CULTURA MOCHICA.
Según cuenta la mito-historia, los mochicas aparecieron ya como pueblo totalmente constituido, nacido de las cejas de un Zeus peruano, y su rey iba acompañado incluso de trompeteros y portadores de vasijas y tazas. Pero no se menciona en absoluto al pueblo que ellos dominaron y desalojaron. La arqueología, sin embargo, nos ofrece otra versión: que los mochicas surgieron como evolución de otras culturas más antiguas y menos sofisticadas; posteriormente, una vez que estuvieron mejor organizados, se extendieron en ambas direcciones hasta que llegaron a controlar seis valles, desde Chitama hasta el valle de Virú. Se desarrollaron entre los años 300 antes de Jesucristo y 1000 de nuestra era; Tuvieron una continuada historia arqueológica, que empezó hacia el siglo III a.C., y siguió(con un paréntesis entre los años 1000-1225 de nuestra era) hasta el año 1461.Su asentamiento fue en la costa norte del Perú en Huaca Prieto, en la entrada del valle Chicama. La civilización se concentro en los valles de Chicaza, Moche, Viru y Santa, y también se extendió hacia el sur hasta Nepeña y Casma y Hacia el norte de Pacasmayo. Cultura que tuvo gran influencia en la historia de Perú. Carlos III de España, fue el primero en investigar acerca de esta cultura, segido por Alexander von Humboldt un joven científico; tiempo después Ephraim Squier saco un libro acerca de ellos, el fue el primero en mencionar “la cerámica de los mochicas es su lengua ” Los restos físicos de su pasado- ciudades, c iudades, templos , pirámides-, aunque destruidos, son todavía impresionantes. Los sepulcros han arrojado a la luz, sus tesoros y, con ellos , adornos de plumas , soberbios tejidos y talla; pero sobre todo, la delicada cerámica, moldeada de una forma tan realista y tan grafica que sus signos se han interpretado como la lengua que poseían estos pueblos.
Emplazamiento geográfico. La civilización mochica tuvo su origen en una de las regiones mas secas del mundo, se puede decir que prácticamente no llueven absoluto; los días son muy calientes y las noches frías y siempre existe un viento del sur.; Sino fuera por el mar y los vientos del sudeste, que dan hacia el Pacifico seria solo desierto. Pero a pesar de estas contradicciones-la corriente fría en un mar tropical, la falta de lluvias, el desierto, la relación simbiótica de la fauna marítima con los pájaros, porque estos anidan en islotes y de esta manera crean el guano; el fertilizante mas concentrado del mundo, todo esto formaba un virtual paraíso.
RASGOS FISICOS. Y COSTUMBRES EN TORNO A ELLO .
El hombre mochica, según se representa el mismo en su iconografía, era bajo, robusto y tenia una cabeza alargada, dolicocéfala-una cabeza normal a menos que estuviera deformada por un aplastamiento artificial-, poseían dentadura excelente (comían cereales y granos), normalmente desconocían la caries. Se posee un exacto y preciso conocimiento de sus rostros y aspecto general, que ha sido posible por los miles de retratos que dejaron en su cerámica de efigies. Estos retratos tienen un alto grado de realismo y muestran todas las características
faciales. El rostro es redondo, con mejillas pronunciadas, y posee una nariz ganchuda de grandes aberturas. La boca es ancha y de labios gruesos, y los ojos oscuros, tiene forma de almendra y son oblicuos y sesgados a causa del plegue epicantico que rodea al ojo. El peinado mochica no es muy claro, ya que la mayoría de las figuras son representadas con cubridores de cabeza de formas muy variadas. Parece , que en su mayor parte, el pelo estaba recogido y se dejaba caer por el cuello, cortándose en cerquillo sobre la frente. Todos los hombres se traspasaban las orejas , se metían un tapón de madera, que se quitaban cuando había alguna guerra o festival, y en su lugar, se ponían unos aros ornamentales: de madera pintada para los que pertenecían a las clases bajas, de oro perfectamente trabajado, con incrustaciones de oro, perlas o turquesas si se pertenecía a clases directoras, porque el tamaño y la suntuosidad de estos aretes eran indudablemente un signo de categoría social. Además de la nariz también se traspasaban el septo nasal, el cartílago que separa los dos orificios de la nariz, y se introducían un adorno de oro, en forma de media luna que les colgaba hasta los labios. Seguramente, la piel de los mochicas tenia un color bronce ligero , variaba de tonalidad según el individuo; pero el verdadero color de la piel no se ha podido averiguar nunca, ya que , invariablemente, se pintaban el rostro, brazos, cuerpo y piernas. El embadurnamiento del rostro era general, los diseños faciales individuales deben de abarcar cientos de esquemas distintos. El modelo más común, utilizado por los guerreros, era pintarse, bien en rojo o en negro, en ambos lados de la cara, dejando parte del centro del rostro sin adornar. En algunos, se circundaban los ojos y se dejaban un largo rastro negro que quería sugerir las huellas de las lágrimas del «dios lloroso». Otros hacían lo que los primeros españoles pensaron que era una cruz, una barra cruzada que se extendía desde la parte superior de la cabeza hasta la barbilla, y muchos se pintaban el rostro de modo que las líneas curvadas alrededor de los labios y la barbilla semejaran barbas. Un diseño bastante corriente es el de un hombre, sentado con las piernas cruzadas y con un «bigote pintado», La pintura del rostro indicaba la casta; era la marca del rango. Los diseños podrían muy bien haber sido el equivalente de un escudo de armas, Los diseños eran símbolos, pero símbolos nada figurativos, sino muy reales. Los mochicas, como la mayoría de los indios, utilizaban el jugo de la planta denominada genipa, que adquiere una tonalidad azul-negruzca; el rojo se obtenía del grano que hay en el interior de la vaina del achiote. El pincel era normalmente una espátula hecha de juncos «la pintura facial confiere al individuo su dignidad como ser humano; le ayuda a cruzar la frontera entre la Naturaleza y la Cultura, entre el animal irracional y el hombre civilizado. Además se diferencia en estilo y composición, según el rango social, y, por tanto, tiene una función social». La pintura facial era también un índice de clan, puesto que, como la mayoría
de las tribus peruanas, los mochicas estaban clasificados en una especie de pirámide social, en la que el hombre vulgar, que formaba la base, pertenecía a una especie de célula terrestre (los incas la llamaban ayllu). La tierra estaba en manos de un grupo de clanes relacionados por lazos de sangre. Cada uno poseía un artificio totémico –un círculo, un cuadro, la cabeza de un animal, un pez-, y si se estudian minuciosamente los jarros mochicas puede comprobarse que los diseños de pintura facial se repiten muchas veces en los aretes, lanzas o garrotes, e incluso en sus escudos. Los mochicas tenían poco pelo facial, y el poco que les salía lo arrancaban; la presencia de pinzas depilatorias de oro y plata en las tumbas atestigua esta costumbre. Sin embargo, los hombres ancianos tenían algunos pelos esparcidos por el rostro, que, con la indiferencia al aspecto personal característica de la senectud, no intentaban arrancar.
