Delito y sociedad criminógena: Marx y Engels Siglo XIX Europeo: confrontación de diversas fuerzas políticas: 1) defensores del antiguo régimen (rechazan las consecuencias de la revolución industrial y el ascenso de las ideas democráticas.) 2) desconfianza de la democracia de masas, pero que comprende la irreversibilidad del proceso histórico, es decir, de la revolución capitalista en todas las esferas. 3) Anarquistas y socialistas de diverso cuño. Aunque ni Marx ni Engels escribieron extensa y específicamente sobre temas que pudiéramos llamar criminológicos, sí describieron el carácter criminógeno de la sociedad capitalista decimonónica. Es por ello que hemos optado por comentar, en orden aproximadamente cronológico, los textos más relevantes que estos autores nos han legado sobre el tema. Dos problemas (entre otros) de la sociologíaa marxista: la ideología representa un sistema de ideas, una “falsa conciencia” que refleja, en última instancia, las condiciones sociales de la vida. La ideología, a su vez, legitima con frecuencia, bajo palabras altisonantes (“libertad”, la más característica y manida), los intereses objetivos de las clases dominantes. Jean –Paul Marat: visión del delito patrimonial como ejercicio de un derecho natural por parte del pobre. En efecto, quien atenta contra la propiedad –es el tipo de crimen específico que modela esa parte de su planteo- sólo opone los dictados de una realidad superior (el afán de supervivencia) a un orden normativo inferior (las leyes sobre la propiedad, siempre arbitrarias, todas con un antiguo origen en la rapiña y la conquista armada). Marat no cree que una sociedad que impone por doquiera la pobreza -y la esclavitud a un empleo- tenga derecho a que se respete su ordenamiento jurídico, pues no puede “castigar a quienes violan sus leyes si ella no ha cumplido sus obligaciones con todos los miembros que la constituyen. Dieta Renana: Las nuevas leyes, en definitiva, se proponían criminalizar comportamientos masivos de los campesinos que, quizás durante siglos, habían sido perfectamente legales: recoger la leña expuesta y desprendida de los árboles. Es en El capital donde Marx, a propósito del proceso de la “acumulación originaria”, establecerá una relación directa, si cabe, entre criminalidad y niveles de vida, completando así la reflexión que había comenzado en la Gaceta Renana y que abordaremos en el siguiente parágrafo. Pero es en aquel texto donde podemos leer la explicación criminológica marxiana en su plenitud, pues la criminalidad es descrita como un fenómeno inseparable, indistinguible de las condiciones sociales de producción y trabajo y, por lo mismo, sujeto a una explicación de índole histórica.
[Por cierto, la liquidación en el siglo XVIII de los últimos vestigios del sistema feudal, trajo dos consecuencias históricas cruciales: la acumulación acelerada del capital y la formación del proletariado propiamente dicho. Los antiguos y nuevos pobres, los expropiados del campo que se aglutinan en las pujantes ciudades burguesas, pasan a constituir el “ejército industrial de reserva”.] Marx lo explica como la escisión del obrero y la propiedad de sus condiciones de trabajo. Esto significa que los medios mismos de subsistencia y producción devienen capital; ya no pertenecen a los productores directos y por esa sola circunstancia éstos se convierten en asalariados. “Los expulsados por la disolución de las mesnadas feudales y por la expropiación violenta e intermitente de sus tierras –ese proletariado libre como el agua-, no podían ser absorbidos por la naciente manufactura con la misma rapidez con que eran puestos en el mundo. Por otra parte, las personas súbitamente arrojadas de su órbita habitual de vida no podían adaptarse de manera tan súbita la disciplina de su nuevo estado. Se transformaron masivamente en mendigos, ladrones, vagabundos, en parte por inclinación, pero en los más de los casos forzados por las circunstancias. A los padres de la actual clase obrera se los castigó, en un principio, por su transformación forzada en vagabundos e indigentes” (Marx, 1975, I: 918).
