Descripción: La sociología ha tendido siempre a considerar la realidad económica como territorio ajeno, por no decir hostil, con el doble efecto de pr...
Descripción: Las principales cualidades de la sociedad y el pluralismo.
tarea de nacional , sociologia pros y contra d ela sociologia moderna
Descripción: Sociologia
Descripción: Se dice que la educación tiene como objetivo formar, desarrollar sus actitudes integralmente al ser humano. También podemos decir que la educación ha sido diferente en todos los tiempos y según lo...
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Descrição: Sociologia - volume único
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este capitulo habla sobre la sociedad en conjunto
Descripción: sociologia
Descripción: Resumen para final de sociologia del CBC
Mariano Fernandez Enguita catedratico de Sociologia en Ia Universidad de Salamanca. Autor de Trabajo, escuela e ideologia, lntegrar o segregar, Reforma educativa, desigualdad social e inercia institucional, La escuela en el capitalismo democratico, La cara oculta de Ia escuela: Educacion y trabajo en el capitalismo, La escuela a examen, Juntos pero no revueltos, Educacion, formacion y empleo, Hagalo vd. mismo, Poder y participacion en el sistema educativo, La profesi6n docente y Ia comunidad escolar, Escuela y etnicidad: el caso del pueblo gitano, Sociologia de las instituciones de educacion secundaria y La perspectiva sociologica, asi como de un centenar de articulos y capitulos en libros colectivos. Fue fundador y director de las revistas Politica y Sociedad y Educaci6n y Sociedad, y presidente de Ia Asociaci6n CastellancH.eonesa de Sociologia.
Economia y sociologia Para un analisis sociologico de Ia realidad economica
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CIS Centro de Investigaciones Sociol6gicas
Mariano F. Enguita
)]((] Siglo VeinUuno
de Espafla Editores,sa
COLECCI6N ·MONOGRAFIAS·, NUM. 157
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A la memoria de Esteban Medina y ]osechu Vicente Mazariegos
Manuales y compilaciones de intcrCs general...................................
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Sociologfa Econ6mica, 124.-Sociologia Industrial, 124.-Sociologia de las Organizaciones y Sociologfa del Trabajo, 125.
Bibliografia clasificada........................................................................ Sociologfa y cconomia, 126.-La industrializaci6n y su contexto, 128.-Macrotendcncias socioccon6micas, 129.-Las organizaciones, 131.-Lt empresa en el capiralismo, 133.-La organizaci6n del trabajo, 135.-La economfa no monetaria, 136.-La.s condiciones de empleo y trabajo, 138.-Economfa y cultura, 140.-CualificaciOn y formaci6n, 142.-lntereses y conflicto, 144.-Trabajo y desigualdad social, 146.-EI mcrcado como instituci6n social, 148.-EI consumo, 149.
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lNTRODUCCION
La sociologia de Ia realidad econ6mica no ha sido ni sera nunca un campo facil. Per unlade, Ia sociologia no solamente ha considerado y considera Ia economia real como parte de su objeto de estudio, sino que, de un modo u otro, ha tendido recurrentemente a contemplarla como un
apartado privilegiado, bien fuese como el objeto directo a analizar (Ia sociedad industrial, las organizaciones), bien como elemento fundamental para el estudio de cualquier esfera de lo social (diversas formas de materialismo, generalizaci6n del modele de acci6n racional); per otro, sin embargo, Ia disciplina, y con ella el cuerpo academico especializado, han mantenido una relaci6n ambigua con la economfa como cam~ po prOximo y, en buena medida, coextensive, relaci6n que oscila entre
Ia patente incomodidad per sus supuestos reduccionistas y Ia fascinaci6n per su aparato metodol6gico y tecnico. Esta dificil relaci6n se ha dejado sentir en Ia delimitaci6n del ambito de Ia disciplina yen su denominaci6n misma. Primero fue Ia Sociologia Industrial, entendida normalmente, dare esta, no como el estudio del sector secundario sino de Ia esfera monetaria de Ia sociedad industrial. Con ella se admiti6 implicitamente que Ia economia, como objeto real, era lo que los economistas decian que era: como si se hubiera aceptado,
siguiendo a Jacob Viner, que <
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mismo tiempo, supuso dejar de !ado el mercado. Este quedaria, asf, en las exclusivas manes de Ia teoria econ6mica como escenario de agregacion de las preferencias invididuales, si bien con dos salvedades. Una, las decisiones de los consumidores, tras cuyos gustos habria, ahf sf, carnaza para los soci6logos, perc s6lo en la trastienda de su actuaci6n en el mercado: el consumo. Otra, el mercado de trabajo, don de las especiales caracteristicas de Ia mercanda en juego, Ia fuerza de trabajo, abrian las puertas a Ia consideraci6n del factor bumano: sistema educativo y cualificaci6n, actitudes ante el em plea, grupos de riesgo, discriminacion, etc. La dicotomfa entre mercados y organizaciones, los primeros para el economista y las segundas para el sociologo, llev6 a Ia elision del problema del poder. Par una parte, el mercado quedaba libre de toda sospe· cha a! definirse precisamente como una relaci6n entre iguales -para lo cual bastarfa con que fueran iguales, formalmente iguales, en Ia relacion misma-, tal como llegaria a expresarse de forma diafana en Ia terminologfa hoy tan en usa: jerarquias y mercados, dos conceptus pertenecientes a 6rdenes distintos (en vez de organizaciones y mercados, o jerarquia e igualdad, jerarquias y grupos, que son pares de conceptus complementarios). Por otra, las organizaciones no tardarian en ser abordadas desde Ia perspectiva del mercado, como sucede cuando se contempla Ia relaci6n entre el capital y el trabajo -o, mas ampliamente, entre empicadores y empleados- como mera relacion de mercado o con Ia teorfa neoinstitucionalista de Ia empresa. Aunque algunos relevantes economistas hubieran insistido en que Ia figun1 del bomo recmtomicus no deberia entenderse como una concepcion reduccionista de Ia conducta humana, ni siquiera de Ia conducta econ6mica, sino como abstracci6n de zm aspecta del comportamiento, la reducciou racionalista y utilitarista de Ia acci6n no solo ha imperado practicamente indiscutida en Ia teoria econ6mica, sino que ha funcionado como Iinde de los dominios de esta y ha hecho importantes incursiones en la tem·fa sociol6gica, a menudo presentUndose a si misma tanto como Ia unica racionalidad posible cuanto como el unico microfundamento imaginable. Asf, el mercado se supone objeto exclusivo de Ia teoria economica porque, dada su impersonalidad, nada debe interferir en elias designios de Ia racionalidad instrumental; Ia organizacion (Ia empresa), a pesar de Ia densidad de su estructura, es ya asaltada par nuevas variantes del neoclasicismo; incluso terrenos que paredan al margen del meastmitg rod y del casb nexus, como Ia familia, son objeto de las incursiones mas audaces. «Todo lo que se creia permanente y perenne se desvanece en el aire»: Marx dixit, Becker fa cit.
Iutroducci6u
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Las paginas siguientes se ordenan en tomo a los problemas arriba seiialados. El primer capitulo aborda el contraste entre Sociologia y Economia. El segundo se detiene en Ia vision sociol6gica de Ia sociedad industrial y de su evoluci6n. El tercero esn\ dedicado a una breve consideraci6n del surgimiento y de Ia Sociologia Industrial y de Ia Empresa como disciplina. El cuarto se ocupa de Ia relaci6n entre esta y otras sociologfas especiales, particularmente Ia sociologia del trabajo y Ia de las organizaciones. El quinto discute Ia idea econ6mica de Ia acci6n humana como instrumental, racional y maximizadora. Los tres capftulos siguientes, sexto al octavo, abordan respectivamente las otras reducciones te6ricas mencionadas: Ia elisiOn de la economia no monetaria, la limitaci6n del ambito de Ia sociologfa al estudio de las organizaciones con exclusion del mercado y Ia eliminaci6n del poder del ambito de las relaciones econ6micas. El novena esta consagrado a Ia problematica de Ia desigualdad asociada a Ia estructura econ6mica. El decimo y ultimo se ocupa, como cien·e, del resurgir de Ia sociologia econ6mica y de sus perspectivas.
1.
DOS DISCIPLINAS, DOS CAMINOS
La proximidad que pudiera hallarse entre !a economia y !a sociologia clasicas o, si se prefiere, entre !a economia politica de los siglos XVIII a! XIX, particularmente de Smith a Mill, y Ia sociologia fundacional del XIX y principios del XX, de Saint-Simon a Durkheim, se fue desvaneciendo a medida que am bas disciplinas se consolidaron. La economia fue progresivamente decantando sus supuestos, delimitando su ambito y estilizando su aparato metodologico y tecnico, y todo ella, en gran medida, par !a via de renunciar a una buena parte de los problemas y los metodos de investigacion aceptados en Ia sociologia y otras ciencias sociales; y, sabre todo, se deshizo del calificativo de "po!ftica" en su esfuerzo par sery parecer una ciencia libre de valores. La sociologia, por su parte, fue ampliando mas y mas el abanico de sus intereses desde !a inicial concentracion en los efectos de !a industrializacion hasta intentar abarcar todos los procesos sociales, a! tiempo que renunciaba cada vez mas abiertamente a !a unidad metodologica en aras de un sana eclecticismo; en el camino, ademas, fue aceptando !a definicion de Ia realidad economica aportada par ciencia economica y, sabre todo, dejando a esta como observadora unica del mercado. Sin duda esta division era inevitable y no cabe lamentarse de ella en nombre de una improbable, si es que no imposible, unidad de las ciencias sociales, a! menos una vez que estas conocen ya cierto grado de desarrollo. Par otra parte, probablemente fue !a division posible, pues de un ambito tan complejo como !a sociedad y con nuestro nivel de conocimiento actual solo puede despegar una ciencia altamente formalizada sabre una base epistemologica y metodologica fuertemente restrictiva como !a que proporcionan los supuestos de escasez y conducta maximizadora y el numerario del dinero. Pero este proceso, con indudables ventajas, tuvo tam bien castes para am bas disciplinas. Para !a economia, creo, una huida bacia delante consistente en confiarse cada vez mas a modelos crecientemente desconectados de !a realidad y en arrumbar mas y mas problemas a! capitulo inexcrutable de las variables exogenas o !a conducta no racional. Para !a sociologia, en contrapartida, Ia renun-
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cia a estudiar de manera consistente la instituci6n mas importante de la realidad economica: el mercado. En el camino, cada una de elias ha logrado desarrollar una patente incomprension de Ia otra. Schum peter ya bromeo hace media siglo sabre como <
soci6logos, aunque tozudamente inevitable tanto para unos como para otros. Sociologia y economfa resultan diferenciables de modo sistematico casi basta Ia saciedad, quedando al gusto de quien aborda Ia comparaci6n los mayo res o menores grados de detalle y de exhaustividad con los que alinearlas. Aqui seremos parcos y nos limitaremos a traer a colaci6n algunas diferencias esenciales, en concreto Ia eleccion de los actores sociales a estucliar, Ia logica que se presume en su acci6n, Ia relacion entre Ia realidad econ6mica y Ia realidad social y los metodos de investigaci6n. Digamos ya, sin embargo, y de una vez par todas, que no nos referimos ni podemos referirnos de modo exhaustivo a toda Ia sociologia y a toda Ia economia, sino a las corrientes dominantes en cada una de ellas. Del !ado sociol6gico, Ia que podriamos !lamar Ia sociologfa estructuralista, entendiendo este adjetivo, en un sentido blando, como aplicable a cualquier concepcion que suponga que el individuo es fundamentalmente un producto de Ia sociedad, lo que incluye a corrientes tan variadas como el estructural-funcionalismo, el marxismo o Ia Ilamada conflictual, pero no, par ejemplo, Ia teo ria del intercambio o Ia de Ia eleccion radon a!. Dellado economico, Ia economia neoclasica, entendiendo portal Ia que estudia los estados de equilibria como resultado de Ia agregaci6n de conductas maximizadoras en contextos mas o menos competitivos, lo que incluye desde el nucleo neochisico basta los neoinstitucionalistas 0 l
Schumpeter, 1954:62-63.
Dos disciplinas, dos caminos
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Ia nueva economia de Ia familia, pero no a los antiguos institucionalistas ni a los marxistas. La pdmera diferencia obvia entre economia y sociologia esta en su enfasis respectivo sabre el individuo 0 el grupo -o, par mejor clecirlo, sabre los comportamientos colectivos como resultado de la agregaci6n de conductas inclivicluales y sabre el inclivicluo como producto de Ia sociedad. En Ia perspectiva de Ia economia, el in clivi duo es el prius que se explica a si mismo y a partir del cual puecle clerivarse Ia realidacl social; en Ia de Ia sociologia, Ia sociedad es Ia que proporciona a! individuo ex:istencia como tal, es ella precisamente Ia que permite Ia inclivicluacion. El homo ceconomicus persigue su utili dad individual, aunque puccia llegar a hacer propia Ia utiliclad ajena o social; el homo sociologicus desempeiia su papel social, aunque encuentre espacio para personalizarlo. A Ia unilateralidacl de Ia sociedad como agregaclo de indivicluos se opone Ia del inclivicluo bipersocializado. En las palabras burlonas de un economista, «toda Ia economia trata de como las personas llevan a cabo sus opciones, [mientras que] tocla Ia sociologia lo hace de como no tienen opci6n alguna.»2 En la ex presiOn mUs grave de un soci6logo, la economia trata de > y Ia sociologia <
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Mariano F. Enguita
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timizadores o simplemente satisfactores -satisfizing). En Ia perspectiva de Ia sociologia, sin embargo, Ia accion puede obedecer a una gama mas amplia y diversa de motives, siendo o no racional u obedeciendo a otro tipo de fines, par ejemplo a valores morales. El analisis economico considera Ia racionalidad como un supuesto, mientras que para el an:ilisis sociologico es una variable." Para Ia ciencia econ6mica, el entorno social de la economfa, el resto de Ia sociedad (par ejemplo, Ia utili dad cardinal que obrienen los in clividuos de los bienes que adquieren o a los que renuncian, o los mecanismos par los que se forman sus gustos y que dan Iugar a sus preferencias), es alga dado, exogeno, de Ia misma forma que lo es, pongamos par caso, Ia naturaleza para Ia ciencia sociologica. La realidad economica, en consecuencia, se contempla como una esfera separada de Ia sociedad, con una l6gica interna autocontenida y suficiente. En contraste, desde el punto·de vista de Ia sociologia, Ia esfera econ<)mica es una esfera encajada -incrustada o empotrada, embedded, par decirlo literalmente con Ia quiza exagerada expresion de Polanyi- en Ia sociedad. La corriente principal de Ia sociologia sin duda ha cedido parcialmente en considerar el mercado, o una buena parte del mismo -excepcion hecha del mercado de trabajo-, como un submundo aislado en el que reinaria indiscurida Ia racionalidad utilitaria, pero a! menos ha considerado el consume individual, Ia produccion cooperativa (Ia empresa) y el mercado de trabajo como instituciones eminentemente sociales. La concepcion del actor conlleva una concepcion correspondiente del obsetvador. Puesto que Ia conducta economica del actor es -siempre seglln el economista- una conducta racional, en todo momenta ha~ bni un one best way de actuar, y, como ser racional en economia es conseguir mas par menos, tal conducta puede ser deducida. Esto implica que el cientifico en realidad ni siquiera necesita observar, sino que puede permitirse deducir y predecir. De ahi que su principal instrumento sea Ia modelizacion y que pueda mantenerse elegantemente au dessus de Ia melee. A diferencia de esto, el sociologo aspira menos a predecir y se conforma normalmente con describir o explicar, salvo en campos muy especificos y normalizados de Ia vida social (como el voto politico), para lo cual precisa una mayor base empirica, incluso par el penoso procedimiento de inmiscuirse en Ia situacion estudiada. 7 Su dificultad estaria mas bien, a! menos en Ia tradicion interpretativa, en llegar a camp render Stinchcombe, 1986b: 4-5. 'Swedberg, !990a: 265.
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Dos diJciplinas, dos cmmitos
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los motivos de las acciones que observa, es decir -lo que, segun Machado, es mas dificil-, en estar a Ia altura de las circzmstancias. Extremando el contraste se ha dicho que una y otra profesi6n se caracterizan, respectivamente, par sus mode/as limpios y sus manor sucias. 8 De ahf que Ia economia privilegie e1 anruisis, los metodos formales, Ia matematizaci6n, mientras que Ia sociologfa se reparte entre un conjunto de metodos distintos, incluidas Ia comparadon sincronica (el metoda comparativo en sentido limitado) o diacronica (historical.'' Uno de los principales rep roches no solo de Ia sociologia, sino tambien desde el mundo pnictico de Ia economia, en particular de Ia administraci6n de empresas, a Ia ciencia econ6mica es precisamente su tendenda a desligarse de los datos empiricos. Von Mises veia ahi Ia fortaleza de Ia disdplina, en el hecho de que «sus teo rem as concretos no son susceptibles de verificacion o falsacion alguna en terreno de Ia experienda», por lo cual no estarian sometidos a otro tribunal que el de Ia raz6n.10 Para otros economistas, sin embargo, «el entusiasmo acritico per las formuladones matematicas» era yes mas bien un azote de Ia profesison.u En un Iugar intermedio, es una posicion bastante comun Ia que parece seguir el proverbio chino que un ilustre politico espaiiol importo entusiasmado hace pocos aiios: gala blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones~ que podria resumir Ia idea de quienes suponen que nada importa que los supuestos de Ia teoria tengan mucho o poco que ver con Ia realidad si se muestran utiles a Ia bora de hacer predicdones Oo que suele llamarse Ia tesis instrumentalista, ode Ia irrelevencia de los supuestos). 12 El reproche inverso ha sido hecho desde Ia economia a Ia sodologia: su incapacidad para predecir y su tendencia a las teorizadones ad hoc. Tambien en este caso, no obstante, podemos encontrar voceros de esta critica en Ia casa propia, sin necesidad de cruzar a! otro !ado de Ia calle. Merton, por ejemplo, critico incesantemente Ia ten dencia de Ia sociologia a recurrir a las hipotesis post factum, de <
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Hirsch, Michaels y Friedman, 1986:7. Smelser y Swedberg, 1994:7. 10 Mises, 1949: 858. 11 Leontief, 1971: L 12 Friedman, 1953:8-14. Jl Merton, 1957a: 103. 9
2.