Vestimenta
Los mochicas se vestían con arreglo al clima. «Todos andaban envueltos en ropajes de algodón y largas. mantas.» También nos dejaron los mochicas en su cerámica una idea muy detallada de cómo vestían. «su vestimenta consistía en una camisa (una especie de poncho que parecía la versión de la toga victoriana) y una manta; también llevaban un cubridor de cabeza, que era un objeto redondo hecho de lana, algunas veces adornado con lentejuelas de oro o plata., que se conocía con el nombre de chaquira. Los vestidos se tejían con algodón..., el cual podían obtener en enormes cantidades en el valle (de Tumbes). El poncho era una prenda tejida en colores muy vivos, como se demuestra por los diseños que nos han dejado en la cerámica pintada, donde los ponchos están extendidos de manera que se puede ver todo el diseño. Debajo llevaban los hombres, generalmente, una especie de taparrabos sujeto con un broche. Como observó Cieza, «los indios y sus mujeres llevan algo parecido a un delantal que les tapa las vergüenzas. En la cabeza llevan una especie de corona de pequeñas cuentas que ellos llaman chaquira, y algunos las usan de plata y otros de piel de jaguar o de pantera. El vestido de las mujeres es una manta. que les cuelga desde la cintura y otra que les cubre hasta los hombros; llevan el pelo largo. En algunos de estos pueblos, los caciques se forran los dientes con oro...; cuando morían los caudillos, construían una tumba redonda con techo abovedado y la entrada mirando hacia el Sol, y, después, los enterraban junto con mujeres vivas en los brazos y otras cosas» 9. Los mochicas se representan siempre con los pies desnudos. La impresión de que usaban medias proviene de que los hombres, en particular los guerreros, se pintaban hasta las rodillas de negro. Sin embargo, se han encontrado en las tumbas sandalias hechas de fibra de cabuya, cuero de llama o de foca. El foco de atención era el turbante. Marcaba la casta y la categoría social. El hombre ordinario llevaba un turbante sin adornos, que se liaba alrededor de la cabeza y se ataba debajo de la barbilla. La otra pieza era una larga estola que, cuando el viento o el frío 10 exigían, se la liaban al cuerpo y les tapaba la cabeza. Respiraban a través de un paño que se ponían sobre la nariz, 10 cual les daba un aspecto repulsivo, ya que no enseñaban más que los ojos, oscuros y astutos. El hombre, entre los mochicas, estaba hecho para la guerra. Los jóvenes crecían en medio de constantes guerras en los valles oasis o en las montañas. Por tanto, los mochicas y chimús eran guerreros y agricultores, y formaban parte de una milicia agraria. Cada uno era miembro de una célula de tierra, de un clan al cual pertenecía por lazos de sangre, y llevaba el símbolo totémico de su clan en su escudo, lanza o casco cuando entraba en batalla. Se casaban pronto; construían su casa de adobes en un esfuerzo comunal; cultivaban los campos que el clan concedía a cada uno asimismo de una manera comunal, y luchaban y morían de la misma forma. Naturalmente, las mujeres mochicas tenían una estructura más delicada, aunque muchas veces se las representa bastante robustas. Pero los restos de esqueletos demuestran que eran muy bajas y delicadas, verdaderas «Lolitas» en estatura y de menos de cinco pies de altura. Como hallaron los conquistadores, eran bastante atractivas, muy trabajadoras y, según revela su cerámica, libidinosas. Tenían el pelo largo, cortado en cerquillo sobre la frente y trenzado con cintas de lana de colores muy vivos. Se han hallado momias con el peinado que hemos descrito intacto. Usaban cosméticos (que muchas veces se enterraban también con ellas), peines y cucharillas de plata, que utilizaban para sacarse el cerumen de los oídos; también utilizaban tenacillas de plata depilatorias y espejos de obsidiana o turquesa pulida. No se perforaban las orejas, pero todas llevaban collares. Al contrario que los hombres mochicas, no llevaban cubridores de cabeza tan trabajados; pero al igual que ellos iban descalzas.
Se cubrían el cuerpo cobrizo con un poncho, tejido de una manera más delicada que el de los hombres, excepto, que la prenda exterior «era completa y amplia como una capa y tenía aberturas a los lados para los brazos
Alimentación
Los mochicas tenían una variada gama de alimentos. El maíz, la yuca y «muchísimas judías»,Las frutas eran muy variadas, una amplia gama de tubérculos, Las palomitas de maíz eran uno de sus platos preferidos; El maíz, según podemos deducir del testimonio botánico de las tumbas, era su principal alimento; también lo podemos deducir por los amuletos de arcilla y plata que se ofrecían al culto del maíz. Sus campos, cuando se fertilizaban con guano, producían dos o tres cosechas al año. Asi mismo la llama domesticada y el conejillo de indias, proporcionaban la mayor parte de carne que se consumía La gran variedad de peces ofrecida por el mar, cuando los hombres los arponeaban o los cogían en redes, era aumentada por enormes cantidades de moluscos, poseían también una caza riquísima y una gran abundancia de plantas cultivadas. Todo esto, pues, ponía a disposición de la mujer una variadísima gama de alimentos, de modo que, aparte del trabajo de recogerlos, podía disponer de bastante tiempo libre. El hombre mochica se levantaba temprano (leía el tiempo por las estrellas) J bebía un poco de chicha y luego partía para el trabajo que le deparara cada día. Si vivía cerca del mar, pescaba comunalmente con su clan. Si se le necesitaba en alguna de sus gigantescas obras públicas— características de estos reinos desérticos-, en el levantamiento de templos, carreteras o proyectos de irrigación, trabajaba comunalmente también, desarrollando su deber de trabajar, que era una de las formas de impuesto personal. Pero la ocupación básica era la agricultura, y podemos decir que todos los que no pertenecían a las clases dirigentes se dedicaban a ella. Las mujeres, cuando quedaban libres de las necesidades caseras, trabajaban al Lado de sus hombres. Los hijos eran numerosos. La llama era para estos pueblos lo que el camello para los árabes, Tanto viva como muertos abastecía al hombre de casi todo lo que le es útil. Se encuentran momificadas en las tumbas; están ampliamente representadas en la cerámica mochica Los mochicas, en particular, Representan a las llamas con la cabeza cubierta por una especie de sombrilla de lana que les protegía del sol, lo cual les daba un aspecto parecido al de los perros pastores escoceses. Las pintan cuando las están cargando y también ejecutando el acto sexual.
SOCIEDAD.
La base de la existencia era la agricultura que ya había alcanzado gran perfección técnica. Los pueblos costeros, poseían una fuente inagotable de guano. Por el sistema de conducción de aguas, mediante el cual se extendían los ríos-oasis más allá de sus límites naturales, y también por el guano, pudieron extender las tierras cultivables a base de formar terrazas en las colinas bajas. Se colocaban largas líneas de piedras siguiendo el contorno de las montañas, y cada pared se inclinaba hacia dentro; así resultaba una serie de superficies horizontales parecidas a gigantescos tramos de escaleras. Estas superficies se rellenaban luego de tierra y se revitalizaban con guano.
Con todos estos factores -la conducción de aguas, las terrazas agrícolas, un sistema agrícola organizado, un fertilizante rico, un sol que siempre aparecía en el momento deseado--- es evidente que los dioses costeros de los mochicas y chimús fueron menos feroces que los de las otras culturas. La base de la existencia era la agricultura que ya había alcanzado gran perfección técnica. Pero los pueblos costeros, poseían una fuente inagotable de guano. Por el sistema de conducción de aguas, mediante el cual se extendían los ríos-oasis más allá de sus límites naturales, y también por el guano, pudieron extender las tierras cultivables a base de formar terrazas en las colinas bajas. Se colocaban largas líneas de piedras siguiendo el contorno de las montañas, y cada pared se inclinaba hacia dentro; así resultaba una serie de superficies horizontales parecidas a gigantescos tramos de escaleras. Estas superficies se rellenaban luego de tierra y se revitalizaban con guano. Con todos estos factores -la conducción de aguas, las terrazas agrícolas, un sistema agrícola organizado, un fertilizante rico, un sol que siempre aparecía en el momento deseado--- es evidente que los dioses costeros de los mochicas y chimús fueron menos feroces que los de las otras culturas.
Costumbres. Los juegos organizados eran los de los niños; conocían la peonza y el trompo, Jugaban al hockey con una enorme pelota de goma maciza. También jugaban a una especie de tenis, Parece ser que el baile y la bebida fueron las principales formas de diversión para los adultos. Los caciques organizaban regularmente banquetes donde actuaban cantantes, danzarines y bufones. La borrachera ritual formaba parte de la diversión; se suponía que el indio tenía que beber con exceso. Esto queda atestiguado en la cerámica mochica,.La música estaba unida a la danza y ésta a la religión, puesto que casi todas las formas de expresión religiosa implicabn el baile. Las mujeres se casaban jóvenes, entre los catorce y los dieciocho años. Tenían, según podemos deducir del testimonio de las tumbas y la cerámica, muchos hijos, y parece que no los destetaban hasta que éstos tenían más de tres años. Las mujeres cometían sodomía (i. e., coito anal) con sus maridos u otros hombres, incluso mientras cuidaban de sus propios hijos. Las mujeres ayudaban en los campos; sembraban las cosechas y las recogían cuando llegaba la época. Educaban a sus hijos. También hilaban las fibras de algodón y lana y tejían la mayoría de las telas encontradas en las tumbas. Sin duda hacían también la pasta de cerámica para llenar los moldes. Asimismo fabricaban el embriagador licor de chicha, masticando maíz hervido; mediante este proceso, las enzimas del almidón se transformaban en azúcar y luego fermentaba, convirtiéndose en un brebaje La monogamia era general entre las clases inferiores de las comunidades mochicas y chimús. La poligamia estaba reservada a las altas jerarquías, de los cuales observó Cieza que «tenían muchas esposas, y las seleccionaban entre las más hermosas», lo cual daba a los miembros del harén mochica-chimú un fin bastante dudoso, porque cuando morían los caudillos era costumbre que «sus más hermosas y amadas mujeres» les acompañaran. En realidad, el tener una o varias mujeres dependía del grado de riqueza del indio. Los niños nacían con la ayuda de una comadrona.. Los juegos organizados eran los de los niños; conocían la peonza y el trompo, Jugaban al hockey con una enorme pelota de goma maciza. También jugaban a una especie de tenis, Parece ser que el baile y la bebida fueron las
principales formas de diversión para los adultos. Los caciques organizaban regularmente banquetes donde actuaban cantantes, danzarines y bufones. La borrachera ritual formaba parte de la diversión; se suponía que el indio tenía que beber con exceso. Esto queda atestiguado en la cerámica mochica,.La música estaba unida a la danza y ésta a la religión, puesto que casi todas las formas de expresión religiosa implicaba A la mujer se la trata de un modo muy considerado en gran parte de la cerámica: se la representa dando de mamar a sus hijos, lavándose el pelo y haciendo tazas de la embriagadora chicha. La mujer tenía casi los mismos derechos que el hombre y no se seguía la idea tradicional de que tan sólo era una posesión más. De hecho, entre los yuncas costeros, las mujeres llegaban muchas veces a convertirse en jefes de tribu; El divorcio era posible, normalmente por repudio; pero cuando la muerte ponía fin al matrimonio, la viuda tenía que esperar durante un tiempo considerable o casarse con el hermano de su esposo. La vida sexual de los pueblos primitivos está íntimamente relaciona da con la vida social de la comunidad, mucho más que en la mayoría de las comunidades civilizadas. Esta es la razón por la que la cerámica mochica-chimú concede tanta importancia a la vida sexual.;la mayoría de ellos eran muy aficionados al coito anal, y lo practicaban tanto con hombres como con mujeres. Existen cientos de piezas de cerámica mochica y chimú que representan a mujeres mochicas disfrutando enormemente con esta forma de coito. Las descripciones de esta posición amorosa en la iconografía mochica adoptan una ilimitada gama de variaciones. Otro rasgo interesante del arte erótico mochica es que la mujer era el historiador sexual de la tribu: ella era la ceramista; las mujeres mochicas y chimús fueron las cronistas de su propia historia sexual. Como es de esperar, se daba una considerable importancia al órgano sexual masculino; la apreciación fálica, muy cercana a la adoración, es evidente en muchos huacos mochicas. Organización.
