LOS AXIOMAS DE ZURICH Por Max Gunther
INTRODUCCION
¿Cuáles son los axiomas y la forma en que llegaron a existir?. Considere el rompecabezas de Suiza. Este lugar ancestral es un pequeño territorio rocoso de alrededor de la mitad del tamaño de Maine. Maine. No tiene una pulgada de costa. Es una de de las tierras más pobres en minerales del planeta. No posee ni una gota de petróleo. En cuanto a la agricultura, su clima y sobre todo la topografía son inhóspitos. Se ha mantenido fuera de las guerras europeas durante 300 años, principalmente debido a que, en todo ese tiempo, nunca ha habido un invasor que realmente la quisiera. Sin embargo, los suizos se encuentran entre las personas más ricas del mundo. Su ingreso per cápita está al mismo nivel de los americanos, los alemanes del Oeste, y los japoneses. Su moneda es una de las más sólidas del mundo. Suiza ¿como ha logrado esto? Lo hacen por ser los inversores líderes en el mundo, y especuladores muy inteligentes. Este libro es acerca de arriesgar para ganar. Y tal vez esto lo hace sonar como un libro para todo el mundo, pero no lo es. Todo el mundo quiere ganar, por supuesto. Sin embargo, no todo el mundo quiere aventurarse, y esa es la diferencia. Muchas personas, probablemente la mayoría, quieren ganar sin arriesgar. Esto es un deseo totalmente comprensible. No hay nada censurable al respecto. De hecho, muchas de nuestras viejas enseñanzas enseñanzas sobre ética del trabajo, trabajo, alimentan este deseo. deseo. Se nos dice que el riesgo es tonto. Un hombre o mujer prudente, no arriesga más allá de los términos inalterables básicos requeridos por la existencia humana. La vida bien vivida es tal vez un poco aburrida pero segura. Vale más pájaro en mano... Bien, cada uno entiende sus propias compensaciones. Si usted tiene una tendencia filosófica contra el riesgo o las apuestas, encontrará poco útil este libro, a no ser que, desde luego, esto cambie su mente. Pero si a usted no le importa tomar riesgos razonables o mejor, si le gusta el riesgo, como lo hacen los suizos, entonces, este libro es para usted. Aquí está todo acerca del riesgo y su gestión. Si estudia los axiomas con la diligencia que se merecen, pueden permitirle ganar más operaciones de las que usted nunca pensó posible. Lo digo sin pelos en la lengua, pueden hacerse ricos. El libro es acerca de la especulación en su sentido más amplio. Se menciona con frecuencia el mercado de valores porque ahí es donde he adquirido la mayor parte de mi experiencia, pero el libro no se limita a ese gran supermercado de los sueños. Los axiomas se pueden aplicar, a la especulación en productos básicos, metales preciosos, el arte o las antigüedades, a los bienes raíces, a los negocios diarios, al casino y los juegos de azar. Es decir, los axiomas tienen aplicación, en definitiva, en cualquier situación en que se ponga en riesgo el dinero con el fin de obtener más dinero.
Todo en la vida es una apuesta, como todo adulto sabe. Muchas personas, probablemente la mayoría, están descontentos con este hecho y dedican su vida a buscar cómo vivirla con el menor riesgo como sea posible. Otros, sin embargo, toman la ruta opuesta, y entre estos están los suizos. No todos los hombres y las mujeres suizos muestran este rasgo, por supuesto, pero si un gran número, lo suficiente, sin duda, para permitir generalizaciones sobre el carácter nacional de Suiza. Los suizos no se convirtieron en los mejores banqueros del mundo, comiéndose las uñas sentados en la oscuridad de sus habitaciones. habitaciones. Lo hicieron enfrentando enfrentando el riesgo y calculando como gestionarlo. En medio de sus montañas, miran alrededor del mundo y lo ven lleno de riesgos y saben que es posible reducirlos en el nivel personal, al mínimo y también saben que al hacerlo, tienen la oportunidad de “sacar la cara de entre multitud”. Para lograr cualquier tipo de ganancia en la vida (hacerse rico o un importante logro personal), cualquier cosa que usted defina como "ganancia", debe asumir un riesgo emocional y material. Esa es una ley universal. Excepto por la ciega casualidad, no se puede eludir. Ninguna criatura en la tierra está exenta de obedecer esta ley implacable. Para convertirse en una mariposa, una oruga debe ponerse gorda y crecer en una materia grasienta, y luego aventurarse a donde están las aves. No hay apelaciones. Es la ley. El suizo, observa todo esto, y saca la conclusión de que la manera sensata de vivir la vida no es rehuir el riesgo, sino exponerse a sí mismo deliberadamente a él. Participar en el juego, arriesgar. Pero no de la manera estúpida como lo hace la oruga. Sino arriesgar en cambio, con atención y mucho cuidado. Arriesgar de tal manera que sea más probable obtener grandes ganancias que grandes pérdidas. Arriesgar para ganar. ¿Se puede hacer esto? Se puede. Hay una fórmula para hacerlo. O tal vez "fórmula" es una palabra equivocada, ya que sugiere acciones mecánicas y falta de elección. Una mejor palabra podría ser "filosofía". Esta fórmula o filosofía consta de doce profundas y misteriosas normas ideadas para asumir el riesgo llamadas "Los Axiomas de Zúrich". Advertencia: Los axiomas son algo sorprendentes la primera vez que los enfrenta. No son el tipo de asesoramiento en materia de inversión que la mayoría de los consejeros pueden darle. De hecho, contradicen algunos de los tópicos más defendidos de la inversión y el asesoramiento de empresas. Los especuladores suizos de mayor éxito prestan escasa atención a los asesoramientos convencionales en materia de inversión. Ellos tienen un mejor camino. El término "Axiomas de Zúrich" fue acuñado por un club de especuladores suizos de acciones y productos básicos, que se reunieron en torno a Wall Street después de la Segunda Guerra Mundial. Mi padre fue uno de los miembros fundadores. No se trataba de un club formal. No había estatutos, cuotas, o listas de miembros. Se trataba simplemente de un grupo de hombres y mujeres que querían hacerse ricos, y compartían la creencia de que nadie nunca se enriqueció con un sueldo. Se reunían en forma irregular en “Delmonico del Oscar” y otros lugares de Wall Street. Las reuniones continuaron a lo largo de los años 1950, 1960 y 1970. Se hablaba de muchas cosas, pero principalmente acerca del riesgo. La labor de codificación de los Axiomas de Zúrich empezó cuando le hice a mi padre una pregunta que él no pudo responder.
Mi padre era un banquero suizo, nacido y criado en Zúrich. Su nombre de pila era Franz Heinrich, pero en América todo el mundo lo conocía como Frank Henry. Cuando murió, en sus obituarios destacaron mucho el hecho de que era jefe de la sucursal de Nueva York de los colosos financieros: Schweizer Bank Verein Zúrich y el Swiss Bank Corporation. Ese trabajo fue importante para él, pero una vez me dijo que lo que realmente quería que grabaran en su lápida era esta frase: "Él jugó y ganó". Frank Henry y yo empezamos a hablar de especulación, mientras yo estaba aún en el instituto. Él miraba mi libreta de calificaciones y se quejaba de que el plan de estudios estaba incompleto. "No te están enseñando lo que de verdad necesitas", me decía. "Especulación. Cómo tomar riesgos y ganar. ¡Un niño que crece en América sin saber cómo especular es como si estuviera en una mina de oro sin una pala!“ Y cuando yo estaba en la universidad y el ejército, tratando de tomar decisiones acerca de que carrera seguir en el futuro, Henry Frank me diría, "No pienses en términos de un sueldo. La gente nunca se enriquece con un sueldo, por el contrario hay mucha gente pobre por ellos. Tienes que hacer algo distinto por ti. Un par de buenas especulaciones, es lo que necesitas". Típica forma de hablar suiza y la absorbí como parte de mi educación. Cuando salí del ejército con unos pocos cientos de dólares por el pago retroactivo de algunas ganancias, tomé el consejo de Frank Henry y rechacé las instituciones de ahorro, que él despreciaba. Puse mi dinero en el mercado de valores. Tuve algunas ganancias y algunas pérdidas, y terminé con cerca de la misma cantidad con la que había comenzado. Mientras tanto, Frank Henry participaba en el mismo mercado. Entre otras empresas, hizo un paquete de acciones con existencias de uranio en la salvajemente especulativa minería canadiense. "¿Qué pasa?" Le pregunté tristemente. "Yo invierto con prudencia y no obtengo nada. Usted compra pastos de ganado y se hace rico. ¿Hay algo que no he comprendido?". comprendido?". . . "Tienes que saber saber cómo hacerlo", hacerlo", dijo. "Bien, bien. Enséñeme". Me miró largamente y en silencio. En su cabeza, tenía las reglas del juego especulativo que había desarrollado durante toda su vida. Estas normas estaban “en el aire” (se sobre-entendían, pero rara vez se habían escrito), en la banca suiza y en los círculos especulativos. Después de haber vivido en estos círculos ya que tuvo su primer empleo como secretario aprendiz a la edad de diecisiete, Frank Henry había asimilado las reglas en sus huesos. Pero él expresamente no podía identificarlas o explicármelas. Preguntó a sus amigos suizos de Wall Street acerca de estas reglas. Los amigos tampoco sabían exactamente cuales eran estas reglas, sin embargo, a partir de ese momento se dedicaron a obtener y separar las reglas y a clarificarlas clarificarlas en sus mentes. Comenzó como un juego, pero se se puso más serio a medida que los años pasaron. Ellos adoptaron el hábito de preguntarse a sí mismos unos a otros el porqué de importantes movimientos especulativos: "¿Por qué compraste oro hoy? ... ¿Qué te hizo vender esta acción cuando todos los demás querían comprar? ... ¿Por qué estás haciendo esto en lugar de aquello?" Ellos se obligaron a si mismos a articular el pensamiento que los orientaba. La lista de reglas evolucionó gradualmente. Se hizo más corta, mas aguda y más útil con en el paso del tiempo. Nadie se acuerda quien acuñó el término "Axiomas de Zúrich", pero es el nombre por el cual las normas vinieron a ser conocidas y aún todavía se les conoce.
Los axiomas no han cambiado mucho en los últimos años, han dejado de evolucionar. Se sabe que tienen ahora su forma definitiva: Doce Axiomas Principales y dieciséis Axiomas Menores. Su valor me parece incalculable. Se crecen más cada vez que los estudio, lo que es un signo evidente de su verdad fundamental. Son ricos en significado, algunos fríamente pragmáticos, Otros rayando en la mística. No son sólo una filosofía de la especulación, sino que en realidad son una guía para el éxito en la vida. Ellos han hecho ricas a muchas personas.
AXIOMA MAYOR I SOBRE EL RIESGO Preocuparse no es una enfermedad sino un signo de buena salud. Si usted no está preocupado, es que no está arriesgando lo suficiente.