INDUSTRIA, ECONOMIA Y SOCIEDAD
La Sociologia naci6, en gran medida, como Sociologia Industrial. Como se ha sen ala do hasta Ia saciedad, es el fuerte impacto de los cambios vinculados a Ia Revoluci6n Industrial Ia que provoca Ia reflexi6n global sabre Ia sociedad que da Iugar a Ia Economia Politica y a Ia Sociologia. No se trata unicamente de Ia industrializaci6n propiamente dicha, sino tam bien de los procesos concomitantes y mutuamente condicionados de urbanizaci6n, fmmaci6n de lqs estados nacionales, desarrollo de Ia administraci6n publica, secularizaci6n, modernizaci6n ... , pero, si asi se configura un campo mas am plio, tambien hay que subrayar Ia importancia especial de uno mucho mas especifico e impactante: Ia nueva fabrica y Ia nueva clase obrera. Saint-Simon escribe Du systeme titdustriel y el Cathecisme des industriels, y tanto el como Comte y Spencer caracterizan su epoca como Ia epoca industrial. Similar es Ia caracterizaci6n de Lorenz von Stein, a quien se atribuye Ia paternidad de Ia exacta ex presion <>, 1 que tanta fortuna haria con posterioridad.
Lo que quiero seilalar es que, para estos primeros soci6logos, tanto si contemplan Ia que sucede ante sus ojos de forma predominantemente pesimista, como von Stein, u optimista, como Comte, y no importa que propongan intervenir para dominar ese despliegue de fuerzas, como Saint-Simon, o abstenerse par entero de hacerlo, como Spencer, identifican el proceso de cambia social con el desarrollo de Ia industria tout cvurt, en si y par si, como Ia culminaci6n naturale inevitable de una larga pero previsible, o a! menos comprensible, y lineal evoluci6n hist6rica. Para Saint-Simony Comte, Ia etapa industriales tam bien Ia etapa ultima, cientifica y positiva, de Ia larga marcha de Ia humanidad. Sin otra pretension que Ia de «fomentar y explicar lo inevitable»,' Saint -Simon asegura que
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Gedc, 1951. Citado por Nisbet, 1980:350.
lndmtria, ecrmomfa y sociedad
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le ha asignado, con Ia formaci6n del nuevo sistema politico», 3 es decir, con Ia sustituci6n del sistema feudal, teol6gico y militar por el industrial, cientifico y positive. Como su maestro, «Cmnte acepta la industria sin dudarlo», augura para cientificos e industriales el papel gobername y desprecia los «dogmas metafisicos» como Ia libertad, Ia igualdad y Ia soberania popular,' lo que quiere decir que sustituye Ia politica porIa tecnocracia, que ve enla industrializacion el final de Ia historia. <
Mariauo F. En gut~ a
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pia de Ia teoria economica, Ia radical afirmacion de su can\cter social: <>7 Lomas caracteristico del ana!isis marxiano es, sin duda, su idea del modo de produccion capitalista como un sistema que lleva en silas fuerzas que lo destruiran: una clase obrera cada vez mas numerosa y depauperada (al menos en terminus relativos), Ia concentracion de Ia propiedad, Ia progresiva desaparicion (fundamentalmente ruina) de las clases medias, el contraste entre Ia universalidad de Ia produccion y Ia unilateralidad del proceso de trabajo, Ia acumulaci6n excesiva del capital y Ia caida tendencial de Ia tasa de ganancia, Ia disociacion de compras y ventas y su expresion en crisis comerciales, Ia obstaculizacion del desarrollo de las fuerzas productivas par las relaciones de produccion, Ia ubicuidad e irreductibilidad de Ia lucha de clases ... En suma, una descripcion de Ia din:imica del capitalismo asociada a un conjunto de predicciones nunca cumplidas (quiza, en parte, par haber sido formuladas: <
Industria, ecouomia y sociedad
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de todas las esferas de Ia vida social: Ia economia, Ia politica, Ia milicia, Ia educacion.9 Como Marx, evitola vision lineal com lin en los precursores, si bien par un procedimiento distinto: no par creer que el capitalismo fuese una forma historica y transitoria, sino par considerar que soJa Se· ria plenamente viable en las coordenadas culturales creadas en Europa par el cristianismo y, en particular, par el ascetismo protestante (hipotesis hoy tam bien desmentida, esta vez par el cipido desarrollo de las economias capitalistas del sudeste asiatica). Su especial relevencia para el analisis sociologico de Ia realidad economica viene mas bien de otros aspectos que de Ia caracterizacion general de Ia sociedad industrial, con importantes elementos entre ellos que nos haran volver una y otra vez sabre el en los sucesivos apartados. Primero, de su analisis de Ia buro· cracia, precedente de Ia sociologia de las organizaciones; segundo, de su caracterizaci6n del mercado como escenario de relaciones de poder; tercero, de su tipologia mas amplia de Ia acci6n social, racional o no; cuarto, de su intento de abarcar de modo exhaustivo todos los aspectos de Ia economia, que Ia convierten quiza en el mejor pionero de Ia sociologia economica. Por otra parte, Ia vocacion de exhaustividad de su sociologia econ6mica le llev6 a una caracterizaci6n menos ambiciosa y mas plural de los efectos de Ia industria sabre el con junto de Ia sociedad (si Marx sobresrima y ve de modo unilateral Ia dinamica del modo de producci6n capitalista, Weber Ia subestima y Ia ve de modo casufstico, tal como Ia muestra Ia importancia dificilmente explicable que atribuye a las <
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de otro modo puede resultar su caracterizacion de las crisis industtiales y del conflicto entre capital y trabajo como formas de anomia 10 o su inusitada -viniendo de quien \~ene- critica de !a herencia.U Sin embargo, puede afirmarse que de su consideracion abstracta de ]a division del trabajo, es decir, de la diferenciacion social, arran can tanto las formulaciones todavia mas abstractas de Parsons sobre !a diferenciacion estructural y las relaciones entre la economia y Ia sociedad como !a vision meritocratica de esta, en torno a aquella (de !a distribucion de las recompensas sociales sabre la base de la estructura del empleo), propia del funcionalismo. A los aniilisis iniciales de Marx, Weber o Durkheim, centrados en !a acumulacion del capital, !a racionalizacion y burocratizacion o la division del trabajo, seguira un largo debate sobre los meritos respectivos de cada interpretaciOn, pero tambien una larga colecci6n de nuevas caracteriza~ ciones de la sociedad. Es impensable dar cumplida cuenta aqui de ellas, en especial por cuanto este noes sino un aspecto, y noel central, sea de !a Sociologia Economica ode la Sociologia Industrial y de la Empresa. Pero merece la pen a detenemos en algunas grandes cm·rientes que, por su impacto y significacion en el pensamiento sociologico y, mas en general, social, no pueden dejar de ser tomadas en consideracion en el analisis de la economia y el trabajo. No se trata de corrientes idenrificables como tales par su cariicter de "escuelas acadCmicas", sino par los motivos centrales de sus planteamientos. Me refiero, concretamente, a motivos como el capitalismo tardio, la burocratizacion general de !a sociedad, !a estabilizacion del capitalismo democnitico, el post-industrialismo y el post-trabajo. Entiendo por idea del capita/irma tardio todo un conjunto de interpretaciones que, de un modo u otro, consideran que el capitalism a hace mas o menos tiempo que se sobrevive a si mismo, con el resultaclo de una creciente proliferacion de manifestaciones de decadencia, conflictos internos clificilmente solubles o irresolubles, etc. El termino capitalir1110 tardio (Spiitkapita!t:rmus) fue acufiado por Sombart para clesignar un tercer y Ultimo periodo del capitalismo, tras el primero o temprano y el segundo o pleno, en el que !a empresa capitalista pierde peso respecto de otras normas de produccion colectiva (estatal, etc.), la procluccion se burocratiza y decae la mentalidad empresarial; un periodo que el autor situaria a partir de las postrimerias de la Primera Guerra Mundial, si bien e1 no pensaba en absoluto en un derrumbe del sistema. Sf lo hicie10
Durkheim, 1893:416-19.
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Durkhcirn, 1912:213 ct passim.
Industria, economia y sociedad
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ron asi, aunque sin usar la expresiOn, dos auto res que, si bien no pueden ser considerados soci6logos en modo alguno, no por ello han dejado de tener, a traves de su influencia politica directa, una fuerte influencia teOrica indirecta sobre Ia sociologia. Me refiero a Lenin y Luxemburg, cuya idea del imperialz:rmo como fase superior -y final- del capitalismo gira en torno a Ia convicci6n de que Ia acumulaci6n de capital encuentra limites insuperables en las fronteras nacionales que fuerzan a Ia clase ca· pitalista a buscar nuevos mercados fuera de las mismas (Lenin) y arra· san do los sectores perifericos restantes en su interior (Luxemburg)." La economia marxista posterior, en particular la economfa po!itica) insisti6 sobre Ia idea de Ia creciente inestabilidad, Ia decreciente rentabilidad y Ia menguante racionalidad del capitalismo, bajo denominaciones como
capitalismo monopolz:rta, 13 capitalismo monopolista de Estado, 14 neocapitalismo15 o, de nuevo, capitalismo tardfo. 16 Llama la atenci6n c6mo cierta version de esta idea ha ganado adeptos entre auto res caracterizados par una oposici6n frontal a! marxismo pero que, a! mismo tiempo, son profundos conocedores de Ia obra de Marx y reconocen en ella una buena caracterizaci6n de Ia sociedad de su epoca, a Ia vez que participan de su fascinaci6n ante el impetu del capitalismo victoriano. Es el caso, creo que puede afirmarse, de Schumpeter y Bell. El primero, que no tuvo nunca empacho en declararse prosaicamente partidario del capitalismo (el sistema es tremendo pero produce riqueza, que es de lo que se trata) y poco amigo del socialismo, se mostr6 convencido de que «emergeni inevitablemente alguna forma de sociedad socialista a partir de una no men as inevitable descomposici6n de Ia sociedad capitalista>>, 17 cuyas causas veia, como Sombart, en Ia perdida de peso de los emprendedores en favor de los bur6craras entre los empresarios yen el desplazamiento de los valores par el racionalismo en Ia cultura. Bell recoge y refuerza el argumento, si bien en otros terminos y sin pronunciarse sabre el desenlace, a! plantear que el capitalismo genera una cultura modernista que mina su propia base moral, los valores de Ia modernidad. 18 Una linea distinta, que podria enlazar mejor con Ia preocupaci6n weberiana par Ia burocracia -aunque sin necesidad de inspirarse di11
Luxemburg, 1912; Lenin, 1916. Baran y Swee>Ly, 1966. 14 Sorvina eta/., 1984. 15 GorL, 1964. 16 Mandel, 1972 17 Schumpeter, 1942: xiii. '" Bell, 1976. 11
Mariano F. Enguila
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rectamente en Weber-, es Ia que subraya el proceso de racionalizacion, burocratizacion y desarrollo de las organizadones. Puede subdividirse, a su vez, entre quienes centran su analisis en estructuras intermedias
como las empresas o, mas en general, las organizaciones, y quienes lo extienden a cualesquiera estructuras de Ia sociedad global. Entre los primeros figuran pion eros como Michels, 19 aunque su trabajo se centrara en el caso de un partido politico, y, sabre todo, Eerie y Means. Segun estos, asi como el sistema fabril puso el trabajo de muchos bajo Ia autoridad de unos pecos, el de las sodedades por acciones situa Ia propiedad de muchos bajo el control de una minoria."' Aunque Ia socialdemocracia alemana estudiada por Michels y las corporaciones norteamericanas estudiadas por Berle y Means parezcan no tener nada en comun, y annque las preocupaciones de los autores fueran de orden muy distinto, lo que comparten estas dos obras pioneras es que senalan procesos de burocratizaci6n y oligarquizaci6n en organizaciones, sean de militantes politicos o de accionistas propietarios, formadas por iguales (si bien Ia igualdad es entre personas, en el partido, y entre participaciones alicuotas en Ia sociedad por acciones). Esta literatura tiene su complemento en Ia que, por su parte, seiiala Ia multiplicacion y el florecimiento de las organizaciones, si bien hay que decir que el asombro por tal proceso ha sido mas comUn entre los economistas, que han vista e1 contraste entre
esa realidad y su concentraci6n casi exclusiva en el estudio del mercado, que entre los sod6logos. 21 En un plano mas ambicioso, se ha querido ver en Ia burocratizadon un fenomeno que todo lo invade, desde cualquier genera de organizaciones, productivas o no, basta Ia estructura del estado, y ello sin distincion alguna entre sistemas sociales. La variante mas fuerte de esta vision se produjo en los afios treinta y cuarenta, cuando a los procesos por abajo de Ia burocratizadon de los partidos y Ia accionarizaci6n de las empresas se superpusieron los procesos por arriba del fascismo y el estalinismo europeos y Ia sodaldemocratizacion de Ia polftica norteamericana bajo el New Deal. Surgieron entonces las teorfas de Ia burocratizacion universal, desde Ia version pionera de Rizzi, pusando por los plagios mas o menos descarados de Burnham y Schachtman, basta el trabajo tardio de Jacobi. 22 Finalizada Ia segunda gran guerra, caf· do el fascism a, delimitado el estalinismo y disipada Ia alarma en torno a! New Deal, Ia vision dura de Ia burocratizacion seria sustituida por otra 1' 21
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) 21 21
Michels, 1915. Berle v Mc:ms, 1932: 3, 8. Por c)emplo, Boulding, 1953, y Hirschmnn, 1970. Rizzi, 1939; Burnham, 1941; Schnchtm:m, 1962;Jacoby, 1969.
