ENTREVISTA CON ALBERTO LAISECA
“La URSS se hundió por falta de imaginación” Cultor del realismo delirante, acaba de publicar “Manual sadomasoporno”. En esta entrevista, el escritor que pudo llegar a una audiencia masiva gracias a la televisión habla de la utilidad de la literatura y las falencias de los escritores más jóvenes, y confiesa que se necesita suerte además de talento y trabajo para ser publicado. Reconocimiento, relaciones de poder y la preocupación por que la obra se olvide luego de su muerte, “como le pasó a Marechal”. Por Sonia Budassi
Dura realidad. “Este no es un mundo de ositos bonachones. Es un mundo alemán, en el sentido de los cuentos de terror alemanes, que son espantosos pero son realidad.” Alguien sabe de qué nacionalidad es Grecia Colmenares?”, pregunta Alberto Laiseca (1941), en su casa, cama y escritorio juntos, botellas de cerveza, ceniceros, biblioteca de libros forrados, gatas dormidas, perro que mira desde mínimo patio interno. Un rato antes, el fotógrafo le pide una sonrisa. El, con pose siniestra como en el célebre programa de cuentos que conducía por I-Sat, o como puede vérselo los jueves a las 22 por Retro presentando películas de terror “ataviado de monstruo”, se niega. “¿Por qué voy a sonreír? Yo soy así. Y además soy fanático de Grecia Colmenares, que no se ríe nunca.” El autor de una obra tan enorme como exótica, cuyo proyecto literario tiene el 1
peso de lo inimitable (¿qué tradición funda?,¿qué herencia deja? Suele decirse que inventó el realismo delirante), sonríe cuando el fotógrafo se va y hace chistes para volver a ser solemne o gentil de una gentileza casi arcaica, caballeresca, aires de misterio como eficaces golpes de efecto, para confirmar la ductilidad de un verdadero actor. “¿Sabe cómo se creó el mito de Los Sorias”, pregunta. “No estaba publicada, era gigantesca, era una epopeya, se pasaban los manuscritos de mano en mano, entonces se empezó a hablar y se construyó el mito, que no ha terminado a pesar de que salió la segunda edición porque, de todas maneras, son pocos los que lo tienen y pocos los que lo han leído pero se sigue hablando de esa novela monumental”. Desde Fogwill hasta Aira o Piglia (que en el prólogo afirma que es la mejor novela luego de Los siete locos) ayudaron, con sus elogiosos comentarios, a que la novela de más de mil páginas fuera publicada. Ahora, el escritor acaba de editar Manual sadomasoporno (Carne Argentina), que parece concebido para competir, por contraste, con su obra más famosa. El libro es pequeño, incluye ilustraciones (“jamás me editaron un libro con una gráfica tan buena, es un objeto de lujo”), y elabora, con humor, las relaciones de poder, esta vez reducidas a un universo íntimo. —“Los Sorias” desarrolla las relaciones de poder a nivel universal, en “Manual...” hay un desplazamiento al ámbito de lo privado ¿Esas relaciones son tan complejas como entre naciones? —Siempre son complejísimas las relaciones entre los humanos. Tiene razón que en Los Sorias las relaciones de poder son sociales, y en el último se concentra en el amor. Pero las verdaderas relaciones de poder en el amor empiezan cuando se termina el amor. Porque antes es una relación de juego. Yo simulo que mando sobre vos, vos simulás que mandás sobre mí. Donde sí empieza el poder en serio es con la patada en el culo. —O sea la mayor cantidad de tiempo; en el libro dice que los comienzos no son eternos pero los finales sí… —Los finales son tan eternos que llegan incluso hasta el otro mundo, donde no hay cerveza ni tetas. Los egipcios antiguos pensaban que habían solucionado el problema, pensaban en otra tierra parecida a ésta, dejaban cerveza, comestibles, codornices en escabeche para los muertos. Pero no sé si lo habrán conseguido o no. Lo que sé es que en México se dejan ofrendas a los muertos. Yo creo que ellos pueden comer, fumar incluso. En el cementerio de la Chacarita la gente hace cosas buenas. Hay un monumento a Gardel, en el que está sonriendo, como siempre, y en su mano tiene los dedos abiertos, y ahí la gente le pone cigarrillos encendidos. Es más, yo creo que Gardel fuma en serio. Si alguna vez vuelvo a la Chacarita, yo mismo le voy a poner un cigarrillo encendido en la mano. — ¿Se puede seguir escribiendo del otro lado? —En ese sentido es un poco como aquí. Allá se escribe, pero nadie te lee. Igual que acá. Así que no se preocupe. — ¿A usted lo preocupa? —Sí, me preocupa... pero seamos elegantes, digamos que no aunque sea mentira.
2
—Pero acá sí lo leen… —Tengo cierto público. Pero hablemos en serio, mire lo que le pasó a Marechal. Me preocupa mucho. El era un socio fundador de la literatura argentina. Su novela Adán Buenosayres es una novela fundacional. A principios del 60 no había nadie, no sólo entre los intelectuales, que no hubiera leído Adán Buenosayres. Ahora no lo lee nadie. En cambio tenemos la avenida Leopoldo Marechal. ¿Y qué ganamos con eso? Me preocupa que me pase lo mismo. — ¿Por dónde debería pasar el reconocimiento? —Hace muchos años alguien, un escritor o dibujante, me dijo que mientras él vivía era medianamente conocido. Ahora que está muerto, está totalmente olvidado (ríe). El objeto llamado carne o cuerpo tiene mucho poder en el sentido de que mientras sigas vivo e hinchado las pelotas, va a haber gente que te siga, te lea, te quiera. Lo difícil es ser querido y leído después de muerto. La obra para la cual uno trabajó, el destino de ella, eso me preocupa... que no se lea. —Además de Marechal, ¿quiénes más fundaron la literatura argentina? —Unos pocos. Esteban Echeverría, como diría Piglia, por El matadero, aunque la ideología de Echeverría no sea de mi devoción. José Hernández... El Quijote iba a decir. Es nuestro Quijote, claro. Roberto Arlt y también Laiseca el magnífico, por supuesto (ríe). — ¿Si tuviera que nombrar otros contemporáneos? —César Aira, Piglia, Fogwill…y más jóvenes pienso en Leo Oyola y Selva Almada. — ¿Qué vicios detecta en la literatura actual? —La falta de imaginación. Se ve que cuando eran chicos no leían historietas delirantes como leí yo. No hablo del Billiken actual sino del de fines del 40. Salían historietas delirantes, como las de Eucalipto y Tumbita. Eran dos personajes bastante zonzos que decían chistes pavotes. Pero abajo, en los zócalos, había unas ratitas que tenían aventuras totalmente divorciadas de lo que estaba sucediendo entre Eucalipto y Tumbita. Eso era totalmente delirante. Además, los personajes iban caminando por una calle y atrás había letreros que no tenían nada que ver con nada: “Compro gato de albañal. Pago bien”. O si no otro, “regalo oro fix”, aparecía continuamente, y nunca se explicaba qué era el oro fix. Eso eran delirios, surrealismo. Entonces, yo me sentía autorizado a delirar a partir de esas locuras. —Ha dicho que los cuentos de terror tienen una suerte de función didáctica, que hay que leérselos a los chicos... —Claro, pero no expurgados, por favor. Los originales. En primer lugar, se van a cagar de miedo. Pero no importa eso porque a ellos les gusta. Y segundo, están aprendiendo. Este no es un mundo de ositos bonachones, es un mundo duro. Un mundo alemán, en el sentido de los cuentos de terror alemanes, que son espantosos pero son la realidad. Entonces, hay que saberlo para poder defenderse. Tenés que saber que dando vuelta a la
3
esquina pegadita a la pared –nunca lo hagas- te puede esperar un monstruo. Por supuesto que no vas a dejar de dar vuelta a la esquina, pero alejate porque no sabés quién viene, o si alguien está acechando en el umbral, como diría Lovecraft. —O sea que la literatura sirve para la vida. — ¿A que no sabés para qué sirve? Para la física teórica, para la economía. Por eso la Unión Soviética se hundió. Por falta de imaginación. Y quién sería capaz de decir “matemos el arte, total funcionamos igual”. Este es un mundo de vasos comunicantes. El arte, en cualquiera de sus formas, se encuentra en vaso comunicante con la física, la economía. Es la misma imaginación. No es una cosa dividida, es el mismo potencial de imaginación que luego se aplica a otras cosas. Si cuando usted era chica aprendió a delirar, pudo haber sido un buen físico teórico. Eso que aprende de pequeño lo va a poder aplicar a la economía, a cualquier cosa. Sin imaginación, todo se destruye. —En “Aventuras de un novelista atonal” se muestra que en un libro intervienen muchas personas... —Muchísimas, pero hay que decir que no basta con el genio y el trabajo: además hay que tener una enorme dosis de buena suerte. — ¿Y en qué ocasiones tuvo mala suerte con un libro? —Estoy a punto de cumplir 67 años, publiqué dieciocho libros y no fui traducido a ningún idioma. —En el programa de los cuentos retomaba la tradición oral. ¿Funciona para ganar lectores? —Por supuesto. Ese era el más ambicioso de mis proyectos. La televisión tiene muchos males pero muchos bienes también, es neutra. Podés hacer porquerías, y funcionan. Podés hacer cosas buenas, y también funcionan. — ¿Por qué la televisión es neutra e Internet no? —Porque está en manos de los pibes, que no han madurado. En Corea del Sur se hizo un estudio entre chicos de 12 a 17 años que eran genios de Internet. Pasaban siete horas por día trabajando en esa vaina y eran los que tenían notas más bajas en la escuela. No habían leído un solo libro y se sentían orgullosos de eso. Así serán las consecuencias. — ¿No hay forma de que Internet estimule la capacidad creativa? —A Internet la hicieron los humanos con un buen propósito, y si tenés un pasado de lectura no te va a hacer mal. Si necesitás, por ejemplo, datos para una novela sobre Vietnam, empezás a consultar los archivos electrónicos de la época y vas a estar en mejores condiciones para escribir. Pero si tenés entre 12 y 17, eso te mata. Esos chicos van a ser los futuros economistas, físicos, químicos y, el cielo me libre, literatos. Ahí está el problema.
