición española bajo el aluvión de preguntas de su amiga. Acababa de recibir un texto de Daniel y todo estaba bien en el mundo. Sólo había sido una simple oferta para reunirse de nuevo esa noche, con una ‘x’19 al final del mensaje, pero fue suficiente. No tenía que haber más. Sólo saber que Daniel quería verlo significaba claramente que Chris no lo había hecho volar con la común frase de: ‘Gracias por encontrarme’. Sólo que no estaba listo para decir ‘te amo’, cuando su cabeza estaba tan llena de qué pasaría en su propia vida. Daniel no lo había empujado, y Chris estaba agradecido por eso. Quería pasar cada minuto con Daniel, quería llamarlo y escuchar su voz todo el tiempo. Estaba enamorado y lo sabía, sólo que no estaba listo para que nadie más lo supiera. Al texto le había seguido una llamada, no más de veinte segundos de ‘hola y ¿cómo estás?’ pero Chris se dio cuenta de que era una conexión que había estado esperando durante mucho tiempo, y el alivio lo inundó. En los últimos días se habían visto solamente una o dos veces brevemente, pero Daniel había tenido unos cambios en sus últimos turnos que 19
Besos.
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duraban más allá de lo normal, lo que significaba que se pasaba casi todos los días durmiendo. —¿Vas a ver a Daniel esta noche? —Amelia lo sorprendió mirando su móvil y su voz era risueña, controlada tal vez, pero no obstante definitivamente de alegría. —Uh huh, aunque tarde, me dijo que tiene... cosas del trabajo. —Chris hizo un gesto hacia el móvil tratando de encubrir la falta de información que tenía sobre cualquier detalle. En realidad Daniel no había explicado detalladamente lo que estaba pasando en el trabajo que hacía que esos cambios fueran tan largos. Sólo sonaba un poco agobiado por teléfono, dijo algo de la temporada de Navidad, las situaciones y el turno doble, y luego colgó. —‘Cosas’ suena importante. —Dijo que podría pasarse a tomar un café en algún momento. —Sabía que sonaba aliviado, pero se encogió de hombros alejando la emoción. Ame sabía cómo era y ella no respondió, sólo asintió y preparó un pedido. Chris se resignó a muchas más burlas. Era la típica de mañana en la cafetería de Amelia en la que no había tiempo para tomar un respiro o un descanso. El tiempo pasó volando en un borrón entre el café, el dinero y los turistas en busca de información sobre los lugares emblemáticos. Era el tipo de mañana favorita de Chris, ocupado e intenso y lleno de la risa compartida con Ame y el resto del personal. Para colmo, todos los que llegaban a la tienda parecían muy felices, yendo de compras y haciendo turismo y dejando pasar el aire frío navideño a través de la puerta. O, admitió, ¿tal vez era sólo una extensión de su propio estado de ánimo? Fuera lo que fuese, Chris lo amaba. Se había saltado el almuerzo, el reloj marcaba las dos treinta, y la anticipación de ver a Daniel más tarde comenzó a construirse.
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—¿Christian? En un solo segundo todo se volvió repugnante. Esa voz, escuchar las dos sílabas, una final áspero en su nombre, y las emociones que lo habían estado inundando fueron aplastadas. Lentamente levantó la vista, su temperamento enrollándose dentro de él, con las manos agarrando el mostrador y todo a su alrededor borroso mientras se concentraba en el dueño de esa voz. Sólo una persona lo llamaba Christian con ese tono de censura mezclada con superioridad. El hombre que se llevó su corazón y sus afectos y los pisoteó en el barro. Quien le mintió, lo usó y le tendió una trampa que lo derribó. —Whit —dijo Chris. Whitman Hamilton Keyes Tercero. Una presencia imponente en traje. «¿Con traje en sábado?» Con su cabello rubio peinado hacia atrás y los brazos cruzados sobre el pecho, se asomó por encima del mostrador y echó una rápida mirada al resto del personal. —¿Cómo estás? —le preguntó, y Chris se balanceó sobre los talones. ¿Cómo estaba? «¿Cómo estaba?» Todo lo que había sucedido era culpa de Whit. ¿Cómo esperaba que estuviera?—. ¿Puedo robarte un poco de tiempo para hablar? —Whit estaba bromeando ¿no? Chris estaba en medio del ajetreo de la tarde, los turistas haciendo cola casi hasta la puerta detrás de Whit, por supuesto que no podía tomarse tiempo. Trató de formar palabras, un simple no, agarrando apretadamente los bordes de su delantal, controlando su brusco temperamento, el asco le subía por la garganta. —No tenemos nada de qué hablar —finalmente logró decir, y estaba orgulloso de la forma en la que dijo esas palabras sin estallar o saltar el mostrador y matar al hombre al otro lado del mismo. Whit inclinó la cabeza en aceptación, listo para irse, y luego se detuvo y miró a Chris con determinación en su rostro. —Cinco minutos... O incluso sólo un minuto...
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Chris sintió que alguien pasó cerca de él, miró brevemente hacia la izquierda y vio el ceño fruncido en el rostro de Amelia. Nunca se había encontrado con el otro hombre durante todo lo que había sucedido en el Sagrado Corazón. Por supuesto que ella sabía todo lo que había sucedido, con el whisky y la cerveza se lo había sacado todo. Había sido bueno compartirlo. Más que bueno, había sido vital, de lo contrario podría jurar que se habría perdido por completo. —¿Está todo bien aquí? —Ella no estaba realmente preguntando, sus palabras iba dirigidas a Whit. —Un minuto entonces —Chris espetó irritado y luego se quitó el delantal, indicándole a Whit que lo siguiera a la cocina. Hizo caso omiso de Ame, no podía ni siquiera mirarla a los ojos, pero gracias a Dios no insistió. Se detuvo momentáneamente ante la curiosidad en las caras de las dos chicas que estaban en un descanso y reflexionó sobre sus pies, subiendo las escaleras a su habitación. Whit lo siguió y Chris cerró deliberadamente la puerta para que estuvieran solos. Whit, en su línea, no se inmutó cuando Chris se detuvo justo frente a él. —Tienes tu minuto. —Yo... Sólo... Tengo mucho que decir... Un minuto no es tiempo suficiente para… —Jódete. Tú. —Chris inhaló ruidosamente y luego trató de controlar su ira; necesitaba estar lúcido para manejar esto. Después de aquella mañana en la oficina, que le había dejado con su futuro destruido y su reputación destrozada. Con cuidado, midió sus siguientes palabras. —En menos de un minuto el consejo del Sagrado Corazón me juzgó como un depredador y me arruinó. Así que perdóname por corresponder a ese tiempo. —Chris no le daba cuartel y Whit palideció.
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—Yo no tenía ninguna opción. Créeme. Era completamente y absolutamente incorrecto por parte de Whit decir eso. La ira giró en espiral tan rápidamente dentro de Chris que era un fuego dentro de su cabeza. Le estaba resultando muy difícil no dejar que su necesidad de lastimar físicamente a Whit se escapara y se convirtiera en violencia real. —Podrías haberles dicho la puta verdad. —No podía. —Whit estaba evidentemente horrorizado ante la idea. —Se acabó el tiempo —Chris espetó en respuesta. Abrió la puerta y se hizo a un lado. Quería que se fuera, no necesitaba estar allí escuchando esa mierda. —¿Hay algo que pueda hacer por ti? —dijo finalmente Whit—. ¿Algo para que pueda compensar las cosas? Whit parecía realmente confundido. ¿No se daba cuenta de lo que había hecho? ¿Qué la carrera de Chris estaba en la cuneta? ¿Era tan inconsciente? —Estás bromeando, ¿verdad? ¿Sabes lo que tienes que hacer? Volver a la escuela. Ser honesto. Decirles que en realidad nosotros teníamos una relación y que yo no actué inapropiadamente con mis alumnos. Diles que el correo electrónico que les llegó era de ti para mí, no de mí para un niño a mi cuidado. —No puedo. La gente va a pensar que soy... Infiernos. Ni siquiera soy gay. —Whit empujó las palabras fuera. Tenía que tener la última palabra, su voz resonante con incredulidad. Cualquier control de Chris se rompió, y vio rojo. La niebla de su temperamento descendió de manera tan rápida que no tuvo tiempo ni para un pensamiento racional, y en cuestión de
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segundos había empujado a Whit contra la pared y tenía las manos apretando con fuerza sus hombros. —Eras gay cuando estabas enterrado dentro de mí, follándome por la mañana —dijo Chris. Apretó, Whit tratando de empujarlo hacia atrás, un gemido en su garganta—. Tú eras más que jodidamente gay cuando me estabas dando. —Por favor... Para... —La palabra fue estrangulada, queda. No era nada ante la expansión de energía y el sonido en la cabeza de Chris, y empujó con más fuerza. Sintió una presión sobre su hombro, una fuerza siendo utilizada para tirar de él hacia atrás, y soltó una maldición, la confusión arrastrándose a través de él. ¿Daniel estaba aquí? La voz de Daniel les gritaba, empujándolos para separarlos, Chris se tambaleó hacia atrás y Whit se revolvió hacia la puerta, la ira incoherente unida al miedo era obvia. —Quédate aquí —Daniel estaba gritando. No. Hablaba en voz alta, diciéndole a Chris que se quedase. Chris no tenía energía para decir nada. Se dejó caer al suelo, la adrenalina abandonando su cuerpo con prisa. «¿Qué he hecho?» «¿Qué soy?» Daniel llevaba su uniforme. Daniel estaba allí. El amante de Chris había salido de la habitación después de Whit. Joder. No tenía energía, ni un gramo de emoción, que no fuera la desesperación total. No sabía después de cuánto tiempo, podrían haber sido segundos u horas, todo era borroso, pero Ame estaba allí, cayendo de rodillas junto a él y tirando de él en un estrecho abrazo. Luego fue Daniel quien se agachó a su lado, hablando. Se iba. Decía que se iba. —No te vayas, tengo que explicarte. —Chris logró forzar la súplica, lamentaba haber caído tan rápido por él ante la mirada en blanco en el rostro de Daniel.
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—Escucha, mírame. —Chris parpadeó y trató de hacer obvio que estaba escuchando, Ame acariciaba suavemente su brazo. Daniel sonaba resignado, devastado—. Estoy de uniforme. Esto es oficial. No puedo quedarme. —Y con eso, se fue.
Daniel se encontró con el hombre que Chris tenía en sus manos fuera de la tienda. Alto, vestido con un traje y brillantemente rico, era exactamente el tipo de persona que Daniel evitaba en sus viajes de regreso a casa. No sabía qué coño estaba pasando, pero conocía a Chris. Algo estaba sucediendo aquí y ese rubio con un traje de buena calidad estaba en el centro del asunto. —Señor —dijo formalmente, a pesar de que lo que realmente quería hacer era derribarlo al suelo con un solo golpe. ¿Qué había causado que Chris se perdiera de esa manera? —Whitman Hamilton Keyes Tercero —el hombre se presentó—. Usted vio lo que estaba haciendo. Tenía sus manos sobre mí. —Whitman estaba visiblemente conmovido y sus ojos se encendieron con un brillo maníaco—. Se le pidió que dejara su puesto en la escuela porque estaba persiguiendo a los menores. Y ahora esto. He sido agredido físicamente. Daniel dio físicamente un paso atrás. ¿Dejó su escuela? ¿Debido a eso? No. Eso no era cierto. Tenía que haber otra razón. —Necesito su nombre, oficial —Whitman ordenó—. Quiero presentar cargos.
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—Daniel Bailey —dijo Daniel. Su pecho se tensó y miró fijamente con horror a esa cara. Era un policía de uniforme, aún en servicio. Tenía la responsabilidad de servir a la comunidad, quienquiera que fuese. No debía tratar con esa situación a menos que fuera completamente imparcial. Sacó el móvil del bolsillo y marcó el primer nombre de la lista. —¿Alex? —Hola Daniel. —¿Puedes venir a esa cafetería en Grand Street? Hay una situación. Alex hizo una pausa. Su compañero estaría en casa con su esposa e hijo, pero Daniel nunca le había pedido nada, y que Dios lo ayudara, Chris necesitaba ayuda ahora. —Estaré allí en diez —respondió Alex. Daniel terminó la llamada y alentó a Whitman de nuevo a la tienda de café para que se sentara en la mesa más cercana a la puerta. Comenzó a tomar notas mientras Whitman se explicaba. Palabras como comunicación inapropiada, homosexual, niños, escuela, le jodían la cabeza mientras las ponía en el papel. Francamente no estaba seguro de cómo no estaba empujando ese culo arrogante al suelo y golpeándolo. Alex llegó justo cuando terminaba de tomar la declaración. —¿Daniel? —Alex preguntó desde la puerta. —¿Puedes acompañar al señor Hamilton Keyes fuera? Estaré con vosotros en un minuto. Para su crédito Alex fue fríamente impasible. —Por supuesto.
