Metodos de Interpretacion Este epigrafe es para aquellos que están interesados en saber interpretar la Escritura de una manera para saber el significado de esta. El estudio es por Don Carson, renombrado erudito Evangélico. EL ROSTRO CAMBIANTE DE LA HERMENEUTICA Cuando Pablo le dice a Timoteo que procure ser alguien que ―traza [interpreta] bien la palabra de verdad‖ (2 Tim. 2:15), lo que se asume es que es peligrosamente posible ser alguien que en forma incorrecta traza la palabra de verdad. Y eso levanta importantes preguntas acerca de cómo interpretar la Biblia. Para acercarse a la Biblia con acierto es necesario no sólo conocer lo que es, sino también cómo ―trazarla‖. ―Hermenéutica‖ ―Hermenéutica‖ es el término que tradicionalmente ha sido sido aplicado a la interpretación interpretación de textos. Pero en los últimos años la hermenéutica hermenéutica en sí ha pasado por cambios importantes, los que son dignos de considerar con pausa para darnos cuenta de dichos cambios. Se pueden distinguir tres etapas (aunque al final se sobreponen la una a la otra). Primera, la hermenéutica fue entendida tradicionalmente como ciencia y arte de la interpretación bíblica: Ciencia, porque hubo importantes reglas y principios que debían ser aplicados a la tarea de la interpretación, y arte, porque demandaba juicios maduros nacidos de la experiencia y de la competencia. La tarea del intérprete fue la de entender lo que el texto decía, y esto implicaba que si dos intérpretes de igual competencia entendían las re glas de la interpretación, entonces en la inmensa mayoría de los casos su entendimiento de lo que un pasaje dice coincidiría. En esta visión de la hermenéutica, se pone mucha atención a la gramática, las parábolas y otros géneros literarios, principios para el estudio de las palabras, cómo se relacionan los temas bíblicos, etc. Segunda, se usó ―hermenéutica‖ frecuentemente para referirse al despliegue de un a variedad de ―herramientas‖ de la crítica literaria: Crítica de las fuentes, crítica de las las formas, crítica de las tradiciones, crítica de redacción y, recientemente, crítica de las diversas formas de narración. Si bien se lograron algunas ganancias con semejantes aproximaciones, también hubo pérdidas: Mucho del propósito de estas técnicas fue reconstruir la historia y l a estructura de las creencias de aquellas comunidades creyentes particulares que están detrás del texto, en vez de escuchar el mensaje del texto. Ambas formas de acercamiento han sido largamente eclipsadas en importancia por una tercera tendencia, la ―nueva hermenéutica‖. Aquí la clave importante importante consiste en el hecho de que los seres hu manos traen sus propios prejuicios e inclinaciones y también sus limitaciones a la tarea interpretativa hasta el punto de estar en control de la discusión. En un sentido esta observación es saludable. Inevitablemente Inevitablemente traemos nuestros propios elementos interpretativos con nosotros mismos; no hay tal cosa como una mente totalmente abierta. La nueva hermenéutica nos recuerda que la autoridad de la Biblia no debe ser transferida a la autoridad del intérprete, que nosotros invariablemente ubicamos nuevas piezas de información en la red ya existentes en nuestra mente (lo cual es mezcla de sensatez e insensatez), que aquello que creemos que es verdad sin duda necesita ser modificado o corregido o abandonado, que tenemos mucho que aprender, que nuestro marco de entendimiento está separado del escritor humano de las Escrituras por barreras de tiempo, geografía, idioma y cultura. Pero al mismo tiempo, muchos exponentes de la nueva hermenéutica sobrepasan el límite. Ellos argumentan que toda vez que la interpretación de las personas difiere en alguna medida de las de otras, no se puede hablar legítimamente del significado del texto (como si esto fuera algo objetivo). Ellos dicen que el significado no está en el texto sino en los lectores, los intérpretes, del texto. Si las diferentes interpretaciones interpretaciones son legítimas, entonces no se puede hablar de la interpretación correcta, o la interpretación verdadera; ellos piensan que tales expresiones terminan en afirmaciones de preferencia personal. Si ninguna interpretación en particular es correcta, entonces todas las interpretaciones son erróneas (lo cual conduce al nihilismo hermenéutico conocido como ―desconstruccionismo‖),, o todas son igualmente ―correctas‖; ―desconstruccionismo‖) ―correctas‖; p. ej. todas son buenas buenas o malas en la medida que satisfacen o cumplen con las necesidades de una persona en particular, o comunidad, o cultura; o simplemente satisface cierto criterio arbitrario. En esta corriente, estos proponentes de la nueva hermenéutica aceptan diferentes diferentes ―lecturas‖ de las Escrituras: una lectura sub-Sahara sub-Sahara del Africa negra, una lectura de la teología de la liberación, una lectura feminista, una lectura protestante anglosajona, una lectura católico romana, una lectura homosexual y así sucesivamente. Alineada con el poderoso respeto contemporáneo que la cultura occidental le asigna al pluralismo, esta nueva hermenéutica hermenéutica considera que ninguna interpretación es inválida excepto aquella que declara ser la correcta haciendo a las otras incorrectas. Los temas en torno a la nueva hermenéutica hermenéutica son tan complejos que no pueden ser t ratados satisfactoriamente aquí. Es importante reconocer que este acercamiento al conocimiento gobierna mucho de la agenda no sólo en la interpretación bíblica contemporánea sino también en las disciplinas de la historia, literatura, política y en otras tantas áreas más. A pesar de sus muchas contribuciones
