¿Qué son las indulgencias? indulgencias? ¿Cuándo se pueden ganar y cómo? Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
Pregunta:
Quisiera saber que son las indulgencias. ¿Cuántas indulgencias se ganan al rezar el rosario? En este año especialmente y ¿siempre se pueden recibir las indulgencias? in dulgencias? ¿Cómo se la adquiere y que se se debe hacer para obtenerla? Gracias Respuesta:
Del libro: Javier Palacios, Cristo, ayer, hoy y siempre, Ed. Verbo Encarnado La indulgencia es uno de los elementos constitutivos del Jubileo. 'En ellas se manifiesta la plenitud de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos con su amor, manifestado en primer lugar, con el perdón de las culpas'(20). Para la doctrina de las indulgencias, nos n os remitimos a la enseñanza del Catecismo de la l a Iglesia Católica. 1.- ¿Qué son las indulgencias?
'La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad au toridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos'. 2.- ¿Cuántas clases de indulgencias hay?
'La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente'. 3.- ¿A quién benefician?
'Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias' (CIC, can 992-994) (21). 4.- ¿Cuál es la consecuencia del pecado?
'Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la 'pena eterna' del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las creaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación purifi cación libera de la que se llama la 'pena temporal' del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total
purificación del pecado, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf. Concilio de Trento: DS 17121713; 1820)'(22). 5.- Y si Dios ya me perdonó, ¿para qué tengo que ganar indulgencias?
'El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del 'hombre viejo' y a revestirse del 'hombre nuevo'' (cf.Ef 4,24) (23). 6.- ¿Cómo es posible nuestra remisión de las penas por los pecados?
'El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. 'La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística'(24)'(25). 'En la comunión de los santos, por consiguiente, 'existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierraun constante vínculo de amor, un abundante intercambio de todos los bienes' (26) en este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado'(27). 7.- ¿A quién debemos esta remisión?
'Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia , 'que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la co munión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención (cf.Heb 7,23-25; 9,11-28)'(28)'(29). ' Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos, que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo Místico'(30). 8- ¿Quién distribuye las indulgencias?
'Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad'(31).
9.- ¿Qué puedo hacer por un fiel difunto?
'Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados'(32). Condiciones para ganar la Indulgencia
Para poder beneficiarse de las indulgencias es necesario estar bautizado, no excomulgado y en estado de gracia por lo menos al final de las obras prescritas para ganar la indulgencia. Para que el sujeto que reúne estas condiciones se beneficie, debe tener intención aunque sea general, de ganarlas y de cumplir las obras prescritas dentro del tiempo establecido y en la forma debida. Indulgencia plenaria
Las siguientes oraciones y acciones, entre otras, tienen indulgencia plenaria, si se cumplen las condiciones requeridas: • A ' Ti , oh Dios , te alabamos ...' (Te Deum ): 1º de enero y en la Solemnidad de Pentecostés. • Adorad ' postrados ...' (Tantum ergo ): Jueves Santo después de la Misa In Coena Domini y en la acción
litúrgica del Corpus Christi.
• 'Jesús dulcísimo ...' (Acto de reparación): rezado públicamente el día del Sagrado Corazón. • 'Miradme , oh mi amado y buen Jesús ...': Los viernes de Cuaresma. • 'Ven, Espíritu Creador ...' (Veni Creator ): rezado públicamente el 1° de enero y en la Solemnidad de
Pentecostés.
• Rezar el Via Crucis : ante las estaciones, pasando de una a otra por lo menos quien lo dirige, meditando
las escenas si se desea, con alguna oración vocal.
• Rezo del Santo Rosario: rezándolo en una iglesia, en un oratorio, en familia, o en comunidad. Es
suficiente con rezar sólo cinco de los quince misterios, con la meditación de los misterios que se rezan. • Adoración al Santísimo durante al menos media hora. • Adoración de la Cruz: en la acción litúrgica del Viernes Santo. • Realizar Ejercicios Espirituales o retiros similares, al menos de tres días de duración. • Recibir la Bendición Papal Urbi et Orbi; también es válida por radio o televisión. • Asistir al rito con que se clausura un Congreso Eucarístico. • Al sacerdote que celebra los 25, 50, 60 años como aniversario de su ord enación, es extensiva a
quienes le acompañen en la Santa Misa.
• Lectura de la Sagrada Escritura: al menos media hora. • Visitar la iglesia parroquial en la fiesta titular y el 2 de agosto (indulgencia de la Porciúncula). Lo
mismo vale para la Iglesia catedral o concatedral o para las iglesias cuasiparroquiales.
• Recibir la bendición apostólica en peligro de muerte inminente. En el caso de que no haya sacerdote,
la Iglesia concede esta misma indulgencia con tal que se haya rezado habitualmente algunas oraciones (se suplen las tres condiciones habituales para ganar la indulgencia plenaria). • Asistir a la predicación de algunos sermones, participando en la clausura de una Santa Misión. • Visitar una iglesia u oratorio el día de su santo Fundador, rezando un Padrenuestro y un credo. • Visitar las Basílicas Patriarcales o Mayores de Roma el día de la fiesta titular, en cualquier día de
precepto o en día cualquiera del año elegido por el mismo fiel: ha de rezarse el Padrenuestro y el Credo. • Visitar una iglesia u oratorio el día de Todos los difuntos (o con consentimiento del obispo, el domingo
anterior o el posterior). Esta indulgencia sólo es aplicable a las almas del purgatorio.
• Visitar una iglesia o altar en el día de su dedicación, rezando un Padrenue stro y un Credo. • Usar el día de los Santos Pedro y Pablo (29 de junio) algún objeto piadoso bendecido por el Papa o
un obispo, rezando un Credo.
• Al nuevo sacerdote en su Primera Misa Solemne, y a quienes asistan a ella. • Renovación de las promesas del bautismo: en la Vigilia pascual o en el aniversario del bautismo. • Visitar la iglesia en que se celebra el Sínodo diocesano mientras éste dura, rezando el Padrenuestro
y el Credo.
• Visitar las iglesias estacionales en su día propio, asistiendo a las fun ciones de la mañana o de la tarde. • Al fiel que hace la Primera Comunión, y a quienes le acompañan. • Visita al cementerio en los primeros ocho días del mes de noviembre, orando (basta mentalmente)
por los fieles difuntos.
• En la visita pastoral, pueden beneficiarse de la indulgencia una vez si se asiste a una función sagrada
presidida por el visitador.
Condiciones para la indulgencia plenaria
Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial, hace falta rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia cumpliendo tres condiciones: Confesión sacramental Comunión Eucarística
Oración por las intenciones del Papa Con una sola confesión sacramental puede ganarse varias indulgencias plenarias; en cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Papa sólo se gana una indulgencia plenaria. Las tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día. La condición de orar por las intenciones del Papa se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.