Este es, a grandes rasgos, nuestro de punto de partida histórico. El mundo del capitalismo rampante es, también, el de la criminalidad de las grandes masas depauperadas y aherrojadas. Friedrich Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra como libro de criminología Es el propio trabajo alienado, concebido como virtud por la mentalidad burguesa (y predicado como tal a los proletarios), la fuente fundamental de envilecimiento de la clase trabajadora. Estos nuevos esclavos, que pueden optar “libremente” por pasar casi todo su tiempo en la lobreguez intoxicante de las fábricas o morir de hambre junto a sus numerosas familias, venden a su vez “libremente” su fuerza de trabajo, a cambio de un salario exiguo. Son los habitantes de los barrios que Engels describe admirablemente, sobre todo los de St. Giles. La desmoralización y el envilecimiento de las clases subalternas son el resultado de la debacle social que la ciudad paleocapitalista expresa a la perfección. El delito, el alcoholismo, la depauperación general de la vida son, para Engels, las diversas caras de una misma realidad. ¿Es que puede esperarse algo distinto en un ambiente semejante? ¿Se puede exigir a hombres normales el que sean capaces de sustraerse a los ambientes más degradantes de la historia moderna? Sometido al trato brutal y embrutecedor de la burguesía, el obrero
se convierte precisamente en una cosa tan carente de volición como el agua y queda sometido a las leyes de la naturaleza en las mismas imperiosas condiciones; en cierto momento, toda libertad desaparece”
cuatro alternativas posibles de comportamiento para el obrero depauperado del capitalismo industrial: 1.-) Embrutecerse definitivamente, esto es, resignarse a ser infinitamente maleable y moldeable por las opresivas circunstancias externas. 2.-) Aceptar las deshumanizantes “reglas del juego” del capitalismo, comprender que toda la vida social es un guerra sin cuartel de “todos contra y todos”; en fin, entrar en dicho conflicto generalizado, sin culpas ni vacilaciones. Ese comportamiento no es una anomalía en el sistema, sino uno de sus pilares fundantes. 3.-) Robar: el robo era la más incivil e inconsciente forma de protesta…” 4.-) Luchar por la transformación radical de la situación existente, es decir, por el socialismo. Jamás cedió a la tentación de definir la etiología del delito en términos morales, esto es, de “pobres buenos” versus “pobres malos”. En tal contexto, la “solución delictiva” aparece claramente como un falso remedio, que no hace sino fortalecer las estructuras que le han originado y posibilitado su despliegue. La cuestión del la ley y el delito en La ideología alemana (1846) El delito es, en opinión de Marx, la “lucha del individuo aislado contra las condiciones dominantes”. No se celebra el delito, bajo ningún respecto, pero tampoco se le interpreta como el producto de un dilema moral. Por ser un acto aislado, sin contenido político, es inevitablemente estéril, una mera confirmación y reforzamiento de la sociedad contra la que supuestamente se alza. El comportamiento delictivo es, por supuesto, una respuesta (más allá de su legitimidad o de la falta de ella) al desafío de una determinada de estructura social. Y su persecución o castigo se relaciona directamente con el problema del poder. Aquellos que piensan que la historia política y civil de los pueblos se reduce a la vigencia de determinadas leyes, a una serie de progresos y cambios legislativos, pensarán en los delitos como atentados a un ente abstracto. Marx y los “beneficios secundarios” del delito las categorías económicas son, en estricto sentido, expresiones teóricas, abstracciones de las relaciones sociales de producción (Marx, 1987: 68). El “elogio” de los atentados contra la propiedad, en