Industria, ecouomfa y wciedad
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mas blanda, Ia de Ia tecnocracia, en un abanico que va desde los desiderata de Mannheim en torno a Ia plamficaci6n demomitica hasta Ia idea de Ia sociedad pmgramada de Touraine, pasando par Ia tectloestructura del economista sociologizante Galbraith y otras construcciones te6ricas similares.23 La estabilizaci6n del capitalisma democcitico puede predicarse, par supuesto, como un articulo de fe o como una simple inferencia empirica, pero al mencionarla como idea~fuerza de una corriente de pensa~ miento no me refiero a ninguna de esas posibilidades, sino a las ideas y teorias que subrayan la coexistencia entre una esfera econ6mica en la que siguen presentes, aunque sea en otro grado, los conflictos seiialados del capitalismo decimon6nico, los-mismos que alimentaron Ia obra de Marx y que sirvieron de combustible a las gran des explosiones sociales de principios de este siglo, pero, a! mismo tiempo, se desarrollan estructuras politicas que los canalizan y los desactivan a Ia vez, confinandolos a una esfera de Ia vida social y desactivando su potencial antisistemico. Creo que Ia irrupci6n de esta idea puede atribuirse sin discusi6n a T.H. Marshall, quien llam6la atenci6n sabre como Ia progresiva implantaci6n de los derechos politicos y sociales, encarnados principalmente en Ia generalizaci6n del sufragio a Ia clase obrera y Ia legalizaci6n de sus partidos, los primeros, yen los derechos labor-ales (una especie de segunda ciudadania industrial) y los servicios publicos del Estado Social, los segundos, suponia Ia oposici6n de Ia ciudadania a Ia clase social. 24 Dahrendorf, que tambien hizo suya Ia teoria mencionada de Berle y Means (asi como Ia idea de Geiger, siguiendo a Weber, de que Ia presencia de las clases se desplazaba hacia el ambito del consumo), profundizaria en este enfoque, recogiendo incondicionalmente Ia oposici6n entre ciudadania y clase y subrayando el aislamiento, Ia institucionalizaci6n y Ia reglamentaci6n del conflicto industrial25 y, en consecuencia, el alcance limitado de Ia clase (parad6jicamente, Ia contraposici6n entre Ia ciudadania politica y Ia pertenencia de clase habia sido seiialada originalmente par Marx,'6 pero este pens6 que tal dualismo vaciaba de contenido Ia ciudadania, no que pudiera rebajar el perfil de Ia clase). Un concepto mas reciente, el de corporatismo o neocorporatismo, abunda en el mismo sentido pero con otra interpretaciOn: el sistema social, econ6mico y po~ litico se ha estabilizado no tanto porque Ia ciudadania barre o relegue a 11
un segundo plano los conflictos de clase y on·os conflictos de intereses como porque los distintos gn.ipos se reconocen mutuamente legitimidad y articulan, a iniciativa o a! am para del Estado, un sistema de representaci6n y mediaci6n de intereses.27 En paralelo a estas teorfas, y vincu~ Iadas o no a ellas (posible pero no necesariamente vinculadas), podemos hacer constar las que ponen el acento en el crecimiento de una nueva clase media como punta! de Ia annonia social. La idea de que una saludable clase media es Ia mejor garantia de estabilidad del sistema politico se remonta a los griegos, pero no bay necesidad de ir tan lejos. La teo ria social del siglo XX ha vuelto una y otra vez sabre Ia cuestion, seiialando alternativa o conjuntamente Ia difusion del accionariado, Ia burocratizacion de empresas y otras organizaciones, el auge del profesionalismo, Ia creciente respetabiltdad de Ia clase obrera, Ia expansion de los servicios, etc., o, mas recientemente, Ia recuperaci6n de las clases medias patrimo~ niales. 28 Aunque el an:ilisis de las causas de este fenomeno tiene mas relacion con las teorias sabre las sociedades post que,enseguida mencionaremos, es precise subrayar este otro aspecto, su canicter de variable independiente en relacion con Ia estabilidad del sistema. Pero probablemente los intentos mas ambiciosos de caracterizar Ia sociedad de Ia segunda mitad del siglo XX sean los que se centran en su caracter post-industrial y otras etiquetas post." Aunque arrumbado ya en el baul de los recuerdos, no debe olvidarse su inmediato precedente: Ia idea de Ia convergencia de las sociedades capitalistas y socialistas en torno a! tipo generico del industrialism a, a veces asociada a Ia proclamacion del fin de las ideologfas. 30 Suelen coincidir estas construcciones conceptuales po.rt-!o que sea en seiialar el peso en aumento de los servicios dentro de Ia economia y el de Ia informacion dentro de los servicios, Ia proliferacion de nuevas grupos de profesionales y tecnicos, Ia i.mportancia creciente de Ia tecnologia y Ia innovacion tecnologica en Ia produccion y otros elementos menores asociadas. La expresion sociedad post-industrial ha sido utilizada par Kabn y Wiener, Richta, Touraine y Bel1,' 1 sabre todo Bell, pero no han faltado otras parecidas: de post-consumo de masas (Kabn y Wiener)," tecnocratica o programada (Tourai27
Schmitter, 1974; Panitch, 1981; SolC, 1988b. Renner, 1953; Goldthorpc et alri; 1968a, 1968b, 1969. 29 Vid Gonz:i.lez Blasco, 1989. H) Kerr et t1lii 1960; Lipsct, 1960; Bell, 1961; Aron, 1962. 1 ' Kahn y Wiener, 1967; Richra, 1968; Touraine, 1969; Bell, 1973. Y tambiCn Dahrcndorf, 1957. 12 Kahn y \'V'icncr, 1967. 2
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Industria, econumia y sociedad
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ne), 33 activa o post-moderna (Etzioni), 1·1 tecnetr6nica (Brzezinski), 15 post-civilizada (Boulding),l6 de Ia tercera ola (Tofler),17 informacional (Masuda), 18 post-capitalista (Dmcker). 1'' Sin necesidad de presentar los detalles de cada una de estas caracterizaciones, puede sefialarse que los factores arriba sefialados son comunes a todas elias y, adem as, han recorrido por cuenta propia el pensamiento social de buena parte del siglo XX. El aumento del peso relative de los servicios al paso del desarrollo econ6mico fue sefialado ya al fmal del siglo XV!l por William Petty, en virtud de lo cual se conoce precisamente como ley de Petty, y ba side un Iugar comun en Ia economia del desarrollo al menos desde Ia obra de C. Clark.'" Mas que en Ia parte del producto interior bmto imputable a los servicios, Ia sociologfa se ba fijado en Ia parte del empleo deb ida a ellos y en el desarrollo y las transformaciones de las ocupaciones y profesiones correspondientes. Asi, las teorfas sobre el aumento y consolidaci6n de una nueva clase media ban seiialado por lo general que, lo que tenia de nueva, era el desempeiio de ocupaciones profesionales y tecnicas ubicadas directamente en el sector servicios o consistentes en ocupaciones de servicios internalizadas por Ia industria, y que un elemento esencial de esa novedad era Ia cualificaci6n creciente de esos empleos, o al menos sus requisites educativos, y su posicion de autoridad dentro de Ia jerarquia productiva o frente al publico. Se ba bablado, asf, de una nueva clase de servicio;" intelectual, 42 profesional, 41 directiva-profesional,·'" etc., con distintas connotaciones y delimitaciones (del otro !ado, para hacer un bueco a los nuevos sectores sociales en un capitalismo nada post, se hablaria en la sociologia marxista de una nueva clase obrera, '15 una nueva pequelia burguesfa," posiciones de clase contradict01ias;17 etc.). Las teorfas Touraine, 1969. Etzioni, 1968. 15 BrLezinski, 1970. 16 Boulding, 1964. n Toffler, 1980. Js Masuda, 1981. l
" Wright, 1978.
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de la sociedad post-industrial y asimilables, en fin, han puesto especial enfasis en senalar el nuevo papel del conocimiento, la tecnica, la ciencia, el saber no directamente productive, etc. en la sociedad, novedad consistente en una importancia aumentada, en constituirse como fuerza productiva directa, en crear una mayor proporci6n del valor anadido, en renovarse y quedar obsoleto siempre mas velozmente, en proyectarse sabre el con junto de la organizaci6n social, etc. Asi, Richta anunciaba a finales de los sesenta la revolud6n cientifico-teC11ica;" que otros prefirieron considerar la tercera revoluci6n industrial" o simplemente teC11ol6-
gica.50 Para que no pod amos ser victimas del aburrimiento, hoy asistimos a otra variante de lo post: la sociedad del post-trabajo. Aunque pendientes todavia de la aparici6n de un nuevo Bell que consagre el nuevo lema, aqui y alia surgen voces que anuncian nuevas advenimientos. A veces se trata simplemente de una nueva vuelta de tuerca sabre t6picos anteriores, como cuando se proclama el paso de la sociedad de servicios ala del autoservicio. 51 Otras, de profedas mercadotecnicas tras las que asoma el plumero de alguna que otra profesi6n confesando gratuitamente su desconcierto o vendiendo sus servicios, como cuando se predica la educaci6n para una sodedad del ocio, forma en que los docentes tratan de ampliar su particular mercado de trabajo en el contexto de una creciente desconfianza sabre ]a urilidad de sus servicios de cara al acceso al mercado de trabajo de los que no lo son. Las mas de las veces, por fortuna, se trata de reflexiones sabre los efectos de un desempleo masivo que cuestiona la centralidad del trabajo y rompe el viejo nexo entre medias de vida y emplea, el work-casb nexus, lo que conduce al estudio de estrategias politicas mas o menos discutibles, pero en todo caso razonables, como el reparto del empleo52 o el ingreso incondicional universal."
~s ~9
Richta, 1968. Tofflcr, 1980.
° Forester, 1987.
5
51
Gershuni, 1978; Gersbuni y Miles, 1983.
n Gorz, 1988; Aznar, 1991.
n Van Parijs, 1994, 1995.
3.
LA SOCIOLOGIA INDUSTRIAL (Y DE LA EMPRESA)
La sociologia de Ia sociedad industrial, capitalista, post-industrial, etc., si bien puede considerarse un complemento necesario de Ia sociologia industrial propiamente dicha, y como un puente o terreno intermedio entre esta y Ia sociologia sin mas (a, como dicen algunos, sociologfa general) no es par si misma otra cosa que sociologia a secas con un especial acento sabre el proceso de industrializaci6n, acumulaci6n de capital, terciarizaci6n, cambia tecnol6gico, etc. Par si sola dificilmente se justificaria como una rama especial de Ia sociologia, como Ia que se viene proclamando desde principios del siglo una sociologfa especial. Es par ella, sin duda, que el nacimiento de Ia Sociologia Industrial suele fecharse en relaci6n con investigaciones o publicaciones especificamente dedicadas a Ia industria y las condiciones de vida y trabajo a ella asociadas de modo inmediato. Carecen de interes las fechas en si, pero no los acontecimientos que datan, ya que ella nos da una idea bastante fie! de Ia que los soci6logos industriales han pensado o piensan de su disciplina. Despues de todo, Ia boutade de Viner que aqui podria parafrasearse como <
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este es el natalicio favorito de Ia profesion, algunos autores prefieren posponerlo basta Ia aparicion de una obra claramente identificable como sociologfa industrial, sin ir mas lejos Ia de W.E. Moore, Industrial re/atzons and tbe social order (1946), 1 o adelantarla basta 1908, a los trabajos de Weber para Ia Union para una Politica Social, par haber propuesto <
Pero, a riesgo de provocar a alguna mentalidad bienpensante, podemos retroceder mas y Ilegar, a! menos, basta 1844-45.' ~Que sucede ese aiio? Que Ia pareja maldita, Marx y Engels, escribe dos obras esenciales por distintos motivos: Marx, los Manuscritos (<>, <> o como se prefiera llamarlos), y, Engels, La condici6n de Ia c!a.re obrera en Ing/aterra. 4 No se trata aqui de atribuir paternidades o reclamar fuentes de inspiracion, sino de comprender a que llamamos sociologfa industrial. Los Mamzscritos son, ciertamente, una obra altamente especulativa, pero no mas que Ia de los aproximadamente contemporaneos Comte y Spencer, ni mas que Ia de Parsons nn siglo despues. Lo que importa subrayar es que en ella aparece ya, de forma profusa y relativamente sistematica, un tratamiento de fenomenos de medio alcance como Ia propiedad de los medios de produccion, Ia division del trabajo, Ia alienacion en el trabajo, Ia identificacion con el trabajo, etc. sitnados a medio camino entre Ia descripcion de las condiciones de vida y trabajo y Ia sociologia de Ia sociedad industrial, que, aunque en forma naturalmente transformada, todavia son hoy temas de Ia Sociologia Industrial y, sabre todo, de Ia Sociologia del Trabajo. La cuestion noes tanto calificar Ia importancia de este precise escrito como comprender que, con el, y sabre todo con otros posteriores, Marx, como a su manera ya lo habia hecho Ure, se coloca en contraposicion a Smith al analizar Ia division del trabajo o, en un sentido mas am plio, Ia organizacion de Ia produccion. Donde Smith solo ve -en Ia division manufacturera del trabajo-la mejor disposicion tecnica para una produccion eficiente, aun cuando le sugiera algun comentario de pasada sabre sus consecuencias para los trabajadores (menos, par cierto, que a su maestro Ferguson), Ure acierta a sefialar un mecanisme para doblegar a los trabajadores cualificados -y lo mismo
puede decirse de su evaluaci6n de la maquinaria introducida por Arkwright.' Pero, para Ure, a quien Marx no duda en calificar de rapsoda de las manu/acturas -brillante rapsoda, en cualquier caso-, el elemento humano, la mana rebelde del trabajo, no es sino un obstaculo en la marcha triunfante de la fabrica; para Marx, en cambia, los efectos de la division del trabajo y la maquinaria son el problema por excelencia, y eso es precisamente lo que le convierte en un precedente sefialado de la Sociologla Industrial. Par su parte, y aunque su trabajo duerma hoy mas o menos merecidamente el sueno de los justos, Engels se situa, con La condici6n de la clase obrera ... , dentro de un grupo de investigaciones emplricas, basadas en fuentes directas o indirectas, que jalonan la segunda mitad del siglo XL'!:: es el caso de los trabajos deLe Play, Booth, Rowntree, la Verein /tlr Sozialpolitik, Levenstein, Adams, DuBois y otros.6 Engels no fue precisamente un metod6logo -y, en la meclida en que lo fue, como valedor delmaterialzi'lllo dialectico, quiza no debiera haberlo sido-, pero sus tecnicas de investigaci6n: dos anos parcialmente dedicados al examen de documentos, la observaci6n directa de las condiciones de vida y trabajo, la realizaci6n de entrevistas, etc., estan, sencillamente, ala altura de otros escritos de la epoca. Se trata generalmente de trabajos emplricos, con una metodologla comprensiblemente primitiva y, a menudo, centrados mas en las condiciones de vida de los trabajadores fuera de la fabrica que en las condiciones de trabajo mismas. Lo cierto es que habra que esperar basta bien entrada el siglo XX para que aparezca con fuerza una Sociologla de la Empresa mas especializada, apoyada en el estudio de las condiciones de trabajo y el analisis de las organizaciones. En torn a al ftlo del siglo hay algunos conatos interesantes desde la Vereizz /iir Sozialpolitzk, en particular las indicaciones metodol6gicas de Max Weber, la Hamada de atenci6n sabre Ia empresa del economista hist6rico Gustav Schmoller y el trabajo de campo de una mujer, Marie Bernays, pero no se trata mas que de destellos aislados, de men or relevancia que los antes mencionados. El estlmulo, o mas bien el revulsive decisive, surge con la ofensiva de Taylor y su gerencia cientf/z~ ca, en cuya perspectiva el trabajo es esencialmente -o al menos se debe intentar que sea- un mero intercambio entre hombres y casas y, por tanto, un problema primordialmente tecnico con una soluci6n optima: ' Ure, 1935, Ill, 380-81 y 376-77. 6
Los mris representatives de esta oleada de sociologia empirica son, sin duda, Le
Pluy (1855), Booth 11889-1991) y Rowntrcc 1!902).
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tbe one bert way. Taylor contempla al trabajador como una maquina biol6gica, 7 como «adjunto ala maquina>>. 8 Del taylorismo se ha dicho que fue mas bien una «antisociologia industrial>>, por su <> del trabajo,' aunque quiza fuera mas adecuado decir que Taylor no los olvid6 ni menospreci6 sino que les concedi6 gran importancia y trat6, por ello mismo, de borrarlos. Cabe decir que veia la empresa como una gran conspiraci6n dirigida de abajo hacia arriba en Ia que todos se esforzaban por disminuir su carga de trabajo, y concibi6 su propio sistema como una ofensiva de arriba abajo para obtener el mayor rendimiento posible apoyandose en dos patas: un estricto control intemo y una gradaci6n de los estimulos extemos. Sin duda representaba una forma de entender los intereses del capital (controlar Ia fuerza de trabajo -lo que podriamos llamar el principia Ure-- y abaratar su coste global--el principia Babbage- a traves de la division de tareas y la descualificaci6n de los puestos), como ha sostenido Ia corriente marxista que sustenta la idea de Ia degradaci6n del trabajo, 10 pero tambien, en no menor medida, los de los ingenieros como profesi6n 11 y, en particular, su sueiio de prescindir de Ia falible maquina humana. 12 En paralelo al empeiio de Taylor en racional&tzr Ia direcci6n del trabajo, de este ]ado del oceano se produda el intento de codificar Ia racionalizaci6n de la direcci6n misma. Si Ia empresa familiar tradicional pudo funcionar con todo el mando concentrado en la propiedad y en un pequeiio grupo de confianza, Ia empresa modema necesitaba una organizaci6n mas sistematica de la capacidad decisoria, y eso es lo que intent6 Fayol con su teorfa de las funciones empresariales: comercial, financiera, de seguridad, contable, administrativaY Este aspecto de Ia organizaci6n empresarial, Ia estructuraci6n de Ia direcci6n, serfa luego casi por entero descuidado porIa sociologia, obstinadamente concentrada en los aspectos informale.r de Ia organizaci6n, 14 pero nunca ha sido abandonado por los te6ricos del management ni por los estudiosos de Ia historia de Ia empresa. 15 7
Miller y Form,1963: 706ss. March y Simon, 1958: 13. '} Martin LOpez, 1997: 51. 10 Bmverman, 1974; Frevssenet, 1977. ll Meiksins, 1984. 12 Aunque no referido expresameme a Taylor, vCase Noble, 1984. B Fayol, 1916. 14 Perrow, 1970: 93. 11 Par ejemplo, Drucker, 1954; Urwick y Brech, 1945; Pollard, 1965; Chandler, 1977. . 8
La sociologfa iudustrr(J! (y de Ia empresa)
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Es en este contexto, dominado par la pregunta de como diligi>; donde irrumpen los experimentos en Hawthorne y el equipo encabezado por Mayo. Sus descubrimientos pueden considerarse un buen ejemplo de lo que Merton llama serendipity -un descubrimiento casual-, las conclusiones de Mayo y su capacidad de sintetizarlas y sistematizarlas dejan much a que desear y, ademas, hay motivos para pensar que lomas "sociologico" del proceso pudiera no deberse tanto a Mayo como a! enranees desconocido Warner. Sin embargo, Hawthorne marca un punto de inflexion en el camino bacia el despegue y la consolidacion de la Sociologfa Industrial porque, en primer Iugar, rompe en buena medida y de fonna convincente con los supuestos del taylorismo para a! sustituir el elemento o elfactor humano par el sujeto o actor humano (to bring the man back in, par decirlo parafraseando la expresion feliz, con otros fines, de otro de los participantes par entonces anonimos del estudio: Humans); y porque, en segundo Iugar, supone tambien una superacion de la perspectiva puramente psicologica e individual que consideraba a! trabajador como dotado de una personalidad propia, pero a! margen del grupo y de las relaciones sociales, y ella a pesar del origen y el fonda psicologicos y psicologistas del propio Mayo. Su principal conclusion metodologica fue que bacia falta una perspectiva cli11ica de las situaciones de trabajo, 16 ]o que noes much a para la sociologfa, pero su principal conclusion sustantiva fue, siguiendo a Durkheim, que todo grupo social debe asegurar a sus miembros . 17 La primero era lo que Taylor habfa intentado lograr mediante incentivos materiales, cuya pertinencia Mayo no negaba; lo segundo, lo que habfa surgido como resultado inesperado de los experimentos en Hawthorne: la importancia del grupo informal, de la satisfaccion en el trabajo y de la identificacion con la organizacion. Puede decirse que, £rente a Taylor, Mayo representa la unilateralidad en sentido opuesto: Ia informal frente a lo formal. No fueron mucho mas alla las aportaciones de la Escuela de las Relaciones Humanas, pero, en todo caso, los experimentos Hawthorne y el debate en torno a ellos abrieron Ia puerta al estudio sistematico de las relaciones en el trabajo al romper con
Mayo, 1933: 19. Mayo, 1945: 9.