La indulgencia plenaria únicamente puede ganarse una vez al día , pero el fiel cristiano puede
alcanzar indulgencia plenaria in artículo mortis , aunque el mismo día haya ganado otra indulgencia plenaria. La indulgencia parcial puede ganarse varias veces al día, a no ser que expresamente se establezca lo contrario. La obra indicada para obtener la indulgencia plenaria aneja a una iglesia u oratorio consiste en la visita piadosa de este lugar, rezando el Padrenuestro y el Credo, a no ser que en algún caso especial se establezcan otras condiciones. Indulgencia parcial
Las siguientes oraciones y acciones tienen indulgencia parcial, todas las que van señalizadas con (*) pueden alcanzar la indulgencia plenaria si se cumplen los requisitos de la misma: • A ' Ti , bienaventurado José ...'. • A ' ti , oh Dios , te alabamos ...' (Te Deum )*. • Acordaos ' , oh piadosísima Virgen María ...'. • Ángel ' de Dios , tú que eres mi custodio ...'. • Aquí ' estamos , Señor , Espíritu Santo ...'. • 'Santos Apóstoles Pedro y Pablo ...'. • 'Misericordia , Dios mío ...' (Salmo 50). • 'María , Madre de gracia y de clemencia ...'. • Adorad ' postrados ...' (Tantum ergo )*. • 'Oh , sagrado banquete '. • 'Miradme , oh mi amado y buen Jesús ...'*. • 'Señor , a todos los que por amor ...' (Oración por nuestros benefactores). • 'Señor , Dios Todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día ...'. • 'Bajo tu protección ...' (Sub tuum praesidium ). • 'Señor , dales el descanso eterno ...' Esta indulgencia se aplica sólo a los difuntos. • Adórote ' devotamente ...' ( Adoro te devote ). • Alma ' de Cristo ...'. • 'Proclama mi alma ...' (Magnificat ). • 'Oremos por nuestro Pontífice ...'.
• 'Jesús dulcísimo , cuya caridad ...'. • 'Desde lo hondo ...'. • 'Ven , Espíritu Creador ...' (Veni Creator ). • 'Ven , Espíritu Santo ...' (Veni , Spiritus Sanctus ). • 'Jesús dulcísimo , Redentor del género humano ...' (Consagración a Cristo Rey). • 'Te damos gracias ...' • 'Señor ... dígnate enviar a su santo ángel ...'. • 'Señor , que tu gracia inspire ...'. • 'Visita , Señor esta habitación ...'. • Rezar la Salve. • Rezar el Santo Rosario. • Rezar el Angelus durante el tiempo ordinario. • Rezar el Credo, ya sea el apostólico o el niceno -constantinopolitano*. • Rezar el Regina Coeli durante el tiempo pascual. • Rezar Laudes o Vísperas del Oficio de difuntos. • Rezo de cualquiera de las Letanías aprobadas por la Iglesia, entre otras: del Santísimo Nombre de
Jesús, del Sagrado Corazón de Jesús, de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, de Santa María Virgen, de San José y de los Santos. • Rezar las oraciones para pedir por las vocaciones. • Rezar por la unidad de los cristianos. • Rezo de cualquiera de los oficios parvos. • Rezar una oración en honor de un santo en el día de su celebración litúrgica. • Adoración del Santísimo Sacramento (Visita al Santísimo)*. • Hacer un acto de contrición. • Leer la Sagrada Escritura como lectura espiritual*. • La comunión espiritual. • Asistir a las Novenas con motivo de Navidad, Pentecostés o de la Inmaculada Concepci ón. • Cualquier acto de fe, esperanza o caridad. • Hacer un rato de oración mental. • Renovar las promesas del bautismo*. • Impartir o aprender la doctrina cristiana. • Realizar la Señal de la cruz, pronunciando las palabras de costumbre. • Visitar las cat acumbas. • Asistir a la predicación de la palabra de Dios*. • Visitar una iglesia u oratorio en los días en que se realiza la visita pastoral*. • Usar los objetos piadosos con la bendición debida*. • Visitar las iglesias estacionales en su día propio. Condiciones generales para la indulgencia parcial
La indulgencia parcial se concede a los fieles cristianos que, en el cumplimiento de sus obligaciones y en el sufrimiento de las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios con humilde confian za, añadiendo, aunque sólo sea mentalmente, alguna piadosa invocación. La indulgencia parcial se concede al fiel cristiano que, movido por el Espíritu de fe, se entrega a sí mismo o sus bienes, con sentimientos de misericordia, al servicio de los hermanos necesitados. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, con espíritu de penitencia, se priva voluntariamente de alguna cosa lícita y agradable.
Disposiciones para obtener la indulgencia jubilar
Decreto de la Penitenciaría Apostólica Con el presente decreto, que da cumplimiento a la voluntad del Santo Padre expresada en la Bula para la convocación del Gran Jubileo del año 2000, la Penitenciaría Apostólica, en virtud de las facultades concedidas por el mismo Sumo Pontífice, determina la disciplina que se ha de observar para la obtención de la indulgencia jubilar. Todos los fieles debidamente preparados pueden beneficiarse copiosamente del don de la indulgencia durante todo el Jubileo, según las disposiciones especificadas a continuación. Teniendo presente que las indulgencias ya concedidas, sea de manera general, sea por un rescripto especial, permanecen en vigor durante el Gran Jubileo, se recuerda que la indulgencia jubilar puede ser aplicada como sufragio por las almas de los difuntos. Con esta práctica se hace un acto de caridad sobrenatural, por el vínculo mediante el cual, en el Cuerpo místico de Cristo, los fieles todavía peregrinos en este mundo están unidos a los que ya han terminado su existencia terrena. Durante el año jubilar queda también en vigor la norma según la cual la indulgencia plenaria puede obtenerse solamente una vez al día (33). Culmen del Jubileo es el encuentro con Dios Padre por medio de Cristo Salvador, presente en su Iglesia, especialmente en sus Sacramentos. Por esto, todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de partida y de llegada la celebración del sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación: éste es el encuentro transformador que abre al don de la indulgencia para uno mismo y para los demás. Después de haber celebrado dignamente la confesión sacramental, que de manera ordinaria, según el can. 960 del CIC y el can. 720 del CCEO, debe ser en su forma individual e íntegra, el fiel, una vez cumplidos los requisitos exigidos, puede recibir o aplicar, durante un prudente período de tiempo, el don de la indulgencia plenaria, incluso cotidianamente, sin tener que repetir la confesión. Conviene, no obstante, que los fieles reciban frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón (34). La participación en la Eucaristía necesaria para cada indulgencia- es conveniente que tenga lugar el mismo día en que se realizan las obras prescritas (35). Estos dos momentos culminantes han de estar acompañados, ante todo, por el testimonio de comunión con la Iglesia, manifestada con la oración por las intenciones del Romano Pontífice, así como por las obras de caridad y de penitencia, según las indicaciones dadas más abajo. Estas obras quieren expresar la verdadera conversión del corazón a la que conduce la comunión con Cristo en los Sacramentos. En efecto, Cristo es la indulgencia y la propiciación por nuestros pecados (1 Jn 2, 2). ÉI, infundiendo en el corazón de los fieles el Espíritu Santo, que es 'el perdón de todos los pecados' (36), impulsa a cada uno a un filial y confiado encuentro con el Padre de la misericordia. De este encuentro surgen los compromisos de conversión y de renovación, de comunión eclesial y de caridad para con los hermanos. Para el próximo Jubileo se confirma también la norma según la cual los confesores pueden conmutar, en favor de quienes estén legítimamente impedidos, tanto la obra prescrita como las condiciones requeridas (37). Los religiosos y religiosas de clausura, los enfermos y todos aquellos que no puedan salir de su vivienda, podrán realizar, en vez de la visita a una determinada iglesia, una visita a la capilla de la propia casa; si ni siquiera esto les fuera posible, podrán obtener la indulgencia uniéndose