Estas tribus yuncas costeras estaban organizadas sobre la base de un parentesco congenérico. La unidad la constituía el clan; cada clan tenía un nombre totémico, y estos clanes formaban una tribu, que se mantenía unida no tanto por razones de posesión de tierras como por lazos de sangre. La religión era homogénea y las creencias animistas; todo lo que existía en su mundo, fuera animado o inanimado, estaba vivo, sensible y tenía una razón de ser. Los dioses, tanto los buenos como los malos, tenían que ser propicios, y la artesanía, cuando la desarrollaron, se dedicó a la metafísica de esta teología, que en estas tierras se conocía con el nombre de huaca. La huaca era tan mágica y misteriosa como el numen de los romanos; la huaca era una tumba, una pirámide, un rasgo natural del país; toda adoración era huaca, y todos los muertos se convertían en huaca. Dentro de la ecología de su tierra, el clan daba permiso a cada yunca costera para usar su posesión. El hombre no puede pensar solo, y en la sociedad primitiva tampoco actúa solo; actúa como grupo. El grupo de parentesco, el clan (el ayllu, en la concepción inca), es una corporación de posesión; como clan distribuyen las tierras cultivables. «Los lazos de parentesco se pueden apreciar no sólo en la utilización de los recursos naturales Era corriente entre tribus de comunidades agrícolas avanzada:, que los periódicos reajustes de tierras fueran regulados por el tamaño de la familia. Cada familia tenia un lote específico de tierras cada uno recibía un tupu, que aumentaba con cada nuevo nacimiento. Cuando los hijos se hacían mayores, el lote de tierras de los padres disminuía, y la nueva pareja, los hijos
mayores, establecía su propia de subsistencia. Como miembros individuales de ~ clan no poseían tierras; la comuna, fuera grande o pequeña, era una organización social -en términos financieros modernos, una compañía poseedora de tierras- que administraba la tierra, sus frutos y su extensión. Por tanto, todos los que pertenecían a un grupo de parentesco tenían ~ derecho automático a la tierra, basado en el simple mérito de su relación de sangre a un clan Esta división de tierras era corriente en la mayoría de las formas de teocracia, Se les ha considerado como un pueblo dinámico, casi agresivo, con un sistema militarista. Se había desarrollado un sistema social en el que una reducida clase aristocrática dirigía u ordenaba la vida y el trabajo de las masas. Parece que existía una gran división en el trabajo y la especialización de ocupaciones y oficios. Ya que en las vasijas en efigie y en la cerámica pintada, determinada indumentaria, atavíos y equipos personales o símbolos que a menudo se muestran en representaciones zoomorfas – indican las diversas clases y ocupaciones: por ejemplo pájaros, ciempiés o libélulas representan mensajeros, zorros indican sabios, y jaguares hombres de autoridad, los sirvientes suelen estar simbolizados pos lagartos Los cie; las clases dirigentes. Los señores de estos valles se llamaban cie. Como demuestran los testimonios arqueológicos, existía el trabajo en masa en la producción de tejidos y objetos metálicos; los restos de masivas obras públicas demuestran también que se trabajaba colectivamente en acequias de irrigación, conducción de aguas, escalonamiento de colinas mediante terrazas, arrastre y labrado de piedras, producción de billones de bloques de adobe y construcción de pirámides. También había guerras, expediciones de caza y comercio en gran escala. Todo esto, por supuesto, presupone una organización. Los señores del valle tienen profundas raíces. Empiezan con la leyenda; de Ñaymlap las historias legendarias de los cronistas nos presentan a las clases dirigentes que llegaron acompañadas de un gran séquito. Cada valle tenía su cacique (alaec) J Y éstos, a su vez eran guiados por un señor legislador y gobernante de todos (el cie). Los mochicas formaban, como demuestran todos los testimonios históricos y arqueológicos, una teocracia -un crecimiento político natural que surgió de una economía neolítica-. Esta teocracia estaba basada en el siguiente sistema: la tierra pertenecía a las clases dirigentes, un rey o gobernante, cuyo poder, como el de los arzobispos barrocos, era tanto temporal como espiritual; la tierra se repartía a los distintos individuos según las necesidades de cada uno. Una clase sacerdotal constituía el contacto oficial entre los dioses y los hombres. Cuando se les exigía, trabajaban en los templos como parte del impuesto de trabajo que estaban obligados a rendir, para adular, en forma real o imaginaria, a las fuerzas sobrenaturales de las cuales dependían, en gran parte, sus vidas. La organización de los recursos naturales por medio del trabajo que realizaban como pago del impuesto del mismo nombre les permitía traer agua desde gran distancia, ensanchando de esta manera las áreas de cultivo; escalonar las colinas en terrazas, bajo la dirección de las clases directoras; reunir y concentrar los fertilizantes (excrementos humanos, de llama y guano) -todo lo cual dio un gran ímpetu a la agricultura y, en su tiempo, ayudó a producir superávit dentro de esta economía neolítica-. Los superávit adquiridos con el mejoramiento de los primitivos métodos agrícolas eran requisados por las clases dirigentes y servían para pagar la parte de la nobleza y los sacerdotes, que no producían nada, y posteriormente otras categorías de artesanos que estaban exentos de pago. Esto dio lugar a una sociedad estratificada, una sociedad dividida en clases. Había distintos estados sociales con sus símbolos correspondientes. El tipo de turbante que se usaba denotaba la categoría de cada uno; por esta razón se ponía sumo cuidado en la elaboración de los tocados de cabeza.
La cerámica mochica insinúa, y en gran medida ha sido corroborado por la arqueología, que había sacerdotes, gobernantes, mensajeros, guerreros, pescadores -todos los que constituyen la «sociedad»-. Es posible, por tanto, suponer que los gobernantes estaban rodeados, como dice la leyenda de Ñaymlap, de un mantenedor de las pinturas faciales del rey, de trompeteros, de portadores de la copa real y de maestros de baño y de tejido. Esta teocracia. Era indudablemente hereditaria; pero no se llevaba a cabo necesariamente por primogenitura. La entrada en la nobleza hereditaria se adquiría normalmente por méritos de guerra. Los señores o cie eran hereditarios. Gobernaban por medio de gobernadores, sacerdocio muy numeroso que eran los guardianes de la tradición. La tierra pertenecía a los cie, y los campos cultivables recién creados, conseguidos a base de irrigación en gran escala, tenían que ser repartidos por ellos, en periódicos reajustes, a la comunidad. Los frutos de la tierra se dividían entre e! Estado y e! productor o agricultor. Se exigía de todos los indios -excepto los grupos exentos de impuestos de las clases directoras, gobernantes, sacerdotes y artesanos del Estadoque, además de repartir sus cosechas con e! Estado, dedicaran tiempo, en forma de trabajo personal, a la construcción de gigantescos proyectos de irrigación, templos, palacios y fortificaciones. Un indio, como individuo, podía zafarse de cuando en cuando de este sistema; pero como grupo tenía que someterse. RELIGION.