4
03/Nov/04
Alberto Laiseca: "Con el humor se envuelve lo insoportable" Página/12 entrevistó a Alberto Laiseca con motivo del relanzamiento de Los Soria, su obra cumbre, de la que hasta hoy se publicaron apenas 350 ejemplares. (Página/12) Los Sorias podría ser, por el título, una saga familiar española, pero es una epopeya de más de 1300 páginas que se desarrolla durante el reinado mundial de tres dictaduras: Soria, Unión Soviética y Tecnocracia. Este libro, un monumento a la excentricidad del último escritor excéntrico de la literatura argentina, pronto se transformó en un mito de circulación clandestina: muchos hablaban de la novela, pero pocos la habían leído. Alberto Laiseca tardó diez años en escribirla -la terminó en febrero de 1982-, más de 16 en publicarla (una primera edición de apenas 350 ejemplares, en 1998) y hasta se tomó el trabajito de medirla: tiene 30.000 palabras más que el Ulises de Joyce. Según Ricardo Piglia, "es la mejor novela que se ha escrito en la Argentina desde Los siete locos". Pero el embrión de la historia empezó cuando el escritor tenía nueve años. "Estaba muy solito y la única defensa que tenía, en un ambiente injusto, era la imaginación: creaba seres poderosos que hacían todo lo que querían, que era todo lo contrario de mi vida personal. Con mi pandilla, allá en Camilo Aldao, fue la única vez que tuve una tecnocracia física y verdadera. Tenía seis chicos bajo mi mando despótico. Es la única victoria que tuve", dice Laiseca en la entrevista con Página/12, y sus carcajadas guturales resuenan en el austero y pequeño departamento en el que vive, en Caballito, con dos gatas -madre e hija- y dos perros. "Les decía que yo tenía una cueva secreta instalada en algún lugar, llena de soldados. Y ellos se lo creían, hasta me lo creía yo." La historia de Los Sorias (que acaba de publicarse por Gárgola Ediciones, en una tirada de 1500 ejemplares, que incluye un mapa, dibujos y pentagramas) arranca en una pensión: Personaje Iseka abre los ojos y se enfrenta con sus compañeros de pensión: Juan Carlos y Luis Soria, que no lo dejan vivir en paz y le preguntan para qué escribe y por qué. "Los Sorias aniquilan al enemigo por saturación", piensa Iseka, que vive justo en el límite de la ciudad compartida entre sorias y tecnócratas, y decide cruzar la frontera e instalarse en Monitoria, ciudad capital de Tecnocracia, donde gobierna Monitor, un dictador que se cree dueño de la verdad, un iluminado que odia la música dodecafónica y la pintura abstracta —porque son artes sin trascendencia—, y que está empecinado en hacer campañas contra los contrabandistas de fósforos a pilas. Por aquellos días, el mundo estaba dividido políticamente en tres grandes "potencias" — Soria, Tecnocracia y la Unión Soviética— y varios países satélites: Chanchín del norte, Chanchín del sur, Califato de Córdoba, Protelia, Protonia Oriental, Musaraña y Baskonia, entre otros. Novela llena de absurdos y de delirios laisequeanos, en Soria todos se apellidan Soria; en Tecnocracia, todos se apellidan Iseka, y para Monitor, los vagabundos y linyeras son como animales mágicos. —Joyce decía que con el Ulises les había dejado trabajo a los críticos para 300 años. ¿Algo similar sucederá con Los Sorias?
5
—Ojalá (risas). Pero me toca vivir en un mundo un poco más extraño que el de Joyce. Cuando era adolescente, las divisiones políticas eran muy grandes, nos agarrábamos a bollos derechas, izquierdas, centros, liberalismos y conservadurismos. En lo que todos coincidíamos era en que había que leer. Ahora, en cambio, cada vez se lee menos y hay que luchar para que la obra quede. Es una guerra total contra la pérdida del tiempo de los chicos, que en vez de leer libros juegan con los jueguitos electrónicos o chatean al pedo. — ¿Cómo se generó el mito de Los Sorias? Muchos hablaban de la novela, sin que estuviera publicada. —Piglia, Aira y Fogwill leyeron el original y ellos se encargaron de hablar de la obra. Y entonces se generó un mito: esa obra larguísima y buenísima que casi nadie había leído. El mito tiene una gran fuerza porque hace que la gente se interese, busque el libro y haga sacrificios para tenerlo. La primera edición de Los Sorias, si bien era limitada, de 350 ejemplares, se vendió toda. No se vendió en el día, porque no soy best-seller; me encantaría, pero no lo soy. Soy long-seller. —En la novela desarrolla una concepción sobre el poder. ¿Cambió mucho ese análisis a la luz del presente? —¿Qué hacer con el poder? Estoy a favor del poder, hay que tenerlo. Como decía Lao Tse: "El que desee perder poder, primero deberá tener poder", porque no podés perder lo que nunca tuviste. Para mí, el poder hay que aplicarlo de manera humana. Por eso, la novela también se refiere a la humanización del dictador y del poder, que son motores sincrónicos: ninguno puede funcionar sin el otro. No cambió mucho la cuestión del poder en la realidad porque se siguen cometiendo los mismos errores garrafales. No hemos podido humanizar el poder. La gente no aprende nada. — ¿Por qué suele decir que no hay diferencia entre la teología y la ontología? —Me parecen divisiones artificiales. No hay diferencia alguna entre la teología, la ontología, la metafísica, porque son una misma cosa. Si hablamos en términos estrictamente metafísicos, los filósofos discuten hasta el día de hoy los problemas del ser y la nada, pero además habría que agregarle el problema del anti-ser, que no tocó ningún metafísico. El anti-ser existe, desea la destrucción del universo que no fue capaz de crear. Desgraciadamente, nosotros, los humanos, le estamos haciendo el juego al anti-ser porque estamos muy corrompidos a nivel ontológico o teológico, que para mí es lo mismo. Doblamos las rodillas frente al Dios del Mal y así nos va: aumenta la intolerancia y la deshumanización. —¿Qué haría si usted estuviera en el lugar del despótico Monitor? —Duraría aproximadamente 15 días como gobernante, pero no porque me fueran a derrocar, sino porque me moriría de estrés por la responsabilidad (risas). Cuando suben al gobierno, los políticos están con las sonrisas de oreja a oreja, chochísimos. Pero en la antigua China, cuando el emperador le daba a alguien un alto cargo, los amigos se acercaban a darle el pésame, no iban a felicitarlo: "Me nombraron ministro, ¡qué horror!". Ahora, no; todos chochos porque se van a llenar los bolsillos. Al que tiene
6
amor por el pueblo, y lo nombran en un cargo importante, se muere de estrés. No lo podés soportar porque te vas a encontrar absolutamente solo. —¿El humor en su escritura se propone conjurar estas realidades? —Sí, por supuesto. No sólo los lectores sino yo mismo no podría soportar mi propia obra. ¡Qué si no el humor nos ha sostenido en este tiempo terrible! El sentido del humor no quiere decir masturbación, sino que lo que decís está envuelto para que sea soportable. Pero el que quiere mirar, lo ve. No escribo críptico, está todo clarísimo. —¿Qué piensa de lo que escribió Piglia en el prólogo de su libro: "es la mejor novela que se ha escrito después de Los siete locos"? —Se quedó corto (risas). No se trata de ver quién es más genial. Eso es una estupidez. Lo que sí importa es que en nuestra literatura argentina hemos tenido socios fundadores: Roberto Arlt es un mojón, un punto de partida importantísimo, como lo es Leopoldo Marechal. Piglia lo ha dicho muchas veces: la narrativa argentina empieza con El matadero, de Esteban Echeverría, y tiene razón. Pero por qué no agregar el Martín Fierro, de José Hernández, y ciertamente Adánbuenosayres. Porque si decimos que mi obra es la mejor de toda la Argentina, desde que vino Pedro de Mendoza hasta hoy, estaríamos cometiendo una injusticia. Porque hay que estar en el cuero de Arlt, con las cosas que le pasaron, con lo que tuvo que luchar contra la pobreza, y la obra genial y delirante que nos dejó. Piglia se niega a negar a Arlt y me parece perfecto. Yo tampoco lo niego: ni a Arlt ni a Marechal.
Alberto Laiseca Bibliografía Alberto Laiseca Bibliografía •
"Su turno para morir". Novela. Alberto Laiseca, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 1976.
•
"Aventuras de un novelista atonal". Novela. Alberto Laiseca, Sudamericana, Buenos Aires, 1982. "Matando enanos a garrotazos". Cuentos. Alberto Laiseca, Buenos Aires, 1982. "Poemas chinos". Poesía. Alberto Laiseca, Buenos Aires, 1987. "La hija de Kheops". Novela. Alberto Laiseca, Emecé, Buenos Aires, 1989. "La mujer en la muralla". Novela. Alberto Laiseca, Tusquets Editores, Buenos Aires, 1990. "Por favor, ¡plágienme!". Ensayo. Alberto Laiseca, Editorial Beatriz Viterbo, Rosario (Argentina), 1991. "El jardín de las máquinas parlantes". Novela. Alberto Laiseca, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1993. "Los Soria". Novela. Alberto Laiseca, editorial Simurg, Buenos Aires, 1998.