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clones materiales de trabajo». 18 Quiza fuese mas correcto decir simplemente que Mayo vio un elemento positivo para la productividad don de Taylor habfa vista un obstaculo: en el grupo informal. En este sentido, cabe preguntarse si Mayo debe ser contrapuesto a Taylor o considerado, sencillamente, como su complemento. 19 «La doctrina de Ia ERI-I es el "suplemento del alma" que necesita Ia OCT.»20 Las casas cambiarfan radicalmente a Ia salida de Ia Segunda Guerra Mundial. En 1938 habfa aparecido el que luego serfa considerado el dispare de salida deJa teorfa de Ia organizacion, The functions of the execzttive, de Barnard. 21 En 1944 se habfa publicado ya The Great Transformation, 22 de Polanyi, que provocarfa de inmediato un am plio debate en Ia antropologfa21 -perc no en la sociologfa- y serfa tardfamente considerado un clasico de la sociologfa econ6mica. En 1946 se publicaba Ia ya mencionada a bra de Wilbert E. Moore, 24 a quien Dal1rendorf seiialarfa tres lustres despues como «el sociologo norteamericano de la industria mas importante de nuestros tiempoS.>>25 En 1947 aparedan The social system of the modern factory, de Warner y Low;26 Administrative behavi01; de Simon27 , que supondria Ia entrada par Ia puerta grande de los economistas en la teo ria de Ia organizacion, y Probli!!nes hwnains du machinisme industriel de Friedmann, quien junto con Naville representaba ya a una floreciente escuela francesa mas orientada bacia Ia sociologfa del trabajo. En 1951, Miller y Form publicaban orgullosos su manual, <>. 28 Esta decada serfa ya prolija: Dubin y Kornhauser y Ross, Lipset y Trow y Coleman, Roy, Bendix, Argyris, Stouffer, Lockwood, Gouldner, Rose, Whyte, Wilenski, Dalton, Touraine, Blau, Crozier, Selznick, Mills, Friedmann, Romans, Merton, Drucker, Sargant Florence, Baldamus, Isambert, Naville, Ferrarotti, Lutz, Dahrendorf, Mayntz y un largo etcetera. Nadie podia negar ya carta de naturaleza a Ia Sociologfa Industrial. Aiiadamos, simplemente, dos hitos que conciernen a sociologfas espe18
ciales concurrentes, superpuestas o ambas casas a la vez: en 1954 tuvo
Iugar Ia publicacion dellibro de Caplow, The Sociology of Work, y en 1958 vendria Ia de Organizations, de March y Simon. 29 A partir de Ia posguerra y hasta Ia decada de los sesenta, puede decirse que transcurre Ia epoca dorada de Ia Sociologia Industrial. Tras pasar revista a algunos de los principales manuales de Ia epoca (Schelsky, Friedmann, Dahrendorf, Faunce, Miller y Form, Schneider, Mottez), el autor de un conocido manual espaiiol concluye: «Es en linea con esta version amplia de Ia subdisciplina donde situamos nuestra posicion sabre lo que debaser el contenido de Ia Sociologia Industrial[ ... ]. Se trata, en definitiva, de acotar Ia disciplina de Sociologia Industrial en torno a tres areas fundamentales de problemas: las actitudes y relaciones de trabajo, Ia estructura y funcionamiento de las organizaciones empresariales y laborales, y Ia relacion entre industrializacion y cambio social.»30 Noes clificilleer que estas tres areas son, respectivamente, Ia Sociologia del Trabajo, Ia Sociologia de las Organizaciones y Ia Sociologia de Ia Sociedad Industrial, pero ya tendremos ocasion de volver sabre esto. Dejo para minuciosos autores de libros de texto o arrojados aspirantes a doctor enfrascados en el primer capitulo de su tesis Ia tarea de buscar (o poner, es decir, inventar) algun orden en el desarrollo de Ia Sociologia Industrial (y de Ia Empresa) a partir de los cincuenta. Yolo creo, sino imposible, si demasiado laborioso en relacion con el beneficia que pueda reportar (los sociologos tambien actuamos racionalmente de vez en cuando). Me parece, no obstante, que pueden sefialarse algunas oleadas que, sin llegar ni mucho menus a agotar Ia produccion de Ia epoca en que cliscurren, si han alcanzado a caracterizarla, y lo hare aunque sea sabre Ia base de simples impresiones -consolidadas y troquelaclas, eso si, por el paso del tiempo. As(, creo que el periodo que corresponde mas o menos a Ia decada de los cincuenta estuvo marcado por el esfuerzo de desenten·ar ellado informal de los grupos de trabajo y las empresas; Ia decada de los sesenta, hasta entrados los setenta, se caracterizo por el estuclio mas global de las organizaciones; desde mediaclos de los setenta hasta mediaclos de los ochenta Ia investigacion y el debate acaclemico han estado en gran parte clominados por el analisis de las condiciones de trabajo y, mas concretamente, de Ia cualificacion; desde mediados de los ochenta a hoy, en fin, el tema preponclerante ha sido Ia flexibilidad y Ia precariedad. La primera oleada probablemente se clebiera al empuje 19 30
Caplow, 1954; March y Simon, 1958. LOpezPintor, 1986:41
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tardio de las conclusiones del estudio en Hawthorne (recuerdese que media Ia Segunda Guerra Mundiall y algiin otro estudio posterior, par ejemplo el de Roy sabre Ia restricci6n de cuotas en Ia producci6n a destajo,'1 y Ia influencia mayor probablemente proviene de Ia sociologia del trabajo. En Ia segunda oleada destacan los trabajos sabre burocracia y organizaciones de Gouldner, Etzioni, Crozier, Barnard, Mechanic... , Ia que hace obvio que, en esta etapa, el impulso viene esencialmente del ambito de Ia sociologia de las organizaciones. En Ia tercera oleada es decisiva Ia aparici6n Labor and monopoly capita/ 32 (con su correspondiente europeo en La division capita/isle du travail)" y el debate y Ia secuela de estudios sectoriales sabre Ia cualificaci6n que estimul6, pero hay que aiiadir que su eco no podria comprenderse si se ignora el fonda constituido par Ia turbulencia social de los iiltimos sesenta y primeros setenta y el florecimiento del neomarxismo en las universidades; podriamos decirque el impulso procede de una virtual sociologia de las relaciones laborales, a mas exactamente salariales. En Ia cuarta oleada, en fm, hay que destacar el debate provocado par Tbe second industrial divide," si bien esta obra noes tanto un punta de partida -como Ia fuera en Ia etapa anterior ellibro de Braverman- cuanto un punta de encuentro provisional entre dos corrientes de ideas que ya llevaban cierto tiempo fluyendo: los efectos de las llamadas nuevas formas de organizaci6n del trabajo (desde Ia recomposici6n de puestos de trabajo basta Ia democt·acia industrial, pasando par circulos de calidad, empresas Z, etc., etc.) sabre Ia productividad35 y las nuevas formas de economia difusa (desde _ los z!zdustrial di
como no tenia Iugar desde principios de siglo, es decir, desde Ia epoca dorada de Ia economia hist6rica e institucional y Ia sociologia clasica de Ia economia. Aiiadamos solamente que este intento de tipificaci6n de las oleadas de Ia Sociologia Industrial en Ia postguerra no debe entenderse como una sucesi6n de eta pas en la que cada una cierra yen tierra ala anterior, pues, no solamente se produce, par fortuna, cierta acumulaci6n irreversible de conocimiento, sino que es mas correcto considerar cada JJ 12
31
H jJ 36
Rov, 1954. Br;verman, 1974. Freyssenet, 1977. Fiore v Sabel, 1984. Jones YSvejnar, 1982. Becattini, 1987; Bagnasco, 1988.
La sociologia industrial (y de !a emprc.w)
25
nueva oleada como un impulso que se superpone a! o a los anteriores, pero sin eliminarlos. La concentraci6n sabre los procesos informales de los cincuenta ha perdurado basta hoy, par ejemplo, en multitud de trabajos monognificos sabre el consentimiento y el conflicto en ellugar de trabajo; el intenes par las organizaciones no ha decaido en ningtin momenta, sino que se ha ida ampliando a nuevas tipos de empresas (ptiblicas, profesionales, cooperativas) y nuevas apartados dentro de elias (los accionistas, las redes supraempresariales de directivos); el debate sabre !a cualificaci6n del trabajo, en fin, no ha decaido sino que se ha ida hacienda cada vez mas rico y mas complejo.
4.
LAS ESPECIALIDADES LIMiTROFES
Llegados aqui debemos preguntarnos que es exactamente Ia Sociologfa Industrial (y de Ia Empresa) y que relacion guarda con otras sociologfas especiales. La lista de las posibles afectadas par esta disgresion es larga: empieza par Ia propia copula contenida en Ia denominacion estiindar y par el sentido exacto, en Ia medida en que sea pertinente, de los terminos que \~ncula (industria y empresa); continua par Ia relacion con materias diffcilmente distinguibles con nitidez, a! menos a primera vista, como Ia sociologia economica y Ia sociologfa del trabajo; alcanza a iimbitos de Ia sociologia que presentan importantes terrenos comunes, pero tambien separados, como Ia sociologfa de las organizaciones, del consumo, de las ocupaciones y de Ia sociedad industrial; se completa con posibles campos miis restrictivos como los de una eventual sociologia de las relaciones laborales, delmercado de trabajo, del empleo, del mercado, de las profesiones ... Hay que empezar par decir que no todo el mundo considera que el asunto valga Ia pena. Asi, por ejemplo, Mottez asegura que «a despecho de los discursos a que a veces ha dado Iugar, el problema de Ia extension y los limites del campo cubierto porIa sociologia industrial es un problema desprovisto de todo in teres cientifico. Es una cuestion de pura conveniencia y que em-responde a cada cual resolver a su manera.>> 1 No estoy de acuerdo en absolute con esta afirmacion, pero no porque piense que posee un especial interes Gjar las fronteras entre los territories acadCmicos, sino porque creo que el problema del objeto de Ia Sociologia Industrial no es sino el problema de que entendemos por economia; una cuestion epistemologica, que ataiie al contenido de Ia disciplina, y no territorial, relativa a sus domini as academicos. Tras Ia discusion sabre que significan aposiciones como "industrial", "del trabajo", "econ6mica" etc., late Ia discusion misma sabre que son las realidades que designan. Empecemos porIa cuesti6n aparentemente mas simple: c:por que industrial y no agraria, de los servicios, comercial o de la administra1
Mottez, 1971: 6.
Las especialidades limftro/es
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cion? La pregunta pareceria simplemente absurda sino fuese porque ha habido auto res y obras de mucho peso que han entendido que "Sociologia Industrial" queria decir precisamente eso: de !a industria, del sector extractive y transformativo y, si acaso, de los servicios asimilables (par ejemplo, el transporte). Asi, Dahrendorf: «el concepto de industria se refiere a las actividades extractivas y transformadoras que par lo regular requieren el empleo de fuerla mecanica. [ ... L] a industria constituye el objeto propio de Ia sociologia de !a industria y de !a empresa. Es Ia sociologia especial de problemas a(m por determinar en el marco de !a producci6n mecanizada de bienes en las minas, en Ia industria sidenlrgica yen las fabricas, tal como se ha desarrollado a fines del siglo XVlli a partir de !a revolucion industrial.>>' Analogo razonamiento parece haher tras lo que escribe un santon de Ia sociologia del trabajo, Georges Friedmann: <>1 Aunque es dificil interpretar de modo inequivoco este texto, pues puede considerarse que simplemente apunta a un abuso lingiiistico, parece mas bien que su proposito, cuando menos latente, es reivindicar para !a sociologia del trabajo un territorio mas am plio que el de Ia sociologia industrial. Es dificil determinar donde estableceria sus limites una sociologia industrial asi definida, o que servicios respetaria como tales: el transporte, ya se sabe (sin duda par !a muy alta relacion capitaVtrabajo o, mas min, en sentido fisico, medias de produccion/trabajo), siempre es admitido junto a !a industria, desde par los soci6logos industriales restrictivos como Dahrendorf basta par los te6ricos marxianos del trabajo productivo, pasando par !a contabilidad nacional; el almacenamiento de materiales y mercandas, a menuda, tambien; el mantenimiento de productos industriales, podria considerarse ... y asi basta !a mas completa confusion. Lo cierto, afortunadamente, es que estas definiciones restrictivas han tenido poco eco. Probablemente el unico soci6logo de acuerdo con Dahrendorf en esto sea el propio Dahrendorf. Un decenio antes, el primer manual conocido de sociologia industrial afirmaba: <
3
Dahrendorf, 1962:5. Friedmann, 1961: 30.
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identificando investigaci6n en las fabricas con Sociologia Industrial. [ ... ] Nosotros preferimos utilizar Ia palabra "industrial" en su sentido mas amplio: referido a todo tipo de actividad econ6mica, abarcando, en general, empresas financieras, comerciales, productivas y profesionales.»·1 PorIa misma epoca, Hughes se felicitaba, al introducir un numero especial del American ]oumal ofSociology, de que los que ei consideraba soci6logos del trabajo, los cuales se veian a si mismos mas bien como sociologos industriales, abarcasen ya una gran diversidad de campos ajenos al sector secundario de Ia economia. 5 Es cierto que, en sus inicios, la sociologia industrial, en la medida en que pudiera considerarse ya tal, como la sociologia en general, se sintio mucho mas impresionada e interesada porIa manufactura, la maquinaria y la gran industria productora de bienes, asi como por su impacto sabre Ia sociedad, que por la agricultura, los servicios o la administracion, que por entonces solo cambiaban mucho mas lentamente. Sin embargo, nolo es menos que, ya mediado el siglo, cuando puede afirmarse sin Iugar a dudas que ya existe una sociologia industrial propiamente dicha, buena parte de ella se dedicaba precisamente al estudio de los servicios (por ejemplo las investigaciones de Selznick, Argyris, Lockwood,} anowitz, Stouffer, Sills, Blau, Crozier, entre otros; a no ser, clara estii, que las arrojemos, en exclusiva, al capitulo de Ia sociologia de las organizaciones). Se han propuesto, sin embargo, ott·as restricciones; propuestas que, en general, no hacen sino expresar las particulares concepciones de los proponentes. Etzioni, por ejemplo, rechaza la identificacion de Ia sociologia industrial con Ia industria pura y dura, ala que califica de plmll sociology, sociologia del taller (siguiendo en ello a Kerry Fischer), 6 y propone su extensiOn a todas las organizaciones econ6micas, pero seglln su propia definicion de las mismas: <>' Organizaciones economicas sedan aquellas <
MillervForm, 1963:7-8. 'Hugh~, 1952:423. (, Kerr y Fischer, 1957. 7 Etzioni, 1958: 133.
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logica en esa consideracion de Ia medicina o Ia ensei'ianza (~tampoco Ia abogacia, Ia arquitectura, etc.?) como no economicas, pero resulta facil seguir sus huellas bacia Ia concepcion funcionalista de las profesiones (por otra parte, abusivamente identificadas con las organizaciones en que trabajan, como si no hubiera otro personal en estas) inspirada en Parsons y I-!ughes,8 alga dificil de sostener hoy gracias, entre otras casas, a! mejor conocimieoto sociologico que tenemos de elias. Cabe admitir, pues, con Castillo, «que "industria", lo mismo en sus origenes ingleses que en frances o en buen castellano, significaba cualquier actividad industriosa, en Ia que se aplica el ingenio y Ia capacidad de las personas para transformar Ia naturaleza o las cosas.»9 Pero hay que aiiadir, primero, que el problema no es simplemente gramarical, ya que Ia ambivalencia de los terminos industria o tizdustrial de hecho, existe y ha dado Iugar a interpretaciones mas restrictivas y por autores no precisamente marginales; segundo, que este problema no se plan tea ni para Ia sociologia del trabajo ni para Ia sociologia economica, cuya transversalidad a traves de las fran teras funcionales de Ia actividad economica es unaoimemente admitida, aunque si para Ia sociologia indus· trial (y de Ia empresa). Menos dificultades presenta Ia aposicion "industrial y de Ia empresa". Por un !ado, se ha seiialado que, en Ia primera mitad del siglo, Alemania desarrollo una Betriebssoziologie mientras en los Estados Unidos se des· plegaba una industrial sociology 10 (y pronto en Francia, por cietto, una sociologie du travail). Alga o bastante de cierto hay en ella, pues es verdad que el economista Schmoller avant Ia lettre (en 1892), o Geck (1931), Briefs (1951) y Schelsky (1954), por ejemplo, refieren Ia sociologia a Ia empresa, como luego lo harlan tambien Dal1tendorf, Mayntz o Lepsius, pero tambien que pronto Ia sociologia alemana se sumo a Ia doble formula industria-empresa. Mientras tanto, del otro !ado del Atlaotico lo que parece es mas bien que se utiliza el termino industrial sociology o zitdustrial relations para referirse a los aspectos mas teoricos y generales de Ia disciplina, como lo hacen Moore o Whyte, pero se propende a englobar los estudios de empresas concretas dentro de Ia sociology oforganizations u organizational sociology. De hecho, pues, creo que lo que hay en realidad es, por asi decirlo, una distincion micro-macro (no en cuanto a! metoda, sino en cuanto a! objeto), queen Alemania se traduce en Ia dico8 Parsons, 1939; Hughes, 1963. '' Castillo, !996: 42-43. 10 Dahrendorf, 1962.