tal sentido, es una nueva forma de mostrar el carácter fantasmagórico que adquieren dichas abstracciones cuando se aplican a la realidad, ignorando todas sus consecuencias. Epílogo: Al fin y al cabo, la sociedad determinista, su descubrimiento y delimitación, fue el hito teórico que permitió el surgimiento de la sociología y la construcción de los instrumentos analíticos ofrecidos por la teoría marxiana. Y, cuando fue abordada por los criminólogos o por los científicos sociales que abordaron el problema delictivo, la sociedad determinista devino sociedad criminógena. Desarrollos de la antropología criminal: La recepción del positivismo criminológico en España: los antisociales (el criminal), los extrasociales (el enajenado) y los suprasociales (el llamado hombre de genio) integrarían el cinturón social, mientras en el centro se situaría el patrón de una hipotética normalidad” Rafael Salillas y Panzano: No sólo los factores “sociales” y “ambientales” del delito fueron obteniendo cada vez más su atención, en cuyo caso no habría ido más allá de un Lombroso o un Ferri, sino que lo llevaron al punto de negar la existencia del criminal nato. No sólo los factores “sociales” y “ambientales” del delito fueron obteniendo cada vez más su atención, en cuyo caso no habría ido más allá de un Lombroso o un Ferri, sino que lo llevaron al punto de negar la existencia del criminal nato. Aquí ya está surgiendo una idea que es original: la mutua influencia entre un modo de vida y los efectos corporales que éste produce en los individuos. sobriedad. Se es, en tal sentido, “sobrio”, en la medida en que se exhibe una gran resistencia a las mortificaciones del ambiente, al hambre, el frío, la dureza del suelo en que se descansa… Es decir, la sobriedad se traduce en insensibilidad psíquica en distintos grados. Dorado Montero: Estos hitos permitieron señalar, nos dice, el límite “entre el derecho penal antiguo y el derecho penal moderno, bárbaro e inhumano el uno, racional y humanitario el otro” (1915: 281). De igual forma, nuestro autor cree estar asistiendo a una nueva y radical mutación del derecho punitivo, desde la simple represión –enfocada en el delito, concepto legal abstracto- a la prevención –que tiene como fundamento un discurso científico-naturalista sobre el delincuente. Más que penas, la sociedad requiere de “curas”, de rehabilitaciones. Constancio Bernaldo de Quirós: mezclaba antropología criminal, psicoanálisis y cultura universal (o sea, auténtico sentido común). La recepción en Latinoamérica: El sorprendente caso argentino: la llegada de la criminología
positivista a Argentina sufrió un doble proceso de traducción: la mera traslación idiomática (sentido restringido) y, además, la interpretación creativa (sentido amplio). Lo notable es que Ingenieros se permitió introducir correcciones al lombrosianismo ortodoxo, sosteniendo que los rasgos antropométricos de los delincuentes no resultan diversos de los que pueden atribuirse al resto de los “degenerados”; había llegado, por tanto, la hora de la psicopatología. Una fe estrictamente lombrosiana se resquebrajaba. Pero el edificio positivista en general estaba firme. La ponencia de Ingenieros fue alabada con entusiasmo por Ferri, mientras que en 1907 su “nueva clasificación de los delincuentes” era publicada en versión italiana, imponiendo su perspectiva. Un logro a todas luces extraordinario, en la Meca del positivismo. Lo notable es que Ingenieros se permitió introducir correcciones al lombrosianismo ortodoxo, sosteniendo que los rasgos antropométricos de los delincuentes no resultan diversos de los que pueden atribuirse al resto de los “degenerados”; había llegado, por tanto, la hora de la psicopatología. Una fe estrictamente lombrosiana se resquebrajaba. Pero el edificio positivista en general estaba firme. La ponencia de Ingenieros fue alabada con entusiasmo por Ferri, mientras que en 1907 su “nueva clasificación de los delincuentes” era publicada en versión italiana, imponiendo su perspectiva. Un logro a todas luces extraordinario, en la Meca del positivismo. “medicina social”, del higienismo. Eusebio Gómez realiza una síntesis del proyecto social de la intelectualidad argentina, en su libro Delincuencia político-social ( ). Allí parte distinguiendo entre revolución y rebelión, como si tratase de categorías claras e independientes. Las revoluciones llevan para Gómez la divisa del progreso, si es que no se identifican derechamente con él. No es raro que en las convulsiones políticas se den cita los delincuentes natos. Confundidos en la