EL ESTADO NACIÓN EN EUROPA La cuestión nacional en Europa La formación de los estados nacionales europeos modernos (excepto Holanda e Inglaterra) comenzó con la Revolución Francesa. Hasta ese momento la noción de estado nacional era idéntico al de monarquía. La nación era propiedad del soberano reinante. Esta forma legal anticuada, herencia directa del feudalismo, entraba en conflicto con las nuevas relaciones surgidas del ascenso de la burguesía. El año 1848 marcó el punto de inflexión de la cuestión nacional en Europa. En medio de las llamas de las revoluciones, aparecieron bruscamente las ahogadas aspiraciones nacionales de alemanes, checos, polacos, italianos y magiares. De haber triunfado la revolución, habría abierto el camino para solucionar por métodos democráticos el problema nacional en Alemania y en todas partes. Pero como Marx y Engels explicaron, la burguesía contrarrevolucionaria traicionó la revolución de 1848. La derrota de la revolución obligaba a resolver el problema nacional por otros medios.
Unificación de Alemania En Alemania la cuestión nacional se puede resumir en una palabra: unificación. Después de la derrota de la revolución de 1848, el país estaba dividido en pequeños estados y principados. Esta situación era un obstáculo insuperable para el libre desarrollo del capitalismo en Alemania y también de la clase obrera. La unificación era una demanda progresista. Pero lo más importante era quién unificaría Alemania y con qué medios. Marx esperaba que la tarea de la unificación viniera desde debajo de la clase obrera con métodos revolucionarios. Pero no fue así. En 1848 el proletariado no consiguió resolver esta cuestión, y lo haría con métodos reaccionarios el Junker conservador prusiano Bismarck. Para conseguir este objetivo primero era necesario poner fin a la guerra. En 1864 los Austriacos y los Prusianos se unieron para derrotar a los Daneses. Dinamarca perdió la provincia de Schleswig±Holstein que, después de una lucha entre Austria y Prusia, se unió a Alemania en 1865. Bismarck maniobró para mantener a Francia fuera del conflicto, y después formó una alianza con Italia para luchar contra Austria. Cuando Austria fue derrotada en la batalla de Königgrätz en julio de 1866, quedó ya garantizado el dominio prusiano de Alemania. La unificación alemana se consiguió con métodos reaccionarios, con el militarismo prusiano. Esto fortaleció la posición del militarismo prusiano y del régimen bonapartista de Bismarck, y sembraría las raíces para nuevas guerras en Europa.
La unificación italiana En Italia ocurrió una situación análoga. A finales de la década de 1850, a pesar de los reiterados intentos de conseguir la unificación, Italia todavía estaba totalmente dividida y subyugada a Austria, que se había anexionado sus territorios del norte. Además, varios estados más pequeños, incluyendo el reino Borbón de Dos Sicilias (el sur de Italia y Sicilia) estaban protegidos contra la revolución por las tropas austriacas dispuestas a intervenir.
Los Estados Pontificios del centro de Italia estaban bajo "protección francesa". Sólo el pequeño reino de Cerdeña de los Saboya±Piamonte, estaba libre del dominio austriaco. Bajo la dirección del hábil diplomático y hombre de estado, el Conde Cavour, la dinastía conservadora dominante extendió poco a poco sus esferas de influencia y territorios, y expulsó a los austriacos de una zona tras otra. Junto con la oposición conservadora dinástica a Austria los Piamonteses , también estalló un movimiento nacionalista revolucionario radical, en él participaron una mezcla heterogénea de republicanos, demócratas y socialistas. Estas fuerzas estaban presentes en cada estado de Italia y en el exilio. El representante más visible de esta tendencia era Mazzini, sus ideas confusas y amorfas correspondían a la naturaleza del movimiento que él representaba. En contraste Cavour, que permanecía a la cabeza de estado independiente de Piamonte al Norte de Italia, era un astuto y maniobrero sin principios. Con la típica intriga diplomática, primero se unió a Gran Bretaña y Francia en la expedición a Crimea contra Rusia en 1855. Después en secreto prometió al emperador francés Napoleón III , la concesión de los territorios de Niza y Saboya, Cavour consiguió un tratado en el que comprometía a los franceses a ayudar al Piamonte en caso de hostilidades con Austria. La guerra estalló en 1859 y fue el punto de partida de la unificación italiana. Estallaron insurrecciones en todos los ducados italianos y estados pontificios. Junto con las francesas, las tropas piamontesas consiguieron una señal de victoria contra Austria en Solferino. La unificación de Italia parecía inminente. Pero no correspondía