• • • • • • •
7
• • • • • • •
"El gusano máximo de la vida misma". Novela. Alberto Laiseca, Tusquets Editores, Buenos Aires, 1999. "En sueños he llorado". Cuentos. Alberto Laiseca, Fundación Municipal de Cultura, Ayuntamiento de Cádiz, España, 2001. "Gracias Chanchúbelo". Cuentos. Alberto Laiseca, editorial Simurg, Buenos Aires, 2002. "Las aventuras del profesor Eusebio Filigranati". Novela, Alberto Laiseca, Intezona Editora, Buenos Aires, 2003. "Cuentos de terror". Cuentos. Alberto Laiseca, Interzona Editora, Buenos Aires, 2004. "Beber en rojo". Novela. Alberto Laiseca, Grupo Editor Altamira, Buenos Aires, 2004. "Los Sorias". Novela. Alberto Laiseca, editorial Gárgola, Buenos Aires, 2004. Reedición.
Algunas formas de la esperanza Su obra ya comenzó a tener un poco del mucho interés que merece. Escribió Los sorias, una novela de unas 1.400 páginas, que ha sido elogiada, entre otros, por Aira, Fogwill, y Piglia. Esta entrevista ha sido realizada en Buenos Aires el 20 de julio de 2003, por el director de la revista Macedonio, que está escribiendo un ensayo sobre este autor argentino.
Por Martín Riva*
[email protected]
1. Cuba y los sistemas de gobierno - La parte que a mí me interesaría saber es (usted me contaba y yo leí varias entrevistas): su relación con Cuba. ¿Por qué lo atrae Cuba? (Al mismo tiempo me pregunto a mí, ¿por qué me atrae Cuba?) - Hay varias cosas. Es largo de contar, pero bueno, vamos a ver si podemos sintetizarlo. Yo toda la vida odié al bolchevismo, y lo sigo odiando. Pienso que distorsionaron todo; entre otras cosas el socialismo. Entonces, el bolchevismo, para lo único que sirvió es para alejarlo
8
a uno del socialismo. Luego de la caída de la Unión Soviética, todo se volvió más claro. Y la necesidad del auténtico socialismo se echa en falta. Entonces, pese a que yo odié al comunismo de Cuba durante toda mi vida, después del 91 empecé a acercarme a él; no al comunismo, pero sí a la independencia cubana, y a las cosas buenas que están haciendo. Aunque hagan muchas cosas malas, hacen muchas cosas buenas que a mí me interesan. Acá, en Argentina, hemos tenido recortes y recortes y recortes (exigencia del Fondo Monetario Internacional). Los primeros en sentir los recortes son: la salud, la educación (la educación de todos, la salud de los pobres, que no se pueden pagar algo privado), la investigación científica. Tuvimos científicos de primera agua aquí, como Sadosky, Rebeca de Guber, Babini (José Babini), que fueron los que primero, a fuerza de pulmón, hicieron la primera computadora argentina. Empezaron a perseguirlos, a echarlos, con una excusa o con otra. Finalmente nos quedamos sin investigación científica; ya empezó en la época de Onganía, y después siguió y siguió y siguió. Maradona no es santo de mi devoción (no importa por qué). Pero de todas maneras, él dijo una cosa que me parece muy importante, y a la cual yo adhiero. Dijo Maradona: "Cuando yo estuve en Cuba, a ningún niño he visto descalzo o vestido con harapos, como sí he visto en mi país". Sabe qué, en eso tiene razón. Yo, cuando estuve en Cuba, invitado por Casa de las Américas (no es que me llevaban adonde querían, sino que yo me escapaba), me metía por lugarcitos... eran todos negros en los bares adonde yo me iba a leer mis trabajos, para lo que había sido convocado ahí, a Cuba. Me tomaba una cervecita cubana, un ron, así, junto con el pueblo. Eran todos negros; yo era el único blanco. Si más cubano no se puede ser. Ahí no había mentira. Comían su sanguchito, tomaban su cervecita. Me asomaba a la ventana; veía pasar a los niños cubanos. No va a pensar que el gobierno ponía esos niños para Alberto Laiseca, que es tan importante, ¿verdad? Pero niños todos bien calzados, todos bien vestidos, como dice Maradona. Pero eso es cierto. Pero yo no voy a negar lo que es verdad, señor mío. Por otra parte, ahí, en la vieja Cuba, había toda una cosa, una corrupción muy grande con el amigo Batista, y todo lo otro, ¿no?: el paraíso de los gángsters, y toda la vaina. A mí me parece muy horrible la Cuba anterior. Con la Cuba que vino después tampoco estaba de acuerdo yo, y sigo sin estar de acuerdo. Pero al lado de lo que puede llegar a ser, de lo que son nuestros países, que están bajo la pata del Fondo Monetario Internacional. Fíjese que ni siquiera digo: "bajo la pata del capitalismo". Estoy diciendo: "bajo la pata del Fondo Monetario". Porque el Fondo Monetario es una aberración hasta para los mismos capitalistas; también a ellos les va a cagar la vida. Porque el capitalismo esencial se basaba en la producción, y acá se basa simplemente en el saqueo, en el robo de los otros pueblos. Y eso se está notando ya en la economía de los Estados Unidos. Ellos están, cada vez, produciendo menos. Aunque la economía norteamericana aún es fuerte, cada vez tienen más déficit y más problemas, porque están confiando en el Fondo: que el Fondo les va a traer, de nuestros países pobres, riquezas para enjuagar sus déficits. Y eso es anticapitalista, o sea como que ni siquiera los capitalistas ya son capitalistas, porque ahora están dominados también ellos por la idea del Fondo; que los beneficia hoy, y los va a perjudicar mañana. Y a nosotros nos ha perjudicado todo el tiempo. En ese sentido me he acercado a Cuba, ¿no? Sigo siendo anticomunista, sigo siendo un anticomunista, que apoya a Cuba, porque esa es la vaina. Porque así de contradictorio es todo hoy. No me gusta ser contradictorio; me molesta mucho. Pero no tengo más remedio. Mientras exista esa mierda del Fondo Monetario Internacional, que es enemigo hasta del propio capitalismo, pues, uno, como ciudadano, entra en contradicciones, ¿no?, que no se pueden evitar. - La contradicción nace de la imposibilidad de poder elegir algo que a uno le guste. - Claro querido, seguro; usted lo ha dicho. - ¿Pareciera como que el capitalismo está condicionado para el fracaso, hoy en día? - En realidad todos los sistemas están condenados al fracaso; lo sabemos ya desde Sumer, Acadia, Babilonia, el Imperio Asirio, los romanos. Doce años gobernaron, imperaron los espartanos en Grecia, y después cayeron. Atenas duró mucho más; después también cagó fuego. Cometieron errores muy serios. No se trata del fracaso. Todos contenemos el fracaso en definitiva, y siempre vendrá la muerte. Para los sistemas o para las personas consideradas individualmente. Pero hay maneras y maneras de fracasar. Se pueden postergar las caídas y los fracasos. Si bien todo muta, todo pasa, nada puede quedar,
9
eternamente, porque no pertenece a la naturaleza humana ni al universo (el perdurar), sí pueden lograrse postergaciones muy interesantes, muy importantes. Pero podríamos tener capitalismo, pero un capitalismo mucho más potable y humano. Eso sí podría tenerse. Y duraría mucho más. Si invade totalmente al pedo al pueblo de Irak (como se hizo), y cosas por el estilo, pues entonces se está acelerando el fin. George Bush se creía muy poderoso, y miren: empiezan a tener bajas todos los días, ahí, en Irak. Uno no puede hacer lo que quiere, porque el mundo es una máquina, ontológica, tan compleja, que siempre te sale el tiro por la culata si querés hacerte el imperial. Los propios romanos, que creían que podían hacer lo que querían, finalmente cagaron fuego, por su crueldad inútil. Ellos produjeron las rebeliones de esclavos, primero; el cristianismo, después, que se los comió; finalmente vinieron los bárbaros, y los tragaron. Todo, ¿por qué? Por la soberbia de creerse los únicos y los poderosos. Y así es como después te traga la historia. - Usted decía una vez, que su obra está muy relacionada con el poder? - Yo no estoy en contra del poder. El poder es necesario. Sino en cómo usarlo al poder. Ese es el gran estudio, y creo que ese es el gran problema eterno, desde la época de los antiguos egipcios, ¿no?, hasta hoy. Casi diría de la protohistoria, hasta hoy; los albores de la historia, hasta hoy, ¿no es cierto?
2. Paciencias Hablábamos sobre la paciencia que debe tener todo escritor. Entonces, Laiseca me dijo: "Una paciencia de chino. Una paciencia de chino hay que tener. Cuando uno empieza en estas jodas de la literatura, cree que hay que tener paciencia para ser un gran escritor. Esa es la gran paciencia. ¡Está equivocado! Esa es sólo la primera paciencia. Después viene la segunda: que te publiquen. Y después viene la tercera paciencia, que es en la cual estoy todavía: que te reconozcan tu obra, ¿por qué no?, internacionalmente. En esa tercera paciencia, todavía estoy."
3. Cuentos de terror A propósito de su programa de televisión, donde narra cuentos de terror, le pregunté si ya estaba cerca de la literatura de terror, o si se acercó para ese trabajo. A lo cual me respondió que sí; que durante toda su vida estuvo cerca, no sólo de la literatura de terror, sino, también, del cine de terror. Ejemplificó su gusto por el cine de terror con estos nombres: Christopher Lee, Peter Cushing, Vincent Price, Natán Pinzón, Peter Lorre, Bella Lugosi, Lon Chaney. Luego le dije: - ¿Qué fue lo que le produjo, a favor, trabajar en el programa de televisión? - Muchas cosas, muchas cosas. Me volvieron las ganas de escribir, por ejemplo. La respuesta de la gente. Yo estaba muy apaleado; estilo perro apaleado. Por muchas razones; no sólo literarias, sino personales. Y de repente el programa de I-Sat me levantó el espíritu. Gente desconocida, de pronto, que me detiene en la calle, me felicita, como me ha pasado (varias veces). Y gente conocida que me ve... conocidos que me dicen: "Che, hablé con alguien. No te conoce, pero dice: ´Ah... vos sos amigo del escritor. Yo lo vi en televisión´". Todo eso potencia. - Pero siempre lo que importa es su obra de literatura. - Sí... mi obra de literatura, pero esto también me importa. Es un nuevo medio de expresión para mí: es una expresión actoral. Hasta que uno no la hace, no sabe que la tiene en realidad, o que es capaz de hacerla.