Dos jóvenes mujeres amigas se graduaron en la universidad hace muchos años y decidieron buscar fortuna juntas. Se fueron a Wall Street y trabajaron en una sucesión de puestos de trabajo. Finalmente, terminaron como empleadas de EF Hutton, una de las más grandes casas de corretaje. Así fue como conocieron a Gerald M. Loeb. Loeb, que murió hace unos años, fue uno de los más respetados consejeros de inversión en la Calle. Este calvo, genial era un veterano de los infernales mercados bajistas de los años 1930 y los sorprendentes mercados alcistas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Se mantuvo ileso a través de todo esto. Había nacido pobre, pero murió rico. Su libro “La Batalla por la Supervivencia de la Inversión” puede haber sido el más popular manual de estrategias de mercado de todos los tiempos. Es sin duda uno de los más claros, ya que Loeb fue un narrador nato. Él contó esta historia acerca de las mujeres jóvenes una noche en un restaurante cerca de la American Stock Exchange, donde se había reunido con Frank Henry y conmigo para la cena. La historia de una cuestión que consideró necesario hacer acerca de los riesgos. Las jóvenes se le acercaron tímidamente para pedir asesoramiento en materia de inversión. Se le acercaron en diferentes momentos, pero él sabía de su estrecha amistad y estaba seguro que tomaban notas y las comparaban. Sus situaciones financieras al comienzo eran idénticas. Tenían carreras prometedoras y ascendían poco a poco tanto en remuneración como en estatus. Sus sueldos estaban empezando a hacer algo más que cubrir sus necesidades básicas. Les quedaba algo después de pagar sus impuestos de cada año. La cantidad no era grande, pero si suficiente como para preocuparse, y había promesa de más en el futuro. Le preguntaron a Gerald Loeb: ¿Qué podrían hacer con ese dinero? Comiendo tostadas y bebiendo té a la hora de la merienda en su tienda favorita, el paternal Loeb trató de resolverles sus inquietudes. Sin embargo, rápidamente se hizo evidente que cada una de ellas ya tenía en mente su plan y todo lo que querían de él era confirmación. En la historia, Loeb maliciosamente catalogó una de las mujeres, Sylvia, como conservadora y la otra, María, como arriesgada. La intención de Sylvia era encontrar un refugio perfecto para su dinero, que le diera seguridad. Ella quería poner el dinero en
una cuenta bancaria devengando un interés o en algún otro depósito parecido, pero con garantía de retorno de todos los intereses y la preservación del capital. María, por otro lado, quiso tomar algunos riesgos con la esperanza de hacer que su pequeño capital creciera más significativamente. Llevaron a cabo sus respectivas estrategias. Un año más tarde Sylvia tenía intacto el capital, incrementado con los intereses, y una acogedora sensación de seguridad. María sangraba por la nariz. Ella había recibido una paliza en un mercado tormentoso. El valor de sus acciones había disminuido alrededor de un 25 por ciento desde que las había comprado. Sylvia fue lo suficientemente generosa como para no alegrarse. En lugar de ello, parecía horrorizada. "¡Eso es terrible!", dijo cuando se enteró del tamaño de la desgracia de su amiga. "Por qué, ha perdido una cuarta parte de su dinero ¡Qué horrible!" Los tres se fueron a almorzar juntos, como a veces lo hacían. Loeb miró a Mary intensamente. Esperaba el estallido de simpatía de Sylvia. Pero tuvo miedo de que la temprana pérdida de María la desalentara y la condujera ha salir del juego, como pasa a muchos especuladores novatos. ("Ellos todos esperan ganar al instante, y cuando no triplican su dinero el primer año, se van, poniendo mala cara como niños regañados") Pero María sabía lo que se necesitaba saber. Ella sonrió, impávida. "Sí", dijo, "es verdad que tengo una pérdida. Pero mira qué más tengo". Se inclinó a través de la mesa hacia su amigo. Y le dijo, "tengo una inversión". La mayoría de la gente se agarra de la seguridad como si esto fuera la cosa más importante en el mundo. Para ellos, la seguridad parece tener mucho significado. Tienen el mismo sentimiento acogedor de estar inmersos, en una cama caliente en una noche de invierno. Ello genera una sensación de tranquilidad. La mayor parte de psiquiatras y psicólogos estos días considerarían que eso es bueno. En la hipótesis central de la psicología moderna, la salud mental significa, por encima de todo, tener tranquilidad. Esta hipótesis no explorada ha dominado el pensamiento de shrinkish por décadas. “Cómo dejar de preocuparse y empezar a vivir” fue uno de los primeros libros en donde trataron este dogma, y la “Respuesta a la Relajación” fue posterior. “Preocuparse es perjudicial, merma nuestra seguridad”. Aunque no hay pruebas de que esta declaración sea verdad, se ha aceptado como verdad absoluta a través de la afirmación rigurosa. Los partidarios de las disciplinas místicas y meditacionales, y en particular las variedades de la región oriental, van aún más lejos. Valoran mucho la tranquilidad, tanto que en muchos casos están dispuestos a soportar la pobreza por esta causa. Algunas sectas budistas, por ejemplo, sostienen que uno no debe tener posesiones e incluso debe regalar lo que tiene. La teoría es que entre menos usted posea, menos tendrá de que preocuparse. La filosofía que hay detrás es, por supuesto, exactamente lo contrario. Tal vez la tranquilidad sea buena en algunos aspectos. Pero cualquier buen especulador suizo le dirá que si su principal objetivo en la vida es escapar de las preocupaciones, usted siempre será pobre, aburrido y necio. La vida debe vivirse como una aventura, no como un vegetal. Una aventura puede definirse como un episodio en el que se enfrenta algún tipo de peligro y tratar de superarlo. Al enfrentar el peligro, su respuesta natural y sana va a ser un estado de preocupación. La preocupación es una parte integral de los grandes goces de la vida. Amores, por ejemplo. Si tiene miedo a comprometerse a si mismo probablemente nunca se enamorará. Su vida entonces
puede ser tan tranquila como el fondo de una piscina, pero ¿quién lo desea? Otro ejemplo: Los deportes. Un evento deportivo es un episodio en el que atletas, y espectadores indirecta y deliberadamente se exponen al peligro, lo que les causa una gran preocupación. Se trata de una aventura menor para la mayoría de los espectadores y una gran aventura para los atletas aunque sea una situación de riesgo creada cuidadosamente. Nosotros no asistiríamos a un evento deportivo ni a otros concursos si no obtuviéramos satisfacción de algunas de ellas. Necesitamos aventura. Tal vez necesitamos tranquilidad, de vez en cuando también. Sin embargo, tenemos mucho de eso por la noche cuando dormimos y en la mayoría de los días, otro par de horas. Ocho o diez horas de veinticuatro debería ser suficiente. Sigmund Freud entendió la necesidad de aventura. Aunque fue confundido acerca del "objetivo de la vida " y tendía a caer en la incoherencia, cuando se extraviaba en el tema. Él no compartió la creencia poco probable de que el propósito de la vida es conseguir la tranquilidad. Muchos de sus discípulos lo hicieron, pero él no lo hizo. De hecho, fue su manera de burlarse del yoga oriental y otras disciplinas psico-religiosas, que él considera como la máxima expresión de la escuela "obtener la calma" de enseñanza de la salud mental. En el yoga, el objeto es lograr la paz interior a expensas de todo lo demás. Como lo señala Freud en “La civilización y sus insatisfacciones”, alguien que logre plenamente el objetivo de tal disciplina lo hace a expensas de "haber sacrificado su vida". ¿Y para qué? "Él sólo ha alcanzado la felicidad de la tranquilidad", lo cual parece un mal negocio. La aventura es lo que hace que la vida valga la pena vivirla. Y la manera de tener una aventura es exponiéndose al riesgo. Gerald Loeb sabía esto. Esa fue la razón por la que no podía aplaudir a Sylvia la decisión de poner su dinero en una cuenta bancaria. Aun cuando las tasas de interés son relativamente altas, ¿cuál es la recompensa? Si a principios del año le da a un banquero $ 100. Al final del año el le devuelve $ 109. Gran cosa. Y qué aburrido negocio. Es cierto que la seguridad de sus 100 dólares de capital está casi garantizada, al menos en cualquier banco en el mundo occidental industrializado. Salvo que ocurra una calamidad económica, no van a perder nada. El banquero puede disminuir la tasa de interés anual, pero por lo menos no va a darle menos de sus originales $ 100. Pero ¿dónde está la diversión? ¿El fuego? ¿La pasión? ¿Dónde están las bandas de música? ¿Y donde queda cualquier esperanza de enriquecerse? Aquellos $ 9 de interés son gravables con impuestos como ingresos. Lo que queda después de impuestos será reducido incluso por la inflación, tal vez le quede algo, pero usted no hace ningún cambio apreciable en su situación financiera de esa manera. Tampoco nunca se va a hacer rico con los ingresos salariales. Es imposible. En este caso, la estructura económica del mundo conspira en contra de usted. Si depende de los ingresos como empleado como su principal pilar económico, lo mejor que podemos esperar es que vaya a través de la vida sin tener que mendigar para la alimentación. Pero ni siquiera eso está garantizado. Curiosamente, la inmensa mayoría de los hombres y las mujeres dependen de empleos principalmente como forma de ingreso, y del ahorro como su sistema de seguridad. A Frank Henry le molestaba que la clase media de América fuera inexorablemente empujada en esa dirección por su educación
y condiciones sociales. "Un niño no puede escapar de ella", refunfuñaba. "Los profesores, los padres, la orientadores, consejeros, y todos los demás, constantemente están martillando en el niño: "Haga sus tareas o no conseguirá un buen trabajo". Conseguir un buen trabajo se supone que es el punto culminante de las ambiciones de cualquiera. Pero ¿qué pasa con una buena especulación? ¿Por qué no hablan a los niños acerca de eso? "Yo era un niño al que siempre le hablaban acerca de la abundancia. La regla de oro de Frank Henry era que sólo la mitad de las energías de alguien deberían ser dedicadas a obtener ingresos por medio del empleo. La otra mitad debería dedicarse a la inversión y la especulación. La fría verdad es que a no ser que usted tenga un pariente rico, el único modo de que alguna vez pueda levantarse por encima de la pobreza, absolutamente la única esperanza que usted tiene, es tomar el riesgo. Sí, por supuesto, es una calle de doble vía. El riesgo implica también la posibilidad de perder en lugar de ganar. Si especula con su dinero, lo puede perder. En lugar de terminar rico, usted puede terminar mal. Pero mírelo de esta manera. Acosado por un impuesto ordinario y depravado como, la inflación o la renta, lleva gran parte del resto del mundo sobre su espalda, es decir, de todos modos usted se encuentra en una lamentable situación financiera. ¿Qué diferencia real hay si usted se hace un poco más pobre, mientras está tratando de hacerse más rico? En realidad no es probable que se haga más pobre, no como parte de su especulación. Sin embargo, usted puede hacerse muchísimo más rico. No hay más que comprar o vender y no importa lo que pase, usted tendrá un plan. Con un potencial de ganancia mucho más grande que el potencial de pérdida, las probabilidades están a su favor. Las dos amigas de Gerald Loeb, Sylvia y María, ilustran lo que puede suceder. La última vez que tuve alguna noticia de ellas estaban a mediados de sus cincuenta. Ambas se habían casado y divorciado, y ambos habían gestionado sus asuntos financieros en la forma en que habían discutido con Loeb desde el comienzo. Sylvia había puesto todo su dinero en cuentas de ahorro, certificados de depósitos a largo plazo, bonos locales del tesoro, y otros refugios "seguros". Los bonos no resultaron tan seguros como le habían prometido, ya que perdieron sus ganancias durante el salvaje e inesperado aumento de las tasas de interés en la década de 1970. Sus cuentas bancarias y CDs mantienen el resto de su capital intacto, pero igualmente el inesperado aumento de la inflación a dos dígitos en la década de 1970 erosionó desastrosamente su poder adquisitivo. Su mejor jugada fue comprar una casa cuando estaba casada. Ella y su marido aparecían como co-propietarios. Cuando se divorciaron, acordaron vender la casa y dividir el capital cincuenta y cincuenta. La casa se había apreciado en forma importante, por lo que obtuvieron más dinero del que habían puesto en ella. Sin embargo, Sylvia no era rica, ni siquiera estaba cerca de serlo. Ella regresó a trabajar a una empresa de corretaje después de su divorcio y debe seguir trabajando hasta que tenga derecho a una pensión en sus sesenta. La pensión no será mucho, pero ella no puede permitirse el lujo de abandonar, porque su patrimonio neto no es lo suficientemente grande como para sostenerla hasta su vejez. Ella ha diseñado su vida a fin de que los ingresos de su empleo sean su principal pilar de apoyo. Probablemente no va a morir de hambre, pero siempre tendrá que pensar seriamente antes de comprar uno nuevo par de zapatos. Ella y su gato viven sus vidas