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Whitman se puso de pie y echó un vistazo a la parte trasera de la cafetería. Parecía cansado, y si Daniel no se equivocaba, un poco enojado. —¿Daniel? Oyó la voz de Ame y giró sobre sus talones. Ella estaba abrazándose a sí misma y viéndose demacrada. —¿Chris está bien? —Daniel preguntó inmediatamente. —Lo dejé arriba. Él necesitaba saber dónde estabas. —Me tengo que ir, Ame —comenzó—. Tengo que presentar la denuncia. Ame asintió con tristeza. —¿Tú sabes que nada de lo que dijo la escuela es realmente cierto? Ella estaba pidiéndole a Daniel que tomara una decisión en el acto. Los hechos que le habían contado, la evidencia que había visto con sus propios ojos y la emoción que tenía en su propio corazón eran pesados. No había otra decisión que pudiera tomar. —Por supuesto que sí —dijo—. Pero tengo que irme. Tengo que hacer esto bien para poder ayudarlo. —Lo sé. —Dile adiós por mí.
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CAPÍTULO ONCE Lunes, 17 de diciembre Daniel se mantuvo en calma mientras el secretario del director marcaba el número y se conectaba. —Señor, hay un policía que quiere verlo. El oficial Daniel Bailey... Lo hago pasar. —Colgó el teléfono y levantó las cejas mientras pasaba la mirada hacia arriba por el uniforme de Daniel. Era evidente que no era aceptable que un policía de turno estuviera de pie en la entrada a su dominio—. El director lo verá ahora. Daniel asintió. No estaba allí oficialmente, ni mucho menos. Aunque el uniforme conllevaba toda una serie de responsabilidades, junto con las cosas que podía y no podía hacer, una cosa que descaradamente no tendría reparos en hacer era utilizar su posición como policía para conseguir más información para ayudar a Chris. Por no hablar de arrojar el peso del apellido de su familia, si llegara el caso. Llamó a la puerta y entró antes de oír un ‘pase’. El director estaba de pie con el ceño fruncido en su rostro. —Edmund Voegleson, director del Sagrado Corazón —se presentó y le tendió una mano. Daniel la apretó con firmeza—. ¿Cómo puedo ayudarte? —Estoy aquí por un incidente, señor —Daniel comenzó. Él lazó las palabras con fingido respeto. Era un juego peligroso el que estaba jugando, pero necesitaba hacerlo. —¿Un incidente en la escuela? —Voegleson parecía nervioso, pero la reacción inmediata pronto fue cubierta por un
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control helado—. Oficial, creo que necesita hablar con Danvers, que es nuestro enlace con el departamento y trata directamente con la policía local. —Yo no soy policía local, señor. Soy de Nueva York. —¿La Ciudad? —Sí. Un profesor empleado... —Daniel se detuvo y sacó una libreta del bolsillo. No necesitaba verla, se sabía los detalles de Whitman de memoria. Los tenía grabados a fuego en la cabeza. Ver a Chris empujando al hombre contra la pared con sus ojos idos fue suficiente para asustar a Daniel y descubrir cada maldita cosa acerca de Whitman Hamilton Keyes Tercero, del Sagrado Corazón, y del enigmático director que dirigía la escuela—. El nombre que tengo es Whitman Hamilton Keyes Tercero. Tengo entendido que es profesor de inglés aquí. —¿De qué va esto, oficial? Daniel fingió mirar su cuaderno de nuevo. —El señor Hamilton Keyes estuvo involucrado en un altercado con un tal Christian Matthews en una cafetería de la Ciudad en la calle Grand. Tengo entendido que el señor Matthews estuvo trabajando en esta escuela hace tiempo. —Sí. Dimitió. No lo entiendo, oficial. Cualquier cosa que ocurra fuera de la escuela no es responsabilidad del Sagrado Corazón. Daniel siguió adelante. —Entiendo que hubo algún tipo de problemas en la escuela entre estos dos hombres. —Ese es un asunto privado. —¿Uno que llevó al señor Matthews a salir de la escuela? ¿Se presentó ese asunto ante la policía local? Puedo empezar por ahí.
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—Espere. No era un asunto de la policía. Y los dos incidentes no están relacionados. Salió a la luz cierta información sobre la vida privada del señor Matthews que nos llevó a creer que era una persona inadecuada de trabajar con los niños. —¿Información sobre qué? —No creo que sea apropiado discutir eso. El asunto fue tratado y cerrado. Daniel hizo una demostración de tomar notas en su libreta. ¿El hombre sentado allí intentaba que la información sobre Chris no saliera a la luz? Daniel sabía que la información era que Chris era gay. ¿El director lo había despedido de allí como si fuera basura sólo porque había optado por dormir con un hombre? Esto no tenía nada que ver con las preocupaciones acerca de una relación. Esto era Chris siendo señalado debido a su preferencia sexual, y de alguna manera Whitman siendo protegido para que sobreviviera a las consecuencias. —¿Es cierto que Whitman Hamilton Keyes Tercero es el hijo de uno de los miembros de la junta? —Eso es correcto. No veo cómo eso se conecta con el señor Matthews. —Sólo es una conexión que tengo que señalar, señor. — Daniel se levantó y le tendió la mano, que Voegleson tomó inmediatamente—. Gracias por su tiempo. —Gracias desconcertado.
—dijo
el
director.
Parecía
un
poco
—Voy a pasar sus comentarios al enlace de departamento en la comisaría local para cuando llame para hablar con usted en relación con la situación de Matthews. —Se dio la vuelta para irse. Incluso tenía la mano en la puerta.
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—¿Oficial Bailey? —Daniel se volvió y esperó—. ¿Cuál es la situación de Matthews? —Hablé con el señor Matthews tras el altercado entre el señor Hamilton Keyes y él. Al enterarse de que el señor Hamilton Keyes iba a formular una acusación contra él por asalto sugirió que había pruebas que le gustaría sacar a la luz en su defensa. Alegó que existen algunas evidencias que podrían dar lugar a una condena por un entorno de trabajo inseguro y algún tipo de mensaje que se tomó desfavorablemente. Por supuesto yo quería hablar con usted primero, ya que este tipo de problemas puede salirse rápidamente de madre y dar lugar a demandas judiciales. —Prometió que… —Voegleson comenzó, pero luego se detuvo con la misma rapidez. Una máscara cayó sobre su rostro y recuperó visiblemente la compostura—. La forma de vida del señor Matthews no es algo que involucre a esta escuela por el momento. Antes de que pase cualquier cosa al enlace, por favor tranquilice al señor Matthews y transmítale que la escuela lamenta esta posición. Por favor añada que es bienvenido de vuelta a la escuela en calidad de profesor en cualquier momento, y que en caso de que decida no regresar, estaremos encantados de proporcionarle las referencias adecuadas como acordamos. —Le pasaré esa información, señor Voegleson. Gracias por su tiempo. Daniel se fue inmediatamente. Se sentía enfermo, pero de un modo extraño, aliviado. Hacer que la escuela fuera consciente de lo que estaba sucediendo era un paso más en la protección de Chris. Si la escuela lo respaldaba, probablemente Whitman dejaría todo este asunto. Leyó el mensaje que recibió media hora más tarde con sombría satisfacción. Evidentemente la escuela había ido
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directamente a Whitman y habían sido inflexibles. Era el último clavo en el ataúd de cualquier tipo de cargo de asalto contra Chris. Daniel odiaba jugar a esos juegos, pero como el hijo rico de un hijo rico sabía exactamente cómo funcionaban esas escuelas de élite. El texto era claro, al punto, y del propio Whitman. «He reconsiderado el asunto. Voy a retirar los cargos.»
A los pocos segundos de que su amante desapareciera por la puerta, Chris supo que potencialmente era la última vez que lo vería. Entrar y tener que detenerlo debió haber sido un gran shock. De un hombre que normalmente no le diría ni boo a un ganso, claramente le había mostrado a Daniel su lado más oscuro. Daniel era policía, y tuvo que apartarlo de Whit. Debido a eso necesitaba hacer un seguimiento de manera oficial. No importaba si se lo estaba follando durante sus horas libres, al final del día, Whit presentaría cargos y tenía a un testigo material que era un policía uniformado para respaldarlo. Podía pensar en lo que Daniel podía o no haber oído. Podía ser que lo hubiera oído porque Chris se había perdido, o de nuevo, posiblemente no. Lo que fuera. El hecho de que el hombre ni siquiera llamara, y, mucho menos enviara mensajes de texto, dejaba elocuentemente clara su opinión sobre el asunto. Ame quería que consiguiera un abogado, o según sus palabras ‘necesitas contratar a un abogado ya’. Recordó los episodios de ‘Ley y Orden’ 20 en los que a veces se quedaba 20
Serie americana sobre un bufete de abogados.
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atrapado viendo las reposiciones y le pareció excesivo para lo que realmente había sucedido. Para gran disgusto de Ame siguió trabajando, esperando cada vez que la puerta se abría que los policías, incluso Daniel, fueran a detenerlo. Se había resignado a lo que le iba a suceder. Finalmente puso una reacción animada y burbujeante justo antes de la tienda abriera y entraran los primeros clientes. —¿Por qué no llamas a Daniel? Al menos busca el desenlace. Me dijo que sabía que tú no eras así. Si no se ha puesto en contacto contigo tiene que haber una razón. —Ella estaba mezclando un nuevo lote de magdalenas, dejando caer la fruta, las nueces y el chocolate de forma aleatoria. Chris se preguntó si aún sabía lo que estaba haciendo, de tan distraída que parecía. —¿Desenlace de qué? —le preguntó rápidamente—. ¿Unas pocas citas y algunas folladas por lástima? —Chris —amonestó rápidamente—, tenías algo con él; eras feliz. —En realidad, nunca comenzó, ¿verdad? Infiernos, Ame, fue tan profundo y significativo como una aventura casual de una noche. —Chris. —Sólo necesito cerrarlo. Otro cuerpo caliente, quizás así pueda superar esto del cierre con Daniel. ¿No? —Lo siento, cariño. —Ella sonaba condenadamente triste, y era lo único que podía hacer para no descomponerse y pedirle que lo ayudara. ¿Por qué estaba mintiéndose a sí mismo? En el fondo quería preguntarle a Daniel qué pasaba, y realmente quería cerrar eso con Daniel, independientemente del costo. Necesitaba un fin, no quería que Daniel lo aborreciera.
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Ciertamente no podía soportar la idea de que lo odiara. Si sólo pudiera verbalizarlo, entonces tal vez ayudaría. Le dio un abrazo a Ame, ignorando su gemido de protesta y la nube de harina que lo acompañó. —Tengo cosas que decidir —dijo— después de la Navidad. No puedo quedarme aquí para siempre. Necesito hacer algo con todo este maldito lío, arreglar las cosas. —Eso si es que tenía la oportunidad. Si no le levantaban cargos de algún tipo por asalto agravado—. Si soy acusado tendré algo más en contra de mi nombre, y voy a tener que pensar de nuevo. Alejarme. Y así, con esa conversación girando en su mente, el día fue tedioso y a paso de tortuga. La gente se quejaba con una voz chirriante, estridente y sin alegría ni placer, justo como cualquier otro lunes. Al parecer, incluso los turistas estaban pasando por alto la tienda, y eso nunca era una buena cosa ya que normalmente compensaban el dolor que los hombres trajeados y las mujeres en tacones le provocaban. Escuchó durante todo el día a las voces de Nueva York romperse, exigiendo el café hecho de esta y aquella otra manera, y a las cinco casi había llegado a su límite de ser educado. Estar de pie en un café atendiendo a clientes de mierda que no tenían ni una pizca de bondad en ellos no era el sueño de su vida. Eso no era lo que debería estar haciendo. Se quitó su delantal y subió las escaleras hacia su habitación, y se quedó de pie ante la puerta durante un tiempo pensando en cómo se había desmoronado todo. Una pequeña habitación, sus posesiones en un guardamuebles, sus cuentas agotadas, sin un trabajo real, y ahora sin Daniel. Dobló sus brazos sobre el pecho. No podía moverse, incapaz de empujarse más allá del umbral. Luego sintió unas manos descansar sobre sus hombros. No se sobresaltó, había escuchado pasos detrás de él, esperando y queriendo el tacto. Sólo que no era Ame quien lo había seguido escaleras arriba. Era alguien más alto, más ancho,
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más duro, el agradable calor de un fuerte cuerpo masculino, y con un suspiro, se dio cuenta que Daniel estaba allí. ¿Por qué estaba allí? ¿Para detenerlo? ¿Estaba solo o había traído a su compañero? Chris no dijo nada. Egoístamente quería estos últimos momentos de contacto. Girándose hacia Daniel, permitió que el dolor y la preocupación se deslizaran a través de él. Si se trataba de una visita para explicarle por qué no podía seguir viéndolo, quería tener ese último toque de afecto antes de que todo acabara. Daniel se inclinó para susurrarle al oído, su aliento cálido. —¿Podemos hablar? En silencio Chris asintió y Daniel lo animó a la habitación, cerrando la puerta cuando entraron. Durante largos segundos se miraron el uno al otro hasta que Chris rompió el contacto visual y se sentó en el borde de la cama, que todavía estaba en desorden después del último fallido intento de la noche anterior para conseguir dormir algo. Daniel estaba de pie, alto, una mirada de determinación en su rostro. —Lo siento… —Te fuiste… Hablaban a la vez, pero no hubo la falsa cortesía social de dejar que el otro fuera primero mientras un revolcón de palabras se derramaba de Daniel. Al principio fue difícil mantener el ritmo. —...fui tras él, le dije que se quedara abajo, le conseguí un café. Yo iba de uniforme, tenía que tratar con él como policía. Chris, por favor. ¿Puedes entender por qué no podía dejarlo? Tenía que hablar con él, me dijo lo que había sucedido. Entonces lo presioné, y me dijo más de lo que deseaba. Mierda,
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Chris, ¿por qué no me lo dijiste? Yo podría haberte ayudado. Por lo que pillé, uní algunos fragmentos, le seguí la pista, me fui al Sagrado Corazón… —¿Fuiste a la escuela? —Chris enterró su cabeza entre las manos cuando la vergüenza lo inundó. —Tuve que hacerlo oficial. Vi lo que pasó aquí, yo estaba de guardia, eso lo hizo oficial. —Daniel se agachó delante de él. Chris sintió que toda su vida se deslizaba lejos de él. Se levantarían cargos contra él por lo de escuela y sería etiquetado como algo que no era. —No, Daniel, les prometí que no iba a ir más lejos, era la única cosa que les impidió presentar cargos. —¿Presentar cargos sobre qué, bebé? —Daniel interrumpió—. No tenían nada, no tienen nada. Admitieron que la razón por la que te pidieron tu renuncia fue la vergüenza de tener un profesor gay marginado en su jodida escuela de cincuenta mil años de antigüedad. Chris levantó la mirada en shock. —¿Sólo por ser gay? No a causa de... que... —Él estaba cerca de volverse incoherente debido a la rabia que estaba subiendo constantemente en su interior—. Ellos dijeron que habían encontrado un correo electrónico que demostraba que era inapropiado para enseñar a los niños de mi clase, dijeron, que no era seguro que estuviera con ellos. Después Whit se negó a aceptar que era él quien había enviado el correo electrónico… —Hamilton Keyes habló de presentar cargos por asalto. —¿Asalto? Estoy jodido. —Espera. Él recibió un aviso de la escuela y ha retirado todas las acusaciones. La escuela dijo que te darían una buena referencia.