10
- Yo, mientras miraba el programa, el otro día, pensaba que una de las razones que lo motivaron, tal vez, a hacer eso, fue que la gente ya no lee. - Todo coincide, sí; todo coincide. La gente ya no lee, pero por lo menos escucha. - Y usted vendría a cumplir el papel del narrador. - Sí. Esa es una idea que tuvo una mujer que me hizo un reportaje muy lindo para una revista. Tiene razón. Sí. En la Edad Media era lo único que se hacía, pues la gente no sabía leer. Había muy pocos libros; estaban encadenados a las paredes, como digo yo en ese reportaje. Y ahora un poco como si no supiéramos leer de nuevo; otra vez no se lee como si no supiéramos leer. Caricatura de Capi Anriquez **
- Entonces hay que salir a... - Salir a contar. Y quién te dice, a lo mejor, a causa de eso, por ahí, la gente se decida a volver a leer. - No hay duda. - Claro; esa es la vaina. - Como para finalizar, le quería preguntar si usted cree... - Y otra cosa más... Me preguntaste cuántos valores había tenido el programa para mí. Otro más: yo, curiosamente, no sé por qué, yo que he amado desde niño el género de terror... mi fantasía siempre se puso por otros lados. Muy rara vez he tocado el terror. Y ahora con la inspiración de I-Sat, se me empiezan a ocurrir historias de terror y cositas... Los cuentos de la negra Tomasa (esos que me están pasando por I-Sat, que son míos), los saqué, justo ahí, como inspirado por esta vaina.
4. Intelectuales y sociedad - ¿Usted cree que el intelectual (de hecho lo debe creer) debe cumplir alguna función social? - Y sí... La idea es cambiar el mundo, y cambiarlo para bien, supongo. - Y hoy en día no se toma en cuenta eso. - No. Y desgraciadamente hace ya mucho tiempo, hace ya mucho, mucho tiempo, que los intelectuales más valorados son los más nihilistas. Hay mucho dolor y cosas horribles en mi vida, y en el mundo se ven cosas que llevan a uno al nihilismo. Pero eso uno no se lo puede permitir. Porque ser nihilista es tomar fotos de la realidad, pero fotos realistas, no fotos
11
creadoras. Entonces, uno debe ser un verdadero fotógrafo: crear en lo que fotografía. Crear: dar una cosa que no estaba antes, ¿entiende? Dar esperanza; dar esperanza. Se han olvidado de esa virtud teologal: de la esperanza. Que es muy importante. Por ejemplo: no cabe la menor duda que una obra de teatro como Esperando a Godot, es una obra genial. Soy el primero en reconocerlo. Pero es una obra muy jodida; es una obra nihilista. Es lo que le gusta a la gente; a mí no me gusta el nihilismo. Reconozco el genio de Beckett, y otros tipos por el estilo. Pero me hinchan las pelotas con esas cosas. Es confirmar... como si uno diera más todavía de lo que ya hay. Para eso mejor quedarnos en casa; nos vamos a Balcarce, empezamos a trabajar en la papa, nos olvidamos de todo; yo me vuelvo a mi pueblo, trabajo la tierra, como hacen muchos amigos míos en mi pueblo. Bueno, está muy bien eso, pero, si uno tenía un propósito intelectual, de cambiar algo, cambiar algo, entonces no puede agregar más cosas a las que ya hay. El nihilismo es una sustancia, es un gas y un líquido corrosivo. Para lo único que sirve es para joder ontológicamente a la gente. No puede uno permitírselo como intelectual; no se lo puede permitir. No importa cuántas sean las tentaciones que se nos ofrezcan para caer en el nihilismo. Es preferible, escúcheme, callarse la boca. Durante un año y nueve meses yo estaba para la mierda; hace muy poco. No escribía. Bueno, no escribía para no escribir cosas nihilistas. - Yo pensaba que pareciera como que siempre los grandes escritores y las personas que se preocuparon por algún tipo de cambio, han tenido que sufrir la soledad. - Ah... seguro. - ¿Usted, ahora, la está sufriendo, junto con otros intelectuales? ¿Usted se siente aislado de otra gente? - Las cosas nunca vienen solas m´hijo. Nunca hay aislamiento de una cosa. Hay aislamientos de los afectos, aislamientos ontológicos, filosóficos, de muchas clases. Y suelen venir todos juntos, por paquetes astrológicos. Estamos peleando para tratar de eliminar el aislamiento. Y, ¿quiere que le dé un secreto, que tiene que ver con lo que le dije antes? Si logra en un sector, es porque lo logró romper al bloqueo en todos los lados al mismo tiempo. Porque solamente así se rompen en serio los bloqueos. Siempre por paquetes astrológicos completos. O es: ¡sí! O es: ¡no! Pero siempre: ¡absoluto, y paquete completo!. Actualmente Alberto Laiseca narra cuentos de terror por I-Sat
Entrevista al escritor Alberto Laiseca: “Lo que no es exagerado no vive” El autor de “Los Sorias” llegó a Santa Fe en el marco del II Argentino de Literatura organizado por la Universidad Nacional del Litoral, que se desarrolló en el Foro Cultural en 2006. En diálogo con El Litoral, se refierió a su trabajo como escritor, a sus “maestros” y a su pertenencia al “realismo delirante”. Retrato de un artista atípico.
12
Original, provocador, “maldito” para algunos dentro de la literatura argentina, Alberto Laiseca (Rosario, 1941) es uno de los escritores más reconocidos en el actual panorama de las letras nacionales, con fama y prestigio en ascenso. Fue convocado para disertar en el II Argentino de Literatura que organiza la UNL, en el marco de la mesa de Narración Oral “La palabra como espectáculo”, junto a Sergio Martínez y Marcela Sabio, con la coordinación de Adriana Falchini, pero antes dialogó con este periodista. -¿Sobre qué tema va a exponer?-Es uno que me importa muchísimo: el monstruo en el arte. Mi principio rector ha sido que lo que no es exagerado no vive, tanto en mi vida privada como en el arte. Vos sabés que el diccionario define a la palabra monstruo como único en su especie, o sea, no necesariamente ha de ser malo, pero sí único. Fijate vos que una obra maestra como el “Ulises”, de Joyce, es un monstruo, porque es único en su especie… 1.450 PÁGINAS -Bueno, a propósito, lo que señalaban muchos críticos literarios sobre su novela “Los sorias” es que es más larga que el `Ulises’… -Sí, lo es. Y lo sé porque hice el cálculo tipográfico (…) -Digamos que fue escrita hace mucho tiempo y también que se mantuvo inédita y formaba parte de una suerte de tesoro mítico de la literatura argentina, hasta 1998. -Ya que era un libro tan gordo, la única manera de conseguir editor alguna vez era volverla mítica (risas). Ahí, un editor arriesgó y ganó, porque le fue bien económicamente… La obra tiene 1.450 páginas. -Entre otras tantas referencias, por ejemplo, Ricardo Piglia dijo que era la mejor novela de la literatura nacional desde `Los Siete Locos’ de Arlt y fue celebrada también por César Aira… -Sí, y Rodolfo Fogwill, también. Yo empecé a escribirla sin saberlo, a los 9 años. era un chico muy solo y la única defensa que tenía era fabricar mi mundo imaginario, con soldados de mentirita… La terminé a los 41 años, en 1982. Y, después, pasé 16 años tratando de que me la publicaran. Me lo tomé con gran paciencia, de chino… -Usted sabía que la propuesta de una obra de esa extensión no era lo usual para la industria editorial argentina… -Sí, claro, pero como yo siempre les digo a mis alumnos: “¿Ustedes saben el tamaño que deben tener las obras? El que deben tener”. No es cuestión de hacerlas más largas al p… ni más cortas. No hay que gobernarse por esas cosas porque, si no, la obra se frustra (…) Era forzoso que fuese tan larga, porque tenía muchas cosas para decir, hay toda una cosmovisión (…) El primer capítulo es absolutamente realista y, a partir de ahí, casi en seguida entra en delirio. SOBRE EL REALISMO DELIRANTE -Lo que destaca la crítica, fundamentalmente, es su originalidad… -No es que la haya buscado, sale lo que sale. Lo único que usted como escritor puede hacer es restringirse, autocensurarse, para que no lo castiguen, en un período militar, por ejemplo… Pero, si no, uno no se propone hacer una cosa. No es que uno se propone ser distinto de todos, sale naturalmente (…) Si usted se lo propone, ya está demostrando que es igual a todo el mundo (risas). -¿Qué vendría a ser el “realismo delirante”, que es una especie de categoría en la cual se lo incluye? -Es un profundo respeto por la realidad, pero con delirio; en la cuerda floja del delirio (…) A la realidad la distorsiono con el delirio: magnifico algunas cosas, a otras las achico, precisamente para que pueda verse mejor… (El Litoral, 2006)
13
Alberto Laiseca: "A mí ahora me asustan las cosas bien concretas"
In situ. Laiseca en su casa, junto a sus gatos, durante la entrevista con Señales. Atrás, su biblioteca con la mayoría de los libros forrados de blanco. (Foto: E. Mac Allister) Le gusta manejar la escena. Hay como una sospecha de premeditación, pero algo le impide correr las máscaras. En todo caso, es interesante ese juego de enmascararse y desenmascararse. De alguna manera el protagonista, escritor, logra transmitir que puede mover los personajes, los propios o los que endosa a su interlocutores. Como cuando era chico, se aferra a sus mundos imaginarios. Pero Alberto Laiseca (1941) ya no le tiene miedo a la oscuridad, sí a las almas oscuras. Su risa es como una ventana a universos extraños, obliga a desconfiar. Sabe usarla, como en el final de la entrevista cuando advierte sobre lo complicado de la Luna, "sobre todo cuando se pone sangrienta". Es que el Conde Laisek, como suele presentarse, prestó al escritor sus dotes histriónicas para pasearlas por el Centro Cultural Parque de España. Repitió así su rito de encantar narrando cuentos de ciencia ficción y terror. "Terror, terror", reforzaría, durante el reportaje. Señales logró dialogar con Laiseca unos días antes de su paso por Rosario. Una llamada previa había concertado la entrevista para un lunes, a las 19.30. En ese contacto también se le avisó que lo contactaría un fotógrafo. "Está bien, que me llame", dijo, parco. El siguiente encuentro, también telefónico, fue justo en el horario de la cita. Tras un saludo formal, Laiseca pidió un minuto, quería apagar el televisor. Una manera de marcar el territorio. El reportaje sería en el suyo, sin dudas. Explicó, luego, sobre una necesaria interrupción cuando llegara el fotógrafo: "Usted esperará en línea. Mientras, yo le abriré la puerta. Empecemos entonces". Imposible negarse. —En internet existe una polémica en torno a si usted es o no rosarino. —Ah, sí, sí, yo nací en Rosario, en un hospital. Estuve muy pocos días allí, por eso yo no me considero rosarino, eso más allá del afecto que tengo por Rosario y los rosarinos. Yo nací rapidito, mi mamá se repuso pronto y de ahí nos fuimos a Unquillo, estuvimos tres meses y de ahí definitivamente a Camilo Aldao, provincia de Córdoba, que es el 14