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tomia Betrieb-Industrie y, en los Estados Unidos, en Ia distincion organizations-industry (y, a riesgo de ser aventurado, anadiria que en Francia se presenta como travail~industrie), y cuyo mantenimiento en el momenta actual, una vez establecido que Ia sociologia industrial noes solo ni principalmente Ia sociologia de Ia sociedad industrial, pero tambien que abarca otros ambitos que e1 interior de Ia empresa (el mercado de trabajo, pormencionar solamente uno), puede que resulte francamente ociosa. Esto nos lleva directamente a Ia relaci6n con Ia sociologia de las organizaciones, en estos momentos, con toda probabilidad, Ia sociologia especial mas admitidamente cercana. Si partirnos, con Bamard, de <
Barnard, 1938:73. Etzioni, 1958: 131. Michels, 1911; podriamos considemr tarnbiCn a Mosca, 1939. !vlarx, 1843, 1844b; \X'cber, 1922: I" pane, III/II.
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una clara intersecci6n con la sociologia industrial, entendida en un sentide amplio, o, a! menos, con Ia sociologfa econ6mica en cualquier forma que Csta se entienda. En tCrminos convencionales, el consume es el estadio final del proceso econ6mico sustantivo que sigue a Ia producci6n, !a distribuci6n y el intercambio de los bienes y servicios. En terminos formales, !a necesidad o el deseo de consume se traducen, mediados por las dotaciones, en una demanda efectiva que indica a las empresas, a traves de los precios, lo que el publico desea que produzcan; o, en sentido contrario, las empresas tienen que encontrar o generar mercados para los bienes y setvicios que producen. Par supuesto, el consume es solamente una parte del entorno de Ia industria y !a empresa y, por otra parte, es y representa para los consumidores mucho mas que su relaci6n con los proveedores. Por eso Ia sociologfa del consume se ocupa necesariamente de otros aspectos de &te, tales como los mecanismos de representaci6n de status, las formas de socialidad, !a reproducci6n y transformaci6n de Ia cultura (en sentido restrictive), etc., que quedan fuera del ambito de !a sociologfa industrial y que incluso ataiien a otras sociologfas especializadas (estratificaci6n social, arte y cultura, etc.). De hecho, po· demos entrever o sencillamente ver en Ia calificaci6n "industrial y de !a empresa"' asi como "del trabajo"' a diferencia de lamas general "econ6mica", un in ten to o, a! menos, una disposici6n a dejar de !ado Ia esfera del consume. La sociologfa de las ocupaciones raramente existe como tal. La encontramos a menudo como sociologfa del trabajo y las ocupaciones o, con otro nombre, como estratificaci6n social (o, en algunos casas, estructura social), en el entendido de que !a ocupaci6n es uno de los elementos decisivos, si no el mas, de Ia posicion de las personas en cualquier forma de estratificaci6n social -en !a sociedad industrial o post-industrial (!a Sociologfa del trabajo de Cap low, el dasico anglosaj6n del Urea, era en gran medida, por cierto, una sociologia de las ocupaciones, como se constata con un simple vistazo a su indice). 15 La sociologia del trabajo no deberfa dudar -aunque a menudo parezca simplemente ignorarlo- que entre las ocupaciones se induyen las profesiones, entendidas estas como !a parte de las ocupaciones con mayor nivel de cualificaci6n y autonomia, con una situaci6n de ventaja en el mercado o en las organizaciones y con una posicion de dominic simb6lico sabre su dientela. La sociologfa industrial y de !a empresa puede dudarlo si par empresa se entiende necesariamente la colaboraci6n de dos o mas per15
Caplow, 1954.
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sonas; por ejemplo cuando se afirma, como lo hicieran Miller y Form, que <> 16 (a no ser que se incluya entre las organizaciones, pongamos por caso, la clientela privada de un medico). Es decir, puede dudarlo en la medida en que acepte considerarse a sf misma como una secci6n de la sociologfa de las organizaciones; pero, en primer lugar, ya hemos criticado esta reducci6n; en segundo lugar, estas organizaciones dificilmente podrfan entenderse en su estructura y funcionamiento sin una cabal comprensi6n de las profesiones que juegan un papel dominante o simplemente esencial en elias; en tercer Iugar, el profesionalliheral aislado no existe en realidad, sino que actua siempre, al menos, a traves de pequeiias organizaciones (consultas, bufetes, estudios, gabinetes) que son, propiamente, empresas. Huelga aiiadir que este problema no existe desde la perspectiva mas amplia de la sociologfa econ6mica. Finalmente, dentro de este grupo, la sociologfa de la sociedad industrial sencillamente parece haber dejado de tener sentido aut6nomo. Una parte se singulariza como relaciones industriales y pertenece, como tal, a la sociologfa industrial (o del trabajo, o econ6mica): <> o <>,''' por lo que suele centrarse especialmente, aun sin ignorar el conflicto entre las partes, en los mecanismos institucionales y explicita o implicitamente consensuados como tales: nm·mas sabre empleo, metodos de elaboraci6n y aplicaci6n, etc."' El resto, las caracterfsticas, los procesos y las transformaciones mas generales de Ia sociedad industrial, o como quiera que sea caracterizada (post-industrial, capitalism, de servicios, etc., etc.) pertenecen ya ala sociologfa del cambia social, del desarrollo, de la modemizaci6n o hist6rica. 16
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Miller y Form, 1963:34. Friedmann, 1961:30. Migueie>L y Prieto, 1991b: xxii. Marshall, 1950: 10-L Bng!ioni, 1982: 24.
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Mas compleja es Ia relacion con sociologias especiales que pueden ser pr3cticamente o en gran medida coextensivas con Ia industrial,
como Ia sociologia del trabajo y Ia sociologia economica. Quiza haya que comenzar par decir que, en zm sentido amplio, es decir, estirando
los conceptos a! maximo y, si hace falta, forzandolos, probablemente podriamos hacer llegar cualquiera de elias a donde quiera que llegase otra, perc no creemos que sea Csta la mejor vfa a elegir. Empecemos par
Ia sociologia del trabajo. A Ia vista salta que el trabajo, como objeto, escapa en el espacio y en el tiempo a Ia definicion de tiulustrial. Por un !ado, ha habido trabajo, segun las cronicas, desde Ia salida del paraiso y, segun Ia antropologia, desde que hay humanidad; par otro, hay un sector importante de trabajo en las sociedades industriales (entre otros, pero ahara solo nos detendremos en este) que no suele ser abordado par Ia sociologia industrial: el trabajo domestico, que representa Ia mitad o mas del trabajo total en cualquier sociedad industrializada. Si identificamos industrial con industrioso, cie1tamente, desaparecen esos lirnites
y Ia sociologia industrial corre paralela a Ia sociologfa del trabajo ... salvo que esta se defendiera entonces proclamandose responsable del estudio de toda actiVldac~ incluido el ocio -como en algun viejo plan de estudios. Mas en este sentido, creo, si que hay que estar de acuerdo con
Dahrendorf en que <
plo, de estudiar el trabajo en una sociedad agraria, preindustrial, pretension que sf puede y debe tener Ia sociologfa del trabajo, tanto si se trata de estudiar una sociedad contemponinea como si de utilizar el pasado como plataforma de comprensi6n del presente. (Pero si corresponde -tam bien- a Ia sociologfa industrial, como argumentamos antes en contra de Dahrendorf, el trabajo agrario en una sociedad industrial, pues las sociedades "industriales" no son sociedades politicamente integradas pero econ6micamente segmentadas, en las que la
agricultura, par ejemplo, se mantenga como era antes de Ia industrializaci6n, sino sociedades tambiCn econ6micamente integradas, en las
que Ia agricultura, par seguir con el ejemplo, es agricultura mecanizada, o practicada en granjas capitalistas o estatales, o produccion individual para elmercado mas 0 menos asimilada a los grandes circuitos privados o publicos de distribucion, o actividad agricola de subsistencia 21
Dahrcndorf, 1962:3
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residual de unidades familiares cuyos ingresos proceden mayoritariamente del trabajo asalariado o mercantil.) Pero tambien hay una parte de Ia sociolog1a industrial (y de Ia empresa) que queda fuera del ambito de Ia sociologia del trahajo: Ia propiedad y Ia alta direccion. El aniilisis del trabajo, par supuesto, parte del heelm de que Ia mayo ria de las personas no son propietarias de medias de produccion, de que Ia mayoria de los medias de produccion son propiedad de una minoria de personas y de que, consiguientemente, Ia mayor parte de los trabajadores son trabajadores asalariados. Por otra parte, las fmmas y concepciones de Ia direccion del proceso productive tienen consecuencias decisivas sabre el proceso y las condiciones de trahajo, los cuales no podrian comprenderse de manera cabal sin tenerlas en consideracion, y Ia estructura misma de Ia direccion es inseparable de Ia estructura del empleo (division de tareas, puestos intermedios, 11neas de autoridad, mecanismos de promocion, etc.). Pero resulta dificil imaginar, par ejemplo, que puede tener que ver con Ia sociolog1a del trabajo Ia probletmitica de las relaciones entre el capital accionarial y sus representantes suscitada a partir, sabre todo, de Ia obra de Eerie y Means (el viejo tema de Ia posible disyuncion entre propied ad y control de los medias de produccion, o propiedad y posesion, o entre su propiedad jurfdica y su propiedad economica -distinciones conceptuales, todas ellas, poco afortunadas, pero no vamos a entrar ahara en esa discusion). Los directivos que representan a! capital pueden ser o no los mismos que se ocupen personalmente de Ia direccion del proceso productive; tal o cual modele de organizacion puede ser o no funcional para el capital o, lo que es lo mismo, para los accionistas; los propios puestos de los directives son, despues de todo, puestos de trabajo, etc., pero Ia problematica propiedad-control es Ia de Ia organizacion del capital, no de Ia organizaci6n del trabajo; es un problema esencial desde Ia perspectiva de Ia empresa, pero no, salvo muy indirectamente, desde Ia del trabajo. En suma, debemos decir que hay un am plio campo de coincidencia entre Ia sociologfa industrial (y de Ia empresa) y Ia sociologfa del trabajo, que probablemente este campo de coincidencia es el grueso de cada una de estas sociologfas especiales tomada par separado, pero tam bien que tanto una como otra tienen un campo restante no com partido. Hay alga mas, por cietto, que une a Ia sociologfa industrial (y de Ia empresa) y Ia sociologfa del trabajo, y que separa a ambas de Ia sociologfa economica: Ia exclusion de las esferas de Ia circulacion y el consume. Annque se podria sostener que Ia sociolog1a industrial puede o debe incluir, par limitadamente que sea, el ambito del consume (asf lo hacen, par ejem-
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plo, algunos teoricos de la organizacion procedentes del campo de la teoria econ6mica), 22 lo cierto es que nolo hace o apenas lo hace, y la sociologfa del trabajo excluye esa esfera par definicion. Mas impmtante es, emperc, la esfera de la circulaci6n. Aquf entiendo esta definida en los
siguientes terminos: toda producci6n no domestica, es decir, no consumi~ da par el propio productor, ha de circular bacia los consumidores finales (como bienes o setvicios de consume) o bacia otros consumidores-productores (como bienes intermedios o setvicios a las empresas), y esto ha de discurrir a tr~ves del intercambio privado (incluidos aquf el mercado, el trueque y la donaci6n) o a traves de Ia asignaci6n par el Estado (racionamiento, redistribucion fiscal); si, ademas, Ia produccion es cooperativa (a conjunta, o asociada: en definitiva, en una empresa u organizacion), el producto final, antes de circular, ha de ser objeto de apropiaci6n par los participantes.23 Hay que empezar par decir que Ia apropiacion (lo que los
economistas suelen llamar "distribuci6n" o "distribuci6n funcional", es decir, distribucion entre los factores: tierra, trabajo y capital, o rentas, salarios y beneficios) no suele ser par sf misma objeto de atencion ni para Ia sociologfa industrial (y de la empresa) ni para la sociologfa del trabajo, excepto en la medida en que sea objeto de conflicto expreso entre los actores, quiza porque se admite que, salvo que surja este, viene determinada por las !eyes del mercado. La circulacion (lo que los economistas suelen llamar intercambio, pero aquf este es solo una de las variantes de la circulacion), es, en principia, dejada al margen par ambas. Solo en principia, clara esta, porque Ia que sale o no se permite que entre porIa puerta termina baciendolo por la ventana. En primer Iugar, hay un mercado que ambas sociologfas especiales consideran: el mercado de trabajo. La sociologfa industrial (y de Ia empresa), en cuanto que forma parte indiscutida de las relaciones indmtriales, especialmente como polftica de emplea, escenario del movimiento obrero y de los sindicatos, etc.; la sociologfa del trabajo en el mismo sentido, yen ella incluso puede obsetvarse una teodencia reciente a transmutarse total o parcialmente en sociologfa del empleo, a interrogarse sabre las condiciones de emplea coo car:kter previa a las condiciones de trabajo, en Ia medida en que la sociedad parece alejarse defioitivamente -basta donde la vista alcanza- del plena empleo y el empleo realmente existente estalla en mil formas y fragmentos. 24 Pero hay mas mercados, concretan Par ejemplo, Hirscbm:m, 1970. 23 14
Pam m:is detalles, vCasc Enguita, 1997 d. Maruani y Reynaud, 1993: 4; Prieto, 1994: 20;
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mente los mercados de capital y los mercados entre empresas. Los primeros son sencillamente ignorados, alga perfectamente comprensible para !a sociologia del trabajo pero no tanto para !a sociologia industrial (y de Ia empresa). Los segundos suelen ser ignorados par Ia sociologia industrial (jy de !a empresa!), precisamente par su proximidad con Ia sociologia de las organizaciones (que ba de ignorarlos par definicion, salvo que se consideren estas como sistemas abiertos), pero ya no pueden serlo par Ia sociologia del trabajo, Ia cual se encuentra, par ejemplo, cara a cara con Ia imposibilidad de abarcar !a division del trabajo si no es, ademas de como division interna a Ia empresa, como division del trabajo entre empresas, considerando el proceso de produccion de cualquier bien o servicio como un todo. 25
En el descuido o Ia renuencia de !a sociologia a adoptar el mercado como objeto de estudio no hay otra cosa que el fetichismo del mismo compartido con la economfa, la idea de que es un mecanisme automatico e impersonal, en el que cualquier mana es invisible, una idea llamativamente compartida par Ia economia cliisica liberal (aunque algunos autores cl3.sicos, concretamente Smith, tenfan sus reservas al respecto,
estas han sido ignoradas par !a posteridad), tanto mas par !a neoclasica y neoliberal, y Ia economia marxista, con su peculiar vision neutral del "vela de Ia circulacion". Pero si, en Iugar de suponer que el mercado es lo que tanta gente dice que es, nos preguntamos si realmente lo es, enranees aparece con claridad el hecho de que, sea lo que sea, existe una amplia subesfera de !a economia distinta del trabajo en cualquier terreno -en !a empresa, par cuenta propia o en el mercado- y distinta de !a «mana visible» 26 en !a empresa u organizacion. Es !a esfera de !a distribucion, es decir, de la asignacion y el intercambio, y ha sido ya, aunque solo de forma tentativa e incipiente, estudiada par Ia sociologia economica. No hay, en cambia, un trabajo ni una industria (o empresa) que queden fuera de !a economia. Si algun trabajo lo hiciera seria otra cosa: actividad de ocio, actividad politica o religiosa o cualquier otra forma de acci6n social pero no econ6mica, es dedr, no seria trabajo. Si alguna empresa lo hiciera seria solamente una organizaci6n -una organizaci6n de
tipo no economico. La sociologia economica se ocupa, pues, par definicion, de un ambito alga mas am plio que el de otras sociologias especiales como son !a industrial (y de Ia empresa) o Ia del trabajo: eso no !a hace ni mejor ni pear, no Ia convierte en principia ni sintesis de nada, 25
Castillo, 1988:26.
J~>
Chandler, 1977.
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pero, a no dudar, hace de ella una especialidad distinta dentro de Ia disciplina com(m.