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Toda la lucha abandonó a Chris en un instante por las tranquilas palabras de Daniel. Lo miró directamente a los ojos y Daniel le sostuvo la mirada con firmeza. —¿Te las arreglaste para hablar con él y conseguir una referencia para mí? ¿Así de fácil? —preguntó. Daniel vaciló brevemente y cerró los ojos. —Fui honesto con ellos —dijo simplemente—. Pude haber alentado su respuesta con una pequeña cantidad de intervención policial implícita. Chris sintió dolor por él. Eso era más honestidad de la que él esperaba y la calidez le llenó ante lo que Daniel había hecho. —Siento que hayas tenido que... No quiero que pienses... — No capaz ni de terminar una frase. Lamentaba que Daniel hubiera tenido que involucrarse. Entonces se puso furioso al pensar que Daniel no podía verlo como un hombre fuerte. —No siento haberme involucrado. Para empezar, no tenía otra opción, pero, Chris, si me hubieras contado todo esto en detalle habría estado allí para ti. Te amo. Chris cerró los ojos e inclinó la cabeza. —Yo también te amo. —Las palabras salieron fácilmente después de tanto tiempo preocupándose acerca del momento y el lugar para decirlas. Ahora era el momento correcto—. Por eso lo lamento tanto. —No es necesario que lo lamentes. Daniel animó a Chris para que se quitara sus bóxers y luego se tumbara en la cama. Se despojó de sus ropas y luego subió a la cama detrás de él. Tiró de él estrechamente y Chris se permitió relajarse en esa fortaleza. No había manera de que Chris pudiera zafarse, incluso si quisiera. Metió la cabeza bajo la
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barbilla de Daniel, inhalando el olor a frío y nieve del exterior, tenía muchas preguntas en su cabeza, pero sólo había una cosa que realmente podía decir. —Siento que hayas tenido que hacer todo eso por mí. —No lo hice por ti —dijo Daniel con firmeza—. Lo hice por nosotros.
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CAPÍTULO DOCE Martes, 18 de diciembre Chris emergió de su sueño segundo a segundo, perezoso, lento, caliente, acurrucado y sostenido herméticamente. Desorientado, trató de moverse, el peso del brazo de Daniel fijándolo contra el colchón y sus dedos cerrados en las sábanas. El reloj marcaba las 03 a.m. y Chris parpadeó para asegurarse que estaba viendo la hora adecuadamente. Por Dios, había dormido hasta un nuevo día en la misma cama que Daniel y no habían hecho el amor. Ese fue un trágico desperdicio de oportunidades y se retorció de nuevo, con la esperanza de que Daniel se despertara y tomara nota. Todo lo que Daniel hizo fue mover su brazo, rodar sobre su espalda, gruñir en sueños y tirar de la manta con él. Chris sonrió. Su amante, el policía malo y vencedor del mal parecía un niño pequeño, el pelo enredado y su rostro tan joven como el que recordaba de la universidad. Con Daniel girado al menos Chris podía moverse y usar el baño, lo que era una definitiva ventaja. Trató de pillar de nuevo el sueño, pero había tanto en su cabeza que simplemente no podía suceder. En cambio, para llenar el tiempo, arrastró los pies hacia atrás y se apoyó contra la cabecera, procediendo a hacer algo que realmente disfrutaba, observar a Daniel. Nunca había tenido el lujo de verlo dormido antes, ya que el otro hombre parecía estar en estado de alerta permanente y malditamente consciente todo el tiempo de lo que sucedía a su alrededor. Mirarlo duró todo un minuto. Después era imposible no tocar lo que miraba. Daniel tenía el cabello muy suave, y a pesar de la oscuridad de la habitación, Chris podía recordar cada hilo castaño suave entre la seda de color marrón oscuro. Se retorció
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y lo tomó alrededor de sus dedos, y Daniel se agitó lo suficiente como para apoyarse en el toque. Chris sonrió, la emoción hinchándose dentro de él, y trazó un camino desde la frente hasta el cuello, pasando rápidamente a inclinarse ligeramente en la cama para poder seguir a sus dedos con besos. Daniel murmuró y tensó los músculos de su brazo bajo el toque de Chris, todavía dormido, todavía tranquilo. Chris encendió la lámpara de la mesita de noche, que proyectó una luz suave alrededor de la cama. Con cuidado, con mucho cuidado, tiró de la colcha, dejando al descubierto el ancho pecho de Daniel para hacer su boca agua. Se centró en uno de sus pezones, inclinándose y soplando suavemente sobre el mismo antes de tocar con la punta de su lengua el botón endurecido. No fue suficiente, nunca lo era en lo que a Daniel concernía. Chris quería saborearlo más y sin un pensamiento consciente hizo precisamente eso. Utilizó sus dientes preocupándose de apretar solo ligeramente la piel, moviendo la boca degustando una cuesta enrevesada. Ya era más que obvio que Daniel estaba fingiendo dormir mientras su respiración se aceleraba. El cuerpo de Daniel temblaba, y si Chris no se equivocaba, esa era una polla dura hurgando en su muslo. Se retiró, pero Daniel lo detuvo, anclando los dedos en su pelo y sosteniéndolo con firmeza. —No te detengas —Daniel murmuró—. Era un bonito sueño el que estaba teniendo. Chris se rio entre dientes. —Yo sólo quería probarte — admitió. —Sólo querías que me despertara. —Bueno, yo quería darte las gracias apropiadamente. Daniel se quedó quieto un momento. Luego enhebró los dedos en el cabello de Chris y lo animó a subir más arriba para
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robarle un beso. Chris fue de buena gana, apoyando el peso sobre su amante. —Nunca tienes que dar las gracias. —Obviamente Daniel estaba hablando en serio, y por una fracción de segundo Chris quiso ver sus ojos de color avellana claro para juzgar la emoción en ellos. —Lo que hiciste por mí… —Por nosotros. —Para nosotros. Para mí. Por Dios, Daniel, yo no soy un luchador. Así que... Gracias. Preocupándose por cosas estúpidas como el aliento mañanero se empujó fuera de la cama. Se precipitó al baño, se lavó los dientes y sonrió ante el espejo cuando Daniel lo siguió, todo alborotado por el sueño y una mirada tierna. Dándole un cepillo de dientes de repuesto, Chris lo dejó y se metió de nuevo bajo las sábanas calientes. La expectativa de lo que quería hacer se construía en su interior hasta que fue tan fuerte que estaba maldiciendo el tiempo que le estaba llevando a Daniel cepillarse los dientes. Daniel finalmente se reunió con él sobre el edredón y se besaron de nuevo, lenguas con sabor a caramelo, con perezosa lentitud, dejando que el calor se construyera con suavidad. Chris animó a Daniel a que se metiera entre sus piernas y luego lo abrazó buscando el mayor contacto que pudiera conseguir. El sabor de Daniel lo intoxicaba. Había pasado tanto tiempo desde que había conectado con alguien, y Whitman no contaba. El sexo con él había sido apresurado, furtivo y en primer lugar teñido por la amargura de Whitman ante lo que estaban haciendo. Empujó de su cabeza los pensamientos sobre su ex y se concentró en Daniel.
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Se arqueó hacía él y disfrutó de la sensación de que el otro hombre estuviera tan duro contra él. Se había perdido el tanto. —Tienes unos ojos preciosos —susurró Daniel. Le besó la punta de la nariz y le sonrió. —Tú también —Chris respondió. No estaba mintiendo. Los ojos de Daniel siempre habían sido un misterio para él. A veces marrones, a veces verdes, el término avellana no le hacía justicia. Tenían manchas de color ámbar y negro oscuro, y eran preciosos. —Siempre tus ojos —Daniel murmuró. Posó los labios en su garganta y luego se concentró en crear una ruta de calor desde el pezón hasta el ombligo y la espalda. Chris se retorcía debajo de él ante las sensaciones que estaban creciendo en su cuerpo. Dios, Daniel era un maestro en eso—. Cuando estudiábamos siempre parecías tan serio, me gustaba ver tus ojos. No creo que supieras como de afeminado me sentía mirándote a los ojos. —L-lo sien-lo siento —Chris tartamudeó cuando los labios de Daniel se trasladaron peligrosamente cerca de su polla. Se movió con impaciencia para conseguir tener la erección más cerca de la boca de Daniel, pero este se estaba riendo, el hijo de puta, y degustaba todas las partes menos la que Chris quería que besara. —No te disculpes —susurró Daniel. Apretó con sus manos hasta que Chris abrió más sus piernas y luego se inclinó para poder concentrarse en besar y chupar los pesados sacos que estaban contraídos. Chris estaba tan condenadamente cerca. —Por favor —murmuró—. Compláceme. —¿Qué, Christian? —Daniel bromeó.
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—Con la boca —Chris logró empujar las palabras en un orden lógico. Daniel no discutió. Aspiró a Chris abajo en un movimiento suave y luego se concentró en engullirlo hasta que no pudo tomar más. Cada chupada, toque y lamida fue suficiente para empujarlo. Pero quería más. Esta mañana necesitaba más. Llegó abajo y retorció los dedos en el cabello de Daniel, y tiró suavemente hasta que su amante pilló el punto. —¿Qué? —le preguntó. —Dentro de mí —ordenó Chris. Se agitó de lado hasta el gabinete donde encontró el condón y el lubricante y los dejó caer en las manos de Daniel—. Ahora. Daniel no perdió el tiempo, se puso el condón y estiró a Chris, todo al mismo tiempo. Chris quería que fuera más rápido y se empujó hacia abajo en los dedos de Daniel. —No te apresures. Te dolerá —Daniel no terminó la frase, porque Chris se movió de nuevo y los dedos de Daniel presionaron más profundo en su interior. La sensación era demasiado y Chris casi se perdió en el acto—. Jesús —Daniel respiró—. Nunca he visto... Se alineó y alentando a Chris para que se inclinara y descansara contra sus muslos, se presionó en el interior. Chris hizo una mueca ante la primera intrusión y cuando pasó el inicial malestar se movió hacia delante para que Daniel entrara más profundamente. El ritmo que cogieron fue apresurado y crudo, pero se miraron uno al otro a los ojos en todo momento. —Te amo. Te amo —dijo Daniel una y otra vez. Cerró los ojos un instante mientras Chris se corría duramente, y luego lo siguió.
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Chris lo atrajo hacia él, deleitándose con el calor y el peso de su amante. —Te amo, Daniel —susurró. Podía sentir la sonrisa de Daniel contra su piel.
—Entonces, ¿podemos hacer una parada por la mañana y pillar más panecillos? —dijo Alex. Daniel se echó a reír. Visitando la cafetería de Amelia había creado un monstruo, ya que su socio amaba las galletas de chocolate. Se estaban preparando para salir a patrullar en la oscuridad, era la forma favorita de Daniel de hacerlo. Sí, no cubrirían los puntos altos de presión, pero todavía había más que suficiente color tan cerca de Navidad para asegurar que sería una noche variada. —Supongo que podemos —respondió Daniel. Se encogió de hombros en su chaqueta y se aseguró que todo estaba en su lugar. —Tal vez podrías presentarme a tu chico. Correctamente, quiero decir. Daniel sonrió. Infiernos, podía sentir que estaba sonriendo y el sentimiento no lo dejó ni siquiera cuando salieron a la calle. El cielo nocturno estaba despejado y la nieve que había caído por la mañana cubría todos los techos de color gris con una capa de blanco diamante que se reflejaba en las farolas. Amaba esta ciudad.
