AUTOR: Triunfo Arciniegas
LUCY ES PECOSA PERSONAJES
LUCY. ROSITA, empleada de Lucy. PEPE RATÓN, novio de Lucy, pequeño y bigotón. JUAN CHICOTE, algo y delgado, con botas, sombrero y bigotes, vestido de negro. ne gro. SILVEIRO, amigo de Juan Chicote, vestido de negro. POLVORÍN, amigo de Juan Chicote, vestido de negro. PETRA. BAILARINAS. HOMBRES. Toda la obra transcurre en el bar de Lucy. En primer plano, plano , las mesas y las sillas. Al fondo, la barra y los estantes de las botellas. A un extremo, el escenario de las bailarinas. PRIMERA ESCENA – EL BAR DE LUCY
Se oye una canción mientras se van encendiendo las luces con lentitud y se ve el desorden que ha dejado la última parranda en el bar. VOCES. (Cantando) Cuando me aprietan bailando yo me siento sofocada pero si bailo con Pepe, con Pepe no siento nada. Y no es que Pepe no apriete sino que sabe apretar. Ay Pepe, con Pepe no siento nada. Ay, Pepe, con Pepe no siento nada. LUCY. (Aterrada ante el desorden.) – Estos Estos hombres me van a matar. Llegan, se divierten, me desordenan el mundo y se van. Los hombres son una parranda de desconsiderados. Ni siquiera dejan dormir. Les digo: “Son las cinco de la mañana”. Y ellos, como siempre: “Tranquila, pecosa, no te preocupes, pecosa, deja el afán pecosa”. Por Dios, una tiene que dormir, tiene que descansar, las pecas también se cansan. Tengo que echarlos a
empujones y cerrar antes de que se vuelvan a entrar. ¿Quién hizo tan necios a los hombres? Apenas tengo tiempo de pegar el ojo. Antes de mediodía debo abrir porque no demoran en aparecer los primeros muertos de sed. Voy a reventar, a mis años añ os no estoy para estos trotes. Y esta muchacha mucha cha que no llega. Ay, A y, Rosita, también me vas a matar. ROSITA. (Entrando alborotada.) – Imagínese Imagínese que casi no llego, mi señora. Hay tanto alboroto en la calle que parece una revolución. Dicen que llegó Juan Chicote. (Se quita el sombrero y se pone el delantal.) LUCY. – Lo Lo único que falta: que llegara ese bandido. ROSITA. – Llegó Llegó a divertirse. Según dicen, se está arreglando los bigotes para venir a verla, ve rla, mi señora. LUCY. – ¿A ¿A verme? ROSITA. – Así Así como lo oye, mi señora. El cuento entró por esta orejas y por esta boca sale. LUCY. – ¿Y ¿Y a él quién le ha dicho que quiero verlo? ROSITA. – Como Como aquí viene todo el mundo.