con los intereses de Luis Bonaparte, que rápidamente firmó un armisticio con los ejércitos austriacos en retirada, abandonó a su suerte a los piamonteses y a los revolucionarios. Al final la guerra de liberación italiana se salvó debido a un alzamiento en Sicilia que saludada el desembarco de la fuerza expedicionaria de Garibaldi compuesta por mil voluntarios con camisas rojas. Después de ganar la batalla de Sicilia, la fuerza rebelde de Garibaldi invadió el sur de Italia y entró triunfalmente en Nápoles. La unidad italiana se conseguiría desde abajo con métodos revolucionarios. Cavour, el constante intrigador, convenció a Londres y París para que aceptaran el dominio del Piamonte conservador sobre una Italia unida, que esperar a que Italia cayera bajo el control de revolucionarios y republicanos. El ejército de la reacción dinástica piamontesa marchó hacia Nápoles sin oposición. Garibaldi en lugar de luchar contra ellos, les abrió las puertas y recibió al Rey de Piamonte, Víctor Manuel (Enmanuel), el 26 de octubre, aclamándole como "Rey de Italia". De este modo el pueblo de Italia sólo consiguió media victoria sobre el viejo orden. En lugar de una república, Italia se convirtió en una monarquía constitucional. En lugar de democracia consiguieron el sufragio limitado que excluía al 98 por ciento de la población. Al Papa se le permitió continuar dominando los Estados Pontificios (una concesión de Luis Bonaparte). A pesar de esto, la unificación de Italia fue un paso de gigante. Toda Italia
estaba unida, excepto Venecia que permanecía bajo el control austriaco y los Estados Pontificios. En 1866 Italia se unió a Prusia en la guerra contra Austria y recibió Venecia en recompensa. Al final después de la derrota de Francia en la Guerra Franco±Prusiana (1871) las tropas francesas se retiraron de Roma. La entrada del ejército italiano en esa ciudad marcó la victoria final de la unificación italiana.
Polonia A finales del siglo XIX parecía haberse solucionado la cuestión nacional en Europa Occidental. En 1871 después de la unificación alemana e italiana, parecía que la cuestión nacional en Europa estaba limitada a Europa del Este, y con un carácter más explosivo en los Balcanes, inmersos en las ambiciones territoriales y las rivalidades entre Rusia, Turquía, Austro±Hungría y Alemania, éstas llevarían inexorablemente a la Primera Guerra Mundial. En el primer período aproximadamente desde 1789 a 1871 la cuestión nacional jugaba aún un papel relativamente progresista en Europa Occidental. Pero en la segunda mitad del siglo XIX el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo comenzaba ya a superar los estrechos límites del estado nacional. Se manifestaba en el desarrollo del imperialismo y la irresistible tendencia hacia la guerra entre las principales potencias. Las guerras balcánicas de 1912-13 marcaron el punto y final de la creación de estados nacionales en Europa suroriental. La Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles (con la excusa de defender el "derecho de las naciones a la autodeterminación") acabó la tarea al desmantelar el Imperio Austro±Húngaro y garantizó la independencia de Polonia. Crítica. Barcelona (1997). Esta interesante obra de Hagen Schulze, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Libre de Berlín, se integra en la colección "La construcción de Europa", dirigida por el profesor Jacques Le Goff y publicada simultáneamente por varias editoriales europeas en cinco idiomas. En la década de los noventa, Europa parece haberse transformado en el reino del liberalismo político y la economía de mercado, con un espléndido panorama de paz, estabilidad y tolerancia. Sólo una sombra amenaza este sueño: la explosión de emociones nacionales, supuestamente superadas ya hace mucho tiempo. ¿Es que tras un paréntesis de ochenta años vuelve Europa a la situación anterior a la I Guerra Mundial? Para responder a este interrogante, Schulze esboza un cuadro de la historia del Estado y la nación en Europa, desde la Edad Media, en una ágil exposición, dirigida al público sin especiales conocimientos científicos sobre el tema. Algunos de los argumentos del profesor Schulze son discutibles, como sucede cuando define repetidamente a la Iglesia como una organización exclusivamente burocrática, surgida además de la antigua burocracia estatal romana, en un original enfoque que no parece tener excesivos apoyos. En cambio, en otros aspectos sus análisis resultan especialmente incisivos, aunque a contracorriente de las tesis más aceptadas. Es el caso de la descripción del régimen absolutista, cuando explica cómo la esfera no sujeta al control del Estado en esa época era considerablemente mayor que en la nuestra.