valiosas, la nueva hermenéutica tiene que ser encarada en muchas áreas. Intuitivamente, hay algo débil en una teoría que propone la relatividad de todo conocimiento alcanzado por la lectura, mientras que, al mismo tiempo, produce un sin número de materiales que insisten en lo correcto de su posición. Insistir que todo significado descansa en quien conoce y no en el texto, y entonces escribir textos para probar el punto, es casi increíblemente contradictorio en sí mismo. Peor aun, la teoría en esta for ma asume que la intención del autor no es confiablemente expresada en el texto. Esto levanta una impenetrable barrera entre el autor y el lector, y lo llama ―texto‖. La ironía es que esas ideas están es critas por autores que esperan que sus lectores entiendan lo que ellos dicen, autores que escriben lo que ellos entienden y esperan que sus lectores serán persuadidos por su razonamiento. Con franqueza, se desea que tales autores pudiesen extender la misma cortesía a Moisés, Isaías y Pablo. Aun si seres humanos finitos no pueden alcanzar un conocimiento exhaustivo del texto (o de cualquier otro asunto), es difícil ver por qué ellos no pueden ganar conocimiento verdadero. Aun más, el hecho de nuestras diferencias es más fácil de absorber cuando es puesto contra el trasfondo de nuestra herencia común; todos nosotros hemos sido creados a la imagen de Dios, quien sólo goza del conocimiento perfecto y exhaustivo. Suponer que podamos alcanzar conocimiento de todas maneras como el de Dios sería idolatría; sin embargo, no es razón para pensar que no podamos obtener ningún conocimiento objetivo. En verdad, hay maneras de pensar sobre la adquisición de entendimiento del texto que nos ayudan a ver un poco cómo funciona el proceso. S in duda, un lector puede ser ampliamente controlado por inclinaciones personales y agendas rígidas cuando se acerca primero a las Escrituras (el texto que nos ocupa aquí), y por lo tanto ―encontrar‖ en el texto toda clase de asuntos que el autor (y el Autor) no tuvo la intención de poner en éste; o, por el contrario, él o ella no vea muchas de las cosas que de hecho están presentes allí. La totalidad del bagaje mental del lector, lo que los modernos llaman ―el horizonte de entendimiento del lector‖, puede estar tan distante del horizonte de entendimiento del autor como está expresado en el texto, que pueden ocurrir muchas distorsiones importantes. Pero es posible que el lector leerá y volverá a leer el texto, aprenderá algo del lenguaje y la cultura de los autores, descubrirá qué elementos de su propio bagaje deben ser marginados, y gradualmente ―fusionará‖ su horizonte de entendimiento con aquel que se encuentra en el texto (para usar la jerga actual). Otros hablan de la ―espiral hermenéutica‖, en donde el intérprete se aproxima progresivamente al significado del texto. Si la nueva hermenéutica es tratada de esta forma, hay considerables ganancias que pueden beneficiar a la iglesia. Esto nos recuerda que la revelación verbal de Dios a nosotros en las Escrituras no sólo ocurre en un lenguaje e idioma de culturas históricas particulares, sino que para mejorar nuestro entendimiento de la verdad objetiva que está ahí re velada es necesario regresar a esas culturas, en cuanto esto sea posible, con el pro pósito de minimizar los peligros de distorsiones interpretativas. Esto nos recuerda que aun si un intérprete logra cierto entendimiento real y objetivo del texto, nadie lo entenderá exhaustivamente, y otros intérpretes traerán a la luz contenido que está presente de verdad en el texto y que posiblemente no se había considerado. Por ejemplo, los creyentes en Africa pueden ser más rápidos en descifrar las metáforas paulinas que se refieren al carácter corporativo de la iglesia, mientras que muchos en el Occidente lo encontrarán difícil debido a su herencia del individualismo. Los cristianos se necesitan el uno al otro; esto es tan veraz en el campo de la hermenéutica como lo es en cualquier otra área. Si hay una entrega profunda compartida para someterse a la autoridad de la revelación de Dios, y no a las modas pasajeras y agendas (académicas o de otra naturaleza) de quienes pretenden juzgar a las Escrituras, el re conocer que nadie lo sabe todo estimula la humildad y la voluntad para escuchar y aprender. En realidad, aplicadas en forma correcta, algunas de las posturas de la nueva hermenéutica nos recuerdan que los seres humanos traen un bagaje cultural y conceptual enorme a las Escrituras que ellos pretenden interpretar. Este hecho, aliado con la insistencia de la Biblia de que nuestro pecado y el auto enfoque idólatra nos conduce lejos de la luz (ver Juan 3:19, 20), puede llevarnos a hacernos caer de rodillas en el tardío reconocimiento de que la interpretación de la Palabra de Dios no es simplemente una disciplina intelectual, sino que también mueve los ejes morales y espirituales. En la posición de la Biblia con respecto a la relación de Dios con su pueblo, necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo de Dios para entender la verdad tanto como necesitamos de su ayuda para vivir la verdad. En todo caso, con toda la ayuda que se nos pueda dispensar, la meta de un cristiano inteligente no es dominar las Escrituras, sino ser do minado por ella, tanto para la gloria de Dios como para el bien de su pueblo. ALGUNOS PRINCIPIOS INTRODUCTORIOS DE LA INTERPRETACION BIBLICA Lo que sigue a continuación es una selección de principios de interpretación, para aquellos que sostienen que un acercamiento correcto a la Biblia incluye no sólo una valoración de lo que la Biblia es, sino también un especial cuidado en cómo leerla y entenderla. La prioridad de los idiomas originales de la Biblia
