La educación en la primera mitad del siglo XIX Podemos sintetizar las conquistas ideales de la burguesía revolucionaria en el siglo XVIII con respecto a la instrucción, con pocas palabras: universalidad, gratuidad, estatismo, laicismo y renovación cultural y primera asunción del problema del trabajo. El siglo XIX sigue la tarea de sistematización teórica y la puesta en práctica de estas instancias ideales. Junto a la burguesía, surge una fuerza antagonista, que la misma burguesía suscita y sin la cual no puede subsistir, o sea el moderno proletariado industrial. Y eso tiene, para la cultura y la instrucción, al menos la misma importancia que tuvo, al principio de la edad moderna, la sustitución del clero y de la nobleza feudal por la burguesía. La educación pasa de ser política a social. Después del predomino de la producción artesanal individual, desarrollada en los talleres asociados a las corporaciones de artes y oficios, se pasa a una fase de iniciativa del mercader capitalista que asigna la materia prima y el proceso laboral a individuos dispersos y no asociados, pero controlados por él. Posteriormente se pasa a la llamada cooperación simple, donde se pasa a la manufactura, con lo que se lleva a cabo una primera división del trabajo. Por último se pasa al sistema de fábrica y a la industria fundada en las máquinas, donde la máquina realiza las operaciones del hombre y éste queda solo como un accesorio viviente. Este proceso de transformación del trabajo humano desplaza enteras masas de población no solo de los talleres artesanales a las fábricas, sino también del campo a las ciudades, provocando conflictos sociales, transformaciones culturales y desmoronamientos morales inauditos. El artesano que tenía junto casa y taller ya no existe, o está desapareciendo. La revolución industrial cambia también las condiciones y las exigencias de la formación humana. El desarrollo industrial, considerado desde el punto de vista del artesano de las corporaciones, se traduce en un largo e inexorable proceso de expropiación. Al entrar en una fábrica, el ex artesano es formalmente libre, pero al mismo tiempo se le ha quitado toda propiedad, transformándolo en un proletario moderno. Al entrar en aquella fábrica, ha sido expropiado también de la pequeña ciencia inherente de su trabajo; ésta pertenece a otros y ya no le sirve para nada y con ella ha perdido aquel tirocinio práctico que antes lo llevaba a la posesión de todas sus capacidades productivas, o sea el aprendizaje. En un primer momento, nada ocupa su lugar, los trabajadores pierden su antigua instrucción y en la fábrica no adquieren más que ignorancia. Después los filántropos, los utopistas e incluso los mismos industriales, se ven obligados por la realidad a plantearse el problema de la instrucción de las masas obreras de acuerdo a las nuevas necesidades de la moderna producción de fábrica. Entonces se intentan dos caminos : reproducir en la fábrica los métodos “platónicos” del aprendizaje artesanal, la observación y la imitación, o de escanciar en el odre viejo de la escuela desinteresada el vino nuevo de conocimientos interesados, creando diversas escuelas no sólo sermocinales, sino reales, o sea de cosas, de ciencias naturales: en fin, escuelas científicas, técnicas y profesionales.
A fines del siglo XIX y principios del presente, surgió la propuesta del socialismo como forma de organización social, siendo desarrollada principalmente por la URSS y convirtiéndose en modelo para otras sociedades. En el presente siglo se ubican dos propuestas educativas muy generales a nivel mundial: la de las democracias y la de los países socialistas. John Dewey, máximo teórico de la escuela activa y progresista, del learning by doing, en su juvenil Credo pedagógico de 1897, apela constantemente a esta relación necesaria: “Toda la educación se ha de socializar: la triple unidad moral de la escuela puede enunciarse así: fin social, fuerza social, interés social…, vida social simplificada. La educación es el método fundamental del progreso y de la acción social. La escuela es el instrumento esencial y más eficaz de progreso y de reforma social…El enseñante está comprometido no sólo en la formación de los individuos, sino en la formación de la justa vida social”. Dewey sintetizaba agudamente la historia pasada y futura de la escuela definiendo el sistema de instrucción del viejo mundo “la escuela como monasterio”, con su enseñanza de las “tres erres” (Reading, writing, aritmetic, o sea, leer, escribir y hacer cuentas), con su rígida separación de las materias, y su discriminación y selección. Luego se había intentado simplemente impartir a la mayoría la instrucción que en el pasado estaba destinada a unos pocos, después el cambio revolucionario fue determinado en gran parte por el factor económico de la vida y se creó un sistema educativo vinculado a las experiencias concretas del trabajo, considerado por los conservadores como una instrucción de taller. Esto preparo el camino para un nuevo y avanzado tipo de instrucción el “laboratorio”. Monasterio, taller y laboratorio, tres fases de la historia. “El laboratorio implica acción, trabajo y fatiga…; tiene lugar una actividad que implica contacto con el material técnico y que puede extenderse hasta comprender la fabrica”. Dewey puede ser considerado uno de los más geniales observadores de la relación entre educación y producción, educación y sociedad; la fórmula de su pedagogía, el learning by doing, el aprender haciendo, centra la unidad de la instrucción y trabajo. Marx, trata de la educación dinámica de la escuela de la vida productiva real, dinámica en el sentido de que la escuela puede ser llamada a colaborar en el cambio, aunque añadirá corrigiendo la inicial ilusión pedagógica, “no es realista considerar que la escuela sea el vehículo principal de cambios intelectuales y morales”. Bertrand Russell, intenta en cierto modo una mediación entre una y otra línea. Se preguntaba en la educación y el orden social: “si el pleno desarrollo individual puede combinarse con el mínimo necesario de cohesión social”. El veía que todo incremento del industrialismo requiere un aumento de cooperación y que por esto son cada vez más necesarias la cohesión internacional y la convicción de que toda la humanidad es una unidad colaborante, admitía que “se requería, como condición mínima, que se establezca un estado mundial y posteriormente, y sistema mundial de educación”.
Semejanzas y diferencias de la escuela actual de México. La necesidad o de educar a las masas es originada por un asunto “social” o “filantrópico”, es decir “que se eduque igual al hijo del barrendero y al del señor feudal”, en una visión clara de que la educación puede ser el medio para lograr que la distribución de la riqueza sea más equitativa así como la visión de que un pueblo educado sería la base de estabilidad social y política. Desafortunadamente sobre estos ideales prevalece sobre todo la idea de generar una identidad nacional, ésta es una necesidad que también se formula como eje para la estabilidad que tanto se buscaba, la educación pasa a ser el medio o trasporte perfecto para unificar a lo largo del país el sentimiento de “pertenecer” a una nación y además participar y colaborar en el crecimiento nacional. La burguesía se fusiona con la política y se traza un camino para asegurar privilegios. En la actualidad poco a poco se va perdiendo la intención nacionalista, pero ser laica y gratuita no ha perdido terreno. El nuevo modelo de competencias está orientado a que los niños desarrollen habilidades para realizar una actividad, que viene a ser el concepto de taller o laboratorio, en semejanza con la intención del “learning by doing” descrita por Dewey.