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—Tenemos un 10-11 ¿pueden asistirlos?
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entre Panaderos y la Quinta;
—10-422. Vamos para allá. El código de alarma en oficinas no era nada nuevo. Las alarmas de la ciudad llegaban durante todo el tiempo de coches, edificios, lo que fuera, pero si se preocupaban por todas la policía perdía el tiempo en llamadas que no llegaban a nada. Por eso Daniel no estaba ni un poco preparado cuando todo se fue al infierno. Ansell Stewart, cincuenta y tres años y con una pistola, estaba en una calma helada. Daniel y Alex habían entrado en una situación que probablemente se les fuera de las manos en un segundo. La esposa de Ansell, en breve ex esposa, estaba sentada en una silla, sollozando. Era limpiadora en ese antiguo edificio de oficinas y Ansell le había hecho una visita después de haber recibido los documentos. Había decidido que la única manera de salir de un matrimonio que había terminado mal era llevar un arma a la reunión. Llevaban sentados en el suelo con una pistola apuntándoles por lo menos durante una hora. Daniel quería estar tranquilo pero el miedo que lo estaba arrasando se lo hacía difícil. Esa no era su primera vez en el extremo equivocado de un arma, pero era la primera donde había tanta decisión racional en los ojos del poseedor del arma. No estaba drogado ni borracho, estaba, literalmente, muerto, sin emoción. Cuando les dijo a Daniel y a Alex que debían hacer una última llamada telefónica no estaba bromeando, y de repente Daniel supo que no tenía palabras para Chris, no importaba lo que le dijera.
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Alarma en unas oficinas. Recibido y entendido.
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—Hola. Acabo… Por Dios… Chris, yo sólo quería decirte que te amo. Siento que no tengamos más tiempo. —Mantuvo su voz tan calmada como pudo, pero luego se dio cuenta que no podía decir nada más. Terminó la llamada. Alex hizo la suya y el corazón de Chris casi se paró cuando fue la esposa de Alex quien contestó al teléfono, como demostraba el aspecto ceniciento en la cara de su amigo y el simple ‘te quiero, nena, para siempre, dile a Em que también la amo’. —Cortó la llamada y colocó el teléfono donde Ansell Stewart les estaba diciendo que lo pusieran. —No deberíais haber venido ¿sabéis? No quería ningún testigo para el final de cosas con ella —dijo Ansell con calma. No hubo grandilocuencia ni elocuentes discursos o cualquier cosa que les diera la oportunidad de correr hacia el hombre. Se sentaron allí durante una hora, tal vez más, con Ansell mirando a su esposa en absoluto silencio y calma. No le importaba lo que ella dijera, declarara o explicara, él no se inmutó. La radio trató de establecer contacto, lo que podría ser una buena cosa. La comisaría sabría que algo había salido mal. Daniel y Alex estarían ya en la lista como desaparecidos y el lugar de su última llamada sería el centro de búsqueda para la policía. Fuera de ese lugar colegas y compañeros estarían esperando el apoyo para lograr sacar a sus chicos con vida. Desafortunadamente, Daniel no podía ver estar vivo mucho más tiempo como una opción. Alex intentó hablar pero Ansell ignoró cada palabra. Daniel también lo intentó. Nada. Entonces Ansell cometió un error. —De rodillas —dijo de manera uniforme. Era evidente que había decidido lo que iba a hacer. Alex miró a Daniel y por un segundo sus ojos se encontraron. Una gran cantidad de información pasó entre ellos. Ponerlos sobre sus rodillas era un asesinato estilo ejecución. ¿Fuerzas especiales, tal vez? Alex asintió sutilmente y de repente Daniel supo lo que su amigo iba
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a hacer. Ya que de los dos era el oficial superior, probablemente sentía que era su responsabilidad hacer algo, algo que muy probablemente sería estúpido. No había manera de que esto terminaría así. Causar un disturbio para alejar la atención del tío de ellos iba a terminar con uno de ellos con un disparo. Alex era padre, infiernos, Daniel no podía dejar a Emma sin su papá. Daniel ni siquiera dudó. Cuando hizo el movimiento para arrodillarse tropezó, lo justo para coger a Ansell con la guardia baja. De repente, Daniel tuvo su momento. En un segundo tenía la mano en la pistola y todo se detuvo. La bala salió de la pistola y cavó profundamente un ángulo en su muslo, pero tenía la empuñadura de la pistola y fue capaz de aferrarse fuertemente controlando su respiración para alejar el dolor. Cuando Alex gritó y saltó a ayudarlo y alejarlo, otra bala salió disparada. Daniel no podía ver lo que sucedía, un velo cayó sobre sus ojos, y con un último pensamiento sobre lo que su padres y Chris pensarían, permitió que su yo consciente se desplomara.
Chris sentía que esta noche había sido diferente. En primer lugar nada de Daniel. Había sido llamado temprano, casi al termino de su turno, y nunca llegó a casa. Realmente intentó no preocuparse, pero tenía un inversión seria en el otro hombre, estaba atado emocionalmente a él de maneras que nunca había imaginado. Había tenido una llamada telefónica. A las tres de la mañana su móvil vibró en el suelo antes de que estuviera lo suficientemente despierto como para llegar a él. Maldiciendo, se aferró a él, viendo el nombre de Daniel en la pantalla. Había
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apretado los botones para contestar, pero la vibración se había detenido, claramente él había sido demasiado lento. Estaba bien, probablemente le había dejado un mensaje. Esperó hasta que el teléfono indicó que tenía un mensaje y de inmediato trató de ponerse en contacto con él, pero fue directamente al correo de voz. Maldita sea. Se desplazó a su propio correo de voz y lo conectó: un mensaje. ‘Hola. Acabo… Por Dios, Chris, yo sólo quería decirte que te amo. Siento que no tengamos más tiempo’. La voz de Daniel era baja, controlada y muy tranquila, pero un frío estremecimiento pasó por la espalda de Chris y en segundos estaba fuera de la cama y tirando de sus pantalones vaqueros. Recogió el móvil, trató de introducir el número de Daniel, pero de nuevo nada, directamente al correo de voz. Tenía que llamar a alguien. Mierda, se dio cuenta de que ni siquiera sabía en qué comisaría estaba Daniel. Metido ciegamente en sus propios problemas, en realidad nunca lo había preguntado. No era cerca de aquí, estaba al otro lado de la ciudad. Espera, Daniel había llamado a su hermano para encontrarlo, ¿tal vez Andy lo supiera? La voz de Andy era confusa y somnolienta, pero en cuestión de segundos debió notar la confusión en la voz de su hermano y entonces estuvo lúcido y capaz de dar una idea de cómo encontrar a Daniel. —¿Por qué tienes que hablar con él? —El mensaje que me dejó, parecía mal.
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El café estaba tibio, y la mirada algo sospechosa que estaba recibiendo del encargado fue suficiente para congelar lo que quedaba de la cafeína en el vaso de plástico. Desde luego no era de calidad como el que conseguiría en Amelia, pero no estaba sentado exactamente en la bonita cafetería donde dispensaban cafeína caliente y magdalenas a los neoyorquinos. De hecho, no había puesto un pie en el puesto de Ame desde que había salido con la misión de saber qué demonios le había pasado a su amante. Nadie lo había ayudado, y nadie le decía nada. Sólo fue informado que el oficial Daniel Bailey estaba de guardia, y que cuando regresara le darían su mensaje. Todo iba de mal en peor cuando ni siquiera el policía que había conocido la segunda vez que Daniel visitó la cafetería lo miraba a los ojos. Al final, él se deslizó corriendo pasando policías ocupados y terminó en una especie de oficina principal, poniéndose delante de la primera mesa disponible y hablando en voz lo suficiente alta como para que el policía que estaba hojeando unos papeles lo escuchara. —Mi amigo me dejó un mensaje —fue todo lo que Chris dijo, reproduciendo las pocas palabras, con ganas de gritar, ‘mirad, soy importante para él’, pero no tenía realmente claro si los colegas de Daniel sabían que él era gay. Quería exigir respuestas; seguramente tenían alguna forma de contactar con Daniel y decirle que su amigo Chris estaba preocupado. El policía del escritorio, Johnson por el nombre en su tarjeta de identificación en el pecho, finalmente dejó de archivar los
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papeles y miró hacia arriba. Toda la sala se había quedado en silencio, uniformados y vestidos de civil por igual, todo el mundo se detuvo. Chris miró a su alrededor, la tensión se arremolinaba en su interior. Algo estaba mal allí. Levantándose, el policía cogió el móvil y luego le indicó a Chris que lo siguiera. —El jefe tiene que hablar contigo. Y ahora, una hora más tarde, bajo la luz borrosa de la madrugada, todo parecía surrealista, y la situación de los rehenes era un millón de veces peor que cualquier cosa que Chris hubiera visto en las películas. ¿No se suponía que debería estar allí un tipo del FBI, un inteligente y listillo negociador del FBI, rescatando a la mujer, a Daniel, y al compañero de Daniel, para sacarlos del edificio? La nieve caía de manera constante sobre el cordón policial y los coches de policía, y la situación seguía sin resolverse. Estaban en un callejón sin salida, pero Chris quería hacer algo. Cualquier cosa. El secuestrador, Ansell Stewart, ex marine, supuestamente tenía algunos problemas emocionales, pero ninguna razón sólida para tener como rehén a su ex mujer, aparte de algún tipo de trastorno mental. Daniel sólo terminó en el lugar equivocado en el momento equivocado, contestando a la alarma de unas oficinas. Chris había conseguido esa información en el pequeño y cambiante grupo de personas que estaban lo más cerca del cordón que podían. Tenía los dedos entumecidos, estaba exhausto, sensible, y al borde de agarrar un arma y entrar él mismo. Olvidando lo que decían los expertos. Entonces pensó en Daniel, atrapado en ese edificio venido a menos, un complicado laberinto de habitaciones en el edificio de oficinas en el que la ex señora Stewart estaba limpiando. De repente ya no estaba tan frío ni con ganas de correr para poner la vida de Daniel aún más en peligro.
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Uno de los policías de la comisaría de Daniel se había apiadado de él, le daba la limitada información que podía darle, e incluso le había suministrado más café de la policía que era como agua. Había una especie de conmoción cerca de una de las grandes camionetas blancas y un amigable policía le hizo a Chris una señal con los pulgares hacia arriba. Claramente algo estaba sucediendo, tal vez estaban saliendo, y él contuvo el aliento, esperando. Se acabó en un instante, a través del mar de uniformes azules y coches sólo podía ver un hombre siendo sacado esposado y una mujer. Nada de Daniel. ¿Dónde diablos estaba Daniel? Chris pasó junto a la barrera. Necesitaba ver, por lo que se agarró duramente del brazo del policía amistoso. Esto era estúpido. ¿Por qué no estaba Daniel allí? Los policías corrían, armas en mano, la determinación en sus facciones y, a continuación, alguien estaba gritando, el caos se desplegó entre la multitud. Chris se esforzó por ver a Alex, el compañero de Daniel, tropezando fuera de la puerta, otros dos colaboradores y el grupo de policías desplegados frente a ellos. —Necesitamos aquí un paramédico.
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CAPÍTULO TRECE Sábado, 22 de diciembre Chris no sabía qué hacer consigo mismo mientras esperaba el informe del hospital, sentado en las frías y duras sillas con la familia de Daniel mientras fingía que todo estaba bien. Era 22 de diciembre, sólo faltaban tres días para Navidad, y se negaba a creer que Daniel no estaría fuera del hospital para ese día tan importante. Todo había salido terriblemente mal. A medida que los minutos iniciales pasaron toda la historia había sido reconstruida: Alex, el compañero de Daniel, y el hombre corpulento de la cafetería, ayudaron a crear el conjunto de la imagen. Alex le dijo a la familia de Daniel que si no fuera por él no estaría allí de pie. La íntima escena se hizo mucho más conmovedora debido a la hija de tres años de edad de Alex que se abrazaba a su padre mientras este explicaba lo que Daniel había hecho. Daniel se había puesto a sí mismo en medio de la pistola en mano del psico y Alex. «¿Por qué haría eso?» El marido se rompió, movía el arma, Alex tenía los recuerdos borrosos de los movimientos, y de pronto sucedió. Una bala salió de la pistola y desgarró el muslo de Daniel, en la zona alta, mellando una arteria. El amante de Chris cayó sangrando al suelo, el marido inconsciente, la esposa gritando. Alex la había abofeteado dijo, ‘sólo agarré la pistola y le di una bofetada a la esposa’. Esa acción era lo único que podía hacer para calmarla, él fue firme en eso.