en un dormitorio de un apartamento que nunca se calienta lo suficiente en el invierno. En cuanto a María. . . se enriqueció. Ella siempre se preocupaba por la seguridad de su capital, como cualquier persona sensata lo haría, pero no permitía que una preocupación aplastara toda su filosofía financiera. Tomó riesgos. Después de un inicio doloroso, comenzó a ver algunos frutos. Participó en el floreciente mercado de valores de la década de 1960, pero su más hermosa especulación la realizó en el oro. El metal amarillo por primera vez se puso a disposición de los ciudadanos norteamericanos como una inversión en 1971, cuando el Presidente Nixon rompió el vínculo oficial entre el oro y el dólar. Hasta entonces, el precio había estado “amarrado” en 35 dólares por onza. Después de aquella determinación del Presidente, el precio saltó. Pero Mary fue rápida. En contra del asesoramiento de un grupo de consejeros conservadores, compró participaciones en el metal a distintos precios en un rango de $ 40 a $ 50. Antes de finales de la década, llegó a $ 875. Vendió la mayor parte de sus posesiones alrededor de $ 600. Ella, antes estaba financieramente cómoda, pero ahora era rica. Era propietaria de una casa, una cabaña de vacaciones, y un pedazo de una isla del Caribe. Gasta gran parte de su tiempo en viajes (y viaja en primera clase, por supuesto). Dejó su puesto de trabajo hace mucho tiempo. Como explicó a Gerald Loeb, los ingresos del empleo son poco importantes en el contexto general de su situación financiera. Los dividendos de un año de una de sus acciones por sí sola eran más que su sueldo. Parece desproporcionado, por lo tanto, gastar cinco de cada siete días de su vida para ganar aquel sueldo. . . Es cierto que a María los asuntos financieros le han dado su buena dosis de preocupación cada año, probablemente mucho más que la preocupación que Sylvia haya conocido jamás. Tal vez esto sea algún consuelo en su vejez de pobreza. Sylvia nunca se ha tenido que ir a la cama preguntándose si se despertará rica o pobre. Ella siempre ha sido capaz de hacer el cálculo sobre su situación financiera para el próximo año o para los próximos diez años. Este cálculo no siempre ha sido correcto, especialmente durante los años en que sus bonos de fundieron como hielo bajo el sol, pero por lo menos podía llegar a tener un dato aproximado. Eso debe haber sido reconfortante. Mary, por el contrario, nunca fue capaz de hacer algo más que conjeturas salvajes acerca de su futuro durante los años en que adquiría su fortuna. Hubo, sin duda, noches en que dormía mal o no lo hacía en absoluto. Hubo momentos en que tenía miedo. Pero mira lo que tiene a cambio. Muchos de los más célebre especialistas de Wall Street han dicho públicamente que un estado de casi constante preocupación es parte de su modo de vida. Pocos dicen esto a manera de queja. Casi siempre están alegres por esta situación. Les gusta. Uno de los más destacados especuladores, Jesse Livermore, que prosperó en La Calle durante los primeros días de este siglo. Un alto, apuesto hombre de cabello rubio, Livermore movía multitudes donde quiera que fuera. La gente siempre le pedía asesoramiento en materia de inversión, y era continuamente acosado por periodistas de periódicos y revistas tratando de aprovecharse de su sabiduría. Un joven y serio periodista le preguntó un día si consideraba que valía la pena convertirse en un millonario, teniendo en cuenta todas las luchas en las que tuvo que vencer para lograrlo. Livermore respondió que a él le gustaba mucho el dinero, por lo que sin duda
valió la pena para él. Sin embargo, ¿no hay noches, en que un negociante de valores no duerme? ¿Vale la pena vivir preocupado todo el tiempo? Preguntó el periodista. "Bueno, chico, voy a decirle algo”, contestó Livermore. "Cada ocupación tiene sus achaques y dolores. Si cría abejas, le pican. Yo si me preocupo. Pero es esto o permanecer pobre. Si tengo que elegir entre preocupado y pobre, prefiero estar preocupado en todo momento”. Livermore, quien hizo y perdió cuatro enormes fortunas por especular con acciones, no sólo aceptó el estado de preocupación, sino que parecía disfrutarlo. Él y Henry Frank estaban tomando un par de tragos en una barra una noche cuando de repente Livermore recordó que se suponía que iba a estar en una cena. Él llamó avergonzado para pedirle disculpas a la anfitriona, ordenó entonces otra copa y explicó a Frank Henry que tendía a volverse distraído y olvidadizo cada vez que estaba involucrado en un arriesgado movimiento en el mercado. Frank Henry señaló que en la medida de lo que él había podido observar, nunca hubo un momento en que Livermore no estuviese involucrado en un arriesgado movimiento. Livermore estuvo de acuerdo. Si él no estaba en medio de un movimiento en un momento dado, entonces se preocupaba por la aproximadamente media docena de movimientos que podría hacer la próxima semana. Admitió que le preocupaban sus especulaciones todo el tiempo, incluso cuando dormía. Pero dijo además que eso era bueno para él. “Yo lo quiero de esta forma", dijo. "Yo no disfrutaría de la vida ni la mitad de lo que lo hago si siempre supiera cuán rico iba a ser mañana. "Frank Henry recuerda que aún lo citaba décadas más tarde. Esto expresa la filosofía del Primer Axioma. Lamentablemente, Jesse Livermore no tuvo todos los demás axiomas para ayudarse, y su historia no terminó felizmente. Volveremos a él más tarde. Todo esto del riesgo y la preocupación puede hacer pensar como si la vida del especulador transcurriese al borde de un precipicio. Esto no es así. Es cierto, hay veces en que tiene la sensación de que le están sacudiendo, pero tales sensaciones llegan rara vez y no suelen durar mucho tiempo. La mayoría de las veces usted se preocupa sólo lo suficiente como para darle picante a la vida. El grado de riesgo del que hablamos realmente no es muy grande. Prácticamente todas las ganancias financieras orientadas a la manipulación implican un riesgo, sea que uno se catalogue a sí mismo como un especulador o no. El único curso casi sin riesgo que puede tomar su dinero es ponerlo en una cuenta bancaria a devengar un interés, o en bonos del gobierno, o en cualquier otro instrumento parecido a un depósito de ahorro. Pero hay riesgo incluso haciendo esto. Se sabe que los bancos quiebran. Si se derrumba un banco con su dinero atrapado en su interior, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) se los reembolsa, pero sólo después de una larga demora, y sin interés. Si muchos bancos se fueran a pique, todos a la vez en alguna catástrofe económica nacional, ni siquiera la FDIC sería capaz de cumplir con sus obligaciones. Ella también quebraría. Nadie sabe lo que sucedería a los depositantes de dinero en una situación como esa. Afortunadamente, sólo hay una pequeña probabilidad de que esas pesadillas ocurran. Una cuenta bancaria es lo que mas exento posible está de riesgos, comparada con cualquier otra inversión que usted encuentre en este arriesgado mundo. Sin embargo, precisamente porque el riesgo es bajo, el retorno es bajo. Por otro lado, en busca de una mejor rentabilidad, algunos hombres y mujeres codiciosos, llevan su dinero a participar en juegos mas arriesgados. Sin embargo, extrañamente, la mayoría hace esto sin admitir que lo están haciendo. Intentan hacer creer que están siendo muy
prudentes y sensatos. Que no están tomando riesgos. No están especulando, no están (¡y susurran la temida palabra!) en los juegos de azar. Están “invirtiendo". La supuesta diferencia entre invertir y especular merece ser explorada, ya que puede haber sido la forma como usted trató de llegar a abordar el Primer Axioma. Nosotros francamente nos llamamos a nosotros mismos especuladores. Esto puede sonar como si se le instara a tomar posibilidades salvajes y atolondradas. Usted podría pensar que prefiere ser un inversor que un especulador. Ser un inversor suena más seguro. La verdad, sin embargo, es que no hay ninguna diferencia en absoluto. En la simple forma de hablar de Gerald Loeb puesto que, "Toda inversión es especulación. La única diferencia es que algunas personas lo admiten y otras no”. Es como la diferencia entre un almuerzo y otro almuerzo. Usted consigue el mismo emparedado de hígado en uno u otro sitio. La única diferencia está en la impresión que alguien le quiera dar. Las personas que ofrecen aconsejarle en la administración del dinero casi siempre se llaman a sí mismos "asesores de inversión", no asesores de especulación. Suena más serio e impresionante de esa manera (y también puede subir más las tarifas). Sugerencias, folletos, boletines, y revistas al servicio de los diversos mundos especulativas casi siempre se llaman a sí mismos "publicaciones de inversión". Pero todos ellos tratan a la especulación así como los Axiomas Zúrich lo hacen. Lo que ocurre es que simplemente no les gusta decirlo. Hay incluso una clase de valores que expertos financieros llaman como "inversiones de categoría". Algo que suena muy digno, además de impresionante, y súper seguro. Un asesor, por ejemplo hablando de esta seguridad, en tonos solemnes, puede convencer a un novicio que esta es la inversión largamente buscada, de alto rendimiento y sin riesgo, como las acciones de la IBM. La IBM es una compañía de primer orden. Su apodo en Wall Street es “Big Blue”. Es siempre seguro comprar una inversión de categoría como IBM, ¿verdad? Claro, si usted compró IBM en su pico de precio en 1973, cuando casi cada asesor en el mundo la pregonaba, ha tenido que esperar nueve años para recuperar su dinero, le habría ido mejor, guardándolo en un calcetín. No hay especulación sin riesgo, no importa cuán digna esta pueda parecer. Otro ejemplo es General Motors. Esta acción, por lo general ha aparecido en las grandes listas de corretaje como una inversión de categoría. Estaba en todas las listas antes de 1971, cuando todos pensaban que GM iba a poseer el mundo. No había nada especulativo sobre ello, decían todos. Es el tipo de acciones que ejecutores conservadores compraban para los huérfanos. ¡Esto si es una inversión! Pero algo salió mal con esta segura y maravillosa inversión de categoría. Si la hubiese comprado en su pico en 1971, todavía seguiría a la espera de recuperar su dinero. Llamarla una inversión no cambia los hechos: Una apuesta es una apuesta. Usted podría creer que ellos aprendieron en la debacle de 1929, cuando todo Wall Street de repente se reveló como nada más que una gigantesca ruleta, llena de jugadores cobrando una tarifa horrible. Las historias de 1929 de las acciones de categoría le harían llorar. Ferrocarril Central de Nueva York: $ 257 en 1929, y $ 9 tres años después. Corporación de Radio, el antecesor de la RCA: de 574 dólares a 12 dólares. Y la joven GM: desde $ 1.075 a $ 40.Toda inversión es una especulación, como dijo Loeb. Usted pone su dinero y acepta sus posibilidades y es un especulador aunque apueste sobre
GM o cualquier otra cosa, y debería admitirlo. No tiene sentido tratar de engañarse a si mismo. Usted comprenderá mejor el mundo cuando lo enfrente con los ojos bien abiertos sobre la especulación y diga lo que es. Esto no significa que sea un tonto acerca de tener una oportunidad. Significa sólo que debe ser franco.
AXIOMA MENOR I Siempre arriesgue en posesiones significativas.