espiritualmente a cuantos cumplen en el modo ordinario la obra prescrita, ofreciendo a Dios sus oraciones, sufrimientos y molestias. Respecto a los requisitos necesarios los fieles pueden obtener la indulgencia jubilar: 1) En Roma , h aciendo una peregrinación a una de las Basílicas patriarcales, a saber, la Basílica de San Pedro en el Vaticano, la Archibasílica del Santísimo Salvador de Letrán, la Basílica de Santa María la Mayor o la de San Pablo Extramuros en la vía Ostiense, y participando allí con devoción en la Santa Misa o en otra celebración litúrgica como Laudes o Vísperas, o en un ejercicio de piedad (por ejemplo, elVia Crucis , el Rosario mariano, el rezo del himno Akàthistos en honor de la Madre de Dios); también visitando, en grupo o individualmente, una de las cuatro Basílicas patriarcales y permaneciendo allí un cierto tiempo en adoración eucarística o en meditación espiritual, concluyendo con el 'Padre nuestro', con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María. En esta ocasión especial del Gran Jubileo, se añaden a las cuatro Basílicas patriarcales los siguientes lugares y con las mismas condiciones: la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, la Basílica de San Lorenzo junto al cementerio Verano, el Santuario de la Virgen del Divino Amor y las Catacumbas cristianas (38). 2) En Tierra Santa , observando las mismas condiciones y visitando la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, la Basílica de la Natividad en Belén o la basílica de la Anunciación en Nazaret. 3) En las demás circunscripciones eclesiásticas , haciendo una peregrinación a la Iglesia Catedral o a otras iglesias o lugares designados por el Ordinario y asistiendo allí con devoción a una celebración litúrgica o a otro tipo de ejercicio, como los indicados anteriormente para la ciudad de Roma; también visitando, en grupo o individualmente, la iglesia Catedral o un Santuario designado por el Ordinario, permaneciendo allí un cierto tiempo en meditación espiritual, concluyendo con el 'Padre nuestro', con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María. 4) En cada lugar , yendo a visitar por un tiempo conveniente a los hermanos necesitados o con dificultades (enfermos, encarcelados, ancianos solos, minusválidos, etc.), como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente en ellos (cf. Mt 25, 34-36) y cumpliendo los requisitos espirituales acostumbrados, sacramentales y de oración. Los fieles querrán ciertamente repetir estas visitas durante el Año Santo, pudiendo obtener en cada una de ellas la indulgencia plenaria, obviamente una sola vez al día. La indulgencia plenaria jubilar podrá obtenerse también mediante iniciativas que favorezcan de modo concreto y generoso el espíritu penitencial, que es como el alma del Jubileo. A saber: absteniéndose al menos durante un día de cosas superfluas (por ejemplo, el tabaco, las bebidas alcohólicas, ayunando o practicando la abstinencia según las normas generales de la Iglesia y las de los Episcopados) y dando una suma proporcionada de dinero a los pobres; sosteniendo con una significativa aportación obras de carácter religioso o social (especialmente en favor de la infancia abandonada, de la juventud con dificultades, de los ancianos necesitados, de los extranjeros en los diversos países donde buscan mejores condiciones de vida); dedicando una parte conveniente del propio tiempo libre a actividades de interés para la comunidad u otras formas parecidas de sacrificio personal. Roma, en la Penitenciaría Apostólica, 29 de noviembre de 1998, 1° domingo de Adviento. WILLIAM WAKFFIELD Card. BAUM Penitenciario Mayor LUIGI DE MAGISTRIS Regente
(20) Juan Pablo II, Incarnationis Mysterium , Bula de convocación del Gran Jubileo del Año 2000, 9. (21) Catecismo de la Iglesia Católica , 1471. (22) Ibid ., 1472. (23) Ibid ., 1473. (24) Pablo VI, Constitución Apostólica Indulgentiarium Doctrina , 5. (25) Catecismo de la Iglesia Católica , 1474. (26) Pablo VI, Indulgentiarium Doctrina , 5. (27) Catecismo de la Iglesia Católica , 1475. (28) Pablo VI, Indulgentiarum Doctrina , ibid (29) Catecismo de la Iglesia Católica , 1476. (30) Pablo VI, Ibid ., 1477. (31) Cf. Pablo VI, ibid ., 8, Concilio de Trento; DS 1835, Ibid ., 1478. (32) Ibid ., 1479. (33) Cf. Enchiridion indulgentiarum , LEV 1986 norm. 21, 1. (34) Ibid ., norm. 23, 1-2. (35) Ibid ., norm. 23, 3. (36) 'Quia ipse remissio omnium peccatorum': Missale Romanum , Super oblata, Sabbato post Dominicam VII Paschae. (37) Cf. Ench. indulg ., norm. 27. (38) Ibid ., conces, 14. Fuente: http://www.teologoresponde.com.ar
Cómo ayudar a los muertos Autor: P. Jorge Loring
La mejor obra de caridad que podemos hacer es ayudar a una persona a bien morir, y ayudar a un alma que está en el purgatorio.
Quiero informarles a ustedes de un par de cosas que yo descubrí en mis primeros años de jesuita, y que a lo largo de la vida me han llenado de consuelo apostólico. Por eso las conservo hasta hoy. Las practico hasta hoy. Y pienso seguir practicándolas. Es el modo de ayudar a los moribundos, y el modo de ayudar a los difuntos: las dos partes que va a tener esta conferencia. Creo que la mejor obra de caridad que podemos hacer es ayudar a una persona a bien morir, y ayudar a un alma que está en el purgatorio, que no puede hacer nada por ella misma, pero que desde aquí le podemos ayudar muchísimo. Pues vamos a ver si digo algo de esto. *** Primero: Ayudar a los moribundos. Miren ustedes, evidentemente que los colegios son una gran obra. Y por eso la Iglesia defiende la enseñanza religiosa frente a todos esos que quieren barrer de España la enseñanza religiosa. Ella mantiene los colegios por encima de todo, porque es una obra fundamental en la educación católica. Esto es clarísimo. También es clarísimo que muchas personas que han pasado por un colegio de religiosos, mantienen a lo largo de su vida esa formación que recibieron en el colegio de religiosos. Mantienen una fe. Mantienen un hogar cristiano, porque desde pequeños los educaron así. Por lo tanto, no hay duda la gran labor que realizan los colegios religiosos. Ahora bien, hay mucha gente que pasó por colegios religiosos y después se les olvida todo, lo tiran todo por la borda y orientan su vida por caminos totalmente distintos de todo lo que aprendieron en el colegio de religiosos. Esto es así. Y todos conocemos nombres de personas famosas que han seguido este segundo camino. *** ¿Qué quiero decir? Que los colegios son una gran cosa, y la Iglesia quiere que haya colegios y haya educación religiosa. Pero, hay un riesgo siempre. Estos niños, estos jóvenes, a quienes les dedicamos tanto tiempo, tanto esfuerzo, tanto sacrificio, tanto interés, ¿se van a mantener toda la vida en este camino? Quizás, si. Algunos, quizás no. Pero, lo que yo hago con un moribundo, eso no se estropea ya. Si yo logro que un moribundo se arrepienta de sus pecados, pida perdón a Dios, muera en gracia y se salve, eso no se estropea ya. El interés que yo pongo por ayudar a un moribundo es la obra de caridad más eficaz y más apostólica de todas las que puedo hacer. Porque todas las demás personas a quienes yo procuro ayudar apostólicamente, quizás conserven todo lo que trabajo con ellas; pero no sé. No sé qué rumbo van a tomar a lo largo de su vida Ahora, lo que haga yo con un moribundo, ése es trabajo seguro. Si yo logro ayudar a un moribundo a que muera en gracia, es solución definitiva.