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Si los paramédicos no hubieran estado allí en la escena a la espera en caso de alguna muerte o heridos... Llegar en minutos al cirujano de traumas en el St Angels... Joder, ni siquiera quería pensarlo. La familia de Daniel entraba y salía de la UCI23, su padre con comentarios afilados y preguntas punzantes. La madre de Daniel tenía los ojos secos en un primer momento, ‘le dijimos que nunca debería haberse unido a la fuerza de policía’, y luego fue un desastre lloriqueando de histeria cuando se pararon junto a su hijo en la cama y les informaron que había necesitado una transfusión de sangre. Chris quería golpearla, al igual que Alex había golpeado a la mujer histérica, la violencia dentro de él era tan jodidamente primaría que lo corroía. Por supuesto que Daniel debía ser policía, amaba su trabajo, si iba a morir sus padres no deberían pasar las últimas horas de la vida de su hijo atacando sus opciones de vida y diciendo que Daniel había cometido un error. Realmente no reconocieron a Chris en un principio debido a las prisas, la pena y el dolor. Sabía que esta era la familia de Daniel, habían hablado de eso en su primera cita. Daniel comentó que era gracioso que sus padres en realidad habían tenido más dificultades para aceptar su elección de carrera que su elección de pareja sexual. Había una barrera entre ellos y Chris, y finalmente decidió que desde luego no iba a hacerse notar para captar su atención. Mientras pudiera sentarse allí por si Daniel lo necesitaba, estaba bien con ser ignorado. —¿Cómo se ha permitido que él esté aquí? —La mamá de Daniel finalmente espetó, señalándolo, pero hablando con el cirujano que les explicaba las posibilidades de su hijo tres días después de que sobreviviera a la cirugía. Ella no podía hacer frente a todo, eso estaba claro, y su ira y desesperación estaban siendo dirigidas hacia el exterior a la víctima más cercana. Chris. 23
Unidad de cuidados intensivos.
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—Soy su novio… —Chris había comenzado, pero el cirujano interrumpió el inminente argumento contundentemente, sin aceptar discusiones. —Daniel necesita que le hable todo el que signifique algo para él. —Chris miró al cirujano con gratitud y atrapó la mirada comprensiva del padre de Daniel cuando el hombre mayor alejó a su esposa. Por lo menos a él no le importaba que Chris estuviera allí—. Hemos detenido los medicamentos que lo mantenían inconsciente. Ahora hablen con él, díganle algo, lo que necesita ahora es oír el sonido de sus voces. Por acuerdo tácito se turnaban, ocultando ese arreglo, de una alguna manera informal, detrás de excusas como ir a buscar café o agua, o que necesitaban ir al cuarto de baño. Chris había vuelto a casa, incluso ayudó a Ame un poco en la tienda mientras Daniel había sido mantenido inconsciente para curarse. Ahora que le habían dicho que podía despertar en cualquier momento, no iba a aceptar ninguna posibilidad de no estar allí. En realidad, ya estaba acabando el 23 de diciembre cuando los párpados de Daniel revolotearon y de repente ya no importó el tema de la terapia física o tratar con los efectos secundarios ni todas la advertencias que el inteligente cirujano les había dado sobre qué esperar. A pesar de que había sido expulsado de la habitación, y derivado a la sala de espera, sabía una cosa. Tenía a su amante de nuevo.
—¿Daniel? ¿Cariño?
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Daniel se centró en las palabras y parpadeó en su camino de regreso a la plena conciencia. Estaba flotando y oía la voz de su madre. —¿Mamá? —En su cabeza, añadió un montón de preguntas. ‘¿Qué diablos ha pasado?’ ‘¿Dónde está papá?’ ‘¿Estoy en casa?’ —Hubo un tiroteo —dijo su padre. Eso respondía a dos de las preguntas. —¿Alex está bien? —Él está bien. Has sido muy valiente, Danny. —Su madre estaba muy cerca, tan cerca que podía oler su familiar perfume, y entonces sintió que su padre sostenía su mano. Eso era muy agradable. Estaba vivo, Alex estaba bien y su familia estaba allí. «Algo falta. ¿Chris? Christian.» —¿Dónde está Chris? —murmuró alrededor de la bola de algodón en su boca. Nadie le respondió y luchó a través de la niebla para preguntar otra vez—. Chris —dijo. Puso todo su esfuerzo en el sonido de la palabra. —Después de que el médico lo haya visto —dijo la madre. —Hola, Daniel, soy el doctor Kavachik. ¿Cómo te sientes hoy? —Dolor —dijo Daniel. —Una herida de bala hace eso —dijo el doctor socarronamente. Genial, justo lo que Daniel necesitaba, un médico con sentido del humor—. Un par de días de reposo en cama y creo que después podremos ponerte en pie. No hay mucho más que añadir. La bala rozó una arteria; la arreglamos, perdiste algo de sangre y necesitaste una transfusión.
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En la mente de Daniel eso ya era añadir mucho, pero no iba a discutirlo. El médico continuó. —Necesitarás terapia física, ya que hubo un poco de daño muscular, y parece que caíste torpemente y tienes una gran inflamación en tu rodilla izquierda. Sin embargo, eso es todo, y eres un hombre joven, te pondrás bien. Te revisaré de nuevo más tarde. —Gracias —Daniel logró soltar. Miró a sus padres hablar con el médico antes de que se fuera y luego esperó a que los dos volvieran hasta su cama. —¿Alguien ha llamado a Chris? Entrecerró los ojos cuando sus padres se miraron el uno al otro y una mirada incómoda pasó entre ellos. —Chris. Mi novio Chris. ¿Alex no se ha puesto en contacto con él? —Lo hizo Daniel. Pero... —La voz de su madre se desvaneció. El miedo mordió profundamente dentro de Daniel. ¿Acaso Chris no quería saber nada de él ahora? Tener un novio que estaba en la línea de fuego cada día tenía que ser duro, y no podía culparlo, pero la incredulidad absoluta lo inundó y de repente fue demasiado. —¿Pero qué, mamá? —Necesitaba saber lo malo que era todo esto. —Sabes que entendemos que eres como eres, hijo — comenzó su padre. —Gay, quieres decir —Daniel respondió con la misma rapidez. —Es sólo que... Trabaja en una cafetería. —Su padre se encogió de hombros como si esa sola frase lo explicara todo.
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—¿Perdón? —Querido. —Genial, ahora era el turno de su madre—. Simplemente, te apoyamos al cien por cien, pero ¿no te gustaría intentar conocer a alguien apropiado en el club? ¿Tal vez tomarte unas cortas vacaciones en el viñedo y revisar a los que viven en los alrededores de la casa de la playa? —¿Qué jodidos, mamá? —No hay necesidad de ser grosero, Daniel —dijo su madre, ofendida—. Sólo estamos mirando por ti. ¿Qué pasa con ese buen hombre, el corredor de bolsa? Daniel ni siquiera quería allí a Malcolm, el ex idiota que había durado el tiempo suficiente para que Daniel descubriera que cada vez que lo miraba lo único que veía era el signo del dólar. De repente, agitado, quiso moverse de la cama, pero el dolor lo detuvo y maldijo en voz alta. —Perdóname mi falta de modales y locuras —Daniel comenzó—. Me acaban de disparar en la puta pierna y quiero a Chris. —¿Amas a ese hombre? —Su padre le preguntó con suavidad. —Chris. Christian Matthews. Lo conozco desde la universidad. Lo amo. Encuéntralo y dile que estoy aquí. A estas alturas estará enloquecido. Su madre miró a su padre otra vez. Esta vez había una pregunta en su expresión. Su padre asintió. —Él ya está aquí, Daniel. Ha estado aquí desde que te trajeron —su papá planteó—. Voy a ir y traerlo.
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—Lo siento, Danny —dijo su madre. Ella puso una mano suavemente sobre la suya—. No sabíamos que lo amabas. En ese momento entró una enfermera en la habitación y comenzó a revisar sus signos vitales. Daniel quería a Chris. ¿Estaría Chris todavía interesado? ¿Se habría dado cuenta exactamente de lo que podría sucederle cualquier día, el tipo de amenazas que ocasionalmente enfrentaba?
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CAPÍTULO CATORCE Chris había sido relegado a las frías sillas de plástico de color naranja para los visitantes que esperaban. Se quedó mirando el espumillón rojo y oro que decoraba la mesa de información. Nada de eso se permitía más allá de las puertas principales de la UCI, ni rastro de la Navidad para los pacientes por temor a infecciones y a la falta de limpieza. Bebió más café de mierda y se mantuvo cuerdo escuchando a las enfermeras mientras hablaban. Sabía que Daniel estaba despierto, sabía que pronto sería trasladado, pero nadie le había dicho que le estaba permitido volver a la habitación, y todavía estaba sentado allí, como un niño esperando la Navidad, desesperado por ver a Daniel por sí mismo. Al menos una hora de espera después, la puerta se abrió, el padre de Daniel de pie a un lado, indicándole que entrara, con la puerta abierta. Chris saltó de golpe. —Daniel está preguntando por ti. —Había calidez en la voz del otro hombre, más de la que había tenido de la madre de Daniel, y Chris tropezó poniéndose de pie lo más rápido que pudo. —Gracias, señor. —Se movió pasándolo, pero el hombre de más edad detuvo su entrada con un apretón fuerte y luego una mano extendida. Chris le dio la mano con cautela. —Hijo... llámame Edward. Todo en la habitación era tan estéril, sábanas, almohadas, y las paredes, todo blanco, y aparatos de limpia plata, los tubos serpenteaban claramente formando un nido de líneas frágiles. Finalmente Daniel sería libre de cualquier conexión a ellos. Lo estaba haciendo muy bien y la enfermera revisaba sus signos vitales. Su voz era áspera cuando le dijo algo a la enfermera
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mientras esta se inclinaba sobre él ajustando las sábanas. El tubo en la garganta de Daniel claramente lo había golpeado. Ella se movió y Chris tuvo su primera visión de Daniel sin la parafernalia que había ayudado a su respiración y empujado los nutrientes que necesitaba. La enfermera le sonrió, e incluso la madre de Daniel, que oscilaba apenas a un lado, parecía un poco contenta de verlo. Con cautela se acercó un poco más. Bien podía haber seguido a la espera de que ese hombre abriera los ojos, habría seguido sentado durante horas contemplando las vueltas y giros que había dado su vida en las últimas semanas. ¿Quién podía decir que Daniel estaba sintiendo ni siquiera la mitad de lo que él sentía en esos momentos? ¿Quién sabía si Daniel tan sólo lo había llamado para decir hola y eso era todo? —Hey —Chris ofreció suavemente, su mano moviéndose para tocarlo, pero luego se detuvo ante el ancho pecho de Daniel cubierto por una bata blanca de hospital. La emoción era espesa en su garganta y quería decir algo más, pero no había nada ahí, y en seguida estuvo de regreso el Chris torpe, el que nunca podía hilar una frase completa. —Chris —Daniel, levantó su mano y mientras le hablaba, incluso mientras agarraba la mano que Daniel le ofrecía, Chris se dio cuenta de la cánula en la parte posterior y del miedo que había vivido durante tres días. —No vuelvas a hacerme esto otra vez.
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CAPÍTULO QUINCE Domingo, 23 de diciembre —Con un poco de suerte —dijo la enfermera jefe, hojeando las páginas de la gráfica de Daniel—, será capaz de volver a casa en Nochebuena. Tendrá que hacer reposo forzoso en cama pero el médico me ha dicho que está dispuesto a darte el alta para que sane en casa. —¿Asumo que eso es realmente lo que el médico ha aconsejado? —La madre de Daniel interrumpió y miró a Chris con suspicacia. Como si tuviera algo que ver con un gran nefasto plan para llevarse a su hijo del hospital. La enfermera la miró sin comprender y luego volvió su atención a las notas. Probablemente estaba acostumbrada a que los familiares quisieran oír las noticias directamente de los médicos o los cirujanos. De lo que Chris había observado durante su tiempo sentado en la recepción, sin embargo, era que en realidad eran las enfermeras quienes dirigían el espectáculo. —Sí, eso es lo que el médico le aconsejó, y parece muy probable —fue lo que ella respondió, haciendo caso omiso ante la preocupación que incluso Chris pudo oír en la voz de la madre de Daniel. Él había descubierto mucho acerca de ella, Melissa, en los últimos días, lo más importante era que bajo esa ordenada fachada social que llevaba tan bien ocultaba el miedo por su hijo. —Gracias. —Chris alivió la tensión, apoyándose en su novio y golpeando sus hombros suavemente—. Es una buena noticia, ¿eh? —Se había sentado en el borde de la cama de Daniel tan pronto como pudo, con cuidado de no tocar ninguna parte que le causara dolor.
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—Tenemos tu viejo cuarto listo, Daniel —dijo Melissa. El corazón de Chris dio un vuelco. Había estado esperando que de alguna manera pudiera involucrarse en su cuidado. Lo que Daniel dijo a continuación hizo que se sintiera por dentro como gelatina. —Estaré bien, mamá —comenzó—, me quedaré con Chris. Melissa no perdió el paso, sólo continuó poniéndose su chaqueta. —Es tu elección, cariño. —Se intercambiaron besos, se comprometieron a visitarlo al día siguiente, y finalmente desaparecieron. Ahora solos, Daniel estaba medio dormido y los ojos brillantes de Chris estaban centrados en la pequeña porción de piel en el pecho de su amante que la bata de hospital revelaba. No podía dejar de tocarlo, tranquilizado por el aleteo del pulso en el cuello de Daniel. ¿Dónde iba Daniel a dormir en su pequeña habitación? ¿Habría realmente espacio para un enfermo en su cama en la casa de Amelia? ¿Daniel incluso querría compartirla? Si no, Ame tenía un sofá cama en su sala de estar. —¿Qué estás pensando? —Daniel brusquedad y tosió—. Te ves muy serio.
preguntó
con
—¿Estás seguro que quieres estar conmigo cuando salgas? Quiero decir, tienes amigos que tienen casas grandes, y vaya, Daniel, ¿no tienen tus padres esa enorme mansión en la ciudad? Y también tienes tu propia casa… Daniel frunció el ceño hacia él, moviendo su mano sin ataduras para agarrar la camisa de Chris y acercarlo más. —Me gusta tu lugar. Y... Te amo —susurró—. ¿Dónde más iba a querer estar?
