LIBROS El Misterio de la Conciencia John Jo hn R . S e arl arle E d ito ria lP a id ó s S tu d io 1 4 1 , 2 0 0 0 200 p ág inas
Searle básicamente tiene dos partes: una está dedicada a reseñar los trabajos que actualmente gozan de mayor prestigio en la comunidad intelectual como el del físico R. Penrose, los neurólogos F. Crick y G. Edelman, el psicólogo I. Rosenfield y los filósofos D. Dennett y D. Chalmers. La otra parte está dedicada a exponer su propia visión del problema, en tanto es una extensión de su libro El redescubrimiento redescubrimiento de la mente.
El cerebro es una máquina, una máquina biológica, y puede pensar. J.R. SEARLE
Un tema central en la filosofía de la mente es el de ofrecer una explicación al problema de la conciencia. Cada filósofo y cada científico tiene una perspectiva metodológicamente diferente. El libro de J. El Hombre y la Máquina N o 17
Uno de los objetivos de J. Searle es el señalar que el marco conceptual con que se viene abordando el problema de la conciencia es erróneo y que debemos tratarlo con nuevos enfoques que rompan con el lenguaje tradicional. Nociones como «mental» y «físico», «dualismo» y «monismo», «materialismo» e «idealismo» son categorías obsoletas e inducen a plantear mal la problemática. La propuesta de J. Searle es la teoría del naturalismo biológico y consiste en que la conciencia es un fenómeno natural, biológica, como la digestión y la fotosíntesis. Este punto de vista es un rechazo al dualismo, en tanto que carece de poder explicativo y predictivo para dar cuenta de la interacción entre la sustancia mental y la sustancia física, es decir, entre lo mental y lo corporal. Pero también es un rechazo al materialismo en tanto se convierte en un reduccionismo, en otras palabras, que la conciencia es reducible a actividad elec-
troquímica neuronal, o a conducta observable, o a estados funcionale, o a programas de computador, lo cual deja a un lado el carácter cualitativo, subjetivo de la conciencia. ¿Qué es la conciencia?, o me jor aún, ¿cuándo somos conscientes? Se es consciente desde que despertamos hasta que dormimos, y no se es consciente cuando dormimos, cuando se aplica anestesia, cuando se entra en estado de coma o cuando acaece la muerte. Así mismo hay diferentes grados de conciencia producidos por el cansancio, el shock, el enamoramiento o las drogas. El rasgo cualitativo de la conciencia es la manera cómo una situación estimulativa me es accesible de un modo en que no es accesible a otras personas. ¿Pero cómo es que procesos físicos como disparos electroquímicos neuronales se convierten en fenómenos privados, subjetivos y cualitativos? Se sabe que el cerebro causa la conciencia, pero Searle no explica cómo. Su posición es ésta. El cerebro es una máquina orgánica. Allí ocurren procesos neuronales de bajo nivel que causan la conciencia. Por tanto la conciencia es un rasgo del cerebro, como la liquidez es un rasgo del agua. Si la conciencia surge del cerebro, ésta es un rasgo emergente. Como la conciencia emerge de un sistema llamado cerebro es una propiedad susceptible de ser 81
LIBROS explicada causalmente por la conducta de los elementos del sistema. Si la conciencia se produce en los microniveles de las sinapsis de las neuronas y las redes neuronales, ¿por qué no se ha desarrollado una teoría que dé cuenta de ello? La respuesta es que la complejidad y el número tan vasto de neuronas (cien mil millones) se hallan compactadas en un espacio tan pequeño, la imposibilidad de realizar estudios cerebrales sin dañar al organismo en cuestión y la idea tradicional del concepto de causalidad que implica la aceptación del dualismo. El sentido de causación debe entenderse libre de implicar un acontecimiento. Procesos de bajo nivel en el cerebro causan mi presente estado de conciencia, pero la conciencia es ella misma un rasgo del cerebro.
La conciencia no es reductible a meros procesos físicos y la razón es que es ontológicamente subjetiva en primera persona, y la reducción se da en términos de tercera persona, es una ontología objetiva. No se pueden reducir disparos neuronales o sensaciones. ni sensaciones a disparos neuronales. En cierto sentido es posible la reducción pero no como lo pretenden los eliminacionistas. Ya que éstos pretenden distinguir con la reducción la apariencia de la realidad, pero en el caso de la conciencia, su realidad es su apariencia, es decir, no hay una distinción entre lo observado —la realidad— y el observador —la apariencia—, por la misma razón que no hay una distinción entre la conciencia y la experiencia de conciencia.
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El otro punto de la argumentación de Searle es la negación del proyecto de la inteligencia artificial fuerte (I.A. fuerte). Este punto de vista consiste en trazar una analogía entre el cerebro y el hardware de un computador y la mente y el programa a software. Así, el cerebro funcionaría como una máquina digital y la instanciación y ejecución de un programa en un sistema garantizarían el surgimiento de una mente consciente. La ejecución de unas operaciones de cómputo por medio de un programa de computador consiste en la manipulación de signos o símbolos, es decir, en una síntaxis. Sin embargo, lo que hace la mente humana además de síntaxis es configurar esos símbolos mediante un sentido, un significado, es decir, una semántica (e incluso una intencionalidad). La conclusión de Searle es que el mero hecho de poseer síntaxis no garantiza la semántica, y un computador por el hecho de no comprender el significado de los símbolos con los que trabaja no desarrollará la propiedad de ser consciente. Sin embargo, Searle dice que si llegásemos a conocer exactamente las relaciones causales entre el cerebro y la conciencia, podríamos reproducirlas en un computador y generar una mente artificial. Por otro lado, la IA fuerte no es falsa, sino incoherente. La razón ahora es que la síntaxis no es intrínseca a la física del sistema, como la fotosíntesis o el electromagnetismo lo son de la naturaleza, sino que es relativa a un observador. Es decir, por ejemplo en un proceso de cómputo, la computación existe en re-
lación con alguien que interpreta esa computación. Los impulsos eléctricos son independientes del observador, pero dejan de serlo cuando se convierten en símbolos computacionales. A la pregunta ¿el cerebro es intrínsecamente un computador digital? se responde que no, porque algo es un computador cuando se le asigna una interpretación computacional. Sin embargo, al cerebro se le puede asignar una interpretación computacional, al igual que la ventana que está frente a mí. Es un computador muy sencillo. Ventana abierta = 1, ventana cerrada = 0. De acuerdo con Turing cuando planteó que cualquier cosa a la que le asignemos un cero o un uno es un computador. Además, la IA fuerte, al no trabajar con conceptos de la biología, resulta inaceptable, en tanto desconoce el problema de la evolución de la conciencia. El mérito del libro de Searle está en señalar los errores que se presentan en la literatura de la filosofía de la mente, y las neurociencias, en apuntar a una dirección de la resolución del problema en términos biologicistas, en develar la ilusión de la IA fuerte, y en la forma de abordar conceptualmente el problema de la conciencia en un lenguaje claro y sencillo pero sin faltar al rigor científico.
JUAN KARLOS VÉLEZ Estudiante del Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle.
El Hombre y la Máquina N o 17