Eso ya no se estropea. Por eso es tan eficaz apostólicamente ayudar a bien morir a las personas. Es el mayor favor que yo puedo hacer a una persona. Lo va a disfrutar toda la eternidad. Esto puedo hacerlo de palabra con un familiar, o con un amigo a quien visito en su lecho de muerte. Pero también puedo ayudar a los moribundos de todo el mundo. ¿Cómo les ayudo a bien morir? Rezando por ellos. Pidiendo por ellos. Sencillo. Si la oración es eficaz, si la oración es infalible en algo, es cuando pido por un moribundo. Cristo en el Evangelio nos habla muchísimo de «Pedid y recibiréis», «Buscad y hallaréis»: de la fuerza de la oración. Cristo habla en el Evangelio incluso con frases hiperbólicas: «Pídele a esa higuera que se tra slade al mar, y la higuera se trasladará al mar». La fuerza de la oración es impresionante. Sólo hace falta una condición para que la oración sea eficaz: que yo pida lo que conviene; porque si yo pido lo que no conviene, Dios, naturalmente, no me hace caso. Como la madre de familia, que cuando el niño se echa a llorar porque quiere el cuchillo de cocina, la madre no le da el cuchillo de cocina, porque se va a cortar. Le da un sonajero, le da un juguete; pero no le da el cuchillo de cocina. Si nosotros pedimos a Dios lo que no conviene, Dios no nos lo da. Nos dará otra cosa, pero no lo que pedimos. ¿Me conviene o no me conviene? Yo no sé, Dios sabrá. Yo pido que me toque la lotería: ¡a ver si me toca el gordo! A cuántas personas, a lo mejor, no les conviene que les toque el gordo! Puede ser su ruina espiritual. Yo pido la salud. En orden a la vida eterna, que es lo importante, a lo mejor gano más cielo con la enfermedad. Ahora, lo que sí sé, es que si yo pido la conversión de un moribundo, eso conviene seguro. La condición indispensable es que yo pida una cosa buena. Esta condición se cumple si yo pido la conversión de un moribundo. Eficacia segura, infalibilidad segura. No hay más que una dificultad: que el otro quiera. Si el otro no quiere, no hay nada que hacer. Porque Dios no salva a nadie contra su voluntad. Dios no mete a la gente a empujones en el cielo. Hace falta que el otro quiera. Porque si el otro rechaza la gracia, nada. Pero es evidente que si yo pido para un moribundo un aumento de gracia, ese moribundo recibe el aumento de gracia. Eso es infalible. Ahora, ese moribundo, ¿aceptará el aumento de gracia, o no lo aceptará? No sé. Quizás el otro rechace el aumento de gracia. Entonces no sirve. Pero como yo pido por todos los que van a morir hoy en el mundo, no todos van a rechazar la gracia recibida. Mañana pediré por los de mañana. Y pasado por los de pasado. Pero hoy, voy a pedir por todos los que van a morir hoy. Yo pido un aumento de gracia para todos los que van a morir hoy. Y Dios, seguro que les da ese aumento de gracia, porque pido una cosa buena. Por lo tanto, gracias a mi oración, todos los que van a morir hoy, van a recibir un aumento de gracia. ¿Algunos la rechazarán? Pues quizás, sí. Pero, ¿y el que la aproveche? Alguno se aprovechará. ¿Cuántos? No sé. ¿Uno? ¿Cien? ¿Mil?. Alguno se aprovechará. Algunos de esos hombres iban a rechazar una gracia, que era suficiente, pero no era eficaz; no les bastaba. Pero al recibir esa nueva gracia que yo les consigo, piden perdón, se arrepientan, y se salvan. Y se han salvado gracias a mí. Gracias a la oración que yo he hecho por ellos Porque han correspondido a una gracia que no tenían.
Dios les había dado la gracia suficiente. Pero este aumento de gracia que yo he pedido para ellos, y que Dios no me la niega, hace que la gracia suficiente haya resultado eficaz. Si yo logro con mi oración de todos los días, un aumento de gracia, y algún moribundo cada día gracias a ese aumento de gracia pide perdón, se arrepiente y se salva, fijaos, ¡la cantidad de gente que se puede haber salvado gracias a mi oración! *** Y, ¿qué oración hago para que se salven? ¿Cuándo hago esa oración? Yo la hago en la santa Misa. En el punto central de la Misa. En el momento de la consagración. En la elevación, cuando estoy elevando la Sagrada Forma, y cuando estoy elevando la sangre de Cristo en el cáliz, yo digo esto: «Señor mío y Dios mío: que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy. Amén». «Señor mío y Dios mío» que es un acto de fe evangélico. Lo dijo Santo Tomás. Además es una devoción muy española y muy popular. Siempre nos han enseñado de pequeños que en la elevación digamos mirando a la Sagrada Forma y mirando al cáliz: «Señor mío y Dios mío». Después de este acto de fe tan bonito, tan español y tan evangélico «Señor mío y Dios mío», añado: «que tu santa redención» que se está repitiendo en la misa. El sacrificio de la misa es la repetición de la muerte de Cristo en la cruz. Sigo: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna». Todos podemos tener un mal cuarto de hora. ¡Dios nos tenga de su mano! Hay que ser humildes y reconocer nuestra fragilidad. Tendría poca gracia que ayudemos a otros a morir, y nos condenemos nosotros: «triste cosa será, pero posible». Termino: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy Amén». Esto lo digo todos los días en la Santa Misa, mientras tengo la Sagrada Forma en mis manos, y mientras tengo el cáliz. Dice San Alfonso María de Ligorio que quien pide su salvación, se salva. Por mi salvación y por la de los demás. Hoy por los de hoy, mañana por los de mañana y pasado por los de pasado. Evidente, que mi oración conseguirá que alguno, que iba a morir en pecado, porque la gracia que tenía no le bastaba, con el aumento de gracia que yo le consigo pida perdón y se salve. Qué fenomenal obra de caridad con ese moribundo que se iba a condenar y gracias a mí se ha salvado. Y cuando él en el cielo sepa que se salvó gracias a mí, porque he pedido por él, y le he conseguido un aumento de gracia, ¡fijaos el ejército de amigos que tendremos en el cielo pidiendo a Dios e interesándose por nuestras cosas! Por eso digo, qué eficaz obra de caridad, qué fenomenal obra de apostolado, pedir cada día por todos los que van a morir hoy. No hay duda que alguno se aprovechará de ese aumento de gracia que le hemos conseguido con nuestra oración. *** Segundo: ayudar a los difuntos.