Los mochicas adoraban a la Luna; como contraste, los incas adoraban al Sol. El motivo de esta adoración es meteorológicamente evidente. El Sol calentaba a los habitantes de las montañas; cuando desaparecía, el frío invadía sus hogares. Para el habitante de la costa, el Sol era constante, casi un tirano celeste; por tanto, adoraban al dios menor: la Luna (a la que llamaban Si) En el valle de Moche los mochicas construyeron dos templos: uno a la Luna y otro menor al Sol; son las mayores estructuras hechas por manos humanas que existen en la costa, o quizá en todo Perú. Tampoco desconocían todos los fenómenos concernientes a la influencia de la Luna sobre las mareas y sus fases, que coinciden con el ciclo de menstruación de la mujer. Los yuncas basaron su calendario en la aparición y desaparición de las estrellas: «No cuentan los meses lunares ni el curso del Sol, sólo la marcha de las estrellas..., por lo que ellos llaman fur. Las estrellas también eran dioses; acerca de la constelación de Pata, que es la constelación de Orión y su cinturón, inventaron un extraño y fantástico cuento sobre una estrella casquivana y malandrina que quedó cautiva entre las otras dos. Al agua, a la que llamaban Ni, le ofrecían como tributo «harina de maíz blanca y otras cosas sin valor». El culto al agua surgió a causa de su cercanía al mar, porque dependían de él y, en gran medida, gobernaba su economía. Por tanto, surgen dioses antropomorfoseados que recorren toda la gama de criaturas marinas. Cada fenómeno tenía su dios, lo cual es algo que todos los pueblos primitivos tienen en común. Se consideraban a sí mismos como pertenecientes a la esfera de los animales; de ahí que el totemismo formara también parte de su religión. Todo el mundo estaba vivo y sensible; todas las cosas, animadas o inanimadas, poseían un alma. Cada persona tenía, como sus contemporáneos incas, un ángel guardián, un Hauqui, una sombra, un «alma», que era para ellos un buen consejero y amigo.. La muerte era contagiosa porque los muertos no querían partir; y si el cuerpo era enviado en
forma inadecuada -es decir, sin todas sus pertenencias, comida y bebida, y, si la posición que había ocupado en vida lo permitía, mujeres y criados- quizá no se fuera o, a lo mejor, podía llevarse consigo a alguno de los vivos para que mitigara su soledad. Lo más importante era que la muerte mutilaba el clan. Los indios pensaban como clan, vivían como clan y actuaban como clan. Estas gentes, en vida, se procuraban la ayuda de sus semejantes, porque lo que era hecho por otro o cualquier experiencia vivida por otro tenía el aura de su personalidad; si un hombre era investido con la cualidad de la fuerza, entonces una mera sombra era suficiente para que otro, de categoría inferior, absorbiese la transferencia mística de su poder. Pero la muerte hacía que un individuo se perdiese para el clan; ya no era comunal, era individual. Magníficas tumbas, los indios parecían vivir sólo para morir La muerte constituía una preocupación para los indios enterraban con el cuerpo del muerto todas sus pertenencias más preciadas y algunas de sus más bonitas y queridas mujeres... Mandaban construir estas profundas y magníficas tumbas..., en las que depositaban al muerto con todas sus posesiones, mujeres, criados y una gran cantidad de comida..., y sus armas y adornos..., era creencia general entre ellos, que el alma del muerto no moría, sino que vivía eternamente y se juntaban en el otro mundo..., y como creían esto firmemente, enterraban juntamente con los muertos a sus mas amadas esposas, y a sus vasallos y sirvientes preferidos, ya sus más preciadas pertenencias, armas y plumas, y otros adornos de su persona» La preparación de las tumbas «varía mucho, porque en algunos sitios eran muy profundas; en otros, altas, y en otros, planas»existen en esas dunas arenosas y llanuras desérticas; y separados unos de otros, se ve gran cantidad de esqueletos con sus vestiduras... A estos lugares, que consideran sagrados, los llaman huacas» Esto, sin duda, se debe a que los muertos siguen siendo humanos y mortales en gran parte (especialmente para los mochicas y chimús) , porque cuando entran en la inmortalidad ya no hablan ni piensan más. «Son como dioses.» «Las almas no mueren» -ni tampoco el cuerpo-.Los mochicas preparaban tumbas poco profundas, muchas veces recubiertas de adobes, y colocaban, en el interior de los nichos, vasijas en forma de estribo llenas de chicha para alimentar a los muertos. A esta costumbre se debe que hoy día poseamos esta maravillosa variedad cerámica. Los muertos también eran envueltos en sus propias mantas, cuya calidad dependía de la posición que el propietario había ocupado en vida; los mochicas de alta categoría eran enterrados normalmente con sus tocados de cabeza, lo cual significaba rango y preeminencia social. La boca de los muertos se rellenaba casi siempre de algodón. Pero la momificación, como se entiende a la manera clásica, era muy poco practicada por los mochicas y chimús A menudo, los cadáveres se envolvían en muchas capas de una tela larga y blanca Sin embargo, parece ser que no existía ninguna regla definida sobre cómo debía disponerse el cuerpo. La sequedad de la costa y el poder de conservación de la arena producían una momificación natural
ARQUITECTURA.
EL «AN»: LA CASA MOCHICA Cuando el hombre mochica-chimú se casaba, establecía su morada dentro del clan, que se construía colectivamente y se llamaba An. Se hacía con barro plástico. La base se construía a base de un haz de mimbre de ramas de sauce, árbol que crece a la orilla de los grandes ríos, bambú o juncos; éstos, a su vez, se cubrían totalmente con cemento de adobe líquido. Muchas
veces las casas se construían con ladrillos de adobe que no eran cocidos al horno, sino secados al sol. La forma de la casa variaba según las necesidades de la familia; algunas eran rectangulares o cuadradas, mientras que las grandes casas de los caciques o diputados se extendían en forma más compleja alrededor de un patio. Cieza explica que «cada señor de este valle tiene grandes alojamientos, con muchas columnas de adobe y grandes terrazas y entradas, y tenían alrededor de la casa una gran plaza». Los techos estaban sujetos y bordados con hierba paico y adornados con graciosas armaduras que recuerdan la estructura de los templos mayas. El techo estaba también cubierto de una gruesa capa de cemento de adobe y de ceniza, que servía para absorber la ligera neblina que cae en los meses de invierno. La mayoría de las casas pequeñas tenían una sola entrada. No había puertas; seguramente un grueso paño servía para resguardarse del frío de la noche y para ocultarse de la vista de los demás. Generalmente tampoco había ventanas, aunque de cuando en cuando se representa alguna casa que las tenía. La ventilación se realizaba” normalmente mediante respiraderos colocados a ambos lados de la casa, debajo del techo inclinado, que siempre estaban orientados al mar para aprovechar el efecto de los constantes vientos marítimos. Eran mas bien pequeñas , pero con varios cuartos rectangulares. Algunas estaban construidas sobre terrazas y otras tenían patios abiertos. Los tejados eran de dos aguas, apoyados sobre postes de madera y cubiertos de paja. Las paredes estaban formadas por grandes adobes rectangulares hechos con moldes, su superficie, frecuentemente decorada con tracerías, pero sus cimientos, solían ser de piedra sin labrar. Las casas estaban pintadas en colores vivos; muchas, incluso las casas de hombres pertenecientes a castas inferiores, tenían mura1es en las paredes salidos de la propia fantasía del dueño. Como virtualmente no llueve nunca en la costa, las casas de barro tenían una larga duración cuando se cuidaban bien. Los adobes de los mochicas y chimús se fabricaban en forma masiva. El barro, preferentemente material de aluvión, se extraía; se añadía hierba muy mojada para suavizar el barro; luego se pisoteaba la mezcla y se la dejaba reposar hasta que quedara de un color ocre. Todavía hoy continúan los mismos métodos. El cemento de adobe se introduce en un molde de madera y el exceso se rebana, se saca del molde y se deja secar al sol. Un hombre podía fabricar entre trescientos y cuatrocientos ladrillos al día, y el estudio de los adobes mochicas y chimús revela la impresión del bambú, arrugado y aplanado, sobre el ladrillo, así como la huella de las manos del fabricante. La casa mochica-chimú, sencilla y práctica, se adaptaba al clima y a la disponibilidad de materiales, porque el hecho de que un pueblo use piedra o adobe es resultado directo del medio ambiente. te. En los valles abiertos, los habitantes usaban adobes; en los. valles estrechos y cerrados, donde la piedra era fácil de obtener, el material más empleado era la piedra con cemento de adobe; en las tierras altas, donde abundaban las canteras, se usaba la piedra. El interior de la casa mochica, a juzgar por los materiales que nos han dejado, era simple y acomodado a las necesidades de los habitantes; en otras palabras, muy poco lujoso. La cocina estaba en un extremo; el hogar se hada con piedras, que se colocaban sobre el suelo de adobe, y sobre éstas se ponían los cacharros para cocinar. El combustible que se usaba era excrementos de llama secos y madera de hurango, que era tan dura como el carbón; el humo salía fácilmente por los amplios canales de ventilación situados en el jabalcón del techo. El centro administrativo de Puruchuco, en el valle de Rimac, restaurado hace muy poco tiempo, ha revelado que los indios empleaban una especie de tarima de barro elevada, que les servía de cama (chadik) J y sobre ésta colocaban siempre una esterilla de paja. Los mochicas y chimús tenían almohadas hechas de algodón de ceiba y, como ellos mismos explican en su cerámica, usaban también una manta de algodón o, a veces, de lana de llama (lo cual es más
de lo que los griegos usaban, ya que para taparse utilizaban sus propias túnicas). Las ropas se colgaban de perchas o astas de ciervo clavadas en la pared; los ropajes festivos y los adornos personales -aretes, pendientes, discos nasales, turbantes, collares- se guardaban, como demuestran los restos hallados, en cestos de mimbre. También tenían cajas de madera finamente talladas para este menester. Las esteras se extendían sobre el suelo de barro y se resguardaban del fresco aire nocturno colgando una cortina delante de la puerta.