LUCY. Aquí entra hasta el perro. ROSITA. – Sobre todo los perros, mi señoraLUCY. Tienes una lengua que da miedo. Rosita. ROSITA. – No nos digamos mentiras. Juan Chicote entra cuando quiere y se queda el tiempo que quiere. Acuérdese de la última vez que quisimos echarlo. Él y sus hombres acabaron con la mitad del bar. Pagó, es cierto, pero tuvimos que cerrar casi una semana mientras reconstruían. Viene con mucho dinero, como siempre, está regando billetes por donde pasa. Mi señora, Juan Chicote hace lo que quiere con quien quiere. Dice que la señora es su amor. “Lucy es mi amor”, dice y se ríe. ”Las pecas de esa mujer me matan…”, dice. Hasta parece
un poeta. Dice otras cosas que no me atrevo a repetir. LUCY. – Dime una cosa, Rosita. ¿Te enamoraste de Juan Chicote? ROSITA. (Escandalizada.) – Mi señora. ¿En qué cabeza cabe tal despropósito? LUCY. – Mejor te callas y le pones un poco de orden a este negocio. ROSITA. – No se preocupe, mi señora Lucy, el bar quedará como un espejo. (Sigue ordenando, pues no ha dejado de moverse desde que entró. Comienza a levantar sillas. Entran algunos clientes. Rosita se acerca a una mujer dormida en una mesa y la sacude.) Ya es otro día. PETRA. (Despertándose.) – ¿Cuál día? ROSITA. – Miércoles, Petra. PETRA. – ¡Miércoles! Creí que era domingo. Los domingos eran tan bonitos para pasear con Silverio y el perro por la Loma de los Suspiros. Los domingos sabían a mermelada. ROSITA. Cualquier día, cualquier tarde se puede pasear, si el sol nos invita y la lluvia no lo impide. PETRA. – Ay, Rosita, estoy en desgracia, se me murió el perro y me dejó el novio. Al perro lo mataron y al novio me lo robaron. Te voy a contar, muchacha de risa loca: Al perro lo pisó el caballo de Juan Chicote y el novio se me ilusionó con la negra Tomasa, la panadera, la gorda, la que todo lo tiene grande. (Con los ojos cerrados y la mano en el corazón.) Ay, Silveiro Plata. (A Rosita, de nuevo) Hasta lo han visto en malos pasos con ese Juan Chicote. Imagínate, después de que su caballo pisó la cola de mi Felipe VII. ROSITA. – ¿Sólo le pisó la cola y se murió? Qué delicadeza. PETRA. – De pena, Rosita. De la pura pena de verse la cola partida. ROSITA. – No sea pendeja, Petra, Consígase otro perro y otro novio. PETRA. – ¿Se consiguen en la misma parte? ROSITA. – Se consiguen baratos. Y si pide rebaja, uno de los dos le sale regalado. PETRA. – Voy ya mismo (Se levanta.) ROSITA. – Olvídese del tal Silverio. PETRA. – Veré si puedo. Adiós. (Sale.) (Entran algunos clientes.)
SEGUNDA ESCENA - LOS ENAMORADOS
PEPE RATÓN. (Entra asustado, temblando.) – Lucy, vida mía. LUCY. – Pepe Ratón, amorcito lindo. ¿Tiemblas al verme? PEPE RATÓN. – Sí, sí. LUCY. – ¿Tanto me amas? PEPE RATÓN. – Tengo miedo. LUCY. – No voy a dejarte. No estoy loca. PEPE RATÓN. (Tartamudeando.) – Por ahí anda Juan Chicote. LUCY. – Ya me lo dijeron. Quiere hablar contigo. PEPE RATÓN. ¿Conmigo? ¿Para qué? LUCY. – Juan Chicote quiere casarse conmigo. PEPE RATÓN. – Si se cada contigo, me quedaré solterón. LUCY. – Tienes que hacer algo. No me gustan los solterones. Debes poner en su sitio a ese bribón. Búscalo y hazle saber que contigo no se juega. PEPE RATÓN. – Sí, sí, Lucy, vida mía. Voy ahora mismo. (Sale.) LUCY. – Ese es mi hombre. El valiente Pepe Ratón. (Entran algunos señores y Rosita los atiende mientras escucha) Si te contara, Rosita todas sus proezas. El otro día se nos aparecieron tres perros grandes, negros, furiosos, con unos colmillos así, más allá de donde llaman Ranchoquemao. ROSITA. – ¿Dónde queda eso, mi señora? LUCY. – No me interrumpas y para lo oreja. ¿Sabes qué hizo Pepe Ratón? ROSITA. – ¿Cómo voy a saberlo, mi señora, si yo no andaba por ahí? Ni siquiera sé donde queda. LUCY. – Cierra el pico y te cuento. ¿En qué iba? (Rosita se tapa la boca para no responder.) Ah, sí, Pepe Ratón, echó a correr como su apellido cuando se aparecieron los tres perros grandes, negros, furiosos, con unos colmillos así, y yo me quedé pegada como una estampilla a un palo de mango. Los perros