LOS ESTADOS NACIÓN EN LATINOAMÉRICA
El Estado de Bienestar llegó a Estados Unidos como una medida anticrisis, en respuesta a la Gran Depresión de 1929-1933. Consistía en dar subsidios a la agricultura o pagos por dejar de producir, que aseguraron tanto la reducción en el exceso de producción como el pago asistencial a los agricultores. La actividad del Estado de Bienestar se ubica en el contexto de crecimiento económico que permitió romper con la concepción restrictiva de seguridad social afirmada en las distintas economías industrializadas de los años treinta. El objetivo del Estado de Bienestar es garantizar una cierta seguridad en el ingreso de los individuos, lo cual se vincula muy bien con la teoría keynesiana sobre la necesidad de mantener un determinado nivel de demanda efectiva, con objeto de asegurar el equilibrio y la expansión del capitalismo. Se dio un incremento en el gasto público, aunque estos gastos sociales no fueron producto del altruismo, sino que resultaron de la correlación de fuerzas claramente inclinadas a favor del progresismo y además en un contexto de guerra fría. El estado debe modificar el nivel de demanda global para intentar alcanzar el pleno empleo sin inflación. Esto fortaleció la capacidad de compra de los consumidores de bajos ingresos lo que a su vez contribuyó a mantener una situación de pleno empleo. Los gastos del Estado de Bienestar crecen más rápido que los ingresos, dando lugar a la ³crisis fiscal del Estado´. Después de la crisis generalizada de los años setentas hubo una desaceleración en la producción mundial cuya consecuencia principal ha sido el desempleo, mientras que los gastos sociales siguen creciendo. El cuestionamiento al Estado de Bienestar comienza en el contexto de la crisis generalizada del Sistema Capitalista. También se hace un cuestionamiento hacia la intervención del Estado en la economía, ya que es la forma en que de intervención del Estado benefactor la que resta competitividad a las economías, y de ahí la urgente necesidad de reorientarlo. Esta reorientación consiste en que en primer lugar se debe de disminuir el déficit público, en segundo lugar se debe de flexibilizar el mercado laboral, y en tercer lugar se deben de reducir las prestaciones de protección social. A partir de esta crisis se puso en evidencia el cuestionamiento a las concepciones económicas dominantes como la síntesis ³neoclásica - neokeynesiana´. También se hizo un cuestionamiento sobre la utilidad de la expansión del crédito o del gasto del sector público a fin de elevar el nivel de producción y reducir el desempleo. Uno de los factores más importantes fue el hecho de que América Latina había generado estrechos vínculos con las economías industriales explicados por sus antecedentes coloniales, o bien por las exportaciones primarias con las que se insertaron a la dinámica de la economía mundial. Otros factores fueron: la implementación del modelo de ³desarrollo hacia fuera´, la Gran Depresión de 1929-1933, y los conflictos bélicos de magnitud internacional.
Dadas las dificultades como el balance de pagos y la inflación, se hicieron recomendaciones y acondicionamientos para recibir créditos externos por parte del FMI y del BM, de las cuales se mencionan q fueron orientadas fundamentalmente a la devaluación del tipo de cambio, reducción del déficit fiscal y limitación a la expansión del crédito; cabe concluir que estas llegaron a formar parte de los requisitos aunados al modelo sustitutivo de importaciones logrando así la implantación absoluta del inversiones extranjeras. Como consecuencia (1981-1982) de la Recesión en países industrializados y la consecuente caída de la demanda exterior. A consecuencia de esto, las medidas de corte monetarista implementadas en países combatientes de inflación, constituyendo así el marco propicio; como ejemplo claro la deuda externa total de América Latina, durante ese periodo aumento a un ritmo de 25% anual. A consecuencia de la forma operante del mercado, con tasas ajustables diarias y la retracción total de flujos de financiamiento externo hacia América Latina elevando así los recargos sobre la tasa de interés creando por consiguiente el enorme déficit publico que aun se palpa, mencione ¿Cuáles fueron los nuevos planteamientos que dominaron la década de los 80 s por parte de las grandes organizaciones reguladoras? Básicamente se centraron en las ya establecidas críticas al modelo de Sustitución de Importaciones ubicándose por lo tanto en los desequilibrios provocados por la creciente participación del Estado en la Economía. Concluyéndose por consiguiente, la coherencia y la necesidad de una Economía Abierta en las naciones latinoamericanas funcionando