"Solo apueste lo que puede darse el lujo de perder", dice el viejo adagio. Se oye en Las Vegas, en Wall Street, y donde las personas ponen en riesgo dinero para obtener más dinero. Lo lee en los libros de inversión y lo puede encontrar en los consejos de asesoramiento en materia de gestión del dinero impartido por los consejeros convencionales como Sylvia Porter. Se repite tan a menudo y en tantos lugares que ha tomado un aura de verdad a través de la afirmación. Sin embargo, usted debe estudiarlo con el mayor cuidado antes de hacerlo una parte de sus herramientas especulativas. Como la mayoría de la gente lo interpreta, esto es una fórmula que casi asegura resultados mediocres. ¿Cuánto es una cantidad que puede "darse el lujo de perder"? La mayoría lo define como "una cantidad que, si se pierde, no me duele". O "una cantidad que, si se me pierde, no hará ninguna diferencia significativa en mi bienestar financiero". En otras palabras un dólar o dos. Veinte dólares. Tal vez unos cien. Estas son las cantidades que las personas clase media considerarían como pérdidas asequibles. Y como resultado, estas son las cantidades con las que la mayoría de estas personas especularían, si es que especulan. Pero considere esto. Si usted apuesta $ 100 y gana el doble, usted todavía es pobre. La única manera de ganarle al sistema es jugar cantidades significativas. Esto no significa que usted debe apostar cantidades cuya pérdida lo llevarían a la quiebra, ya que después de todo tiene que pagar el alquiler y la alimentación a los niños. Pero sí significa que usted debe perder el miedo a ser lastimado. Si la cantidad apostada es tan pequeña que su pérdida no hará ninguna diferencia significativa, entonces no es probable que logre cualquier ganancia significativa tampoco. La única manera de ganar una gran recompensa partiendo de una pequeña apuesta es permanecer en el juego por muy largo tiempo. Por otro lado, usted puede comprar por $ 1, un billete de lotería y ganar un millón, por ejemplo. Es bueno soñar, pero las probabilidades en contra de usted, por supuesto, son deprimentemente altas. En el curso normal del juego especulativo, debe comenzar por convencerse que puede salir lastimado, aunque sólo sea ligeramente. Acepte apuestas de sumas que le preocupen, aunque sólo sea un poco. Tal vez usted quiera comenzar modestamente y luego aumentar la dosis de preocupación en la medida en que adquiera experiencia y confianza en su propia resistencia psíquica. Cada especulador sabe cual es su propio nivel de riesgo tolerable. Algunos, como Jesse Livermore, apuestan con audacia a fin de avanzar a gran velocidad y como hemos señalado, Livermore, se quebró cuatro veces. Su nivel de riesgo era tan elevado que a otros especuladores les causaba miedo, incluso a los veteranos. Frank Henry estudiaba el juego de Livermore y regresaba a casa agitando su
cabeza con pasmado asombro. "¡Ese hombre está loco!" decía, porque su propio nivel de riesgo era inferior. Estimaba que si ocurriera un gran cataclismo, y todas sus operaciones le explotaran en la cara, cuando el humo se despejara, aún conservaría aproximadamente la mitad de lo que había tenido antes. Perdería el 50 por ciento, pero mantendrá el otro 50 por ciento. Ese era el grado de preocupación que había elegido. Otro hombre que creía en la especulación para obtener beneficios significativos, fue J. Paul Getty, el magnate del petróleo. Su historia es instructiva. La mayoría de las personas creen que heredó su enorme riqueza de su padre, o al menos heredó las semillas de la misma. Los hechos son bastante diferentes. J. Paul Getty hizo su enorme fortuna solo, comenzó como un ordinario especulador de clase media como usted o como yo. Se irritaba más allá de su resistencia porque la gente pensaba que la vida le había dado todo en bandeja de plata. "¿De dónde sacan esta idea?" gritó una vez, exasperado. En una reunión en Playboy (Era accionista de la casa matriz de esa revista, se desempeñó durante algunos años como su editor financiero y escribió treinta y cuatro artículos en la misma. Esta fue su manera de relajarse cuando lo acosaban). Finalmente llegó a la conclusión de que el enorme tamaño de su fortuna fue lo que hizo que casi todo el mundo supusiera mal. Las personas evidentemente encontraban demasiado difícil de creer que un hombre modesto, de clase media, podría empezar con poco y hacer cerca de mil millones el solo. Pero eso es exactamente lo que hizo Getty. La única ventaja que tuvo sobre usted o sobre mi, fue que comenzó a principios de este siglo, cuando todo costaba menos y no había impuestos sobre la renta. Él no consiguió ningún dinero de su padre, que era algo frio y severo, más allá de un par de préstamos modestos, que requirieron que él los devolviera mediante un estricto programa de pagos, sin excusas. La cosa más valiosa que él recibió de su padre no era el dinero, sino la educación. El viejo George F. Getty, fue un abogado de Minneapolis y especulador autodidacta que se hizo rico en Oklahoma en el boom petrolero de comienzos del siglo, desarrollando poco a poco sus propias normas de juego. Él era un hombre de severas, inflexibles y arraigadas creencias en la Ética de Trabajo. Como J. Paul escribió en Playboy, "George F. rechazó cualquier idea de que el hijo de un hombre de éxito deba ser mimado o malcriado, regalándole dinero después de haber alcanzado la edad suficiente para ganarse su propia vida". Por eso desde muy joven, J. Paul se fue a buscar fortuna por su propia cuenta. Tenía pensado unirse al cuerpo diplomático o convertirse en escritor, pero llevaba en su sangre el amor de su padre por la especulación. Fue atraído por Oklahoma y su petróleo. Trabajó como un peón hasta que acumuló unos pocos cientos de dólares. En la medida en que fue creciendo su pequeño capital, fue creciendo el deseo de arriesgarlo, demostrando que comprendía el principio subyacente en el Axioma Menor Número I. Había aprendido este principio de su padre. Siempre buscar beneficios significativos. Podría haber comprado acciones a 50 dólares o incluso menos. Oportunidades para hacerlo habían. Los yacimientos petrolíferos brotaban con furia salvaje, y los sindicatos necesitaban dinero para continuar la perforación. Se vendían pequeños grupos de acciones a alguien con unos pocos dólares. Pero Getty sabía que nunca sería rico
comprando pequeños grupos de acciones. En cambio se fue detrás de algo más grande. Cerca de la pequeña aldea de Piedra Bluff, otro especulador estaba ofreciendo media cuota de un emprendimiento petrolero que a Getty le pareció prometedor y decidió apostar por el. Ofreció $ 500, casi todo lo que poseía. Nadie superó su oferta, y J. Paul Getty entró oficialmente en el negocio del petróleo. En enero de 1916, la primera prueba arrojó más de 700 barriles de petróleo crudo al día. No mucho más tarde, Getty vendió su parte por $ 12000, y fue así como comenzó su legendaria fortuna. "Por supuesto, tuve suerte", dijo muchos años después, mirando hacia atrás a aquella “seminal” aventura de hace mucho tiempo. "Yo podría haber perdido. Sin embargo, incluso perdiendo no habría cambiado mi convicción de que debía tomar la oportunidad. Mediante la adopción de aquella oportunidad (una oportunidad bastante grande, lo admito) yo he tenido la posibilidad de obtener algo interesante. Una posibilidad, una esperanza, vea usted. Si me negaba a tener la oportunidad, no hubiese tenido esperanza". Agregó que incluso si hubiera perdido, eso no habría sido el fin del mundo. Simplemente había que juntar más dinero y comenzar de nuevo. "Así que me pareció que tenía mucho más que ganar que perder". "Si yo ganaba, sería maravilloso. Si perdía, me sentiría lastimado pero no mucho. Así que el camino a seguir parecía claro. ¿Qué habría hecho usted? " AXIOMA MENOR II Resistir el encanto de la diversificación.
A lo largo y ancho de la inversión mundial, se habla de la diversificación y fácilmente la llaman diversidad como una indicación de como es de sobrevalorada. Después de todas estas décadas de uso es demasiado tarde para cambiar la palabra ahora, por lo que la seguiré utilizando en la forma comúnmente aceptada. Diversificación. Vamos a ver lo que esta pesada y poco elegante palabra significa y cómo puede afectarle a usted en sus esfuerzos por hacerse rico. Tal como se utiliza en la comunidad inversora, significa la dispersión de su dinero. Dispersión en porciones pequeñas. Realizar muchas especulaciones de poco valor en lugar de unas pocas de gran valor. La idea es la seguridad. Si seis de sus inversiones no llega a ninguna parte, tal vez otras seis obtendrán algún beneficio. Si “Hey Wow Electronics” va a la quiebra y el valor de sus acciones cae a 3 centavos, tal vez a “Hoo Chico Especulación” le vaya mejor. Si todo se derrumba, tal vez sus bonos, por lo menos, incrementen su valor y le saquen a flote. Esa es la razón de ser. En la letanía del asesoramiento en materia de inversión convencional, tener "una cartera diversificada" es uno de los más venerados de todos los objetivos financieros. Sólo una cosa lo supera: Tener una cartera diversificada en “inversiones de categoría”. Si tiene eso, ¡usted tiene el mundo por la cola! Pero quiero decirle. El hecho es que la diversificación, mientras reduce sus riesgos, reduce de la misma manera cualquier esperanza que pueda tener de volverse rico.
La mayoría de nosotros los miembros de la clase media, en el inicio de nuestra aventura especulativa, tenemos sólo una cantidad limitada de capital para negociar. Digamos que usted tiene $ 5.000. ¿Quiere hacerlos crecer? ¿Qué va a hacer con ellos? La sabiduría convencional diría diversifique. Haga diez apuestas de 500 dólares cada una. Compra $ 500 del valor de GM debido a que la industria del auto se ve animada, coloca $ 500 en una cuenta de ahorros en caso de que los tipos de interés suban, $ 500 en oro en caso de que todos los otros fallen, y así sucesivamente. Ahí está cubierto todo tipo de eventualidades. Le hace sentir seguro, ¿no? Seguro de casi todo incluido el peligro de hacerse rico. La diversificación tiene tres grandes defectos: 1. Le obliga a violar el precepto del Axioma Menor I: Que usted siempre debe arriesgar en posesiones significativas. Si todo su capital inicial es de por sí poco significativo, la diversificación sólo va a empeorar las cosas. Cuanto más se diversifique, más pequeñas serán sus especulaciones. Y si lo lleva al extremo puede terminar con sumas bastante triviales. Como hemos observado en virtud del Axioma Menor I, una fuerte ganancia en una pequeña cantidad lo deja sobre el mismo lugar donde empezó, es decir, todavía pobre. Digamos que $ 500 de su especulación sobre Hoo Chico resultó brillante, y el precio de las acciones de dobló. ¿Cuál es su ganancia? Quinientos dólares. Usted nunca va a entrar a las grandes ligas así. 2. Mediante la diversificación, se crea una situación en la que las ganancias y pérdidas es probable que se cancelen la una a la otra, dejándolo exactamente donde empezó. En el punto cero. Usted compró dos posesiones que fueron, vamos a decir, algo menos que inversiones de primer grado: Hoo Chico Informática y Hey Wow Electrónica. Si las dos empresas entran en auge, magnifico, digamos que su corazonada era correcta. Las empresas han prosperado, y ha ganado $ 200 por cada uno de los 500 dólares invertidos. Pero en el momento en que compró Hoo Chico Informática y Hey Wow Electrónica, su asesor de inversiones solemnemente le advirtió que cubriera sus inversiones por medio de la diversificación para el caso de que hubiese mal tiempo. Dijo que debería entrar en algún instrumento de interés fijo o existencias de oro. Así que usted compró oro por valor de 500 dólares y colocó $ 500 en otro valor, a un interés fijo. Y de pronto usted de encuentra en medio de un boom. Las tasas de interés se elevan debido al negocio y la demanda por préstamos al consumidor, entonces el valor de su acción de interés a plazo fijo tambalea, ha bajado 100 dólares. En cuanto al oro, todo el que posee el metal amarillo, frenéticamente quiere venderlo para tener efectivo. Todos quieren entrar en el alcista mercado de Wall Street o poner su dinero en las nuevas y tentadoras cuentas bancarias que se escucha tienen buenos tipos de interés. El valor de su oro está goteando, como el agua de un viejo balde oxidado. Ha bajado $ 300. Así que han ganado 400 dólares en Hoo Chico Informática y Hey Wow Electrónica pero perdió $ 400 en su cuenta de interés fijo y sus existencias en oro. Todo el ejercicio ha sido una pérdida de tiempo y esfuerzo. ¿Cuál es el fin? 3. Mediante la diversificación, usted se convierte en un malabarista intentando mantener demasiadas pelotas en el aire, todas a la vez. Si usted sólo tiene unas pocas especulaciones y una o dos se le devuelven, usted puede tomar acción defensiva. El
Tercer Axioma y otros lo orientaran frente a esta situación. Pero si tiene una docena de pelotas en el aire y la mitad de ellas empiezan a ir en la dirección equivocada, sus posibilidades de salir del dilema sin un ojo negro no son muchas. Entre mas posesiones tenga, más tiempo y estudio requiere. Esto puede confundirlo irremediablemente. Cuando las cosas van mal (Lo que a veces es inevitable, como usted sin duda sabe), puede entrar en pánico cuando un problema tras otro se presentan. Lo que le ocurre con frecuencia a las personas en este tipo de situaciones, especialmente a los especuladores novatos, es que se paralizan. Ellos fallan en tomar alguna iniciativa, porque están siendo presionados para tomar demasiadas decisiones dolorosas demasiado rápido. Sólo pueden permanecer quietos, aturdidos, viendo como su riqueza disminuye. Cuando usted reflexiona acerca de estas tres grandes fallas de la diversificación y deduce que en contraposición su única ventaja es la seguridad, entonces comienza a pensar que no es tan buena. Un poco de diversidad probablemente no hará ningún daño. Tres buenas especulaciones, tal vez cuatro, tal vez incluso seis si está última atrajo firmemente a muchos a la vez. Mi regla de oro personal es tener no más de cuatro, pero en cualquier momento, y la mayoría de las veces bajo a tres o menos, a veces sólo una. Me siento incómodo con más. Esto es en gran medida una cuestión de preferencia personal y de hábitos de pensamiento. Si usted siente que puede manejar de manera eficaz un mayor número, vaya por él. Pero no por diversificar solamente, porque haría como un concursante en un supermercado cuyo objetivo es llenar su cesta con rapidez. Usted se va a casa con mucha chatarra cara que usted realmente no quiere. En la especulación, debe poner su dinero en empresas que realmente le atraigan, y sólo en esas. Nunca comprar algo simplemente porque usted piensa que lo necesita para completar una "cartera diversificada". Como algunos dicen en torno a Wall Street, "Ponga todos sus huevos en una canasta y, a continuación, vigile su canasta". Este es un viejo adagio financiero que merece un escrutinio. Quien lo dijo primero obviamente no fue un promotor de la diversificación. Es mucho más fácil controlar a uno o unos pocos en la canasta que a una docena. Cuando la zorra viene a robar los huevos, puede manejarla haciendo giros en círculos alrededor de la canasta. Estrategia especulativa. Ahora vamos a revisar el Primer Axioma rápidamente.