lugar que yo considero mi lugar, porque en ese pueblito me crié. Uno es de dónde se cría. — ¿Aún conserva en su casa una foto de la plaza principal de Camilo? —Por supuesto. Me la regaló la Municipalidad de Camilo. — ¿Ese pueblo es el territorio primigenio de su imaginación? —Y si, seguro, porque ahí aprendí a leer. Mi padre... yo tuve una malísima relación con mi padre, aunque debo agradecerle dos cosas, que me iniciara en el hábito de la lectura y en la música. Papá escuchaba mucha música clásica y eso me sirvió a mí. Fue el primero que me pasó El Fantasma de la Opera, que lo había publicado la revista Leoplán. Lo he leído tantas veces en distintas versiones, por lo menos veinte, y la mejor de todas las traducciones es la primera. El fantasma allí está más chispeante, hace unos chistes terribles... (imposta la voz) ¡La Carlota canta esta noche como para hacer caer...! (Su voz se transforma como en una risa sorda) Hay muertos y heridos. — ¿Y qué otras lecturas acompañaron su infancia? —Otras revistas e historietas que me hicieron también crecer mucho. Billiken, el Pato Donald. Mi tío Enrique me sabía traer libritos de aventuras. De Rider Haggard, Ayesha, el retorno de Ella, y Las minas del rey Salomón. Después, también muchísimos libros de la editorial Abril, de la colección Pequeños Grandes Libros. Mickey, Donald, Pluto, Pete Pata de Palo. Yo he ido recuperando esos libritos, comprándolos, tengo 40, son carísimos. — ¿Usted colecciona libros o busca esos en particular? —Sólo busco esos porque buscar las historietas de mi infancia es una tarea sin esperanza. Por ejemplo, el Pato Donald es raro conseguirlo, están cerrados, para abrirlos hay que comprarlos. Sí en cambio compro Pequeños Grandes Libros. Pero ahora no son para los niños, sino para los adultos, para coleccionistas. — ¿Y ahora está buscando Espaghetti (Popeye), según aparece en un blog (www.albertolaiseca.blosgspot.com)? —Sí, exactamente. Es un blog que abrieron alumnos míos, porque yo no manejo esas cosas. Ahora estoy buscando un Espaghetti y un Mickey. Si alguien los tiene, yo los pago. —Los juegos infantiles, en particular en los varones, tienen estrecha relación con los relatos épicos y mundos imaginarios. ¿Así empezó la cosa en su caso? —Absolutamente, es así. Recortaba figuritas de las revistas, y si me faltaban las dibujaba yo mismo y las recortaba. Organizaba ejércitos (se ríe), grandes cuerpos de ejércitos que combatían contra otros. Al principio era todo tipo mundo antiguo, con hachas, espadas, después pasé a tanques, aviones. La tecnología fue creciendo. — ¿Y de eso se acordaba cuando escribió Los Soria? 15
—Si, claro. En realidad Los Soria surgió, yo no lo sabía, cuando tenía 9 años. La única manera de defenderme de mi padre era la imaginación, yo me sentía el último orejón del tarro, y él me lo hacía sentir. Entonces una manera de ser poderoso era en el mundo imaginario que, por supuesto, era el único que tenía a mi disposición. Sin darme cuenta así fue que fui edificando Los Soria. —Entonces ese territorio de su infancia puede ser llamado el territorio fundante del realismo delirante. —Por supuesto. —Habría que poner una placa. —Ah, sí, sí... cómo no, allá, en Camilo Aldao, donde fue la casa de mi padre. Ahora vive otro médico en esa mismísima casa, algo curioso. Toda vez que puedo voy a Camilo, ahora hace tres años que no voy por cuestiones de dinero o trabajo. Cuando voy recorro, me encuentro con gente que conocí de chico. —¿Se encuentra aún con algunos de sus amigos de la infancia a quienes usted asustaba mostrándose poderoso con sus ejércitos? —Sí, con algunos de ellos. —¿Cuándo sintió que la escritura era su deseo? —Fue poquito a poco. Usted sabe lo que dijo el premier soviético Mijail Sergéyevich Gorbachov: "Ya no tenemos lugar adónde retroceder". Se lo dijo al pueblo ruso. Y bueno, a ellos les salió mal la cosa, yo lo mismo, ya no tenía lugar adónde retroceder. Escribía muy mal. —¿Y quién le dijo que escribía muy mal? —Yo mismo, pero igual... se aprende a nadar nadando (risas). Y bueno, una vez que me liberé de mi padre, empecé a liberar mi imaginación, a crecer en la literatura, muy poquito a poco. Eso lleva décadas. —¿Qué fue lo primero que escribió o en lo que se recuerda como escritor? —Algunas obras que lamentablemente se han perdido, una obra de teatro que a Norman Briski le gustó mucho. Pero se perdió en uno de esos naufragios, y yo tuve varios. —¿Sus múltiples oficios de joven también tuvieron que ver con escapar de su padre? —Por supuesto, necesitaba un tratamiento de shock, empezar todo de nuevo. —Y estudió ingeniería química en Santa Fe. —Sí, también. Tocan la puerta, ya vuelvo ... (el silencio es lo único que se escucha, y la imaginación, claro, que no emite sonido alguno) Llegó el fotógrafo. Sigamos... En Santa 16
Fe sufrí mucho, porque la ingeniería no era lo mío, lo mejor que me pasó allí fue el cine Doré, donde pasaban triples de monstruos y de ciencia ficción. Ahí compré la primera versión que leí en mi vida de Alicia en el País de las Maravillas y Alicia en el País del Espejo. —Usted suele decir que es un autor long seller, en vez de best seller. —Así es, uno quisiera vender todo rapidito para ganar más dinero. Pero tengo un público fiel que no me abandona, lo que me da una esperanza para el futuro. No certeza, acá no hay certeza de ninguna especie. —Bueno, la televisión debe ayudar en eso, y además fue su lanzamiento como actor. —Sí así fue, me lanzó como actor y me potenció como escritor porque se empezaron a vender más libros míos. La contada de libros de terror se terminó, duró tres años, pero ahora empezamos algo muy distinto, donde yo hago de consultor sentimental en el canal América. Yo creo que es bueno, a uno siempre lo consultan (se ríe, esta vez con picardía). He sido consultor de ex novias, viudas, yo tengo viudas aún en vida (risas). — ¿Por qué el terror y los monstruos atraen? —En primer lugar porque existen, empecemos por ahí. Hacen crecer la fantasía, a mi me ayudó a crecer mucho esa vaina. Los cuentos de terror que contaban las viejitas en Camilo Aldao. Papá me lo había prohibido terminantemente, yo iba igual, después no podía dormir de noche. Pero, bueno, ese es el precio que hay que pagar por el crecimiento. — ¿Y qué era lo que lo asustaba más? —El monstruo que vivía abajo de la cama. Ese era el peor de todos. Cosa curiosa o no tanto mi monstruo era in abstractum. Sí, porque era mi padre, tardé décadas en darme cuenta que era mi padre. El subconsciente no quiere deschavarse, no quiere admitir la realidad. "No, si papá es bueno, no puede ser el monstruo que vive abajo de la cama". Pero era él. — ¿Y ahora qué lo asusta? —La realidad, la sociedad no va bien. Hay muchos problemas económicos, es algo universal. Problemas que conocemos todos, pero por conocerlos no dejan de existir y de asustarnos. A mí me asustan ahora las cosas bien concretas. Yo ahora ya no le tengo miedo a la oscuridad, pero si le tengo miedo a la oscuridad de las almas. A eso sí le tengo mucho miedo, a las almas oscuras que en multitud de ocasiones hasta nos gobiernan y todo. No siempre, pero sí a veces. —Dentro de esas almas oscuras usted ha nombrado al FMI, más que al capitalismo. —Al FMI lo odio, lo que pasa es que efectivamente el capitalismo es jodido pero, ¿sabe qué? los otros son peores (risas), así que no tenemos muchas opciones. Yo dije que
17
hasta el propio capitalismo lo iba a sufrir. Y algo de eso viene pasando. Igual ahora todos lo llaman para darle miles de millones de dólares para que los "distribuyan". Son nuestros salvadores, lástima que yo no les crea. — ¿Y usted qué cree? —Yo no creo en ninguna doctrina política. — ¿Ninguna? —Yo no lo veo. — ¿Y cómo debería funcionar la cosa, entonces? —En parte con capitalismo y en parte, socialismo. Una mezcla. Lo cierto es que no se puede dejar a la gente sin educación, sin salud, sin techo. Es criminal. Y al mismo tiempo yo no me opongo a que la gente gane dinero, tienen que haber las dos cosas. — ¿Qué lee hoy? —Más bien estoy estudiando. Los cuentos que llevaré a Rosario. Espero que le guste a la gente, que lo disfrute, que esté contenta y la pase bien. —Y qué le pareció la propuesta de leer bajo la Luna. — Me gusta mucho (silencio). Es complicada la Luna, sobretodo cuando se pone sangrienta —
|
CAPÍTULOS DE UN ENSAYO SOBRE Y A PARTIR DE LA NOVELA Los sorias DE ALBERTO LAISECA
Los sorias 18
Escribe Martín Riva