persiguieron a Pepe y a mí ni siquiera me olieron. Desde el palo de mango escuché los ladridos que se alejaban, luego los gritos de victoria de Pepe. Al rato lo vi venir con las ropas destrozadas y un poco maltratado. Imagínate, si así quedó Pepe, como quedarían los perros. Es tan valiente, tan inteligente, es mi adoración. Se llevó lejos a los perros para apalearlos donde no vieran mis ojos. Es tan delicado (Se oye un tiroteo.) ¿Qué es ese escándalo? Asómate, Rosita. ROSITA. (Mirando hacia la calle.) – Es Juan Chicote, que le dispara a las palomas del parque. LUCY. – ¿Pero qué es eso, por Dios? ¿En este pueblo no hay autoridad? ROSITA. – Se fue de vacaciones con la novia. Es casi lo mismo que tengamos o no tengamos quién mande aquí, mi señora Lucy. Si a Juan Chicote lo encarcelan, al otro día ya está pavoneándose con sus bigotes por todo el pueblo. Las puertas se abren misteriosamente, ningún candado es seguro, las paredes se derrumban. La cárcel y Juan Chicote no se llevan bien. (Mirando hacia la calle.) Ay, señora Lucy, el bandido viene hacia acá con el apellido prendido en la boca.
LUCY. – ¿Dónde está Pepe Ratón para que le vuele los bigotes a ese fanfarrón? Disimula, Rosita, sigue limpiando como si nada, lleva otras cervezas a la mesa. JUAN CHICOTE. (Entrando, retorciéndose la punta de los bigotes. Todos, menos Lucy, se esconden.) – Dichosos, dichosísimos los ojos que te ven, amada mía. LUCY. ¿A quién le dice usted “amada”?
JUAN CHICOTE. – A ti, Lucy, vida mía, consuelo de mis días, flor de mi inspiración, manantial de la alegría, bandera de los borrachos, sol de mi cielo, tabaco de mis noches. LUCY. – Sí con esos sueños se despertó, señor, vuélvase a dormir. Ni amarrada ni loca ni siquiera muerta, soy algo de eso para usted, Juan Chicote de los Palotes. JUAN CHICOTE. – Empieza por aprenderte mi nombre como es: Juan Chicote del Alto de la Calavera. Y no me contradigas que traigo el chicote encendido. LUCY. – No le va a durar mucho tiempo. JUAN CHICOTE. – ¿Por qué lo dices, corazón? LUCY. – Pepe Ratón anda buscándolo. JUAN CHICOTE. – Mira qué casualidad. Lo estoy buscando como aguja en pajar. Tengo unas ganas de apagarle el chicote en el ombligo, de recortarle las orejas a mordiscos, de arrancarle los bigotes sin anestesia. Con sus pequeños bigotes voy a hacer un violioncito y te traeré serenatas. ¿Qué te parece mi idea de la diversión? Dicen que Pepe Ratón es tu enamorado pero no te va a durar mucho tiempo. Tú necesitas a alguien como yo. Mira esta estampa de valiente, mira estos bigotes, mira estas manos de hombre. Tengo los bigotes más frondosos de la región y un ojo (haciendo que dispara) a prueba de balas. (Se sopla el dedo como si fuera un revólver recién disparado y enfunda.) O mira mi caballo. (Se oye el relincho.) ¿Te gusta el relincho de mi caballo? (Otro relincho.) Corre como un viento mi caballo negro. Tú y yo en ese caballo, galopando hacia el mar…
LUCY. – Va montando en una nube, Juan Chicote. JUAN CHICOTE. – No importa que sea bien mojada, si es contigo, vida mía. LUCY. – Hable con Pepe y luego hablaré con lo que quede de usted. JUAN CHICOTE. (Burlándose.) – Qué miedo tengo. ¿Dónde me escondo? ¿Entre tus brazos? Si Pepe Ratón me encuentra, no me deja sano ni el apellido. Con permiso, me retiro como un tiro. (Sale. Gritando) Luego vuelvo por tu amor y por unas cervezas. La parranda se prende. Música. Todos cantan. Entran las muchachas y bailan. Brincan en un pie y levantan la pierna como en las películas del Oeste. Aplausos y silbidos. La alegría será interrumpida por la entrada repentina de Pepe Ratón, perseguido por Juan Chicote, en la tercera escena. TERCERA ESCENA – EL DUELO
(Pepe Ratón entra asustado.) LUCY. – ¿Ya acabaste con Juan Chicote? PEPE RATÓN. – Todavía no. LUCY. – ¿Lo vas a hacer padecer antes de volarle los bigotes? Eres un tesoro. PEPE RATÓN. – Me muero de sed. (Toma un sorbo de cerveza y se limpia los bigotes.) Todavía me muero. (Toma otro sorbo.) Todavía me muero. (Otro sorbo.) De todas maneras me voy a morir.