Los idiomas originales tienen prioridad. Esto es un corolario del hecho de que esta revelación ocurrió a través de individuos específicos en coyunturas históricas concretas y en idiomas humanos reales de tiempos específicos. Es verdad que los lingüistas han demostrado ampliamente que cualquier cosa que puede ser dicha en un idioma puede ser traducida a otro. También han demostrado que no todo el significado del idioma ―donante‖ puede transmitirse en el mismo tiempo y en el mismo espacio. Además, toda traducción implica interpretación; la traducción no es una disciplina mecánica. De manera que para aproximarse lo más cerca posible a la intención del autor, como está expresada en un texto, es mejor interponer la menor cantidad de interpretaciones posibles. Por supuesto, si uno no conoce el idioma original entonces estará siempre agradecido por las traducciones; asimismo un intérprete pobre, que conoce los idiomas originales, puede cometer muchos más errores interpretativos que aquellos que se pueden encontrar en muchas traducciones, las cuales han sido realiza das por personas competentes. A pesar de lo intuitivamente obvio de estas afirmaciones, necesitan repetirse. Para el predicador muy atareado o para el maestro de Biblia, esta observación tiene dos implicaciones de carácter práctico. Primera, si el tema principal de un sermón o de una lección descansa en el modo peculiar de expresión en una sola traducción particular, en la mayoría de los casos no es el punto principal del pasaje y puede que no sea justificado de ninguna manera. Segunda, la prioridad en los comentarios y otras ayudas interpretativas debiera ser el reflejar el trabajo en los idiomas originales, aun si la presentación (como en este comentario de un solo volumen) está preparada para lectores que no son expertos técnicos. Algunas palabras sobre palabras El estudio de palabras, importante como lo es en sí, tiene que considerarse con cuidado, y nunca aislado de los asuntos mayores concernientes al uso de las palabras en frases, párrafos, discursos o géneros particulares. Los léxicos (diccionarios escritos en español y que tratan las palabras del idioma original) pueden proveer un rango de significados que varios eruditos han identificado (siempre que esos eruditos tengan la razón), pero dentro de ciertas l imitaciones el factor más importante para determinar el significado de una palabra es su uso en un contexto específico. Insistir en el significado de una palabra que esté relacionado con su etimología suele conducir a un error (como si la palabra candado viniera de ―can‖ y ―dado‖); la única ocasión cuando la etimología llega a ser una prioridad prudente ocurre cuando la palabra utilizada tie ne un uso poco frecuente y en circunstancias un tanto ambiguas que no queda otro recurso que éste. El tratar de construir una teología basada en una sola palabra y el uso de ésta es una empresa cuestionable; predicar ―etimología al revés‖, en donde se afirma como significado de una palabra su desarrollo posterior o sus análogas (tal como la afirmación que dúnamis, poder, llama a la mente la palabra ―dinamita‖, palabra que aún no había sido inventada cuando el NT fue escrito), en el mejor de los casos es un anacronismo, en el peor de los casos es ridículo. Por otro lado, el intentar usar el rango semántico total de una palabra cada vez que ésta se usa (como sucede con la Versión Ampliada de la Biblia) es fallar en el entendimiento del funcionamiento del lenguaje. A pesar de las advertencias, una exégesis seria estará más interesada en cómo las palabras son usadas por ciertos autores bíblicos, y en otros libros bíblicos. Así como el significado de frases y discursos moldea el significado de las palabras, así también el significado de las palabras moldea el significado de las frases o de los discursos; en el idioma, todo es una unidad. Es de mucho valor tra tar de encontrar lo que significan ciertas palabras en gr. o heb., y que están detrás de muchas palabras en nuestras Biblias, especialmente aquellas que tienen un peso teológico importante, p. ej. expiación, Mesías (Cristo), verdad, apóstol, pecado, cabeza, resurrección, espíritu, carne, ley y un sinnúmero de otras más. Aun si el estudio personal confirma lo que fuentes secundarias dicen, la disciplina en sí es valiosa. Esta no sólo provee un grado de familiaridad con las Escrituras que difícilmente se lograría de otra forma, sino que recuerda a los cristianos que Dios ha escogido revelarse a sí mismo en discursos, frases y palabras. La importancia de llegar a ser un buen lector Es esencial desarrollar sensibilidad literaria o, para expresarlo en otras palabras, llegar a ser un buen lector. En el micro nivel, incontables indicadores literarios sirven como señales para alertar al lector. L as ―inclusiones‖ comienzan y terminan una sección con palabras similares o idénticas con el propósito de destacar la importancia de ciertos temas. Así el tema de las bienaventuranzas (Mat. 5:1–10) comienza y termina con la misma recompensa (―porque de ellos es el reino de los cielos‖), de esta mane ra establece que las bienaventuranzas fijan las normas del reino. El cuerpo del Sermón del monte se inicia con las palabras: ―No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas‖ (Mat. 5:17), y concluye diciendo: ―Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas‖ (Mat. 7:12). Esta ―inclusión‖ sugiere que el Sermón del monte es, entre otras cosas, una exposición de las Escrituras del AT (―la Ley y los Profetas‖) a la luz de la venida de Jesús y lo que estas significarán en la vida de sus seguidores. La
poesía hebrea está menos interesada en la rima o incluso en el ritmo que en el par alelismo de diferentes variedades (ver también el artículo ―La poesía en la Biblia‖). En el Salmo 73:21, 22 De veras se amargaba mi corazón, y en mi interior sentía punzadas. Pues yo era ignorante y no entendía; yo era como un animal delante de ti. la segunda línea repite el contenido de la primera, con otras palabras; la cuarta línea hace lo mismo en relación con la tercera. Esto se conoce como paralelismo sinónimo. Las líneas 3 y 4 toman el pensamiento de las líneas 1 y 2. Esto se llama paralelismo progresivo. En otras partes uno encuentra el paralelismo antitético (como en Prov. 14:31): El que oprime al necesitado afrenta a su Hacedor, pero el que tiene misericordia del pobre lo honra. De hecho hay muchas más estructuras complejas de paralelismo. También hay quiasmos, en donde dos o más líneas van al centro y luego hacia afuera. Estas pueden ser muy elementales, o complejas tales como en Mat. 13: 1 la parábola del sembrador (13:3b–9) 2. intermedio (13:10–23) (a). sobre el propósito de las parábolas (13:10–17) (b). explicación de la parábola del sembrador (13:18–23) 3. la parábola del trigo y la cizaña (13:24–30) 4. la parábola del grano de mostaza (13:31, 32) 5. la parábola de la levadura (13:33) Pausa (13:34–43) —. parábolas como cumplimiento de las profecías (13:34, 35) —. la parábola