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CAPÍTULO DIECISEIS Día de Navidad Cuando Chris era un niño, la Navidad había sido el momento decisivo del año. Regalos apilados debajo de un árbol y despertar muy temprano bajo el negro azabache fuera de la ventana. Él se reunía con Andy en la parte superior de las escaleras y los hermanos miraban a través de la barandilla y hablaban en susurros acalorados en voz baja sobre lo que podían ver bajo el árbol. Cuando descubrió que Santa Claus no era real, eso no le impidió seguir sintiendo la emoción anticipada de un día tan especial. Este, sin embargo, era el mejor día de Navidad de toda su vida. El más perfecto despertar que podía imaginar, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que había sucedido. Despierto en la habitación oscura, se centró en la suave respiración del hombre que yacía junto a él. Daniel no había dormido muy bien, como demostraban las sábanas reunidas en un montón y retorcidas a su alrededor y por la humedad del sudor en su piel caliente. Se había negado de plano a tomar los medicamentos para el dolor, pero fue obstinado como el infierno sobre eso y Chris había tenido una pelea en su manos para lograr que se relajarse. —Mañana. —La voz áspera por el sueño de Daniel fluyó sobre Chris, y con una sonrisa, este se volvió totalmente de lado. —Deberías estar durmiendo todavía. ¿Tienes mucho dolor? —Nadie duerme la mañana de Navidad. —Daniel evadió la pregunta del dolor. Chris extendió la mano y encendió la luz de la mesilla demasiado rápido como para que Daniel pudiera
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controlar sus facciones en las que se evidenciaba su sincero malestar y agotamiento. —Idiota —dijo Chris tan bien como pudo. Bajando por un lado de la cama, hizo una mueca cuando sus pies descalzos tocaron el suelo frío y luego llenó el vaso de agua de la mesita de noche. Cogió dos píldoras de la botella y ayudó a Daniel a sentarse, y esperó hasta que finalmente cedió y se tomó las pastillas. —Me dejan somnoliento —dijo Daniel malhumorado. —Tienes que dormir. —No quiero perderme nuestra Navidad. —Chris colocó a Daniel a su lado y luego se hicieron suavemente hacia atrás. Si bien hacía tan solo un mes que se habían vuelto a encontrar, estaba enamorado y estaba decidido a tener una vida con el hombre que estaba en sus brazos. No importaba si esa Navidad pasaba en un borrón entre el alivio del dolor y el sueño. Lo que Chris dijo a continuación, eran palabras nacidas del corazón, de su alma, del hombre dentro de él que amaba. —Siempre tendremos el próximo año.
La siguiente vez que Daniel se despertó, solo había una suave luz de una lámpara de noche iluminando el cuarto oscuro. Demonios, con la catástrofe se estaba perdiendo muchas horas. ¿Era la noche de Navidad? ¿Qué se había perdido?
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—Hola, extraño. —Chris estaba sentado en posición vertical en la cama, con la espalda apoyada por almohadas. Tenía en la mano un libro de bolsillo, una historia de Stephen King, por lo que pudo ver. —Oye —Daniel logró decir. Tenía la garganta áspera, las jodidas medicinas le dejaban la boca seca. Se retorció un poco para estar sentado un poco más vertical y Chris dejó caer su libro sobre la mesa y lo ayudó. Luego le pasó un vaso de agua. Daniel no creyó que alguna vez hubiera probado algo tan condenadamente perfecto. —¿Qué hora es? —preguntó. —Poco después de las seis, la noche de Navidad. Ha nevado de nuevo. ¿Puedo ofrecerte algo más? —¿Tal vez podamos salir en busca de un poco de aire? Chris levantó las cejas en una pregunta silenciosa pero en realidad no pronunció las palabras, probablemente, habría dicho algo del estilo ‘¿Qué jodidos?’ Juntos consiguieron que Daniel llegara al baño, donde se cepilló los dientes, sintiéndose finalmente un poco más normal. Se vistió con un chándal suelto, una sudadera holgada y un maltratado abrigo de Chris seguido de una bufanda y un sombrero. Se detuvieron por un momento en la parte superior de las escaleras. —¿Se puede subir a la azotea desde aquí? —preguntó Daniel. Chris asintió hacia una puerta al final del pequeño pasillo e hicieron el camino por las escaleras, pasando por las dos puertas que daban a la azotea. Daniel se apoyaba pesadamente sobre Chris y solo gracias a la pura voluntad lograron llegar a la pared que llevaba a la parte superior del edificio. El frío era penetrante pero aun así terapéutico, y Daniel
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agarró la mano de Chris y luego echó la cabeza hacia atrás para mirar al cielo de la noche. El resplandor de las luces hacía menos evidentes las estrellas, pero la ciudad contra el negro cielo de la noche era impresionante. —Hermoso —Daniel murmuró. Chris hizo un pequeño ruido de acuerdo y cogidos de la mano se quedaron allí por un corto tiempo. La ciudad nunca estaba tranquila, ni siquiera en el día de Navidad, pero no se oía ningún ruido, amortiguados por la nieve que caía suavemente y se arremolinaba y bailaba alrededor de ellos. Paz. Daniel nunca se había sentido más en paz de lo que lo hacía en ese momento y no estaba seguro de si se trataba de Chris, de la noche, o la Navidad, pero estaba muy dispuesto a hacer todo eso con Chris permanente. —Cuando todo esto termine, ¿considerarías mudarte conmigo? Lo dijo cuidadosamente. Esperaba que Chris lo pensara, pero este volvió la cara hacia él y lo besó profundamente en respuesta. Cuando se retiró tenía una amplia sonrisa en su cara y sólo dijo: —Sí.
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CAPÍTULO DIESICIETE Lunes, 07 de enero Ese día la terapia física había sido más intensa de lo que había sido desde que comenzó, y cuando llegaron de nuevo a la cafetería Chris estaba de mal humor por el gruñón de Daniel en sus manos. —Yo sólo quiero volver a trabajar —Daniel chasqueó mientras trataba de ponerse cómodo en una de las mesas redondas de la cafetería. —Ha pasado poco tiempo, Daniel. —Chris colocó un café frente a su novio y pegó en su rostro la mejor expresión de apoyo que podía reunir. El PT24 estaba funcionando bien y no pasaría mucho tiempo antes de que Daniel pudiera regresar a la comisaría. Egoístamente, el pensamiento de que volviera allí, al peligro, lo llenaba de temor. La otra parte de él, la que se había enamorado tan condenadamente duro que dolía, sólo quería a Daniel feliz. —Podría volver y estar detrás de un escritorio —Daniel repitió por enésima vez desde que había dejado los fuertes medicamentos y estaba en la PT y en recuperación—. De todos modos es lo que me tendrán haciendo en una semana. Dios, no quería ni siquiera empezar a pensar en Daniel en la comisaría. Siete cortos días y no lo tendría más para sí mismo. Se negó a que su miedo de lo que podría sucederle gobernara cómo se sentía ahora y se centró en el hecho de que tenía un papel que desempeñar. Él estaba resultando sorprendentemente ser el mejor novio de toda la ciudad de 24
Entrenamiento físico.
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Nueva York, y hasta ahora, la fachada no se había agrietado para exponer al hombre asustado que estaba debajo. —Bebe tu café y deja de quejarte, gran hombre —dijo Ame con una sonrisa en su voz mientras dejaba caer dos platos con magdalenas de triple chocolate—. Cualquier otro amaría las vacaciones forzadas. —Claramente Daniel estaba confundido en cuanto a qué emoción debía mostrar ante la llegada de los muffins. Las reacciones enfrentadas de ‘odio estar enfermo’ y ‘me gusta mucho el chocolate’ eran cómicas de ver. Daniel se decidió por hacerse el gruñón con los ojos entrecerrados, pero eso no le impidió sumergirse en el cielo de los muffins. —¿Has sabido ya algo de Maria? —Chris vio la necesidad de cambiar la conversación y se decidió casi al instante por un tema bastante seguro. —Dijeron que la cesárea está programada para mañana. Más o menos a las diez. —¿Y todo bien? —Daniel murmuró alrededor de un bocado de muffin de chocolate obscenamente grande. Tragó saliva y luego repitió la pregunta—. ¿Está bien? —Los médicos dicen que está haciéndolo bien, pero su presión arterial todavía no es buena, incluso con el reposo en cama, el bebé tiene que estar aquí más pronto que tarde. Chris escuchaba a medias mientras veía como se rompía en el magnífico rostro de su amante con una sonrisa. Daniel amaba los bebés, era un imán para ellos. Desde Navidad, cuando bajaba desde la habitación de Chris a la cafetería y mientras se bebía el café, atraía a las mujeres con bebés. Ame lo había descrito como ‘moscas alrededor del culo de una vaca’. Tal vez era el tema de ser un policía herido lo que tenía Daniel a su favor, o que durante un tiempo había utilizado un bastón para mantener el peso de su pierna lesionada. Tal vez era su
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pelo oscuro encrespado que tocaba su cuello en suaves ondas o los más increíbles ojos color avellana cambiantes conocidos por el hombre. Fuera lo que fuera, de alguna manera, si una mujer se sentaba cerca de él con un bebé llorando, entonces con unos pocos gestos y muecas Daniel tenía al bebé balbuceando y sonriente, y las madres no muy lejos de la misma reacción. Chris lo observaba mientras trabajaba y le llevó una enorme cantidad de auto-control no saltar el mostrador y meterse entre las nuevas madres hormonales con bebés en brazos y su corpulento amante de 1.98 metros. De hecho, en sus momentos más extravagantes consideró que Daniel llevara una camiseta con un logo que dijera: propiedad de Christian Matthews. No habían vuelto a hablar de irse a vivir juntos, felices de estar en la pequeña habitación de Chris, pero con tiempo llegaría, cuando Daniel estuviera mejor y quisiera que Chris se mudara a su lujoso apartamento. Su móvil vibró en su bolsillo y lo sacó para comprobar la pantalla. Lo que vio le envió una verdadera ráfaga del pasado. Un nombre que nunca pensó que volvería a ver. El del colegio Sagrado Corazón. La escuela privada no había firmado nada, excepto la comunicación escrita con las acusaciones de la interacción inadecuada estudiante-profesor. Pulsó el botón de conexión de llamada y luego, de forma incidental, se levantó para alejarse de la mesa. Aún absorto en la conversación del bebé, Ame y Daniel ni siquiera observaron el movimiento. —Christian Matthews —respondió formalmente. —Christian. ¿Cómo estás? —Chris frunció el ceño, tratando de poner un nombre a la voz. Sonaba como el director, pero seguramente Edmund Voegleson no cogería el teléfono para hablar con un ex profesor de su escuela—. Edmund al habla, Edmund Voegleson. —La persona que había firmado su despido
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del Sagrado Corazón por ser gay, y seguramente señalaba claramente quién era porque Christian no había respondido. —Hola —dijo Chris finalmente. El director tosió y murmuró algunas otras palabras que Chris no pudo distinguir. —La situación es, Christian —dijo Edmund bruscamente como si fuera la continuación de alguna gran conversación—, que queremos que vuelvas al Sagrado Corazón. —Volver —dijo Chris. No había duda en su voz, simplemente resumía la frase que le había dicho por falta de algo más que decir. —Tenemos una vacante en el Departamento de Inglés, y no podía pensar en una persona más digna para que volviera a la escuela que tú. —Una vacante. —Chris trató condenadamente duro de mantener la incredulidad en su voz. ¿De qué diablos iba eso? Sintió a alguien a su espalda, la fuerza tranquilizadora de Daniel agarrando su brazo. Recostado sobre su amante, esperó a oír más. —No cobrarías lo mismo que la vez anterior, por supuesto, y empezarías desde abajo de nuevo, pero estoy seguro de que estarás de acuerdo en que el Sagrado Corazón es sin duda el mejor lugar para enseñar. —Ya veo… —Whitman Hamilton Keyes ha sido ascendido a jefe de departamento. Tú eres un viejo... amigo... ya me entiendes. — Edmund vaciló momentáneamente cuando puso el énfasis en amigo. —A ver si lo entiendo —Chris comenzó bastante agradablemente. Se apartó del apoyo de Daniel y se dirigió a la
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parte inferior de la escalera, agarrando con fuerza la chaqueta de Daniel y animándolo a que lo siguiera. Daniel cerró la puerta de la cafetería detrás de él y de repente solo estaban Daniel, Chris y Edmund—. ¿Me está invitando a que vuelva a un puesto en el departamento de inglés con un salario más bajo y a las órdenes del hombre que se negó a asumir la responsabilidad por lo que había hecho y por lo que me despidieron en primer lugar? —Sí. —Edmund estaba lleno de satisfacción cuando goteó esa única palabra—. No. Espera. Mira, Matthews, sin duda sería beneficioso para todos los interesados que reanudaras tu papel aquí. Muy ventajoso. «¿Dependiendo del hombre que mintió cuando le preguntaron sobre los correos electrónicos, en una escuela que alentó activamente la demonización de un profesor gay y por menos dinero de lo que valgo?» Chris sabía que tenía que terminar esa conversación antes de que realmente perdiera el control. —Señor, con todo respeto, voy a rechazar su amable oferta. —Oh. —Sin embargo, tengo la esperanza de que si necesito una referencia estará en condiciones de proporcionármela. —Por supuesto. —Buenos días. Chris terminó la llamada presionando tranquilamente el botón y luego abrazó con fuerza el móvil contra su pecho. Daniel puso un dedo debajo de su barbilla y lo animó a que elevara su mirada. —¿Estás bien? ¿Chris?