Religiosa y militar La completa masa de construcciones, templos, carreteras, fortificaciones, ciudades y murallas defensivas que esta cultura han dejado tras de sí en el desierto peruano permanecerá siempre como un monumento a su sensibilidad estética -y a su energía muscular-. El testimonio más antiguo que se ha encontrado hasta ahora es la Huaca Prieto, en el valle de Chicama, con el contenido de la tumba que data del año 3000 antes de Jesucristo, En Tumpiz, llamado Tumbes, en la frontera norte del reino de Chimor , el rico valle agrícola estaba lleno de construcciones. La más famosa de todas ellas -y la que, por motivos desconocidos, todavía sobrevive, a pesar de que es amorfa- es el templo del Sol. Este fue construido por él décimo señor inca, Huayna Capac, algo después de 1490. Huayna Capac, según un cronista 10, «entró en Tumbez y ordenó que se construyera una fortaleza, un templo del Sol». El templo del Sol, que en tiempos estaba comunicado con la bahía por medio de una carretera, era lo suficientemente grande como para poder ser visto desde el mar Estaba completamente forrado de oro, suntuosas habitaciones, llenas de despensas y las cocinas, llenas de vasijas de oro y de plata; tenían jardines, en que todos los árboles, plantas hierbas y animales, pájaros e insectos estaban hechos de un metal precioso. La casa que pertenecía al señor del país, estaba construida de adobes parecidos a los ladrillos, primorosamente pintado de muchos colores y barnizada; el tejado era de paja, también pitada, de modo que se parecía mas al oro. La mayor ciudad del valle es Apuré, que, como todas las demás, está construida con bloques de adobe y contiene pirámides, casas, carreteras y canales. Apuré está situada entre Motupe, lugar conocido desde muy antiguo y Jayanca. Grandes canales regaban la ciudad, sobre todo una de las cuatro acequias de ocho pies de ancho que procedía del curso alto del río Leche. En realidad, toda la región está unida por canales, y alrededor de éstos se hallan las ruinas de 1º que, en tiempos, fue un gran centro agrícola y comercial. A pesar de cuatro siglos de saqueos, lluvia y los estragos del tiempo, todavía se puede apreciar la inmensidad de estas ruinas. Hay huacas, restos de rampas que conducían a la parte superior de las mismas plataformas y recintos amurallados; si se dedica tiempo a ello, se puede encontrar los restos de las casas que rodeaban a todas estas ruinas; cerca de Túcume están también las tumbas que han producido más de ~ tres cuartas partes de todos los objetos de oro que continuamente se descubren en Perú. Túcume, que es «El Purgatorio» para los nativos puesto que sus tremendas murallas y habitaciones hacen sugerir la idea de un laberinto infernal es inmenso -y notable 17-. Existen más de ocho construcciones inmensas; recintos amurallados, como en Chan Chan; y una sólida fortaleza de piedra, una pucara, que se halla coronando la colina que domina a Túcume, desde donde se pueden ver numerosas pirámides truncadas, en todas direcciones, que sobresalen por entre el follaje de la llanura, y a través de las cuales pasa la gran carretera costera inca. Al sur de esta área administrativa y religiosa se halla el inmenso valle de Lambayeque. En
este valle se han encontrado más de sesenta y una ruinas, y entre éstas son de especial interés, ya que acreditan la leyenda de ÑaymIap, las ruinas de Huaca Chotuna 18, que están cubiertas de un friso ornamental de adobe de estilo chimú-lambayeque (como ya hemos dicho anteriormente, se dice que fue en Chot donde :ÑaymIap se estableció). El valle de Lambayeque está dividido en tres partes, que están llenas de ruinas. Una de las mayores es Pútapo, que quizá se llamara anteriormente Cinto y se consideraba como centro administrativo 19 de la región que la rodeaba. Como gran. parte de su estilo ésta se caracteriza por altas paredes de adobe, palacios, casas y espacios destinados al almacenaje de alimentos y mercancías; las colinas rocosas están tachonadas de fortalezas.. Dentro de esta área, había «otro valle extraordinariamente hermoso, llamado Cinto». En Pacasmayo, separada del valle de Lambayeque por unas treinta millas de desierto, está el río Jequetepeque. Como Pacasmayo era muy fértil y estaba muy poblada, contiene restos de innumerables emplazamientos, todos los cuales son chimús o mochicas. El mayor es Pacatmú, un vasto complejo de edificios con rasgos mochicas y chimús, que está situado en un escarpado risco que da al océano, sobre el río Jequetepeque. La longitud de las ruinas, que incluyen pirámides, patios, cementerios y palacios, es por 1º menos de tres cuartos de milla, y su anchura es aproximadamente la mitad. Es más pequeño que Chan Chan, aunque conserva muchos rasgos de ciudad idénticos, y sin duda, como revelan las tumbas, fue primero un emplazamiento mochica. ---El valle de Chicama, el siguiente que se encuentra en dirección sur, está considerado como el corazón del país mochica. El valle está lleno de ruinas, aunque ninguna es tan grande como las que existen en el vecino valle de Moche., fue la capital de los mochicas, En la periferia de este valle es donde la existencia de los mochicas se .hace arquitectónicamente evidente. En Chiquitoy, lugar donde el valle de Chicama disminuye en fertilidad y comienza el desierto, hay espléndidos restos de una pirámide truncada, un recinto amurallado y una carretera que formaba parte del sistema de comunicaciones chimú hasta el momento de ser absorbido por los incas. Cerca de la pirámide de Chiquitoy había una gran construcción amurallada con todos los rasgos de haber sido un centro administrativo de la región circundante. La antigua carretera costera, que atraviesa unos parajes enormemente desolados y áridos, al acercarse al valle de Moche y a la gran ciudad estado de Chan Chan, se convierte en una carretera de sesenta pies de ancho con murallas de un metro de altura que le prestan categoría y dignidad; en el lecho de un río seco hay garitas y un tramo de escaleras de piedra . Chan Chan fue el centro político y económico del reino de Chimor y poseía un carácter metropolitano. Fue construido en el borde estéril del valle de Moche, en el extremo noroeste, y estaba constituido por un complejo de edificios de seis millas cuadradas que se extendía hasta la misma orilla del mar. Dentro de la ciudad, había diez clanes o unidades tribales distintas; la mayor es de 480 por 375 pies. Fuera de las murallas,, había un verdadero enjambre de casitas que no guardaban ningún orden en su distribución. Aquí todo existe en gran escala. Los clanes están separados entre sí por inmensas murallas de cuarenta pies de altura, construidas con piedrecitas y adobe; parece ser que cada unidad fue una entidad completa. Sobresaliendo por entre las murallas de los distintos clanes hay tres grandes huacas piramidales, dentro de las murallas o cerca de su periferia, que completan la ciudad. La ciudad estaba llena de calles perfectamente trazadas, casas con aleros en los tejados, celdas y jardines que estaban regados por canales especiales. El agua era introducida en Chan Chan por los mismos acueductos que la traían desde el curso alto del río Moche. El agua se conservaba dentro de la ciudad en pozos de piedra capaces de albergar dos
millones de galones cúbicos del precioso líquido. Son inmensos y están bien ideados, y como estaban situados en la llanura baja, seguramente fueron factibles debido a su proximidad al mar; se alimentaban del agua que les llegaba, o quizá el agua se mantenía allí por colación. En cualquier caso, todos estaban planeados en una inmensa escala. La mayoría de estos centros administrativos tienen ciertos rasgos arquitectónicos en común. Se erigen siempre en tierras estériles (el terreno era muy escaso para permitir el levantamiento de una ciudad en suelo fértil). El centro estaba amurallado y dominado por una huaca piramidal, con plataformas elevadas para las representaciones religiosas; si no dentro de ella, por lo menos muy cerca, había inmensos graneros para almacenar el maíz seco, las judías, los pimientos, pescado, etc. Cuando el centro se levantaba en las colinas andinas, había escalonamiento de terrazas bien dedicadas a distintos cultivos o para facilitar la caída en los desprendimientos de tierra. La planificación de la ciudad exigía que los distintos edificios que la componían estuvieran dispuestos en forma rectangular. Los materiales de construcción son iguales en todas partes: ladrillos de adobe hechos con molde, que se fabricaban masivamente. La durísima madera del algarrobo, se emplea para la construcción de dinteles y traviesas de paredes. Las murallas de adobe que separaban los terrenos pertenecientes a los distintos clanes se recubrían de adobe liquido y después se les aplicaba el diseño correspondiente. Los mochicas pintaban las paredes con murales Dentro de Chan Chan, el tejido se hacía en forma masiva. La cerámica, predominantemente en negro, también se producía en masa a base de moldes, y los adornos de oro eran fundidos y fabricados por artesanos especializados
Templos del Sol y la Luna La historia mochica está unida a los templos del Sol y de la Luna, , que están situados en la parte más meridional del valle, al borde del desierto. Como ya hemos comentado anteriormente, se cree que estos templos son las mayores construcciones humanas realizadas en la costa del Perú. Ambas estructuras están formadas por plataformas escalonadas y la mayor, la del Sol- esta coronada por una pirámide, también escalonada El templo del Sol tenía 145 pies de altura y poseía una plataforma base de 75 por 450 pies, con cinco terrazas escalonadas a las que se llegaba por una rampa que tenía 290 pies de longitud. Cuando se empezó a investigar de una manera sistemática 26, se averiguó que estos templos estuvieron, en tiempos, cubiertos de murales de siete colores, todos de estilo mochica (un estilo no muy distinto al de las figuras pintadas en sus jarrones). El templo del Sol, que se ha calculado que contenía unos 50 millones de ladrillos de adobe, estaba construido de columnas de adobe, ladrillos secados al sol que se pegaban con cemento de adobe, sin revestir. Esto se recubría de una espesa capa de adobe líquido y luego se pintaba. A los pies del templo del Sol corre el río Moche. Al otro lado del río está el templo de la Luna, apoyado contra la ladera de una montaña pelada. Es más pequeño que el templo del Sol (lo cual parece extraño en vista de la importancia que los yuncas costeros concedían a la Luna), y en comunicación con él existen numerosos restos de lo que debieron ser las habitaciones de los sacerdotes y mujeres servidoras del templo o vírgenes de la Luna. Este templo no tiene pirámide y la plataforma es mas pequeña, con 80 por 60 mts de base y 21 de altura. En lo alto quedan restos de unas cuantas habitaciones cuyas paredes presentan rastros de frescos pintados en negro, blanco, rojo, amarillo, azul, rosa y color pardo con dibujos de motivos típicos Moche.