¿Expresamente, qué aconseja el axioma que haga usted con su dinero? Le dice que ponga su dinero en riesgo y no tenga miedo de hacerse un poco de daño. El grado de riesgo con el que usted por lo general tratará no es espeluznantemente alto. Y por estar dispuesto a afrontarlo, usted se da la única oportunidad realista que pueda encontrar de superar la pobreza. El precio que usted paga por esta gran oportunidad es un estado de preocupación. Pero esta preocupación, como se insiste en el primer Axioma, no es la enfermedad psicología moderna que se considera sea. Esto es la salsa caliente y picante de la vida. Una vez que se acostumbre, lo disfrutará. AXIOMA MAYOR II SOBRE LA CODICIA
Siempre tome su beneficio lo más pronto.
Amateurs en Wall Street lo hacen. Amateurs en juegos de póquer lo hacen. Aficionados de todo el mundo lo hacen. Se quedan demasiado tiempo y pierden. Lo qué los lleva a hacer esto es la avaricia, y de eso es de lo que trata el Segundo Axioma. Si puede conquistar la avaricia, en un acto de auto control, esto le hará mejor especulador que el 99 por ciento de otros hombres y mujeres que se pelean por la riqueza. Sin embargo, es un vicio difícil de arrancar con éxito. La avaricia está incorporada en la psique humana. La mayoría de nosotros la tenemos en grandes cantidades. Ha inspirado probablemente más sermones del domingo que cualquier otro de nuestros rasgos menos encomiables. Los sermones tienden a tener un tono desesperado con períodos de suspiros. La desesperación se deriva de la sensación de que la avaricia está tan profundamente arraigada en nuestras almas que es tan difícil extraerla como querer cambiar el color de nuestros ojos. Evidentemente, no puede ser exorcizado por los sermones ya que estos nunca han tenido el más mínimo efecto en contra de ella. Usted no es probable que la conquiste, ya sea por escuchar a otras personas, escuchar sermones o por la predicación sobre sí mismo. Algo más pragmático y prometedor para hacerse rico sería pensar en la extraña paradoja que se encuentra en el corazón del Segundo Axioma: Mediante la reducción de su avaricia, mejoran sus posibilidades de volverse rico. Hagamos una pausa para definir nuestros términos. La avaricia, en el contexto del Segundo Axioma, quiere decir codicia excesiva: Querer más, más, siempre más. Esto significa que quieren más de lo que tienen derecho a esperar, lo que a su vez significa que pierden el control sobre sus deseos. La avaricia es el primo obeso, autodestructivo de la codicia. Como usamos el término aquí, "la codicia" es el deseo natural de mejorar el bienestar material de alguien. Los axiomas fueron reunidos por personas con una saludable dosis de codicia, y es poco probable usted estuviera estudiándolos, a menos que también tuviera este rasgo. Cada animal en la tierra tiene el instinto para adquirir alimentos, un lugar donde anidar y los medios de autoprotección, y en cuanto a esto, nos diferenciamos de las demás criaturas sólo en que somos más complicados. No se avergüence de ser un potencial poseedor de este rasgo para incorporarlo a su equipo de supervivencia. Pero el exceso de codicia (avaricia) o la codicia fuera de control o en la medida en que vence sus propios fines, aparece el miedo y el odio y se convierte en un enemigo del especulador. Un hombre que hizo un estudio de casi toda la vida acerca de la codicia fue Sherlock Feldman, por muchos años gerente del casino Las Dunas, uno de los más grandes clubes de juegos de azar de Las Vegas. Un hombre fornido con gafas de gruesos bordes y una mirada triste, de buen humor. Feldman solía observar los clientes de su club durante sus horas de trabajo, de 2:00 a.m. a 10:00 am todos los días, y lo que él veía a menudo le hizo irrumpir en ataques de filosofía. "Si buscaran menos, se irían a casa con más", diría. Ese fue su propio axioma de la codicia. Él entendió la avaricia bien, ya que él era un jugador consumado. Hizo y perdió varias pequeñas fortunas en su juventud, pero finalmente aprendió a controlarse a sí mismo y murió cómodamente rico. Hablando de sus patrones en las Dunas, diría, "Lo que hacen aquí no importa
mucho para la mayoría de ellos. Sólo están jugando. Ellos pueden perder un par de cientos, ¿A quién le importa? Pero si juegan sus vidas, entonces tal vez esto si les importe. Usted puede decirles por qué muchos de ellos no son ricos. Sólo viéndolos aquí, puede ver la razón por la que nunca obtendrían una fortuna". Él mencionaba una mujer que llegó con un poco de dinero y estaba dispuesta a perderlo por divertirse. "Ella fue a una ruleta y apostó $ 10 sobre un número. Se me olvida cual. Era su número de la suerte o fecha de nacimiento o algo así. ¿Y sabes qué? El número salió, y ella ganó $ 350. Así que ella separa $ 100 y los coloca en algún otro número, ¡y el número también sale! Ella recoge tres y medio de los grandes de este tiempo. Todos sus amigos se acercan y le insinúan que apueste un poco más que esta es su noche de suerte. Ella los mira, y. . . puedo verla empezando a apostar codiciosa". Feldman interrumpe su historia y limpia su frente con un pañuelo. "Bueno, ella continúa apostando. Hace bastantes apuestas, y comienza a apostar por los colores y las docenas. Apuesta de a cien cada vez y vuelve a ganar. Seis, siete victorias en fila. En realidad ¡esta mujer tiene una racha! Por último, tiene algo así como $ 9.800. Usted pensaría que eso sería suficiente, ¿verdad? Yo me hubiese retirado mucho antes. Un par de grandes me hubiesen hecho feliz. Pero esta mujer no esta feliz, ni siquiera con $ 9.800. Ella ahora, está mareada por la avaricia. Y sigue, diciendo que sólo necesita otro par de cientos para hacer diez mil". “Al llegar cerca de ese gran número redondo, comenzó a perder. Su capital disminuyó. Ella hacía apuestas más grandes colocando en probabilidades más grandes para tratar de recuperarse. Finalmente perdió todo, incluso sus originales $ 10. “ Esta historia ilustra el significado original de la popular advertencia "No tiente a su suerte" o, como los suizos con más frecuencia dicen, "No estiren su suerte". La mayoría de la gente la usa como un discurso ocasional sin entender que esto tiene un significado muy serio. Que merece más estudio y cuidados de los que normalmente recibe. Lo que significa es esto. En el transcurso de los juegos de azar o del juego especulativo, usted de vez en cuando disfrutará de rachas de suerte. Los disfruta tanto que deseará que duren para siempre. Indudablemente usted tendrá la sensatez para reconocer que no pueden durar para siempre, pero si tiene un ataque de avaricia, usted mismo alimentará la esperanza o la creencia de que por lo menos durarán mucho tiempo. . . y, alimenta esta creencia, un poco más ... y, a continuación, cree va a durar sólo un poco más. Y por lo tanto, arriesga y arriesga, y al final usted y su dinero terminan en una caída. Estudiaremos el problemático fenómeno de las rachas ganadoras con más detalle, cuando lleguemos al Quinto Axioma. (Los axiomas están íntimamente entrelazados. No es posible hablar de uno sin mencionar otros.) Por el momento, el punto que debe quedar claro es que no se puede saber de antemano cuánto tiempo una racha ganadora va a durar. Podría persistir un largo tiempo. Pero también podría terminar con la próxima campanada del reloj. ¿Qué debe hacer, entonces? Usted debe suponer que cualquier conjunto o serie de eventos que le produzcan un beneficio será de corta duración, y que, en consecuencia, este beneficio no será muy grande. Sí, sin duda, este bonito conjunto de acontecimientos podría continuar hasta producirle una ganancia colosal. ¡Podría!. Sin embargo, desde su posición al comienzo de la racha, lo que necesita hacer, es no tratar de adivinar el futuro, sino tratar de
jugar con los promedios. Los promedios están abrumadoramente a favor de dejar el juego temprano. Grandes rachas ganadoras hacen noticia y son comentadas en las fiestas, pero esto se debe a que son muy raras. Las cortas, y modestas son mucho más comunes. Siempre apueste a que su racha será corta y modesta. No deje que le invada la codicia. Cuando tenga un buen beneficio de dinero en efectivo guárdelo y aléjese. De vez en cuando lamentará haber abandonado tan pronto, ya que la racha ganadora continuó y a lo mejor estará triste y taciturno por el dinero que dejó de ganar. Y, en retrospectiva, su decisión de dejar el juego en aquel momento se verá mal. Esta experiencia deprimente le sucede a cada especulador de vez en cuando, y no voy a tratar de minimizarla. Puede que hasta le haga llorar. Pero ánimo. Por cada una o dos decisiones de salir temprano del juego que resultaron desagradables, habrá por lo menos una o dos docenas en que todo estará bien, y a largo plazo hará más dinero controlando su avaricia. El Segundo Axioma dice, siempre tome sus beneficios lo mas pronto, ¿Por qué "lo mas pronto"? ¿Qué significa esta pequeña y desconcertante frase? Se refiere a la necesidad de asegurar sus beneficios antes de que una racha ganadora haya llegado a su pico. No tratar de exprimirle hasta el último dólar posible a aquella racha. Esto rara vez funciona. No se preocupe por la posibilidad de q ue la racha aún tenga un largo camino por recorrer. Lo puede lamentar. Dado que usted no puede ver el pico, debe asumir que está cerca. Así que tome sus beneficios y sálgase. Es como escalar una montaña en una noche negra, llena de niebla. La visibilidad es cero. Arriba y por delante de usted en algún lugar está el pico, y hacia el otro lado es un enorme abismo que lo puede llevar al desastre. Usted quiere subir lo mas alto posible. Idealmente, le gustaría llegar hasta el pico y pararse exactamente allí. Pero sabe que "idealmente" no sucede a menudo en la vida real, y usted no será lo suficientemente ingenuo como para pensar que sí va a pasar ahora. Por lo tanto, el único curso sensato es poner fin a la escalada cuando se ha llegado a lo que se considera una buena altura. Aunque falte mucho para el pico y usted paró demasiado pronto. Claro, cuando se borra la niebla y el sol aparece, puede encontrar que tiene recorrido menos de la mitad de camino a la cima, podría haber subido mucho más lejos, pero no lo lamenta. No habrá recorrido todo el camino, pero está bastante arriba. Ha obtenido una buena ganancia. Lo que es más, no solo obtuvo su ganancia sino que la ha mantenido. Usted hizo un buen negocio mejor que todos aquellos que llegaron ciegamente a la cima y se cayeron por el otro lado. Esto le sucedió a muchos especuladores de bienes raíces en la década de 1980. Como un ejemplo, conozcan la triste historia de Alice y Harry, una pareja de Connecticut. Me contaron su experiencia, porque se podía aprender mucho de ella. Lo que duele, enseña. Ellos querían explorar sus nuevos conocimientos. Prometí no revelar sus identidades. Alice y Harry no son sus nombres reales. Se trata de una pareja casada de cuarenta años, los dos atractivos, brillantes, y codiciosos. Ambos tenían empleos bien pagos. La suma de sus ingresos, les permitía un estilo de vida, y condiciones sociales que los ubicaban en algún lugar en el borde inferior de la clase media superior. Tienen dos hijos en la universidad. Al igual que muchos de medianos ingresos a finales del siglo XX, han mantenido siempre una lucha por vivir con sus ingresos. No han sido capaces de ahorrar mucho para invertir, y lo que han invertido ha estado principalmente en cuentas bancarias, seguros de vida, ahorros y otros depósitos similares. Su única buena especulación ha sido su hogar familiar. A