masa, indiferentes a ideales políticos, aprovecharán el poder que un azar momentáneo he llegado a otorgarles. Puestos en tal situación, se entregarán a los requerimientos de su insana naturaleza. Es diverso el caso de las rebeliones. Éstas se reducen, para Gómez, al desgaste y la destrucción, aunque puedan estar cubiertas de una apariencia de radicalidad y progreso: “Con frecuencia inician, allá donde se producen, períodos de descomposición y anarquía. Suelen empeorar lo malo. las revoluciones son propias de la fisiología social, mientras que las rebeliones lo son de la patología social. Los hombres de presa: Luis María Drago: defendió la tesis de que un estado soberano no puede ser constreñido al pago por medio del uso de la fuerza: es la “Doctrina Drago”. Los hombres de presa: los delincuentes son seres anormales y por ello pueden ser comparados como una especie aparte, que edifica su vida ociosa de espaldas al resto de la sociedad. La mirada de Drago se pretende “sociológica”, en la medida en que considera que la sola biología no basta para explicar la desviación social. En realidad, Drago rompe claramente con la estricta
obediencia lombrosiana, no sólo en las proposiciones más pintorescas (como la concerniente a los tatuajes), sino en la propia teoría del atavismo. Un anarquista y la antropologíaa criminal: Pietro Gori: si bien saludaba el aparente triunfo de la antropología criminal, siempre supo precaverse de lo que consideraba simples exageraciones de un enfoque interesante en su origen, aunque cada vez más irreconocible en su lucha por el triunfo teórico. Desarrolla un enfoque naturalista en sus ideas sociológicas –en donde reconocemos un pathos spenceriano innegable-, proclamando el carácter artificial de toda distinción entre sociedad y naturaleza. Es por eso que le concede a la criminología un papel tan importante –práctico y teórico- en la resolución de los problemas sociales de su tiempo. Más allá del “dogmatismo jurídico” de los clásicos, y de la unilateralidad y pretensiones excesivas de la Scuola, se abre, según nuestro autor, una vía que no descuida ninguno “de los tres factores de la delincuencia: antropológicos, sociales y cósmicos” (2003: I). Fiel a estas intuiciones, funda en Buenos Aires Criminología moderna, la primera revista latinoamericana sobre el tema. El hombre criminal es así visto como un producto de su ambiente, que le ha determinado en su psique y en su cuerpo, con signos más o menos reconocibles para el científico. No cree Gori, por cierto, en el criminal nato, teoría peligrosa y fácilmente utilizable para propósitos políticos regresivos. Aunque, si algo encuentra de fecundo en la Scuola, es su intento de reconciliar los hechos con sus causas, mediante observaciones objetivas. Aunque no las formula, la lectura de Gori nos indica que él se podía haberse estado haciendo esta clase de preguntas, a saber: ¿por qué no ha extenderse la labilidad que se reconoce al alma humana también a ciertos componentes orgánicos, sin perjuicio de que están influyéndose (soma y psique) mutuamente a lo largo de toda la vida de los seres humanos? ¿Por qué el invocar ciertas peculiaridades orgánicas de los delincuentes avezados ha de ser piedra de escándalo, como si esos rufianes careciesen de cuerpos, como si fuesen sólo “malos espíritus” que flotan en el aire? José Ingenieros: cuatro tipos de “anómalos”: morales, intelectuales, volitivos y combinados, con sus diversos detalles. Es un firme entusiasta de la indeterminación e individualización de la pena. Considera supersticiosa la idea de que los delincuentes actúan en uso de su libre albedrío y, peor aún, la de que deben existir penas genéricas, aplicables a cualquier ciudadano infractor. Sólo el individuo concreto puede ser penado, no el “representante” del género humano; y la pena supone conocimiento del castigado. El fundamento es, por ello, peligrosista y defensista, pues todo depende del grado de temibilidad del infractor. Según tal criterio distingue los tres grados de castigo a aplicar: -Delincuentes accidentales (represión mínima); -delincuentes reformables (represión mediana), y -delincuentes irreformables (represión máxima).