de la cizaña explicada (13:36–43) 5´. la parábola del tesoro escondido (13:44) 4´. la parábola de la perla de gran precio (13:45, 46) 3´. la parábola de la red (13:47, 48) 2´. intermedio (13:49–51) (b´). la parábola de la red explicada (13:49, 50) (a´). entendimiento de las parábolas (13:51) 1´ la parábola del escriba instruido (13:52) Se debe reconocer que los quiasmos están más bien en el ojo del lector que en el texto mismo. Si los elementos llegan a ser demasiado complejos, o los paralelos son decididamente forzados, uno razonablemente debe preguntarse si el sistema está presente o no. Por otro lado, algunos intérpretes, cansados con largas listas de quiasmos que no convencen, desestiman con mucha facilidad aquellos que realmente están presentes. Con frecuencia se ha demostrado que quienes hablaban idiomas se míticos comúnmente usaron este sistema como parte de su modelo de hablar, de modo que uno no debería ser tan escéptico. Ciertamente, hay muchos casos inciertos; en verdad muchos expositores no estarán persuadidos con el ejemplo dado anteriormente. Tal vez valdría la pena aventurarse con un ejemplo un poco más sencillo; éste está basado en Mat. 23:13–32: 1 Primer ¡ay! (13): fracaso en reconocer a Jesús como Mesías 2. Segundo ¡ay! (15): celo superficial, haciendo mas daño que bien 3. Tercer ¡ay! (16–22): mal uso de las Escrituras 4. Cuarto ¡ay! (23, 24): falta fundamental en discernir la confiabilidad de las Escrituras 3´. Quinto ¡ay! (25, 26): mal uso de las Escrituras 2´. Sexto ¡ay! (27, 28): celo superficial, haciendo mas daño que bien 1´ Séptimo ¡ay! (29–32): herederos de aquellos que fallaron en reconocer a los profetas. De hecho, lo que los quiasmos logran es conducir el enfoque del lector al centro, esto es, la falla fundamental de discernir la confiabilidad de las Escrituras, uno de los temas centrales en el Evangelio de Mateo. Tal vez, aun más importante es la habilidad para entender la forma como funcionan las grandes estructuras, especialmente la naturaleza del género literario. La literatura sapiencial no es como la ley; digamos que leer Proverbios como si ofreciera juicios en casos legales, es ridiculizarlo (cf. Prov. 26:4, 5). En el NT la palabra ―parábola‖ puede referirse a un proverbio (Luc. 4:23), un dicho profundo (Mar. 13:35), un símbolo o una imagen no verbal (Heb. 9:9; 11:19), una comparación ilustrativa, ya sea sin forma de historia (Mat. 15:15; 24:32) o con una historia (Mat. 13:3–9, las así llamadas parábolas narrativas). Quienes tratan las parábolas piensan sólo en parábolas narrativas, principalmente porque hay muchas de ellas en los primeros tres Evangelios, y dan principios para la interpretación de (tales) parábolas. Ciertamente todos concuerdan con que en el caso de las parábolas narrativas no se necesita preguntar si la historia realmente sucedió. En la misma manera, debemos preguntar cómo lo apocalíptico debe ser entendido, qué es un
―Evangelio‖, cómo funcionaron las epístolas en el primer siglo. Joás dijo una fábula (2 Rey. 14:9); ¿es correcta la crítica moderna cuando al libro de Jonás se le clasifica como una ―fábula‖? No, esto es un error de categoría literaria. Una fábula relata una historia de animales o de otras formas de vida no humana con el propósito de dejar una enseñanza moral; no se mezcla con los seres humanos. El esfuerzo de Joás califica; el libro de Jonás no. Con la información ampliada podemos preguntar qué significó midrash y otras categorías de literatura del primer siglo. Todos los estudiantes de la Biblia lucharán con el significado de pasajes tales como Gál. 4:24–31. El asunto es que la verdad se transmite en diferentes maneras en diferentes géneros lite rarios. Quien piensa que Jeremías está hablando lit. en Jer. 20:14–18 tendrá mucha dificultad en explicar algunos asuntos. Sería mejor escuchar la afrenta misma del lamento. Por sobre todo, una buena lectura va con el fluir de las palabras escritas. Y aunque siempre vale la pena meditar en palabras y frases (especialmente en discursos), aun así el significado de esas palabras está determinado por su contexto. Un buen lector con diligencia se esforzará por darle sentido a la fluidez del argumento. (La excepción ocurre cuando hay una lista de proverbios, aun cuando muchos de ellos están arreglados temáticamente.) Esto no es menos verdad en el caso de la narrativa que en el caso del discurso. Muchos de los lectores casuales de los Evangelios piensan de éstos como relatos desconectados. Sin embargo, una lectura más cuidadosa permite descubrir que hay temas interrelacionados con otros temas. Por ejemplo, uno podría preguntarse cómo Luc. 10:38– 11:13 es una unidad. Una segunda lectura muestra que estos versículos revelan un análisis de por qué hay tan poca oración y lo que hoy en día podríamos llamar espiritualidad; una distorsión de prioridades y valores (10:38–42); una falta de conocimiento y de buenos modelos (11:1–4); y una necesidad de seguridad y per severancia (11:5–13). En manera semejante, esta sección entera de Lucas hace su propia contribución a la continuidad mayor del contexto Los contextos inmediatos y mediatos El contexto inmediato, por lo general, toma precedencia sobre el contexto mediato y los paralelos formales. Por ejemplo, en Mat. 6:7 Jesús advierte a sus seguidores: ―no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que serán oídos por su palabrería‖; en Luc. 18:1–8 Jesús les dice a sus discípulos: ―una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar‖. Esto no reducirá el impacto de uno de estos pasajes al citar al otro. La prohibición en Mateo tiene sentido en su contexto; el dicho confronta una religión que es sólo formal, o que piensa que puede sacar ventajas de Dios al tratar de ser más exigente. Con su bien conocido interés en la oración, Lucas nos cuenta mucho más de la vida de oración de Jesús, y en el cap. 18 algo de sus enseñanzas diseñadas para reprender a aquellos cuya piedad no es apasionada ni persistente. De las muchas interpretaciones de Juan 3:5, donde Jesús le dice a Nicodemo que si no nace ―del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios‖, una