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—Tuve que… —No podía hablar. El que estaba allí de pie era Daniel, el hombre que amaba, la única persona con la que se sentía totalmente como él mismo, y no podía hilar una frase sensata— decirle que no. Yo quiero... No quiero que os preocupéis. Trabajar con Whit... Menos dinero. Quiero decir... ¿Qué coño? —Está bien. Eso está bien. —Quiero vivir contigo, y tengo que hacer algo con las habilidades que tengo. Volver a la docencia. —La epifanía golpeó a Chris como una tonelada de ladrillos, y se tambaleó hacia atrás hasta que golpeó la pared. Tanto como Daniel necesitaba volver al cuerpo de policía para asegurarse de que el sol brillaba como en un día de verano, Chris tenía que enseñar. Tiernamente, Daniel le dio un beso en los labios y luego acunó su rostro. La expresión de sus ojos de color avellana estaba llena de compasión y comprensión, y sonrió con satisfacción y luego se rio. —Ya era hora.
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CAPÍTULO DIECIOCHO Lunes, 14 de enero El primer día de Daniel de vuelta en su escritorio fue el mismo día en el que Chris tenía su primera entrevista después de los ocurrido en el Sagrado Corazón y el cuarto día de convivencia en el apartamento de Daniel. —Lo vas a hacer muy bien —dijo Daniel en voz baja mientras le ajustaba la corbata y le sonreía. —¿Qué pasa si el Sagrado Corazón me dio una mala referencia? —Nos prometieron que no lo harían. No tienes que darles el poder de hacer que te preocupes por eso. Di después de mí: — Yo soy un gran maestro. —Soy un buen maestro —Chris respondió obedientemente. —Gran maestro. —Daniel frunció el ceño mientras corregía las palabras de Chris. —Un gran maestro. —Él dijo las palabras, pero no estaba del todo convencido de que lo que estaba diciendo era verdad. Daniel lo miraba con una exasperada y familiar expresión. Chris amaba enseñar. Era lo que le daba sentido a su vida y había sido así desde que Peggy McGuire necesitó ayuda con la historia cuando estaban en quinto grado—. Y mírate a ti —dijo para cambiar la dirección de la conversación—. ¿Todo lleno de muffins? Daniel sonrió. Cuando Ame llamó a la puerta del apartamento de Daniel temprano en la mañana, tenía en sus
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manos dos cajas de magdalenas. Un grande para Daniel para que la llevara al trabajo con las palabras: ‘id a coger a los malos’ garabateadas en la tapa, y una caja más pequeña que contenía un solo panecillo; Esta tenía un mensaje simple y era para Chris: ‘buena suerte’. Daniel miró los muffins y luego de nuevo a Chris con los ojos entrecerrados. —No cambies el tema —dijo con firmeza. Chris suspiró y puso una mano sobre el plano pecho de su amante. Daniel llevaba su uniforme todo planchado y pulcro, e incluso tenía el pelo arreglado después de que se lo hubiera cortado y descargado, listo para trabajar. Chris no quería quejarse pero sin duda se había perdido la suavidad de la longitud más larga. —No voy a cambiar, simplemente no puedo evitar pensar inconscientemente en lo fácil que sería que jodiera todo esto. —Chris… —Tengo miedo, Daniel. ¿Qué pasa si consigo el jodido trabajo y lo descubren? ¿Debería haberlo puesto en el formulario de solicitud? Daniel pareció confundido por un momento. —¿Que te fuiste del Sagrado Corazón? —No, que soy gay. —¿Era una pregunta del formulario de solicitud? —Daniel preguntó pacientemente. Chris parpadeó. —No. Por supuesto que no. —Ahí lo tienes. No es un requisito. —Daniel desestimó sus miedos con un chasquido de sus dedos. Por Dios, ¿por qué no podía Daniel ver cómo podía ir esta situación? Con un fuerte
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beso y un rápido abrazo, Daniel lo dejó para incorporarse en su primer día de vuelta como policía de la ciudad y, finalmente, Chris se quedó solo en medio de la cocina de Daniel agarrando la caja con el pequeño muffin, deseando poder volver a la cama. Ser gay había sido más que un requisito en su antigua escuela, había perdido su trabajo a causa de ello. Bueno, ser gay y dormir con ese imbécil de Whitman. Joder. Podría ir mal de tantas maneras, que aún no podía soltar todos los hilos.
El director de la Escuela Secundaria North Downs era un tipo de unos cuarenta y tantos años con una expresión grave y el pelo gris acero. Estaba interesado en lo que Chris tenía que decir y respondió cuidadosamente a sus preguntas sobre el currículo y la evaluación. Chris no podía dejar de notar que parecía que tenía el peso de su mundo, basado en la escuela, sobre sus hombros. —Mire, señor Matthews, voy a ser honesto con usted. La financiación es inexistente, algunos de los niños ni se preocupan, infiernos, algunos de los padres tampoco se preocupan. Las aulas de inglés necesitan desesperadamente un cambio de imagen y nuestra tasa de aprobados en Literatura es terriblemente baja. —Está bien. —Usted enseñó en el Sagrado Corazón: buena financiación para las aulas, padres agresivos, niños inteligentes tutelados de forma privada, una tasa de aprobados del cien por
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ciento en los exámenes estandarizados… —El director estaba mirando sus papeles y eso le dio tiempo a Chris para ordenar sus pensamientos. Sobre el papel, él no ajustaría bien aquí. Le llegó un jodido pensamiento, la aristocrática escuela lo había llevado a este suburbio de medio pelo, lo que probablemente implicaba un paso hacia atrás. —Yo no... Yo no estaba... —dejó de hablar tan pronto como se dio cuenta de que en realidad el director no le había hecho una pregunta directa. Solo declaraba lo obvio en función de su solicitud. No había habido ninguna censura en el comunicado. —Sus referencias son impecables —agregó el director, y Chris asintió sin poder hacer nada. Buscó en su cabeza algo que decir y maldijo a la tensión que se había apoderado de su garganta. ¿Cómo actuaría Daniel en esta situación? —Soy un buen maestro —Chris soltó—. Amo el inglés y amo enseñar. Quiero marcar la diferencia. —Él gimió para sus adentros cuando el cliché se empujó y salió por su boca. ¿Quién infiernos decía que quería marcar la diferencia en una entrevista? El director simplemente lo miró con una suave sonrisa comprensiva. —No hubo ninguna razón para que dejara su último trabajo. Ni palabras que me esperaría ver como que deseaba impulsar su carrera o que ha tenido un choque de personalidades. Sólo hay un recuadro vacío y un espacio de un año en el que no enseñó, sino que trabajó en una cafetería llamada Amelia. Una vez más, no hizo una pregunta, solo empujó a Chris en la dirección correcta. —Yo no era una buena opción para la escuela —dijo Chris. Eso era realmente todo lo que necesitaba decir. Maldijo para sus
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adentros por no haber puesto una de las muchas razones que tenía en el recuadro para ello. —¿Qué fue? ¿Demasiado pobre para los padres agresivos? —El director se rio de su pensamiento—. ¿Demasiado joven? —Demasiado gay. —Ya está. Lo había dicho. La declaración estaba ahí ahora. Joder. Daniel iba a matarlo. El director asintió e hizo una marca en la solicitud. A continuación, dejó la pluma en su lugar, empujó los papeles a un lado y juntó los dedos. Lo miró reflexivo. —Me gustaría decir que North Downs es una escuela totalmente inclusiva donde se apoya a cada maestro al cien por cien, independientemente del sexo o de su opción de vida. Pero no puedo. Chris no tenía que saber nada más. Su corazón se hundió y su boca estaba seca. Empujándose a sí mismo se puso de pie y extendió una mano. Podía haber jodido la entrevista, pero al menos se iría con dignidad. —Gracias por tomarse el tiempo para considerarme —dijo. El director no tomó su mano. En su lugar, le hizo un gesto para que se sentara, y Chris lo hizo de inmediato. Claramente, eso no había terminado. —Me importa una mierda lo que le guste o cómo pasa su tiempo fuera de las puertas de la escuela. Lo que quiero de mis maestros es respeto. Respeto a sí mismos, a la escuela, a sus colegas, y a los niños. —¿Está bien...? —Ahora Chris estaba muy confundido. —Los chicos le romperán en pedazos si se enteran de que es diferente, simple política de aula. ¿Es lo suficientemente fuerte como para pasar más allá de eso y enseñar lo
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suficientemente bien como para que puedan aprender a amar lo que les está enseñando? —Creo que sí. —¿Cree? —No, señor. Lo sé. —Entonces, señor Matthews, el puesto es tuyo. ¿Cuándo puede empezar? —¿Uhmmm...? «Coherente, ¿no?» —¿Podría comenzar el próximo lunes? «¿Lunes? ¿En una semana? Siete. Excitantes. Días.» —¿El lunes? Sí, señor, puedo hacerlo lunes. «Joder, mierda. Siete días.»
El escritorio de Daniel tenía globos. Bien, en realidad su escritorio tenía condones inflados unidos con lazos de plástico. Supuso que la gente estaba contenta de que estuviera de vuelta. Colocó la caja de muffins en el escritorio y se sentó en su silla. Todavía tenía dolor en el muslo, pero conseguiría mejorar cuanto más lo ejercitara. —Bienvenido de nuevo, Bailey. —Alex se encaramó en la esquina de su escritorio. Realmente no importaba que hubiera sido Alex quien lo había recogido y lo había llevado, seguía
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marcando el punto de su regreso. Se sirvió un muffin—. Gracias a Dios que estás de vuelta —dijo. La magdalena lo hizo sonar más como un revoltijo al azar, pero Daniel entendió el mensaje. —Es bueno estar de vuelta —dijo. Un par de policías se acercaron y le dieron una palmada en el hombro, y asintió hacia ellos ante el tranquilo reconocimiento. —Emma te ha hecho esto. —Alex le pasó una hoja llena de garabatos. Una casa con la palabra ‘POLICE’ escrita en ella y luego lo que imaginó que serían Alex y él de pie junto a ella. Emma, desde su perspectiva, había dibujado a Daniel alto y a Alex bajo. Daniel almacenó la información para posteriores burlas. — Ella dijo que quiere que lo pongas en tu escritorio. —Daniel lo hizo. Inclinándose hacia adelante, la colocó en su pequeño espacio y luego se echó hacia atrás para admirarlo, entre tantos otros que ella había hecho para él. —Dale las gracias. —Díselo tú mismo. Kathy ha preparado una última cena antes de que tenga al bebé. Este sábado, Chris y tú, no hay excusas. —Estaremos allí. Ahora, ¿qué hay en el calendario? — preguntó Daniel. —No hay nada para ti. Estarás en la mesa por lo menos durante una semana, y me he presentado voluntario para permanecer aquí contigo. Nosotros, mi chico, tenemos mucho que archivar. —Mierda —dijo Daniel de mal humor—. No sé que es peor, eso o recibir un disparo. Alex se echó a reír y luego le robó otro muffin.
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—Créeme, Bailey, archivar es trabajo del diablo. También tenemos que reunirnos con ese tipo que viene a hablar con nosotros sobre el trabajo de enlace con el albergue. Te vemos en la cafetera en diez. Daniel extendió sus piernas debajo de la mesa con una pequeña mueca de incomodidad. Podría manejar el archivo, era bueno estar de vuelta aquí donde haría una diferencia. El trabajo de enlace con el albergue sonaba interesante, justo lo que le gustaba hacer. Era como cualquier otro policía, tenía ganas de ser parte de la comunidad. Archivar sonaba menos emocionante, pero infiernos, cuando terminara, se iría a casa con Chris. Perfecto.