[email protected] 1. Fechas Suele decirse que Alberto Laiseca demoró 10 años en escribir su novela Los sorias. Ahora bien, esta cifra sólo hace referencia a una parte de la escritura, es decir, a la escritura propiamente dicha: desde comenzado el escrito hasta su conclusión, en el año 1982. Pero no se tiene en cuenta que antes de esta versión, que fue la publicada, hubo tres más, que han sido destruidas por el propio Laiseca pues no lo satisfacían. Además, como dije, la escritura tiene varias etapas, y no todas pueden contabilizarse en tiempo; una de esas etapas es la vida del autor junto a esa idea, que luego será una obra. ¿Cuándo se le ocurre a un escritor una idea por primera vez? Es imposible saberlo con precisión, al menos por ahora. Tampoco es posible rastrear con certeza el momento en que algo nos influye en el inconsciente, ni lograrlo con respecto a la influencia de los factores genéticos y culturales. Por eso, creo que lo recomendable es hablar de la fecha de conclusión y de la fecha de publicación, y no de la demora verdadera de un proceso literario. Sobre la publicación de la novela, sólo diré que se hizo posible, recién en 1998, con la ayuda de César Aira, que fue quien la recomendó a la editorial. (Más o menos, por esos meses, Aira estaba editando en Simurg, sello editorial que terminó publicando la novela.) El análisis de esta demora, por no tratarse de un hecho aislado, sino que ha pasado muchas veces algo idéntico o similar, lo dejaré para otro trabajo, donde analizaré este y otros aspectos. 2. La utilización del poder Los sorias, como todas las obras maestras de la literatura, puede ser leída de muchas y distintas perspectivas, o desde la misma perspectiva pero de diferentes maneras. Esto no siempre tiene que llevar a contradicciones, y mucho menos a la exclusión de otras lecturas, aunque a veces ocurre. La pluralidad interpretativa es una característica de las obras maestras y de las obras clásicas, y Los sorias es una obra maestra, se convierta o no, con los años, en un clásico de la literatura universal. La perspectiva que ahora abordaré es la perspectiva del poder. La obra de Laiseca, en su conjunto, está relacionada con el poder, pero aquí sólo hablaré de Los sorias, salvo que considere necesario abordar otra parte de la obra de Laiseca. Entre otras cosas, Los sorias es una novela sobre el poder y la utilización del poder. Los dos primeros capítulos, titulados respectivamente, "Los enemigos de pieza" y "El discurso", marcan el tema del poder (que se desarrolla durante la novela) y sus extremos: el poder en la vida cotidiana, que podríamos llamar mínimo (Personaje Iseka y su relación con los enemigos de pieza), y el poder en el gobierno de un Estado, que podríamos llamar máximo (Monitor Iseka y su comportamiento como dictador). Es cierto que existen, en la novela, y 19
fuera de la novela, otras formas máximas y mínimas del poder, y entre ellas sus graduaciones. La novela nos muestra que el poder, en cualquiera de sus formas y medidas, no es un enemigo en sí, fuerte y cruel como suele verse a los poderosos, sino que el poder está diseminado por el universo, y deja de ser un enemigo para transformarse en un medio, ya sea para la libertad o la opresión, nuestra o ajena, de un hombre, de pocos, o de todos los hombres. 3. La visión del universo La visión del mundo y del universo que expresa Laiseca en Los sorias es la misma que la de otros autores, como Dostoievski, Joyce o Kafka: el mundo resulta opresivo, no sólo para un individuo con intereses distintos a la gran mayoría, sino, también, para la propia mayoría, que oprime a las minorías, o deja que se las oprima, pero que a su vez se oprime (reprime) a sí misma. Ahora bien: si todos estos autores están de acuerdo en que el mundo y el universo son opresivos, la respuesta a esta opresión varía según el caso. Kafka, en El proceso, nos deja la imagen de que es imposible deshacerse de la opresión, y que la única variante es el aislamiento, cosa no menos trágica. Joyce, por su parte, en el Ulises, se burla de cada uno de los personajes y de ciertas situaciones, mostrando que vivir un día en Dublín, hacia principios del siglo XX, equivale a los años de regreso de Odiseo a Ítaca, y su posterior lucha y triunfo con los pretendientes de su esposa, Penélope, cantada por Homero en la Odisea. (La libertad final de Odiseo no nos hace olvidar la opresión anterior.) Además, Joyce, también se burla de escritores y lectores, pues cada capítulo ridiculiza ciertas maneras de escribir y leer. Recuérdese que cada capítulo de la novela está escrito con un estilo distinto. Pienso que suele obsesionar a muchos esta característica del Ulises, pero me parece que no tienen en cuenta que se trata de otra forma de ahondar la burla o parodia. Por último, quiero hablar de Dostoievski. En Crimen y castigo, luego de haber narrado el mundo opresivo donde vive Raskólnikov, Dostoievski finaliza la novela con esperanza, pero no la esperanza estúpida de creer que todo saldrá bien porque sí, sino que existe la posibilidad coherente de que Raskólnikov y Sonia sean libres o felices. Transcribo el último párrafo de Crimen y castigo: "Pero aquí ya empieza una nueva historia, la historia de la gradual renovación de un hombre, la historia de su tránsito progresivo de un mundo a otro, de su conocimiento con otra realidad nueva, totalmente ignorada hasta allí. Esto podrá constituir el tema de un nuevo relato..., pero nuestra presente narración termina aquí." El final de Crimen y castigo plantea la posibilidad coherente de desarrollarse y lograr la libertad en un mundo opresivo (y no estoy refiriéndome a la supuesta salida de Raskólnikov de la cárcel). Los sorias comienza desde una posibilidad de este tipo: el hecho de que Personaje Iseka abandona a los sorias y se va junto a los tecnócratas. Luego hablaré de cómo se hace realidad esta esperanza de desarrollarse, de ser libre en un mundo opresivo
20
ENTREVISTA CON EL ESCRITOR ARGENTINO ALBERTO LAISECA Algunas formas de la esperanza Por Martín Riva
[email protected] 1. Cuba y los sistemas de gobierno —La parte que a mí me interesaría saber es (usted me contaba y yo leí varias entrevistas): su relación con Cuba. ¿Por qué lo atrae Cuba? (Al mismo tiempo me pregunto a mí, ¿por qué me atrae Cuba?) —Hay varias cosas. Es largo de contar, pero bueno, vamos a ver si podemos sintetizarlo. Yo toda la vida odié al bolchevismo, y lo sigo odiando. Pienso que distorsionaron todo; entre otras cosas el socialismo. Entonces, el bolchevismo, para lo único que sirvió es para alejarlo a uno del socialismo. Luego de la caída de la Unión Soviética, todo se volvió más claro. Y la necesidad del auténtico socialismo se echa en falta. Entonces, pese a que yo odié al comunismo de Cuba durante toda mi vida, después del 91 empecé a acercarme a él; no al comunismo, pero sí a la independencia cubana, y a las cosas buenas que están haciendo. Aunque hagan muchas cosas malas, hacen muchas cosas buenas que a mí me interesan. Acá, en Argentina, hemos tenido recortes y recortes y recortes (exigencia del Fondo Monetario Internacional). Los primeros en sentir los recortes son: la salud, la educación (la educación de todos, la salud de los pobres, que no se pueden pagar algo privado), la investigación científica. Tuvimos científicos de primera agua aquí, como Sadosky, Rebeca de Guber, Babini (José Babini), que fueron los que primero, a fuerza de pulmón, 21
hicieron la primera computadora argentina. Empezaron a perseguirlos, a echarlos, con una excusa o con otra. Finalmente nos quedamos sin investigación científica; ya empezó en la época de Onganía, y después siguió y siguió y siguió. Maradona no es santo de mi devoción (no importa por qué). Pero de todas maneras, él dijo una cosa que me parece muy importante, y a la cual yo adhiero. Dijo Maradona: "Cuando yo estuve en Cuba, a ningún niño he visto descalzo o vestido con harapos, como sí he visto en mi país". Sabe qué, en eso tiene razón. Yo, cuando estuve en Cuba, invitado por Casa de las Américas (no es que me llevaban adonde querían, sino que yo me escapaba), me metía por lugarcitos... eran todos negros en los bares adonde yo me iba a leer mis trabajos, para lo que había sido convocado ahí, a Cuba. Me tomaba una cervecita cubana, un ron, así, junto con el pueblo. Eran todos negros; yo era el único blanco. Si más cubano no se puede ser. Ahí no había mentira. Comían su sanguchito, tomaban su cervecita. Me asomaba a la ventana; veía pasar a los niños cubanos. No va a pensar que el gobierno ponía esos niños para Alberto Laiseca, que es tan importante, ¿verdad? Pero niños todos bien calzados, todos bien vestidos, como dice Maradona. Pero eso es cierto. Pero yo no voy a negar lo que es verdad, señor mío. Por otra parte, ahí, en la vieja Cuba, había toda una cosa, una corrupción muy grande con el amigo Batista, y todo lo otro, ¿no?: el paraíso de los gángsters, y toda la vaina. A mí me parece muy horrible la Cuba anterior. Con la Cuba que vino después tampoco estaba de acuerdo yo, y sigo sin estar de acuerdo. Pero al lado de lo que puede llegar a ser, de lo que son nuestros países, que están bajo la pata del Fondo Monetario Internacional. Fíjese que ni siquiera digo: "bajo la pata del capitalismo". Estoy diciendo: "bajo la pata del Fondo Monetario". Porque el Fondo Monetario es una aberración hasta para los mismos capitalistas; también a ellos les va a cagar la vida. Porque el capitalismo esencial se basaba en la producción, y acá se basa simplemente en el saqueo, en el robo de los otros 22