de las más populares es aquella que agrega Tito 3:5, 6 que habla ―de Dios nuestro Salvador‖ que ―nos salvó... por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador‖. Que existen paralelos conceptuales y verbales nadie lo podrá negar. Ahora bien, Juan 3:5 no sólo fue escrito por otro autor, sino que es atribuido a Jesús durante su encarnación. Más importante aun es que en el contexto inmediato Nicodemo es reprendido por no entender lo que Jesús estaba diciendo (3:10), presumiblemente en el plano de ser un maestro reconocido de las Escrituras y, por lo tanto, saber lo que las Escrituras dicen. Una combinación de estos y otros factores conducen a muchos comentaristas, y con razón, a ver en Juan 3:5 una referencia al cumplimiento anticipado de Eze. 36:25–27. Esto concuerda con la expectativa de que Jesús bautizaría con el Espíritu, un tema ya tratado en este Evangelio (Juan 1:26–33). Por supuesto, cualquier texto está rodeado por círculos concéntricos expandidos de contexto. No es un asunto fácil de determinar sobre cuán grande puede ser el contexto estudiado en relación con cualquier punto. Ciertamente el estudio de palabras debiera comenzar en el texto (p. ej. cómo Marcos hace uso del término, antes de preguntarse cómo Lucas, Pablo, el NT, y finalmente el mundo helénico lo usaría). Algunos indicadores contextuales son importantes en el movimiento de capítulo en capítulo. Por ejemplo, aunque según Mateo las palabras con que se hace referencia al ministerio de Juan el Bautista y al de Jesús, respectivamente, son idénticas (―Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado‖, Mat. 3:2; 4:17), sus contextos inmediatos dan a ambos un tono un tanto diferente. El de Juan el Bautista es dicho en la connotación de las palabras de Isaías que muestra a Juan preparando el camino para Jesús; las de Jesús están dichas con la connotación de las palabras de Isaías que muestran a Jesús dando cumplimiento a la promesa de traer luz a los gentiles. Así Juan el Bautista está principalmente anunciando lo que impide el arribo del reino de los cielos; Jesús está anunciando su inauguración. Esto es consecuente con los temas a través de Mat. (y también en los Sinópticos). Al mismo tiempo, en otros casos es de ayuda unir los temas y las expresiones técnicas en los diferentes
lugares a través del canon, pero a esto nos referiremos más adelante. La función de la ―analogía de la fe‖ Apelar a la ―analogía de la fe‖, aunque útil, siempre se ha de hacer con algo de cautela. Como se usa en la teología protestante, esta apelación argumenta que, si cualquier pasaje es ambiguo, éste debe ser interpretado en línea con las grandes ―cosas dadas‖ del cristianismo bíblico; nunca debe ser interpretado en tal forma que comprometa esas ―cosas dadas‖. Seguro que en un sentido es una buena advertencia, toda vez que la mente de Dios está detrás de todas las Escrituras. Sin embargo, hay muchos peligros inherentes en una aplicación irracional de la ―analogía de la fe‖. Primero, el intérprete caería en un anacronismo. Dios no le entregó toda la Biblia a su pueblo de una sola vez. Hay una revelación progresiva, y leer el todo, aplicándolo a un pasado remoto, comprometería seriamente la parte que corresponda analizar, y de esa manera, p. ej., se puede diluir el verdadero significado de la historia de la redención. Por ejemplo, imponer una bien desarrollada doctrina paulina sobre el Espíritu Santo en cada pasaje en donde aparece ―Espíritu‖ en el libro de Sal., sin dudas que generará interpretaciones erróneas. En segundo lugar, el alcance teológico del intérprete, su ―teología sistemática‖ (porque todos nosotros quienes leemos y enseñamos las Escrituras desarrollamos cierta síntesis, ya sea que la llamemos ―teología sistemática‖ o no), puede adolecer de ciertas fallas en muchos de sus postulados, sin que se logren discernir con claridad. La razón es que esta síntesis en sí, esta teología s istemática, se transforma en una forma de controlar la manera como interpretamos las Escrituras, bajo el disfraz de servir como ―analogía de la fe‖. En tercer lugar, muchos cristianos interpretan pasajes favoritos de las Escrituras, y esos pasajes llegan a ser una especie de ―canon en el canon‖, que sirve como piedra angular en la cual descansan los otros pasajes. Este canon interno llega a ser, para muchos cristianos, el mejor resumen de ―la fe‖. Esto puede conducir, p. ej. a una lectura caprichosa de Stg. 2:14–26 sobre la base que Pablo en Rom. 4 y Gál. 3 pareciera decir algo diferente, y a la perspectiva de Pablo se le da prioridad casi en forma automática. El valor de la información del trasfondo histórico y arqueológico Dado que hay tantos referentes históricos en el texto bíblico, es totalmente apropiado buscar, en ese trasfondo, información relevante donde esa información sería compartida por el autor humano y los primeros lectores. También esto es una función del hecho de que la Biblia está históricamente condicionada. Cuando Isaías escribe: ―En el año que murió el rey Uzías...‖ es de mucha ayuda encontrar en los libros de Rey. y Crón. lo que se dice del rey Uzías, porque esto contribuye a nuestro entendimiento de lo que Isaías está diciendo; y después de todo el mismo tipo de información estuvo presumiblemente disponible (si no exactamente en esa forma) tanto para Isaías como para sus primeros lectores. Mucho se ha escrito, y sin sentido, con respecto a las palabras del Cristo exaltado a los laodicenses: ―Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!