Para ayudar a los difuntos la Iglesia tiene el tesoro de las indulgencias. Es un tesoro espiritual que tiene la Iglesia. A mí me da pena cuando veo católicos que menosprecian las indulgencias. Prescinden de las indulgencias. Como si no existieran. Es despreciar un capitalazo espiritual. Yo digo una cosa: si la Iglesia legisla sobre las indulgencias, es porque son una realidad. La Iglesia no nos va a engañar. Cuando la Iglesia dispone, reforma y aplica las indulgencias, es porque esto es una realidad. No vamos a pensar que la Iglesia nos está engañando, y nos habla de una cosa que es pura imaginación. Y la Iglesia legisla sobre las indulgencias. Acaba de hacer una reforma de las indulgencias. En esta reforma de las indulgencias que ha hecho la Iglesia, ha quitado aquello que decíamos antes: «Trescientos días de indulgencia», «Siete años de indulgencia». Aquello lo ha quitado porque se prestaba a confusiones. La gente se creía que esos trescientos días eran trescientos días de purgatorio. Realmente no era eso. Era otra cosa más complicada. Prescindo. No digo lo que había antes, que lo han reformado, sino lo que hay ahora. *** Hoy la Iglesia ha dejado dos tipos de indulgencia: indulgencia parcial, indulgencia plenaria. Y nada más. ¿Qué es indulgencia parcial? Lo voy a explicar de modo que me entendáis, no con las palabras teológicas y técnicas. Indulgencia parcial significa que la Iglesia me duplica mi mérito. Lo multiplica por dos. Si yo doy un beso a una medalla, ese beso vale según mi fervor. Si yo doy un beso muy frío, vale mucho menos que si doy un beso fervoroso. Entonces el valor de mi beso a la medalla, a la estampa, al crucifijo, a la Virgen, el valor de mi beso en orden a la vida eterna, depende de mi fervor. Si este objeto está indulgenciado con indulgencia parcial, se merece el doble. El fervor que yo pongo, se multiplica por dos. Ésa es la indulgencia parcial. ¿Y qué es indulgencia plenaria? Indulgencia plenaria es que suprime el purgatorio. Si la gana un moribundo no pasa por el purgatorio. Si la aplicamos a uno que está en el purgatorio, sale del purgatorio. Primero, hay que decirlo, porque no todo el mundo lo sabe, el purgatorio es dogma de fe. La existencia del purgatorio es dogma de fe. La gente se cree que el purgatorio es lo mismo que el limbo. ¡No señor! El limbo no es dogma de fe y el purgatorio, sí. Está definido en los Concilios de Lyón y de Florencia. San Pablo habla de que podemos ayudar a los difuntos. Pues si podemos ayudar a los difuntos, es a los del purgatorio. Los que están en el cielo, no necesitan ayuda. Y a los que están en el infierno, no les sirve de nada. Por lo tanto, si podemos ayudar a los difuntos, es a los que están en el purgatorio. El purgatorio es dogma de fe. El alma que está en el purgatorio, sufre mucho; pero no le sirve a sí misma. No puede merecer para sí. El tiempo de mérito es la Tierra. En la vida terrena podemos merecer, para bien o para mal. Pero una vez que se acaba la vida, con la muerte, ya no se merece más. En el purgatorio, no se puede merecer. Pero nosotros podemos merecer para ellos. Les podemos aplicar una indulgencia plenaria. ¿Qué significa que yo gane para ellos una indulgencia plenaria? Que la saco del purgatorio.
Voy a explicar esto un poco más, en plan popular. Me gusta siempre buscar ejemplos que se entiendan. ¿Qué es eso de la indulgencia plenaria? Con la indulgencia plenaria se te quitan las cicatrices que dejaron en tu alma los pecados cometidos. Tú cometes un pecado mortal, y es una herida mortal. Esa herida mata tu alma. Si no te arrepientes, te condenas. Si te confiesas del pecado mortal, y se te cura la herida, ya no te condenas. Te han cerrado la herida, te han curado la herida; pero te han dejado una cicatriz. Los pecados perdonados dejan cicatrices, y de esas cicatrices te purificas en el purgatorio, antes de entrar en el cielo; porque en el cielo no puedes entrar con el rostro lleno de cicatrices. En el cielo hay que entrar presentable. Os voy a contar una anécdota. Conozco yo a una señora, muy elegante. Tuvo un accidente de coche y se hizo una tremenda cicatriz en la cara, que la afeaba enormemente. Y yo no sé qué tratamiento de belleza, qué masaje eléctrico, yo no sé cómo se las arregló, que hoy no tiene cicatriz. Yo, porque lo sé, veo la cicatriz. Pero sólo le queda una leve línea. Se ha sometido a un tratamiento de belleza, y le han quitado la cicatriz. Y ahora ha recuperado la belleza que tenía antes. Eso es el purgatorio: un tratamiento de belleza para el alma. Ese alma que está llena de cicatrices por todos los pecados mortales perdonados, pero que han dejado cicatrices. En el purgatorio, se purifican las cicatrices, se limpian las cicatrices, desaparecen las cicatrices. Y ya puedes entrar en el cielo presentable, que es cómo hay que entrar en el cielo. *** Pues esta indulgencia plenaria, yo la puedo ganar o para mí, o para otro. ¿La puedo ganar para mí? Sí señor. Pero hay un problema. Para que yo gane una indulgencia plenaria para mí, tengo que tener total aborrecimiento de todo desorden. Porque si yo tengo un afecto desordenado, ya estoy mereciendo el purgatorio. Quizás, no infierno; pero por lo menos purgatorio. Porque tengo un afecto desordenado. Si yo tengo un afecto desordenado, no gano la indulgencia plenaria para mí. Pero si yo aplico a otro una indulgencia plenaria, no importa que yo tenga un afecto desordenado. Si yo tengo un afecto desordenado, ya lo pagaré en el purgatorio. Pero, ¿qué culpa tiene el otro? Yo puedo ganar una indulgencia plenaria y aplicársela a otro. Es mucho más fácil ganar la indulgencia plenaria para otro, que para uno mismo. Para uno mismo es mucho más difícil. Pero para otro, facilísimo. Basta con hacer la obra indulgenciada y poner las condiciones. En la reforma de indulgencias han quitado las indulgencias plenarias diarias, que había muchas, y han dejado cuatro. Nada más que cuatro. Que son: rezar el rosario en común o delante del Sagrario; media hora de oración delante del Santísimo; media hora de lectura de Biblia; y hacer el Vía-Crucis. Cualquiera de estas cuatro cosas tiene indulgencia plenaria cada día. Una de las reformas es que sólo se puede ganar una indulgencia plenaria al día. Antes había las «Toties quoties» como la Porciúncula: que podías ganar un montón de indulgencias plenarias en un día. Ahora no. La Iglesia ha decidido dejar una sola plenaria al día. El Vía-Crucis, que es lo que yo hago todos los días, es rapidísimo de hacer. Yo no sé si tardo cinco minutos. No tardo más. En el VíaCrucis no hay que pararse en las catorce estaciones. Ni rezar una cosa en cada estación. Basta recorrer las estaciones pensando en la Pasión. Y en una capilla pequeña, como la que tenemos los