Podria pensarse, ciertamente, en una posibilidad de configurar subambitos de Ia sociologia industrial (y de Ia empresa) o de Ia sociologia del trabajo que queden fuera del ambito de Ia sociologia econ6mica. Robbins escribi6, refiriendose a! objeto de Ia economia: <>27 Acogiendose a esto, se podria intentar definir Ia sociologia econ6mica como Ia sociologia del aspecto econ6mico de Ia realidad. Asi, pongamos por caso, estudiaria el aspecto econ6mico del trabajo perc no su dimensiOn expresiva, o estudiaria Ia empresa como organizaci6n productiva perc no como escenario de acoso sexual contra las mu-
jeres. El problema es que, si aceptamos esa limitaci6n, expulsamos Ia sociologia misma del ambito de Ia realidad econ6mica, sea Ia sociologia econ6mica, Ia industrial o Ia del trabajo. Sin negar a priori, de ningun modo, Ia utilidad de las abstracciones de Ia teoria econ6mica, lo que Ia sociologia plantea es que tales abstracciones no son reales (no se basan en aislar aspectos realmente existentes de Ia conducta humana) sino conceptuales (consisten en elzimitar del razonamiento aspectos que no son aislables en Ia realidad). En otras palabras, que no existe Ia conducta puramente econ6mica, ni se puede aislar y estudiar por si mismo el aspecto econ6mico de Ia conducta, sea en el mercado, en Ia empresa, en el hagar o en cualquier otro contexte. Naturalmente, los otros determinantes de Ia conducta (los no dictados porIa relaci6n medics-fines o por la escasez) est:in m:is presentes en unos contextos que en otros: est:in
menos presentes, par ejemplo, en el contexte impersonal del mercado, sensiblemente mas en Ia empresa y de forma abrumadora en el hagar, de man era que Ia abstracci6n conceptual del economista te6rico se acerca mas a Ia realidad en el mercado, donde las interacciones son relativamente impersonales y emiticas yen algun grado se compensan, y menos a medida que se sumerge en contextos social y culturalmente mas densos, de manera que choca con enormes dificultades en el ambito de Ia organizaci6n y muestra una clara tendencia a patinar en el del hagar. Quiza esto sea tam bien parte de Ia explicaci6n de Ia preferencia mostrada porIa sociologia por estudiar las organizaciones (las empresas), que ni son tan impersonales como el mercado (o como algunos mercados) ni 27
Robbins, 1932, recogido en LeClair y Schneider, 1968: 97,
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estiin tan espesamente personalizadas como los hogares (como cualesquiera hogares). Lo que distingue a Ia economia no es ocuparse de un aspecto de Ia conducta, el aspecto econ6mico, sino ocuparse de Ia conducta desde un supuesto conceptual o metodol6gico: Ia l"acionalzdad tal como Ia entiende normalmente el economista (maximizaci6n u optimizaci6n); en definitiva, lo que Polanyi llama Ia economia formal. Lo que distingue a Ia sociologia econ6mica, del trabajo o industrial (y de Ia empresa) de Ia sociologfa a secas o de otras sociologfas especiales es ocuparse, esta vez si,
de un area de Ia conducta, Ia que se refiere a Ia obtenci6n del sustento en el sentido mas am plio, o a Ia satisfacci6n de las necesidades en un contexto de escasez (a no confundir con Ia racionalidad medios-fines), pero bajo rodos los aspectos. Por eso pudo decir Polanyi que «el ensayo de Lionel Robbins, aunque uti! para los economistas, distorsion6 fatalmente el problema.>>28 Si Ia sociologia industrial (y de Ia empresa), o Ia sociologia de las organizaciones, se ocupa del acoso sexual en el trabajo nolo hara como parte de una sociologia de las relaciones de genera, sino como parte, yen Ia medida en que sea parte importante, del estudio de los mecanismos de poder informal en Ia organizaci6n, de las dimensiones latentes o los efectos perversos de Ia autoridad formal, de las condiciones de trabajo, etc.; si Ia sociologia del trabajo se ocupa, supongamos, de Ia dimension expresiva del trabajo extradomestico (el hecho mismo de tener un empleo como fuente de autoestima, o el tipo de empleo como fuente de estatus), no sera tanto por ago tar todo lo que pueda tener algnna relaci6n con el trabajo sino porque seria sencillamente imposible comprender Ia relaci6n con el mismo sin tener en cuenta esa dimension (comprender, por ejemplo, que sectores importantes de mujeres trabajen por salarios que, deducido el precio-sombra de tareas domesticas que pasan a ser reemplazadas por bienes y servicios adquiridos en el mercado, no compensan el aumento de su carga de trabajo). Pero este mecanismo de absorci6n de problemas, o del objeto de estudio, es comiin a cualquier especialidad de Ia sociologia que se ocupe de cualquier aspecto de Ia realidad, econ6mica o no. Digamoslo una vez mas: no se trata de hacerse con esta o aquella parcela de Ia sociologia como disciplina o de Ia realidad como objeto de estudio. Se trata, eso si, de comprender Ia relaci6n entre Ia disciplina y Ia realidad, parte de lo cual es comprender su historia, y se trata de qne esta historia se condensa significativamente en el juego de las denomina23
Polanyi, 1957b: 270.
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ciones. La sociologia nace bajo Ia fuerte impresion de las transformaciones producidas par Ia industrializaci6n: de sus efectos sociales en general y de esos nuevas fenomenos que son Ia fabrica y Ia clase obrera en particular. En Ia medida en que se con centra en estos aspectos podemos decir que nace Ia sociologia industrial. La adicion del termino "empresa" implica una doble delimitacion, respecto de Ia sociologia de las organizaciones (que se ocupa tam bien de otras organizaciones) y respecto de Ia economia (que se ocupa, de momenta, del mercado, ode Ia empresa como simple conjuncion de factores en funcion de una tecnologia y unos precios dados). Dice Dahrendorf, con cietto fundamento, que >30 El desarrollo de Ia sociologia del trabajo de preferencia en los paises economicamente menos industrializados y politicamente mas agitados de Europa -pero con cierto nivel academico y profesionalobedece, creo, al doble impulso de dar prioridad al trabajo entre los elementos de Ia empresa-organizacion y de abarcar el importantisimo resto de trabajo no asalariado -incluso sin considerar el domestico-. Pues bien, el renacer de Ia sociologia economica responde, en mi opinion, a Ia detecci6n de otras insuficiendas, en particular la escasa atenci6n presta:t'~
Dahrendorf, 1962:55.
10
Mottez, 1971:6.
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da al mercado y ala economia domestica. Te6ricamente, estos vacfos
han estado siempre ahi, pero las escasas voces que los senalaron estahan condenadas a damar en el desierto. Lo que ha camhiado Ia situaci6n han sido dos casas: en primer Iugar, Ia perdida de ceotralidad de Ia oposici6n entre capital y trahajo, producto de una gran multiplicidad de factores que no hace falta enumerar aqui, pero uno de cuyos efectos derivados es que se puede prestar mas atenci6n a otras fm·mas de desigualdad y de conflicto sociales; en segundo Iugar, el paso a primer plano de otros aspectos de Ia economia como el hagar --a! ritmo de su abandono parcial par Ia mujer- o el mercado -como consecuencia de los limites de Ia teoria econ6mica y de Ia llamada desconcentraci6n productiva. Resta anadir que todavia queda una esfera cuya importancia econ6mica viene siendo subestimada par la sociologia, y que tarde o temprano habni de ocupar ellugar que le corresponde en el ana!isis sociol6gico de la realidad econ6mica: el Estado como mecanisme de (re)distribuci6n que, aparte de sus funciones propiarnente productivas, que desempena a traves de sus propias organizaciones --empresas y agendas-, redistribuye una parte del producto de otras organizaciones y de los hogares e individuos No se trata, pues, de poner una sociologia especial en el puesto de otra en nornbre del descubrimiento de tal o cual parcela olvidada, sino de actuar, en cualquiera de ellas, de man era que abarque la totalidad de su objeto.
5.
LA DIVERSIDAD DE LA ACCION ECONOMICA
El analisis econ6mico de Ia realidad econ6mica se basa en el supuesto de que esta estri. form ada per acto res que persiguen sus intereses individuales de forma racional, es decir, tratando de obtener el mayor beneficia a! men or coste. Por mas que los utilitaristas irredentos puedan pensar que no bay otra forma posible de conducta bumana, y mucbo menos de conducta racional, esta dista mucho de ser una concepciOn espontill1ea, o eterna: es una idea nacida exdusivamente en occidente yen fecha relativamente reciente. 1 El deseo de simplificar los supuestos para entregarse con todas las fuerzas a las deducciones ba becbo del bomo ceconomicus el acompaiiante inevitable de cualquier economista, particularmente de cualguier economista neoclasico. Pero, si Ia politica, dicen, bace extranos compafieros de cama, la economia, entonces, los trae francamente
indeseables. Es un Iugar com lin que semejante especimen puede resultar de gran utili dad en Ia mesa de despacbo, como supuesto de Ia teo ria, pero es, afortunadamente, diffcil de encontrar en Ia realidad. La literatura econ6mica abunda en ironias que definen al bomo ceconomicus como Ia ultima persona a Ia que uno querrfa tener como amigo o con Ia que desearia ver casada a su hija: 2 «Habria que tamar varios curses de economia para encontrar a uno que dejase entrar siquiera el bienestar de su familia en su funci6n personal de utilidad.»1 Mas alla de este recbazo instintivo, Ia idea utilitaria y economicista de Ia racionalidad topa una y otra vez con dificultades para abarcar form as patentes y relevantes de conducta human a, incluida Ia conducta econ6mica, y se ba vis to por ello llevada a redefinir constantemente sus rerminos. En su formulaci6n original, todo su att·activo y toda su insuficiencia residen precisamente en su simplicidad. <
2
Hirschman, 1977. Boulding, 1970: 134.
; Sen, 1973:46.
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que deberiamos hacer, asi como determinar Ia que haremos.»4 Actualizado par un fi!6sofo de Ia economfa: <>' Pero Ia fmma mas elemental de entender este principia de utilidad, que cada acci6n persigue aumentar el placer y evitar el dolor para Ia persona que Ia realiza sin tener para nada en cuenta a los demas, contradice claramente la reali-
dad, plagada de casas de altruismo o, sencillamente, de dudosa utilidad personal, lo que obliga a! utilitarista a sucesivos epiciclos encaminados a englobar las conductas rebeldes, ambiguas o simplemente inc6modas. Una forma alga mas compleja puede consistir en integrar el placer y el dolor de los demas, o de algunos entre elias, como propio, lo que algun autor ha llamado el <
podni justificarse cualquier acci6n humana como uti! para quienla lleva a cabo, ya que, en realidad, basta para ella con suponer que, si Ia hace, es porque le proporciona algun tipo de placer (ole evita algun tipo de dolor) sea este ffsico o moral, egofsta o altruista, etc., lo que convierte el razonamiento en una simple tautologfa de valor nulo. 6 Mas de Ia mismo se obtiene cuando Ia teorfa se limita a afirmar que </ Lo que se viene a decir asi es que es precise mantener la aritmdtica moral benthamiana para que Ia realidad se preste a su formalizaci6n matematica. Lo que convierte a! utilitarismo en una base ideal para Ia teoria econ6mica no es el contenido de Ia moral que predica (placer, dolor), par mucho que se pueda espiritualizar, sino su cardinalidad o, a! menos, su ordinalidad: mas, menos, igual. Tanto mas si, de paso, Ia moral se reduce a Ia eficiencia: >8 Par otra parte, el supuesto de racionalidad formal tam bien se ha visto sacudido, incluso desde las propias filas de Ia teorfa econ6mica. Siman sugiri6 ya hace tiempo reemplazar la idea de conducta maxtimZadora u optimizadora par Ia de un comportamiento simplemente ·1
Bentham, 1789: I, §I.
~ Dyke, 1981:31.
" Stigler, 1952:57. 7
Alchian y Allen, 1969:40.
s
Bentham, 1776: Prcfacio, §2.
La divemdad de Ia acciim ccon6mim
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satisfactorio (satisfizing) 9 y, sabre todo, propuso limitar el alcance del supuesto de una conducta econ6mica racional, sustituyendo Ia idea de plena racionalidad par Ia de racionalidad limitada (bounded rationaltiy), Ia conducta que es «pretendidamente racional, pero solo limitadamente tal». 10 Williamson sugiere que Ia idea de racionalidad limitada, a media camino entre Ia racionalidad maximizadora, fuerte, de Ia economia neochisica y Ia racionalidad organica, debil, de Ia teoria evolucionista de Ia economia (Veblen), es Ia que mejor responde a Ia realidad econ6mica, 11 y sabre ella se levanta su teoria de los castes de transacci6n. Lindblom considera, frente a! modelo que llama racional-comprehensivo (que considera todos los aspectos de Ia realidad), que quienes taman las decisiones lo bacen mas bien par un procedimiento de comparaciones limitadas
sucesivas consistente en apartarse solamente paso a paso -pasito a pasito- de las politicas o los habitos establecidos, 12 comparando alternativas que difieren en pequeiia medida, de donde tambien el nombre de
incrementalismo o incrementalismo inconexo o, rn:is sencilla y gnificamente, apaiidrselas [muddling through]. Uno de los escollos principales ante el modelo de Ia acci6n racional es Ia presencia de Ia incertidumbre. Existe esta cuando el actor no puede prever los resultados de Ia acci6n ni asignarles siquiera probabilidades. Frank Knight ya distingui6 entre Ia incertidumbre, asi definida, y el l'iesgo, cuando el actor puede asignar tales probabilidades, 13 y lo que Ia economia ha hecho mas recientemente ha sido contemplar cada vez mas Ia presencia de incertidumbre como si se tratara de una situaci6n de riesgo para salvar Ia vigencia de Ia racionalidad, hasta el punto de borrar par entero Ia distinci6n bajo Ia idea de las probabilidades subjetivas. Sin embargo, el mundo no parece estar poblado par tan finos estadisticos, y Ia cuesti6n entonces es como se las arregla Ia gente para decidir, ya que de hecho decide, en situaciones de incertidumbre, es decir, en situaciones en las cuales nose puede aplicar un ca.lculo racional, lo cual no significa que haya que ser irracional o que se pueda dejar de actuar; o sea: «~que hacemos cuando no sabemos que es lo mejor que podemos hacer?» H La respuesta de Beckert es que, entonces, los agentes que quie-
ren ser racionales (tittended/y rational) <
10
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de ca!culo para determinar las probabilidades con el fin de dominar Ia incertidurnbre. Mas bien se apoyan en "mecanismos" sociales que restringen sus posibilidades y crean una rigidez en las respuestas a los cambios en un entorno incierto.» 15 Estos mecanismos pueden ser reglas,
normas sociales, convenciones, instituciones, estructuras sociales o relaciones de poder. 16 En otras palabras, Ia conducta econ6mica s6lo es posible en un contexto de incertidumbre porque Ia economia esta inserta en un contexto social que permite minimizarla. El problema de Ia conducta racional maximizadora (u optimizadora, o satisfactoria) no seria tal si fuese simplemente presentada como un supuesto axiomatico arbitrario, aungue mas o menos razonable y sensato, sobre el que se propane construir una teoria formal que luego servira para interpretar, explicar o predecir Ia realidad en Ia medida y s61o en Ia medida en que tales supuestos correspondan a ella. Esto y no mas es lo que quiso hacer el inventor del bomo ceconomicus,]. S. Mill, para quien el impulso de maximizar Ia riqueza, sopesado porIa aversion al trabajo y el deseo de goce, es simplemente una abstraccion que permite una aproximaci6n a Ia conducta real «Si, dentro de las areas en cuesti6n, no fuese impedido por ninguna otra motivaci6n.>> 17 <>, como sefiala Blaug, <
Loc. cit.
de considerarse que toda conducta humana envuelve a participantes que maximizan su utilidad a partir de un conjunto estable de preferencias y acumulan una cantidad optima de informacion y otros insumos en diversos mercados.>>21 En Ia perspectiva sociologica, Ia accion humana presenta un registro mas am plio. Es verdad, no obstante, que desde ella se puede incurrir facilmente en el vicio inverso: en vez de un actor infrasocializado, uno hipersocializado. En Ia teoria sociologica tampoco faltan hoy los intentos de «encontrar una fun cion que lleve de un con junto de preferencias individuales a un arden de preferencias socia1>,22 pero pueden ser incluso bienvenidos como contrapunto a una concepcion hipersocializada de Ia accion que discurre par Ia doble via que va de Durkheim a Parsons y Dahrendor£,23 unidos en este aspecto," o que parte de Hegel, pasa (atemperandose ocasionalmente) par Marx y llega basta el Trager del estructuralismo marxista.25 Durkheim, etc., representan Ia que Sorokin llamo Ia tradicion sociologista,26 en Ia que Ia norma social es vista como el punta de partida unilateral y Ia teo ria se dedica fundamentalmente a explicar de que manera se produce el hecho de que los individuos se plieguen a ella. Para Marx y el marxismo, los seres humanos son parte de grupos cuya posicion les asigna unos u otros intereses y el problema esencial es el de como llegan a tamar conciencia de elias, par Ia que Ia eleccion individual es en si un problema irrelevante.27 No hay dificultad, pues, en encontrar en el seno mismo de Ia sociologia ni el trasunto de Ia teoria de la acci6n dominante en la teorfa econ6mica ni su opuesto: una vez mas, los errores van por parejas, como Ia BenemErita. «Mientras que Ia teoria de Ia eleccion racional toma los intereses individuales como dados e intenta dar cuenta del funcionamiento de los sistemas sociales, Ia teo ria normativa toma las normas sociales como dadas e intenta dar cuenta de Ia conducta individual.»" La disyuntiva es vieja como el pensamiento social mismo: 0que es anterior, el individuo o Ia sociedad? Es inevitable que este problema nos recuerde otro mas viejo: 0el huevo o Ia gallina? La diferencia reside en que Ia evolucion de Ia 21 Becker, 1976: 119. " Elster y Hyllund, 1986b, 2. 1 2 Me refiero a Dahrcndorf, 1958. 24 Sobrela variantc fundonalista, vCase Wrong, 1961. 2 ~ Sobrc la marxista, Thompson, 1978. 26 Sorokin, 1928. 17 Bowles y Gintis, 1986: 146. 18 Coleman, 1990:241-42.