pueblos. Y eso se está notando ya en la economía de los Estados Unidos. Ellos están, cada vez, produciendo menos. Aunque la economía norteamericana aún es fuerte, cada vez tienen más déficit y más problemas, porque están confiando en el Fondo: que el Fondo les va a traer, de nuestros países pobres, riquezas para enjuagar sus déficits. Y eso es anticapitalista, o sea como que ni siquiera los capitalistas ya son capitalistas, porque ahora están dominados también ellos por la idea del Fondo; que los beneficia hoy, y los va a perjudicar mañana. Y a nosotros nos ha perjudicado todo el tiempo. En ese sentido me he acercado a Cuba, ¿no? Sigo siendo anticomunista, sigo siendo un anticomunista, que apoya a Cuba, porque esa es la vaina. Porque así de contradictorio es todo hoy. No me gusta ser contradictorio; me molesta mucho. Pero no tengo más remedio. Mientras exista esa mierda del Fondo Monetario Internacional, que es enemigo hasta del propio capitalismo, pues, uno, como ciudadano, entra en contradicciones, ¿no?, que no se pueden evitar. —La contradicción nace de la imposibilidad de poder elegir algo que a uno le guste. —Claro querido, seguro; usted lo ha dicho. —¿Pareciera como que el capitalismo está condicionado para el fracaso, hoy en día? —En realidad todos los sistemas están condenados al fracaso; lo sabemos ya desde Sumer, Acadia, Babilonia, el Imperio Asirio, los romanos. Doce años gobernaron, imperaron los espartanos en Grecia, y después cayeron. Atenas duró mucho más; después también cagó fuego. Cometieron errores muy serios. No se trata del fracaso. Todos contenemos el fracaso en definitiva, y siempre vendrá la muerte. Para los sistemas o para las personas consideradas individualmente. Pero hay maneras y 23
maneras de fracasar. Se pueden postergar las caídas y los fracasos. Si bien todo muta, todo pasa, nada puede quedar, eternamente, porque no pertenece a la naturaleza humana ni al universo (el perdurar), sí pueden lograrse postergaciones muy interesantes, muy importantes. Pero podríamos tener capitalismo, pero un capitalismo mucho más potable y humano. Eso sí podría tenerse. Y duraría mucho más. Si invade totalmente al pedo al pueblo de Irak (como se hizo), y cosas por el estilo, pues entonces se está acelerando el fin. George Bush se creía muy poderoso, y miren: empiezan a tener bajas todos los días, ahí, en Irak. Uno no puede hacer lo que quiere, porque el mundo es una máquina, ontológica, tan compleja, que siempre te sale el tiro por la culata si querés hacerte el imperial. Los propios romanos, que creían que podían hacer lo que querían, finalmente cagaron fuego, por su crueldad inútil. Ellos produjeron las rebeliones de esclavos, primero; el cristianismo, después, que se los comió; finalmente vinieron los bárbaros, y los tragaron. Todo, ¿por qué? Por la soberbia de creerse los únicos y los poderosos. Y así es como después te traga la historia. —Usted decía una vez, que su obra está muy relacionada con el poder? —Yo no estoy en contra del poder. El poder es necesario. Sino en cómo usarlo al poder. Ese es el gran estudio, y creo que ese es el gran problema eterno, desde la época de los antiguos egipcios, ¿no?, hasta hoy. Casi diría de la protohistoria, hasta hoy; los albores de la historia, hasta hoy, ¿no es cierto? 2. Paciencias Hablábamos sobre la paciencia que debe tener todo escritor. Entonces, Laiseca me dijo: "Una paciencia de chino. Una paciencia de chino hay que tener. Cuando uno 24
empieza en estas jodas de la literatura, cree que hay que tener paciencia para ser un gran escritor. Esa es la gran paciencia. ¡Está equivocado! Esa es sólo la primera paciencia. Después viene la segunda: que te publiquen. Y después viene la tercera paciencia, que es en la cual estoy todavía: que te reconozcan tu obra, ¿por qué no?, internacionalmente. En esa tercera paciencia, todavía estoy." 3. Cuentos de terror A propósito de su programa de televisión, donde narra cuentos de terror, le pregunté si ya estaba cerca de la literatura de terror, o si se acercó para ese trabajo. A lo cual me respondió que sí; que durante toda su vida estuvo cerca, no sólo de la literatura de terror, sino, también, del cine de terror. Ejemplificó su gusto por el cine de terror con estos nombres: Christopher Lee, Peter Cushing, Vincent Price, Natán Pinzón, Peter Lorre, Bella Lugosi, Lon Chaney. Luego le dije: —¿Qué fue lo que le produjo, a favor, trabajar en el programa de televisión? —Muchas cosas, muchas cosas. Me volvieron las ganas de escribir, por ejemplo. La respuesta de la gente. Yo estaba muy apaleado; estilo perro apaleado. Por muchas razones; no sólo literarias, sino personales. Y de repente el programa de I-Sat me levantó el espíritu. Gente desconocida, de pronto, que me detiene en la calle, me felicita, como me ha pasado (varias veces). Y gente conocida que me ve... conocidos que me dicen: "Che, hablé con alguien. No te conoce, pero dice: ´Ah... vos sos amigo del escritor. Yo lo vi en televisión´". Todo eso potencia.
25
—Pero siempre lo que importa es su obra de literatura. —Sí... mi obra de literatura, pero esto también me importa. Es un nuevo medio de expresión para mí: es una expresión actoral. Hasta que uno no la hace, no sabe que la tiene en realidad, o que es capaz de hacerla. —Yo, mientras miraba el programa, el otro día, pensaba que una de las razones que lo motivaron, tal vez, a hacer eso, fue que la gente ya no lee. —Todo coincide, sí; todo coincide. La gente ya no lee, pero por lo menos escucha. —Y usted vendría a cumplir el papel del narrador. —Sí. Esa es una idea que tuvo una mujer que me hizo un reportaje muy lindo para una revista. Tiene razón. Sí. En la Edad Media era lo único que se hacía, pues la gente no sabía leer. Había muy pocos libros; estaban encadenados a las paredes, como digo yo en ese reportaje. Y ahora un poco como si no supiéramos leer de nuevo; otra vez no se lee como si no supiéramos leer. —Entonces hay que salir a... —Salir a contar. Y quién te dice, a lo mejor, a causa de eso, por ahí, la gente se decida a volver a leer. —No hay duda. —Claro; esa es la vaina. —Como para finalizar, le quería preguntar si usted cree... —Y otra cosa más... Me preguntaste cuántos valores había tenido el programa para mí. Otro más: yo, curiosamente, 26
no sé por qué, yo que he amado desde niño el género de terror... mi fantasía siempre se puso por otros lados. Muy rara vez he tocado el terror. Y ahora con la inspiración de I-Sat, se me empiezan a ocurrir historias de terror y cositas... Los cuentos de la negra Tomasa (esos que me están pasando por I-Sat, que son míos), los saqué, justo ahí, como inspirado por esta vaina. 4. Intelectuales y sociedad —¿Usted cree que el intelectual (de hecho lo debe creer) debe cumplir alguna función social? —Y sí... La idea es cambiar el mundo, y cambiarlo para bien, supongo. —Y hoy en día no se toma en cuenta eso. —No. Y desgraciadamente hace ya mucho tiempo, hace ya mucho, mucho tiempo, que los intelectuales más valorados son los más nihilistas. Hay mucho dolor y cosas horribles en mi vida, y en el mundo se ven cosas que llevan a uno al nihilismo. Pero eso uno no se lo puede permitir. Porque ser nihilista es tomar fotos de la realidad, pero fotos realistas, no fotos creadoras. Entonces, uno debe ser un verdadero fotógrafo: crear en lo que fotografía. Crear: dar una cosa que no estaba antes, ¿entiende? Dar esperanza; dar esperanza. Se han olvidado de esa virtud teologal: de la esperanza. Que es muy importante. Por ejemplo: no cabe la menor duda que una obra de teatro como Esperando a Godot, es una obra genial. Soy el primero en reconocerlo. Pero es una obra muy jodida; es una obra nihilista. Es lo que le gusta a la gente; a mí no me gusta el nihilismo. Reconozco el genio de Beckett, y otros tipos por el estilo. Pero me hinchan las pelotas con esas cosas. Es confirmar... como si uno diera más todavía de lo que ya hay. Para eso mejor quedarnos en casa; nos vamos a Balcarce, empezamos a 27
trabajar en la papa, nos olvidamos de todo; yo me vuelvo a mi pueblo, trabajo la tierra, como hacen muchos amigos míos en mi pueblo. Bueno, está muy bien eso, pero, si uno tenía un propósito intelectual, de cambiar algo, cambiar algo, entonces no puede agregar más cosas a las que ya hay. El nihilismo es una sustancia, es un gas y un líquido corrosivo. Para lo único que sirve es para joder ontológicamente a la gente. No puede uno permitírselo como intelectual; no se lo puede permitir. No importa cuántas sean las tentaciones que se nos ofrezcan para caer en el nihilismo. Es preferible, escúcheme, callarse la boca. Durante un año y nueve meses yo estaba para la mierda; hace muy poco. No escribía. Bueno, no escribía para no escribir cosas nihilistas. —Yo pensaba que pareciera como que siempre los grandes escritores y las personas que se preocuparon por algún tipo de cambio, han tenido que sufrir la soledad. —Ah... seguro. —¿Usted, ahora, la está sufriendo, junto con otros intelectuales? ¿Usted se siente aislado de otra gente? —Las cosas nunca vienen solas m´hijo. Nunca hay aislamiento de una cosa. Hay aislamientos de los afectos, aislamientos ontológicos, filosóficos, de muchas clases. Y suelen venir todos juntos, por paquetes astrológicos. Estamos peleando para tratar de eliminar el aislamiento. Y, ¿quiere que le dé un secreto, que tiene que ver con lo que le dije antes? Si logra en un sector, es porque lo logró romper al bloqueo en todos los lados al mismo tiempo. Porque solamente así se rompen en serio los bloqueos. Siempre por paquetes astrológicos completos. O es: ¡sí! O es: ¡no! Pero siempre: ¡absoluto, y paquete completo!.