jesuitas en nuestras casas, la capilla la recorro en cinco minutos. En cinco minutos recorro, meditando en la Pasión, las estaciones del Vía-Crucis. Muy sencillo. Y gano la indulgencia plenaria. Hacer la obra indulgenciada y después, ¿qué condiciones? Pues hay que confesar los ocho días antes o los ocho días después. Si confieso cada quince días, vale. Una comunión por cada indulgencia plenaria. Si comulgo todos los días, vale. Hay que rezar algo por el Papa. Un padrenuestro por las intenciones del Papa, que lo rezamos siempre, después del rosario o después del Vía-Crucis. Fijaos que las condiciones no pueden ser más sencillas. Si yo todos los días hago un acto que tenga indulgencia plenaria, yo puedo sacar un alma del purgatorio cada día. Fija os si esto no es fenomenal. Basta que me preocupe de rezar el rosario delante del Santísimo o en común; media hora de oración delante del Santísimo, que lo hacen montones de personas; leer la Biblia durante media hora o el Vía-Crucis. Con que te preocupes un poquitín, puedes sacar del purgatorio un alma al día. Fijaos si esto no es una obra de caridad impresionante. Y después lo que significa tener en el cielo ese ejército de amigos que saben que tú los sacaste del purgatorio. Fíjate cómo estarán pidiendo a Dios por tus necesidades. Esto que digo, de preocuparse de las almas del purgatorio, me parece interesantísimo, por lo que tiene de caridad. Podemos aplicarla a un ser querido; pero también podemos dejarla en manos de Dios y de la Virgen para que las apliquen a las almas más necesitadas del purgatorio. *** Hay una cosa que se llama « El voto de ánimas» que lo llaman «acto heroico de caridad». Yo, sinceramente, pienso que de heroicidad nada. ¿En qué consiste el voto de ánimas? No es voto, se llama así, pero no obliga bajo pecado. Y puede uno rectificarlo cuando quiera. Pero se llama «voto de ánimas». ¿Qué significa el voto de ánimas? Significa que yo renuncio a todos los méritos renunciables, porque hay méritos que son irrenunciables. En mis buenas obras, yo tengo méritos que son intransferibles. Pero hay otros méritos que yo puedo renunciar. Pues yo renuncio a todos los méritos que yo pueda renunciar, y los pongo en manos del Señor y de la Virgen, para que ellos los distribuyan entre las almas del purgatorio más necesitadas. Que ellos distribuyan como quieran los méritos míos. Se llama «acto heroico de caridad», por lo que yo renuncio en favor de las almas del purgat orio. Pero yo digo: esto de heroico nada. Porque si dice Cristo: «Los misericordiosos alcanzarán misericordia», y si por hacer yo este acto de misericordia, después voy a tener la misericordia de Dios para conmigo, ¿qué más quiero? Soy yo el que salgo ganando, haciendo un acto de misericordia. Porque Dios después tendrá misericordia conmigo. Si yo renuncio a ese tesoro espiritual mío, que he ganado con mis buenas obras, si con esa pequeña renuncia de mis pobres obras, logro ayudar a tantas almas que suban a la gloria, y después se interesan por mí, decidme si no es fenomenal tener en el cielo ese ejército de amigos míos, que saben que yo les ayudé a entrar en la gloria. Lo que se van a preocupar por mí. Por eso decía el Padre Eduardo Fernández Regatillo, S.I., que era un teólogo de gran notoriedad: «Muchas personas de gran categoría espiritual y teológica, han hecho el voto de ánimas». Basta que
un día en la misa se haga este ofrecimiento: «Señor, te ofrezco todo lo que yo pueda renunciar, en beneficio de las almas del purgatorio». ¡Los misericordiosos alcanzarán misericordia! A ver si os animáis a ayudar a los moribundos y a las almas del purgatorio. Que vosotros saldréis ganando. Y ellos también. Muchas gracias. Fuente: http://es.catholic.net/aprendeaorar/32/400/articulo.php?id=8826 http://www.jorgeloring.org/Inicio.htm
El Acto heroico de caridad Rvdo. P. Benedict Hughes, CMRI El padre Gaspar Olider, sacerdote teatino devoto que vivió a principios del siglo XVIII, predicó la práctica de un tipo de caridad conocido como el Acto heroico de caridad hacia las almas en el purgatorio. Esta devoción fue aprobada por la Iglesia y fue altamente indulgenciada por los papas Benedicto XIII, Pío VI y Pío IX. A fin de que entendamos mejor este Acto heroico, examinemos primero lo que se entiende por la palabra sufragio.
Sufragios para los difuntos Toda obra buena que realizamos en el estado de gracia posee un valor triple: Tiene poder meritorio, impetrante y satisfactorio. El valor meritorio de nuestras buenas o bras indica su capacidad para ganar un incremento en el mérito, el cual es un derecho a la recompensa celestial. Por consiguiente, toda buena dádiva le gana al que la realiza un incremento en la gloria celestial. Nuestros méritos son incomunicables: no podemos cederlos a los demás. Las impetraciones y satisfacciones, por el otro lado, sí son aplicables a los demás. El valor impetrante de nuestras buenas dádivas indica su poder para obtener de Dios un poco de su gracia. Como sucede con cualquier oración, podemos ofrecer nuestras impetraciones por los demás. De igual manera, el valor satisfactorio de nuestras buenas obras, que es el poder que poseen para expiar el castigo temporal que se debe al pecado, puede aplicarse a las almas en el purgatorio o pueden usarse para nuestro propio beneficio. Los sufragios es una palabra usada para incluir tanto las impetraciones como las satisfacciones: el doble valor de nuestras buenas acciones que pueden aplicarse a los demás. Las almas en el purgatorio no pueden orar por sí mismas ni ganar indulgencias, no pueden asistir a misa ni recibir los sacramentos. No pueden sino sufrir para expiar el castigo temporal que se debe a sus pecados. Mediante nuestros sufragios, podemos aliviarles de sus sufrimientos y satisfacer por sus pecados. La caridad cristiana nos inspira, como miembros de la Iglesia militante, a hacer todo lo que podamos por estos nuestros hermanos de la Iglesia purgante.
Los elementos del acto heroico El Acto heroico es una donación total a las almas del purgatorio de todo lo que podemos darles. Un decreto de la Sagrada Congregación de Indulgencias del 18 de diciembre (1885) describe esta donación de la siguiente manera: “El Acto heroico de caridad, a favor de las almas detenidas en el
purgatorio, consiste en esto: que un miembro de la Iglesia militante [...] ofrece a Dios todas las obras satisfactorias que realizará durante su vida por las almas en el purgatorio, y asimismo todos los sufragios que puedan acumulársele tras la muerte.”