‖ (Apoc. 3:15). Muchos han argumentado que esto significa que Dios prefiere gente ―que es espiritualmente fría‖ antes que aquella que es ―espiritualmente tibia‖ aunque su primera preferencia es por los ―espiritualmente calientes‖. Hay explicaciones ingeniosas que se ofrecen para defender la proposición de que frialdad espiritual es un estado superior al de la tibieza espiritual. Todo esto puede ser cómodamente abandonado cuando responsablemente la arqueología ha hecho su contribución. Laodicea formaba parte del valle de Lico, junto con otras dos ciudades mencionadas en el NT. Colosas era la única ciudad de ese valle que disfrutaba de torrentes de agua fresca y fría; Hierápolis era conocida por sus aguas termales y llegó a ser un lugar al cual la gente concurría para disfrutar de sus restauradores baños. Por contraste, Laodicea tenía agua que no era ni fría ni caliente y, por ende, de poca utilidad; era agua tibia, compuesta de químicos y con reputación internacional de producir náuseas. Esto nos trae a la afirmación de Jesús con respecto a los cristianos de esta ciudad: Ellos no eran útiles en ningún sentido, eran simplemente sin sabor, que producían tal aversión que él les vomitaría. La interpretación sería suficientemente clara para cualquiera que viviera en el valle de Lico en el siglo primero; esto toma una simple información del trasfondo para hacer una interpretación correcta en nuestros días. Igualmente, un conocimiento de ciertos modelos sociales antiguos puede arrojar bastante luz en ciertos pasajes, como sería en el caso de la parábola de las diez vírgenes (Mat. 25:1–13). Cuando los intérpretes y traductores se preguntan cómo los primeros lectores pudieron entender un pasaje, simplemente no se están haciendo una pregunta hipotética, difícil de responder (toda vez que no tenemos acceso a sus mentes). Por el contrario, esta es una manera simple de lograr una serie de preguntas secundarias: ¿Cómo fueron entendidas esas palabras en ese tiempo? ¿Cuáles eran los asun tos y temas de mayor relevancia? ¿Qué clase de marco conceptual confrontaría el texto bíblico? Hacerse estas preguntas no necesariamente significa que uno habrá de encontrar siempre las respuestas correctas. Algunas veces uno puede inferir respuestas responsables a partir de lo que se refleja en el texto. Por ejemplo, es obvio que Pablo se está oponiendo a ciertas personas en su epístola a los Gál., y algunas de las cosas que sostienen esos oponentes son razonablemente claras.
Algunas veces la evidencia es más difícil de identificar, p ero aun así vale la pena investigarla. Cuán eficazmente puede ser presentada 1 Jn. a una congregación en el día de hoy, lo cierto es que f ue escrita con el propósito de ofrecer seguridad a los creyentes a fines del pri mer siglo quienes estaban pasando por un periodo de dudas debido a la separación de un grupo divisionista (1 Jn. 2:19). Si concluimos que este grupo abrazó cierta forma de protognosticismo (acerca del cual conocemos bastante a partir de material extrabíblico), una serie de otros asuntos, y que están en la epístola, serían más claros. Nada de esto pone en peligro la suficiencia y claridad de la Biblia, porque en nada estos juicios han alterado su propósito principal. Pero dado que la Biblia nos fue dada de pura gracia por Dios en una larga serie de contextos históricos específicos, puede arrojarse luz significativa sobre un pasaje si pacientemente escudriñamos dichos contextos. La importancia de hacer las preguntas correctas Es importante hacer muchas preguntas acerca de un texto, y también aprender a distinguir las preguntas no apropiadas. Desde la perspectiva positiva, en el caso de la narrativa siempre será válido formular aquellas preguntas que consideramos elementales: cuándo, dónde, a quién, cómo, por qué, por cuánto tiempo, etc. Por sobre todo, es importante preguntar cuál es el tema y el propósito de la unidad del texto en el cual se está trabajando, y cómo las diferentes par tes del texto hacen su aporte tanto al punto como al tema dominante. A menudo es válido preguntarse acerca de los temas secundarios que están presentes. A veces es necesario hacerse la pregunta sobre un término o una frase usada por el autor, p. ej. ¿por qué Pablo usó esta palabra en este contexto cuando podría haber usado otra? También es fácil hacer preguntas no apropiadas. Por ejemplo, si uno pregunta: ―¿Qué dice el pasaje acerca de la seguridad del creyente?‖, cuando el tema está remotamente presente en el texto, uno puede ―encontrar‖ respuestas que no están ahí. Una de las mejores señales de madurez interpretativa es la clase de preguntas de autocrítica y reflexivas que se hacen acerca del texto y que luego ―escucha‖ lo que se está diciendo a tal punto que las mismas preguntas son progresivamente perfeccionadas, descartadas o corregidas. Este es un componente muy importante para llegar al significado del texto. La unidad de la Biblia Es importante ubicar un pasaje en su lugar dentro de la historia de la redención. Por supuesto, los eruditos que piensan que todos los libros de la Biblia deben ser tratados separadamente, porque no perciben una mente detrás del todo, simplemente no le dan mucha atención a este principio. No obstante, para quienes se acercan a la Biblia en la manera en que lo proponemos es simplemente lectura responsable. Esto significa más que organizar el material histórico de la Biblia en una forma cronológica, aunque no significa menos. Esto significa tratar de entender la naturaleza teológica de la secuencia. Una de las avenidas de estudio más útil en este sentido es cómo escritores posteriores de las Escrituras se refieren a quienes les precedieron. Por ejemplo, uno de los títulos importantes asignados a Jesús en el Evangelio de Mat. es ―Hijo de Dios‖. En el bautismo de Jesús, la voz del cielo declara: ―Este es mi Hijo amado...‖ (3:17). Inmediatamente Jesús es conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado. Allí él pasa 40 días y 40 noches en un ayuno difícil. El primer atentado de Satanás comienza con la mofa: ―Si eres Hijo de Dios...