Los pueblos usan los materiales de que disponen; por tanto, el barro plástico fue el material que emplearon los pueblos costeros. El uso del ladrillo secado al sol no disminuye el valor de la obra en comparación con los que trabajaban la piedra. Además, empleaban sólidas paredes de arcilla apisonada mezclada con cascajo y grava, que ellos llamaban tapia. Las condiciones geológicas y geográficas tienen, naturalmente, una marcada influencia en la evolución de los materiales de construcción , muestran un moderantismo regional en tecnología que era completamente impermeable a los desastres políticos o militares» Su civilización se extendió quizá durante más de dos mil años de continua ocupación de la misma tierra, pero sus técnicas no cambiaron jamás; nunca pensaron en convertir el ladrillo de barro en ladrillos secados en hornos. Les parecía que no había necesidad de esto. Prácticamente no llovía nunca, y si se reparaba, se fortalecía y se pintaba constantemente, el adobe aguanta bastante bien. sus detalles, a las técnicas de los fabricantes de adobe de la costa del Perú: El fabricante de ladrillos trabaja en un espacio de terreno preparado especialmente, con la mezcla apilada en una especie de estera que está a su lado. El molde, que a menudo consta de dos cavidades del tamaño de un ladrillo, se llena y el barro que sobresale se quita con las manos. Luego se separa el molde mediante unas asas que tiene a ambos lados, y los ladrillos se dejan a secar durante un tiempo que varía según el calor del sol. Luego se voltean o se inclinan unos contra otros durante algún tiempo más. Una forma más líquida de la misma mezcla se usa como argamasa y también para el revoque interno y externo de las paredes.
En el valle de Santa es donde los mochicas emplean sus mejores y más consistentes esfuerzos arquitectónicos. intervalos irregulares. Se hallaban coronando las colinas; algunos eran redondos, otros rectangulares y otros cuadrados. Todos estaban construidos con pirca, roca argamasada con adobe; pero ninguno estaba comunicado con la muralla. La mayoría de las fortificaciones, de las cuales se han contado más de cincuenta, se hallan a la derecha u orilla sur del río Santa; todas están situadas en las cimas de las colinas más altas. A veces, la muralla sigue la cresta de las estribaciones bajas de los Andes que bordean al Santa; muchas veces cruza y vuelve a cruzar lechos de ríos secos. la muralla, que en algunos lugares se eleva a una altura de diez pies y tiene quince de espesor, cuenta con cuarenta millas de longitud y se extiende desde el mar hasta una altura de 1.500 pies para terminar en la hacienda de Suchimancillo. (Se han hallado aquí inmensas pucaras de piedra que,, muestran «influencia chavina, pero mochíca en esencia».) seguramente se empleaba como frontera. Las realizaciones agrícolas de los mochícas en el valle del Santa, ahora casi totalmente destruidas, suponen un trabajo gigantesco, ya que realizaron preparación del terreno en gran escala y conducciones de agua con el fin de desarrollar las tierras no cultivadas. El valle de Nepeña, La ocupación mochica y chimú alcanzó hasta este lugar. Los mochícas construyeron, uno de los templos más completos que podemos apreciar en la actualidad. Este templo, conocido con el nombre de Pañamarca , es una pirámide de seis ringleras con un templo situado a una altura de ochenta pies, rodeada de patios amurallados. Conducían al templo seis rampas. Tanto en tamaño como en estructura se parece al zigurat. El material de construcción empleado es el inevitable adobe, así como el cemento de adobe líquido del que ya hemos hablado, y estaba pintado con murales que mostraban una maravillosa gama de la imaginería mochica. Los murales que el tiempo ha respetado muestran a prisioneros con el cuerpo rodeado de serpientes; hombres con enormes garras que hacen cabriolas amenazadoras; zorros sagrados con alas que hacen ofrendas de chicha en copas de plata; sacerdotes con panoplias que constan de elaborados tocados de cabeza, estolas finamente tejidas y plumas, que van desfilando con el fin de halagar a los dioses o de asustar al espectador . Todo el valle está lleno de restos mochicas y chimús, existiendo un complicado sistema de traída de las aguas, que bajan, en toda época del año, de los Andes, que se pueden
ver en toda su magnitud desde el valle.; encontraron restos de casas y extensos cementerios Las calzadas de los mochicas, que al principio se construían simplemente apisonando la tierra, eran relativamente cortas y unían los distintos valles entre sí. un lado a otro por los fuertes vientos marítimos, que, a veces, :movían los médanos, las dunas en forma de media luna, a simple vista. Para evitar que las calzadas desaparecieran, construían murallas de bloques de adobe de un metro de altura y después las recubrían de barro para que no se cayeran. Esto evitaba que la arena invadiera el camino. El transporte por las calzadas se efectuaba principalmente a pie. Una vez que se domesticó la llama;
OBRAS PUBLICAS. Acueductos y canales. En todos los valles se hicieron acueductos y canales y algunos de ellos constituyeron inmensas obras de ingeniería, para cuya realización se requería, no solo una enorme cantidad de trabajo, si no un alto nivel de conocimientos y cierta experiencia en la planificación. Un ejemplo es el canal de la Cumbre. Los barrancos que tenían que cruzar los canales se salvaban mediante la construcción de acueductos. Como estaba situado en donde no llovía casi, el regadío era inseparable de la agricultura; por ello la cultura mochica tuvieron un sistema ejemplar de irrigación, . El sistema de acequias, desarrollado por un pueblo cuyo material de construcción era el barro, exigía un cuidadoso planteamiento. Tanto contorno de la región como el nivel y caída del agua conducida tenían que ser calculados con sumo cuidado Con este sistema de aprovisionamiento de agua, los mochicas, y luego los chimús, hicieron accesibles regiones áridas que nunca habían conocido la vida vegetal; extendieron los ríosoasis y construyeron su agricultura de secano mediante terrazas escalonadas. Al construir estas terrazas, en las que ponían tierra y fertilizante, y al formar el suelo donde no existía, los mochicas crearon una comunidad del suelo compensada artificialmente e hicieron que las exiguas superficies de tierra, Rojas y arena engendraran plantas. CERAMICA.