28
Alberto Laiseca: “Hay que leer, es la única salvación” El escritor rosarino, autor de Los Soria y recordado por su participación en un programa de I Sat, llega a la Feria del Libro para hablar de “La importancia del monstruo en los niños”. Allí leerá en público tres cuentos de terror. 20-09-2008 Fernando Toledo
[email protected] Una habitación en penumbras, con pocas pero duras luces. Unos bigotes que surgen desde la sombra. Y una voz que viene a contar una historia perturbadora. Si usted quiere el retrato que de Alberto Laiseca tiene todo aquel que no ha leído sus libros vigorosos, ése es el que resultará, luego de aquel memorable ciclo Cuentos de terror en el que el rosarino nacido 1941 oficiaba de narrador oral en el canal I Sat. Pero ese retrato, que le dio a Laiseca una fama (también) televisiva, será refrendado hoy, cuando el autor llegue a la Feria del Libro “Mendoza en sus letras y sus ideas” para hablar de “La importancia del monstruo en los niños” y leer, sí, de nuevo y con su voz cavernosa, tres cuentos de terror (ver agenda aparte). Antes de su llegada, y aunque un poco reticente a adelantar su charla de hoy, Laiseca respondió las preguntas de Escenario y develó un dato desconocido: que vivió dos temporadas en Mendoza, hace más de 40 años, trabajando de peón de campo. –Su participación en la Feria de Mendoza se titula “La importancia del monstruo en los niños”. ¿Cuál es esa importancia? –Como yo fui niño, puedo asegurarte que el terror estimula la creatividad, hace que los niños presten más atención al mundo. Los verdaderos problemas son los monstruos, créeme. Y entre los monstruos de fuera y dentro de la cabeza creo que no hay muchas diferencias. –A la hora de divertirse, la lectura debe competir con otras atracciones: los videojuegos, la tele... –Sí, pero hay que mostrarles este otro mundo, que por suerte les gusta. –¿Cómo hago para que mis hijos lean? –Dales Pinocho. El auténtico de Carlo Codolli, en lo posible en un libro
29
que tenga dibujitos monstruosos. Eso ayuda: por ejemplo, el episodio del gato y el zorro, cuando los hijos de puta lo quieren ahorcar... –Curiosamente muchos lo conocen como un narrador oral de cuentos, gracias a su programa de I SAT. ¿Cómo es convertirse en un narrador de cuentos de terror? –Fue algo muy positivo. Y me acercó justamente a los niños, que me interesan sobremanera. Ellos son nuestra continuación. Y he observado que cada vez leen menos, lo cual nos da un futuro sombrío como raza humana. Yo pienso que con mis cuentos, en la televisión, estimulé la lectura. –Hablando de miedos, en una entrevista reflexionaba usted sobre un miedo personal: ser un escritor recordado, pero no por lo que escribía. ¿Pensó que eso podía pasarle con una novela suya tan gruesa (1.500 páginas) como Los Soria? –Sí que puede pasar, si nadie lee más nada por supuesto que nadie va a leer Los Soria. Por supuesto, uno trata de defenderse como gato panza arriba y dar todas las bases posibles para que la gente se interese y no se olvide de lo que uno hace. Pero... todo depende de los padres, caballero. Los padres son los que tienen que estimular a los niños a la lectura. Si los dejan a la que te criaste, los niños van a buscar el menor esfuerzo. Hay que leer, es la única salvación. –Estuvo 10 años escribiendo Los Soria y pasaron otros tantos para que consiguiera publicarla. Se convirtió en toda una leyenda sin haberse editado... –Y es que precisamente el hecho de haberse hecho legendaria antes de editarla fue lo que permitió su publicación. Y que hablaran bien de ella gente que la había leído, como Piglia o César Aira. Allí reflexiono sobre el poder, la humanización, el amor. La verdad, mis temas de siempre. –No puedo, por una cuestión “gremial” digamos, dejar de preguntarle por su viejo libro de poemas, Poemas chinos, reeditado en 2005. Allí juega con lo apócrifo. ¿Hay más obra poética de Laiseca? –Escribo muy poca obra poética. Y todo lo que he escrito está incluido en mis otros libros. En La mujer en la muralla (1990) hay un largo poema y hay poemas fúnebres, en honor a una esposa que falleció. El juego fue contar una historia de China a través de esos versos. –Pareciera que no puede separar lo lírico de lo narrativo... –Ni puedo ni quiero. La verdad, es usted el primero que me lo dice, pero es muy cierto. –¿Viene por primera vez a Mendoza? –No, allí estuve durante dos temporadas para trabajar como peón de campo, en Maipú y Tupungato. Fue en 1964 y 1965. Era un trabajo duro pero necesario. Me cagué de hambre y de frío y llegaba a mi choza 30
completamente agotado. Pero era necesario. Tenía varios lugares para ir a trabajar, el Chaco por el algodón y Tucumán por la zafra. Pero me decidí por Mendoza. –Ahora lo trae la literatura. ¿Puede vivir de ella? –¡No! ¿Qué te creés, que estamos en Reino Unido?
El realismo delirante no se rinde Las aventuras del Profesor Eusebio Filigranati Alberto Laiseca Interzona Buenos Aires, 2003 212 págs. por Ignacio Miller El Profesor Eusebio Filigranati vive en una costosa propiedad en la localidad de San Miguel. El Profesor Filigranati es venerado por una pandilla de gangsters chinos, a quienes enseña caligrafía oriental. Filigranati, en los ratos libres que le deja la literatura, trabaja de sabio loco. El Profesor Filigranati es padrino de una mafia cuyo negocio exclusivo es la producción de snuff movies. El Profesor Filigranati tiene amores, entre otros, con su hermana, con una gorda, con una adolescente pervertida y con una brasileñita sin piernas ni brazos. El Profesor Eusebio Filigranati es rico, es pobre. Eusebio Filigranati tuvo un dictador que hacía de padre. Eusebio Filigranati juega a ser (en la página 65) Alberto Laiseca. Se diría que Las aventuras del Profesor Eusebio Filigranati pretende ser un compendio, una introducción, una síntesis o aun una justificación del universo de Laiseca y un comentario a su propia obra. Un universo que incluye la egiptología, el orientalismo decorativo, las tácticas militares, las sociedades secretas, un erotismo adolescente (o reblandecido) y la ciencia ficción inverosímil, todo ello batido convenientemente a fin de cuajar en el llamado “realismo delirante” del que Laiseca ostenta cierto copyright y que no resulta fácil deslindar de cierta literatura popular o del cine clase “B”, a los que se procuraría parodiar u homenajear. Como buen conocedor de las reglas del género, Laiseca sabe que la literatura “B”, para ser buena, debe ser, en alguna medida, mala. A manera de ejemplo, baste citar el episodio titulado “La humanización de la Mafia” (el más extenso de los cuatro que contiene el libro), en el que la experiencia de la filmación de las snuff movies ya citadas es narrada desde sus mismos códigos, es decir, mediante la minuciosa y tediosamente repetitiva descripción de los morbosos rituales sexuales que las caracterizan. Sin embargo, sería excesivo (e injusto) deducir de lo antedicho que el texto es una mera acumulación desordenada de elementos grotescos y bizarros. Laiseca posee una indudable destreza narrativa, y maneja a fondo los mecanismos necesarios para hacer avanzar una trama. A la vez, a través del texto, pugnan por asomar, por encima del aparente caos, momentos en los que se intenta dejar en claro que lo que se cuenta es otra cosa, y que lo que se lee es, en realidad (o también), una autobiografía (intelectual y existencial). En este empeño, el desafío consiste en integrar la historia con la reflexión, y el peligro, en no caer en una narración a la deriva o en una deriva sin narración. En el episodio titulado “Son las veinte horas y veinte mil minutos” –en el que un atribulado Filigranati pierde el dinero y la esperanza en una absurda apuesta hecha en el futuro–, en el recuerdo de las relaciones de Filigranati con su padre y con su hermana, podría decirse que la integración se consuma, y el texto alcanza, quizá, sus mejores momentos. No obstante, en otros, Laiseca parece perder el control del relato –eso sí, con la actitud del genio que crea sus propias reglas–, como cuando, al tono festivo y jovialmente pagano de las aventuras le suceden parrafadas donde el autor da rienda suelta a su propia visión del mundo y de la literatura y a sus conocimientos egiptológicos (lo que ocurre en gran parte del último episodio). Resuenan y truenan a lo largo del libro los
31
nombres de Wilde y de Poe, santos patronos bajo cuya advocación se diría que Laiseca pone su obra, y a la luz de quienes querría que fuera leída. El Poe que invoca Laiseca es el Poe de “El Cuervo”, el de los relatos de terror y necrofilia y el imaginado por Roger Corman. La apelación a Wilde se ciñe al de El retrato de Dorian Gray y –para sospecha tanto del crítico como del lector paranoide que hayan examinado su célebre prefacio– acaso funcione como una amenaza para quienes se atrevan imprudentemente a encontrar, en la obra de Laiseca, “intenciones feas, en cosas bellas”
32