‖ (4:3). Jesús respondió con las palabras que se encuentran en Deut. 8 que primero se aplicaron a Israel. A estas alturas es casi imposible no recordar que tan temprano como fue escrito Exo. 4 Dios ya se refiere a Israel como su hijo. Como hijo de Dios, Israel pasó 40 años en el desierto siendo enseñado pero fallando en el aprendizaje de que ―no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios‖ (Deut. 8:3; Mat. 4:4); Jesús, el verdadero Hijo, pasa ahora 40 días en el desierto y demuestra que él ha aprendido aquella lección. En verdad, el pasaje entero está entrelazado con temas que corresponden al período del éxodo, y a través de éste Jesús es presentado como el ―hijo‖ que Israel nunca fue: obediente, perseverante, sumiso a la palabra de Dios; en otras palabras, el lugar del verdadero Israel. Esto llega a ser el tema principal en el Evangelio de Mat. En una forma similar, los lectores cristianos pronto se dan cuenta de la forma en que Pablo maneja el tema de la ley, o que Heb. se refiere al sistema de sacrificios, y cómo el Apoc. constantemente alude a Dan. y Eze., para mencionar solo algunas de las conexiones textuales entre los libros del antiguo pacto y los del nuevo pacto. La perspectiva de la historia de la redención siempre debe estar en mente. Así, mientras se trata Exo. 4 dentro de su propio contexto, el maestro cristiano y el predicador se sentirán obligados a dar algunas indicaciones hacia dónde apunta el tema del ―Hijo de Dios‖ en el eje central de la generosa autorrevelación de Dios. Evitar tanto el anacronismo (que lee lo último en lo primero) como el atomismo (que rechaza considerar las conexiones en el canon) ayudará al cristiano a aprender con grandes anhelos en qué manera, como insiste el Evangelio de Juan, las Escrituras hablan de Cristo. En pocos puntos este ejercicio disciplinado es más desafiante que en la interpretación de los
Evangelios. A primera vista, los Evangelios describen la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús, antes de su ascensión, el descenso del Espíritu y la formación de una iglesia internacional, multicultural e interracial. Por otro lado, los Evangelios fueron escritos claramente varias décadas después que estos eventos transcurrieron, por cristianos dedicados y preocupados no sólo en dar testimonio de dichos eventos, sino de responder a las necesidades e interrogantes de sus propios lectores. Hay muchas maneras por las que los cuatro evangelistas muestran sus preocupaciones con la historia y la teología, por dar testimonio que evite el anacronismo y que apunte en dirección a la enseñanza que Jesús le está entregando a su naciente iglesia. Por ejemplo, en el cuarto Evangelio Juan constantemente llama la atención a lo poco que entendieron aun los discípulos en ese tiempo. Sólo después que Jesús se levantó de entre los muertos algunas de sus enseñanzas, y sus conexiones con las Escrituras, llegaron a ser claras (p. ej. Juan 2:19–22). El que Juan llame la atención a este hecho refleja su preocupación por ser veraz tanto con lo que efectivamente ocurrió como con el significado de ello para la siguiente generación de creyentes. El manejar los Evangelios sensiblemente significa, entre otras cosas, que no podemos tratar a los primeros cristianos llegando a la plenitud de su fe exactamente como llega la gente de hoy a la fe. En el caso de los primeros cristianos, para llegar a la plenitud de su fe cristiana tuvieron que esperar hasta el próximo evento principal de la historia de la redención: la cruz y la resurrección del Señor Je sucristo. De modo que sus pasos en la fe no pueden ser exactamente como los nuestros, porque nosotros miramos a esos eventos hacia atrás mientras que ellos tuvieron que esperar que sucedieran. Eso significa que nunca debemos enseñar y predicar de los Evangelios como si hubieran sido escritos sólo para dar perfiles psicológicos en el discipulado, como si fueran manuales ejemplares de ―cómo hacer‖ en la vida cristiana (aun cuando proveen un riquísimo material para ello). Más bien, son como libros que nos dicen cómo logramos llegar desde allá hasta acá; pero sobre todo el énfasis de ellos es quién es Jesús, por qué vino, cómo y por qué fue tan malentendido, cómo sus enseñanzas y vida le condujeron a la cruz y a la resurrección, por qué él es digno de toda confianza, el propósito de su misión y mucho más. Y en la medida que nos enfocamos en el mismo Jesucristo, somos llamados a un discipulado en el cual confiamos y somos hallados fieles. Por supuesto, lo que se presenta es el hecho de cómo la Biblia está unida. Esto no es para sugerir que estos sean temas fáciles. Escuelas enteras de interpretación se han edificado alrededor de varios esquemas en los cuales unos pocos principios irreducibles han llegado a ser el punto de apoyo sobre el cual todo el resto de la evidencia tiene que girar. Pero ese hecho debe llevarnos no a la desesperación, sino al reconocimiento de que las conexiones interbíblicas son muchas y variadas y que todavía hay mucha luz que debe emerger del estudio de la Palabra de Dios. Intentando un balance bíblico La síntesis teológica es importante, pero la síntesis engañosa es errónea y peligrosa. Muchas veces se ha observado que gran parte de la ortodoxia descansa en relacionar correctamente pasajes con pa sajes y verdad con verdad. Esta observación es tanto un llamado al trabajo cuidadoso como una advertencia contra el reduccionismo. El balance bíblico es una meta importante. Para empezar, evitaremos toda aproximación a una interpretación que se tome de un punto esotérico de un pasaje aislado y oscuro (p. ej., 1 Cor. 15:29) para establecer el marco básico que nos permita interpretar las Escrituras. Si la tendencia política de nuestra época favorece la política centrada en un tema, y en ocasiones el cristianismo centrado en un tema, los lectores serios de la Biblia deben pensar en forma más amplia. Ellos querrán enfatizar lo que la Escritura e fatiza, y concentrarse en los temas más importantes y en los temas ciertos de la autorrevelación generosa de Dios. En ninguna parte son más importantes las advertencias en contra de las síntesis falsas que cuando la Biblia trata temas que abiertamente invocan misterio. No podemos comprender todo acerca de Dios; si pudiéramos entonces seríamos Dios, y aun la pretensión que tenemos a semejante derecho no sólo revela nuestra condición de perdidos, sino que además revela nuestro pobre concepto de nosotros mismos. Dios está más interesado en nuestro amor, fiel obediencia y adoración que en nuestro coeficiente intelectual. Por lo tanto cuando nos topamos con pasajes tales co mo Juan 5:16–30, en el cual se articula poderosamente la relación de Jesús, el Hijo de Dios, con su Padre, o Rom. 9, en el cual sin vaci lar se usa un