ROSITA. – Juan Chicote vino a preguntarte. PEPE RATÓN. – Soy hombre muerto. El apellido Ratón se borrará de la faz de la tierra. Necesito hacer una diligencia antes de coger camino al cielo. Con permiso. (Va al fondo del bar.) JUAN CHICOTE. – (Entrando con dos de sus hombres, Silveiro y Polvorín.) – ¿Dónde está Pepe Ratón? De los cobardes, el mayor. Lo vi entrar hace un momento ya con cara de muerto. ROSITA. – Está haciendo una diligencia pero no demora. JUAN CHICOTE. – Me alegras el día con tal noticia, Rosita del Rosal del Rey. Estos son mis amigos, Silverio Plata y Polvorín Veneno, compañeros de trabajo y hombres de confianza. Entre los tres nos ganamos la vida. LUCY. – ¿Qué hacen para ganarse la vida? JUAN CHICOTE. – Actividades bancarias. Llevamos dinero de una parte a otra. Gastamos lo que a otros les duele gastar. Nos damos prisa porque uno no se lleva nada a la tumba. Es una vida muy agitada. POLVORÍN. – La policía no entiende nuestra profesión. No nos podemos ver. Cuando ellos llegan, nosotros nos vamos. SILVEIRO. – Cuando llegan ya nos hemos ido. POLVORÍN. – La policía nos persigue más que novia fea. SILVEIRO. – ¿Quién se va a dejar agarrar de una novia fea? Y mucho menos para que nos ponga las esposas. (Coqueto. A Lucy.) En cambio, de una tan bonita…
ROSITA. – ¿Y las esposas ya no se las puso la gorda Tomasa? SILVEIRO. – Lo único que hace rico Tomasa es el chocolate. Usted entiende, señorita. La gordita es una cana al aire mientras se le pasa el disgusto a Petra. Ay, Petra, Petrarca, Potranca, Petrota, Pelota. ¿Sí ves como la quiero? ROSITA. – Le partió el corazón a esa muchacha. Le aconsejé que se olvidara de usted. SILVEIRO. – No me parece un buen consejo, señorita Rosa. POLVORÍN. – Con que ésta es la que anda loca por tus bigotes. LUCY. – ¿Quién lo dijo? POLVORÍN. – Cuando Juanito duerme, debemos espantarle a sombrerazos los pájaros que quieren anidar en sus bigotes. LUCY. – ¿Y tengo pinta de pájaro? POLVORÍN. – Qué pecas tan bonitas, tan bien puestas. Tiene razón Juanito. JUAN CHICOTE. – Trescientas treinta y tres, la última vez que las contamos. LUCY. – Veo que sigue soñando, Juan Chicote. JUAN CHICOTE. – Pero no por mucho tiempo. LUCY. – Eso pienso. Pepe Ratón viene en camino. JUAN CHICOTE. – Que no sea muy largo el camino, me mata la impaciencia. En la calle lo espero. Un duelo a veinte pasos me parece justo. O vivir contigo o morir por ti. (Sale con sus amigos.) LUCY. (Gritando.) – Pepe Ratón, amor mío, no me hagas esperar por la dicha. (Aparece Pepe Ratón.) Ese bribón está impaciente por perder sus bigotes.