Esta cerámica es la más conocida de todas las culturas peruanas preincaicas; en primer lugar, porque se ha conservado perfectamente, y en segundo lugar, a causa de su realismo.;nos ha dejado una representación tan realista de ellos mismos y de todo 10 que les rodeaba. Parecen estar registrados todos y cada uno de los detalles de su vida. La’ flora del desierto y las plantas cultivadas están todas retratadas en su cerámica; la fauna marítima y la terrestre están tan fielmente representadas que se pueden identificar todas las especies. ; vivían tan cerca de la Naturaleza que conocían perfectamente todas las características de los animales, sobre todo teniendo en cuenta que una parte considerable de su subsistencia estaba determinada por este conocimiento. A este efecto su arte cerámico era pictográfico, puesto que existía el deseo de informar. Los ciervos machos y hembras eran de sus temas preferidos, y la fidelidad de su representación muestra no sólo originalidad, sino también el simple gozo de la línea y la forma. Los retratos naturalistas de animales esculpidos por ellos hablan por sí mismos; expresan ternura y una manera efectiva de moldearlos
El cui era un tema favorito, y el búho, que anidaba en los cactos, también era otro de los temas que nunca cansaban al alfarero. También existen muchas variantes de ranas, que, para los mochicas, simbolizaban la humedad. Eran retratadas en muchas posturas distintas, incluso en el acto de la reproducci6n, que se retrataba con exactitud biol6gica. Además, esculpieron patos, garzas, guanays y focas -estas últimas fueron transformadas por los chimús en jarros silbantes: vasijas que constaban de dos partes unidas, con una imitaci6n tan detallada de una foca bramando, que parecía viva-o Los caracoles, peces, tiburones, moluscos e incluso los pulpos eran temas de la cerámica. Los grandes caracoles marinos, estaban muy solicitados porque el ensordecedor sonido que emiten se usaba para invocar a los dioses. Como los mochicas no podían obtenerlos en número suficiente, hicieron una copia de cerámica de la concha, que reproducía incluso la estructura interior que hace posible su poderoso sonido; imitaci6n tan exacta que solo el peso de la cerámica recuerda que no es real. El jaguar y el puma; estos grandes gatos tropicales se representan de pie, sentados y, de cuando en cuando, para demostrar: lo muy observadores de la Naturaleza que eran los mochicas, tumbados con las patas delanteras vueltas hacia .atrás, a la manera de los felinos. Las escenas de caza y de pesca se pintaban, en su mayoría, en vasijas. La caza, según la representaban los artistas, mostraba hombres equipados con turbantes, prenda que debía de reflejar categoría social, porque la caza era la diversi6n más extendida entre las clases dirigentes. A estos hombres se los representa cazando: los mochicas representan a sus cazadores reduciendo a los ciervos en las redes y matándolos con lanzas. Su cerámica también los representa cazando focas con garrotes. Además existen otras muchas secuencias de caza en las que se representa la caza de pájaros con cerbatana. El tejido es otro ejemplo más de lo instructiva que era esta cerámica. Pocos tejidos mochicas han sobrevivido al paso del tiempo, incluso en el seco clima del desierto; pero conocemos el aspecto de sus diseños por las numerosas vasijas que representan a hombres confeccionando sus tejidos de una manera tan exacta que el observador puede formarse una idea precisa del color y del diseño de las telas. Además se exhiben armas y tocados de guerreros -los guerreros se representan siempre con casco y armadura- y se dedica mucha atención a la decoración de los aretes; se puede apreciar cómo golpean los soldados las cabezas de sus enemigos con garrotes de guerra. También se representan los medios de transporte por mar y por tierra. El transporte marítimo, por medio de sus canoas de juncos, «los pequeños caballos del mar», se presenta de muchas maneras distintas; algunas veces se pinta a estos pequeños navíos con un alto grado de fantasía o, quizá, de realidad. El descanso y la enfermedad tienen una extensa iconografía en la cerámica mochica.; los diferentes tipos de enfermedades se representan de un modo muy analítico. Y la misma exactitud poseen todas las demás representaciones; tipos de casas, templos bailes, la bebida y los borrachos, las distintas formas de castigos y una galaxia de seres mitológicos. Entre todos estos motivos, las cabezas esculpidas en cerámica son tan notables «y tan individuales -dice Wendell Bennett 1_, que propiamente se pueden llamar retratos».En ellas se denota su gran realismo. Las vasijas están pintadas en rojo o negro sobre un baño de arcilla color crema, bien cocidas y pulidas. Las vasijas negras son raras. Hay cabezas con rostros pintados y tocado; hay ancianos con rostros tatuados. Algunas dan un mayor énfasis a los aretes o al lóbulo de la oreja, que, cuando carece de este adorno, parece tan grotesco como las barbas de pavo. ; nos hacen llegar a la conclusión de que estaban concebidas como retratos de personajes de toda índole y condición. Estas cabezas humanas no son una galería de héroes; son gente mochica: en términos laboristas, gobernantes y pueblo. Los nobles y los .miembros de las clases dirigentes también están aquí, por supuesto; pero el grueso de los retratos mochicas representan a individuos, cada uno con su propia característica personal.. Las
colecciones muestran a menudo numerosos duplicados de los jarrones- es muy improbable que la cabeza fuera moldeada sólo para la tumba del hombre o mujer personificados en la vasija. « Posiblemente la creación fue alentada en gran manera por motivos artísticos, si no exclusivamente, como ocurrió con los jarrones de efigie, en los que se representaron los aspectos buenos y malos de la vida con igual intensidad y exactitud»
En un segundo grupo de vasijas con vertedera en estribo, la parte superior es lisa, pero el cuerpo esta pintado con escenas realistas que representan hechos de guerras , de caza y reuniones ceremoniales y diplomáticas. En estas escenas se encuentran grupos de personas que se muestran siempre de perfil y en alguna actividad dinámica, generalmente corriendo. Pero a pesar de esta soberbia cerámica escultural, por todos los conceptos la mejor de América y superior a casi todas las creaciones similares del Viejo Mundo, el alfarero utilizó los más simples medios técnicos. Los mochicas, al igual que sus herederos los chimús, utilizaron un número relativamente limitado de formas; las vasijas destinadas al uso casero -platos y cacharros para cocinar- son también de formas muy limitadas. Están hechos de arcilla y decorados, pero son útiles. Las demás formas, usadas sobre todo para enterramientos, son de porcelana fina, y se asemejan a un mango tubular (llamado estribo por su apariencia) que a la vez sirve de asa y pitorro. Sin embargo, la forma no es mochica. La cultura chavina, que precedió a los mochicas en unos mil años, inventó esta forma; los mochicas la perfeccionaron. Las clases de arcilla cruda que utilizaron en su cerámica son muchas. La arcilla, trabajada como los indios trabajaban el adobe, se templaba con arena o polvo de piedras, después se remojaba, se amasaba y se batía hasta que estaba lo suficientemente flexible para ser moldeada 3. El fondo de la vasija se moldeaba a mano y se colocaba sobre un tiesto roto que se hacía girar; la vasija iba tomando forma, creciendo y desarrollándose por medio de unas tiras de arcilla, largas y cilíndricas que se formaban a base de enrollar y suavizar alternativamente. Como ya se ha citado, la mayor parte de la cerámica mochica-chimú se hacía con moldes; muchos de estos moldes todavía existen. Los frutos como el squash, la chirimoya y las patatas se sacaban del fruto original. Luego, cuando estaban secos, el molde se cortaba por la mitad y se hacían reproducciones de la forma original. Los moldes eran del mismo material que los jarrones, pero mucho más gruesos, y antes de meterlos al fuego, se les-preparaba una superficie interior muy fina y suave. Los pitorros y las asas se hacían por separado, lo cual sugiere la idea de producción en serie. Esto podría haber ocurrido; pero, por desgracia, a diferencia del tejido, no existe ninguna ilustración de alfareros ni de sus técnicas. Una vez que estaban formadas las partes y las dos mitades se sacaban de los moldes y se juntaban, la línea de unión se frotaba para hacerla desaparecer, puliéndose toda la vasija para reducir la porosidad; esto se hacía frotando la superficie con una piedra redonda. Luego se secaba el jarrón al sol para que fuera uniforme en todas sus partes. Por último, se recubría con una capa de légamo, producto que queda al lavar la arcilla; esta capa actuaba como un encolado, sobre el que se pintaba el diseño. Los colores mochicas eran generalmente el rojo indio y un tinte amarillento que parece marfil en esta fina cerámica. El color se aplicaba antes o después del fuego con pinceles de distintos tamaños, anchos y delicados, que estaban hechos de pelos de jabalíes. La cerámica mochica fue policroma. La de los chimús, que procede de la anterior, fue casi exclusivamente negra. «La nueva cultura no (fue) una pura renovación de la antigua, sino más bien una mezcla. No se perdió ningún elemento tecnológico... Sólo se diferenciaban en su aplicación.» Aunque se repiten muchos antiguos temas mochicas, como el retrato de efigies y las aves, el moldeamiento es menos seguro; a menudo se pierde el detalle y el color es un negro brillante producido por exclusión del aire en las últimas etapas del fuego. Pero, a su
manera, es una cerámica fina, y, como sus precursores los mochicas. Esta cerámica continuó siendo, hasta después de la invasión inca, policroma en color y mochica en su forma; en muchos ejemplos hay mezclas de estilos, mochica, chimú e inca. Toda esta cerámica es, pues, una gigantesca historia pictórica de los reinos áureos del Perú. TEJIDO.