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CAPÍTULO DIECINUEVE Domingo, 30 de enero Chris descubrió que disfrutaba cocinando en la cocina vanguardista de Daniel. Tenía todos los aparatos imaginables y armarios completamente equipados. En cierto modo, Daniel tenía todo lo que Chris no. Desde un apartamento real a una máquina de café, era un hombre asentado. Por supuesto, Chris iba en esa dirección antes de lo de Whitman y el Sagrado Corazón, pero un año, y sus ahorros se esfumaron. Si no hubiera conocido a Daniel no habría habido ninguna posibilidad a corto plazo de que hubiera sido capaz de salir de la pequeña habitación encima de la cafetería. Amaba estar en el apartamento de Daniel. Se sentía cálido y acogedor, y había puesto algunas de sus propias fotografías junto a las de Daniel. Habían comprado una cama más grande e incluso había ganado la lucha para pagar la mitad. Por supuesto, su mitad saldría de algunas nebulosas ganancias futuras pero al menos Daniel sabía que tenía la intención de pagar. —Hoy me he encontrado de nuevo con Jason —Daniel entabló conversación mientras preparaban la cena. —¿Jason? —preguntó. No podía recordar a ningún colega de Daniel llamado Jason. —¿Te acuerdas? Es el tipo que mencioné la semana pasada, el que administra el refugio. Él que viene a trabajar con nosotros en los temas de la comunidad. —Oh sí, ¿el ex militar?
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—Espero que no te importe, pero le pedí que viniera a comer el sábado. Tiene algunas ideas sobre cómo podría ayudar la policía en los problemas en el refugio de los sin techo, pero tengo la sensación de que algunas de sus ideas son un poco controvertidas como para ponerlas en práctica, así que pensé que sería bueno algo de privacidad. Chris miró a su novio y entrecerró los ojos. —¿Por qué preguntas si estoy de acuerdo? —Se volvió a la nevera para encontrar la nata, los bizcochos no iban a hacerse solos—. Es tu apartamento —terminó en un murmullo. Daniel no dijo nada, y un dolor familiar se agarró al pecho de Chris. El salario de un maestro nunca iba a ser suficiente para ser parte de la vida de Daniel a largo plazo. Daniel tenía pantalones vaqueros en su armario que probablemente costaran más que Chris ganaba en una semana. Antes de que pudiera perderse en demasiada autocompasión Daniel estaba junto a él, y con firme insistencia le quitó la nata y la colocó de nuevo en la nevera antes de cerrar la puerta. Giró a Chris hasta estuvo frente a él, de espaldas a la nevera. —¿Chris...? —Daniel se limitó a decir una cosa: su nombre, pero sonaba a pregunta. Uso un solo dedo para presionar la barbilla de Chris hasta que este no pudo hacer nada más que mirar a los hermosos ojos de Daniel. —¿Qué? —Chris respondió amablemente. —Es nuestro apartamento. —Daniel hizo hincapié en ‘nuestro’. —Está bien. —Chris logró decir esa única palabra. ¿Qué más quería Daniel que dijera? —Chris —dijo Daniel. Chris hizo una mueca. Vale. Ahora el tono era un poco menos cuestionador y un poco más acusador.
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—Es... lo tengo... —Él no estaba del todo seguro de cómo debía plantear las palabra sin que la conversación se convirtiera en un argumento. Daniel odiaba cuando Chris se sentía inferior, pero el dinero era, y siempre sería, un tema polémico. Daniel continuó: —Jason es un amigo y creo que también te gustaría. ¿Tienes algún problema conmigo por traer a un amigo a casa? No lo traeré si es un problema. En ese caso nos reuniremos en la comisaría. Tiene novia, te lo juro. —No —Chris interrumpió—. Quiero conocerlo. Me gustaría pensar que tal vez podríamos hacer algún trabajo juntos en el refugio. Incluso he pensado en ayudar con algunas tutorías o algo así. No es eso. Daniel tomó la cara de Chris y le robó un beso suave. Tenía esa manera de hacer que Chris se derritiera, una combinación firme y cuidada y tan atento. —Entonces, ¿qué es? —Es una estupidez. —Habla conmigo. —Quiero pagar el alquiler —Chris soltó. Ya está. Lo había dicho. Las palabras salieron. Daniel dio un paso atrás con una mirada de asombro en su rostro. —¿Sabes cuánto cuesta este lugar? —Daniel se echó a reír. —Jódete. —El temperamento se disparó a través de Chris más rápido que la luz. La expresión de Daniel cambió tan pronto como se dio cuenta de lo que había dicho. —Mierda, no pretendía que saliera de esa manera. Yo sólo quería decir... Chris...
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Chris no podía escuchar más, y en un movimiento que haría que un defensa de fútbol se sintiera orgulloso, empujó a Daniel fuera del camino y se dirigió al dormitorio. Cerró la puerta detrás de él y se sentó de espaldas a la puerta. Sabía que estaba siendo infantil pero lo que Daniel acababa de decir era exactamente lo que había estado esperando oír. Odiaba tener razón. La sensación de que era menos que Daniel lo destruyó. Fue otra vez como lo de Whitman. —Chris, ¿puedo entrar? —Daniel dijo fuera de la puerta. —Vete. —Vaya, realmente sonó como un niño. Pero no había manera de que hablara con Daniel hasta que tuviera sus emociones bajo control. —Lo siento. No quería que saliera así. Eso no era lo que quería decir. Quería decir... Joder... Mira, ¿me dejas entrar? — Daniel empujó la manija desde el exterior, pero cuando se dio cuenta de que evidentemente Chris estaba bloqueando la puerta no lo intentó de nuevo. Chris sintió la puerta moverse ligeramente, lo que indicaba que Daniel se había sentado en el suelo al otro lado de la misma. —Yo sé lo que cuesta vivir aquí, Daniel, no soy estúpido — dijo Chris—. Estoy viviendo aquí y me hace sentir que soy menos de lo que debería por estar en torno a personas con dinero. Me siento como un maldito hombre mantenido contigo pagándolo todo. —Ni siquiera yo lo pago —dijo Daniel—. Ya está pagado. —Pagado. —Chris bajó la cabeza. Sabía que eso era probable, pero aun así... —Lo siento, no puedo evitarlo. Es mi forma de invertir mi herencia. En mi futuro. Nuestro futuro. En nuestro hogar. Pero si te hace sentir mejor, en este mismo momento siento tenerlo.
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Chris esperó unos segundos antes de preguntar lo inevitable. —¿Por qué? —Siento tener el apartamento y el dinero. No los quiero si eso significa que eres infeliz o que te vayas. —Hizo una pausa, pero Chris no tenía palabras con las que responder a su novio—. Conozco la causa de la tensión, no soy estúpido. Crees que sólo importas si pagas tu parte. Lo entiendo. Entiendo que la escuela privada directamente te jodió. Sé que Whitman era un idiota que te hizo pensar que eras menos porque tenía un apellido de élite. Se todo eso. Lo entiendo. —Una vez más una pausa—. ¿Vas a abrir la puerta, Chris? Lo siento mucho. Chris generalmente no se aferraba a la ira, sobre todo con el hombre que amaba. Arrastró los pies lejos de la puerta y permitió que se abriera. Daniel se movió inmediatamente cuando su cuerpo dejó la puerta y la cerró completamente de nuevo. Luego se sentaron, con las piernas cruzadas en el suelo en una extraña clase de enfrentamiento. Los expresivos ojos de color avellana de Daniel estaban llenos de preocupación. —Joder, Chris. Lo siento —repitió Daniel—. ¿Qué quieres que haga? Te amo, ¿dime qué puedo hacer para disculparme? —Nada —Chris finalmente ofreció—. No puedes hacer nada. —No tenía la intención de sonar tan triste, pero incluso él podía oír que su voz era jodidamente miserable—. Debería ser yo el que pidiera disculpas por ser tan estúpido. Sabía que eras rico cuando te conocí en la universidad y todavía sigues estando forrado. Puedo ver todo el lado racional de esto. —Mira. —Daniel se acercó más hasta que sus rodillas se tocaron. Daniel hizo una mueca mientras se movía y Chris se sintió aún más culpable por estar lanzándole un ataque a su amante mientras la lesión seguía molestándolo. Daniel tomó las manos de Chris con fuerza—. El dinero no significa nada. Sabes cuánto te amo.
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—Yo también te amo —Chris respondió rápidamente. —La cosa es que quiero volver a casa contigo y dormir en la misma cama cada vez que pueda. Quiero compartir la cocina, y quiero que me ayudes a pintar la oficina. Haré cualquier cosa para conseguir que nos establezcamos. Donaré todo mi dinero a la caridad. Volveré al café barato. —No seas estúpido —Chris espetó—. Hacer grandes gestos como ese no prueba nada. No es ese el problema. Soy yo. —¿Qué tal si nos quedamos aquí entonces? Decorando, cocinando, amándonos, y puedes pagarme cualquier renta que quieras y la pondremos en un fondo fiduciario para nuestros hijos. —¿Niños? —Chris se atragantó. Niños sonaba a algo permanente. —Chris quiero estar para siempre contigo. —La emoción ahogó la garganta de Chris al oír las suaves palabras de Daniel— . Un día, ya sabes, creo que podríamos formar una familia, no aquí, tal vez en el campo en algún lugar fuera de la ciudad. Adoptar, una madre de alquiler, podríamos hacer eso, e incluso tener un perro y un gato. Quiero todo eso contigo. Te amo y quiero despertar junto a ti todos los días. —Daniel tenía pasión en sus ojos y Chris no podría haber confiado o haber amado al hombre más. —Tú sabes que siento lo mismo —dijo Chris. —Lo sé. Tú me amas de la mejor forma que nadie puede amarme. Supongo que... Lo que intento decir... Quiero todo eso de ser tu mitad... Pertenecerte de verdad. Te amo mucho y no puedo imaginar la vida sin ti. —Bajó la mirada e inhaló. Chris observó el movimiento del pecho de su amante cuando liberó el aliento.
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—¿Daniel? —Chris esperaba no haberla jodido. La expresión de Daniel era pesada por la emoción. —Christian, yo te amo. ¿Sabes eso verdad? ¿Quieres casarte conmigo? Daniel estaba absolutamente inmóvil y esperó. «Espera», pensó Chris, ¿cómo perder su temperamento lo había llevado a una jodida propuesta de matrimonio? —No tienes que hacer eso —dijo Chris inmediatamente. Su primer instinto fue reducir la tensión entre ellos—. No te voy a dejar. Siento lo de antes. Necesitaré un tiempo antes de que pueda borrar de mi cabeza todo lo sucedido con Whit. En serio, no es necesario que te sientas obligado a algo tan grandioso como eso. Daniel frunció el ceño ante la respuesta, y luego, haciendo palanca, se puso de pie y desapareció fuera de la habitación. Chris lo oyó ir a la pequeña caja fuerte que tenía en la oficina, oyó el tañido familiar de metal y los pitidos. En menos de un minuto estaba de vuelta con una pequeña caja en la mano. Ese tiempo de menos de un minuto había dejado a Chris tambaleándose por el shock, la consternación, el resentimiento, y luego la esperanza. ¿Era eso un anillo en la caja? Daniel se apoyó en la puerta y se arrodilló delante de Chris. Le tendió la caja y luego la abrió para mostrar dos anillos de platino idénticos. —Yo quería esperar el momento adecuado para hacer esto. —Lo siento —Chris se atragantó. Lo había jodido todo. —¿No lo ves? —dijo Daniel—. Este es exactamente el momento adecuado. —Se movió para coger uno de los anillos y tomó la mano izquierda de Chris—. Te amo, Christian Matthews. Yo no puedo imaginar una vida sin ti y me maldigo
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todos los días por todo el tiempo que perdí hasta que te encontré de nuevo. ¿Quieres casarte conmigo? Temblando, Chris desplegó su puño y le ofreció su dedo anular, observando con una silenciosa respiración mientras Daniel le ponía el anillo. Durante un segundo o dos bajó la mirada hacia la simple banda y luego, con cuidado, sacó el otro anillo de su lugar de descanso. Tomando la mano de Daniel, deslizó el anillo en el dedo de su prometido. —Sí. Quiero. —Habló en voz baja. —Y vamos a hacer que funcione —dijo Daniel. Le acarició la cara a Chris y luego se inclinó para darle un beso. Un simple beso para sellar el trato. Un acuerdo que comenzó en Navidad y que había sido fortalecido con amor y necesidad, y un futuro tan lleno de posibilidades que las emociones de Chris le obstruyeron la garganta. Robándole otro beso para ocultar su incapacidad para formar una frase coherente, Chris finalmente se hizo para atrás. —Te amo, Daniel. Daniel sonrió y sus ojos de color avellana se iluminaron. — Te amo, Chris. —¿Te das cuenta de que Ame va a querer hacer el pastel? —Se besaron y Daniel se rio. —La primera tarta de muffins de la ciudad de Nueva York.
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RJ SCOTT RJ Scott vive a las afueras de Londres. Lleva escribiendo desde los seis años, cuando fue castigada a no salir en la hora del almuerzo por una infracción que implicaba galletas y le dijeron que escribiera una historia. Dos caras de un folio más tarde sobre una princesa atrapada, nació una amante de la escritura. Le encanta leer cualquier cosa, desde los thrillers de ciencia ficción o de terror, sin embargo, su auténtico primer amor siempre fue el mundo del romance. Su objetivo es escribir historias con un corazón romántico, un atribulado camino para llegar a la felicidad y más de un toque de felices para siempre. Email:
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PROYECTO
Traducción Lleu
Corrección Mai
Formato Gaby
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