El heroísmo de este acto en esto consiste: que por medio de él damos a las almas purgantes no solo el valor satisfacorio de todas las obras de nuestra vida, sino también todos los sufragios que se nos darán después de nuestra muerte, sin resevar nada con lo cual saldemos nuestra propia deuda. Por ello, el acto es uno de caridad desinteresado. Además, depositamos estos tesoros en las manos de la Santísima Virgen María, para que pueda ella distribuirlos, según le plazca, a todas aquellas almas que desea librar del purgatorio. Al hacer eso, sacrificamos también la libertad de aplicar nuestros sufragios a los difuntos de nuestra elección. Con ello entregamos a favor de todas las almas purgantes aun el placer de denotar el beneficiario de nuestra caridad. Por medio de esta devoción renunciamos a todo lo que se pueda renunciar: sin duda, una acción magnánima.
¿Cómo, entonces, se hace este Acto heroico? La Sagrada Congregación contesta en el decreto ya mencionado que un miembro de la Iglesia militante hace esta donación, “ya u sando una fórmula hecha, ya simplemente por un acto de su voluntad.” Es importante, sin embargo, que uno comprenda todo lo
que hace antes de realizar el Acto heroico, y, por lo tanto, debería consultarse al confesor antes de emprenderlo. Si alguno, después de realizar el Acto, llegara a lamentar haberlo hecho, puede revoca rlo por un simple acto de su voluntad.
Objeciones a esta devoción Todas las objeciones formuladas contra esta devoción giran en tor no al miedo de que, al realizarla, se pone en riesgo la salvación de el alma propia. Ciertos cristianos de buen corazón temen que por tan perfecta renuncia se quedarán sin los auxilios necesarios para la salvación. Asimismo temen que, habiendo sacrificado todos sus sufrimientos, serán condeanados tras la muerte al purgatorio por un tiempo indefinido, quizá hasta el fin del mundo. El P. Mumford, como lo cita el P. Shouppe en Purgatory, habla de cristianos que hacen esta total donación de todo el fruto de sus buenas obras que se encuentran a su disposición en favor de las pobres almas. Dice: “No creo que puedan hacer mejor uso de ellas, puesto que las vuelven más
meritorias y más eficaces, tanto para obtener la gracia divina como para expiar sus propios pecados y acortar su estancia en el purgatorio, o aun de adquirir expiación total de ellos” (pp. 206 -7). Estas palabras indican las valiosísimas ventajas del Acto heroico. Entendamos que el Acto no nos impide orar por algunos difuntos en particular. Sin embargo, debemos tener en cuen ta que la aplicación de nuestros rezos está sujeta a la disposición de la adorable voluntad de Dios. Lejos de pensar que nuestra Santa Madre abandonaría a aquellos por los que rogamos, pensemos que le daría gusto conceder las peticiones de quien ha hecho este generoso sacrificio. Por otro lado, como ya se dijo antes, el Acto puede revocar se en cualquier momento. Así como puede hacerse por medio de una simple acción de la voluntad, también una acción de voluntad puede revocarlo. Aunque puede hacerse sin la ayuda de una fórmula en particular, sin embargo, vendría bien renovarlo a menudo utilizando la fórmula que se halla en esta página. Tal renovación estimula nuestro afán de aliviar a las pobres almas y nos sirve de recordatorio del sacrificio que hemos hecho en su favor. Finalmente, no pensemos que nos someteremos a un largo y espantoso purgatorio con esta cesión de nuestros sufragios en favor de los difuntos. Si bien es cierto que, en esencia, esta práctica implica una disposición a asumir las terribles penas del purgatorio por amor del prójimo, es inconcevible que tan generosa alma sea abandonada a un purgatorio largo. Pensar de esta manera, como dice san Luis María de Montfort, es pensar indignamente de Jesús y María. Este hecho se demuestra con una historia de santa Gertrudis contada por el P. Shouppe. La santa, estando en la hora de la muerte y considerando los pecados de su vida, temía que, habiendo hecho tanto por las almas en el purgatorio, ya hubiera agotado sus satisfacciones y sería abandonada a s ufrir mucho en el purgatorio. Nuestro Señor se dignó a aparecérsele a fin de consolarla con estas palabras: “La generosa donación que de todas tus obras has hecho para las santas almas me han agradado singularmente; y para darte prueba de ello, declaro que todas las penas que habrías tenido que perdurar en la otra vida son condonadas; además, en recompensa por tu generosa caridad, de tal manera realzaré el valor de los méritos de tus obras que te aumentarán la gloria en el cielo” (p. 208) .
Indulgencias concedidas
Los que están familiarizados con la consagración total a Jesús por medio de María, tal como fue enseñada por san Luis María de Montfort, hallarán que esta renuncia de satisfacciones es parte de la consagración que él enseña. Puede que se pregunten si sirve de algo hacer este Acto heroico si, en esencia, ya han entregado sus sufragios. Recomiendo que hagan el Acto heroico de caridad, y esto por dos razones: 1) al realizarlo, se les recuerda de la donación de su s sufragios hecha por medio de la santa esclavitud, donación que quizá nunca entendieron del todo. 2) este acto se encuentra enriquecido con maravillosas indulgencias, y es muy importante que ganemos todas las indulgencias posibles para el alivio de las pobres almas. Las dos indulgencias principales que se hallan anexadas a este acto son las siguientes: 1) los sacerdotes que la realizan reciben el privilegio personal de ganar una indulgencia plenaria para una alma de su gusto cada vez que dicen misa. 2) los fieles pueden ganar una indulgencia similar, aplicable únicamente a las almas en el purgatorio, cada vez que recibe la sagrada comunión y también cada lunes, día en que oyen misa para los difuntos. En todos los casos anteriores, se requieren las condiciones usuales para ganar estas indulgencias. “Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados” (2 Mac. 12:46) .
La fórmula del acto heroico Oh santa y adorable Trinidad, deseando cooperar en la liberación de las almas en el purgatorio, y para testificar mi devoción a la Santísima Virgen María, cedo y renuncio en favor de esas santas almas toda la parte satisfactoria de mis obras, y todos los sufragios que puedan dárseme después de mi muerte, y las encomiendo enteramente en las manos de la Santísima Virgen, para que pueda aplicarlas según le plazca a esas almas de los fieles difuntos que desea librar de sus sufrimientos. Dígnate, Dios mío, aceptar y bendecir esta ofrenda que hago para ti en este momento. Amén. Fuente: http://www.cmri.org/span-04-heroicact.html
VOTO DE AMOR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO ¿EN QUÉ CONSISTE EL VOTO DE ÁNIMAS? El conocido como Voto de Ánimas, es ofrecer a Dios, por mediación de Nuestra Señora y por la obligada caridad hacia nuestros Fieles Difuntos, todas las indulgencias que podamos obtener en esta vida; sin embargo, somos sabedores de nuestra pobre condición pecadora, por eso, ¿qué mejor manera de ofrecer algo a Dios Nuestro Señor que presentárselo a través de las Purísimas Manos de la Virgen María? Es más, ¿dudaremos por un momento que Nuestro Señor permita a Su Madre distribuir esas indulgencias según su criterio? Nuestra Señora, que como Buena Madre, supo administrar bien la economía doméstica, ¿no será capaz de prodigarse con aquellas Almas del Purgatorio que más penan? Por eso, pongamos en manos de la Virgen María, todas las indulgencias que ganemos en vida, para que la Madre Piadosa las distribuya libremente entre las Almas del Purgatorio. Ella, que sabe amar como ninguna Madre, no dudará en favorecer entre las Almas purgantes a las que fueron nuestros familiares y amigos en esta tierra.