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sociedad es mucho mas n\pida que Ia del plumifero, de manera que, si bien un huevo de una generaci6n se parece a! de cualquier otra anterior como solamente podria hacerlo un buevo a otro buevo, un individuo es sencillamente imposible de concebir fuera de su contexto social e hist6rico. «La comunidad», escribi6 Bentham, «es un cue1po ficticio.» 29 Pero Ia que puede aceptarse como una forma de negar que existan unos intereses sociales a! margen de los intereses de quienes Ia forman, es sencillamente inaceptable si lo que se pretende es que Ia sociedad solo es Ia suma de los individuos, el interes social Ia suma de los intereses individuales, Ia racionalidad social Ia suma de las racionalidades individuales, etc. La racionalidad individual quela teoria econ6mica presupone es un producto hist6rico, porque sus dos componentes son hist6ricos: primero, el individuo, que tiene que desgajarse vital y moralmente de Ia comunidad inmediata (Ia tribu, Ia familia ... ) para llegar a considerarse a si mismo como Ia medida de todas las casas; segundo, Ia raz6n instrumental, que tiene que despojarse de elementos magicos, religiosos, morales, rituales y consuetudinarios para llegar a actuar en funci6n de un crilculo; de paso, Ia economfa, que debe configurarse como una esfera relativamente independiente y acotada del resto de Ia sociedad, precisamente para que en ella sea posible Ia racionalidad del crilculo econ6mico. La sociologfa no niega Ia racionalidad instrumental, pero tampoco Ia da par sentada. No Ia contempla como una condici6n que puede darse par supuesta sino como alga de existencia contingente, a demostrar. Puede comprenderse tambien el atractivo de las teorias de Ia elecci6n racional para el anrilisis de Ia realidad social como reacci6n, no ya contra el estructuralismo y Ia hipersocializaci6n, sino contra la casufstica errfltica de Ia conducta en la que parecen complacerse, a veces, la etnometodologia y otros enfoques asociadas. Frente a! plena desorden de Ia miriada de las motivaciones individuales o Ia infinidad de las combinaciones sociales, Ia parsimoniosa idea de que, en el/on do, todos quierenlo mismo -como advertian antes, prudentemente, las madres a las hijas, aunque fuera par otro motivo-, despeja el horizonte y seduce con Ia promesa de grandes frutos para el trabajo deductivo. Sin embargo, los buenos deseos no pueden sustituir a Ia realidad, por mucha que sea Ia intensidad con Ia que se sientan. Y, cuando nose vive Ia autocomplacencia tranquila del economista ni Ia angustia plagada de urgencias del soci6logo, es diffcil llegar a pensar seriamente que Ia conducta humana, incluida Ia conducta econ6mica, este regular y globalmente dictada par el "' Bentham, 1789: I, §4.
La diversidad de Ia acci6n ccon6mica
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calculo racional. En palabras de Lovejoy, !a raz6n del hombre tiene, «como mucho, una influencia secundaria y muy pequefia sabre su con-
ducta, y los sentimientos y deseos irracionales o no racionales son las verdaderas causas efidentes de todas o casi todas sus acciones.» 30 Existe tam bien !a posibilidad de una perspectiva mas plural y diver-
sificada que, sin negar Ia pertinencia del modele racionalista y maximizador de !a teo ria econ6mica en ciertos :imbitos y de forma limitada, ni, sabre todo, sus virtudes heuristicas, considere tambien !a de otros tipos de conducta. Este es el caso, sin ir mas lejos, de Ia tipologia de !a acci6n de Weber: «La acci6n social, como toda acci6n, puede ser: 1) racional con arreglo a/tites: determinada par expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizando esas expectativas como "condiciones" o "medias" para ellogro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos; 2) racional con arreglo a valores: determinada par !a creencia consciente en el valor --etico, estetico, religiose ode cualquier otra forma como se le interprete- propia y absolute de una determinada conducta, sin relaci6n alguna con el resultado, o sea puramente en meritos de ese valor; 3) afectiva, especialmente emotiva, determinada par afectos y estados sentimentales actuales, y 4) tradicional: determinada par una costumbre arraigada.>>31 N6tese que ni siquiera !a acci6n del primer tipo ha de ser propiamente maximizadora, sino simplemente utilizar los medias de !a mejor manera posible para obtener los fines; Ia maximizaci6n, par supuesto, entra dentro de las posibles acciones racionales con arreglo a fines (en contrapartida, tambien es posible considerar Ia acci6n racional con arreglo a valores como parte de !a racionalidad econ6mica si se define esta como mera «congruencia entre opciones y preferencias».)3 2 Las demUs fonnas
de acci6n, simplemente, quedanfuera del esquema de !a "racionalidad econ6mica": o bien son racionales pero no "econ6micas" -no maximi-
zadoras-, como !a acci6n racional con arreglo a valores (con !a cautela planteada, que permitiria una especie de maximizaci6n de !a congruencia con los valores o de satisfacci6n o utilidad obtenidas de !a aplicaci6n de estos), o bien, conduzcan o no a un resultado maximizador -y probablemente no lo haran-, no son racionales en el sentido que !a teoria econ6mica otorga a este adjetivo, como sucede con las acciones tradi-
cional y afectiva. 0
Lovejoy, 1961:64. \X'eber, 1922: I, 20. u Boudon y Bourricaud, 1982: 196. '
H
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Es manifiesto que existen conductas econ6micas que en nada se ajustan, ni mucho ni poco, a los canones de racionalidad. La antropologia, que no en vano ha sido siempre miis hostil que Ia sociologia a las teorias de Ia elecci6n racional, nos ha proporcionado abundantes ejemplos como el anillo kula, el potlatch o el culto cargo. Pero noes precise acudir a las sociedades primitivas, pues tambien los encontrarnos en Ia nuestra. Se aducen con frecuencia, por ejemplo, Ia escasa disposici6n a contratar seguros, Ia solicitud injustificada de credito a altos tipos de interes, las compras consuetudinarias o compulsivas, etc., una temUtica en la que abundan Ia economia, Ia sociologia y Ia psicologia del consumo. 33 Quizii Ia contribuci6n miis importante de Veblen a Ia sociologia y a Ia economia haya sido Ia de seiialar que el consume, es decir, las pre/erencias de los consumidores, no pueden considerarse dadas en una visiOn dinfuni~ ca ni sujetas a una l6gica instrumental, sino que son enormemente variables y tienen un elevado componente expresivo,'·' idea remachada despues por Parsons y Smelser." Tampoco podrian explicarse facilmente en terminos de racionalidad utilitaria los comportamientos propios de Ia que se ha denominado Ia cultura de fa pobreza, fundamentalmente imprevisores desde tal perspectivaY' Par otra parte, hay razones mas que abundantes para subrayar el papel de Ia moral en Ia economia. Numerosos aetas como las limosnas, las donaciones, los regales, Ia participaci6n ciudadana, etc., no podrian comprenderse sin conceder carta de naturaleza al altruismo. Lomas importante, sin embargo, es el grado de moralidad que requiere Ia misma conducta "econ6micamente racional". Para empezar, no hay nada en el calculo racional de Ia utilidad que impida el usa de Ia fuerza y el fraude, incluso si estan legal y morahnente condenados, cuando las recompensas son lo bastante altas y el riesgo lo bastante bajo. Hobbes ya fue consciente de que el interes egoista podia conducir directamente ahi. Para decirlo en terminos econ6micos convencionales, Ia honestidad y Ia confianza, que son fen6menos estrictamente morales, son esenciales para contener los castes de transacci6n. 37 Par un 1ado, ciertamente, los vinculos morales que unen a una comunidad obstaculizan el desarrollo de relaciones econ6micas impersonales, tales como el intercambio mercantil o el trabajo asalariado. Asi como el mercado «reduce Ia necesidad de H
vease Katonn, 1975.
~~
Veblen, 1899.
11
Parsons y Smelser, 1956. )(, VCase Lcncock, 1971.
17
Arrow, 1974:23.
La divcrsidad de Ia acci6u ecmldlllica
compasi6n, patriotismo, amor fratemo y solidaridad cultural», 18 asi las instituciones de canicter comunitario (sabre todo las pequei'ias: familia, comunidad local, minoria etnica, perc tam bien, en otra forma, las grandes, como el Estado del bienestar) resisten a Ia l6gica del mercado. Por otro !ado, sin embargo, Ia ausencia de Ia comunidad y Ia moral comunitaria como fondo to rna inviables o extremadamente azarosas y costosas
las transacciones mercantiles, como lo muestran el elevado grado de desconfianza que suele acompallar a las transacciones interCtnicas o el canicter casi prebelico que alcanza a veces el trueque entre comunida-
des primitivas. La maxima viabilidad del mercado se produce, probablemente, en una situaci6n intermedia, con una moralidad lo bastante presente para conjurar el fraude y Ia fuerza y suscitar Ia confianza, engrasando asi el mecanismo, y lo bastante ausente para no atascarlo con escrupulos de justicia. Lo que puede considerarse el termino media entre Ia plena independencia de los individuos y Ia sociedad comunal, 19 o un sistema de solidaridad debil."' Dare, por ejemplo, ha argumentado Ia importancia del goodwill, en ten dido como <
rrente.>>4' A pesar de Ia tendencia a olvidarlo de Ia economia neoclasica, este problema estuvo muy presente en Ia obra y las preocupaciones de los economistas clasicos. Junto a su aprecio par Ia eficiencia del mercado, «vieron con toda claridad que solo podria operar dentro de un marco de restricciones. Tales restricciones eran en parte legales yen parte
religiosas, morales y convencionales, y su finalidad era asegurar Ia coincidencia del in teres propio y el de Ia comunidad.>>·" Ejemplo de ella fue el mismo Adam Smith, parte del grupo de los moralistas escoceses, cuya obra econ6mica se prolonga y se contradice a Ia vez con sus reflexiones morales (Ia relaci6n entre La riqueza de las naciones y Teoria de los senlt~ mienlos morales ha dado Iugar, precisamente, a lo que se llama el proble-
ma Smith). Finalmente, intentar dar cuenta cumplida de Ia conducta individual sin tener en cuenta
el grupo, la instituci6n, la cultura, es sencillamente
impensable. Incluso dentro de las coordenadas de Ia acci6n "racional", Ia informacion que podemos recoger, lo que de ella consideramos rele38
vante, el modo en que Ia interpretamos, etc., est
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imagen de nosotros mismos. La cuesti6n es que este interrogante debe
extenderse a las acciones propias de las esferas del intercambio y Ia producci6n. Desde los origenes de Ia sociedad han existido oficios de mayor o menor prestigio, incluidos oficios estigmatizados -como los herreros en numerosas culturas agrarias-, y hasta el dia de hoy el trabajo es una seiia de identidad, lo que Touraine llama «una mezcla de hacer y seD>. De ahi que el desempleo prolongado, Ia jubilaci6n anticipada o Ia misma jubilaci6n ordinaria puedan vivirse como una crisis en Ia que se pierde el principal elemento expresivo de Ia propia identidad:" Y otro tanto puede decirse, aunque en todo caso sean, por su propia naturaleza, mas efimeros, de los actos de intercambio, no menos preiiados de elementos expresivos: Ia honestidad en el credito, Ia puntualidad en Ia entJ·ega, Ia magnanimidad o el desprendimiento en el pago, el buen gusto en Ia elecci6n, Ia habilidad en el regateo o Ia despreocupaci6n frente a! precio, etc., elementos todos ellos que, por supuesto, pueden regir de forma distinta para diferentes culturas, medios, situaciones o personas. <<[L]os individuos son reconocidos (ante sus propios ojos y ante los ojos de los demas) por sus aetas. La personalidad [self] como personalidad social [social self] esta constantemente necesitada de definicion, de validaci6n, y de reconocimiento a traves de Ia acci6n. Asi como los objetos son conocidos por sus propiedades, asi Ia personalidad de cada cual es conocida por su conducta.»" La idea, despues de todo, es bastante vieja y popular y, por ello mismo, de efecto reflexivo: Par sus obras los conocereis. El aspecto constitutive de Ia acci6n reside simplemente en que, al actuar, aprendemos. La estricta dicotomia entre individuos libres, plenamente competentes, e individuos dependientes, eventualmente capaw
ces de aprendizaje, heredada del pensamiento liberal, tiene el doble efecto de negar la libertad de los dependientes e ignorar la vulnerabilidad y el aprendizaje de los independientes:" En el extrema opuesto, el despotismo ilustrado vio Ia vida misma como un largo proceso de aprendizaje. Segun Helvetius, <>50 Marx intent6 encontrar la sintesis entre estas dos visiones unilaterales en la praxis como pnictica transformadora, fuese de Ia naturaleza (trabajo) ode Ia sociedad (revo~7 4
lucian): Ia <> de Ia tercera tesis sabre Feuerbacb. 51 Al margen de cualguier otra consicleraci6n, Marx percibi6 con claridad y acierto el caracter constituyente y formativo del trabajo no solo para Ia especie en general sino para el inclividuo en particular, y de ahi su insistente enfasis sobre los efectos de Ia division del trabajo, el extraiiamiento, Ia subordinacion a Ia maguinaria, etc., lo que la sociologia moderna del trabajo ha recuperado, reelaboriindolo, bajo el am plio epigrafe de Ia alienacion. La sociologia y la psicologia social modernas han atendido a! aspecto constitutivo de la accion, yen particular de Ia accion economica por excelencia, el trabajo, a! estudiar la influencia de sus relaciones, procesos y condiciones en Ia conformacion de Ia personaliclad y Ia proyeccion de Ia imagen de sf propiciada en eJ sobre otras esferas en principia no vinculadas, tales como Ia educacion de los hijos o el empleo del tiempo libre. 52
51
Marx, 1845:666.
'i;
VCanse Kahn, 1969; BourJieu, 1979.
6.
LA ECONOMfA NO MONETARIA
Una de las mayores limitaciones de Ia economia, y tras ella, aunque siempre en medida algo menor, de Ia sociologia de la realidad economica, sabre todo cuando noes percibida o reconocida, ha sido, es y sera la elision de la economia no monetaria. No puede haber objecion alguna a que la economia no monetaria y Ia economfa monetaria se consideren por separado, o a que se desarrolle para el amilisis de esta un instrumental tecnico, basado en la existencia de un numerario comun y real-el dinero-, de imposible, limitada o condicional aplicaci6n a aquella. El problema surge cuando esta limitaci6n en el metoda se traduce en una limitacion en el objeto y se incurre en lo que Polanyi llamaba Ia falacia
economicista, «la identificaci6n artificial de la economfa con su forma mercantil». 1 Hay tres grandes apartados o tipos de economia no monetaria o de dificil compute monetario. El primero, mas obvio y de mayor importancia es la produccion domestica. Entiendo por tal el trabajo que realizan para si los miembros de un hogar, y entiendo por hagar un grupo de personas que ponen sus recursos en com(m para la satisfacci6n de sus
necesidades. Puede ser y sera tipicamente una familia, probablemente corresidente, pero puede adoptar otras formulas en las que no entren el parentesco (par ejemplo, un grupo de estudiantes que comparte globalmente vivienda y recursos, si es el caso, o una comuna hippy) o la residencia (por ejemplo, una familia cuyos hijos todavia no independientes estudian en otro Iugar). Puede comprimirse basta reducirse a un individuo o puede ampliarse para incluir las importantes transferencias de trabajo y otros recursos que se dan entre hogares de un mismo tronco familiar, sobre todo en el periodo de desgajamiento y formacion de un bogar nuevo (ayuda de los padres a los hijos, por lo general, o de las madres a las hijas y nueras, para ser mas fieles ala realidad). Aunque por los hogares se mueven trabajo, rentas y patrimonio, el elemento que suele quedar enteramente oculto es el trabajo, ya que los otros proceden de ' Polanyi, 1957b: 270.
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las relaciones econ6micas extradomesticas, ambos, y desemboca de nuevo en las mismas uno de ellos, el dinero. El segundo apartado importante esta constituido por lo que pode· mos denominar economia comunitaria. Entiendo por tal las donaciones, la asistencia mas o menos reciproca y el trabajo voluntario no retribuido, y llama a todo ella "comunitario"' a falta de un rermino mejor, por cuanto se dirige generalmente hacia otros miembros de la comunidad inmediata (arnigos, vecinos, personas ocasionalmente pr6ximas, cousuarios de ciertos servicios) o bacia grupos de Ia comunidad global pero eludiendo las vias de su distribuci6n sistematica, es decir, el Estado o el mercado. Las dooaciones corresponden a daciones o cesiones de bienes o servicios par las cuales nose espera una correspondencia siquiera aproximada o, al menos, esa acritud nova mas allii de la expectativa vaga de que el otro adopte una actitud generica similar: regalos rituales y ocasionales, limosnas, aportaciones a fines diversos, ayudas ocasionales, etc. Como asistencia redproca design ala prestaci6n de servicios o la daci6n o cesi6n de bienes sin contraparrida inmediata, pero de modo que se espera una acritud correspondiente en una situaci6n simetrica y un equilibria general a media 0 largo plaza entre las partes; como sucede, par ejemplo, con entregas ocasionales de elementos de escaso valor econ6mico y, a diferencia de los regal as, sin ninguna funci6n simb6lica (vecinos que se piden pan, azucar, el peti6dico, etc.), con el prestamo para su usa temporal de bienes de mayor valor (un autom6vil, una casa, un ordenador.. .) o con la prestaci6n de servicios ocasionales (cuidado de unos niiios, pasar un texto a maguina, arreglar un enchufe ... ). Finalmente, par trabajo voluntario (y no retribuido, pues, al fin y al cabo, en la sociedad capitalista casi todo trabajo es voluntario) entiendo el que se realiza sin pretensiones de reciprocidad para un grupo del que se coparticipa (par ejemplo, para una asociaci6n de padres de alumnos o para una comunidad de vecinos, sin turno ni remuneraci6n) o para otros grupos de la comunidad (para una parroguia o una organizaci6n no gubernamental, pongamos par caso). El tercer apartado esta constituido par los trabajos y las transferencias publicos. Los trabajos publicos son ya residuales en las sociedades modernas, pero han tenido gran importancia en el pasado y subsisten todavia bajo formas como el servicio militar, las prestaciones sustitutorias o el no tan lejano servicio social: no son remunerados o lo son sOlo simb6licamente para quienes los realizan y suponen alg{m bien o servicio, aunque sea de cariicter publico (como la defensa nacional), para el conjunto de ]a comunidad o para grupos o individuos precisos en ella.