principios del decenio de 1970 se mudaron al rico condado de Fairfield Connecticut y compraron una casa que estiró sus capacidades financieras hasta el límite. Esta fue una decisión deliberada. Después de cultivar durante años un sentimiento de pobreza, estaban empezando a desarrollar una conciencia acorde con el Primer Axioma. Ahora entendían que no habían estado arriesgando suficiente. Como muchas personas de clase media, adquirieron su casa con doble propósito: No sólo como un lugar para vivir, sino también una forma de lograr engrandecer su capital. Su inversión les resultó excelente. Los inmuebles en el Condado Fairfield aumentaron espectacularmente en el decenio de 1970 (aunque no tanto como en algunos otros lugares como California o el condado Marin o Dade en la Florida). A principios de la década de 1980, Harry y Alice, haciendo una estimación conservadora, imaginaron que el valor de mercado de su casa era algo así como dos y medio a tres veces más de lo que habían pagado por ella hacía menos de diez años. ¡Ha llegado el momento de vender! ¡Los niños crecieron y se han ido! Alice y Harry ya no necesitaban una casa tan grande. De hecho, ambos estaban saturados con la vida suburbana y la obligación de la vivienda. Ellos querían pasar a un lugar más pequeño, y más fácil, tal vez alquilar un apartamento. El crecimiento saludable del capital por el aumento del valor de su hogar, hacía la idea de vender aún más atractiva. Tenían una buena ganancia. El valor de mercado de su casa se había multiplicado por tres, pero debido al apalancamiento otorgado por su hipoteca (un efecto exactamente igual al de la compra de acciones o de futuros sobre el margen), ellos disponían de más de seis veces el valor del capital invertido en la empresa. No es un mal comienzo en absoluto. La codicia los ayudó. Pero hubo más. Alice recuerda haber leído o escuchado sobre personas en lugares como el Condado de Marin cuyos hogares han doblado el valor de mercado cada diez años. ¿”No sería hermoso”? Dijo. Pensó, ”que si puede suceder en el condado Marin, entonces puede ocurrir en Fairfield”. Si cada diez años se duplica el valor de nuestra casa, ¡nos haríamos millonarios! "Harry recuerda que su principal motivación era el temor de retroceder" Le dijo, “bueno, seguro, es bueno que podamos vender este lugar por tres veces lo que costó. Pero supongamos que vendemos y, a continuación, supongamos que después de unos años el tipo que compró revende por el triple de lo que pagó. ¡Me patearía yo mismo!" Por lo tanto. . . se engancharon. Alcanzaron el pico. Y cayeron al abismo por el otro lado del cañón. Como sucede a menudo, el pico estaba mucho más cerca de lo que creían. El mercado inmobiliario en Fairfield (como en la mayoría de los suburbanos en Estados Unidos) se derrumbó entre 1981 y 1982, y en particular el mercado de las casas grandes. En algunos barrios, las casas difícilmente podían venderse a cualquier precio. Cuando Alice y Harry tardíamente pusieron su casa en el mercado, nadie les hizo una oferta. Hubo pocos interesados y aún menos compradores serios. Incluso el mercado local de bienes raíces, normalmente muy movido, se veía aburrido y desanimado. En todo un año en el mercado, Alice y Harry recibieron sólo una oferta de un comprador. El monto ofrecido fue sorprendentemente bajo. Era más de lo que habían pagado por la casa, pero no mucho. Hubiesen ganado más si hubiesen mantenido su capital en una cuenta de ahorros. La última vez que los vi estaban esperando que el deprimido mercado se recuperara. Habían aprendido. No esperarían mucho para vender su casa. Habían llegado a una idea del precio al que les gustaría vender, un precio que les daba un buen beneficio pero no era una bonanza. Estaban decididos a vender si podían obtener
ese precio, no importa qué movido o qué tan alto fueran las expectativas de todo el mundo sobre el futuro del mercado. En otras palabras estaban decididos a vender demasiado pronto. Espero que no cambien su decisión. Cumplir el precepto del Segundo Axioma parece ser extraordinariamente difícil para algunos. La principal dificultad puede ser el temor de retroceder a una situación incómoda vivida anteriormente. Este temor fue el peor enemigo de Harry y podrá seguir siéndolo. Pero Harry no está solo. El temor es particularmente común y especialmente intenso en todo el mercado de valores. "Nunca compruebes el precio de una acción que has vendido", dice una antigua enseñanza de Wall Street. La advertencia no está diseñada para ayudarle a ganar dinero, sino simplemente protegerlo del llanto. “La depresión inversa", es como en la calle llaman a esta enfermedad y se considera como el más doloroso de todos los males que puedan atacar a los especuladores. ¿Doloroso? Si señor. Al igual que la vez que vendí “Gulf Oil” en alrededor de $ 31 y verla que se disparó a casi 60 dólares un año después. O la vez que boté 1500 acciones de IBM a 70 dólares y fracción, y entonces saltaron a $ 130. O la vez. . . ¡bueno es suficiente! Uno debe tratar de no torturarse a sí mismo. En lugar de reprocharme por estos resultados, debo felicitarme por todos los momentos en que la venta demasiado pronto fue brillantemente correcta. No debería ser, pero incluso para alguien empapado de los axiomas como yo, la depresión llega por las noches arrastrándose. Le prometí a usted que en lo posible no minimizaría el dolor y el pesar, y no lo haré. Esto de verdad puede doler. No tengo medicamentos para ofrecer. No hay ningún analgésico para este dolor. Es simplemente algo que cada especulador debe aprender a manejar. El miedo puede ser malo alrededor de Wall Street porque los precios de las acciones son publicados cada día laboral. Este es el caso de algunos medios de inversión especulativos, pero no de todos - no el de bienes inmuebles, por ejemplo-. Usted puede tener una idea amplia, y vaga de los altibajos a largo plazo del valor en el mercado de su casa, o la casita de vacaciones que tiene en el Caribe, pero no puede verlo exacto cada día en el Diario de Wall Street. Esta falta de cotizaciones a diario le proporciona alguna protección emocional. Esto lo protege. A menos que esté realmente en el mercado y oiga ofertas, no se puede hacer mucho más que adivinar el precio. Igualmente puede estar desinformado sobre el valor de mercado de una casa que vendió el año pasado o hace diez años. Pero si especula con acciones, usted puede recoger el documento cualquier día, o llamar por teléfono a su corredor, y saber cuantos centavos estaban dispuestos a pagar el día de ayer las personas por cualquier acción activamente negociada, propia, o que alguna vez fue suya, o que alguna vez quiso comprar. Un mes o un año después de haberse llevado a cabo la operación, puede, si lo desea, atormentarse comprobando si siguió subiendo después que se deshizo de ella. Los especuladores de acciones, siempre hacen esto y siempre trabajan en ellos con frenesí. Tal frenesí puede nublar el juicio de alguien a un grado arriesgado. Tomaba una bebida una noche con un viejo amigo de Frank Henry, un especulador suramericano. Sentía compasión por sí mismo y parecía haber estado bebiendo mucho. Su historia salió en pedazos. Cuando finalmente fue capaz de encajarlos juntos, vi que había estado escuchando una tragedia financiera. Frank Henry siempre había
tenido la opinión de que este agradable hombre era demasiado emocional para el juego de Wall Street. Yo no sabía por que, aunque sabía que el hombre siempre conseguía vaciar sus bolsillos jugando con estadounidenses y suizos a los que convencía para que jugaran póker con apuestas altas. En la medida que derramaba las piezas de su triste historia, empecé a pensar que Frank Henry podría haber tenido razón. El hombre tenía problemas en el mercado de valores por la misma razón, probablemente, que tenía problemas en la mesa de póquer. La razón es que, aunque él estaba consciente de lo que debía hacer en diversas situaciones, no siempre ponía la voluntad y el tesón necesarios para hacerlo. El problema particular que le inquietaba aquella noche había comenzado un largo tiempo atrás. Él había comprado un gran paquete de acciones de Wometco, una empresa con intereses en las industrias de la televisión y el cine. El precio aumentó atractivamente, y luego tambaleó. Tenía un buen beneficio, y no veía ninguna razón de peso para que el precio fuera a subir más. Así que, con sensatez, vendió. Pero después, a causa de acontecimientos imprevistos, el precio se cuadruplicó. Esto le sumió en un frenesí de rabia y pesar, el cual se hizo tan grave que se convirtió en pánico a vender nada. Fue presa del temor de que la historia se repitiera inexorablemente, tan pronto como vendiera una acción, esta zumbaría hacia arriba. El temor parecía haberlo paralizado. Hubo operaciones que sabía que debería estar haciendo, pero no podía moverse. Una situación en particular, le atormentaba. Después de cobrar por la venta de Wometco, había puesto la mayoría del dinero en otra compañía TV-movie: Warner Comunicaciones. Él tenía una sólida comprensión de la industria del entretenimiento y, con un mejor control, podría haber hecho un buen trabajo en ella. Su acción de Warner aumentó, una vez más dándole una buena ganancia. La combinación de Wometco-Warner más o menos había casi duplicado su dinero. Suficiente, uno podría pensar. Es hora de salir. Como dice el axioma, tomar su ganancia lo más pronto. Pero él no podía hacer el movimiento. Conservó la acción. Y sin advertencia previa, la división de videojuegos Atari de Warner cayó en un cenagal de problemas. La acción de Comunicaciones Warner perdió cerca de las dos terceras partes de su valor en una vertiginosa caída en picada.
AXIOMA MENOR III Decida de antemano lo que desea obtener de una inversión, y cuando llegue a allí, sálgase.
El propósito del Axioma Menor III es ayudarle a responder a la siempre difícil y con frecuencia paralizantes pregunta ¿Cuánto es suficiente? Como hemos visto, la codicia es la principal razón por la que esta cuestión es tan difícil de contestar. Entre uno mas tiene, más quiere. Esa es la manera como funcionan los seres humanos. Pero hay otro factor que contribuye en gran medida a crear esta dificultad para muchos personas, tal vez para casi todo el mundo. Este es el peculiar hecho de que, como sucede en la especulación, en la medida en que su riqueza crece, cada nueva posición se siente como una posición inicial.