¿QUÉ PODEMOS OFRECER A LAS ALMAS DEL PURGATORIO? Todas las obras buenas que practicamos en estado de gracia santificante, tienen la virtud de producir cuatro efectos: m e r i t o r i o , p r o p i c i a t o r i o , i m p e t r a t o r i o y s a t i s f a c t o r i o . -El e f ec t o m e r i t o r i o , de nuestras buenas obras consiste en aumentar la gracia y la gloria del que la práctica, y este efecto no puede cederse a nadie. -El e f ec t o
p r o p i c i a t o r io es
hacer a Dios propicio, aplacando la ira de su Divina Justicia.
-El efecto
imp etratorio está
en alcanzarnos gracias y favores de parte de Dios.
Y finalmente -El efecto satisfacto rio , es aquel que nos permite pagar la pena temporal que merecemos por nuestros pecados. Sólo este último efecto -el satisfactorio- es el que podemos ofrecer a las Almas del Purgatorio mediante este Voto, a fin de que les sirva para completar la pena temporal que por sus pecados deben a la Justicia Divina y que están pagando en el Purgatorio. Sin embargo, ofreciendo este efecto satisfactorio, no nos quedaremos en la indigencia, sino que nos quedamos con los otros tres efectos de nuestras buenas obras.
BENEFICIOS ESPIRITUALES QUE OBTENEMOS POR EL VOTO DE ÁNIMAS Es sumamente importante saber que aquellos que hacen el VOTO DE ÁNIMAS, ganan indulgencia plenaria todos los lunes del año a condición de asistir al Santo Sacrificio de la Misa con intención de dar reposo y consuelo a las Benditas Almas del Purgatorio; también si ofrecemos el Santo Rosario a la Virgen con el mismo fin caritativo. Fuente: http://sicutoves.blogspot.mx
Transcripción hecha de: “CARIDAD LA MÁS HEROICA QUE PUEDEN PRACTICAR FÁCILMENTE TODOS LOS FIELES EN FAVOR DE LAS BENDITAS”
FORMUL A DEL PI ADOSO Y CARITATI VO VOTO PARA REDI M I R A L AS BENDI TAS AL M AS DEL PURGATORI O DE LAS ASERBAS I M PONDE RABL ES PENAS QUE PADECEN. Para mayor honr a y glor ia de Dios, Un o en esencia y Tr ino en personas, para alguna imi tación de mi dul ce Redentor , Jesucr isto; y para maestr a de mi cordial esclavitu d a la M adre de Misericordia, María Santísima, Madre amorosa de todas las Almas del Purgatorio, yo… (Aquí
tu nombre) pretendo ser r edentor de aquell as pobres Al mas encarceladas por deudas de pena a la Divin a Ju sticia, y por falta de obras satisfactorias: y en aquel modo que puedo, lícitamente, y sin pecado alguno, l ibre y espontáneamente hago Voto de redimir a aquell a Al ma o Al mas que qui ere o qui siere la mi sma Vi rgen M adre, renu nciando yo y haciendo Donación de mis obr as sati sfactor ias, propias o parti cipadas, tanto en vi da como en mu erte, y despué s de mi muerte. Por tanto, hago y conf irmo este Voto sin obl igación a pecado. Y en caso de no tener bastantes obras satisfactorias para pagar las deudas de aquell a Al ma o Alm as escogidas por l a misma M adre de M isericordia y para sati sfacer las mías por m is pecados (l os cuales detesto de todo cor azón, con f irme propósito de nu nca más pecar ) me obli go, y quiero pagar en la cárcel del pur gatori o con penas todo lo que me faltare de obras satisfactorias. Y l o declar o y conf irmo, citando por testigos a todos los vivientes en las tr es I glesias: T riu nf ante, Peni tente y M il itante. En
de
a
de
del añ o
Redemptoris vocabulo honorari, qui pro Animabus Purgatorii sufragio offert. P. Celada in Job. … No es necesario hacer esta Donación y Voto pronunciando palabras, ni por escrito. Basta que se haga con el corazón, siendo la intención la misma que se manifiesta en la expresada Fórmula del Voto. Ni es preciso hacerlo muchas veces; basta una vez en la vida para siempre, aunque será muy provechos o repetirlo, porque entonces se anima y enfervoriza más la caridad, con nuevos eficaces deseos de multiplicar las buenas obras, para agradar a Dios más que antes, ofreciéndole mayores satisfacciones, con que más presto se alivien y rediman aquellas afligidísimas almas. Nadie tema que por esto faltará a la obligación de rogar p or sus difuntos padres y por otros, pues María Santísima sabe mejor cuales son nuestras obligaciones y quienes han menester nuestros Sufragios; y esta Señora los distribuirá según el orden de Caridad más agradable a Dio s, que es lo que debemos desear, y no conocemos. Por esto, en la Fórmula del voto decimos: Y en aquel modo que puedo, lícitamente &. Tampoco se persuadan que esta total Donación se opone a las demás devociones de estar en Cofradías o Congregaciones, rogar a los Santos, hacer Novenarios y otras diligencias con que alcanzar de Dios lo que deseamos para nosotros y para nuestros prójimos. Cuando más roguemos a Dios y a los Santos y más procuremos por el bien eterno y temporal de nuestros prójimos, tanto más mereceremos y más copiosas serán nuestras satisfacciones para redimir las Almas del Purgatorio a
quienes no aprovecha sino es la satisfacción que nos resulta de todas nuestras buenas obras y oraciones, pues el mérito que con estas hacemos, queda en nosotros y no se puede dar a ninguno. Consistorio del Palacio Vaticano de Roma, en presencia del expresado Pontífice Benedicto XIII, que lo aprobó, y canonizó con dichos Indultos, como el mismo P. Oliden (*) refiere en su Tratado Diálogos del Purgatorio, impreso en Alcalá de Nares el año 1732... (*) El P. Gaspar Oliden, clérigo regular teatino y calificador del Santo Oficio, fue considerado como el apóstol, o mejor dicho, como el primer introductor de esta nobilísima devoción. Era tan eximia la caridad de que se sentía animado hacia las almas del Purgatorio, que con admirable celo se dedicó a propagarla por doquier, ya por escrito, ya de palabra, y para animar a todos, sacerdotes y religiosos, a que la abrazasen generosamente, realizó tan ardientes instancias cerca de Su Santidad Benedicto XIII, que, accediendo a sus súplicas este santo Pontífice, no sólo la aprobó, sino que la enriqueció con especialísimos privilegios, que fueron más tarde confirmados por Pío VI y Pío IX. Y fue tal la elocuencia con que el buen Padre peroró por la causa de aquellas pobres almas y demostró la excelencia del medio que él sugería, que Benedicto XIII, no contento con conceder las gracias que le pedían, se vio impulsado él mismo a hacer públicamente desde el púlpito total donación de sus bienes espirituales a las almas santas, como se puede ver en uno de los sesenta sermones que sobre este asunto predicó, e hizo imprimir en Benevento y en Florencia un año después del decreto o breve otorgado al P. Oliden.