Lt economia no 1/tollt'laria
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Pero hay otro subapartado, las transferencias publicus, que no es necesariamente no monetario (pueden ser monetarias o en especie) pero tam poco encaja en el model a de equivalencia propia de Ia compraventa de bienes y setvicios y fuerza de trabajo. En cualquiera de estos casas, cuando se compra un bien o servicio en el mercado o cuando se trabaja regularmente para cualquier tipo de empresa, tiene Iugar una transacci6n bidireccional. Sin embargo, con las transferencias publicus se rompe esta bidireccionalidad, a! menos de modo inmediato. A ]o largo de una vida, cada individuo realiza ciettas aportaciones a! Estado (impuestos y, en su caso, prestaciones) y recibe ciertas transferencias (sabre todo servicios, como Ia educaci6n o el arden publico, o bienes publicos, como las carreteras, pero tambien rentas, como las pensiones no contributivas, y, en ciertas circunstancias, bienes divisibles, como en otro tiempo Ia leche en las escuelas o, en caso de catastrofe, alimentos y otros productos basicos). Al final de una vida o en un periodo dado se puede hacer para cada individuo el balance de Ia que ha dado y lo que ha recibido, pero las prestaciones (y las exacciones) no buscan el equilibria ni Ia equivalencia para el individuo (aunque tengan que equilibrarse globahnente), sino que responden a situaciones tipificadas, lo que hace que puedan arrojar cualquier balance. Todo lo que se diga sobrela relevancia global de Ia economia no monetaria es poco. El apartado menos voluminoso seguramente es el de Ia economfa comunitaria, pero aun este resulta relevante al menos en ciertos ambitos como el apoyo mutua entre amas de casa, las actividades asociativas o el trabajo para entidades de solidaridad. En general, es probable que represente poco, en relaci6n con el conjunto de su actividad econ6mica, para los que dan, pero puede llegar a representar mucho para algunos de los que reciben, de modo que Ia estimaci6n de su relevancia global en Ia sociedad, sin duda baja en comparaci6n con los otros apartados no monetarios y con Ia economfa monetaria, no debe ocultar su especial importancia para algunos grupos pequenos. La magnitud de las transferencias publicas puede estimarse par el montante del presupuesto publico, que en cualquier pais se situa facilmente entre un tercio y Ia mit ad del producto interior bruto, si bien una proporci6n importante de las transferencias publicas nova directamente a las personas sino a las empresas, y solo despues, a traves ya de Ia economia monetaria, a las personas. A pesar de que buena parte del presupuesto publico se destina a Ia retribuci6n de los empleados publicos o a Ia adquisici6n de bienes y servicios para las administraciones, hay que suponer que unos y otras producen alga real, aunque pueda ser tan inasible como Ia
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paz social y no figure en Ia partida de Ia renta de las familias. Pero el capitulo mas importante es, con mucho, e1 de Ia economfa domestica, mas exactamente el del trabajo domestico. Es dificil computar este de cualquier manera, sea en horas o en precios sombra, pero se ha estimado que, para un pais como Espana, el trabajo domestico puede suponer mas de Ia mitad de las horas anuales trabajadas2 y su adicion al producto interior bruto significaria un aumento de Cste de entre dos y cuatro tercios.3 No es nuestro proposito aquf discutir cada una de las variantes y subvariantes de la economia no monetaria, sino tan sOlo sefialar de forma convincente lo err6neo y arriesgado de su exclusion y Ia necesidad de su inclusion en el ana!isis economico y, sabre todo, sociologico de Ia realidad economica. Nos centraremos, pues, parser suficiente para este fin yen aras de Ia brevedad, en el trabajo domestico. Salta a Ia vista, ante todo, Ia forma sistematica en que ha sido yes ignorado porIa economfa y, a su zaga, aunque en men or grado, porIa sociologfa de Ia realidad economica. Un buen indicador de esto se encuentra en los conceptos mas elementales con que se aborda Ia realidad macroeconomica: asf, Ia actz~ vidad o actividad econ6mica es siempre y exclusivamente Ia extradomestica, y Ia poblaci6n activa o econ6micamente activa es solo aquella que realiza una actividad economica extradomestica; el trabajo y Ia ocupaci6n son, en correspondencia, los que tienen Iugar en los empleos extradomCsticos y remunerados; el producta, sea interior o nacional, bruto o neto, es el producto que se compra o vende, o que es resu!tado del trabajo extradomestico, en ningun caso el producto del trabajo domestico; Ia contabilidad nacional (o internacional, para el caso), no incluye el ruenor vestigia de las actividades domesticas. 4 No cabe objetar a Ia necesidad de distinguir entre fmmas de trabajo o actividad, o de aplicar diferentes criterios de calculo a los bienes y servicios que circulan par un sistema de precios real y a los que solo pueden ser objeto de asignacion ficticia, condicional o bipotetica y que, en todo caso, no podrfan ser acu· mulados y mezclados sin mas, pero una cosa es distinguir y otra, obviamente, ignorar. Este desden androcentrico bacia lo domestico nose manifiesta solo en el ana!isis inmediato y tecnicamente mas desarrollado y condicionado de Ia realidad economica, sino tam bien en conceptualizaciones nada atadas a un aparato tecnico. Asi, par ejemplo, cuando 2
Enguita, 1989a: 88.
' Duran, 1997b: 134. ~
Waring, 1988.
La
t'COiwmfa
no moneta ria
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caracterizamos formaciones o sistemas sociales como capitalistas, socialistas, feudales, etc. Cualquier socicdad anterior a Ia industrial ha con· sistido, en realidad, en un oceano mas o menos estable de unidades economicas de subsistencia (es decir, domesticas y virtualmente autosuficientes) sabre el cual se divisaba una agitada superficie de senores feudales, funcionarios imperiales, jefes guerreros, ciudades aisladas, mercaderes desperdigados, etc.,' e incluso Ia sociedad industrial, fuera capitalista o socialista, ha sido en todo momenta tambien, y en mayor medida, una sociedad de unidades domesticas. La propio seria designarlas, pues, como sociedades domestico-feudal, domestico-despotica, domestico-burocratica, domestico-capitalista, etc., y si bien puede comprenderse el usa para su designacion de solo aquella caracteristica que las distingue entre si, hay que evitar, en cambia, el error de suponer que quedan suficientemente caracterizadas par esa differentia speczfica. La teoria, en fin, alcanza con sus conceptos a aquellos que forman parte de su objeto, y el canicter presuntamente no economico de las actividades domesticas es asumido de forma consciente o inconsciente incluso par sus principales protagonistas, las amas de casa, que, cuando son entrevistadas a! respecto, se refieren reitemdamente a su trabajo no como tal trabajo, sino como /aena, tarea, alga que hay que hacer, una abligaci6n, etc., reservando el concepto de trabajo para el trabajo extradomestico y remunerado. 6 Un indicia de cuan par debajo de las circunstancias han estado Ia sociologia y otras ciencias sociales a Ia bora de analizar el trabajo domesrico es el cumulo de simplificaciones con que todavia se aborda, contra cualquier evidencia empirica: produccion inmaterial, trabajo productor de solo servicios, identificado con el espacio interno del hagar, improductivo, no cualificado, de bajo nivel tecnol6gico, tradicional; parte del proceso de reproducci6n, realizado s6lo par mujeres, etc. Noes inmaterial, pues produce bienes y servicios tan perfectamente materiales como Ia economia domestica. No produce solamente servicios, sino tambien bienes elaborados a partir de otros bienes, y si cada vez est:i en propor· cion mas dedicado a Ia producci6n de servicios no bace con ella sino lo mismo que Ia producci6n extradomestica, post-zizdustrialiwrse. No discurre enteramente dentro del hagar, y menos todavia si se incluye el trabajo domestico realizado par los varones. No es un trabajo en general improductivo, aunque no produzca directamente plusvalor para un ca~ 6
A estc rcspecto, vCasc Wallerstein, 1974, 1980. Enguita, 1988: 163·64.
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pitalista -como tampoco lo hace el trabajo en el sector publico-, ni excedente para un empleador -tam poco el trabajo par cuenta propia-, ni tan siquiera valor de cambia -como corresponde a su naturaleza de trabajo domestico-, y, en terminos ffsicos, es tan productive como muchos trabajos remunerados. Es un trabajo cualificado, al menos en algunas de sus tareas, por encima de diversos trabajos extradomesticos. No es necesariamente un trabajo de bajo nivel tecnol6gico, como lo muestra un nipido vistazo a cualquier hagar modern a median amente equipado. Noes ni mas ni menos tradicional que una buena parte de los trabajos extradomesticos, tal vez menos que Ia mayo ria de los trabajos agrarios. No es parte del proceso de reproducci6n en mayor medida que, par ejemplo, el trabajo en el sector publico. Finalmente, no es un trabajo desempeiiado de modo exclusive, aunque sf mayoritario, por mujeres, ni es el unico que las mujeres realizan. Todas estas dicotomias tienen un hila comun: situar el trabajo extradomestico y, con el, a los hombres en Ia parte de Ia economia y Ia sociedad que merece ser estudiada y, a Ia in versa, el trabajo domestico y, con el, a las mujeres, en Ia sombra de lo no econ6mico, Ia natural, etc.: lo que podria decirse el touo men or de fa cottdiauo 7 No bay ningun problema de interes sociol6gico en el trabajo extradomestico, sea par cuenta propia o ajena, que no encuentre su corres~
pondiente en el trabajo domestico. Presenta distintos grados de satisfacci6n o insatisfacci6n, puede ser un foco de aliena cion (en el sentido de Ia sociologia norteamericana), se compone de tareas con distinto nivel de cualificaci6n sustantiva, da Iugar a unas u otras condiciones de trabajo, etc., y si estos aspectos no son normalmente objeto de estudio es porque Ia disposici6n a cooperar del trabajador domestico, basicamente Ia mujer ama de casa o en funciones de ama de casa, se da par descontada, y porque los problemas de eficiencia, insatisfacci6n, accidentes, etc., no afectan en principia a fuerzas sociales, grupos o individuos poderosos, sino a los atomizados bogares. Hay, par supuesto, una division del trabajo, Ia mas antigua del mundo, pero el impulso para analizarla no ha venido de ninguna de las sociologias especiales en las que aqui nos centramos sino de Ia sociologia de Ia familia y de los estudios sabre Ia mujer. Y, par supuesto, bay o puede haber desigualdad, tanto en las oportunidades de desempeiiar o dejar de desempeiiar tal o cual tipo de tareas (o tal o cual puesto de trabajo, en particular el de sustentadorla o el de amola de casa), lo que significa discriminaci6n, como en las contribucioi
Dunin, 1987b: 139.
La economla
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nes en trabajo, Ia apropiacion del producto o las transacciones acumuladas en bienes y servicios, lo que significa explotacion. Pero sin duda el efecto mas negativo que para la interpretacion y explicacion de las relaciones economicas tiene la elision de Ia esfera domestica es que las relaciones, los procesos, las acciones y decisiones en
esta obedecen a una logica social intrinseca distinta de Ia del mercado, y a! ignorar esta otra logica no solo nos incapacitamos para camp render lo que sucede en su esfera de vigencia, sino para comprender lo que suce~
de en general, o a! menos para comprenderlo basta don de podriamos y deberiamos llegar a hacerlo, ya que el individuo no elabora sus estrategias ni adopta sus decisiones econ6micas, en particular las mas impor-
tantes, utilizando una logica par la manana y otra par Ia tarde, una fuera de casa y otra dentro, sino teniendo en cuenta en todo momenta tanto una como otra, ponderadas de distinta forma segun el contexto inmediato pero ponderadas siempre ambas en virtud del contexto global. Fue Chayanov quien indic6 certeramente que, en la economia domestica, <>, 8 es decir, que -para una composicion dada de la fuerza de trabajo (brazos disponibles)- se busca lograr un equilibria entre esfuerzo y bienestar, un balance trabajo-consumo. Y el problema teorico a! que intentaba responder no era el de explicar las conductas especificas de una esfera domestica diferenciada y aislada dentro de la realidad econ6mica, sino los comportarnientos en la intersecci6n entre
esta esfera domestica y Ia esfera no domestica, en su caso ya mercantil y capitalista y luego burocratica. Concretamente, hechos como que Ia subida del precio del pan, en Iugar de provocar una sub ida de los salarios, como preveia la teo ria econ6mica convencional, trajera consigo un descenso, exactamente el efecto contrario. La respuesta era relativamente
sencilla: la subida del precio del pan se debia al fracaso de la cosecha, que impedia a los campesinos ganar Ia suficiente como empresarios de si mismos y los forzaba a acudir a! mercado de trabajo como asalariados, causando una caida de los salarios. Un caso mas extrema y bien conocido de la sociologia del desarrollo y Ia modernizacion es el delllamado target worker -trabajador temporal-a, mas tecnicamente, el problema del desarrollo econ6mico colt una o/erta i!tinitada de trabajo: 9 en sociedades y areas geograficas donde la producci6n capitalista (a, si se da 8 '!
Chayanov, 1924:84. Lewis, 1954.
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el caso, cualquier otra forma de trabajo asalariado) coexiste con la producci6n de subsistencia, y esta tiene una entidad suficiente, una subida de los salarios tiene como efecto una reducci6n de la oferta de fuerza de trabajo (o demanda de empleo), y viceversa. JOEl bomo a?conomicus de la teoria convencional tendrfa que actuar a1 contrario, vender mas de su fuerza de trabajo cuanto mayor sea el precio que puede obtener por ella, pero el hombre real, y no menos racional, que vive en la intersecci6n entre el trabajo domestico y el trabajo por cuenta ajena, sale de la economia de subsistencia con un objetivo limitado y, cuanto antes lo alcanza, antes retmna a ella. Una l6gica similar, pero aplicada a! trabajo domestico familiar en el contexto de una economia plenamente industrializada (o terciarizada, si fuera el caso), es la que sugiere Gardiner. Frente a algunas discusiones bizantinas de la ortodoxia marxista sabre si el ama de casa produce o novalor, etc., Gardiner propane un sencillo razonamiento: el nivel de suhsistencia de los trabajadores y sus familias no equivale, como pretende Marx, a su salario, el precio de su fuerza de trabajo, sino a un con junto de bienes y servicios que pueden adquirirse en el mercado o producirse en el hagar: cuanto mayor sea el salado, menos habrii que producir en el hagar y viceversa. Por consiguiente, un descenso de los salados llevarii a una mayor autoexplotaci6n del ama de casa, es decir, a una mayor carga domestica y a un mayor peso del trabajo domestico dentro del trabajo total de la fanlilia.11 Llama Ia atenci6n, por cierto, que el marxismo, a pesar de su enfasis sabre la prima cia de la economia y su critica del caracter hist6dco de las categorias de la economia polftica, haya contribuido tan poderosamente a la exclusion de la esfera domestica de la defmici6n de la realidad econ6mica, al considerarla, junto con la familia, como una simple superestructura, es decir, como un fen6meno dedvado de factores mas profundos que se en contrarian en la economia delimitada de la misma fonna en que la delimira Ia economia clasica, como economfa monetaria. 12 De manera mas general, las unidades familiares son plenamente conscientes de que alcanzar cierto nivel de calidad de vida se consigue
en cada caso, como explica Pahl, «a traves de una mezcla caracterfstica de todas las formas de trabajo que aportan todos los miembros del hogar.»ll En esta mezcla o, como lo llama Mingione, en este complejo de so10 11 12
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VCase, por clegir un cl:isico, Moore, 1965: 36; miis en Enguita, 1990: 77-78. Gardiner, 1973;Enguita, 199Jn. Enguita, 1996b. Pahl, 1984: 402.
La ecmwm{a no monetarla
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cializaci6n, 1·1 entran toda clase de actividades remuneradas (rentas del trabajo y de Ia propiedad, laborales y comerciales, formales e informales, legales o ilegales ... ) y, como nos interesa subrayar aquf, no monetarias (bienes y servicios producidos mediante el trabajo domestico, apoyo familiar y comunitario, transferencias y prestaciones procedentes de las administraciones piiblicas ode organizaciones voluntarias, etc.). Solo integrando todas y cada una de estas fuentes de recursos podemos aspirar a comprender las estrategias individuales, familiares y grupales ante los mecanismos de obtenci6n de cada uno de elias, es decir, Ia realidad econ6mica. Este todo integrado es precisamente Ia oikonomia, mientras que el objeto tfpico de Ia teorfa econ6mica corresponde mas bien a Ia chmnatistica, por recoger una vieja distinci6n que vade Arist6teles a Hayek. 15