Digamos que comienza con $ 1.000. Usted los pone en una apuesta marginal sobre el precio de la plata. Su corazonada es correcta, y un año más tarde tiene $ 2000. Su dinero se ha duplicado. Eso es bueno. Si pudiera repetirlo todos los años, usted pronto
sería un millonario. Sin embargo, el hecho desconcertante es que no lo siente tan bueno como es. En cambio, usted quiere que el dinero llegue rápidamente y siente como si fuera suyo por algún tipo de derecho. Usted tiende a dar esto por concedido, sobre todo si el dinero llega con bastante lentitud a lo largo del año, en vez de llegar todo junto. En lugar de decir, "¡Hey, como le parece, he duplicado mi dinero!" o "¡Hey, mira esto, tengo un gran botín que yo no tenía antes!" Por el contrario usted se siente como si siempre haya tenido mucha riqueza. Sus $ 2000 no se sienten como una posición que termina sino como el inicio de una nueva posición. Debido a esto, le va a quedar difícil desenredarse de esta aventura. Esto puede parecerle sorprendente si no ha especulado a menudo, o al menos jugado póquer. Puede parecerle extraño, como un pequeño problema que aflige a otros, pero que no va a ocurrirme a mí. Es comprensible que piense así, pero no sea demasiado optimista. El problema afecta a casi todo el mundo en el tiempo. No hay la más remota posibilidad de que usted sea inmune. Usted debe aprender a tratar con el problema cuando se le presente. Hay muchas clases de esfuerzos humanos en los cuales comenzar y terminar son posiciones vistas sentidas, y entendidas claramente. Atletismo, por ejemplo. Cuando un corredor llega al final de carrera de una milla, él o ella saben que es el final. No tratará de correr otra milla con la esperanza de ganar dos medallas de oro en lugar de una. Todas las energías se han agotado. La cinta se rompe; los ganadores se encuentran en el registro de los libros. ¡Eso es todo! Es hora de dejar de trabajar, a descansar, a reunir nuevas energías para otro día. Algunos de esos puntos claros de ruptura existen en el mundo de los juegos de azar y la especulación. En el póker el juego termina, es cierto. En el hipódromo cerca al final del día. Alguna vez en mucho tiempo, en el mercado de valores una empresa en la que ha invertido podría terminar, si es absorbida por una empresa más grande y pasa a ser de propiedad de esta última. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, será necesario que sea usted quien ponga el punto final. Esto es muy, muy difícil de hacer, tan difícil que la mayoría de la gente no lo hace.(La mayoría, de hecho, incluso no comprenden la necesidad de hacerlo.) Pero es una técnica que debe dominar. Es una parte esencial del equipo de un buen especulador. Un final es un momento en que usted se retira, emite un suspiro de alivio, y se relaja brevemente. Al igual que un corredor al final de una carrera, se tiende en el césped a un lado de la pista. Usted piensa, "Bueno, se acabó. He hecho lo que me propuse hacer. He ganado mi medalla. Voy a sentarme aquí un rato y disfrutar de ella". O usted piensa, "Bueno, perdí pero esto terminó. Voy a descansar, a pensar, y planificar. Y mañana correré de nuevo". De cualquier manera, usted ha llegado a su fin. Pero ¿cómo llegar a ver claramente una parada en un mundo donde no hay señales que lo indiquen excepto por la ronda de campanas al final de la jornada? Especialmente cuando las sucesivas posiciones se sienten como una nueva posición inicial. Digamos que ha comprado un puñado de acciones de “Unión Carbide”. O que ha invertido en oro. O es dueño de una casa. Estas son las carreras que no van a "terminar" en forma previsible en cualquier momento en el futuro. Esas son carreras con finales que se pueden ampliar. No se ha elegido arbitrariamente su medida en tiempo o distancia, ningún juez o árbitro le dirá cuándo puede terminar y tenderse en el césped. Se requiere que usted lo haga. Usted es el único que puede hacerlo. La
carrera termina cuando usted dice que termina. El Axioma menor III le indica cómo llegar a este fin. Decidir donde está la meta antes de empezar la carrera. ¿Se hace más fácil operar? No, por supuesto que no. Pero sí hace el ejercicio mucho más fácil que si entrara en cada operación con la idea de que es una carrera sin final. Volvamos al ejemplo que hemos hablado antes. Usted tiene $ 1.000 y apostó en una especulación en la plata. Dígase a si mismo, "voy con el propósito de. . . (sea cual sea la finalidad que quiera, no lo ponga muy grande. Manténgalo relativamente modesto). . . Duplicar a $ 2.000 en dos años, tal vez. O aumentarlos a $ 1.500 dentro de un año. Esa es la línea de meta. Manténgala a la vista en todo el camino a través de la carrera. Y cuando llegue allí, deténgase. Ahora, vea cómo esto le ayuda psicológicamente. Aquí está en la línea de salida con $ 1000, esperando el momento en el que puedan crecer a $ 2000. Usted no está en condiciones de tomar los $ 2000 porque no los tiene todavía y, como seguramente sabe, tal vez nunca los tenga. En este punto, del ejercicio, en la línea de salida, los $ 2000 esperados, se sienten como un premio por el que vale la pena luchar. No se siente como una nueva posición inicial. Se siente como un final. Mantenga vivo ese sentimiento mientras la inversión madura. Nútralo. Hasta cuando alcance su objetivo, a menos que existan realmente razones de peso para no ponerle fin y a su vez, considerar una nueva posición inicial, mantenga la fe en si mismo hasta salir. ¿Cuáles podrían ser estas "razones de peso" para permanecer en una carrera que usted había planeado que tendría un final determinado? Tales razones pueden surgir sólo de un dramático e imprevisto cambio en los acontecimientos y circunstancias que rodean a su inversión. No simplemente un cambio, sino una conmoción. Una nueva situación ha surgido, y esta situación le hace no sólo tener la esperanza, sino más bien la certeza de que la ganancia va a continuar. Por ejemplo, supongamos que está especulando con productos básicos. Tiene algunos futuros de zumos de naranja congelados. Ha llegado a una posición de terminar la operación. Mantiene la fe, está a punto de vender y recibir sus beneficios. Pero entonces oye que una helada ha destruido gran parte de la cosecha de cítricos de Florida. En circunstancias como esta, tal vez sea prudente por lo menos permanecer en la carrera un tiempo y ver qué pasa. Sin embargo, este tipo de situaciones son raras. La mayoría de las veces, se llega a una posición en que todas las señales indican una sola cosa: Se terminó. Una excelente manera de reforzar la "terminación" es la sensación de improvisar algún tipo de recompensa para usted mismo. Una medalla, si se quiere. Su promesa de antemano de que si logra su objetivo determinado, usted tomará algunas de las ganancias y se comprará un coche nuevo o abrigo, o una cadena de cinco vueltas, o algo que le haga feliz. O invite a su cónyuge o un amigo a una ridículamente cara comida en el restaurante del “Ritziest”. El fin de este modo asociándola con algo real, algo concreto, mantiene su interés. Muchos especuladores utilizan esta estrategia psicológica sobre ellos, incluso aunque sean veteranos del juego. Frank Henry se recompensaba a sí mismo con ostras y filetes estilo americano, que amaba y que no eran fáciles de encontrar en su nativa Suiza. Jesse Livermore, que a veces tenía grandes dificultades para terminar sus operaciones, se recompensaba a sí mismo por ganar, con la compra de una nueva pieza para su colección de antigüedades. María la amiga de Gerald Loeb,
se solía comprar un nuevo vestido o traje. Estas recompensas pueden parecer triviales en comparación con las cantidades de dinero apostado (en el caso de Livermore, a veces bastante grandes) pero lo que es importante es el sentido que, incluso esta aparentemente tonta recompensa puede generar. Si funciona para usted, magnífico. Hay muchos consejeros de inversión que fruncen el ceño con este procedimiento. Desde el siglo XVIII, por razones que nadie ha sido capaz de explicar, ha habido una creencia generalizada de que el dinero de la inversión debe ser considerado intocable. Se supone que no debe, gastarlo sobre todo en algo frívolo como un plato de ostras o un nuevo abrigo. Hay una frase especial para ese acto sacrílego. Se llama “invadir al capital”. ¡Y se consideraba vergonzoso! No obstante, Gerald Loeb siempre preguntaba, "¿Por qué tantos problemas por gastar este dinero? ¿Para qué está allí? ¿Para contemplarlo?" Loeb fue posiblemente el primer especulador en decir públicamente, y sin vergüenza aparente, que un inversor/especulador debería gastar algunas de sus ganancias. De hecho, Loeb fue tan lejos como para aconsejar gastar una porción de la ganancia en cualquier actividad al año, si uno ha cerrado una posición. El capital para Invertir, es dinero como cualquier otro dinero, señaló Loeb. No es necesario tenerlo separado y marcado "como intocable". Aunque ciertamente, dan toda clase de buenas razones para defender esta teoría. Que representa la comodidad en su vejez, que es un paracaídas para casos de emergencia, que es algo para dejarles a los hijos, lo que le da una sensación acogedora. Todo esto es bueno. Sin embargo, usted puede divertirse un poco con el dinero también. Tomar un poco de vez en cuando, sobre todo al cerrar una posición, es una buena idea y mejor de lo que generalmente dicen que es. Por esta razón, le aconsejo que mantenga sus capitales especulativos, fácilmente accesible si puede. Esto se logra más fácilmente en algunos instrumentos especulativos que en otros, por supuesto. Si invierte su dinero en una casa o una moneda rara, es posible que tenga que permanecer invertido hasta que encuentre un comprador. Sin embargo cada vez más los bancos están ofreciendo acceso flexible al dinero para resolver este tipo de iliquidez. Por medio de préstamos a bajas tasas de interés. Tal vez usted pueda tramitar alguno de esos. En otros instrumentos especulativos el acceso es más fácil y se hace mucho más fácil con el tiempo. Bancos, corredores de acciones, opciones sobre acciones, materias primas, monedas, y metales preciosos han desarrollado un nuevo e innovador tipo de cuentas para sus clientes en los últimos años. Mantienen todo el dinero en un a especie de extraña canasta financiera llamada “cuenta de gestión del efectivo”, ideada por el corredor, Merrill Lynch. Es una combinación de muchas cosas: Es en parte un cuenta de margen ordinario a través de la cual se puede comprar y vender acciones en la forma tradicional, en parte, una cuenta corriente, y en parte, funciona como una tarjeta de crédito. Cuando los dividendos son pagados, el dinero automáticamente aterriza en este híbrido de cuenta. Si yo no uso el dinero, es transferido a una cuenta de depósito. Si quiero en cualquier momento algo de dinero, todo lo que hago es escribir una orden o usar mi tarjeta de crédito. Los cargos de las tarjetas se pagan directamente de la cuenta. Eso es lo que yo llamo acceso fácil. Es un sistema perfecto para celebrar el final de una operación. Cuando finalizo una posición, salgo con mi esposa para un fin de semana de lujo pecaminoso en Nueva York, utilizando mi tarjeta de crédito.
Estrategia especulativa. Ahora vamos a ver sólo lo que el Segundo Axioma le aconseja hacer. El dice: "Venda lo mas pronto". No espere hasta llegar a sus picos. No espere hasta ganar toda la racha. No estire su suerte. Espere ganar rachas cortas. Al llegar a donde había decidido poner fin a la posición, sálgase, haga esto incluso cuando todo parezca color de rosa, incluso cuando usted esté optimista, incluso cuando todo el mundo a su alrededor esté diciendo que el auge se mantendrá por mas tiempo. La única razón para no hacerlo sería alguna de las nuevas situación que se han planteado, y si esta situación es segura puede esperar por un tiempo. Salvo en tales circunstancias anormales, adquiera el hábito de vender lo más pronto. Y cuando haya vendido, no se preocupe si el mercado sigue en la misma dirección ganadora y usted ya no está. Con toda probabilidad no va a seguir de largo. Pero si lo hace, consuélese pensando en todas las veces en que el hábito de vender lo más pronto le hizo conservar sus ganancias, y que si no se hubiese salido, las hubiese perdido.
AXIOMA MAYOR III SOBRE LA ESPERANZA Cuando el barco comienza a hundirse, no rece. ¡Salte!