bajo la dirección de el Sector Exportador Privado y en donde el Estado no tuviera ningún tipo de tarea o inserción. Se le otorga una importancia muy grande a las Exportaciones como motor de crecimiento económico y hasta social; haciendo hincapié por tanto a la Inversión extranjera q aun en nuestros días no se propicia de gran manera y como tantos otros aspectos que aun no juegan la prioridad de nuestro país o que todavía no se desarrollan. La izquierda depende de la derecha desde sus orígenes en la Asamblea Legislativa durante la Revolución Francesa, la izquierda se ha definido en oposición a la derecha. Su contenido es variable, cambiante y relacional. Si tiene un denominador común, está dado por su oposición cambiante a las también cambiantes jerarquías del poder. En Francia, la Montaña era la izquierda contra los feuillants, pero posteriormente la izquierda estuvo representada por los girondinos, que fueron desplazados por los jacobinos después de la caída de Robespierre. Con la consolidación de Napoleón, la izquierda tuvo que acomodarse al nuevo juego de poder dominante. El siempre contradictorio capitalismo: de izquierda y de derecha. En esta era de acentuado capitalismo global, la derecha es el capitalismo imperial contemporáneo. A la par que ha transformado el mundo y creado condiciones para una mayor igualdad (por ejemplo, la Revolución Francesa), el capitalismo es hoy la fuente de las jerarquías más profundas que dividen a la humanidad. El capitalismo es global no solo porque cubre el globo, sino
porque ha sido global en sus orígenes, desarrollo y evolución. En la historiografía eurocéntrica, el capitalismo aparece como un fenómeno europeo que se expande desde imperios europeos hacia las periferias y las asimila paulatinamente. En esta perspectiva, los debates sobre los orígenes del capitalismo se enfocan en las relaciones dentro de Europa. Paradójicamente, para esta historiografía tanto el capitalismo como el imperialismo aparecen como si sus agentes fueran exclusivamente europeos y la periferia, como el pasivo objeto del abrazo imperial. Los imperios como parteros de naciones, imperios y pueblos se han formado en íntima relación, internalizando y creando exterioridades transculturales, todas impuras. La formación de los Estados-nación ha estado íntimamente ligada al desarrollo global del capitalismo. Como centros políticos, los imperios coloniales promovieron la expansión del comercio y la industria aun antes que las naciones se constituyeran como Estados independientes. España se formó como nación durante el largo periodo que abarcó desde la constitución hasta la disolución de su imperio. Imperialismo: la otra cara del capitalismo El imperialismo no es la fase superior del capitalismo, sino su coetánea condición de existencia. Esta proposición cuestiona la visión clásica del imperialismo. Tres premisas han fundamentado esta visión eurocéntrica: a) el capitalismo es un fenómeno europeo; b) las naciones capitalistas europeas son los agentes fundamentales del imperialismo; c) el imperialismo es una fase superior del capitalismo europeo. Si aceptamos que el capitalismo es un fenómeno global y que las naciones europeas no son solo sus agentes sino su producto, entonces veremos todo con otros ojos. La Cuarta Guerra Mundial la guerra imperial de hoy es un infierno con muchos círculos. Es una guerra con múltiples frentes, agentes y objetivos. Como dice el subcomandante Marcos, no es la caliente Guerra Fría, que terminó en 1989, marcada por conflictos bélicos en el Tercer Mundo de un planeta dividido en dos bloques de poder. Ésta es una guerra a la vez nacional y transnacional, formal e informal. Es una guerra que consolida, y al mismo tiempo trasciende, la división entre Estados y regiones. Involucra a Estados-nación, como EEUU, y a «redes» de capital. Va dirigida contra otros Estados-nación, como Iraq, pero también contra fuerzas o grupos transnacionales, como «los terroristas». El fetichismo del Estado: El Estado es un fetiche. Como encarnación de la Nación, el Estado se objetiva a través de múltiples discursos y prácticas que proclaman representarlo. El «efecto Estado» se logra a través del poder de objetivaciones tales como: palacio presidencial, ministerios, cuarteles, burocracias, discursos, leyes, códigos, ceremonias, actos, manifestaciones populares. En una escala amplia, el pueblo es el Estado; en una escala reducida, el presidente representa al Estado. El presente prefigura impuramente al futuro. Todo proyecto utópico, si aspira a ser realizable y evitar, como dice Terry Eagleton, que nos enfermemos con deseos imposibles, tiene que basarse en las tensiones y posibilidades reales del presente.