PEPE RATÒN. – Lucy, ¿te gustan mis orejas? LUCY. – Me gustan. PEPE RATÓN. – Quisiera conservarlas. ¿Te gustan mis bigotes? LUCY. – Me gustan. PEPE RATÓN. – Quisiera conservarlos. ¿Te gusta la vida? LUCY. – Me gusta. PEPE RATÓN. – También a mí y quisiera conservarla. LUCY. – Basta de charla. Un caballero te espera en la calle. (Le acomoda un par de pistolas en la cintura.) No te demores, por favor. (Lo acompaña hasta la puerta y lo echa a la calle.) Ese es mi hombre. El valiente Pepe Ratón. ROSITA. (Mirando hacia la calle, encaramada en una silla, de cara al público.) – Ya están frente a frente. Se ensalivan y se peinan los bigotes. Pepe Ratón quiere irse pero Juan Chicote no se lo permite. LUCY. (Sin mirar, de pie, abrazada a las piernas de Rosita.) – ¿Por qué no se lo permite? ROSITA. – Le dice algo mientras en el chicote le señala el ombligo, las orejas, los bigotes y le hace así. (Rosita se pasa el índice por la garganta en señal de muerte.) Están contand o los pasos. Uno, dos, tres… Cuatro, cinco, seis… Siete, ocho, nueve, diez… Cierran uno ojo, apuntan, disparan… (Se oyen los disparos.)
LUCY. (Cubriéndose el rostro.) – ¿Cuántos muertos? ROSITA. – Nada más dos. LUCY. – Viuda para siempre y antes de casarme. No puede ser. ROSITA. – No puede ser. Se está levantando uno. LUCY. – ¿Cuál? ROSITA. – El más simpático. LUCY. – Sabía que Pepe Ratón no se dejaría. ROSITA. – Juan Chicote, mi señora, se levanta y se limpia el polvo. LUCY. – No puede ser. ¿Y el otro? ROSITA. – El otro también se levanta y se limpia el polvo, mi señora. ¿Pero qué veo? LUCY. – ¿Qué ves, Rosita? ROSITA. – Juan Chicote está llorando, pobrecito. Pepe Ratón le arrancó el chicote y los bigotes del balazo. (Se oye el llanto desgarrador.) Pepe Ratón se le acerca y le apaga su propio chicote en su propio ombligo. (Grito de Juan Chicote.) LUCY. – Qué grito tan maravilloso. (Otro grito de Juan Chicote). Me encantan los gritos así de profundos. ROSITA. – Pobre hombre. Juan Chicote huye, doña Lucy. Cómo podrá vivir con tal vergüenza. LUCY. – Podría vivir contigo, Rosita. Corre a consolarlo.