El Segundo Axioma era todo acerca de qué hacer cuando las cosas van bien. El Tercer Axioma se trata de salvarse cuando las cosa van mal. Y seguramente, alguna vez irán mal. Usted puede aprovecharse de eso. Debe esperar que aproximadamente la mitad de sus empresas especulativas se convertirán en vinagre antes de haber llegado a las posiciones finales preestablecidas. La mitad de sus conjeturas acerca del futuro saldrán mal. La mitad de los juicios hechos por las fuerzas económicas serán inexactos. La mitad de los consejos que oiga serán malos consejos. La mitad de sus esperanzas están condenadas a no materializarse nunca. Pero ánimo. Esto no significa que esté obligado a perder un dólar por cada dólar que se gane. Si eso fuera cierto, toda esta aventura sería inútil. Esto es cierto sólo para los ineptos. Jugadores profesionales y especuladores manejan las cosas mejor. Ellos avanzan más rápido porque saben qué hacer, y lo hacen sin vacilar, cuando la marea de los acontecimientos se vuelve contra ellos. Saber cómo salir de una situación mala puede ser el más raro de todos los dones especulativos. Es raro porque es difícil de adquirir. Se necesita valor y honestidad, y un coraje que tenga mas filo que una hoja de afeitar. Es una capacidad que separa a los hombres y las mujeres de los niños y niñas. Algunos dicen que es la más importante de todas las herramientas dentro del kit de un jugador/especulador. Un hombre que estaría de acuerdo con aquella declaración es Martin Schwartz, un exanalista de valores que ahora se dedica de tiempo completo a especular con futuros. (La mayoría de los que se dedican de tiempo completo prefieren llamarse "comerciantes", pero nosotros mantendremos nuestra propia palabra: Especuladores.) En 1983, Schwartz aumentó espectacularmente su dinero en un 175 por ciento. Esto le hizo el ganador en los EE.UU. de un Campeonato de trading, un concurso anual patrocinado por una casa de corretaje de materia primas de Chicago y también lo hizo
mucho más rico. Cuando le preguntaron cómo había alcanzado tales resultados, Schwartz respondió en el instante que se necesitaba una capacidad esencial. "Voy a decirle cómo me convertí en un ganador", dijo al New York Times. "Aprendiendo a perder". Se oyen casi idénticas palabras en torno a los casinos de juego. Cuando le preguntaron a Sherlock Feldman qué es lo que hace a un buen jugador de póquer, respondió sin vacilar, "Saber cuándo doblegarse". Un jugador aficionado espera u ora para que no le lleguen las cartas contrarias, pero un profesional estudia cómo va a salvarse, cuando le lleguen. Esta es probablemente la principal diferencia entre los dos. Esto ayuda a explicar por qué un profesional puede ganarse la vida en la mesa de póquer, mientras que un aficionado (si juega contra profesionales), puede llegar a perderlo todo cada vez que juega. La incapacidad para saltar rápidamente cuando el barco se hunde probablemente cuesta a los especuladores más dinero que cualquier otro defecto, y sin duda ha llevado al derramamiento de más lágrimas que cualquier otro tipo de desgracias financieras. "Mantenerse atascado en una empresa perdida es el peor dolor financiero que hay", dice Susan Garner, que recientemente abandonó su trabajo con el Chase Manhattan Bank, a fin de dedicarle tiempo completo a la especulación. Ella ahora es exitosa, pero no siempre lo fue. Se tomó su tiempo para aprender las técnicas y en particular para aprender a perder. En una de sus primeras empresas, recuerda que pagó $ 2000 por una fracción de un pequeño edificio de oficinas suburbanas. El edificio estaba situado en una comunidad “algo soñolienta que parecía a punto de despertar”. Una de las principales carreteras estatales estaba programada para ser construida en la región, y la ruta prevista pasaba a lo largo de uno de los límites de la ciudad. Debido a la proyectada autopista y algunos factores económicos y otros geográficos, todo el mundo esperaba que la ciudad se convierta en un floreciente centro comercial. Cuando esto sucede a una comunidad, por supuesto, los valores de los bienes raíces a menudo se elevan rápidamente, incluido el valor de los espacios para oficinas. La especulación de Susan Garner parecía prometedora. Pero como sucede a menudo, el futuro se aplazó. El proyecto de carretera tuvo problemas de financiación. Una serie de anuncios hablaban de más y más retrasos. Oficialmente se anunció que el proyecto se aplazaba por un año, después se hablaba de dos o tres años, luego que cinco años. Finalmente un funcionario estatal tuvo el coraje suficiente para decir la verdad: Que honestamente no se sabía cuando se construiría la carretera, si es que alguna vez se construía. Con cada anuncio, la fiebre de especulación inmobiliaria se enfriaba un poco. No había anuncio diario de cotizaciones de precios de la parte que Susan Garner poseía del edificio, pero ella no precisaba de publicaciones para saber que cada día perdía más. Ella pensó en vender. "Había personas que compraban mi parte", dijo. "Pero yo sabía que si vendía era perdiendo, y no quería hacerlo. Después del primer anuncio de una demora de un año en la carretera, traté de decime que todo iría bien, que esto era sólo un revés temporal. Todo lo que había que hacer era esperar, y el valor de mis acciones subiría". Luego vino el anuncio de un período de dos o tres años de retraso, entonces, uno de los mayores accionistas del edificio de oficinas, un abogado, ahora se acercó a Susan Garner y le ofreció $ 1500 por su parte. Ella no podía soportar el pensamiento de
perder $ 500, una cuarta parte de su inversión y no acepto, entonces él le ofreció $ 1.600. Ella tampoco aceptó. Como el anuncio de los retrasos se extendía hacia el infinito, el precio cayó en picada. El abogado le ofreció 1.000 dólares. Un poco más tarde redujo la oferta a 800 dólares. Cuanto más caía el precio, Susan Garner se sentía más atrapada. "Ahora ni siquiera tenía la esperanza de volver a recuperar mis $ 2000 ", dice." Yo estaba enojada con mí misma por no tomar $ 1500 cuando pude recibirlos. Me quedé con la esperanza de que mejorara la situación y reivindicara mi juicio. Entre mas bajó el precio, más obstinada me tornaba. Me condenaba si vendía mi cuota de $ 2000 ¡por unos piojosos 800 dólares!" Mientras su dinero estaba atrapado en esta ingrata empresa, otras especulaciones llamaron su atención. Ella quería arriesgarse en muebles antiguos. Le gustó el aspecto del mercado de valores. Un amigo quería vender, a un precio irrisorio, un raro álbum de sellos de correos del siglo XIX que había heredado, y esto también le atrajo. Sin embargo, los $ 2000 atrapados era la mayor parte de su capital especulativo. Ella no podía hacer ningún movimiento hasta que lo liberara. "Finalmente decidí", dice, "que era ridículo dejar congelado el dinero de esta manera". Ella vendió su cuota de $ 750. Y así fue como Susan Garner aprendió la lección del Tercer Axioma. Cuando el barco comienza a hundirse, ¡salte! Nota: Cuando empiece a hundirse, no espere hasta que esté sumergido hasta la
mitad, no rece, no cubra los ojos quedándose ahí temblando. Mire a su alrededor lo que está sucediendo. Estudie la situación. Pregúntese si los problemas en desarrollo tienen alguna probabilidad de ser superados. Busque pruebas tangibles de confianza de que la solución está en camino, y si no ve ninguna, tome medidas sin más demora. Con calma y deliberadamente, antes de que todo el mundo entre en pánico, salte fuera del buque y sálvese. Este concepto puede ser traducido en números, en el caso de que negociase diario por ejemplo con acciones o futuros. La regla de oro de Gerald Loeb es que usted debe vender cuando el precio de una acción haya bajado del 10 a 15 por ciento desde el precio más alto en que se haya cotizado, independientemente de si luego tiene una ganancia o una pérdida. Frank Henry se daba a sí mismo un poco más de margen de maniobra y hablaba del 10 a 20 por ciento. La mayoría de los especuladores avezados operan con reglas muy similares. En todos los casos, la idea es reducir las pérdidas temprano. Tome pequeñas pérdidas para protegerse de las grandes. Para ilustrar, supongamos que ha comprado algunas acciones a razón de 100 dólares cada una. La operación inmediatamente se vuelve difícil, el precio se reduce a $ 85. En este caso, el precio más alto en que nunca se cotizó la acción fue el precio de compra: $ 100. Usted está en el 15 por ciento de ese nivel, por lo que las normas dicen que probablemente debería vender. Mientras no vea una buena evidencia de que habrá algún tipo de mejora en las cosas, salgase. O pongamos un caso más feliz. Compra las acciones a razón de 100 dólares, y salta a $ 120. Usted piensa que va a hacerse rico. ¡Ah que fabuloso día! Sin embargo, a continuación, aparecen algunos inesperados problemas en la operación, y el precio de
su acción vuelve a $ 100. ¿Qué hacer? Usted sabe la respuesta. . . por ahora. En ausencia de razones de peso para pensar que las cosas van mejorar es mejor vender. Sin embargo, saber la respuesta es sólo la mitad del asunto. Hay tres obstáculos que se interponen en el camino de las personas cuando están tratando de llevar a cabo el precepto del Tercer Axioma. Para algunos especuladores, los obstáculos son intimidantemente grandes. Usted debe prepararse psicológicamente para hacerles frente. Se pueden superar si mantiene la calma. El primer obstáculo es el miedo a la depresión, es esencialmente el mismo miedo
que se estudió en el marco del Segundo Axioma. En este caso, lo que temen es que una operación perdedora se convierta en ganadora después de haberse salido. Realmente sucede, y esto duele. Digamos que ha comprado algo de oro en 400 dólares la onza. Se derrumba hasta $ 350. No ve ninguna buena razón que indique una mejoría, así que decide tomar su 12 por ciento de pérdida y vender. Apenas se completó la operación, seis nuevas guerras rompen en cuatro países de América del Sur y entonces las naciones de la OPEP doblan el precio del petróleo, y los mercados de valores de Occidente, se precipitan en colocar sus dólares en el metal amarillo para protegerlos. El precio aumenta a $ 800. ¡Ouch! Sí, duele. Probablemente le va a pasar antes o después. No hay manera de evitarlo. Pero tales reveses repentinos de la fortuna no suceden a menudo. Con mayor frecuencia, una situación que va mal se quedará mal, al menos por un tiempo. Los problemas que causan importantes caídas en los precios especulativos de las entidades (acciones productos básicos, bienes inmuebles), tienden a ser problemas de larga vida. Ellos son lentos para desarrollarse y lentos para desaparecer. Las mayoría de las veces, el camino correcto es la “libertad bajo fianza” cuando un precio al comienzo presenta un apreciable desplome. Hay algunas situaciones en la vida humana, es cierto, en las que puede parecer prudente esperar aún en los malos tiempos. Sin embargo, rara vez es una sabia decisión en lo que se refiere a su dinero. Si deja que se quede atascado en una mala inversión, y si ha habido problemas últimamente, pueden pasar años sin poder usar ese dinero. Estará encerrado, cuando en su lugar, debería estar persiguiendo ganancias para usted en otras, buenas inversiones. El segundo obstáculo a la aplicación del Tercer Axioma es la necesidad de
abandonar parte de una inversión. Esto es demasiado doloroso para algunos. Para consolarle, sin embargo, puedo decirle que se hace menos doloroso con la práctica. Usted está especulando en monedas, vamos a suponer, que haya puesto $ 5000 en una inversión sobre Liras italianas. Su corazonada es equivocada, los tipos de cambio se han vuelto en su contra, y su capital se ha reducido a $ 4000. Probablemente debería vender, siempre y cuando no haya promesa de mejora a la vista. Pero si lleva a cabo la venta, abandona 1.000 dólares. Eso es lo que duele. Y duele tanto que algunos no pueden hacerlo. El instinto del especulador típico es quedarse quieto, con la esperanza de recuperar los 1.000 dólares algún día. Si no domina ese instinto, puede convertirse en un especulador mediocre o sufrir una quiebra. La forma de voltear la situación a su favor, es sacar sus $ 4000 de esta mala inversión y ponerlos en una que le funcione mejor.
La imposibilidad de abandonar una parte de la inversión se convierte en un problema doblemente malo si especula sobre margen (es decir, utiliza dinero prestado para aumentar su apalancamiento). Su situación especulativa entonces, viene a parecerse al más exquisitamente atormentador juego del mundo, el póquer. Vale la pena explorar esta semejanza brevemente. En efecto, estudie el juego de póquer, lo encontrará muy gratificante. Si no está familiarizado con él, participe en alguna de las partidas que organizan los vecinos los viernes por la noche, u organice usted algunas. El póker está diseñado para poner a prueba algunos de los elementos del carácter humano y llevarlo a sus límites. Este juego tiene mucho que enseñarle, sobre la especulación y sobre usted mismo. Al especular con su dinero, es decir, sin utilizar ningún dinero prestado, la vida es relativamente simple. Digamos que usted compra algunas acciones, paga con dinero contante y sonante. No está obligado a hacer nada más que dejar trabajar la inversión. Si el precio de la acción se desploma y usted no quiere salirse, siendo reacio a abandonar cualquier dinero que esté perdiendo, no está obligado a hacer nada. Todo lo que ocurre es que usted se sienta taciturno a dejar pasar el tiempo mientras que su riqueza se reduce. Nadie le pide invertir más dinero en aquella operación. Ahora consideremos el póquer. En una mano de póker, usted debe seguir añadiendo dinero a su inversión si quiere quedarse en el juego. Está llegando a un punto en que, digamos que las probabilidades están en contra de usted; en esta mano es un probable perdedor. Pero ha invertido un montón de dinero en esta partida y no puede abandonar. En contra de su mejor juicio (y de la enseñanza del Tercer Axioma) elegirá quedarse. Esto no es una especulación común y corriente después de todo. Este es el póquer. Para quedarse, tiene que pagar. Si desea ver la próxima carta, debe comprarla. El juego requiere que usted continuamente haga nuevas inversiones de dinero para proteger el dinero que ya está invertido. La especulación sobre margen produce una agonía similar. Usted compra alguna acción, tomando prestado un cierto porcentaje del precio de su agente de bolsa. El porcentaje aceptable es determinado según regulaciones de gobierno, reglas de bolsa, y la política de corretaje individual. La acción queda en manos del agente como garantía para el préstamo. Si bajan los precios de cotización de la acción, su valor como garantía, obviamente, también baja. Esto puede hacer que automáticamente se viole una de las normas sobre porcentajes del margen. A continuación, recibirá la temida "llamada de margen", una amistosa y sensata comunicación en la que su agente le ofrece dos opciones difíciles: Invertir más dinero para cubrir la diferencia, o vender. Usted está sustancialmente en la misma posición que el jugador de póker. Si no está dispuesto a abandonar parte de su inversión, entonces debe invertir más dinero en el negocio. La voluntad para abandonar suele ser la mejor salida. Si no puede cultivar esta fuerza de voluntad en si mismo, para abandonar cuando sea necesario, la especulación de cualquier tipo podría ser difícil para usted, y la especulación sobre margen podría ser desastrosa. El tercer obstáculo para la aplicación del Tercer Axioma la es la dificultad de admitir
que estaba equivocado. Las personas difieren ampliamente en las formas en que