Dado que el tiempo ha destruido la mayoría de los tejidos mochicas, tenemos que dar crédito, para conocerlos, a los detalles que nos proporciona la cerámica y al contenido de las tumbas chimús, donde, existe una soberbia galería de tejidos y técnicas de los mismos. La mayoría de los tejidos no son excepcionales en cuanto al diseño, pero son técnicamente interesantes en cuanto al uso del doble paño y del bordado. Los tapices, sin embargo, son de una gran calidad. Poseían una variadísima gama de fibras. En primer lugar, el Algodón: según parece, existía, un árbol de algodón anual,, que era muy cultivado y «de él sacan todo lo que necesitan en (su) valle». Había dos variedades de algodón: moreno y blanco, que se han encontrado en las tumbas. Además de algodón, había lana. Aunque se sabe que la lana de llama era demasiado grasienta para fabricar tejidos, se usaba para hacer cuerdas trenzadas y para la confección de sacos, en los que las llamas llevaban carga. Los yuncas costeros recibían lana de alpaca por medio del comercio y lana de vicuña por medio del intercambio. Esta última era el artículo de lujo por excelencia, ya que tiene más de 2.500 pelos por pulgada, y se puede hilar tan fino como la seda, dando al mismo tiempo el calor de la doble cachemira. El algodón y la lana se hilaban en fibras tan extremadamente delicadas, que hoy día no es posible reproducirlas ni aun utilizando medios mecánicos. Tres eran los factores esenciales en la producción de tejidos finos: la fibra, el clima y el tiempo libre. Los materiales finos no se pueden producir rápidamente, y el dominio que poseían los mochicas de la naturaleza les permitía tener tiempo necesario para la confección de esos artículos. El huso y la rueca son universales; todo lo que se necesita es un palo de diez a doce pulgadas de largo lastrado con una balanza de cerámica. y aunque «virtualmente no se sabe nada del proceso del tinte de los coloridos conocemos los colores que usaban: la cochinilla se usaba mucho; la púrpura se obtenía de un bivalvo, la choncholopa y los cestos entretejidos de las tumbas mochicas y chimús muestran vasijas de tejedores con tintes minerales rojos, azules, amarillos y negros. Su telar era muy simple; constaba de dos barras, la urdimbre se ataba a la inferior y luego se liaba alrededor de la cintura del tejedor TEJIDO DE PLUMAS.
El método y la técnica del tejido de plumas (se le podría llamar mosaico de plumas con mayor propiedad) eran de la siguiente manera: las plumas se colocaban en un diseño; luego se cosían a una tela o se unían los cañones de las plumas a través de una trama tejida, se apretaban y entraban a formar parte del paño. Los tocados, los adornos traseros de plumas que colgaban hasta la cintura, prendas parecidas a los ponchos y los trajes se hacían con mosaicos de plumas; los bailarines llevaban mosaicos de plumas, incluso alas, con tocados que semejaban cabezas de pájaros. Aves tropicales, ocelotes, jaguares -todos figuraban en la cerámica mochica, así como cinco especies de simios por lo menos, otro motivo favorito de los mochicas -. Todas estas especies eran abundantes; Todo lo que necesitaban estaba a mano.
METALES Y JOYAS.
Los españoles quedaron asombrados por la cantidad de oro que encontraron en estos reinos. El oro era también un importante artículo comercial. El cobre, en forma de atacamita, encontrado en colecciones a flor de tierra, parecía arena azul.. En el bronce se conjugan la belleza y la utilidad Podían moldear piezas de bronce tan grandes como palancas o tan minúsculas como una uña, como se puede apreciar en su figura del dios del maíz; y esto lo hacían con delicadeza y vigor. Para ellos, la plata era las lágrimas de la luna, porque es un metal noble, elegante, casi elegíaco. Era abundante en Perú, y aunque raras veces se encontraba en un estado puro y era difícil de derretir, los metalúrgicos yuncas la emplearon con gran asiduidad. Por ejemplo, todos los vasos chimús para beber son de plata. Sus objetos metálicos se confeccionaban de varias formas: martilleándolos en moldes, estampándolos a la repoussé grabándolos, incrustándolos con piedras preciosas sin desbastar, plateándolos, soldándolos, a martillándolos y moldeándolos. En primer lugar, cuando querían derretir el metal, lo metían en un griso10 (crisol) largo o redondo hecho con un trozo de tela untada de una mezcla de tierra y hulla machacada; cuando se seca se mete en el fuego lleno de metal; luego, varios hombres, con una caña cada uno, soplan hasta que se funde el metal. Entonces se saca, y los herreros, sentados en el suelo, con unas piedras negras de forma apropiada y ayudándose unos a otros, hacen, o para hablar con mayor propiedad, solían hacer durante la época de prosperidad todo lo que les encargaban; es decir, estatuas huecas, jarrones, carneros (llamas), adornos y, en resumen, cualquier animal que veían. El moldeado en bronce, plata u oro también estaba muy desarrollado. Se hacía en moldes abiertos y cerrados, y las técnicas eran sin duda iguales a las usadas en todas las demás partes. El proceso a cera perdida, a cire perdue, consistía en que el objeto que se iba a moldear, el núcleo, se trabajaba hasta que adquiría la forma definitiva, se recubría de cera y se colocaba en lo que sería el molde exterior de arcilla. Luego se vertía el metal fundido y la cera derretida y el objeto estaba moldeado. El moldeado de los artesanos yuncas era básicamente el mismo que el realizado por la mayoría de los pueblos protohistóricos: egipcios, celtas o mejicanos. El oro, la plata y el cobre se martilleaban en frío y se convertían en láminas tan finas como una hoja de papel, y de estas láminas cortaban máscaras de momia y pendientes. Con este metal batido hacían tenacillas (instrumentos depilatorios, puesto que los indios aborrecían el vello facial y 1º consideraban signo de suciedad) y otros objetos. Gran parte del trabajo en oro de los mochicas se hacía resaltando el metal en láminas, proceso conocido con el nombre de a la repoussé; este trabajo se realizaba en alto o bajo relieve y se ejecutaba martilleando de forma controlada en la parte posterior. El diseño se grababa en piedra o, si era posible, en madera dura; luego se batía la lámina de metal con un martillo de piedra que, con un machaqueo continuo, realzaba el diseño y al mismo tiempo comprimía el metal y 1º fijaba alrededor de la superficie del diseño. Pero el verdadero arte consistía en juntar los dos bordes sin que se notara la costura. Después de esto, un martilleo de conjunto, planificador, daba el toque final de suavidad. También se usaba el cincelado, que es el arte de cortar decoraciones superficiales de la parte delantera del metal.
Los joyeros mochicas usaban el oro sabiamente. combinándolo con piedras preciosas. La turquesa, el xiuhitl de los aztecas, era muy apreciada; aparece ya en el año 1000 antes de Jesucristo en los adornos de los chavinos, la cultura que precedió en un milenio a los mochicas. Los mochicas la taladraban y usaban trozos enteros separados por cuentas de oro. La púrpura imperial, que era el color del lapislázuli, procedía de Ovalle, en Chile; se pulía en cuentas redondas y con él se hacían pendientes, alternando con oro. El hueso se rellenaba; la parte posterior de los espejos estaba decorada con un relleno de turquesa y concha; la madera se forraba de oro, y existe una pieza, una ballesta de madera, que está forrada de oro finamente trabajado. Además, los joyeros utilizaban cuarzo, ágata, cornalina, hematites, serpentina y esmeraldas, cuando estos materiales les llegaban directamente o por medio del comercio.
Instrumentos musicales Los instrumentos musicales de los mochicas y chimús eran, lo mismo que en otras culturas peruanas, completamente bucólicos: percusión y viento. Los tambores se hacían con un cerco de madera que se cubría con cuero de llama o con cerámica recubierta de piel. Para golpearlos manteniendo el ritmo empleaban un palo cubierto de goma. Tenían varias clases de flautas; hacían flautas de caña con seis notas, y cuando les faltaba la madera, las hacían, como la mayoría de las cosas, de cerámica. Además había cuernos de cerámica de cinco pies de largo generalmente son trompetas gemelas que se tocan al unísono, pero que tienen tonos distintos. Mas también se hacían de madera y de plata y cobre. Para dar mayor profundidad al sonido también había carracas de calabaza, cascabeles de plata, cobre y oro, y granos de cereales que se sacudían con la mano a fin de acentuar el ritmo o se ataban a los tobillos y muñecas.
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Bibliografía: -The ancient mochica from Perú. Donnan. Unversity of California. -Culturas preincaicas. Von Hagen. Ediciones. Guadarrama. Madrid -Las grandes civilizaciones de antiguo Peru. Horkeimer, Hans -Historia de la cultura Peruana. Donnan. University of California.