Esto es congruente con su “programa de criminología”, uno de cuyos puntos vestales es la “terapéutica del delito”, es decir, el conjunto de “medidas preventivas y la organización de las instituciones necesarias para la defensa social de los delincuentes” En lo tocante a las causas de la criminalidad, Ingenieros adopta una distinción usual en la criminología etiológica de entonces: por un lado, la antropología criminal (incluye los aspectos morfológicos y psicopatológicos) y, por otro, la mesología criminal (que abarca los aspectos sociológicos y meteorológicos o ambientales). Escuela psicopatológica. Mirado retrospectivamente, Ingenieros fue quien contribuyó de manera más decisiva a la formación de la criminología clínica argentina y, en general, latinoamericana. Intentó, en la medida en que fue posible, combinar teoría y praxis, discurso teórico y penitenciaría. Positivista confeso por cierto, aunque discrepando nítidamente del sesgo somático de la antropología criminal. Incluso llegó a convencerse de que la Scuola, para seguir progresando, debía liberarse de algunas de las tesis más caras de Lombroso, a quien tanto se debía –y sin el cual nada se habría logrado-, pero no al precio de paralizar el avance, so pretexto de reverenciar la tradición. En Ingenieros, la cientificidad de la criminología radicaba en el estudio del funcionamiento psíquico de los delincuentes. Aquella era una ciencia que se ocupaba, en suma, de la lucha contra la barbarie, en pos de la civilización. Cuando la sociedad cambie, sostiene Ingenieros, menos posibilidades tendrá el delito de manifestarse. Francisco de Veyga: La degeneración es el factor olvidado, según Veyga, de los movimientos erráticos de ese ejército de individuos que podemos catalogar como lunfardos, meretrices, asaltantes, monomaníacos, toxicómanos y pervertidos sexuales. “La degeneración tiene, en efecto, por doble expresión, la locura y el vicio, y por la locura y el vicio, el delito”. Y además: “... no hay vicio ni delito sin degeneración. Ni hay, tampoco, degenerado sin vicio o delito. Entendiendo por degenerado, (...), a todo ser decaído o anómalo, incompleto o inadaptado, calificado así en su grupo mórbido correspondiente”. Para Veyga, la criminalidad y el vicio son una suerte de destino; inexorablemente tenderán a manifestarse en los individuos engendrados bajo el signo de la degeneración. A nivel particular, es poco lo que puede hacerse al respecto. La cárcel necesita estar a la altura de la desagradable pero imprescindible misión encomendada: neutralizar a los criminales mediante su aislamiento de la sociedad. La masa encarcelada, según Veyga, es irredimible por naturaleza y no por las condiciones de encierro, por la degradación de toda auto-estima o por el fortalecimiento de los hábitos antisociales en el seno de la subcultura carcelaria. No; su criminología es, por decirlo de algún modo, “predestinacionista”. Los criminales, tanto los que están encarcelados como los que deambulan fuera de sus muros, tanto los que esperan ser aprehendidos por la policía como los que ya “pagaron” sus condenas, son para Veyga igualmente nocivos, y siempre lo serán. Ni han cambiado ni podrán
cambiar: “Todo degenerado de esta clase es un perpetuo reincidente, en el delito como en el vicio. La acción represiva debe empezar con ellos desde muy temprano, desde la escuela si acaso, desde el taller, sin esperar que lleguen a manos de la justicia”. Criminiatría. Defensa de la sociedad. Se comprende que Veyga agregue a los factores “capaces de producir la degeneración” (el alcohol, el juego y la prostitución) un cuarto factor, altamente significativo y el “más terrible”: la miseria. Salvador Allende (criminologíaa y medicina social a comienzos del siglo XX [“higiene mental y delincuencia”, tesis de grado.]: En Latinoamérica, la criminología estuvo íntimamente ligada a la medicina legal y a la psiquiatría. En los afanes de “medicina social” iba implícito el propósito de reforma, pues la criminalidad –pese al componente biológico que todos los defensores del lombrosianismo le reconocían- se derivaba de condiciones ambientales inadecuadas o paupérrimas, que podían y debían ser corregidas. El delito, pues, aparecía como un problema de salud pública. De allí su tratamiento conjunto con temas como la prevención del alcoholismo, las enfermedades venéreas y las toxicomanías. El ex presidente Salvador Allende hizo su Memoria de grado sobre estas materias y con ese preciso enfoque.