ROSITA. – Con permiso. (Salta de la silla, se quita el delantal y sale corriendo. Salen todos, menos Lucy.) PEPE RATÓN. (Entrando.) – Vengo un poco empolvado pero con todo intacto, Lucy, vida mía. LUCY. – ¿Por qué te demoraste? PEPE RATÓN. – Le estaba apagando a Juan Chicote el apellido en el ombligo. LUCY. – Pepe Ratón, ¿tuviste miedo? PEPE RATÓN. – Ni por un momento. LUCY. (Señalando el fondo del bar.) – ¿Por qué te demorabas tanto allá adentro? PEPE RATÓN. – Me daba pena sacar a alguien de este mundo. Soy un Ratón con ojo de águila. Fallé el primer disparo para darle la oportunidad de arrepentirse pero no quiso. La segunda vez pude dispararle al corazón para que no volviera a suspirar por ti pero preferí arrancarle los bigotes. (Señalando el fondo del bar.) Allá adentro sabía que todo esto pasaría y estaba rezando por el alma de Juan Chicote. LUCY. – Rosita dijo que allá afuera estabas echando humo. PEPE RATÓN. – De la rabia. Echaba humo y temblaba de rabia. LUCY. – ¿Por qué hueles a quemado? PEPE RATÓN. – Es mi corazón que se pasa de caliente. LUCY. – Para eso tengo un manantial de besos. PEPE RATÓN. – Los necesito con urgencia para sosegarme. Tenía unas ganas de acabar con Juan Chicote pero me contuve. Unas ganas más grandes que mis orejas. LUCY. – Eres sólo nobleza y valor, Pepe Ratón. PEPE RATÓN. – Lo sé, así nací. LUCY. – Nunca dudé de ti. PEPE RATÓN. – Yo tampoco. LUCY. – Ahora seremos felices. PEPE RATÓN. – Toda la vida. Juan Chicote nunca más se atreverá a acercarse a tus pecas. LUCY. – Mis pecas son para ti. PEPE RATÓN. (Con ojos de asombro.) – ¿Todas? LUCY. – Todas mis seiscientas sesenta y seis pecas son para ti. PEPE RATÓN. – ¿No eran trescientas treinta y tres? LUCY. – Hay otras que no has visto. SILVEIRO. (Que entra con un sobre y acompañado de Polvorín.) – Con permiso, señores. El señor Juan Chicote les envía una invitación. PEPE RATÓN. (Recibiendo el sobre.) – ¿Me invita a conocer la otra vida? (Abre el sobre y extrae la tarjeta.)
LUCY. (Recibe la tarjeta y lee.) – De su puño y letra. Rosita del rosal del Rey y Juan Chicote del Alto de la Calavera tienen el gusto de invitarnos a su boda esta tarde en la iglesia de El Señor de la Humildad. ¿Qué te parece? SILVEIRO. – Apaleado y sin bigotes, el señor Juan Chicote encontró la felicidad. Estará muy contento con su presencia. Si convenzo a Petra, la boda será doble. LUCY. – ¿Y no le temías a las esposas? SILVEIRO. – ¿Cuándo dije eso? ¿Cómo voy a quedarme sin una esposa tibia, dulce y generosa y que, además, hace tan rico el café? LUCY. – ¿Y vas a seguir con el chocolate de Tomasa? SILVEIRO. – ¿Cómo se le ocurre, señorita Lucy? Aquí entre nos, me daba daño de estómago porque nunca lo hizo hervir las siete veces. PEPE RATÓN. (A Lucy.) – ¿Tú qué dices? ¿Vamos? LUCY. – Esa boda no me la pierdo por nada del mundo. (A. Silverio) Si convenzo a éste, la boda será triple. PEPE RATÓN. (Dándole el brazo.) – Entonces vamos. Tienes tiempo de convencerme por el camino. LUCY. – Vamos. Salen todos. PUESTA EN ESCENA
Esta obra podrá ser montada de acuerdo con los materiales disponibles y la imaginación de cada grupo. Son, por tanto, sugerencias de espacio escenográfico. ESCENOGRAFÍA .
Las ilustraciones del libro se pueden utilizar como guía de vestuario de todos los personajes. La obra se puede montar en el salón de clases. El telón de fondo será de cantina. La barra se puede simular con una cómoda rectangular de madera que se colocará al frente del telón. Será más real si se consiguen butacas altas y algunas botellas. Unas tres o cuatro mesas redondas dispersas por el escenario con algunos extras sentados y jugando cartas darán el toque necesario de bar del oeste. Los actores sólo necesitarán blue jeans, camisas a cuadros, sombreros y bigotes postizos que se pueden hacer con cartulina negra. Las actrices llevarán vestidos largos de colores vistosos, con adornos de flores en el pelo y si es posible camafeos y collares de perlas. Rosita tendrá un delantal y trenzas, para diferenciarla de las demás.