lenguaje fuertemente predestinatario, la importancia de reconocer las limitaciones de la evidencia y aun de las mayores limitaciones de nuestro entendimiento de éstas es un importante elemento en la tarea interpretativa. En honor de la simplificación, se ha dicho poco sobre la exploración de cómo se han manejado estos temas a través de la historia de la iglesia. En verdad, es muy importante reconocer que, tal como el intérprete no se acerca a las Escrituras en blanco y por lo tanto debe estar alerta a sus propias evidencias, también es verdad, irónicamente hablando, que una de las grandes ayudas en libe rarnos de la esclavitud ciega a nuestras ideas prefijadas, es la lectura cuidadosa de la historia de la interpretación. Tal lectura nunca debe usurpar el lugar de la lectura de las Escrituras; es posible llegar a ser tan experto en el uso de opiniones secundarias que uno nunca escudriñe el texto mismo de las Escrituras. Sin embargo, cuando uno ha notado la advertencia, es importante, en la medida que
seamos capaces, entender cómo los cristianos antes de noso tros han luchado con la Escritura, nada menos que con los pasajes y temas más controversiales. Tal disciplina promoverá humildad, clarificará nuestras mentes de proposiciones sin garantía, evitará exponer interpretaciones erradas que desde hace mucho (y con razón) se han descartado, y nos recordará que una interpretación responsable de las Escrituras nunca debe ser una tarea solitaria. Determinando las funciones de los temas bíblicos Especialmente donde los temas bíblicos son complejos y están entrelazados, es importante observar el uso que la Biblia hace de tales temas, determinar sus funciones específicas y decidir seguir tal modelo bíblico en nuestra propia reflexión teológica. Por ejemplo, la Biblia nunca infiere que, porque es soberano, Dios está detrás del mal en la misma manera en que lo está del bien, o que todo esfuerzo humano es irrelevante, o que el fatalismo está garantizado; lejos de esto. A partir de la soberanía de Dios se infiere que la gracia prevalece (Rom. 9), que debemos confiar en Dios aun cuando no seamos capaces de ver el camino por delante (Rom. 8:28), y mucho más. Del hecho que Dios nos creó, la gente deduce que Dios es Padre de todos nosotros, y que todos somos ―hermanos y hermanas‖; sin duda que en un sentido es verdad. Sin embargo, permanece el hecho de que el término ―Padre‖ aplicado a Dios en la Biblia es reservado para quienes han entrado en una relación de pacto con él; bajo el nuevo pacto, ―hermanos‖ es aplicado a los cristianos. Si comenzamos a asociar estos términos con estructu ras de pensamiento que son muy diferentes de su uso bíblico, no pasará mucho tiempo hasta que introduzcamos en la Biblia cosas que no deben estar ahí, aun mientras nos cegamos a cosas que sí están ahí. Para usar un ejemplo un tanto diferente, el autor de la epístola a los Heb. nos recuerda que ―Jesucris to es el mismo ayer, hoy y por los siglos‖ (13:8). Algunos cristianos celosos han deducido cosas tales como: ―Jesús sanó a todos aquellos que vinieron a él en los días de su encarnación; él es el mismo ayer y hoy y por siempre; por lo tanto, él me sanará si voy a él.‖ Puede que Jesús lo haga o simplemente que no lo haga. El razonamiento es erróneo. ¿Podríamos decir igualmente: ―Jesús caminó sobre las aguas en los días de su encarnación; Jesús es el mismo ayer, hoy y por siempre; por lo tanto él camina sobre las aguas en el día de hoy?‖ El asunto es que el autor de Heb. no está declarando un principio que se podría aplicar a cada una de las facetas de la vida de Jesús. El contexto de Heb. 13 nos muestra el propósito que el autor tenía en mente cuando aplicó esta verdad. La distinción entre interpretación y aplicación Mientras nos acercamos a la Biblia con reverencia, constantemente debemos distinguir entre una interpretación responsable de las Escrituras de aquellas aplicaciones que son de carácter personal o de gru po. Por supuesto que en pasajes exhortatorios la línea que diferencia entre ambas es muy fina; o, mejor dicho, es muy fácil moverse de una a la otra. A menos que preservemos un principio de distinción con facilidad caeremos en interpretaciones peligrosas. Por ejemplo, rápidamente podemos procurar saber ―lo que la Biblia significa para mí‖, poniendo tanto énfasis en el ―para mí‖, que ignoramos la distancia que hay entre nosotros y el texto, y comprometer la especificación histórica de la Biblia, y así, la naturaleza de la generosa autorevelación verbal que Dios nos ha dado. Peor aun, una persona enfermiza que se da a interminable introspección tristemente se enfocará en aquellos pasajes cuyo tema habla de la culpabilidad humana; el extrovertido triunfalista se tomará de todos aquellos pasajes que hablan de victoria; el hedonista egoísta con su interés personal encontrará pasajes que hablan de la vida y el gozo. Es mucho mejor que todos los cristianos lean cada parte de las Escrituras, que la mediten en los términos dados, que disciernan, en cuanto sea posible, su contribución a la totalidad del canon, y entonces preguntar cómo semejante verdad se aplica a ellos mismos, y a la iglesia y a la sociedad de la que ellos son parte. La importancia de la santidad Dado que la Biblia es la Palabra de Dios, es de vital importancis cultivar la humildad mientras leemos, promover una vida de meditación saturada de oración a medida que estudiamos y reflexionamos, procurar la asistencia del Espíritu Santo mientras tratamos de entender y obedecer, confesar el pecado y procurar pureza de corazón, motivación y de relaciones al mismo tiempo que crecemos en entendimiento. Fracasar en estas áreas pue de producir eruditos, pero no cristianos. Por sobre todo, debemos recordar que nosotros algún día daremos cuenta ante aquel que dijo: ―Pero a éste miraré con aprobación: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra‖ (Isa. 66:2). Donald A. Carson, B.Sc., M.Div., Ph.D. Profesor de Investigación en el Nuevo Testamento, Trinity Evangelical Divinity School, Deerfield, Illinois, EE. UU. de A Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones) 2000, c1999.